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Un vicio remunerado (2ª parte). El matrimonio.

en Trios

                                                                                                                              UN VICIO REMUNERADO (2ª PARTE).

 

                                                                                                                                            EL MATRIMONIO.

 

Recomiendo la lectura de la primera parte para poder seguir mejor el contenido del relato. Está publicada en la categoría de confesiones.

 

La segunda ocasión en la que alguien solicitó mis servicios fue una semana más tarde. Recibí un correo de un hombre, lo que me extrañó, pues en el anuncio había dejado claro que me ofrecía solo a mujeres.

Seguí leyendo el correo y todo se aclaró: aquel hombre me contaba que tenía 53 años y que llevaba 2 casado con una mujer joven de 26. Él era español, pero su esposa era rusa. Quería contar con mis servicios para satisfacer una fantasía que tenía su esposa: que un desconocido estuviese mirando mientras ellos hacían el amor. Me dejaba claro que mi papel sería únicamente limitarme a mirar, nada de tocar ni participar activamente. Él se oponía en rotundo a que otro hombre follara con su mujer y me especificaba que había accedido a la fantasía de su esposa bajo la condición de que yo solo mirase. Terminaba diciendo que le parecía bien el precio de 50 euros por mi servicio y la entrega de la braguita de su mujer. Dejaba un número de móvil para que contactase con él.

 

Tras ponerme en contacto con aquel hombre, acordamos que el encuentro sería el domingo de esa semana por la mañana temprano, a las 8.00. Tenía que ser a esa hora un par de horas más tarde él debía coger un vuelo hacia Moscú por motivos profesionales. Fue precisamente en uno de esos viajes donde conoció a su esposa. 

 

Cuando llegó el día fijado, no me quedó más remedio que madrugar. Puntual a las 8.00 llamé a la puerta de la vivienda del matrimonio, situada en una zona de clase alta de la ciudad. Me abrió la puerta un hombre de 1.80 m de estatura aproximadamente, pelo corto semicanoso, con buena planta y que llevaba puesto únicamente un bóxer negro.

 

- Soy Luis. Tú eres David, ¿no?- me preguntó.

- Sí, yo soy David. Encantado- le respondí.

 

El hombre me invitó a pasar a la vivienda y me entregó el dinero de mi servicio.

 

- Cuando terminemos podrás coger el tanga que lleva ahora puesto mi mujer- me comentó.

Me indicó que pasase al dormitorio. Entré y en la cama, acostada y tapada con una sábana blanca, se encontraba una mujer joven, de la que solo se veía su cabello rubio rizado, sus ojos grises y su rostro de piel muy clara.

 

- Ella es Nadia, mi esposa- dijo Luis.

- Encantado, Nadia. Yo soy David- le comenté a la mujer, desde la puerta de la habitación.

- Hola, David. Me alegro de que hayas venido. Parece que por fin voy a cumplir mi fantasía- me dijo ella en un castellano correcto, aunque con claro acento extranjero.

 

Luis se acercó a la cama y le preguntó a su esposa si ya estaba preparada. Ella asintió y entonces Luis me preguntó:

 

- ¿Estás listo para tu papel de espectador?

- Yo sí. Cuando queráis, podéis empezar. ¿Debo desnudarme o algo?

- No, no hace falta. Con que nos mires es suficiente- respondió Nadia.

 

A continuación Luis retiró la sábana que cubría el cuerpo de Nadia, ofreciéndome la imagen de su mujer semidesnuda: un cuerpo cuidado las tetas grandes, contrarias a mi gusto y además creo que operadas y un tanga rojo que le cubría su sexo.

 

- ¿Te gusta lo que ves?- me preguntó Nadia.

- La verdad es que no sé si debo responder con tu marido aquí delante- contesté.

- ¡Tranquilo, hombre! Una cosa es que no te deje follar con mi mujer y otra que te prohíba decirle algún halago- comentó el marido.

 

Exceptuando el excesivo tamaño de las tetas, el cuerpo de la mujer era hermoso.´

 

- Me gusta mucho lo que veo, la verdad- les dije.

 

Luis se quitó entonces el bóxer, mostrando su polla algo dura y en semi erección. Tenía toda la zona genital afeitada, al igual que el resto del cuerpo.

 

- ¡Vamos, acércate más!- me pidió Nadia.

 

Me aproximé hasta la cabecera de la cama y desde allí me dispuse a contemplar cómo aquella pareja se ponía a follar.

Luis se metió en la cama con su esposa y empezó a besarla en los labios. Mientras lo hacía, dirigió sus manos a las tetas de Nadia y se afanaba en acariciarlas. Con la palma de la mano recorría una y otra vez los senos de la mujer, masajeándolos con ansia, rozando los pezones de Nadia. Las dos manos de Luis fueron descendiendo lentamente hacia la cintura de su esposa, hasta toparse con el elástico del tanga. Apartó un poco la parte delantera de la prenda dejando al descubierto los labios vaginales de la joven, carnosos y rosados. Con la lengua empezó a lamerle el coño a Nadia que cerraba los ojos mientras sentía la lengua de su marido recorrer su sexo.

Yo notaba cómo mi verga se ponía cada vez más dura bajo el pantalón y no podía hacer nada por aliviarme, pues solo me había pedido que mirase.

 

Luis sustituyó el trabajo de su lengua por el de sus dedos: empezó a meterle a su esposa primero uno, luego dos, por último tres dedos en el coño, que cada vez estaba más empapado. Estuvo varios minutos penetrándola así, metiendo y sacando sin parar los dedos en la vagina de Nadia, que ya había comenzado a emitir sus primeros gemidos. El ritmo de penetración era cada vez más rápido y enérgico, los dedos se deslizaban sin interrupción por el sexo de la mujer, que le pedía a su marido que acelerase más.

 

- ¿Te gusta, verdad? ¿Te encanta que te folle así, con los dedos, metiéndotelos enteros hasta dentro, no es cierto?- le preguntó Luis a su esposa.

- Uffff….sigue, por favor, fóllame más, haz que me corra, no pares…- fue lo único que respondió Nadia.

- Te penetraré hasta que llegues al orgasmo, tenlo por seguro. Quiero que te corras delante de nuestro invitado. Voy a acelerar más. Prepárate, que ahora lo haré más rápido y fuerte- comentó Luis.

- ¡Arrgggg! ¡Uffffff! Así, sigue así, no dejes de meter los dedos. ¡Ahhhhh!- gritaba la joven mientras Luis daba fuertes embestidas con los dedos perforando continuamente el coño de Nadia.

 

Esta ya no aguantó mucho más: tras un par de violentas embestidas de Luis, Nadia comenzó a gritar de placer y de su coño salió un chorreón de flujo.

 

-¡Ahhhhh…síííí...ohhhhhh…..qué gusto…arrgggghhhh…sííí!- exclamaba Nadia en pleno extasis.

 

Luis le quitó el tanga a su mujer, le secó con él el coño mojado y me entregó la prenda como la segunda parte del pago por el servicio.

La joven estaba ahora completamente desnuda en la cama, a escasos centímetros de mí y yo disfrutaba mirando el encanto de su sexo totalmente depilado.

Luis comenzó entonces a penetrar con el pene a su esposa abriéndola de piernas. Al principio sus bombeos fueron pausados y suaves, pero de pronto se transformaron en impetuosos. Embistió de forma brusca a su mujer durante algo más de dos minutos y, ante mi sorpresa, el hombre ya no aguantó más: se corrió dentro del coño de Nadia entre gemidos de placer. La mujer parecía desencantada y a la vez habituada a que esto ocurriese y mostraba síntomas de no haber disfrutado prácticamente nada. Luis sacó la polla de la vagina de su mujer, me miró y dijo:

 

-Ya hemos terminado. Puedes marcharte. Gracias por cumplir con lo pactado.

 

Me limité a hacer lo que me comentó aquel hombre, así que me vestí, me despedí del matrimonio y me marché con los 50 euros en un bolsillo y con el tanga de Nadia en el otro.

Regresé a mi piso y cuando estaba abriendo la puerta, sonó el móvil. Miré el número y me resultó desconocido. Aun así atendí la llamada. Para mi sorpresa era Nadia la que me llamaba. Había obtenido mi número a través del teléfono de su marido, mientras este se duchaba antes de dirigirse al aeropuerto. Me dijo que su esposo ya había salido hacia allí para tomar el avión rumbo a Moscú. El motivo de la llamada era para comentarme que su marido sufría de eyaculación precoz y que nunca conseguía satisfacerla cuando mantenían relaciones sexuales. Siempre se quedaba con ganas de más, como le había ocurrido un rato antes. Me confesó que su fantasía de que un hombre mirase mientras ellos follaban era en parte real, pero que la había puesto en práctica con una segunda intención: aprovechar la ausencia de su marido para poder follar con el hombre que les hubiese observado. Ya que su marido se negaba a aceptar un trío, ella tenía que actuar a sus espaldas. Me dijo que si yo estaba dispuesto a satisfacerla. Cuando le respondí que sí, me ofreció otros 50 euros por volver a su casa y pasar un rato con ella. Le comenté que no hacía falta que volviera a pagarme, que el dinero que me había pagado antes me lo había ganado sin hacer nada, solo mirar y que, por tanto, follaría ahora con ella por ese dinero. Pero le puse una condición: que fuese ella la que viniese a mi piso.

Ella aceptó sin dudar, así que le di mi dirección y quedamos en vernos en una hora.

 

Puntual se presentó en mi inmueble: venía vestida de forma provocativa. Llevaba puesta una blusa azul ceñida al cuerpo, una minifalda negra, unas medias del mismo color y unos zapatos negros de tacón. Había acudido en su coche, que dejó aparcado a la puerta del edificio donde resido.

 

- Estás increíblemente sexy. No te quedes ahí. Pasa, por favor- le dije.

- Gracias por tu halago. Me gusta vestir así, me encanta sentirme deseada por los hombres. A mi marido no le importa que vista así. Él no me pone trabas a nada, salvo a que me acueste con otro hombre. Pero últimamente me encuentro más caliente de lo normal y él ya no es capaz de satisfacerme por su problema de eyaculación precoz. Antes me he quedado con ganas de más y me ha excitado el hecho de que tú, un desconocido, nos estuvieras mirando. Ahora solo quiero que me folles y que me des el placer que mi marido no ha podido darme al completo- comentó la joven.

- Lo haré pero bajo una condición- le dije.

- ¿Cuál?- preguntó ella.

- Follarte al aire libre y no aquí. Quiero que exista el morbo de que alguien pueda vernos. Además, eso te gusta, ¿no?- le contesté.

- Ummmm….tienes una mente calenturienta y eso me agrada. Acepto tu propuesta. Llévame donde tú quieras pero yo también te voy a pedir algo: ya sabes que mi fantasía era que alguien me viese follar con mi marido. Esa era la primera parte, que ya se ha cumplido. Pero la segunda, no: mi esposo te dijo que nada de tríos, que solo podrías mirar.  A mí sí me hubiese gustado hacer el trío. Ahora que él no está, quisiera proponerte algo: ¿no conocerás a algún amigo de confianza que se anime a acompañarnos?- preguntó.

- ¡Vaya! Me has pillado de sorpresa. No esperaba eso. Déjame pensar….Ummmm…..Creo que hay alguien que nos puede ayudar. No quiero que mis amigos íntimos sepan a lo que me dedico, pero existe alguien con quien tengo cierto trato  y es de fiar. Eso sí, te pido que le des alguna recompensa económica. Le vendrá bien algo de dinero.

- Por eso no hay problema. Le daré los 50 euros que te iba a dar a ti- me dijo.

- ¿Has venido en tu coche, no?- le pregunté.

- Sí.

- Bien, pues vámonos. Nos desplazaremos en tu vehículo. El lugar donde se encuentra ese hombre está a unos kilómetros de aquí- le comenté.

 

En efecto, el individuo en quien había pensado era un joven de 21 años, llamado Roberto. Trabajaba como guarda de seguridad en una obra a las afueras de la ciudad. Estaban construyendo varias casas rurales en medio del campo, junto a una carretera secundaria y él era el encargado de vigilar aquello. El empresario que estaba construyendo esas casas le había facilitado una casa portátil prefabricada para que pudiera vivir allí y vigilar al mismo tiempo. Conozco a Roberto porque acudo a la obra un par de días a la semana para suministrarles material de construcción.

 

Nos montamos en el lujoso coche de Nadia y yo le fui indicando la ruta que tenía que tomar. Estaba algo impaciente por saber hacia dónde nos dirigíamos y quién era la persona elegida. Tras unos 45 minutos de trayecto llegamos al cruce donde estaba la carretera secundaria que pasaba por la obra. Le dije a Nadia que tomara el desvío y entonces me preguntó:

 

- ¿Me va a llevar en medio del campo?

- Más o menos, pero seguro que te va a gustar- respondí.

 

A unos 3 kilómetros del cruce se encontraba la obra. Unos metros antes de llegar le comenté a la joven que detuviera el vehículo. Tras aparcar en un pequeño descampado de tierra que había junto a la carretera secundaria, nos bajamos del coche y empezamos a recorrer a pie por el arcén los escasos 150 metros que había hasta la entrada de la obra. Una vez allí le indiqué a Nadia que se quedara unos metros atrás hasta que yo hablara con Roberto.

Llamé a la puerta de su casa portátil y enseguida abrió.

 

- Pero David, ¿qué haces aquí hoy domingo?- me preguntó extrañado.

- Hola, Roberto. Tranquilo que no vengo por motivos profesionales. Verás, vengo a hacerte una propuesta- le comenté.

 

Le expuse cuál era dicha propuesta y su cara de incredulidad y de asombro, pero de satisfacción a la vez lo dijo todo.

 

- ¿Aceptas? Siempre me dices que no andas bien de dinero, así que esos 50 euros te vendrán bien- añadí.

- Sería un estúpido si no la aceptase y encima cobrando. ¿Dónde está la chica?- preguntó impaciente.

 

Entonces le hice una señal a Nadia para que se acercara. Cuando Roberto vio a ese bombón de mujer, se quedó perplejo. Tras recuperarse del asombro, lo primero que acertó a decir fue:

 

- ¿De dónde ha salido semejante belleza?

- Gracias por el piropo. Me llamo Nadia- le dijo la joven.

- Bueno, Nadia. Le acabo de comentar todo a Roberto y le ha parecido perfecto. Me parece que por fin vas a tener tu trío- le dije.

- Antes de que empecemos, quiero cumplir con mi parte del trato- indicó la joven mientras sacaba un billete de 50 euros y se lo entregaba a Roberto.

- Muchas gracias- le agradeció el joven.

 

Roberto nos invitó a pasar a su pequeña casa, pero yo, después de agradecérselo, le comenté que la idea era hacer ese trío al aire libre. Había obviado ese detalle anteriormente. Así sería más morboso y atrevido. Él aceptó sin ningún problema.

Aquella zona era todo campo, tierra y árboles, además de la carretera secundaria.

No había ninguna casa en las proximidades excepto las que se estaban construyendo en la obra. El único pequeño riesgo de que pudieran vernos era que algún coche pasara por la carretera.

 

- ¿Qué tal si nos ponemos en aquella zona?- pregunté mientras señalaba a un terreno dentro del vallado de la obra pegado a la carretera.

- ¡Cómo pase un coche, los ocupantes nos verán!- exclamó Roberto.

- Tomaremos ese riesgo. Me gusta el morbo y me excita mucho más así- indicó Nadia.

 

El terreno era de tierra irregular y Nadia se vio obligada a desprenderse de sus zapatos para poder caminar con firmeza.

 

-Enseguida vuelvo- dijo Roberto y se dirigió a la casa. Poco después apareció con dos mantas que extendió sobre el suelo.

 

Nadia ni siquiera esperó a que el joven hubiera terminado de extenderlas: empezó a desabrocharse uno por uno los botones de la blusa hasta que esta quedó abierta por completo. Roberto no le quitaba ojo a Nadia, esperando ver sus pechos. La mujer se quitó la blusa y nos mostró sus dos grandes senos desnudos, pues no llevaba sujetador.

 

- ¿Te gustan, no?- le preguntó de forma pícara a Roberto. Después continuó diciendo:

 

- Mi marido me regaló la operación de aumento de pecho. Los hombres no paran de fijarse en ellos por la calle y a mí me encanta sentirme observada y deseada.

 

Roberto comenzó a quitarse la ropa: primero la camisa, luego los zapatos y los calcetines y por último el pantalón. Se quedó únicamente con un slip blanco puesto. Su cuerpo, alto y fibroso, resaltaba aun más tapado únicamente por esa minúscula prenda. Nadia no dudó en mirarle el “paquete” de forma descarada, deseosa de ver lo que escondía el slip.

Yo también me había ido despojando de toda mi ropa, hasta quedarme solo con mi bóxer azul eléctrico tapándome mis partes íntimas. Nadia nos miraba la entrepierna alternativamente a Roberto y a mí. Y se sonreía sabedora de que pronto tendría esas dos pollas para ella. Roberto se acercó a Nadia, empezó a bajarle lentamente la minifalda deslizándola por los muslos hasta que la prenda cayó al suelo. El coño de la joven apareció ante nosotros, desnudo debajo de las medias-pantys.

 

- ¡Ummmm, así que no llevas braguitas!- exclamó Roberto.

- ¡Cállate y muéstrame de una vez tu polla!- le replicó impaciente la mujer.

 

Roberto se desprendió del slip y le enseñó a Nadia lo que esta ansiaba ver: una polla de unos 16 cm ya totalmente empalmada y dos grandes testículos peludos. En cuanto la joven vio los atributos de Roberto, se llevó la palma de la mano a su entrepierna y comenzó a pasarla suavemente por encima del fino tejido de las medias, acariciándose su sexo. Con la otra mano me agarró mi “paquete” y empezó a sobarlo por encima del bóxer. Aquel masaje hizo que mi polla terminara de llegar a su estado máximo de excitación y Nadia se decidió a bajarme el bóxer. Mi pene salió como un resorte, hinchado y con las venas marcándose nítidamente.

 

- ¿Se puede saber a qué esperáis? ¡Quiero sentir dentro de mí esas dos vergas que estoy viendo!- exclamó la joven, antes de tumbarse sobre una de las mantas.

 

Roberto y yo nos sentamos junto a Nadia y comenzamos a acariciarle las piernas cubiertas aún por las medias-pantys. Desde los dedos de los pies fuimos recorriendo con nuestras manos el empeine, la tibia, los muslos y la ingle de la joven. Yo disfrutaba del tacto suave que ofrecía el tejido fino de las medias. Repetimos la misma acción varias veces más en cada pierna, mientras Nadia jugueteaba con sus tetas haciendo movimientos circulares con sus dedos alrededor de los pezones. Cuando me di cuenta, el coño de la joven estaba ya húmedo y sus flujos habían mojado los pantys. Roberto acercó su boca al sexo de la mujer y empezó a lamerlo por encima de las medias, a la vez que yo era ahora el que jugaba con los senos de la extranjera. Nadia no tardó en emitir los primeros gemidos de placer.

Tras unos instantes, Roberto y yo intercambiamos nuestros papeles, pasando yo a chuparle el coño a la chica y él a masajearle los pechos. Con uno de mis dedos empecé a penetrar a la mujer a través de las medias. Después de insistir varias veces en mi penetración, mi dedo abrió un agujero en la prenda y así tuve ya acceso directo a la mojada vagina de la chica. Por ese pequeño agujero en las medias metí un segundo dedo y luego un tercero, agrandado así el orificio inicial. Mis tres dedos entraban y salían del coño de Nadia a un ritmo suave y ella, llena de placer y con los ojos cerrados, disfrutaba de la penetración.

 

Entonces Roberto me hizo una señal: era el momento de que la mujer probara cómo nuestros penes la penetraban. Él me indicó que quería follarla analmente. Hicimos que Nadia se levantase y Roberto le desgarró de un tirón las medias por la parte del culo. Le dijo a la mujer que levantara una pierna y que apoyase el pie en una columna de cajas que había allí al lado. Nadia lo hizo, quedando con un pie apoyado en el suelo y con el otro en la caja superior de la columna.

En esa postura Roberto empezó a introducirle su polla a la mujer por el ano a la vez que yo comenzaba a penetrarla por la vagina. Casi al unísono empezamos a bombear nuestras vergas en el interior del cuerpo de la mujer, que cada vez aumentaba más sus gemidos.

Roberto le imprimió más velocidad y fuerza a sus embestidas y la chica pareció no poderlo soportar:

 

- ¡Ahhhhh….para…ahhhhh me haces daño..arrrgggg!- gritó.

- ¡Ahora tendrás que aguantar! ¡Vamos, relájate y disfruta! ¿No querías nuestras vergas? ¡Ya las tienes!- le replicó el joven.

 

Yo continuaba con mi mete y saca y le imprimí mayor ritmo. La mujer se agarraba a mis hombros y me clavaba las uñas aguantando la doble penetración. Roberto la follaba ya como un poseso, a un ritmo diabólico, mientras que Nadia jadeaba sin cesar.

Mi polla se hundía una y otra vez en el sexo de la chica, deslizándose a gran velocidad y notando toda la humedad de la mujer. Aceleré todavía un poco más.

 

- ¡Ahhhhh…joder….¿Qué me estáis haciendo? ¡Me vais a reventar!- exclamó.

- ¿Es que quieres que paremos?- le pregunté con cierta ironía.

- ¡Noooo! ¡Seguid follándome! Me voy a correr enseguida- nos señaló.

 

Durante un par de minutos más continuamos penetrando los dos orificios de la chica hasta que, de repente, Nadia gritó:

 

- ¡Uffffff! ¡Me corrooo! ¡Me corroooooooo!

 

Su coño comenzó a chorrear flujo de tal manera que parecía como si estuviese orinando. Embestí varias veces más con toda mi fuerza hasta que sentí cómo mi semen salía disparado a chorros dentro del coño de la joven.

- ¡Ohhhhh….qué placer…ahhhhh.…síííí!- exclamé mientras soltaba toda mi carga de leche.

 

Roberto aguantó unos instantes más: entre los gritos desesperados de Nadia, lanzó varias acometidas brusquísimas.

 

- ¡Ya me corro, ya me corrooooooo..arrrgggggghhhh!- bramaba el joven.

 

Se llevó varios segundos suspirando y jadeando hasta que terminó de dejarle el culo a Nadia inundado de semen.

Después de unos instantes los dos retiramos nuestras vergas del interior del cuerpo de la chica, que parecía exhausta. Y esto no hizo más que confirmarse instantes más tarde: Nadia sufrió un ligero desmayo. Me vestí lo más rápido que pude y le pedí a Roberto que me ayudase a coger en brazos a la chica y a llevarla hasta su coche, aparcado a unos 150 metros de la obra. Roberto ni siquiera se vistió: completamente desnudo me ayudó a trasladar en volandas a la joven hasta su vehículo. Una vez que llegamos al coche, Nadia comenzó a recobrar el sentido. Algo aturdida nos dijo que se encontraba mejor, que no nos preocupásemos. Estaba tumbada en los asientos traseros del vehículo y solo llevaba puestas las medias rotas por su entrepierna y por el ano. Sus zapatos, la blusa y la minifalda habían quedado tirados en la obra.

 

- David, llama a un médico, por favor. Me duele mucho el ano. Es algo insoportable- me pidió.

 

Llamé a una ambulancia y mientras esperábamos la llegada, traté de calmar a la mujer. Roberto aprovechó para vestirse y yo miraba a Nadia y pensaba: una mujer guapa y joven como ella, casada con un hombre adinerado y que, en cambio, se encuentra ahora tumbada en los asientos traseros de su coche, en la cuneta de una carretera de mala muerte, prácticamente desnuda, con mi semen chorreando aún de su coño, con el culo destrozado y lleno de esperma de otro desconocido como Roberto y a punto de tener que pasar la vergüenza de su vida cuando llegase la ambulancia y tuviera que explicarle a los sanitarios lo que le había ocurrido.

 

La joven permaneció ingresada todo el domingo y me quedé con ella en el hospital hasta que le dieron el alta. Solo la dejé unos minutos para ir a su casa a por ropa para cuando saliera del centro médico. Al final la cosa no había sido muy grave y quedó más en un susto.

Tras abandonar el hospital la acompañé a su domicilio y antes de despedirme de ella, me confesó que esa había sido la primera y la última vez que practicaba un trío.

 

A mí, sin embargo, mi precariedad económica me obligaba a seguir aceptando propuestas sexuales remuneradas.

 

 

Gracias por leer el relato.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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