ABRÁZAME Y NO ME SUELTES.
Mañana de brisa marina,
primeros rayos del alba,
a nardos huele la vida
desde que entraste en mi alma.
Perlas brotan de mis ojos,
color miel bañados en lágrimas;
no de tristeza hoy teñidos,
sino de emociones desbordadas.
Impacta en mí cada letra,
cada nota, cada palabra:
la voz de una estrella divina
que envuelta en mis brazos me canta.
A mi lado hoy amaneciste,
cumpliendo nuestro sueño buscado.
Sucedió como me prometiste,
romántico encuentro anhelado.
Castaños hilos de seda
que acaricio con mis manos,
recogidos en trenza azteca,
imagen de tus antepasados.
Verdosos son los diamantes
que iluminan tu mirada.
Destellos de luz penetrantes,
ternura, dulzura, la calma.
Acercando mis labios intento
fundirme con tu boca encantada;
de la humedad de tu lengua sediento,
bebo de tu fuente rosada.
Como las olas se erizan
golpeadas por el furioso viento,
así se encrespan tus pechos
cuando en mis manos los tengo.
Con desenfreno los palpo, los toco;
mi cuerpo se llena de fuego.
Con mis dientes yo provoco
en tus puntas un ardiente juego.
Tú te estremeces entera,
noto ese vibrar interno.
Mi mano desciende certera
bajando por la desnudez de tu cuerpo.
Llego a tu adictivo tesoro,
mi candente y eterno deseo.
De tu ser lo más íntimo,
de mi persona, el desvelo.
En tu monte de Venus sagrado,
me pierdo invadido de pasión.
Exploro el laberinto empapado,
gota a gota crece la excitación.
Con cada suave deslizamiento,
con otra enérgica penetración,
dulce y salvaje movimiento
con el que hacemos el amor.
Me miras y me desarmas;
te entrego mi corazón.
Mientras me dices que me amas,
te inundo con mi explosión.
Este poema es para ti, vida mía, por hacerme llorar de emoción el viernes al despertar, cuando oí tu canción. No sé cómo agradecerte cada detalle que tienes conmigo. Siempre me dices que con abrir mis ojos cada día y con existir y estar a tu lado ya es suficiente agradecimiento. Pero mírate a ti misma: llegas agotada a casa y aún te quedan ganas de cantarme y de sorprenderme con regalos como el de la canción. Yo no sé cantar, ni tocar instrumentos, pero nunca dejaré de tratarte como te mereces: como a una reina. Sé que mi poema no está a la altura de tu canción, pero me he esforzado al máximo por que quedase lo mejor posible. Te lo escribí ayer domingo, sentado en la orilla del mar mientras tú dormías.
Gracias por apoyarte en mí para pasar el mal día del sábado y por permitirme estar esos malos ratos contigo.
TE AMO, PATTY.