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In memoriam (1)

en Confesiones

IN MEMORIAM. (I).

¿Qué pasa con la crisis de los cuarenta?.

Llevo ya tres al acecho de los primeros síntomas y no terminan de dar la cara. Bueno, algo si que ha cambiado. Últimamente me da por reflexionar. Con lo mal que le sienta pensar a un tipo como yo…y los dolores de cabeza que produce. Habrá que hacérselo mirar en el próximo chequeo.

Reflexivo, introspectivo más bien, me encuentro en el patio de butacas, esperando a que empiece la jodida función, primera de abono de la temporada de ópera.

¡Coño, quién se lo iba a decir al último miembro en darse de baja del club ácrata del barrio! (el menda, claro). El Sabina, en sus buenos tiempos, habría sacado un buen tema del asunto.

Y la contraria dándome la tabarra con lo de siempre: "¡Por Dios, qué pintas traes!. ¡Qué vergüenza, todo el mundo impecable y tu sin corbata!. ¿Qué dirán mis amigas?. Mañana, haber quién aguanta a mi madre, que ya he visto como te fulminaban con la mirada un par de conocidas. ¿Y el chaqué que te dejé preparado?".

"El disfraz de pingüino lo reservo para el funeral de mi suegro…querida". Fin de la conversación.

Son los inconvenientes de haber dado un braguetazo de juventud. ¡Quién me iba a decir que la niñita progre, pero pija a más no poder, que siempre tuve buen olfato para esas cosas, se iba a quedar preñada a las primeras de cambio!. Y el susto que me dio después el padre, mitigado en parte con la promesa de un futuro brillante (te lo podías haber metido dónde yo me se, viejo cabrón), con que o pasaba por la vicaría por las buenas o por las malas.

Procuré hacer el trance lo menos traumático posible para todos, pensando en aguantar el tirón un par de añitos y salir después por pies con la pasta bien agarrada. Hasta que un colega picapleitos me explicó que el contrato prematrimonial que alegremente había firmado, no me dejaba muchas opciones: o pringas o sales sin un duro y debiéndole una pasta a la contraria en concepto de manutención. A esas alturas, ya me había dejado seducir el encanto de la buena vida y tampoco tengo madera de mártir proletario, ¡qué leches!.

El ruidito de la orquesta afinando los instrumentos, siempre me provoca la misma reacción: el recuerdo nostálgico de pasadas aventuras juveniles (bronca, sexo y rockanroll), poca variedad de temas, la verdad. Y como tampoco se puede decir que mi existencia haya sido una bendición para la humanidad, por mis aportaciones en campos tan diversos como la investigación genética, el uso pacífico de la energía de fusión (fusión, petardo, la de la bomba es fisión), etc, etc, no me queda si no recrearme en un solo aspecto. Ese que tanto me agradecen las muy santas esposas de los cretinos que ahora mismo me están mirando por encima del hombro.

No falla, tipo bajito, tripón, calvorota, miembro del consejo de administración de un puñao de empresas y al lado…su santa, veinte años más joven, buenísima, con cara de estreñida y que pasa más hambre que un perro callejero, metafóricamente hablando. Y también literalmente, para seguir manteniendo el tipito. ¡Coño!, ¿esa que con tanto cuidado se está sentado, no es Clarita?. Je, je, la que ayer mismo me decía: "La quiero toda dentro, cabrón. Párteme en dos". Supongo que le habrá contado algo sobre una mala postura en la clase de yoga.

El amable y paciente lector me perdonará ésta tendencia que muestro a irme por los cerros de Ubeda a la mínima ocasión y, puesto que ésta es una página de relatos eróticos, se estará preguntado ya: ¿Cuándo empezamos con lo de se la clavé hasta hacerla gritar como una cerda en celo?. Se lo puede seguir preguntando. ¡Tres cojones me importa lo que piense el amable lector!. ¿O no te has leído el título, melón?. Estas son las memorias de un libertino…para desesperación del amable lector, ávido de emociones fuertes. Paciencia hermanos.

La primera aventurilla que se me viene a la mente data de los inicios de los ochenta…del siglo pasado. Podría decir que por entonces era un jovencito con acné y las hormonas en permanente estado de ebullición…pero siempre tuve el cutis como el culito de un bebé. Las hormonas siguen igual.

Y ya que estamos en ambiente musical…aglomeración de peña en la disco, y aún faltaba un buen rato para que comenzara el concierto. Una colorida representación de tribus: punkis, new-románticos, rokeros viejos y alguno ya francamente fósil, colgaos, pijos y hasta algún gitanillo, allí no faltaba nadie.

La hora anterior me la había pasado observándote: una chica con un tipazo impresionante, rubia, 24 tacos tirando por lo alto, siempre me han gustado mayores, finos modales y un andar sensual, del tipo que me pone burro. Cualquier tipo, ahora que lo pienso, pero ese más.

Lo que ya no me cuadraba tanto era el maromo que no te quitaba la zarpa de encima. Un elemento que podía pasar por el primo cachas del Silvestre Stallone, vocinglero, cachas, bruto y cachas.

En estas estaba, comiéndome el coco, envidiando la suerte del tipo, y planeando alguna jugada que me permitiera entrarte, provocando los menores "daños colaterales", ya que la cara de bestia del tipo no auguraba que fuera a tomarse con deportividad que le entraran a su chica. La melena suelta que movías con tanto salero y ese conjuntito de camiseta con faldita corta, que dejaba adivinar un cuerpo de escándalo, me estaban quitando los pocos escrúpulos morales que me quedaban.

Aún estaba calibrando posibilidades cuando te vi armarle un escándalo por beber tanto -yo había contado al menos cuatro copas en la última hora- y al volverte, fijar tu mirada en la mía y dibujar una media sonrisa, que me tomé como una invitación a librarte de aquel plasta.

Comenzaba el concierto y os situasteis en un lateral que ofrecía algo de intimidad en la abarrotada sala. Como un felino detrás de su presa, fui avanzando entre la marea humana, hasta situarme justo detrás de ti. La mala bestia seguía con la zarpa en tus caderas, y solo la movía para magrearte el culo de vez en cuando, provocando que te movieras como una contorsionista para evitar tan grosero comportamiento.

Aprovechando que el tipo situado detrás de él estaba fumando un peta, y que los achuchones entre el público iban en aumento al salir a escena el grupo, me las arreglé para empujar "casualmente" al fumador y aplastar el canuto contra el brazo que te atenazaba. Operación ésta en la que hube de poner en juego diversos aspectos teóricos relativos a la compensación de la desviación de la trayectoria provocada por la inercia de la masa en movimiento y algún que otro problemilla más, de prolija descripción en este momento.

El resultado fue una serie de exclamaciones del tipo: "¡Te voy a partir la cara mamón!, ¡Joer, tío, tranki, ke no fué ná!, ¡Ni tranki ni hostias, pringao!, ¡Joer, con el amargao éste!¿Kerrá ke l´opere´l careto gratis?", momento que aproveché para susurrarte al oído: "No te preocupes, tu ángel de la guarda está justo detrás de ti. El de estos dos debe estar de vacaciones".

El tipo de al lado volvió a encender otro peta y yo a repetir la operación. Esta vez le quemó la camisa y le chamuscó la espalda al Neanderthal, …con las previsibles consecuencias: dos gorilas enganchados por el cuello y repartiendo leña a diestro y siniestro camino de la salida del local. Tengo que agradecerle al colgao que fuera un tipo chulo…o que la maría fuese cojonuda. ¡Qué huevos!. Otro en su lugar, yo el primero, se habría acojonao.

Finalizada con éxito la primera parte del plan, me pegué a tu espalda como sombra del mediodía. Tu reacción fue apretarte aún más, lo que ya no entraba en el plan de operaciones previsto. Nunca supe, ni después me atreví a preguntarte, si fue por puro alivio o porque las operaciones de retaguardia de tu anterior acompañante empezaban a surtir efecto.

El grupo comenzó a tocar su tema más conocido, y tu, siguiendo el ejemplo del resto de la manada, a dar saltitos coreando el estribillo. En cada uno de ellos aterrizabas sobre mí, y casualmente tu culo arremetiendo contra mi entrepierna. Media docena de saltitos después mi polla amenazaba con hacer saltar las costuras del pantalón y dejaste de dar más saltitos para restregarlo directamente. Mi mano derecha rodeaba tu cintura, la izquierda apartaba tu melena y mi boca en tu nuca empezaba a trazar un recorrido ascendente y zigzagueante en dirección al lóbulo de la oreja.

En ese momento dijiste: "¡Siempre creí que los ángeles no tenían sexo!, ¡Mira que son mentirosos los curas!", y creo que la conversación ya no dio para más.

Entre el mogollón de público que había, nadie prestó atención a este par de tortolitos que parecían seguir el ritmo con movimientos un poco más tranquilos que el resto.

Encajados como estábamos, no me explico como conseguiste maniobrar para bajarme la bragueta del pantalón, tirar hacia abajo del slip y lograr liberar mi polla -que a estas alturas ya parecía un hierro al rojo de marcar ganado-, todo ello de espaldas y apenas separados por un centímetro. El caso es que fue a refugiarse entre tus muslos como un animalito acorralado, provocando que se me erizara hasta el último pelo del dedo gordo del pie.

Mis manos ya navegaban por debajo de tu camiseta, comprobando que el sostén es una prenda inútil en acontecimientos de esta índole, y propinando a tus tetas un masaje que los pezones no tardaron en agradecer marcándose tiesos y endurecidos en la tela. Los resultados de semejante tratamiento no tardaron en manifestarse en una fricción rítmica de tus muslos sobre la polla, abriéndolos hasta lograr que desapareciera entre ellos y cerrándolos a continuación, aprisionándola en un dulce encierro. La punta enrojecida asomaba por delante, gracias a Dios tapada por tu falda, y no se te ocurrió tortura más refinada que aplicar un par de dedos al capullo. El respingo que di terminó de ponerme tiesos hasta los pelos de la nariz.

Notaba el contacto húmedo de tus braguitas, pero concentrado como estaba en lograr el pleno desarrollo de tus pezones, decidí tener paciencia y que cada uno siguiera con el asunto que se traía entre manos. La única manera de sujetarte un poco cuando la presión sobre tus tetas y pezones y el roce de estos contra la tela se te hizo insoportable, fue morderte suave pero firmemente el lóbulo de la oreja, al tiempo que deslizaba dentro la lengua. Ahora eras tú la que se tensaba y procuraba aminorar el ritmo para preservar la integridad de tu oreja.

La cantidad de flujo que chorreaba mulos abajo, lubricando de paso mi aprisionado miembro, iba en aumento, y los maullidos de gata que se escapaban de tu garganta ya apenas eran sofocados por el estruendo del concierto.

Dando una última vuelta de tuerca a la situación, y confiando ciegamente en diosa Fortuna que hasta ahora tanto me había favorecido, conseguí bajar el elástico de la braga lo suficiente para colar dentro la polla, notando las alas de la mariposa de tu sexo abiertas, empapadas y aleteando furiosas queriendo devorarla. De momento la situación no permite más que seguir con los suaves movimientos a los que ya hemos cogido el ritmo. Te balanceas suavemente adelante y atrás mientras la polla desliza entera sobre tu sexo, termina de recorrerlo y arrasa el clítoris inflamado. Otro movimiento adelante y atrás, y un gemido hace que te tape la boca abandonando a su suerte un pezón que ya amenaza con reventar, totalmente tieso y congestionado.

Y en estas estamos cuando siento una manaza posarse en mi hombro.

"¿Tío, le estás metiendo mano a mi novia?". Y casi se me corta la digestión con el súbito reflujo de sangre al cerebro…la mayor parte estaba en mi "otro cerebro". Sí, ese que carece de neuronas y con el que las tías, acertadamente, insisten en que nos gobierna.

"¿Eh?, uhmmm! ¿Qué coño dices tú?" Y una bombillita que se enciende (en el de arriba), me dice que como el animal no tenga visión de rayos X, no puede haber visto nada. Y en estos casos, igual que cuando te pillan pillando, hay que negarlo siempre: "¡Querida, esto no es lo que parece!".

Y mientras yo entretenía al tipo con disculpas del pelo:"Joder, no empujes", ¿Qué ésta titi es tu novia?", "¿Oye, seguro que éste es tu novio?, ¿Si?, Ah, bueno!, en ese caso pasa, tío, que hay mucho jeta que llega tarde y luego se quiere colar". Y tu sin volverte, con otro saltito te compones las bragas, me devuelves el pajarito a la jaula…y aquí no ha pasado nada.

Con el tipo otra vez instalado a tu lado, dudo si darme a la fuga o aguantar el tirón y haber que pasa. Como se le ocurra volver a meterte mano, je, je, la sorpresita que se va a llevar, y o es tonto de baba, o no me va quedar más remedio que partirme la cara con él.

El tío vuelve a la carga, justo en el momento en el que el grupo ataca su tema más cañero. La peña se vuelve loca dando brincos, tu incluida. Manotazo para que se esté quieto. Y vuelves al jueguecito de aterrizar sobre mí.

¡Que le den!. Si hay que dejar el pellejo en este trance, al menos dejaré un cadáver bonito.

Aprovechando tres temas melódicos seguidos, me vuelvo a arrimar a ti y esta vez ya no hay dios que nos pare.

Con tus acreditadas dotes acrobáticas, te la calzas hasta el fondo de un solo empujón, te cuelgas del hombro de tu acompañante para mantener el equilibrio, impidiendo además que mueva el brazo y se tropiece con lo que no debe…y comienza la cabalgata a ritmo de HOY NO ME PUEDO LEVANTAR.

Es que aún me escojono oyendo al tipo: "Chati, te encuentras bien?" Y a ti, con un hilo de voz: "Es que ésta canción me vuelve loca…¡me llenaaa!".

No es que fuera un dechado de romanticismo el numerito, pero en peores plazas nos ha tocado lidiar. Y la parte romántica terminó llegando cuando le diste puerta al novio y te liaste con la criaturita que era yo por entonces. El caso es que no consigo acordarme de cómo coño te llamabas…y está llegando el intermedio de la función de berridos de la soprano vaca-burra. Gracias, guapa. Ya veremos que truco mental me invento después para soportar la segunda parte.

Autor: Masulokunoxo.

E-mail: masulillo@hotmail.com

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