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El joven Tiburón también devora sirenitas

en Interracial

EL JOVEN TIBURÓN DEVORA SIRENITAS.

Sexo, sudor, semen gitano y sangre de vírgenes en el refugio de la Montaña

(Historia de Niko, nieto de don Rómulo, "El Tiburón")

Dedicado a mis amigos del Perú, Piero y la bellísima Vivi..

 

Me llamo Niko, soy de raza gitana, y vivo en Barcelona.

Soy uno de los encargados de un club de deportes y belleza del que mi abuelo, don Rómulo, el viejo patriarca de nuestra etnia gitana al que siempre han llamado "El Tiburón", es uno de los socios propietarios. Gano un buen sueldo, me divierto trabajando, y de paso, ligo todo lo que quiero con las chicas… Y con sus madres, que están más predispuestas, anhelosas y calientes que sus hijas.

Tengo una novia formal, acordada, según la tradición de mi pueblo, por mi abuelo don Rómulo como patriarca de mi familia y el anciano jefe del clan de ella, una chiquilla gitana muy guapa, de piel muy blanca y rubísima, María Rajsmanova, una primita lejana búlgara que ahora vive con sus padres en las afueras de Milán, pero faltan cinco años para que vivamos juntos como marido y mujer, ya que sólo nos podemos casar cuando ella tenga trece años, tal como exige la ley española como edad mínima para contraer matrimonio. De su virginidad ya cuidan sus parientes hasta la noche que la transforme en mi esposa, por el honor de toda la familia. Para entonces yo ya habré pasado de los treinta años.

Hoy quiero explicaros mi sexo de este fin de semana.

Me he encerrado en un refugio de montaña que tiene el club en la sierra del Montseny con dos jovencitas que acaban de ingresar en el grupo de cheerleaders del club, procedentes de una academia de baile que mi familia tiene en un barrio de Badalona. Me las han enviado cuando les dije que necesitaba chicas nuevas para la animación de las actividades del club, han dicho que son de las que mejor bailan de las chicas que tienen ahora.

Ellas querían jugar en nuestro club de baloncesto pero son muy malas, he conseguido convencerlas de que lo suyo es bailar y enseñar los muslos, no jugar a estrellitas de la NBA…

De todas maneras, están contentas, porque además de estar con las animadoras, las llevo a veces a jugar a las pistas de tenis del club, e incluso, alucinaron un sábado por la mañana que me las llevé a montar a caballo a un campo de equitación que tenemos en una montaña cerca de la costa al Norte de Barcelona.

Lo que más me gusta es estar sentado en nuestro pabellón cubierto viendo como ensayan con el grupo de cheerleaders y comprobar lo apetitosos y bien formados que están sus cuerpos. (Y los de las otras muchachitas, claro…) He formado un grupo de jovencitas deliciosas que bailan muy bien, al estilo de las Sirenitas de los Marlins que vi en Florida, en el Dolphin Stadium de Miami hace un año.

Un sábado por la noche me las llevé a cenar al restaurante HuaYang de la calle Comtes de Belloch de Barcelona, que tiene unas jóvenes camareras chinas muy guapas y simpáticas. Y después fuimos a la zona de la discoteca Carpa Titus de Badalona, cerca de la casa mis dos amiguitas, pero entramos en el club Kaos, el Coco Loco y el Jungla, que están enfrente del Titus y tienen un ambiente musical más íntimo y personal…

No fue difícil convencerlas aquella noche para que aceptasen hacer una salida conmigo la semana siguiente y venir al bosque en el que tenemos el refugio. Yo diría que más bien fue al contrario, que ellas estaban deseando que las invitase a ir de excursión conmigo un fin de semana. (Un "fin de", como decimos acá).

Ellas me buscaban claramente, era uno de sus primeros juegos con tíos, y yo, claro, les he seguido el palo, les he ido dando cuerda amorosamente, y el juego acabó, tal como yo deseaba, con las dos muchachitas bien cogidas la misma noche por mi perverso pene… Y sin embargo, como luego veréis, creo que ellas no esperaban que la cosa acabase de esa manera. Tal vez pensaban que yo pierdo el tiempo con jueguecitos de bebés de instituto…

Y aquí tenéis mi relato.

Espero que os interese un poquito... Yo no escribo muy bien, más bien no escribo nada, paso de las letras, pero le he explicado la aventura a Tati, una guapa amiga que viene al club a hacer ejercicios para recuperarse de unos problemas físicos que ha tenido, y ella lo ha ido escribiendo. Me ha leído este texto, y creo que queda bien explicado el rollito con mis dos putitas.

 

Fin de semana con sirenitas en la Montaña.

Tal como os decía antes, fue fácil llevarme las dos jovencitas a la casa de la montaña. Cuando les propuse una excursión de fin de semana, de viernes a domingo, nosotros tres solos en una casa del club en el bosque, se miraron entre ellas riendo nerviosas, mientras yo las agarraba por la cintura, y enseguida me dijeron que bueno, que sería divertido.

Les di unas autorizaciones para que sus familias las firmaran permitiéndoles salir de excursión con el club. No hacía falta decirles que no dijeran que íbamos los tres solos, sabían que entonces no las dejarían venir. Ellas mismas, Marta y Laura, dijeron que en casa explicarían que iban con todo el grupo de animadoras a caminar y entrenarse en la montaña.

Y llegó la tarde del viernes. Salí de mi apartamento de la calle Ecuador de Barcelona y fui al garaje de la calle Nicaragua en el que tengo mi Jeep y mi moto Harley.

Llegué poco después con mi auto todo-terreno a recogerlas al punto que habíamos acordado para encontrarnos, un lugar alejado del club, para que nadie nos viese marchar juntos y solos los tres. Era pasado el cruce de las calles Numancia con Marques de Sentmenat, justo en la parada de autobuses que hay un poco antes de un conocido local, el Blue Star, que es el principal sex-shop de Barcelona, del que soy buen cliente. Ellas habían venido desde sus casas en Badalona, en el tren que pasa por la cercana estación de Sants.

Allí estaban las muchachitas, y desde lejos me saludaron al ver que ya había llegado.

Paré y bajé a subir sus mochilas. Me aseguré de que las dos me dieran firmadas las autorizaciones de sus familias para hacer la excursión con el club desde la tarde del viernes 12 de Enero hasta el domingo día 14. Todo estaba correcto, de hecho el club era yo, en ningún lugar les había comunicado cuanta gente iba a ir. Las familias pensaron evidentemente que era todo el grupo de animadoras, o tal vez, es bastante posible que les importara muy poco.

Las dos estaban muy guapas, aunque en estilo diferente, y se notaba que pocas veces habían estado fuera de la ciudad y sus playas, porque llevaban unas indumentarias completamente inadecuadas para moverse por el campo. Poco importaba, yo no esperaba alejarme mucho del refugio, sus habitaciones y su chimenea en todo el fin de semana… No era correr por la montañita precisamente lo que yo imaginaba que íbamos a hacer las dos nenas y yo…

Laurita llevaba un jersey de aquellos que dejan al aire la cintura y unos tejanos ajustados de los que empiezan bastante más abajo del ombligo, se deslizan hacia abajo al caminar y dejan ver la braguita o tanga que llevaba debajo. En los pies, unas botitas de aquellas que se llevan en este invierno del año 2007. Muy linda y sexy si fuésemos a cualquiera de las discotecas o clubes de la zona del Titus de Badalona un viernes o sábado por la noche…

Marta aún iba vestida de forma más totalmente inadecuada para ir al bosque. Se notaba que no tenía ni idea de adónde íbamos, pero estaba más sexy que nunca. Normalmente vestía con estilo desgarbado, chándales o ropa deportiva, pero hoy llevaba un conjunto a la última moda, de color marrón oscuro. Un jersey elegante y una falda extremadamente cortita, que dejaba al aire sus deliciosos muslos cubiertos por unas ajustadas medias del mismo color. Unos elegantes zapatitos del mismo color. Era absurdo para ir al bosque, pero estaba absolutamente encantadora.

Al encontrarnos, Martita me dio un beso en la mejilla y, después de guardar las cosas en la parte de atrás del auto, se sentó a mi lado. A Laura le di el beso yo, casi buscando sus labios, aunque me esquivó adivinando mi intención, y vi como enrojecía y sonreía. Se sentó en la parte trasera, de manera que yo solo tenía que desviar los ojos al lado para ver los muslos de Marta o mirar por el retrovisor para encontrar la cara de Laurita.

Había la típica aglomeración del viernes por la tarde, bajé por la Plaza de España y la Avenida del Paralelo, pero costó salir de Barcelona. Íbamos por la colapsada autopista urbana que bordea el mar, la llamada Ronda Litoral, hasta llegar al Nudo de la Trinidad y seguir por la carretera que conduce a la zona de Vic por Granollers y La Garriga. Íbamos hablando de las excursiones que tal vez haríamos si hacía buen tiempo, y de los CD de música que ellas llevaban para montarnos una discoteca los tres solitos en el refugio por las noches.

Las chicas sintonizaron en la radio del auto su emisora favorita, Flaix-FM, con un volumen demasiado alto, pero no me molestaba, todo lo contrario, me encantaba seguir sus movimientos al ritmo de la música adolescente, como si bailasen sentadas mientras circulábamos por la congestionada carretera.

En algunas ocasiones, al cambiar de marchas, utilicé el viejo truco de hacer como que me equivocaba, poniendo mi mano en la rodilla de Martita y buscando subir hacia la cara interna de su muslo. Ella me miraba y sonreía nerviosa mientras apartaba la pierna y yo volvía a concentrarme en la palanca de cambios.

Casi una hora más tarde llegamos al cruce de la población de Tona y giré hacia la montaña del Montseny, siguiendo por la ruta de Viladrau hasta el desvío a Sant Marçal.

Anochecía cuando llegué por fin al inicio de la pista de tierra que conduce al refugio, situado en un acantilado desde el que se domina el Bosque de la Font de les Païtides, la fuente de las míticas Hadas del Agua que habitan en esta zona de la montaña… Las Païtides, las legendarias Hadas del Agua, no siempre son hadas buenas, has de caerles bien, pero yo se que a mi me aman y me protegen. Mi carácter es como el de ellas.

Paré el auto al lado de la puerta, y bajamos mis dulces sirenitas y yo. Abrí la puerta. La llave era de aquellas grandes antiguas, el refugio del club era una antigua masía o casa de campo.

En la planta baja había la cocina, un lavabo, y una amplia sala que hacía de salón y de comedor, con una chimenea y unos muebles muy antiguos y recios. En el piso superior una habitación de monitores o entrenadores con cuatro literas cómodas y modernas con colchones y almohadas de espuma, un lavabo con ducha, otra habitación más grande con varias filas de literas dobles en las que cabían veinte personas, y otro lavabo doble con duchas.

Dejé mi bolsa en la habitación de entrenadores, y las jovencitas se dirigieron a la de veinte literas. Yo sonreí, me acerqué a ellas, agarré sus bolsas y las llevé también a mi habitación de entrenadores, cerrando la grande de veinte. Ellas me siguieron, abrí un armario y saqué ropa limpia, sábanas y cobertores nórdicos, e hice que me ayudaran a montar dos de las literas que estaban una junto a la otra, una para mi, les dije, y la otra para ellas dos.

No dijeron nada, continuamos bromeando, mientras yo les comentaba sonriendo que era mejor que estuviésemos juntitos en la misma habitación, que en el bosque por la noche se oyen muchos ruidos e iban a pasar mucho miedo en la habitación grande. Además, la pared junto a la que estaban nuestras literas era por donde pasaba la chimenea del hogar de fuego de la planta baja, por lo que estaríamos bien calentitos toda la noche y no necesitaríamos abrigarnos mucho…

Bajamos a la planta baja. Pronto tuvimos encendido el fuego de leña en la chimenea, y nos agrupamos junto al agradable calor que dejaba ir, mientras mirábamos las llamas del fuego que empezaba a consumir la madera…

Colocamos una parrilla de hierro, y empezamos a asar lo que yo había traído, unas buenas butifarras de payés, que son las enormes salchichas típicas del campo catalán, famosas porque se parecen enormemente en su aspecto a un gran pene. Sonreí para mí mismo pensando que no iban a ser las únicas butifarras que las dos nenas se iban a comer esa noche, pero no dije nada, no fuese que se asustaran con mi broma…

Junto a las butifarras asamos en las brasas unas cuantas patatas, unos tomates, cebollas, berenjenas, pimientos rojos y calabacines, de forma que enseguida tuvimos unas deliciosas verduras para acompañar las butifarras. Ellas habían traído pan, de manera que pronto estábamos sentados en la mesa junto a la chimenea cenando.

Aunque a ellas no les gusta mucho el vino, les serví mientras cenábamos varios vasos de un buen vino negro y denso del Priorato. Su sabor les encantó, iba muy bien para acompañar las butifarras, y, de paso, se iban animando y entonando para la nochecita que yo había planificado. Siempre he comprobado que las chicas están mucho más cariñosas y decididas a jugar en la cama cuando han tomado un buen vino, unas cervecitas o un par de chupitos o mojitos…

De postre saqué una caja de galletas de chocolate, y abrimos una botella de ratafía, que guardaba en el rebost o almacén de la casa. Es un licor muy fuerte del campo, hecho con extractos de hierbas y frutos secos. Es muy bueno, pero se sube rápidamente a la cabeza. Les puse sólo una copita a las nenas, yo quería que estuviesen alegres y predispuestas a jugar conmigo, pero no que se me durmieran allí mismo, con el sopor de la cena, la bebida y el calorcito de las llamas de la chimenea.

Enseguida me di cuenta de que estaban bastante cansadas y algo bebidas, de manera que olvidamos la primera intención de montarnos una discoteca para los tres, ya lo haríamos la noche del sábado al domingo, y les sugerí ir al piso de arriba para ir a dormir bien prontito y levantarnos no muy tarde.

Recogimos y ordenamos los restos de la cena, pusimos más leña en la chimenea para que durara toda la noche, y subimos la escalera que llevaba al piso superior. Como estaba bastante oscuro, yo llevaba de la mano a Marta, y ella a Laurita.

Me fui al lavabo mientras las jovencitas sacaban sus cosas de las bolsas y se preparaban para ir a dormir.

Cuando salí, las dos se habían cambiado, y estaban en pijama. Empecé a desvestirme mientras ellas iban juntas al lavabo.

Me dirigí a las dos literas que habíamos preparado para dormir y las junté, colocando la ropa de manera que se formaba una especie de cama grande de matrimonio.

Me quité los pantalones, el jersey y la camisa, los zapatos y los calcetines, y me unté con aquella colonia de intenso olor masculino que yo había comprobado que volvía locas a las mujeres y muchachitas que me había follado, entre las que estaban la mayoría de las chicas del grupo de cheerleaders del club.

Tal como estaba a punto de hacer con Marta y Laura, dormir conmigo es una especie de examen de ingreso que deben superar para formar parte de la gran familia que formamos en el club. Muchas de ellas, sobretodo las más jovencitas, llegan a mis manos vírgenes, y yo me cuido de su aprendizaje, que, por cierto, mejora notablemente la calidad de su baile y la picardía de su mirada. Y no soy después nada celoso, adoro a todas mis putitas y me encanta verlas luego encoñadas con sus chicos. Es un placer saber que, en la mayoría de los casos, yo soy quien las ha estrenado…

Ya sabéis, el incomparable olor de la piel de las vírgenes, como dice el protagonista de la película "Kids" después de desvirgar a la jovencita rubia del inicio del film…

En todo esto pensaba cuando Marta y Laurita salieron del cuarto de baño riendo, Se pararon sorprendidas al verme en la cama invitándolas a venir a acostarse a mi lado.

Marta le dijo algo en la oreja a Laurita, y se sonrojaron tapándose la boca con una sonrisa nerviosa. No estaban nada asustadas, las vi como algo aceleradas, efecto, supongo, del buen vino y la ratafía de la cena.

El hecho es que vinieron a saltitos, y, sin dejar de reír, se acostaron a mi lado, yo en el centro de las dos. La pared de la chimenea irradiaba un agradable calorcito y no nos tapamos, nos quedamos unos momentos sin hacer nada, hasta que tomé la iniciativa.

Les dije, agarrándolas de la mano, que íbamos a jugar a papás y mamás. Laurita dijo que no me pasase. Añadí que iba a ser muy divertido, y me giré hacia Marta, metiendo rápidamente mi mano por debajo del pijama, sintiendo la suave piel de su cintura a mi alcance.

Agarré con la misma rapidez uno de sus pezoncitos y lo apreté. Martita dejó ir un gritito histérico, pero aproveché para girarme hacia ella, sujetarla y apretar mis labios contra los suyos, besándola al mismo tiempo que introducía mi lengua en su boca, notando el gusto fresco a goma de mascar de fresa.

La jovencita, sorprendida, intentó girar la cara y hacer como si se resistiese a mi caricia, pero yo le di un chupetón en el cuello y volví a besarla, mientras ella dejaba que mi lengua buscase la suya al tiempo que mi mano bajó por su cintura, desde los pezones hasta más allá del ombligo, por debajo del pantaloncito del pijama, hasta tocar su sexo cubierto por la braguita.

Ella volvió a dar un gritito y yo seguí mi recorrido, acariciándole ahora la piel de la parte interior de sus muslos.

De todas maneras, la verdad es que Marta no hacía el más mínimo gesto real de oponerse, estaba como paralizada, dejándome hacer, mientras yo notaba como la blanca piel de su cara enrojecía más y ardía a cada contacto de mis labios y mi lengua.

Volví a oír a Laurita decir que me estaba pasando mucho, y entonces me giré hacia ella, dejando suavemente a Marta.

Me lancé encima de ella, sin dejarla reaccionar, la sujeté, la besé en los labios y empecé a lamerle la cara. Laurita me miraba con los ojos muy abiertos y empezó a gemir cuando le subí la camiseta y me dediqué a chuparle los pechitos como si yo fuera un bebé y ella mi mamacita.

Sentí entonces, mientras yo acariciaba ahora los muslos de Laurita con mis manos dentro de pijama de la muchachita, que Martita se abrazaba a mi espalda y me besaba el cuello.

Laura también estaba pegada a mí, quieta en la cama, respirando agitadamente, y tomé la mano de las dos jovencitas, decidido a ponerme de una vez encima de ellas y estrenarles el coñito a las dos…

Me fijé en el bulto que hacía mi pene, tan recto, tieso y enorme como siempre, y me hizo gracia pensar que aquella salchicha iba a ser la segunda cena de las dos muchachitas, su nueva butifarra. Mis ojos se cruzaron con los de Martita, ella me sonreía y yo la miraba con el fuego ardiendo ya en mi cuerpo.

Yo estaba en el centro, entre Marta y Laurita, y, a poco, las atraje hacia mí notando sus cuerpos en mis costados. Su piel, la de las dos, era suave, tierna, con olor a jabón de vainilla, y ardía igual que la mía… Casi las coloqué encima de mi, una a cada lado, besándolas y acariciando todas las partes de su cuerpo…

Todo perfecto, tal como lo había imaginado… Seguimos así bastante rato hasta que las coloqué de espaldas y yo me arrodillé en el centro, encima de ellas…

Allí tenía ya a las dos nenas mirándome con cara de miedo y desafío a la vez, mientras yo las besaba, jugueteaba con sus pezones, los acariciaba, me divertía con sus muslos, su cintura, e introducía las manos por dentro de la braguita, jugando con los dedos en su sexo.

Estaba con las dos, jugábamos y nos hacíamos caricias y besos. Ellas estaban confiadas y se divertían tanto como yo…

Poco a poco, casi sin que lo notasen, las fui liberando de las ropas… Primero los pantalones del pijama, luego la camiseta… La dos se quedaron al final sólo con aquella mezcla de braguita y tanga que llevaban…

Yo no necesitaba hacer ningún esfuerzo. Sólo llevaba el bóxer y nada me costó liberarme de él con un movimiento disimulado del que sólo se apercibieron cuando, de un modo o de otro, vieron mi pene libre y erguido, fuerte y duro.

Yo me daba cuenta porque sus ojos mostraban la sorpresa, su cara se encendía y ardía y dejaban escapar aquellas risitas histéricas…

Muy lentamente, disfrutando del momento, liberé a Marta de la braguita, y pasee mis dedos por el exterior de su sexo hasta llegar a introducir suavemente uno de mis dedos lo suficiente para frotar la entrada de la vagina, excitándola al máximo sin llegar a desvirgarla todavía…

Nuestros cuerpos se tocaban cada vez más, y mi pene no podía esperar más. Puse mis manos en los sexos de mis dos amiguitas, que se agitaron gimiendo cuando pasee los dedos por sus coñitos, sin llegar a penetrarlas profundamente con ellos. Luego jugué con los pezones de las dos, y noté cómo se endurecían y gemían más fuerte que antes al apretarles los botoncitos.

Marta fue entonces la más valiente y osada y bajó la mano hasta tocar mi pene. Sentí cómo lo exploraba tímidamente, y decidí que se había ganado el honor de ser la primera de las dos en recibirlo dentro de su cuerpo.

Me giré de costado hacia ella, y contemplé extasiado su delicioso cuerpo desnudo. Su piel es tan blanca y fina que puedes ver perfectamente la huella de las venas que cruzan su vientre superficialmente. Es como una dulce joya que al mismo tiempo temes y deseas romper…

Martita me miró fijamente, y yo bajé la cabeza apretando sus labios con los míos, era la primera vez también que un hombre o un chico la besaba, noté que le gustaba, sentí el gusto a chicle fresco de fresa de su aliento dentro de mi boca…

Ella también me besaba, era agradable ver que correspondía a mis caricias, la dejé que continuase besándome, y luego apreté mis labios con mucha más fuerza en los suyos, ella lo notó, de alguna manera supo que ahora yo iba ya a seguir adelante con lo que quisiese hacerle.

Noté unas manos que todavía no eran las de Marta en mi espalda. Miré y vi que Laurita se había vuelto de costado, y me acariciaba la espalda… Sus manos recorrían mi cuerpo explorándolo… También ella quería descubrir ya lo que es el cuerpo de un hombre… La miré y le guiñé un ojo. Ella me sonrió…

Entonces, volví a besar a Marta, y mi lengua abrió sus labios y la introduje en su boca… La tomó por sorpresa, mi lengua recorría sus dientes y acariciaba su lengua, hizo un gesto débil para separar su boca de la mía, pero le sujeté la cara con las manos e impedí que se moviese, Al final, su lengua pasó de sus labios y penetró también en mi boca… Entonces noté que ya sí que no podía contenerme más…

Mientras la besaba, empecé a acariciarle los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su piel caliente, ardiendo, allí, y luego paseé mis dedos de nuevo por encima de mi sexo, jugando con la entrada del coñito hasta tocar la pequeña bolita de carne, y dejando ir alguno de mis dedos dentro de allí, con cuidado de no desvirgarla, de reservar su himen para placer de mi pene…

Puse mi cabeza entre sus piernas, metí mi lengua en su sexo, lamiendo su vagina y humedeciéndola con mi saliva, yo me sentía a punto de explotar, mi corazón iba a doscientos por hora, pero sabía esperar, oh…, su boca, sus labios, ahora mis dientes buscaban el clítoris de Martita, se lo pellizcaba con los dedos y ella se arqueaba gimiendo, casi gritando, mordía sus pezoncitos, su cuello como si fuese un vampiro, y luego lamía su cara, su vientre, sus muslos, sexo…

Poco a poco coloqué a Martita encima de mi. La abracé por el pecho y la agarré por el culo, aplastándola contra mi cuerpo. Giré la cabeza un poco y vi que Laurita continuaba mirando, sudaba y gemía viendo lo que yo estaba haciendo, y me di cuenta de que se apretaba el sexo en una especie de masaje, tal vez con medio dedo acariciándose por dentro de la vagina. Será putita, pensé…Pero pronto le tocaría también a ella conocer lo que Martita estaba a punto de descubrir…

Mi pene estaba aprisionado entre su sexo y mi estómago y mi excitación era máxima. Frotaba el cuerpo de la jovencita contra el mío, casi no notaba su peso, era como si tuviera encima de mi una dulce y cálida almohada perfumada con unos aromas naturales que me estaban llevando a la desesperación que yo tanto temía y deseaba, cuando perdía el mundo de vista y me convertía en el salvaje follador loco que tantas hembras de cualquier edad recordaban con el horror del placer sin límites.

Abracé, besé y presioné contra mi el cuerpo de Marta de mil maneras diferentes, hasta que pasé la famosa delgada línea roja del no retorno… La jaula se abrió ya por completo y la bestia que llevo dentro de mi rugió y salió libre fuera ya de todo control.

Apreté con todas mis fuerzas el culo de la muchachita, aplastando su vientre encima de mi sexo y mi estómago, e, incapaz ya de esperar más, levanté un poco su pelvis y coloqué la punta de mi pene en la entrada de la vagina de la chica… Sólo tenía ya que apretar de nuevo su culo hacia delante y hacia mi y quedaría penetrada sin el más mínimo esfuerzo ni problema.

Y así lo hice…

Sentí como mi pene entraba en el vientre de Martita, que se arqueó en una convulsión estremecida en el momento de ser desvirgada.

Y gritó, gritó… La sirenita dejó ir un alarido de dolor al sentir el desgarro de su himen al ser penetrada y rota por mi miembro. Intentó mover brazos y piernas, liberarse…

La sujeté con fuerza. Presioné y le introduje ya por completo mi pene en su sexo. Volvió a gritar de dolor mientras su vagina se resistía a dilatarse para adaptarse al tamaño de mi pene. Noté un líquido caliente, seguramente la sangre de la desfloración de la jovencita.

Continuaba, mientras gritaba, intentando liberarse y escapar. La volví a agarrar y la cogí bien cogida, volteándola ahora de espaldas y colocándome encima de ella, sujetándola con la fuerza de mis brazos y el peso de mi cuerpo y follándomela con gran energía. ¡Estaba muy buena, mi jodida nueva putita! Me encanta devorar muñequitas como ella y sentir su sorpresa cuando ven que la cosa va de verdad y ya están desvirgadas…

Entonces oí levemente a la otra muchachita, Laura, a la que no prestaba atención, decir algo así como "Déjala, le estás haciendo daño, bruto, animal, bestia, déjala, vete…" Pero no le hice caso, aunque me pareció que Laurita me empujaba el costado como si intentase sacarme de encima de su amiga Marta, que continuaba llorando, gritando y gimoteando mientras me la continuaba follando sacándosela y volviéndosela a meter hasta lo más profundo de su vientre.

Oí de nuevo la voz de Laurita insultándome y pidiéndome que dejase el cuerpo de Martita, pero ahora intentó apartarme de forma más decidida, y, al no conseguirlo, me tiró una de sus manos a la cara y sentí el dolor del arañazo.

Me paré en seco, sorprendido, sudando, con todo mi peso encima de Martita, con mi pene penetrándola completamente, jadeando y notando la cara de la desvirgada ardiendo, llena de sudor y lágrimas, respirando con dificultad, gimiendo.

Me giré, dolorido, y me toqué la cara, siguiendo las huellas de las uñas de Laurita. Me volví hacia ella, sonriendo de aquella manera que es el preludio de la aparición de las partes más oscuras de mi personalidad. Con gran frialdad, con hielo y rabia en la voz, musité a Laurita:

-Me has arañado, puta…

Laurita sintió el impacto de mis ojos de serpiente fijos en la sombra de su cara, iluminada por el claro de Luna que entraba por la ventana.

Se asustó y retrocedió en las literas. Creo que entonces se dio cuenta de que estaba tan desnuda como Martita y yo, porque vi que se ponía en pie y buscaba la braguita para tapar su sexo.

Saqué mi pene del vientre de Martita, que me miró, sin dejar de llorar y gimotear. Separé mi cuerpo de ella, dejé de aplastarla con mi peso, me volteé en la litera y me puse en pie, al tiempo que Laurita había conseguido agarrar su braguita y se la introducía piernas arriba. Me coloqué delante de ella, desnudo, sudoroso, jadeando, con mi pene erguido y enorme, cubierto de sudor y de la sangre de desvirgar a Martita, apuntando ahora directamente al vientre de Laurita.

La jovencita me vio perfectamente, me daba de lleno la luz de la Luna, y supongo que se horrorizó, porque dio un grito de espanto e intentó escapar corriendo hacia la escalera pasando por mi lado. Yo bloqueé la puerta y dije sonriendo:

-No, putita, no te vayas… Ahora te toca a ti, ya lo sabes, ¿no?...

Me abalancé sobre ella, la atrapé por la cintura y la levanté en el aire, mientras ella gritaba, braceaba y pateaba. Una de sus patadas me dio en los testículos, y me hizo daño… La solté un momento, y ella aprovechó para salir corriendo, cosa que yo no iba a permitir.

Al sujetarla, agarré su braguita, que se rompió y quedó en mis manos. La tiré al suelo y seguí a la jovencita que volvía a correr gritando de forma histérica como un cerdo cuando intuye que va a ser degollado. Laurita llegó a la puerta de la habitación que estaba cerrada sin llave, pero, nerviosa y temblorosa, no llegó a conseguir abrirla.

La agarré por detrás, por las axilas, y la volteé hacia mi.

Al ver que la había atrapado, Laurita gritó y gritó, intentó morderme y escapar, daba golpes con brazos y piernas, me intentaba arañas la cara y los ojos. Yo la apreté contra mi cuerpo, y al sentir el contacto, la chica dejó ir un grito de horror.

Mi pene bien levantado y enhiesto, exigiendo la victoria final de la batalla empezada en Martita, y en contacto con el vientre y los muslos de Laurita me llevaron al paroxismo. Me transformé inevitablemente en la bestia que la muchachita me acusaba de ser, la coloqué contra la esquina que formaban las dos paredes y me aseguré de que Martita nos pudiera ver en la penumbra de la luz lunar…

Entonces levanté a la histérica jovencita por los sobacos, le abrí los muslos y me coloqué en medio, la apreté contra la pared y la hice descender directamente sobre la punta de mi pene que apuntaba hacia arriba. Lo coloqué con una mano bien situado en la entrada del sexo de Laurita, me apalanqué contra ella y la pared y dejé descender su cuerpo, de forma que su vagina fue recibiendo mi pene tan sólo por la fuerza de la gravedad y el peso de ella misma.

Cuando se le rompió el himen y quedó desvirgada, Laurita dio un alarido más desgarrador que el que antes había dejado ir Martita en el mismo momento de su sacrificio, y ahora ya la dejé caer del todo, clavándose por completo mi pene en su vientre, hasta lo más hondo de su cuerpo, mientras ella se convulsionaba y gritaba, y yo la aplastaba contra la pared y la sujetaba con mis brazos por muslos, culo y cadera, subiéndola y bajándola, adentro y casi afuera, cada vez más rápidamente, copulando con ella como un perro…

 

Laurita también lloraba, gritaba, gemía, intentaba desasirse y escapar, hasta que dejó de intentar morderme y arañarme y vencida, dejó caer los brazos en mi cuello y espalda y se dedicaba a jadear, gimotear y gritar a cada nuevo empujón que yo pegaba para introducir más y más mi pene en su vientre.

Entonces yo, sin dejar de penetrarla, caminé unos pasos hacia la litera separándola de la pared y me recosté al lado de Martita, que nos miraba con ojos desorbitados mientras vi que se apretaba el sexo con la mano.

Dejé a Laurita encima de mí follándola sin parar y apreté su culo contra mi vientre una y otra vez mientras mordía su cuello, sus pezones y exploraba el interior de su boca con mi lengua.

Agarré una mano de Marta y la puse entre la mía y el culo de Laurita, de forma que sintiese cómo la apretaba contra mi, adelante y atrás, adentro y afuera, sacándola y metiéndola cada vez más dura y profundamente, hasta que…

Ya no resistí más… Y exploté… Lancé un grito, un alarido de bestia furiosa y exploté… Mis pulmones se hincharon, mis cojones reventaron en un cataclismo cósmico y exploté… Sí, exploté, como una supernova en las profundidades de la galaxia de piel, carne, sudor, saliva y sangre del cuerpo de Laurita…

Con tremendos impulsos de mi pene y mi vientre levantaba todo el cuerpo de la jovencita que tenía encima de mi cuerpo, y ella volvía a caer hasta que la volvía a hacer saltar hacia arriba con un nuevo empujón, mientras sentía como litros, ríos, mares de semen salían de mi cuerpo y entraban en el sexo de Laurita, que volvía a gritar de nuevo, horrorizada, sorprendida y espantada por lo que le estaba pasando, mientras Marta nos miraba fijamente con aquella expresión desorbitada de sorpresa y, tal vez, curiosidad y una cierta envidia por todo lo que yo le estaba haciendo al cuerpo de Laura.

Martita parecía sí, muy sorprendida, al ver como ahora era yo el que gritaba como una fiera sin control, como un animal enloquecido, mientras Laurita saltaba y gemía como una gatita herida jadeando encima de mí…

Y, poco a poco, me fui calmando y Laurita quedó, todavía penetrada, encima de mi, boca contra boca, pecho contra pecho, sexo dentro de sexo, muslos contra muslos, manos apretadas…

Sudor, respiración agónica, olor a semen mezclado con sangre y lágrimas…

Ruido de truenos de una tormenta imprevista que se acercaba…

Calma, respiraciones que se calman… Me giro de lado, manteniendo a Laurita abrazada, que se aprieta contra mi mientras acepta mis besos y lamidos en labios y cara…Su muslo abraza el mío, mientras mi pene ha salido de su sexo al perder la erección después de la salvaje eyaculación dentro de su vientre…

Acaricio el cuerpo de la muchachita que acabo de desvirgar… Su olor, su mezcla de olores, me vuelve loco… Después de un rato, sorprendido, noto que mi pene vuelve a empezar a animarse… Me gusta follar varias veces seguidas en la misma noche, pero nunca se me volvía a excitar tan pronto, tan rápidamente… Tengo la mano en el muslo y sexo de Laurita…

Pero entonces noto que Martita se ha abrazado a mi espalda, me acaricia y besa mi piel… Me doy cuenta de que aún había de cumplir con Martita, a ella le faltaba un final como el de Laurita, la había abandonado antes de culminar la cópula con ella para dedicarme a desvirgar a su amiguita…

Dejo suavemente a Laurita descansando en la cama, casi dormida, sudorosa y con la piel mojada y caliente, y me giro hacia el otro lado, agarro a Martita y la beso profundamente mientras ella me abraza y cruza su muslo encima del mío…

La giro, la coloco de espaldas en la litera, le separo las piernas, compruebo con la mano que mi pene está de nuevo bien erecto dispuesto para la guerra, lo coloco en la entrada de la vagina de Martita y con toda suavidad la penetro hasta introducir todo mi pene en su cuerpo.

Martita gime, enlaza sus muslos en mis caderas y yo dejo caer mi peso encima de su cuerpo, dulce y tierno colchón para mi carne perversa, y me la follo, sin la desesperación con la que ataqué a Laurita, con tranquilidad, disfrutando de cada momento y de cada centímetro de su piel blanquísima, su carne tierna, su olor a hembra joven, su sudor enervante, sus labios mojados, su lengua cálida, sus pezones de oro…

Y, después de un rato, sus aromas y su piel me vuelven a enloquecer, vuelve a aparecer la bestia, vuelvo a follarme a esta otra jovencita con la misma pasión que a Laurita, ella gime y jadea, y yo al final grito cuando mi semen inunda ahora el sexo de Martita como si brotase de una fuente inacabable…

Y la sorpresa… Martita se arquea, grita cuando yo estoy acabando de eyacular dentro de ella, y gime y respira agitadamente mientras se mueve adelante y atrás con fuerza, apretando mi culo contra su vientre y arañando mi espalda con sus uñas…

Sí, constato divertido y sorprendido mientras aún estoy eyaculando y siento la fatiga invadirme, Martita está teniendo un orgasmo, su primer orgasmo con un hombre… Y la ayudo a tener más placer, pellizcándole los pezones y clavando bien adentro de ella mi pene antes que cese de nuevo la erección al haber vaciado ahora ya por completo mis cojones dentro de su vagina…

Y Martita jadea, gime, grita y disfruta del placer que yo le estoy permitiendo conocer… Placer, os lo puedo revelar, que se transformará en una potente adicción para ella y para mi…

Martita… La mejor, la más dulce, tierna y perversa de mis putitas… Y Laurita, siempre dispuesta también a aceptar cuando yo le propongo venir a pasar una tarde a mi apartamento… Y, a veces, para recordar este fin de semana en el bosque de Les Païtides, una buena orgía de los tres, Laura, Marta y yo follando sin parar una mañana, una tarde, todo el día, o una salida de fin de semana a una caravana o un móvil-home alquilados en el camping Kim’s de Calella de Palafrugell, lejos de los ruidos de la ciudad y de posibles miradas indiscretas en Barcelona…

Amanecía en las literas del refugio del bosque. Se oía el ruido de la lluvia cayendo sobre las hojas secas. La habitación mantenía el aire cálido de los rescoldos que ardían en la chimenea encendida la noche anterior… Yo me despertaba lentamente en la litera con las dos jovencitas, Martita y Laurita, tan desnudas como yo, dormidas una a cada lado de mi cuerpo, giradas hacia mi, abrazándome con sus cuerpos calientes y tiernos…

Olían, ellas también, a sudor y sexo… Notaba su respiración en mi cuello, mi cara… Sus vientres en mi costado… Sus deliciosos muslos apretados contra mi…

Tal vez una de ellas empezaba a despertar… Noté que la mano de Laurita agarraba mi pene y lo apretaba…

Sí… Tal vez todo estaba a punto de empezar de nuevo antes de que nos fuésemos a duchar y yo bajase a preparar el desayuno para las jovencitas… Estaban bastante agotadas, pero aún no lo suficiente…

Posiblemente nos íbamos a pasar el día durmiendo, afuera seguía lloviendo…

Sí… Durmiendo, comiendo… Y follando…

Follando mil veces hasta tener que volver el domingo a Barcelona…

Laurita, Martita y yo… Follando eternamente…

Con ellas y con todas las Martitas y Lauritas que conozco cada día.

Las amo a todas.

Y ellas a mí.

Aunque sigo soñando con el día en el que los labios, los ojos, la piel, el cuerpo y el corazón de mi novia, Maria Rajsmanova, sean por fin míos…

Dentro de cinco años…

 

Barcelona, 9 de Marzo de 2007

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