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Telaraña para una adolescente

en Hetero: Primera vez

TELARAÑA PARA UNA ADOLESCENTE

La Bella Durmiente de Foldrá, la Araña y la Serpiente negra

Prólogo

Me llaman Vicky, aunque en realidad mi nombre es Victoria. Os voy a explicar mi primera vez, os voy a explicar como me desvirgó el verano pasado un negro congoleño en un pueblo de Lérida cuando yo tenía 13 años.

Recuerdo muy poca cosa de aquella terrible noche, todo es confuso y muy poco claro. Sé cómo empezó, y no dejo de recriminarme que fue culpa mía. Si no me hubiera dejado llevar por la ilusión de la aventura, si no me hubiera dejado convencer por Vanessa y Lorena para quedarme en la casa de Foldrá, si hubiese vuelto a Barcelona con el primer grupo de campamentos de verano el viernes por la tarde y hubiera retornado con el segundo grupo el lunes... Si... Pero lo que pasó, pasó, y lo que me más me inquieta es que de todo ello, sólo recuerdo las imágenes de aquella especie de alucinaciones, que todo lo demás me lo imagino a partir de aquellas sensaciones...

Que sólo después he podido poner rostro al horror de caer en poder de aquel violador, y que por desgracia provocaba en mí la sorprendente fascinación del asco y el terror... Fascinación que me colocó directamente en sus garras, gracias también a la traición de aquellas que yo creía mis amigas... Nunca pude imaginar que las dos eran más putas que las gallinas, que las dos me entregaron a aquel monstruo...

Aquella putita que conocí el verano del 97 en Foldrá... La recuerdo bien… Pocas veces me he divertido tanto estrenando una rubita... Parecía la más estrecha del grupo... Sí, me fascinó nada más verla, tenía aquello que hace que desees hacérselo enseguida... Bien que le gustó... Que se lo pregunten a mi querida amiga Ágata, que lo presenció todo en directo...

 

Capítulo 1

La vieja rectoría de Santa Lucía de Foldrá

Todo empezó una tarde de un jueves de la segunda semana de Julio de 2004, cuando yo acaba de cumplir los 13 años, y era monitora de los campamentos de vacaciones del Centro Excursionista Ardillas de Barcelona, al que pertenecía hacía tiempo. Los campamentos iban a durar todo el mes. Divididos en dos grupos de 15 días cada grupo. Las hacíamos en la vieja rectoría de Santa Lucía de Foldrá, en Lérida. Era un viejo caserón, muy grande, capaz para acoger a los setenta niños que teníamos en cada grupo de los campamentos. Al lado había la iglesia y la nueva rectoría, ahora abandonadas por depender del rector del pueblo vecino, Villanueva de Foldrá.

Adosada a la iglesia y al caserón, el antiguo cementerio, y delante, una gran explanada con un campo de fútbol y juegos y, al fondo, una piscina. La piscina estaba separada por una verja de la finca colindante, Can Xaliu de Dalt, una explotación agraria con naves ganaderas, aves, vacas, cerdos y diferentes campos de cultivo.

Cuando vimos llegar el grupo a la casa, nos fijamos rápidamente en las jovencitas que venían de monitoras de los niños. Con una rápida ojeada teníamos claro sí teníamos posibilidades con alguna... Había un grupito de tres que iban juntas. Dos estaban buenas, pero la tercera... La tercera... Era la típica rubita con cara de inocente, de no haber roto un plato en su vida... Incluso su cara era algo triste, pensé que tendría que alegrársela... No podía evitarlo, era del tipo de rubitas que siempre me la ponen dura nada más verlas...

 

 

Capítulo 2

Can Xaliu de Dalt

Las puertas de las naves de ganadería de Can Xaliu de Dalt daban a una especie de calle interior de la finca, y el otro lado de la calle era la verja que les separaba de nuestra piscina. Y ese fue el origen de todo lo que me pasó. Nunca debí abandonar la indignación de los primeros días, cuando me sentía molesta al notar las miradas de los trabajadores de la finca fijos de forma obsesionada y sucia en mi cuerpo y el de mis amigas, cuando estábamos en la piscina bañándonos con los niños de los campamentos.

Llegué a pensar en no bañarme, en ir vestida, o en pedir que las encargadas de los campamentos fueran a protestar de las miradas desvergonzadas que nos dirigían constantemente aquellos hombres. Pero mis amigas, se rieron de mí y me acusaron de tonta, a ellas parecía divertirles mucho ver los esfuerzos que los trabajadores de la finca hacían por no perder nuestros cuerpos de vista y atravesar con sus ojos nuestros bikinis.

Capítulo 3

Los moros y el capataz negro

Y, para mí, lo peor fue que empezaron a mirarnos sonrientes por las calles del pueblo, e incluso, algunos de ellos, empezaron a decirnos cosas, primero tímidamente, y luego de forma más descarada. Yo lo encontraba muy desagradable, pero a mis dos amigas, Vanessa y Lorena, parecía no importarles, incluso, vi con sorpresa que empezaron a hacer alguna broma con algún grupo de trabajadores, precisamente el que me atemorizaba más, varios moros que siempre iban juntos, con un negro de aspecto de gorila, que parecía ser el que les mandaba, el encargado o capataz, y que siempre me miraba de forma obscena, especialmente cuando estaba en bikini con los niños en la piscina, llegando a quedarse quieto en la verja para observarme fijamente, sonriendo cuando advertía mi desagrado y turbación.

En una ocasión que nos cruzamos con ellos por la calle del pueblo, quedó frente a mí, de cara. Yo llevaba una camiseta top y unos pantaloncitos de deporte, y se quedó mirando de forma descarada mi ombligo y, al cruzarse nuestras miradas, me hizo un gesto obsceno abriendo la boca y moviendo la lengua. Yo noté que me ruborizaba, mientras él sonreía, y, para mi estupor, mis dos amigas estaban cruzando algunas palabras con el grupo, respondiendo provocativas a las palabras obscenas que ellos debían haberles ducho. Yo aligeré el paso y me alejé del grupo, notando en mi nuca clavada la mirada penetrante del negro.

Capítulo 4

Abdullah Sekuré N'Dongo

Yo no lo sabía, yo no podía imaginarlo, nunca pasó por mi cabeza, pero Vanessa y Lorena, las putas traidoras que yo creía mis amigas, pasaron de mí, calificándome de estrecha, y ya desde los primeros días se dedicaron a coquetear con los hombres de Can Xaliu de Dalt. El grupo de los moros y el negro con aspecto de gorila, que ahora sé que se llama N'Dongo, eran los dominantes, o los más peligrosos, y cuando se dieron cuenta de que con Lorena y Vanessa podían avanzar porque ellas se hacían las interesantes cuando ellos las miraban o les decían cosas, marcaron el territorio con fiereza, apartando a los demás trabajadores, que ya no nos volvieron a decir nada, tan sólo se limitaban a observarnos desde la calle más allá de la verja.

Yo, sí detecté que sólo el grupo de los moros y el negro nos decían ya cosas, y en alguna ocasión sorprendí a mis amigas sonriendo y hablando con ellos, pero disimulando y apartándose cuando yo llegaba. Me pareció bastante extraño, pero no le di más importancia, sólo pensé que Vanessa y Lorena eran muy atrevidas hablando con aquellos hombres. Nunca pude imaginar que las relaciones entre ellas y el grupo de hombres se estrecharon en pocos días, ni que mientras en la rectoría vieja dormíamos, ellas, con cuidado de no despertar a nadie, salían por la noche, primero a hablar con los hombres en los columpios de la explanada, que estaba o oscuras por la noche y, después, con los coches de ellos, a las discotecas heavys de las carreteras de la zona, Montesa de Ribera, Puentes de Bona, Crissona, retornando cuando ya el DIA clareaba en el horizonte...

Y tampoco pude imaginar que el gorila negro, se había obsesionado conmigo, y ya se dedicó a urdir, con las putas traidoras de mis amigas, la conspiración que le iba a llevar a satisfacer los deseos que su salvaje cerebro dirigía hacia mi cuerpo sin yo poder ni siquiera imaginarlo en aquellos primeros días del mes de Julio.

Porque aquel negro me horrorizaba, me daba asco y miedo, yo sabía lo que expresaban sus ojos, yo sabía que me violaba constantemente con sus ojos brillantes y su sucia mirada. Pero, y eso es lo que al final me perdió y me llevó a caer en sus garras, al mismo tiempo que el terror y el asco, una cierta curiosidad se despertó en mi hacia el negro. Un día que se desnudaron junto a la puerta de las naves para limpiarse con una manguera, me sorprendí a mi misma, desconcertada, mirando su cuerpo de gorila peludo casi desnudo, casi como esperando que se quitasen el taparrabos, y pensando, qué vergüenza noté, que aquello que se adivinaba bajo el calzoncillo era enorme, que debía tener una cosa tremenda, como mis amigas decían que le pasaba a todos los negros. Y mi cabeza asoció aquella manguera con los genitales del negro, aunque intenté apartar enseguida de mi cabeza aquellas sucias imágenes.

Ahora recuerdo también que en una ocasión Vanessa y Lorena, cuando ellos estaban bajo la manguera en la puerta de las naves me comentaron entre risitas que me fijase bien, que el africano parecía que la tenía muy gorda, tanto como la manguera. Y Lorena me dijo que si quería verla, le podíamos decir que se bajase el taparrabos. La frené, ruborizándome, pensando que era muy capaz de decírselo. Tonta de mí, supongo que ya debían conocer muy bien ella y Vanessa cómo de grande la tenía el "gorilo", como ellas le llamaban, y se divertían burlándose de mi cuando estaban maquinando la manera de entregarme a aquel africano

 

Capítulo 5

Visitando las naves

Por todo ello, ahora ya no me sorprende que un día las encargadas de los campamentos nos encargaran a nosotras ir a dar cada DIA, antes de desayunar, la nota de lo que necesitábamos a Can Xaliu de Dalt. Las putas traidoras de mis amigas, se ofrecieron voluntarias a las encargadas de los campamentos para llevar la nota de los encargos para la cocina, y quedamos cada día al cargo de ello. Al parecer, el gorila negro N'Dongo era una especie de encargado de algunas de las naves, y así mis amigas hicieron que fuese a darle la nota de la carne, la leche y los huevos.

El primer día, el negro estaba en la nave de las vacas, ordeñándolas. Estaba prácticamente desnudo, y yo me sentí nerviosa e inquieta al darme cuenta de que mis ojos no dejaban de fijarse en su cuerpo. Realmente parecía un gorila, grueso, fuerte, con piernas robustas y un culo enorme. Los brazos parecían jamones, y el cuello no existía, la cabeza parecía surgir directamente de los hombros. Llevaba un pequeño bañador, como siempre que estaba trabajando, poco más o menos un taparrabos, y ello hizo que para mi enfado desesperado conmigo misma, mis ojos se dirigieses obsesivamente al bulto enorme que se marcaba en su bajo vientre.

Lo peor era que él parecía darse perfectamente cuenta de mi turbación y de los motivos de la misma, y se movía exhibiéndose delante de mi descaradamente, contoneándose y mostrando, muy cerca de mi, su cuerpo prácticamente desnudo, adelantando sus genitales y ofreciéndome la imagen de un auténtico dios de la selva. El olor a sudor que exhalaba su cuerpo se unía en extraña mezcla al del establo de las vacas.

Su cara era también ancha, con labios gruesos dibujando la lujuriosa sonrisa que me dedicaba siempre que sus ojos recorrían mi cuerpo, o sea, siempre, aunque a veces sorprendí en el negro una expresión dura y cruel cuando hablaba con otros o daba órdenes a los otros trabajadores de Can Xaliu de Dalt. Efectivamente, él parecía ser una especie de encargado, acompañado por aquel grupo de moros que parecían haber formado con él una especie de banda que imponía su ley en la finca... (Y no sólo en la finca, como supe más tarde, cuando vi a adiviné los poderes del negro y sus amigos moros en las discotecas de la zona...)

Y así fue como fue se estableció, de forma automática, una especie de relación con todo el grupo, aunque yo seguía siendo la estrecha que me hacía la reticente cuando Vanessa y Lorena insinuaban, a la caída de la tarde que fuésemos a dar una vuelta por el pueblo, a ver si nos encontrábamos a "los moros y el africano", como decían ellas. Yo pensaba que sólo jugaban a hacer broma, y por ello les decía que no se pasasen con ellos, que podrían tener problemas. Para mi era como un juego osado y perverso de mis amigas, sin pensar que ya hacía días que aquello no era ningún juego, y que quien iba a tener el problema iba a ser yo.

Yo no quería ir " a encontrarnos con ellos", pero, por las mañanas, cuando iba, a veces con ellas, a veces sola, a llevar la nota con los encargos del día a Can Xaliu de Dalt, hablaba con N'Dongo y los moros normalmente, y ya no le daba más importancia a la evidencia de que el negro me continuaba devorando con los ojos. Incluso, con una osadía que ahora me horroriza, pues me llevó a hacer lo que él pretendía, le sostenía la mirada observando yo a su vez su cuerpo semidesnudo. Y así, me acostumbré a oír su pastosa voz, con acento africano, a decirme procacidades que yo atribuía a su desconocimiento del idioma, como "me voy a comé tu chochito" "eztaz mu Jean, rubita" " quies que haga un colaca? " " ze güena con tu negrito, enséñale los pechitos..." y cosas por el estilo.

Yo hacía como que no le oía, y ya me había acostumbrado a sus bromas, que eran sólo de él, porque debí de darme cuenta de que no permitía a nadie más, a ninguno de sus amigos, que hablase conmigo. Con lo inocente que era, no me di cuenta de que ya se me había apropiado, que me consideraba su presa en propiedad, y que ya sólo esperaba el momento de hacer realidad sus perversos deseos. Y yo me sigo reprochando, que con mi insensata actitud, yo misma me fui metiendo en la trampa de araña que el "gorilo" me estaba tendiendo con la ayuda de mis amigas. Tal vez si yo no le hubiese dado confianzas, si no le hubiese hablado, si no hubiese ido a las naves, si él no me hubiese sorprendido tantas veces mirando su cuerpo, si hubiese cortado cualquier relación, tal vez se hubiese contentado con el cuerpo de mis amigas, que tan fácil, al parecer se lo pusieron a él y a sus amigos moros, y se hubiera desentendido de mi... Tal vez...

La culpa de lo que pasó fue, por tanto, también mía, como cuando aquella tarde, en la pared de la piscina, cuando los niños de los campamentos estaban haciendo la siesta, mis amigas se quitaron la parte superior de bikini y se quedaron con los senos al aire tomando el sol y yo las imité, aún sabiendo que N'Dongo y los moros nos observaban y nos hacían señales desde el techo del pajar, donde estaban trabajando... Sí, yo caí en la trampa de la satisfacción de comprobar la fascinación que mi cuerpo de adolescente provocaba en aquellos hombres, dejándome arrastrar al coqueteo, jugando con fuego hasta, que poco a poco, me metí en el gran incendio y este me dejó reducida a cenizas, me quemó hasta lo más profundo de mi...

Sí, yo hice lo mismo que mis amigas, me puse en pie y devolví las señales y saludos al negro y los moros, sabiendo que mi cuerpo solo estaba cubierto por la diminuta parte inferior del bikini, y mis pechos al aire eran como un manifiesto de juventud, osadía y libertad.

 

Capítulo 6

Cayendo en la tela de araña

Y, así, nunca debí haber caído en la trampa definitiva que Lorena y Vanessa, de acuerdo con el negro N'Dongo y sus amigos me tendieron. Porque llegó el final de la primera tanda de los campamentos, y las encargadas se iban en los autocares con los niños el viernes por la tarde y no volvían hasta el lunes al mediodía, con el segundo grupo. Las cocineras volverían el lunes a primera hora, para tenerlo todo a punto. Lorena y Vanessa se habían hecho muy amigas de las monitoras encargadas y las convencieron para que las dejasen en la casa de campamentos el fin de semana, sin ir a Barcelona con el primer grupo y volver a Foldrá con el segundo. Dijeron que dos días de descanso, sin los niños, con la casa y la piscina para nosotras, iba a ser muy divertido.

Y digo "nosotras", porque el permiso lo pidieron, sin haberme dicho antes nada de sus intenciones, para las tres. Y así me encontré con los hechos consumados. Hasta hicieron que las monitoras llamaran a nuestras casas para explicar que nos quedábamos en la casa de colonias para preparar la llegada del segundo grupo. Incluso la monitora que llamó mintió diciendo que ella también se quedaba. Lorena se lo había suplicado, porque de lo contrario, sus padres no le permitirían quedarse.

Cuando me lo dijeron el jueves por la noche, en principio me inquieté, pero después, ante la evidencia de que ya incluso en mi casa lo sabían, me pareció divertido quedarnos las tres solas allí el fin de semana, con todas las instalaciones para nosotras - podríamos poner la música hasta la hora que quisiéramos - y levantándonos y haciendo lo que quisiésemos. Por ello, es verdad que no tuvieron que hacer grandes esfuerzos para convencerme. Me quedé por mi voluntad, esperando pasármelo bien con mis amigas, y ese fue mi error más terrible.

Capítulo 7

Viernes, por la mañana

Todos los niños habían hecho las mochilas para volver a Barcelona. Estábamos jugando en la explanada delante de la casa de colonias, porque los autocares los recogerían después de comer. Estuve a punto de enfadarme, porque, durante un buen rato, Vanessa y Lorena me dejaron prácticamente solo controlando el juego y se fueron a hablar, en la verja, con el grupo del negro y los moros. Una vez, cuando las miré e hice un gesto de que volvieran, ellas y los hombres hicieron gestos con las manos como saludándome, y continuaron hablando con ellos, aunque me pareció que a veces se giraban a mirarme.

Cuando más tarde regresaron con el grupo, les dije que ya estaba bien, que me habían dejado sola con los monstruitos, que si era muy interesante lo que estaban hablando con el "gorilo", como ellas le llamaban. Ellas, sonriendo, me dijeron que sí, pero que ya me lo explicarían, porque iban a revisar si todas las mochilas de los críos estaban bien preparadas. Yo fui a decirles que me explicaran de qué habían hablado, si es que de verdad era interesante, pero dos niños se estaban pegando y tuve que correr a separarlos,

mientras ellas entraban en la rectoría vieja.

Capítulo 8

Viernes, 4 de la tarde

Los autocares arrancaron, al fin, con una estela de polvo, dirigiéndose hacia el pueblo vecino, Vilanova de Foldrá, y de allí a Montesa de Ribera y Barcelona. Desde la puerta de Can Xaliu de Dalt, vi cómo N'Dongo les decía también adiós con las manos. Los niños se habían hecho amigos del congoleño, y alguno de los más pequeños le había preguntado si era el Rey Mago. Muchos de los niños no habían hablado de verdad nunca con un negro, y N'Dongo le caía bien a los niños.

Tal vez, pensándolo ahora, ese fue uno de los motivos que me hizo dejar las prevenciones y alarmas que había acumulado contra él los primeros días, y que ahora, sin abandonarlas del todo, me auto reprochaba como síntoma de que aunque yo no creía serlo, tal vez era racista, ya que aquel negro se había hecho muy amigo de los niños, y sin embargo, yo solo había pensado cosas malas de él los primeros días de los campamentos. En realidad, al ver a los niños despidiéndose de N'Dongo, me entró inconscientemente una especie de remordimiento, y supongo que por eso no puse objeciones a los planes que mis amigas me explicaron enseguida para las horas siguientes.

Cuando los autocares desaparecieron, N'Dongo nos hizo un gesto de saludo, y marcó algo que me pareció un nueve con los dedos de las manos. Vi como mis amigas le asentían con el mismo gesto, y luego el congoleño volvió a saludar y entró en Can Xaliu de Dalt. A través de la verja vi como se dirigía a la nave de las gallinas y en la puerta hablaba con sus amigos moros. Mis amigas y yo entramos en la rectoría vieja.

- ¡Ah! ¡ Al fin solas! - gritó Vanessa dando como unos pasos de baile.

- ¡Lo pasaremos chupi, tías ! - gritó a su vez Lorena

Entonces las dos me miraron sonriendo, y Vanessa me dijo:

- ¡Hoy nos vamos de discoteca, tía!

Yo quedé sorprendida.

- ¿ De discoteca ? - dije

Lorena me miró divertida.

- Sí, tía, ¡ De discoteca !

Alguna alarma se encendió en mi cabeza, y debí poner cara de desconcierto. Balbuceé :

- Pero, aquí, en este pueblo no hay discotecas…

- Claro que no tía, - me dijo Vanessa, con voz condescendiente - aquí claro que no hay nada. Esta mañana, cuando hablábamos con el gorilo, nos ha dicho que en una discoteca que hay en un pueblo cerca de aquí, en Puentes de Bona, hacen la gran fiesta de inauguración del verano, que es una de las más chulas del año, y nos ha invitado a ir con ellos.

- ¿ Con ellos ? - ahora ya se me habían encendido todas las alarmas

- Sí, con sus amigos, los moros, ya sabes, y él.

Tuve una reacción instintiva. Nunca me arrepentiré lo suficiente de no haberla mantenido después.

- Yo no pienso ir, yo me quedaré aquí

Vanessa me miró con furia.

- ¿ Por qué ?

Yo contesté, algo aturdida, con otra pregunta:

- ¿ De verdad pensáis salir esta noche con el negro y los moros ?

Ahora fue Lorena la que casi me gritó:

- ¡ Ah, sí ! ¡ Claro !. La señorita ya lo ha dicho. ¡El negro y los moros! La señorita es racista, mira, ¿ quién se lo iba a imaginar ? ¡Tan buena niña y no quiere salir con negros y moros !

Me quedé desconcertada. Habían tocado el punto débil.

- Yo no soy racista - protesté

- ¿ Ah, no ? - dijo Vanessa - ¿Y como se entiende que no quieras que te vean al lado de negros y moros, como le llamarías tú a eso ? ¡Eres racista y facha, tía ! ¿ Si fueran cabezas rapadas saldrías con ellos ? ¡ Seguro que sí!

Me sentí ofendida y desconcertada. Habían dado en el punto débil. Sólo hacía un rato, cuando marcharon los niños, yo misma me había auto acusado mentalmente de tener prejuicios racistas. Protesté:

- ¡Yo no soy racista ni facha !

- ¡Pues, demuéstralo, tía, ven con nosotras esta noche a la discoteca !

Me quedé sin saber que decir. Y cometí el principal error de mi vida.

- Bien, vale, lo que queráis. Iré con vosotras para que no digáis que soy racista. Pero hemos de volver pronto.

- ¡ Bien tía, ! ¡ Lo pasaremos chuli ! - dijeron las dos al unísono

Vanessa me miró con picardía.

- ¿Sabes? - me dijo Vanessa - N'Dongo estará muy contento de que vengas

La miré, de nuevo alarmada

- ¿N'Dongo? ¿ Por qué?

- Le caes muy bien, tía, ¿sabes? Dice que quiere bailar contigo en la discoteca.- dijo Lorena con voz insinuante.

Volví a dudar. Tenía que haber hecho caso de la vocecita interior que me advertía del peligro y que yo había decidido no escuchar.

- ¿ No pensarán pasarse , verdad ? Tal vez sea mejor que no vaya, ir vosotras…

- ¡ Hala, tía ! ¿Otra vez haciéndote la estrecha? ¿Qué te pasa ahora, te extraña que N'Dongo quiera bailar contigo ? ¿ Es poco para ti ?

Yo me mantuve en silencio, mirando al vacío

- Por si no lo sabes, ¡en las discotecas se baila, tía ! ¿Te extraña que si vamos a la discoteca N'Dongo quiera bailar contigo ? - dijo Vanessa - ¿ No será que además de racista, eres una pija?

 

Yo pensé que era una tonta, que realmente tenían razón, que si íbamos a una discoteca era para bailar. Yo no había estado nunca en ninguna. A nuestra edad no nos dejaban entrar, pero parecía que mis amigas sí que habían estado en alguna. No tuve tiempo de sorprenderme, y dejé atrás mis últimas prevenciones. Me había molestado mucho que me dijesen pija, en mi casa nunca ha habido ni un puto duro. La sombra del horror se cernía sobre mí, pero yo fui a su encuentro.

- Claro - dije-, tenéis razón. En las discotecas hay que bailar. Nunca he estado en ninguna…

- ¡ Bien, tía ! - me dijo Lorena - Ya verás, lo pasaremos muy bien. Es muy chuli estar bailando, con la música, las luces, el ambiente… ¡ Es alucinante !

Estaba claro que ellas ya habían estado en una discoteca. Lo que yo no podía saber era que habían ido las noches anteriores, y que por eso se pasaban el día medio dormidas con los críos. A mí, pasadas las reservas, más allá de la barrera, empezó a hacerme ilusión conocer el ambiente de una discoteca.

- Venid, tías - dijo Vanessa - Vamos a ver que nos podemos poner para estar guapas esta noche.

Al ver mi cara cuando dijo eso, se dirigió hacia mí :

- ¡Claro, tía!. ¡Vamos a ver cómo podemos estar guapas con lo que tenemos aquí! ¿ O te piensas que todo el mundo va a las discotecas hecho un desastre ? ¡ Todo el mundo se pone guapo !

Una vez más, pensé, tenía razón. Me cogieron del brazo y subimos al piso superior, donde estaban las habitaciones, y empezamos a ver qué nos podíamos poner. Ellas tenían claro cómo iban a ir ya lo tenían pensado, y parecieron poner más interés en como me iba a vestir yo.

Capítulo 9

Viernes, cerca de las 10 de la noche

Los dos vehículos pararon delante de la casa de colonias. Llevaban dos de los coches de Can Xaliu de Dalt, un todo-terreno y una furgoneta. Ellos bajaron.

No parecían los mismos. Los moros iban con trajes claros, parecían mafiosos de película, y N'Dongo llevaba una camisa roja floreada, al estilo africano, abierta, con unos collares cómo de oro al cuello, unos pantalones verdes de tela ligera y una sandalias nuevas. Se había puesto un pendiente con algo que parecía un brillante y su reloj parecía caro, de oro. También llevaba algunas pulseras y brazaletes. En la cabeza, un gorro de piel de leopardo, y se le veía muy limpio, aunque el sudor cubría como siempre su rostro, que relucía reflejando las luces de la fachada de la casa.

Se le veía diferente, y, mirándolo no me di cuenta de que él también estaba observándome, aprobando con una sonrisa mi peinado, el pelo recogido detrás en forma de coleta con un lacito, los labios ligeramente pintados - era prácticamente la primera vez que salía a la calle así - de color rosa pálido, una suave sombra azulada en los ojos, una camiseta corta a la moda, dejando toda la cintura y el ombligo al aire, y unos leotardos negros a modo de pantalones, pegados a mi cuerpo como una segunda piel, y tan estrechos y finos que marcaban todos los detalles de mi vientre, muslos y piernas, marcando incluso toda la línea de las braguitas que llevaba debajo. Mis amigas me habían vestido así, aunque a mi me daba una cierta vergüenza, y me habían dicho que estaba muy guapa.

La mirada de N'Dongo, fija en mi, parecía ser de la misma opinión, y, cuando subimos a los coches después de cruzar algunas palabras a las que no presté atención, aquella vocecita interior ya me había encendido todas las luces rojas de alarma, pero yo daba preferencia a la osadía de la aventura - era la primera vez que iba a una discoteca - y desoí las advertencias que me hacía a mi misma sobre la imprudencia que estaba cometiendo... El congoleño, que no dejaba de mirarme con una sonrisa irónica y traviesa, parecía ahora otra persona, una especie de reyezuelo africano, que infundía una especie de respeto o temor inquietantes. Mucho más tarde supe que N'Dongo era en realidad uno de los jefes de las mafias de la zona, en contacto de negocios con las mafias francesas, y que su trabajo en Can Xaliu de Dalt era una tapadera de sus auténticas actividades. El amo de Can Xaliu era en realidad uno de los jefes de N’Dongo, y el grupito de sus amigos moros eran sus guardaespaldas directos.

No me extrañó cuando N'Dongo me hizo sentar a su lado, que ocupaba el puesto de conductor del todo terreno. De lo que me habían dicho mis amigas, ya imaginaba yo que el negro me consideraba su pareja de discoteca aquella noche. Ellas dos se sentaron detrás, con dos de los moros más jóvenes, que parecían ser sus parejas de aquella noche, porque, por falta de espacio ellas iban en el centro, medio sentadas encima de los hombres, que según vi por el retrovisor las tenían sujetas por las desnudas cinturas. El resto del grupo de moros se subieron en la furgoneta.

Por el camino, mientras íbamos hacia la discoteca por la carretera, a veces me alarmé, porque me daba la impresión de que el negro estaba más pendiente de girar la cabeza y mirarme que de conducir. Por algún instante la vocecita luchó por imponerse, y sentí alguna pasajera sensación de pánico y vértigo - sí, era verdad, eran cerca de las once de la noche e iba por una carretera lejana en un vehículo con un negro gorilesco que se creía el rey de África y un grupo de moros, no era un sueño, era verdad, y detrás las que creía mis dos amigas se dejaban tocar descaramente por los dos moros sobre los que se sentaban... -, pero decidí no volver a dejarme invadir por los prejuicios y seguir adelante sin comportarme como una niña tonta y pija. Me recordé una vez más a mi misma: no soy racista, vamos a divertirnos, a pasarlo bien, nunca antes había estado en una discoteca...

Nos acercábamos a una población. Más tarde supe que era un pueblo llamado Puentes de Bona, cruce de diversas carreteras que llevan a Francia, y centro de determinadas actividades extrañas o peligrosas. Al llegar al centro, a lo que parecía un cruce, el coche giró a la izquierda y penetró hacia una explanada llena de coches. En un edificio había muchas luces encendidas en la fachada, y un remolino de gente en la puerta. Un letrero luminoso intermitente decía, en idioma catalán: " Benvinguts a la gran festa d'inaguració de l'estiu 2004". N'Dongo dijo que nosotros no haríamos cola, que teníamos entrada directa. Se acercó a la puerta de entrada al parking del edificio. Dos individuos, también negros - ¿Voy a una fiesta de negros?, pensé - y atléticos miraron el coche, y al ver a N'Dongo le saludaron con respeto y levantaron la barrera para que pasáramos

Empezamos a descender. N'Dongo explicó que el edificio era un hotel, que todo el primer sótano era la discoteca, y el segundo sótano era un parking. Y se pavoneó chuleando:

- Nosotros entramos por dentro a la disco. Los importantes entramos siempre los coches. Y los demás se quedan tirados afuera hasta que los dejan entrar

Tiempo después supe también que en realidad el hotel formaba parte también de la red de negocios nocturnos de la zona, y que N'Dongo era uno de los encargados que controlaban la mayoría de locales de ese tipo desde allí hasta la frontera con Francia. De hecho, aquella fiesta de verano prácticamente la organizaba él cada año.

Bajamos de los coches. En el parking se oía la música de la discoteca del piso superior. Mis amigas iban cogidas de la mano de sus dos amigos moros, y parecían animarme a coger la mano de N'Dongo. Pero no lo hice.

De hecho, no tuve opción. Antes de darme cuenta, el congoleño me cogió por la cintura y me llevó hacia el ascensor. Nos dijo que ya era hora de entrar a la fiesta. Y yo entraba en ella ya como pareja del negro, de forma inevitable, aunque la realidad es que debo reconocer que no le di mucha importancia, también los dos moros cogían de la cintura a mis amigas, y, para mi sorpresa, cuando la manaza del africano sujetó mi cintura, no sentí ninguna sensación desagradable. Su contacto era cálido y húmedo por el sudor, y pensé que era lo normal entrar emparejados en la discoteca. Los seis cupimos en el ascensor, y vi como el resto de los moros subían al sótano superior donde estaba la discoteca dirigiéndose rápidos a las escaleras. Era evidente que se preocupaban de proteger al negro que ahora ya veía yo claramente como su jefe.

Salimos del ascensor. Pasamos un pequeño rellano, atravesamos una puerta y nos encontramos dentro de la discoteca. El ruido era ensordecedor, había mucho humo, todo estaba lleno a rebosar de gente de todo tipo. Quedé absorta, parada, alucinada, mirando, hasta que N'Dongo tiró de mi para dirigirnos hacia una de las barras.

Una gran pancarta colgaba de una de las paredes. Daba la bienvenida a la gran fiesta de integración cultural interracial y sostenible de las tierras de Lérida del verano de 2004. Miré a mi alrededor. Además de gente de la zona o de comarcas vecinas, el local estaba también lleno de hombres y mujeres, chicos y chicas, de razas diferentes.

Capítulo 11

Viernes, sobre las doce de la noche

La Araña

Había muchos negros y negras que saludaban con respeto y deferencia a N'Dongo mientras dejaban ir una mirada furtiva hacía mi, su acompañante aquella noche. También le saludaron algunos de los muchos moros que había en el local, en los que sorprendí hacia mí miradas no tan furtivas, si no más directas y con un brillo extraño en los ojos. Para mi sorpresa, hasta se acercaron a él un grupo de chicos y chicas de aspecto oriental indefinido, malayo, filipino, o vaya usted a saber qué. También se hartó de saludar y conversar con muchos de los locales que parecían conocerle y se acercaban a hablar con él.

Me pareció incluso que muchos le hacían la pelota. También me sorprendió que muchas de las chicas o mujeres que le saludaban, fueran de las más guapas del local, y en algunas sorprendí incluso alguna furtiva señal de saludo o complicidad que pasaba inadvertida para sus parejas. Empecé a sentirme casi orgullosa de ser yo aquella noche la pareja del africano, pues muchas de las chicas que le saludaban me miraban con una cierta curiosidad o envidia. Tan sólo me inquieté cuando se nos acercó una mujer mayor, de unos sesenta años, delgada y fuerte, muy bien arreglada y maquillada, vestida con un traje de cuero negro que me hizo pensar en una de aquellas arañas negras enormes que había visto en las cuadras de los animales, me miró descaradamente, como valorándome, y dijo al negro de forma que yo la oyera:

- ¿Qué, Abdullah? ¿ Ahora te dedicas a las niñas ? - y me volvió a mirar con una sonrisa que interpreté como claramente obscena.

Detecté que el africano la miró con una cierta irritación, pero enseguida le volvió a sonreír y le dijo.

- Nada, tía. Son unas amigas que no habían estado nunca en una discoteca. Las hemos traído para que vean la fiesta del verano. Ya te dije que vendríamos.

- Pues tú has elegido la más bonita, eh, canalla, el viejo león sigue rugiendo ¿no? Ahora devora putitas rubitas ¿eh? - Y me volvió a mirar.

- ¿Me traes lo que te pedí ? -le dijo él, algo molesto

- Pues claro, ¿ Cuando te he fallado yo ? - y le dió una pequeña cajita que él congoleño se guardó en un bolsillo. Entonces la mujer volvió a mirarme sonriente y me apartó un mechón de pelo que me caía sobre la frente y los ojos.

- Que te lo pases bien, eh, nena. - me dijo - Cuídamelo bien, que como éste ya no los fabrican. Y si te aburres, podéis jugar a médicos y enfermeras ¿eh, pequeña ? O a enfermera y negrito, que puede ser más divertido ¿no?

Nos miró alternativamente a mí y al africano. Se dirigió a él y le dijo:

- Luego nos vemos, ¿no?

El le contestó, algo rígido, de forma seca

-Claro, tal como quedamos.

Ella me volvió a sonreír con cara de burla, me dio un beso en la mejilla, olía a perfume caro, su cara estaba fría, otro a N'Dongo, y se alejó saludándonos con la mano.

- Un DIA te hablaré de mi amiga Ágata. Es una gran mujer. Me quiere mucho. Y yo a ella. Nos hacemos muchos favores mutuamente...- me dijo N'Dongo a modo de explicación, haciéndome un gesto con la mano que venía a indicar que había dinero por medio.

Yo ya me había dado cuenta de que era la única persona que le había llamado por su nombre. De hecho, supe que N'Dongo se llamaba Abdullah entonces. Eso significaba que además de negro era musulmán, porque tenía un nombre moro. Tiempo después supe también quién era la vieja Ágata y que papel representaba en los extraños negocios de N'Dongo. Por su aspecto de vieja "madame", debía de habérmelo imaginado, pero entonces no estaba yo para muchas reflexiones, pendiente sólo de todas las sorprendentes novedades que me rodeaban

 

 

Capítulo 12

Sábado, sobre las dos de la madrugada

Voulez-vous coucher avec moi, ce soir ?

El ambiente de la discoteca era fascinante. Me lo estaba pasando chupi, y mis amigas me echaban en cara que había estado a punto de no querer venir. Sólo bailaba con N'Dongo, pronto me di cuenta de que nadie se acercaba a las chicas que iban acompañadas por hombres o chicos de aspecto poco o mucho peligroso. Por ello, nosotras solo bailábamos con nuestros acompañantes. La música me parecía cada vez más fuerte, cada vez había más personas, el humo creaba una sensación de niebla, de como si todo aquello no fuese real.

Todo estaba muy oscuro, iluminado sólo por los violentos flashes y rayos de luz que se acompasaban con la ensordecedora música máquina, que a veces alternaba con algunas lentas que permitía entrever en la penumbra a las parejas bailando agarradas más allá de todo límite. En el centro, en una jaula elevada, varias chicas bailaban semidesnudas, eran las gogós, encargadas de mantener el ritmo y el ambiente.

N'Dongo me fue trayendo alguna pequeñas copas, que eran lo que él llamaba chupitos, que me parecieron tener licor, sí, pero eran muy buenos y te los bebías casi como agua. Poco a poco, yo sentía una sensación de flotación, excitación por bailar, notaba que sudaba, estaba ardiendo, como si tuviera fiebre.

Estaba un poco apartada de la barra, bailando con la Vanessa para que me enseñara unos pasos que ella hacía y que me parecían muy chulos, y, de lado, me pareció ver a N'Dongo con Ágata, con aquella cajita que ella había traído encima de la mesa, y como si estuviesen preparando otros chupitos. De hecho, no presté mucha atención, y mis amigas me llevaron más hacia adentro de la pista, de forma que no pude ver bien lo que hacían N'Dongo y la mujer en la barra. De todas formas, yo estaba muy pirada ya, y no me fijé más en ellos.

De pronto, apareció junto a mí el negro, sonriente, con otro chupito en la mano que me ofreció, instándome a beberlo.

- Ya he bebido muchos, - le dije - estoy algo mareada

- Solo han sido tres, niña, y este es más bueno, es especial, ya verás, es de los que se toman de un trago y adentro, yo me he tomado tres de estos en la barra... - ahora sé que mentía, aquel chupito "especial" era sólo para mi, y hasta recuerdo que las putas traidoras de mis amigas habían dejado de bailar y estaban pendientes de que me tomase el chupito, aunque entonces no presté atención a estos detalles, bien reveladores para mi posteriormente de cómo había ido pasando todo.

En aquel momento, la música de la discoteca era una canción muy rítmica y divertida, en la que, en algo que parecía francés. se repetía constantemente un estribillo que decía algo así como "vulé vu cuché avé muá, se suá " No sé porqué le pregunté al gorilo, que estaba sonriente a mi lado ensayando unos pasos del baile, que quería decir aquella frase.

- ¿ Qué significa "vulé vu cuché avé muá, se suá " quieres saber, niña ? - dijo él

- Sí, ¿Qué quiere decir ? - proseguí

- Bueno, bébete primero el chupito y ahora té lo explico, es muy divertido - insistió el africano

Me encogí de hombros, al fin y al cabo, ya no venía de un chupito más, lo cogí con una mano, me lo llevé a la boca y me lo bebí de un trago.

No noté nada especial, incluso parecía más suave que los anteriores, aunque tenía un gusto un poco extraño, que atribuí a los raros licores que me había dicho que utilizaban para prepararlos. Tampoco le di importancia al hecho que las manos del negro acompañaron a la mía cuando me llevaba el vasito a los labios, y, presionaron hasta asegurarse que me bebía todo el licor.

N'Dongo le pasó el vasito vacío a uno de los moros que tenía al lado y se dirigió hacia mí:

- Pues, te digo lo que significa, pero ahora no te vayas a poner colorada ¿eh? - dijo, con mirada irónica

- No, que va! - dije

- Pues vale, "voulez-vous coucher avec moi, ce soir ?" significa si te quieres acostar conmigo esta noche

A pesar de las extrañas sensaciones que tenía, debí poner una cara muy rara, porque él aclaró enseguida:

- Es lo que significa esa frase, niña, tu me has dicho que te lo dijera, no es que yo te lo diga a ti, es la canción.

Noté como un pequeño vahído y me apoyé en su brazo. El debió darse cuenta de lo que pasaba, porque me sostuvo, y oí que comentaba en voz baja, como si no quisiese que lo oyese:

- Pero, si quieres, te lo digo a ti, si te hace ilusión, por mí que no quede... - me dijo, mientras yo me había quedado extrañamente clavada observando las gotas de sudor que caían por su rostro.

Me parece que sólo atiné a sonreír, negando con un movimiento de la cabeza que yo quisiese que me lo dijese. Aunque, a decir verdad, yo ya no sabía que quería y que no, o si quería algo en realidad. Todo se me empezaba a difuminar, me parecía flotar en el aire, como si todo fuese un sueño, irreal, como si el mundo estuviese siendo invadido por una extraña niebla que salía del humo de la discoteca... Aquella canción había cesado, y ahora, una música muy lenta invadía la discoteca, tranquilizando de golpe el ambiente, en una penumbra casi total...

Me di cuenta de que N'Dongo me había cogido para bailar aquella música, que era de aquellas que se bailan agarrados, y me dejé llevar por él. Casi me asfixiaba, pero notaba que no me importaba, sorprendiéndome a mi misma, porque era mejor que me sostuviese él, porque me parecía que si me quedaba sola iba a perder el equilibrio y caer al suelo.

El negro estrechó mi cuerpo contra el suyo, y pegó su cara a la mía. Noté en mis mejillas su piel, y el sudor de su cuerpo corrió por mi cara, mientras me impregnaba de aquel extraño perfume que suelen utilizar los africanos. Noté como bajaba sus manos de mi cintura hacia el culo, magreaba mis nalgas y luego apretaba mi culo contra su vientre, en el que noté un bulto enorme y duro, hinchado. Empecé a respirar con dificultad, mientras sentía como él lamía mi cuello mientras me dejaba arrastrar por la suave lentitud de la música.

Él me dejó ir un momento, y me pareció caer, pero el me había vuelto a sujetar instantáneamente y me había vuelto a agarrar estrechamente para seguir bailando. O eso me pareció, porque ahora empezaba a tener sensaciones muy extrañas, en las que se mezclaba la realidad con una especie de alucinaciones. Me parece que aún acerté a pensar algo que ahora veo tan evidente, que aquel último chupito sí que había hecho más efecto que los otros, aunque parecía más suave...

Y así, en un momento, me pareció que seguíamos bailando, pero que detrás del negro estaban mis amigas mirándome, con sus acompañantes moros abrazándolas, pero tal vez caminábamos, porque algo allí me recordaba el ascensor, pero yo refugiaba mi cara en el pecho enorme del gorilo, agarrándome a su cuerpo para no caerme, mientras notaba que él me sujetaba, pero no sólo él, me pareció que alguien le ayudaba, vi a otros de sus amigos moros, pero ahora ya no estaban mis amigas, sí, tal vez estábamos en el ascensor, ¿íbamos a coger el coche? ¡Que bien! Volveríamos a la rectoría, yo tenía ganas de acostarme y dormir, dormir, dormir... Pero tal vez el ascensor subía, no bajaba... o tal vez estaba parado... Yo estaba enganchada al cuerpo de él, para no caerme, pero no acertaba a interpretar lo que estaba pasando.

No me encontraba nada bien, no sabía donde estaba. La sonrisa de él me tranquilizaba, pero a veces, como en un relámpago, veía su cara como transformada en un león amenazante, aunque la imagen desaparecía enseguida. Un pasillo, sí, ahora tal vez íbamos por un pasillo. N'Dongo me llevaba y algunos de sus amigos le ayudaban a sostenerme, mientras otros parecían ir delante nuestro. Dejé de ver el pasillo, y me vi a mi misma, vestida con unos trapos destrozados, corriendo desesperadamente por unas tierras desiertas, color gris. No había ni una sola plantita. Mientras corría notaba que mis piernas se debilitaban. Noté que me paraba en seco. Me giré y vi miles y miles de animales, de todas las especies que corrían asustados. Se dirigían hacia mí. ¿Qué podía hacer? En la lejanía se oía el rugido del león, cada vez más fuerte.

 

 

 

Capítulo 13

Sábado, más allá de las tres de la madrugada

Hotel de la discoteca de Puentes de Bona, última planta, habitación roja

La Serpiente Negra

Los animales parecían estar ya a punto de pasar por encima de mí. Suerte que el negro y sus amigos me protegerían. De golpe, el elefante, que era el que iba el primero, se empezó a elevar, y yo entré por una especie de puerta en medio del desierto, puerta que se transformaba en dos palmeras entrecruzadas. Todos los animales que seguían al elefante se elevaron también y fueron desapareciendo. El león seguía rugiendo, cada vez más cerca... Vi a N'Dongo a mi lado, mirándome fijamente, con una expresión feroz.

Entonces le vi los colmillos, claro, él era el león que había espantado a todos los animales. Pero era un curioso león negro, qué divertido. A su lado, sentí una voz que tenía un extraño eco. Me pareció ver a aquella vieja mujer que había hablado con el negro en la discoteca, y ahora sostenían una conversación en la que tal vez hablaban de mi, pero no entendía nada de lo que decían aunque me pareció que estaba ayudando a N'Dongo a quitarse aquella capa que llevaba ¿Pero no llevaba una camisa roja con flores? Y, desde cuando los leones se desvisten? Desde luego, algo allí no iba bien, había muchas cosas que no entendía...

¡Todo negro! Ahora, en aquel extraño sueño del que estaba deseando despertar, ya no veía nada, todo era oscuro, tenía calor. Sólo unas voces, unas risas, el rugido del león... De golpe, un aire hizo cambiar de nuevo el paisaje. ¡ Flores, árboles, todo lleno de vegetación, era una extraña selva, con colores muy intensos, cambiantes, brillantes, fosforescentes.! Era lo mejor que había visto nunca, ¡era fantástico! Me di cuenta de que estaba en la hierba, tumbada, se estaba bien, tenía calor, y me sentí casi desnuda, ya no llevaba la camiseta y mis pechos desafiaban valientes y desnudos aquellos intensos colores de la selva. A mi lado, montada en una escoba, me pareció ver a la vieja mujer con mi camiseta en la mano, mirándome sonriente, mientras otras manos me bajaban los leotardos muy poco a poco, dejándome sólo con la braguita. Pero no eran unas manos, eran unos conejitos simpáticos que después de bajármelos se los llevaban para jugar con ellos.

Por un momento me pareció ver a mi lado una figura monstruosa, el negro transformado ya ahora en un gorila desnudo, con una cosa enorme, como un palo, - o, más bien, pensé, divertida, como un chorizo o como una banana enorme, de aquellas americanas… - saliendo de su vientre hacia adelante, y acercándose a mi. Sentí entonces, de pronto, algo así como una nube de terror, y la selva se oscureció volviendo a una penumbra inquietante llena de vagas amenazas y terrores. Noté algo extraño, y vi cómo dos pequeñas panteras me bajaban poco a poco la braguita, hasta llevárselas y dejarme desnuda del todo. Pero, me di cuenta, no eran dos pequeñas panteras las que me habían bajado las braguita, en realidad habían sido las manos del horrible gorila desnudo que estaba junto a mí.

Me sentí bien, más tranquila, mientras unos pajaritos se paseaban por mi cuerpo pellizcándome con su piquito. No me hagáis daño, creo que le dije, o pensé que les dije, mientras unos gatitos con aspecto de tigre me lamían los muslos y la parte del sexo. Eso me gustaba, y me encontraba bien. Pero ¡bueno!, pensé. ¿ Por qué todo me parece algo y al cabo de un momento veo que era otra cosa ? No eran pajaritos los que pellizcaban mi cuerpo, sino los dedos del gorila, y los gatitos con aspecto de tigre eran ahora los labios y la lengua del gorila, que tenía la cara de N’Dongo, que continuaba lamiéndome los muslos y el sexo… Aquello me pareció divertido…

Noté ahora como si la sombra volviese a cubrirme, y un calor agobiante me invadió. Había un olor a perfume extraño, que yo conocía, pero que ahora no conseguía identificar. Sí, ahora sí, era la colonia de aquel africano... que ahora parecía tan lejano. Pero ahora me di cuenta de que el gorila con cara de N’Dongo se había colocado a mi lado, junto a mi, en aquella cama - curioso, ahora me daba cuenta de que aquello era una cama… muy extraña, sí, pero una cama… - recostado a mi lado, girado hacia mi, casi cubriéndome con su cuerpo…

Las manos de aquel gorila - ¿eran manos o eran garras ? - se paseaban por mi cuerpo. Noté, y me gustaba cómo me acariciaban el sexo, los muslos, pasaban por mi vientre, subían a mis pechos y jugaban con ellos como si fuesen dos pelotitas de tenis. Aquello me gustaba, me gustaba, aquel gorila era una bestia muy amable…

Sentí un cosquilleo en el vientre ¿Qué era? Ahora la vi ¡Era una serpiente! ¡Una serpiente! No sabía de que tipo.

La serpiente se fue haciendo gorda y larga, y me fue recorriendo todo el cuerpo enrollándose como una espiral. Ahora no la veía, todo negro, y me pareció ver al gorila, no, ahora era el congoleño, arrodillado encima de mi, paseando aquella enorme cosa que le salía del vientre por mi cuerpo. Sí, era él, que me seguía mirando sonriendo, mientras su cuerpo se me transformaba en una pantalla negra en la que veía aparecer grandes letras, de todos los colores, que iban formando su nombre...

Me pareció volver a estar viendo una película. El negro llevaba una cosa extraña en la cabeza. Conseguí fijarme. Parecía haberse puesto mis braguitas como una especie de extraño sombrero pirata. Tenía un aspecto raro. Me sonreí. Me pareció volver a oír la voz de la vieja mujer, y al africano contestarle, pero no entendía nada de lo que musitaban, pero seguro que hablaban de mí. Algo, como una garra, me apretaba los pechos y me pellizcaba los pezones...Era más divertido antes… Ahora me apretaba demasiado, me dolía cuando me pellizcaba los pezones… Pero, a pesar de dolerme, me parecía que también me gustaba. Era absurdo. ¿Cómo podía dolerme y gustarme al mismo tiempo? ¿Y qué hacía yo allí?

Al cabo de un rato, cayó un techo rojo oscuro, que dejó todo el espacio de un colorado como de sangre. Yo sentí un cosquilleo por todo el cuerpo, que se fue haciendo más fuerte, más bien parecían pequeñas agujas que se me iban clavando por el cuerpo. Eran, me di cuenta, las uñas de unas garras que iban pellizcando todo mi cuerpo. Sí, tal como me había dado cuenta antes, aquel gorila continuaba jugando con mi cuerpo… Y yo aún no había decidido si me gustaba o me dolía. ¿ Por qué era todo tan complicado ? Noté un contacto húmedo en mis labios, que fueron apretados por otros más gruesos. Aquel olor, aquel olor, era el del negro, sí... ¡Claro! En medio de la selva me había encontrado al africano. ¿Pero no se había quedado en la discoteca? Y… ¿Qué hacía allí, a nuestro lado, la vieja mujer, observándonos?. Y, el africano, el negro, me estaba besando en los labios. ¿Quién le había dado permiso?

Pero las pequeñas agujas se iban haciendo más grandes. Pisadas, ahora eran como pisadas. Sentí como mis labios eran como mordidos por aquellos otros más gruesos, los del negro con cuerpo de gorila o del gorila con cuerpo de negro, -todo era muy confuso-, hasta abrir mi boca, y noté que una lengua - ¿ o era otra serpiente? - se introducía en mi boca. No, no era una serpiente, era la lengua de aquel negro que se paseaba dentro de mi boca, buscando mi lengua, mis dientes y el interior de mi boca… Aquella boca olía mal, olía a… olía a… ¡ a África! ¡Sí! ¡Olía a África!… ¿Y por qué pensaba yo que aquel olor era de África? ¿Por qué? Y de nuevo, ¿qué hacía yo allí, con aquel gorila negro o negro gorila tocándome, besándome y casi encima de mí?

Un peso enorme cayó sobre mi cuerpo, como si me aplastase un elefante, al tiempo que noté que unas garras separaban mis muslos y aquel cuerpo pesado se situaba también entre ellos. Estaba cubierta por aquella masa enorme de carne que olía de forma extraña - ¿ o olía a África ?- y que era como el doble o triple de mi cuerpo, me desbordaban sus carnes por todas partes… Estaba cubierta toda por él, su sudor era como un mar que me inundaba hasta casi ahogarme.

Se hizo un poco de luz. Ahora lo veía claro. Tenía encima un enorme simio encima de mí, ese era el peso que parecía aplastarme. Era un gorila, pero un gorila conocido, ya me había dado cuenta antes, con la cara del africano, y eso me tranquilizó un poco, y abracé al animal como pidiéndole protección contra las terribles bestias que poblaban aquella selva. Al abrazarlo y apretarme contra él, me di cuenta de que me gustaba sentir mis pechos aplastados por su cuerpo y también me gustaba abrazar su espalda y presionarla contra mi cuerpo, como si yo misma quisiese que acabase de aplastarme con todo su peso al tiempo que continuaba besándome e introduciendo su lengua en mi boca. También me encantaba tener mis manos en su culo, agarrando sus nalgas y apretándolas contra mi vientre, en el que, por cierto, parecía haber la serpiente entre su vientre y el mío, pero ahora yo parecía no tenerle miedo, allí estaba él para protegerme y evitar que me hiciese daño…Sentí que el gorila me sujetaba bien, como para protegerme con todo su cuerpo, pero me alarmé al volver a notar que algo se movía en mi vientre. Debía de ser aquella horrible serpiente, que había vuelto a despertarse

Quise advertirle, para que me protegiese y musité gimiendo :

- La serpiente, la serpiente...

Le oí decir algo así como que tranquila, niña, que la serpiente no te hará nada, mientras que identifiqué una pequeña risa que se oyó al lado como de la vieja mujer ¿ Qué hacía, también ella en aquella selva ?

Pero ahora sentí que la serpiente estaba parada en mi sexo, y con horror noté que quería meterse dentro. Me moví para impedirlo, y conseguí evitar que entrase, pero eso pareció hacer enfadar al gorila amable que tenía encima de mí ya que me sujetó con más fuerza, dijo algo así como que estuviese quieta, que no me moviese. Yo volví a musitar, para advertirle de nuevo que me protegiese:

- La serpiente, la serpiente, se quiere meter, no la dejes, échala, se quiere meter...

Y le oí responderme algo así como

-Deja estar la serpiente de una puta vez, niña, déjala que haga lo que quiera y no te muevas tanto

- Se quiere meter, se quiere meter... - volví a musitar, llena de miedo

Volví a oír una risita de la vieja mujer y su voz que me decía:

- ¿ A qué has creído que venías aquí, putita ? A esa serpiente que dices tú, le gusta ahora dormir dentro del cuerpo de las niñas, ya lo oíste hace un rato... Además, tranquila, que no hace nada, sólo que a veces deja un regalito dentro del vientre de las niñas, pero de eso ya me encargo yo...

Y, ahora volví a oír la risa de la vieja mujer más alta que antes, pero entonces el gorila me volvió a besar con fuerza, y, entonces me di cuenta de que, mientras la vieja mujer me hablaba, la serpiente había aprovechado mi distracción, había vuelto a mi sexo y estaba empezando a meterse. Intenté moverme, pero el gorila me había cogido de manera que yo misma, al moverme, hice que la serpiente se metiese más en mi sexo. Noté horrorizada que la serpiente se iba introduciendo lentamente en mi cuerpo, cada vez más hacia adentro…Volvía a intentar moverme, ahora con más fuerza, para intentar evitar que la serpiente continuase metiéndose en mi cuerpo.

Casi no podía moverme, porque el peso del enorme gorila que tenía encima de mí - y al que parecía importarle muy poco que una serpiente estuviese metiéndose en mi cuerpo - me impedía completamente poder moverme. Intenté desasirme, salir de debajo de aquella masa de carne, y conseguí mover un poco el cuerpo de aquella bestia. Entonces el gorila -al notar que intentaba desasirme de él - dio una especie de grito, se movió hacia delante encima de mi cuerpo, y sentí un gran pinchazo en mi vientre, como si una navaja me cortase por dentro, al tiempo que noté como la serpiente, que ahora parecía haber aumentado de volumen y la sentía como muy enorme, se metía ya definitivamente en el interior de mi cuerpo, haciéndome daño, mucho daño, me dolía como si me partiesen en dos. Pegué un chillido de dolor, y horrorizada, empecé a gritar:

- Me ha mordido!!!, la serpiente me ha mordido!!!!!, has dejado que me muerda!!!, me ha mordido!!!! Me duele !!!

Y el gorila me tapó la boca con la mano, no dejando que gritase más. Y noté más dolor, un dolor que nunca había sentido, cuando, después de morderme, la serpiente continuó metiéndose en mi vientre, ahora rápidamente, hasta el final de mi sexo, haciéndome muchísimo daño, era muy grande, como si me estuviera mordiendo todo el rato, intentando yo liberarme y escapar pero no consiguiendo ni moverme al tener todo el cuerpo del gorila encima mío, sudando al aplastarme y emitiendo ruidos y gritos de los de su especie. Y yo seguía gritando, y sentí pinchazos, como unas navajas que me seguían cortando por dentro cada vez que la serpiente hacía unos extraños movimientos, como saliéndose para enseguida volver a introducirse cada vez más profundamente, haciéndome un dolor horrible, inhumano, yo gritaba, gemía, me quería marchar de allí...

Pero el gorila seguía aplastándome con su peso, y la serpiente se movía dentro de mi vientre, de aquella forma como con sacudidas, entrando y saliendo y volviendo a entrar, cada vez más hacia dentro, cada vez más rápidamente, como si pretendiera atravesarme… aunque el dolor empezó a disminuir, y aunque el gorila empezó a moverse encima de mi, separándose y volviendo a aplastarme, y la serpiente parecía jugar y divertirse en ir medio saliendo de mi vientre para volver a meterse cada vez más adentro, el dolor empezó a disminuir y una especie de sensación extraña empezó a invadirme.

De golpe, me vi como debajo de un gran ejército de caballos que cabalgaban encima de mí. Me movían violentamente, y su peso me aplastaba. No podía respirar ni moverme. Los caballos, todos de color negro, se transformaron de golpe en uno solo, que relinchaba dando saltos encima de mí. El caballo se empezó también a transformar, volviendo a aparecer el gigantesco gorila que daba una especie de gritos mientras se movía igual que el caballo encima de mí. La cara del gorila se fue trasformando de nuevo en la de N'Dongo, y sentí como si ahora los dos estuviéramos volando, volando, flotando en el aire, pero siempre él aplastándome y moviéndose salvajemente encima de mi.

Empecé a ver a mi alrededor los contornos de una habitación - ¿ una habitación en medio de la selva?, pensé, ¿qué hago yo en una habitación en medio de la selva con un gorila moviéndose encima de mi ? - y me di cuenta de que todo se veía rojo, estaba casi a oscuras, todo estaba iluminado por una extraña luz roja en medio de la penumbra. A mi lado me pareció ver algo, miré lentamente y creí ver a la vieja mujer que me miraba sonriente. Me parece que le dije algo sobre el gorila, que me lo quitase o no sé que, y vi que ella me musitaba unas palabras sin dejar de sonreír, aunque no entendía nada de lo que ella me decía.

De pronto, también me di cuenta de que aquella serpiente enorme continuaba moviéndose dentro de mi vientre, medio saliendo y volviéndose a meter más profundamente. Pero ahora, sin darme cuenta, sabía que no era una serpiente. Noté una sensación de alivio. Ahora, de forma inexplicable, sabía claramente que lo que tenía dentro de mi no era ninguna serpiente, sino el pene de aquel gorila que continuaba aplastándome y cabalgando encima de mi, mientras seguía gritando. ¿ Por qué gritaba de aquella manera ? Y un pensamiento curioso asaltó mi mente : ¿ Qué hacía yo en aquella habitación de luz roja con el pene de un gorila moviéndose dentro de mi vientre ?

Y también pensé: ¿ Cómo es que este gorila tiene la cara de N'Dongo?. Y el pene enorme de aquel gorila con cara de N’Dongo se seguía moviendo frenéticamente, cada vez de una forma más salvaje, dentro de mi cuerpo. Y, a veces, él, que respiraba jadeando cómo una bestia enloquecida, me besaba, me mordía el cuello y los pechos, me estrujaba, me llevaba de adelante a atrás y al revés, moviendo mi cuerpo con el suyo, al mismo ritmo que marcaban las salvajes sacudidas de su pene dentro de mi sexo.

Ahora, aunque el animal continuaba moviéndose encima de mi de forma cada vez más salvaje, aplastándome y no dejándome respirar, yo no sentía ya dolor, y parecía encontrarme cómoda en aquella postura, casi me gustaba, aunque su peso continuaba aplastándome y yo no podía respirar. Pero, el mismo hecho de no poder respirar parecía gustarme, no entendía nada… Y yo ahora colaboraba con él, gemía, pero lo abrazaba y lo besaba… sí, lo besaba, e, incluso, ahora era yo la que buscaba su lengua metiendo la mía en su boca y lamiendo el sudor salado y maloliente que le corría a borbotones por la cara… Al lado de la cama - sí, ahora sabía también que aquello era una cama - vi a la vieja mujer que continuaba mirándonos sonriendo a mi y al gorila que me estaba violando.

Y pareció llegar un huracán. El gorila empezó a gritar aún más salvajemente, y aquella cara de N'Dongo se crispó un una mueca diabólica, gritó y gritó, abrió la boca sacando la lengua y absorbiendo aire, los ojos se le desorbitaron - ¿qué le pasaba ahora al gorila?, pensé - y al moverse, me movía a mi como si fuera una pluma, al tiempo que parecía mover toda la cama. El cuerpo del gorila dejaba ir una especie de mar de sudor con aquel olor típico de N'Dongo, y se mezclaba con mi propio sudor hasta el punto que me parecía estarme bañando en una sauna de agua caliente.

Entonces pensé en una inundación, en que me estaba inundando, pero no era agua fría aquello que sentía dentro de mi vientre. Era un líquido, sí, pero muy caliente aquello que yo notaba que estaba invadiendo por dentro. Pensé en un volcán, sí, en un volcán dejando ir la lava. Sí, el gorila me había llevado a un volcán, como en la película de King Kong u otra que no recordaba, y aquel líquido caliente que entraba a borbotones en mi cuerpo era la lava del volcán.

Qué tontería, pensé, no es la lava de un volcán, es lo que estaba saliendo del pene que el gorila tenía metido en mi vientre. Era el semen que aquella bestia estaba eyaculando a litros dentro de mi cuerpo… Y noté unas sensaciones extrañísimas, como si me volviese loca, como si me muriese ahogándome, que me gustaban, que me gustaban, que no quería que acabasen…

Noté que él fuego del volcán me invadía, sí, volvía a ver como un volcán, y que yo ardía, me ahogaba, notaba un gran de picor y calor dentro de mi vientre inundado por aquel río de fuego, y me sorprendió darme cuenta de que el gorila con cara de N'Dongo ya no se movía tan violentamente, jadeaba como si ahora él se hubiese quedado sin respiración, y se iba quedando quieto encima de mi. Ahora sí que me aplastaba, ahora todo su cuerpo reposaba en mis pechos, en mi vientre, todo su sudor se unía al mío en una especie de baño eterno, su boca aplastó mis labios, metiendo la lengua en mi boca y lamiéndomela por dentro. No estaba tan mal, ahora, sentía una sensación agradable, aunque su peso no me dejaba respirar...

Me notaba mojada por dentro, por aquel líquido caliente que me inundaba desde que el negro lo eyaculó en el interior de

mi sexo y que hacía que el enorme pene se deslizase al moverse dentro de mi.

Súbitamente, me pareció que quemaba mi cuerpo. Olas ardientes me asaltaron, y me quedé como paralizada, hasta que di un brinco que movió el pesado cuerpo del negro que tenía encima - ahora ya no veía un gorila, ahora veía sólo el cuerpo de N'Dongo - No sabía qué me pasaba, pero ahora era yo la que se movía, consiguiendo hasta mover el cuerpo de él.

Me ahogaba, gritaba, jadeaba, pero notaba unas cosas muy extrañas, tremendamente agradables, me lo estaba pasando muy bien, quería que aquello durase, durase, durase... que no se acabase nunca, aunque no podía respirar, me ahogaba, él me aplastaba, pero que aquello durase más, más, que continuase... - sí, reconozco ahora con vergüenza que aquella noche terrible, cuando hicieron aquellas cosas horribles conmigo, tuve mi primer orgasmo con un hombre, sí, N'Dongo, o tal vez las cosas de la vieja mujer, que más da, me llevaron a la explosión, sí, yo también tuve el placer, y, por desgracia para mi, tal vez sea el más placentero, el más largo, de los muchos que tuve después durante el resto del verano con N'Dongo...

Se me fue haciendo la oscuridad. Ahora flotaba en el aire, me dormía, el color rojo se iba desvaneciendo, me notaba mojada, inundada por líquidos calientes, tanto por dentro como por fuera, oía voces, tal vez la de la vieja mujer, tal vez la de N'Dongo, no sé... Me sentía bien, libre, podía respirar, no me ahogaba - tal vez el negro se había retirado ya de encima de mi cuerpo - todo se iba desvaneciendo, el color rojo, la habitación, las voces, llegó la oscuridad, todo fue desapareciendo...

Capítulo 14

Sábado, sobre las siete de la mañana

Hotel de la discoteca de Puentes de Bona, última planta, habitación roja

Intenté abrir los ojos. Me pareció estar en una barca, estirada, con los brazos sobre el pecho y los ojos cerrados. Me vi a mi misma muy pálida, parecía muerta, pero no me alarmé. Me encontraba como sin fuerzas, todo me daba vueltas.

Me envolvía una blanca niebla, casi no se veía el agua, desde donde se encontraba la barca. Se olía a una especie de sudor y a un perfume extraño, como africano, que me pareció reconocer.

Esa tranquilidad se marchó enseguida, porque salió un extraño y enorme pez de debajo del agua, como un gigantesco besugo negro con figura humana, y su boca se quedó quieta en mis labios, que adiviné también como pálidos. Aquel pez se colocó encima de mí. Tenía la piel caliente, y pesaba bastante...

El sueño se acabó de golpe, porque acabé de despertar, abrí los ojos de forma consciente, y vi que quien me besaba los labios de aquella manera cada vez más apasionada era N'Dongo, el congoleño, y no un pescado. La luz del día entraba por las rendijas de la ventana. Al ver que yo había despertado, N'Dongo me sonrió y musitó unas palabras que no acabé de entender, pero que al parecer eran cariñosas. Ya me daba cuenta de todo lo que había pasado, pero en aquel momento pensé que era culpa mía, que debía estar algo bebida y que me había ido a la cama con el negro. Recordaba vagamente lo que había pasado, las sensaciones que había sentido, como una especie de sueño difuminado, y que al final yo me lo había pasado muy bien, aunque al inicio me había hecho daño, un gran dolor que había desaparecido después de forma muy rápida...

Ahora tenía plena conciencia de que el dolor había sido cuando N'Dongo me había metido el pene dentro, - igual que está empezando a hacer ahora, pensé - cuando me había desvirgado... Me di cuenta de que me la volvía a estar metiendo dentro de mi sexo... que el pene del negro estaba otra vez dentro de mi... que al abrirse paso me volvía a hacer algo de daño... pero, de forma instintiva, sin saber porqué, besé la boca del africano - sabor a sudor, a alcohol, a tabaco, a perfume - cosa que pareció complacerle mucho, y me correspondió con gran intensidad, al tiempo que su pene volvía a su rítmico baile de entrar y salir de mi vientre. También de forma instintiva, lo abracé, y con mis manos sujeté su enorme culo, apretándolo contra mi cuando hacía el movimiento de metérmela hasta lo más profundo.

Y duró mucho tiempo, y recuerdo el gran placer que sentí, y que al acabar me volví a dormir abrazada al gorila negro...

Y aquello duró todo el verano, mientras duraron los campamentos... Y yo, Lorena y Vanessa fuimos el harén de verano de aquel africano, aunque yo era la favorita y me acostaba sólo con él, mientras a mis amigas se las follaban también el grupito de moros que acompañaban a N’Dongo, pero a ellas ya les gustaba, ya, las muy putas…

 

Sábado, sobre las 12 del mediodía

Rectoría vieja de Sta. M. de Foldrá

Vanessa y Lorena estaban alarmadas por no saber nada de su amiga. Después de haber hecho todo lo necesario para entregársela a N'Dongo, ahora sentían algo de nerviosismo. Ellas habían pasado toda noche follando con sus amigos moros en las habitaciones de la rectoría, pero las intranquilizaba no saber nada de su amiga. Los moros llamaron por un teléfono móvil, y las calmaron. Su amiga había pasado toda la noche con N'Dongo en el hotel, se lo había pasado muy bien, pero ahora estaba durmiendo, y tal vez por la tarde vendrían o serían ellos los que volverían a Puentes de Bona…

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