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In memoriam (8: Cuatro bodas y un funeral)

en Confesiones

1987

Hoy toca hablar de bodas y funerales. De mi boda y del funeral del viejo.

En estricto orden cronológico, debería hablar de funeral y boda, pero entonces tendría que cambiar tan cinematográfico título.

Causa del primero: cáncer de estómago y complicaciones hepáticas, según el piadoso diagnóstico del matasanos que desguazó, en dos operaciones sucesivas, al viejo. Creo que la primera causa era consecuencia de la segunda, pero quién era yo para discutir con su eminencia.

Detalles morbosos de la agonía al margen, la ocasión me sirvió para dejar de hablarme con la mitad de los parientes; todos los que eché a la puta calle un par de días antes de que el viejo estirara la pata. Vale que los parientes se coman el jamón y saqueen el bar…para eso están, pero que hablasen del viejo en pretérito imperfecto, eso era provocar a la fiera que llevo dentro.

Causa de la segunda: una partida de condones que no pasó el reglamentario control de calidad.

A propósito de los condones (¿ya empiezo a oír ayes lastimeros entre la audiencia?), cuando se hizo patente que el VIH o SIDA no era un castigo divino que afectaba sólo a los maricas, me convertí en fanático del chubasquero de látex.

Eso de que "corta el rollo" parar para ponérselo, depende de lo que se tarde en educar a la tía en cuestión. Cuesta convencerlas de que las chicas bien educadas te lo ponen con la boca, pero una vez vencidas las reticencias iniciales, aprenden rápido. Y una vez adquirida dicha habilidad, luego tienden a hacer alarde de ella a la mínima oportunidad.

Para un tipo entusiasta convencido de la profilaxis, semejante jugarreta del destino resultó doblemente dolorosa.

¿Y en qué jardín florecieron las semillas de mis huevos? (permítanme la licencia poética). En el de una tal María Isabel Gertrudis Consuelo, seguido de un par de apellidos compuestos, con muchos guiones.

¿Que cómo terminé liándome con una tía que, evidentemente, no me convenía en absoluto?. Por pecar de ingenuo y no hacer caso de mi olfato, que para eso nos ha dotado la naturaleza de apéndice nasal: para detectar a las impostoras.

La niña, que no estaba mal, eso hay que reconocerlo, estudiaba Filosofía, especialidad de Geografía (qué cojones tendrá que ver una cosa con la otra, me pregunto). Como ésta era una carrera de pringaos, activistas políticos y desechos humanos en general, la contraria aprendió muy pronto a disimular sus orígenes de alta cuna, la educación de colegio de monjas y el porte de niña pija, dado que no eran éstas cualidades muy apreciadas en la facultad.

Así, que cuando la conocí, se camuflaba tan perfectamente con el entorno como la mantis religiosa (un insecto, no el miembro de una orden religiosa) de los documentales de Discovery. Esos bichos asquerosos que se comen un grillo, en primer plano, con el pobre insecto pataleando aún vivo, mientras la muy puta lo destripa. Tengo visto películas gore con menos vísceras.

¿Estaba hablando de mi futura contraria o de insectos?. De todas formas, hablaba de bichos.

La facultad de Filosofía, con un porcentaje de chochitos del 95% aprox, no es un buen sitio para ligar…para que las tías liguen, quiero decir. Para que las tías liguen con tíos, ¿será necesario puntualizar?.

¡Ojalá se pudra la guarra que nos presentó!: una amiga suya, conocida mía, con lo que queda plenamente justificado el calificativo de guarra. Aún recuerdo con horror el intento fallido de comerle el chochito, por los nauseabundos aromas que despedía su conejo. ¿Alguna lectora sería capaz de comerse un nabo con grumos, que ha eludido la ducha desde hace quince días o más?. ¿Verdad que no?. Pues algunos tíos somos igual de remilgados, ya veis qué cosas.

Debió de contarle alguna gracia sobre mi persona (repito que no pasé de una exploración digital y tampoco creo haberla deslumbrado con el discurso sobre la independencia del Sahara, con el que pretendía que se enfriasen sus furores uterinos), porque María Isabel Gertrudis Consuelo, seguido de un par de apellidos compuestos, con muchos guiones, familiarmente Marisa, removió cielo y tierra hasta localizar a tan distinguido orador.

Como considero de pésimo gusto exponer a la madre de mi hija al cotilleo de l@s onanistas que pululan por ésta página, solventaré el trámite de la descripción de forma escueta: alta, delgada, rubia de bote, curvas con escaso radio de giro, excepto el pandero (de vicio) y muy, pero que muy bruja.

El acto de presentación de credenciales, realizado en terreno neutral y con la presencia de la guarra antedicha, parece que se solventó sin ningún incidente diplomático. Yo saqué la conclusión de que era una "progre" buscando guerra, pero no el primer día, cosa que me gustó, ya que la mañana había sido muy movida en el archivo de cierta delegación ministerial.

Hay que estar muy despierto en estos casos. Nos fiamos de las apariencias, basamos nuestro análisis en la experiencia, pero se nos escapan detalles por falta de atención. Y la falta de atención a los detalles puede causarnos la ruina.

Detalles que se me escaparon:

Cierta incongruencia entre el vestuario progre, con una de esas faldas gitanas –búlgaras, creo que las llamaban- y los complementos, que no eran de bisutería.

El rubor que le subía a la cara, cada vez que yo soltaba alguna blasfemia (me salen muy naturales).

La carcajada, falsa, que soltó cuando contesté a su pregunta de: "si quedamos otro día, ¿cual es el plan?", con un: "cuando quedemos otro día, afeitarte el conejo". La guarrilla de su amiga se atragantó con la coca-cola y nos puso perdidos al expulsarla en plan surtidor.

Estudiaría una carrera de letras, pero lo disimulaba muy bien. Al tercer intento fallido de conocer sus gustos literarios, desistí. Eran inexistentes.

Llegados a éste punto, un inciso socio-laboral, necesario para la correcta interpretación del docudrama que seguirá a continuación.

Con un título técnico casi en el bolsillo, a falta de cuatro asignaturas, que me costó dios y ayuda liquidar, me decidí a cambiar de empleo y ampliar las expectativas profesionales.

Terminé fichando por un estudio de arquitectura de medio pelo, cuya extensa plantilla estaba integrada por el que firmaba los proyectos, un sobrino con escasas luces, repetidor compulsivo de primer curso, una secretaria cuyas funciones eran un misterio y yo.

El incremento salarial, sin que fuera motivo de grandes alegrías, me permitió cambiar la cochambre de estudio alquilado donde vivía por un apartamento, alquilado, medianamente digno, comprar un "buga" de segunda mano y dejar de pasar los veranos en Sitges (algun@s entenderán la alusión, el resto que se jodan y lean más).

El trabajo no era agobiante y consistía, básicamente, en adornar las memorias de los proyectos "cutres" con un lenguaje vagamente técnico, cierto estilo literario y abundancia de conceptos abstractos de diseño que me sonaban de algo.

Dado que el cálculo y los planos los hacían en otra oficina, el negocio era un chollo.

Superada ésta fase, empecé otra más divertida: el desbloqueo de proyectos, atacados en la maquinaria burocrática ministerial y municipal, mediante el adecuado "engrase" del funcionario de turno.

El cambio de actividad tuvo como consecuencia un cambio en mi forma de vestir, pero sólo a nivel estético y descartando el uso de traje y corbata, que consideraba signo de decadencia moral. El carácter macarra y la pose chulesca, siguieron siendo las mismas.

Y en una de estas oficinas ministeriales, me tropecé con una antigua conocida, secretaria de un alto cargo. Rememoramos viejos encuentros, dándonos revolcones por los sitios más insospechados de las dependencias ministeriales, con preferencia del sofá de la oficina del alto cargo. Siempre a cambio de que, el expediente en cuestión, pasase a encabezar la lista de asuntos urgentes.

En la primera cita a solas con la futura contraria, charlamos, tomamos copas, tapeamos…y terminamos en la cama: ella espatarrada y yo con el bote de espuma de afeitar en una mano y la cuchilla en la otra. "Nena, el que avisa no es traidor".

Y ya se sabe, las noches de estreno, toca función de gala. Más me valdría haber hecho una faena de aliño. Pero no, tenía que hacer demostración de todo el repertorio de virguerías, con el resultado de otra tía con adicción a mi polla.

Al final de la velada, ya esperaba el inevitable comentario, "tan inevitable como la muerte y Hacienda" (cita de una película, ahora no recuerdo de cual), en alguna de sus variantes.

La elegida, dada su tendencia a evitar el lenguaje soez, creo que fue: "Me encanta tu artillería, pistolero".

En fin, ya había superado la fase juvenil en la que sentía celos de mi polla, pero estos comentarios me tocaban los cojones más allá de lo que puedo expresar con palabras.

Y llegó el fatídico día, un par de meses después.

- "Estoy embarazada". Así, de sopetón, sin calentamiento previo.

- "¡Felicidades!. ¿Ya se lo has dicho al interesado?". Frase que ya tenía ensayada, después de dos falsas alarmas previas, con distintas interesadas.

- "Cabronazo, el padre eres tú. ¿Te crees que soy una de esas golfas con las que tratas?". Chillando y muy cabreada. Porque tenía que estar muy cabreada para soltar un taco. Lo que me llevó a pensar en la posibilidad, aterradora, de que fuese cierto.

En situaciones de crisis, es imprescindible actuar con cautela, el análisis de los datos disponibles y, en caso de duda, crear una comisión de estudio.

Sin poner en duda la veracidad del hecho, cuando tanteé la posibilidad, casi me araña, opté por la estrategia utilizada en la negociación de convenios colectivos, a saber:

REVISIÓN HISTÓRICA. De los acontecimientos que han desembocado en la actual situación crítica. Hay que ser muy objetivo, que el interlocutor no aprecie ningún intento de arrimar el ascua a tu sardina, con abundancia de frases elogiosas hacia su persona y su actuación en el caso que nos ocupa, sin perder de vista el objetivo de ablandar su desconfianza inicial.

-"Cálmate, chatina. Cuéntamelo tranquilamente, como si fuese algo que le ha pasado a una amiga tuya".

-"Perdona el comentario de antes. No era mi intención herirte. Ha sido por el susto que me has dado. ".

-"Eres la persona más razonable que conozco, con sentido común, nada histérica".

-"Conociéndote, estoy seguro de que te has hecho el análisis de sangre. Pero nunca está de más una segunda opinión, un análisis de contraste, ¿sabes?".

-"Desde que nos conocimos, no ha habido ninguna más". Dicho con aplomo, sin titubeos, con cara de angustia, como si te costara horrores hacer éste tipo de confesiones. Cualquier indicio negativo podría dar al traste con la estrategia. En caso de ser sometido al polígrafo, los expertos aconsejan pincharse con algún elemento punzante (una chincheta dentro del zapato, por ejemplo). El aumento de tensión arterial, que provoca el dolor, desconcierta a la máquina y la cara de sufrimiento, al entrevistador.

-"No me imagino que haría sin ti. Sin la única relación que me ha aportado algo más que sexo". Ahora hay que clavarse la chincheta, real o imaginaria, hasta el fondo. Y abrir los brazos, en gesto de invitación, para que suelte el moco sobre tu hombro.

Hay que ser prudente y evitar citar palabras como amor, compromiso, compartir, etc. Pueden crear falsas expectativas.

EXÁMEN CRÍTICO DE LOS HECHOS. De forma rápida, pero sin que las prisas nos hagan dejar alguno en el olvido. Hay que aprovechar la ventaja psicológica que el derrumbe emocional del interlocutor nos proporciona.

-"No te preocupes. Estas cosas pasan continuamente. Seguro que a alguna conocida tuya le ha pasado". Y si no, habrá oído algún cotilleo, seguro. A esto se le llama universalización del problema: si a otros les pasa y sobreviven, no será tan malo.

-"Aunque, es raro, cuando se toman precauciones". Dejando caer un primer elemento de duda, sobre el que luego insistiremos.

-"No recuerdo que se haya roto ningún condón, ¿verdad?". Insistiendo con cautela, no vayamos a provocar otra explosión de ira.

-"Para eso eres tú muy cuidadosa". Recordándole, sin decirlo, que era ella la que insistía en poner el condón con la boca.

-"A no ser que…no, una tontería". Ahora pone cara de ansiedad, vislumbrando la posibilidad de que se te haya ocurrido algo, con lo que hacerte exclusivo responsable de lo ocurrido.

-"Pues va a ser eso…¿No lo habrás pinchado con un diente?". Como decía el bueno de sir Arthur: cuando quedan descartadas todas las soluciones lógicas a un problema, la que queda, por ilógica que resulte, es la verdadera.

LA CRUDA REALIDAD. Una vez llegados al meollo de la cuestión, la demandante asume poco a poco su parte de responsabilidad. Es el momento de que el demandado actúe con astucia de leguleyo.

Hay que volver a poner distancia entre ambos, la suficiente para mirarla a los ojos sin quedarte bizco.

Llegamos a la conclusión del problema, siguiendo un desarrollo lógico implacable, y tiene que grabársele en la mollera lo que viene a continuación.

-"La solución más fácil…". Vuelve la mirada, esperando que pronuncies la palabra mágica (4 letras).

-"Pero eso sería arruinarte la vida. Estás terminando los estudios…un futuro brillante por delante". ¿Qué futuro?, pedazo cabrón. Como no apruebe unas oposiciones, lo tiene crudo.

-"Entenderé que me guardes rencor, es inevitable. Al fin y al cabo, un ena…un niño no nace por decisión sólo de la madre, ¿verdad?". Suena el primer toque de corneta, listos para salir por pies.

SI TE HE VISTO NO ME ACUERDO. La espantada, para que resulte convincente, hay que hacerla sin darle la espalda al morlaco.

En caso de convenio colectivo, aceptar el pago de atrasos, pero dejando claro a la representación mayoritaria, que la falta de acuerdo se debe a la nula capacidad de diálogo de la representación minoritaria.

-"Pero, aunque me digas que no, estaré a tu lado cuando llegue el momento de ir a la clínica". No termina de entender, o entiende y se hace la loca.

-"Y, naturalmente, correré con todos los gastos". El clic, clic del repaso mental al saldo de la cuenta bancaria, no creo que se oiga.

-"Porque los abortos son caros". Volver a estrechar distancias. El impacto puede ser demasiado gordo y terminar en urgencias.

Con lo que no contaba era con la reacción de su papá.

Desgraciadamente, todas tienen un papá. Pero el de María Isabel Gertrudis Consuelo, seguido de un par de apellidos compuestos, con muchos guiones, era de Corleone.

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