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Quid pro quo (5). La polla del marroquí.

en Grandes Series

QUID PRO QUO 5. LA POLLA DEL MARROQUÍ.

 

Advertencia previa: es la reedición del relato publicado en mi primera etapa como autor de esta página bajo el nombre de David. Recomiendo la lectura de los capítulos anteriores para situarse mejor en la trama.

 

DEDICADO A PATTY, POR SU FIDELIDAD COMO LECTORA, POR DECLARARSE ADICTA A LA SERIE Y, SOBRE TODO, POR HABERME OFRECIDO SU AMISTAD, COSA QUE VALORO MUCHO EN ESTOS TIEMPOS QUE CORREN. UN BESO, PATTY.

 

El miércoles de la siguiente semana era día festivo en Granada y pensé que sería una jornada propicia para poner en práctica el quinto y penúltimo castigo. Lo había ideado el domingo anterior por la noche: saldría con Rocío y Patricia a montar en bicicleta por los alrededores de Granada, aprovechando algunas rutas y senderos específicos para la práctica del ciclismo y del senderismo. Pero en esta ocasión iríamos acompañados: la otra amiga de Rocío que también había visto mis imágenes desnudo y masturbándome tendría que cumplir aunque fuera uno de los castigos. Y éste era el elegido. Así que el lunes por la mañana le comenté a Patricia mis intenciones para el miércoles y que debía hacer todo lo posible para que la íntima amiga de Rocío nos acompañara. Cuando regresé de la facultad por la tarde-noche, Patricia me dijo que ya lo había hablado con Rocío y que ésta a su vez se lo había comentado a su amiga Úrsula: había aceptado de buen grado lo que creía que era una simple e inocente salida en bicicleta.

El martes al terminar yo las clases y tras cerrar Patricia en su tienda de informática, nos dirigimos los dos a unos grandes almacenes para comprar ropa ciclista: mi idea es que todos fuéramos equipados para la ocasión. Rocío no necesitaba ningún tipo de prenda ciclista, pues le valdría cualquier top y malla de las que usaba en sus clases del gimnasio. Ya en la planta de deportes no tardé mucho en seleccionar las prendas: para mí elegí un maillot rojo y un culotte negro, para Patricia un maillot verde y otro culotte negro y para Úrsula opté por un body de una pieza de color celeste.

Patricia me comentó entonces que Úrsula solía usar la misma talla que ella por lo que, tras asegurarnos de coger las tallas correctas, nos encaminamos hacia los probadores. Patricia se metió en uno de ellos y yo en el contiguo. Le indiqué que quería verla con las prendas puestas, para comprobar cómo le quedaban. Cuando ya me había probado mi conjunto y vi que me quedaba perfecto, ceñido al cuerpo como una segunda piel, salí de mi probador y entré en el de Patricia. Ya estaba equipada con las prendas que llevaría puestas y le quedaban muy bien, dándole a su cuerpo un aire sexy y provocativo. Delante de mí se quitó esa ropa y se quedó únicamente en bragas (había salido sin sujetador ese día).

- No sé si lo sabrás, pero los culottes ciclistas deben usarse sin prenda íntima debajo para evitar rozaduras durante el pedaleo. Así que mañana no uses breguitas, ¿de acuerdo?

-¿Así está mejor?- me preguntó a su vez, mientras deslizaba sus bragas rojas por los muslos hasta terminar quitándosela.

Se quedó completamente desnuda ante mí y tuve que contenerme para no satisfacer mis impulsos, pues mi pensamiento era no follarme ni a Patricia ni a Rocía hasta el último castigo.

Sin darme tiempo a decirle nada, cogió el body celeste y se lo fue enfundando hasta concluir cerrando la cremallera delantera: le quedaba ceñidísimo, me atrevería a decir que incluso algo pequeño, pues parecía que las tetas iban a reventar la prenda y los pezones a agujerear la lycra. Se dio la vuelta y el culo le quedaba bien marcado.

- El forrito y el acolchado que hay en la entrepierna me molesta un poco, me roza demasiado en la vagina- me comentó.

Se refería a la badana que llevan integradas los pantalones ciclistas.

- No te preocupes: con el uso se pone más blando y se adapta mejor a la anatomía.

Patricia se desvistió de nuevo, se puso su ropa de calle y salimos del probador. Tras pagar todas las prendas regresamos al piso de Patricia.

Una vez allí cenamos algo y, junto con Rocío, pusimos a punto las bicicletas para el día siguiente. Patricia, Rocío y Úrsula usarían las suyas. Rocío me dejó la de su marido, que seguía ausente por sus compromisos laborales.

A la mañana siguiente debió de fallarme el despertador y me desperté con el sonido del timbre de la puerta: era Rocío, que ya estaba lista para la salida y hablaba con Patricia. Salté de la cama, me aseé un poco y tras quitarme mi slip, me puse el culotte y el maillot ciclista. Salí entonces al salón y allí se encontraban las dos mujeres perfectamente equipadas para nuestra jornada deportiva: Rocío llevaba un top negro y unas mallas piratas blancas de las que utilizaba en sus clases del gimnasio y Patricia el conjunto comprado el día anterior.

Como era habitual en ella Rocío no tenía braguita debajo del pantalón deportivo: bastaba con fijarse un poco en su perfecto trasero para comprobar esa cuestión. Seguro que atraería muchas miradas masculinas durante nuestro trayecto. Mientras esperábamos a Úrsula, aproveché para desayunar algo. Todavía no había terminado, cuando sonó el timbre del telefonillo electrónico de la puerta del edificio: era Úrsula, que ya había llegado y se encontraba abajo. Hice que Rocío y Patricia bajaran y le dijeran que subiese, que arriba tenía ropa especial de ciclismo.

Un minuto más tarde subió Úrsula: era morena, con el pelo recogido en un moño, de estatura mediana, algo rellenita de peso y de edad similar a la de Rocío y Patricia.. Llevaba una camiseta de manga corta, unos vaqueros y zapatillas de deporte. Nada más verme, en su cara se dibujó expresión de sorpresa: sin duda se acordaba de mí, del joven al que había visto desnudo y masturbándose a través de la grabación que me habían hecho sus dos amigas. Yo hice como si no supiese aún nada del asunto, pues un día Patricia me había comentado que Úrsula no sabía que ya habían sido descubiertas.

- ¡Pasa! ¿Eres Úrsula, no?- le pregunté.

- Sí. Tú debes de ser David, ¿no?

- Así es- contesté y nos dimos dos besos en las mejillas.

A continuación le comenté que le habíamos comprado ropa especial para practicar ciclismo, para que estuviera más cómoda durante la jornada.

- La verdad es que os lo agradezco, porque suelo coger la bicicleta, pero para breves desplazamientos. Nunca he hecho una salida larga como vamos a hacer hoy y por eso no uso ropa específica. ¡Ya ves cómo vengo, con vaqueros!- añadió la mujer.

Me acerqué a la habitación de Patricia, donde ésta había dejado el body para Úrsula y se lo mostré a la mujer.

- ¡Vaya! ¿No es algo provocativo?- preguntó sorprendida.

- ¿Has visto cómo vamos todos? Vamos de forma similar: es ropa técnica, te mantiene seca por dentro y además lleva una badana y una almohadilla para evitar molestias con el sillín. Si me permites un consejo: debes ponerte el body sin braguita debajo, si no quieres que aparezcan pronto molestas rozaduras por el calor y el pedaleo- le comenté.

- Bueno, si tú lo dices, que veo que eres experto en la materia, te haré caso. Sigo pensando que voy a ir casi provocando, pero en fin….- terminó añadiendo.

Cogió la prenda y pasó al cuarto de baño para cambiarse. Los minutos transcurrían y la mujer no salía. Decidí acercarme en sigilo hasta la puerta del baño: estaba cerrada, pero de dentro procedían leves gemidos. Dudé unos instantes, pero al escuchar que los gemidos se intensificaban, abrí de golpe la puerta. La sorpresa que me llevé fue mayúscula: allí estaba Úrsula completamente desnuda, con el body a medio subir a la altura de las rodillas, la ropa que había traído tirada en el suelo y con su mano derecha acariciándose el coño, un coño totalmente depilado. Las tetas eran medianas, pero aún las tenía firmes y bien puestas. Los pezones marrones apuntaban desafiantes hacia delante.

- ¿Pero que coño haces?- me gritó irritada y tratando de taparse como podía.

- Ahora que me lo preguntas, lo mismo que tú hiciste conmigo: verte desnuda y además, masturbándote- le repliqué.

Se ruborizó por completo, pues acababa de averiguar que yo ya sabía lo de la grabación, además de haber sido pillada autosatisfaciéndose.

- Por mí no te cortes, sigue si quieres. ¿O prefieres que te termine yo la faena?-le apunté con cierta sorna.

Mi polla había crecido bajo el ceñido pantalón ciclista y Úrsula lanzó una mirada descarada hacia mi entrepierna. Dejó de taparse con sus brazos, se acercó más a mí, agarró mi pantalón y por la cinturilla y me lo bajó de un fuerte tirón. Mi polla salió liberada de aquella ajustada prenda: estaba ya totalmente empalmada, con las venas marcándose que parecían a punto de reventar. La mujer se acabó de quitar el body que tenía enrollado a la altura de las rodillas y lo dejó caer al suelo.

- Quería probar esa verga desde que la vi en las imágenes. ¡Vamos, fóllame de una vez!- me ordenó.

Se pasó sus dedos por los labios vaginales y después me acarició con ellos mi miembro: los dedos estaban, húmedos, empapados por el flujo vaginal.

-Llevo un tiempo salida completamente, no dejo de pensar en sexo. Esta mañana ya me había masturbado antes de venir. Mis bragas que están en el suelo deben de estar aún chorreando de mi corrida. Al desnudarme y ver la ropa que me iba a poner no lo he podido resistir y me estaba tocando otra vez hasta que entraste. ¿Pero a qué diablos esperas? ¡Métemela hasta el fondo y descarga toda tu leche- exclamó.

Era más viciosa de lo que creía. Y quería darle su merecido. Le abrí bien las piernas, me lubriqué mi polla con mi propia saliva y lentamente empecé a hundir mi pene en aquel coño depilado. Mientras comenzaba a follarla, manoseaba con mis manos los senos de la mujer, sin dejar de pellizcarle esos pezones salientes y duros. Ella cerró los ojos y se dejaba llevar por mis movimientos y caricias. Mi polla se deslizaba una y otra vez dentro de la húmeda vagina de la mujer. Poco a poco sentí cómo mis testículos se iban endureciendo, preparando el semen que llenaría el sexo de Úrsula.

- ¡Fóllame más rápido, más rápido!- gritaba la mujer.

El telefonillo sonó en ese instante: supuse que serían Rocío y Patricia que estarían impacientándose abajo en la calle mientras nos esperaban. Así que decidí aumentar de golpe mi bombeo: mi verga irrumpía ahora a toda velocidad una y otra vez en el coño de Úrsula, provocándole enormes gemidos. Ella no aguantó más y tras varios espasmos llegó al orgasmo y terminó corriéndose con mi polla dentro. Yo todavía resistí unos segundos más hasta que, en medio de una explosión de placer, mi leche comenzó a inundar el coño de la mujer.

No pudimos esperar mucho para vestirnos y, todavía con algunas gotas de semen saliendo de mi glande, me volví a poner el culotte. Úrsula se vistió apresuradamente con el body, teniendo aún su coño lleno de mi esperma.

- Esto me lo quedo yo como recuerdo- le dije y cogí del suelo las bragas azules y el sujetador a juego que la mujer había traído puestos de casa. Guardé las prendas en la bolsa de plástico donde tenía el resto de prendas íntimas de las mujeres con las que había tenido sexo durante cada uno de los castigos.

Cogí la bicicleta que yo usaría, abandonamos por fin el inmueble y llegamos a la puerta del edificio donde nos esperaban Rocío y Patricia. Ellas tenían sus bicicletas y la de Ursula. Nos montamos y comenzamos a pedalear por las calles de la ciudad. Yo llevaba a mi espalda una pequeña mochila con mi cámara de fotos para poder grabar y fotografiar todo lo que aconteciese durante nuestra salida.

Dejé que las tres mujeres se colocaran por delante de mí hasta que llegáramos al desvío que debíamos tomar para coger el sendero de tierra por el que haríamos la ruta. Desde mi posición tenía una panorámica inmejorable de los traseros de las tres mujeres, a cual más provocador y tentador: esos culitos embutidos en las ceñidísimas mallas dejaban bien poco a la imaginación, sobre todo el de Rocío, que se transparentaba a través de la blanca lycra de su pantalón de gimnasia.

Tras un largo rato de pedaleo llegamos por fin a las afueras de la ciudad, al desvío hacia el sendero para ciclistas y senderistas. Ninguna de las tres mujeres lo conocían, por lo que pasé a encabezar el grupo para abrir camino. Yo había tenido constancia del mismo gracias a un compañero de clase que me había hablado de él, pero no sólo por su uso deportivo, sino también por ser utilizado por parejas y por prostitutas y sus clientes para practicar sexo en la parte inicial, en los márgenes del sendero, entre los arbustos. También me comentó que era frecuentado por mirones, que escondidos entre la vegetación se dedicaban a espiar a las parejas y prostitutas.

Así que mi plan era entrar en el sendero y tratar de descubrir a alguna pareja o mirón entre los arbustos, para dar posibilidad a una orgía. Mientras el cielo comenzaba a cubrirse de nubes, yo miraba disimuladamente hacia izquierda y derecha, tratando de divisar a alguien. De repente distinguí a lo lejos la figura de un hombre semioculto entre la arboleda. Cuando avanzamos más, lo supe con certeza: se trataba de un mirón que intentaba localizar a alguna pareja para espiarla mientras estaban en pleno acto sexual. Poco a poco disminuí la velocidad de la marcha hasta que me detuve y le pregunté a la mujeres:

- ¿Qué tal si hacemos una breve parada para recuperar fuerzas y nos sentamos allí sobre la hierba?

- Me parece bien y así aprovecho además para que descanse mi trasero que lo llevo dolorido por culpa del sillín- respondió Rocío.

- A mí también me parece buena idea. Además necesito hacer un pis de forma urgente- comentó Úrsula.

- Bien pues vamos hacia aquella zona y descansemos un rato- propuse, señalando hacia el lugar donde había visto merodeando a aquel individuo.

Nos bajamos de las bicicletas y empujándolas llegamos hacia ese lugar que estaba en el margen del sendero. Era una zona de césped y rodeada de árboles. Confiaba en que aquel hombre anduviera aún por allí y me sirviera para dar inicio a la orgía. Rocío y yo nos sentamos sobre la hierba y bebimos algo de agua. Úrsula se dirigió a unos matorrales que había a nuestras espaldas para aliviarse, acompañada por Patricia que iba con la misma intención. Sin saberlo las dos se dirigían hacia la zona exacta donde había visto al individuo unos instantes antes. Poco después se escuchó un grito procedente de los matorrales:

- ¿Pero qué hace usted? ¡Devuélvame inmediatamente eso!

Era la voz de Úrsula y unos segundos después apareció corriendo Patricia. Al llegar hasta donde nos encontrábamos Rocío y yo nos comentó alterada:

- ¡Joder! Había un tío escondido entre los arbustos. Yo ya estaba meando y Úrsula se había quitado por completo el body para orinar más cómoda. Cuando se puso en cuclillas para hacerlo, apareció aquel tipo y, sin darnos tiempo a reaccionar, cogió el body de Úrsula y se lo llevó. Mientras corría le decía que si lo quería recuperar tendría que seguirle y pedírselo.

- Creo que se acaba de presentar la ocasión que buscaba para vuestro quinto castigo: quiero que las tres os acerquéis a ese hombre y que lo dejéis completamente seco de leche- le indiqué.

A Rocío y a Patricia no les quedó más remedio que aceptar una vez más mi plan. En el fondo ambas estaban disfrutando de todas las pollas que habían probado durante cada uno de los juegos.

De modo que las dos mujeres y yo nos aproximamos hacia el lugar donde suponíamos que se encontraría Úrsula: allí la encontramos esperando nuestra ayuda para recuperar su prenda. El hombre se hallaba unos metros más adelante, aguardando la reacción de la mujer. Cuando nos vio aparecer a nosotros tres empezó a correr tratando de huir.

- ¡Espera un momento! Va a aceptar tu trato- le grité.

El hombre se detuvo, dudando aún si sería cierto.

- Id las tres a recuperar la prenda- les ordené a las mujeres.

Úrsula se quedó extrañada, pues creía que sería yo quien iría a por aquel tipo y le arrebataría la prenda. Pero pronto comprendió que dependía de ella y de sus dos amigas. Las tres se acercaron al desconocido y yo las seguía a unos pasos. Cuando llegaron hasta el hombre se detuvieron. Úrsula intentaba taparse con un brazo los pechos y con la otra mano su coño. Entonces yo le dije:

-Tus amigas llevan varios días interviniendo en juegos sexuales que les pongo como castigo por lo que hicisteis conmigo. Tú interviniste en esos hechos en menor medida, pues te limitaste a ver la imágenes. Pero quiero que también cumplas al menos un castigo por ello. Esta mañana cumpliste la primera parte y ahora vas a cumplir la segunda: quiero que le pidas educadamente tu body a este hombre y cuando te lo dé folles con él en señal de agradecimiento por habértelo devuelto. ¿No me dijiste antes que llevabas unos días en que sólo pensabas en sexo? Pues aquí tienes una oportunidad para desahogarte. Patricia y Rocío también lo harán.

Úrsula me miraba a mí y a sus amigas incrédula por lo que acababa de oír, pero en el fondo creo que le agradó la idea de dejarse follar por aquel desconocido. Rocío ya había empezado a desnudarse, se había despojado del top y sus tetas estaban a la vista del desconocido que no paraba de mirarlas. Aquel hombre no parecía español.

- ¿De dónde eres?- le pregunté.

- Soy de Marruecos, pero llevó viviendo varios años en España.- me respondió en un castellano bastante correcto.

Era un hombre de unos 50 años, con el pelo corto, algo canoso, delgado, no demasiado alto y con un fino bigote sobre el labio.

- ¿Qué hacías por aquí?

- Vengo a veces, pues me gusta mirar a las parejas que suelen ponerse por aquí para practicar sexo. También a las prostitutas que aparecen con algún cliente- me respondió.

- ¿Sólo te dedicas a mirar?- volví a preguntarle.

- Bueno…..Me masturbo viendo las cosas que hacen y en alguna ocasión, cuando me han descubierto, lejos de enfadarse conmigo me han invitado a unirme a ellos- terminó diciendo.

Mientras tanto, Patricia ya se había quitado el maillot y el sujetador blanco y sólo conservaba puesto el culotte. Rocío se encontraba ya completamente desnuda, para disfrute del mirón. Entonces el marroquí comenzó a desvestirse: se quitó su camisa sudada, y los pantalones. Llevaba un slip bajo el cual se adivinaba una enorme verga. La tres mujeres no pudieron evitar fijar su mirada en aquel bulto inmenso que se ocultaba aún bajo el calzoncillo. Úrsula dejó de taparse con los brazos y se colocó entre Patricia y Rocío.

-¡Vaya tres putitas que sois! En especial tú- dijo señalando a Úrsula y le lanzó su body. Ésta lo cogió y lo dejó caer después sobre el césped.

Patricia se quitó por fin su culotte y las tres mujeres quedaron desnudas ante el desconocido. Se acercaron juntas al hombre, le agarraron el slip y empezaron a quitárselo, deslizándolo por los muslos, hasta que la prenda quedó sobre la hierba. La polla de aquel hombre ere inmensa, con diferencia la más grande de todas las que rocío y patricia habían probado en los castigos anteriores: estaba completamente empalmada y se le marcaban todas las venas. A Rocío se le escapó una exclamación de sorpresa cuando vio aquel tremendo miembro. Úrsula se tumbó sobre el césped y el marroquí le separó las piernas. De un golpe brusco y rápido le metió su tremendo pollón por la vagina. El grito de dolor de la mujer fue enorme y estuvo a punto de ser escuchado por un grupo de ciclistas que pasaban en ese momento por el sendero, ajenos a lo que sucedía allí cerca. Mientras el hombre se follaba a Úrsula, Rocío y patricia comenzaron a masturbarse con sus dedos, imaginando que eran ellas las penetradas. El marroquí seguía con su incesante bombeo y estaba ya completamente empapado en sudor. El hombre cogió la prenda que tenía más a mano, las mallas blancas de Rocío, y se secó con ellas la frente y el rostro, sin parar de penetrar a Úrsula. Rocío se agachó junto a Úrsula y empezó a magrearle las tetas y a pellizcarle los pezones salientes. Úrsula soportaba a duras penas los envites del marroquí y, con los ojos cerrados y los labios y puños apretados, deseaba sentir pronto en su interior la leche del magrebí.

Todavía el individuo aguantó más de dos minutos en un mete y saca que parecía no tener fin, hasta que comenzó a gritar y detuvo sus movimientos, con su verga dentro de la vagina de Úrsula: empezó a descargar toda su leche en el coño de la mujer y estuvo en esa postura un buen rato, para no desperdiciar ni una gota de semen. Cuando terminó, sacó su verga del sexo de la mujer, que quedó tumbada en el suelo, con las piernas abiertas y sin apenas moverse, quejándose de dolor en la zona vaginal.

Yo ya estaba también completamente desnudo, pues hacía unos instantes que me había quitado el culotte, y tenía la polla totalmente tiesa. La forma tan enérgica en que el magrebí había penetrado a Úrsula me había dejado con un gran calentón, casi a punto de eyacular sin apenas haberme tocado. Me arrodillé ante Úrsula, le acerqué su mano a mi miembro, ella lo agarró, pese a estar soportando los dolores, y empezó a machacármelo. No aguanté ni un minuto: tres abundantes chorros de semen salieron disparados impactando contra el rostro y las tetas de la mujer, que con sus dedos recogía mi esperma y se lo llevaba a la boca para saborearlo. Me levanté, me giré y vi que el marroquí había hecho que Rocío y Patricia se tumbaran sobre el césped. Les estaba magreando a ambas los senos, mientras ellas jugueteaban con sus dedos en el clítoris. El hombre estuvo disfrutando de la firmeza y dureza de esos senos unos minutos, el tiempo suficiente para recuperarse de su eyaculación y poder comenzar a follar a la siguiente mujer.

Rocío fue la primera de las dos mujeres que probó la verga del magrebí. Y volvió a repetirse la misma situación que con Úrsula: de un empujón seco enterró toda su polla en la vagina rosada de la mujer, que al sentir semejante falo llegar hasta lo más profundo de su sexo gimió de dolor. La fuerza desmedida que aquel hombre usaba en sus penetraciones parecía reflejar que era la primera o la última vez que follaría, pues lo hacía con unas ganas salvajes. Tras haber explorado con su verga el interior del coño de Rocío durante un rato, el marroquí sacó su verga sin haberse corrido, le separó las piernas en esta ocasión a Patricia y le hundió su polla hasta el fondo. Patricia pareció soportar algo mejor los frenéticos impulsos de esa verga y disfrutaba de la penetración sin emitir aún gemidos de dolor. El magrebí estuvo varios minutos regalándole sus empujes a Patricia, hasta que decidió sacarle de dentro la polla. Había sentido cómo la mujer había alcanzado un orgasmo y, tras retirarle la verga, del coño de Patricia comenzó a chorrear su flujo vaginal.

La resistencia del magrebí también había llegado a su límite: hizo que Rocío se sentara sobre su polla y, después de que la mujer estuviese cabalgando unos segundos sobre ella, acabó corriéndose dentro de Rocío en medio de un enorme grito de placer. Reservó algunas gotas de su semen para derramarlas dentro de la boca de Patricia, que terminó tragándose el esperma recibido. Las tres mujeres quedaron exhaustas sobre la hierba y yo paré la grabación de toda la escena vivida. El marroquí se secó de nuevo el sudor de su rostro con las mallas de Rocío, que iban adquiriendo un tono evidente de suciedad. El individuo comenzó a vestirse, mientras nos decía que, si queríamos repetir algún día, ya sabíamos por dónde lo podríamos encontrar. Antes de marcharse cogió como recuerdo el sujetador de Patricia y con su móvil les hizo una foto a las tres mujeres, que permanecían sobre el césped boca arriba, desnudas y completamente abiertas de piernas.

Comenzamos a vestirnos, nos dirigimos hacia donde habíamos dejado las bicicletas y regresamos al sendero para emprender el camino de regreso.

El quinto castigo se había cumplido. Faltaba el sexto y último que traería un desenlace inesperado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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