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Recuerdos del barrio. Primera Entrega

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Recuerdos del barrio

Primera entrega

I

Intento recordar a Mita, quizá escribir sobre ella, o sobre mi antiguo barrio y sobre su gente, pero en mi cabeza parece resonar algo que leí no recuerdo dónde: "Lo dijo William Faulkner durante una entrevista: para escribir se necesita un detector de mierda, innato y a prueba de golpes". Y la verdad no acabo de entender el sentido de la frase. Tampoco se como empezar.

El inicio. Podría iniciar por el recuerdo de una tarde, calurosa, contaminada. ¿El sitio?, la esquina del Eje vial y una calle de la que no recuerdo el nombre, frente a mi está el viejo edificio, derruido, casi cayéndose, costras de paredes parecen a punto de caerse, en cachos todavía hay pintura de un color indefinido y la mayoría de las ventanas tienen los vidrios rotos; si, es una ruina el edificio, parece abandonado pero no lo está, casi es seguro que los que aún viven ahí se metieron a la fuerza; hay una manta mugrosa que cuelga de la pared: "este edificio es propiedad del Gobierno de la ciudad". ¿La hora?, pasan de las cuatro y la temperatura arriba de los 30, más arriba el cielo gris, sucio; abajo el semáforo detiene las hordas de camiones y autos que emiten espesas nubes de humo y escandalosos claxonazos, como si todos los ocupantes tuvieran la misma prisa por llegar a algún lado; también tiene prisa la gente que pasa a mi lado, como si corriendo se ahorraran algunos minutos, caminan de prisa moviendo pies y brazos, algunos hablando solos; la mayoría es gente del barrio, donde vivo, los conozco, y yo ahí esperando, deseando ver algo que me tranquilice, que apacigüe esto que siento y que hace temblar, sin querer, mi ser adolescente.

Y es que esa mujer tiene algo que desata mis deseos escondidos, es como si ella no fuera real, como si yo la hubiera construido, idealizándola, imaginándola perfecta, bella, sin defectos; la he visto varias veces y me se de memoria su forma de caminar, sus pausados pasos que parecen no pisar el suelo sucio de la banqueta, pero no, si apoya los pies a pasos lentos, y cuando pasa la veo alejarse sin prisa, miro sus pantorrillas blancas y redondas, y en el vestido apenas perceptible el movimiento de sus caderas carnosas y llenas, su espalda derecha y plana, la cintura breve, los brazos largos y las manos que se mueven con ritmo, la vieja bolsa de cuero colgada del hombro izquierdo, y así se va, ignorándome, mirando al frente con gesto adusto, como si lo que nos rodea no existiera.

Así han sido otros días, y mientras repaso esto… llegó ella, como ayer o como otro día, y la miro tratando de retratar su imagen en mi mente, y mientras mis ojos se prendan de las caderas armoniosas ella se detiene, gira con lentitud el cuerpo y me mira bajo las eternas gafas oscuras –como en una falsa postura cinematográfica--, estira el brazo y el dedo índice me señala, me llama con el dedo y no se que hacer, siento que mi cara enrojece y los pies tardan, dudan, en dar el primer paso, ella insiste con el dedo y camino tres, cuatro pasos hasta quedar frente a ella, su voz suena melodiosa pero firme: "oye niño… ¿no sabes que es una falta de respeto mirar así a las damas?, no se quien eres, ni dónde vives, pero si insistes con tus ofensas te acusaré con tu madre, o con el cura de la iglesia, o con el policía, ¿entiendes?", y al momento da la espalda, cruza la calle, abre el portón oxidado y desaparece, como tragada por ese edificio en ruinas, y yo me quedo ahí, parado, con mi vergüenza, con mis ansias, con mi erección, y camino, embobado, recordando sus palabras: "oye… damas… mirar así" y me enfurece mi actitud, me avergüenza pensar siquiera que estoy embelezado de esa mujer.

Y voy tan metido en mis pensamientos que mi pie derecho pisa una mierda de perro, y cuando me doy cuenta es muy tarde, la suela y los bordes del zapato están embarrados de caca de perro, y maldigo a los perros, maldigo a sus dueños; los malditos vecinos que sacan sus perros a pasear, pero en realidad para que se caguen en las banquetas, y conviertan el paso en un peligroso campo minado, por eso aquí nadie camina por las banquetas, todos usan las calles, toreando los ruidosos carros que avanzan veloces, y lleno de maldiciones a todo aquel que saca a sus perros cagones a las calles; siento un coraje enfurecido que no aplaca siquiera el recuerdo de Mita, es más, también a ella la maldigo mientras trato de quitar con un cartón de leche Alpuja la mierda que embarra mi zapato; pienso: pinches viejas, ¿qué se creen?, como si fueran perfectas, sin mancha, sin defectos, nos ignoran, nos desdeñan, ¿qué se creen?, ¿ángeles?, ¿seres celestiales?, ¿a poco no cagan, no se pedorrean, no mean, no les apesta la boca por las mañanas?, ¿no les huele mal la pepa?, ¿no cogen?, o follan como dicen en otros países, ¿no terminan con las piernas abiertas?, ¿no les meten la pinga por la pucha o por el culo?, ¿no les gusta mamar verga?, ¿recibir los mocos en la boca?, así debe ser Mita, ¿entonces?, ¿qué se cree?, ¿dama?, ¡que se vaya a la chingada!

Y camino, libre ya de mierda en el zapato, o casi, no lo sé, y pienso en ella, ¿acusarme con mi madre?, si no tengo, murió hace años, ¿acusarme con el cura?, si nunca voy a la iglesia, además ahí ni siquiera hay cura, desde que lo descubrieron mamándole la picha a un monaguillo, lo corrieron; ¿y policía?, si en esta colonia ni siquiera entran las patrullas, los polis tienen miedo de meterse por aquí, y sigo pensando: es claro que ellas, las mujeres, jóvenes o no tanto, perciben nuestra ansiedad, nuestras ganas por ellas, las irrefrenables ganas de meter la verga en su hoyo, en su pucha, en su conejito; se dan cuenta, huelen nuestras ganas sólo que hacen como que no se dan cuenta; por ejemplo el barrio, aquí los chicos se estrenan a los 14 o 15 años, cogen por lo general con chicas un poco más grandes, "las más usadas", las que sabemos que aflojan las nalgas, que prestan su panocha para que descarguemos nuestras ansias juveniles; luego se casan, escogen a alguno que desconozca su pasado; por ejemplo Luz, ella solita desvirgó a una buena cantidad de chicos; en varias cuadras a la redonda se hizo famosa por abrirse a la primera proposición, claro está, sólo con aquellos que le gustaban, era maestra en el coitus interruptus, hasta que alguien la embarazó y le tuvieron que buscar marido, se casó pero sigue siendo igual de puta, le encanta fornicar, hasta a mi me echa ojitos, se que tal vez este año, o el que entra, me tocará hacer mi debut con ella.

Camino y sigo pensando: o Sofía, mi vecina, se la cogieron todos los que quisieron, las veces que quisieron y dónde quisieron; yo tuve mi oportunidad aquella vez, en el cuarto de las cosas viejas, ahí nos metimos, le bajé el pantalón, ella se abrió de piernas y le puse la verga en la pucha, se la metí, pese a lo incómodo de la posición la pinga entró muy fácil, estaba muy mojada y justo cuando nos empezamos a mover escuchamos la voz de su madre: ¡Sofía!, tuvimos que suspender la cogida, salió apurada del cuartucho, luego ya no pudimos intentarlo de nuevo; se supo que su cuñado la había embarazado y se la llevaron a su pueblo a tener el hijo, o a quitárselo, nadie supo; luego mi novia Ludy, la gordita, tan renuente a dejarse tocar, siempre diciendo que no, luego ya me dejaba acariciarle sus enormes tetas, o meterle la mano bajo el vestido para tocarle las nalgas o la pepa, eso sí, siempre por encima del calzón, hasta me hacía deliciosas chaquetas alguna noche oscura, pero tiene tiempo que no la veo, no la buscó, desde que… apareció Mita.

Ella es igual que las otras, a sus 40 y tantos años… ¿cuántas vergas han pasado por su panochota?, ¿diez, veinte, más?, no se cuántas, pero de que coge, eso es obvio, pero ¿qué sé de ella?, varios chicos me confirmaron que es argentina, que llegó a México hace tiempo, no se cuanto, que es abogada o maestra o contadora, más o menos algo así; que se llama María del Carmen, pero algunas mujeres le dicen Mita; se que vive sola o es soltera; que tiene cara de seriedad pero algo escondido hay en su mirada, algo que "jala" transpira en la carne firme de sus brazos, de sus piernas, de sus nalgas gloriosas que apenas se mueven al caminar.

Estos pensamientos morbosos hacen que se me pare la pinga, así llego a donde vivo, así subo la escalera, así llego al departamento, entro y escucho la voz de mi hermana, que se parte el lomo en la máquina de coser para pagar la renta y para comer: "oye mijito, ¿me ayudas con algo?, hay ropa sucia, ¿por qué no vas y la echas a la lavadora?, ¿anda sí?, se buenito", quisiera decirle que no, inventar alguna excusa, pero una idea repentina me hace aceptar: desde la azotea se ve el edificio donde vive Mita. Ya arriba, mientras la máquina suena y se mueve, busco con la mirada hacia donde vive ella, allá está el viejo edificio, la azotea llena de trebejos, los lazos de colgar la ropa cuando lavan; ya hasta se que ropa es la de Mita, sobre todo tengo memorizados sus pantaletas, sus pantys: usa uno rosa de satén, otro gris de algodón, varios negros, otros son calzoncitos pequeños, muy coquetos, algunos ya muy usados; los sostenes son talla chica, pues casi no tiene chiches, y mientras el viento mueve aquella ropa, la de Mita, la que se pone, que está en contacto con su más secreta intimidad, de nueva cuenta se me pone dura, se me ocurre buscar a Ludy y que me haga una pajita, o hacérmela en el baño pensando en aquella mujer, pero no me decido.

Casi de noche intento leer o releer algún libro, pero no puedo fijar mi atención en eso, me siento inquieto, nomás pensando cosas, me enoja pensar tanto en Mita y decido bajar a la calle, tal vez vea a algún amigo que quizá hasta tenga dinero para comprar cigarros o refrescos o una cerveza, quien sabe, pero algo me detiene mientras camino: Mita, saliendo de la tienda sin mirarme, la sigo a cierta distancia hasta que se detiene, y mirándome de reojo se sienta en una vieja banca de cemento, donde antes estaba un pequeño parque y ahora el terreno está lleno de basura y escombros, temo acercarme, pero ella inclina la cabeza como aprobando que me acerque, "siéntate, aquí, junto a mí, ¿ya te vas a portar como la gente decente?, ¿sí?, ¿lo prometes?... ¿sabes?, a veces quisiera platicar con alguien, pero casi no conozco a nadie… las mujeres tienen sus deberes, o sus pláticas son aburridas, siempre lo mismo… puros chismes y quejas; los hombres son diferentes, pero creo que si inicio una plática pensarán otra cosa, que ando buscando algo, tú te ves diferente, eres un chiquillo… interesante, pareces inteligente, aunque no digas nada me pareces inteligente, te he visto cuando sales a la escuela, se que estudias… no digas nada… déjame pensar así…".

Embelezado la sigo mirando en medio de la penumbra que apenas nos envuelve; ella sigue: "seguro tienes novia o amigas, pero no te comportas como los demás chicos, eres diferente, siempre pensativo o nervioso, como que tienes muchas cosas en la cabeza, como que se te amontonan los pensamientos y no sabes que hacer con ellos, así me pasaba a mi cuando era jovencita, pensaba en chicos, con pensamientos románticos, así somos las chicas, pero en general nos abruman las mismas cosas que ustedes, los chicos, nos preocupan casi las mismas cosas, si alguien se interesa por una, o si… sienten cariño o algo así… bueno luego seguimos platicando… otro día, tal vez, ahora me voy, no vaya a pensar la gente que somos novios, jo, jo, jo, hasta mañana, oye… y ya no estés parado en la esquina para verme llegar, me pones nerviosa con tus miradas ¿eh?, jo, jo, jo", y se va con su risita jocosa pero breve, como si le diera vergüenza reírse y la veo de espaldas, alejarse, meneando un poco las caderas. Y me voy, pero ahora más tranquilo, ya tuve un acercamiento con ella, eso me reconforta, de lejos veo a Ludy, pero no me acerco, más bien apuro el paso para entrar al edificio.

II

Otro día. En la escuela la maestra de literatura nos puso de tarea hacer un escrito, una composición sobre lo que uno quisiera hacer con su vida, para todos fue difícil, ¿escribir?, pero… qué escribir, sobre qué, hacer qué; para quienes vivimos en la miseria que esperanza hay, parece que estamos clavados aquí, en este barrio de quinta, donde el que no es pobre, es muy pobre, ¿qué futuro hay?, crecer, aprender a manejar un taxi o una micro o una combi; tal vez aprender mecánica y componer carros, ajenos, eso sí; o meterse al negocio ilegal, vender robado, vender mota o pastillas, hacer algo de dinero, dinero que servirá para salir de la cárcel cuando la tira lo atrape a uno; o meterse de policía, o de empleado en una tienda; por ejemplo los hombres mayores de la colonia, trabajan como locos toda la semana y se emborrachan los sábados fuera de la tienda, siempre hablando de lo mismo: el fútbol, las viejas que se han tirado, quien coge con quien, pero no hablan de la miseria donde viven, del cuarto donde sobreviven con su mujer embarazada del cuarto hijo o cosas así.

Yo quisiera escribir sobre Mita, de sus sueños, de sus fracasos, de sus tristezas, de sus amantes, de su piel y sus piernas, de su pubis que imagino boscoso, de vellos castaños y rebeldes, de su carnosa pepa rosada, de sus sueños eróticos llenos de pingas erectas, o de su romanticismo y de sus fantasías amorosas, o de su forma de coger, o algo así; no tuve más remedio que intentar algo sobre mi vida en otro barrio, en una casa propia, en un empleo que pague bien, algo así; en eso Patricia, "Paty la tetona" interrumpió mis cavilaciones: "hola, ¿podrías hacer algo por mi?, ¿me ayudas con el escrito?, tu tienes facilidad para eso, ¿sí?"; la veo, más bien veo, a centímetros de mis ojos, las enormes tetas que luce orgullosa, quisiera aceptar y que luego fajáramos en algún salón vacío, pero me niego y se va a buscar a otro que la ayude.

Me cae gorda la Paty, nadie entiende cómo hace para pasar las materias si nunca estudia y menos es una chica inteligente, hay rumores, dicen que se acuesta con los profes, otros dicen que sólo les mama la pija, hay rumores, que tienen algo de cierto, por ejemplo, que cuando alguien le ayuda con la tarea se deja coger, parcialmente, eso sí, una metidita rápida y eyacular entre sus "pompis", de eso hay pruebas fehacientes: una tarde tenía ganas de hacer chis, fui al baño y la puerta estaba cerrada, la abrí, y ahí estaba de espaldas la gorda de la Paty, apoyada en un lavabo con el pantalón bajado a media pierna, sus gordas nalgas brincaban mientras un alumno se la cogía por atrás, apenas había abierto la puerta y el chico la aventó con la mano para evitar que los viera, tuve que ir a mear a otro edificio. Así resuelve Patricia sus problemas escolares.

Cuando regresé de la escuela quise esperar la llegada de Mita, pero recordé lo que me había dicho, me encaminé a mi casa tratando de calmar las ansias de volver a ver a la madura. Por la noche, platicando con los chicos del barrio me entero del más reciente chisme: que se casa Ofelia, la ex criada de doña María, cuyo marido se anduvo empujando a la linda criadita por largo tiempo, hasta que la señora la corrió de la casa por "cuzca", dicen; ahora resulta que la doméstica se consiguió marido y se casa pronto, bastante pronto, dicen, pues la muchachita "va bastante adelantadita" o sea, ya está embarazada. Lo dicho, por aquí todo mundo coge con todo mundo, menos con quien debe, pienso; en eso alguien me dice "hay te hablan", es Mita que me mira de reojo al salir de la miscelánea, se encamina rumbo al viejo edificio, dejo que se aleje, me apena que los demás se enteren que me atrae, pero algo sospechan. Minutos después la alcanzo en la banca y apenas me siento me dice: "cuéntame algo", no entiendo y repite "si, cuéntame algo sobre ti, anda no seas tímido".

Me mira fijamente, como interesada, veo su rostro, bello, pero algo ajado por los años, no así la piel de sus brazos, que se ven tersos y firmes, lo mismo que sus pantorrillas que asoman bajo la falda amplia; dudo, entonces se me ocurre inventarle un sueño:

--"Anoche tuve problemas para dormir, el sueño tardó en llegar, no supe cuando me quedé dormido, y tuve un sueño… un sueño suave, delicado, silencioso... En color sepia, a dos tonos, en claroscuros... ¿me entiendes?... Era una niña ¿o mujer?, inmóvil, de espaldas a mi, delgada, su blanco vestido plisado, pero sin planchar, con arrugas, rematado con encaje blanco en la orilla del vuelo... Su cabeza miraba de lado, no hacia el frente, el sedoso cabello rubio y cenizo ocultaba parcialmente su rostro mirando de perfil… su espalda no se ve, pues dos hermosas alas ocupan el primer plano… son como de verdad, casi pude percibir la textura de las plumas, la delicadeza de las formas, la perfecta simetría de esas alas de ángel. Un ángel, si, un ángel vestido de niña ¿o de mujer?...".

--"En el sueño no logro ver sus pies, la oscuridad lo impide, es como si flotara inmóvil ese angelito hermoso que me da la espalda... me sentí atraído por esa extraña y fascinante visión, en eso algo me inquietó, trato de ver más, más abajo, como queriendo ver los pequeños pies de ese angelito... había algo situado debajo de su vestido, hacia sus pantorrillas angelicales, ahí fijo la mirada y curioso me pregunto ¿qué es eso?... es como tela, un trapo arrugado, trato de averiguar con la mirada, trato de entender ¿su calzón?, ¿sus pantaletas?, si, puede ser... un ángel vestido de niña ¿o mujer?, con los calzones arrollados en sus rodillas... Y cuando siento que el pene se endereza, el ángel, mirando hacía el oscuro suelo, levanta su vestido tomándolo por la orilla con sus delicados dedos, la tela se desliza despacio, suavemente, como untado a sus piernas, moldeando los muslos, luego va más arriba, descubriendo los glúteos carnosos, de una blancura y perfección increíbles, pienso, y cuando sus nalgas quedan al descubierto, alza la mirada y voltea a verme y descubro el hermoso rostro, casi es una niña, me dije, pero su cuerpo es de mujer, y así me quedo, quieto, sin respirar apenas, mirándola, ahora el rostro, ahora sus nalgas perfectas y redondas, y ella me ve, y sonríe suavemente, con picardía, apenas estirando un poco los labios, me siento excitado, caliente, y entonces todo cambia… es como si fuera otro sueño, ya no es un ángel, las alas han desaparecido, el cuerpo es diferente, igual de bello pero diferente, la cara ya no es la misma, es un rostro conocido… ¿quieres saber?... eres tú que me ve a los ojos mostrando la desnudez de su cuerpo y cuando inclinas el cuerpo para hacer más ostensible la curva de tus nalgas… entonces… despierto… agitado, sudoroso, con una terrible erección y me entran unas ganas inmensas de llorar", y guardo silencio mirando al suelo.

Mita tardó en hablar, como respetando mi silencio, por fin se decide: "¿de verdad soñaste eso?, qué bello, fue un hermoso sueño, nunca pensé… que yo fuera capaz… de despertar esas sensaciones… me siento extraña… nerviosa, y… cuando despertaste, seguro… digo… ¿te masturbaste?, ¿verdad?".

Finjo vergüenza y evadiendo su mirada le digo: "ssssi… pero me costó trabajo terminar… y al final seguí excitado, mi… pene… seguía duro, muy parado". Ambos guardamos silencio, fue un largo silencio, hasta que ella dice "yo también he tenido esa clase de sueños y despierto excitada, agitada, tal vez algún día te cuente algo sobre eso, ¿quieres?... bueno ahora me voy que ya estuvimos mucho tiempo aquí, ¿sabes?, otro día mejor nos vemos en otro lado o vas a mi casa, me apena que la gente pueda pensar mal de nuestra… amistad", y se va, caminando despacio, pero la alcanzo: "Mita espera… ¿sabes?, junto a donde vives hay un predio baldío, era una casa antigua, la empezaron a derrumbar, pero todo se quedó a medias, ahora es un basural y aparte de dos o tres paredes sólo hay tierra y escombros, si te fijas, hay un agujero que da a tu edificio, está tapado con algunas láminas y piedras, por ahí se puede pasar, si quieres que vaya a tu departamento y que nadie vea cuando entro, ¿qué dices?".

--"No lo sé, tengo que pensarlo, podríamos vernos en otro lado, ¿conoces el parque qué está en el Archivo General?, donde antes había una cárcel, podríamos ir ahí a platicar, no se… algún día, yo te digo, ahora si me voy", y me dejó ahí, anhelante, pensativo.

III

Ludy. Luego de aquello pasaron varios días en que no la ví; fueron varias las razones: la principal fue que terminé el semestre en la escuela y tenía dos o tres meses sin nada que hacer, decidí ayudar a mi hermana con algunos gastos, conseguí un empleo temporal con el español dueño de una mueblería, el tipo tenía fama de explotador pero no tuve opción. Ya de noche tuve un encuentro con Ludy, me reclamó el alejamiento: "dicen que andas con la argentina, la señora esa… rara, ¿es cierto?, ¿por eso no me buscas?, dime ¿si o no?", su mirada enojada y fija en mí, lo negué todo, como sucede con las infidelidades: niégalo todo, niégalo siempre.

Para contentarla la llevé al baldío, ahí me la había fajado varias veces; ya era de noche y la oscuridad hacia más tétrico el lugar; la abrazo y me ofrece su boca, "ya te extrañaba, tiene más de un mes que no me besas", exagera, y la beso, juntamos las bocas ansiosas y abiertas; mientras disfruto de la caricia recuerdo que la gordita besa muy sabroso, y seguimos con los besos, los alientos son cálidos y húmedos, intento algo, bajo mi mano con lentitud, busco su pelvis por encima del vestido, intento meter la mano debajo y oigo: "tócalo… te lo permito" y mi mano se sumerge bajo el vestido y encuentro su calzón, mis dedos recorren la comba de su sexo, puedo sentir la textura de los vellos encima de la tela de nylon, recorro la orilla de la prenda y ella abre un poco las piernas suspirando con los ojos cerrados, y cuando mis dedos alcanzan el sexo su respiración se hace más agitada, y los dedos recorren la raja húmeda y tibia, se sumergen ahí como si fuera una caverna llena carne y de líquidos y olores; sigo acariciando los bordes carnosos calientes y suaves, ella mueve su pelvis, como buscando los dedos que la hacen disfrutar y cuando el orgasmo llega recarga su rostro en mi hombro gimiendo "aaahhh, mmmmm, aaahhh, más, acaricia ahí arriba, en el botoncito, ¡ahí cariño!", sigo "dedeando" la cueva de Ludy y el orgasmo parece llegar de nueva cuenta pero no la dejo terminar, con prisa me sacó el miembro erecto y le alzo más el vestido, ella ayuda bajando un poco el calzón hasta casi medio muslo, con la verga busco su entre pierna y Ludy arquea las piernas, la sostengo agarrándola por las nalgas y cuando la pinga se desliza sobre su sexo cierra las piernas y se cuelga de mi con sus brazos, iniciamos un trajín lento, suave, refregando las bocas, disfrutando de la deliciosa cogida parcial, pues no hay penetración; seguimos en movimiento, arremetemos a sincronía, empujando ambos, tratando de hacer más intensa la caricia hasta que, tal vez sin quererlo, eyaculo sobre la raja de su sexo, entre sus piernas que ella mantiene apretadas, ambos suspiramos manteniendo el abrazo apretado, momentos después ella se acomoda la pantaleta y yo me guardo el miembro, que gotea semen, dentro del pantalón, nos rodea un intenso olor a sexo, eso y la silenciosa oscuridad, nos sentimos satisfechos, contentos.

Cuando caminamos rumbo a su casa me comenta: "te vino mucho, siento que el semen me escurre todavía por las piernas y ¡huele cantidad!", nos despedimos con un beso, casto, pues uno de sus hermanos está afuera: "¡gorda!, ¿qué chingaos haces en la calle a esta hora?, métete".

Al día siguiente, ya de noche, recibo una visita: "hola, ¿qué tal?", es Patricia "lo tetona" que va a buscarme pues ha reprobado matemáticas y quiere mis apuntes prestados, busco argumentos para negarme, pero no encuentro, "te los presto a condición de que los cuides, están bien hechos y el cuaderno bien cuidado, así me lo debes entregar", acepta gustosa y pregunta: "¿estás solo?", mi hermana anda de visita con unas primas, le digo, entonces la Paty desanda sus pasos y sin pedir permiso se sienta en el sofá, busca algo en su bolsa, lo muestra diciendo "¿sabes qué esto?, póntelo", es un condón Trojan, y mientras me abro el pantalón y me saco la verga la gordita chichona se arrodilla sobre el sofá mostrándome la enorme curva de sus abundantes nalgotas, me mira con lujuria y se baja la pantaleta roja y se ofrece, mis ojos van de sus nalgas entre abiertas, a sus ojos que parecen cínicos y miran con atención la pinga erecta; ya con el pito cubierto, me acercó ella que repega sus pechos al sillón y para más el culo, carnoso, suave, que agarro con mis manos; la verga se desliza entre los cachetes, busco la panocha, miro abajo y mis ojos se llenan de aquello, la pepa gruesa y peluda, los vellos negros abundantes y rizados, la raja morena de labios gordos, el culo requemado y rodeado de pequeños pelos.

Encuentro la entrada y empujo, sólo un poco, la pinga se desliza en el canal caliente, Patricia suspira, más cuando la penetro por completo, no se por qué pero me sorprende que la verga entre con tanta facilidad, y me muevo haciendo brincar sus nalgas al chocar con ella; la danza se hace violenta y ella grita de placer, la venida me toma desprevenido pero sigo moviéndome, entrando en ella como si quisiera partirla en dos con el pito, algo como coraje, siento asco de la gorda, siempre tan puta, siempre tan caliente, pero sigo ahí cogiéndome a mi compañera de escuela; en eso ella gime ruidosa y le llega el orgasmo, aceleró las metidas para apresurar mi segunda eyaculación, hasta que ambos gritamos de placer, nos quedamos pegados, mi verga dentro de su panocha que ahora me queda floja, guanga, distendida, la Paty tetona gimiendo quedo… y cuando se la saco el hoyo queda abierto, con los pelos pegosteados, el agujero profundo, negro y grosero, obsceno, apestando, viscoso de líquidos; luego nos separamos y me quito el condón que chorrea mocos, ella se acomoda la roja pantaleta sonriendo con lujuria, dice: "ya tenía ganas de hacerlo contigo, lo haces muy sabroso, sabes coger muy bien, porque… ¿ya lo habías hecho verdad?", no le contesto, quiero que se vaya, me saca de quicio; ya en la puerta promete otra cogida cuando me regrese los apuntes y me besa en la mejilla; se va, por fin, yo me quedo tieso, asqueado, con la verga gacha, goteando leche, avergonzado por haber tenido sexo ahí, en mi casa.

IV

Mita y su "puchis". Otro día sin ver a Mita, ya la extraño; es ella quien me busca, va a la mueblería con un pretexto: "supe que estabas trabajando aquí, nos vemos a las seis en el parque del Archivo General" y se va sin más. Le pido permiso al español para salir una hora antes, con el apestoso puro en la boca, el tipo canoso y gordo, refunfuña pero acepta. Cuando llego me sorprende, está muy linda, con su blusa blanca sin mangas, sus brazos perfectos que quisiera agarrar, su vestido azul de mezclilla, deslavado y de amplio vuelo, viene maquillada, se ve más joven, me sonríe sentada en la banca, "qué bueno que llegas, pasaron varios hombres y me miraron con descaro, ¡cerdos!", y añade: "¿sabes? quisiera contarte cosas ¿puedo?", asiento con la cabeza.

Retarda las palabras, como meditando, luego: "desde chica viví con una tía, era muy rara pero me quería muchísimo, estaba orgullosa de mi, ¡decía cada cosa!, que yo era maravillosa, casi un ángel, cosas así, ella me bañaba y me vestía para llevarme al colegio de monjas, nos bañábamos juntas y decía cosas, que mi cuerpo era perfecto, que de grande sería una mujer extraordinaria, que mi cuerpecito flacucho era como un templo, una cajita de sorpresas, y cuando me enjabonaba el pubis decía que ahí estaba mi mayor tesoro, que tenía yo que cuidar con mucho celo ese tesoro, yo no entendía todo eso. Pasaron los años y siguió diciendo lo mismo, ya era una adolescente e insistía en bañarme ella misma, seguía diciendo cosas de mi cuerpo, de mis piernas y de mis caderas, sobre todo de mi… sexo, decía que mi… coñito era maravilloso, una enorme fuente de placeres insospechados, y se pasaba largo rato lavándome ahí, sentía sus dedos recorriendo mi rajita y me invadía un calor muy… sabroso, ella con lo mismo una y otra vez; a veces decía que mi cosita era casi tan linda como la de ella y eso no era cierto, su sexo era feo, abultado, con los labios gordos, entre abiertos, deformes, la carne morada saliendo de la raja, morena, los pelos hirsutos, arriba la fofa panzota; en cambio el mío era tan bonito…, la rajita plegada, sonrosada, con los vellos castaño claro, así era… bueno… así es… casi… digo, a veces me pasaba largo rato mirándola en el espejo".

Y añade: "no se, pero mi puchis no ha cambiando nada o casi nada al paso de los años, quizá ahora tengo menos vellitos, se me han ido cayendo… por la edad, quizá, no lo se, tal vez, pero la pepita… todavía es linda, se mantiene bella, como si aún fuera una jovencita… no se lo, pero casi siempre a la hora del baño lavo bien mi cosita y la miro en el espejo… sigue igual o casi". La oigo atento, calentándome, pero se detiene, me mira silenciosa, luego dice: "¿te imaginas cómo es mi puchita?, ¿te gustaría verla?, ¿sí?".

Creo que imagino sus palabras, pero no, eso dijo; la miro sin contestar, ella se mueve, algo intenta y me quedo sin habla; Mita se gira sobre el banco, sentada a lo largo, sube sus pies, los asienta sobre la banca, el vestido cubre sus pantorrillas y así se queda, sin decir ni hacer nada más, por segundos; la miro expectante y con lentitud extrema recoge un poco sus pies y abre un poco las rodillas diciendo: "hay suficiente luz, la verás sin problema, te gustará" y sus manos suben poco a poco el vestido, miro sus muslos carnosos, más al fondo algo que apenas entreveo, no lleva pantis y cuando sube lo suficiente el vestido abre más las piernas y ahí está, la raja pequeña y carnosa, los labios un poco abiertos, es como una boca haciendo una mueca de fastidio, los vellos castaño oscuro, pero ralos, parece hermosa su gatita, o casi, es una pucha madura, plana, rosada, y así como apareció se oculta, el vestido lo cubre todo y ella sonríe coqueta, pícara, "bueno, se acabó la función, ¿la viste?, ¿te gustó mi coñito?, ¿verdad que es lindo?", pregunta.

--"Si, la ví, es hermosa, incitante, la ví poco, pero la tienes muy linda", le digo aunque no convencido y me siento turbado, tal vez imaginaba su panocha más velluda. Y es que las primeras puchas que logré entrever siempre fueron peludas, tan peludas que no dejaban ver lo principal, la pepa, la raja, la panocha, la carne, los labios gordos o ajados, la carne interna expuesta, la pucha abierta al máximo mostrando el misterioso canal por donde se suponía entraba la verga erecta, como se veían en las revistas porno que vendía en la secundaria el prefecto, que por cierto resultó maricón, a pesar de ser esposo de la maestra de educación física.

Y mientras caminamos me dice en voz baja: "tengo otras cosas que contarte, a veces cuando estoy en casa me siento en el sofá y todo parece tan solitario, tan ajeno que a veces me da temor; hago que veo la tele, arriba de ella está un espejo alargado, grande, me veo ahí recostada sobre el sofá y hago como que platico con la figura que veo en el espejo, como si fuera otra persona, rebusco en mi mente y platico con la mujer del espejo, me salen los viejos recuerdos, las fantasías, mis sueños, los hechos amargos… a veces eso me hace bien, espanta mi depresión, otras es al contrario… termino llorando en mi soledad, la sala parece más sola y el silencio más pesado, por eso me atreví a hablar contigo… me das confianza… pienso que contigo mis secretos están a salvo… también he pensado en ti… en ocasiones cosas muy… cachondas, revivo tus miradas atrevidas… tus ojos anhelantes, te ves triste o confundido, a veces enojado con todos o con todo, inconforme, buscando algo con fastidio, pareces triste y tierno, cosas así… pero… bueno… luego nos vemos y platicamos, tengo otras cosas que decirte y… enseñarte, pero déjame aquí, no quiero que te vean llegar conmigo, van a pensar que somos novios o algo así… jo, jo, jo", y se va tapándose la boca y con su risa apenada. La sigo con la mirada, mientras cruza la avenida; a veces me parece una mujer tan común y corriente que creo que estoy exagerando en mi apasionamiento, pero al momento corrijo al mirar sus pantorrillas perfectas, su pausado caminar, elegante y cadencioso, sus nalgas rotundas y firmes, su forma de mirar, tan lleno de promesas… no lo se, quizá sólo estoy entusiasmado por meterle la verga, no lo sé, eso pienso mientras ella cruza la avenida.

V

La "miss panzona". Me detengo en el Eje vial y Mita se pierde entre los vehículos que arrancan echando humo, como queriendo arrollar a los transeúntes atrapados a media avenida por el verde del semáforo.

Llego a mi calle y algo parece perturbar el ambiente, como si de repente el estruendo de coches cesara o como si los caminantes hubieran detenido su andar; alguien conocido que detiene las miradas de la gente, sobre todo de los chamacos que curiosos miran hacia fuera de la tienda. Es la miss, doña Ana con su rostro maquillado y bello, pero maltratado, y su teñida cabellera pelirroja y sus tetas abundantes pero fofas, y sus nalgotas brinconas y sus manos huesudas y llenas de venas y su mirada esquiva… la de siempre pero ahora diferente, lleva una bata para embarazada, el vientre apenas abultado, mis ojos se cruzan con los de los chicos, quizá nos preguntamos lo mismo "¿qué?, ¿la miss panzona?, ¿cómo?, ¿quién?".

La señora Ana, maestra de inglés en un Kinder particular, llegó a vivir, hace años, en el último departamento del edificio donde vivo y fue la fuente de mi inspiración erótica en aquellas primeras y desesperadas chaquetas, a escondidas, en el sanitario. La morbosidad me hizo atreverme a espiarla mientras se bañaba; su baño queda fuera de su departamento –cerca de las "jaulas" para tender la ropa lavada-- y la puerta de madera era tan vieja que múltiples rendijas me permitían fisgarla, ver con ansiedad sus pesados senos, abundantes pero flácidos, los pezones parados y cafés, la cintura breve y la curva de sus gloriosas nalgas, ¡qué nalgas dios santo!, adelante su vientre marcado por estrías de sus embarazos anteriores y más abajo, su pepa parda de labios ajados por los que se asomaba la carne oscura de los otros labios, como la lengua de un gato juguetón; pero lo que desataba mi excitación era el momento en que se depilaba, si, la miss se rasuraba la panocha, cada semana o cada quince días, aplicando suficiente jabón, alzando un pie para colocarlo en el lavabo y con ojo atento se rasuraba la panocha con un rastrillo marca Vics –desechable--; al poco los labios de la pucha prieta quedaban al desnudo dejando arriba un mechón de cortos vellos castaños y una que otra cana, y cuando se secaba con su eterna toalla azul con dibujos de playa, al agacharse le miraba el culo, negro, deforme, pues en lugar de pliegues retraídos dos o tres apéndices carnosos sobresalían del oscuro hoyo, ¿hemorroides?, ¿condilomas anales?, ¿abuso en el sexo anal?, nunca supe.

Recuerdo que cuando miraba la pucha pelona de la miss hacía sesudos cálculos: "si fuera posible medir las vergas, sumando las metidas y sacadas intermitentes, que han pasado por esa zorra ajada… ¿cuántos cientos de metros o kilómetros de pinga han pasado por ese coño aguado?, muchos, quizá la distancia de aquí a… ¿Veracruz?, ¿a Monterrey?... ¿a la Patagonia?, ¡pa´ saber!".

Luego tuve el desafortunado desliz de comentar mis descubrimientos con los chavos de la calle y para mi desgracia más de una decena de ellos compartieron conmigo la deliciosa desnudez de doña Ana cuando se bañaba, hasta que… ella nos descubrió: una tarde con las caras pegadas a las rendijas de la puerta --excitados y nerviosos-- y de pronto… ésta se abrió y nos vimos, ella y nosotros, por instantes con ojos estupefactos, salimos corriendo por la escalera, dejando ahí a la desnuda mujer chorreando agua echando pestes y maldiciones.

Dejamos a la doña en paz, luego notamos que alguien en carro la iba a dejar por las noches, días después ese alguien se bajaba, dejaba el pequeño auto estacionado y subía con ella a su departamento, en otras palabras la miss tenía novio, y como dicen las viejas de la colonia "no iban a rezar el rosario": doña Ana se hizo famosa por sus intensos orgasmos, pues en el momento del clímax el edificio se llenaba de un largo y ruidoso "¡aaaaayyyyy me vengo, aaaahhh, másssss, aaaahhhhh, me veeennnggggoooo!", que las primeras veces sorprendió a todos los vecinos. La doña gozaba del sexo con exagerada intensidad, decíamos.

Por aquel tiempo algún maloso al verla pasar, con voz afectada, soltaba el conocido: "¡aaaaaayyyyy me vengo, me vengo!", lo que desataba las carcajadas de los vagos y la prisa de la mujer que apuraba el paso escondiendo la cara. Así las cosas no era extraño que la señora tuviera amantes, sino que hubiera quedado embarazada, ¿su edad?, los cálculos le atribuían más de 40 años, milagros de la naturaleza, quizá.

El misterio de aquel sospechoso embarazo duró varios días, hasta que éste se diluyó por un nuevo escándalo: el Villamil está en la cárcel; el rumor se fue confirmando: que le pegó muy feo a su vieja, que los agentes lo esperaron que saliera de su cuarto de alquiler y ya cuando tranquilo caminaba por la avenida le cayeron encima y se lo llevaron; que además estaba acusado de otros delitos. Y es que el Villamil, pelón, malencarado, era el clásico tipo abusador y pendenciero del barrio, además de arrebatar el bolso a las señoras en el mercado, utilizaba a su mujer como fuente de ingresos: la mandaba a putear los fines de semana para poder emborracharse a gusto sábados y domingos, sin tener que ir a robar; finalmente se supo que el Villamil estaba acusado de violación sexual y le esperaban 10 años de bote. Las señoras suspiraron con alivio, al menos ya no tendrían que cuidarse del ladrón ese al ir al mercado.

Sobre el inesperado embarazo de la miss surgieron varias hipótesis sobre el causante: que don Arturo, el mecánico; no, que el señor Enrique, el pintor; que no, "que cómo iba a ser don Enrique si apenas puede con su bastón"; que fue el señor que la traía en su chevy azul; que no, que la vieron platicando animadamente con algunos de los vagos de la calle; que "le gustan tiernitos", decían las viejas de la colonia con maledicencia; total que las teorías aumentaron al ritmo de la panza de doña Ana que luego paseaba su vientre abultado con cierto orgullo, como diciendo "¿ya ven?, todavía puedo".

VI

"Culeando" a Ludy. El revuelo de estos chismes sirvió para algo: disipar un poco los rumores acerca de mi amistad con Mita; alguno me llegó a preguntar con malicia "¿qué?, ¿todavía aprieta la argentina?", entre las risas de los demás y mi cara apenada; además mi hermana intensificó su vigilancia, empezó a preguntarme a dónde iba, cuánto tardaba y a qué iba, cosas así; el colmo fue cuando unas mujeres comentaron algo cuando notaron mi presencia en la verdulería: "no, si esta juventud está loca, ya no hay respeto, mira que meterse con mujeres de edad, viejas cuzcas, no, si los chamacos andan ardiendo, ya no hay decencia, en mi época había moral, respeto, valores, todo a su tiempo y como debe ser, ¡chamacos calientes!, ¡viejas descaradas!, arderán en el infierno!", deslizando de reojo sus miradas con desdén.

Primero sentí vergüenza, luego un inmenso coraje, me sentí aludido por el comentario de las viejas chismosas, y con las mandíbulas apretadas las ví partir con sus canastas llenas de verduras gritándoles con el pensamiento: "¡viejas hipócritas!, si todas ustedes tienen sus secretos inconfesables", por ejemplo doña Cecilia, regordeta, robusta, pintada de rubio y viuda; su gusto por los pepinos no se debía, exactamente, a sus aficiones culinarias, no, alguien la espió por la ventana de su cocina, la señora tan seria y religiosa despatarrada se metía un enorme y grueso pepino en la pucha con una expresión de intenso placer en la cara; el rumor se esparció por la calle y pronto los chamacos esperaban a que pasara la doña con su canasta para luego ir, cuidadosos, a verla masturbarse con sus pepinos.

En eso estaba, enfurecido hasta el extremo, cuando junto a mi sentí una presencia conocida, Ludy: "¡Hola!, ¿qué haces, qué tienes?, porque tienes cara de enojado, te conozco, ¿qué te pasó?", e intenta darme un beso; le digo que nada y camino mirando al suelo evadiendo las mierdas de los perros en la banqueta, ella insiste: "¿qué te hicieron?, ¿quién fue?, anda dime cariño mío, quiero saber qué te pasa, o qué… ¿ya no somos novios?".

Seguimos caminando en silencio, ya cuando llegamos a su casa con mirada pícara me incitó: "¿quieres pasar?, mis papás salieron y mis hermanos se fueron a trabajar, me dejaron haciendo la comida… pero sólo un ratito, ¿sí?", entramos tratando de evitar las miradas de las vecinas chismosas, al llegar a la cocina nos abrazamos ya con las bocas pegadas, siento que la verga se me para, le meto la mano bajo la falda blanca y azul con flores y siento algo extraño en su entrepierna, el bulto de una toalla sanitaria, ella lo confirma: "perdona cariño, no podemos hacer nada… me bajó la regla, pero ya mero termino, mañana o pasado hacemos travesuras… ¿sí?, anda bésame…"; mi encabronamiento reinicia: "¡bájate el calzón!"; ella: "no papi, así no, tengo sangre y huele feo, por favor no insistas"; sus argumentos tienen el efecto contrario y ansioso la sigo besando hasta hacerla que me de la espalda y alzarle la falda hasta la cintura, ella pregunta: "¿qué haces?, no, mira que no, todavía tengo sangre, que no… te digo, mira que no…", mientras la mustia alzaba las nalgas apoyándose en la mesa de la cocina; un olor apestoso me llegó a la nariz.

Momentos después ya le deslizo la verga entre los cachetes gordos mientras amazo sus chiches con mis manos, ella gime gustosa con la grupa en alto; jugamos ambos, ella recula y yo le deslizo la verga entre las nalgas, la toalla sanitaria me hace cosquillas en los huevos; en cierto momento ambos nos quedamos quietos, le abro las nalgas y apunto la picha en el ojete, ella alcanza a decir un "nnnnnoooo" falso y sigo apretando y ya, su culo me deja entrar, la sensible carne se ajusta a la verga, pero sin la presión excesiva o dolorosa; nunca pensé que fuera tan fácil encular a Ludy, me digo mientras se la voy metiendo en el hoyo apretado pero no tanto, luego cogemos apurados, ella agarrada de la mesa tira los saleros y el servilletero por el acompasado movimiento mientras se queja: "¡no, ay, no, ya no, no…, me lastimas, hummm, no… ya no… hummm, ya no… lo saaaaaaquess!", yo, posesionado de lujuria, mirando sus blancas nalgas gordas que brincan, voy y vengo mirando el culo rosado de Ludy transformado, sin pliegues, el hoyo que atrapa mi verga que va y viene; cuatro o cinco o seis metidas más y eyaculo deliciosamente dentro de la gordita que aprieta mi verga de forma amorosa, y cuando le saco la verga, veo su culito que regresa a su forma original, se contrae hasta quedar cerrado, estrellado de pliegues, pero de un tono casi rojizo, irritado, y sin dejar escapar una gota de semen; cuando me despide en la puerta de su casa con un beso en la boca, me dice: "¡tonto!, ¡me desvirgaste la cola!, yo no quería ¿eh?, pero ahora es tuya, siempre ha sido tuya, ahora más que nunca, cariño mío", y me besa golosa; me voy pensando: "¡si, como no!, te creo", y sigo caminando pateando cacas secas de perro y meditando que la cola de Ludy casi no olió a mierda.

Al llegar a la casa recuerdo el encargo de mi hermana: comprar espinacas para la sopa, le invento que no había y reclama: "¿cómo que no había?, ¡te pasas!, últimamente estás más apendejado que de costumbre, ¿qué tienes?, ¿las viejas te traen apendejado?, ¿o qué?", y enojada se mete a la cocina, aprovecho para huir hacia el baño y lavarme bien la pinga que apesta a algo raro.

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