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Mi tía me deslechó (5 y final).

en Amor filial

                              MI TÍA ME DESLECHÓ (5).

 

Tras finalizar mi curso académico con éxito, pues logré aprobar todas las asignaturas de las que estaba matriculado, pude tomarme unas semanas de descanso antes del inicio del siguiente curso a finales de septiembre.

 

Durante ese periodo mi tía también se tomó unas vacaciones merecidas y pasamos un par de semanas en un apartamento que ella tenía en un pueblo de la costa gaditana. Esos quince días que estuvimos disfrutando de la playa supusieron un notable incremento de la actividad sexual con mi tía Berta: el hecho de pasar más horas juntos, el calor que hacía, el mar, la arena de la playa, el verla varias horas al día tomando el sol en topless, haciendo uso únicamente de las varias braguitas de bikini que se había comprado para estrenarlas ese verano, algunas en forma de tanga, todo eso hizo que aumentara todavía más mi deseo sexual hacia mi tía y a ella le ocurría lo mismo conmigo. No dejábamos pasar ni un solo día sin follar: lo hacíamos por la noche en el apartamento, pero también durante el día dentro del mar mientras nos bañábamos o incluso entre unas dunas que había en una zona algo más apartada en la playa.

 

Tres días antes de terminar nuestras vacaciones recibí una llamada de mis padres: no se sentían a gusto en Alemania y habían hablado con su jefe para que les permitiera regresar a España lo antes posible y reincorporarse a sus respectivos puestos de trabajo en nuestro país. El director de la empresa les había dado su visto bueno, pero les había pedido que aguantaran en Alemania hasta finales de noviembre.

 

De esta forma mis padres regresarían bastante antes de lo previsto inicialmente, por lo que el tiempo que me quedaba de convivencia con mi tía era ya sólo de varios meses.

 

Durante los últimos días de estancia en la costa, Berta y yo dejamos de dormir en habitaciones distintas: ella me ofreció pasar la últimas noches enteras metido en su cama, es decir, que después de practicar sexo con ella me podía quedar a dormir en su cama.

 

Al regresar a la ciudad seguimos compartiendo habitación y cama hasta primeros de noviembre. A mi tía le gustaba que por las mañanas le echase un polvo antes de que yo me fuera a las clases y ella a su empresa.

Sin embargo una mañana al despertar y cuando yo ya había comenzado mi juego de caricias para estimular a mi tía, ésta me pidió que parase.

Asombrado le pregunté qué ocurría. Ella me lo explicó:

 

- David, esta noche he estado pensando y creo que será mejor para los dos que pongamos freno a nuestros impulsos sexuales. En un par de semanas tus padres regresarán, tú volverás a casa con ellos y ya será casi imposible que podamos seguir con lo nuestro. Me parece que lo mejor sería que a partir de esta noche vuelvas a dormir en tu habitación y que intentemos desde hoy no volver a follar más, para no hacer más traumático el cambio cuando lleguen tus padres.

 

Las palabras de Berta me bajaron de golpe de la nube en la que había estado viviendo todo ese tiempo de estancia en su casa. Yo era consciente de que mis encuentros sexuales con mi tía acabarían cuando volvieran mis padres, pero la cosa se había precipitado y me costaba asumir que todo el placer que había experimentado con Berta se acabara así, de repente.

 

- ¿Estás bien?- me preguntó mi tía, viendo que yo era incapaz de articular palabra por el abatimiento que sufría en ese instante.

 

Berta me abrazó tratando de consolarme, pegando su cuerpo completamente desnudo al mío.

 

- Vamos a hacer una cosa: tres días antes de que regresen tus padres es tu cumpleaños, ¿no? Pues bien, quiero hacerte un regalo muy especial ese día: ve pensando una fantasía sexual que te gustaría cumplir conmigo y te prometo que accederé a ella como despedida. Pero será la última vez que tengamos sexo juntos. A partir de ahí, por favor, debes olvidarte de mí en ese sentido. Seguiré siendo tu tía para lo que quieras, pero el sexo entre nosotros acabará definitivamente ese día. Créeme que para mí tampoco será sencillo, pero no podemos correr el riesgo de que tus padres se enteren o sospechen algo.

 

La propuesta de Berta me animó algo y le di las gracias antes de levantarme de la cama e ir a la ducha, para prepararme para mi jornada académica.

Estuve unos días pensando en la propuesta de Berta, hasta que la víspera de mi cumpleaños ella me preguntó:

 

- ¿Todavía no tienes decidida la fantasía? Mañana es tu cumpleaños y aún no me has comentado nada al respecto.

 

- La verdad es que ya tengo decidido algo, pero no sé si te atreverás a cumplirla- le respondí.

 

- Te prometí que como última vez haría lo que te apeteciese. ¡Venga, suéltalo de una vez!- exclamó.

 

- Está bien, espero que no te molestes: quiero que hagas de puta esa noche. Pero no de puta fina y elegante, sino de puta barata de carretera.

 

A mi tía se le quedó la cara blanca cuando terminé de hablar. Tardó unos segundos en reaccionar, hasta que me dijo:

 

- ¡Joder, no me esperaba eso! ¿Te has vuelto loco? Me refería a otro tipo de fantasía.

 

- Me prometiste que podía pensar lo que quisiera y no me pusiste ningún tipo de límites. Me parece que debes cumplir tu promesa- le repliqué.

 

A Berta no le quedó más remedio que aceptar y cumplir su promesa.

 

 

Al fin llegó el día de mi cumpleaños. Por la mañana recibí una llamada de felicitación de mis padres antes de salir para mis clases. Me comentaron que ya faltaban pocos día para vernos y estuvimos hablando de algunas otras cosas. Ellos seguían ajenos a lo que había sucedido con mi tía y a lo que ocurriría esa noche.

Tras terminar mi jornada lectiva, estuve con varios compañeros celebrando mi cumpleaños antes de regresar a la casa de mi tía. Llegué sobre las diez, con el tiempo justo para poder preparar con ella su regalo especial para mí.

 

- Creo que va siendo hora de elegir tu vestuario para esta noche- le comenté.

 

- ¿Qué tienes pensado?- preguntó ella, que en ese momento vestía ropa cómoda de estar por casa.

 

- Quiero que te pongas la blusa blanca que llevabas esta mañana y que te hacía estar muy sexy. Además busca la minifalda más corta que tengas, unas medias negras tipo pantys y unos zapatos con tacón- le indiqué.

 

Los dos nos dirigimos a su habitación. Una vez allí mi tía se quitó la ropa cómoda que llevaba puesta hasta quedarse únicamente en sujetador y bragas. Fue a buscar entonces la blusa blanca que había depositado en el cesto de la ropa sucia y regresó con ella en la mano. Cuando vi que comenzaba a ponérsela, le dije:

 

- No, un momento. Vas a parecer más puta si no llevas ropa interior. Quítate el sujetador y las bragas. No llevarás nada debajo de las otras prendas.

 

Berta se despojó primero del sujetador negro y a continuación hizo lo propio con las bragas a juego con el sostén. Se quedó completamente desnuda delante de mí. Buscó en el armario y sacó varias minifaldas.

 

-¿Cuál prefieres?- me preguntó.

 

Obviamente me decanté por la más corta de todas, una minifalda negra y lisa. Después mi tía sacó unas medias pantys también de color negro y por último escogió unos zapatos oscuros de tacón.

Berta empezó a ponerse las medias subiéndolas por sus muslos con delicadeza. Las piernas quedaron finalmente cubiertas por la fina y suave prenda y su coño se apreciaba nítidamente a través de los pantys.

A continuación se puso la minifalda, que no le llegaba ni a la mitad de los muslos y se calzó los zapatos de tacón. Por último comenzó a ponerse la blusa, abrochándose los botones. Sus tetas libres de sujetador se transparentaban ligeramente a través de la blusa.

 

- Desabróchate un par de botones más- le pedí.

 

Ella lo hizo, dejando a la vista buena parte de su canalillo y el inicio de sus senos.

 

- Ahora sí estás perfecta. Espera un momento que me dé una ducha y salimos inmediatamente- le dije.

 

Tras una ducha rápida, me puse una camiseta, unos vaqueros y una cazadora y abandoné con Berta la casa. Eran ya más de las once de la noche, nos montamos en el coche de mi tía y le indiqué que condujese hasta uno de los barrios más degradados de la ciudad, donde era frecuente la prostitución cuando llegaba la noche.

 

Después de unos 20 minutos de recorrido llegamos a dicho barrio y nada más adentrarnos en él comenzaron a aparecer apostadas a ambos lados de la calzada algunas prostitutas ofreciendo sus servicios. Le dije a Berta que disminuyera la velocidad y pude observar con más detenimiento a las meretrices: las había vestidas de forma provocativa con ropa muy ceñida, otras con ropa muy corta enseñando el inicio de su trasero y otras casi desnudas, ataviadas simplemente con sujetador y tanga desafiando a la temperatura que hacía en la calle.

Pasamos junto a un coche que estaba estacionado y dentro una puta con las tetas al aire le estaba haciendo una mamada a un cliente. Un poco más adelante otra negociaba con un hombre mayor el precio de sus servicios.

 

Mi tía detuvo al fin el coche al final de esa calle, justo donde empezaba un pequeño descampado. No sé si por los nervios por lo que tendría que hacer o por necesidad real, se bajó del vehículo, se puso en cuclillas, se bajó un poco las medias y se puso a mear allí mismo. Mientras Berta soltaba una larga meada, se fue aproximando un coche. Al llegar a nuestra altura se detuvo y su conductor pudo contemplar desde su asiento el final de la meada de mi tía.

 

Me causaba mucho morbo ver a una mujer como Berta, empresaria, con estilo y de una buena posición social, en aquel lugar y en aquellas circunstancias, meando en plena calle ante la mirada de un desconocido.

Yo permanecía dentro del coche de mi tía. Y desde allí contemplé cómo el conductor del otro vehículo se bajó y se acercó a Berta, que trataba de recomponer su escasa vestimenta. Entonces decidí bajar del coche y antes de que el desconocido pronunciara palabra alguna, le pregunté:

 

- ¿Estás interesado en follarte a esta puta?

 

- Por supuesto, por eso he parado. ¿Y tú quién coño eres?

 

- El que va a hacer que te tires a esta zorra por sólo 10 euros- le respondí.

 

- ¿Estás de broma, no? ¿Por tan poco dinero?

 

- Hablo en serio. Pero a cambio tendrás que compartirla conmigo y hacer un trío.

 

Aquel individuo se lo pensó unos segundos, antes de aceptar la propuesta. Sacó de su cartera un billete de 10 euros y se lo entregó a mi tía. Ella lo cogió y se lo guardó en su bolso: acababa de convertirse en puta barata por un día.

 

El desconocido era un hombre de unos 50 años, corpulento, con el pelo canoso y bien vestido. Se veía que manejaba dinero sólo con ver su coche y la ropa de marca que vestía.

 

-¿Dónde lo hacemos? Quiero follarme ya a esta puta meona- dijo el cliente mientras miraba el escote de mi tía.

 

Antes de que ni Berta ni yo respondiéramos, el hombre agarró la blusa de mi tía y le dio un fuerte tirón por la parte delantera, arrancando casi todos los botones que estaban abrochados.

Berta se quedó con la blusa completamente abierta y con sus dos tetas al aire.

 

El individuo terminó de quitarle la blusa y comenzó a bajarle la minifalda. Acabó dejando a mi tía sólo con las medias y con los zapatos puestos.

 

- ¡Eres una auténtica zorra que no lleva ni bragas! Te gusta ir con el coño al aire para que te lo pueda ver cualquiera, ¿no?- exclamó.

 

El cliente sacó entonces del maletero de su coche una manta y dijo:

 

- Vamos a adentrarnos en el descampado allí, junto a esos matorrales.

 

Mi tía se quitó entonces los zapatos de tacón y los guardó en su coche junto con la blusa rota y la minifalda. Fue la primera en encaminarse hacia el descampado. Detrás íbamos el cliente y yo contemplando la hermosa panorámica de los glúteos de mi tía embutidos en aquellas medias negras. Cuando llegamos a los matorrales, el hombre extendió la manta sobre la tierra y tras magrearle las tetas a Berta le dijo que se tumbase.

Él ni siquiera se desnudó: se abrió la cremallera del pantalón, se apartó el slip y dejó salir su polla erecta. Se llevó la mano a uno de los bolsillos del pantalón y sacó un preservativo. Se puso la goma sobre la verga y yo en ese instante sentía cómo mi polla estaba tiesa y palpitante bajo el pantalón y no quise aguantar más: me abrí también la cremallera y liberé mi pene completamente erecto.

 

El hombre le acariciaba los carnosos labios vaginales a mi tía a través de las medias que empezaron a mojarse con los flujos de Berta. El cliense te llevó los dedos húmedos a la nariz y los olió.

 

- ¡Ufff. Vaya olor a hembra en celo!- exclamó antes de proseguir palpándole el coño a mi tía. Unos segundos más tarde me dijo:

 

-¡Vamos a penetrar a esta puta por el coño los dos a la vez! Seguro que lo está deseando.

 

Aquel tipo empezó a meter varios dedos a través de las medias por el sexo de Berta. Tras varios intentos logró agujerear el tejido y por fin tuvo vía libre hacia el coño de mi tía. Desgarró un poco más los pantys para abrir un boquete suficiente por el que cupiesen su verga y la mía. Entonces me hizo un gesto con la cabeza para que empezáramos a perforar con nuestras respectivas pollas la vagina que teníamos ante nosotros.

 

El cliente fue el primero en introducir su pene cubierto por el preservativo. Los labios vaginales de mi tía engulleron aquel grueso miembro sin ningún problema. Yo comencé entonces a a penetrar a Berta y me sorprendió que su sexo admitiese una segunda polla, si bien me costó algo de esfuerzo enterrarla hasta el fondo, ya que rozaba con el miembro del otro individuo.

Mi tía, cuando se sintió penetrada por dos vergas de forma simultánea, dio un grito profundo, que se perdió en el silencio de la noche.

 

Mi pene y el del cliente te deslizaban en la vagina de Berta de forma atropellada, pero a un ritmo relativamente lento. Cada embestida nuestra provocaba un nuevo gemido en la mujer. El hombre comenzó a darle mayor velocidad a sus movimientos de penetración y yo decidí hacer lo mismo. Berta tenía ya las mejillas coloradas por el sofoco y la excitación y tras un nuevo acelerón por nuestra parte, no aguantó más, sufrió varios espasmos y empezó a correrse chorreando abundante flujo. Sentía toda esa humedad en mi polla (estaba follando a mi tía a pelo a diferencia del cliente).

 

-¡Por favor, no paréis, seguid follándome, más rápido, más rápido!- gritaba Berta totalmente entregada ya a nosotros.

Obedecimos y a un ritmo frenético perforábamos ya la raja de mi tía. Mi verga se deslizaba una y otra vez hacia dentro y hacia fuera, chocando continuamente con la polla del otro hombre.

En pleno mete y saca el cliente comenzó a gemir de forma desesperada, extrajo su verga del coño de mi tía, se acercó a su rostro, retiró el preservativo que cubría el pene, tiró el plástico al suelo, agitó fuertemente su polla varias veces y en medio de un grito desgarrador empezó a descargar todo su esperma sobre la cara de mi tía. Los chorros de leche cubrieron casi todo el rostro de Berta.

 

Yo todavía aguantaba sin correrme, aunque sabía que no resistiría mucho más. Ahora gozaba del coño de mi tía en exclusiva para mí, como ya lo había hecho muchas veces antes de aquel día. Agarré con mis manos las piernas de Berta, se las elevé un poco y di una serie de enérgicas embestidas. Sentí una fuerte contracción en mi zona abdominal y genital y segundos después todo mi semen contenido comenzó a salir a chorros por mi glande llegando hasta lo más profundo de mi tía. Dejé mi verga incrustada en el coño de Berta hasta que salió la última gota de leche.

 

- ¡Menuda follada que le hemos dado a esta zorra! Seguro que no la olvidará fácilmente- dijo el cliente, mientras se metía su polla ya flácida dentro del pantalón. Le pidió a mi tía que se levantara, para poder coger y llevarse la manta que había extendido en el suelo. Se despidió de nosotros, se dirigió a su vehículo, guardó la manta y arrancó el coche alejándose de aquel lugar.

 

 

El aspecto de mi tía era lamentable: tenía aún la cara llena del semen del cliente, estaba sudorosa, sofocada y sus medias estaban rotas por la entrepierna, con algunas carreras por los muslos y llenas de tierra por los pies. Nos dirigimos a su coche y, al llegar, abrió la puerta del vehículo, cogió unas toallitas húmedas y se aseó como pudo. Se puso la minifalda, luego los zapatos y por último trató de vestirse con la blusa, pero fue imposible: tenía los botones arrancados y no se la podía cerrar. Tuve que dejarle mi cazadora para que pudiera conducir tapada.

 

Al llegar a la vivienda nos desnudamos y nos metimos en la ducha los dos a la vez. En la intimidad de aquel cuarto de baño y bajo el agua de la ducha follé por última vez con mi tía, antes de que el regreso de mis padres pusiera fin a mis encuentros sexuales con Berta.

 

 

 

 

 

 

 

Gracias a todos por leer este relato. Como siempre os digo, espero vuestros comentarios.

 

Más relatos e historias en esta página y en mi blog: http://ratosdesexo.blogspot.com.es/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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