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Cómo, cuándo y por qué (1: El buen comentador)

en Textos educativos

¡Ya estamos otra vez con lo mismo! ¡Otro "autor" -y éste, además, gilipollas- absorto en mirarse el ombligo!

Pues bien, sí. Va de eso. Por lo tanto, agradecería a quienes se sientan identificados con las "reflexiones" anteriores -y no se hayan leído el resumen que hay bajo el título- que pasen al siguiente texto publicado, dónde podrán encontrar –con un 95% de probabilidades- algo más a su gusto.

Después de haber espantado a los curiosos, los mirones, algún despistado y –espero- a todos los del "top de comentadores", las preguntas que quiero trasladar a los escasos lectores que aún puedan quedar –suponiendo que no se me haya ido la mano y quede alguno-, son:

¿Cómo, cuándo, dónde y, sobretodo, por qué lees, comentas…escribes?

Un planteamiento muy poco original, lo sé. Es más, ya lo había iniciado en uno de esos foros que aparecen -y desaparecen- con asombrosa velocidad, a la sombra de la página de TR. Y, puesto que soy muy cabezón, desde pequeñito, insisto con el tema.

Contestaré a mis propias preguntas –prometido-, otro día. Hoy, para no divagar en exceso, me limitaré a sacudir la alfombra y dar caña a los ácaros. Perdón, quería decir al colectivo que anida en TR; con tres intenciones muy claras:

Dejar sin argumentos a los lectores –benditos ellos, los poquitos que aún tengo-, pero con una extraña fijación: freírme con "emilios" (soy alérgico al argot técnico-electrónico de los "internetes", ruego me disculpen) en los que me plantean estas cuestiones…una y otra vez. El menda, en su inexistente modestia, pretendía responderlos todos con alardes de originalidad y argumentos creíbles. Con el tiempo, ya no me quedan más argumentos -creíbles-, y en cuanto a la originalidad…bien, parece que hay división de opiniones al respecto.

Recabar la opinión de todo aquel que haya publicado, tenga en mente hacerlo algún día o, lo más probable, escribe a escondidas y no se atreve a lazarse al ruedo, por miedo a las cornadas de los miuras…ya saben, sí, esos que pretendía espantar antes, los innombrables.

Animar al resto, la inmensa mayoría silenciosa, a participar en la función. Decídanse de una vez a opinar, critiquen, aplaudan si algo les gusta, pataleen en el patio de butacas, silben y organicen la de dios en el gallinero si les tocan los cojones. ¡Coño, si sale gratis!

Empezando por el final, el colectivo de autistas. ¿No les jode ser un simple número? Sí, un triste número: el que figura en la cifra de lecturas del texto o, peor aún, en la de lecturas totales de la página (no sé cuántos millones, a mayor gloria promocional de TR).

En serio, eso es algo que me subleva. Pensar en los miles de lectores que entran a diario en la página y no dejan ni un sólo comentario, nunca, jamás de los jamases, en su puta vida, me hace pensar en un desfile de hormigas. Alguno de ellos, en un arrebato, ¿habrá pensado alguna vez en cometer tal osadía? No sé, lo dudo. Las hormigas son célebres por su laboriosidad, pero ¿serán también osadas?

Supongamos que la hormiguita lee un texto que le emociona, le indigna, le excita, le hace vomitar, reír o, simplemente, le entretiene. Se ama de valor y decide, no sólo valorar lo leído, si no hacerle llegar al autor sus impresiones.

Primer paso: registrarse. ¡Menuda putada, tú! Venga, no es tan difícil. Hasta un borrego informático como yo lo consiguió (avatar -figurita que acompaña al "alias"- incluido, tras un par de intentos). El resto de datos "obligatorios" son un mero formulismo. Si vd, hormiguita cuarentona, padre de tres hijos y con una hipoteca que le impide conciliar el sueño, decide convertirse en una veinteañera ninfómana, pierda cuidado: es dudoso que alguien le presente una querella. ¡Ojo!, si la foto del avatar es de alguna maciza conocida, podría llegar a ocurrir.

Consejo: si está pensando en poner la foto del D.N.I, no lo haga. En su lugar, ponga un dibujo animado o recurra a la galería de avatares que, gratuitamente, le ofrece la página…y recuerde, si no tiene aspiraciones a debutar en un foro, con el alias va que arde.

Segundo paso. Ahora nuestra hormiguita se ha convertido en un depredador sediento de sangre y repartirá mandobles a diestra y siniestra. No se preocupe, el síndrome remitirá en unos días. Todos, el que diga lo contrario miente, hemos pasado esa etapa. Relájese, disfrute del espectáculo y reparta "terribles" sin ningún pudor. Puedo asegurarle que los síntomas remitirán por sí solos. En caso contrario, consulte con un especialista.

Consejo: absténgase, de momento, de opinar. Podría llegar a ser identificado y hay autores –con una banda de secuaces tras ellos- muy quisquillosos.

Tercer paso. La cordura ha vuelto a su ser. Vuelve a ser vd. una persona equilibrada -sin instintos homicidas-, con un gran sentido común -se le supone-, una amplia formación académica -repito que no hay forma humana de averiguarlo-, poseedor de un fino olfato y preclara inteligencia -dentro de lo que cabe-: estás preparado –permíteme que te tutee-para ejercer como comentarista.

Consejo: descubrirás que la acción de plasmar en un escrito tus impresiones, calma el espíritu y activa una enorme cantidad de conexiones neuronales; es decir, primero lee con atención –nada de ir directo a buscar la parte húmeda del relato-, escribe tu comentario y después valora. Te sorprenderá el resultado.

Cuarto y definitivo paso. Muy bien, has seguido al pie de la letra las recomendaciones anteriores, escogido un relato de la categoría de Amor Filial –la más popular, seguida de cerca por la de Gays-; comprensible elección, aunque yo te recomendaría uno de la sección de Otros Textos, Poesía o Textos Educativos. Pero, ahora, la gran pregunta: ¿qué pongo?

No te preocupes. Es fácil. Comenzaremos por lo que no debes poner.

Supuesto nº 1: te gustó. Es más, la presión sobre la bragueta te indica que te gustó a rabiar. Huye de los comentarios de una única frase; esos del tipo "me corrí leyéndolo" –falso, a no ser que seas un cerdo o hayas incumplido la norma de edad de acceso a la página-, "genial, me pusiste re-caliente" –comentario un poco, sólo un poco, menos ofensivo que el anterior, pero que sigue sin alcanzar el mínimo exigible-, "tío, eres un genio" –el autor te creerá, seguro. Se lo han repetido tantas veces que ya habrá perdido la capacidad de discernir, pero echará de menos tu análisis-. Y, por favor, en caso de que el correo electrónico del autor sea accesible, abstente de usarlo con estos fines. Ten en cuenta que, en el caso poco probable de que el autor sea una autora, su cabreo aumentará en progresión exponencial ante tales comentarios.

Continuaremos con lo que sí debes poner. Vamos a ver, ¿sigues empalmado? En caso afirmativo, ¿recuerdas en qué escena se produjo en milagro? A falta de otros criterios de opinión, la polla dura es un buen argumento. Al autor le interesarán tus reflexiones, sobretodo si le indicas los motivos y los relacionas con un episodio del relato. No me explico la razón, pero aquí la gente mata por conocer los gustos y preferencias de "su público".

La cosa se empieza a poner interesante si comentas el argumento con algo más que monosílabos: alaba la introducción; ya sabes, esa parte –generalmente al inicio del texto- dónde lees que la mamá iba vestida así o asá, su hijo, sobrino, nieto –estos suelen ser divertidos, un pupurrí de Filial y Maduritas- o pariente próximo, se pone burro cuando la espía duchándose. Eso, suponiendo que haya introducción. No cometas la torpeza de elogiar partes del relato que no existen…el autor, un tipo egocéntrico y con la susceptibilidad a flor de piel, se enfadará contigo y no seré yo quién le quite la razón.

Respecto al nudo -la parte del folleteo-, auque hablando con propiedad, se refiere a las circunstancias que desembocan en el folleteo, ya lo hemos comentado. ¿Recuerdas?...la parte en la que empezabas no encontrar postura en la silla. También puede ocurrir que no haya circunstancias o motivos –lógicos- que precipiten los acontecimientos, pero es lo que tienen algunos relatos…imaginación a raudales. De ser así, deshazte en elogios sobre la escena cumbre, seguro que cuela.

Lo que nunca falla es el final. Desenlace, lo laman los pedantes. Mucho ojo con hablar de trama, nudo y desenlace, hay que tenerlos presentes, pero sin nombrarlos. Igual que al chulo de la puta: hay que tenerlo en cuenta, por si aparece, pero sin nombrarlo. Lo dicho, alaba el final, casi seguro que no te equivocas.

¿Quieres quedar como rey? ¿Pretendes que el autor lea y relea tus comentarios mientras babea? Otro día hablaremos del método acoso y cómo ligarnos al autor, ¡atención, señoras!, pero hoy nos centraremos en el aspecto formal de la tarea de comentador. Las aplicaciones prácticas, ¡atención, señoras!, en un próximo capítulo.

¿Qué tal andamos de sensibilidad? No, coño, no hablo de que tengas que "soltar el moco". Hablo de la sensibilidad para traducir en palabras las emociones que te provoca el texto.

Con un ejemplo quedará más claro: "A la puta de tu mamá, menuda chingarrona, ja, ja, ja, se la veía venir. ¡Muy bien, chaval, que sepa quién manda aquí!" Así no, ¿queda claro que así no?

Traducción: "Me ha impresionado la capacidad que demuestras para sumergir al lector en la historia. Ésta, aún siendo inverosímil, se desarrolla con tal naturalidad que asombra. La escena en la que la madre entra en los lavabos de la estación de autobuses, se cambia la compresa manchada y evoca el día en el que fue violada por su novio -el padre del chico-, provocándole dicho recuerdo un grado tal de excitación que únicamente pude calmar mamándosela al muchacho, es impactante, sublime, genial. Por no hablar de aquella –para mi gusto, la mejor- en la que el hijo descubre la identidad de su padre y, juntos, planean secuestrar a la madre y convertirla en el juguete de todos sus caprichos sexuales. Me has deslumbrado con la historia, emocionado con el perfecto retrato de los personajes, excitado al máximo, viviendo las escenas de sexo en primera persona y anonadado con tu estilo fluido, directo…de gran escritor".

Para redondear, puedes terminar diciendo que va directo a tu lista de favoritos –hazlo, lo comprobará, seguro-, que su estilo te recuerda a tal o cual escritor –procura que no sean conocidos. Cualquiera de los últimos premios Nobel servirá- y, exponiéndote a quedar como un auténtico lameculos, terminar con eso tan bonito de: "Lo mejor que he leído en TR".

Con el tiempo, y un poco de práctica, te verás en el Olimpo de los comentadores, asediado por autores capaces de cualquier cosa, con tal de que les obsequies uno de tus comentarios…un gran éxito para aquella pobre hormiguita.

Supuesto nº 2: no te gustó. Invierte los términos de la ecuación.

Ejemplos de lo que no debes poner, los tienes a tu disposición en multitud de relatos.

Quedar como un gran señor, poniendo a parir al relato -y, de paso, al autor-, requiere mucho tacto, amplia experiencia y mucha, pero que mucha, ironía.

 

 

Apostillas del autor.

Por favor, allí donde lean autor, lector, etc; añádanle también una A. Pertenezco a la generación en la que se consideraba correcto el uso del genérico (anterior a la de vascos y vascas).

En contra de lo que pudiera parecer, el texto va muy en serio. Si no educamos al aspirante a comentador, luego no nos quejemos del "nivel" de las críticas.

El tono mordaz, por una vez, es deliberado. Sí, vale, ahora saldrá el listo de turno con lo de "tu característico estilo". Pues me ha costado un huevo contenerme, procurar irritar sin hacer sangre y no poner unos ejemplos más ilustrativos, tanto del comentador como del sujeto comentado. Ya me estoy arrepintiendo.

En el próximo capítulo, hablaremos de los autores. Espero seguir así de fino, pero no prometo nada. Está a punto de caer la declaración paralela de Hacienda y, el año pasado, los vecinos se asustaron un poco.

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