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Una noche con papá

en Amor filial

Una noche con papá

Aquella noche mientras arreglaba la maleta de viaje de su padre, Mita tuvo un repentino acceso de celos. Ahí dentro, entre la ropa que el viejo ya había colocado estaba un paquete de condones. Primero se sorprendió al reconocer el diminuto paquete, cerrado, todavía con el sello de garantía y la etiqueta del establecimiento adherida, y mientras pensaba "así que papá además de visitar a sus familiares, también va a… otras cosas, pero ¿hacer el amor?, ¿con quién?, seguro con alguna mujer más joven que él, alguna que pudiera… ¿embarazar?", siguió acomodando camisas planchadas y ropa interior, entonces sintió celos pensando "hacer el amor con… ¿alguien más joven que yo?, ¡viejo caliente!", se dijo cuando cerró por fin la maleta y se encerró en su recámara, el coraje la obligó a dejar sin cenar al casi anciano hombre, no tenía ganas ni de despedirse de él, por ello se hizo oídos sordos cuando él fue a tocar su puerta, que estaba cerrada con el seguro, no lo quería ver.

Trató de dormir pero no pudo, y contraria a las promesas hechas y a su represión a media noche se levantó para salir del cuarto, cruzó la estancia a oscura y se encaminó a la recámara del padre, iba temblando, nerviosa, dudando en abrir la puerta que esperaba sin llave, y así fue, giró la perilla y la puerta cedió con un pequeño rechinido, el cuarto apenas iluminado por una pequeña lámpara de buró y en la cama el bulto del cuerpo cubierto por las cobijas, sabía que él no estaría dormido, estaba segura que él había ido a buscarla, tal vez para explicarle lo de los condones o… a otra cosa, y con pasos lentos llegó hasta el aposento, sus manos temblaban cuando levantó la ropa de cama para acostarse junto a él, no quería hacer ruido pero era evidente que el hombre no estaba dormido a pesar de tener los ojos cerrados.

Ya acostada junto a su padre percibió su respiración acompasada y silenciosa, en medio de la oscuridad la mujer evocó, como muchas otras veces, los encuentros prohibidos con ese hombre, el último había sido hace casi un año cuando tuvo la fuerza suficiente para ponerle fin a la incestuosa relación, hasta esa noche en que encontró cosas comprometedoras dentro de la valija del viejo, en eso pensaba cuando sintió la mano del padre tocar la suya y tembló, pero se dejó llevar, ambas manos temblaban pero la de ella, dócil, obediente, se fue a posar sobre el miembro erecto del hombre, así, bajo las sábanas, y lo tocó, rodeó el grueso ariete, duro y congestionado, y lo acarició, como antes, con suavidad, casi con amor, subiendo la mano hasta el glande mojado para luego bajarla con delicadeza hasta la base, donde estaban algunos vellos, momentos después la mujer sintió que su respiración se tornaba cálida y que en su entrepierna algo se calentaba, en eso, el inesperado movimiento de que el hombre se levantaba de la cama la sorprendió, él quiso montarla, colocarse sobre ella, pero Mita se negó, puso su mano sobre su pecho y voz en murmullo dijo "no, espera", el viejo hombre volvió a acostarse y fue ella quien se acercó más, enderezando parcialmente el cuerpo, buscando el vientre del padre, levantando las cobijas y acercando el rostro hasta el pene, con los ojos cerrados, colocando los labios sobre el glande, besando ahí, contagiándose de ese sabor entre amargo y dulce, luego abriendo un poco la boca para dejar entrar la cabeza, y succionar, succionar, lamer, lamer, repasar el glande por su boca, que de pronto se tornó golosa para comerse casi todo el tronco, y subir y bajar su rostro sobre el garrote, haciendo que su viejo suspirara, gimiera, acelerando la mamada, contagiándose de aquella pasión insana, antinatural, y siguió mamando, con pasión, casi con furia, urgiendo al hombre a eyacular, y cuando sintió que el cuerpo del macho se tensaba apretó su mano sobre el garrote y sus labios presionaron más la verga, y sintió el chorro, largo y fuerte llegar hasta la garganta, siguió mamando, otro chorro le llenó la boca pero ella no soltó la verga, siguió mamando, tragándose el semen que ya desbordaba su boca, y volvió a tragar, hasta que la verga, aunque seguía palpitando dejó de echar semen, y así se quedó la madura dejando que el hombre terminara de disfrutar, añorando que "antes me daba más leche, se venia mucho, dos o tres veces, ahora ya no, pobre viejo…".

Cuando todo terminó ella quiso irse a su cuarto, pero el hombre la abrazó por atrás obligándola a permanecer en la cama, junto a él, y así se mantuvo ella sintiendo como el viejo se apretaba contra ella, le alzaba parcialmente la bata y bajaba parcialmente su calzón para meter entre sus nalgas el flácido miembro, compartiendo con él los infructuosos intentos por meterle el flojo pito en la pucha, se dejó hacer, hasta que el sueño la venció. Ya de mañana ella fue la primera en despertar, se sorprendió de estar en el cuarto de su padre, y acostada junto a él, se levantó de prisa, como tratando de huir, pero la voz del viejo hombre la contuvo unos momentos: "Mita, ¿estas enojada?"; "no, por qué", dijo ella; "por los condones, lo que encontraste en la maleta, los viste ¿verdad?"; "si, los vi, pero no debe importarme, es tu vida…"; "quisiera decirte…", musitó el hombre; "no digas nada… no quiero saber", dijo ella al caminar rumbo a la puerta, pero ya junto a ella se volteó para mirar con rencor al viejo y decirle "ella es más joven ¿verdad?, ¿está más nueva, te lo aprieta mejor que yo?, ¿te chupa mejor?", y no pudo seguir pues las lágrimas la traicionaron.

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