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In memoriam (3: Pilar)

en Confesiones

Tiempo me faltó para revisar los nombres de los buzones. Tampoco había tantos vecinos. Cuatro plantas, a tres pisos por planta, hacen…hacen…12. (sin calculadora).

Decepcionado, comprobé que no había ninguna Sara. El 4º B sin indicación alguna…igual se ha mudado de piso. Y ya metidos en faena, aproveché para cotillear los nombres de todos los pisos B, los A y C daban a la calle, buscando las posibles candidatas a dueñas del tanga. En el 2º B una tal Pilar, en el tercero una parejita entrada en años y el cuarto vacío. No había duda.

"¿Pero qué estás haciendo, salido?". La voz de mi conciencia reprochándome acción tan canallesca, y como acto reflejo me pasé el dedo por la cicatriz del labio superior.

El fin de semana libraba la asistenta. Sábado 14.00 h. Estaba en la ducha, y ya era la tercera del día (que no se me olvide cortarle los huevos al instalador del aire acondicionado).

Suena el timbre. Me cago en sus muertos.

"No estoy. Prueba en el piso de arriba. Seguro que te dan algo". A voz en cuello para que me oiga el más que probable pedigüeño, testigo de Jehová o vendedor de enciclopedia Larousse.

Vuelve a sonar…insistente. Me seco a medias, la toalla empapada enrollada en la cintura y dispuesto a desahogarme a gritos.

-"¡Hola!. ¿Vengo en mal momento?. Soy Pilar, tu vecina del piso de arriba. Verás, me da un poco de apuro. Me acaba de caer una prenda y quería recuperarla"-, y a todo esto ya se había colado en casa, yo con una mano crispada sobre la toalla, temiendo resbalar y romperme la crisma en el charco de agua que se formaba a mis pies y diciéndole "¡Cállate!" al pajarito, que empezaba a encabritarse al rozarlo al pasar aquel culo portentoso, pequeñito, pero precioso...pequeñita, pero preciosa, quería decir.

-"Encantado. Ma-Manuel. No, que va, estaba terminando"-, alzando la voz, porque ya estaba en el salón y yo seguía sosteniendo el pomo de la puerta abierta.

"¿Por dónde se sale a la terraza?. Llevas un mes aquí, ¿verdad?. Que raro no haber coincidido antes. Paras poco por casa, eh?. Si tuviera una terraza así la aprovecharía más…de día. Montaría una piscina de portátil. Yo suelo cenar en la pizzería de la plaza. Después me tomo algo en la terraza de al lado. A ver cuando coincidimos y me cuentas algo…Ciao"-. Esto último saliendo ya -con las bragas en la mano- por la puerta que seguía abierta, diligentemente sostenida por una estatua de sal.

-"Adios"-, acertó a decir la estatua.

-"¿Serás gilipollas?". Se te presenta un bombón como éste y ¿se te ocurre un discurso tan brillante?". Bueno, habrá que solucionarlo presentándose, casualmente, en la pizzería…aunque tenga que hacer guardia toda la noche.

Recapitulemos: Pilar. 25 ó 26 años, que tengo buen ojo para eso. 1,60 más o menos, delgadita, pero no un palo, de palo nada…¡que curvas!. Morena. Melena larga. Calladita…je,je: un morro que se lo pisa. ¿Que ha dicho de de aprovechar la terraza…de día?. ¡No puede ser, si no se ve un burro a tres pasos!. (Estas eran cuestiones de las que se ocupaba inconscientemente mi cerebro…la parte consciente seguía en estado de shock).

Paranoia: ¿Tendrá prismáticos de visión nocturna?. Igual se los ha comprado para espiar al cachas de enfrente. No, tranquilo, el tío monta el numerito con la luz encendida.

Más tarde me di cuenta de que era el segundo tanga que se le caía. ¿Tendría Parkinson?...o igual era una sutil forma de llamar la atención.

Apenas se hizo esperar. A las 22.00 h estábamos debatiéndonos ante la duda de una Margarita o una Caprichosa. Lasaña o canelones.

Y luego llegó el interrogatorio, no sin que antes tuviera el tiempo justo de alabar…sus zapatos. (deshacerme en alabanzas sobre su camiseta, ¿o eran dos, una sobre otra? y los vaqueros rotos, ya me parecía excesivo).

La GESTAPO no debía hacerlo mejor en sus tiempos: "¿en qué trabajas?, ¿vives sólo?, ¿cuantos años tienes?, la señora que me encuentro a veces, ¿no será tu madre?, ¿por dónde paras?, ¿dónde comes?, ¿te gusta la ciudad?, ¿ya has visitado la catedral?, dentro de un mes son las fiestas…preciosas, ¡no te las puedes perder!, ¿decías que sólo estarás aquí 6 meses?. ¿Ya conoces a alguien?, quiero decir, ¿sales con alguien?. Ja, ja. No te pregunto si ya te has echado novia…yo si que tengo novio. Ahora anda de viaje, en Bruselas, motivos de trabajo. Un chico muy majo, de muy buena familia, muy de toda la vida de aquí. Anda dame tu teléfono y te llamo algún día…antes de que vuelva, claro".

Canté como un canario, ametrallado a preguntas, sin tiempo a recuperar el aliento, ya me estaba haciendo la siguiente. Yo saqué en claro que tenía 31, licenciada en Historia, en paro, canguro ocasional, traductora de inglés ocasional, monitora de aerobic ocasional y…"¿allanadora ocasional de moradas?". Vaya, unas risitas por fin. Su teléfono no me lo dio…me contestó con otra pregunta.

En cuanto al novio, "no será celosote,¿verdad?. No quiero terminar tomando las sopas con una pajita". Contestó con una sonora carcajada y un "Nos casamos en noviembre, cuando vuelva. No te preocupes, es muy buen chico, está loquito por mis huesos y quiere que salga mientras está fuera. Otro día te llamo y quedamos. Mañana tengo que madrugar…¿no te dije que soy socorrista, ocasional, de la piscina municipal?".

¡Joder, y calientabraguetas, ocasional!, de transeúntes en la ciudad, pensaba esa noche, mientras le daba vueltas al rollito de lo buen chico que era su novio, futuro contrario en mes y medio. Puse a trabajar el disco duro de la memoria a todo gas y confié en que el método analítico me diera alguna respuesta.

Datos contrastados: Un mes en el piso. Chica sola en el piso de arriba. Con novio formal, estos ya habían repartido invitaciones. Novio viviendo con sus padres (eso se le había escapado). Premisa: Que sitio mejor para montárselo que el piso de ella?.

Hipótesis 1: Ninguno.

Hipótesis 2: ¿Algún escándalo nocturno grabado en el disco duro?. Ninguno.

Hipótesis 3: ¿Piso insonorizado?. Poco probable.

Hipótesis 4: Serían de los madrugadores; es decir, ¿de media tarde?. Poco probable. Trabaja como asesor financiero y esos terminan más tarde que yo.

Conclusión: Será todo lo buen chico que quieras, pero más soso que una ensalada de nabos.

Propuesta de actuación: Mañana sin falta, una sesión nocturna de tumbona, con la luz del salón encendida…como por descuido.

Domingo. 23.00 h. Después de media hora larga de ejercicios gimnásticos de mi querida amiga, empezaba a agotárseme el repertorio de virguerías. ¿Habría algún fallo en el desarrollo del método, tan cuidadosamente elaborado durante la noche anterior de insomnio?.

Hasta que un ligero roce en la plaqueta de la terraza me hizo girar la cabeza. Allí estaba: el tanga rojo.

Ahora, ¿habrá que esperar mucho rato?.

¿Será de las frías y calculadoras y me mantendrá en observación unos días más?

¿O de las que se lanzan a la piscina antes de comprobar si hay agua?.

Un enérgico timbrazo despejó cualquier duda.

Con lo que no contaba era con una ofensiva con armas de destrucción masiva.

-"Tengo que pedirte un favor. Necesito lavar y planchar el tanga porque se me han estropeado la lavadora y la palncha. Ji,ji. Este es el último que me quedaba limpio. ¿No te importa, verdad?"- me decía, mientras yo flipaba con el pantaloncito pirata de lycra negro, pegado como una segunda piel, el top sin mangas que apenas podía contener aquellas tetas... con unos pezones que se marcaban en 3D y el pircing del ombligo que me estaba hipnotizando por momentos.

La toalla con la que me había tapado ofrecía un curioso perfil de tienda de campaña.

-"¿Te gusta mi peinado?"-. Ni me había enterado de que se había recogido la melena en dos largas trenzas que le daban imagen de Lolita traviesa.

-"¿Tú no tienes tatuajes o pircings?. A mi me encantan. ¡Mira!"-, bajándose el elástico del pantaloncito justo hasta la raja del culo, enseñando unos ideogramas chinos o japoneses tatuados.

-"¿Qué significan?"- acerté a preguntar, al borde del infarto, al darme cuenta que no había mentido al decirme que era el último tanga que le quedaba limpio.

-"Ja, ja, la curiosidad mató la gato. ¿Me pones una copita mientras lavo y plancho?"-, recomponiendo el elástico.

-"Claro, tómatelo con calma mientras me ducho!"-. Las normas de etiqueta imponen diez minutos de cortesía antes de lanzarse al abordaje, y yo no estaba seguro de aguantar tanto. Así que una ducha era una salida de buen gusto.

-"La senda de la serenidad discurre entre montañas"-, me espetó, al salir de la ducha.

-"¿Qué dices?"- le pregunté, saliendo del baño cubriéndome con la toalla. Al alzar la vista volvió la taquicardia al encontrarla en tanga mientras planchaba el pantaloncito y el top. Sentía la mano floja sobre la toalla, la polla encabritada debajo y el labio colgando...espero no haber babeado.

-"El significado de los ideogramas, ya sabes. Me los hizo un amigo japonés"-, con aquel par de tetas balanceándose al compás de los movimientos de la plancha. ¡A la mierda las normas de etiqueta!.

-"¿Te pongo otra copa?"-.

-"Vale, ya acabo con esto!"-. Ni de coña iba a dejar que se vistiese.

Cuando daba los últimos toques de plancha al pantalón, me acerqué por detrás dejando caer un par de gotas del hielo del whiski en su nuca, dejándolas resbalar unos instantes antes de atraparlas con la boca mientras ella daba un respingo.

Apagó la plancha, se giró y el morreo que me propinó fue apoteósico. Sentía su lengua forcejear con la mía, jugando ambas a invadir el campo contrario, enroscándose, desenroscándose, siendo succionadas por los labios. Sus dientes mordisqueando mis labios y una mano aflojando la toalla y sobando de paso una polla que impidió que la toalla tocara el suelo cuando cedió el nudo.

Bajó chupando y mordisqueando mis tetillas, metiendo la lengua en el ombligo y terminando el recorrido agarrando la polla con una mano y los huevos con la otra, deslizándola sobre sus mejillas y dándole unos lametones al capullo que me hacían hervir la sangre. ¡Mamada de liga de campeones!.

Acuclillada como estaba, comenzó un lento bamboleo, en el que en cada embestida hacía desaparecer mi polla dentro de su boca, deslizando una mano dentro de su tanga y sujetándome por el culo con la otra.

Gruñidos de loba me llegaban desde abajo, con la boca llena para que fueran inteligibles, y mi cabeza giraba en un tobogán alucinante con los ojos cerrados. Cinco minutos sometido a este tratamiento y sentía mi polla a punto de reventar.

-"Estoy a punto de correrme"-, le dije con un hilo de voz, a lo que respondió calzándosela hasta los huevos y sacudiendo frenéticamente la cabeza a uno y otro lado.

El cañonazo de semen que le sacudió directamente las amígdalas le provocó una sacudida eléctrica en la cabeza, retirándola un instante para coger aire y volver a continuación a la carga con mayor ímpetu. Yo seguía descargando chorros de leche y ella tragando al mismo ritmo. Pasado un tiempo que se me hizo eterno, convencido de que había sorbido hasta la médula, comencé a notar sus uñas clavadas en mis nalgas y conseguí que soltara mi polla que salió de su boca con un taponazo.

No la había tocado, apenas mirado, y ahora me daba cuenta que estaba corriéndose, gimiendo poseída, con dos dedos clavados hasta los nudillos, el tanga corrido a un lado y asomando dos aritos colgados de los labios del coño.

El siguiente morreo, con un sabor ligeramente salado, terminó de volver a ponerme en el disparadero, mientras ella se deshacía del tanga y rebuscaba entre los pantaloncitos. Dejó resbalar por sus tetas una cadenita de oro a la vez que yo me dedicaba a poner sus pezones en ebullición mordisqueándolos suavemente y repasándolos con la lengua.

-"¿Sabes como se usa?"- me preguntaba, y sin esperar respuesta la enganchaba a los aros de su coño.

-"Tienes que tirar suavemente para separar los labios y con el extremo libre rozar el clítoris"- y yo asintiendo sin decir ni mu.

El siguiente asalto fue ya cómodamente instalados en la cama, siguiendo sus indicaciones respecto al manejo de la cadenita, dándole un repaso de lengua al chocho que se habría como una flor a cada tirón de cadena, y viendo un clítoris tremendamente hinchado que se ofrecía impúdico a mi boca, provocándole violentos espasmos a cada repaso de lengua.

A estas alturas ya dominaba el arte de utilizar el extremo libre de la cadenita como un látigo con el que fustigar todo el chocho. Los saltos que el culo de Pilar daba en el catre eran olímpicos, sus gemidos tremendos y una cascada de flujo empapaba mis labios y mi lengua, empeñados en sacar petróleo de aquel pozo.

Con la polla en posición de firmes de nuevo, fui clavándosela poco a poco, con la cadenita resbalando por debajo, hasta tropezar mis huevos con ella e iniciar un mete-saca fantástico. Mis dedos estaban engarfiados en sus tetas, los pulgares sobre sus pezones y su boca lamiendo la punta estirada de mis dedos.

Ahora que iba incrementando el ritmo de mis acometidas, la polla encajándose hasta el fondo de su vagina, rozando con el capullo en cada acometida la entrada del útero, los aullidos de perra en celo que daba tenían que haber puesto en estado de alarma a todo el vecindario. Un conejo tan hambriento como aquel tenía que haber pasado mucha hambre ultimamente.

La corrida que tubo la sentí en mis huesos... y en mi piel. Sus caderas arremetiendo contra las mías y sus malditas uñas de nuevo clavadas en mis nalgas, queriendo introducirme entero en su chocho, mientras una de mis orejas desaparecía en su boca, la lengua dentro y sus dientes amenazando arrancármela en alguno de los espasmos que la deshacían.

Conseguí que se fuera calmando poco a poco y mantener de milagro la erección después de haber temido por mi integridad física. Terminé dándole la vuelta y dedicándome a recorrer con la lengua su espalda.

¡Y pensar que la mayoría de las tías desconocen las posibilidades eróticas de su espalda!. Desde luego Pilar no era de estas. Empezó a calentar motores de inmediato, ronrroneando y tensándose con las manos agarradas al cabecero. En el momento que empezaba a chuparle el cuello y la oreja, mi polla se deslizó por sus nalgas hasta tocar su resbaladizo chocho. Un hábil culeo por su parte y consiguió introducirla antes de que me diera cuenta y sacarla. Tenía que calentar a aquella fiera hasta ponerla de nuevo al borde del orgasmo antes de follarla otra vez. O eso o me dejaba seco.

"La senda de la serenidad discurre entre montañas"-, sonreía ante la pancarta encima de su culo, "y la de la lujuria... por estas montañas", pensé que tenía que haber puesto el cretino nipón. ¡Que vicio de culo!.

Macizo y duro, no demasiado grande, respingón y con un pliegue perfecto en las nalgas...un caramelo que chupé, lamí y mordí hasta desencajarme la mandíbula, acariciando la cara interna de sus muslos, y dedicándoles unos lametones enfervorecidos. En esta estaba, recorriendo con la punta de la lengua todo el desfiladero, desde encima del anillo perfecto de su ano hasta la cueva del conejo, cuando con una mano aplastó mi cabeza contra él, la punta de la nariz forzando su esfinter y la lengua enterrada en su chocho.

Aguanté sus empujones mientras me quedaba sin aire, cada vez más adentro, y... juro por lo más sagrao que fue la primera vez que mi nariz folló un culo.

Con el piloto de reserva de oxígeno en rojo, la levanté por las caderas hasta dejarla a cuatro patas, clavándole la polla con un golpe seco, hasta que mis huevos volvieron a tropezar con la cadenita. No le veía la cara, pero creo que ni parpadeó. La polla se deslizaba como en un tobogán de parque acuático...un chocho húmedo y resbaladizo que sujetaba mi polla como un guante. Sus nalgas se estremecían con cada embestida, con un movimiento de arriba-abajo que anticipaba la entrada de mi ariete, y un movimiento circular una vez dentro que parecía estirarla unos cuantos centímetros más...

No suelo decir ni mu en estos casos. Los arrebatos poéticos los reservo para situaciones de menos stress, pero ahora me sorprendía a mi mismo berreando como un cerdo en el matadero, compitiendo con los alaridos de Pilar y dejando blancos los nudillos de mis manos sujetando sus nalgas.

-"¡No te olvides de la cadena!. ¡Tira!...¡Tira, cabrón!"-, me tuvo que repetir antes de que mis neuronas reaccionaran... estaban todas ellas en mi otro "cerebro".

Si no le arranqué la cadenita de los labios del chocho fue de puro milagro. Los tirones que le daba, acompasados con las acometidas cada vez más frenéticas de mi polla, eran como para derribar el portón del castiilo.

Sus aullidos aumentaron de volumen, si eso era todavía posible, pasando a un quejido histérico cuando empezamos a perder la coordinación de movimientos. Las contracciones de su coño se sucedían a un ritmo frenético, triturando mi polla. Las convulsiones de su cuerpo le impedían arremeter contra mi como hasta entonces, y terminó doblando las rodillas. Aproveché la circunstancia para inmovilizarla por las caderas contra la cama y sacudirle una serie de pollazos a ritmo de pistón a 6.000 rpm.

Aquello terminó de desatar los truenos del infierno, y una cascada de orgasmos sin pausa entre uno y el siguiente. Mi polla ya no chapoteaba en su coño... se zambullía en cada embestida en una piscina. Sentía la presión en mis huevos y como la cadenita me los depilaba, arrancando unos cuantos pelos de mis cojones en cada embestida.

La corrida que me derrumbó sobre ella fue como una liberación. Sentía el ritmo de tam tam de mi corazón rebotando en su espalda y el suyo como un eco del mío.

Permanecimos así bastante rato, incapaces ninguno de los dos de mover un músculo, y yo maravillándome de la polla siguiera hurgando en su interior por iniciativa propia. Recuerdo que me vino a la memoria una historia sobre priapismo (que dejaremos para otro día. Esta parte ya se alarga más de la cuenta y tampoco quiero abusar de la paciencia del "sufrido" lector).

Una vez aseados y compuestos, tomando un café, pasamos la moviola de las mejores jugadas del partido. Me confesó que nunca había sentido una sensación semejante, que había perdido la cuenta de orgasmos mucho antes de acabar y que alucinaba con la cabalgada final. Yo intentaba poner cara de póker y de tipo curtido en estas lides, pero me duró poco viendo el entusiasmo con que se expresaba...y terminé confesándole que todavía me duraba la impresión...y el susto.

Los encuentros se repitieron a menudo, siempre en mi casa, previo telefonazo por su parte...no me dio el suyo. Pero, siempre hay un pero, la pasión y la magia de aquel primer encuentro no se repitió. Buenos polvos, mucha imaginación y alguna virguería que no había osado perpetrar hasta entonces, pero pura gimnasia. No la veía en unos días, una llamada...y al rato entraba en mi casa como un ciclón. Intenté quedar fuera con ella: tomar algo, una cena, un paseo, no se... algo más que no fuera follar, pero que nones.

La explicación llegó sola un par de meses más tarde, después de empezar a compartir aquellos encuentros con otros, digamos más normales.

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