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Cuentos canallas: El juego

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NIVEL 1.

"Una operación de limpieza rutinaria".

La secuencia comienza con una toma nocturna y aérea del archiconocido skyline de Nueva York. El ritmo cañero y siniestro de Enter Sandman (Metallica) acompaña el barrido de la cámara, que termina enfocando el puente de Brooklyn. Un flamante Pontiac Solstice GXP Roadster lo cruza a gran velocidad, con la potencia de sus 260 caballos rugiendo sobre el asfalto. Tras el volante, el pétreo rostro de Kevin Burke dibuja una burlona sonrisa, remarcada por el brillo de un canino de oro.

El ojo inquisitivo de la cámara sigue acercándose. Del primer plano del rostro, pasamos a la pupila de su ojo derecho –verde, en contraste con el azul claro del izquierdo-, y el zoom sigue aumentando, sumergiéndonos en sus pensamientos.

Hace apenas una hora, nuestro héroe retozaba tranquilo y despreocupado con una morena espectacular, estudiante salvadoreña de intercambio en la NYU. Una lástima, porque a la pobre chica le sentó fatal que la pusiese de patitas en la calle, sin darle apenas una explicación. Pero cuando suena –es un decir, porque los avisos son silenciosos- la línea directa con la NSA (Agencia Nacional de Seguridad), todo lo demás carece de importancia. Los chicos de la sección ejecutiva, como nuestro Kevin, actúan a cualquier hora, con un margen máximo de doce horas desde que reciben el aviso. Unos cuantos datos son suficientes para tener la seguridad de que el objetivo dejará de estar operativo de forma permanente. En casos extremos, cuando la agencia exige máxima discreción, la brigada de limpieza se encarga de hacer desaparecer los restos, de forma eficaz y discreta.

El objetivo de esta noche es un mafioso moldavo, vecino de un exclusivo barrio residencial a las afueras de Westhampton Beach (Long Island). Noventa minutos de viaje, ya que a estas horas apenas hay tráfico. Se trata de un traficante de armas de medio pelo y buenos contactos, que con el cambio de administración en la Casa Blanca, quieren dejar de serlo. Los amigos de ayer, hoy lo quieren ver fuera de la circulación. Son cosas que pasan.

Una vista trasera del descapotable, con el consabido zoom, nos muestra los dos voluminosos maletines del portaequipajes, mientras una pantalla desplegable nos informa de las características del "equipaje":

-Fusil de asalto Dragunov SVD 7,62 mm. Semiautomático. Ligero, fiable y preciso. Escaso retroceso. Alcance efectivo: 500 m.

-Rifle de francotirador Barret calibre 50. Pesado. Ideal contra objetivos con débil blindaje y/o chalecos antibalas. Alcance efectivo: 1.500 m. El video nos muestra su devastador efecto contra un blanco sin protección: la mitad superior del objetivo desaparece, mientras que la inferior es lanzada a 50 m de distancia.

(Fin de la introducción).

Tal como pensaba, la dificultad brilla por su ausencia. Bien, se trata de la primera misión, y se supone que no hay que desanimar al jugador inexperto, pero no habría estado de más poder partirles el cuello a un par de matones de guardia, antes de empezar a acumular puntos.

… … … Error 54.

¿Qué coño pasa aquí? ¿Error del sistema? ¡Joder, mierda, cagüenlaputa! Esto me pasa por fiarme de las descargas "de toda confianza, tío, o te devuelvo la pasta" de Quique. Bueno, falsa alarma, parece que esto vuelve a rular.

A través de la mira telescópica del Barret calibre 50, Kevin observa desde un punto elevado la juerga que se desarrolla en el dormitorio del traficante. 150 m, un juego de niños. De haber tenido prisa, no le habría hecho falta ni apearse del descapotable. Paciencia, habrá que esperar a que las dos despampanantes rubias acaben el trabajito y se larguen, antes de volarle la cabeza al bueno de Boris.

¡La hostia, una mamada en primer plano! Esto no venía en la propaganda del juego. Estos cabrones ya no saben qué inventar para sortear la censura y enganchar al jugador. Bueno, en la carátula del juego oficial ya avisan que el juego es violento y con escenas de sexo explícito, no recomendado para menores de dieciséis años.

Absorto en la contemplación del 69 que se están marcando las dos rubias, mientras Boris aprovecha para romperle el culito a la que está encima, a Kevin le pilla por sorpresa la llegada del todoterreno que acaba de aparcar delante de la casa. Se apean tres tipos. El cuarto sigue al volante, con el motor en marcha. No hace falta ser un experto para adivinar lo que ocurrirá a continuación.

Puede que se trate de un trabajito encargado a otra agencia –esos políticos, con tal de asegurarse, son capaces de haber metido también en el ajo a esos chapuceros del FBI-, o un ajuste de cuentas entre bandas rivales, aunque la primera opción es la más probable. Pero el resultado será el mismo: la sesera de Boris estampada contra la pared. Lo malo del asunto es que esas cosas, entre colegas, terminan sabiéndose, y Kevin no está dispuesto a convertirse en el hazmerreír de la agencia, dejándose pisar el terreno por los chicos de negro.

Inspira profundamente, afina la puntería, expira lentamente con la boca entreabierta y aprieta el gatillo con suavidad. La bala explosiva destroza el cristal blindado del ventanal, arranca la cabeza y la mitad del esternón de Boris, parte la columna vertebral de la rubia que éste enculaba y, a consecuencia del brutal impacto, el cuello de la otra. Antes de que los del todoterreno se enteren de que ha pasado, Kevin ha desmontado el rifle y arranca en dirección a la NY-27W.

Coño, además se pueden grabar las secuencias y repetirlas después en plan moviola. ¡Quique, te quiero!

NIVEL 2.

"¡Corre, maldito!"

Malas noticias. Media hora después, la emisora de la policía emite una orden de búsqueda a su nombre –incluyendo lo de individuo armado y peligroso-, dando la descripción del descapotable y la ruta que sigue de regreso a Manhattan. Esto huele que apesta a una encerrona.

Ahora sí que no entiendo nada. Acabo de cumplir la misión. ¿Dónde coño están mis 500 puntos? Y, encima, me resta 1.000 por eliminar dos objetivos no autorizados. ¡Joder, quiero pasar a la siguiente misión!

En el espejo retrovisor destellan las azules luces estroboscópicas de un par de coches patrulla, aparentemente surgidos de la nada. Feo asunto. Una vez localizado, el helicóptero llegará en menos de cinco minutos, fijándolo con un chorro de luz y convirtiéndolo en un blanco perfecto.

Kevin disminuye la velocidad poco a poco, dejando que los coches de policía –ahora distingue que son camuflados- se acerquen, sin sospechar la sorpresa que les tiene reservada. Los frenos del Pontiac chirrían, el sistema antibloqueo de última generación funciona a la perfección y el cinturón deportivo de doble anclaje le mantiene en el asiento, mientras el Pontiac realiza un arriesgado trompo lateral. El primer coche policial intenta imitar su maniobra unas décimas de segundo más tarde –demasiado tarde-, pierde el control, da dos vueltas de campana sobre la calzada y salta limpiamente, boca abajo, la barrera lateral de la autopista. El segundo, ni lo intenta. Da un volantazo, esquivando el Pontiac, atraviesa la mediana dando tumbos e invade la calzada contraria. Lástima que no pueda evitar también al tráiler.

¡Juas, juas, juas! ¡A joderse tocan, maderos! Y secuencia grabada, para verla después con calma, a cámara lenta y desde varios ángulos.

… … … Error 65.

A ver qué coño pasa ahora. Nivel de alerta policial máximo. Siete objetivos no autorizados eliminados. -4.500 puntos. ¡La puta, de ésta reviento el record por abajo!

Hay que abandonar la autopista por la primera salida, deshacerse inmediatamente del Pontiac –lo mejor será quemarlo, para borrar cualquier huella-, robar un "buga" más discreto y alcanzar alguno de los pisos francos que la agencia tiene en Queens. Ha de resistir la tentación de dirigirse a su apartamento con vistas al Washington Square Park, en W 8th St. Sería un error de principiante.

¡Maldita vieja! Ya no puede fiarse uno ni de las dulces ancianitas de pelo cano. El Cadillac parado delante del semáforo en rojo, conducido por la puta vieja, parecía cosa fácil, pero no contaba con que esa arpía le viera llegar a la carrera…y menos aún que asomara el cañón de un 38 por la ventanilla. El silbido de la bala, a un palmo de su cabeza, aún le zumba en los oídos. En cambio, el motero con chupa de cuero y aires de matón, ni rechistó cuando le "requisó" la Harley. La verdad es que tampoco tuvo oportunidad de protestar…después de la delicada operación dental que le hizo con una barra de acero. ¡Bonita chupa, sí señor!

La sucia bruma nocturna comienza a levantarse cuando abandona el Cadillac a cuatro manzanas de distancia del apartamento de Greenpoint Avenue…con vistas a la putrefacta cloaca de Newton Creek. Las llaves están donde deben estar, así como el transmisor que se activa automáticamente en cuanto las recoge. El contacto aparecerá de aquí a una hora, dándole tiempo a echar una cabezadita. ¿Piso franco? ¡Una pocilga! Y el vecindario, variopinto, siendo benévolo con la descripción.

-¡Menudo follón has liado, payaso!- le increpa desde la puerta una voz femenina. -El súper quiere saber qué ha pasado. No te levantes, monada. Así, quietecito y tranquilo. Por cierto, hacía tiempo que no veía roncar a un tipo con la polla reventándole los calzoncillos. Si hay contraorden…espero que sí, de verdad, podemos aprovechar para presentarnos como es debido-. Eso suena a una proposición. Pero, ¿de quién? Aunque Kevin apenas consigue distinguir la borrosa figura de su interlocutora, el reflejo del silenciador del arma que le apunta es inconfundible, al tiempo que un móvil aterriza a su lado.

La voz de Mr. Ted Potter suena demasiado tranquila –eso es malo- cuando le requiere detalles de la operación, y paternal, cuando le asegura que estas cosas pasan –eso es aún peor-, antes de pedirle que se reúna con Peter Mendelson, el adjunto, en su casa de campo -con embarcadero, muy a propósito para deshacerse de un incómodo fiambre-, piensa Kevin.

-Estaré allí esta tarde. ¿A las cinco está bien? Pero antes, dígale a la chinita que soy un buen chico, ¿quiere?- oye decir la china, que caza el móvil al vuelo. Lo que no alcanza a ver es el cenicero que vuela detrás, impactando certeramente en su sien.

-Yo también lo siento, guapa. No sabes lo bien que me habría venido tu culito para desestresarme- le susurra Kevin al oído, antes de fracturarle un par de vértebras cervicales.

… … … Error 74.

Vale, más puntos negativos. Ya me conozco la copla. Y hay que ver lo maciza que estaba la china. Habrá que cachearla, para hacerse con la "pipa" y lo que pille. ¿Me dejará el juego meterle mano antes de que se enfríe?

NIVEL 3.

"El "blues" del callejón: Los zapatos italianos me dan mala espina, baby".

Cabreado por tantos inconvenientes, con trescientos cincuenta "pavos" más en la cartera, y un 45 con silenciador en la cintura –el silenciador es un engorro, pero se lo guarda, por si acaso-, Kevin abandona el piso franco por la puerta trasera del callejón. No llega muy lejos. Un negro con gabardina Burberry y zapatos de Fratelli Borgioli –esto último es, desde luego, una vacilada del programador, aunque no cabe duda de que los zapatos son italianos-, desentona tanto en este vecindario como una monja en un sex shop. El negro está muerto antes de que termine de sacar las manos de los bolsillos.

Antes de precipitarse, dejando tras él un rastro de cadáveres que no cesa de aumentar, Kevin reflexiona un momento sobre la situación en la que se encuentra. La encerrona está clara, pero se le escapa el motivo por el que le persiguen con tanta inquina. "No tiene sentido eliminar al ejecutor de un mafiosillo de tres al cuarto, salvo… ¿Seré gilipollas? Claro, alguien se ha puesto nervioso en las altas esferas. Te encargan el trabajito y sufres un lamentable accidente. De paso, la "farlopa colombiana" requisada en la última operación, con la que se iba a financiar una acción encubierta de golpe de estado en…¿Dónde coño era? Bueno, da igual la república bananera. La operación se suspende –el morenito parece que quiere cambiar las cosas en Washington-, la coca cambia de manos –eliminando al "pringao" que sabe más de la cuenta- y, por el camino, algunos listos se forran. Pues se trata de localizar a esos cabronazos, darles pasaporte y que sea el menda quien salga forrado de esta mierda", termina decidiendo Kevin.

Nuevos objetivos asignados:

Peter Mendelson (Adjunto NSA).

Ted Potter (Director Ejecutivo NSA).

Clara Rojas (Congresista).

Alexander Stubbs (Multimillonario. Empresario petrolero. Amigo íntimo del intelectual tejano y presidente saliente George W. Bush).

¡La hostia, menudo lío! ¿Seguro que este juego no lo patrocina Hugo Chávez?

Enfrascado en hacer trabajar las neuronas a toda marcha, el bueno de Kevin no repara en que, mientras meditaba, se ha estado sobando la polla distraídamente por encima del pantalón. La puta oriental, pataleando mientras le rompía el cuello, le ha puesto cachondo, tiene que reconocer finalmente.

Recordando una de las lecciones que en su día le impartió –le partió, más bien, porque cada lección magistral iba acompañada de un directo de izquierda a su mandíbula- Ron Fisher, su maestro de operaciones: "En situaciones desesperadas, actúa siempre de forma inesperada". ¿Qué mejor sitio para pasar inadvertido que el propio lugar de los hechos? En cuanto los otros dos miembros del equipo –los que aún respiran- descubran a la chinita mirando al techo del apartamento, y al negro caído de bruces en el callejón, con las manos en los bolsillos y una bala entre ceja y ceja, darán la alarma y saldrán pitando hacia la central. Lo mejor será pasar desapercibido un par de días y pisar la calle lo menos posible.

Veinte minutos más tarde, después de ver -desde su escondite- a los dos afortunados miembros del equipo echar un vistazo al callejón, asegurarse de que el negro está tieso, llamar al equipo de limpieza y salir de allí como alma que lleva el diablo, Kevin se decide a probar suerte con el vecindario.

-¡Policía!- La voz de Kevin suena modulada al volumen justo para no chillar, mientras aporrea con la puntera del zapato la puerta de contrachapado del 4º L, mostrando, como al descuido, una cartera de cuero –genuino- con placa –falsa-.

En este vecindario, lo raro sería que aporrease la puerta el cobrador del gas, pero un policía de paisano no despierta la menor curiosidad.

-Enséñeme otra vez la placa- responde, con acento polaco, una voz nasal femenina.

-¡Abre o apártate de la puerta, antes de que la eche abajo a patadas, bohunk de mierda!- estalla, ahora sí, gritando, el pacífico Kevin.

Por supuesto, la puerta se abre, y una temblorosa rubia, demasiado nerviosa para atar como es debido el cinturón de su bata, le franquea la entrada.

"Siempre has sido un jodido cabrón con suerte, muchacho. En la rifa podría haberte tocado un saco de grasa o una vieja con granos en la nariz, pero Miss Przbylinski está que lo vierte, y me juego las pelotas a que no llega a los veinte".

¡Aquí hay tomate! Pero antes, vamos a ver qué significa eso de "bohunk" (En inglés, término despectivo referido al inmigrante de Europa central).

NIVEL 4.

"Un chico con suerte".

La polaca, Jadwiga –Jady, corrige él, incapaz de pronunciar el trabalenguas-, inmigrante ilegal, bailarina exótica –striper, vuelve a corregir Kevin- y apartamento compartido con una compañera de trabajo, ausente, con permiso de una semana por un asunto familiar grave. En menos de un minuto de interrogatorio, Kevin le sonsaca casi todo lo que necesita saber.

–Su madre está ingresada en el hospital…En Phoenix, Arizona…Una paliza de su tercer marido…Ayer…Sí, por lo menos una semana- sigue cantando Jady, acosada a preguntas.

-Bien. Yo necesito unas vacaciones…y tú también. Dame el teléfono del local donde trabajas y el nombre del jefe. Te voy conseguir unos días de permiso, que vamos a pasar aquí juntitos, como dos tortolitos. ¿No te parece un plan estupendo?

A la rubia termina por parecerle un buen plan, después de cambiar de opinión, cuando Kevin empieza a dar muestras de nerviosismo, haciendo crujir las articulaciones de sus dedos y dirigirle una siniestra mirada. Al jefe, también. La llamada del chulo de Jadwiga, "madero" con malas pulgas, y muy persuasivo a la hora describirle una inspección del servicio de inmigración, termina por despertar su olvidada solidaridad con la clase obrera.

-Y no se olvide de que son vacaciones pagadas-. Añade Kevin. Esto último es por tranquilizar a Jady, aunque lo más probable es que nunca llegue a cobrar esa pasta: Los testigos tienen la fea costumbre de hablar.

-Preciosa, escucha con atención, porque no volveré a repetirlo:

Número uno: El café solo, largo de agua e hirviendo. Tostadas y mantequilla de cacahuete con el desayuno.

Número dos: Nada de teléfono. Dame el móvil. Si tienes otro, y se te ocurre usarlo, te lo hago comer, te rajo la barriga…y te lo vuelves a tragar.

Número tres: Las mamadas, sin prisas. Mirándome a los ojos y muy suaves. Ni se te ocurra menearme la polla para que me corra rápido. ¿Entendido?

Número cuatro: Que se note que eres una buena striper. Antes de…procura que se me ponga tiesa con solo mirarte.

Número cinco: Cuando yo duerma, duermes; cuando me duche, conmigo; y cuando cague, miras. Si tengo que atarte, será peor.

Y los siguientes números, ya te los iré dando sobre la marcha. Ahora, por este orden: café y tostadas, baile, mamada y función de estreno.

¡Muy bien, tío! ¡Así hay que hablarles a estas guarras! Tengo que practicar eso de: "Escucha con atención, porque no volveré a repetirlo. Primero…"

El primer día transcurre sin incidentes. Jady se muestra obediente y servicial, ahorrándole disgustos a Kevin. Éste, por su parte, se relaja tanto como puede y procura mantener bajo control sus niveles de adrenalina y testosterona. No está dispuesto a que se repita la imagen de Mary Louise cayendo por el hueco de la escalera de su apartamento con vistas al Washington Square Park, aullando –sólo un par segundos, hasta que se abrió la cabeza contra el pasamanos- y estrellándose, veintitrés plantas más abajo, en el rellano del entresuelo. Tuvo que convencer a la policía de que pobre la chica perdió la cabeza cuando le dijo que la dejaba por otra, y no conviene tentar la suerte con esas menudencias. Sí, decididamente, que bromeara con el gatillazo que tuvo aquella tarde, no es motivo suficiente para una reacción tan fuera de lugar. Tiene que vigilar esos malos prontos.

Un vistazo a los buzones del edificio, bastó para que Kevin se decidiese a qué puerta llamar. El azar –y el marketing, algo que el programador tiene muy en cuenta- decidió que Jady fuera una maciza con buenas tetas; pero aún así, a Kevin se le atraganta el último sorbo del café, cuando la striper comienza con el espectáculo. Cuando termina, su polla no es que esté tiesa…es que le crujen las costuras de la bragueta.

¡Me cago en la puta! Cuando vea los manchurrones en la tapicería, la abuela me mata.

NIVEL 5.

"Una bonita y corta historia de amor".

La mañana del segundo día de secuestro –para un observador imparcial-, parada técnica en boxes –en opinión de Kevin, fanático de la IndyCar Series y, en particular, de las 500 millas de Indianápolis- y, según Jady, escapadita en compañía de un cliente un poco raro…pero buen tipo, después de todo, comienza como cualquier otra tranquila mañana de sábado.

-¿Has dormido bien, pichoncito? ¿Voy preparando el desayuno...o nos saltamos la parte aburrida y empezamos ya con el "ñaca-ñaca"?- sugiere una melosa Jedy, a la que los cuatro polvos del día anterior le han sabido a poco, deshaciéndose del brazo con el que Kevin la sujeta contra su pecho –al final no tuvo necesidad de atarla-, y tanteando la consistencia de su polla.

-Estoy empezando a cambiar de opinión sobre los polacos. Tienen que ser unos tipos duros para aguantar a las polacas…o puede que me haya tropezado con la más golfa de todas-. Pero la poco convincente protesta de Kevin muere en sus labios, en cuanto el cálido aliento de Jedy comienza a calentarle el glande.

Un par de horas más tarde, mientras Jedy trastea en la cocina con la cafetera y la tostadora, y Kevin se recrea la vista observando el espectáculo que ésta le ofrece, con un delantal de cocina como única vestimenta, los pensamientos de ambos discurren por sendas que se entrecruzan, sin llegar a converger.

Jedy, aquejada de un agudo caso de síndrome de Estocolmo, fantasea con la posibilidad de que su realquilado se convenza de las ventajas de instalarse de forma definitiva. "¿No dicen que el roce hace el cariño? Pues, en poco más de veinticuatro horas, nos hemos rozado –¡Y de qué forma, santa Eduviges!- tanto que éste no se va a olvidar de mí así como así. Vale, tendré que darle alguna explicación a Sandy; aunque pude que se quede a cuidar de su madre, o que la vieja se muera y decida cuidar de papá…o puede que conozca a un vaquero cachas. Decidido, si vuelve, le digo que he encontrado a alguien que no se retrasa con el pago del alquiler".

Kevin, consciente de los síntomas de la rubia, no se hace tantas ilusiones, planea los próximos pasos a dar…y sigue sin quitarle la vista de encima al culito que con tanto arte se mueve por la cocina. Aparca –de momento, mañana ya veremos- la idea de retorcerle el pescuezo a la rubia, y se levanta de la cama con una erección de caballo. La idea de hacérselo a la cocinera, de pie, sentándola en el borde de la encimera y con sus piernas por bufanda, le pone un montón.

¡Joder, si esto sigue así, voy a acabar con el rollo de papel higiénico! ¡Venga, coño, ya estuvo bien de interludio romántico y un poco más de acción!

Un par de golpes en la puerta –con los puños- y un estentóreo "¡Policía, abra la puerta!", ponen un abrupto final a la escena de seducción culinaria.

-¡Vete a tomar por el culo, mamón!- estalla Jady, a la que el susto le ha cortado el segundo orgasmo encadenado.

-No abras la puerta hasta que yo te lo diga. Cuando te enseñe la placa, pregúntale quién es el capitán de la comisaría de Jackson Heigts- le susurra Kevin al oído, antes de lanzarse en busca de la chupa de cuero y montar el silenciador del 45. También descorre las cortinas del ventanal

-Wilson. Capitán Wilson. No tengo todo el día, señorita. Abra la puerta antes de que la eche abajo- contesta el tipo del pasillo, amartillando el arma fuera de la vista de la mirilla de la puerta.

La puerta se abre, Jedy recibe el primer disparo en el estómago y el segundo le salta la tapa de los sesos. El policía salta por encima de ella y parpadea una vez, cegado por el chorro de luz de una solada mañana de abril. El tercer disparo es apenas audible. El uniformado cae encima de Jedy sin haber podido parpadear por segunda vez.

-Mala suerte, chico. Esta zona pertenece a la comisaría de Woodside y el capitán de Jackson Heigts es el viejo Luk O´Connell.

… … … Error 86.

El sistema no reconoce este fallo de programación. Apague inmediatamente la consola. El fabricante del juego no se hace responsable de las consecuencias que un mal uso del producto puedan ocasionar al usuario.

Objetivos autorizados eliminados: 1.

Objetivos no autorizados eliminados: 11.

Puntuación: -8.000.

¡Y una polla como una olla! En eso mismo estaba pensando yo…en apagar el cacharro. ¡Anda y que te den!

NIVEL 6.

"¿Sabía usted que el capitán Ahab zarpó de Nantucket?".

La "choza" de Peter Mendelson –el hijo de papá y su puta madre, segundo retoño de los Mendelson, descendientes de un oscuro héroe bostoniano de la Guerra de Independencia- en Harwich Port -a doscientas millas de Nueva York y sesenta de Boston-, en el exclusivo trozo de costa comprendido entre New Bedford y Cape Cod, es en palabras de sus colegas de la agencia, un derroche de mal gusto y pasta gansa. A Kevin se la trae floja el estilo "revival colonial" de la residencia de verano de los Mendelson, concentrado como está en descubrir la rutina de vigilancia de la casa: número de agentes, cada cuánto se relevan, dónde está situado el centro de control y hasta dónde se extiende el perímetro de alarmas silenciosas, el alcance de las cámaras –normales y de infrarrojos- y los sensores de movimiento.

La parte que da a tierra es prácticamente impenetrable, mientras que la zona situada frente a la costa es accesible. En ésta, la vigilancia se concentra en el embarcadero y en el control de las embarcaciones de recreo que pasan a menos de una milla de la playa. Kevin decide aprovechar el descuido.

A poco más de cuarenta millas mar adentro, la isla de Nantucket parece el lugar ideal desde el que preparar el asalto, pero antes hay que lograr la financiación necesaria. De los trescientos dólares de la chinita, no queda más que calderilla, y Kevin no está acostumbrado a hacer turismo como un mochilero de medio pelo. El viaje en autobús, perfecto para salir de Nueva York discretamente, le ha dejado los huesos molidos y el bolsillo temblando. La falta de liquidez se soluciona rápidamente haciendo guardia delante algún elegante motel, del tipo que suelen elegir los abogados de Boston para pasar un fin de semana con sus secretarias. Además, para evitar ser cazados en un renuncio –y que los colegas matrimonialistas hagan negocio a sus expensas-, procuran evitar usar las tarjetas de crédito y traen las carteras a reventar de billetes.

-La puta crisis se nota. Lo que en los buenos tiempos se habría solucionado con un cliente y buenas palabras, hoy cuesta tres abogados. Para más recochineo, dos de ellos no se avinieron a razones y hubo que convencerlos a hostias...aunque sin fatales consecuencias. Total, para 4.500 cochinos dólares- se lamenta Kevin, mientras embarca en el ferry que cubre la línea Hyannis-Nantucket.

Tras desvalijar una tienda de submarinismo y trasladar el equipo a una embarcación apropiada para la travesía, a la que echó el ojo nada más desembarcar, Kevin aún llega a tiempo de saborear una langosta a la plancha, aunque a costa de tener que aguantar las tonterías del dueño del establecimiento, convencido de que el Pequod, al mando del capitán Ahab, partió de allí mismo a la caza de Moby Dick. En opinión de Kevin, una aburrida película.

El próximo relevo de la media docena de agentes que custodian la mansión, se producirá a las seis de la mañana. En eso, las normas de la agencia son estrictas; así que apenas le queda tiempo para dar una cabezadita de un par de horas, antes de iniciara la travesía.

Echa el ancla un par de millas al sur de la casa –siempre es preferible tener la corriente costera a favor si hay complicaciones y toca salir por pies-, y lo bastante alejada de la costa para resultar invisible. El otro problema son los tiburones: desde que vio, siendo un crío, la película del Spielberg, esos bichos son una de las pocas cosas que le ponen nervioso. "Tendría cojones que…"

El vigilante de la playa, tras cuatro horas de guardia, parece aburrido, una vez que delata su posición al encender un cigarrillo. "Estos novatos cada vez son más descuidados. Le restan toda la emoción al asunto", se escandaliza el bueno de Kevin –indignado de que la seguridad nacional esté en manos de gente cada día más incompetente-, mientras deja las botellas de oxígeno y las aletas en la playa, fuera del alcance de las olas. Antes de que el confiado guardián termine el cigarrillo y reanude la ronda, se encuentra de pronto desarmado, inmovilizado y con la cara enterrada en la arena. -¿Cada cuánto llama control?- le interroga Kevin, después de mantenerlo un interminable minuto sin respirar. –Argh, puaf, ve…veinte minutos- consigue articular al fin el sorprendido agente, antes de volver a tragar arena. Cuando suena el pinganillo, se ve obligado a contestar: "Todo en orden", seguido de la contraseña del turno. Control no dará la lata hasta dentro de otros veinte minutos y Kevin ya tiene grabada la respuesta correcta.

Como era de esperar, otro agente medio dormido, éste sentado en el balancín del porche, causa baja definitiva diez minutos más tarde. Las seis y cuarto. Peter Mendelson, como todo buen metodista, es un tipo madrugador, incluso los fines de semana. Kevin decide que hay tiempo de sobra para registrar la casa y esperar a que se levante: No le gusta dar pasaporte a nadie mientras duerme. Cuestión de modales.

Sin embargo, el eco de una conversación le llega desde el salón principal. Logra identificar la voz de Mendelson, con su característico timbre de marica bostoniano, y la de Ted Potter, más grave y típicamente neoyorkina. Registra la casa en un tiempo record, elimina al operador del centro de control, comprueba las balas que aún quedan en el cargador -doce-, y se encamina al salón.

¡Magnífico. Dos pájaros a tiro!

¡Qué pasote de videojuego! Todo el fin de semana enganchado y esto va para largo. Mañana, que le den al "insti". Ya me inventaré cualquier milonga para que la abuela no se mosquee.

NIVEL 7.

"No es nada personal, amigos, sólo negocios".

El tema de conversación, como ya había imaginado Kevin, gira en torno a su persona –en términos elogiosos, todo un detalle- y los diversos aspectos de la operación, así que opta por esperar y escuchar. Va sobrado de tiempo y no tiene prisa para empezar a ejercer de carnicero.

-En mi opinión, debemos dejar de considerar prioritaria la eliminación del agente Burke y centrarnos en concluir con éxito la operación en curso. Los últimos datos indican que el ensayo de campo no marcha según lo previsto. Nuestros amigos del Congreso se están poniendo nerviosos y, lo que es aún peor, el infiltrado en la Stubbs & Co me informa que se está desinflando el entusiasmo de los inversores - se lamenta Ted Potter.

-Y yo debería darle la razón, señor, pero me preocupa el "pequeño detalle" de que el perfil del agente Burke sea tan atípico. En circunstancias normales, el agente que escapa con vida del operativo en el que debería causar baja, huye a Méjico, a Canadá o se embarca en un carguero rumbo a Sudamérica. Me temo que éste no es el caso. Yo apostaría a que nuestro chico está escondido en alguna ratonera, a la espera de ponernos las cosas difíciles- concluye Peter Mendelson, cuya habilidad a la hora de interpretar conductas y perfiles es de sobra conocida –y apreciada- en la agencia.

-Evitemos perdernos en los detalles y tengamos siempre presente el objetivo final. En primer lugar, no me gusta que veinte toneladas de cocaína estén a la vista de nadie, aunque reconozco que la idea de almacenarlas en un contenedor naval, camuflado entre otros miles de ellos iguales, ha sido una brillante idea. Pero estaría más tranquilo si nadie puede relacionarnos con ella.

-Se hará mañana mismo. No se preocupe, señor director-. El adjunto sabe que a su jefe no le gusta que le interrumpan en sus divagaciones, ni tan siquiera para darle la razón. Y Ted Potter sabe que su adjunto conoce de sobra sus manías, con lo que la interrupción de asentimiento se transforma en una sutil forma de expresar su desacuerdo.

-Ya hablaremos de eso más tarde, Peter- replica el director, bajando ostensiblemente la voz y adoptando un aire condescendiente. –"Vaya, el viejo las sigue pillado al vuelo. Aún está en plena forma"- piensa el adjunto, en permanente estado de alerta, tanto para descubrir algún síntoma de debilidad en su jefe, como para evitar los zarpazos de éste. Esto es una manada de lobos y el jefe de la manada debe demostrarlo continuamente refirmando su autoridad. Al menor signo de debilidad, corre el escalafón.

-En segundo lugar, hay que ponerla ya en circulación. Los inversores privados, tal como trataba de explicarle antes, señor Mendelson, no están dispuestos a seguir financiando eternamente una operación de la que sólo conocen unas previsiones que, de momento, no se están cumpliendo. Nuestra actuación en Méjico debe ser más agresiva, y para ello necesitamos fondos. Y esos fondos, salvo que se le ocurra una brillante idea, están en su dichoso contenedor. Creo haber hablado bastante claro. Así que haga…

-Como un libro abierto, viejo- interrumpe en ese momento Kevin, que ya ha oído lo que le interesaba saber, esgrimiendo el 45 con silenciador en la mano derecha y un rollo de cinta de embalar en la izquierda. El gesto que acompaña su acción es claro: hay que seguir sentados, calladitos, y no es una buena idea resistirse. El adjunto tarda más de lo debido en captar el mensaje, con el resultado de que se desploma en el sillón con las rodillas destrozadas por sendas balas. El director no aprueba esta forma de actuar, pero le cuesta disimular una sonrisa.

Sin dejar de apuntarles, Kevin les inmoviliza los brazos y las piernas con la cinta, añadiendo unas cuantas vueltas más para sujetar sus torsos a los sillones. Al marica de Mendelson, además, hay que amordazarlo para que no lloriquee.

-Tengo el tiempo justo, así que iré directamente al grano. Estáis muertos…pero eso ya lo sabéis, claro. Que sea ahora mismo o dentro de un cuarto de hora, de un tiro en la cabeza o que me lo tengáis que suplicar, depende de la cooperación que demostréis. Lo bueno de tratar estos asuntos entre profesionales, es que no hace falta andarse con muchos rodeos, ¿verdad?.

-Lo primero es la seguridad; es decir, la mía. Peter, ¿quieres hacer el favor de anular la orden que pesa sobre mi cabeza? Recuerda que conozco el procedimiento, así que nada de trucos. ¿La PDA está en tu bolsillo?...Basta con que muevas la cabeza. Bien. Ahora teclea el código y la clave de contraorden. Bien, bien…muy mal. ¿Ves lo que pasa cuando quieres pasarte de listo conmigo?- Peter lo ve, pero con un solo ojo. El otro está en sus rodillas, arrancado de la cuenca orbital con un limpio movimiento del cuchillo de submarinista que ahora empuña Kevin. El siguiente intento resulta plenamente satisfactorio.

-Hablemos ahora de pasta…o de "farlopa", lo mismo me da. Creo haber entendido veinte toneladas. Veamos dónde está ese contenedor- La PDA, una vez encendida con la clave de usuario del adjunto, resulta un maravilloso sistema de información. –Otro intento, guapetón. Esta vez para retirar la vigilancia del muelle. Sin tonterías, por favor. No me gustaría tener que cortarte los cojones a rodajas…estando presente el director- Solventado el trámite sin mayores disgustos, y entregadas las llaves del cofre del tesoro, Kevin arranca de un tirón la cinta que amordaza a Mendelson y le coloca la punta del silenciador entre los temblorosos labios. Peter abre la boca con resignación.

Ted Potter ya no sonríe. Piensa en su querida Lisa, en paz descanse, sus nietos y su hija, la pensión de jubilación que nunca cobrará y el maldito handicap 8 que ya no podrá alcanzar.

-No temas, Ted. A pesar de lo poco que te conozco, sé que te mostrarás razonable, me darás la información que te pida y no me obligarás a ser grosero, ¿verdad? En caso de que me equivoque, puedes estar seguro de que tu hija tendrá motivos para maldecirme…y tus nietos. ¿Cuántos años tienen esos angelitos?

El director se esfuerza en dar toda la información, la que se le solicita y la que no, procurando no olvidarse de nada y rezando para no entrar en ninguna contradicción. Le habla a Kevin de los contactos que pondrán el cargamento de cocaína en circulación; del lobby de congresistas -a cuya cabeza se encuentra Clara Rojas, representante de la minoría hispana de Nuevo Mejico- que ofrece a la operación cobertura política…a cambio de una nadería, suficiente para sufragar los gastos de la campaña de reelección; de los negocios de la Stubbs & Co más allá de Río Grande; y, finalmente, de la multinacional farmacéutica que realizará el descubrimiento del siglo…a su debido tiempo.

-¡Hijo de puta! Habla claro o me olvido de mis buenos modales- la amenaza suena muy real, al pinchar la punta del cuchillo el escroto del director. -¿De qué van los ensayos de los que hablabas antes? ¿Qué pinta el cabrón de Stubbs en todo esto? ¿Cuál es el descubrimiento del siglo y por qué se va a retrasar? Tienes cinco minutos.

El crujido del listón de madera del suelto del porche –el mismo que él pisó hace un rato-, convence a Kevin que hay que dar por finalizada la conversación. El cuchillo secciona a la vez la yugular y tráquea, impidiendo que Ted Potter emita el más mínimo sonido. Si hay suerte y nadie le identifica, podrá dar esquinazo a estos chapuceros y dar gracias de que en la agencia se olviden de él. No es muy corriente, pero no sería el primer caso en el que un agente ha conseguido disfrutar de su jubilación en el Caribe, después de dejar la NSA por la puerta de emergencia.

¡Este tío es la hostia! Menos mal que pasado mañana le toca al viejo día de visita en el "trullo" y la abuela nunca falla. Dos días rascándome los huevos. ¡Esto es vida!

NIVEL 8.

"Los juguetes de una niña mala".

Tras un vistazo al muelle del contenedor con las veinte toneladas de "farlopa" -comprobando que no hay moros en la costa-, y unas cuantas llamadas para contratar los servicios de cuatro agencias de transporte y otros tantos almacenes -en diversos puntos del país-, Kevin se da por satisfecho cuando lo ve partir el camión. El destino final de la mercancía es un almacén de Brooklyn, cuyo propietario es un viejo conocido de Kevin. Un tipo que no hace preguntas y tiene muchas probabilidades de llegar a viejo.

El próximo destino se haya en Santa Fe, capital administrativa de Nuevo Méjico y residencia de la congresista Clara Rojas. Kevin aún no tiene del todo claro el papel que desempeña la elementa en todo este tinglado –aparte de cabeza visible de un lobby al que el difunto Ted Potter daba mucha importancia-, pero considera más seguro empezar a remover la mierda desde la vertiente política que desde la financiera, representada esta última por la Stubbs & Co y el magnate Alexander Stubbs…un pájaro de cuidado.

Pillo yo ese mogollón de "coca" y me iban a ver el pelo. Me lo iban a ver en las playitas del Caribe, los casinos de Las Vegas y las putas más caras. Vamos, que me acojo a la jubilación anticipada. Pero este tipo tiene madera de héroe y no parará hasta dejar títere sin cabeza.

Nueva York – Santa Fe, vía Pittsburg, Cleveland, Chicago, St Louis, Columbia, Kansas City y Denver: 2.500 millas. Pisando el acelerador, cuatro días. Al final son cinco, por culpa de la pick-up de una granjera de Salina (Kansas). La camioneta no tiene arreglo; pero la granjera, la típica moza de pueblo, rebosante de salud, grande, maciza, coloradota y más salida que las cerdas de su granja, esa sí que tiene arreglo. Bueno, más de uno.

¡No me jodas! ¿Una secuencia grabada y ya está? Esto se merecía una partidita como es debido, con la vikinga espatarrada encima de la mesa de la cocina –en plan secuencia mítica de "El cartero siempre llama dos veces"- y yo manejando los mandos…¡Mierda, joder, mierda!

Un polvoriento Hummer H3 –el cuarto vehículo que cambia de dueño desde que Kevin inició el viaje-, aparcado desde la noche anterior frente a la residencia de la congresista Clara Rojas, debería llamar la atención del servicio de vigilancia. Debería, salvo que no exista dicho servicio. La segunda sorpresa es la propia congresista. Kevin se la imagina cincuentona, bajita, con sobrepeso y con esa carita angelical que los rollizos mofletes dan a las hispanas, pero resulta ser la hermana gemela –con mejores curvas- de la zorra morenita de "Mujeres desperadas".

La mala noticia es que la agencia prohíbe tajantemente mezclar trabajo y diversión. La buena, que ya no trabaja para la agencia. La mejor, que Clara Rojas se reúne a última hora de la tarde con un tipo que a Kevin le suena: el chico de los recados de Ted Potter. Si no se equivoca, en el sobre que cambia de manos con disimulo, habrá un buen fajo de billetes con la cara de Benjamin Franklin en el anverso. Poco después, la señorita Rojas se sobresalta -cuando un individuo con cazadora de cuero y barba de tres días se le cuela en el coche-, se indigna -cuando le abre el bolso y se queda el sobre-, y empieza a temerse lo peor -cuando le indica que van charlar un ratito en su casa-.

-Coja lo que quiera y lárguese. Se está metiendo usted en un lío que ni se imagina. Sepa que soy la congr…

-¡Cierra la boca, Clarita! Me perdonarás si no me presento, pero sé de sobra quién eres y el motivo de este sobresueldo- la interrumpe Kevin, mostrando el sobre y contando el fajo de billetes. –¡La hostia, 50.000 pavos! ¿A esto llama Ted una minucia?-

-Puedo explicárselo todo…agente. Puedo explicárselo mucho mejor si nos relajamos. Y nada mejor que el jauzzi para olvidar un duro día de trabajo- replica Clara, que no tiene muy claro si Kevin pertenece a Hacienda, al FBI, la oficina del fiscal, o es un simple detective privado contratado por la oposición republicana. Lo que sí tiene claro es cómo manejar a estos tipos.

En la siguiente secuencia vemos a Kevin sonriendo de oreja a oreja, relajándose entre burbujas…pero no vemos a Clara. Asoma su cabeza poco después, tosiendo y escupiendo agua jabonosa, sujeta por el pelo por una de las manazas del risueño Kevin.

-Respuesta incorrecta, querida. Si me mientes sobre lo primero que te pregunto, no podré fiarme de ti…y la gente de la que no me fío es propensa a sufrir fatales accidentes. Mientras me la sigues chupando, lo reconsideras- le aconseja Kevin sin dejar de sonreír, antes de sumergirle de nuevo la cabeza y ensanchar un poco más la sonrisa.

Ya era hora de que el puto juego me dejase manejar estos asuntos. Debe ser porque he llegado a los -10.000 puntos, pero como viene sin manual de instrucciones…

Venga, bonita, ya me ocupo yo de que no te ahogues.

La información que consigue extraerle, entre chapuzón y chapuzón, resulta poco relevante, aunque no por ello menos placentera. Casi al final, cuando la sonrisa de Kevin es sustituida por una expresión de concentración, seguida de otra de total relajación, está a punto de ocurrir una desgracia, ya que ni el protagonista ni el jugador se acuerdan de sacar a respirar a la pobre Clara. Menos mal que el programa entra en modo automático y solventa la situación por sí solo.

La conversación resulta más convencional durante la cena. Además, Clara Rojas, con el susto aún en el cuerpo, se muestra mucho más locuaz que antes. Así, entre bocado de ensalada de pasta con brócoli, ahumado de salmón y copa de vino blanco del valle de Napa, Kevin se entera de la identidad del resto de los miembros del lobby –quizá algún día le sea de utilidad, pero no hoy-, el negocio farmacéutico de la Stubbs & Co –la cosa mejora-, la ubicación de sus oficinas en El Paso –habrá de darse una vuelta por allí-, la de las instalaciones secretas en las inmediaciones de Chihuahua (Méjico) –información relevante- y , la más sustanciosa, la íntima "amistad" que une a su interlocutora con Alexander Stubbs –"¿Ves como te calé enseguida, zorrita? Eso te salva de aparecer mañana en la crónica de sucesos".-

Una vez resuelta la duda –in extremis- de si debe meterla de nuevo en el jacuzzi, golpearle la cabeza contra el borde y dejar que se ahogue –típico accidente doméstico-, a Kevin se le plantean otras. Hay que descansar…bueno, lo que le pide el cuerpo es follar antes, pero mañana hay que estar fresco. Atarla, y que se pase la noche agitándose, sabe que no resolverá nada. Dormirá intranquilo, con un ojo abierto y, en cuanto se cabree, el cuello de la señorita Rojas corre peligro. El gancho en el techo de la habitación le resuelve el problema.

-¿Dónde guardas los juguetes, niña mala?- y no hace falta insistir…Clara ya sabe de qué juguetes habla.

NIVEL 9.

Un tipo duro en apuros.

A mediodía, con el sol friendo la chapa del deportivo tuneado de Clara Rojas –que conduce Kevin-, no queda más remedio que buscar un refugio a la sombra y con aire acondicionado. Apenas han recorrido cien, de las algo menos de trescientas millas que separan Santa Fe de El Paso.

Lo cierto es que la velada de ayer se prolongó hasta las tres de la madrugada, y ninguno de los estaba hoy en condiciones de madrugar.

Después, para no levantar sospechas, la congresista tuvo que llamar a su oficina, pretextando un asunto particular que la tendría ilocalizable dos o tres días. Y cuando Kevin ya se impacientaba con el retraso, llegó el lío de las maletas:

-¿Dónde cojones se supone que vas con dos maletas, preciosa?

-Dos días, dos maletas. Da gracias que no pueda arrastrar sola la tercera. Y sólo he tardado cuarenta minutos en hacer el equipaje, así que no entiendo tanto escándalo.- Clara Rojas, con secuestro o no, amenazada de muerte o no, es inmune al síndrome de Estocolmo y siempre –en el Congreso o en casa- tiene que decir la última palabra.

La situación, aunque se cambie de tema, sigue igual durante el viaje.

-Nunca había probado uno de esos chismes. La verdad es que se folla muy a gusto…muy cómodo, sí señor. Lo malo es que hoy estoy muerto y se me cierran los párpados. ¡Joder, qué calor!- se queja Kevin.

Clara también se queja, aunque por distintos motivos:

-¿Serás animal? Cuando te enseñé la colección de juguetes era para escoger un par de ellos y pasar un buen rato…no para probarlos todos, obseso. Tengo la mandíbula desencajada, los pezones tumefactos, el coño escocido y el culo reventado.

-¡Joder, esas cosas se avisan antes! Yo pensaba que la bola que había a mitad del consolador también había que meterla.

-¿Por el culo? ¿Hasta la bola un consolador de 80 cm? ¿Es que nunca has visto a dos tías usándolo juntas? ¿De dónde sales tú, anormal?

-Podías haber dicho que parara. Y vigila esa lengua, que se está rifando una hostia.

-¿Atada a la cesta, con la mordaza puesta y una pelota de goma entre los dientes? Está visto que me ha tocado en suerte el tonto de la clase.

-¡Ni una palabra más! Menos mal que ayer se me ocurrió dejarte en la cesta tal como estabas. Si no, habrías sido capaz de estar dándole a la lengua toda la noche.

-Perdone el señor. ¡Qué susceptible! Tampoco hace falta que te disculpes por lo de ayer, porque eso suena a disculpa. No le cuadra a un asno como tú y…

Como muestra de lo que ocurre cuando a un frío asesino se le sube a las barbas una tía de armas tomar, es más que suficiente. La cosa podría seguir así una hora más, pero se trata de mantener la tensión del jugador, por lo que la secuencia se corta con la hostia que deja a Clarita callada –porque pierde el sentido- durante un buen rato.

El deportivo tuneado, ahora también camuflado, ya que el insidioso y omnipresente polvo de estos parajes hace que todo parezca del mismo color, enfila la Texas Avenue a media tarde, con el tiempo justo antes de que finalice el horario de oficina. Los chupatintas, ya se sabe, a las cinco en casita.

Finalizada la visita de inspección, y teniendo en cuenta que a Kevin no le gusta conducir por la noche, enfila el morro del deportivo en dirección Norte. Los moteles de las afueras son menos cochambrosos que los de Border Hwy. Inexplicablemente, el zoom de la cámara rebela que Clara Rojas no ocupa el asiento del copiloto.

El misterio se aclara poco después, una vez contratada la habitación y aparcado el coche en una zona discreta, fuera del alcance de ojos curiosos. Clara se apea del maletero con ganas de armar follón.

-¡Me tienes hasta el moño! ¿Qué necesidad había de meterme en el maletero? Podía haberte acompañado. Es más, "debía" haberte acompañado. En la Stubbs & Co de El Paso tengo la consideración de VIP. ¿Sabes lo que es eso?

-Cierra el pico, coge una maleta y mueve el culo. Habitación 1225- ordena Kevin, cada vez más arrepentido por haberse saltado el protocolo de actuación de la agencia. "Actúa solo y no dejes ningún testigo detrás de ti". ¿Cuántas veces le había repetido Ron Fisher esta consigna?– El pobre viejo debe estar revolviéndose en su tumba.

-Oye, esa manía tuya por las ataduras y las mordazas…¿Estás seguro que no esconde un complejo de inferioridad y miedo al rechazo? No lo digo por molestar, es que me preocupa quedarme encerrada en el maletero y que te pase algo. Imagina que te pegan un tiro, Dios no lo quiera, o recibes un mal golpe que te hace perder la memoria…y yo asándome en el horno microondas. No lo puedo evitar, me da un aquel que ni te lo imaginas, y…

-Calla…la…boca- repite Kevin, exasperado, intentando cerrar –cuando Clara termine de sacar la maleta- el portaequipajes.

-Eso, amenázame con darme un golpe. Venga, que lo estás deseando. Igual que antes, cuando creí que te ibas a conformar con encerrarme. Pero no, tenías que ponerme la mano encima, igual que esta mañana. ¡Psicópata! Qué pasa, ¿mamá no te dio bastantes mimitos cuando eras pequeño?- sigue perorando la congresista, indignada, levantando cada vez más la voz y muy metida en el papel de portavoz de las féminas maltratadas.

-Te dije una maleta. Si no me escuchas, no te quejes después- termina Kevin la discusión, lanzando la segunda maleta dentro y soltando un crochet de izquierda a la mandíbula de Clara Rojas –al lado sano de la mandíbula-. –Ahora tengo que cargar con ella y con la maleta- refunfuña. -Cuando te rompa el cuello, querida, recuérdame que te arranque también la lengua.

¡Menuda bruja, la tipa ésta! Y, coño, es verdad que se parece un "güevo" al "tapón"de la serie de televisión. Como Clara tenga tan malas pulgas, y parece que sí, habrá que andarse con ojo y atarla corto.

NIVEL 10.

"Guantánamo queda al sur de Río Grande".

-¿No pretenderás que te haga una mamada con la boca así, verdad? Si ayer no te hubieras comportado como un salvaje, no te digo que no, pero...¿Qué significa ese gesto?...¿Que me dé la vuelta? ¡Ah, no. Ni lo sueñes! Y tampoco por delante. Esta mañana, mientras roncabas a pierna suelta y te hacías un ovillo con las sábanas, aún sangraba un poco. Confórmate con un trabajito manual.

Si la alternativa es una discusión con el estómago vacío, Kevin prefiere dejarlo para mejor ocasión.

Otra vez mediodía. Y al sur de la frontera, aunque parezca imposible, hay más polvo, el sol calienta más y la música country de la radio es de hace treinta años.

-Apaga ese trasto, por favor. Antes que escuchar una sola canción más de Loretta Lynn, prefiero que nos estrellemos contra un árbol…si hubiera alguno a la vista. Sólo por pasar el rato, si el señor no tiene inconveniente…y le prometo una mamadita después, podrías decirme qué narices venimos a buscar, y qué tal te fue ayer por las oficinas de la Stubbs & Co- propone Clara, demostrando una sorprendente capacidad de recuperación, a un atónito Kevin.

-Las oficinas de El Paso son lo que parecen: cuatro plantas de despachos, papeles y secretarias. Muy amables, por cierto. Me presenté como ayudante de la congresista Clara Rojas, recabando información sobre las instalaciones de Chihuahua. Viendo la cara de susto que puso el gilipollas del Jefe de Desarrollo de no sé qué, merece la pena echar un vistazo. No le saqué gran cosa, hasta que, haciéndome el ofendido y clamando amenazas de cortarles la tapadera política y echarles a los perros de la prensa encima, accedió a que le diera un vistazo a un dossier muy jugoso. ¿No tienes ni puta idea de que aquello es un segundo Guantánamo, verdad?

-Pues no, no sabía nada. Alex, Alexander Stubbs, las pocas veces que me habló del proyecto, siempre definió aquello como planta de producción, aprovechando los bajos salarios y su cercanía a la frontera- replica escuetamente la congresista, sorprendida ante la repentina locuacidad de su interlocutor. Lo que no consiga una buena mamada…o la simple promesa de una.

-Triple cerca electrificada, alambre de espino, torretas de vigilancia con sistema automático de tiro y cincuenta millas de desierto a la redonda. Sí, la típica fábrica de caramelos para la tos, no te jode- responde Kevin, simulando un escupitajo de asco.

-Cambiando de tema, ¿jugamos a las adivinanzas? Verás qué divertido. Yo nombro una agencia estatal, organismo gubernamental o servicio secreto y, si no acierto, te la chupo durante tres minutos…mientras conduces. No vale hacer trampas, ¿eh?- a lo que Kevin responde cruzando el índice y el pulgar de la mano derecha y besándose la uña del dedo gordo- Venga, empiezo…El Mossad. No sé por qué, pero me huelo que eres judío. Y el numerito que acabas de hacer es para despistar.

-¡La madre que te parió! ¿Judío yo? Menudo disgusto se iban a llevar los chicos del barrio, si se enteran. Tres minutos.

Clara nombra a la NSA en sexto lugar, por detrás del FBI, el Departamento del Tesoro, el MI6 británico y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como Kevin ha causado baja en la NSA, de hecho, y por lo pelos no en acto de servicio, no tiene ningún empacho en negar con la cabeza y señalar su bragueta abierta, por la que asoma una polla que pide a gritos menos interrupciones y más dedicación. Cuatro negativas más, y a Clara se le acaba la oportunidad de seguir preguntando.

La llegada de Clara y Kevin al "Centro de Estudios y Planificación Médica", según reza el cartel de la entrada, flanqueado por otros menos atractivos, con textos como: "Propiedad privada protegida con sistemas de seguridad activos", "Alto", "Valla electrificada", "Identifíquese en el puesto de guardia", "En caso de violación de las normas, la corporación no se hace responsable de su seguridad", provoca un revuelo de agitación, siendo rodeados de inmediato por un pelotón de guardias con rifles de asalto.

Al volante, impertérrito, Kevin evalúa la situación, cuenta a los guardias, y no pierde detalle del puesto de guardia, donde un gesticulante "segurata" le chilla a un teléfono. El 45 está al alcance de su mano, sin silenciador y con un cargador completo.

-Como te comentaba…una fábrica de caramelos. Será mejor que estos gorilas se tranquilicen y hablen con alguien que conozcas, o aquí se va a liar una ensalada de tiros de las que hacen afición.

¡Un poco de acción, coño! Este maricón parece una hermanita de la caridad. ¿Cuánto hace que no nos cargamos a nadie?

NIVEL 11.

"Pudo haber sido, pero no estaba de humor para que la cosa acabase bien".

Aunque a finales de abril aún estamos fuera de temporada, la piscina del hotel Casa Grande de Chihuahua es una tentación demasiado grande como para resistirse a ella. El encargado de mantenimiento protesta, pero como por 20 $ vendería a su madre, por diez está dispuesto a hacer la vista gorda; y por quince, a buscar toallas limpias.

Lo que el buen hombre no está dispuesto es a perderse el espectáculo de una pareja de gringos follando en la tumbona. Con un poco de suerte, después de un buen rato de espera, cuando al gigantón se le bajen los humos y la morenita aún siga con ganas de marcha, hasta puede que él tenga la oportunidad de echar un polvo…como la temporada pasada, con aquella pareja de jubilados de Los Ángeles. "Pinches pendejos, estos gringos".

-¿Te puedo pedir un favor…como te llames?

-¡Joder, sí! ¿Pero no puedes esperar a que termine con este pezón? Y ya sabes que puedes tutearme, así que llámame Tú.- responde Kevin, temiendo que a la congresista le dé por charlar…precisamente ahora.

-Nunca me lo han comido en el agua. Me lo debes. Prometo no ahogarte.

La siguiente secuencia nos muestra una toma subacuática, con Kevin amorrado al chochito, succionando y dando lengüetazos como un poseso, mientras procura no separar los labios de los de la morenita. La única pega es que, debajo del agua, no alcanza a oír el rosario de obscenidades que suelta Clara, aprisionando con sus muslos la cabeza de Kevin, y en un tris de faltar a la palabra dada.

¿Será mamón? Este tío, desde que dejó de cargarse gente, y "flipa" con el primer chochito que ve, ya no "mola" nada.

Por desgracia para el encargado de mantenimiento, nuestro héroe sobrevive a la inmersión –media docena de inmersiones, y gracias al intensivo entrenamiento al que la agencia somete a sus agentes, en previsión de tener que soportar ahogamientos durante un interrogatorio, que si no…-, sale indemne del polvo posterior –donde cubre-, del subsiguiente –con Clara agarrada al borde de la piscina y él pataleando para mantener la cabeza a flote-, y del ulterior –en una hamaca, gracias a dios-.

La siguiente secuencia, tras un fundido en negro en el que aparecen los dos tortolitos durmiendo abrazados, es un flashback de la visita a la "fábrica de caramelos". Sin derramamiento de sangre, con educación, buenas palabras y un par de llamadas a las oficinas de la Stubbs & Co, vemos a nuestra pareja flanquear sin problemas la entrada, visitar el barracón de internamiento –vacío, pero lleno a rebosar de instrumental médico y camas de hospital-, los laboratorios –donde un enjambre de batas blancas diseccionan trocitos de carne, que acaban como muestras de microscopio y otros cachivaches-, la sala de "Prohibido el paso". "Sólo personal autorizado", a cuya puerta tiene lugar otro tenso tira y afloja, resuelto a favor de Clara; y de donde desaparece –en el bolsillo de Kevin- un tubito de ensayo herméticamente cerrado, con la irresistible etiqueta de "Muestra Nº 25. Ensayo definitivo".

En cambio, nadie les impide el paso a la sala de autopsias, en cuya cámara frigorífica se amontonan los restos de tres docenas de cuerpos femeninos. Un rápido vistazo al archivo revela un dato curioso: todas ellas residían en Ciudad Juárez y alrededores.

Como colofón, una llamada del mismísimo Alexander Stubbs les cita en las oficinas de El Paso, mañana a mediodía, insistiendo en que considerará una falta imperdonable rechazar la invitación a comer.

-¿Qué opinas de todo este embrollo, Tú? Espera, me lo cuentas después de otra adivinanza- le propone Clara a un ya no tan sorprendido Kevin, que acepta el juego, después entregarle el tubito de ensayo, con la recomendación de que lo guarde y lo haga analizar en cuanto vuelvan a Santa Fe.

-No vale preguntar cosas tales como si pertenezco a Walt Disney Pictures. ¿Te has creído que soy el pato Donald de incógnito? Además, si me río, me desconcentro y tardo más en correrme.

-Me está empezando a gustar el juego. Por eso lo hago, bobo. Aún queda un buen rato para llegar a El Paso. ¿Repetimos?

La entrevista entre el viejito –como cariñosamente lo llama Clara- y "el mejor culito del Congreso" –como la saluda Alexander Stubbs…sobándoselo-, con Kevin en un discreto segundo plano, como corresponde al ayudante y chofer de la congresista, es cordial y esclarecedora, aunque a Kevin no se le escapa que la mitad del servicio del restaurante son gorilas a sueldo.

-Negocios, querida, sólo negocios…y altruista preocupación por el destino de la Humanidad. La reciente pandemia de gripe A nos abrió los ojos. Habría sido una catástrofe, comparable a las pestes medievales, si el virus no hubiera estado artificialmente atenuado…por nosotros.

-¿?

-Te estoy hablando claro, con el corazón en la mano y apelando a tu inteligencia. Verás como al final me das la razón- argumenta el viejo, ante la boquiabierta Clara –a la que se le ha pasado el apetito- y un impasible Kevin, que ataca con ganas las brochetas de solomillo al Calvados.

-La Madre Naturaleza es sabia. Cuando un organismo se reproduce en exceso, y las estimaciones estadísticas más conservadoras apuntan a que la población mundial alcanzará los diez mil millones antes del 2050, ella se encarga de atajar el problema…a su manera. Es un hecho científico incuestionable. Adelantándonos a lo inevitablemente que está por llegar, nuestro deber es limitar los daños…y hacer negocio con ello. Estamos hablando de un mercado potencial de entre dos y tres mil millones de clientes, que pagarán lo que queramos por una vacuna. Una vacuna que está, ahora mismo, en las últimas fases de desarrollo.

-¿Y la mitad, o más, de esa población que pensáis "proteger", sin recursos para pagar "lo que queráis"?- se atreve a contradecir Clara, levantándose de la mesa.

-Lamento oír eso, querida. La respuesta correcta es "lo que queramos". ¿Vas a renunciar a una parte del pastel por un estúpido escrúpulo moral? Jamás pensé que fueses tan tonta.

Malinterpretando los deseos de su patrón, cuatro gorilas disfrazados de camareros se abalanzan sobre Kevin y Clara. No van armados, por lo que, tras una corta refriega, sólo sufren fracturas y dislocaciones, sin fatales consecuencias, salvo complicaciones posteriores. En el tumulto, nadie repara en un chasquido de cristal roto, procedente del bolsillo de Clara.

-¡Maldita sea! No era mi intención ser descortés, pero comprende que estos chicos no están acostumbrados a que me lleven la contraria- se disculpa el viejo, deseándoles buen viaje a los dos.

Una hora después, tras haberse asegurado que nadie les sigue, Kevin se relaja por fin.

-Una joya, tu "viejito".

-Si el tubo de ensayo contiene lo que sospecho, va a resultar el peor negocio de la historia- contesta Clara, metiendo la mano en el bolsillo.

La explosión que destroza el deportivo tuneado y cubierto de polvo, le impide cortarse con los cristales del tubito roto durante el forcejeo en el restaurante.

Cuatro días más tarde, Alexander Stubbs, el servicio del restaurante, y tres cuartas partes de la población de El Paso, comienzan a mostrar los síntomas de una epidemia de gripe primaveral.

¿Qué mierda es ésta?

… … … Error 99. Error fatal del sistema.

GAME OVER.

El crujido de la consola coincide con otro, éste silencioso, en la corteza cerebral del jugador.

EPÍLOGO.

-Señor subsecretario, ¿entiende lo que le estoy diciendo? No, no es una ligera mutación de la gripe A. Se propaga igual y los primeros síntomas son parecidos. El problema viene después. 75% de mortalidad en el primer brote. ¿Hay o hay vacunas? Vale, pues mucha mierda y que Dios reparta suerte.

-¿Y esta piltrafa de chaval? A trauma…si es que queda alguna cama libre- se desespera el doctor Sánchez, sobrepasado por la situación, y echando a cajas destempladas, del recibidor de urgencias, a la dotación del SAMUR y a la Policía Nacional.

-¡Menudo gilipollas! Le corta el cuello a su abuela, intenta violar a una vecina –que lo rocía con spray antiviolador-, roba un coche y se estrella antes de salir del garaje -siniestro total, que ya es difícil-, atraca una farmacia a punta de pistola de fogueo –y el farmacéutico le abre la cabeza con un bate de beisbol- y cuando sale dando tumbos, se lo lleva por delante el bus de la línea 9.

El policía que cuenta los hechos apenas pude contener la risa. El sanitario que le escucha, en cambio, tuerce el gesto.

-Con la que está cayendo, sólo nos faltaba una epidemia de "colgaos". Éste es el quinto de hoy.

Apostillas de autor.

En una charla entre amigos, aprovechando que alguien sacó el tema de cargarse al personaje de una serie, se me ocurrió una descabellada idea: Ya metidos en gastos, ¿por qué conformarse sólo con uno? ¿Qué tal quedaría una historia en la murieran todos, absolutamente todos los personajes –protagonistas y secundarios- que aparecieran en ella?

Pues éste es el resultado del experimento.

Lo que en principio iba a ser un capítulo más de la serie "cuentos canallas" –de no más de 2.500-3.000 palabras-, se fue liando y enredando, hasta terminar en un "tocho" de más de 10.000 palabras.

Esto me demuestra dos cosas:

-Que aún tengo mucho que aprender sobre cómo organizar el aluvión de ideas que me ronda la sesera.

-Que puestos a la faena –con poca reflexión previa, como apuntaba antes-, cuando se trata de liquidar una historia por la vía rápida, no se me da mal. En este caso, antes de que la historia se me fuera definitivamente de las manos en cuanto a extensión, opté por recurrir a elipsis sucesivas. De ahí que el desenlace de la historia sea vertiginoso.

En cuanto al personaje, después de pintarlo como un cabrón sin escrúpulos, asesino, machista, maltratador y chuloputas de manual…vamos, un cromo de personaje, intenté que al final resultase casi hasta tierno.

En cuanto a las localizaciones, todas ellas existen y son verificables. El lector suspicaz puede que no se lo trague…Pero coño, para salir de dudas está Google, ¿no?

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Aniversario (5: Ingrid, relaciones públicas)

El Vuelo del Electra (Ejercicio)

Aniversario (4: La hija de la turca)

Aniversario (3: Inicio del crucero)

La Benéfica

Las Voces (6: Fin de la historia)

Juramento hipocrático

Las Voces (5: El Dinamintero)

Ingrid se embarca (Cont. de Papá Noel)

18 clavos (Querido Roberto:)

Aniversario (2: Antes del crucero)

Yo acuso: Papá Noel es un presunto pederasta

Las Voces (4: El inquisidor)

Aniversario (1: El puto regalo)

Perra vida

Las Voces (3: El centurión)

Esto si es un plagio

Dicc. de La Real Academia de La Húmeda. 3ª Edición

Las Voces (2: El puto destino)

Las Voces (1: El origen de las voces)

Las voces (0: No es amor, son feromonas)

La educación de Julia

Batallitas del abuelo

Minimicro

El del genio cabrón

Doctor, recéteme un polvito

Un cuento de hadas

Disección del autor (2)

In memorian (10: Pánico en la piscina)

Disección del autor

Por mí, como si te matas a pajas.

Dicc. de la Real Academia de la Húmeda. 2ª Edición

In memoriam (9: Cuatro bodas y un funeral)

In memoriam (8: Cuatro bodas y un funeral)

Diccionario de la Real Academia de la Húmeda

In memoriam (7: Asun...otra vez)

In memoriam (6: Balbina y el 23 F)

In memoriam (5: Ana y la disco)

In memoriam (4: El ácrata)

In memoriam (3: Pilar)

In memoriam (2)

In memoriam (1)