PRINCESA DE MIS SUEÑOS.
¿Quién soy yo para que tú,
princesa de mis sueños,
me ames como me amas
tan llena de sentimientos?
¿Qué he hecho yo, cielo mío,
para merecer tu corazón
que me derrite sin compasión
cuando en él me reflejo?
¿Quién o qué nos cruzó a los dos
en el mismo camino,
en el mismo sendero
como si ya nos conociéramos?
¿Por qué con tu voz,
por qué con tus besos,
por qué con tus miradas
te clavas en mis adentros?
¿Nunca te rindes, verdad?
¿Nunca te llega el desaliento,
cuando musitas a mis oídos
tiernos piropos de ensueño?
Ya te he hecho la promesa
de dejarme embriagar
por cada uno de los halagos
que brotan de tu boca sin cesar.
Tus palabras entran en mí
cual brisa marina fresca,
como livianas gotas de rocío
que hacen que radiante amanezca.
Un segundo sin ti es un tormento,
un calvario, una cruz.
¡Qué eternas fluyen las horas
cuando de ellas no emerges tú!
Y de repente apareces,
toda alegría, ternura, ilusión.
Un segundo solo me vale
para expresarte mi amor.
Ya con verte estremezco;
al oírte y al sentirte, tiemblo,
mientras acaricias la tez de mi rostro
regalándome un nuevo “te quiero”.
“¿Cómo es que te amo tanto?”,
me preguntaste hoy entre besos.
Amor, ¿y tú me lo preguntas,
si eres la mujer de mis sueños?
No me diste más opción
de continuar respondiendo:
tus labios sellaste a los míos
hasta dejarme sin aliento.
Enredé mis dedos en tu pelo,
hilos de seda alisados.
No me cansé de gozar
disfrutándolos con mis manos.
Quise volver a hablar;
me lo impediste de nuevo:
llevándote un dedo a tus labios
me rogaste un cómplice silencio.
Te lanzaste sobre mí,
compartíamos el mismo deseo.
En las palmas de tus manos
sentiste el calor de mi pecho.
Tu torso se unió al mío,
nos fundimos en un solo cuerpo.
Intercambiamos los fuertes latidos
de nuestros corazones ardiendo.
Con tus juegos y caricias,
con tus suaves movimientos,
lograste que de mí brotase
el néctar que llevo dentro.
Seguiste abrazada a mí,
Me besabas con denuedo.
La dulzura que hay en ti
invadía todo mi cuerpo.
Ni mis palabras, ni mis versos,
ni mis besos de terciopelo
son suficientes para decirte
lo mucho que yo te quiero.
Para ti, mi vida. Gracias por todo lo que me ofreces cada día. Te amo, Patty.