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I like your whore white wife

en Interracial

Ya te puedes imaginar, cariño. Esto es completamente diferente. Otro mundo, la verdad. Todo es más grande, más exagerado… Me encanta. Y luego está “lo otro”… No sé cómo contarte… Me da corte…

Bueno, verás: todo empezó nada más llegar. Aquí, en Los Ángeles, todo el mundo es muy guapo. No sé si es la luz. Bueno, la ciudad es muy grande, pero donde vivimos nosotros es así. Gente en forma, que se cuida, arregladita..., ya sabes.

El caso es que nos instalamos aquí, que ya ves que es un barrio de aire bohemio, pero no te engañes, es carísimo, y la gente es “gente bien”, ya sabes: empresarios un poco excéntricos, artistas,…

La casa donde vivimos, toda la manzana en realidad, pertenece a una empresa, y ellos se encargan del mantenimiento, de las reparaciones, de todo. Si quieres, hasta te mandan a alguien que te hace la compra por las tiendas del barrio, por que del hiper te la traen ellos si compras vía web. Muy cómodo todo, y eso importa, por que no te puedes imaginar las dimensiones de la ciudad ni el caos de tráfico que hay cuando te mueves a cualquier parte. Aquí mucha gente vive literalmente en el coche.

Bueno, pues al segundo o tercer día, me encuentro con que se ha estropeado el triturador de basura, que es un inventazo, ya te contaré. Fue por la mañana, mientras recogía el desayuno. Aquí desayunamos fuerte, por que Mario sale de trabajar a media tarde y apenas paran un momentito a comer, no sé si media hora. Pues nada, que me pongo a recoger y la cosa esa no funciona. Es un lío, por que no hay otro sitio donde tirar la basura, así que llamo al servicio de mantenimiento como puedo, por que el Inglés no lo domino todavía, y me atiende un tipo muy amable que me dice que van a venir a repararlo. Yo sigo haciendo las cosas de la casa tan tranquila, a quien se le iba a ocurrir… Y ni diez minutos después, va y suena el timbre y aparece un operario.

Tendrías que haberlo visto: un negrazo enorme, un gigante, musculado, con la cabeza afeitada, guapísimo. Uno de esos negros que casi parecen de color azul oscuro. Bueno, una pasada, y yo en camisón, por que no se me pasó por la imaginación que fuera a llegar tan pronto.

Me quedé un poco cortada, por que, además, me costaba mucho entender lo que decía, pero me repuse, claro, le llevé a la cocina, medio le expliqué lo que pasaba, y me fui a mi cuarto para vestirme. Ya sabes cómo son los camisones que uso, no es cosa de andar exhibiéndose así, claro.

Llego a mi cuarto, me lo quito, y empiezo a buscar por los cajones algo decente que ponerme. Como acabábamos de llegar, ni tenía todo el equipaje colocado ni me había aprendido todavía donde habíamos metido las cosas, así que me enredo buscando y me paso… no sé, cinco o diez minutos allí y, cuando me quiero dar cuenta, estoy en bragas y el gigantón aparece en la puerta diciéndome yo no sé qué, por que se quedó parado y con la boca abierta mirándome con un descaro…

Y yo, que me quedo igual, paralizada mirándole a él, y me doy cuenta de que se le está haciendo un bulto en el pantalón… No te lo puedes imaginar.

Y el tipo que empieza a acercarse diciéndome yo qué se de que si soy una “black bitch”, que si él tiene una “big black cock” para mi, que si mi marido va a ser un “cuckold”… Yo no entendía nada, pero la verdad es que me daba miedo. Traté de empujarle, te lo juro, pero era como un armario ropero, no le afectaba nada de lo que hacía y, cuando me quise dar cuenta, el tipo me había envuelto literalmente con ese cuerpazo y estaba manoseándome de lo lindo.

No sé cómo pasó, pero, de repente, tenía la boca abierta y me metía la lengua hasta la garganta, y notaba que me apretaba con fuerza y me restregaba un bultazo por la tripa… No sé… Una cosa impresionante, que daba miedo.

Fue como que me volví loca ¿Sabes? Sentía sus manos enormes agarrándome el culo, ese beso como ansioso, que me ahogaba, el pedazo de paquete aquel,… Empecé a corresponderle. Le dejaba magrearme. Estaba cachonda perdida, y empecé a meterle la mano por debajo del pantalón. No sabes qué duro estaba todo él. La piel le brillaba de sudor, por que aquí hace muy bueno, tan negra, y tan tensa…

Se la saqué y creí que me iba a estallar el corazón. Me quedé de piedra mirándosela. Como dos palmos, gorda, muy dura, con unas venas que parecía que se la habían tallado en piedra. Y el tipo que si “you like my big black cock”, que si “You'll know what it feels like fucking a real black bitch”… Y yo cada vez más cachonda, meneándosela mientras el tío me comía las tetas y me follaba con uno de esos dedazos, que los tiene más grandes que la polla de Mario.

Yo es que me deshacía. No te voy a decir que me corriera, pero me tenía a puntito, cachonda como una perra, con el coño babeando y moviendo el culo como una zorrita caliente. No te puedes imaginar qué hombre. Me dominaba con una autoridad que, si le sumas el tamaño de aquello, y de aquella espalda, y de aquellos brazos… Si en ese momento me dice que me tatúe su nombre en la frente, te juro que me lo tatúo.

Pero bueno, en vez de eso, se sienta en la cama, me señala el pollón aquel, me agarra del pelo, y me dice: “suck it”. Caí de rodillas que no me faltaba más que llorar de la ilusión que me hacía. Cuando la tuve de frente, no me lo podía creer: enorme, rígida, brillante, negra, muy negra, y muy grande, y muy dura. Pasé la lengua por la punta para lamer una gotita brillante que tenía, y comencé a pasársela por el capullo, que le quedaba descubierto y tenía el tamaño como de una manzana mediana. Me daba miedo. Como si se me fuera a desencajar la mandíbula, pero el tipo, con mucha autoridad, me empujaba la cabeza, y yo, que estaba como una perra, que me corrían los flujos por los muslos, abrí mucho la boca, y me lo metí. Empecé a mamárselo como loca. El tipo Jadeaba. Y que si “bitch”, que si “whore”, que si “suck it”, que si “deeper”... Si eso me lo dice Mario le mato, pero aquel semental… es que me podía, no sé cómo explicártelo.

Y va y me planta la manaza en la nuca, me agarra del pelo, y empieza a empujar. Yo me desesperaba, por que me parecía que me iba a ahogar. Trataba de resistirme, te lo juro, pero nada, ese tío es un súper hombre, así que fue obligándome. No sabes… Aquello me entraba por la garganta a la fuerza, y me faltaba el aire. Se me salían los ojos y hasta me mareaba. De vez en cuando me la sacaba sin soltarme del pelo, y yo volvía loca respirando, tosía, babeaba, y vuelta para dentro. Me la metía muchísimo. Creo que me hizo tragarme hasta más de media. La notaba atravesándome la garganta, y me ponía perra, perra, perra.

No sabes lo que se siente: Johnny, que se llama Johnny, me usaba como si fuera su esclava. Hacía conmigo lo que quería. Me la sacaba y me plantaba la cara en sus huevos, y yo se los chupaba, me los metía en la boca, me los comía enteritos; me daba golpes en la cara con aquella porra negra salpicándome de mis babas y ese liquidito transparente que les sale; y vuelta a clavármela hasta el estómago. Una de las veces, te juro que me la llegó a meter entera, hasta que me encontré con la nariz apretada en ese pubis duro como una piedra, que tiene una vena como de mármol marcada.

Y entonces va y me tira del pelo. Me la saca de un golpe, me da dos cachetes y me dice que con la mano, y se la agarro con las dos, y aquello que empieza a latir con fuerza, brillante, dura como una piedra, tan grande… Y empieza a correrse en mi cara llamándome “bitch”, y “whore”. Me salpicaba a chorros que me caían por las tetas, y yo con la mano en el coño destrozándomelo, corriéndome que me moría, temblando y ahogándome, buscando su capullo para beberme la leche, ansiosa como una zorra… Pero zorra, zorra, zorra… Una “black whore” de muchísimo cuidado.

Yo, la verdad, me hubiera dado por satisfecha con aquello. ¡Vamos que sí! Me hubiera conformado y me hubiera ido a misa a dar las gracias, pero el grandullón tenía otro plan, y a ese no había quien se le resistiera.

Así que me agarra del pelo otra vez, y me lleva a tirones, medio tropezando, por el pasillo. Yo iba goteando leche por la casa, y chillando, por que me hacía daño, pero, la verdad, si te soy sincera, no te imaginas cómo me ponía que me tratara así. Era como si nunca antes hubiera conocido a un hombre. No sé cómo explicártelo. Eso es que hay que vivirlo.

Llegamos a la cocina y me tira en la mesa boca abajo, con las tetas aplastadas en el tablero, y empieza a darme azotes. “I'll give you what you deserve, white bitch”, me dice, y empieza a darme azotes y más azotes, y entre uno y otro, a hurgarme el coño con los dedos, y el culo. Todo eso sin soltarme el pelo. A veces, hasta me daba azotes en el coño y, cuando cerraba las piernas, palmetazos en los muslos para que las abriera. Yo lloraba como una magdalena, pero en caliente. No sé cómo explicarte. Me hacía daño, mucho, y lloraba, pero estaba como una perra. Era como si llevara toda la vida esperando a que me trataran así. “What do you want?”, me preguntaba, “What do you want?”, una y otra vez, hasta que empecé a gritar “Fuck me bastard! Please, Fuck me! please, please, please...” y el tipo me contesta “I'll fuck your ass. I'm going to destroy your white whore ass”. Ahí ya me pareció que la cosa se ponía fea, pero no había nada que hacer. Se arrodilla a mi espalda y empieza a lamerme el coño, y el culo. Y a escupirme, y a meterme los dedos. Y yo culeando, lloriqueando, y que si “Please do not, please ...”, pero nada. El tío me metía los dedos por todas partes, y me volvía a escupir, y me dilataba el culo. Me decía “I will brand your fat mature ass, slut” y yo gimoteando, y llorando, y suplicándole que no, pero deseándolo en cierta manera.

Y nada, que se pone de pie, me la apunta, empuja con fuerza, y aquella tranca que empieza a atravesarme entera. Me moría. Se me saltaban unos lagrimones… El tío empujaba con una decisión brutal, como si le diera igual partirme en dos, y yo llorando y gritando, suplicándole, y él dándome azotes y clavándola, clavándola y clavándola hasta que noté que el pubis me empujaba el culo, que me lo aplastaba más bien.

Bueno, pues yo estaba superada. Te lo juro, es que ni me resistía. Me bastaba con respirar, que parecía que me costara, como si el pollón me hubiera llegado a la garganta. El coño me chorreaba. Era como un impass, por que parecía que lo peor había pasado y ya la tenía dentro, pero estaba claro que aquello no se acababa ahí. Y entonces va, me agarra las muñecas, tira, y me levanta de la mesa dejándome como absurda: medio de pie, pero inclinada, con los brazos para atrás, que me hacía daño en los hombros, empalada por aquella tranca que me tenía que no me podía ni mover, y me temía que con el culo rojo como un tomate y babitas chorreándome del coño por los muslos. Y va el tío y empieza a culearme, pero no te creas que poquito a poquito y con cuidado, no: empezó a follarme el culo como un auténtico salvaje. Era como tener una barrena clavada, una cosa bestial. Yo me volvía loca chillando. Me dolía que no te lo puedes imaginar. Me sacudía unos pollazos bestiales. Las tetas me botaban que había veces que me daban hasta en la cara, y oía, como a lo lejos, el cacheteo de su pubis en el culo. Me llamaba mucho “bitch”, y mucho “whore”, y yo a él “bastard” a gritos.

Pues no sé si te lo creerás, pero, en cuanto me soltó las manos y se me agarró a las caderas, empecé a sobarme el coño como una mona loca. Era bestial. Me dolía una bestialidad, pero que lloraba y todo, y, al mismo tiempo, me tenía caliente como una perra. Cuando me quise dar cuenta, estaba chillando “more, more”. Y él venga a darme azotes, muy fuerte, que tenía el culo que me ardía, y venga a llamarme “whore”, que mira que me ponía cachonda que me llamara eso, que significa puta, no sé si lo sabes.

Así que, ahí estaba yo corriéndome como una perra con aquel rabo en el culo y el coño despellejado, cuando oigo gritar mi nombre desde la puerta, me giro como puedo, y me encuentro con Mario mirándome con los ojos como platos. Se le había caído el maletín y estaba lívido.

Te imaginarás que el Johnny este salió corriendo y pidiendo disculpas, claro… Pues no. El tipo, tan tranquilo, va y sigue dándome lo mío y lo de otras siete, y yo, que ya no discernía, gimoteando, lloriqueando, y restregándome el coño con la mano delante de mi marido que, aunque no te lo puedas creer, se había quedado pasmado mirándonos y tenía la pollita como una piedra.

Hi man! Are you the cuckold?” Yo, que no podía dejar de mirarle de reojo, me quedé alucinada: Mario no pareció reaccionar, y el tipo seguía hablándole como si tal cosa. Tenías que haberlo visto: el pobrecito, se sonrojó hasta los tuétanos al oírlo, pero no daba ni un paso.

I'm here to fucking your whore white woman, cucky”. Creo que empecé a correrme como una perra. Por alguna razón, fue como si aquel fuera mi macho. Al oírle humillarle de aquella manera, me sentí puta, muy puta, y muy caliente. De repente, era como si aquella verga en mi culo fuera una varita mágica. Hasta empecé a moverlo yo misma. Ni siquiera me dolía.

If you want you can touch your dick while you watch how I fuck your wife's ass” (bueno, algo así, que ya te digo que lo del Inglés no lo domino). Y aquello fue lo definitivo: Mario se sacó la polla, cómo te cuento. El muy maricón se abrió la bragueta, se la sacó, y empezó a meneársela delante de nosotros. Yo ya estaba entregada. Miraba a aquel piltrafilla agarrado a su pollita ridícula mientras mi macho me barrenaba el culo, humillado, ridículo, y me corría como una perra. Me la saqué del culo y me tiré sobre la mesa llamándole como una zorra: “Give me more, bastard, breaking my ass with your big black cock”, le gritaba, y allí se desató la mundial.

El hijo de puta me la clavó de un golpe y empezó a destrozármelo como un animal. La sacaba entera y me la volvía a clavar, y yo chillando como una cerda degollada. Me estrujaba las tetas, me escupía en la cara, y yo me corría sin parar clavándome los dedos en el coño, llamando maricón a mi marido, gritándolo que siguiera así, que se la meneara como un cerdo mientras un hombre de verdad se follaba a su mujer… Y el muy idiota sacudiéndosela sin parar, con el capullito amoratado y meneándosela.

Y entonces me la sacó y se fue para él, que no paraba de sacudírsela. Y yo perra perdida, moviendo el culo como si siguiera follándome, destrozándome el coño con la mano, viendo cómo le agarraba la cabeza con aquella manota suya, se lo atraía, le metía el capullo en la boca, y empezaba a correrse. Mario, sin parar de meneársela, tragaba leche y hasta le salía por la nariz. ¿Te puedes creer que se corrió. Tenías que haberlo visto; con los pantalones caídos en los tobillos, escupiendo su lechita, con aquel pedazo de polla que no le cabía en la boca llenándole de leche…. Me corrí que casi me desmayo.

Bueno, pues me intento levantar y las piernas que no me sostienen, así que me dejo caer hasta el suelo jadeando todavía. Mario, como un tonto, subiéndose los pantalones y el Johnny vistiéndose, recogiendo las herramientas y marchándose. “You're a good cuckold, and your wife a good white bitch. Tomorrow I go back to see you. If you're good, maybe I also like to fuck your ass, fagot”, le dijo al despedirse.

Y él que nada, que se queda allí pasmado, metiéndose los faldones de la camisa en el pantalón con una gota de leche en la cara todavía, rojo como un tomate.

¿Dejarle? No, mujer ¿Por qué? Es un cielo de marido, gana mucho dinero, y no me molesta nada. Si hasta me lava y me cuida cuando mi Johnny acaba de follarme… Además, de vez en cuando viene bien que tenga uno normal a quien joder, por que no te creas que a mi edad está una para estos trotes a todas horas.

Bueno, ya te contaré.

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