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Las tetas de Paola

en Sexo con maduros

Las tetas de Paola

Hace tiempo que he descubierto mi atracción por las chicas de tetas prominentes, antes casi no, y no porque no haya tenido novias o amigas con chiches grandes, pero creo que desde la experiencia con Cristina Ponce –o el caso de Rebeca hace años-- se acentuó esa particular afición.

En eso estaba pensando un día mientras esperaba mi turno en un banco; siempre era igual en ese banco, largas filas para depositar o cobrar un cheque, pero no tenía opción, era la única sucursal que quedaba cerca de mi trabajo y aprovechaba la hora de la comida para cambiar mi cheque de pago. Y ahí estaba aquella chica, ya la había visto otras veces: una chica joven de piel blanca con el pelo teñido de rubio, pero con unas tetas enormes, estaba un poco pasada de peso, eso y su escasa estatura la hacían verse gorda, empero no era así puesto que su cintura era breve, esto remarcaba sus nalgas, grandiosas también aunque un poco planas, todo eso lo compensaba su lindo rostro, redondo, pero muy bonito, ojos alegres y grandes, boca carnosa aunque pequeña, como todo su cuerpo el rostro de piel blanca y sin mancha alguna, impecable.

Era una empleada temporal, que atendía un mostrador con las recientes promociones del banco, en ese caso una nueva tarjeta de crédito con las ventajas de tener bajas tasas de interés –como anuncian y mienten casi todos los bancos-- y sin costo por apertura, pero mis desafortunadas experiencias con el crédito bancario me mantenían receloso de ese tipo de "ofertas", y la gordita ya me había abordado en otras ocasiones con el mismo ofrecimiento, pero siempre, sin dejar de verle las ricas chichotas, le sonreía para decirle "no, gracias, muy amable", ella insistía: "ande, es una excelente opción, los requisitos son mínimos y si ya es cuenta habiente en unas horas le tengo lista su aprobación" y sonreía, tal vez alzando más los pechos para que pudiera mirar a mis anchas la blusa de tela delgada que se abultaba por su busto, más que prominente, pero la rechazaba "no, de verdad, te lo agradezco, pero no uso tarjetas de crédito, perdona", sin perder su sonrisa me dejaba para abordar a otro cliente.

Cierta vez en que de nueva cuenta había mucha gente esperando turno la volví a ver y de nuevo trató de convencerme "¿ya se animó con la nueva tarjeta?"; "no, gracias, te lo agradezco"; "ande no sea malo, hoy no he cerrado ningún contrato, me ha ido mal esta semana" y añadió "acepte, no le genera ningún costo, es gratis, así cuando tenga alguna urgencia puede hacer uso de la tarjeta, no se cobra comisión por la apertura durante el primer año, y la tasa de crédito es la más baja, nadie le cobra tan poco, ande, no sea malito haga su buena obra del día" y su invitadora sonrisa se remarcó con sus dientes blancos y perfectos, eso venció mis barreras y con un "bueno" dejé que la gordita iniciara el papeleo y a los escasos minutos la empleada me entregaba un comprobante para recoger mi tarjeta al día siguiente y unas palabras "mi nombre es Paola, mañana le entrego su nueva tarjeta, y oiga… veo en sus datos que trabaja aquí cerca, ¿cree posible que me dejen ir a ahí a ofrecer la tarjeta?".

-- "Este… no lo sé, pero por qué no pides permiso en la administración, tal vez acepten", le di los datos de con quien dirigirse y nos despedimos.

Al día siguiente recogí la tarjeta con la gordita y me comentó "¿qué cree?, ya fui a su trabajo y aceptaron, mañana voy a ir a visitar varias oficinas, muchas gracias por su ayuda, ¿se imagina?, si cierro más de diez contratos tengo comisión extra, espero que así sea, y si no es mucho pedir, ¿podría comentarles a sus compañeros que usted ya tiene la nueva tarjeta?, eso me puede ayudar", le contesté que haría lo posible y nos despedimos.

En los siguientes días ví a Paola varias veces, enfrascada en tratar de convencer a los reticentes empleados, hasta que una tarde fue a visitarme a mi oficina: "¿oiga, puedo pasar?, quiero agradecerle, levanté 35 contratos en esta semana y la que entra tengo varios pendientes, muchas gracias por haber comentado con sus compañeros que usted había sido el primero en aceptar, como que le tienen confianza ¿eh?, gracias a usted el banco me dará una buena comisión, hasta podría invitarlo a comer para agradecerle su valiosa intervención", dijo sonriente y luciendo bajo su blanca blusa ese par de mamilas enormes que me hacían fantasear.

-- "No Paola, gracias, no fue nada, en todo caso mejor invito yo ¿cómo ves?, así hasta estrenamos el crédito".

Más tarde recogí a la tetuda a las afueras del banco y fuimos a un restaurante de carnes asadas, pero la gordita comió poco pues según ella estaba a "dieta", y nos seguimos viendo con frecuencia sin pasar de pláticas intrascendentes, pero agarrando confianza, poco a poco hasta que nos convertimos en buenos amigos, era una chica solitaria y así lo confirmó cuándo le pregunté si tenía novio o amigos:

--"Novio no tengo, desde hace mucho, más de un año y meses, y amigos tampoco, creo que los hombres no son sinceros, al menos los que he conocido, todos quieren lo mismo, ya sabes, tú eres diferente, me tratas bien, me das un lugar, eres franco y sincero, creo que eres diferente, tuve un novio al que quise mucho, pero el sólo quería el sexo…, nada más, y amigos tampoco tengo, creo que cuando conozco a alguien no me ven a mi, como persona, sólo ven lo que tienen enfrente", dijo ella mirándose el busto enorme y sonriendo.

--"Creo que piensas mal de los chicos, eres una joven bastante bella, atractiva, es normal que quien ande contigo quiera hacerte el amor, eso es lo normal en una pareja ¿no?".

--"Tal vez, pero me siento cohibida, intranquila, sintiendo sus miradas sobre mi y eso me hace pensar mal, me entra el miedo, y la mayor de las veces coinciden mis pensamientos con sus acciones: en cuanto tenemos un poco de confianza ahí van de tentones, a agarrar lo que no deben, así ha pasado casi siempre, por ello me siento mejor sola…".

No quise insistir en aquello y cambiamos de tema.

Días después Paola me dijo que su trabajo en aquella sucursal había terminado y que por su buen desempeño la habían contratado y que durante dos semanas estaría en capacitación para integrarse a las labores bancarias en una sucursal un tanto alejada, pero estaba feliz, y para festejar la buena noticia le propuse ir al cine, había una película de estreno y fuimos.

Durante la función no pasó nada o casi, los dos seguimos con atención la acción en la pantalla, yo comiendo palomitas de maíz, ella atragantándose de chocolates, pero casi al final cuando las palomitas y los chocolates se habían terminado, la gordita apoyó su cabeza en mi hombro y acercó el cuerpo, ante la invitación rodee con mi brazo sus hombros y así estuvimos el resto de la película, hasta que aparecieron los créditos del final, en eso Paola alzó el rostro para ofrecerme sus labios, nos besamos brevemente, pero con cierta pasión, la gordita entreabrió la boquita para aceptar la mía, nos besamos con cierta ansia, y tuvimos que suspender el beso pues las luces del cine se encendieron, no dijimos nada, salimos del cine, luego la llevé a su casa.

Cuando llegamos la noté turbada, como no queriendo bajar del auto, hasta que por fin abrió la portezuela de su lado y se atrevió a decir: "¿cuándo nos vemos?"; "¿tú quieres?", le pregunté, y entrecerrando los ojos dijo un "sí", casi suplicante; "te llamo el sábado, ¿quieres?", y con coquetería añadió "mmmmjummm" y se alejó lanzándome un beso con los dedos y moviendo su grueso nalgatorio al caminar.

El día acordado quedamos de vernos en Plaza Galerías en la zona de cines, donde hay bancas de metal y se junta la gente para platicar; de entre el tumulto de personas que iban y venían me pareció distinguir la notoria humanidad de la gordita, momentos después Paola se detuvo ante mi, llegó puntual, pensé, pero nerviosa, lo comprobé cuando nos besamos, un beso breve, nomás tocando los labios, pero sentí su respiración agitada, le pregunté "¿a dónde quieres ir?".

-- "A dónde tú quieras", dijo mirándome a los ojos.

Sorprendido pregunté "¿a dónde yo quiera?", y ella confirmó decidida "si, a dónde tú quieras".

La propuesta de la gorda me había sorprendido, nunca supuse que ella propondría que tal vez la llevara a un hotel, pero raudo me decidí, la tomé de la mano y minutos después salimos de la plaza en el auto, avancé atisbando con la mirada en busca de un hotel cercano, y providencialmente cruzando la gran avenida, casi frente a nosotros, estaba uno que tenía un extraño nombre: "Hotel Luar", tuve que hacer un largo rodeo para llegar a ese lugar, me bajé rápido a pedir un cuarto, y ya con la llave en la mano fui por Paola que se había quedado dentro del carro, pero no se decidía a bajar, tuve que abrir la portezuela y tomarla de la mano para que bajara, al hacerlo preguntó dudando "¿crees que estamos haciendo bien?".

-- "Yo creo que sí", le dije ansioso y extrañado por su pregunta.

Subimos las escaleras de madera, ella avergonzada mirando hacia los escalones, tratando de evitar la mirada inquisitiva de la encargada de la caja, yo mirándole las nalgas gruesas que tal vez en unos momentos iba a contemplar a mis anchas.

Cuando llegamos al cuarto casi tuve que empujarla hacia adentro, Paola temblaba; el cuarto estaba en penumbras así que encendí las lámparas en tanto Paola se sentaba en un sillón de la diminuta sala, escondiendo el rostro sin decir nada, fui hasta ella recordando que la gordita era un tanto pudorosa, y yendo con calma le acaricié el rostro hermoso, un tanto a fuerzas, hasta que casi en un murmullo se atrevió a preguntar:

-- "¿Qué me vas a hacer?".

-- "Lo que tú quieras, sólo lo que tu quieras", contesté, pensando con malicia que la jovencita la iba a pasar bien, muy bien.

-- "¿Sólo lo que yo quiera, sólo eso?, ¿no pensarás mal de mi?", dijo sin alzar la mirada.

-- "Por supuesto que no", entonces dejó que le alzará la cara para besarla, al principio con besos tiernos, a boca cerrada, luego colaborando un poco, aflojando los labios, más tarde respondiendo a los besos, abriendo la boca para que nuestras lenguas jugaran, abrazándose a mi y musitando "bésame, bésame mucho, mucho", y seguimos besándonos largo rato, ya dejando que pasara mis manos por encima de su blusa para acariciar sus enormes chichotas, que noté suaves aunque un tanto flojas.

Y seguí acariciando aquellos melones enormes, mientras desbotonaba poco a poco su blusa; la gordita dejándose hacer, jugando con mi boca, succionando los labios, dejando que nuestras lenguas juguetearan ansiosas, contagiándonos de excitación; en eso noté que una de sus manos acariciaba mi pierna izquierda sobre el pantalón, la dejé seguir, mientras que ya casi lograba sacarle las chichotas del enorme sostén, que cosa rara era de una delgada tela de nylon, sin varillas ni costuras, sino casi transparente y de color rosa, pero no logré mi objetivo.

Paola detuvo mis manos con un "espera", quité mis manos y ella misma se quitó la blusa, bajó los tirantes de su brasiere y sus manos fueron hacia su espalda para quitarse el broche que lo sujetaba, pensé que la gordita se iba a desnudar y empecé a hacer lo mismo quitándome los zapatos y desabrochando mi pantalón, pero de nuevo la gordita: "espera un poco", dijo con un murmullo; quise apurarla "¿no quieres ir a la cama"; y contestó "no, aquí estamos bien", sonriendo un poco.

Ya sin pantalón volví a sentarme junto a ella y abrazarla, quedamos de nuevo con las bocas pegadas en un interminable beso, acariciando ahora si sus voluminosos pechos desnudos y de enormes aureolas sonrosadas y pezones diminutos pero ya erectos; y seguimos así, fajando, yo apresando sus tetas, primero una luego la otra, apretando sus pezoncitos apenas erectos, mientras ella ponía delicadamente su mano sobre mi calzón, apenas tocando el miembro ya erecto, listo para entrar en acción.

Luego abandoné poco a poco su boca para besarle el cuello y hacerla suspirar, luego ir un poco más abajo hasta alcanzar sus grandes senos y lamí con ternura primero uno, luego el otro, y los besé, los lamí, los succioné, los mordí delicadamente, mientras la gordita bufaba de excitación, tratando se oponerse a mis avances con breves quejidos y apagados "no, no, eso no", pero no hice caso a sus intentos de protesta, le seguí mamando las suaves chichotas hasta que sentí que su rostro bajaba un poco para besarme el cabello y decir "¿te gustan?, ¿no son feas?", y casi sin soltar la chichota que estaba chupando decir "no, son hermosas, me gustan sus tetas".

-- "¿Te gustan mis tetas?", dijo con voz entrecortada.

-- "Si, son muy lindas tus tetas, muy grandes y muy ricas, ¿vamos a la cama?".

-- "No, mejor aquí, así estamos bien", dijo con voz apagada; volvimos a besarnos y yo a sobar las enormes chiches blancas –pesadas, suaves y deliciosas--, mientras bajaba poco a poco mi trusa para liberar mi verga erecta. Momentos después, sin dejar de besarnos, su manita acariciaba delicadamente mi tronco erecto, sus dedos delicados acariciaban como con rubor el contorno de la verga, seguimos con las bocas pegadas jugando lujuriosamente con las lenguas, hasta que musitando:

-- "La tienes muy grande, muy dura, muy… gruesa".

-- "¿Te gusta?".

-- "No se… creo que sí… se siente bien… estás muy excitado, la siento mojada de la cabecita… siento rico al hacer esto".

-- "¿Nunca lo habías hecho antes?".

-- "No recuerdo, tal vez… alguna vez, pero fue diferente… tú eres diferente, eres… muy… rico, tu miembro es… muy rico", dijo la tetona rodeando amorosamente con su mano mi verga, a la vez que su caricia subía y bajaba por el tronco. Volvimos a besarnos de forma lujuriosa. Luego se separó brevemente para casi musitar:

-- "¿Me dejas hacer algo… atrevido… me concedes un deseo?".

-- "Sí, ¿qué quieres hacer?".

Guardó silencio, noté el rubor en sus mejillas, y sin decir nada una de sus temblorosas manos tomó la mía para hacer que me pusiera de pie, eso me desconcertó un poco; quedé frente a ella que escondía la cara mirando hacia mis pies, luego sus manos fueron bajando poco a poco mi calzón hasta liberar mi verga por completo, Paola levantó poco a poco el sonrojado rostro, el pito erecto quedó a centímetros de sus ojos sorprendidos y su boca se entreabrió levemente, en ese momento pensé que la gordita me haría una mamada, sin embargo se quedó quieta como suspirando con la mirada fija en el tronco crecido y duro.

--"Es tan… lindo… y tan… grande", dijo musitando y guardó silencio fijando sus ojos en mi tronco bien erecto.

Quizás el silencio hizo que ese momento se eternizara, pero luego de segundos su mano derecha se alzó para rodear la verga desde su base y sin dejar de mirar inició un suave y lento vaivén, de abajo hacia arriba, de abajo hacia arriba, una y otra vez, de abajo para arriba, hasta la cabeza que rezumaba babas viscosas, ahí se detuvo y sus dedos curiosos se mojaron de mis líquidos, luego reanudó el movimiento lento de frotar con delicadeza la verga que la tenía como hipnotizada, hasta que se atrevió a alzar la mirada, nos miramos en silencio, sentí su respiración agitada y el temblor de su cuerpo.

Así nos quedamos por instantes eternos, hasta que su boca dibujó una leve sonrisa y el rubor de sus mejillas se hizo más intenso, lo mismo que mi excitación.

Seguía sin comprender cuál sería el siguiente paso de la chichona hasta que sus manos sopesaron sus enormes senos, cada pequeña mano cargando un globo carnoso y rebosante, para luego acercar las tremendas ubres hasta mi verga, entonces comprendí: Paola quería acariciarme la verga con sus chiches suculentas, pero algo se oponía, cuestión de alturas y distancias; ella sentada en el pequeño sillón no alcanzaba a rodear con sus tetas la verga que tenía frente de sí, las ubres de Paola quedaban más abajo y me verga quedaba justo frente a su boca entreabierta. Nos miramos un tanto desconcertados. La gordita buscaba con la mirada algo que remediara el obstáculo.

-- "Así no puedo. Necesito los cojines de la cama", dijo como en un murmullo.

Sobra decir que raudo fui a cumplir el pedido. Paola los colocó sobre el sillón y luego se sentó en ellos, ahora sí, estaba a la altura correcta, volvió a agarrar sus tetotas y acercarlas a la verga erecta, a la vez que alzaba su cara para mirarme con cierto candor, sus enormes melones suaves y mullidos, acojinados, rodearon mi verga que estaba a punto de explotar, y la gorda con suma ternura metió la vergota entre la abundante carne de sus senos, por momentos mi tranca desapareció y poco a poco la punta emergió entre el valle blanco y suave de esa carne abundante, el glande lucía pelón y mojado embarrando las enormes ubres, los ojos de Paola mirando con atención y lujuria toda la lenta operación, y así seguimos por eternos minutos, ella haciéndome una sabrosa "cubana" y yo disfrutando. En cierto momento le supliqué: "¡bésalo!".

--"¿mmmm?, ¿qué?".

--"¡Qué lo beses!, ¡chúpalo mamacita!".

Paola guardó silencio y siguió masturbándome con sus chiches grandiosas, yo arremetiendo contra ella, mi verga entrando y saliendo de entre las tetas fofas y suaves de la gorda, Paola musitando algo incomprensible y mirando atenta el tronco que aparecía y se ocultaba, siempre con la boca abierta, hasta que a punto de mi eyaculación solita bajó la cara y sus labios se abrieron amorosos y rodearon la cabezota mojada para lamer y chupar, una y otra vez, pero no más de tres o cuatro o cinco deliciosas lamidas, pues rauda se separó al sentir la palpitación previa a la lechada y demandó:

-- "Los quiero así, ¡dámelos papi!, ¡anda cariño dame los mocos en las tetas!".

Aquel cambio de actitud y sobre todo de lenguaje frenaron mi venida, pero amoroso le acaricié su lindo cabello teñido y sumergí la verga entre la mullida carne de sus tetas maravillosas y luego de un "¡mmmm, chiquita, te voy a dar mi leche!", solté el enorme chorro de semen, ella suspiraba cuando el chisguete salpicó su pecho y alcanzó su barbilla y los chorros siguieron saltando, sobre sus chichotas, sobre su cara, sobre su boca, sobre su frente, sobre su pelo, salpicando su hermoso rostro, ella complacida y cooperadora seguía moviendo sus carnosas ubres temblorosas sobre el pito que eyaculaba glorioso llevándome al paraíso.

Su rostro hermoso pintado de lujuria y satisfacción soportando las lechadas de semen blanco y viscoso. Cuando la verga dejó de palpitar, con mirada fija en mí, embarró los mocos sobre sus tetas, quitándose de paso los restos de semen de su cara. Al levantarse nos besamos con lujuria y su boca me supo a semen, a mi leche.

Pasó un largo rato. La tetona se había refugiado en el sanitario, la esperé acostado sobre la cama ya desnudo, minutos después Paola regresó, ya se había puesto su blusa y con su falda café a cuadros se veía muy linda, casi cándida. Sorprendida se sonrojó cuando descubrió mi erección, sin decir nada se sentó en la orilla de la cama y dejó que lentamente la atrajera para besarla con ansia, una de mis manos ya vagaba entre sus muslos blancos y carnosos, que ella intentaba mantener cerrados, cubriendo con el vuelo de su falda sus piernas, ante mi insistencia: "¡oye, no, deja!, no seas tentón, ya hicimos travesuras ricas, no, espera".

--"¿Por qué?, quiero hacerte el amor, quiero besarte toda desnuda, quiero penetrarte, quiero que seas mía".

--"Hummm, no, mejor no, ya te permití cosas atrevidas, no creo que sea buena idea, además me avergüenza pensar que me veas desnuda… estoy muy gorda, a lo mejor te burlas de mí… mejor ya nos vamos ¿sí?".

Sólo sonreí mientras seguía acariciando sus muslos carnosos, ella cedió un poco y así pude palpar la suave carne blanca de sus muslos, yendo poco a poco más arriba, hasta casi la entre pierna, Paola sonreía con sus ojos fijos en los míos, para luego bajarlos poco a poco y mirar mi verga erecta.

Cuando mis dedos le tocaban el combado pubis por encima de su pantaleta de nylon, la gordita propuso: "si quieres… me lo acaricias, pero no quiero que me penetres, ¿sí?".

--"¿Por qué?".

--"Tengo miedo… tiemblo de pensar que tú… esa cosa dura se meta en mí… ¡con lo enorme que está!… además siento vergüenza que me veas toda… así… desnuda… te puedes burlar de mí… estoy tan gorda…".

--"Eso no es cierto, eres muy linda, me gustas mucho y quiero hacerte el amor", dije sin dejar de repasar mis dedos por encima de la tela de nylon su pucha carnosa y velludita y añadí: "¿nunca lo haz hecho?".

--"Mmmmm, si, tal vez, casi no, bueno, sí… una vez… me dolió mucho… yo no quería… fue horrible… me rompió… estaba muy asustada y fue doloroso, muy doloroso, casi una violación, pero él era mi novio, mi segundo novio… luego lo intentó por el otro lado y… fue peor, ¡dios!, fue horrible, sentí que me destrozaba cuando intentó entrar en mi ano…, al final me salió sangre de mi… cola… junto con su… semen, recuerdo eso y me entra el terror!", dijo Paola musitando, agachada, casi al punto del llanto.

La actitud de la gordita hizo que suspendiera mis caricias, me levanté un poco para abrazarla mientras ella intentaba gimotear, pensé que sería buena idea consolar a la pobre jovencita por su confesión, así que la abracé amoroso y busqué su boca para besarla tiernamente, acariciando su rostro, dándole confianza, ternura. Ella aceptó gustosa mis arrumacos y poco después ya acostados seguimos con los besos y caricias tiernas, entre beso y beso le propuse:

--"Déjame intentarlo, poco a poco, que se te quite el miedo, nos acariciamos, nos besamos y si lo pides… lo hacemos, ¿sí?".

--"¿Sí?, quiero que sea así como en este momento, suave, tierno, quiero que me trates bien… con… cariño… ¿sí?, y no se… tal vez… pero poco a poco, con ternura, ¿sí, lo prometes?", Paola con sus ojos como súplica, con esperanza.

--"Sí cariño, será lindo, muy rico, ya lo verás, lo disfrutarás", dije convencido besando sus mejillas encendidas de rubor.

En los siguientes minutos hice que Paola olvidará su mala experiencia, ya la había desnudado totalmente y pese a su reticencia había colaborado con gusto. El cuerpo de la gordita era redondo por todos lados y de piel muy blanca y suave, sus enormes senos de aureolas rosadas y pezoncitos rojizos, sus piernas carnosas y mullidas, sus nalgas protuberantes y acariciables, y sobre todo su rica entrepierna, con una gran mata pilosa de vellos castaños, casi rojizos e hirsutos.

La casi pornográfica visión de aquella joven mujer desnuda sobre la cama, con los ojos entre cerrados y musitando algo ininteligible había desatado mi excitación, pero tenía que seguir en mi papel de hombre cariñoso, así continué con mis caricias, sobre todo en sus tetas enormes y suaves, y mis besos ansiosos sobre su rica boquita golosa de caricias, hasta que le sugerí: "te voy a besar y acariciar toda, toda".

--"Sí, cariño, hazlo, te lo permito, ya lo quiero", la voz como murmullo de Paola.

Y mientras mamaba sus suaves chichotas, hasta causarle algunas marcas moradas sobre su delicada piel, mi mano izquierda jugaba con su combada entre pierna, mis dedos entremetidos en la abundante pelambrera de rizos largos y casi rojizos, acariciando la raja gorda de la pepa hinchada que rezumaba olores y líquidos viscosos, la gordita ya estaba caliente, muy caliente, pues ya había abierto las gordas piernas en compás para facilitar mis incursiones en su panocha combada y peluda.

--"Más suave, con ternura, acaricia mi verija con cariño, amorcito lindo", dijo suplicando, pero ya mis dedos eran tragados con ansia por el caliente hoyo de su panochota, y así seguí, acariciando su duro clítoris, haciendo brincar su cuerpo con cada dedeada entre aquella pucha peluda e hirviente.

Mis dedos ya se le metían, atrevidos y traviesos, en la viscosa caverna distendida cuando Pola propuso: "bésala un poquito, hazme caricias ahí con tu boquita, cariñito mío".

Pero cuando intenté bajar la cara hacía el vientre de la gordita ella me detuvo: "no, espera, lo quiero de otra forma… tú acuéstate tantito, déjame a mi, ¿sí?".

Confundido esperé a la gorda y cuando ella empezó a montarme sentí cierto temor por ser aplastado por su desmesurado peso, pero Paola quedó a horcadas sobre mi pecho, desde mi postura veía aún más grande su cuerpo, la comba protuberante de la panza, sus tetas bamboleando frente a mi, la pelambrera espesa de su bajo vientre y sus muslos redondos apresando mi humanidad un tanto escuálida.

Alcé la mirada para descubrir su cara lujuriosa, que nada tenía de candidez, más bien la lujuria parecía transpirar por su cuerpo, seguí estático sus lentos movimientos, poco a poco acercó el cuerpo hasta poner casi sobre mi cara, apresada por sus muslos, su pepa húmeda y caliente y olorosa a sexo, entonces: "así papito lindo, besa mi panochita así, hazme rico así, anda cariño mío es toda tuya", y con lentitud sus manos gorditas abrieron el bosque de pelos para mostrarme a plenitud la enorme raja carnosa de su pucha jugosa y sonrosada.

Por momentos me quedé quieto, apresado por aquel mundo de carne gloriosa y cálida, sintiendo que el aire no llegaba a mis pulmones, sólo aquel penetrante aroma a mujer excitada, y ante mis ojos bizcos las carnosas protuberancias de la panocha de Paola, las puntas de sus vellos rozando a mi nariz causándome cosquillas y junto a mi boca la raja abierta, gorda y desmesurada.

A duras penas traté de acercar mis labios a esa papaya jugosa, abierta como un fruto delicioso, ofrecido, abierto, partido por la mitad, con sus rugosidades y sus jugos sabrosos. Primero fue una lamida tímida de mi lengua entre los labios gordos de la pucha, Paola suspiró al sentir el lengüetazo, otra lamida y sus caderas se movieron suavemente acercando más el ofrecido sexo, entonces mi boca se pegó a esa otra boca, los labios gordos quedaron como atrapando mi boca, y dentro de la caverna jugosa mis labios, ora lamiendo, ora succionando con delicadeza; mi lengua culebreando ansiosa en aquella caliente raja viscosa, mientras con esfuerzo jalaba el aire a mis pulmones, pues la postura de la gorda amenazaba con asfixiarme por momentos.

Luego de las primeras lamidas me sentí a gusto, la gorda entendió que debía dejarme respirar alzando un poco su gruesa humanidad, dándome así un poco de libertad para sentirme a mis anchas y mamar, lamer, succionar su excitante intimidad que parecía palpitar al unísono de sus gemidos y caricias amorosas en mi cabello. Los salobres jugos empaparon mi cara y mi lengua ansiosa siguió lamiendo la raja y sobre todo el duro clítoris, una y otra vez, una y otra vez, primero con delicadeza, luego con lujuriosa ansia, con furia, atrapando entre mis dientes el duro botón del amor, en tanto que Paola gemía primero, luego bufaba agitada, luego gritaba ruidosamente, mientras su enorme cuerpo brincaba de gusto y placer sobre mi humanidad, hasta que momentos después su orgasmo, lleno de "¡aaaahhh, sssí, sí, más, más, sí, me viene, me viene, así papito chulo chupa más, sí, más fuerte, lo quiero fuerte, así, así papacito de mi vida que me matas, aaaaahhhh!", y su cuerpo que brincaba sobre mi cara, amenazando con aplastarme, impidiéndome respirar, hasta que poco a poco su agitado cuerpo fue volviendo a la calma, Paola suspiraba y se quejaba a pausas, su chorreante sexo pegado a mi boca.

Momentos después la gordita me descabalgó casi desfallecida, quedó sobre la cama tratando de recuperar la respiración, las piernas entreabiertas mostrando el chorreante chumino, aproveché el abandono de Paola para meterme entre sus piernas, mi verga erecta sobre el peludo sexo entreabierto, la chica se dejó hacer y cuando sintió que el garrote la penetraba poco a poco entre suspiros musitó:

--"Sí cariño, métela toda, ya la quiero, métela toda, aunque me duela y grite tú no hagas caso, cógeme fuerte, muy fuerte, quiero sentir tu vergota dentro de mi, me quiero volver a venir".

La penetración fue lenta y aunque esperaba mayor resistencia de su vagina, el tronco entró con cierta facilidad, la pucha apresaba mi verga pero con suavidad, así quedé dentro de la gordita que suspiraba abandonada y de piernas abiertas, la cogida fue suave, las metidas tiernas, luego los carnosos muslos rodearon mi cintura y Paola exigió: "si cariño, así, pero hazme gozar, dame fuerte, lo quiero más fuerte, cógeme duro".

Entonces la cogida se tornó intensa, la cama crujía, tal vez protestando por el peso de mi "novia" quien brincaba con cada arremetida, y gritaba "sí, más, quiero más, dámela toda, así, más, quiero más fuerte, ay, sí, más, métela toda, sí, me gusta, sí, mucho me gusta tu verga cariño de mi vida, cógeme fuerte, así", y sus enormes tetas bamboleando desordenadas y ella alzando el vientre para recibir las estocadas intermitentes y furiosas.

Segundos después los gritos ruidosos de Paola anunciaron el grandioso orgasmo, "sí, así, me vengo, más, sigue, sigue, sigue, más, quiero tu verga, toda tu verga, dame más, así, así, ¡aaayyyy dios que me vengo!" y la jugosa pucha palpitando mientras mi tranca seguía traspasando a la gorda que segundos después volvió a irse a la gloria por el nuevo orgasmo, y me seguí cogiendo a la tetona que abandonada se dejaba penetrar suspirando y gimiendo hasta que me dejé ir y el semen salió intenso e intermitente, en chorros intensos que hicieron gemir y suspirar a la gordita, yo disfrutando la deliciosa venida, cuando la leche se terminó comprendí que había cometido un error, un grave error: ¡no había utilizado condón!

Minutos después mientras Paola llenaba mi rostro de tiernos besos me recriminó: "¡oye papito te viniste sin condón!, ¿y si me haces un hijo?, ¿te casarías conmigo?", me sentí atrapado.

--"¡Tontito!, no te preocupes que tu gordita está tomando anticonceptivos", dijo amorosa buscando mi boca y acariciando con manos cariñosas mi cabello.

--"¿Ah sí?, ¿y por qué tomas pastillas?", le reclamé.

--"Porque sabía que íbamos a terminar en la cama y… quería tenerte así, entre mis piernas, con tu… miembro metido dentro de mi y… porque no me gusta hacerlo con condón, quería sentir tu carne con la mía, toda tu rica carne metida dentro de mi", dijo amorosa la gordita y ganosa inició el vaivén de su pelvis tratando de revivir a mi verga que nadaba en la jugosa pucha.

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Ana, la mamadora

Confesiones (10)

Mi sobrino me ama

La aventura de Carmen

Paola y su mamá

Ofelia o Señora con bebé

Confesiones (09)

Mariana

La mamá de Benito

Esther, la benefactora

Confesiones (8)

Esther, los inicios

Confesiones (7)

Confesiones (6)

Confesiones

Marlene

La Cajera

Ahí te encargo a la comadre

Sexo con mi ex mujer

Ofelia

Mi tía favorita (04)

La turista (2)

Lucero

Trini (1)

Alicia

Atrapada

Isabel

La tía Bety

Mi tía favorita (03)

Mi tía favorita (02)

Madre consentidora (III)

Chico malo

Lolita

La Nana Francisca

Relatos de Mita (IV)

Relatos de Mita (III)

Relatos de Mita (II)

Relatos de Mita (I: Inicio de serie)

El difunto Evodio

Cristina

Leonor

La turista

Susana

Rebeca, la tetona

En el cine

Amanda, adicta al sexo

Karina

Lucero y Toby

Admirador secreto

Madre consentidora (II)

Madre consentidora (I)

La suegra

Juanita

Amante furtivo

Amada

La maestra Chayo

Lanita (I)

Peluquero

Mi tía favorita (01)

El chantaje

Eva y los hombres

Trio