miprimita.com

Las nigerianas viciosas (reedición).

en Orgías

 

LAS NIGERIANAS VICIOSAS.

 

 

Antes de comenzar con el relato, me gustaría hacer una aclaración.

Publiqué esta historia en mi primera etapa como autor, con el nombre de David. Decidí en su momento dejar de escribir durante un tiempo y eliminé todos mis relatos que tenía publicados.

En esta segunda etapa como autor y con mi actual nombre vuelvo a reeditar este texto. Hago esta aclaración para que no haya malentendidos como ha sucedido con la serie de relatos titulada "Mi tía me deslechó".

Gracias.

 

 

 

Llevaba ya tiempo queriendo hacerme un tatuaje en la ingle, pero nunca terminaba por decidirme, hasta que el pasado verano, estando de vacaciones, tomé al fin la decisión.

En mi barrio hay un local que se dedica a hacer tatuajes y poner piercing y aros y una tarde, cuando regresaba de correr, pasé delante de la puerta del local, me detuve y entré. Mi ropa de running estaba empapada en sudor por el tiempo que había estado corriendo y por los 30 grados de temperatura.

Eran casi las 20.30 de la tarde y el local estaba a punto de cerrar. Únicamente había dentro dos chicas de color, que parecían ser las encargadas del negocio. Tras saludar estuve preguntando por los precios del tipo de tatuaje que quería El precio me pareció razonable y pedí cita para el tatuado. Me dijeron que podía pasarme al día siguiente a las 19.30, que sería el último cliente de la tarde. Las dos chicas me atendieron con amabilidad y, mientras rellenaba un papel con mis datos, les pregunté que si llevaban mucho tiempo trabajando en el local.

 

- Desde que abrimos el negocio hace más de un año. Somos las dueñas de esto. Entre mi hermana y yo lo sacamos adelante solitas.- respondió una de ellas.

- ¿De dónde sois?- pregunté.

- Somos de Nigeria. Estamos aquí porque nuestro padre se casó con una española. Cuando teníamos 13 y 15 años nuestro padre murió en un accidente de tráfico en Nigeria y nuestra madre nos trajo a España. Al acabar los estudios montamos este negocio y nos va bastante bien.

 

Las dos chicas tendrían ahora unos 22 y 24 años respectivamente y por su enorme parecido físico no podían negar que eran hermanas. Las dos eran negras, altas, una tenía el pelo rizado y la otra recogido en trencitas.

La más joven llevaba un vestido de tirantes de color verde, que le llegaba hasta medio muslo y la otra un top blanco sin mangas que dejaba descubierto el ombligo adornado con un piercing y un mini-short vaquero, marcando un culo respingón. Ambas tenían un físico espectacular.

 

Cuando la chica del vestido verde se inclino un poco sobre el mostrador para firmar el papel y terminar de anotar unos datos, el escote del vestido me permitió ver sus tetas: la chica no llevaba sujetador y me deleité viendo aquellos dos voluminosos pechos. Me quedé con la vista puesta en ellos más de la cuenta y la joven, al acabar de rellenar el papel y volver a mirarme, me pilló mirándole las tetas descaradamente.

Yo me moría de vergüenza y tenía dos opciones: o hacer como si nada, o pedirle perdón. Opté por lo segundo.

 

- Perdóname, no lo he podido evitar- le dije.

- Bueno, no pasa nada, no te preocupes. Es que nosotras en Nigeria vivíamos en una aldea donde las mujeres van siempre con los senos al aire: no llevan nada que les cubra ni por supuesto sujetador. Al llegar a España tanto mi hermana, como mi madre y yo hemos mantenido la costumbre de no usar el sujetador, pues ya estábamos hechas a ello. Es lógico que en España os llame la atención el hecho de que una mujer no lleve sujetador puesto, aquí las costumbres son distintas. Sin embargo, yo estoy acostumbrada a que me vean los pechos desde que vivía en Nigeria, para mí eso no tiene ninguna importancia.

 

Me alegré de que la chica se tomara el asunto con tanta naturalidad. Pero yo me sentía excitado tras la visión de los pechos y notaba que mi polla se había puesto erecta bajo mis mallas de running. Cuando me despedí de ambas jóvenes y me aparté del mostrador, las dos hermanas se fijaron en mi bulto de la entrepierna antes de que yo saliera del local.

Al llegar a casa me encontraba tan excitado que fue cerrar la puerta y empezar a masturbarme. Llevaba varias semanas sin correrme y sabía que mi verga iba a soltar mucha leche. Aceleré los movimientos con la mano hasta que de mi glande enrojecido salieron varios chorros de semen. Lo puse todo perdido y tuve que estar un rato de limpieza.

 

A la mañana siguiente no podía pensar en otra cosa que no fuera en la cita que tenía por la tarde y las ganas que tenía de volver a ver a aquellas dos nigerianas.

Estuve haciendo unas compras y dando una vuelta hasta la hora de comer. Después me eché una siesta, me duché y un poco antes de la hora de la cita salí de casa y me dirigí al local.

Cuando entré una de las dos hermanas, no la del vestido, estaba tras el mostrador. Nos saludamos y me dijo que me sentara, que en seguida me atendía su hermana Carol, que era la que hacía los tatuajes. Me comentó que ella se llamaba Monique y que se encargaba de los piercing y aros. La chica llevaba puesto un vestido blanco semitransparente anudado al cuello mediante dos tiras: dejaba toda la espalda al descubierto y le llegaba hasta medio muslo. La transparencia del vestido dejaba ver ligeramente los pechos y pezones oscuros de la joven. La sensualidad de su cuerpo me estaba poniendo caliente. Menos mal que en esos momentos salió de otra habitación Carol con una chica que acababa de hacerse un tatuaje. Ésta pagó en el mostrador y abandonó el local.

 

Carol me saludó y me dijo que podía pasar cuando quisiera. Llevaba una blusa negra sin mangas y una minifalda vaquera. Tenía desabrochados varios botones de la blusa y el escote mostraba un generoso canalillo y el comienzo de sus senos.

Me dijo que me tumbara en la camilla. Cogió el instrumental necesario, se puso unos guantes, se sentó en una silla a la altura de mi ingle y me dijo.

 

- Vas a tener que desnudarte de cintura para abajo. Aquí tienes esta pequeña toalla para cubrir tu sexo, sólo necesito que dejes libre la zona de la ingle en la que quieres el tatuaje. Me vuelvo y te desnudas, ¿de acuerdo?

 

Me quité las bermudas y el bóxer, que estaba manchado de líquido preseminal por mi excitación en la recepción al ver a Monique y me cubrí el pene y los testículos con la toalla.

 

- Cuando quieras puedes volverte- le comenté a Carol.

 

Ella se dio la vuelta y empezó con el tatuaje. Me dijo que tardaría unos 40 o 45 minutos. Al cabo de unos 15 minutos la chica me preguntó:

 

- ¿Te gusta cómo va la cosa?

- Sí te está saliendo perfecto- respondí.

 

El dragón que me estaba tatuando iba ya cobrando forma y color.

Ella se levantó un momento de la silla para cambiar de posición y seguir realizando de forma más cómoda el tatuaje. Al cambiar de posición me quedó una visión perfecta de su entrepierna perfectamente iluminada además por el foco que alumbraba la zona del tatuaje. No pude evitar lanzar una mirada furtiva y me quedé con la boca abierta: debajo de la minifalda no había braguita, sino que le estaba viendo claramente a la chica la raja de su coño y el vello púbico. Intenté apartar la mirada, porque no quería que me pasara lo del día anterior cuando me pilló mirándole las tetas y además la polla se me estaba empezando a poner dura. Tenía miedo de que si la verga se me ponía totalmente erecta se saliera en algún momento de la toalla, pues ésta era bastante reducida.

Por más que lo intentaba no era capaz de desviar la mirada, estaba hipnotizado por ese chocho. Me estaban entrando unas ganas enormes de chupárselo, de lamerle esos labios tan carnosos que estaba viendo, de hundir dentro mi polla…

 

- Ya hemos terminado- me dijo interrumpiendo mis calientes pensamientos.

 

Al incorporarme un poco sobre la camilla para ver el resultado final del tatuaje, la toalla que me cubría mis intimidades se desplazó ligeramente, pero lo suficiente para dejar al aire mi polla tiesa como un mástil. Avergonzado me tapé lo más rápido que pude, pero a Carol le había dado tiempo de ver mi miembro en erección.

 

- Lo siento mucho, Carol. Vas a pensar que soy un salido o algo así. Pero es que, mientras terminabas de hacer el tatuaje, me he dado cuenta de que no llevas braguita y te he estado viendo durante unos minutos tu sexo. Me atraía tanto que no podía dejar de mirarlo. De ahí la erección que acabas de ver. Si te ha molestado, te pido perdón.

 

Ella se sonrió y me dijo:

 

- Me gusta tu sinceridad. Otro se hubiera inventado cualquier cosa y no me hubiera dicho la verdad. Con las bragas me pasa como con el sujetador, no te lo dije ayer por si te escandalizabas o algo. Cuando se lo comento a alguien, piensa que soy una guarra o un zorra o algo así. Lo del sujetador lo suelen entender, pero lo de las bragas les cuesta más. En mi aldea no se usa ningún tipo de ropa interior, me acostumbré desde pequeña y pienso seguir con esa costumbre, al igual que mi hermana y mi madre.

Para mí no es algo vergonzoso o provocativo que se me vea el coño en alguna situación como la de ahora. Estoy acostumbrada. Comprendo que en España pueda chocar a la gente eso, aunque creo que no tendría que ser así: el sexo es algo natural.

¿Has estado alguna vez en una playa nudista?

 

- No, nunca- le respondí.

 

- Lo ves. Mucha gente no va por vergüenza o por no escandalizar a familiares o amigos. Mi madre , mi hermana y yo sólo vamos a ese tipo de playas, para nosotras es lo más natural del mundo. Así que, como comprenderás, si ya me han visto desnuda en esas playas, no me va a molestar que tú me hayas visto ayer las tetas y hoy mi coñito.

Además el sexo está para disfrutarlo, es un placer que ni siquiera cuesta dinero como otros. Mi hermana, mi madre y yo solemos mantener sexo con un mismo hombre las tres a la vez. Siempre que vamos a las playas nudistas, regresamos satisfechas en ese sentido y muchas veces lo hacemos con los clientes del gimnasio que tiene mi madre. A veces chicos jóvenes, otras son hombres maduros.

Antes de que te vistas y de que te vayas, te quiero pedir un pequeño favor: ya que tú has disfrutado viendo mi cuerpo, me apetecería volver a verte la polla, pero esta vez bien y no de forma fugaz. Creo que es lo justo, ¿no te parece?

 

Yo me quedé sorprendido con la petición de Carol. Esa chica espectacular quería ver mi verga erecta. Y no me podía negar, pues era totalmente justo lo que me pedía.

Así que me quité la camiseta, aparté la toalla, la lancé al suelo y allí tenía Carol mi pene y mis testículos para ella. Carol acercó su mano y la acarició con suavidad.

Entonces llamó a su hermana:

 

- Monique, ven aquí, por favor.

 

Y a los pocos segundos apareció allí la chica. Enseguida supo lo que tenía que hacer.

 

- Voy a llamar a mamá para que se una también. Debe de estar ya cerrando el gimnasio. Y cerraré la puerta del local para que no moleste nadie.

 

Tras decir esto salió de la habitación, mientras Carol se había quitado ya los guantes y estaba desabrochándose los botones de la blusa. Allí aparecieron sus dos enormes pechos con unos pezones oscuros. Se bajó la minifalda, la dejó en el suelo y estaba ya ante mí totalmente desnuda. En ese instante entró de nuevo su hermana que venía ya sin el vestido puesto: sus pechos no tenían nada que envidiar a los de su hermana y tenía incluso más vello púbico que ésta sobre su apetecible coño.

Me dijeron que pasáramos a la sala de recepción que era más amplia y cómoda.

A Monique se le había olvidado bajar la persiana de una de las ventanas que daba a la calle, así que se cercó para bajarla. Antes de que pudiera hacerlo, dos chicas que pasaban en ese momento por la calle miraron a través de la ventana y pudieron vernos a los tres completamente desnudos.

 

- A ver si se animan y se unen a la fiesta- bromeó Monique.

 

Yo llevaba rato ya con ganas de orinar y como intuía que la cosa iba a ir para largo le pregunté a Carol si había allí algún servicio. Me contestó que sí, pero me dijo que me olvidara de usarlo:

 

- Vas a mear sobre nosotras. Queremos que nos orines por completo. Nos encanta sentir esa sensación.

 

Se pusieron de rodillas delante de mí, abrieron sus bocas y yo, sin poder aguantar más, comencé a soltar un interminable chorro amarillo, que iba regando los dos cuerpos negros de las jóvenes: sus cabellos, sus tetas, sus muslos. Ellas aprovechaban para tragar todo lo que podían.

Cuando terminé, me tumbaron en el suelo, abrieron sus piernas, de manera que mi cuerpo quedó situado entre ellas, y de ambos coños comenzó a salir la orina de las chicas, que me fue empapando por completo de cabeza a pies. Monique terminó pronto, pero Carol siguió soltando pipí durante bastantes segundos más. Terminó por fin y estuvimos un rato riéndonos en el suelo, sobre la orina de las tres meadas y secándonos unos a otros con las manos.

Varios golpes en la puerta del local nos interrumpieron:

 

- Chicas soy mamá- se escuchó desde fuera. Entonces Carol se levantó y le abrió la puerta a la madre, sin importarle que la pudiera ver algún transeúnte. En esta ocasión nadie la vio.

 

Me quedé impresionado cuando vi entrar a la madre: tendría unos 48 años y llevaba puesto un mono deportivo azul de una sola pieza, de los que usan algunas mujeres en el gimnasio para hacer aerobic, y unas zapatillas deportivas blancas. Era más baja que las hijas y algo más delgada y tenía el pelo teñido de rubio. El mono ceñidísimo le marcaba absolutamente todas las partes de su cuerpo: por delante los pezones parecían que traspasarían la lycra de un momento a otro, casi igual que ocurría con los labios vaginales. Al volverse para dejar unas sobre el mostrador, aprecié como la lycra se le hundía entre la raja del culo. La mujer estaba sudosa por los ejercicios del gimnasio y ese sudor dejaba un cerco bajo las axilas de la prenda deportiva y especialmente en la espalda y en el culo.

Me saludo y le dijo a sus hijas:

 

- ¡Ya veo que habéis hecho una buena elección, vaya miembro que tiene el muchacho! He venido con tanta rapidez que ni me he entretenido en ducharme y he cerrado tan apresuradamente el gimnasio que ni siquiera me he traído la mochila. Vengo sólo con las llaves de casa y del gimnasio en la mano.

 

Yo, para romper un poco el hielo con ella, le dije:

 

-¡Vaya suerte que tienen los hombres que acuden a tu gimnasio. Deben disfrutar bastante con tu cuerpo!

 

- ¿Quieres que te diga la verdad? He pillado a más de uno tocándose mientras estábamos con los ejercicios. A mí me da un subidón de autoestima cuando veo que todavía soy capaz de provocar calentones entre hombres y hasta en chicos de 18 o 20 años- comentó ella. Y continuó diciendo:

 

- Ya veo y huelo que habéis hecho el juego de las meadas sin esperarme ¿no?. Así que ahora seré yo la que empiece con lo bueno.

 

Se acercó más a mí se agachó y empezó a chuparme la polla, primero con lentitud, después ya con mayor rapidez. Monique se puso detrás de mí de rodillas y comenzó a lamerme el culo. Carol se mantenía a la expectativa acariciándose con una mano sus pechos y con la otra masturbándose.

La madre continuaba con la felación y con una de sus manos se masajeaba los pechos por encima del mono. Los pezones parecían querer traspasar la lycra de la prenda deportiva. Me fijé en su entrepierna: una mancha estaba empezando a empaparla, mancha que se extendía cada vez más, señal de que la mujer estaba mojando la prenda con sus flujos vaginales.

 

Carol se acercó y puso mis manos sobre sus pechos para que los acariciara. Ella seguía con varios dedos en su coño y yo tenía ya mi polla a punto de reventar en la boca de la madre, que iba a ser la primera de las tres en probar mi leche. Sentí cómo mi semen salía a borbotones llenando la boca de la mujer. Ella se lo tragó absolutamente todo y tras unos segundos me dijo:

 

- No aguanto más las ganas de mear. Túmbate que voy a orinarte por completo.

 

Intentó bajarse la cremallera que había en la parte delantera del mono y que llegaba hasta casi el ombligo, pero estaba atascada: ni subía ni bajaba más.

 

- No puedo más, no puedo más- gritó ella y de la entrepierna empezó a chorrear la orina sobre mí. Cuando terminó, vio que tenía toda la parte inferior del mono empapada de orín. Tras varios intentos más por bajar la cremallera, lo consiguió al fin y se despojó de la prenda, dejándola en el suelo. La mujer quedó totalmente desnuda ante mí, mostrando unas tetas todavía firmes y un coño completamente depilado, que contrastaba con el sexo peludo de sus hijas. Ella cogió mi polla y se la fue metiendo poco a poco en su vagina todavía mojada de orín. Mi verga se fue poniendo dura otra vez poco a poco.

 

Monique ya no estaba detrás de mí centrada en mi culo: ahora estaba metiéndole su lengua a la hermana en el coño. Yo esta vez no aguanté mucho y me corrí rápido, dejando a la madre de las chicas con su vagina regada por mi semen.

Las dos jóvenes me miraban deseosas, pero estaba exhausto y les pedí una pausa. Mientras yo recuperaba energías, ellas continuaron con sus excitantes juegos, a los que se unió la madre. Las tres se penetraban con los dedos, se acariciaban unas a otras y se masajeaban y lamían los pechos. Se llevaron así un buen rato, hasta que yo volví a tener mi polla apta para un tercer polvo.

 

Monique me ofreció su culo, me humedecí la punta de mi polla con saliva y se la fui hundiendo poco a poco. Con mis manos le cubría sus pechos y los manoseaba desde atrás. Aceleré mis movimientos de penetración, ella gemía por placer y por dolor al mismo tiempo y cuando estaba a punto de correrme, saqué la polla del ano de la chica, se la metí en su coño y, tras varios empujes, descargué mi semen dentro de la joven.

 

Todavía me esperaba su hermana Carol, que estaba ansiosa por sentir mi verga dentro de su cuerpo. Me dejó unos minutos de recuperación, tiempo que aprovechó para abrirle las piernas a su madre y restregar su coño peludo con el sexo depilado de su madre. Monique, por su parte, le había ofrecido su vagina a la madre para que se la lamiera. De repente la joven se apartó un poco, quejándose de dolor intestinal y abdominal. De su boca salió un pequeño grito, se puso en cuclillas y la pobre comenzó a defecar allí mismo, sobre su propio vestido y el mono de la madre que estaban en el suelo: mi penetración anal le debió causar ese malestar. Estuvo así un par de minutos hasta que se le pasó y se volvió a incorporar. Su culito respingón y sus muslos estaban sucios, por lo que fue a la sala de tatuaje a buscar algo con lo que limpiarse un poco. Lo primero que encontró fue la toalla con la que yo me había tapado durante el tatuaje y la blusa negra de su hermana. Apareció de nuevo en la zona de recepción mientras terminaba de limpiarse y al acabar dejó la toalla y la blusa manchadas en un rincón.

Se sentó en el suelo diciendo que por hoy ya había tenido suficiente sesión de sexo.

 

Carol se acercó a mí, se tumbó en el suelo y me dijo que le metiera de una vez toda mi polla hasta el fondo. Su madre se situó con el coño sobre la boca de su hija para que se lo lamiera mientras era penetrada por mí. Mi verga entró poco a poco en la vagina húmeda de Carol hasta hundirse por completo en ella. Empecé con movimientos de penetración suaves hasta ir incrementando el ritmo. Mis testículos chocaban una y otra vez contra los labios vaginales de la joven que empezaba a gemir de placer. Yo sabía que no tardaría mucho más en correrme, así que le di un último impulso a mis movimientos hasta que apagué con mi leche el fuego que ardía en la vagina de Carol. Al terminar yo de eyacular y sacar mi polla, la joven aprovechó hasta la última gota de mi semen llevándose mi verga a la boca.

Finalmente les pedí a las tres mujeres que se pusieran sentadas delante de mí con la boca abierta y cuando lo hicieron comencé a orinar sobre ellas, que tragaron una buena cantidad de mi orín.

 

Acabada la orgía, quedaba limpiar todo el local: gran parte del suelo estaba llena de orín, de semen y de las heces de Monique. Tuvimos que utilizar varios cubos y fregonas que había en el local para dejarlo de nuevo en condiciones.

 

Exceptuando la minifalda de Carol, el resto de la ropa de las mujeres estaban completamente sucias y optaron por meterlas en una bolsa para tirarlas. Mi ropa se había quedado en la sala de tatuajes y estaban limpias, así que me la puse de nuevo.

La madre me dijo que tendría que pasarme por su casa, que estaba a unos cinco minutos del local, para coger ropa limpia para ella y sus hijas. Me dijo la dirección, me dio las llaves y me comentó que justo en la entrada había un armario con gran cantidad de ropa deportiva que usaba ella para trabajar en el gimnasio: que cogiera de ahí lo primero que encontrase y que no tardara mucho.

 

Cuando salí del local eran las 22.00 horas y en apenas cinco minutos llegué a la casa. Entré, vi rápidamente el armario y busqué algunas prendas para las mujeres: cogí dos monos de lycra como el que había llevado la madre, uno blanco y otro rojo, y una camiseta verde. Regresé con celeridad al local, donde me esperaban las tres mujeres.

 

- Esto es lo que traigo. Es lo primero que he visto- les comenté.

 

La madre se puso el mono de color blanco, que le quedaba igual de ajustado y sexy que el azul con el que había llegado al local. Incluso las tetas se le transparentaban algo a través de la blanca lycra.

Monique se puso el mono rojo: al ser más alta y más corpulenta que la madre, el mono le quedaba pequeño: su vello púbico traspasaba la lycra y la cremallera casi ni le cerraba. Tuvo que dejarla a medio subir, de forma que sus tetas casi se le salían del mono.

Carol se puso su minifalda, que se había conservado limpia, y la camiseta verde. Era la única que iba más o menos decente.

 

Salimos del local y me dispuse a acompañarlas hasta su casa. La madre tiró en un contenedor la bolsa con la ropa sucia y nos dirigimos hacia el domicilio. No nos cruzamos con mucha gente, pero sí con un par de jóvenes que aprovecharon para mirarle a Monique de forma descarada las tetas que apenas eran contenidas por el mono y de paso también los pechos y los pezones transparentados de la madre.

 

- Esos dos chicos se pajean esta misma noche pensando en nosotras- le dijo sonriendo a su hija.

 

Doblamos la calle y entramos en otra más estrecha y oscura, al final de la cual estaba la casa de las mujeres. A Monique ya se le había salido por completo del mono uno de sus pechos, dejando con la boca abierta a un repartidor de pizza que salía de uno de los portales tras entregar un pedido.

Llegamos por fin al portal y me despedí de las mujeres, quedando en que pronto me pasaría otra vez por el local para repetir la experiencia vivida.

 

Podéis leer más relatos míos en esta página y también en mi blog:  http://ratosdesexo.blogspot.com.es/

 

 

 

 

 

 

Mas de eyaculadorferoz

El ciclista y la indigente.

Atracción en el aula.

Jade responde a las 30 preguntas.

Eyaculadorferoz responde a sus 30 preguntas.

Sireleo responde a las 30 preguntas.

Elena responde a las 30 preguntas.

30 preguntas sobre sexo (para ellas).

30 preguntas sobre sexo (para ellos).

Abrázame y no me sueltes.

Tórrida venganza mexicana.

Tocándome al amanecer.

Un ángel llamado Patty.

Bañadores mojados.

Princesa de mis sueños.

Ut te novi, scivi quid amor sit.

Un vicio remunerado (3ª parte: reescrita).

Un vicio remunerado (2ª parte). El matrimonio.

Un vicio remunerado (1ª parte).

Nuestro ansiado encuentro.

Tina, la calientapollas (2ª parte y final).

Tina, la calientapollas (reedición).

Urgente exploración anal.

120 días contigo.

Te confieso una petición.

Natalia, embarazada en la playa.

¿Prefieres a un canalla?

Mi novia me folla el culo.

Perversiones familiares (2). Eva desvirgada.

Pecaré con una diosa.

Tu coño es un volcán.

Dulzura azteca.

Perversiones familiares.

Hiriente desengaño.

Quid pro quo (6). Pilladas en plena orgía.

BlodingGirl: una diosa entre los mortales.

Quid pro quo (5). La polla del marroquí.

Quid pro quo (4). Folladas por dos pescadores.

Quid pro quo (3). Folladas por universitarios.

Quid pro quo (reedición).

Quid pro quo 2: En la tienda de lencería.

Tetas catalanas (reedición).

La dependienta (reedición).

La rusa y mi biberón (reedición).

32 preguntas a una joven lectora.

Disfrutando en las duchas de la playa (reedición).

Entrevista al autor Machirulo.

Dos pollas para Montse (reedición).

Bendito sexshop (reedición).

Diario de una exhibicionista (reedición).

Perverso escarmiento a una ladrona (reedición).

Mi tía me deslechó (1).

Mi tía me deslechó (4).

Mi tía me deslechó (3).

Mi tía me deslechó (5 y final).

Mi tía me deslechó (2).

Borrachas en el tren (reedición).

Putitas universitarias.

Paja en el probador de un bazar chino.

Entrevista a la autora Moonlight.

Entrevista al autor Cantydero.

Entrevista a la autora Cecisex.

Entrevista a la autora Skarlet.

Entrevista al autor Vieri32.

Entrevista al autor Scirocco.

Entrevista al autor Cesh.

Entrevista al autor Mago.

Entrevista al autor Caramelo Negro.

Entrevista al autor lgbcn.

Entrevista al autor Ginés Linares.

Quiero entrevistar a autores.

Así desvirgaron a mi novia.

Motivos de mi marcha y de mi regreso.

Gracias, vecina.