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Confesiones

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Confesiones, Serie

Capítulo I

Lo que sigue a continuación intenta ser una serie acerca de las confesiones sexuales de algunas amigas y amantes. No todas corresponden a un determinado periodo de tiempo, además he tratado de ajustar los relatos, en lo posible, a la realidad de lo hechos

 

La primera vez de Gisela

Recordó aquello, que creyó sepultado en su memoria por muchos años, cuando una noche estaba cogiendo con su amante, él tras ella, pegado a su espalda y a sus glúteos, y él quiso saber como había sido su primer vez, quien se la había metido y le había roto el virgo, se negó a contestar pero ya casi a punto del orgasmo, en fragmentos, revivió aquella vez y murmurando y gimiendo se lo dijo mientras le taladraba la vagina con el miembro bien erecto:

--"Fue en la secundaría, había tres chamacos, me bajaron los calzones, el más alto, de más edad fue el primero, estábamos en un sillón él y yo, tenía el calzón bajado hasta los tobillos, parado frente a mi, tenía el pito fuera del pantalón, se puso entre mis piernas y me lo metió, fue rápido, entró todo, me dolió pero no mucho, enfrente estaban los otros dos, masturbándose y mirando como su amigo estaba metido entre mis piernas brincando, metiendo su palo erecto en mi, me gustó, al principio, no lo recuerdo exactamente, pero estaba excitada, caliente; el grande se vino rápido, sentí como su pene palpitaba dentro de mi, luego se salió y su semen goteaba sobre la falda de mi uniforme escolar; luego vino otro e hizo lo mismo, él tardó más, era un chico chaparrito pero la tenía más gruesa, lo sentí cuando entró, me acariciaba las tetas y me besaba la boca, así sentí más rico y creo que me vine, o casi, luego el último, pero ya no sentí nada o casi nada, sólo lo sentir venir, dos o tres chorros de mocos y se levantó para abrocharse el pantalón, todos reían como burlándose, yo sentía pena, miedo o excitación, o todo junto, no lo sé; el primero quiso repetir pero me negué, corrí al baño a lavarme la panocha, me extrañó que no hubiera sangrado, y cuando salí nomás estaba el grande, sonriendo como bobo, le rogué que no dijera nada a nadie", así lo recordó o lo dijo a su amante que se dio una venida memorable. A partir de ese día no volvieron a hablar del asunto, se sentía avergonzada por haber confesado cosas que todas las mujeres callan, siguieron cogiendo igual de rico que siempre, pero ella siguió pensando en "aquello", tratando de reconstruir toda la experiencia.

Rememoró que por aquella época se sentía extraña, caliente comprendería después, ya se masturbaba, tal vez en exceso, tanto que su madre la había descubierto una noche y la llamó "verraca". Y no supo cómo pero empezó a ver diferentes a los muchachos, sobre todo a los de mayor edad y en sus juegos nocturnos se los imaginaba, "cómo serían, cómo tendrían eso" y supo que ese "palito" se paraba, ellos se excitaban y se venían y que esa "leche" era peligrosa y la chica podía quedar embarazada. Tal vez fuera que ella suspirara, o mirara de forma diferente, pero algunos de los chicos de la escuela la miraban extrañamente y cuando sucedió aquello con los tres chamacos confirmó que en la cara se le veía que andaba caliente y con ganas.

Esa primera vez, cuando llegó a su casa se sintió avergonzada, sucia, temerosa; sentía que todos los que la miraban descubrían lo que acababa de hacer, y al día siguiente fue peor, parecía como si toda la escuela se le quedara viendo, en cada rostro, en cada mirada parecía descubrir que ellos sabían que "ella… ya". Fueron días terribles, sobre todo por el temor de que su regla no bajara, sentía terror de quedar embarazada, y cuando por fin le bajó suspiró tranquila, al menos en parte, pues los chicos siguieron insistiendo para repetir lo que le habían hecho: "ton´s qué nenita cuándo vamos", pero ella se negaba, semanas después terminó el ciclo escolar y con apuros pasó de año, a tercero, y lo mejor… su padre había conseguido trabajo en provincia y toda la familia cambiaría de residencia; de esa forma se sintió a salvo: ya no volvería a ver a aquellos "desgraciados" que se habían aprovechado de ella para cogérsela a placer, pero estaba equivocada: una de sus hermanas le contó al "compañero de escuela, el grande, el mayor" que pronto se irían a vivir lejos, y por supuesto que su primer arrempujador la buscó, no la iba a dejar ir tan fácil: "¿qué onda mi nena?, ¿Cuándo nos echamos otro?".

--"¿De qué?, no se de qué estás hablando", le contestó temerosa.

--"No te hagas, ¿ya se olvido?, tú, yo y los otros dos, en mi casa, una tarde, tú solita te bajaste los calzones".

--"Eso no es cierto, fuiste tú y los otros, yo no quería…".

--"¡Si, cómo no!, si bien que te gustó, te diste un venidón, de miedo, estabas mojadísima cuando te la metí, y aguantaste a los tres".

--"No lo recuerdo, además no quiero nada contigo, olvídalo ya".

--"Pues no mamacita, o aflojas o lo sabe toda tu familia".

Así las cosas no tuvo más remedio que acceder, pero "ponte condón, por lo que más quieras", le dijo al insistente chamaco. Una tarde fue a su casa, él estaba solo y no perdió el tiempo, estaba urgido, excitado, ella también aunque no lo aceptara; en el mismo sillón la acostó y le abrió las piernas, ella no lo dejó penetrar hasta que comprobó que tuviera puesto el condón, luego aflojó el cuerpo y lo sintió entrar, con furia, con violencia, le entraba todo, hasta el fondo, lo sintió más grande que la primera vez, y como para comprobar echó una mirada hacía abajo, y si, ahí estaba aquello, duro, grueso, entrando y saliendo de su pepa, antes chiquita y mustia, y en eso momento hinchada, gorda, muy mojada; pero ahora duró más el "palo" pues ella empezó a gemir, más cuando él le sacó las chiches del brasier y se las empezó a chupar, momentos después ella se mojó, le vino un orgasmo rápido y violento, mientras su amante la seguía penetrando, con fuerza, con furia; luego la volteó, hincada sobre el sillón, de a perrito, lo dejó que la penetrara, así aprendió otra posición y cuando estaba por venirle otra vez sintió la verga palpitar dentro de su vagina, el chico le mordió un hombro mientras gritaba: "hummm, mamacita, que rico coges, cabrona", luego ya calmados, mientras ella se limpiaba la pucha con un klennex el "alto, más grande, de más edad" sacó del pantalón otro condón y se lo mostró en señal de "¿nos echamos otro?", ella de inmediato sintió una punzada en la pepa y sonriendo le dijo: "pero apúrate, que alguien puede venir, además le dije a mi mamá que no tardaba nada", volvieron al sillón y se besaron, se acariciaron mucho y él se lo volvió a hacer como "perrita", tardó mucho más que la primera vez y ella pudo disfrutar de dos riquísimos orgasmos antes de que él empezara a escupir mocos, dentro del condón, claro. Al final, ya cuando se iba, el chico le pidió: "oye, ¿me regalas tus chones?".

--"¿Que qué?".

--"Que quiero que me regales tus calzones".

--"¿Para qué?".

--"Como un recuerdo, nomás, son para mi, te prometo que nadie más los verá".

No supo porque, pero ahí, junto a la puerta se bajó los calzones y se los entregó, luego la besó y la dejó ir. Cuando iba de camino a su casa sentía que el aire le pegaba en su zona más íntima, era rico, iba contenta, satisfecha, sonriente. Así fue, o más o menos, no recordaba bien, según contó.

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Confesiones, Serie

Capítulo II

 

Segunda parte de las confesiones de mis amigas o amantes

 

Teté y el profesor

Esther:

--"Era una chiquilla, una adolescente como muchas, calentona como la mayoría, imaginando cosas, sobre hombres, sobre pingas y jugando al dedito bajo las sábanas por las noches, como todas las chicas a esa edad, o al menos la mayoría, eso pienso. Sucedió que en la escuela tenía que entregar un trabajo final para mejorar la calificación de una materia pero apenas alcancé al profesor en el estacionamiento y tuve que rogarle para que aceptara mi tarea, y como tenía preocupación por la calificación final el maestro accedió a que fuera por la tarde a su casa para saber el resultado. Ese profesor traía loquitas a las chicas del salón a pesar de su edad, pues era ya un hombre maduro, de pelo entre cano pero de facciones bellas, mis amigas y yo nos entreteníamos en clase mostrándole las piernas pues casi todas usábamos faldas cortas, el pobre hombre sufría para terminar su clase, pero creo que también disfrutaba mirándonos los muslos.

"Cuando por la tarde fui a su casa no pensaba en otra cosa que en la calificación final, no me pasaba por la cabeza que él señor estuviera solo y que podría intentar algo malo, como ocurrió. Todo parecía sencillo, llegué, mi hizo pasar, me dijo que estaba aprobada, suspiré aliviada y feliz, entonces ocurrió, me invitó a sentarme en el sofá y entonces vi su mirada llena de lujuria, empecé a temblar cuando dijo: "si quieres podrías mejorar tu calificación", yo no podía abrir la boca, me sentía paralizada por el miedo, quise levantarme y huir pero el interpretó mis intenciones y se colocó junto a la puerta para luego desabrochar su pantalón y sacarse el miembro, tenía un pene grande y grueso, sobre todo muy erecto, y en su base lleno de vello, se lo acariciaba lentamente con la mano recorriendo todo el lomo para luego apretar su mano sobre el glande, que estaba cubierto por la piel del prepucio, yo estaba muerta del miedo mirando todo aquello y él para calmarme me dijo: "no te asustes, no te va a pasar nada, te va a gustar", me sentía extraña, en parte era miedo pero a la vez excitación, sobre todo por ser la primera vez que estaba a solas con un hombre, y lo más importante: miraba por primera vez un miembro erecto, excitado, bueno, había visto antes algo parecido en revistas que llevaban mis amigas a la escuela, pero esto era diferente y totalmente real; yo estaba como fascinada y ni siquiera me percaté cuando se sentó junto a mi, en el sillón, e hizo que con mi mano derecha tocara su pene, fue una sensación contradictoria, esa carne tan dura pero a la vez muy suave, la piel era delicada y de color muy oscuro, sobre todo el olor, olía a hombre, a sexo, y por la punta se notaba mojado; seguí acariciándole el miembro sin dejar de verlo a los ojos, me sentí excitada pero con temor, entonces me pidió que abriera las piernas y le enseñara el sexo, como estúpida me atreví a preguntar: "¿para qué?"; "sólo hazlo", añadió, y le obedecí: abrí las piernas y me hice a un lado el calzón para mostrarle mi pepita velluda, eso lo excitó más y me pidió: "¿me dejas tocarte ahí?", no supe que contestarle y ante mi silencio llevó su mano hasta mi entrepierna para acariciarme el sexo por encima de mi panty, sus caricias eran suaves, delicadas, casi tiernas, podía notar como sus dedos repasaban los labios de mi pepa, pero sin penetrar, lentamente, yendo de arriba abajo, seguro notaba mi excitación pues me sentía caliente y mojada; luego se levantó haciendo oscilar su verga casi frente a mis ojos y parado frente a mi me alzó las piernas, yo seguía temblando de miedo y de excitación, se colocó de rodillas entre mis piernas y sin quitarme el calzón empezó a repasar su miembro sobre mi sexo, yo sentía riquísimo y cuando lo hizo a un lado me advirtió: "no te voy a penetrar, sólo jugaremos un poco, no te preocupes", y eso hizo, puso la punta de su pene entre los labios peludos de mi pucha y lo deslizó suavemente haciendo que mi raja se abriera, iba de arriba hasta abajo, a la entrada de la vagina, pero no penetraba, sólo colocaba el glande en la entrada y presionaba un poco, para luego seguir acariciando, sentí perder el sentido, suspiraba profundamente por la excitación, sentí que me llegaría el orgasmo, pero ahora era diferente, como más intenso y sobre todo delicioso, todo mi cuerpo se llenaba de sensaciones indescriptibles, y todo alrededor se llenaba del olor de mi sexo, quería que siguiera haciéndome aquello pero a la vez no podía detener el orgasmo que me vino desde la punta de los pies y cuando el notó mi excitación frotó más rápido su miembro sobre mi sexo y me vine en un orgasmo tumultuoso y fascinante, entre nubes alcancé a escuchar que él también se venía y tomó mi mano para ponerla en su sexo y sentí su eyaculación, al principio no entendía que estaba sucediendo, pero noté que su verga palpitaba y escupía algo extraño, él gemía y suspiraba mientras su pene palpitaba echando un líquido blanquecino y viscoso, era el semen, mucho semen, sobre mi mano, al final se quedó quieto sobre mi y nos besamos, tiernamente, casi con amor. Cuando se levantó su miembro goteaba semen y yo me sentía confundida, extraña, pero ya no tenía miedo, luego me ofreció una toalla para que me limpiara el semen de mis manos y de mi sexo, le pedí me dejara entrar a su baño, ahí me lavé las manos de su semen, olía extraño, un olor penetrante, luego utilizando papel sanitario me limpié el sexo, mi calzón estaba empapado, preferí quitármelo pues olía demasiado a sexo, al pasar la toalla de papel sobre mi pepa la note diferente, estaba distendida, entre abierta, se notaban mis labios internos y los sentía hinchados, rojos e inflamados, como asomándose entre la raja carnosa de mi sexo. Cuando salí del baño nos abrasamos y volvió a besarme, le dije: "ya tengo que irme" y ya cuando nos despedíamos en la puerta me preguntó si regresaría a su casa para volver a tener sexo de esa manera, sólo pude decirle "no lo se".

"Aquella experiencia marcó mi vida en ese entonces. Días después empezaron las vacaciones y no vería al profesor en cuadro semanas, además mis padres me llevaron a provincia a visitar a algunos parientes, y en esos días, a todas horas pensaba en mi profesor, en lo que me había hecho, en la forma en que había gozado, y me hacía chaquetas a todas horas, en el día escondida en el sanitario y en la noche en mi cama, casi me hice fanática de las pajitas. Cuando por fin regresamos del viaje lo primero que hice fue ir a buscar a Juan, mi profesor. Por la mañana le dije a mi madre que iría a visitar a unas amigas, di un largo rodeo hasta pasar por su casa, él estaba afuera lavando su auto, al acercarme me descubrió y sonrió, no nos dijimos nada sólo lo seguí hasta la casa, cerró la puerta cuando entramos y enseguida me beso, con fuerza, con pasión, la misma que yo trataba de imponer en el beso. Como la vez anterior lo hicimos en el sofá de la sala, pero fue diferente, pues me abrió de piernas y me quitó la pantaleta, luego se fue acercando a mi sexo, su cara casi pegaba contra los vellos de mi pepa, no sabía que iba a hacer pero lo descubrí cuando me empezó a besar a ahí, sobre la raja de carne haciendo a un lado los pelos con los dedos de ambas manos para dejar libre la raja, sentí algo diferente, delicioso, sus labios pegaron contra los labios de mi sexo y su lengua se deslizó a lo largo de mi panochita, fue como una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo, besaba y chupaba delicadamente, al instante sentí que mi excitación se desbordaba, pero el seguía con lo suyo, mamándome el conejito deliciosamente y cuando sintió que mi orgasmo llegaba pegó su boca a mi clítoris y chupó y chupó y siguió chupando mientras yo me deshacía en el mejor de mis orgasmos, pero no se detuvo cuando terminé de venirme, sino que siguió chupándome la pepa hasta hacer que me viniera de nuevo. Al terminar me dejó recuperar para de nuevo volverme a besar, totalmente, metiendo su lengua en mi boca, succionándome, luego se sacó el miembro y lo puso junto a mi rostro, yo no sabía lo que tenía que hacer, pero cuando puso el glande junto a mis labios de manera instintiva los abrí, la cabeza de su verga estaba muy húmeda y olía mucho, pero su sabor me cautivó, era entre salado y ácido, ahora se que sabe y huele a almixcle, apenas puse los labios sobre la cabeza y él inició un delicado vaivén, sin meterlo pero dejándolo ahí, esa forma de tener sexo era totalmente desconocida para mi, pero yo estaba fascinada besando y chupándole el miembro a mi maestro, minutos después él estaba ya muy excitado, notaba que su verga estaba más dura que antes y que entraba más, casi a la mitad, me preguntó: "¿me dejas terminar en tu boca?", no supe que decir, seguí besando y chupando la rica cabecita de su verga, hasta que sentí que todo su cuerpo se puso tenso, suspiró hondo y luego su verga palpitó en mi boca y al momento sentí el primer chorro, me tomó desprevenida y quise quitarme, pero siguió eyaculando, estaba sorprendida, no sabía que hacer, sólo dejaba que su pito escupiera en mis labios, en mis mejillas, mientras él suspiraba y gemía, primero sentí asco, pero un momento después excitación y dejé que terminara de venirse, cuando terminó mi cara estaba empapada de semen, tenía leche hasta en las pestañas, luego nos besamos compartiendo ambos su semen, que me supo delicioso, al final fue por una toalla y me limpió la cara con delicadeza. Creí que todo había terminado cuando ví que el se metía a un cuarto y traía algo en las manos, me dijo: "estás muy velluda, voy a arreglar tu panochita" y me mostró unas tijeras, eso me confundió y le pregunté "¿qué me vas a hacer?"; "te voy a recortar los pelos, los tienes muy crecidos, quédate quietecita", contestó, sólo alcancé de decir "pero…" cuando Juan ya estaba entre mis piernas con las tijeras en la mano, primero alzaba un mechón de vellos y luego con cuidado cortaba los más largos para luego depositarlos en un pañuelo desechable, así siguió ante mi atónita mirada que veía como mi panocha se quedaba calva o casi, pues al final, sobre la raja sólo quedó mi vello corto, muy corto; luego me obligó a alzar las piernas y a abrirlas mucho, fue cuando empezó a cortar los pelos de la raja, primero del lado derecho y luego del izquierdo, ahí si me dejó pelona, sin pelitos, sobre todo recortó con sumo cuidado los vellos del culo, al final mi pepa estaba sin vello o casi, pues arriba si tenía pero estaban cortos, pero más abajo mi pepa estaba desnuda, se veía rara la pucha, con los labios gruesos y de color oscuro, como café; cuando todo terminó miré a un lado y ahí estaban los pelos, era un conjunto considerable de vellos púbicos, Juan los tomó con cuidado para evitar que se cayeran y dobló el papel haciendo un pequeño bulto luego dijo: "serán mi más preciado tesoro", sonreímos y volvimos a besarnos, en eso noté la erección de su pinga, de nuevo estaba excitado; me acostó sobre el sofá y se colocó encima de mi, creí que me penetraría y perdería ese día mi virginidad, pero el aclaró: "no te penetraré, al menos si tú no quieres, vamos a jugar de esta forma" y colocó la punta del miembro entre mis labios resbalándola entre la raja abierta de mi pucha, así estuvo por deliciosos minutos hasta que creí que me llegaría el orgasmo, en eso se levantó para arrodillarse entre mis piernas y sin dejar de mirarme puso la punta de la verga en la entrada de la vagina, yo lo deseaba, ya estaba sumamente caliente, sentí la dura carne y suspiré cuando entró apenas causándome alguna molestia, casi dolor, pero no tanto, y así estuvo metiendo sólo la cabecita de su rico pene, entraba y lo sacaba, así una y otra vez, hasta casi venirme pero él se vino primero, cuando suspiró y se puso tensó sacó la verga y se vino sobre mi clítoris causándome sensaciones que aceleraron mi orgasmo, cuando terminamos me llevó al baño y ahí nos desnudamos para darnos un rico baño, me lavó el cuerpo con delicadeza y cariño y yo le correspondí con besos apasionados, me sentía todavía excitada aunque ya había tenido dos orgasmos, pero fue prudente cuando vio la hora y me dijo que era hora de irme, ya vestida y en la puerta se lo pedí: "quiero ser tuya", Juan sonrió mostrando sus lindos dientes blancos y contestó: "piénsalo bien, debes estar segura de querer hacerlo, luego me dices que decidiste" y me dejó ir con un beso. Y aunque estaba decidida a darle mi virginidad Juan no lo aceptó, nunca supe por qué. Imaginé que sería porque era menor de edad, pero a mis 17 ya ansiaba conocer del sexo con ese hombre maravilloso, al menos eso pensaba y quería en aquella época alocada, pero nunca aceptó romper mi virgo. Eso sí, me enseño más y más cosas respecto al sexo.

--"Una tarde me llevó a su cama e hizo que me acostara boca abajo, empezó a besarme desde los pies hasta la nuca, una y otra vez, yo estaba ardiendo, minutos después se detuvo en mis nalgas, ahí estuvo acariciando y besando, primero una y luego otra, con lamidas y chupadas. Yo estaba entre nubes sintiendo todo aquello que era nuevo y fascinante para mi, pero me sorprendí cuando sentí que sus manos separaban mis glúteos y su cara se acercaba a esa zona tan íntima, mi cola, mi ano, quise quitarme pues me daba vergüenza que hiciera eso, pero me obligó a permanecer en esa posición, en ese momento sentí sus besos en mi culo, la sensación fue increíble y sobre todo riquísima, su lengua rozaba mi ano, lengüeteaba, titilaba con su lengua, luego besaba ahí, como succionando, para inmediatamente volver a titilar mi ano, que sentía muy sensible, como que se abría, como respondiendo a las atrevidas caricias, yo estaba desfalleciente de placer, gimiendo y suspirando, abandonada, dejándome que ese hombre me besara el culo. Luego se detuvo y me colocó empinada, sobre mis rodillas, como los perritos y con voz amorosa me dijo: "te voy a hacer rico de otra forma, tú quédate quieta, afloja el cuerpo de lo contrario sentirás dolor", yo le obedecí presintiendo lo que haría, y lo confirmé cuando sentí la dura cabeza de su miembro junto a mi ano; pensé que arremetería contra mí y me causaría un gran dolor, pero estaba equivocada, era un maestro también en cuanto al sexo, no se cuanto tiempo pasó pero sentía algo indescriptible en mi cola, su verga parecía jugar con mi apretado agujero, presionaba delicadamente, luego lo repasaba por los contornos, así una y otra vez, hasta que sentí mi cuerpo flojo, más bien mi culo, él siguió con sus juegos, poniendo la punta sobre el culo y presionando poco a poco, hasta que casi sin darme cuenta el glande de su miembro ya entraba en mi con cierta facilidad, entonces se detuvo y me dijo: "no te voy a lastimar, sólo meteré la punta, vas a sentir rico, ya veras", y me lo cumplió, sólo metió la cabeza de la verga y así se mantuvo moviéndose despacio, apenas moviéndose, delicadamente, yo sentía algo extraño al principio, luego el placer fue posesionándose de mi, era como una oleada de calor y de excitación al sentir aquella dura cosa metida en mi intestino, pero delicioso y placentero, y así estuvo un buen rato, ya mi culo estaba distendido y su pinga entraba y salía con facilidad, pero nunca pasó de la mitad, me penetraba parcialmente; mi excitación crecía y el se movía adelante y atrás, en eso una de sus manos empezó a acariciar mi puchita y perdí el control, sentí que me llegaba el orgasmo en el momento en que sentí como mi culo se inundaba de semen, fue maravilloso sentir como eyaculaba su verga dentro de mi, causándome deliciosas sensaciones cuando el palo palpitaba pausadamente, llenando mi intestino de semen y me vine de una forma nueva y maravillosa; cuando ese día iba de regreso a mi casa sentía en mi trasero el doloroso recordatorio de mi primera experiencia anal, pero iba loca de felicidad. Luego de esa primera experiencia me hice fanática del sexo anal, y lo mejor –o peor— yo estaba enamorada de mi maestro. Hablamos al respecto y me recomendó que tuviera cuidado, que nadie debía enterarse de nuestros encuentros, traté de seguir sus consejos pero mi calentura me hacía buscarlo a todas horas para darle las nalgas o al menos para mamarle el pito, aún en los lugares más inconvenientes o peligrosos, hasta que descubrí que me engañaba.

--"Un fin de semana me dijo que saldría a visitar a su familia, yo le creí. En mi enamoramiento se me ocurrió ir a su casa para al menos ver desde fuera el lugar donde había descubierto el sexo de manos de mi profesor Juan, cuando llegué me sorprendí al encontrar al auto de mi amante estacionado fuera de la casa, aquello me extraño pues suponía que Juan no estaría en casa, me acerqué procurando que ningún vecino me viera y rodee la casa, al acercarme a una ventana escuché apenas voces apagadas y cuando atisbé por entre las cortinas descubrí a Juan haciéndole el sexo a una de mis compañeras de la escuela, Sofía, a quien tenía montada sobre él, que estaba en la cama; la chica brincaba clavada en su miembro gimiendo y gritando, ver aquello me llenó de espanto y de celos, quise entrar y reclamarle su actitud pero el llanto inundó mis ojos y ahí me quedé llorando mientras que mi amiga gritaba "me vengo, me vengo". Después de lo ocurrido, primero quise gritarle a Juan su infidelidad, pero luego de pensarlo llegué a la conclusión de que entre el maestro y yo no había nada, él nunca me prometió nada y menos me confesó su amor, yo había sido quien había accedido a hacer el amor con él, Juan se aprovechó pero yo me dejé. A partir de entonces dejé de verlo contra mis deseos y mi lujuria, él se percató y cierta vez me preguntó que qué pasaba, sólo le dije que había descubierto sus encuentros con Sofía y que no quería volver a verlo. Poco después terminé el bachillerato y dos años después me casé. Cuando fui al Registro Civil, acompañada de quien sería mi esposo y los demás testigos, casi me desmayé de la sorpresa: Juan era el oficial del Registro Civil, él me reconoció pero ambos procuramos fingir y dio inicio la ceremonia. Luego de que terminó todo, me miró a los ojos y me felicitó sonriendo forzadamente. Entonces no sabía que años después volvería a encontrar a Juan para reiniciar nuestra apasionada lujuria.

 

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Confesiones, Serie

Capítulo III

 

Tercera parte de las confesiones de mis amigas o amantes

 

 

Noelia se suelta el pelo

Noelia, no es su nombre verdadero, a petición suya le cambié el nombre. Ella fue una de mis primeras amigas por internet y cuando la conocí tenía seis meses de haber terminado con el chico de quien habla en la siguiente confesión.

--" Hubo un tiempo, cuando se puso de moda el internet, en que me hice fanática de poner anuncios en la red; anuncios buscando amistades, eso creía yo, aunque la verdad es que en la mayoría de los casos la gente que se anuncia es porque está muy sola, así como yo. Y mantuve correspondencia con varios tipos e hice amistades, de entre ellos un chico, muy joven para mi, que fue el más insistente. Era muy tierno pero a la vez apasionado. Intercambiamos fotografías, poemas y al paso del tiempo mensajes amorosos y uno que otro bastante atrevido, pero decidí terminar con esa locura cuando recibí una foto de su miembro, erecto, inmenso, grosero, pero a final de cuentas increíble, jamás en mi vida había visto, y menos disfrutado un miembro de esas proporciones. Primero me sentí ofendida, borré el archivo y le contesté que había ido muy lejos y que lo mejor sería poner punto final a nuestra relación, pero luego volví a recibir la misma foto y de nuevo le contesté: "¿cómo te atreves a mandar una cosa así?, ¿qué clase de mujer piensas que soy?, si en algo me respetas deja ya de mandar esas sucias fotos, y entiende que yo jamás aceptaría a tener algo contigo, jamás, ¿comprendes?", pero en mis ratos de ocio, en la soledad de mi oficina, abría el archivo y me deleitaba mirando ese inmenso falo, el pene erecto de ese chiquillo de 20 años. Pasaron varias semanas y recibí un nuevo mensaje, el chico vendría a la ciudad y se hospedaría en un hotel, reservando a mi nombre la habitación contigua, si yo aceptaba sólo tendría que llegar pedir la llave y subir hasta el cuarto, junto al cual estaría él, esperándome, por si me decidía a abrir la puerta que comunicaba ambas habitaciones. Dudé en contestarle, hasta que me decidí a decirle que no sabía que hacer, aunque lo más seguro era que no asistiría a la cita, él contestó de me estaría esperando. El día de la cita anduve nerviosa, indecisa entre acudir o no, y por más que repetía mi negativa, me fui preparando para el encuentro, hasta saqué la cuenta de mi periodo para saber si por la fecha estaba yo fértil o no, y resultó que no, en dos días más me vendría la regla, si todo iba como regularmente me pasa. A medio día salí de la casa y anduve de tiendas, temblorosa, temiendo que mi lujuria me condujera a ese lugar donde ya me esperaba el chiquillo, y sin querer me vi ante las puertas del hotel, cuando subí las escaleras iba temblando de nervios, no sabía que hacer ni como pedir la llave en la administración del hotel, por suerte era una chica la que atendía, di mi nombre y le solicité la llave y me la entregó sonriendo, agregó "su esposo ya la espera, dijo que le avisáramos cuando usted llegara, ¿desea que lo haga?"; "no, prefiero darle la sorpresa", le contesté, me volvió a sonreír, eso me tranquilizó un poco. Cuando entré a la habitación todo estaba en penumbras y noté que la puerta que comunicaba ambos cuartos estaba entre cerrada, y aunque traté de no hacer ruido era seguro que el chico me había escuchado llegar, mi nerviosismo me paralizaba pero pese a eso empecé a quitarme la ropa, siempre procurando hacerlo en silencio, me dejé mi tanguita rosa de seda y fui hasta la cama, ahí quité las sábanas y me acosté cubriéndome con ellas, por las cortinas corridas apenas entraban rayitos de luz y en ellos enfoqué mis ojos y mi pensamiento, recordé de nuevo las fotos del chico que seguro estaba en el otro cuarto, en eso voltee a la puerta que nos separaba y lo ví de pie como dudando en entrar, pese a la oscuridad me percaté de que estaba desnudo, no era muy alto de estatura, pero los músculos de su pecho y de sus piernas se notaban bien y le daban buen aspecto, y cuando avanzó lentamente hasta donde me encontraba noté la protuberancia de su sexo, erecto, oscilando al caminar, escuché su voz "Lía…"; lo detuve "calla, no digas nada", se sentó en la orilla de la cama e hizo intento por encender la luz de la lámpara, "no, no enciendas la luz", alcancé a decir y se quedó de pie, cerca de mi, muy cerca; la penumbra del cuarto alcanzaba para iluminar el contorno de su pene y algo salió de mi boca: "entonces… es cierto"; "¿qué?", dijo en voz baja, pero no tuve valor para contestarle y decir que era cierto que tuviera un pene tan enorme; "¿me dejarás hacerte el amor?", alcancé a oír; "no lo se" creo que contesté y cerré los ojos cuando llevó una de mis manos hasta su miembro, lo tomé con delicadeza, casi rozando la rugosa y suave textura y así estuve, no se cuanto tiempo, acariciándole el miembro, luego se acostó junto a mi y me abrazó, quiso besar mi boca pero traté de evitarlo, apretando los labios, pero el insistió, momentos después ambos jugábamos con nuestras bocas y lenguas, sentí que la excitación se posesionaba de todo mi cuerpo y como sin querer abrí las piernas para que deslizara mi calzoncito de seda por mis piernas hasta quitármelo, luego quiso montarme pero lo detuve "no, espera, todavía no", él, obediente volvió a posesionarse de mis labios mientras que mi mano le acariciaba el erecto pene que sentí mojado y caliente, muy duro, nuestros besos eran apasionados, pero algo torpes de su parte, intenté tomar la iniciativa y los besos fueron entonces suaves, juguetones, así estuvimos varios minutos, ya sentía mi sexo arder de deseo y él lo comprobó cuando sus dedos se deslizaron entre los vellos de mi pepita y jugaron con los labios externos, haciendo círculos sobre la rajita mojada, desee que me penetrara, pero no me atrevía a pedirselo y él no se decidía, por fin con la voz apagada lo pidió: "quiero hacerte el amor", no le contesté más bien le permití que se colocara sobre mi, entre mis piernas, su primer intentó fracasó, el pene picó en la raja pero no entró, se deslizó fuera, creo que fue debido a su inexperiencia, pero también a que soy muy estrecha, mi vagina siempre ha estado muy apretadita, y como tenía varios meses sin relaciones me sentía más cerrada aún, volvió a intentarlo y lo contuve "espera", bajé mi mano y dirigí su duro émbolo al sitio correcto y añadí "hazlo despacio, está muy cerrada", obediente dejó su miembro en la entrada de mi vagina y luego nos fuimos quedando pegados, mi puchita comiéndose todo ese pene enorme, sentía que la distención me producía algo de dolor, pero siguió avanzando hasta penetrarme por completo, en ese momento escuché sus suspiros junto a mi oído y en el instante siguiente las pulsaciones de su pene al eyacular: le había ganado la venida, lo abracé atenazándolo con mis piernas y acariciando su cabello, cuando terminó creí que todo había acabado y me dejaría así, con las ganas, pero estaba equivocada, se empezó a mover dentro y fuera, dentro y fuera, llenándome de su miembro, haciéndome suspirar y siguió y siguió un buen rato, hasta que entre gemidos apagados me llegó el orgasmo, él amorosamente me besaba los senos, los pezones con delicadeza, para luego seguir taladrando mi pepa que escurría mis jugos y los de él, cuando se acercaba mi segundo orgasmo aceleró sus movimientos, y sin querer alcé mis piernas para apretarlo a mi con furia, con mucha pasión, entrelazando mis piernas en su espalda y sentí su nueva eyaculación, los chorros de semen pausados, con fuerza y sin saber por qué le pedí: "dame tu leche, dámela toda", y nuestros cuerpos brincaban en la cama haciendo ruidos por el colchón, luego permanecimos unidos, abrazados, mucho rato. Luego de aquella experiencia le advertí que nunca volveríamos a vernos, pero la lujuria fue mayor y durante varios meses me hice su amante, nos hicimos "novios", yo una madura de 40 y él un chiquillo de 20. Aunque ya había tenido algunas experiencias en el terreno sexual, ambos aprendimos del sexo, él quizás con más ganas que conocimientos, yo yendo con cautela para que no descubriera que algunas cosas ya las había experimentados en otros brazos, por supuesto que yo estaba encantada disfrutando de mi "amor juvenil", prestándome a sus fantasías y deseos y todo iba a pedir de boca, nos veíamos cada fin de semana para encerrarnos en un discreto hotel de provincia, hasta que se le ocurrió pedirme que me casara con él, me sentí halagada por su petición pero lo nuestro de ninguna forma podía llegar al matrimonio y contra mis deseos una tarde terminé con él para siempre.

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Confesiones, Serie

Capítulo IV

 

Cuarta entrega de las confesiones de mis amigas o amantes

 

 

 

Esther y el negro

Todos saben de lo que es capaz el alcohol, embota y afloja el cuerpo y también… la mente. Lo confirmé con Esther aquella vez en su casa, habíamos terminado de cenar y ella lavaba la loza en el fregadero dándome la espalda, la miré durante momentos y se me antojaron sus caderas anchas pero firmes, llegué hasta ella y la abracé por detrás, ella volteó el rostro para ofrecerme la boca y momentos después ya la tenía de espaldas sobre la mesa de la cocina subiéndole el vestido, Teté no llevaba calzones y fue fácil abrirle las piernas, la pepa escasa de vellos pero ya húmeda se me ofreció entre abierta, se la estuve mamando un rato hasta que la vieja empezó a gemir de placer, entonces enderecé el cuerpo para sacarme el pito ya erecto y se lo clavé así como estaba, acostada sobre la mesa y con sus piernas colgando a los lados, le alcé los muslos sosteniéndola con ambos brazos y el metisaca de la verga empezó a hacer sus efectos en la madura, que cambió de gemidos a grititos de "aaahh, aaaah, mássss, dame más, aaahhh" sin importarle que las cortinas de la ventana estuvieran abiertas; Esther se vino momentos después, seguí taladrándola con mi verga que salía de esa cueva abierta llena de líquidos olorosos a sexo, ella volvió a gritar de placer al venirse por segunda vez, entonces me detuve sin sacarle el miembro, dejándola que gozara al sentirse bien empalada, Teté recuperó el aliento: "chiquito lindo, que rico me coges papy, toda la semana estuve pensando en ti, cariñito adorado que buena verga tienes, y que bien me la metes, sabes moverla bien rico, adentro y a los lados, encuentras mis puntos más sensibles, frotas mi punto G con la cabezota de tu linda vergota, hummm anda llévame a la cama", pero no la dejé levantarse sólo le saqué la pinga para cambiar de conducto, la cuarentona sintió la punta de la verga en su culo y aflojó el cuerpo: "chiquito lindo, despacio por favor, hazlo despacito, con cuidado, mi culo es delicado, trátalo con cariño", momentos después el glande había penetrado los apretados pliegues y ella gemía de dolor, mi verga era aprisionada de forma por demás dolorosa y eso me contuvo, después el conducto se aflojó un poco y la seguí penetrando, despacio, gozando de cogerme a esa vieja calentona que con mirada atenta seguía paso a paso la cogida, hasta que mis vellos pegaron contra la carne de sus nalgas, entonces la agarré de las pantorrillas para hacer que alzara más las nalgas y me la empecé a coger, de forma lenta pero con cogidas profundas, sacando casi todo el miembro para sepultarlo con lentitud en su ano ahora flexible y cálido, luego la cogida se tornó violenta y fuerte, le sacaba toda la verga dejando el culo abierto para luego sepultárselo de un solo golpe, aquello enloqueció a la vieja que ante mi sorpresa se empezó a masturbar, frotándose la pucha babosa de venidas con los dedos, "anda papy, dale fuerte a mi culo, es tuyo chiquito lindo, que rico me culeas malvado travieso, eres rico papasito de mi vida, sigue así, más, dame más, todo, hasta adentro, muévelo dentro del culo, así, así chiquito lindo, hummm, me viene, me viene, ay, corazón, me viene, más, más fuerte" y Esther se vino gritando, sin importarle que alguien afuera escuchara sus gritos de placer, eso hizo que me llegara la leche y eyaculé dentro de ella que sintió los chorros: "ay papacito lindo, los chorros, siento los chorros de mocos, échame los mocos en el culo, todos, más, dame más leche, ay los mocos, dámelos todos ooooohhh". Permanecímos pegados, ella con la verga todavía adentro, toda la cocina olía a sexo, luego se la fui sacando poco a poco y cuando la tuvo afuera el agujero del culo quedó abierto escurriendo semen, la dejé bajar las piernas y al cerrarlas escuché el peculiar sonido del culo al cerrarse. Esther corrió al baño y yo aproveché para lavarme el pito utilizando el agua del fregadero, un rato después ella regresó sonriente y amorosa, sacó una botella de tequila para festejar, "¿festejar qué?" me pregunté, tomamos dos o tres tequilas y el alcohol empezó a hacer sus efectos, a la mujer se le aflojó la boca.

Acercó su silla hasta mi para tenerme cerca y empezar sus confesiones: "tienes el pito bien bueno, se te pone grande y grueso, además aguantas mucho cogiendo, duras mucho tiempo ¿cómo le haces?"; "bueno, trato de controlarme, me gusta darle placer a la mujer que está conmigo, ¿te gusta?", contesté; "me fascina como coges, pero si la tienes grande, me dejas la cola destrozada, me duele, dos o tres días después cuando voy al baño todavía me duele, ahorita que estoy así, sentada, me punza la cola de dolor, pero me encanta como me lo haces por atrás, es un placer diferente hacerlo así, anal, pero tu vergota me deja arruinada de atrás toda la semana"; "bueno, pero no creo que no hayas experimentado antes el sexo anal, todas las mujeres lo han hecho y a la mayoría les gusta, aunque lo nieguen ¿no crees?", le pregunté; "si, a la mayoría les gusta, pero no a todas, creo que depende de que el hombre sepa hacerlo y tu eres maravilloso culeando, en mi caso, pues, si, la verdad he tenido experiencias, pocas en realidad, pero sólo dos o tres me lo hicieron rico por atrás, la verdad"; "cuéntame una de esas experiencias, anda, tengo curiosidad", insistí; "¿de verdad?, ¿no pensarás mal de mi?, no, mejor no, a los hombres no les gusta saber de otros y a las mujeres les apena hablar de su pasado, mejor no chiquito, puedes ponerte celoso"; "pues fíjate que no, creo que tengo la suficiente madurez como para no ponerme celoso", y empezó su confesión:

--"Tengo una amiga que conozco de hace años, es maestra y vive en Aguascalientes, la conocí durante uno de mis viajes, nos hablamos y escribimos con frecuencia, hace tiempo vino aquí, a Veracruz y se quedó en mi casa varios días, paseamos a varios lugares bonitos, de ahí nos hicimos más amigas y me confesó que había conocido a alguien, se hizo novia de un cubano, de piel muy negra, en uno de sus viajes a Miami y había regresado a verlo varias veces, eso me extrañó, le pregunté que si se había enamorado, y me contestó que estaba fascinada con el chico, pero que a pesar de ello se casaría con un novio que tenía allá, en su pueblo, añadió que en poco tiempo iría de nuevo a ver a su negro amante para terminarlo, su cara se puso triste, eso picó mi curiosidad y se lo pregunté, me dijo, textual ´ es tremendo, muy buen amante, lo hace riquísimo, tiene un pene enorme, muy grande y lo sabe utilizar como nadie´, creo que puse cara de sorpresa y ella entendió y ante mi juntó sus manos y las fue separando poco a poco hasta tenerlas separadas como 30 centímetros, exclamé ´¡no!, ¿¡a poco!?, tanto así´ y para reafirmarlo me dijo: ´una vez se la medí, y casi son 30 centímetros y bien gruesa´, y sin salir de mi sorpresa le pregunté: ´¿y pudiste?, digo ¿no te lastimó?´, ´al principio lo hicimos despacio, no me penetrada con todo, sino sólo la mitad, luego de un rato ya lo aguantaba todo, ¿a ti no te ha pasado?, ¿no haz conocido a alguien así?, digo ¿con un pene grande?´, y le tuve que confesar que mis novios hasta entonces eran tamaño estandar, ni grandes ni chicos de miembro, me dejó pensativa cuando me preguntó si no había tenido la fantasía de conocer a un hombre así, como su novio".

Esther sirvió más tequila y continuó: "ya no volvimos a hablar del asunto, semanas después me llamó para confirmarme que saldría para Miami en unos días y estaría fuera del país como una semana y sin más me invitó a acompañarla, al momento recordé lo que me había platicado de los cubanos de grandes miembros y me decidí. Cuando llegamos a Miami su novio alquiló un apartamento para nosotras, salía más económico que pagar una semana de hotel, al segundo día los acompañé a la playa, el novio de ella había invitado a un amigo, así no me quedaría sola, como el chinito: "nomás milando", y cuando conocí a quien sería mi pareja casi me fui de espaldas, era negro, alto y musculoso, de facciones un tanto burdas pero amable y buen platicador, ya en la playa no dejaba de pensar si ese hombre sería como el novio de mi amiga y cuando lo vi en traje de baño abrí los ojos al mirar el enorme bulto que se le formaba ahí, en la zona del sexo, creo que hasta me iba a desmayar de la impresión, sólo esperaba que él también quisiera hacerlo, tenía mis dudas, pero no fue así. Más tarde mi amiga me dijo que ella se iba a ir al departamento de su novio por si quería yo invitar a mi amigo, me puse roja de la vergüenza, pero acepté, cuando llegamos mi negro y yo al departamento las piernas me temblaban del miedo y de la emoción, imaginando las cosas que pudieran pasar, pero él se portó bien, haciendo que yo me sintiera a gusto, total que una hora más tarde nos besábamos sentados en el sillón de la sala, pese a mi vergüenza me desvistió a la vez que se bajaba el pantaloncillo y lo que vi me dejó helada, ¡la tenía enorme!, ¡jamás en mi vida había visto un miembro de tales dimensiones!, grandísimo y bastante grueso, ver esa tremenda cosa me llenó de pavor, el negrito se dio cuenta y me dijo que no tuviera miedo, que sólo haríamos lo que yo fuera capaz de hacer, volvimos a besarnos y cuando le toqué el pene me asombré cuando mi mano casi no era capaz de abarcarlo, ¡tan grueso era!, pero él me fue calentando, primero a besos, luego mientras me chupaba las tetas me acariciaba la panochita que ya estaba bien mojada, metía sus deditos hasta el fondo, primero uno, luego dos, al final me metía tres dedos y los movía despacio, como haciendo que me aflojara para cogerme con su vergota, por fin me acostó en el sillón y se puso entre mis piernas, yo con el aliento contenido miraba la enorme cabezota entre los labios de mi pepita, luego colocó el glande en la entradita, presionando un poco y cuando entró la cabeza sentí dolor, no mucho, pero me lastimaba lo grueso de esa cabezota negra y pelada, lo metió un poco, nomás el puro glande y lo detuve, él entendió y así se empezó a mover, nomás moviendo la cabezota dentro de mi vagina, despacio, poco a poco, volvió a besarme los senos y seguía moviéndose, hasta que ya estaba muy caliente y su pinga entraba hasta la mitad, no pude más, le supliqué que no siguiera, y así estuvimos cogiendo, un rato después ya me había venido dos veces y él seguía metiendo y sacando su pene enorme, sin pasar de la mitad, entonces le llegó la leche y se vino gimiendo de placer, lo sentí venir mucho rato, le llegó mucha leche, pues cuando sacó el miembro el semen escurrió hacía afuera manchando el sillón, quedé como muerta y el negro muy atento me cargó para llevarme a la cama, nos quedamos dormidos un rato y al despertar ya era de noche, encendí la lámpara de mesa y vi al negro desnudo, durmiendo, pero con la enorme pinga parada, tuve el atrevimiento de acariciarla con mis manos, la rodeaba con ambas manos y se la frotaba, al momento se puso más dura y más grande, me espanté, pero estaba como hipnotizada por esa cosa tan increíble, el tipo me miraba y sin más me pidió que se la besara, no me atrevía, lo juró, pero al final puse mi boquita sobre la enorme cabeza, me supo extraña, tenía un sabor diferente, le di lengüetazos sobre la punta y al fin intenté meterme esa cosa tan grande, no pude pasar más allá de la cabeza, me dolían las quijadas del esfuerzo pero él sentía muy rico, así estuve un rato chupando esa cosota enorme, luego me dijo "ahora si, te voy a coger de veras", y me colocó en la orilla de la cama con las piernas colgando, me las alzó para ponerlas sobre sus hombros y luego colocó su miembro en la entrada de la panocha, lo empezó a meter poco a poco primero, haciendo que se aflojara la vagina, luego más y más, y así estuvo un rato, me llegó el orgasmo y fue fabuloso, pues cuando alcé el cuerpo para ver cuanto había entrado, mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que lo tenía todo adentro, por completo metido, casi perdí el sentido, seguimos cogiendo hasta que ya no pude más y le supliqué que terminara pues me sentía adolorida y muy agotada".

La madura siguió con su relato cuando estábamos en la cama, ya estaba borracha, pero seguía contando: "fue una experiencia tremenda, me cogí al negro toda la semana, y el muy cabrón, quién sabe como le hacía, pero siempre tenía ganas y le salía mucha leche, a pesar de que acabáramos de hacerlo, siempre se venía de nuevo, el último día me pidió el culo y me asusté, me negué, por supuesto, pero él insistió, total que le llevó media hora meterse en mi cola, yo estaba casi muerta del dolor pero él gustoso metía y sacaba su gran miembro de mi colita que palpitaba de dolor, eyaculó dos veces así, yo estaba por perder el sentido y al final cuando ya había terminado pasé mi mano hacía atrás para descubrir cuanto me había entrado y lo tenía por completo clavado en el culo, no podía creerlo, total que ese día, ya de regreso, no podía soportar estar sentada en el avión, pero como sea se había hecho realidad mi fantasía de tener una enorme verga, mi amiga me preguntaba a cada rato que cómo lo había pasado con mi amigo, le tuve que contestar que había sido fabuloso, pero que estaba destrozada, quiso saber más, pero me negué a contarle, esa fue la única vez que conocí a alguien así, tener dentro un miembro de más de 30 centímetros, estaba feliz por la experiencia y hasta me sentía medio puta con tantos pensamientos pecaminosos, pero no volví a ver a ese negro, cuando intenté hacer contacto con él, se había cambiado de trabajo y de ciudad y no volví a verlo, lo sentí, pues ya estaba maquinando otra experiencia sexual como esa, espero que no te hayas enojado con estas locuras que te conté", me dijo Esther con la voz pastosa por la borrachera. Al día siguiente ella despertó con una tremenda resaca y decía no recordar lo que había pasado, le platiqué que me había contado su experiencia con un negro de gran miembro en Miami, ella me miró fijamente y añadió: "no lo creo, no creo haber sido capaz de contarte eso, me apena, perdona, bebí demasiado, ahora pensarás que soy muy puta, olvídalo por favor", le contesté que no se preocupara que de alguna forma todas las mujeres se comportan como putas, al menos en alguna ocasión en sus vidas, ella concluyó con un "si, tienes razón, pero a partir de ahora prometo no volver a beber tequila".

 

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