miprimita.com

Quid pro quo (6). Pilladas en plena orgía.

en Grandes Series

QUID PRO QUO (6). PILLADAS EN PLENA ORGÍA.

 

Para el último castigo publiqué en una página de contactos en internet un anuncio que decía lo siguiente: “Dos mujeres cuarentonas de buen ver buscan sexo esporádico con dos hombres. Se gratificará a cada uno con 50 euros”.

En unos días la cantidad de e-mails recibidos era enorme: hombres de todas las edades y condiciones estaban interesados en ser los elegidos. Hasta que no tuve claro quiénes serían los dos afortunados que participarían en la orgía siendo además recompensados económicamente por ello, no les comenté nada del juego ni a Rocío ni a Patricia. Finalmente tomé la decisión de seleccionar a un chico joven de 18 años y de etnia gitana y a un jubilado alemán de 65 años y viudo, que se había quedado a vivir en España. Cité a ambos para el viernes a la 1.00 de la madrugada y les di la dirección del piso de Rocío.

El día antes, jueves por la noche, les comuniqué a ambas mujeres cuál sería el último castigo que deberían cumplir. También les anuncié que cuando los dos desconocidos terminasen su faena, sería mi turno: había esperado hasta el sexto castigo para follar con ellas. Les recordé que lo máximo a lo que habíamos llegado los tres entre nosotros había sido a masturbarme y a correrme delante de ellas, pero nada más. Ese viernes llegaría por fin mi momento. Sabedoras de que era el último juego que deberían afrontar para saldar su deuda por lo que habían hecho conmigo, aceptaron todo lo que les propuse. La única reticencia vino cuando Rocío supo que sería en su propia casa donde se desarrollaría el encuentro: su hija Silvia salía todos los viernes por la noche con sus amigas y no tenía una hora fija de llegada. Había días en los que volvía relativamente temprano y otros en los que regresaba a casa al amanecer, tras pasar de fiesta toda la noche.

 

- ¿Estás loco? ¡Mi hija podría regresar en cualquier momento y pillarnos!- me gritó.

 

- Tendrás que arriesgarte a eso. No te queda otra opción. Además así será todavía más morboso.- le repliqué.

 

Terminó aceptando a duras penas, pero no le quedaba otra salida, si no quería que tanto su hija como su marido se enterasen de lo que había hecho conmigo. Esa noche dormí poco y mal: tenía que estudiar para los últimos exámenes del curso y estuve perfilando algunos detalles del castigo de la siguiente noche. A la mañana siguiente me levanté temprano y me encontré a Patricia desayunando en la cocina. Llevaba puestas únicamente unas bragas negras. Después de todo lo que había sucedido ya no le importaba andar así por el piso, aunque estuviera yo presente.

 

- Me gustan esas braguitas, te hacen muy sexy. Quiero que las lleves puestas esta noche- le comenté.

 

- Iba a ducharme ahora y a dejarlas en la ropa sucia- me dijo.

 

- Entonces te las volverás a poner cuando te duches, aunque estén sucias. Mejor así: olerán más a tu sexo esta noche cuando estén los dos hombres. Quiero que los recibas así, tal y como estás ahora, vestida sólo con esas bragas y con las tetas al aire.

 

Patricia terminó de desayunar y se dirigió hacia la ducha. Yo aproveché para vestirme y después salí del piso y llamé a la puerta de al lado, al piso de Rocío. Me abrió la puerta su hija Silvia que justo en ese momento se disponía a salir hacia la peluquería en la que trabajaba.

 

- ¿Está tu madre? Era para comentarle brevemente una cosa- le pregunté.

 

- Sí, pero está en la ducha. Entra si quieres y espérala en el salón. No creo que tarde mucho. Yo me tengo que ir- me respondió.

 

Entré en el piso y Silvia se marchó a su trabajo. Me senté unos minutos en un sofá hasta que por mi cabeza comenzó a rondar una idea: se me ocurrió acercarme al baño e intentar espiar a Rocío, como hizo ella en su día conmigo. Sigilosamente me fui aproximando al baño. Al llegar comprobé que la puerta estaba encajada y que quedaba una rendija por la que poder mirar. Junto a mis pies había en el suelo una camiseta interior rosa y un tanga blanco. Supuse que eran las prendas que Rocío se acababa de quitar antes de entrar en la ducha. Miré por el hueco que dejaba abierto la puerta y vi a Rocío desnuda, dándole un repaso al depilado de su coño. Al terminar pasó la palma de su mano por sus labios vaginales y comenzó a acariciárselos. Estuvo varios minutos frotando su clítoris, hasta que sacó de su neceser un pene de plástico. Se lo llevó primero a la boca y lo chupó y relamió varias veces. Poco a poco lo fue pasando por todo su cuerpo: por su cuello, por sus tetas, por su ombligo, hasta llegar finalmente a su sexo. Ahí se detuvo y con delicadeza empezó a introducir aquel artilugio en su coño. El juguete desapareció casi por completo dentro de la vagina y Rocío comenzó entonces a sacarlo y meterlo una y otra vez, primero lentamente, después cada vez más rápido. La mujer no podía contener sus primeros gemidos de placer, mientras yo me agaché, cogí el tanga blanco del suelo y me lo acerqué a la nariz. La mezcla de olor a orín y flujo femenino me excitó todavía más de lo que ya lo estaba. Abrí la cremallera de mi pantalón, me aparté el slip y comencé a tocarme la polla.

 

Mientras, Rocío metía y sacaba con ímpetu el pene de plástico dentro de su coño y con los ojos cerrados daba rienda suelta a su placer. Yo empecé a acariciar mi verga ya tiesa con el tanga y mi líquido preseminal empezó a mojar la prenda. Rocío les dio un acelerón definitivo a sus movimientos de penetración hasta que pocos segundos después alcanzó el orgasmo. Se llevó el juguete a la boca y lamió los flujos de su propio coño. Yo estaba a punto de correrme y sólo tuve tiempo de alejarme un poco de la puerta del baño, antes de que mi semen saliera a chorros, salpicando el suelo del pasillo. Mientras Rocío se duchaba, tuve que recoger mi leche del suelo usando el tanga blanco. Después lo envolví entre la camiseta interior rosa para que Rocío no se diera cuenta de nada cuando recogiera las prendas del suelo para meterlas en la lavadora, como finalmente sucedió. Regresé al salón y me senté de nuevo en el sofá a esperar a Rocío. A los pocos minutos apareció vestida de forma deportiva, lista para iniciar sus clases en el gimnasio.

 

-¡Qué susto! ¿Cómo has entrado?- preguntó.

 

- Me abrió tu hija antes de irse y me dijo que te esperase dentro. He venido para decirte cómo quiero que vayas vestida esta noche para recibir a los dos invitados: quiero que lleves puestas sólo unas medias tipo pantys de color negro, sin nada debajo y completamente desnuda por arriba- le comenté.

 

- ¡Vaya! Hace unos días puse en orden toda mi ropa, para dejar más a mano la de verano e hice algo de limpieza: tiré prendas ya demasiado usadas, entre ellas todos los pantys que tenía. Me gusta estrenarlos cada temporada de otoño-invierno. Así que ahora mismo no tengo aquí a mano medias. Pero no te preocupes: mi hija tiene muchos pantys; le cogeré unos de ese color, no los va a echar en falta- me indicó.

 

- Bien, pero elige unos pantys finos. Quiero que esos dos hombres vean tu coño sólo tapado por las finas medias negras en cuanto lleguen- le advertí.

 

 

Me marché del piso de Rocío directamente a la facultad. Estuve allí en las clases y después estudiando en la biblioteca casi todo el día, hasta regresar al piso de Patricia entorno a las 21.00 horas. Todavía quedaba tiempo para cenar algo y relajarme un poco antes de dar comienzo al último castigo. Media hora antes de lo acordado con los dos hombres y tras una breve conversación telefónica con Rocío, para asegurarme de que su hija ya había salido con sus amigas, le dije a Patricia que se fuera ya al piso de al lado, al de Rocío.

 

- Quiero que te desnudes aquí antes de irte y que salgas sólo con las bragas puestas, como quedamos esta mañana- le indiqué.

 

No hizo falta decir nada más: empezó a desabrocharse la blusa roja que tenía hasta que aparecieron sus pechos tapados por un sujetador negro; a continuación se quitó los zapatos y el pantalón vaquero. Por último se llevó las manos a la espalda, abrió el cierre del sujetador y liberó sus senos de esa prenda. Ahora ya sí, sólo las bragas negras que llevaba puestas desde hacía algo más de un día cubrían el cuerpo de la mujer. El resto de la ropa quedó tirada en el suelo. Cogió un billete de 50 euros para pagar a uno de los hombres y las llaves del piso y ambos salimos del inmueble, tras coger yo mi cámara de fotos, que tendría que grabar el último juego con las mujeres.

 

Como en esa planta del edificio sólo había dos pisos, el de Rocío y el de Patricia, no existía gran riesgo de que nos cruzáramos con algún vecino y menos a esas horas ya de la noche. Dejé a Patricia llamando a la puerta de Rocío, mientras yo bajaba las escaleras del edificio para dirigirme a la calle y esperar la llegada del jubilado alemán y del joven gitano. Cinco minutos antes de lo pactado apareció el primero de los dos hombres: era el jubilado. Se llamaba Stefan, era canoso, alto y bastante corpulento. Se le veía aparentemente tranquilo. Hablaba perfectamente el castellano y me confesó que no era la primera vez que hacía algo así por dinero. Poco más tarde, puntual, llegó el joven. Se llamaba Antonio y era todo lo contrario al jubilado: nervioso, tímido, delgado y de tez morena. Casi balbuceando me confesó que todavía era virgen, que jamás había tenido sexo con una mujer. Traté de tranquilizarlo un poco, diciéndole que se limitara a disfrutar. Sin perder más tiempo, subimos por fin al piso de Rocío. Llamé al timbre y tras unos segundos ella abrió la puerta. ¡Menuda cara de sorpresa se les quedó a ambos hombres cuando vieron allí a Rocío con los pechos al aire y ataviada únicamente con unas finas medias negras! Los dos recorrieron con su mirada el cuerpo de la mujer, deteniéndose en su entrepierna, donde su coño depilado se apreciaba claramente a través de las medias.

 

- Hola. ¡Pasad!- nos recibió Rocío.

 

Los tres entramos en el inmueble, en cuyo salón nos esperaba Patricia. También ella logró atraer las miradas de los dos hombres, que no dejaban de admirar los senos desnudos de la mujer.

 

- Ésta es Rocío y ella es Patricia. Él es Antonio y él, Stefan- dije, para hacer las presentaciones.

 

- Antes de que empecemos, aquí tienes mis 50 euros- le comentó Patricia a Antonio, entregándole el billete.

 

- Y aquí están los 50 míos- añadió Rocío, extendiéndole el dinero a Stefan.

 

- Bueno, pues cuando queráis… Yo de momento me limitaré a grabarlo todo- les indiqué a los allí presentes.

 

El jubilado fue el primero en comenzar a desvestirse y yo aproveché para iniciar la grabación. Toda la tranquilidad que aquel hombre había demostrado al principio se transformó en ansia y deseo de comenzar cuanto antes a follar. Una por una fue quitándose todas las prendas hasta quedarse sólo con un slip. Lo que se ocultaba bajo el slip se adivinaba como algo descomunal: el bulto que había bajo la prenda era enorme y las dos mujeres clavaron inmediatamente su mirada en él. Cuando el alemán se quitó el slip un tremendo pene apareció ya a la vista de todos.

 

- Ufff, lo que escondías ahí debajo- exclamó Rocío asombrada por lo que veía.

 

Por su parte el chico ya estaba también desvistiéndose: mientras se quitaba la camiseta, Patricia se le acercó y comenzó a desabrocharle el pantalón, impaciente por ver lo dotado que estaba el joven. Llevaba un bóxer blanco nuevo, creo que lo estaba estrenando para la ocasión y Patricia se congratuló al ver que el chico no tenía nada que envidiarle al jubilado. De un tirón le bajó la prenda, se quedó con ella en la mano y la arrojó hacia uno de los sofás. Antonio estaba ya totalmente empalmado, con la polla tiesa y erecta apuntando hacia el frente.

 

- ¡Vaya tela lo que tienes ahí! ¿ Pero qué tomáis los tíos hoy en día?- preguntó asombrada.

 

Entonces Patricia se arrodilló ante el joven, agarró con su mano aquella verga sin estrenar, hinchada y venosa y se la metió poco a poco en la boca.

 

- Por favor, despacio- le suplicaba Antonio.

 

- Quiero que me la mames a mí también- le pidió el jubilado a Rocío.

 

Ella se puso en cuclillas ante Stefan y con la mano derecha empezó a agitarle la polla. Después abrió la boca y engulló aquella verga para disfrute del alemán. Las dos mujeres se encontraban en plena felación, mientras les manoseaban los testículos peludos a los dos individuos. Una y otra vez ambas impulsaban hacia delante y hacia atrás sus cabezas, aumentado cada vez más el ritmo. El corpulento alemán comenzó a sudar por todo el cuerpo y las gotas de ese sudor iban empapando el suelo del salón Por su parte Patricia se esmeraba en la mamada a aquella polla virgen que estaba saboreando: deslizaba la boca sobre la verga del joven, haciendo cada vez más presión sobre la piel del pene. El chico gemía ya de forma intensa y empezaba a hacer esfuerzos por aguantar sin correrse. Un acelerón violento en el ritmo que marcaba Patricia provocó que Antonio cerrara los ojos, apretase los labios y finalmente lanzara un grito de placer, antes de llenar la boca de patricia con su semen. Ella se tragó absolutamente toda la leche derramada por el chico, sin desperdiciar ni una gota. Mientras tanto, el alemán estaba demostrando una capacidad de aguante fuera de lo común, pues aún no daba síntomas de que fuera a eyacular. Por más que Rocío aceleraba y se esforzaba, no lograba que el hombre echara su semen. Desesperada soltó la polla de su boca, la agarró con sus dos manos y así, a dos manos, comenzó a masturbar a Stefan. Tras unos instantes el jubilado comenzó a dar muestras de que pronto eyacularía. Todavía tuvo Rocío que machacarle la verga un largo minuto más hasta que, al fin, de aquel mayúsculo pene comenzara a salir a chorros el semen que impactó casi en su totalidad contra el cuerpo de Rocío.

Los cuatro quedaron agotados y en silencio durante unos instantes. Al rato Stefan le preguntó a Rocío que dónde estaba la cocina. La mujer se lo indicó y el alemán se dirigió hacia allí. Escuché cómo el hombre hacía algo de ruido buscando en bolsas y abriendo algunos cajones. Poco después apareció de nuevo en el salón con dos grandes pepinos verdes en la mano.

Se acercó a Patricia y le dijo:

 

- Es hora de que te quites las braguitas y de que te folle ese culito que tienes.

 

- ¿No pretenderás meterme eso por el culo?- preguntó la mujer.

 

Pero Stefan no dijo nada más. Dejó por un momento los pepinos en el suelo, agarró las bragas de Patricia por el elástico de la cintura, dio un fuerte tirón y desgarró la prenda, quedándose con ella, rota, en la mano. Las olió a fondo y después se las ofreció al chico para que hiciera lo mismo:

 

- ¡Huélelas! Verás la peste a coño de puta que desprenden- gritó.

 

Antonio se las llevó a la nariz y aspiró profundamente el olor que emanaba de la prenda.

 

- ¡Están chorreando!- exclamó sorprendido el joven.

 

- Ya lo creo que lo están. Y debes sentirte orgulloso: has conseguido que esta mujer se corriese mientras mamaba tu polla- añadió Stefan.

 

Patricia estaba ahora completamente desnuda delante de todos y Antonio se deleitaba mirándole continuamente el coño peludo. Por su parte Stefan volvió a coger del suelo uno de los dos pepinos y le dijo a Patricia:

 

- ¡Venga, ponte a cuatro patas!

 

No tardó mucho la mujer en tomar esa postura y en percibir cómo el pepino se iba adentrando lentamente por su orificio anal. Le suplicaba a Stefan que lo hiciera con cuidado, pero el alemán, en cuanto lo había enterrado casi al completo en el culo de la mujer, empezó a meterlo y sacarlo a un ritmo veloz. Patricia no paraba de gritar y de gemir, pero el jubilado continuaba con su frenética tarea. Rocío cogió el otro pepino del suelo, se lo ofreció a Antonio y le pidió que le hiciera a ella lo mismo que le estaban haciendo a Patricia. Ni siquiera perdió el tiempo en quitarse las medias: con ellas puestas puso su culo en pompa entregándoselo a aquel chico, para que hiciera con él lo que le había pedido. A través del tejido de las medias, Antonio empezó a meter el pepino por el culo de Rocío. Los finos pantys negros de la mujer ofrecieron poca resistencia y enseguida quedaron agujereados. Por el orificio abierto el pepino comenzó a entrar ya sin ningún obstáculo en el ano de Rocío. Antonio imitó a Stefan y con ritmo rápido y enérgico penetraba una y otra vez el trasero de la mujer. Ahora ya los gritos eran dobles, los de Patricia y los de Rocío. Yo me situé delante de Patricia para continuar la grabación desde esa perspectiva y la mujer aprovechó para bajarme la cremallera del pantalón, apartar mi slip y sacar fuera mi polla ya empalmada.

Mientras sentía el pepino entrando y saliendo por su culo, empezó a masturbarme sin ningún tipo de preámbulos. Con fuerza agitaba mi polla liberando en ella todo el dolor que le estaba provocando la penetración anal. A duras penas pude seguir grabando cómo aquellos dos hombres le daban un impulso definitivo a sus movimientos de penetración y Rocío fue la primera en acusarlo:

 

- Síííí…Sííííí….Arrgggg… Me corro, me corro….- gritó antes de dar un gran suspiro de alivio. Sus flujos vaginales empezaron a empapar y a traspasar el tejido de las medias y a formar un pequeño charquito en el suelo.

 

Patricia no aguantó mucho más y mientras se corría también, no dejó de machacarme mi polla hasta provocar que eyaculara directamente sobre su rostro. Todos necesitábamos un tiempo de recuperación. Yo aproveché para desnudarme por fin, mientras los demás se limpiaban y se refrescaban bebiendo agua. Varios minutos de descanso fueron suficientes para retomar la acción. Le dije a Patricia que fuera al dormitorio de Rocío. Detrás fuimos Stefan, Antonio y yo y Patricia se tumbó en la cama matrimonial de Rocío. Antonio tenía ya su pene dispuesto a volver a dar guerra y no dudó en metérselo cuidadosamente a Patricia en su coño. El joven disfrutaba por primera vez en su vida de una penetración vaginal a una mujer. Stefan y yo nos manteníamos a la expectativa, dejando hacer al chico. Yo había colocado la cámara sobre la mesilla de noche de forma que siguiera grabando todo lo que sucedía.

Tras unos instantes, Stefan se acercó a la mujer y empezó a acariciarle los pechos. Yo me sumé al manoseo y entre los dos le dimos unos buenos masajes a las tetas de Patricia, mordisqueándole incluso los duros pezones. Repartimos besos por el rostro de la mujer, por su cuello, a la vez que nuestras manos seguían sobando todo el torso de Patricia. Antonio apretaba su polla cada vez con más fuerza dentro del coño de la mujer y, de repente, entró en la habitación Rocío. En su mano derecha llevaba uno de los pepinos que habíamos usado antes. Al entrar y ver lo que le estábamos haciendo a su amiga, se desgarró la parte delantera de las medias, por la entrepierna y dejó ahora sí completamente al descubierto su coño. A continuación comenzó a rozar sus labios vaginales con el pepino, hasta que finalmente se lo fue introduciendo por la vagina. Se masturbaba mientras no perdía detalle de cómo Antonio follaba con Patricia y de cómo Stefan y yo sobábamos el cuerpo de la mujer. Antonio aceleró sus movimientos de penetración de tal forma que la cama se bamboleaba hacia delante y hacia atrás. Patricia agarró con su mano la verga del jubilado alemán y empezó a agitarla sin cesar. Antonio comenzó a gemir con fuerza y alertó a Patricia de que estaba a punto de correrse. Segundos después descargó todo su semen dentro del coño de la mujer. Sin darle tregua alguna a Patricia, Stefan tomó el relevo de Antonio, que se había apartado ya unos metros. Ahora era el alemán quien hundía una y otra vez su pene dentro de la vagina de Patricia, de la que aún salía el semen que le había dejado Antonio.

 

Yo me acerqué a Rocío y le pedí que me permitiera ser yo quien la masturbase con el pepino. Ella lo soltó y yo, agarrándolo por el extremo, continué la masturbación que había iniciado la propia mujer. El jubilado seguía bombeando sin descanso su polla en el sexo de Patricia: dio tres acometidas muy fuertes y tras dar una cuarta inundó de esperma la vagina de la mujer. Sacó la verga rápidamente, justo a tiempo de que el último chorro de semen impactara en el rostro de Patricia. Quedaba yo por follar a Patricia, así que le cedí el pepino a Antonio y fue él quien se encargó desde ese momento en terminar de masturbar a Rocío, que ya había tenido un primer orgasmo y cuyo flujo vaginal salía de forma abundante de su coño.

Me acerqué a Patricia, cuyo coño chorreaba leche de los otros dos hombres. Le metí de golpe toda mi verga hasta el fondo, mientras en el interior de la habitación el calor comenzaba a ser insoportable. Mis movimientos de mete y saca dieron continuidad al éxtasis que estaba viviendo Patricia. Su vagina estaba tan pegajosa de semen y de sus propios flujos que chasqueaba cada vez que mi verga se deslizaba en su interior. Cuando me di cuenta, Stefan y Antonio se habían llevado de la habitación a Rocío y sus voces me indicaban que se encontraban de nuevo en el salón. Mis testículos y mi polla estaban a punto de estallar y no fui capaz de aguantar más tiempo.

 

- ¡Patricia, prepárate para recibir tu tercera ración de leche!- le grité a la mujer antes de que mi esperma saliera disparado para terminar de saciar el coño sediento de la mujer.

 

Me tumbé junto a ella en la cama unos instantes mientras trataba de recuperar el aliento. Desde el salón continuaban oyéndose los gemidos de Rocío, que seguía en manos del alemán y de Antonio. Permanecí en la cama varios minutos más, hasta que decidí que era el momento de rematar la orgía: cogí la cámara y salí de la habitación en la que se quedó Patricia. Al llegar al salón vi que Antonio y Stefan le habían roto por completo las medias a Rocío y que éstas estaban destrozadas en el suelo junto con el pepino. Ahora Rocío tenía en una de sus manos la verga de Antonio y en la otra la de Stefan y jugueteaba con ellas. Dejé la cámara grabando sobre la mesa del salón, me tumbé en el suelo y le dije a Rocío que se sentara sobre mi polla. Ella obedeció enseguida y, sin soltar el falo de los otros dos hombres, se fue sentando poco a poco sobre mi pene, acomodándoselo en el interior de su coño. Empezó a cabalgar sobre mi miembro a la vez que masturbaba a Stefan y a Antonio. Yo sentía mi polla irritada y dolorida por lo dura y tiesa que había estado casi toda la noche, pero merecía la pena aguantar ese dolor que se incrementaba en ese momento con la cabalgadura de Rocío. Me agarré a la cintura de la mujer, que estaba chorreando de sudor, para aguantar mejor sus movimientos, mientras veía que los rostros de Stefan y de Antonio reflejaban los apuros de ambos por no eyacular aún.

Acto seguido entró en el salón Patricia que, tras recuperarse de las tres penetraciones a las que le habíamos sometido, quería ver cómo acababa la orgía. Y llegó justo a tiempo para contemplar cómo su amiga Rocío soltaba las vergas del alemán y de Antonio, cómo éstos apuntaban con la punta de su pene hacia el rostro de Rocío y cómo ésta deslizaba un par de veces más su vagina sobre mi miembro. Comencé a eyacular dentro del coño de Rocío en el preciso momento en que tanto Antonio como Stefan regaban con su leche la cara de Rocío.

En ese instante se escuchó un ruido en la puerta del piso, justo frente a nosotros. Ésta se abrió y allí aparecieron el marido de Rocío y su hija Silvia. Al parecer, Silvia no había salido con sus amigas esa noche, sino que fue a esperar a su padre a la estación de tren. El padre regresaba unos días antes de lo previsto de su larga estancia fuera de la ciudad por motivos laborales y tanto él como Silvia querían darle una sorpresa a Rocío. La sorpresa que le dieron y que ellos se llevaron a su vez fue mayúscula. Tanto el padre como la hija se quedaron atónitos y sin poder articular palabra por lo que veían sus ojos. Sin decir absolutamente nada abandonaron el inmueble. Rocío se levantó llena de semen y trató de ir tras ellos para darles una explicación, pero le cerraron la puerta del piso en la cara.

A las pocas semanas terminó mi curso y regresé a mi ciudad de origen. No volví a saber nada de las dos mujeres en mucho tiempo, hasta que a finales del verano recibí un correo electrónico de Patricia. Me decía que el marido de Rocío le había pedido el divorcio a su esposa y que él se había marchado a vivir con su hija Silvia a otro piso. Acababa comentándome que Rocío seguía con sus clases en el gimnasio y ella con la tienda de informática, pero que los fines de semana ambas se dedicaban a ejercer la prostitución en el piso de Rocío para vivir más desahogadamente y para saciar sus impulsos sexuales. Todavía hoy tengo remordimientos de que por mi culpa Rocío y Patricia terminasen convirtiéndose en dos auténticas putas.

 

 

Gracias a todos los que habéis leído todas o algunas de las historias de esta serie. Espero que os hayan gustado y que hayáis disfrutado leyéndolas.

Gracias también por los comentarios sobre los relatos, en especial a Chiqui1972.

Y no me olvido de ti, mi diosa Patty. Perdón por haberte “torturado” tanto haciéndote esperar la publicación del relato. Espero que haya merecido la pena tu espera ansiosa, inquieta y desesperada. Ponte bien pronto, mi vida. Un beso.

 

 

 

 

 

 

 

Mas de eyaculadorferoz

El ciclista y la indigente.

Atracción en el aula.

Jade responde a las 30 preguntas.

Eyaculadorferoz responde a sus 30 preguntas.

Sireleo responde a las 30 preguntas.

Elena responde a las 30 preguntas.

30 preguntas sobre sexo (para ellas).

30 preguntas sobre sexo (para ellos).

Abrázame y no me sueltes.

Tórrida venganza mexicana.

Tocándome al amanecer.

Un ángel llamado Patty.

Bañadores mojados.

Princesa de mis sueños.

Ut te novi, scivi quid amor sit.

Un vicio remunerado (3ª parte: reescrita).

Un vicio remunerado (2ª parte). El matrimonio.

Un vicio remunerado (1ª parte).

Nuestro ansiado encuentro.

Tina, la calientapollas (2ª parte y final).

Tina, la calientapollas (reedición).

Urgente exploración anal.

120 días contigo.

Te confieso una petición.

Natalia, embarazada en la playa.

¿Prefieres a un canalla?

Mi novia me folla el culo.

Perversiones familiares (2). Eva desvirgada.

Tu coño es un volcán.

Pecaré con una diosa.

Dulzura azteca.

Perversiones familiares.

Hiriente desengaño.

BlodingGirl: una diosa entre los mortales.

Quid pro quo (5). La polla del marroquí.

Quid pro quo (4). Folladas por dos pescadores.

Quid pro quo (3). Folladas por universitarios.

Quid pro quo (reedición).

Quid pro quo 2: En la tienda de lencería.

Tetas catalanas (reedición).

La dependienta (reedición).

La rusa y mi biberón (reedición).

32 preguntas a una joven lectora.

Disfrutando en las duchas de la playa (reedición).

Entrevista al autor Machirulo.

Dos pollas para Montse (reedición).

Bendito sexshop (reedición).

Las nigerianas viciosas (reedición).

Diario de una exhibicionista (reedición).

Perverso escarmiento a una ladrona (reedición).

Mi tía me deslechó (2).

Mi tía me deslechó (1).

Mi tía me deslechó (5 y final).

Mi tía me deslechó (3).

Mi tía me deslechó (4).

Borrachas en el tren (reedición).

Putitas universitarias.

Paja en el probador de un bazar chino.

Entrevista a la autora Moonlight.

Entrevista al autor Scirocco.

Entrevista al autor Cantydero.

Entrevista a la autora Cecisex.

Entrevista al autor Cesh.

Entrevista a la autora Skarlet.

Entrevista al autor Vieri32.

Entrevista al autor Caramelo Negro.

Entrevista al autor Mago.

Entrevista al autor lgbcn.

Entrevista al autor Ginés Linares.

Quiero entrevistar a autores.

Así desvirgaron a mi novia.

Motivos de mi marcha y de mi regreso.

Gracias, vecina.