TU COÑO ES UN VOLCÁN.
No me refiero a tu coño, lectora;
no, ni al tuyo tampoco.
Me refiero al coño de mi diosa,
que me ha cautivado poco a poco.
Es un fiero coño mexicano,
muy joven y locamente apasionado;
es un coño bien perfecto,
deseoso de ser penetrado.
Mucho se lo cuida mi diosa,
lo lleva perfectamente depilado.
Así y de forma grandiosa
resalta su sexo rosado.
Sus gruesos labios vaginales
lo hacen siempre tan carnoso
que lo convierten en delicioso manjar
para este mortal ansioso.
¡Mi diosa, cómo te lo tocas,
cómo lo acaricias con tus manos!
¡He visto cómo te lo frotas
hasta dejarlo empapado!
Mientras se endurecía mi miembro,
también me he deleitado
observando con qué clase de instrumento
tú, joven azteca, te lo has penetrado.
Tu coño engulle de todo:
dildos de todos los colores,
los dedos y el puño de tu mano,
hasta barritas de hielo congelado.
Y yo, un vicioso de tu sexo,
yo no tengo compasión:
con palabras y con gestos
procuro llevarlo a ebullición.
Ese coño se excita con mis roces;
arde siempre de pasión.
Ese coño palpita por las noches
cuando tú y yo hacemos el amor.
Cual lava arrojada por un volcán
los flujos manan de tu sexo;
chorrean como un manantial,
sin control y sin complejo.
Y cuando usas a mi sustituto,
ese juguete azul a pilas,
me vuelvo un gran devoto
de tus pérfidas fantasías.
Diosa, ¡no sabes cuánto te agradezco
que me permitas disfrutar a diario,
a cada instante, a cada momento,
de la locura de tu encharcado sexo.
-------------------------
Mi vida, gracias por estos dos meses llenos de dulzura, amor, pasión y sexo. Gracias por hacerme disfrutar tanto.
Te quiero.