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Desvirgadas en Barcelona 1 y 2

en Hetero: Primera vez

DESVIRGADAS EN BARCELONA (1)

1ª PARTE "EL CÓNDOR"

Diario de Celia

Martes 5 de Julio de 2004

Yo vivo con mi madre, que ayuda en la cocina de uno de los restaurantes del señor Altachua. Cuando por las noches voy a buscar a mi madre, a veces cuesta aguantar a don Irving Altachua, el dueño, que es un viejito presumido. Creo que va por mi, es divertido ver como me devora con los ojos.

El señor Altachua siempre esta en la playa, siempre que hace sol, sea el mes que sea. El tiene una cadena de supermercados y muchos pisos que tiene alquilados. El señor Altachua tiene también seis restaurantes, tres de ellos en el barrio, y presume siempre de su Mercedes deportivo y va siempre con relojes y cadenas de oro, igual que su amigo, el Humberto Chalquis.

En la playa le gusta exhibirse, va siempre en tanga, y se les marcan sus partes, parece que le gusta presumir que las tiene muy gordas. Está muy tostado por el sol, y se conserva con un cuerpo atlético, aunque con todos los pelillos blancos. Cuando hablas con él, notas que su aliento hace olor a vino y a tabaco. Creo que nació en América del Sur, en el país llamado Perú, aunque ya hace más de treinta años que vive en Barcelona.

Su amigo Humberto también es americano, nació en Cuba y es mulato, creo que marchó de Cuba hace también mas de treinta años, primero vivió en Florida y algunos países de la zona, hasta que su empresa se asoció a don Irving y lo envió a Barcelona a trabajar con él hace unos diez años.

A veces, por las tardes, al señor Irving se le ve en el coche con alguna tía impresionante. Me han dicho que no siempre son putas de las caras, sino que le gusta tirarse a las chavalas que trabajan en sus negocios. Por eso, me da vergüenza y miedo cuando alguna vez me mira descaradamente y me dice podría ir a hacer unas horas en las tiendas o en los restaurantes, para ayudar a mi madre a ganar algún dinero, ahora que tengo vacaciones

Hay rumores que dicen que hace años estuvo procesado por un lío una chica del barrio de 14 años, pero que luego le soltó dinero a sus padres, y todo se olvidó, porque los padres retiraron la denuncia y la chica dijo que había estado con él porque había querido.

Bueno, tal vez este verano tendría que estar algún tiempo trabajando en alguna tienda o restaurante del señor Altachua, puedo sacar unas pesetas para ayudar en casa., pero creo que a mi edad no pueden tenerme contratada todavía.

 

11 de Julio de 2004

Hoy he empezado a trabajar por las tardes de ayudante de almacén en un supermercado de don Irving. MI madre ha hablado con él, yo también estaba, para pedirle algo para mi, para hacer horas y ganar algún euro.

Don Irving ha dicho que sí, pero que tenia que ser de forma no oficial, porque yo, como solo tengo 13 años, no puedo trabajar todavía. Me ha dicho que se le va gente de vacaciones, y yo puedo hacer substituciones. Me dará 300 euros por trabajar cada mes.

 

15 de julio de 2004

Querido diario:

Todavía me parece mentira lo que ha pasado hoy.

De hecho, parece que lo haya soñado, no me lo puedo creer, si no fuese porque no se me va del pensamiento el momento en que la verga de don Irving se introducía lentamente en mi vientre, hasta que sentí aquel dolor…

Hoy ha sido un día muy especial. ¡Lo he hecho por primera vez!. Claro, con don Irving Altachua, ¡cómo no!. Me ha cogido bien cogida.

Aún estoy muy impresionada, y, cuando hace un rato cenaba en la cocina en la que trabaja mi madre y don Irving pasaba y me miraba sonriendo enviándome disimuladamente besitos, no parecía verdad, era como si nada hubiese pasado, como si hubiera sido un sueño o una fantasía de mi imaginación.

Estoy cansada y tengo ganas de dormir, y voy a intentar explicártelo de una manera corta.

Por la mañana he ido a la playa con mi amiga Nuria. Vamos juntas a la misma clase del Instituto y al Taller de Baile. Nos encanta bailar a las dos.

Estaba el señor Altachua en la puerta del Club de Natación Arenas de Levante, con su amigo Humberto Chalquis, y me ha propuesto entrar con ellos a bañarnos y tomar el sol, dentro del Club de Natación. No he podido decir que no, además nunca había estado en el Club por dentro.

Encontramos a gente conocida de don Irving y seguro que habrán hecho bromas de que voy con el señor Altachua, ya saben que mi madre trabaja en un restaurante suyo, y, con la fama que tiene, todo el mundo seguro que ha pensado que se me ha ligado y me acuesto con él.. Ya sabes, aquí le gusta chafardear e inventarse historias.

La Nuria y yo nos habíamos puesto dos bikinis cortitos, de cintitas, para hacer rabiar a los chicos del Instituto que encontrásemos en la playa. Nos sientan muy bien, las dos somos eso que se dice "esbeltas", altas y delgadas, pero con las formas bien marcadas. Una chica del Taller de Baile nos dijo hace poco que para tener trece años estamos muy buenas.

A mí, don Irving Altachua siempre me ha parecido un chuleta, siempre presume de estar forrado de pasta, y, el otro día dicen que se hacía el chulo diciendo que se había llevado a Lorena Sabrica a su casa, y se la había follado. La Lorena también se hacía luego la chula sonriendo y no diciendo ni que sí ni que no. No nos extrañaría, porque la Lore es la mas puta del Instituto y además ahora está en el verano de aprendiza en una peluquería de don Humberto en la que trabaja su tía.

El Sr. Altachua llevaba un bañador muy pequeño, el tanga negro que lleva siempre en la playa, igual que el Sr. Chalquis, seguro que para hacerse los chulos con nosotras, igual que nosotras nos habíamos puesto los minibikinis para hacer sufrir a los chicos.

La Nuria, claro, se ha aparejado enseguida con don Humberto, el cubano, como si fuese lo más normal del mundo, y el Sr. Altachua se ha venido enseguida conmigo, como si también fuese lo más evidente del mundo que los dos que quedábamos habíamos de ir también de pareja. La Nuria y yo nos mirábamos divertidas al ver como los dos tíos se comportaban como los muchachos del Instituto cuando querían intentar ligar con nosotras.

Hemos estado un rato en la piscina del club y después hemos bajado a la playa, creo que el Sr. Irving estaba algo molesto por las miradas que le hacían algunas señoras mayores que estaban en la piscina al verles con nosotras. Me he dado cuenta de que los amigos de su edad le sonreían, y alguno le hacía un gesto obsceno con los dedos señalándonos a nosotras, a lo que él contestaba con una sonrisa o un guiño de ojo. A la Nuria y a mí nos divertía ver el juego de chavales que se llevaban los dos viejitos.

La verdad es que, aparte de que sea un chulo, don Irving Altachua está tan bueno como don Humberto Chalquis, tiene el cuerpo delgado pero fuerte, muy moreno, y las nalgas le marcan un culo grande debajo del slip. Al Sr. Chalquis se le ven más los músculos, porque jugaba de futbolista y se le marcan más los de las piernas. Siempre he oído que los hombres de color son mas fuertes.

Lo hemos pasado muy bien en la playa bañándonos, tomando el sol, jugando en la arena, tirándonos las toallas, volviéndonos a bañar. Los vejetes han querido ser educados y nos han comprado un helado. La Nuria y yo nos hemos mirado riéndonos, es verdad, se comportaban como unos jovencitos que se nos quieren ligar.

Lo bueno de esta playa que está delante del club es que todo el mundo va a la suya, a nadie le importa lo que hacen los demás, y hay muchos extranjeros, Barcelona está llena de gente de todos los países del mundo. Los chicos de los institutos van poco a esta zona, porque es donde van muchos de los hombres mayores del barrio, y hay muchas putas descansando con sus novios.

Aquí , de nuestro barrio, sólo vienen las chavalas que han ligado y se quieren pegar el lote sin que las estén observando y cotilleando. O sea, lo que, en aquellos momentos en broma, estábamos haciendo nosotras.

Los dos hombres no dejaban de mirarnos, eso lo notábamos claramente la Nuria y yo riéndonos por lo bajo, y -la idea ha sido de la Nuria, pero a mi me ha divertido también-, cuando hemos vuelto a poner las toallas en la arena para tomar el sol después de bañarnos, la Nuria y yo, para hacerles sufrir más a los dos viejitos, hemos hecho lo mismo que la mayoría de las chavalas que están en esta playa tomando el sol, nos hemos quitado la parte de arriba del bikini, y nuestros pechitos han quedado al aire.

La Nuria los tiene un poco más grandes que yo, los de las dos parecen pequeñas montañitas rectas de carne, acabadas en punta en los pezoncitos.

Era muy divertido ver como los dos tíos clavaban sus ojos en nuestros pechos, pero lo peor ha sido que me ha dado un ataque de risa cuando la Nuria me ha dicho en la oreja que me fijase en los bañadores de los dos "muchachitos", que hacían como un bulto mucho más grande que antes.

Las dos nos reímos mucho al ver como se habían excitado, se les había puesto eso que los hombres le dicen "dura", y ellos se inquietaron un poco porque no sabían de qué nos reíamos.

Nos pidieron que les pusiéramos crema en la espalda, para no quemarse, y la verdad es que noté que me gustaba mucho poner la crema en la espalda de don Irving Altachua, y luego extenderla, notando su piel caliente en mis dedos.

Estuve un rato haciéndolo y era guay, como darle un masaje, iba pasando mis manos por su espalda, desde el cuello hasta donde empezaba el bañador -sí, tenía un culo grande, el Sr. Altachua-, mientras él cerraba los ojos y se hacía el dormido, como un crío pequeño, mientras la Nuria hacía lo mismo con el Sr. Chalquis, el cubano mulato. Ella lo hacía mejor que yo, dice que su madre le ha enseñado a dar masajes, que ya me enseñará cómo se hace.

Me di cuenta de nuevo que me gustaba mucho tocar la espalda de don Irving. Vi que el reloj de oro que llevaba era de la marca Rólex, igual que el que llevaba el señor Humberto.

Después me puse a tomar el sol, ellos estaban hablando, parecían muy divertidos y nos miraban con ojos brillantes, y yo, casi me dormí, vuelta de espaldas al sol, cuando, al cabo de un rato, noté algo fresco en la espalda, giré un poco la cara, y vi que don Irving Altachua me estaba ahora poniendo la crema en la espalda a mi, me dijo con voz bajita que me iba a quemar, y vi también que don Humberto Chalquis se la estaba poniendo a la Nuria.

Me gustó mucho sentir como el hombre me pasaba la mano por la espalda, desde la nuca a la cintura, y, aunque creo que estaba medio dormida me desperté rápidamente, y noté que bajaba la mano hasta tocar la parte de mis nalgas que quedaba fuera del pequeño bikini.

Noté también que el vejete llegó a tocarme, de refilón, mi pechito desnudo que quedaba como aplastado contra la toalla, pero hice como si no me enterase, simulé que estaba somnolienta, prácticamente dormida, igual que la Nuria, aunque supongo que él sabia que yo me había dado cuenta de que me había tocado el pechito, pero que no me daba por enterada.

Yo sentía una ola de calor recorrerme el cuerpo, me sorprendía notar cómo me gustaba que el casi desnudo viejito me tocase.

Me parece que después los dos hombres se tumbaron también en las toallas a nuestro lado y supongo que medio se durmieron igual que nosotras.

Hacia mediodía hacía ya mucho calor, nos habíamos bañado otra vez y habíamos vuelto a jugar en el agua, y, entonces, Nuria dijo que fuésemos a su casa, ya sabíamos que hasta las once de la noche o más no volvía su madre, nos podíamos hacer unos bocatas para comer y luego podíamos bailar un rato -ya te he dicho, querido diario, que a la Nuria le encanta bailar, igual que a mi, aunque al señor Chalquis parecía darle algo de vergüenza-, y así les enseñaríamos a hacer bien los pases de baile más modernos, cosa que pareció entusiasmar a don Irving Altachua.

La Nuria nos dijo que ir a su casa era más chulo que ir a comer a un chiringuito, que estaban a estas horas llenos de chicos y chicas de nuestra edad y seguro que había gente del Instituto y comenzarían las bromas con nosotras.

El señor Chalquis pareció dudar y dijo que sería mejor ir a su casa o a un restaurante de don Irving, pero don Irving Altachua, al que ya he dicho que encantaba la idea de la Nuria, habló con su amigo, le dijo algo a la oreja sonriéndole, y pareció convencerlo rápidamente, porque el señor Chalquis nos miró y se puso a reír.

El señor Altachua nos dijo que iríamos al apartamento que tenía muy cerca, en el mismo barrio de la playa, que estaríamos más cómodos porque tenía también aire acondicionado y era amplio. Nuria y yo nos miramos y dijimos que de acuerdo. Decían que aquellos apartamentos eran muy bonitos y lujosos y nunca habíamos visto ninguno.

Nos pusimos la parte de arriba del bikini y las camisetas, guardamos los pantaloncitos en las bolsas y subimos al Mercedes de don Irving. Vimos que el hombre estaba hablando por su teléfono móvil desde fuera del coche.

Don Humberto hizo subir a Nuria detrás con él, yo subí delante y nos fuimos hacia el apartamento del señor Altachua. Nunca había subido en un coche como aquel, era muy cómodo y lujoso, y el climatizador daba un fresquito que nos aliviaba la piel caliente por el sol de la playa.

Me di cuenta de que don Irving, cuando se paraba en los semáforos en rojo, no dejaba de girarse sin ningún disimulo, mirándome mis muslos desnudos. La camiseta, sentada en el coche, me quedaba a la altura de la braguita del bikini.

El coche llegó enseguida a una de las primeras casas del barrio marítimo, justo casi detrás de los dos rascacielos, y, por tanto, muy cerquita de la playa, pero lejos del núcleo del barrio en el que vivíamos y en el que tanto conocían a nuestros dos "galanes".

Don Irving tocó un botón en el coche, y se abrió la puerta del garaje. Dentro había una garita con un vigilante, que se puso de pie y se mostró muy respetuoso con don Irving. Habló con él sin bajarse del coche, y sacó de su bolsita una llave muy moderna. Don Irving paró el coche al fondo, junto a una puerta que ponía "Privado. Ascensor 2ª". Bajamos del coche. Los dos hombres nos cogieron las bolsas, mientras cuchicheaban entre ellos.

El ascensor era limpio y silencioso, pero no muy amplio, y los cuatro estabamos apretujados, con los cuerpos bastante juntos. Parecía que ellos, sonrientes, se querían aprovechar, porque se nos dejaban caer encima, y yo tenia la cara de don Irving muy cerca de la mía. Como íbamos a la segunda planta, el viaje acabó enseguida, y yo salí del ascensor notando todavía el aliento a tabaco del señor Irving. Volví a extrañarme de que no me desagradaba, me atraía ese olor.

Entramos en el piso. Era amplio, lujoso, bien decorado. Don Irving conectó enseguida el climatizador, y la temperatura asfixiante empezó enseguida a bajar. Unos cortinajes delicados impedían que entrase la toda la luz solar, y no se notaba ningún ruido de la calle. Realmente, era como estar en otro mundo, aquello parecía muy lejos de nuestro barrio, aunque estábamos al lado, a quince minutos caminando…

En el apartamento de don Irving, la Nuria y yo decidimos que prepararíamos unos bocadillos y la bebida, y ellos se empeñaron en preparar una "discoteca" para bailar después de comer. El señor Irving nos dijo que no preparásemos nada, que había llamado por teléfono y nos estaban trayendo la comida.

El señor Chalquis parecía muy divertido, dejándose ir a remolque de todo lo que decidía don Irving Altachua.

Don Irving dijo que el comedor era muy grande, tenía mucha luz, tenía demasiados muebles y poco ambiente, así que eligió la habitación que tenía para invitados nos dijo, con dos camitas, y que daba a un patio interior de la misma vivienda, para preparar lo que él llamaba la discoteca.

Nos sentamos en los amplios sillones del comedor, esperando.

Enseguida nos dimos cuenta de un detalle divertido, la mayoría de los cuadros de la decoración eran escenas de caza o chicas desnudas.

Llamaron al videoteléfono, don Humberto contestó, y enseguida en la puerta un chico dejó unas cajas con la comida. La Nuria y yo miramos sin dejarnos ver, por si acaso nos conocía, y me parece que era uno de los camareros del restaurante de don Irving en el que trabaja mi madre.

No nos dejaron entrar, dijeron que sería como una sorpresa, y que preparásemos la comida que habían traído.

Nos fuimos a la cocina, donde había una amplia mesa, y de las cajas sacamos una cazuela de mariscos acabada de hacer, platos, cubiertos, pan, y dos botellas de champán francés…Cuando acabamos de preparar la mesa de la cocina para comer esperamos otra vez, divertidas por ver de una vez la sorpresa que preparaban los hombres, especialmente, supongo, la idea debía de ser don Irving Altachua.

Salimos al comedor para avisarles de que vinieran a comer, y la habitación "discoteca" estaba cerrada, pero se oía música dentro, aunque bajita, cómo para que no la oyéramos nosotras.

Llamamos a la puerta, y oímos la voz don Irving Altachua gritándonos que no entráramos. Les dijimos que vinieran a comer, y el Sr. Humberto nos dijo, también a gritos, que nos fuéramos a la cocina a esperarles, que ya iban, pero que no nos quedásemos en la puerta de la "discoteca", como la llamó el viejito.

Nos volvimos, y la Nuria me comentó que era la primera vez en su vida que un hombre la enviaba a la cocina, y que se lo perdonaba porque nos querían dar una sorpresa.

Al cabo de un ratito, paró aquel sonido de fondo, como de una música que no conseguíamos identificar, se oyeron unos pasos, y los tíos entraron en la cocina.

Los dos nos miraban sonriendo, como maliciosamente, y el Sr. Altachua, nos dijo que la "discoteca" estaba cerrada, que no entrásemos. Les seguimos la broma, y les dijimos que esperaríamos a que nos invitasen, y nos pusimos a hacer bromas mientras empezábamos a servir la mariscada.

Nosotras íbamos a beber unas cocacolas heladas que habíamos encontrado en la nevera, pero el señor Irving dijo que nada de cocacolas, que eran bebidas de bebés, que con la mariscada teníamos que beber champán, que era lo que iba bien, que dejásemos de ser tan crías con las cocacolas.

Casi nos ofendió, y yo dije que ya sabíamos beber también vino, pero que prefería la cocacola. El señor Irving me miró sonriendo y dijo que no era vino, que era champán francés de verdad, y que no quería ver más las cocacolas. Las cogió y las guardó en la nevera.

Abrió las botellas, y nos sirvió en unas copas largas que don Humberto acababa de sacar de un armario, y que dijo que eran mucho mejor que aquellos vasos de plástico que habían traído del restaurante.

Don Irving dijo que iba a hacer un brindis, que levantásemos las copas, y que, por si no lo sabíamos, cuando se hacía que hacer un brindis había que beber toda la copa. Nuria y yo nos miramos, nos dijimos con la mirada que si se creía que éramos unas niñas, y cogimos las copas, cuando, de pie, el señor Irving inició el brindis:

"Brindo por las dos muchachitas mas guapas que han entrado en esta casa…". Sonreímos y empezamos a bebernos las copas. Entonces, don Irving soltó otra frase que no nos esperábamos. " ¡Y por sus chochitos, que algún día espero ver, ya que es lo único que aún no les hemos visto!".

Las dos nos atragantamos al oírle, nos dio un extraño ataque de risa mientras yo sentía una extraña excitación y cruzaba miradas con la Nuria, que también me sonreía con complicidad.

Yo dije:

-Hala, don Irving, ¡ No se pase, no sea guarro!

-No me paso, niña, y no nos digáis de usted, llamadnos Humberto y Irving, ¡va ¡

Yo me hice la chula, sin cortarme, mientras el champán me daba un extraño calor en el estómago.

-Pues vale, Irving, ¡no os paséis, eh, que nos vamos a casa!

Y, dije algo que me vino sin pensar:

-Ya se sabe, cuando estas con viejitos, siempre se pasan… Nos tendremos que ir a casa…

Don Irving me miró con una sonrisa extraña y dijo:

-Qué va, niña, que va, primero hemos de comer y bailar, ¿sabes?. Nada de iros hasta haber bailado… Así que viejitos, ¿no?. Es una buena idea, un buen nombre, Humberto y yo formaremos el grupo de los " viejitos", y vosotras qué?. ¿Sois las "putitas"?

Y dejó ir una extraña carcajada que secundó don Humberto.

Yo le hice una mueca de que no me había hecho gracia lo de putitas, y don Humberto cortó añadiendo con su acento cubano:

-Vale, vale, no os peleéis, que se enfría la mariscada, ¿vamos a comer ya o me tengo que seguir muriendo de hambre?

Y los dos empezaron a servir la mariscada y nos volvieron a llenar las copas. El champán estaba muy fresquito, y la Nuria y yo, que teníamos sed, volvimos a beber otra copa, aunque noté un cierto gusto un poquito raro, pero el champán pasaba como agua con la mariscada.

La cazuela de mariscos estaba buenísima. Pulpitos, mejillones, sepias, langostinos, chocos, langosta, almejas, chipirones, gambas, berberechos, ostras, era la mariscada más buena que habíamos comido en la vida. Don Irving se había sentado a mi lado, y don Humberto al lado de la Nuria.

Los dos explicaban muchas historias, a veces chistes verdes, que nos hacían sonreír desafiantes, y a veces el Sr. Irving me cogía por la cintura e intentaba atraerme hacia su cuerpo, pero yo me soltaba con discreción y él me miraba irónico. Don Humberto hacia lo mismo con Nuria.

Y las botellas de champán y la mariscada se acababan, pero yo estaba cada vez mas segura, igual que Nuria, aquello nos gustaba, estabamos contentas, como si un fuego nos recorriera el cuerpo, y no reaccioné cuando en un momento determinado él Sr. Irving me giró la cabeza y me dio un beso rápido en los labios.

Me quedé quieta, sorprendida, y vi que don Humberto le hacía lo mismo a Nuria. Delante de mi me encontré ahora la cara de don Irving, que me ofrecía el cuerpo de un langostino que dijo que había pelado para mi. Dejé que me lo pusiera en la boca y me lo comí, creo que estaba algo mareada, pero todo aquello me gustaba, no me había hecho enfadar el besito que me había dado el viejito.

Entonces acabamos ya de comer y los dos hombres no nos dejaron limpiar la cocina dijeron que lo haría el servicio (¿qué servicio?, no habíamos visto a nadie más en el apartamento) pasamos al comedor, y los tíos nos dijeron que nos sentásemos, que ellos se iban a la habitación "discoteca", y que cuando nos avisasen, entrásemos e hiciésemos lo que nos dirían.

Nosotras ya estábamos intrigadas ante tanto "misterio", nos reímos la una a la otra, y les obedecimos, sentándonos en el butacón del comedor.

Al cabo de unos cinco minutos, después de oír unos pasos apresurados y unos ruidos, medio se entreabrió la puerta de la habitación "discoteca" y, de refilón, sin que le viésemos, oímos que el señor Chalquis nos decía que teníamos que entrar, cerrar la puerta y sentarnos. Nos miramos las dos, nos encogimos de hombros, y fuimos hacia la "discoteca".

Entramos y cerramos la puerta. Oscuridad. Los ojos se nos acostumbraron y vimos dos sillas iluminadas por un foco de luz amarilla. Nos sentamos.

Una voz. Era la don Irving Altachua, pero con una entonación ronca, como si imitase al presentador de un teatro. Nos anunció lo que íbamos a ver:

-Señoras, señores, señoritas Celia y Nuria, para ustedes, les presento el gran espectáculo ¡"El Gran Striptease de los Sexyviejitos"!.

Y al decir lo de los Sexyviejitos me miró y me guiñó un ojo. La Nuria y yo estábamos sorprendidas, sorprendidas porque aquello parecía un sueño, no parecía de verdad, y también nos notábamos con mucha marcha, con ganas de bailar, teníamos mucho calor a pesar del aire acondicionado, claro, pensé, la mariscada y el champán…

La voz del Sr. Altachua pide disculpas por las dificultades técnicas, dice que solo tienen lo que encontraron en la casa, pero piensan que la gran discoteca que han montado en esta habitación nos gustará…

Se apagan los focos que nos enfocaban, se encienden unas luces rojas que iluminan el espacio entre las dos camas, que ahora estaban juntas para dejar más sitio, y la pared.

Se empieza a oír una música, cada vez más fuerte, hasta ser muy fuerte - suerte que don Irving nos había dicho que aquel apartamento estaba insonorizado, que a veces hacía fiestas en él y no quería molestar a los vecinos… -, y las dos identificamos enseguida la música de la película "Nueve semanas y media".

Cuando la música está más fuerte, de golpe, salen a la zona iluminada por la luz roja los dos viejitos, con una sábanas como túnicas de moros y unas toallas de turbantes.

Los dos viejitos empiezan a bailar haciendo un striptease de hombres como el que a veces hemos visto en reportajes de la tele.

Las dos nos miramos y nos reímos, lo hacen muy bien, se mueven de una manera muy sexy, estamos muy sorprendidas, no nos esperábamos esto, pero nos gusta mirarles, parecen otros, parecen dos chicos de los que se dedican a esto, no podemos quitarles los ojos de encima, sentimos ganas de salir a bailar con ellos, pero nos paran con un gesto de la mano…

Seguro que don Irving Altachua le ha enseñado antes al señor Chalquis cómo hacerlo, era la música que oíamos, porque el señor Chalquis es más callado, le debe haber costado mucho lanzarse a bailar así delante de nosotras.

El Sr. Altachua lo hace mejor, claro, muy convencido y serio, pero el Sr. Chalquis también lo hace bien, al fin y al cabo es cubano, aunque se le nota como va mirando de reojo a don Irving Altachua para imitar y seguir sus movimientos.

El señor Humberto se ríe divertido, como con vergüenza, cuando mira hacia nosotras. Don Irving Altachua nos mira de otra manera, como si estuviese haciéndolo de verdad en una discoteca o un teatro, como si quisiera excitarnos con la mirada. La Nuria y yo nos cogemos de la mano.

La Nuria me dice a la oreja que después lo haremos nosotras, que lo hacemos mejor. Yo le digo que no con la cabeza.

Ella me susurra que no sea tonta, que ella, sola delante de un espejo en su habitación, ha bailado de esa manera muchas veces, que yo haga como el señor Chalquis, que la mire y la vaya siguiendo.

Los vejetes se quitan poco a poco la toalla-turbante, después la sábana-túnica, los pantalones cortos, la camiseta, mientras nosotras nos dejamos llevar por la música batiendo palmas, acompañando el ritmo de la música, hasta que se quedan sólo con los bañadores minitanga que llevaban en la playa esta mañana, y unos pañuelitos de seda que han atado al cuello.

Parece que se van a parar, la música anterior ha acabado y empieza otra que identificamos como la de "El Tiburón", del Caribe, pero la Nuria, yo pensé que se había vuelto loca, empieza a gritar, dando palmadas, diciendo algo que recuerdo que he visto en la tele cuando han enfocado a chicas viendo un striptease de tíos: "Todo!, todo!, lo queremos todo, lo queremos todo, todo!!…., todo!!!…"

Entonces los dos hombres nos miraron sonriendo, mientras la Nuria seguía gritando como loca.

 

Ahora es muy tarde, querido diario, mañana continuare escribiendo todo lo que nos ha pasado hoy

 

DESVIRGADAS EN BARCELONA ( 2 )

2ª PARTE "DEVORADAS"

Diario de Celia

16 de Julio de 2004

Intentaré acabar ahora de explicar, querido diario, lo que ayer nos pasó a Nuria y a mi con Irving y Humberto.

Yo me di cuenta que debajo del tanga, había bultos muy grandes, como en la mañana en la playa cuando los dos vejetes nos miraban casi desnudas del todo.

Yo les sonreí, haciendo un gesto como que no tenía nada que ver con lo que gritaba la Nuria, y don Irving Altachua miró al señor Chalquis, que le hizo un gesto con la cabeza como negando.

El Sr. Altachua le volvió a musitar algo, e hizo gestos como de ir a continuar bailando, llevándose las manos a la cintura.

El señor Chalquis miró otra vez a don Irving Altachua, sonriendo como con vergüenza, y le dijo algo así como " ¡Anda ya, joder!, deja ya esa vaina, todo no… Yo, con chamaquitas, solo me desnudo en la cama…, cuando las voy a coger…"

Pero el Sr. Altachua le hizo gestos de que siguiese, él ya estaba bailando, moviendo en vientre de forma obscena hacia adelante y hacia atrás cuando en la música se oía cantar aquello de "no pares, sigue, sigue", al tiempo que él también lo cantaba con su voz y nos miraba a ver que cara poníamos, la verdad era que al verlo así, don Irving Altachua estaba muy bueno, mas que los chavales que conocíamos, ellos no sabían bailar así, era como si no lo hubiésemos conocido nunca hasta hoy.

Entonces, el señor Chalquis, burlándose de nosotras y como muerto de risa, nos miró como disculpándose, como que la culpa no era de él sino don Irving Altachua, e imitó todos los gestos que él iba haciendo, bajándose a poco a poco el bañador, hasta que la Nuria y yo, primero a don Irving Altachua y luego al señor Chalquis les vimos el sexo, el pene, la polla como decían los chicos del barrio…

Eran como una chorizo recto, una gran banana, hacia adelante y hacia arriba, más larga la de don Irving Altachua y más corta y gruesa, mas morcillona, la del señor Chalquis, los dos estaban eso que ellos llaman "empalmados" ¡Y a tope!.

Las dos estábamos con la boca abierta, impresionadas, ante aquel espectáculo de los dos hombres con los enormes penes en el vientre, nunca habíamos visto aquello. Yo sentía mi cara arder, seguro que si hubiese luz normal se me vería la cara roja, seguro que estaba muy colorada, entre la mariscada, el champán, y ahora los dos tíos bailando desnudos y empalmados…

.

Debajo de las pollas de los tíos se veía, en medio de pelos negros, las pelotas, los cojones o huevos, como decían ellos, las don Irving Altachua colgaban más hacia abajo y parecían enormes, y las del señor Chalquis estaban más arriba y eran como más anchas..

Los dos tíos continuaron bailando con los bañadores en la mano, moviéndolos como una banderola, al tiempo que se movían de aquella manera hacia adelante y hacia atrás, como si estuvieran… sí, claro, no nos engañábamos, la Nuria y yo nos lo dijimos en la oreja, se movían como si estuvieran… follando, claro, como en las pelis x que habíamos visto en casa de la puta de la Lorena Sabrica, con el señor Chalquis mirando siempre a don Irving Altachua para imitar lo que éste hacia cuando la canción volvía al estribillo de "no pares, sigue, sigue…"

Y sus penes, rectos hacia adelante, yo diría que cada vez más grandes, oscilaban arriba y abajo cuando ellos movían sus vientres.

Y cuando la música acabó, don Irving Altachua pegó como un gritito, y, tal como yo recordaba de haber visto en la tele que hacían los tíos de los stripteases, me lanzó el bañador.

Yo lo cogí, al tiempo que el señor Chalquis pegaba también su gritito y lanzaba el suyo a la Nuria. Ella lo cogió, se lo pasó por la cara, como hacen las tías en la tele, e hizo que yo hiciera lo mismo.

Creo que Nuria estaba muy bebida, había tomado mucho champán… Hoy me ha dicho que tal vez los dos hombres nos habían puesto algo en la bebida, alguna pastilla de esas, no sé, yo creo que perdimos la cabeza…

Los dos tíos se quedaron quietos, no sabían como continuar, parecía que don Irving Altachua dudaba, y ahora empezó a sonar en la música de "El ritmo de la noche", una canción erótica también de música del Caribe.

La Nuria se puso en pie, me cogió de la mano y me dijo: " Va, ahora, nosotras, ¿no?" Y empezó a bailar, suavemente, dejándose llevar por la música, yo estaba quieta, hasta que ella me llevó junto a ella cogiéndome del brazo y me hizo gestos de que bailase, y yo empecé a imitar todos sus movimientos, mientras los tíos, desnudos y empalmados, pasaban a nuestro lado y se sentaba donde antes estábamos nosotras, ahora ellos eran los espectadores, y les hice un gesto cómo de circunstancias, como que lo hacía por seguir a la Nuria…

Y así, poco a poco, moviéndonos lentamente pero con el ritmo de la música, nos fuimos las dos quitando la ropa, haciendo yo todo lo que iba haciendo ella, sintiendo que en realidad me gustaba bailar de aquella manera, con aquella música, y desnudarme delante de los dos tíos.

Ahora la música era la de otra conocida canción americana, que iba repitiendo la frase de "Devórame otra vez…"

Y, lentamente, seguimos quitándonos la ropa, primero la camiseta, se la tiramos a los viejitos, luego, poco a poco, lentamente la parte de arriba del bikini, desatando muy despacio las cintitas y sacándonosla poco a poco, hasta que nuestros pechitos quedaron rectos al aire.

Entonces oímos como los dos tíos dejaban ir una especie de aplauso que acompañaban con unos gritos, como un rugido, y ya, como en la playa, ya sólo llevábamos la braguita, la pequeña braguita del bikini, dos trocitos de tela, una delante y una detrás y unas cintitas para unirlas….

Y los dos tíos, primero, claro, don Irving Altachua y luego los dos juntos, empezaron a gritar, como antes la Nuria : " Toóo!…, Tóoo!…, Lo queremos tóoo!!!…. Toóooodo!… Tóoo!!!… Lo queremos todo!!!…."

La Nuria se llevó la mano a las cintitas de la braguita del bikini, yo la miré sin decidirme a seguirla también ahora, y el señor Irving empezó a gritar:

-Sí!!!! El chochito!!! Queremos ver la conchita!!!

Y los dos vejetes gritaron a coro:

¡La conchita!, ¡¡¡El chochito!!! ¡¡¡¡ La conchita !!!!

Y yo ahora ya continué siguiendo lo que hacía la Nuria.

Empezó, y yo también, a bajarse muy poquito a poco la braguita del bikini, siguiendo la música, primero por un lado, después el otro lado, dar media vuelta, bajarla por detrás, dejar desnudas las nalgas, dar media vuelta… bajar muy lentamente la parte de adelante, el sexo desnudo, la obertura, unos pocos pelitos creciendo a su alrededor, levantar los brazos dejando caer la braguita a los pies, ya estábamos desnudas del todo…

Oímos un gran rugido, un gran aplauso de los dos tíos, un grito repetido:

-¡¡¡ Las conchitas, ya tenemos las conchitas, buenos chochetes, superchochetes,!!!!!!

Y yo notaba que la cara me ardía, no estaba a disgusto, me lo estaba pasando bien, todo aquello era chulo porque no parecía verdad, parecía un sueño, era muy divertido…

La Nuria, igual que ellos antes, le tiró su braguita al señor Chalquis, que la cogió sonriente y se la llevó a la cara, y, claro, yo no tuve más remedio que tirarle la mía a don Irving Altachua, sentado junto al otro vejete allá en la sillas que quedaban en la penumbra de la luz roja de la habitación.

El señor Irving la cogió, me sonrió y me envió unos besos con los dedos desde sus labios. Yo le sonreí.

Don Irving Altachua se puso lentamente de pie, se colocó mi braguita en la cabeza, como un sombrero pirata, el señor Chalquis se puso en pie e hizo lo mismo, mirando a la Nuria desnuda, mientras yo notaba los ojos don Irving Altachua clavados en mi…

Los tíos estaban delante nuestro, como expectantes, con las pollas cada vez más enormes, claramente eran como dos grandes morcillones, los dos estaban como esperando algo, igual que yo, no sabía que íbamos a hacer ahora, suponía que vestirnos y bailar más o irnos a casa…

Vi entonces que el señor Irving se me acercaba y tiraba de mí, cogiéndome del brazo y como arrastrándome. Yo no entendía, pero me hizo un gesto de que no me preocupase y le siguiese.

Noté que le había dado a un botón, y que ahora la música era del Perú, creo que de fiestas, me parece que es una muy conocida que se llama Carnavalito…

Me llevó hasta la camitas, que estaban juntas, y se acostó en una, y tiró de mi haciendo que yo me acostase a su lado, a la izquierda. Yo me dejaba llevar, no podía resistirme, había algo que me tenía hipnotizada, sin poder reaccionar Empezó a costarme respirar.

Vi que encima de las camitas había un enorme cuadro, con un extraño templo en unas montañas, unas letras que decían " El Poder del Machu Pichu", y en el centro del cuadro había una especie de retrato de don Irving, vestido como lo hacen los incas de América del Sur y con una extraña flauta en la mano.

¿Qué pretendía ahora el señor Irving? Me negaba a imaginármelo, no era posible… Vi que en la otra camita se acostaba la Nuria, y a su lado se encamaba el señor Humberto…

Quedamos las dos en la cama, desnudas, mirando el techo, con sólo una luz roja dándole una tenue iluminación a aquella habitación o "discoteca". La extraña música seguía sonando, todo era como un sueño, no parecía verdad…

Ahora no había duda, estaba claro, no hacía falta pensarlo mucho, yo sería tonta si no entendía que los dos tíos iban ponerse encima de nosotras en las camas, me di cuenta de que sí, estaban pensando en meternos las pollas en nuestros "chochitos", como decían ellos, me di cuenta que no me importaba, que casi deseaba que lo hiciese ya don Irving, sentía un extraño e inesperado cosquilleo en mi sexo, mi cuerpo ardía…

Pero yo no estaba muy segura de que aquello fuese correcto, aunque me gustaba la idea de sentir uno de los viejitos encima de mi.

Yo sabía que algún día sería el primero que haría "aquello", pero me costaba aceptar que era "ahora", así, tan de sorpresa… con aquellos dos viejitos ligones…

De todas maneras, la verdad es que no hice el más mínimo gesto de oponerme, estaba extrañamente paralizada, me quedé igual que estaba la Nuria en la otra camita que había pegada a la mía, desnuda y quieta en la cama, y las dos nos cogimos de la mano, como deseando y temiendo que los dos hombres se decidiesen de una vez a ponerse encima de nosotras y meternos aquello…

Me di cuenta de que don Irving se había puesto de pie, y la música dejó de sonar.

Tal vez oía cuchichear, tal vez oí la voz don Irving Altachua diciéndole algo al señor Chalquis.

Delante de mi, al lado de la cama, se dibujó el cuerpo desnudo don Irving Altachua, de pie a la altura de mi cara.

Se le veía hasta la mitad de los muslos, iluminado sólo por la tenue luz roja.

Me fijé en su "banana", ahora cerca de mi, tan recta, tiesa y enorme como antes, y me hizo gracia ver que en la ingle, junto al sexo, llevaba un tatuaje que representaba una enorme ave de grandes garras. Nuestros ojos se cruzaron, y el sonreía y me miraba con una especie de fuego en los ojos.

Se inclinó sobre mi, hice un poco de espacio corriéndome hacia el centro, acercándome a la Nuria, y, a poco, don Irving Altachua estaba de nuevo acostado, de lado, junto a mi.

Nuestros cuerpos se tocaban, y pensé que su enorme pene debía de estar muy cerca de mi cuerpo. Yo no podía moverme, seguía estando como paralizada, y apreté la mano de la Nuria, que me contestó apretando la mía, cuando sentí que don Irving Altachua me cogía uno de los pechos y lo apretaba con la mano.

Casi sentí terror, era el primer hombre que tocaba mi cuerpo de verdad, fuera de los pellizcos en el culo de los chicos del Instituto. Supuse que el señor Chalquis estaba al otro lado haciendo lo mismo con la Nuria.

Don Irving Altachua me besó, apretó sus labios en los míos, era la primera vez también que un tío me besaba, noté que me gustaba, sentí el gusto a tabaco y alcohol de su aliento dentro de mi boca pero me di cuenta de que no me daba asco como había pensado muchas veces que me pasaría si un hombre mayor me besaba, era agradable, le dejé que continuase besándome, y luego apreté mis labios en los suyos, él notó que ahora yo le estaba besando a él, y supongo que lo interpretó, que era como mi autorización para que siguiese adelante con lo que quisiese hacerme.

Entonces, mientras me besaba, sentí que me metía su lengua en mi boca… Me cogió por sorpresa, su lengua recorría mis dientes y acariciaba mi lengua, hice un gesto para separar mi boca de la de él, pero don Irving me sujetó la cara con las manos e impidió que me moviese, su lengua, su boca aplastaba mis labios, volví a abrir los dientes y permití que su lengua volviese a buscar la mía…

Don Irving Altachua, al tiempo que me besaba, empezó a acariciarme los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su mano caliente allí, y luego sentí sus dedos paseando, ¡ay! por encima de mi sexo, jugando con los pelitos y casi dejando ir alguno de sus dedos dentro de allí…

Yo empezaba a estar muy enfadada conmigo misma, aquello que me estaba haciendo don Irving me estaba gustando mucho, quería que siguiera… Nunca entenderé qué me pasó, porqué me sentí tan atrevida, porqué no me resistí…

Y él tenía su cabeza entre mis piernas, metió su lengua en mi sexo, lamiéndome mi vagina y humedeciéndola con su saliva, yo me sentía a punto de desmayarme, mi corazón iba a doscientos por hora, su boca, sus labios, sus dientes jugaban con mi clítoris, sus dedos lo pellizcaban y luego se paseaban por todo mi sexo…

Poco a poco noté que se deslizaba encima de mi, sintiendo su peso en mi pecho, en mi vientre, al tiempo que me separaba los muslos y se colocaba en medio. Yo seguía apretando la mano de la Nuria. Giré la cabeza un poco y vi al cubano mulato mirar a don Irving Altachua y colocarse sonriendo encima de la Nuria como él había hecho encima de mi.

El señor Chalquis continuaba imitando todo lo que hacía don Irving Altachua, sí, seguro que don Irving Altachua ya había hecho aquello antes muchas veces con jovencitas como yo, seguro que era verdad lo que había dicho el señor Chalquis, que don Irving Altachua ya se lo "había hecho" a la puta de la Lorena Sabrica, la más garrula de mi clase…

El Sr. Altachua me besaba en la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de los pechos - ¡que gustirrinín me daba cuando lo hacía!-, todo aquello me gustaba mucho, parecía que el viejito sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien, se le notaba muy seguro, a mi me gustaba mucho sentir su peso encima de mi, su vientre aplastado en el mío -allí notaba que estaba también la gran "banana" del Sr. Altachua-, su pecho oprimiendo el mío…

Noté que sudaba, que yo también me movía aunque su cuerpo pesaba bastante encima del mío…Y sentí, de golpe, que algo se metía en mi sexo, algo se metía en mi vientre…. Algo empezaba a entrar en mi cuerpo…

Pensé que eran los dedos don Irving Altachua, como antes, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo, aquello que se metía, aquello que se metía, sí, claro, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, era, ¡sí!, ¡era aquella enorme verga que salía del vientre don Irving Altachua,!… ¡Oh, noo, claro !, ¡Era su pene!

Sí, se estaba metiendo su verga, noté, asustada, horrorizada, que se abría paso, que estaba entrando en mi sexo, que era algo enorme y muy caliente y duro que se estaba introduciendo en mi cuerpo, cada vez más, estaba impresionada, paralizada, si, el momento que miles de veces me había imaginado sin saber cómo sería había llegado, el viejo me la estaba metiendo, me estaba violando, aquella enorme banana se estaba metiendo, me abría, apretaba…

Me quedé paralizada, sin respirar, abrí los ojos, a punto de gritar, noté que me llegaba el pánico, el miedo, que debía de huir, pero no podía moverme, estaba quieta, le dejaba hacer, no sé qué me pasaba, estaba como inmovilizada…

Y, cuando me di cuenta de aquello, de que me la estaba metiendo, , de pronto, sin que pudiese pensar en nada, sin poder reaccionar, un pinchazo en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí.

Dejé ir una especie de ¡aayyy!, que era entre un grito y un gemido, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, apreté con mucha más fuerza la mano de la Nuria, que debió de darse cuenta de lo que me acababa de pasar, volví a quejarme y gemir un poco, y noté como "aquella cosa" seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo de mi sexo, y me hacía daño, era como si una navaja me estuviese cortando por dentro, dejé ir varios gritos que don Irving silenció tapándome la boca con una mano mientras con la otra agarraba mi culo y lo apretaba contra su sexo, como ayudándose a meter su pene hasta lo más profundo de mi vientre, y yo sentía dolor…

.

Sí, era seguro, no había ninguna duda, don Irving Altachua acababa de meter toda su verga, toda aquella gran salchicha, dentro de mi, me la había clavado hasta lo más hondo, me había roto aquello que yo había leído que se rompe la primera vez que lo haces, el himen …

Ahora, don Irving Altachua, que también se aprovechó a fondo, naturalmente, del momento en que me acababa de desvirgar, me besó en la boca, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pechos, me hizo todo aquello que había antes notado que me gustaba que hiciese, y empezó a moverse arriba y abajo, y yo notaba que aquello, que parecía una enorme banana y que era su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir…

Y aunque todavía notaba dolor cuando volvía a meterla hasta el fondo, me di cuenta de algo espantoso: a mi me gustaba sentir su pene dentro de mi vagina, era como un picor muy agradable notar la polla del hombre moverse adelante y atrás dentro de mi vientre, especialmente cuando parecía llegar al fondo, el dolor se mezclaba con algo muy agradable que me dejaba sin respiración, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, moviéndome a mi al moverse él, se aplastaba contra mi, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo, y yo, ….

De pronto, sentí un gemido, como una queja, era la voz de la Nuria, su mano apretó fuertemente la mía, casi me clavó las uñas, dejo ir un grito de dolor, seguido de unos chillidos, , y me di cuenta de que el cubano Chalquis ya se la había metido en ese momento, la acababa de desvirgar, tal vez le había hecho algo más de daño que a mí…

Iban más retrasados que nosotros, pensé que seguramente el señor Chalquis sí que se aprovechaba más a fondo del momento en que desvirgaba una jovencita, seguía las "instrucciones" que le había dado don Irving Altachua, "… sin prisas gozas más…", y por eso había tardado más que don Irving Altachua en metérmela a mi…

Sí, seguro que don Irving Altachua se lo había hecho a la zorra más puta del insti, la Lorena Sabrica, de nuevo aquella certeza, don Irving Altachua conmigo no dudaba de lo que hacía, y el señor Chalquis iba descubriendo lo que don Irving le había dicho, hacerlo con nosotras, desvirgar unas colegialas no era lo mismo que follarse a sus habituales putas, nosotras podíamos salir corriendo si se pasaban, a no ser que, como le había dicho al cubano cuando comíamos la mariscada: " Yo sé como tratarlas… eh, niñas, que os lo estáis pasando bien?… "

La Nuria volvió a gemir, giré un momento la cara, vi al Sr. Chalquis moviéndose encima de ella igual que don Irving Altachua estaba haciendo encima de mi, seguro que hacía lo mismo, metérsela y casi sacársela, metérsela más adentro y afuera otra vez, adentro y afuera, igual que el Sr. Altachua continuaba haciéndome…

Seguro, sí, seguro que don Irving Altachua le había explicado como desvirgar jovencitas sin que nos quejásemos, sin que nos sintiésemos violadas… Y tal vez… El mismo extraño pensamiento… Sí, tal vez… En la bebida… Pero nunca lo sabré…

La Nuria volvió a gemir, pero ahora era una especie de ronroneo como el de una gata…

Me apretó el brazo y me soltó. Giré de nuevo la cabeza, y vi como la Nuria abrazaba el cuerpo don Humberto Chalquis, moviéndose igual que él, pasando una mano por su espalda y apretando el culo del hombre contra su vientre con la otra, al tiempo que lo besaba y seguía como gimiendo o jadeando. Parecía que la Nuria se lo estaba pasando superguay, que aquello le estaba gustando mucho…

Entonces yo hice lo mismo. La verdad era que molaba muchísimo, y que nunca me había sentido tan super-excitada como sintiendo el gran pene de don Irving moverse dentro de mi cuerpo…

Me abracé a don Irving Altachua, que continuaba moviendo su verga dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba como si le faltase aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre, casi hasta hacerme más daño cuando me la metía hasta lo más profundo, me moví arriba y abajo, arriba y abajo, adelante y atrás, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos.

Era formidable, sí, superguay, la salchicha no dejaba de moverse dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo, entrando y saliendo, don Irving Altachua jadeaba, me miraba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, me gustaba mucho, no puede explica bien con palabras lo que sentía…

Inesperadamente, de golpe, como un relámpago, don Irving Altachua dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, como si algo explotase dentro de él…

Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a moverse encima de mi frenéticamente, muy acelerado, a mi me gustaba mucho, parecía que él ya no podía respirar, su polla entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, él me movía y me aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos encima de mi, pero a mi cada vez me gustaba más…

Me maltrataba pero era superguay, y don Irving Altachua empezó a gemir más alto, casi a gritar, como si se ahogase, y yo noté entonces, sorprendida, que cada vez que ahora él pegaba el salto hacia adelante, clavándomela hasta lo más hondo, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como una brotase de una fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba mojada, un líquido muy caliente me mojaba el interior de mi cuerpo…

Me di cuenta de que don Irving Altachua se estaba "corriendo" -como decían los chicos-, dentro de mi, que había llegado a eso que los libros llaman "orgasmo", y que yo, y que yo, no puedo explicarlo, no puedo explicar lo que sentí, clavé mis uñas en el cuerpo don Irving Altachua y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear, me moví tan rápidamente como él, le besé, le mordí…

Era como si mil caballos explotasen dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, que ahora era yo quien movía al vejete al moverme yo,… hasta que me di cuenta de que estaba empezando a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, que casi yo ya no me movía, que don Irving Altachua ya estaba quieto encima de mi, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, que a los dos nos costaba respirar, que estábamos bañados en sudor…

Yo le estaba acariciando la cabeza, que me notaba mojada por dentro, que un líquido caliente se movía en mi cuerpo, que él estaba como dormido, como muerto, encima de mi, pero que no me molestaba, que me gustaba sentir el peso de su cuerpo encima del mío…

Y que, al lado, ahora me daba cuenta, se oía al señor Chalquis y a la Nuria gemir, gritar, jadear, moverse, movían la cama como nosotros antes, sí, ahora ellos también habían explotado como nosotros hacía unos momentos, el señor Chalquis se estaba corriendo dentro de la Nuria, a ella le estaba gustando tanto como a mí… es imposible que más…

Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, continuaba la luz roja iluminando tenuemente la habitación,… se oía nuestra respiración, don Irving Altachua estaba medio dormido, yo casi también, … pasó un tiempo, tal vez un cuarto de hora, y lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, su peso me aplastaba, sentí como su salchicha salía de mi sexo al moverse de encima de mi…

Se quedó pegado a mi, puso su mano en mi sexo y se dedicó a chuparme el pecho que le quedaba más cerca de la boca, después el otro, yo me atreví -¿por qué no? a- a coger su pene con la mano, a palpar sus pelotas…

A él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevé su mano a mi sexo y la dejé allí, me toqué, me toqué allí y en los pechos…

Entonces noté a mi lado la vocecita de la Nuria, como para no despertar a los hombres -sí, el suyo, el señor Chalquis también estaba dormido-, y me dijo que fuese con ella, que nos teníamos que duchar…

Yo no la acabé de entender y le dije que estaba bien así, que me dejase, que me estaba durmiendo…

Entonces ella me dijo a la oreja que bueno, que allá yo, que si no me duchaba ya sabía lo que podía pasar…

La entendí, como una revelación súbita, sí, claro, estábamos las dos mojadas por dentro, teníamos dentro la "leche" -como le decían ellos-, que había salido de la polla de los tíos, teníamos que lavarnos para no correr el riesgo de quedarnos preñadas…

Me levanté sigilosamente , y cogida de la mano de la Nuria, desnudas las dos, salimos de la habitación sin hacer ruido y nos fuimos hacia la ducha…

A la luz del comedor, nos miramos, nos dimos un besito y nos reímos como locas.

Sí, las dos lo habíamos hecho por primera vez, y lo habíamos pasado tan bien, había sido tan guay…A ella también le había hecho mucho daño cuando el cubano se la metió, pero duró muy poco, después fue tan divertido, igual que yo…

Dijo que su viejo cubanito era tan dulce, tan cariñoso, que bien mirado, lo había hecho tan bien…yo, para no quedarme atrás le dije que el mío lo hacía muy bien, que sabía como hacerlo… Aunque don Irving era más duro, creo que su conducta conmigo había sido más brutal que la del cubano con mi amiga…

Bien, querido diario, es muy tarde, casi está a punto de hacerse de día, he pasado muchas horas explicándote lo que me ha pasado hoy, pero valía la pena ¿No?.

Después de lavarnos bien -suerte que la Nuria estaba en todo-, salimos, y los tíos se habían vestido, estaban en el comedor fumando un habano cada uno, medio dormidos y mirando la tele.

Los saludamos, pasando delante suyo desnudas, mientras ellos nos miraban sonriendo de manera irónica, y fuimos a la habitación-discoteca a vestirnos. Ya lo habían desmontado todo, era como sino hubiese pasado nada.

Las camas estaban hechas, pero las abrimos y vimos en las dos sábanas unas manchas de sangre, de cuando los dos hombres nos desvirgaron.

Estuvimos, ya vestidas, un ratito sentadas con ellos en el comedor, acariciándonos y dándonos besitos. El señor Chalquis dijo que era tarde, que tenía que volver a casa porque tenía que arreglar unos asuntos.

Nos fuimos en el coche de Don Irving. Casi no hablábamos, tan solo ellos nos daban besitos y nos sonreían como burlándose un poco de nosotras. Al despedirnos quedamos en encontrarnos hoy en la puerta del Club.

No sé si primero iremos a la playa o sí querrán que lo volvamos a hacer nada más llegar, la verdad es que tengo ganas de volver a hacerlo…

La Nuria les ha dicho que tenemos que tener cuidado, que no quiere quedarse preñada, y don Irving Altachua ha dicho que tiene unas pastillas nuevas para después de hacerlo, que ya nos las traerá, pero que tendremos que leernos las instrucciones, que eso, claro, es una cosa nueva que solo la venden con receta…, pero que él tiene muchas cajas.

La Nuria ha venido conmigo, mi madre nos ha preguntado si lo habíamos pasado bien, le hemos dicho que sí, que mucho, y nos hemos reído.

Ella nos ha dicho, al no entender nuestras risas, que estamos en la edad del pavo.

Nos hemos mirado y nos hemos vuelto a reír, mordiéndonos la lengua para no estallar en carcajadas histéricas.

Luego, en mi habitación, nos ha dado un ataque de risa, la Nuria me ha explicado todos los detalles de cómo se lo ha hecho el señor Chalquis y yo todos los detalles de cómo me lo ha hecho don Irving Altachua.

Nos quedaba una última sorpresa… Al sacar las cosas de las bolsas que habíamos llevado a la playa, encontramos dos sobres que no habíamos visto. En uno decía "Para Celia", y en el otro, con letra distinta, decía "Para Nuria". Los abrimos.

Dentro de cada uno había diez billetes de 50 euros, quinientos euros para cada una, un auténtico tesoro para nosotras, y una nota, firmada por Irving y Humberto, que decía: "Para nuestras dulces y guapas amiguitas, en recuerdo de este día tan especial… ¡Sois las mejores follando! ¡Compraros cosas bien guapas!".

La Nuria y yo nos hemos mirado, algo desconcertadas, pero la Nuria se ha puesto a reír, se ha guardado el dinero, y ha dicho, mirándome. "- Qué guay, ¿No?. ¡La de cosas que me voy a comprar!" Yo he sonreído, me he guardado también el dinero, y hemos hecho una lista de lo que nos íbamos a comprar para que nuestros dos viejos amigos nos viesen bien atractivas…

Después le he dicho a la Nuria : "Somos pérfidas y brujas, ¿No?". La Nuria me ha contestado "¡Y unas putitas, nos han pagado por follar, ¿No?"!… Y yo le he contestado: "Pero nos lo hemos ganado, tía, ¡Aún me duele la vagina de lo grande que la tiene Irving!. La Nuria me ha dicho: "Igual que a mi, tía, parece que tenga un cuchillo cortándome por dentro…"

Y las dos nos hemos vuelto a poner a reír abrazándonos…

Ya te explicaré más cosas, querido diario…

Barcelona, 2004

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