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Anorgasmia

en Confesiones

Yo anorgásmica no soy. En serio que no. Yo, lo que pasa, es que no me corro con otra gente. No sé, es que me da corte. A mí, lo de correrse, me parece que es una cosa como muy íntima, muy personal, y prefiero hacerlo a solas, y no muy a menudo.

El sexo claro que me gusta. Me gusta el placer de los demás. Eso no es tan fácil de explicar. Normalmente, la gente no lo entiende. Yo lo hago mucho. Casi todos los días una vez por lo menos, y si puedo dos, o tres. A veces, lo hago con más gente, con tres o cuatro chicos, o más. Tengo unos cuantos chicos con quienes lo hago, una docena o así, por seguridad, ya sabes. Chicos normales, como yo, que soy muy normalita.

Es que a mí lo que me pone es ver a los demás, sentirlos. Es como si me llenaran de placer, no sé si me explico. Yo cojo una polla, una buena polla, o una chiquitita, que lo mismo me da, me pongo a tocarla, y es que me vuelvo como loca. O a chuparlas, que también me gusta. No soy muy exigente. Me basta con gente normal. Lo único, que no huelan mal. Los malos olores me ponen mala. A mí me gusta la gente aseadita, como debe ser. Yo soy bien aseada. Cuando leo por ahí algo, o lo escucho, una cosa de estas de “olía a macho”, u “olía a hembra”, es que me pongo mala. La gente a lo que tiene que oler es a jabón, o a colonia. Oler a persona es oler mal. Eso de andar oliéndose es como cosa de animales.

Tampoco me gusta eso del amor. El amor me parece que es una tontería. La gente cree que se enamora por que se pone muy tonta cuando quiere follar. Eso del amor es cómo que les da vergüenza lo de follar por follar y se ponen excusas: que si estoy enamorada, que si no puedo vivir sin él… Al final, lo que quieren decir es que quieren que se las follen, pero les da corte y se inventan un cuento. Por eso acaban tan mal muchas parejas, por que les deja de apetecer follarse, o les apetece más follar con otros. Yo, cuando alguno empieza que si te quiero, que si tal, pliego y me marcho. No quiero saber nada de eso.

El caso es que a mí lo que me gusta es verlo, escucharlo y sentirlo. Te pongo un ejemplo: ayer por la mañana me meto en el despacho del profe de Derecho Tributario, que es un rollo de asignatura de agárrate y no te menees. Fui a llorarle un poco, para que me apruebe. Es que he sacado un cuatro pelón, y he oído que el muy cerdo les tira los tejos a las chicas, y eso no se puede desaprovechar.

En casa ya se me había ocurrido, así que me he puesto una blusita que se me quedó pequeña hace años y me he plantado allí, con un sostencito debajo de esos de nada. Como se me ponen los pezones duritos en cuanto lo pienso, pues me he dicho que así vería mejor por donde iba la cosa. Hay que hacerlo bien.

El hombre ha empezado que si estaba muy atareado, que si era importante, y yo sacando pecho, que parecía que me iban a estallar los botones, y abriendo las piernas con la faldita corta… Bueno, ya te imaginarás. En un ratito estaba con un bulto en la bragueta que no sabía ni cómo ponerse. Y yo que si “mándeme un trabajo para subir nota”, que si “lo que sea, por que estoy desesperada”, que si “es que me va a costar a beca”, que si “lo que sea, de verdad”… Bueno, un recital, y el tipo cada vez más nervioso, así que me he animado, me he levantado, he ido hacia la puerta del despacho y le he dado la vuelta a la llave. Ahí ya no había dudas. Al tipo, que es madurito, pero no está mal, le ha cambiado hasta el color, pero no ha dicho ni mu, así que he sabido que la cosa iba a ir bien.

Bueno, pues a esas alturas, solo con notar lo caliente que se ha puesto, yo ya perra, perra, perra. No lo puedo evitar. Total, que me doy la vuelta a la mesa, me inclino, y le planto un dedo, el índice, encima del bulto. Le miro a los ojos y repito: “lo que sea, de verdad”. El tipo traga saliva y no dice ni mu, así que le bajo la cremallera, meto la mano para sacársela, y me encuentro con los calzoncillos mojaditos, y aquel palote duro, duro, duro… Ahí ya me puedo morir. Transpira, se agarra con las manos a los brazos del sillón… Está nerviosito, el tío. A mí ese momento me vuelve loquita. Es como respirarlo, como sentir su excitación. Me mojo todita.

Pues se la saco, que no es fácil cuando está tan dura, y empiezo con tranquilidad. Al principio, acaricio el tronco con las yemas de los dedos así, para abajo, dejando que el capullo me roce la palma de la mano. La tiene tremenda. Es grandecita, y babea. Lo tengo loco, y lo noto. No es un olor, es como un magnetismo. Se le altera la respiración. Yo sigo de pie, enfrente de él, inclinada, con una mano apoyada en la mesa y la otra en la polla. Él que se va animando, me ha puesto una de las suyas en el culo. Es agradable. La mete por debajo de la braguita, así, por el agujero de la pierna, y me apoya la mano entera sin apretar ni nada. Me lo acaricia con la mano abierta mientras que yo, que ya ando lanzada, se la agarro ya a saco y le doy un par de tironcitos del pellejito hacia arriba.

Como lo tiene gordito, es cómo que se agarra cuando llegas allí. Cuando lo pasa, solo le falta hacer “plof”. Una pasada. Y sigue babeando. Me gusta ese liquidito incoloro que les sale.

Lo que más me gusta, por lo menos al principio, es esa sensación nudosa bajo la piel. Subo la mano y la bajo girando la muñeca un poquito al mismo tiempo, sin dejar de mirarle a los ojos. Está como una moto, así que empieza a apretarme el culito. Yo creo que ni se da cuenta, que es de los nervios. Tiene un dedo cerca del agujerito. Me pone loca.

Y entonces la suelto. Le desabrocho el cinturón, el pantalón, y balo la mano hasta las pelotas. Las agarro, tiro un poquito y aflojo. Ese pedazo de rabo duro se mueve adelante y atrás. Le cae una gotita en los faldones de la camisa y respira que parece que le va a estallar la cabeza.

Bueno, pues yo, a esas alturas, tengo las braguitas para tirarlas. Lo que siento es más que estar caliente, es cómo si me lo bebiera, como si la calentura del tipo me entrara en vena. Si me dejara llevar, me correría con que me rozara el coñito, pero no quiero. Mis chicos lo saben, y ni lo intentan. A este otro, como no me conoce, le tengo que decir que se esté quieto, que me deje a mí. No quiero correrme. Quiero sentirle a él. Hay un ratito difícil, cuando se empeña, y me anda rebuscando entre los muslos, y tengo que moverme, y apretarlos para impedírselo. Cuando se pone muy pesado, llega “la solución final”:

Le agarro la polla con fuerza. Bueno, tampoco es que se la estruje, pero se la agarro bien. Como la tiene muy mojadita ya, la mano resbala, así que empiezo a moverla de arriba a abajo, pero en contacto todo el rato. Ya ni me preocupo por el pellejito. A estas alturas, es una piedra, y el pellejo ni le da de sí, así que paso la mano a lo largo de todo el tronco, hasta el capullo, una vez, otra, otra, otra… Le tiemblan las piernas y hasta se queja un poquito cuando me centro en el capullo con más intensidad. Lo envuelvo entero con la mano, la hago girar alrededor, como si le sacara brillo. Lo tiene morado, y hasta se he hace un charquito entre los dedos, en la puntita. Estoy perra total, y él ya solo puede pensar en agarrarse a la silla. Lo noto latirme en la mano. Duro, brillante. Palpita como un corazoncito.

Y yo perra perdida, no te puedes imaginar lo cachonda que me pone. A veces hasta jadeo, cómo él, que ya no tiene fuerzas para nada. Y le digo:

- ¿Te vas a correr?

- Sí…

- ¿Me vas a dar tu lechita?

- Sí…

- ¿Te gusto?

- Sí…

- ¿Me vas a aprobar?

- ¡Sí! ¡Síiiii! ¡Síiiiiiiiiiiii…!

Yo, cuando va a estallar, lo noto. Es que se pone muy duro el capullo, y palpita con fuerza, y está amoratado, y le tiemblan las piernas. Así que me inclino un poquito más, y me lo meto en la boca. El capullo nada más. Me lo meto en la boca y lo mamo como si fuera un biberón: lo aprieto entre la lengua y el paladar, y succiono con fuerza. Eso es el final. No hay uno que lo resista ni un minuto. Empieza a gemir, a jadear muy deprisa. Se me agarra a la cabeza y trata de empujar, de metérmela entera, pero resisto, succiono más fuerte y ya le tiemblan las piernas y se queda sin fuerza.

Y se me viene. Empieza a palpitar, ahora sí que sí, y viene el primer chorro. Tremendo, espectacular. Me llena la boquita, y me lo trago. A veces, cuando estoy juguetona, abro un poco la boca y dejo que se me escape y que le llene los pelitos y los calzoncillos, pero este quiero que me apruebe, así que me lo trago. Está templadita, espesa y templada, y sale a borbotones. El tipo está muy caliente. Parece que lo he puesto bien, por que no para. Bebo lechita como una loca mamona. Me tiene loca.

Entonces nada, que me recupero como puedo mientras se coloca los pantalones y la camisa, le sonrío, y le doy un beso en la boca. Me gusta la idea esa de besarle la boca con la que me acabo de mamar su lechita. Le beso la boca y me marcho con mi aprobado. Bueno, en realidad ha sido un notable, que no me vendrá mal para subir la media.

Bueno, pues salgo como en una nube. Paso por lo menos un cuarto de hora que si me tocan me corro. Pero yo lo aguanto. Camino un buen rato como en una nube. Hasta me suben los colores, y se me pone el corazón como una moto. Para mí ese rato es maravillosos. Es lo que realmente deseo sentir, esa calentura bestial. Me pone como loca.

No me suelo correr más que una vez a la semana. A veces menos. Una vez aguanté casi dos meses. Al final, iba todo el día que me faltaba frotarme en los picos de las mesas. Es que no paro de hacerlo, así que ando como una perra. Un día me va a dar un infarto.

Ahora llevo sin correrme cuatro días.

Luego, por la tarde, me fui a casa de Juanjo, que es un compañero de clase, un empollón. Me encanta, por que es casi como violarlo. Es muy tímido, y se pone supernervioso. Tiene la pollita diminuta. Me abre su madre, que es una señora gordita, muy simpática, chiquitita y tetona, que habla con mucho acento andaluz, y le grita que he venido a estudiar. Yo creo que se asusta ya desde ese momento, el pobre.

Bueno, pues llego y está estudiando con Mario, que es otro de los empollones, pero no la tiene pequeña. La tiene gordita, no muy larga, y muy blanquita. Me encanta, por que Juanjo se resiste, por que le da vergüenza que se la vean. El pobre, como solo le mide cuatro deditos…

Así que entro en el cuarto y, de primeras, me dice que están ahí para estudiar, y no para tonterías, y yo me le tiro encima y le tumbo en la cama. Es superdivertido, por que se resiste lo que puede, que es poquito, y patalea, y dice que no. Es como si le hiciera cosquillas, pero se le pone durita, y al cabo de un rato lo tengo con ella fuera y se la estoy tocando despacio, con Mario al lado, sacándome las tetas por debajo de la blusa.

Mario tiene más morro, y le encanta que se la menee. Él se la saca solo, y se cachondea de Juanjo, que le dice eso de que el tamaño no importa todo colorado, el pobre. Yo creo que sí que importa. Una pollita pequeña está bien, pero una polla grandes, un buen rabo… Eso es otra cosa, es como si se agarrara una al poder. No sé cómo explicarlo. A mí debería darme lo mismo, por que no me las meto. Si me apuras, una pequeña debería gustarme más, por que me la puedo tragar entera sin ahogarme, pero el caso es que, cuando es bien grandota, me pone mucho más perra.

Los siento en la cama juntitos, y yo de rodillas en el suelo. Juanjo, como está en casa, lleva pijama, y es muy fácil sacársela. Con Mario no hay problema, por que se la saca solo. Los pongo juntitos y se las meneo. Las agarro y se las pelo despacito, por que como me acelere se me corren en un momentito. La ventaja es que, si me empeño, son capaces de correrse dos veces casi seguidas.

Una vez, cuando ya los tenía desesperaditos, se las solté. Les dije que, si se lo hacían el uno al otro, yo se las chupaba luego. Tenías que haberlos visto, agarraditos cada uno a la polla del otro. Juanjo parecía que se resistía, pero se corrió el primero. Por muy poquito, por que Mario se fue enseguida. Yo creo que le puso ver correrse al otro. A los chicos les pone todo.

Bueno, pero ayer no. Ayer se las meneé despacio despacio. Eso también me pone muy perra. Se las meneé como si no hubiera prisa. Tan calladitos los dos, y yo con una polla en cada mano, mirándoles muy seria y subiendo una, bajando otra, subiendo una, bajando otra.

Con los chicos de mi edad es mucho más excitante. Es cómo si les saliera por los poros. Se ponen borricos borricos, y tienen las pollas mucho más duras.

Ayer se desesperaban. Debí tomarme mis buenos treinta o cuarenta minutos. Cuando me parecía que uno estaba a puntito, me paraba. Dejaba la mano quieta y seguía con el otro. No te imaginas cómo las tenían, como palos. Yo, que ya venía bien caliente de por la mañana, me puse como una perra, pero ya sabes: a mí me gusta estar así, así que lo disfruté muchísimo.

Hasta la madre de Juanjo nos gritó desde abajo si queríamos merendar. La carita del pobre gritándole que no, que no nos molestara, que estábamos muy concentrados, fue para verla.

Al final, hice que se corrieran a la vez. Yo soy una artista para eso. Les crucé las pollas, no sé si sabes lo que significa. Yo lo llamo así. Como llevábamos tanto rato, me imaginé que iba a ser de traca, así que se las coloqué y “chof” cada uno empezó a correrse salpicando al otro. Los pobres ni se dieron cuenta hasta que terminaron. Eran como dos fuentes, escupiendo lechita a tremenda distancia. Yo me reía. Estaba nerviosa, ya sabes. Ellos no dijeron nada hasta que terminaron. Bastante tenían con aguantarse para no ponerse a dar gritos.

Luego se la chupé. La lechita, sí. Bueno, la que les había caído en la cara y eso. Tampoco me iba a poner a chupar ropa. Cuando terminé y me marché de allí, volvían a tenerlas como dos piedras, y me miraban con carita de cordero degollado. Yo les dije que se las pelaran entre ellos, que ya sabían cómo, y me bajé las escaleras riéndome.

La mamá de Juanjo vino a la puerta a despedirme. Viene siempre. Me da un azote en el culito y me guiña un ojo. Cualquier día que sepa que no va a estar Juanjo, me planto allí y le como el coño. Eso no lo he hecho nunca, pero cualquier día me lío la manta a la cabeza…

Esta tarde he quedado con Pedro, Dani y Lucas. Vamos a tomar algo. Pienso meterlos en el aseo del bar y mamársela a los tres. Eso me pone a cien, lo de mamársela a dos o tres en una de esas cabinas pequeñitas. Es como tener las tres pollas en la cara, como son tan estrechitas…

Esta semana estoy como loca. Yo creo que me voy a correr el sábado. No me hace falta mucho, como voy todo el día como una perra…

Lo hago con una polla de goma que me compré. Un pedazo de polla tremenda. Dicen que la hicieron con el molde de la de no sé qué actor porno que debe ser famoso. Casi parece de verdad. Es una polla de negro gigantesca. Me tumbo en la cama y me la enchufo entera. Nunca he follado, pero me cabe todo. Cuando me corro es una burrada. Yo me la meto, empiezo a moverla, y me pongo hecha una burra. Como almaceno tanta gana, pues es que es un no acabar. Me corro y sigo. A veces tres o cuatro veces. Bueno, o ni se sabe, por que al final es como un subir y bajar que es como correrse de seguido. Es el premio Por eso te digo que no soy anorgásmica. Es que me lo gestiono.

Bueno, pues eso. Oye, y tú… Cómo te has puesto ¿no? Yo, si quieres...

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