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Alicia y Ana, sexo de verano con los jamaicanos.

en Interracial

Alicia y Ana,  sexo de verano con los jamaicanos.

 Martes 3 de Julio de 2012

 Mi amiga Ana y yo hemos desayunado en mi casa, mi padre, que trabaja en casa por internet, ha hecho unas tortillitas, y mi madre se fue muy pronto, está preparando una nueva colección de libros en la editorial, viene muy tarde. A media mañana hemos bajado a dar una vuelta por la playa, tomar el sol y bañarnos,  y al mediodía nos hemos encontrado a Tom y Bobby, los dos hermanos negros jamaicanos dueños del bar más popular del barrio, que estaban tomando una cerveza en su terraza, y nos han invitado a sentarnos con ellos.

Creo que Tom va por Ana, siempre se la está mirando de arriba abajo cuando vamos a comprar unos bocadillos y le hace unos comentarios que, ya, ya… Ella siempre se hace la tonta, la despistada, pero a mí me ha dicho muchas veces que también va por él, que lo encuentra mucho más interesante y sexy que nuestros compañeros, que son unos inmaduros maleducados... Además son chicos ya mayores, son hombres de verdad.

Para aprovechar que estamos de vacaciones, nos hemos mirado las dos con cara pícara y hemos aceptado su propuesta de encontrarnos en la puerta de casa de Ana mañana por la mañana para ir los cuatro a la playa, y después iremos a comer a la burger que hay junto a la estación del tren. Será chulo, espero, aunque a veces cuesta aguantarlos, se enrollan hablando de muchas cosas, especialmente de su país, Jamaica, de Bob Marley, y del Caribe como si nosotras fuésemos tontas y no supiésemos que en realidad lo que quieren es salir con nosotras para ver si consiguen follarnos… Pero bueno, eso no tiene tanta importancia, algunas de nuestras amigas ya lo han hecho y no paran de presumir que se lo han pasado muy bien.

Miércoles 4 de Julio de 2012

 Por la mañana he ido a casa de Ana. Su madre trabaja fuera, es gobernanta en un hotel importante, se va a las siete de la mañana y no vuelve hasta las nueve de la noche. Su padre vive en Francia, están divorciados y él vive con una chica rumana que era camarera en el bar al que iba a almorzar cada día. Cuando he llegado ya estaban los dos hermanos jamaicanos esperando y nos hemos ido los cuatro a la playa.

Al final nos han llevado en su auto a una playa casi desierta, entre Arenys y Canet, donde casi sólo hay turistas, la mayoría alemanes, polacos o rusos, que están en las casas que hay más allá de la vía del tren, porque en las de nuestra ciudad podíamos encontrarnos a compañeros y harían bromas de que vamos de pareja con los dos negros del bar, y al día siguiente lo sabría todo el mundo, Ya sabes, aquí les gusta murmurar e inventarse historias. A ellos en realidad les daba igual que alguien les viera con nosotras, pero Ana y yo nos escondimos en los asientos hasta que salimos con el coche del barrio.

En la playa nos hemos puesto dos minibikinis, de cintitas, para hacer sufrir a los tíos. Nos sientan muy bien, las dos somos esbeltas, con las formas bien marcadas. Una compañera que ya presume de lesbiana nos dijo hace poco que estamos muy buenas.

Bobby llevaba un bañador casi hasta la rodilla, supongo que para taparse la barriga, está bastante gordo, no como Tom que, aunque también tiene barriguita,  iba con uno tipo slip, seguro que para hacerse el chulo, igual que nosotras nos hemos puesto los mini bikinis para hacerles sufrir.

Ana, claro, se ha ido enseguida con Tom, como si fuese lo más normal del mundo, y Bobby se ha venido conmigo, como si también fuese evidente que los dos éramos también pareja.

La verdad es que, aparte de que es un chulo simpático, siempre está riendo, Bobby está mucho más grueso que Tom, aunque éste tiene un culo muy gordo… Es curioso, yo que estoy bastante delgada, me he dado cuenta de que me gustan los tíos gorditos, como Bobby. No tiene ninguna lógica, no quedan bien con esas grasitas que les sobran y esas barrigas, no lo puedo explicar, pero es así desde que era pequeña.

Lo hemos pasado muy bien bañándonos, tomando el sol, jugando en la arena, tirándonos las toallas, volviéndonos a bañar. Los dos negros han querido portarse bien y nos han comprado un helado y un refresco. Ana y yo nos hemos mirado riéndonos, son  mayores pero se comportan con nosotras como chicos de nuestra edad, y quedan algo ridículos, claro, se nota mucho que quieren ligar con nosotras para follarnos, y nos hace mucha gracia. Los dos hermanos no dejaban de mirarnos, eso lo notábamos claramente Ana y yo riéndonos de ellos entre nosotras, y -la idea ha sido de Ana, pero a mí me ha divertido también-, cuando hemos vuelto a poner las toallas en la arena para tomar el sol después de bañarnos, Ana y yo, para hacerles sufrir más y excitarles a los dos, hemos hecho lo mismo que unas chavalas que están en esta playa tomando el sol con unos hombres mayores que creo que hablan en ruso, nos hemos quitado la parte de arriba del bikini, y nuestras tetas han quedado al aire. Ana las tiene un poco más grandes que yo, las de las dos parecen  unas montañitas rectas de carne como unas peras acabadas en punta en los pezones.

Ha sido muy divertido ver como los dos tíos clavaban sus ojos en nuestros pechos, pero lo peor ha sido que me ha dado un ataque de risa cuando Ana me ha dicho en la oreja que me fijase en los bañadores de los dos negros, en los que había como un bulto mucho más grande que antes.

Las dos nos reímos mucho al ver como se habían excitado al máximo al ver nuestras tetas, se les había puesto la polla eso que los chicos llaman “morcillona”, y los dos jamaicanos se mosquearon porque al parecer no sabían de qué nos reíamos.

Nos pidieron que les pusiéramos crema en la espalda, para no quemarse, cosa absurda porque son negros, creo que en realidad querían que les diésemos un masaje, sentir nuestras manos acariciando su cuerpo. La verdad es que noté que me gustaba mucho poner la crema en la espalda de Bobby, y luego extenderla, notando su negra piel caliente en mis dedos. Estuve un rato haciéndolo y era guay, como darle un masaje, iba pasando mis manos por su espalda, desde el cuello hasta donde empezaba el bañador –oh, sí, Bobby también tiene un culo grande-, mientras él cerraba los ojos y se hacía el dormido, como un niño pequeño, mientras Ana hacía lo mismo con Tom mucho mejor que yo, dice que su madre le enseñó a dar masajes, que ya me explicará cómo se hace.

Después me puse a tomar el sol otra vez, ellos parecían dormidos, y yo casi me dormí, vuelta de espaldas al sol con las tetas en la toalla, cuando, al cabo de un rato,  noté algo fresco en la espalda, giré un poco la cara, y vi que Bobby me estaba ahora poniendo la crema en la espalda a mi, me dijo con voz bajita que me iba a quemar, y vi también que Tom  se la estaba poniendo a Ana.

Me gustó mucho sentir como el hombre me pasaba la mano por la espalda, desde la nuca a la cintura, y llegó a bajar la mano hasta tocar la parte de mis nalgas que quedaba fuera del pequeño bikini.  Bobby al final acarició, de refilón, mi teta desnuda que quedaba como aplastada contra la toalla, pero no me di por enterada, me hice la dormida, igual que Ana.

Después los dos negros se tumbaron también en las toallas a nuestro lado y supongo que medio se durmieron igual que nosotras.

Pasado mediodía hacía ya mucho calor, nos habíamos bañado otra vez y habíamos vuelto a jugar en el agua, y, entonces, Ana dijo que fuésemos a su casa en vez del burger, ya sabíamos que hasta la noche no vuelve su madre, nos podíamos hacer unos bocadillos para comer y luego podíamos bailar un rato - a Ana le encanta bailar, igual que a mi- y así les enseñaríamos a hacer bien los pases de baile más modernos, cosa que pareció entusiasmar a Bobby.

Tom pareció dudar, él prefería ir a comer a un buen restaurante que había allí cerca, en la misma zona de Arenys, propiedad de una familia argentina amigos suyos, dijo que nos invitaba a un buen asado,  pero Bobby, al que ya he dicho que encantaba la idea de Ana de ir ya a su casa, habló con él, le dijo algo a la oreja sonriéndole, y pareció convencerlo rápidamente, porque Tom  nos miró y se puso a reír. Ana y yo intuimos claramente porqué reían los dos negros, pero nos encantaba provocarles e imaginar lo que podía pasar entre los cuatro.  Nos pusimos la parte de arriba del bikini y las camiseta, subimos al coche de Bobby y nos fuimos al piso de Ana, que queda muy cerca de la playa de nuestra ciudad.

Cuando llegamos decidimos que ella y yo prepararíamos los bocadillos y la bebida, y ellos se empeñaron en preparar una sala, un puticlub, dijeron, para enseñarnos también  bailes jamaicanos, según nos dijo Bobby, que lleva una camiseta con la cara de Bob Marley.

Tom parecía muy divertido, dejándose ir a remolque de todo lo que decidía su hermano Bobby que dijo que el comedor era muy grande, tenía demasiada luz, así que eligió una habitación que tienen libre en la casa de Ana, y que da a una calle lateral, para preparar lo que él  llamaba el puticlub.

No nos dejaron entrar, dijeron que sería como una sorpresa, y cuando acabamos de hacer los bocadillos, preparamos la mesa de la cocina para comer y esperamos divertidas para ver qué sorpresa nos preparaban los tíos, especialmente la idea parecía ser de Bobby. Salimos al comedor para avisarles  que ya podían venir, y  el “puticlub” estaba cerrado, pero se oía música jamaicana de reggae dentro, aunque bajita, cómo para que no la oyéramos nosotras.

Llamamos a la puerta, y oímos la voz de Bobby gritándonos que no entráramos. Les dijimos que vinieran a comer, y Bobby nos dijo, también a gritos, que nos fuéramos a la cocina a esperarles, que ya iban, pero que no nos quedásemos en la puerta del “puticlub”, como lo volvió a llamar.

Nos volvimos, y Ana me comentó riendo con malicia que era la primera vez en su vida que un hombre la enviaba a la cocina, y que se lo perdonaba porque nos querían dar una sorpresa.

Me dijo también que antes le pareció ver que Bobby salía de su habitación. Ana me dijo que si los encontraba curioseando en sus armarios la iban a oír, que sus cosas no las tocasen.

Al cabo de un ratito, paró aquel sonido de fondo de reggae, se oyeron unos pasos, y los jamaicanos entraron en la cocina.

Los dos nos miraban sonriendo perversamente, más Bobby que Tom, que parecía más bien divertido y Bobby nos dijo que el puticlub estaba cerrado, que no entrásemos. Les seguimos la broma, y les dijimos que esperaríamos a que nos invitasen, y nos pusimos a hacer bromas mientras empezábamos a comernos los bocadillos y nos bebíamos unas cervezas heladas, la madre de Ana tiene birras en la nevera, normalmente quiere que Ana beba refrescos, pero ahora nos aprovechamos que no estaba y nos bebimos dos cervezas cada una. Yo les dije que parecía que estuviésemos casados, allí las dos parejas comiendo, y Bobby me guió el ojo y me dijo que enseguida lo estaríamos. Ana y yo nos miramos, confieso que muy excitadas, y nos pusimos a reír como unas tontas.

Cuando acabamos de comer y limpiamos la cocina, fuimos hacia el comedor, y los dos hombres nos dijeron que nos sentásemos, que ellos se iban al puticlub y que cuando nos avisasen, entrásemos e hiciésemos lo que nos dijesen.

Nosotras ya estábamos intrigadas ante tanto misterio, nos miramos la una a la otra, y les obedecimos, sentándonos en el butacón del comedor.

Al cabo de unos cinco minutos, después de oír unos pasos apresurados y unos ruidos, medio se entreabrió la puerta del puticlub y, de refilón, sin que le viésemos, oímos que Tom  nos decía que teníamos que entrar, cerrar la puerta y sentarnos. Nos miramos las dos, nos encogimos de hombros, y fuimos hacia la habitación.

Entramos y cerramos la puerta. Oscuridad.  Los ojos se nos acostumbraron y vimos dos sillas iluminadas por una linterna. Nos sentamos.

Una voz. Era la de Bobby, pero con una entonación ronca, como la de un chamán, un santón. Nos anuncia que se va a celebrar la “ceremonia de las doncellas del Caribe”, inspirada en las memorias eróticas de una tal Tatiana que habían leído hacia tiempo.

La voz de Bobby pide disculpas por las dificultades de material, dice que solo tienen lo que encontraron en esa habitación y en la de la “señorita Ana”, a quien “agradecen su colaboración”. (Ana me dijo: “Qué cara, me han registrado la habitación y ahora me agradecen la colaboración…”)

Se apaga las linterna, se encienden unas luces rojas que iluminan el espacio entre la cama y la pared.

Se empieza a oír una música jamaicana muy suave y melodiosa, que casi hipnotizaba.

Cuando la música está más fuerte, de golpe, salen a la zona iluminada por la luz roja los dos hombres, con unas sábanas como túnicas de rastafaris y unas toallas de turbantes piratas.

Los dos jamaicanos empiezan a bailar al estilo reggae como el que a veces hemos visto en reportajes de la tele de la gente en antiguos conciertos de Bob Marley.

Las dos nos miramos y nos reímos, lo hacen muy bien, se mueven de una manera muy sexy, estamos muy sorprendidas, no nos esperábamos esto, pero nos gusta mirarles, parecen otros, muy excitantes y provocadores.

Ana me dice a la oreja que después lo haremos nosotras, que lo hacemos mejor. Yo le digo que no con la cabeza. Ella me susurra que no sea tonta, que ha bailado salsa caribeña de esa manera muchas veces con una vecina suya dominicana, que la mire y la vaya siguiendo.

Los negros se quitan poco a poco el turbante pirata, después la túnica de rastafaris, los pantalones, la camiseta, mientras nosotras nos dejamos llevar por la música acompañando el ritmo con palmadas, hasta que se quedan sólo con los bañadores que llevaban en la playa esta mañana, y unos pañuelitos de seda que han cogido de la habitación de Ana al cuello. La verdad es que están divertidísimos y supersexys, sobre todo Bobby, moviendo la barriga al son de la música,  las dos nos estamos volviendo locas al verlos bailar.  Después de una breve pausa, Bobby miró a Tom, que le hizo un gesto con la cabeza asintiendo. Bobby le volvió a musitar algo, e hizo gestos de ir a continuar bailando, llevándose las manos a la cintura. Nunca me podía haber imaginado a Bobby de esta manera.

Entonces, Tom, riéndose, nos miró e imitó todos los gestos que Bobby iba haciendo, bajándose a poco a poco el bañador, hasta que Ana y yo, primero a Bobby y luego a Tom,  les vimos asombradas el sexo, el  gigantesco pene, la polla que era como una butifarra recta, hacia adelante y hacia arriba, más larga y estrecha la de Bobby y más corta y gruesa la de Tom. Yo sentí mi cara arder, si hubiese luz normal se me vería la cara roja, seguro que me había ruborizado.

 Debajo de las pollas de los hombres se veía, en medio de pelos ensortijados, los testículos, los de Bobby más hacia arriba y los de Tom colgaban más abajo y eran más anchos...

Los dos jamaicanos continuaron bailando con los bañadores en la mano, sacudiéndolos como una banderola, al tiempo que se movían de aquella manera hacia adelante y hacia atrás, como si estuvieran, ay, follando con unas chavalas, con Tom  mirando siempre a Bobby para imitar lo que éste hacía y sus penes, rectos hacia adelante, yo diría que cada vez más grandes, oscilaban arriba y abajo cuando ellos movían sus vientres.

Bobby dio inesperadamente un grito como un alarido ululante, y, tal como yo recordaba haber visto que hacían los hombres en las fiestas guarras de alguna película porno que habían puesto mis amigas,  me lanzó el bañador.  

Yo lo agarré, al tiempo que Tom pegaba un aullido  y lanzaba el suyo a Ana.  Ella lo tomó, se lo pasó por la cara, como hacen las tías en las películas, y yo hice lo mismo.

Los dos hombres se quedaron quietos, parecía que no se decidían a tirarse de una vez encima de nosotras, aunque las dos lo estábamos inconscientemente deseando y esperando, nos habíamos vuelto completamente locas al ver a los dos negros desnudos con los penes hacia arriba. Supongo que también era el efecto de las dos cervezas, que nos habíamos tomado cada una con el bocadillo. Nos pareció oír que Tom  le decía a Bobby que no podía esperar más, y que Bobby, le decía algo así como que él tampoco.

Ana se puso en pie, me tomó de la mano y me dijo: “Va, ahora, nosotras, ¿no?”

Y empezó a bailar salsa, suavemente, dejándose llevar por la música reggae, yo estaba quieta, hasta que me llevó junto a ella del brazo y me hizo gestos de que bailase, yo empecé a imitar todos sus movimientos, mientras los negros, desnudos, pasaban a nuestro lado y se sentaban donde antes estábamos nosotras, ahora ellos eran los espectadores, y así, poco a poco, moviéndonos lentamente pero con el ritmo de la música caribeña, nos fuimos las dos quitando la ropa, haciendo yo todo lo mismo que ella, sintiendo que me gustaba mucho bailar de aquella manera, con aquella melodía rítmica y caliente, y fue superexcitante desnudarme lentamente delante de los dos hombres notando como los ojos de los negros nos seguían desorbitados.

Y, así, poco a poco, nos fuimos quitando la camiseta, la parte de arriba del bikini, soltando lentamente las cintitas y sacándonosla poco a poco, hasta que nuestras tetas como peras quedaron rectas al aire, como en la playa, ya sólo llevábamos la braguita, la pequeña braguita del bikini, dos trocitos de tela, una delante y una detrás y unas cintitas para unirlas….

Y los dos jamaicanos empezaron a gritar, con un rugido de jaguares enloquecidos. Y yo continué imitando lo que hacía Ana. Empezó, y yo también, a bajarse muy poquito a poco la braguita del bikini, siguiendo la música, primero por un lado, después el otro lado, dar media vuelta, bajarla por detrás, dejar desnudas las nalgas, dar media vuelta… Bajar muy lentamente la parte de adelante, el sexo desnudo, la raja con los pelitos  alrededor, dejar caer la braguita a los pies, estábamos desnudas del todo, yo notaba que la cara me ardía, Ana, igual que ellos antes, le tiró su braguita a Tom, que la cazó sonriente al vuelo y se la llevó a la cara, y, claro, yo no tuve más remedio que tirarle la mía a Bobby, sentado junto al otro negro en las sillas que quedaban en la penumbra de la luz roja de la habitación.

Tom se puso en pie mirando a Ana desnuda, mientras yo notaba los ojos de Bobby clavados en mí…

Sí, los dos machotes estaban delante de nosotras, como expectantes, como si no acabasen de creerse que por fin nos iban a follar, rabiando por furia de tirarse ya sobre nosotras. Entonces me fijé obsesionada en las dos pollas gigantes que salían del vientre de los dos hombres, y Ana hizo lo mismo. 

Noté entonces que una mano fuerte y sudorosa, la de Bobby, tiraba de mí, arrastrándome. Yo empecé a dudar, pero me hizo un gesto de que callase y le siguiese.

Me llevó hasta la cama, era muy grande, de las de matrimonio, e hizo que yo me acostase. Empezó a costarme respirar, jadeaba de nerviosismo. Me di cuenta de que Tom  estaba depositando a Ana al otro lado de la cama. Sí,  aquello iba a ser realidad, había sido un juego perverso y provocador para excitar los dos hombres, pero ahora ya no era un juego… Bueno, pensé, tantas veces imaginándome esto, hasta ahora es muy divertido, vamos a hacerlo todo, ya sabíamos que ellos venían a eso, a follarnos,  y no hemos dicho que no, no me voy a volver atrás ahora como una pija tonta.

Quedamos las dos en la cama, desnudas, mirando el techo, con sólo una luz roja dándole una tenue iluminación a aquella habitación, el puticlub, como decían los dos negros…

Ahora no había duda, estaba claro, no hacía falta pensarlo mucho, los hombres comprendían perfectamente que Ana  y yo no haríamos nada si venían a tirarse encima de nosotras, estábamos como paralizadas y anhelantes en las camas, pero yo empecé ahora a dudar de lo que iba a pasar enseguida, aunque me enloquecía la idea de sentir de una vez a Bobby desnudo encima de mí, comenzó a asustarme pensar que aquella cosa tan grande, más de lo que había imaginado, su polla, se iba a meter en mi vientre en cuanto me colocase como él quisiese..

Yo sabía que algún día sería el primero que follaría con un tío,  pero  ahora que había llegado el momento me puso de pronto nerviosa aceptar que sí, que ya tocaba, que era ahora mismo, con aquellos dos negros que estaban excitados como perros porque nosotras habíamos jugado con ellos a provocarlos con nuestros cuerpos adolescentes y nuestra sexual danza caribeña hasta quedar completamente desnudas igual que ellos…

De todas maneras, la verdad es que reconozco que no hice el más mínimo gesto de oponerme, me quedé igual que Ana,  quieta en la cama, y las dos nos tomamos de la mano, deseando y temiendo que los dos jamaicanos se decidiesen de una vez a venir a estar con nosotras en la cama.

Oí murmullos, y la voz de Bobby diciéndole algo a Tom en inglés riéndose los dos. Delante de mí, al lado de la cama, se materializó el cuerpo desnudo de Bobby, de pie a la altura de mi cara.

Se le veía hasta la mitad de los muslos, iluminado sólo por la tenue luz roja.

Me fijé en su polla ahora cerca de mí, tan recta, tiesa y erguida como antes, él sonreía y me miraba con una especie de fuego en los ojos. Su barba de dos días le daba aspecto de un gordo demonio tropical.

Se inclinó sobre mí, hice un poco de espacio corriéndome hacia el centro, acercándome a Ana, y Bobby se acostó de lado, junto a mí.

Nuestros cuerpos se tocaban, y pensé que su pene debía de estar muy cerca de mi cuerpo. Yo no podía moverme, estaba como paralizada, y agarré la mano de Ana, que me contestó presionando la mía, entonces Bobby me tomó una de las tetas y la apretó con la mano.

Sentí terror, era el primer hombre que tocaba mi cuerpo de esa manera. Supuse que Tom  estaba al otro lado haciendo lo mismo con Ana.

Bobby me besó, aplastó sus gruesos labios en los míos, era la primera vez también que un hombre me besaba de verdad de esa manera, fuera de los juegos tontos en las excursiones y fiestas con los compañeros de clase,  noté que me gustaba, que no me daba asco, como había temido muchas veces, era agradable a pesar de sentir el aliento a cerveza y tabaco de su boca, le dejé que continuase besándome, los pelos de su barba me rascaban la piel de la cara pero me gustaba sentirlos, y luego apreté mis labios en los suyos, él notó que ahora yo le estaba besando, y supongo que lo interpretó, sin equivocarse, que era mi autorización para que siguiese adelante con lo que quisiese hacerme.

Bobby, al tiempo que me besaba, empezó a acariciarme los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su mano caliente allí, y luego sentí sus dedos paseando, -¡ay!-  por encima de mi sexo, jugando con los pelitos y medio dejando ir alguno de sus dedos dentro de allí.

Yo empezaba a estar muy divertida conmigo misma, aquello que me estaba haciendo aquel hombre me estaba gustando y excitando mucho, quería que siguiera….

Poco a poco noté que se deslizaba encima de mí, sintiendo su peso en mi pecho, en mi vientre, al tiempo que me separaba los muslos y se colocaba en medio. Yo seguía apretando la mano de Ana. Giré la cabeza un poco y vi a Tom  mirar a Bobby riendo y colocarse encima de Ana como él había hecho encima de mí.

Bobby me besaba la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de los pechos - ¡qué gusto me daba cuando lo hacía!-, todo aquello me excitaba mucho, especialmente cuando se bajó hacia mis muslos y estuvo un rato lamiéndome el sexo y metiendo su lengua en él, haciéndome gemir de placer, parecía que el hombre sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien, cada vez era más claro que estaba acostumbrado a acostarse con chavalas como nosotras, se le notaba muy seguro, yo sé que los hombres de su país follan desde muy jóvenes,  a mi me enloquecía sentir encima de mí,- y pesaba bastante, ya he escrito que está bastante gordo- su vientre y su barriga,  aplastando el mío -allí debía de estar también su polla-, su pecho chafando mis tetas…

Y noté, de golpe, que algo se metía en mi sexo. Pensé que eran los dedos del negro, como antes, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban manoseando todo mi cuerpo, aquello que se metía, aquello que se metía, sí, claro, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, era, ¡sí!, ¡era aquella polla enorme que salía del vientre de Bobby! ¡Oh, sí! ¡Era su pene ya!

Como un relámpago me di cuenta lúcidamente de lo que estaba pasando, Bobby me estaba desvirgando, me la estaba metiendo, nosotras estábamos jugando divertidas a excitarles pero los dos hombres iban a por nosotras de verdad,  me estaba penetrando, aquel pene grande y duro del negro ya estaba entrando en mi vientre…

Y, cuando me estaba apercibiendo de aquello, de pronto, sin que pudiese pensar en nada, sin poder llegar a reaccionar, cuando empezaba a estar desconcertada por una súbita mezcla de terror y placer, un pinchazo en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí.

Dejé ir un sonido, más  grito que gemido, mi cuerpo se estremeció y sacudió, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, agarré con mucha más fuerza la mano de Ana, que debió de darse cuenta de lo que me acababa de pasar, volví a quejarme y gemir, y noté que el pene del negro seguía entrando en mi vientre hasta lo más hondo de mi sexo, era enorme, muy grande, y me hacía daño, mucho daño mientras se metía dentro de mí.

Era como si algo me desgarrase, como si unas grandes tijeras me cortasen por dentro. Entonces grité de verdad. Era un aullido de dolor e intenté moverme, liberarme del hombre, separarme de él, pero noté que unas garras me sujetaban con una fuerza impresionante, de manera que no pude moverme, él me paralizó con toda su fuerza mientras acababa de meterme su polla en el vientre y la movía dentro de él.

Sí, Bobby ya había introducido todo su pene, todo aquel miembro enorme dentro de mí, me lo había clavado hasta lo más profundo, me había roto el himen, me acababa de desvirgar…Y me hacía daño, mucho daño, pero ahora no podía gritar porque los labios del jamaicano me tapaban la boca…

Y sin poder prestar atención, sentí a mi lado un grito muy fuerte, casi un alarido, como si a alguien acabasen de hacerle también mucho daño, casi sin poder pararme a pensarlo, aterrorizada, me di cuenta de que era Ana, de que acababa de pasarle lo mismo que a mi, que el otro jamaicano, Tom, le estaba metiendo su gruesa polla en el vientre, y le hacía daño, mucho daño, igual o más que a mi, porque Ana siguió quejándose, hasta que noté como si se le ahogase la voz, supongo que Tom le estaba tapando la boca con besos para que no gritase más, como había hecho Bobby conmigo.

Ahora, Bobby, después de acabar de desvirgarme y de meter toda su polla en mi vientre,  me metió su lengua en la boca, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó las tetas, me hizo todo aquello que había notado que me gustaba que hiciese, y empezó a moverse arriba y abajo, y yo notaba que su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, me dolía,  entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir, y a mi me empezaba a gustar sentirlo, aunque seguía doliéndome cada vez que entraba y salía, era un extraño dolor excitante sentir la polla del hombre moverse adelante y atrás dentro de mi vagina, especialmente cuando parecía llegar al fondo, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, sacudiéndome a mí al moverse él, se aplastaba contra mí, me chafaba, no podía respirar, me ahogaba, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, sudábamos a mares, y yo, y yo, oooooh…

Oí los  gemidos de Ana, su mano apretó fuertemente la mía, casi me clavó las uñas, dejó ir unos sonidos guturales, y me di cuenta de que aunque Tom le estaba haciendo lo mismo que Bobby a mi, tal vez le había hecho algo más de daño, porque Ana continuaba gimiendo, como si le hiciese daño, a mi también me hacia daño, pero ya casi no me quejaba, era ya más la excitación y el placer de sentir el pene del negro moviéndose dentro de mi vientre que el dolor, a veces apretaba los labios cuando su polla llegaba hasta el fondo de mi vientre y me dolía, pero al mismo tiempo, me desesperaba al sentir que también me estaba gustando cada vez más sentir su miembro dentro de mi, el peso del hombre descansar sudoroso en mi cuerpo mientras se agitaba frenéticamente sacudiéndome hacia arriba y abajo como si fuese una pluma…

Bobby continuaba follándome como si fuera un animal, como aquellos perros desmadrados que yo había visto a veces haciéndoselo en algún parque ante el horror de las madres que tenían a sus niños jugando por allí, y Tom  también estaba tirándose a Ana de la misma manera, jadeando y gritando como si fuese una bestia….

Ana volvió a gemir, giré un momento la cara, vi a su jamaicano moviéndose encima de ella igual que Bobby encima de mí, hacía lo mismo, metérsela y casi sacársela, metérsela más adentro y afuera otra vez, adentro y afuera, como Bobby continuaba haciéndome…

Los dos negros gruñían y gritaban de placer como animales, parecían haber enloquecido, eran como bestias salvajes que nos estaban devorando incluso con mordiscos reales en las tetas, el cuello, los brazos…

Ana volvió a gemir, pero ahora era ya una especie de sorprendente ronroneo como el de una gata en celo, ya no parecía sólo un gemido de dolor, sino una mezcla con algo que le estuviese gustando mucho, como aquellos grititos que se te escapan cuando por las noches te tocas en la cama… Giré de nuevo la cabeza, y vi como Ana abrazaba el cuerpo de Tom moviéndose igual que él, pasando una mano por su espalda y apretando el culo del hombre contra su vientre con la otra, al tiempo que lo besaba y seguía  gimiendo y jadeando. Parecía que Ana se lo estaba pasando ya ahora muy bien, que aquello le estaba gustando muchísimo…

Entonces yo hice lo mismo. 

Me abracé a Bobby, que continuaba moviendo su polla dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba como si le faltase aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre, casi hasta hacerme daño de nuevo cuando me la metía hasta lo más profundo, me moví arriba y abajo, arriba y abajo, adelante y atrás, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos.

Era formidable, sí, fantástico, la polla del negro no dejaba de moverse dentro de mí, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo, entrando y saliendo, Bobby jadeaba, me miraba con los ojos desorbitados por una expresión bestial agónica,  cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, me gustaba mucho, no puedo explicar bien con palabras lo que sentía…

Inesperadamente, de golpe, como un rayo, Bobby dejó ir un grito más alto, una queja desesperada, después un aullido animal, como si algo explotase dentro de él… Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso rígido, duro, y luego empezó a moverse encima de mi frenéticamente, muy acelerado, sacudiéndome como una muñeca de goma, a mi me gustaba mucho, parecía que él ya no podía respirar, su polla entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, me movía y me aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos encima de mí, gritaba y aullaba, pero a mí cada vez me gustaba más, me maltrataba pero sentía una excitación tremenda, y el negro parecía como si se ahogase, como si su grito fuese la agonía de una bestia moribunda, y yo noté entonces, sorprendida, que cada vez que ahora él pegaba el salto hacia adelante, clavándome su pene hasta lo más hondo, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como si brotase de una  fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba mojada, un río de lava ardiente se movía por el interior  de mi cuerpo…

Me di cuenta de que Bobby,  se estaba “corriendo” -como dicen los chicos-, dentro de mí, que había llegado al orgasmo y que yo, no puedo explicarlo, no puedo explicar con palabras lo que sentí, clavé mis uñas en el cuerpo del negro, y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear, me moví tan rápidamente como el hombre, le besé, le mordí, era como si mil caballos cabalgasen dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, ahora era yo quien sacudía al hombre al moverme… Hasta que empecé a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, casi ya no me movía, el jamaicano estaba quieto encima de mí, a los dos nos costaba respirar, estábamos bañados en sudor, yo le estaba acariciando la cabeza, me notaba muy mojada por dentro y por fuera, el líquido caliente se movía dentro de mi cuerpo y se escapaba hacia los muslos y la sábana, él estaba ahora como dormido, como muerto, encima de mi, pero no me molestaba, me gustaba sentir el tremendo peso de su cuerpo encima del mío, aunque me ahogaba y me costaba respirar…Al lado, ahora me daba cuenta, se oía a Tom  y a Ana gemir, gritar, jadear, moverse, movían la cama como nosotros antes, sí, ahora ellos también habían explotado como nosotros hacía unos momentos, Tom se estaba corriendo dentro de Ana, a ella le estaba gustando tanto como a mí… Es imposible que más…

 Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, continuaba la luz roja iluminando tenuemente la habitación,… Se oía nuestra respiración aún dificultosa, Bobby estaba medio dormido y lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, su peso me aplastaba, sentí como su pene salía de mi sexo al moverse, se quedó pegado a mi, puso su mano en mi sexo y se dedicó a chuparme la teta que le quedaba más cerca de la boca, después la otra, yo me atreví -¿por qué no? a- a coger su pene con la mano, a palpar sus testículos, a él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento a tabaco y cerveza daba en mi cuello, el calor de su cuerpo cubría el mío, llevé su mano a mi sexo y la dejé allí, me toqué, me toqué allí y en los pechos…

Entonces noté a mi lado la vocecita de Ana, como para no despertar a los tíos -sí, el suyo, Tom  también estaba dormido-, y me dijo que nos teníamos que despabilar…

Yo no la acabé de entender y le dije que estaba bien así, que me dejase, que me estaba durmiendo…

Entonces ella me dijo en la oreja que bueno, que allá yo, que ya sabía lo que podía pasar…

La entendí, como una revelación súbita, sí, claro, estábamos las dos mojadas por dentro, teníamos dentro la leche -como le decían ellos-, que había salido de la polla de los tíos, teníamos que actuar para no correr el riesgo de quedarnos preñadas con su semen…

 Me levanté sigilosamente y de la mano de Ana, desnudas las dos, salimos de la habitación sin hacer ruido y nos fuimos hacia el cuarto de baño…

A la luz del comedor, nos miramos, vimos como en el sexo teníamos una extraña mezcla de sangre y un líquido blanco que se nos escapaba de la vagina y nos bajaba por los muslos,  nos dimos un besito y nos reímos como locas. Estábamos cubiertas de sudor, olíamos al cuerpo de los dos hombres, a aquel  fuerte perfume que utilizan,  a semen…

Sí, las dos lo habíamos hecho por primera vez, y lo habíamos pasado tan bien, había sido tan guay… A ella también le había hecho mucho daño, igual que a mí, -cuando oyó mi grito antes de que se la metiesen a ella sintió pánico, intentó salir de la cama,  pero él no la dejó moverse y la trabó de forma que no podía hacer nada, se notaba que estaban acostumbrados a sujetar a chicas que sentían, como nosotras, pánico cuando las iban a desvirgar-, cuando Tom la folló, pero duró muy poco, después fue tope divertido, le pareció muy guay,  igual que a mí…   

 Después de bañarnos Ana abrió el botiquín y sacó dos pastillas de levonorgestrel, su mamá había puesto unas cuantas hacía tiempo en el botiquín para que, según le dijo, el día que follase, las tuviese a mano preparadas y no se quedase preñada. Admiro a la mamá de Ana, la mía nunca me diría que había comprado pastillas para que las utilice cuando folle. Nos tomamos una pastilla cada una, salimos, y los hombres se habían vestido, estaban en el comedor todavía medio dormidos mirando la tele, pero sonrieron de una manera muy puerca, como con aire de victoria y suficiencia cuando nos vieron llegar.

Los saludamos, pasando delante de ellos desnudas, y fuimos a la habitación que ellos habían llamado el puticlub a vestirnos. Ya lo habían desmontado todo, era como si no hubiese pasado nada.

Las camas estaban hechas, pero las abrimos y vimos en las dos sábanas las manchas de sangre y semen de cuando los dos negros jamaicanos nos desvirgaron.

Las sacamos para lavarlas, que la mamá de Ana no se hiciese preguntas extrañas, aunque, bien mirado, Ana dijo que su mamá pasaba tanto de los temas sexuales que le era igual lo que ella hiciese…

Estuvimos, ya vestidas, un rato sentadas con ellos en el comedor acariciándonos y dándonos besitos.  Tom  dijo que era tarde, que tenían que irse… Antes de despedirnos, quedamos con los dos hombres en encontrarnos mañana a las diez de nuevo en la casa de Ana.

No sé si primero iremos a la playa o sí querrán que volvamos a follar nada más lleguen, la verdad es que tengo ganas de volver a hacerlo, cada vez que lo recuerdo, cada vez que pienso en Bobby encima de mi moviéndose con la polla dentro de mi vientre, me toco y siento que quiero que me lo haga otra vez…

Ana ha venido después conmigo a casa, mi papá nos ha preguntado si lo habíamos pasado  bien, le hemos dicho que sí, que mucho, que ha sido fantástico, y nos hemos reído.  Él nos ha dicho, al no entender nuestras risas, que estamos locas.

Nos hemos mirado y nos hemos vuelto a reír, mordiéndonos la lengua para no estallar en carcajadas histéricas. Si mi papá supiera lo que hemos hecho hoy…  Luego, en mi habitación, nos ha dado un ataque de risa, Ana me ha explicado todos los detalles de cómo se lo ha hecho Tom  y yo todos los detalles de cómo me lo ha hecho Bobby. Le he dicho a Ana: que putas que somos, ¿no?, nos ha encantado follar, ya ves…  Y nos hemos puesto a reír, aunque nos hemos tomado un paracetamol, las vaginas nos siguen molestando, habíamos visto por internet que hay hombres con pollas grandes y otros con normales o pequeñas, y a nosotras nos había tocado desvirgarnos con dos de las grandes… Aunque duele, ha sido chulo… Y más chulo es saber que seguro repetimos mañana… Tendremos que comprar más pastillas de aquellas, claro, por si se acaban…  

 

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