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Las Voces (1: El origen de las voces)

en Grandes Series

-"¡Manolito, cacho cabrón!".

-"Ya sé lo mucho que te jode. Por eso insisto en que pongas Manolito".

-"Si, he leído el borrador de la introducción, gusano. Me ha dolido comprobar que consideras pesado y aburrido mi estilo narrativo. Pero habrás visto que el tuyo no entusiasma a la distinguida audiencia. Hasta hay una lectora, con la que coincido plenamente, que lo califica de insoportable, ilegible y un atentado contra el idioma. Podrías tomar nota".

-"En lo sucesivo, me reservo el derecho a revisar el manuscrito, borrar lo que considere impertinente, comprobar que los términos científicos se transcriben fielmente, impedir que perviertas con tus chistes la línea argumental del escrito y vigilar que mi honor no sufre menoscabo a manos de tu sucia pluma".

Todo lo anterior, palabra por palabra, me ha sido dictado por Segis, por un cabreado Segis, y transcrito en contra de mi voluntad. No han valido de nada mis protestas. El capullo insiste con las gilipolleces de costumbre: claridad en la exposición, orden cronológico, corrección gramatical y nada de tacos ni meterme con el distinguido lector. ¿Pero quién cojones creerá que lee esto?. No creo que sea la comunidad científica ni la de académicos de la lengua.

 

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Tras unos días muy cabreado, el puto genio ya se ha calmado. Finalmente, después de mucho discutir, hemos llegado a una solución de compromiso: él habla y yo traduzco. Procuraré ser un buen chico y no tocarle los cojones más de la cuenta, no se vaya a mosquear definitivamente y se quede sin contar…lo de SU DESTINO.

La verdad es que han sido unos días horrorosos. Tan pronto me abroncaba llamándome descerebrado, inútil, falto de tacto y analfabeto, como se deshacía en elogios por mi buen carácter, probada amistad e infinita paciencia. ¡No te jode!, la santa paciencia que hay que tener para soportar a un puto genio en casa.

Pero como me vuelva a llamar Manolito, ¡va a escribir esto su puta madre!.

Se piensa que tiene que velar por mí como la vieja, cuando la verdad, que quede entre nosotros, es que soy yo quién le saca las castañas del fuego.

Le da tantas vueltas a las cosas que se pierde entre tanto análisis y, al final, es el menda quién toma las decisiones importantes del día a día. No tendré ni puta idea, lo reconozco humildemente, sobre matemáticas, filosofía, bioquímica o alta política internacional, pero que no me toque el nabo con disquisiciones sobre en qué garito ponen las mejores tapas, dónde encontrar a las guarrillas que nos cepillamos y por dónde llegar antes al centro en plena hora punta. El resto es cosa suya.

Empezando por el principio y siguiendo un orden estrictamente cronológico, como a Segis le gusta, diré que nació hace 25 tacos, con luxación de cadera. No se trata de un defecto congénito ni de un accidente durante el embarazo. La comadrona que le tocó en suerte, bruta como ella sola, se puso las botas dándole de hostias en el culo para que llorase. ¡Joder!, ¿para qué tenía que llorar si ya sabía respirar él solito?. Al final, claro que lloró, cualquiera no llora cuando le desencajan la cadera.

No hace mucho se la encontró por la calle (a la comadrona, la cadera suele salir ya de casa con ella), convertida en una venerable ancianita, a la que ayudó educadamente a cruzar una calle con denso tráfico. Lamentablemente, la venerable no consiguió alcanzar la otra acera.

Gracias a Dios, los seres humanos tenemos la cualidad de no conservar recuerdos de nuestros tres o cuatro primeros años de vida. Y el que diga lo contrario miente cual bellaco. Muchos de los que consideramos nuestros primeros recuerdos, no son más que la versión distorsionada de nuestros viejos de algún acontecimiento reseñable. En resumen, que no son tuyos, chaval, que te los han contado.

Los seres humanos poseen ésta bendita cualidad, no los putos genios. Para su desgracia, Segis lo recuerda todo desde las doce primeras semanas de gestación.

Hay que ponerse en su pellejo, siendo plenamente consciente de lo que ocurre, para imaginar el trauma del parto. Y después: ansiar el cálido y alimenticio seno maternal y que te enchufen un biberón con leche en polvo; a la familia paterna, con grados varios de imbecilidad, hablándote (cuchi, cuchi, pequeñín, di ma ta pa tito cuchi monín, qué nene tan rico), querer decirle "tonto’l culo, háblame en cristiano" y no poder…terrorífico.

Otro asunto que, sólo recordarlo le produce escalofríos, es de cagarse encima y tener que esperar hasta que algún alma caritativa interprete sus lloros como una señal de alarma. Lo dicho, menuda putada acordarse de todo eso.

En cuanto sus cuerdas vocales se desarrollaron lo suficiente para articular palabra, pidió un periódico a sus sorprendidos viejos. Los parientes desaparecieron de su casa, convencidos de estar ante una manifestación del maligno.

Va siendo hora de empezar con el peliagudo asunto de LAS VOCES.

Ya sea prueba de descargo para asesinos en serie o causa de ingreso en una institución mental, como le ocurrió al final a su vieja, hay un montón de gente que oye voces, reales o imaginarias.

Las voces que Segis empezó a oír, ya cuando chapoteaba feliz en el líquido amniótico, en todas las lenguas conocidas, eran muy reales. Luego, el cabrón presume de facilidad para los idiomas. Hay que joderse.

Ya sea por poseer una mente de configuración cartesiana, o cierta anormalidad física referente al hipotálamo, el caso es que las voces de Segis eran muy ordenadas y nunca intentaron volverle loco con sus chismorreos. No como a su pobre vieja.

Parece ser, según me cuenta y yo transcribo sin tener ni puta idea de lo que me habla, que son la manifestación de las consciencias de todos sus antepasados masculinos, por vía mitocondrial materna, desde el origen de la especie. Millones de antepasados, muertos, pero de alguna manera presentes en su cerebro con todas sus vivencias y recuerdos.

(Me estoy cagando del susto escribiendo esto y más viendo la cara de férrea determinación que pone Segis, señalándome con el dedo y diciéndome que si me ocurre bromear con sus palabras, me cuelga de un gancho).

 

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Perdónenme la interrupción, pero después del acojone que me metió Segis en el cuerpo, no me quedó más remedio que tomarme el fin de semana libre. Aproveché que Segis había salido a buscar SU DESTINO y que Karla tenía unos compromisos artísticos en provincias, para llamar a Irma y quitarme el susto follando.

La susodicha es una de las teresianas del colegio mayor, así que no hará falta contarles las circunstancias que nos llevaron a conocernos en una orgía.

Ya habrán astutamente deducido que no he vuelto a poner los pies en la citada institución universitaria y que no hemos salido de casa ni para comprar tabaco.

Aún así, nos hemos dosificado: no hemos pasado de la docenita y media de polvos en dos días. Después del maratón sexual de la orgía en el colegio mayor, Irma ya no se asusta por nada, pero no es plan dejarla como un guiñapo a base de polvos. Me ha jurado no contarles nada a sus amigas. No quiero escándalos delante de mi casa.

Es la clásica alemanota, grande, tetona y rubia. Cuando digo grande, no quiero decir gorda; quiero decir 1,85 y 70 Kg de alemanota bien proporcionada y carnes prietas. Aún no habla con fluidez el castellano, pero no tenemos problemas para entendernos con el léxico sexual básico. Para otras charlas, nos apañamos en hispanglis, aunque tampoco charlamos mucho.

¡Joder, casi se me olvida hablarles de su clítoris!. Impresionante. Impresionantemente grande, sensible y explosivo.

Del tamaño de una canica gorda, en estado de reposo ya asoma impúdico entre los labios de su chocho. Si se lo toco, se lanza. Si se lo lamo, se muere. Y si lo sujeto entre mis labios y lo repaso con la lengua, explota y se muere de verdad. El susto que me dio la muy cabrona, cuando le dieron palpitaciones entre corrida y corrida, ni les cuento. Así que tengo que andarme con cuidado con su clítoris.

En cualquier otro aspecto, es un modelo de alemanota duro y resistente de cojones. Una bocaza que parece un buzón de correos, perfecta para las mamadas labios contra rizos (sus labios contra mis rizos), avariciosa y tragona. Un chochazo acorde con la talla de su propietaria y un culito que me pone malo. Creo que un día de estos le diré alguna cosa bonita. Tengo que consultarlo con Segis.

Volviendo al asunto de las voces, tras un reparador fin de semana, tener dentro del coco millones de vocecitas tiene que ser un palo. Imaginen todas las implicaciones: que se pongan a cotorrear todas a la vez, no poder estar nunca seguro de que tus pensamientos son tuyos verdaderamente, por no hablar de la sobrecarga de los circuitos neuronales. Lo lógico en estos casos es terminar peinando bombillas u organizando una masacre en el supermercado de la esquina. Todo lo cual, no hace si no confirmar la genialidad de Segis.

Ya desde pequeñito consiguió poner orden en el caos en que podría haberse convertido su mollera, estableciendo un estricto protocolo que impedía a más de una voz (en adelante hablaré de consciencias; es más correcto, según Segis) tener acceso a sus funciones cerebrales, dependiendo de la importancia de los recuerdos y/o habilidades del antepasado al que correspondiese. De ésta forma, los cientos de millones se reducían a unos miles. El resto no pasaban de ser fantasmales sombras en el fondo de su mente.

El descojone se producía cuando dormía. ¿Recuerdan lo que les dije sobre los canturreos de Segis?. De pequeñito, si se alteraba más de la cuenta, se le disparaba el automático y empezaba a bailar en círculos, haciendo aspavientos y salmodiando en lenguas extrañas (lapón y bosquimano, supo después). Durmiendo, aún canturrea; pero de pequeñito montaba un concierto de música y baile étnica.

Ya le digo que ésta es una fea costumbre, que tendrá que ir corrigiendo con el tiempo, si quiere conservar alguno de sus ligues. Escapan y no vuelven, en cuanto pasan una noche con él. "Tío, o convences a tus voces de que ronquen en lugar de cantar o matas a polvos a la churri durante toda la noche. Tú verás", le aconsejo yo.

También es verdad que las churris están encantadas con él, incluso antes de inventar el potaje de feromonas, pero no hay ninguna que soporte una noche de run run en bosquimano.

Las ventajas de tener una base de datos tan amplia dentro de la mollera, es evidente. Imaginen disponer a voluntad de cualquier clase de conocimiento o habilidad desarrollada por sus antepasados. Por eso no había dios que aguantase al sabiondo niño Segismundo, condenándolo al ostracismo. A mí nunca me importó tener un amigo sabelotodo. Tampoco le doy tanta importancia. Lo cual considero que es la base de nuestra amistad, desde la más tierna infancia. Bueno, eso y que, según Segis, soy un auténtico descerebrado al que nunca impresionaron sus prodigiosas dotes mentales…y sus salidas de pata de banco, añado yo.

Otra cosa que tendré que explicar, sin entender una mierda, es lo de sus funciones hormonales. Resulta que Segis carece de hipotálamo. O más concretamente, que las funciones que regula el hipotálamo están asumidas por la parte racional de su cerebro. Es decir, el cabrito puede regular a voluntad todas sus hormonas.

Ahora me explico el origen de las hazañas sexuales que me tenían tan acomplejado de adolescente, en comparación con un fenómeno, entiéndanme bien. Que ganase todas las competiciones atléticas en el colegio, nunca me importó; pero que siguiera follando, cual conejito Duracel de los cojones, dos horas después de haber tirado yo la toalla, era algo que me sublevaba.

La parte negativa, es que nunca se acuerda de comer ni beber. Esa cosita que llamamos hipotálamo, resulta que es la que nos dice que tenemos hambre y sed. Tengo que estar pendiente del puto genio para que no se deshidrate ni pille una anorexia. Lo que les decía, un genio despistado.

Vale, un cabrón muy listo, un follacabras digno aspirante a secundario de peli porno, ¿y qué?, estará pensando el respetable lector, aburrido de tanta monserga y a punto de abrirse las venas.

¿Cómo que y qué?, ¡despierta, mamón!, ¿tú sabes la mina que hay aquí?.

A ver, ¿cuántos tesoros escondidos quedan sin descubrir?, ¿ciudades perdidas en la selva, remotos desiertos o lejanas montañas? (me suena de algo, debe ser la letra de una triste canción), ¿cuántos superventas se pueden escribir con las andanzas de los antepasados de Segis?, por no hablar de los conocimientos ancestrales, polvos históricos y cuentos chinos que nos pueden contar. Que me van a contar, cagando leches, ya estoy acogotando a Segis para que empiece a ponerse en trance y dejar tomar la palabra a toda la panda de viejas glorias familiares.

Estoy tan emocionado que no voy a poder dormir. Voy a llamar a Irma y me importa un huevo si acabamos en urgencias. Ésta noche me trago la canica. Mejor le rompo el culo y me la trago después, no me vayan a empapelar por escándalo público en la Seguridad Social.

 

 

Apostillas del autor:

Algún lector avispado, amante de la ciencia ficción, habrá encontrado ciertos símiles argumentales con alguna de las obras de Frank Herbert, insigne fiambre. Aplaudo su perspicacia, no son casuales.

Si el astuto lector, además, es un auténtico fanático del insigne fiambre, le invito a ponerse en contacto conmigo y unirse al maquiavélico plan para sabotear la próxima publicación que prepara su hijo. Repito, sólo para fanáticos, en cuyo caso ya sabréis de lo que hablo. El comando Sardaukar ya está preparado. Ahora necesitamos un cabeza de turco, preferiblemente con cáncer terminal y que sea discreto.

Vuelvo a rogar, encarecidamente, leerse el diccionario:

http://www.todorelatos.com/relato/54525/

Ya no volveré a pedir más valoraciones terribles, para mantener un discreto y confortable anonimato. ¡Menuda panda de cabrones!. No sólo se pasan la recomendación por el forro de los cojones, encima putean con buenas valoraciones. Vale, lo tendré en cuenta. El día que abran en canal los navajeros del top-100, ya no habrá lamentaciones que valgan.

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