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Mi tía me deslechó (3).

en Amor filial

                                                         MI TÍA ME DESLECHÓ (3).

 

“Follar en la playa”. Esa era otra de las fantasías que aparecía en la lista de mi tía.

 

Durante la semana estuvimos hablando varias veces sobre el tema, hasta que decidimos hacer realidad ese deseo el siguiente domingo. Tras consultar los partes meteorológicos y comprobar que el tiempo iba a ser idóneo, optamos por acudir a una playa cercana. Tuvimos que descartar la más próxima a nuestra ciudad, pues era una playa bastante familiar y, aunque no estábamos aún en la temporada veraniega, el buen tiempo y el calor que estaba haciendo durante esos días seguro que animaba a más de una familia a desplazarse a esa playa para disfrutar de un día de asueto.

Elegimos una situada a aproximadamente 100 kilómetros de la ciudad y donde predominaba un ambiente más tranquilo y liberal, con presencia numerosa de turistas.

 

Llegó el domingo y mi tía y yo nos levantamos temprano, pues queríamos aprovechar al máximo el día. Tras preparar todo lo necesario para pasar el día en la playa, fuimos a vestirnos y al cabo de unos minutos estábamos listos para emprender la salida.

Berta iba vestida con una camiseta de tirantas roja y con un short negro. Como era normal en ella, sólo llevaba puesta debajo la parte inferior del bikini, en esta ocasión un tanga de color verde pistacho, que se había comprado un par de días antes.

Yo me puse una camiseta blanca, unas bermudas grises y debajo llevaba el bañador negro ceñido, tipo bóxer.

 

Alrededor de las 10.00 salimos de la casa y nos dirigimos a la playa en el coche de Berta. Al llegar al pueblo costero, mi tía aparcó el vehículo lo más cerca que pudo de la playa. Tuvimos que recorrer a pie unos metros hasta que al fin nos topamos con el acceso a la playa.

Había ya algunas personas tomando el sol sobre la arena y paseando por la orilla.

Nos apartamos un poco de la zona central y buscamos un sitio algo más tranquilo. Allí extendimos nuestras toallas y empezamos a desvestirnos. Yo me quité toda mi ropa, hasta quedarme únicamente con el bañador. Mi tía se despojó de su camiseta, dejando ya al descubierto sus tetas. A continuación se quitó el short y se quedó sólo con su tanguita verde.

Echamos mano de la crema protectora y nos la aplicamos mutuamente. Mientras le extendía la crema por su cuerpo, comenzó a despertarse mi polla, que se puso dura en seguida. ¡Y es que esa fina tela del tanga hundida en el culo de Berta le levantaba la verga a cualquiera!

 

- ¿Ya estás así? ¡Resérvate, que aún queda mucho día por delante!- me espetó mi tía, cuando se percató del considerable tamaño que había adquirido mi miembro bajo el ajustado bañador.

 

La marea estaba bastante baja cuando llegamos y, en previsión de que fuera subiendo poco a poco, habíamos optado por colocarnos algo alejados de la orilla. Con el paso de los minutos esa zona de la playa se fue llenando de bañistas, aunque sin llegar a una gran cantidad.

Mi tía y yo nos tumbamos un largo rato al sol y yo debí quedarme dormido. Cuando me desperté, comprobé que Berta no estaba en su toalla: se dirigía en ese instante hacia la orilla para darse un baño. Fue pasando por delante de varios hombres que no pudieron evitar mirarla de arriba abajo con descaro para deleitarse con el cuerpo semidesnudo de mi tía. Unos minutos más tarde, Berta salió del agua y en su camino de regreso a la toalla volvió a levantar pasiones a su paso. Al llegar junto a mí me dijo:

 

- Te iba a avisar para que me acompañaras en el baño, pero me di cuenta de que estabas dormido. El agua está estupenda. Aprovecha y date un baño para refrescarte.

 

No sé cómo lo conseguía, pero cada día, cada minuto que pasaba con ella me excitaba más: la tenía allí delante con su cuerpo empapado por el agua marina, que goteaba sobre la arena. Sus pezones estaban totalmente empitonados, supongo que por el contacto con el agua. La parte delantera del tanga la tenía pegada a su coño y se le marcaban con nitidez sus labios vaginales. Yo me encontraba tan caliente por lo que estaba viendo que decidí seguir el consejo de mi tía y dirigirme al agua.

 

- ¡Ten cuidado a ver si vas a asustar a alguna guiri (término coloquial en España para extranjera) con lo que llevas ahí delante- me dijo con ironía Berta, señalando a mi bulto.

 

La temperatura del agua logró sofocar mi ardor y mi verga se relajó considerablemente. Tras salir del agua llegué adonde estaba mi tía, que e esperaba con unas palas y una pelota de goma en la mano.

 

-¿Te apetece hacer un poco de ejercicio?- me preguntó.

 

-Me parece buena idea- le respondí, deseoso de que se contoneara delante de los allí presentes.

 

Durante el peloteo yo casi no prestaba atención a la pelota propiamente dicha, sino a las “pelotas” del cuerpo de mi tía: con los movimientos y carreras que Berta hacía provocaba un continuo bamboleo de sus tetas. Cuando la bola del juego caía sobre la arena y mi tía se agachaba a cogerla, me regalaba una visión perfecta de su culo en pompa, en cuya rajita se perdía el hilo del tanga.

Los tíos que estaban por allí cerca no perdían detalle del espectáculo que brindaba mi tía. Pude observar cómo dos chicos jóvenes se empezaron a tocar por encima del bañador contemplando a mi tía en todo su esplendor.

 

Tras un largo rato de juego decidimos parar y acomodarnos de nuevo sobre las toallas. La marea había ido subiendo y todos los bañistas que se habían situado cercanos al agua al inicio de la jornada tuvieron que ir retrocediendo para evitar que les llegara el agua. Eso provocó que todos los que estábamos allí quedáramos más agolpados unos con otros.

Entonces junto a nosotros colocaron sus respectivas toallas un hombre de unos 50 años de edad y una chica de unos 25, que iban juntos. El individuo era canoso, de estatura mediana y con una prominente barriga. Llevaba un bañador azul tipo slip. La chica era pelirroja, de pelo rizado y de 1.65m aproximadamente y de constitución delgada. Estaba en topless y tenía puesta la braguita de un bikini amarillo. Sus pechos eran algo más grandes que los de mi tía y en ellos destacaban los pezones rosados. En los senos se apreciaba la marca blanca que le había dejado el sujetador del bikini, por lo que supuse que no tenía por costumbre habitual practicar topless. Por si no tenía suficiente con mi tía, ahora aquella joven se encontraba a escasos metros de mí con sus pechos al aire.

El hombre y la chica habían estado dialogando entre ellos en inglés, dejando claro que eran extranjeros.

Mientras que la joven permanecía en ese momento tumbada sobre la toalla, el hombre estaba sentado y miraba con disimulo, cada vez que podía, a mi tía. Las miradas del extranjero se clavaban unas veces en las tetas de Berta, otras en su entrepierna.

 

Mi tía se había vuelto a echar sobre la toalla boca arriba y con las piernas algo separadas. En la posición en la que estaba, la escasa tela del tanga era incapaz de tapar la vagina completa de mi tía: uno de los labios vaginales asomaba ligeramente por el tanga y era lo que atraía las miradas del cincuentón extranjero y lo que hizo que mi pene se volviese a despertar.

 

El bañador de aquel hombre parecía que iba a ser perforado en cualquier momento por la polla empalmada que se escondía debajo. Aprovechando que el extranjero y la joven fueron a darse un baño, le comenté a mi tía que ese tipo podía ser el candidato perfecto para cumplir su fantasía y que tratara de darle conversación. Berta no se lo pensó dos veces y ni siquiera esperó a que el hombre volviera del agua. Fue ella la que se dirigió hacia la orilla, empezó a introducirse en el agua y se fue acercando hacia el lugar donde se bañaban los extranjeros. Vi cómo Berta le comentó algo al hombre y a partir de ahí entablaron una conversación en la que también participaba la joven. Estuvieron en el agua varios minutos más charlando animadamente hasta que los tres a la vez empezaron a salir del agua. Paulatinamente te acercaron los tres hasta donde yo esteba y mi tía dijo:

 

- Mira, David. Éste es Robert y ella es su hija Lindsay. Son estadounidenses y están pasando unos días de vacaciones en el sur de España.

 

- ¡Encantado!- les dije a los dos turistas.

 

Berta siguió hablando:

 

- Hemos estado hablando y me han comentado su intención de seguir perfeccionando estos días su manejo del castellano. Les he invitado a sentarse con nosotros y a pasar el resto del día juntos. ¿Te parece bien?

 

- ¡Claro que sí! Por mí no hay ningún problema.

 

Así que los dos turistas cogieron sus toallas y el resto de sus pertenencias y se pusieron con nosotros. A partir de ahí comenzó una prolongada conversación en la que nos dijeron de qué parte de Estados Unidos venían, a qué se dedicaban y lo que más les gustaba de España, entre otras cosas.

Mi tía, con más don de gente que yo, sabía cómo mantener viva la conversación en cada momento.

 

El hombre no tardó mucho en volver a las andadas y en deleitarse cada vez que podía mirándole los senos a Berta. Ella optó por seguirle el juego y le lanzaba miraditas picantes al bulto que se le marcaba a Robert bajo el bañador. El hombre se sintió descubierto y con disimulo se puso una mano sobre la prenda para ocultar la erección que sufría. Creo que Lindsay se dio cuenta de la excitación de su padre y esbozó una ligera sonrisa al ver que éste trataba de ocultarla.

En medio de esos cruces de miradas la conversación continuaba y Lindsay nos comentó que estaban alojados en un camping cercano y que solían quedarse en la playa hasta la puesta de sol.

 

- Nosotros no tenemos prisa y estamos disfrutando de vuestra compañía. Nos quedaremos también aquí hasta que el sol se ponga- declaró Berta.

 

Conforme fue avanzando la tarde, los bañistas empezaron a abandonar la playa, hasta que finalmente en esa zona quedamos solos los cuatro. Era el momento para que mi tía viera cumplida otra de sus fantasías.

Entonces mi tía nos sorprendió a todos con la siguiente propuesta:

 

- ¿Qué os parece si aprovechando que no hay nadie por aquí cerca nos bañamos desnudos en el mar? ¿Lo habéis probado alguna vez?

 

Todos negamos con la cabeza y Berta prosiguió:

 

- Yo tampoco, pero debe ser algo maravilloso sentir el mar acariciando tu cuerpo completamente desnudo. Si no os molesta a ninguno, yo voy a experimentar esa sensación hoy por primera vez.

 

A continuación mi tía se llevó la mano a la cinturilla del tanga y empezó a bajárselo. El hilo de la prenda fue saliendo poco a poco de la raja del culo hasta dejarla al descubierto. Robert, que estaba sentado a escasos centímetros de donde estaba mi tía, tenía casi delante de su cara el coño depilado de Berta y lo miraba con deseo. Mi tía dejó caer el tanga verde sobre la arena y se dirigió al agua.

 

- ¿Es que no os vais a animar?- nos preguntó.

 

Robert, llevado por el calentón, se levantó y se quitó el bañador. Su hija, atónita, no dejaba de mirarle la polla erecta y dura a su padre. La verga del extranjero no era muy larga, pero a cambio sí tenía un grosor considerable. Cuando mi tía vio que el hombre se había desnudado, sonrió con satisfacción.

 

Ni Lindsay ni yo nos atrevíamos a desnudarnos por completo. Al llegar Robert a la altura de Berta, ésta le miró con descaro su miembro y le hizo un comentario que no logré oír. Robert agachó la cabeza para mirarse la verga y se la tocó un par de veces. Mi tía le dio un cachete cariñoso en el trasero al turista, al que éste respondió de la misma forma. Después comenzó a juguetear con los pechos de mi tía, sin importarle la presencia de su hija. Berta empezó a salpicar la polla del extranjero con el agua del mar, antes de agarrársela con la mano derecha. Robert aprovechó la ocasión para pasar la palma de su mano por el coño seguro que ya húmedo de mi tía. Los dos entraron definitivamente en el agua, llevando aún mi tía la polla del turista bien tomada con la mano.

Poco a poco sus cuerpos fueron cubiertos por el agua hasta que sólo quedaron sin tapar las cabezas.

 

Miré entonces a Lindsay y la muy guarra se había metido la mano en la braguita del bikini y se estaba tocando: mientras se masturbaba me miraba mi entrepierna, donde bajo el bañador el bulto de mi polla erecta y de mis testículos era bastante grande.

En ese momento perdí el pudor y me quité el bañador, ofreciéndole a la chica la visión directa de mi verga empalmada. Me acerqué a la joven y le agarré la braga del bikini. Poco a poco se la fui bajando y sacando por las piernas hasta que me quedé con ella en la mano. ¡Menuda mata de vello púbico pelirrojo tenía la chica alrededor de su coño!

 

Eché un vistazo al agua y me percaté de que Robert y mi tía estaban pegados de frente el uno al otro y haciendo movimientos, evidenciando que estaban follando en el agua.

De pronto sentí la mano de Lindsay cogiéndome la polla. Se la aparté con delicadeza y le dije:

 

- Antes de eso quiero que cojas el bañador de tu padre, el mío y el de mi tía y los huelas y que lamas con la lengua toda la zona delantera de las prendas.

 

La chica no se opuso: cogió primero el tanga de mi tía, lo olió profundamente y después empezó a lamerlo por la parte delantera. A continuación hizo lo mismo con mi bañador y por último con el de su padre.

 

- Ahora haz lo mismo con tu braguita- le ordené.

 

Ella la cogió de la arena, la sacudió un poco y probó el sabor de su propio sexo.

 

- Te lo has ganado- le dije, mientras le cogía su mano y la llevaba hasta mi verga.

 

Ella comenzó a manosear lentamente mi pene hasta retirar la piel que lo recubre y dejar el glande al descubierto. Acercó su boca a mi polla y se la metió entera dentro, mientras masajeaba mis testículos. Dejé que siguiera mamándomela unos instantes más hasta que le pedí que se pusiera a cuatro patas.

 

- ¡Vas a probar ahora mi pene en tu hermoso culo. Prepárate que te lo pienso partir!- exclamé.

 

Lindsay se puso en esa posición y le metí primero dos dedos por el orificio anal. Tras un comienzo suave, pronto cambié a un ritmo rápido y brusco que provocó los primeros gemidos en la joven.

Yo tenía desde hacía un buen rato ganas de orinar y aproveché el momento: le saqué los dos dedos del ano y sin pausa alguna le hundí mi verga dentro. Cuando estaba metida bien hasta el fondo, alivié mis ganas y empecé a mear dentro del culo de la extranjera. Ella al principio debió creer que me estaba corriendo, pero pronto se dio cuenta de que lo que estaba inundando su ano no era mi semen, sino mi orín.

Cuando yo aún no había terminado de mear, del coño de la joven empezó a salir un chorro amarillento interminable: también se había puesto a mear y no pudo evitar hacerlo sobre todas las prendas de baño que ella misma había dejado apiladas en la arena tras haberlas lamido.

Por los glúteos de la joven chorreaba ya mi orín que salía de su propio ano y en ese instante aparecieron junto a nosotros Robert y mi tía, que ya habían salido del agua, tras haber estado follando.

 

El hombre no perdía detalle de lo que estaba haciendo con su hija, mientras que mi tía se puso delante de Lindsay, le cogió las tetas y las estrujaba con sus manos.

Robert me hizo un gesto para que me apartase de su hija. Yo no entendía el motivo, pues había terminado de orinar dentro de ella y me disponía a follarla por el culo.

Obedecí, le saqué la polla del culo a la joven y me aparté un poco: todo mi orín le chorreaba por los muslos a la turista.

Robert tomó entonces mi relevo: se puso detrás de su propia hija y le fue metiendo el pene por el ano. La chica creía que era yo el que seguía con mi miembro dentro de su culo, mientras continuaba recibiendo un placentero masaje en sus tetas proporcionado por mi tía.

El hombre comenzó a bombear dentro del ano de Lindsay una y otra vez, sin importarle mojarse con mi orín. La fuerza de sus embestidas hizo que su hija elevara el nivel de sus gritos, mientras la chica se había metido varios dedos en el coño y se masturbaba ante los gritos de ánimo de mi tía:

 

- ¡Más rápido, más rápido. Quiero ver cómo te corres, putita! Gritaba Berta.

 

Lindsay aceleró de forma brusca sus movimientos y aguantó así unos tres minutos más antes de lanzar un enorme grito de placer. Mi tía, sabedora de lo que eso significaba, se agachó y acercó su mano izquierda al coño de la joven para recoger los flujos que ésta había comenzado a derramar.

 

Robert, por su parte, embistió a su hija una decena de veces más hasta que entre enormes gemidos se corrió dentro del culo de su propia hija. La chica giró entonces la cabeza y fue cuando se dio cuenta de que no era yo quien me había corrido dentro de ella, sino su padre.

A la chica le entró un ataque de histeria al comprobar que su propio padre la había follado, cogió de la arena su braguita del bikini empapada por su orín y con ella en la mano se marchó de allí corriendo, buscando una de las salidas de la playa. El padre no tardó en ponerse su bañador mojado también por el meado de su hija, cogió su mochila y salió en busca de Lindsay, dejando allí las toallas de ambos.

 

-¡Ufff, eso sí que no me lo esperaba: un padre follando con su propia hija!-exclamó mi tía.

 

Berta iba a vestirse y cuando comprobó que su tanga estaba mojado por la meada de Lindsay optó por dejarlo sobre la arena. Se puso sólo la camiseta y su short. Yo también me vestí, recogimos nuestras toallas, las guardamos en la mochila de mi tía y nos alejamos del lugar.

No tardamos mucho en llegar al sitio del pueblo donde habíamos aparcado el coche y en emprender el camino de regreso a casa.

Sin embargo, a mitad de trayecto mi tía se desvío hacia un camino de tierra oscuro y detuvo el coche.

 

- ¿Qué ocurre?- le pregunté extrañado.

 

- ¡Bájate del coche ahora mismo y desnúdate!- me ordenó.

 

- ¿Qué?- volví a preguntarle.

 

- ¡Haz lo que te digo y no me hagas esperar más! Lo que he visto antes entre el padre y la hija me ha dejado tan caliente que llevo todo el camino de vuelta chorreando flujo por el coño. Joder, fíjate: tengo la parte delantera del short empapada- añadió mi tía.

 

Empezó a quitarse la camiseta y después el short, dejando ambas prendas en el interior del vehículo. Se quedó desnuda en medio de la noche y a continuación comenzó a quitarme la ropa hasta dejarme también completamente desnudo. Los dos estábamos fuera del coche y mi tía se tumbó sobre el capó del vehículo, abriéndose totalmente de piernas. Me ofreció su coño diciéndome:

 

- ¡Fóllame hasta que te corras! Necesito sentir tu leche caliente dentro de mí.

 

Mientras mi tía permanecía despatarrada sobre la parte delantera del vehículo, yo empecé a masturbarme para que mi polla terminara de empalmarse. Una vez que ésta ya estaba completamente erecta y tiesa, se la hinqué a Berta de una embestida brusca y violenta. Mi tía gritó debido al simultáneo dolor y placer.

 

Le agarré los muslos y no tuve piedad de ella: con un violentísimo mete y saca empecé a satisfacer el deseo de mi tía. Los movimientos eran rápidos y secos, llegando con mi polla hasta lo más profundo de su coño. Berta estaba ya tan ardiente que no tardó apenas en alcanzar el orgasmo y en correrse de forma exagerada. Mi pene mojado por sus flujos continuaba perforando el sexo de mi tía, que no paraba de gemir.

Me impulsé varias veces más, sentí contracciones en mi abdomen y poco después mi semen comenzó a salir despedido hacia el interior del coño de mi tía en varias descargas.

Acabé con un dolor en la polla que no había sentido nunca antes y me imaginé que mi tía también tendría que estar dolorida.

 

Ella me lo confirmó en seguida:

 

- Me va a doler el coño durante unas horas, pero ha merecido la pena- dijo, mientras me acariciaba la mejilla con su mano.

 

- Anda, vamos a vestirnos y larguémonos de aquí. Estoy deseando llegar a casa y darme una ducha relajante- me comentó.

 

Una vez en casa nos duchamos los dos juntos entre continuos tocamientos y esperando que pasase pronto la semana para continuar con las fantasías sexuales de mi tía.

 

 

 

Gracias por seguir leyendo mis relatos y espero vuestros comentarios.

Más historias y relatos míos en esta página y en mi blog: http://ratosdesexo.blogspot.com.es/

 

 

 

 

 

 

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