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Yo acuso: Papá Noel es un presunto pederasta

en Hetero: General

No le faltaba razón a mi mamá, cuando me decía que no me fiara un pelo de los tipos que me ofrecieran caramelos. Pues Papá Noel tiene mayor peligro. O me van a decir que la Barby pendón y su chulo Ken, el videojuego de Killer Demon in the School III o el BMW 500, escala 1:5, con batería para 5 Km, no apetecen más que un caramelito, ¿eh? Pues eso, Papá Noel te seduce con regalitos y, cuando te quieres dar cuenta, estás sentada en sus rodillas.

Vale, reconozco que con la mayoría no pasa de ahí. Pero conmigo, no. A mí me hizo de todo, el cabrón viejo verde. Perdón, viejo rojo (sin connotaciones políticas).

Debería haber empezado por presentarme, pero es que estoy tan furiosa que una pierde los buenos modales. Les ruego me perdonen. Me llamo Ingrid, tengo 24 años, madre soltera, con un hijo de 4 añitos, una preciosidad de niño y vivo en Nordreisa, fylker (provincia) de Finnmark, un pueblo muy pintoresco de la costa, muy al norte, en la Laponia noruega.

Me da mucha vergüenza describirme físicamente, producto de una estricta educación luterana, pero procuraré vencer mi natural timidez, en bien de la correcta interpretación de mis experiencias.

¿Cómo lo diría? ¿Han visto a la tipa esa del anuncio de coches Saab? Sí, la que lleva los cubiertos de la ensalada en el moño. Un pedazo de pibón, ¿verdad? Pues podríamos pasar por gemelas. Y, además, no tengo ni un pelo rubio de tonta. El pibón no sé como será, pero yo soy muy lista.

El caso es que tuve un desarrollo precoz. Cuando me llegó la primera regla ya tenía un tipazo de impresión. Los chicos de mi pueblo y, sobretodo, los papás de los chicos de mi pueblo, siempre fueron muy atentos y educados conmigo. Nunca me dejaban subir sola en el ascensor, abrazándome fuerte, para que no tuviera miedo. También me saludaban por la calle, echando mano al paquete y sacudiéndoselo con garbo. Ya digo, unos perfectos caballeros.

Mi relación con Papá Noel, hasta entonces, fue muy normal, nunca me demostró un cariño especial.

La cosa cambió en las navidades de ese año. La cola para sentarse en sus rodillas, entregarle la carta y solicitarle algún regalo especial, era tan enorme que llegaba hasta la puerta del centro comercial. Pero tuve mucha suerte. En cuanto me vio, me hizo señas para que me acercara, colándome por delante de todos los niños, que protestaban por tan descarado favoritismo. Yo estaba muy orgullosa de ser la elegida y lo demostraba agitando mi carta y el vuelo de la falda, así como dando unos saltitos de alegría que hacían que mis tetas bailaran siguiendo el compás.

Me extrañó un poco que dejase una mano debajo y que la otra me la pusiera en una teta, cuando me senté en sus rodillas, pero enseguida me tranquilizó con las preguntas de rigor: ¿Cómo te llamas? ¿Has sido un niña buena?, etc. Casi se me saltan las lágrimas cuando leyó mi carta, jugueteando con la mano a colarse dentro de mi falda, y me dijo que eran muchos regalos, que lo tendría que estudiar con calma.

-"No, por favor, Papá Noel. Mis juguetes. Los quiero todos. Porfa, porfa, porfa". Estaba desesperada, haría cualquier cosa y, por mucho que me esforzaba, no conseguía que las lágrimas rodasen por mis mejillas. Aunque los pucheros que hacía eran muy convincentes.

-"¿Seguirás siendo una niña buena? ¿Harás todo lo que te diga? Te diré la dirección de mi casa y veremos que se puede hacer. No te prometo nada". Ya lo había conseguido, pero me extrañaba mucho que Papá Noel me pellizcara mi cosita, por encima de las bragas. Menudo guarro, Papá Noel. Yo no toco una compresa manchada ni loca.

Estaba tan contenta que, al darle el beso de despedida, me confundí con tanto pelo de la baba y se lo di en todo el morro. Nunca me habían metido la lengua en la boca. ¡Qué cosquillas más ricas!

Casi ni comí. En cuanto pude marcharme sin levantar sospechas, cogí la parka y mis raquetas de nieve y salí volando. También me cambié la compresa. Estaba ansiosa por conocer a los renos de Papá Noel.

Me extrañó muchísimo no verlos, ni el trineo tampoco. En su lugar, delante de la casita en la dirección que me había dado, había un Volvo 4x4 bastante cochambroso. Claro, no es tonto Papá Noel, está de incógnito, pensé.

La verdad es que pierde mucho de su encanto en bata y zapatillas. Por no hablar de sus Kalvin Klein. Nunca habría imaginado que usase gallumbos de diseño.

Después de mucho insistir con lo mismo, que tendría que ser muy buena, hacerle caso en todo lo que me mandara y tal y tal y tal, resulta que ya me estaba poniendo nerviosa. ¿Me habría equivocado sobre las intenciones de Papá Noel? ¿Sería uno de esos hombres malos sobre los que mi mamá me advertía constantemente? No, nada de eso. Es que, como soy tan inteligente, a veces me paso de lista.

Papá Noel quería que jugásemos a enfermeras. ¡Con lo que a mí me gusta!

Me tuve que desvestir y ponerme el uniforme de enfermera, chulísimo, con cofia y todo, pero sin quitarme las braguitas. ¡De eso nada! Con una compresa debajo, no. Papá Noel se tumbó en la cama y empezó a quejarse que estaba malito. Le di montones de cariñitos y besitos, pero seguía quejándose, así que le tomé la temperatura. Y no me creerán, si les cuento el pedazo de termómetro que se gastaba Papá Noel.

Ya había visto las pililas de mis compañeros de colegio, las de casi todos. Yo era muy popular en el colegio, ya que siempre me gustó vérselas…y no digamos tocárselas. No como las tontas de mis amigas, que chillaban como locas cuando veían una. Pero ya les dije que soy muy lista, un prodigio.

Pero la de Papá Noel no era una pilila, qué va. Un pollón monumental, eso es lo que era. Me quedé con los ojos en blanco cuando le bajé los gallumbos de diseño.

-"Así, sujeta el pellejo con una mano y tira hacia abajo. Muy bien, ahora le vas dando besitos a la cabezota, sacando la punta de la lengua y lamiendo el frenillo". Y yo obedecía todo lo que me decía, pensando en mis juguetes. Pero me tuvo que aclarar lo que era el frenillo, porque yo era muy joven para sacar el carnet de conducir.

-"Mmmm, qué boquita tienes condenada. Ábrela un poco más y chupa…así no, como si te comieras un polo. Joder, sí, así, así". Yo calladita, que es de muy mala educación hablar con la boca llena.

Y el pollón de Papá Noel parecía seguir creciendo, increíble. Lo tenía agarrado con las dos manos, una sobre otra, la cabezota en mi boca y aún sobraba medio palmo de polla.

Lo difícil vino cuando empezó a agitarse y me cogió por el pelo. Yo abría la boca todo lo que podía, procurando sacar la lengua para no hincarle los dientes, pero el muy bruto seguía empujando y empujando, hasta que terminó por tocarme la campanilla.

¿Conocen esos caramelos rellenos de pica-pica? Parecen un caramelo normal, pero cuando los chupas y llegas al relleno, estallan en la boca y te entran unas cosquillas de miedo. Pues ahora imaginen comerse media docena de caramelos a la vez. Bueno, con decirles que el pica-pica me salió disparado por la nariz.

En las dos semanas que estuvo en el pueblo, de incógnito, me enseñó a chupar como es debido. Practicábamos todas las tardes. Hasta que me dijo que se tenía que marchar, para empezar el tour navideño. Quedamos en volver a vernos el año siguiente. Y me puse como loca el día de Navidad, cuando me trajo todos, todos, todos los regalos que había pedido.

Para no perder práctica, me entrené a fondo con los compañeros del colegio…y mi popularidad se disparó. Me invitaban a todas las fiestas de cumpleaños. Pero no encontraba una polla como la Papá Noel, así que no me lo pensé mucho y probé con los papás de mis compañeros, aunque tampoco respondieron a mis expectativas. Si antes ya eran educados, ahora es que se pasaban de finos, preguntando si podían hacérmelo ellos a mí. ¡No señor. Hasta ahí podíamos llegar! Sólo chupar y tragar, no se vaya a enfadar conmigo el gordito.

En cuanto llegó Papá Noel, al año siguiente, allí estaba yo, en la fila del centro comercial, agitando mi carta y con la falda más corta que tenia. Otro abucheo cuando me colé por "tol morro" y, como ese día no estaba de regla, casi me muero de gusto cuando me metió dos dedos en mi chochito.

Ese año me enseñó a besar, a despelotarme con gracia –practicando incansablemente con una barra de cabaret- y, lo mejor de todo, a descubrir las maravillosas posibilidades de mi botoncito. Practiqué tanto después con mi botoncito, que casi no salía de casa, dale que te pego a mi botoncito. Y, como fui buena, volvió a dejarme todos los regalos que había pedido.

Al siguiente, un resumen de los dos anteriores; es decir, yo subida encima, mamándole la polla y él debajo, chupándome el botoncito. Sé que tiene nombre de número la postura, pero no me acuerdo. Ese año ordeñé a todo el pueblo y parte de los contornos. Creo que bebí más leche directamente de las pollas de mis convecinos que de vaca.

Los tres años siguientes fueron los de mi fase vegetariana. Pepinos en mi chochito y zanahorias en el culo, para acabar, el tercer año, con un empacho de tubérculos, por delante y por detrás. Naturalmente, mis vecinos me surtieron abundantemente de productos hortofrutícolas, con gran regocijo de mi mamá, que se ahorró un pastón en la cesta de la compra.

Y ya, por fin, el año que me presenté al carnet de conducir y suspendí, inexplicablemente, Papá Noel me desvirgó. Aclaro que no me desvirgó inexplicablemente, pasó lo que tenía que pasar y, además, fue de vicio. Lo inexplicable fue que suspendiera el examen de conducir, ese año y los siguientes, hasta hoy, que sigo presentándome, con lo lista que soy. Y lo del desvirgue, no deja de ser una figura retórica, porque el verdadero autor de los hechos había sido un pepino de considerables dimensiones, dos años antes.

Se estarán preguntando si seguía llevándole las cartas a Papá Noel al centro comercial. Por supuesto, era ya una tradición. Y cuando me metía mano, nadie se sorprendía, ya era de todos conocida nuestra familiaridad. Yo seguía siendo una buena chica y él me traía todos los regalos que pedía.

Todo el mundo sabe que Papá Noel vive en Laponia, con sus renos, pero es un misterio dónde exactamente. Los quince días que pasaba en mi pueblo, según me contó, eran unas vacaciones, por lo que nadie podía saber que él era el verdadero Papá Noel. Por eso no podía traer a sus renos. El rollo que me contó, para explicar cómo se las arreglaba para estar en todos lados a la vez, no lo entendí; aunque me quedó claro que MI Papá Noel es El Papá Noel. ¿Soy o no soy lista?, ¿eh?

Aunque había practicado con pepinos gigantescos, cuando me metió la polla creí que me desencuadernaba; me crujió hasta la raíz del pelo. Eso de que Papá Noel es viejo, depende para qué. Les puedo jurar que follando es una fiera. Cuando se me pasó la impresión y comenzó a bombear, estallaron fuegos artificiales por toda la habitación y me desmayé de puro gusto.

Las chicas educadas no gritan cuando se corren. Y yo soy una chica educada y lista, así que lo máximo que me permito es un Mmmm bien bajito, pero aquel día canté La Traviata en si bemol. Un día es un día, qué coño. Al cabo de los quince días estaba afónica.

Aquel verano terminé mis estudios en el instituto, aprobando por los pelos, lo que demuestra que a las chicas tan listas como yo se les tiene mucha envidia. Creo que fue por culpa del director, un viejo baboso e impotente, como puede comprobar en varias ocasiones. Espero que no me hicieran la putada el resto del claustro, porque a esos sí que me los cepillé a lo largo del curso, reiteradamente.

Me puse a trabajar de recepcionista en el albergue del pueblo. El negocio pegó un subidón impresionante en cuanto me asignaron la tarea de instalar a los huéspedes en sus habitaciones. No se me escapaba uno sin catarlo. Y mi vocabulario se amplió mucho; ahora puedo decir "fóllame" en treinta y cinco idiomas.

Lo que ya fue una pasada ocurrió cuando se alojó el equipo de una peli porno. Venían a rodar exteriores -dijeron-, y a follar -supongo-; porque ya me dirán si no.

El protagonista era un chico español, muy simpático, aunque no hablaba una palabra de noruego. Un tal Nacho no se qué, con una polla enorme, aunque ni punto de comparación con la de mi Papá Noel. Se cabreó mucho cuando le solté lo de "¿Ya la has metido?" (en inglés, claro), porque se lo tenía muy creído el pollo.

Los años siguientes fueron un cursillo acelerado con Papá Noel:

Sexo anal. El primer día no me enteré de nada, me dejó sin sentido nada más empezar. Luego, con mucho esfuerzo y algún desgarro, entró.

Bisexualismo y rollito filial. Con su hermana, me dijo. Pero yo no terminé de creérmelo: la tía, aunque tenía barba, no tenía ni un pelo blanco.

Orgías y bukakes. No hubo problemas, todos los participantes eran bienvenidos.

Sado-maso. No encontré ningún voluntario para practicar, después de que tuvieran que ingresar en urgencias al primero.

Zoofilia. Ni hablar, los renos huelen que apestan y no era plan practicar a la intemperie

Entre medias tuve un niño. ¿Cómo? Vaya usted a saber.

Traté de explicárselo a mis padres, pero no me entendieron. Estaban empeñados en que si follaba sin protección, tenía que pasar eso. ¡Como si una cosa tuviera que ver con la otra!

Me harté de decirles que nadie me había puesto una semillita; es más, cuando alguno estaba comiendo pipas, se las hacía tirar antes a la basura. A mí con semillitas, vamos, con lo cuidadosa que soy yo para esas cosas.

Aún recuerdo el diálogo de besugos que tuvimos mi padre y yo, con mi madre toda sofocada, diciendo que le iba a dar algo.

-"¿Quién es el padre, tonta´l culo?". Mi padre, muy cabreado.

-"Que yo sepa, a mí nadie me ha plantado una semillita". Yo, tratando de explicarle racionalmente el asunto.

-"¡Me cago en tus muelas!, anormal. ¿Quién te la ha metido?". Como verán, un maleducado.

-"¿Aparte de Papá Noel? Pues no llevo la cuenta, pero tirando por lo bajo, casi mil". Ya empezaba a sospechar yo que la cosa tenía que ver con algún milagro. Igualito que la Virgen María de los católicos, pero con un Papá Noel en plan semental, en lugar de un esmirriado San José.

-"Qué cojones es eso de Papá Noel, ¿el apodo de un chulo? Y lo de mil, será una broma. A ver, en los últimos dos meses…¿Cuántos?"

-"¿Aparte de Papá Noel?...50…redondeando. Sin contar a los del equipo de fútbol". Es que soy forofa del equipo local y cuando ganan un partido, que no es muy a menudo, los animo a esforzarse para el próximo partido. Pero deberían contar como uno, porque los animo todos a la vez.

-"¿Has oído eso, Olga? Tu hija es la más puta del pueblo". Fue lo último que oí, antes de estamparme contra la pared de una hostia. Lo que más dolió fueron las descalificaciones a mi inteligencia.

Nació el niño, me mudé a un apartamento y seguí haciendo vida normal. Por la mañana se la mamaba a algún vecino; en el trabajo, cada cliente tenía sus gustos; a mediodía, hacía una tortilla con la canguro; al salir de trabajar, me pasaba por el club de intercambios, a ver qué caía y por la noche, siempre aparecía algún amigo con ganas de marcha. Papá Noel no se podía quejar, me entrenaba en cada una de las disciplinas que me había enseñado. Por supuesto, mis regalos llegaban puntualmente cada Navidad.

El problema, el motivo de mi cabreo, la causa de que le vaya a poner una querella a Papá Noel, son los regalos. La última Navidad no apareció. Me dolió mucho, pero lo que ya fue el colmo es que no me dejó ni un regalo, ¡NI UNO!

Un año aciago. Primero se mueren mis papás, a causa del cambio climático. Después, Papá Noel no aparece y me deja sin aprender las técnicas tailandesas de entrenamiento del chochito, con la ilusión que me hacía explotar globos lanzándoles dardos, soplando por el coño. Y por último, me quedo sin regalos de Navidad. No es justo.

Mis papás fallecieron mientras pescaban en un lago helado; ya digo, a consecuencia del cambio climático, al subir de repente la temperatura y deshelarse.

Papá Noel no vino. Y cuando pregunté en el centro comercial me dijeron que lo habían despedido. ¡Y un jamón!, últimamente hay mucha gente que me quiere hacer pasar por tonta.

Le he escrito, contándole que tiene un hijo sin reconocer, producto de algún fallo burocrático celestial y que me debe los regalos del año pasado. Si estas Navidades se hace el sueco (muy mala gente, los vecinos suecos), le meto un pleito que se caga pastas abajo. No me conocen cuando me pongo burra.

 

 

Apostillas del autor:

Ya sé que el tema levantará ampollas, herirá la sensibilidad de muchos y escandalizará a la mayoría, pero no puedo callarlo por más tiempo: Papá Noel es un cabronazo pederasta.

También sé que lloverán sobre mí las críticas, acusándome de oportunista –por escoger éstas fechas-, atentar contra las buenas costumbres –por hacer blanco de mi denuncia a una institución de rancio abolengo-, falta de respeto a mis mayores –por meterme con un viejecito canoso-, discriminación -por acusar a un gordito- y terrorismo económico -por poner en riesgo la industria juguetera-, las asumo todas.

El recurso utilizado para evitar especificar la edad de la protagonista en su primer encuentro sexual, es muy rastrero, impropio de un plumilla que se precie de serlo, pero no quiero tener líos con la censura y nadie ha dicho que yo sea un caballero.

Yo no me fiaría un pelo ni de Papá Noel, ni de los Reyes Magos y, mucho menos, del engendro publicitario de la Coca-Cola, conocido por Santa Claus en yankilandia y alrededores. Cualquier día, detienen a uno de ellos por vestir con gabardina a la puerta de un colegio.

Porque no sé a ustedes, pero a mí me da muy mala espina el rollito de los Reyes Magos con el "niño" Jesús.

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