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Mitología para frikis (3)

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EL COMPLEJO ORIGEN DE LOS COMPLEJOS.

Ciñéndome a los complejos psicológicos clásicos: Edipo, Electra y Narciso; y dejando los nuevos a un lado: Cenicienta -¿Cuándo aparecerá mi príncipe/principesa azul?-, Peter Pan -¡Crecer es de pringaos!-, Caperucita –Sólo me querrán si me deslomo por merecerlo-, Patito Feo -¡No puedo, no sé, nadie me quiere! y La Bella y la Bestia –Es un animal, pero cambiará con el tiempo-, porque esto es una serie sobre Mitología y no un resumen de la serie Mujeres Desesperadas, procedo.

 

EDIPO, SANTO PATRÓN DEL GÉNERO FILIAL.

Comencemos por Edipo. -¡Quieto parao! ¿Edipo un personaje mitológico? ¿Desde cuándo, tronco? Para que lo sepas, Edipo es el prota de tres tragedias de Sófocles- dirá algún espabilado. Y habrá que darle la razón…y un par de coscorrones, recordándole que Homero "Ojo de Aguila" ya lo cita en la Odisea.

Al chaval lo puso de moda Freud, y resultó ser la panacea universal del diagnóstico clínico: -¿El niño no le come?...Eso va a ser un caso leve de complejo de Edipo. ¿Le roba las bragas y se casca pajas compulsivamente? No se preocupe, es un caso típico de complejo de Edipo. ¡Ah, que además le toca el culo y no quiere dormir la siesta si usted no se acuesta con él! Pues déle un par de hostias bien dadas, señora, y deje de tocarme los huevos con la manías del nene.

Según parece, el padre de Edipo ya andaba con la mosca detrás de la oreja, desde que el Oráculo de Delfos le había vaticinado que el enano lo iba a mandar al otro barrio cagando virutas –quedándose, de paso, con el trono de Tebas…es que el papá de Edipo no era ningún muerto de hambre, ¿saben?-, además de poner a mamá mirando para Siracusa. Vamos, que si me pongo en su pellejo, agarro del pescuezo al tierno infante y no lo suelto hasta una semana después. Pero, claro, tampoco me fiaría un pelo de lo que me dijera una fulana -la pitonisa- que hablaba con el culo. Ya me dirán, si no, de dónde viene lo de "ora-culo".

Pero no nos pongamos tiquismiquis, pidiendo coherencia a los guiones de los culebrones mitológicos, o corremos el riesgo de quedarnos sin historia que contar. El papá de Edipo hizo lo que suelen hacer los tíos importantes cuando tienen un grave problema entre manos: delegar y olvidarse de él. El esbirro elegido para dar pasaporte al crío, se arrepintió en el último momento y lo colgó por los pies de un árbol…de los huevos, habría colgado yo al esbirro. Pasó un pastor –de cabras, seguro que era de cabras. Ya sabemos el mal rollito que había entre Homero y Hesíodo "el cabra"-, se quedó con él y lo crió. Otras fuentes indican que lo entregó en adopción el rey de Corinto, pero parece poco probable, por el detalle de la biga que les contaré a continuación.

El chaval creció y se convirtió en un fanático de la Fórmula 1, cogiendo prestada la biga del cabrero cada vez más a menudo. Sin carné, y haciendo el cafre por los caminos de la Grecia del siglo VIII. A.C –cualquiera que haya hecho turismo por la Grecia actual, me dirá que no podrían ser mucho peores-, pasó lo que tenía que pasar: un encontronazo con la cuadriga de un dominguero.

-Es que no miras por dónde vas, vejete.

-¿Cómo dices? Si venías como un loco, invadiendo mi carril. En cuanto llegue el carro de atestados, les digo que te hagan la prueba de alcoholemia, melenudo.

-¡Cagüental, y yo sin seguro!

-¿Ein? ¡Lo que me faltaba por oír! Pues la reparación me la cobro en carne, guapito, así que ya te veo poniendo el culo detrás de aquella mata.

-¿Me estás llamando maricón, desgraciado? ¡Yo te crujo!

Y el resto, se lo pueden imaginar: "Que te doy cuatro hostias como no me pagues el abollón". "A ver si hay huevos" Que si patatín, que si patatán… y ¡zas! Un mal golpe y Layo a criar malvas. Por si algún despistado aún no ha caído en la cuenta, Layo era el padre biológico de Edipo.

El asunto de la humilde extracción social de Edipo, queda de manifiesto por el detalle de la biga. Si hubiera pertenecido a la clase media, conduciría una triga; y si fuese de familia con posibles, una cuadriga. ¿Ven qué fácil se desmontan las versiones apócrifas?

Poco después de abandonar el lugar de los hechos, dejando el cadáver de Layo como advertencia de lo peligrosos que resultan tantos caballos –cuatro- tirando de un carro, Edipo se topó con la Esfinge –bicho feo de cojones y con bastante mala baba, aficionado a comerse crudo a cualquier desgraciado con el que se topase-. Corría el rumor de que Hera la había enviado a Tebas, como castigo por el roto en el culo que el papá de Edipo –Layo, no el cabrero- le había hecho al guapito de Crisipo…sí, parece que la amenaza de cobrarse en carne el abollón del carro, iba en serio.

Pero, hete aquí que no era tan fiero el león –además, con alas y cara de tía golfa- como se rumoreaba, y aficionado a los acertijos, para más coña. Si acertabas las adivinanzas, pasabas; si no, pues date por jodido. Edipo, además de acertárselas todas, le comió la moral a la pobre moza, descojonándose de la pinta tan estrafalaria que tenía, recomendándole que follase un poco más para mejorar sus actitudes sociales…aunque, claro, con esas pintas debía resultarle imposible. ¡Menudo cabrón! No paró hasta que, considerándose un caso incurable, la Esfinge optó por tirarse de cabeza a un barranco. Y no, no voló, porque la Esfinge era cabezona como ella sola…y porque el suicidio en grado de tentativa no era santo de la devoción de los griegos.

Lo que sigue, ya lo conoce todo dios: aclamado como héroe por los tebanos, se casó con mamá Yocasta –y la puso mirando para Siracusa, reiteradamente-, hasta que empezó a atar cabos y se descubrió el pastel. En fin, un dramón muy del retorcido gusto del público de la época.

 

ELECTRA, LA HERMANITA CON LA QUE SUEÑAN TODOS LOS DEGENERADOS.

Al igual que en el caso de Edipo, Electra es un personaje parido por la fértil imaginación de Homero –para desesperación de Hesíodo-, en este caso en la Ilíada, y después tomado en préstamo por los dramaturgos más distinguidos. Y es que, queridísimos y sufridos lectores, ya por aquel entonces tenía mucho más éxito un relato con una hermanita golfa que las desventuras de un pichabrava con su mamá. ¡Tomen buena nota, autores de TR!

Viendo el tirón de público que tenía el argumento, Sófocles, Eurípides y Esquilo escribieron otras tantas tragedias, en las primaban más la sangre que los revolcones -¿Ven como no soy el único con esta puta manía?-, y hasta uno de los Strauss –Richard, el nazi…el de los valses era Johann- le compuso una ópera.

Y para poner la guinda al pastel de los despropósitos, al bueno de Freud, que sería toda una eminencia de loquero, pero que de mitología no tenía ni puta idea, se le ocurrió ponerla como ejemplo de la inclinación, algo más que afectiva, de las nenas por sus papis. ¡Joder, Sigmund, no te pases!

Volviendo a los orígenes del mito; es decir, haciéndole caso a Homero y pasando de lo que dijeran el resto, Electra era hija de Agamenón, hermano del cornudo Menelao. Éste último, aparte de pichafloja, tenía malas pulgas. Y si no, que se lo pregunten a los troyanos, víctimas inocentes del rebote que pilló cuando el "bello" Paris convenció a su parienta, Helena –ésta, si, bella, sin comillas-, de que la "belleza de su herramienta" le daba cien vueltas al triste colgajo de Menelao. Pero bueno, esa es otra historia que trataremos en su debido momento.

Liquidado el asunto de Troya; es decir, con Menelao llevando por los pelos a Helena, de vuelta a Esparta…y la "bella herramienta" de Paris colgando de una lanza, el papá de Electra regresó a casa. El problema es que, de aquella, los líos diplomáticos se ventilaban por las bravas…y las bravas duraban la hostia. En el caso de la guerra de Troya, diez añitos de nada. ¿Se imaginan tres mil seiscientos cincuenta y tres días –diez años, con sus correspondientes días bisiestos- a palo seco? Yo lo intenté –imaginármelo, claro- y no pude.

En el caso del pueblo contra Agamenón, una vez expuesto el argumento de la defensa, el fiscal le acusa de tener el dudoso gusto de liarse con Casandra, hermana de Paris. ¿Es que nadie advirtió al acusado de los líos en los que la moza había metido antes? Parece ser que no. La chavala, de joven, había tenido un rollito nada menos que con el mismísimo dios Apolo. El pobre iba con buenas intenciones –todo lo buenas que se pude esperar de un dios olímpico-, pero se quedó muy mosca al oír lo de: "¿A esto le llamas tú el polvo de tu vida? ¡Joder, si me he quedado a medias!" Según cuentan los cotillas del Olimpo, Apolo pilló un rebote olímpico y maldijo para los restos al putón de Casandra, escupiéndole en la boca. Sí, bueno, una forma poética, como cualquier otra, de describir un mamada no consentida.

Cuando los dos tortolitos llegaron a casa, el recibimiento fue de lo más caluroso; tanto, que no sobrevivieron a él. La parienta oficial de Agamenón –y, por tanto, madre de Electra-, Clitemnestra, ya estaba liada con un pollo que le quitaba las telarañas a su conejo desatendido durante dos lustros. Aquí es donde entra en juego Electra, más mosqueada por la posibilidad de quedarse sin herencia que por el trágico destino de su papá. Y llevándose de la mano a su queridísimo hermanito Orestes, salió por pies con dirección a Atenas, antes de que su mamá prestase oídos al exterminador de insectos de palacio –es que una tía encoñada, y con mucha hambre atrasada, es un peligro- y terminara dando pasaporte a toda la familia.

La escena de seducción fraternal, que las fuentes mitológicas omiten pudorosamente, bien pudo ser como sigue:

-Oye, Ele, ¿mamá se ha vuelto loca? ¿Ya no nos quiere?

-Ay, Otes, hermanito querido, si yo te contara. Anda, no llores y ven aquí, que ya verás cómo te duermes enseguida con los cariñitos que te voy a dar.

-¡Joder, hermanita, la mamas mejor que mamá!

-¿Qué? Ese putón…¿También contigo?

-Venga, no te distraigas y chúpame un poco los huevos. Después te doy un poco por el culo, ¿vale?

Unos años después, cuando Electra ya había conseguido sorberle, por la punta del nabo, las pocas luces que tenía el chaval, no le costó nada convencer a su hermanito de que su destino era vengar a papá. ¡Joder, como para ahora los loqueros nos la quieran vender como el prototipo de las relaciones incestuosas paterno-filiales!

 

NARCISO, O DE CÓMO UN BUJARRÓN SE INVENTÓ UNA BONITA HISTORIA.

Al que aún piense que las campañas de promoción del colectivo gay son un invento moderno, me temo que se va a llevar un disgusto cuando lea esto. ¡Ay, inocente! ¿Te creías que los desfiles del Día del Orgullo Gay, y las series de Tele 5, son manifestaciones de la corrupción moral que asuela a nuestra sociedad? ¡Eso te pasa por oír las homilías de Monseñor Rouco Varela!

De todos –o casi todos- es conocida la afición de los antiguos griegos a darle a los dos palos. Esos exégetas –dícese del listillo que cualquier cosa que lee le viene bien para arrimar el ascua a su sardina- contra los que nos previene monseñor, no se cansan de repetirlo, sacando a colación cualquier historia –preferentemente si está escrita en un pergamino- que tenga remotamente que ver con el tema. Y que nadie me vuelva a mencionar lo de la legión sagrada tebana, que sobre eso hay mucha tela que cortar.

Pues me da en la nariz que había más ruido que nueces. Y, si no, resulta muy sospechosa la insistencia con la que los "monseñores" de la época incitan a los tiernos efebos a dejar de dar calabazas a sus amiguetes…a los amiguetes de los "monseñores", se entiende.

En lo que todos coinciden, es en que Narciso era guapo, guapo. No sé entonces, pero ahora, el guapo y macizo no gana para disgustos. Para abundar en el tema, es de obligada lectura el siguiente enlace (cliqueando en el título mientras se mantiene pulsada la tecla Control):

06-May-10

Me duele la cara de ser tan guapo
Categoría: Confesiones

3.389 Lect.

¿Ser guapo es una ventaja? Todo depende de la dosis. Aquí tienes diez mil razones para ponerlo en duda. (No apto para lectores rapidillos)

Venga, no aburro más al respetable con esta faena. Cuento la historieta de Ameinias y lo dejo ya, que la parienta lleva una hora amenazándome con que, como después la despierte, me da un par de hostias…y que me la vaya a cascar contra un poste.

Ameinias, como todos y todas, estaba en un sinvivir por culpa de Narciso, suspirando de forma lastimosa cada vez que se cruzaban por la calle, metiéndole mano disimuladamente en los vestuarios del gimnasio y mandándole a los trovadores a dar la tabarra por la noche, debajo del balcón. Resumiendo, que el pobre Narciso estaba hasta los huevos de la situación. Coincidió que un día, de la que volvía a casa con la espada de papá debajo del brazo –a saber qué coño hacía éste paseando por ahí con un arma blanca de gran calibre-, se tropezó con el pesado de los cojones, que rodilla en tierra, amenazaba con cortarse las venas si no le hacía más caso. Vamos, que se lo puso a huevo a Narciso, que le espetó: "¿Ah, sí? Pues prueba con ésta, majete", mientras le entregaba la espada de su papá.

Aquella misma noche, en lugar del habitual concierto de trovadores bajo el balcón de Narciso, Ameinias inauguró la noble tradición nipona de hacerse el harakiri. Ni que decir tiene que Narciso bajó corriendo las escaleras…para recuperar el espadón, antes de su padre lo echase en falta.

No sé si el perspicaz lector alcanzará a desentrañar el misterio por el cual esta divertida historia se vendía como una lección con moraleja: "Chaval, cuando algún viejo verde te digan que tú vales mucho y que, si quieres, te invita a unas cañas…pásate antes por la farmacia y compra un tarro de vaselina". Hasta donde alcanzo a entender, lo único en claro que saco es que resulta muy peligroso hacerse la depilación del ombligo con una espada.

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