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Un vicio remunerado (1ª parte).

en Confesiones

                                                                                                     UN VICIO REMUNERADO (1ª PARTE).

 

                                                                                                              MADRE E HIJA LIBERALES.

 

 

Llevaba tiempo en que llegar a fin de mes se había convertido en un auténtico calvario para mí. Mi modesto sueldo no daba para mucho y, además de tenerme que privar de bastantes cosas, había meses en que los apuros para terminar el mes con algo de dinero en el bolsillo eran muy grandes.

A mis 32 años había días en que llegaba a verme como un fracasado por tener que pasar por todas esas necesidades a final de mes. No me servía de consuelo saber que hay personas en peores condiciones que yo. Uno de esos días de bajón mental comencé a pensar en una solución que aliviase mis problemas. Estuve dando un paseo por una zona tranquila, reflexionando. Y se me ocurrió una idea, una idea a lo mejor sucia, pero una idea que podría solventar mis apuros.

Mi físico no está mal, siempre he practicado deporte y conservo un buen físico. Siempre me dicen que aparento menos años de los que tengo realmente. Así que se me ocurrió la idea de poner un anuncio en internet ofreciendo mis servicios sexuales a cambio de dinero a toda aquella mujer que estuviese interesada.

Al llegar a casa inserté el anuncio en una página de contactos. El precio de mis servicios era de 50 euros. Además, debido a mi fetichismo por la ropa íntima femenina, la mujer en cuestión debería regalarme su braguita o tanga. Publiqué el anuncio dejando una dirección de correo electrónico como forma de contacto.

Durante el fin de semana consulté varias veces el correo, pero no había ningún mensaje. El lunes por la noche regresé de trabajar. Estaba agotado, me duché y cené algo. Me encontraba tan cansado que me iba a acostar inmediatamente. Sin embargo, en el último momento, decidí abrir mi correo: para mi sorpresa tenía un email con el asunto “Busco sexo”. Comencé a leer el texto: era una mujer de 50 años, de mi misma ciudad, que, entre otras cosas, me decía que estaba divorciada y que era muy liberal y viciosa, cosa que le había costado el divorcio. Tenía una hija de 24 años que era tan fogosa y sexualmente activa como ella. Me contaba que esa misma mañana les había ocurrido algo en su propia casa que las había dejado con unas ganas enormes de sexo y que, tras entrar en varias páginas de contactos, había leído mi anuncio. Quería contratar mis servicios lo antes posible y para ello me dejaba un número de móvil.

Pese a mi cansancio, la llamé inmediatamente. Estuve hablando con ella un par de minutos: pretendía que el encuentro fueras esa misma noche o, como mucho, a la mañana siguiente muy temprano, antes de que ella se fuera al trabajo y su hija a la facultad, pues quería que tuviera sexo no sólo con ella, sino también con su hija. Me pagaría 100 euros y por supuesto las braguitas de ambas. Acordamos que la hora del encuentro sería a las 7.30 de la mañana en su domicilio. Me dio la dirección, la anoté y nos despedimos hasta el día siguiente.

Aquella noche me quedé dormido rápido, pero a las 5.00 de la mañana aproximadamente me desvelé y ya no hubo forma de que me volviera a dormir hasta las 6.00, hora en que me tenía que levantar.

Mi jornada laboral real comenzaba a las 9.30, así que tendría unos 90 minutos para estar con las dos mujeres antes de dirigirme con un plazo de 30 minutos a mi lugar de trabajo.

Puntual a las 7.30 llamé al timbre del telefonillo. Tras identificarme con mi nombre, la mujer me abrió. Subí hasta la cuarta y última planta del edificio y llegué hasta la puerta del piso. Toqué el timbre y una mujer madura con el pelo teñido de caoba, de 1.60 metros aproximadamente y con algunos kilos de más, me abrió la puerta. Sólo llevaba puestas unas bragas blancas: sus pechos grandes y algo caídos estaban al descubierto.

 

- ¡Hola, pasa. Soy Mabel!- me dijo abriendo por completo la puerta.

- Yo soy David, mi nombre ya lo sabías- le comenté.

- ¡Vaya, estás mejor de lo que me imaginaba!- me dijo la mujer mientras me examinaba de arriba abajo con la mirada.

Lo primero que hizo fue pagarme los 100 euros.

- Mis bragas y la de mi hija te las damos después, cuando hayamos terminado- me indicó.

La mujer continuó hablando:

- Antes de pasar a la habitación, te explicaré lo que nos ocurrió ayer a mi hija y a mí. Como habrás observado, vivimos en el cuarto piso del bloque. Es el último, por lo que las ventanas de nuestro inmueble dan unas a la calle y otras a un patio interior. La de mi habitación y la de mi hija, por ejemplo, dan a dicho patio. A él dan también las ventanas del bloque de enfrente. La verdad es que son bloques antiguos y no existe mucha separación entre uno y otro. Mis ventanas están separadas unos seis metros de las del piso de enfrente.

Pues bien, el cuarto piso del bloque de enfrente llevaba ya deshabitado varios años. Como estaba vacío y desde las ventanas de los pisos inferiores nadie podía vernos, tanto mi hija como yo empezamos a acostumbrarnos a dormir con las ventanas abiertas y las persianas subidas cuando las noches son calurosas o a no darle importancia a que estuvieran así mientras nos desnudábamos o nos vestíamos. Nos solemos levantar a las 8.30, mi hija para prepararse para acudir a clase y yo para ir a trabajar. Tanto mi hija como yo tenemos la costumbre de dormir semidesnudas, sólo con una braguita o tanguita.

Ayer mi hija se levantó a la hora habitual. Como todavía hace frío por las noches, tenía la ventana de mi habitación cerrada y la persiana bajada. Recién levantada y sólo con un tanga rojo puesto, subió la persiana y se llevó una sorpresa: en el piso de enfrente, hasta ahora deshabitado, había un albañil tomando medidas a la ventana, supongo que para hacer reformas. Mi hija me contó que a aquel hombre se le cayó hasta el metro de las manos cuando la vio enfrente, con todas las tetas al aire y con su coño sólo tapado por el minúsculo tanga. Ella tardó unos minutos en reaccionar hasta que bajó apresuradamente la persiana.

El despertador de mi habitación también había sonado ya, así que me levanté y repetí la misma acción que había llevado acabo mi hija, ajena aún a lo ocurrido con ella. Tras levantar la persiana, me encontré de frente, en el otro edificio, con otro albañil preparando su material de trabajo. Tapada únicamente por unas braguitas negras estuve varios segundos ante la incrédula mirada de aquel hombre. Bajé entonces lo suficiente la persiana como para no ser vista y me dirigí hacia la habitación contigua de mi hija. Las dos nos comentamos entre risas lo ocurrido. Cuando apenas habíamos terminado de hablar, se empezaron a oír voces de las dos ventanas de enfrente, lanzándonos halagos y piropos.

- Creo que le hemos alegrado la mañana a esos tíos- le dije a mi hija.

Los dos obreros seguían diciéndonos cumplidos y uno de ellos exclamó:

- ¡Venga, no seáis malas! ¡Levantad otra vez las persianas para que os podamos ver! ¡Menudas tetas tenéis las dos!

Ya te puse en el correo que me encanta el sexo en todos sus juegos y versiones. Pero mi hija no se queda atrás.

Todo lo que nos estaban diciendo aquellos tipos y el saber que nos habían visto semidesnudas, empezó a excitarnos tanto a mi hija como a mí.

- ¡Vamos! Seguro que estáis las dos ahí escuchando y que en el fondo os gusta lo que os estamos diciendo- se oyó decir a la otra voz.

Cuando me di cuenta, mis braguitas estaban ya un poco mojadas.

- ¡Joder! Esos tíos me están calentando- le dije a mi hija.

- ¿Te animas a poner a esos dos obreros a cien?- me preguntó ella.

Asentí con una sonrisa pícara y me dirigí a la ventana. Lentamente comencé a levantar la persiana y poco a poco fueron apareciendo enfrente los dos albañiles. Uno era bastante joven y robusto. El otro era algo más viejo y delgado.

- ¡Míralas! ¡Las muy putas han levantado la persiana! ¡A estas dos les va la marcha!- exclamó el más fornido.

-¡Ufffff….menudo par de tetas tienen- dijo el otro.

-¿Os gusta lo que veis?- les preguntó mi hija.

-¿Qué si nos gusta? Si vieras cómo tengo la polla por vuestra culpa….-espetó el más joven.

-Pues no, no me imagino cómo la tienes, salvo que me la enseñes- comentó mi hija.

Entonces el albañil no dudó en bajarse la cremallera del pantalón, en apartarse el slip y en mostrarnos una verga totalmente empalmada y de dimensiones considerables.

Mi coño cada vez estaba más empapado y decidí animar al otro obrero a que hiciera lo mismo que su compañero. En pocos segundos tenía fuera su verga y sus testículos peludos, pues se bajó por completo el pantalón y el bóxer que llevaba.

-¡Anda, nosotros ya os estamos enseñando la polla! ¡Ahora os toca a vosotras! ¡Os queremos ver el coño!- pidió el más joven.

-Ummmm….lo siento pero eso será otro día. Por hoy con nuestras tetas habéis tenido suficiente. Por cierto, buenas pollas tenéis- dijo mi hija dejando a aquellos hombres con las ganas.

Mi hija bajó la persiana de nuevo y se giró hacia mí sonriendo. Me metí en la ducha y lo primero que hice fue masturbarme. Esos dos obreros me habían dejado demasiado excitada e, imaginando las dos vergas hinchadas que acababa de ver, me metí varios dedos en mi coño y me estuve penetrando hasta llegar al orgasmo. Cuando salí de la ducha, le comenté a mi hija lo que me había sucedido. Había sido algo novedoso y estuvimos hablando sobre cosas y aventuras nuevas, mientras nos preparábamos para marcharnos. Se nos ocurrió la idea de pagar por tener sexo, experimentar lo que eso supondría. Vimos tu anuncio y aquí estamos.

 

Todo el relato de la mujer me había excitado y estimulado lo suficiente como para desear empezar cuanto antes a follar con ella y con su hija. Quería comprobar si realmente eran tan viciosas como pregonaban.

En ese momento Mabel me condujo hacia uno de los dormitorios del piso: era el de su hija. Estaba todavía oscuro y sobre la cama permanecía aún tumbada la joven. No se había despertado pese al diálogo en el salón entre su madre y yo. Mabel abrió la ventana y levantó la persiana, lo que provocó que su hija comenzara a despertarse.

- ¡Buenos días, niña! Anda, despierta que ya está aquí nuestro “invitado”- le dijo Mabel a su hija.

Con cara de sueño la joven me miró, me sonrió se destapó de la ropa de cama y se levantó. Era una chica bastante atractiva, con el pelo largo, moreno, de 1,70 aproximadamente de estatura y con un cuerpo esbelto.

Con toda naturalidad, como si estuviese acostumbrada, estaba casi desnuda delante de mí. Sólo un tanga rosa cubría su sexo. Sus pechos desnudos no eran exageradamente grandes, pero tampoco pequeños y estaban coronados por sendas aureolas y pezones oscuros.

- Éste es David. Ella es Lola- nos presentó su madre.

Nos saludamos con dos besos y la chica dijo:

- Mamá, creo que hemos acertado. Tiene pinta de dar buen juego en la cama. Ahora vuelvo. Voy al baño a hacer un pis y enseguida vuelvo.

Tras un minuto regresó y me pidió que me desnudase. Mientras empezaba a hacerlo, Lola le comentó a su madre:

- Levanta todavía más la persiana, hasta arriba del todo. A ver si están dentro de un rato los dos albañiles de ayer y ven el espectáculo.

La madre hizo lo que le pidió su hija, mientras ésta me ayudaba a quitarme el pantalón.

Mi polla estaba ya sólo protegida por mi prenda interior de las miradas de las dos mujeres.

- Mamá, para ti primero- le propuso Lola a su progenitora.

- David, ¿Te importa que grabemos todo esto?- me preguntó la madre.

 

Lo pensé unos instantes hasta que respondí lo siguiente:

- Podéis grabarlo, por mí no hay problema.

Lola cogió entonces una cámara de vídeo, la activó y empezó a grabar. Me acerqué a su madre y con mis manos le cogí las dos tetas: empecé a masajearlas, a apretarlas y a pellizcar los pezones saltones de la mujer. Con mi dedos los friccionaba hasta provocar los primeros y suaves gemidos de la mujer. Ella se metió la mano derecha dentro de su braguita y comenzó a tocar su sexo, rozándolo con la palma de su mano abierta.

Fui bajando mis manos lentamente, acariciando la piel de Mabel, hasta llegar a su cintura. Agarré el elástico de las bragas y empecé a bajárselas, primero hasta las rodillas, luego hasta los tobillos. Finalmente las dejé caer al suelo. Ante mi vista quedó un hermoso coño peludo y húmedo, de cuyos gruesos labios salía un líquido viscoso.

Mabel se puso en la boca sus dedos mojados por su propio flujo vaginal mientras me agarraba con su otra mano mi paquete por encima del slip y me lo magreaba sin cesar.

Lola continuaba grabando toda la escena con la cámara en una mano. Con la otra trataba de apartarse el tanga para tener vía libre a su clítoris. Mabel se decidió por fin a despojarme de mi slip. Cuando lo hizo, mi polla, ya empalmada, quedó completamente a su disposición. La mujer se agachó y empezó a lamerla con su lengua. Con la punta me rozaba una y otra vez el glande, provocándome un enorme placer. Estuvo así, jugueteando con la cima de mi verga, un par de minutos hasta que abrió del todo la boca y se metió dentro todo mi pene erecto.

Empezó a deslizar sus labios sobre la piel de mi polla de forma lenta y con suavidad, disfrutando con cada una de esas pasadas y haciéndome gozar a mí también. No tardó en acelerar sus movimientos: de forma ya enérgica saboreaba en su boca el sabor de mi verga hinchada y empapada con la saliva de la mujer.

-¡Uffff….como sigas así me voy a correr pronto!- exclamé.

La mujer reaccionó y dejó escapar mi pene de su boca. Se incorporó, me besó en los labios, se dio la vuelta y tras poner su culo en pompa, me dijo:

- Mi culito está hambriento y sediento. Quiero que lo riegues con tu leche.

Me acerqué al trasero y lentamente fui enterrando mi polla en su orificio anal. La fui hundiendo hasta el fondo, dejándola completamente enterrada. Ya con toda mi verga dentro empecé a bombear. Mis lentos movimientos hacían que el pene se deslizase con suavidad dentro del culo de la mujer. Con delicadeza continué unos minutos más follando aquel culo en pompa, pero Mabel quería más: me pidió que acelerase los movimientos, que la follase duro.

Obedecí y le imprimí a mis embestidas un un ritmo más vivo y frenético. Nuestros cuerpos estaban ya bañados en sudor y yo me sentía tanto la polla como los testículos a punto de estallar. Empujé tres veces más con toda mi fuerza, traté de contenerme y de contraer mi abdomen para aguantar algo más, pero ya no me fue posible: mi primer chorro de semen salió despedido de mi verga inundando el culo de la mujer.

-¡ Argggghhhh…..toma mi leche….está caliente….ahhhhhhh!- grité.

- ¡Ohhhhh…síííí…..ummmmmm…Dame toda tu leche caliente. Lléname con ella!- exclamó Mabel mientras notaba mi semen llegar hasta lo más profundo de ella.

Varios chorros más de esperma manaron de mi polla regando el ano de la mujer. Extasiado dejé mi verga dentro del culo hasta que salió la última gota de semen. Una vez descargado todo el esperma, embestí un par de veces más y finalmente le saqué la polla del culo a Mabel. Al extraerla, restos de mi semen salieron del orificio anal. Mabel se llevó la mano a su culo y con los dedos recogió dichos restos y se los llevó a la boca para probar el sabor de mi leche.

- ¡Ummmmm…delicioso!- exclamó tras saborear mi esperma.

Satisfecha se tumbó en la cama de su hija unos instantes para recuperar fuerzas.

- Antes de que te folles a mi hija, mientras te restableces un poco, quiero me ayudes a elegir la ropa que me voy a poner hoy- me pidió.

Lola, que ya había parado momentáneamente la grabación, también me solicitó lo mismo. Ella me abrió el armario de su habitación y empezó a mostrarme camisetas, blusas, vaqueros, faldas…todo tipo de prendas. Me enseñó unos leggings negros y no lo dudé.

- Quiero que te pongas esta blusa azul y estos leggings pero sin tanga debajo. Deseo que vayas marcando culazo para deleite de todos los que quieran mirar- le dije.

Ella asintió con una sonrisa pícara en la cara y cogió las prendas para ponérselas. A continuación Mabel me condujo a su habitación y mientras caminaba tras ella contemplaba cómo de su ano seguí saliendo el semen de mi corrida. Una vez en la estancia, empezó a mostrarme diferentes prendas y tampoco en esta ocasión tardé mucho en decidirme: un suéter rojo que debía de quedarle bastante ceñido, una minifalda negra y unas medias del mismo color.

- ¿Qué braguitas me pongo?- me preguntó mientras me enseñaba algunos modelos.

- Jajajaaaa….¿Lo preguntas en serio? Ninguna. Vas a ir sin bragas, con el coño expuesto al aire que entre por debajo de tu minifalda- respondí.

Me miró con cara aceptar mi propuesta y dejó las prendas elegidas sobre su cama, antes de dirigirnos de nuevo a la habitación de Lola. Al entrar nos encontramos a la chica sentada en su cama, con el tanga quitado y tirado en el suelo y metiéndose un dildo en su coño perfectamente depilado. Su madre fue la que se hizo cargo ahora de la grabación y comenzó a filmar lo que su hija estaba haciendo. La joven, mientras que con una mano metía y sacaba el juguete masturbándose, con la otra agarró mi pene todavía blando y comenzó a agitarlo. Lentamente fue aumentando de grosor para satisfacción de la chica, que lo movía con ganas.

- ¡Vamos! ¡Cómeme las tetas!- me gritó.

Me agaché ante ella y con mi boca empecé a succionar el pezón de su teta derecha como si fuera un lactante. Estuve así un largo rato saboreando aquel pedacito duro que sobresalía del seno de la joven. Acto seguido hice lo mismo con el pezón de la teta izquierda hasta provocar que la chica emitiese gemidos de placer. Ella me pidió que colocase mi polla entre sus dos senos. Yo lo hice y la joven empezó a aprisionar mi verga entre sus tetas y a masturbarme, deslizando una y otra vez mi pene entre sus pechos. Mi glande estaba de nuevo al descubierto y cada roce con la piel de Lola suponía un enorme placer.

Mabel, mientras grababa la escena, cogió el dildo que su hija había soltado unos instantes antes y comenzó a metérselo con ganas en su coño. A veces paraba y se lo dejaba unos segundos dentro, otras veces retomaba sus movimientos de penetración satisfaciendo sus deseos sexuales. Lola quiso saborear mi polla antes de que comenzara a penetrar su coño, por lo que decidió soltarla de entre sus tetas y metérsela en la boca. Yo sentía su lengua recorriendo cada centímetro de mi verga y sus labios acariciando mi glande.

- ¡Ufffff…Venga, ábrete de piernas, te quiero follar!- exclamé.

Ella dejó escapar mi pene de su boca y separó sus piernas todo lo que pudo, esperando ser penetrada de una vez. Poco a poco mi polla se fue introduciendo en aquella vagina húmeda hasta quedar engullida por ella. Mabel seguía masturbándose con un ritmo más frenético, cuando en ese momento se escucharon voces en el piso de enfrente y poco después aparecieron las figuras de dos hombres que coincidían con la descripción que me había hecho Mabel: eran, sin duda, los dos albañiles que habían llegado para continuar con su trabajo.

Miraron hacia nosotros y nos vieron allí, en plena faena: a mí y a Lola follando, a Mabel masturbándose con ganas. Aquellos dos tipos no dijeron absolutamente nada y no perdieron ni un segundo: se bajaron la cremallera del pantalón, sacaron sus vergas y empezaron a pajearse mientras nos miraban.

Mabel sonrió al ver lo que hacían los dos albañiles. Disfrutaba siendo observada, exhibiéndose ante esos hombres. Ahora ya apretaba con fuerza el dildo en cada impulso de penetración. Sus gemidos eran ya muy intensos.

-¡Ahhh….ahhhhhh…..sííííí….me voy a correr, no aguanto más…..ahhhhh….me corrooo, me corrooooo!- gritó Mabel llegando al clímax ante la atenta mirada de los albañiles.

 

El más joven de los hombres aceleró sus movimientos con la mano, jadeaba sin cesar y no dejaba de mirar hacia la habitación en la que nos encontrábamos. Se machacaba la polla cada vez más enérgicamente hasta que ya no pudo más: de su verga comenzaron a salir chorros de semen en medio de los gemidos del hombre. Mabel no se había perdido ningún detalle de la eyaculación del joven albañil. El más viejo tampoco tardó mucho más en correrse: ante la atenta mirada de Lola y de Mabel aquel individuo se agitó varias veces más su verga hasta que llegó el momento de la eyaculación.

Mientras todo esto sucedía, yo había continuado penetrando sin parar el coño de Lola.

- ¡Dame más duro, más fuerte. Fóllame…no pares!- gritaba Lola.

Yo embestía cada vez más violentamente impulsándome con las caderas. Con golpes secos penetraba aquella vagina de la que salía un sonido de chapoteo con cada deslizamiento de mi verga.

-¡Ahhhhh…un poco más, fóllame un poco más, lléname el coño de leche!- exclamó la joven.

De nuevo me impulsé varias veces con las caderas provocando los gemidos de Lola al sentir mi pene hinchado adentrarse sin para en su interior.

- ¡Lola, me voy a correr, no aguanto más. Mis huevos van a reventar!- grité justo antes de que mi esperma comenzara a salpicar el coño de la chica.

-Ufffff…síííí….dámelo todo, lo quiero todo…!- exclamaba Lola mientras recibía mi corrida.

Mi pene se quedó unos instantes más clavado en el interior del sexo de la joven hasta que ella, ya satisfecha, decidió que el espectáculo ofrecido a los albañiles se había terminado. Bajó la persiana, encendió la luz de la habitación, cogió la ropa que yo le había elegido y se dirigió a la ducha. Ni a su madre ni a mí nos daba tiempo a esperar para ducharnos, así que no nos quedó más remedio que vestirnos tal y como estábamos, sudorosos, oliendo a semen y a sexo, si no queríamos llegar tarde al trabajo. Yo me vestí en seguida y me dirigí a la habitación de Mabel: ella tenía puesto ya el suéter rojo y se estaba subiendo las medias. Su coño aún chorreaba flujo. A continuación se puso la minifalda y los zapatos y me dijo:

- Toma, mis bragas usadas y el tanga de mi hija. Creo que con esto está saldado todo. Ha sido un placer, David.

- Lo mismo digo, Mabel. Dale las gracias a tu hija de mi parte por el buen rato pasado- le comenté.

- Se las daré. Creo que los tres hemos disfrutado. Igual te volvemos a llamar algún día, así que ya sabes…- me insinuó la mujer.

- Cuando queráis. Ha sido todo un placer- terminé diciendo antes de abandonar el piso de aquellas dos mujeres.

 

Unos días más tarde recibí un email de Mabel en el que además de darme de nuevo las gracias por todo, me adjuntaba el vídeo de nuestro encuentro y me decía que tanto ella como su hija habían follado ya varias veces con los albañiles del piso de enfrente.

 

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