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Bendito sexshop (reedición).

en Trios

                                   BENDITO SEXSHOP.

 

Antes de comenzar con el relato, me gustaría hacer una aclaración.

Publiqué esta historia en mi primera etapa como autor, con el nombre de David. Decidí en su momento dejar de escribir durante un tiempo y eliminé todos mis relatos que tenía publicados.

En esta segunda etapa como autor y con mi actual nombre vuelvo a reeditar este texto. Hago esta aclaración para que no haya malentendidos como ha sucedido con la serie de relatos titulada "Mi tía me deslechó".

Gracias.

 

 

Nunca imaginé que la presencia de un sexshop cercana a la tienda de deportes que regento fuera a darme tantos placeres sexuales.

Desde hace varios años tengo una tienda de artículos deportivos en un céntrico barrio de una ciudad andaluza. Junto a mi negocio hay otros más de electrónica, de ropa y un sexshop.

Hace unos meses, durante la época primaveral, la ciudad estaba en plena Feria y por las tardes casi todas las tiendas del barrio cerraban. Las únicas que permanecían abiertas eran el sexshop y la mía. Nunca me ha gustado la Feria, así que no me suponía ningún sacrificio abrir la tienda por las tardes durante aquella semana.

Los días de Feria iban transcurriendo tranquilos, comercialmente hablando, hasta que llegó la tarde del miércoles, que jamás olvidaré.

 

Sobre las 20.15 (cierro la tienda a las 21.00) y aprovechando que no había ningún cliente en la tienda, me puse a hacer algunos cambios en el escaparate de cara a la nueva temporada de verano. Mientras estaba en plena tarea, pasó por la calle una mujer de unos 35 años, morena, de pelo rizado, de 1.70m aproximadamente y que vestía una blusa azul y una minifalda negra. Sólo por ver pasar a ese monumento mereció la pena estar en la tienda aquella tarde. La seguí con la mirada y vi cómo se detuvo unos metros más adelante ante el escaparate del sexshop. Estuvo mirando los artículos expuestos unos instantes hasta que se decidió a entrar. El sexshop es de una mujer madura argentina de 50 años, llamada Gabriela. Sin embargo no aparente tener esa edad, no sólo por su físico cuidado, sino también por la forma sexy y provocativa que tiene de vestirse. Con sus 1.75m, su pelo largo moreno, sus generosos senos y su acento meloso argentino es la “niña mimada” de los comerciantes del barrio. Cuando cierra su tienda siempre tiene el detalle de pasarse por la mía y de desearme buenas noches. Gabriela se instaló en Andalucía hace 4 años, cuando se quedó viuda. Vino aquí porque tenía a varios familiares que residían en la tierra.

 

Terminé de preparar el escaparate y me encontraba en la tienda, ordenando cajas de zapatillas de espaldas a la puerta de entrada, cuando una voz femenina dijo:

 

- Buenas tardes.

 

Me giré y devolví el saludo. No lo podía creer: la mujer que había entrado era la misma que había visto pasar hacía unos minutos y que había entrado en el sexshop. Llevaba varios botones de su blusa desabrochados y se le veía parte del canalillo. Hubiera jurado que cuando pasó anteriormente no los llevaba desabrochados.

 

- ¿Qué desea?- le pregunté.

 

- Mire, vengo buscando un top, unas mallas piratas y unas zapatillas deportivas-respondió ella.

 

-¿Para algún deporte en especial?

 

- No, es para el gimnasio, para hacer un poco de todo. Acabo de instalarme en la ciudad por motivos laborales y una de las primeras cosas que he hecho ha sido apuntarme a un gimnasio, para estar medianamente decente de cara al verano.

 

- Si quiere que le dé mi opinión, no creo que le haga falta el gimnasio.

 

- ¿Ah no, y eso?- preguntó ella haciéndose la ingenua.

 

- Pues porque ya está usted espectacular tal y como se encuentra ahora.

 

- Jajaja. Muchas gracias por el piropo. Es el primero que me dicen desde que llegué a la ciudad. Y por favor tutéame. Me llamo Mayalen.

 

- Encantado. Yo soy David. Nunca antes había escuchado tu nombre.

 

- Es un nombre que se utiliza en el norte, de donde vengo.

 

Entonces procedí a mostrarle los artículos que le podían interesar:

 

- Mira, ahí tienes varios modelos de tops de distintos precios, colores y marcas. En esa otra parte están las mallas piratas para mujeres y allí al fondo están las zapatillas. Ve mirando lo que te guste y si necesitas algún consejo, me avisas, ¿de acuerdo? Si quieres puedes dejar aquí en el mostrador la bolsa que traes para que puedas buscar y mirar más cómoda.

 

- Muchas gracias- comentó ella y puso la bolsa de una compra que había realizado en otra tienda sobre el mostrador.

 

La bolsa era del sexshop y mientras Mayalen miraba las prendas que le interesaban a mí me empezó a entrar una mezcla de excitación y curiosidad por saber qué artículos había comprado aquella mujer.

 

- Me gustan este top rojo y estas mallas negras. Ahora después pasaré a probármelos. Antes voy a elegir y a probarme las zapatillas- me dijo ella.

 

- Como tú quieras- le comenté.

 

Mientras yo atendía una llamada telefónica, Mayalen estuvo decidiendo qué zapatillas compraría. Cuando colgué el teléfono vino hacia donde yo estaba y me dijo:

 

- He elegido éstas. ¿Tendrías el número 38?

 

- Creo que sí. Un momentito que lo miro en el almacén.

 

Efectivamente, había varios pares de ese número.

 

- Toma, pruébatelas, a ver cómo te quedan.

La mujer se volvió a dirigir hacia la zona de la tienda donde estaban las zapatillas y se sentó en una de las sillas que hay para probarse el calzado. Desde el mostrador vi que estaba allí sentada en minifalda y con las piernas bastante separadas. Las separó aún más cuando se inclinó un poco para quitarse uno de sus zapatos.

Desde donde yo estaba no podía ver nada más y tenía qué hacer algo por ver qué escondía aquella preciosa mujer debajo de su minifalda. Mi polla empezó a dar señales de vida y notaba cómo se iba poniendo algo dura.

 

No tardé mucho en reaccionar: mientras Mayalen sacaba de la caja una de las zapatillas para probárselas, yo me dirigí hacia la zona donde ella estaba y me situé enfrente de ella, fingiendo estar colocando bien algunas prendas y zapatillas. La miré primero de reojo y comprobé que no había cambiado su postura. Aprovechando que levantaba un poco la pierna para calzarse la zapatilla y que ahora la separación de sus piernas era mayor, lancé decididamente una mirada a su entrepierna. Todavía no se me ha borrado de la mente la imagen que vi: bajo la minifalda se apreciaba claramente unas braguitas rojas, pero unas braguitas abiertas por delante: eran de esas que venden en los sexshop, especiales para follar. Mayalen me estaba regalando la visión de su coño. Yo dudaba si lo hacía por un descuido o de forma intencionada, porque venía caliente y quería provocarme.

Aproveché el máximo tiempo posible mirándole su sexo y su rajita, pero aparté la mirada cuando comprobé que ya se había puesto la zapatilla y que iba a levantarse para caminar y ver cómo le quedaban.

 

- Se adaptan bien al pie. Me las voy a llevar- comentó.

 

- Perfecto. Mira, allí tienes el probador para que puedas probarte el top y las mallas- le dije yo todavía sin reponerme del espectáculo visto.

 

Ella cogió las dos prendas y se dirigió al probador. Mientras se encontraba dentro, no aguanté más la curiosidad y miré en el interior de la bolsa del sexshop: había un pene de plástico, unas bolas chinas y….. ¡un tanga usado y empapadito! La mujer debió comprar las bragas rojas en el sexshop y allí mismo se quitó el tanga que llevaba y estrenó las bragas. Mucha debió ser su excitación en aquel local viendo el estado de su tanga.

 

Lo que vi en aquella bolsa hizo que me descontrolara por completo. Ya no me importaba nada, así que me dirigí lentamente hacia la zona del probador, mientras me tocaba la entrepierna. Cuando estaba llegando, comencé a oír unos leves gemidos y aprecié que la cortinilla no estaba completamente corrida. La parte que quedaba sin cerrar me permitió ver lo que sucedía dentro: Mayalen tenía puesto el top rojo, se había quitado la minifalda, tenía las mallas piratas puestas, pero bajadas hasta las rodillas y se estaba masturbando con sus dedos a través de la abertura frontal de sus bragas. Sus ojos permanecían cerrados por el placer, por lo que aún no me había visto allí. Yo me bajé la cremallera del pantalón, metí dentro la mano, aparté un poco el slip y tras liberar mi polla durísima y con las venas tremendamente marcadas, comencé a masturbarme. De repente ella abrió los ojos y me descubrió espiándola y pajeándome al otro lado de la cortina.

 

No sabía cómo reaccionaría, pero pronto mis dudas se despejaron: me sonrió mientras se acariciaba sus labios vaginales y el clítoris. No esperé más y con un brusco tirón descorrí por completo la cortina y entre en el probador. Mayalen tomó en seguida mi polla con su mano y continuó la masturbación que yo había comenzado. Lleno de placer empecé a desabrocharme los botones de la camisa y ella fue quitándome el pantalón. Finalmente me bajó el slip hasta los tobillos y yo terminé de sacarlo por los pies. Me encontraba ahora totalmente desnudo delante de aquella mujer que había retomado su trabajo manual con mi polla. Le quité el top y aparecieron directamente los senos de la mujer sin sujetador. Llevé mis manos hacia esas dos grandes protuberancias y comencé a masajearlas. Las apretaba con mis manos, pellizcaba los pezones de color marrón oscuro y tiraba de ellos hacia afuera delicadamente, provocando los gemidos incontrolables de Mayalen.

 

Sin embargo, una repentina voz interrumpió momentáneamente nuestros juegos:

 

-¿David, estás ahí? Vengo a despedirme hasta mañana.

 

Era la voz de Gabriela, la dueña del sexshop, que, como solía hacer, acudía a darme las buenas noches. Al no obtener respuesta, escuché cómo sus pasos se aproximaban a la zona del almacén y del probador. Y allí nos sorprendió a Mayalen y a mí, yo completamente desnudo y ella ya sólo con las braguitas rojas que había comprado hace un rato en su establecimiento.

La cara de asombro de Gabriela era indescriptible, con la boca abierta y con los ojos casi fuera de las órbitas.

A Mayalen no le intimidó la presencia de Gabriela y continuó jugueteando con mi verga. Yo creía que la argentina se marcharía de allí inmediatamente avergonzada por haber interrumpido aquello, pero estaba plenamente equivocado: se quitó su escotada camiseta, se desabrochó el sujetador y sus dos enormes tetazas operadas aparecieron desafiando a la gravedad. Se quitó los zapatos y se quedó simplemente con unos ceñidísimos leggings blancos bajo los cuales se transparentaba nítidamente un tanga de color verde pistacho.

 

Como el probador era estrecho y no cabríamos los tres, invité a las dos mujeres a pasar al almacén. Abandonamos el probador dejando allí desperdigadas en el suelo toda la ropa que nos habíamos quitado y entramos en el almacén. Una vez dentro, Gabriela no tardó en en lanzarse a comerle las tetas a Mayalen.

 

-Mmmm, que ricas, me quedé con las ganas de hacerlo cuando entraste en mi tienda- dijo.

 

Yo comencé a bajarle por detrás los leggins a Gabriela, hasta que acabaron definitivamente en el suelo. Tenía ante mis ojos el rotundo culo de la argentina, mínimamente tapado por el hilo del tanga que se hundía en su rajita. Pero poco le duró puesta aquella prenda a Gabriela, pues Mayalen le dio un fuerte tirón al elástico por la cintura y arrancó el tanga, que quedó completamente roto en su mano. Después me lo arrojó a mi cara, lo cogí con la mano y pude comprobar el grado de calentura que había alcanzado hasta ese momento Gabriela por el surco que sus flujos vaginales habían dejado sobre el tono verde de su tanga. A continuación Mayalen se quitó sus bragas rojas y ambas mujeres se tumbaron en el suelo de forma que la boca de una tenía acceso al coño de la otra. Mayalen penetraba el sexo peludito de Gabriela alternativamente con la lengua y con los dedos. Los gemidos de la argentina iban ya en aumento, mientras con una de sus manos me agarraba la polla y me masturbaba. La dueña del sexshop estaba ya tan excitada que no tardo mucho más en alcanzar el orgasmo y en correrse, derramando parte de sus flujos sobre la boca de Mayalen.

Ambas mujeres se levantaron y Mayalen apartó varias cajas que había en una mesa y se tumbó sobre ella boca arriba, abriendo al máximo sus piernas y ofreciéndole a Gabriela hasta lo más profundo de su coño. Ésta se inclinó sobre el sexo de la otra mujer y me puso su culo en pompa para que se lo follara. Lenta y suavemente fui introduciendo mi verga en el ano de la mujer hasta que quedó dentro por completo. La mantuve así un rato viendo el placer que le causaba a Gabriela. Ella tenía media mano metida en el sexo húmedo de Mayalen, quien empapada en sudor y excitada, comenzaba ya también a gemir.

 

Poco después vi desde atrás cómo la argentina sacaba su mano del coño de Mayalen, del que comenzó a chorrear una gran cantidad de flujo. A la par que Gabriela saboreaba ese coño mojadísimo, yo aceleré los movimientos de penetración anal y tras varias fuertes y secas embestidas, mi semen llenaba el interior del culo de la mujer.

Cuando había dejado dentro hasta la última gota de mi leche, saqué mi polla, que poco a poco comenzó a relajarse. Sin embargo Mayalen había decidido que ahora era su turno de ser penetrada, por lo que no dudó en meterse mi miembro en su boca para empezar a hacerme una mamada. Gabriela, a la que le chorreaban algunas gotas de mi semen por la parte trasera de sus muslos, se situó detrás de Mayalen y comenzó a masajearle los pechos.

 

Una vez que mi clienta sintió que mi polla se endurecía de nuevo dentro de su boca, interrumpió la felación, cogió del suelo sus bragas rojas abiertas por delante, se las puso y me me ofreció su coñito para ser penetrado. En cuanto le metí mi verga hasta el fondo varias veces ella empezó a gemir y le gritó desesperada a Gabriela:

 

- ¡Ve y coge el pene de plástico que he comprado en tu tienda. Quiero que me folles con el por detrás. Deseo sentir dos pollas a la vez dentro de mi cuerpo. Cógelo de una maldita vez, está en la bolsa, en el mostrador!

 

La argentina obedeció inmediatamente y abandonó por unos segundos el almacén. Enseguida volvió a aparecer con el juguete erótico.

Mientras yo aumentaba el ritmo de mis movimientos, Gabriela le fue introduciendo el pene de plástico por el ano. Mayalen gemía y se mordía los labios de puro placer. Tras varios minutos a un ritmo suave, aumenté la velocidad y la fuerza de mis embestidas, ante los gritos de Mayalen. Poco después mi polla soltó varios chorros de semen caliente hacia en el interior del sexo de la mujer. Cuando Gabriela comprobó que yo ya me había corrido, detuvo su penetración anal y le ofreció el pene a la otra mujer para que probara el sabor de su culo.

 

Tras recuperar el aliento durante unos minutos, nos comenzamos a vestir y la única prenda que quedó en el suelo de la tienda fue el tanga desgarrado y manchado de Gabriela, que tuvo que ponerse los leggings blancos sin ropa interior debajo, ofreciendo una provocativa visión de su hermoso culo completamente transparentado a través de la prenda y sin dejar nada a la imaginación. Supongo que al salir a la calle le alegraría la vista a más de un transeúnte, que después en su casa le haría un homenaje en forma de paja a aquel enorme trasero transparentado.

 

Antes de irse le regalé a Mayalen el top, las mallas y las zapatillas y desde aquel día suele pasarse una vez por semana por mi tienda, siempre a la hora del cierre, avisamos a Gabriela y repetimos la maravillosa experiencia.

 

 

Más relatos míos en esta página y en mi blog: http://ratosdesexo.blogspot.com.es/ 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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