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Intimacy 01: Verano

en Amor filial

Tras la comida, echado en una tumbona de teca a la sombra, junto a la piscina del jardín, observo con los ojos apenas entreabiertos cómo tía Marga se dispone a tomar el sol. Se ha quitado el sostén del bikini. Tengo que tumbarme boca abajo para ocultar la erección que me provoca la visión de sus senos magníficos. Todavía estoy impresionado por su parecido con mamá.

- No nos llevamos ni un año -me ha dicho mientras comíamos-. Tu mamá tiene cuarenta y yo treinta y nueve.

Me duermo pensando que a mamá le ha perjudicado tenernos. Desde luego, tía Marga se conserva mucho mejor que ella. Quizás haberse casado con tío Carlos y vivir sin trabajar en aquel pueblo de la Costa Azul, como una reina, haya tenido algo que ver también. Quizás...

El sueño es de una intensidad terrible. Medio me despierto sofocado de calor, jadeando, en un estado de excitación brutal, jadeando y con el corazón acelerado. Entreabro los ojos. Medio cegado por la luz de mediodía, lo veo, todavía en ese estado de confusión entre la vela y el sueño... No puede ser... Es... ¡Es tío Carlos!

Tengo las piernas abiertas, colgando a los lados de la tumbona y, entre ellas, de rodillas sobre ella, tío Carlos tiene mi polla en la boca. Dudo, titubeo, no puede ser... Trato de negarme casi sin fuerzas:

- No... no... por... favor...

- Tranquilo, cariño, tranquilo. No pasa nada, déjate hacer, ya verás...

Es tía Marga que, de rodillas en el césped, a mi lado, me acaricia el pecho mientras me habla en susurros al oído. No puedo parar, no tengo fuerzas me.. me... Me corro en su boca, a borbotones, jadeando, temblando. Noto sus manos en mis nalgas. Se traga mi polla entera sujetando mis nalgas en alto con las manos. Me estremezco. Los dedos de tía Marga en mi pecho son como rayos de luz dibujándoseme en la piel. Se bebe mi esperma como con gula... ¡Cómo se parece a mamá!...

- No te preocupes, tonto ¿Es que no te gusta?

Asiento en silencio, sin poder dejar de gemir, mientras mi esperma brota a chorros en su boca, en su garganta, desbaratándome, hasta que la caricia de sus labios se convierte en un calambre molesto, en un estremecimiento incómodo, y empujo su cabeza para apartarle.

Me he quedado como si huesos, exhausto, sorprendido. Tía Marga continúa acariciándome, susurrando sus frases dulces en mi oído, desgranándolas como quien apacigua a un bebé que se ha despertado en medio de una pesadilla.

Tío Carlos, frente a mi, sentado a los pies de la tumbona, con las piernas colgando por los lados, recostado sobre los brazos, exhibe una sonrisa burlona bajo su bigote poblado, canoso y perfectamente recortado. Es un hombre grande y fuerte, musculoso, muy moreno, con vello en el pecho, en los brazos, en el pubis y en las piernas. Su sexo impresionante. Lo parece aún más en la zona de piel blanca del bañador: oscuro, grueso, ligeramente curvo, venoso, con el glande descubierto. Se balancea en el aire como impulsado por una fuerza invisible, y gotea. Un hilillo de líquido transparente se desliza sobre él.

No me da tregua. Tía Marga me acaricia, me consuela, le quita importancia al hecho. Me debato entre el espanto por lo sucedido y el relax extraño que sigue a la excitación, todavía confuso al despertar, tratando de asimilar el hecho, avergonzado, humillado...

- Yo... yo nunca...

- No te preocupes, mi amor, no pasa nada. No me dirás que no te ha gustado... Anda, deja que te de cremita, que vas a quemarte entero. Aquí no hace mucho calor, pero el sol quema lo mismo que en España...

Sus manos me recorren despacio, cubriéndome de aquella leche blanca que se convierte sobre mi piel en un brillo graso que parece dibujar mis músculos alargados. Siento que... Me invade el pánico. Mi polla empieza a endurecerse de nuevo ¿Qué va a pensar? Soy incapaz de razonar, no se qué hacer. Se ríe...

- ¿Te da corte? No tengas vergüenza, mi niño, todo está bien... Todo está bien...

Apenas es un susurro en mi oído. Extiende la crema sobre mí entero. Mi polla se eleva sobre mi vientre sin tocarlo. Cuando la alcanza, siento un estremecimiento. Hace que su mano resbale sobre ella. Tío Carlos nos mira. La suya se mantiene erguida. Nos mira atentamente, sonriendo. Cabecea en el aire, Tan cerca...

No se detiene. Me engrasa el cuerpo entero. Sus manos se mueven sobre mi piel despertándome, haciéndome enfermar de excitación y de deseo. Mi polla ya chorrea también. A veces, extiende el fluido que libera sobre mi piel. Me besa los labios sin dejar de susurrarme.

- No tengas miedo, mi vida ¿Crees que tía Marga iba a dejar que te pasara nada malo?

Cubre de crema mis muslos, y su brazo roza mi polla, que cabecea en el aire. Cubre mis pelotas. Tira de ellas haciéndolas resbalar entre los dedos, y mi polla se eleva chorreando para volver a reclinarse cuando las suelta sin llegar a apoyarse sobre el vientre.

- ¿O es que no te gusta?

Sus dedos se deslizan entre mis nalgas. Las recorren, se aventuran hasta dentro, hasta rozar mi culito, hasta asomar dentro la puntita de uno de ellos haciéndome dar un respingo.

- Shhhhhhh... No te preocupes, déjate hacer, mi amor... Vas a gozar como un loco...

No puedo negarle nada. ¡Cómo se parece a mamá! Cuando me besa los labios, mirándome a los ojos con los suyos tan oscuros, siento sus senos blandos y grandes aplastándose en mi pecho, resbalando en mi pecho, y no puedo resistirme. Tío Carlos nos mira.

- Déjate hacer, mi niño...

Y comienza a rodearlo. Vierte un poco más de crema, y su dedo dibuja círculos alrededor. A veces, presiona un poco, y la puntita de uno de ellos se desliza dentro casi sin esfuerzo. No puedo evitar gemir. Me besa. Su lengua se cuela entre mis labios y juega con la mía. Es como mamá. Es igual que mamá...

- Relájate... No tengas miedo...

Lo tengo dentro. Resbala en la crema y se desliza sin esfuerzo. Juguetea con él. Lo mete, lo saca casi del todo, vuelve a meterlo, presiona con él sobre las paredes, parece buscar algo... Y lo encuentra. Una presión, de repente, cómo si hubiera alcanzado el centro, y no puedo reprimir un gemido intenso. Un destello de placer anómalo, brutal, me atraviesa entero, y gimo entre sus labios haciéndola sonreír.

- ¿Lo ves? Relájate, mi amor, relájate...

Más crema, más caricias circulares, y siento que son dos los dedos que me penetran. Los ha deslizado suavemente. Contra lo que hubiera podido suponer, no me duele. Mi polla chorrea. Golpea mi vientre como si rebotara en él, y chorrea formando una crema blanca al mezclarse con la grasa que tía Marga ha extendido sobre mí. Me acaricia, me besa, me dilata. No soy capaz de pensar. Tan solo siento su caricia, sus labios; escucho sus palabras hipnóticas como en sueños... Es mi dueña. Puede hacer conmigo lo que quiera...

- Así, mi vida, así... Déjate llevar...

No puedo razonar, solo dejarme llevar, como me pide, por ese ansia, por el deseo que sabe despertar en mi... Soy un muñeco en sus brazos. Me muero por que me use. Me dejo follar el culo con los dedos delante de tío Carlos, que me mira con una sonrisa cada vez más evidente y un brillo febril en la mirada. Delante de él, jadeo, culeo, y dejo que mi polla se balancee en el aire gimoteando, muriéndome por que no pare...

Me inquieto cuando los saca. Me inquieto cuando veo que se acerca hacia mi, cuando comprendo... Su polla oscila violentamente, goteando. Trato de negarme, incapaz en realidad de resistirme a tía Marga, que me sujeta sin necesidad de aplicar fuerza sobre mi, solamente apoyando sus manos en mi pecho, acariciando mi polla, que chorrea, susurrándome sus palabras tan dulces al oído...

- No, mi amor, no tengas miedo ¿Te he engañado hasta ahora? Tranquilo, mi niño, mi amor... Te va a gustar...

Se acerca hasta tocarme. Se inclina levemente y con la mano, conduce su verga a la entrada de mi culo. Tengo miedo. Tía Marga la engrasa con la crema. La veo manipularla, untarla de aquella grasa blanca, acariciarla, tan grande, tan dura que me parece que podría desgarrarme...

- No tengas miedo, mi vida...

Empuja suavemente. Empuja muy poquito, apenas lo preciso para que el extremo se deslice. No me hace daño. Gimo. Tía Marga acaricia mi polla casi sin tocarla, apenas rozándola, dejando que las yemas de sus dedos resbalen en la crema. La siento penetrándome, deslizándose en mi interior lenta y suavemente. Tío Carlos suda, empuja despacito, ganando centímetro a centímetro, llenándome de su polla curva y grande. Gimo. Gimo dejándome follar, dejándome penetrar hasta que, de pronto, parece alcanzar el lugar donde despierta un calambre brutal que parece recorrer mi espalda entera, y chillo. Sonríe.

- ¿Lo ves, mi amor? ¿Lo ves?

Y se aparta. Se sienta en un sillón de teca junto a nosotros, mirándonos. Se recuesta, separa los muslos amplios y acogedores, y sus dedos comienzan a juguetear entre los labios de su coño. Dejándome llevar, dejando que tío Carlos tire de mis muslos hasta colocarme, permanezco ya indefenso, incapaz de resistirme. Mi cuerpo se mueve a impulsos cada vez que golpea mi culo con el pubis penetrándome, arrancándome un gemido tras otro, un quejido de placer, un gritito... Mi polla se levanta cada vez que siento la presión en el fondo. Se levanta como si la animara un resorte. Chorrea. Forma un charquito cristalino en mi vientre.

- Así... así... mi vi... da...

Tía Marga jadea acariciándose. Pellizca con fuerza sus pezones, clava los dedos en su sexo lampiño jadeando. La carne de sus tetas parece temblar, dibuja olas diminutas. Entorna los ojos, culea. Levanta las nalgas a veces, magníficas, rotundas... Cómo se parece a mamá... Mamá...

Tío Carlos me folla ya sin precaución, pero sin violencia. Sorprendentemente, su polla se desliza en mi interior sin dolor alguno. Me atraviesa rítmica y continuamente. Le veo sobre mí, entre mis muslos levantados, sujetándose con los brazos. Suda. Me excita su gesto concentrado; me excitan las perlas de sudor que se forman en su frente; me excita el rugido quedo y sordo que parece brotar del fondo de su pecho. Apoyo las manos en él, tocándolo, sintiendo la dureza de sus músculos, el modo en que se contraen, en que se tensan a cada movimiento. Gimo sin parar dejándome llevar, sintiéndolo moverse en mi interior. Gimo, tiemblo. Se parece a mamá... es cómo mamá...

Y todo se desata en un instante: tía Marga lanza un gemido, casi un grito agudo, cómo un quejido, y se tensa. Su cuerpo se arquea, su pubis se levanta. Ha clavado los dedos con fuerza en su coño, que brilla, y ya no los mueve más. Se estremece en una serie interminable de contracciones violentas, sincopadas, mientras tira de uno de sus pezones de tal modo que parece imposible que no se haga daño. Su rostro se contrae en un rictus violento, que parece transformarlo en una mueca de placer desbocado, enloquecido. Gime. Emite un gemido largo, ascendente, hasta que agota el aire y se deja caer en el césped temblando, convulsionándose, contrayéndose sin sacar la mano de entre los muslos...

Y me corro. Tío Carlos se queda clavado en mi. Su polla magnífica se me clava hasta el fondo mismo de mi ser, y su rostro se tensa. Chillo. Siento un estremecimiento brutal, una brutal contracción en el centro mismo de alguna parte que parece condensarse en mi polla. La veo amoratada, cruzada de venas marcadas como nunca las he visto antes. Me siento como si la única razón de mi ser fuera aquella polla clavándose en mi culo; el rugido que acompaña a la sensación húmeda y templada en mi interior; el estallido repentino de mi polla en el aire, como una roca.

Golpea dos veces en vacío, como armándose. A la tercera, un chorretón tremendo de esperma restalla en el aire y me salpica. Alcanza mi cara y cubre mi pecho con una línea de crema túrbida y espesa, como un latigazo. Uno tras otro, le sigue una sucesión interminable de chorros que parecen escapárseme al mismo ritmo de latido con que siento que me inunda tío Carlos. Una contracción, un latigazo, un chorro cremoso y tibio que parece quemarme por dentro, que parece extenderme en el vacío, que chorrea sobre mí cubriéndome... Me corro violentamente, temblando, gimoteando, casi llorando. Me corro a borbotones, sin tocarme, cómo si me acariciara por dentro, cómo se me diera calambre. Me corro hasta casi perder la conciencia.

Tío Carlos se deja caer sobre mi, abrazándome. Le beso los labios dejando que su bigote me roce la nariz, casi en sueños, mientras mi polla continua latiendo débilmente.

- Igual de puta que tu madre -escucho que dice tía Marga con un hilillo de voz ahogado y jadeante-.

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