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¡Mi gran sorpresa en La Casa!!

en Jovencit@s

LA CASA (Mi gran sorpresa…)

Prólogo

Me levanto de la cama. Olga es una chica estupenda. La he follado otra vez durante toda la noche. Su cara de angelical malicia, sus muslos apretando mis caderas, sus labios esperando los míos, su lengua dulce y melosa, mi pene, penetrando su cuerpo de dieciocho años una y otra vez…Desde que la recogí el sábado, cuando vine a Barcelona dándome dos días de fiesta como Director de La Casa, no hemos hecho otra cosa que follar, follar y follar como locos. Olga se ha sorprendido agradablemente, dice que nunca antes me había visto tan fogoso, tan entregado, tan salido, tan vigoroso. La he acabado agotando, la he llevado mil veces al orgasmo durante estos dos días. Olga es una de mis chavalas favoritas, creo que la que me excita más. Se alegró cuando le dije que vendría el sábado por la mañana para pasar el fin de semana con ella. Creo que en el fondo, Olga espera que algún día le proponga que se case conmigo. Y no niego que es posible que lo haga, de todas mis amigas, además de ser la que más me excita, es con la que me entiendo mejor, nunca discutimos, y ella siempre es suave y cariñosa conmigo. Supongo que debe estar enamorada de mí.

Pero ella no sabe los auténticos motivos de mi pasión desbordada por follarla una y otra vez estos dos días, antes de volver a La Casa. Tenía necesidad, gran necesidad de hacerlo. Tenía que demostrarme a mi mismo que no había cambiado tanto, que no me había transformado en una persona diferente a lo que he sido toda mi vida. Sigo disfrutando como siempre con una chavala en la cama. Ello me permitirá asumir la realidad. A mis treinta años, me he enterado, sin haberlo sospechado nunca, que soy bisexual.

Sí, mi otro yo, escondido durante toda mi vida, ha salido del armario, sin saber en realidad como he llegado a esta situación, he follado con un chico, tal vez le he desvirgado, posiblemente incluso era virgen hasta estar conmigo, aunque no puedo asegurarlo.

Y me ha gustado, siento una pasión inesperada por el muchacho, creo que me he enamorado de él, o mejor dicho, de su cuerpo. Y cuando esta noche follaba con Olga, en algún momento he llegado a imaginarme que era a Ricky a quien tenía en mis brazos.

Y mañana lunes, por la noche, de nuevo en La Casa, sé que volveré a ver sus ojos esperándome en mi cama, mientras yo me desnudo lentamente y veo toda su ropa ordenada en el sillón. Sí, imaginarme a Ricky esperándome desnudo en la cama, me vuelve a poner a mil, mi pene se endurece, siento que ardo como si la fiebre me devorase, y vuelvo a poner a Olga encima de mi cuerpo y la penetro profundamente una vez más, mientras ella gime de placer, yo lo hago también pensando que es el cuerpo de Ricky el que estoy apretando contra mi cuerpo…

Oh, corazón, corazón malherido, como dice la canción, quien me iba a decir que algún día yo también iba a tener mi amante bandido…

 

La noche del descubrimiento

Siempre he sido heterosexual, hasta que… Ahora ya no se que pensar, no se si ha sido un hecho esporádico, que todavía continua, o si tal vez me debo autocalificar de bisexual…

Os voy a explicar el hecho más sorprendente de mi vida, la pasión incontrolada que por primera vez ha despertado en mí un chico… Un jovencito que se ha cruzado en mi camino para hacer temblar todas mis convicciones y seguridades… Una pasión consumada que todavía continúa… Y he recurrido a alguna de mis amigas para comprobar que me continúan gustando las chicas, que continuo follando normalmente con ellas… Pero continuo haciéndolo también con este jovencito que se me cruzó un día en el camino como una aparición…

Ricky está en el corto espacio de tiempo en el que algunos chicos aún pueden parecer una jovencita y unos ciertos rasgos femeninos de su cara juegan con un cuerpo juvenil que todavía no ha adquirido todas las formas masculinas…

Su aspecto se había grabado en mi desde el primer día, cuando aparecí en la Casa por la pista de tierra que la une a la carretera general de la costa, y él estaba en la pista volviendo a la casa cojeando, se había lesionado en los ejercicios que habían salido a hacer en las rocas del litoral con los monitores y lo habían enviado de vuelta… y le contemplé, con sus pantaloncitos cortos deportivos que dejaban todos sus muslos al aire, blancos, bien formados, tan atractivos como los de una dulce adolescente… Su figura estilizada con redondeces rotundas en el culo y suaves en otras zonas, su piel, fina, y suave, y su cara, en la que los rasgos de chaval marcaban el erotismo involuntario de los adolescentes incipientes, los yogurines en flor, la mirada pícara, los labios carnosos, la piel blanca, la ausencia total de vello en su cuerpo…

Tal vez funcionó aquella extraña corriente de simpatía mutua que en ocasiones se establece en el primer contacto. Ricky y yo habíamos establecido esa relación especial desde el primer día, cuando subió a mi auto y lo llevé hasta la Casa, a que le viera el monitor que hacía de enfermero… Y, mientras llegábamos, en el coche, me preguntó con cara curiosa si yo era el nuevo director que enviaban, y, al decirle que sí, me dijo que cuando tuviese que elegir un fámulo me acordase de él, que estaba libre, y los fámulos se lo pasaban muy bien.

Después que le vendaran un tobillo, estaba él sentado en un banco de piedra, esperando que volvieran todos de las rocas de la costa, de observar cangrejos y otros crustáceos, y me di cuenta de que mis ojos se seguían perdiendo en sus muslos, como ya me pasó en el coche. Le pregunté que me explicase qué era un fámulo, yo era nuevo en el lugar, y un director lo había de saber todo, para eso me habían destinado allí, para comprobar ciertos informes sobre lo que a veces podía haber ocurrido en el lugar en tiempos anteriores. Algunas partidas de las cuentas no acababan de gustar a los auditores…

Se me acercó entonces Rafa Algamsa, quien después se me presentó como jefe de estudios, a darme la bienvenida, y me comentó, al verme hablando con Ricky, que ya veía que ya había conocido a uno de los chicos del centro, mientras me sonreía con una cierta ironía que no dejó de inquietarme.

Cuando, poco a poco, aquella noche, se fueron apagando los últimos ruidos y conversaciones, y el cansancio exigía que todos obtuviesen en las literas el reposo de sus cuerpos, yo me dirigí a dormir a mi habitación de la planta superior.

Me iba a poner los pantalones del pijama, quedándome en camiseta la parte superior, cuando oí el leve rechinar que hacía la puerta de la habitación al abrirse sigilosamente, como intentando evitar los crujidos que pudiesen hacer ruido.

Así, al girarme, vi como Ricky entraba en el cuarto. Llevaba un pijama que le quedaba muy estrecho, tanto en la parte superior como en la inferior, pegándosele al cuerpo como una segunda piel. Ricky cerró la puerta de la habitación con el mismo cuidado con que la había abierto.

Fue el primer momento de mi sorprendente descubrimiento. Me di cuenta de que, por primera vez desde los juegos nocturnos de adolescentes en campamentos de verano, olvidados hacía tiempo, mi pene se había puesto rígido observando la cara y el cuerpo de un chaval.

La picardía de su mirada me insinuaba que había algo más detrás de todo aquello, pero me negué a dejarme invadir por las fantasías que podían chocar con la realidad.

Entonces empezó a suceder lo inesperado.

De pronto, Ricky se sacó la camiseta del pijama, y quedó con el cuerpo desnudo al aire hasta el inicio del pantalón, en la parte inferior de la línea del ombligo.

Yo me quedé estupefacto, y mis ojos se clavaron en el cuerpo del chaval, con la figura hecha de suaves redondeces que se prolongaban más allá del vientre, en los contornos de las caderas y la pelvis y los muslos cubiertos por el pijama.

Ricky sonrió al ver como me lo comía con los ojos desorbitados y me sacó la lengua con un gesto que era claramente femenino.

Supongo que ese fue el momento en que pasé todas las barreras mentales y envié al carajo cualquier prejuicio y prevención largamente adquiridos a lo largo de años de reprimir los pensamientos y las miradas inconvenientes en público. Yo estaba entrenado a no mirar descaradamente a las jovencitas que se presentaban a hablar conmigo medio desnudas cuando se acercaba el verano, con los tejanos por debajo de la línea marcada por el tanga y una camiseta corta dejando toda la cintura y ombligo al aire

Mis ojos se encendieron, y me sorprendí de mis propias palabras, me escuché estupefacto diciéndole, al tiempo que le señalaba el lecho:

- Vale, nene, vamos a la cama, hay que dormir… ".

Ricky dijo que no, sin dejar de sonreír de aquella manera pícara típica en el jovencito, pero negando con la boca y con la cara. Yo hice entonces que sí con la cara, sonriendo, mientras el chaval continuaba haciendo el gesto de negación, como si fuese un juego, y la cogí de la mano. El jovencito me dejó llevarle hacia la cama, sin dejar de mirarme, sonreír y decir que no con un movimiento de la cara

Yo también sonreí y le ayudé a acomodarse boca abajo en la litera, notando por primera vez su carne bajo la presión de mis dedos. Me levanté, observé el espectáculo del chaval acostado boca abajo, desnudo de cintura arriba, aseguré el cierre de la puerta y comprobé que la persiana cerraba la ventana.

 

El jovencito se acabó de situar en la litera, mientras yo me sentaba en el borde de la misma. El espectáculo del cuerpo del chaval, desnudo hasta las nalgas, me continuaba hipnotizando.

Empecé acariciando suavemente su cuerpo, desde el cuello hasta los muslos, bajando suavemente por toda su espalda….

Mi excitación se disparó al disponer ya de la carne de Ricky, pero, al mismo tiempo, noté como el jovencito se estremecía y emitía unos casi imperceptibles gemidos al notar como mis manos recorrían su cuerpo dándole un masaje, cogiendo trocitos de la carne de su espalda para apretarlos y aplanarlos como un masajista experto. Parecía un gatito que, acariciado en el regazo, empezaba a ronronear y estremecerse. Esa fue la imagen que me vino realmente, la de una gatito.

Así, fui bajando por la espalda, siguiendo las vértebras y las costillas, volviendo al cuello y los huecos de la clavícula, maniobra que parecía gustarle especialmente, hasta que llegué a la cintura.

Y, después de la cintura, con mucha delicadeza, empecé a tocarle las nalgas, bajándole muy poco a poco los estrechos pantalones del pijama.

Comprobé así, ya me lo había parecido, que no llevaba slip, y ante mis ojos, como dos lunas, fueron apareciendo las dos partes de su culo, blancas y redondeadas montañas que se hundían suavemente bajo la presión de mis dedos.

Continué inclinándome sobre el chico, volviendo al cuello y, también poco a poco, muy lentamente, sin que hubiese el más mínimo gesto brusco, le besé por primera vez el cuello rozando con mis labios su piel, sintiendo el deseo de transformarme en el conde Drácula y morder, notando que el jovencito se estremeció de una manera más perceptible, y siguió emitiendo unos murmullos que indicaban que aquello continuaba gustándole mucho, sí, yo creo que ronroneaba como un gatito mimoso.

Entonces, al tiempo que yo subía los labios del cuello hacia la cara que el jovencito me ofrecía lateralmente, le mordisqueé la oreja, lamiendo y besando su mejilla, acercándome lo máximo posible a su boca y consiguiendo llegar a la comisura de sus labios, para, después, la mano que tenía en su hombro, volver a bajarla por la espalda recorriendo todos sus huesos hasta las nalgas, mientras el muchachito se removía también con pequeños espasmos, reaccionando a las caricias y manejos que yo ensayaba con su cuerpo.

Pasándole la mano por el sobaco, conseguí también contactar con el tórax de Ricky, que se aplastaba contra el saco de dormir, tierno como un flan, aprendiendo la consistencia diferenciada del pezón y devolviendo lentamente la otra mano a sus glúteos.

Aproveché para bajarle entonces muy despacito los pantalones del pijama de forma definitiva y total, ofreciéndome la perfección de sus muslos, atentos también a las caricias de mi mano, notando una especial calidez cuando la pasé por la cara interna.

Entonces, me quité la camiseta.

Y, pensé que podía intentar movimientos más osados.

Así, le acaricié una vez más las nalgas, pero deslicé los dedos por la hendidura que hay entre ellas hasta llegar a ver la entrada del culo. Parecía un agujero muy estrecho, tal vez porque estaba cerrado…

Mis dedos empezaron a darle un masaje muy lento y suave en su pene y sus huevecitos, -oh, Dios mío, hacía por lo menos quince años que yo no tocaba el pene de un chaval…- al tiempo que le mordisqueaba y lamía la espalda, para dispersar su atención, y, el jovencito, al notar mis dedos en su sexo, superexcitado, gimió anhelante mientras su cuerpo se movía en pequeños saltitos al compás del movimiento de mis manos.

Así comprendí que no me costaría demasiado llevar a Ricky a las explosiones finales. El chaval parecía estar muy excitado, pasándoselo bien, y extraordinariamente receptivo y sensible a cualquier cosa que yo le hacía. No sabía yo si iba aceptándolo todo sobre la marcha o venía ya con la idea previa de que esto era más o menos lo que le esperaba en mi habitación.

La verdad, la puta verdad, es que nunca he sabido ni me interesa saber si Ricky vino a estar conmigo porque quiso, o si alguien, seguramente Rafa Algamsa, que era quien parecía dominar el clan mayoritario de la Casa, me lo envió para tenerme contento y en buena disposición. Ahora ya, ¡qué más da! Yo ya estoy plenamente integrado en la Casa. Y tampoco sabré nunca si yo desvirgué al chico, o si llevaba ya mil horas de vuelo con los monitores de la Casa. Y, repito, tampoco me importa. Ricky sigue siendo mi fámulo favorito, aunque, ¡ay!, tengo que reconocer que ya no el único, cosa que le tiene muy preocupado, teme perder su lugar de privilegio conmigo.

Continúo. Entonces, en el único movimiento brusco que yo había hecho hasta entonces, le agarré por los hombros y la giré, quedando el jovencito de cara, con la espalda reposando en la sábana y ofreciéndome sin protestar la visión de la parte delantera de su cuerpo completamente desnuda: su cara, con los ojos expectantes clavados en los míos, el pecho, el ombligo, el vientre, el ombligo, la pelvis, el sexo, los muslos...

Toqué las mejillas de Ricky, estaban ardiendo y su piel blanca estaba sonrosada, más bien aquella tonalidad indefinible que se denomina "colorada". Recorrí con los dedos su cara, mientras noté que su respiración estaba alterada, ya que tenía la boca entreabierta, tomando el aire, y el movimiento del tórax demostraba que su respiración se había acelerado.

Era evidente que los manejos de mis dedos en su cuerpo, especialmente en su sexo, y los mordisquitos que le había ido dando por la espalda habían hecho más efecto que el que yo me suponía. Y eso significaba, pensé, que sí que había venido preparado para todo, en su osadía juvenil. Todo indicaba que Ricky era una auténtica bomba en potencia, explotando ahora en los primeros contactos eróticos.

Mis manos encontraron su pecho, apretándolo y jugando con los pezones, mientras el jovencito se movía y gemía como si no pudiese soportar la tensión.

Bajé hasta el ombligo, recorriendo el pene, que había crecido en longitud al ponerse rígido y descapullarse, los huevecitos, y los colchoncitos de carne que los rodeaban, y, después, llegué a las caderas, pasando la mano por la deliciosa piel de sus muslos, especialmente, de nuevo, por las calideces de la parte interior, mientras fui pasando el otro brazo por los hombros del jovencito, para sujetarle bien y poder acercarme más a su cuerpo.

Ricky me miraba fijamente, ahora ya con la respiración entrecortada y jadeante y comprendí que estaba a punto para el orgasmo.

Mis dedos se movieron muy lentamente en el sexo del chaval, que dejó ir unos gemidos al tiempo que la mirada se le perdía en el infinito.

Le apreté un poquito el pene y el chaval reaccionó instantáneamente dando un gritito de placer, mientras el pulso se le aceleraba y en su frente aparecían unas gotas de sudor.

Su boca se abría, para absorber aire, húmeda y sentí deseos de llegar a su lengua.

Comprendí entonces que no me iba a poder parar en modo alguno, y que iba a hacer conocer el sexo al jovencito en toda su extensión. Además, tampoco yo podía aguantar mucho más. No me limitaría a provocarle un orgasmo con los dedos y hacerle dormir, aquello ya no tenía otro límite que el infinito.

Acaricié los labios del chaval y el jovencito me mordió un poco el dedo. Le di un mordisquito vampirínico en el cuello y Ricky volvió a gemir.

Pasé mis labios rozando los suyos y noté como su boca buscaba la mía. El jovencito olía a jabón y a sudor almizclado de sexo adolescente. Tal vez se había puesto algún tipo de colonia barata pero efectiva. Su piel ardía. Yo ya no pude más.

Me bajé los pantalones del pijama, me los quité, notando como liberaba mi pene y adquiría un tamaño enorme, me incliné sobre Ricky, nuestros ojos se miraron, le volvía a tocar y apretar el pene, y, cuando el jovencito dio el gritito de excitación, busqué su boca y apreté con fuerza sus labios, con una desesperación que el jovencito compartía y correspondía, y mi cuerpo fue descendiendo y tomando contacto con el suyo. Noté como mi pecho aplastaba sus pezones, clavados en mi piel.

Mi lengua buscó sus dientes y su lengua se unió a la mía. Su boca tenía un cierto gusto a fresa, producto tal vez de los chicles que siempre masticaba.

Mi pene descansaba en su vientre y comprendí que en aquella postura me costaría aguantar más tiempo sin correrme definitivamente.

Entonces, con unos rápidos movimientos de la mano, le separé los muslos y me coloqué entre ellos, apretándome contra su cuerpo.

Al notar el peso, el chico me abrazó y me besó con fuerza, como si quisiese fundir su cuerpo con el mío.

Estuvimos un largo rato así, enganchados el uno al otro, copulando como si el jovencito fuese una chavala, con los dos penes juntos, aplastando el mío al suyo.

Entonces, con las manos, lo fui girando de lado hasta colocarlo con el pecho en la sábana y la espalda y las nalgas hacia mí.

Cogí el spray de crema de afeitar, que había en la mesilla de noche. Me puse crema en la mano y comencé a extendérsela nerviosamente entre las nalgas y en el culo, metiéndole la que pude en el ano con los dedos. Yo sabía que, dado que aquello no tenía remedio y se la iba a meter, tenía que poner algo suave, aceite, o esta crema de afeitar que era lo único que tenía a mano, para no hacerle mucho daño y facilitar la penetración. Me extendí también crema de aquella en mi pene, y dejé el pote de nuevo en la mesilla.

Guié entonces la punta de mi pene hacia el culo del chiquillo y lo dejé colocado en la entrada. El jovencito no pareció notar nada, absorto como estaba en dejar que lo besase y abrazase

Paré un momento, separé mi boca de la cara del chaval, le volví a morder el cuello, ahora con más pasión, cosa que parecía excitarle especialmente, y, cesando un poco el movimiento y el contacto, cara con cara, ojos con ojos, boca junto a boca, apreté un poquito con el pene en medio de las dos nalgas, intentando entrar por el agujerito de su ano, hasta notar que ya no podía seguir de forma natural sin introducirlo en su culo, y le dije suavemente a Ricky que había empezado a metérsela, que si quería que siguiese o si prefería no hacerlo.

El jovencito, ahora ya no sonrosado, sino rojo como un tomate, sonrió, me dijo que sí con la cabeza…

Entonces, volví a apretar mi cuerpo contra el suyo, su espalda, sus nalgas abrazándole, y aplastando de lado mi boca en la de él... Volví a notar el contacto con su lengua. Aquello fue como el sonar de las trompetas del Apocalipsis

Las cartas estaban echadas. En realidad, todo lo había hecho el jovencito, yo me había dejado llevar por sus iniciativas implícitas, y ahora iba a hacer realidad lo que durante aquellos minutos había sido un pensamiento, una imagen imposible que me asaltaba reiteradamente, la premonición de verme penetrando al muchacho… Al sentir su cuerpo ardiendo, su cuerpo aplastado por mi tórax y mi barriga, su boca, el sabor de su piel, el gusto de su saliva, de su lengua, de su sudor, al notarlo transformado en brasas de fuego, bajé la mano hasta su vientre, mientras mantenía el abrazo con la otra, le sujeté bien y empujé mi pelvis hacia adelante.

Hice avanzar mi pene, muy lentamente, entrando en el culo del adolescente, hasta sentir como una pequeña resistencia. Me detuve un momento tomé aliento, volví a empujar hacia adelante suave pero decididamente y sentí que la resistencia rápidamente cedió y desapareció de golpe. Mi pene acababa de meterse en su culo Noté que el cuerpo del jovencito se estremecía y que se quejaba. Y era que, naturalmente, Ricky notó el momento en que lo desvirgaba, -tal vez, no estoy seguro de que fuese virgen, pero nunca se lo preguntaré, no quiero oír que su desvirgador había sido Rafa Algamsa, como me imagino lógicamente-, porque dio un gritito que era diferente claramente de los anteriores de excitación cuando le apretaba el pene, era un gritito que era ya casi un grito, que revelaba el dolor al meterle todo mi pene en su culo y puede que perder su virginidad, seguido por un gemido que también revelaba que algo le hacía daño –eso me hace dudar, el gemido de dolor parecía de verdad, tal vez sí que lo desvirgué yo-. Sus ojos, muy abiertos, casi desorbitados, oscilaban entre mi cara y el infinito. Si alguna vez Ricky dudó de lo que estaba haciendo, si alguna vez sintió pánico al ver que aquello ya no era un juego, una travesura, fue entonces.

Entonces no perdí tiempo. Me acabé de colocar bien y le penetré profundamente, poco a poco para no hacerle demasiado daño en caso de ser muy estrecho, pero decididamente para evitar cualquier retroceso o conato de resistencia que pudiese ofrecer al sentir el dolor. De hecho, mientras lo iba penetrando hasta que mi pene no pudo introducirse más, Ricky fue exhalando un gemido profundo, con los ojos desorbitados que se fueron cerrando y los labios se le apretaban en un gesto como de dolor, abriéndose de forma convulsiva para dejar ir aquellos apagados "ays" al ir ensanchando mi pene forzadamente su culo introduciéndose decididamente en él hasta lo más profundo. No soy ningún fenómeno, pero estoy bastante contento del tamaño de mi pene cuando está guerrero de verdad a tope...

Su culo aceptó finalmente mi pene, hasta que noté que se lo había incrustado todo, que lo había penetrado completamente, que estaba dentro del jovencito hasta el final, que su cuerpo y el mío eran como una sola cosa, que Ricky ya me pertenecía para siempre. Y me vino a la cabeza, como un flash instantáneo, una de aquellas imágenes absurdas que a veces me asaltaban. Por unas décimas de segundo, me imaginé a mí y a Ricky como dos caracoles copulando, de aquellos enormes que recordaba de mi jardín cuando era pequeño, unidos de manera tan profunda que no los podía separar hasta que me daban pena y los dejaba continuar su unión.

El jovencito gemía profundamente, con la mezcla de tremenda excitación al sentir como yo le metía todo el pene en el interior de su cuerpo y del dolor de tal vez algún pequeño desgarro forzado y del ensanchamiento del culo para aceptar todo mi miembro dentro de su ano. No sé, tal vez sí, como decía antes, tal vez no fingía, puede que Rafa Algamsa me enviase realmente un jovencito virgen para tenerme contento, tal vez, pero, bueno, como decía, no pienso averiguarlo jamás, prefiero dejar todo este tema en la nebulosa de las cosas tácitamente aceptadas sin explicitarlas…

Entendí instintivamente que ahora se trataba de recuperar de forma rápida el clímax anterior, de hacer que el adolescente volviese a estar a punto de llegar al orgasmo.

No me costó demasiado. El jovencito no había perdido la excitación. Le besé con más fuerza que nunca, mientras yo aplastaba mi cuerpo al suyo al tiempo que movía mi pene dentro de su culo, con un ritmo lento al principio pero cada vez más rápidamente, le sujeté bien con mis brazos contra mi, notando su espalda aplastada por mi tórax, le mordí el cuello, los hombros, le besé mil veces, le introduje mi lengua en su boca, le lamía toda la cara, moví su cuerpo con los empujones de mi pelvis, oyendo sus gemidos, que ya no eran del dolor de la penetración sino claramente de placer y excitación, el jovencito cerraba los ojos, los abría, me miraba a mi, al infinito. Para ser la primera vez, el chaval lo estaba haciendo muy bien.

Ricky T. ya se mostraba ahora más excitado que nunca. Jadeó, gimió, gritó, era como si se hubiera vuelto loco bajo la presión de mi cuerpo, al tiempo que yo me movía rítmicamente, de forma cada vez más rápida, acompasando mi cuerpo al suyo, en el baile frenético del metisaca de la cópula.

Le agarré, por debajo del vientre, cogiendo su pene con la mano y se lo moví como haciéndole una paja, lo apreté, lo estrujé,

Noté entonces que el jovencito se quejaba, ahora de manera mucho más fuerte, dio un grito y empezó a gemir y gritar más intensamente, casi sin respiración, dando muestras evidentes de haber iniciado su entrada en la explosión final, el orgasmo. Su semen caliente empezó a mojarme la mano con la que le apretaba y movía el pene.

Entonces yo aceleré. Cabalgué sobre el jovencito de forma violenta, consciente de que aquel trato, que normalmente le habría ocasionado dolor y asfixia, era lo que le había llevado al loco paroxismo de placer en el que el chaval parecía haber entrado, ya en pleno paroxismo de deleite sexual.

Le puse la mano en la boca, apretándosela para evitar que ahora los auténticos gritos y gemidos desesperados que el jovencito dejaba ir acabasen por despertar a los que ocupaban la habitación más cercana, al otro lado de la escalera. Otra imagen mental surrealista me asaltó un par de segundos de forma absurda en un momento como aquel: vi a los del cuarto cercano, despiertos, entrando en la habitación, viendo lo que pasaba y uniéndose a la fiesta, tirándose ellos a Ricky después de acabar yo…

De todas maneras, yo me había liberado también de toda contención, buscando que mi explosión coincidiera con la del chaval.

Fuera ya de todo control, fuera de mi como una bestia salvaje, me moví apretando mi pene dentro del culo del chaval, provocando que el momento culminante llegase también de forma muy rápida, exploté con un gemido profundo y sentí como empezaba a eyacular dentro del chico, inundando el cuerpo de Ricky con los borbotones de liquido caliente que se derramaban en su culo, provocando con su salida las máximas cotas de placer que había podido imaginar y que culminaban rotundamente con mi orgasmo el desvirgamiento del muchachito.

Salté arriba y abajo, le estrujaba violentamente, se me arqueaba el cuerpo arrastrando al jovencito, casi se la sacaba y se la clavaba de nuevo hasta lo más profundo, le besaba, le mordía, le agarraba de cualquier manera y por todas las partes, me quedaba sin respiración pero me hubiera ahogado de placer, veía su cara extraviarse y mirar desorbitada al infinito gritando, le mordía el cuello, los hombros y volvía a quedarme extraviado, le clavaba las manos y las uñas en la espalda, el vientre...

No se el tiempo que estuvimos los dos sumidos en aquel terrible y fantástico orgasmo compartido, exacerbados nuestros sentidos e instintos por el aliciente de lo prohibido, de haber transgredido, tanto él como yo, cualquier regla de conducta habitual, satisfechos de nuestra audacia, sorprendiéndome yo del tiempo inusual que estaba durando mi eyaculación dentro de su cuerpo...

Solo recuerdo que, perdida ya toda noción temporal, me di cuenta al cabo de un rato que estaba encima del jovencito, exhausto y casi sin respiración, cosa que también le pasaba al chaval, con mi peso aplastándole, mi tórax sobre su espalda, mi pene dentro de su culo sintiendo la cálida humedad la inundación del semen derramado en su interior, inmersos los dos en un mar de sudor, jadeando, intentando captar aire con las bocas y recuperar la respiración y notando un fuego tremendo que parecía emitir su cuerpo, cosa que supongo que a Ricky le pasaría también con el mío que reposaba encima del suyo.

Bajé la cara, besándole en la boca ya sin salvajismo y lamiendo el sudor de su cara, sus ojos, su cuello... el jovencito, como un buen discípulo, aprendía lo que yo iba haciendo y lo repetía, así que sentí su lengua pasando por mi cuello y mi cara, y sus dientes dándome un suave mordisco en el cuello...

Así fueron pasando unos minutos, tranquilizándonos los dos y recuperando poco a poco los ritmos normales de respiración, aunque a Ricky le costaba un poco más, al continuar yo descargando todo mi peso sobre su cuerpo. El jovencito lo aceptaba y no se quejaba.

Para no aplastarle y para que pudiese respirar mejor, me coloqué de lado, atrayéndole hacia mi, saliendo mi pene de su culo de forma natural, pues ya había ido recuperando su tamaño habitual desinflándose y quedé yo al final con la espalda contra la sábana. El jovencito mantenía su cuerpo desnudo enganchado al mío, pero ahora era el chaval el que estaba de lado sobre mí, con lo que yo había dejado de estar sobre el chico y su cuerpo era ahora el que reposaba sobre el mío.

No dejé de acariciarle en ningún momento, gozando del contacto de su carne y de su piel, acariciando todo su cuerpo, pechos, culo, muslos, sexo, labios... A pesar del poco tiempo que hacia del orgasmo, yo continuaba sin dejar de desear tocar su cuerpo, y la satisfacción que sentía provocaba que fuese quedando dormido por momentos, luchando por mantenerme despierto. Por lo menos, no podía permitir dormirme mientras el jovencito estuviera despierto, y no parecía que el chaval fuera a dormirse. El sexo del chaval descansaba sobre el mí, su respiración era ya prácticamente normal y acaricié su cara que reposaba sobre mi cuello.

No sé cuantos minutos pasamos de esa manera, sintiendo yo el cálido cuerpo del jovencito que tenía enganchado al mío, pasando yo mis manos por todas sus partes, sin acabar de creerme que todo aquello pudiese ser posible… Que aquello no era una novela, una ficción, que aquellos tiernos pechitos, que aquel sexo que exploraba con mis dedos eran realidad…

Mientras le acariciaba la cara, me di cuenta que tenía los ojos abiertos y me miraba…

Me entraron ganas de ir al lavabo a orinar. Me incorporé, costándome horrores separar mi cuerpo del de el chaval y me puse el pantalón y la camiseta, sin dejar de observar, fascinado, el cuerpo desnudo de Ricky.

–Espérame un momento, que me voy a orinar al lavabo.

Salí al cuarto contiguo… Uno de mis privilegios de rango, en la Casa, al igual que otros miembros destacados del personal, era tener mi propio cuarto de baño en la habitación… ¡Faltaría más!...

 

Yo volví del lavabo y Ricky se había puesto de pie y me esperaba junto a la cama. Estaba desnudo, y ver su cuerpo de pie sin nada encima me volvió a enloquecer al pensar que aquel cuerpo acababa de ser mío. Era increíble verle de aquella manera, junto a mi, tan tranquilo después de haberlo desvirgado, -creía yo, y posiblemente así fue-, hacia un rato.

Se me echó encima, uniendo su cuerpo al mío y besándome en la boca.

Su boca la tenía junto a mi, húmeda, jugosa, y su cuerpo continuaba ardiendo. Me liberé rápidamente otra vez del pantalón y de la camiseta, y mi pene volvió a entrar en contacto con la piel del vientre del chaval.

Lo aplasté contra su pubis al tiempo que lo sujetaba contra mi agarrando con una mano sus nalgas al tiempo que con el otro brazo lo apretaba contra mi, mientras el jovencito pasaba sus brazos por mi cuello, abrazándome la cabeza y uniendo fuertemente sus labios a los míos, al tiempo que sentía su lengua entrar en mi boca.

Ricky volvía a sudar, mientras su cuerpo ardía, y yo disfrutaba del contacto con su cuerpo, sus pechos, aplastados por mi tórax a causa de la presión que el jovencito hacía apretándose contra mi, su vientre, mi pene aplastado verticalmente en su cuerpo, su culo rotundo...

Ricky estaba muy bien proporcionado, su cuerpo era enloquecedor, tierno, duro, blando, contradictorio por tanto, sincero en la entrega, con las carnes bien repartidas en los lugares claves para poder trastornarme con su simple visión, y no digamos ahora, con el contacto y posesión más profundos en su entrega a mi.

Nos separamos un momento y Ricky me miró, jadeante, y observé como su pecho subían y bajaban siguiendo el ritmo que marcaban sus pulmones.

Ricky dejó sus brazos reposando a los lados de mi cuello, mientras yo le sujetaba allí donde la estrechez de la cintura empieza a ensancharse en la rotundidad de la pelvis

Ricky volvió a apretar su cuerpo contra el mío. Su cuerpo quemaba. Me besó y yo correspondí. Mi pene continuaba aplastado en su vientre, los dos estábamos de pie y abrazados, aunque yo la había ido apoyando contra la pared.

Lamí el sudor que bajaba por su cuello. Tenía un gusto dulzón y su olor excitaba todos los instintos sexuales que pudiesen existir. La tentación inmediata e irresistible era levantarle por los sobacos y dejarle caer sobre mi pene, clavándoselo en el culo y follarle allí mismo contra la pared.

Pero aquel cuerpo esperaba otra cosa más lenta. No podía ser brusco eyaculando rápidamente y decepcionándole. Entre otros motivos, porque el jovencito esperaba que siguiese sorprendiéndole, haciéndole cosas que la hicieran disfrutar como la primera vez.

Lamí ahora la saliva que se escurría de la comisura de los labios del chaval- se le cae la baba, pensé, divertido-, y, poco a poco, torpemente, al no poder separar los cuerpos, le llevé hasta la litera y caímos suavemente en la cama, siempre conmigo encima del jovencito y abrazados los dos.

 

Yo volví a recuperar la pasión de sus labios perfectos, aplastándose en los míos y volviendo a explorar con mi lengua el interior de su boca y, para no ser menos, le mordí su perfecto cuello otra vez, intentando chupar su piel con la pasión que antes había puesto al sentirme el conde Drácula.

Y bajé un poco la cabeza y me dediqué un rato largo a jugar con su cuerpo, apretándolo con la mano como intentando ordeñar las ubres de una vaca, y chupando y mordiendo sus pezones, como si quisiese absorber las mil y unas esencias de su olor y sabor a sexo que impregnaba todo su cuerpo y su sudor.

Al jovencito la estremecían todas estas caricias, de forma que gemía y musitaba de nuevo palabras incomprensibles.

Entonces, instintivamente, decidí llevarle al séptimo cielo, sabiendo que fijaría con ello su cuerpo y sus sensaciones al mío para siempre, más allá de los límites del tiempo y del espacio.

Y, así, bajé mi cuerpo, situé mi cabeza entre sus muslos, le abracé haciendo que se cerraran en torno a mi cabeza, para sentir el calor de su carne y acerqué mi boca a su pene.

Lo besé, lamí el pene y pasé la lengua por los huevecitos del chaval, mordisqueándoselos hasta hacer que se quejase. El jovencito gemía y se estremecía de excitación. No creo que hubiera imaginado que le iba a hacer esto. Seguro que estaba sorprendido. Seguro que pensaba que me iba a limitar a volver a metérsela en el culo. Pero ahora me divertía más jugar con él y hacérselo como si fuese una chavala. De hecho, si no fuese por el pene y los huevecitos, era como estar con una jovencita muy deliciosa.

Entonces, le chupé el pene.

Fue como haber tocado un resorte automático, igual que antes. Cuando mi lengua lamió y presionó su pene, cuando mordí sus huevecitos, pero especialmente cuando me puse a chuparle y sorberle el pene como si fuese un chupa-chups, el jovencito saltó como si le hubiesen clavado las espuelas a un caballo.

Arqueó su cuerpo, dio unos grititos, jadeó y ardió cada vez más. Se le puso el pene muy duro, aunque lo tenía cortito y estrechito. Su pecho se había excitado, respiraba como si estuviese corriendo una maratón, sus pezones parecían montañitas erguidas hacia arriba, que yo movía con mis dedos y, dándome cuenta que el orgasmo podía presentarse de forma inminente en Ricky, si seguía chupándole el pene, quise gozar al mismo tiempo que el jovencito, por lo que me subí hacia arriba, cubrí de nuevo por completo su cuerpo, aplasté sus pechos con mi tórax, mordí su cuello, chupé sus pezones, apreté sus labios carnosos con los míos y uní las dos lenguas, al tiempo que con la mano dirigí el pene hasta colocarlo exactamente encima del pene del chaval, vuelto hacia arriba y aplastado por el mío contra su vientre.

 

Cuando lo hube colocado, empujé hacia delante y atrás, moviéndome como si me estuviese tirando una chavala, y, sin dificultades ni resistencias, lo follé a fondo, moviendo mi pene por todo el vientre de Ricky, pero buscando especialmente aplastar su pene con el mío. Notaba como el del chico se había hinchado, como respondía a las cosas que yo le hacía excitándose cada vez más.

Nada más sentir que me lo estaba follando como si fuese una tía, el chaval, que estaba superexcitado, me abrazó fuertemente, entrelazó sus muslos en mis piernas, me besó, me mordió, me apretó el culo contra su vientre, gemía tan fuerte que yo intenté apagar con la mano, e inicié mis movimientos, de forma bastante violenta, haciendo como si se la metiese y se la sacase del vientre rítmicamente, acompasados los dos cuerpos, con la mirada de el jovencito clavada en mis ojos o extraviada, hasta que, muy rápidamente, dio un grito y explotó en un orgasmo violentísimo, mucho más que el primero, notando yo como si tuviese un potrito completamente desbocado y enloquecido saltando y moviéndose debajo de mi cuerpo.

Parecía que le gustaba, que le excitaba muchísimo que me lo tirase igual que si me estuviera follando una chavala. Tal vez nunca se la habían metido en el culo, tal vez lo había desvirgado yo, pero posiblemente no era la primera vez que se lo follaban de esta manera, como si fuese una chavala, substituyendo la imposible penetración por la presión tremenda de pene contra pene, de vientre contra vientre, le gustaba demasiado, lo hacía demasiado bien para ser la primera vez… Bueno, ya lo he repetido mucho, ¡qué diablos importa eso!…

Noté como mi vientre, que aplastaba el suyo, se mojaba de algo que no era sudor, era caliente, pero más denso. Me di cuenta de que el chaval se estaba corriendo, que su pene estaba soltando la leche, que el chico estaba ahora gozando como una de mis putitas cuando me las follaba a fondo…

Entonces yo también me dejé ir, sin retardar mi explosión, para hacerla coincidir con la suya, de forma que también salté en movimientos terribles, superando los de el jovencito, eyaculando de nuevo mientras me sentía morir de los terribles espasmos de placer que , al igual que a Ricky, me estaban llevando a otras galaxias y constelaciones lejanas, desde luego no humanas, derramando nuevamente en el vientre del chaval borbotones de mi semen viscoso y caliente que se mezclaba con el que estaba soltando él, mientras los dos jadeábamos, nos estremecíamos, gemíamos y gritábamos de placer, apercibiéndome de que el jovencito continuaba, que su orgasmo era increíblemente prolongado y duradero, y que Ricky continuaba gritando, gimiendo y moviéndose con los movimientos rítmicos del vientre y del cuerpo exasperados y violentamente agitados.

Muy poco a poco se fue calmando, y un rato después me fui dando cuenta de que los dos habíamos acabado. Empecé a recobrar la consciencia humana y continué estirado encima del chiquillo, aplastándole de nuevo con mi cuerpo pero gustándole al chaval esa sensación de tenerme encima de él, viendo como Ricky jadeaba e intentaba mover su pecho para intentar recuperar la respiración, ahogada todavía después de sentirse morir en aquel tremendo orgasmo que me llegó a alarmar al final porque temí que Ricky estuviese padeciendo un ataque epiléptico, después de aquel orgasmo violentísimo que yo le había provocado excitándole el pene y los huevecitos con la lengua, mordisqueándoselos con la boca, metiéndome su pene en mi boca y chupándoselo, bañados los dos por mares de sudor como si estuviésemos sumergidos en una piscina, y con el jovencito aún con ganas de aferrar mi cuerpo con sus brazos, gemir y estremecerse, y buscar mi lengua con la suya...

Después, suavemente, me retiré de lado de encima de su cuerpo, para que el jovencito pudiese respirar mejor, y mi pene se separó del sexo del chaval.

Ricky, como antes, también se giró, y cuando yo quedé con la espalda en la cama, el jovencito medio se colocó encima de mí, quedando recostado de lado en mi cuerpo, con su cabeza en mi pecho, su pene y sus testículos en mi cadera, y uno de sus muslos encima de mi sexo.

El chico lamía el sudor de mi pecho y mordisqueaba el vello de mi tórax, mientras yo acariciaba su cabello y su cuerpo, hasta que, poco después, me di cuenta de que la respiración de Ricky se había ido recuperando y se había quedado dormido.

Afortunadamente había dejado conectada la alarma de mi radio-despertador, y a las seis menos cinco, como siempre, se puso en marcha, despertándome.

Me parecía que acababa de dormirme, había perdido toda noción del tiempo haciendo el amor con Ricky, y, si no hubiese sido por la costumbre de dejar el despertador siempre conectado, habría llegado la hora de levantarse todo el mundo con el chaval a mi lado.

Ricky continuaba durmiendo profundamente con su cuerpo pegado al mío, y, muy suavemente, conseguí despertarlo. Le costó abrir los ojos, me miró entrecortadamente y me sonrió al darse cuenta de que estaba conmigo y apercibirse de que no estaba soñando.

- Hola, ¿qué hora es? , - me dijo

- Un poco más de las seis, nene, aún es de noche…,

Separé mi cuerpo del de el chaval, intentando no mirarlo para no perder la cabeza, me levanté de la cama y me puse el pantalón del pijama y la camiseta, mientras el jovencito se ponía en pie y se ponía también su pijama.

El jovencito me echó entonces los brazos al cuello, unió su cuerpo al mío y me besó de manera interminable. Sentí otra vez las trompetas del Apocalipsis, pero pude sobreponerme. Así que pude separarle suavemente de mí. Le besé suavemente en los labios y le aconsejé que aprovechase el agua calentita para ser el primero en las sala de las duchas y limpiarse bien. Él sabía que lo necesitaba…

Una vez abandonó mi habitación para dirigirse al dormitorio de los fámulos, suspiré i sonreí para mí mismo, y entré en mi cuarto de baño. Empecé a llenar la bañera con agua bien calentita…

A las ocho de la mañana salí del edificio para ir a presidir el desayuno colectivo a la casa central. Ricky estaba con su grupo de amiguitos más cercano, Manolo y Fernando. Cuando esperábamos en el patio de la casa, estaban jugando a ping-pong. Al pasar al lado del grupo de Ricky, me guiñó un ojo sonriendo. Yo le hice un gesto de que disimulara. Cuando yo cerraba la puerta del comedor, pasó por mi lado el último y me dijo:

- ¿Te ha gustado?... - y siguió caminando sonriéndome.

Ricky se había puesto el conjunto que le quedaba tan bien. Aquellos pantalones tejanos recortados muy ajustados, estrechísimos como una segunda piel que el jovencito decía que no eran nada cómodos, muy cortitos, dejando al aire todos sus muslos, y una camiseta blanca sin mangas, también estrechísima, y corta hasta el inicio de los pantaloncitos. Y llevaba el collarcito de cuero con las letras metálicas que decía Ricky

En el comedor, desayunando un gigantesco donut, no dejaba de mirarme mientras se lo comía…

No quiero volverme paranoico, pero juraría que algunos de los monitores, especialmente el jefe de estudios, Algamsa, me miraban sonrientes, y me preguntaban si había pasado bien la noche con un cierto toque de ironía. O así me lo parecía, ya digo que me empezaba a asaltar un cierto mosqueo.

Pero es igual, ya han pasado algún tiempo, y la batuta la llevo yo. La Casa está en paz, han desaparecido viejos rumores del Ente Central, todos consideran que aquí las cosas funcionan perfectamente conmigo, y yo gozo a fondo de mi nueva e inesperada condición de bisexual.

Ricky continua siendo mi fámulo favorito, pero, como dije antes, ya no el único. El hecho de ser el Jefe, el Boss, me da el derecho de elegir mi harén… Y no soy egoísta, no me meto con lo que hagan los demás, mientras no me comprometan a mi…

Continúo visitando a Olga, sigue siendo mi chavala preferida para follar cuando no estoy en la Casa y vuelvo a Ciudad, pero ya no creo que sea tan probable que acabe casándome con ella. Por las miradas que me dirige, creo que su hermanita, que ahora tiene trece años, está muy enamorada de mi. Y ya ahora está mucho más buena que Olga. Dentro de cinco años, cuando tenga dieciocho como ahora Olga, tal vez le pida que se case conmigo… Ya sé que esta extraña vida que llevo ahora en la Casa no puede durar para siempre. Entre otras cosas, porque parece que lo estoy haciendo tan bien que pronto seré ascendido a un cargo de más responsabilidad, tal vez, ya me gustaría, pase a ser pronto, según rumores, supervisor de toda una zona de Casas… Mis terrenos de caza se ampliarían infinitamente…

Por cierto, me han dicho que empiece a adaptar la Casa a una ocupación mixta, no sólo habrá chicos, sino también chicas…

Me parece muy bien, y me aplicaré en ello.

Mayo de 2005

 

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