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Nota media 02: recuperación

en Hetero: General

Así que, a las cinco de la tarde, a las mismísimas cinco en punto de la tarde, mando a Miriam a abrir la puerta y vuelve con Carlota. Como sugerí, viene vestida exactamente igual que por la mañana, con su faldita crema corta, el top de tirantes rojo, y unas medias cortas blancas que le llegan justo por debajo de las rodillas, muy estiradas, que calza en unas manoletinas negras nuevecitas.

  • Buenas tardes, Carlota.
  • Buenas tardes.
  • Veo que ha decidido usted que se ganará el aprobado haciendo de ta mejor que estudiando.

Enrojece hasta los tuétanos. La he recibido sentada en el sofá. Miriam, se ha sentado a mi lado. No la invito a acomodarse. Quiero tenerla de pie. Mi becaria se sube las gafas empujando con el dedo sobre el puente y sonríe. La putilla se sujeta las manos en el regazo. Evidentemente, quiere evitar que las veamos temblar. Suena el timbre de nuevo.

  • Debe ser Guadalupe, Miriam ¿Serías tan amable?

Mientras esperamos, permanezco en silencio. Solo la miro seria y bebo un sorbo de agua. La noto incómoda. Alterna nerviosamente la pierna donde carga el peso liviano de su cuerpecito. La examino atentamente. No es muy alta. Tiene la piel de un precioso color dorado, aunque ha podido ver esta mañana que su pubis es blanco, y supongo que también el culito. Está sofocada. Tiene las mejillas ruborosas. Me pregunto si está caliente otra vez. Debe hacer deporte. Se le dibujan los músculos bajo la piel y no tiene un gramo de grasa.

  • Buenas tardes, Guadalupe. Siéntese usted en esa silla mientras vamos entrevistando a Carlota. Es su compañera ¿Se conocen? Están en el mismo grupo.
  • Sí.
  • Sí.

Obedece, y toma asiento apenas un metro por detrás de Carlotita. No la he suspendido, pero un aprobado pelón no encaja en sus expectativas. Es una empollona idiota. Apoyo visiblemente la mano en el muslo de Miriam sin mirarla. Carlota está nerviosa.

  • Me alegra que haya venido, querida, aunque sea un poco tarde.
  • Yo… Es que…
  • No se excuse, no importa, pero procure no volver a hacerlo ¿quiere?
  • No, claro…

Ambas están desconcertadas. Naturalmente, no esperaban encontrarse a nadie de su clase. La sorpresa ha surtido efecto. Están avergonzadas. No se atreven a mirarse. Las hablo en tono neutro, como si la situación no fuera anómala, y se esfuerzan por responderme educadamente con la misma naturalidad. A Carlota le tiembla la voz. Guadalupe casi suspira al hablar a causa de la ansiedad.

  • ¿Os importa si os tuteo? Al fin y al cabo, como también voy a follaros…

Esta vez, ni siquiera responden. Se limitan a tomar aire, humillar la mirada al unísono, y temblar. Guadalupe, aunque parece tener más carácter, se siente más violenta. No es guapa. La nariz un poquito demasiado larga, la cara un poquito demasiado basta, el culo un poquito demasiado grande, el pelo, aunque limpio, un poco demasiado lacio y descuidado… No es que sea fea, que no lo es, es ese descuido y esa manifiesta falta de elegancia. Si se arreglara un poco…

  • Bueno, vamos empezando. Desnúdate, Carlota, cielo.

Me mira espantada. Mira a Miriam, y a Guadalupe a hurtadillas. Todo el tiempo ha tenido conciencia de estar de pie en el centro de un círculo formado por mujeres sentadas. He mandado sentarse a Guadalupe para acentuar su exposición, para llegar a este momento así. Titubea, frunzo el ceño, y basta con ello para que comience a obedecer temblando.

  • Y dime, cielo ¿tienes novio? ¿sales con alguien (No, no pares, sigue mientras me contestas).
  • Bueno… salgo con un chico…

Mientras responde titubeante, termina de sacarse el top. No lleva sostén, ni falta que le hace. Tiene las tetillas blancas, diminutas, y los pezones duritos. Me pongo como una perra. Está caliente. Aprieto el muslo de Miriam, que me mira sonriendo con esa sonrisa suya. Miriam es mi becaria por ser una alumna “aplicada”. Conseguí que me la asignaran con un sueldecito escaso, pero la ayudo cuando hace falta. Así se mantiene dando alguna clase y ayudándome mientras termina la tesis. Vamos, que me la he quedado. Tiene, entre otros detalles, un culo de la muerte y es la puta más caliente que ha pasado por mi despacho.

  • ¿Y te folla?

Parecía imposible sonrojarse más, pero lo hace. Se queda paralizada, con los dedos en uno de los botones de la falda. Tiene un vellito blanco de nada que hace un brillo sobre la piel morena como de melocotón. En las tetitas picudas, se adivina una greca finísima de delgadas venitas apenas azuleando bajo la piel.

  • ¡Venga, no seas tonta! Al fin y al cabo, dentro de un ratito te vas a correr delante de nosotras ¿no?
  • No… Todavía no…
  • Todavía…

Termina de desabrochar el tercero de los botones, y deja caer la falda. Hace un movimiento muy cuco, como un pasito de baile, para sacar los pies, y la deja a su derecha. Se ha cambiado la tanguita. Lleva una de color de rosa pálido preciosa, con un brillante diminuto en el centro del elástico, muy fino. Le indico con un dedo que se gire. El hilo se cuela entre sus nalgas blancas, un poco más grandes de como pareciera que serían.

  • Ya… y… ¿Se la tocas?
  • ¿Qué te he dicho?… (No, cariño, déjate las medias, y los zapatos).
  • A… a veces…
  • ¿Hasta que se corre?
  • … sí…

Contesta en un hilo de voz temblorosa. Guadalupe la mira espantada, con los ojos como platos y las mejillas coloradas. Miriam separa un poquito las piernas. Es la zorra más caliente que conozco. Recuerdo que el primer día, en la revisión de exámenes, se corrió como una perra, con ese aire de novicia de cuento que tenía. No he podido quitármela desde entonces. La mejor de mis sorpresas, la putita de primero más tremenda.

  • ¿Qué te parece, Lupita? ¿Te importa que te llame Lupita?
  • No… No… me importa… -titubea-.
  • Ya ¿Y qué te parece?
  • No sé…
  • Anda, tonta, no seas tímida ¿Cómo llamas tú a las chicas que tocan la polla a sus novios hasta que se corren?
  • Yo..
  • Vengaaa…
  • Putas.
  • Mmmmmmm… Y, sin embargo… Tú estás aquí dispuesta a echar un polvo con tu profesora para subir nota ¿no?

Se muerde el labio inferior y mira al suelo avergonzada. Ha recibido el golpe.

  • Entonces… ¿Qué eres tú?
  • Una… una… puta.
  • La frase completa, zorrita, no me obligues a sacarte las palabras con cuentagotas, por favor.
  • Yo… yo… soy… una puta…

Ha respondido con un hilillo de voz apenas. Está desarmada, aturdida. Esta imbécil no pensaba ni disfrutar de esto. No sé ni si alguna vez habrá estado a solas con un chico. Casi me da pena, con sus zapatones, los calcetines cortos azul oscuro, la falda esa, que debe ser de su abuela, y la camisa blanca insípida cubierta por una rebeca gris. Ha venido a pasar el trago como un trámite en su carrera, sin imaginarse que no le iba a ser tan fácil.

  • No te preocupes, cariño. A mi me gustáis las putillas. Anda, ven aquí, ponte aquí, a mi lado, de pie. Y tú, Carlota, cielo, termina de desnudarte y cuéntanos como es eso. Creo que Guadalupe no conoce los mecanismos del asunto.

Obedece. Se queda a mi lado, humillada. Me inclino un poco hacia ella y apoyo la mano en el interior de su muslo, muy cerca de la rodilla. Da un respingo.

  • Quítate las bragas, cielo.

Carlota, mientras obedece, comienza su relato. Me fascina el golpecito que da en el aire el elástico de la tanguita al escapar de entre sus nalgas, como un latigazo breve que descubre sus vellos oscuros dibujados sobre el blanco inmaculado de su pubis, recortados lo justito para no asomar por el borde del bikini.

- Algunos sábados… al volver a casa, por la noche, me acompaña y nos escondemos en un callejón, cerca de mi casa…

  • ¿Para besaros?
  • Sí…
  • ¿Y te toca las tetitas?
  • Sí…
  • ¿Y…?

Parece estar soltándose. Está caliente. Puedo olerlo. A medida que se acostumbra a su desnudez, se expresa con mayor soltura. Está caliente, la putilla. Subo un poquito la mano muslo arriba. Guadalupe está congestionada, con las mejillas rojas y la respiración ansiosa. Noto tensarse sus músculos cuando mis dedos se apoyan sobre ellos. Agarro el elástico de sus bragas blancas de algodón y tiro hacia abajo hasta dejárselas enrolladas por encima de las rodillas.

  • A veces me toca ahí…
  • ¿Ahí?
  • En…
  • ¿En el coño?
  • Sí…
  • Dilo.
  • A veces me toca en… en el coño. Y me coge la mano y me la pone…
  • ¿Sí?
  • En su polla…
  • ¿Y se la meneas?
  • Sí…
  • ¿Y?
  • Se pone… muy cachondo… Jadea hasta que… se corre…

Se ruboriza más, y me la imagino con un dedazo en el coñito, y a ese cabrón estrujando sus tetillas pequeñas, calentándola para dejarla al final a medias. Noto que estoy mojando las bragas como una zorra. Subo un poquito la mano y rozo el coño de Lupita, que gime involuntariamente y se muerde los labios.

  • ¿Y tú?
  • ¿Yo?
  • Sí ¿Te pones “cachonda” tú?
  • Sí…
  • ¿Y te corres?
  • No… Yo… Él acaba… Y nos vamos.
  • Ya. Y luego, en casa… ¿te tocas?
  • Sí…

Subo un poco más y acaricio la rajita peluda de Lupita, que tiembla como un flan. Está nerviosa, al borde de la histeria. Miriam la mira divertida. Sé que está como una perra, escuchando hablar a la putilla de las pajas que hace a su novio y de los calentones que se quita en casa haciéndose deditos. Se la imagina como yo, agarrada a su polla y sacudiéndola hasta que escupe la lechita mientras nota mojarse su coño y el imbécil no consigue que se corra, o ni se lo plantea. Deslizo un dedo en el de Guadalupe, que emite un quejidito de sorpresa.

  • ¿Tú nunca te frotas el coño, Lupita?

Ni me contesta. Se tiene en pie de milagro. No se toca. Se lo noto. O quizás sí. Vete a saber. Está asustada, pero noto un poquito de humedad en su coño nuevecito.

  • Así que… ¿Nunca has follado, cielo?
  • No…
  • ¿Por qué no te acercas a ella, Miriam?
  • ¿Y tú, putita?
  • Yo… nunca… no…

Balbucea. Meto mi dedo más profundamente en su coño y se queda como sin aire. Me ponen las putas nuevas, las putas que nunca han sido putas, las que se contienen y se niegan el sexo. Me fascina el modo en que se quiebran, el modo en que traspasan cada barrera como un trauma. Clavo mi dedo en su coño, lo muevo despacio. Se humedece. Respira agitadamente, como si fuera a darle un síncope. Mira a Miriam y a Carlota. Ha llegado hasta ella. La acaricia por la espalda. Vestida todavía, aprieta con las manos sus tetas de niña rozándose con ella. Noto su cara de sorpresa y me hace gracia. Me río, quizás nerviosamente. Se aprieta con ella, la estruja, la envuelve en sus brazos y muerde su cuello haciendo que se escape un gemido de sus labios y que sus ojos asombrados se entornen durante un momento.

  • ¿Nunca has visto un vídeo sobre esto, Lupita?
  • Nnnoooo… Ahhhh!

Hago girar mi dedo en su interior. Está manifiestamente cachonda. Siento separarse los labios y la humedad de su chochito sin estrenar. Actúo despacio, como si fuera un animalito y temiera amedrentarla.

  • ¿No quieres hacerle lo mismo que a tu novio, Carlota?

La gira hacia sí. A estas alturas, la excitación de mi becaria resulta manifiesta. Su falda se levanta y tiene la mirada encendida. Se inclina para besarla. Se la levanta apenas lo necesario. Carlota ya no razona. Alarga la mano hasta su polla y la agarra sin timidez alguna. Se deja morder la boca. Saca su lengua y juguetea con la de Miriam, que aprieta su culito con las manos pegándola a su cuerpo. Su polla pálida, perfecta, dura, grande y firme, se cuela entre sus muslos rozando la vulva empapada de la putita de primero, que gime y ronronea como una gata en celo. Lupita reacciona y emite un “ooooh” de sorpresa.

  • Vamos, cariño, menéasela. Enséñanos cómo lo haces, como si estuvieras zorreando con tu chico.

La agarra y empieza a hacer correr la piel sobre el tronco quizás un poquito más deprisa de lo necesario. Miriam deja caer su falda. Se desabrocha la blusa a toda prisa. Está como una perra. Su polla gotea y brilla. Lleva un liguero precioso y un sostén a juego. Impecable, como siempre. La muchacha tiembla recibiendo sus besos y sus caricias. Da un gritito cuando juguetea por primera vez entre sus piernas y se agarra con más fuerza inclinando la cabeza para facilitar el roce de los dientes en su cuello. Me excita ver cómo tiemblan sus muslitos, cómo pone uno de los pies de puntillas para separarlos. Está preciosa con sus medias blancas cortas, como de colegiala.

  • ¿Nunca has visto una polla, Lupita?
  • Nooooo…
  • ¿Sabes qué me pone más caliente, zorra?
  • Lo que más caliente me pone es sentir a una puta empollona temblando con un dedo en el coño.
  • Notar cómo se moja tu coño de ramera cuando lo follo con el dedo, y cómo no puedes apartar la vista del rabo de mi zorrita. Estás muy cachonda ¿No te da vergüenza mojarte como una guarra así delante de nosotras?

Tiembla como un flan. Parece que va a darle algo. Le arranco los botones de la blusa de un tirón y se cubre el pecho inútilmente con los brazos. Tiene unas tetas tremendas. Me sorprende que su ropa de monjita me haya despistado así. Tiro de su falda, del sostén. No tiene manos bastantes para atender a la acción rápida y brutal de despojarla de sus ropas. Jadea asustada. Carlota se deja estrujar por Miriam. Le devuelve los abrazos. Frotan la polla entre los vientres y se restriegan y se besan los labios en un espectáculo lúbrico. Me pongo de pie, frente a Lupita. Me encaro con ella.

  • Oye, imbécil ¿Tú a qué has venido?
  • Yo…
  • Tu eres una zorra estúpida ¿Quieres subir nota o no?

Le tiemblan los labios y se le ponen los ojos brillantes. Parece dudar un momento antes de terminar de desnudarse sola bajo mi atenta mirada. No está mal la cabrona esta. Tiene las caderas anchas, un culo de la muerte y unas tetas asombrosas, grandes y redondas, con unos pezoncillos pequeños, muy oscuros, de orlas breves contraídas. Cuando termina, hago ademán de acercarme a ella. Cierra los ojos y levanta un poco la cabeza, como si esperase un beso. Doy un paso atrás y la dejo ahí, ruborizada y temblorosa.

  • Pon las manos detrás, puta. Que te veamos el coño. Y tú, Carlota, cielo, ven aquí, anda, ponte a cuatro patas.

Me siento a contemplar cómo se acerca y obedece. Solo yo sigo vestida. Separo las piernas y hago que su carita de muñeca descanse sobre mi falda. Miriam, a su espalda, juguetea con los dedos en su coñito empapado haciéndola gemir. Me inclino hacia ella y beso sus labios calientes y mullidos. Respiro sus jadeos. Los muerdo y me los como. La polla de Miriam está como una piedra. Gotea sobre la alfombra. Arrodillada, desliza la lengua entre las nalguitas blancas y lo lame. La zorrita tiembla.

  • ¿Sabes lo que va a pasar, cariño?
  • Síii…

Da un respingo al sentir el beso oscuro en su culito. Oigo el chapoteo de los dedos en su coño. Nada me pone más que sentir en la cara los gemidos de una putita novicia, de una perrita primeriza que se deshace entre caricias, caliente y ansiosa.

  • ¿Sabes que te va a follar?
  • … Sí…
  • ¿Quieres que clave su polla en tu coño sonrosado de ramera?
  • Sí…
  • Pídeselo, cariño.
  • Pídeselo.

Lupita tiene la mirada enfebrecida y los pezones contraídos como aceitunas negras. Adivino su coño peludo chorreando. A diferencia de Carolina, no se arregla lo más mínimo, ni siquiera lo preciso para impedir que se le escapen del bañador. Es blanca como la leche. No debe ni ir a la piscina. Tiembla. Permanece de pie, muy seria, como hipnotizada, con esa cara de absoluta imbécil, sin atreverse a mover ni un cabello.

  • Fólla… méee..
  • Más.
  • Por favor… follamé…
  • Di su nombre.
  • Miriam, por favor…
  • Más.
  • Por favor… Miriam… Méte… mé tu polla…

Mi becaria besa su culito de ramera con pasión. Clava la lengua en él sin dejar de follarla con los dedos. La putita culea descompuesta. Tiene los ojos inflamados, entornados entre mis muslos, sobre mi falda, y me mira. Me fascina el modo en que se le descompone el gesto, el aire caliente de sus gemidos en la cara, en la boca. Suplica por una polla. Suplica que la follen. Se muere por sentir esa verga clavándose en su coñito sonrosado. Lo que más caliente me pone del mundo es ver deshacerse en placer la expresión de una novicia.

  • ¿Tu novio te pone así?
  • Nooo…
  • ¿Nunca te ha puesto tan caliente?
  • Nuuunca…
  • ¿Vas a ser mi putita?
  • Sí… síiiii…
  • Dímelo.
  • Quiero… ser… tu… putaaaaaaaaa…
  • De usted, cariño. Háblame de usted.
  • Su… su… suuuuuuuu…

Se queda sin habla, incapaz de terminar la frase, cuando Miriam entierra la verga en su coñito estrecho. Me exhala en la boca un gemido hondo, un quejido tembloroso. Mi zorrita la folla deprisa desde el primer momento, y su voz se descompone, se extingue entre mis labios. Pellizco sus pezoncillos, acaricio sus tetas apenas perceptibles, y escucho el cacheteo en su culo redondito, un poquito más grande de lo que podría esperarse. Sujeto su cabeza en alto agarrando con toda la mano sus rizos morenos para verla cerrar los ojos, para ver cómo se corre y, cuando ya no aguanto más, la meto bajo mi falda y empujo para frotarme los labios jadeantes en mi coño empapado.

  • ¡¡¡Cómemelo…. Asíiiiii!!!

Me corro desde que me roza. Me corro sintiéndola ahogarse entre mis muslos. Me corro temblando, sujetando su pelo con la mano, escuchando los gemidos de Miriam, agarrada con fuerza a sus caderas, clavada en ella con rabia, mientras me tiembla en el coño gritando como una gata caliente, casi llorando. Me estremezco una y otra vez sabiendo que tiene el coñito sonrosado lleno de leche tibia, que se está desbaratando entre mis piernas, que ni sabe qué le pasa, que nuca se ha corrido así.

Tras recuperar el resuello, centro mi atención en Lupita, que nos mira con ojos de cordero degollado. Le tiemblan las manos y parece experimentar severas dificultades para respirar. Carlota, caída en la alfombra, deja que la lechita se le escape entre los labios del coño y gotée sobre la alfombra mientras Miriam me mira sonriendo con esa expresión de paz que pronto se convertirá en tormenta.

  • ¿Y qué hacemos contigo, puta?
  • ¿Quieres correrte también?
  • Sí…
  • Vaya con doña mosquita muerta. Mira, cariño, la empollona está salida. ¿Estás cachonda, puta?
  • … sí…

Responde con un hilillo de voz entrecortada y las mejillas ardiendo. Miriam se le acerca y empuja su cabeza hacia abajo. Parece no comprender. Me coloco a su espalda agarrándola del pelo y tiro fuerte hasta hacerla arrodillarse.

  • ¿Sabes lo que pasa, puta?
  • Pues que una polla no es cómo tus dedos. Hay que estimularla para que funcione una segunda vez.
  • Abre la boca.

Tiro más fuerte y la abre con un quejido de dolor. Miriam mete dentro su polla péndula, aunque todavía voluminosa, que va adquiriendo una nueva consistencia a medida que la empollona comprende lo que hay que hacer. La obligo a tragársela, a chuparla. Se le saltan las lágrimas. No tarda en estar dura y firme.

  • ¿Quieres sentir su polla, puta?
  • Sí…
  • No te oigo.
  • ¡Síiiiiiii!

Responde agritos lloriqueando mientras tiro de su pelo para llevarla al sofá. La tiro tripa arriba. Se abre de piernas. Tiene el coño empapado, abierto en carne viva. Se muere por que la follen.

  • ¿Qué es lo que quieres, puta?
  • ¡¡¡Que me folle!!!

A un gesto mío, mi becaria, entre sus muslos, apunta su polla y empuja arrancándole un grito desgarrador. Clavo los dedos en su coño mientras su verga se entierra entre las nalgas gordezuelas y redondas. La sujeto por el pelo y chilla como una cerda. Se agarra a los cojines chillando. Llora. La masturbo con rabia, como si quisiera hacerle daño. Froto su coño deprisa, haciendo resbalar los dedos en la babilla abundante. Aprieto su clítoris. Lo empujo. Clavo los dedos en ella. La taladro con los dedos. Tiro de su coño. Llora, gime, culea. Lloriquea como una idiota entre gemidos. Va a correrse llorando. La masturbo con fuerza, con rabia. Miriam la taladra. No tiene piedad con ella. Hace que sus tetas le reboten en el pecho, que llore temblando. A su lado, Carlota se acaricia desesperadamente. Se corre viéndola. Tiembla.

  • ¿Tú quieres nota, puta? ¿Quieres nota?
  • Síiiiii…
  • Pues la nota hay que sudarla, zorra idiota.

Se queda tensa de pronto, rígida. Arquea la espalda y tiembla de una manera brutal. Miriam saca la polla de su culo y, mientras sigo frotando su coño con saña, la acerca a su cara. La tiene amoratada, brillante. La sacude con fuerza, gimiendo. Carlota se estremece en un espasmo. Aprieto con más fuerza, como si quisiera arrancarle el coño a tirones. Clavo los dedos en ella casi con rabia. Se corre mientras su cara se cubre de chorros violentos de esperma. Los recibe sin sentirlos, agarrándose a mi muñeca y temblando, lloriqueando mientras pone los ojos en blanco y arquea la espalda como poseída.

  • Pu… ta… pu… ta… puta…

Carlota tiembla con los deditos clavados en el coño mientras la insulta contemplando el humillante final de la estúpida empollona. Tiene las uñas pintadas de rosa pálido, tan monas…

Un rato después, mientras despido a las niñas en la puerta, beso sus labios pintados. Sonríe con una expresión de arrobo en su carita de muñeca. Lupita mantiene la mirada humillada y esquiva.

  •  Mañana a la misma hora, cielo. Tenemos que hablar más detenidamente de ese aprobado tuyo. Tú no hace falta que vengas, Lupita. Ya tienes el notable. Si quieres más, te pasas por mi despacho en horas de tutoría y me lo explicas, puta.

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