miprimita.com

Quid pro quo (4). Folladas por dos pescadores.

en Grandes Series

QUID PRO QUO 4. FOLLADAS POR DOS PESCADORES.

Aclaración previa: es la reedición del relato publicado en mi primera etapa como autor bajo el nombre de David. Aconsejo la lectura de las tres partes anteriores para comprender mejor la trama.

 

Al día siguiente, domingo, Patricia y yo nos levantamos tarde, sobre las 13.00 horas. El día era espléndido y la temperatura bastante elevada, de forma que esta vez improvisé sobre la marcha el cuarto juego: aprovechando el día, iría con las dos mujeres a una playa cercana en busca de más sexo para ellas. Estaba seguro de que con algo de paciencia se presentaría la ocasión adecuada.

Se lo comuniqué primero a Patricia y después llamé a la puerta del piso de Rocío. Tardó un poco en abrirme la sentí comprobando por la mirilla de quién se trataba. Al ver que era yo, me abrió envuelta en una toalla: acababa de salir de la ducha y me dijo que pasara. Ya dentro le comenté lo que tenía pensado y le pareció bien. Me pidió una hora para vestirse y comer algo. La única condición que le puse esta vez fue que no se pusiera la parte de arriba del bikini: quería que desde que llegáramos a la playa tanto ella como Patricia se quedaran en topless y a partir de ahí, a esperar acontecimientos.

Cuando volví al piso de Patricia, ella ya se estaba preparando. Entré sin tapujos en su habitación, cuya puerta estaba semiabierta, y la encontré desnuda, con un cajón del mueble abierto, buscando en él la braguita del bikini que iba a ponerse. Sacó una de color lila y se la puso.

- ¿Te gusta cómo me queda?- me preguntó.

- Te queda perfecta- le respondí, mientras contemplaba cómo aquella prenda le sentaba como un guante, ciñéndose a su anatomía de forma sexy.

Se puso también una camiseta ajustada negra y unos shorts grises. Preparó una bolsa de playa con lo básico para pasar la tarde y me indicó que ya estaba lista. Yo me dirigí a mi habitación y saqué de entre mi ropa guardada el único bañador que me había llevado para mi estancia en Granada: era tipo bermuda y de color rojo. Escogí una camiseta blanca y me puse unas chanclas de playa. Tras aprovechar la espera para comer algo, sonó el timbre de la puerta: era Rocío que ya estaba lista. Nos dirigimos hacia el garaje del edificio, pues nos desplazaríamos en el coche de Rocío. De camino hasta el coche no dejé de examinar su vestimenta: llevaba una camiseta deportiva rosa de una conocida marca, unas mallas negras y unas zapatillas de deporte. Más que vestida para ir a la playa parecía equipada para hacer deporte.

Como sabía ya por experiencia que Rocío no usaba braguitas cuando se ponía mallas, me fijaba con detalle en su trasero, tratando de averiguar si había hecho una excepción esta vez, pues no iba a hacer deporte, sino a pasar unas horas en la playa. Quería saber si en este caso llevaba la parte de abajo del bikini o no. Su culito estaba totalmente apretado por la lycra de las mallas y no había marca alguna de la parte de debajo de un bikini. ¿De verdad había sido capaz de no ponerse la braguita de una prenda de baño? ¿Pretendía tomar el sol completamente desnuda en una playa que no era nudista?

Nos subimos al coche y pusimos rumbo a una playa que Patricia conocía: según ella era una playa tranquila en verano, por lo que ahora, en primavera, lo sería aún más. Me pareció la mejor opción, pues una playa concurrida no nos serviría para pasar algo desapercibidos. Nuestra intención era regresar antes de las 19.00, pues sobre esa hora la hija de Rocío, Silvia, volvería de pasar el fin de semana fuera, en casa de unos amigos. No quería que la chica sospechara nada. Antes de las 16.00 ya estábamos en nuestro destino: una pequeña y tranquila playa de la costa granadina, sobre cuya arena apenas había personas tomando el sol. Tras aparcar el coche, caminamos hasta uno de los accesos de la playa. Bajamos hacia la arena y comenzamos a dar un paseo por la orilla.

Hacía mucho calor a pleno sol y no tardé en decirles a las dos mujeres que se quitasen sus camisetas. Ellas se desprendieron de esas prendas y se quedaron en topless, tal y como habíamos acordado. Yo también me despojé de la mía y, tras guardar las camisetas en la bolsa de playa, continuamos el paseo por la orilla, luciendo ambas mujeres sus senos desnudos. Al poco tiempo nos cruzamos con dos hombres de cierta edad, que no desaprovecharon la ocasión para deleitarse mirándoles las tetas a las dos mujeres. Pero no me parecieron lo suficientemente apropiados para utilizarlos como “víctimas” de mi juego, así que continuamos con la caminata. De pronto, a lo lejos, aparecieron dos pequeñas barcas varadas en la arena, junto a la orilla. Al acercarnos más vi que eran de dos pescadores que regresaban de practicar la pesca. Analicé la zona y comprobé que por allí cerca no había nadie más, excepto aquellos pescadores y nosotros. Me pareció la ocasión perfecta para desarrollar el cuarto juego y más aún al ver que los dos hombres ya se habían percatado de que se les aproximaban dos mujeres en topless y no dejaban de mirarlas.

Entonces les hice un gesto a Rocío y a Patricia para que se detuviesen, cuando ya estábamos a la altura de los dos pescadores. Uno de los hombres tendría unos 50 años y el otro era un joven de unos 25 años. Se quedaron perplejos al ver que nos habíamos detenido junto a ellos y miraban sin pestañear y de forma descarada los senos de ambas mujeres.

- ¿Se ha dado bien la pesca?- les pregunté para romper el hielo.

- Bueno, no ha estado mal- respondió el más joven.

- Aquí mi aprendiz, que como siga así va a terminar siendo mejor que yo- apostilló el otro hombre.

- ¡Vaya calor que hace hoy!- exclamé.

- Sí. Y esto es lo que nos espera ya de aquí en adelante- puntualizó el hombre maduro.

- No sé vosotras, pero yo voy a darme un baño ahora mismo. No aguanto más este calor- les dije a Rocío y a Patricia.

Las dos mujeres ya intuían lo que les estaba queriendo decir con eso. Así que Patricia soltó la bolsa sobre la arena, se bajó sus shorts, los metió en la bolsa y se disponía ya a acompañarme en el baño, únicamente ataviada con la braguita del bikini. Por su parte Rocío, haciéndose la ingenua, me comentó:

- Yo os acompañaría, estoy también sudorosa y acalorada, pero no llevo tampoco la parte inferior del bikini.

- Mujer, báñate con las braguitas que lleves debajo de las mallas, no va a pasar nada- le replicó Patricia.

- Es que no llevo nada debajo de las mallas. Me las he puesto sin ropa interior para estar más cómoda. No sabía que iba a hacer tanto calor y que se me iba a apetecer darme un baño, si no….- continuó diciendo Rocío.

Miré a los dos hombres y en sus caras se reflejaba una mezcla de sorpresa y expectación por ver cómo acababa todo.

- Bueno pues entonces báñate con las mallas puestas o quítatelas y hazlo desnuda: no creo que estos dos hombres se vayan a asustar por eso- le comenté.

Rocío se quedó unos instantes en silencio, hasta que por fin se llevó las manos a la cintura y empezó a bajarse lentamente la prenda. Los dos pescadores no daban crédito a lo que estaban viendo: esa mujer se estaba desnudando por completo delante de ellos sin ningún tipo de pudor, como si fuera para ella algo natural. Su coño depilado quedó a la vista de todos y la mirada de ambos se clavó rápidamente en el sexo de la mujer. Cuando ésta terminó de quitarse las mallas, las introdujo en la bolsa de Patricia y se fue metiendo poco a poco en el agua junto con su amiga y conmigo. Los dos hombres permanecían inmóviles en la orilla y desde su posición no perdían detalle de lo que hacíamos dentro del mar, a la vez que esperaban que volviéramos a salir para poder gozar de nuevo del cuerpo de Rocío y de las tetas de Patricia. Tras varios minutos de un baño refrescante, decidimos salir del agua. Pero mientras se había estado bañando, Patricia se había quitado la braguita lila del bikini y salía con ella en la mano, para mayor perplejidad y disfrute de los dos pescadores. Ahora contemplaban también el coño peludo de Patricia completamente empapado por el agua del mar. Los pezones de ambas mujeres habían reaccionado a la temperatura algo fría del agua y estaban totalmente duros y alargados.

Ya totalmente fuera del agua Patricia comentó mientras exprimía la parte inferior del bikini:

- Espero que se seque a tiempo antes de irnos.

Y puso la braguita a secar sobre la bolsa de playa. Los dos hombres iban vestidos con camiseta y con bañadores tipo bóxer, ajustados, negro el del joven, azul el del maduro. Los pantalones los tenían dentro de la barca, para que no se mojasen. Una simple mirada a su entrepierna bastaba para darse cuenta de lo excitados que estaban ambos: sus miembros erectos eran contenidos a duras penas por los bañadores. Las dos pollas se intuían grandes, especialmente la del hombre de más edad. Tanto Rocío como Patricia las miraron una primera vez de forma disimulada, luego una segunda ya de forma tan descarada que los dos hombres percibieron que sus vergas habían atraído la atención de aquellas dos mujeres. Para facilitarles las cosas y no ser una especie de obstáculo entre las dos mujeres y los dos hombres, les comenté lo siguiente:

- Bueno. Yo voy a dar un pequeño paseo continuando hacia delante y así terminó de secarme. Vuelvo en unos minutos.

Comencé a alejarme de allí, dejando a los cuatro solos. Los hombres estaban empalmadísimos y se quedaban con Rocío y Patricia desnudas a escasos centímetros de ellos. Tras recorrer unos metros giré la cabeza y comprobé que los dos pescadores se habían quitado ya la camiseta y que se disponían a hacer lo mismo con el bañador. Segundos más tarde se quedaron en pelotas, mostrándoles a ambas mujeres las pollas duras y tiesas. Rocío se sonrió y con su mano derecha palpaba la verga del maduro y con la izquierda la del joven. Por su parte pude ver cómo Patricia se llevaba su mano a su coño y se lo empezaba a acariciar, mientras fijaba su vista en los dos miembros que tenía ante sí. Continué alejándome unos metros más hasta que de nuevo quise comprobar cómo se estaban desarrollando los acontecimientos. Me volví a girar y los cuatro se habían subido a una de las barcas. Desde mi posición y mi lejanía ya no podía ver lo que ocurría entre ellos, así que decidí volver sobre mis pasos y acercarme de nuevo hacia los cuatro.

Cuando llegué a la altura de la barca, me encontré a las dos mujeres tumbadas en su interior en tal postura que se estaban lamiendo el coño mutuamente. Los hombres se encontraban sentados junto a las mujeres y ninguno de los cuatro se inmutó al verme otra vez allí. Los pescadores contemplaban extasiados la escena que les estaban regalando las dos mujeres, mientras el maduro pasaba sus dedos una y otra vez por su empalmada polla. De la bolsa de Patricia saqué mi cámara de fotos y comencé a grabar a los cuatro, para inmortalizar también este juego. Mientras sucedía todo esto, ninguno de nosotros se percató de que por la parte derecha, paseando por la orilla, se aproximaba una mujer. Cuando me di cuenta, se encontraba ya a escasos diez metros de la barca. Era tarde para poder reaccionar y disimular: esa mujer iba a sorprender a las dos mujeres y a aquellos hombres completamente desnudos y en plena orgía sexual. Dudé si avisar a los demás, para que al menos pararan con su tocamientos, pero opté por callarme: me apetecía ver cómo reaccionarían los cuatro y, sobre todo, la mujer que se acercaba.

Pocos segundos después la mujer, de unos 35 años, morena, con un bañador completo de una pieza de color celeste, de estatura mediana y con dos grandes senos ocultos bajo la ceñida prenda de baño, llegó a nuestra altura. Primero me miró a mí y después lanzó un vistazo al interior de la barca: allí seguían los cuatro como si nada y pese a que todos, excepto Patricia, ya se habían percatado de su presencia, no se inmutaron. Les dio igual verse sorprendidos por aquella mujer.

- ¡Joder!- fue lo primero que articuló la inesperada invitada. Yo creía que a continuación nos diría y nos llamaría absolutamente de todo, pero me equivoqué: se quedó allí delante, quieta, mirando cómo los pescadores estaban magreando ya a las dos mujeres. A la recién llegada se le empezaba a adivinar en su rostro cierta satisfacción y gusto por lo que estaba contemplando. Mientras el más viejo se centraba en Rocío, el joven se afanaba en complacer a Patricia: le chupaba los pechos y le mordisqueaba los pezones, a la vez que tenía pegada su mano al sexo de la mujer. El maduro, en cambio, le comía con afán todo el coño a Rocío, que gemía y jadeaba de placer. Los dos hombres hicieron que Patricia y Rocío se bajaran de la barca y se tumbaran sobre la arena. Posteriormente fueron ellos los que se apearon de la barca y se situaron delante de ambas mujeres. El de mayor edad le abrió las piernas a Rocío y le metió primero uno, después dos y por último un tercer dedo en la vagina. Empezó a penetrarla así, provocándole leves gritos de placer a la mujer.

El aprendiz, por su parte, cogió de la barca una botella pequeña de plástico vacía y empezó a metérsela lentamente por el coño a Patricia. Los gritos de ésta aumentaban a medida que la botella se hundía más en el interior de su sexo. Miré hacia nuestra “invitada” y me di cuenta de que se había soltado las tirantas del bañador y se lo había bajado por debajo de los pechos: estaba allí con todas sus tetazas al aire, tocándoselas y rozando con la yema de sus dedos los pezones rosados. Patricia seguía siendo penetrada por la botella que manejaba el joven y le gritaba a éste que no parase y que lo hiciera más rápido. Él obedeció y aumentó el ritmo de la penetración. Patricia jadeaba ya sin parar, dio un par de gritos fuertes y alcanzó el orgasmo. El chico mantuvo unos instantes más la botella en el interior del coño de Patricia hasta que finalmente la sacó empapada de los flujos vaginales de la mujer.

- ¡Vamos! Quiero que mees dentro de la botella- le ordenó el joven mientras le quitaba el tapón.

Patricia cogió la botella, se la puso pegada a sus labios vaginales, comenzó a apretar y poco a poco su líquido amarrillo fue llenando la botella casi hasta arriba.

- ¡Buena chica!- exclamó el joven, para a continuación hacerse con la botella repleta de orín.

Entonces se acercó a nuestra espectadora invitada y sin mediar palabra empezó a volcar todo el contenido de la botella sobre el cuerpo de la mujer. El orín resbalaba desde los hombros por sus enormes senos, mojando el bañador y los muslos de la mujer. El otro pescador había dejado de penetrar con sus dedos a Rocío, la agarró por los muslos y empezó a introducir su verga en el coño ya húmedo de la mujer. No tardó nada en enterrar su miembro por completo y en comenzar un mete y saca, primero lento, pero que pronto fue ganando en intensidad y en velocidad. El aprendiz estaba haciendo ya exactamente lo mismo con Patricia: cuando volví a mirar hacia ellos, el joven ya tenía toda su polla dentro del sexo de mujer.

- ¡Prepárate, que no voy a para hasta inundarte de leche ese coñito tan caliente y mojado que tienes!- exclamó el chico.

La mujer que se nos había unido estaba acariciándose su sexo por encima del bañador y sus gruesos labios vaginales se le marcaban perfectamente sobre la lycra de la prenda. Todavía no se le había secado todo el orín que había sido derramado sobre ella. Se llevó así un buen rato hasta que comprobé cómo una mancha empapaba el bañador a la altura de su coño, señal inequívoca de que se acababa de correr. Entonces se sentó sobre la arena, esperando quizás probar alguna de las pollas. Los dos hombres seguían satisfaciendo los coños hambrientos de Patricia y de Rocío. Ambos embestían cada vez con más ímpetu y sus cuerpos estaban cubiertos de sudor. El joven comenzaba a dar síntomas de que no aguantaría mucho más sin correrse. Empujó varias veces, gimió reventando de placer, sacó su polla del coño de Patricia y le dijo al otro que hiciera lo mismo. Éste obedeció y acto seguido se intercambiaron a las mujeres: el joven hundió su verga en el coño de Rocío y el maduro metió su hinchado miembro en la vagina de Patricia. Habían apurado tanto, que casi no les dio tiempo a nada más: segundos más tarde el joven comenzó a gritar que se corría, que no aguantaba más y poco después empezó a gemir de placer mientras descargaba todo su semen en el coño de Rocío. Casi a la vez el otro le gritó a Patricia que se preparase, que estaba a punto de correrse: enseguida la mujer recibió el espeso líquido de aquel hombre en lo más profundo de su cuerpo.

Los cuatro se quedaron agotados, pero satisfechos y bien servidos. Yo paré la grabación y me acerqué hasta la otra mujer, que aún permanecía sentada sobre la arena, observándonos. De un fuerte tirón le quité definitivamente el bañador, húmedo por el orín y por los flujos de la propia mujer. Ella tenía su sexo completamente depilado y los labios vaginales estaban enrojecidos de todos los tocamientos que se había hecho ella misma. Comencé a chuparle todo el clítoris y entonces ella me dijo:

-¡ Por favor, para. No sigas! Mi marido me está esperando al principio del paseo marítimo. Se ha quedado allí sentado, mientras yo daba el paseo. No quiero que se dé cuenta de que ha ocurrido algo extraño.

Yo le repliqué enseguida:

- Creo que ya es algo tarde para eso. Hueles a orín y a sexo y más que vas a oler cuando termine de follarte. Tenías que habértelo pensado antes de pararte a mirarnos. Eso te pasa por curiosa.

Sin darle opción a que se lo pensara más, comencé a acariciarle los dos enormes senos con los pezones totalmente empitonados. Deslicé mi lengua desde la boca de la mujer lentamente por su cuello, por sus tetas, por el ombligo hasta llegar a su sexo ardiente y pegajoso, chorreando flujo sin parar, flujo que lamí con mi lengua. Después ella se metió en su boca toda mi verga hasta el final. Agarré a la mujer de los pelos y me dediqué a empujar su cabeza hacia adelante y hacia atrás, acompasando los movimientos de su felación. Ella, insaciable, trataba de chuparme hasta los mismos testículos. Me estaba proporcionando tal placer que sabía que, si seguí así, me correría enseguida dentro de su boca. Le pedí que parase. Ella accedió, pero me dijo que quería que la penetrase por detrás, que se lo había pedido muchas veces a su marido, pero que él siempre se negaba. Quise complacer a la mujer, por lo que se puso a cuatro patas y con delicadeza empecé a meterle toda mi verga por el ano. Al principio me costó un poco que se deslizara, pero enseguida aquel agujero se tragó por completo mi polla. La pobre mujer gemía de dolor, pues estaba siendo estrenada por el culo. Mis movimientos dejaron de ser lentos y suaves y se transformaron en enérgicos y rápidos. Los gemidos de dolor de la mujer iban en aumento y me pidió varias veces que parase, pero no le hice caso. Seguí dándole por el culo una y otra vez hasta notar que mis testículos estaban a punto de reventar de dolor. Di un par de empujones más y mi semen comenzó a llenar el ano de la mujer, que ahora por fin suspiraba aliviada. Hasta que no solté la última gota no le saqué mi polla. Tras hacerlo, el semen empezó a chorrear hacia afuera, resbalando por los muslos sudorosos de la mujer. Fui el primero en comenzar a vestirme. La mujer a la que acababa de follar por el culo quiso hacer lo mismo y se disponía a coger su bañador. Entonces le dije:

-Espera un momento. Tu bañador me lo quedo yo. Quiero llevarme un recuerdo tuyo. Colecciono prendas íntimas usadas de las mujeres con las que follo.

-¿Y yo qué me pongo? ¿Cómo quieres que vuelva a donde está mi marido?- me preguntó ella nerviosa.

Le acerqué la braguita del bikini de Patricia y le dije:

- Ponte esto. Es lo único que te puedo ofrecer.

- ¿Estás loco? ¿Quieres que haga el paseo de vuelta en topless y que me presente así ante mi marido y con una braga de bikini que no es mía?- me replicó.

- Ese es tu problema. Tú sabrás qué explicaciones darle a tu esposo. ¿Has disfrutado, no? Pues algo te tiene que costar- le respondí.

Resignada se puso la parte inferior del bikini y así, en topless, oliendo a orín y a semen emprendió la vuelta por donde había venido. Los dos pescadores permanecían sentados sobre la arena, mientras Rocío y Patricia comenzaron a vestirse, una con su camiseta y sus mallas, la otra con su camiseta y sus shorts como únicas prendas.

Abandonamos la playa y llegamos a casa poco antes de que lo hiciera la hija de Rocío, evitando así que sospechase algo.

El cuarto juego había terminado. Ya sólo restaban los dos últimos para que las dos mujeres pagaran por lo que habían hecho conmigo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mas de eyaculadorferoz

El ciclista y la indigente.

Atracción en el aula.

Jade responde a las 30 preguntas.

Eyaculadorferoz responde a sus 30 preguntas.

Sireleo responde a las 30 preguntas.

Elena responde a las 30 preguntas.

30 preguntas sobre sexo (para ellas).

30 preguntas sobre sexo (para ellos).

Abrázame y no me sueltes.

Tórrida venganza mexicana.

Tocándome al amanecer.

Un ángel llamado Patty.

Bañadores mojados.

Princesa de mis sueños.

Ut te novi, scivi quid amor sit.

Un vicio remunerado (3ª parte: reescrita).

Un vicio remunerado (2ª parte). El matrimonio.

Un vicio remunerado (1ª parte).

Nuestro ansiado encuentro.

Tina, la calientapollas (2ª parte y final).

Tina, la calientapollas (reedición).

Urgente exploración anal.

120 días contigo.

Te confieso una petición.

Natalia, embarazada en la playa.

¿Prefieres a un canalla?

Mi novia me folla el culo.

Perversiones familiares (2). Eva desvirgada.

Tu coño es un volcán.

Pecaré con una diosa.

Dulzura azteca.

Perversiones familiares.

Hiriente desengaño.

Quid pro quo (6). Pilladas en plena orgía.

BlodingGirl: una diosa entre los mortales.

Quid pro quo (5). La polla del marroquí.

Quid pro quo (3). Folladas por universitarios.

Quid pro quo (reedición).

Quid pro quo 2: En la tienda de lencería.

Tetas catalanas (reedición).

La dependienta (reedición).

La rusa y mi biberón (reedición).

32 preguntas a una joven lectora.

Disfrutando en las duchas de la playa (reedición).

Entrevista al autor Machirulo.

Dos pollas para Montse (reedición).

Bendito sexshop (reedición).

Las nigerianas viciosas (reedición).

Diario de una exhibicionista (reedición).

Perverso escarmiento a una ladrona (reedición).

Mi tía me deslechó (2).

Mi tía me deslechó (1).

Mi tía me deslechó (5 y final).

Mi tía me deslechó (3).

Mi tía me deslechó (4).

Borrachas en el tren (reedición).

Putitas universitarias.

Paja en el probador de un bazar chino.

Entrevista a la autora Moonlight.

Entrevista al autor Scirocco.

Entrevista al autor Cantydero.

Entrevista a la autora Cecisex.

Entrevista al autor Cesh.

Entrevista a la autora Skarlet.

Entrevista al autor Vieri32.

Entrevista al autor Caramelo Negro.

Entrevista al autor Mago.

Entrevista al autor lgbcn.

Entrevista al autor Ginés Linares.

Quiero entrevistar a autores.

Así desvirgaron a mi novia.

Motivos de mi marcha y de mi regreso.

Gracias, vecina.