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Desvirgadas en barcelona, reedición 2004-2014

en Sexo con maduros

DESVIRGADAS EN BARCELONA  REEDICIÓN CONMEMORATIVA 2004-2014

Mi primer texto en Todorelatos fue “Desvirgadas en Barcelona”  que publiqué a finales del año 2004. Algunos amigos y amigas me han pedido reiteradamente una reedición ahora que el relato cumple 10 años. Aquí está. Mi agradecimiento a todos y besos. Tatiana.    

 Historia de Celia, Nuria, Irving, Humberto  

5 de Julio

Me llamo Celia.  Vivo con mi madre, que trabaja en la cocina de uno de los restaurantes del señor Altachua. Cuando por las noches voy a buscar a mi madre, a veces me cuesta aguantar a don Irving Altachua, el dueño, que es un hombre mayor bastante presumido y muy pesado porque siempre lo tengo enseguida a mi lado. Creo que va por mí, es divertido ver cómo me devora con los ojos. El señor Altachua siempre que hace sol está en la playa, sea el mes que sea. Tiene una cadena de supermercados y muchos pisos alquilados. El señor Altachua tiene también seis restaurantes, tres de ellos en el barrio, presume siempre de su auto deportivo y va siempre con relojes y cadenas de oro, igual que su amigo, don Humberto Chalquis.

A don Irving le gusta exhibirse en la playa, va siempre en bañador slip, y se le marcan sus partes, parece que le gusta presumir de que las tiene muy gordas. Está muy tostado por el sol, y se conserva con un cuerpo atlético, aunque con todos los pelillos blancos. Cuando hablas con él, notas enseguida que su aliento hace olor a vino y a tabaco. Creo que nació en América del Sur, en el país llamado Perú, aunque ya hace más de veinte años que vive en Barcelona. Debe tener una edad entre cincuenta y sesenta años, supongo. Su amigo Humberto, más o menos de la misma edad,  también es americano, nació en Cuba y es mulato, creo que marchó de La Habana hace también más de treinta años con sus padres, primero vivió en Florida y algunos países de la zona, hasta que la empresa en la que trabaja se asoció a la de don Irving y le envió a Barcelona  hace unos diez años.

A veces, por las tardes, al señor Altachua se le ve en el coche con alguna tía impresionante. Me han dicho que no siempre son putas de las caras, sino que le gusta tirarse a las chavalas que trabajan en sus negocios. Por eso, me da vergüenza y miedo cuando alguna vez me mira descaradamente y me dice que podría ir a hacer unas horas en sus tiendas o restaurantes, para ayudar a mi madre a ganar algún dinero extra, ahora que tengo vacaciones. Hay rumores que dicen que hace años estuvo procesado por un lío con una muchacha del barrio, pero que luego les soltó dinero a sus padres, y todo se olvidó, porque los padres retiraron la denuncia y la chica dijo que había estado con él porque había querido.

Bueno, tal vez es verdad que este verano yo tendría que estar trabajando en alguna tienda o restaurante del señor Altachua, puedo sacar unos euros para ayudar en casa, es posible que tenga razón.

11 de Julio

Hoy he empezado a trabajar por las tardes de ayudante reponedora en un supermercado de don Irving. Cuando él ha pasado por el local, me ha sonreído y me ha dado un besito en la mejilla. 

Mi madre había hablado con él -yo también estaba-, para pedirle algo para mí, para hacer horas y ganar algún dinero. Don Irving dijo que sí, pero que tiene que ser de forma no oficial, sin hacer papeles. Me ha dicho que se le va gente de vacaciones, y yo puedo hacer substituciones. Me dará quince euros por trabajar cada tarde. Nos ha mirado, especialmente a mí, se ha puesto a sonreír de forma muy pícara y maliciosa, y le ha dicho a mi madre que le compraba la hija, que cuanto pedía por mí. Nos hemos mirado las dos, sorprendidas, nos hemos puesto a reír, y yo, que no me corto por nada, le he respondido en plan chulo que cuanto nos ofrece. Él, al ver que yo no me enfadaba y seguía la broma, ha dicho que yo misma pusiera el precio, que lo dijese yo. He mirado a mi madre, vi que aprobaba que yo le siguiera la broma a don Irving, y entonces, le he dicho que un euro es un buen precio, que si le parecía bien, me podía comprar. El hombre dijo que no imaginaba que le iba a resultar tan barata, que hubiese pagado hasta dos–ahora su sonrisa era más pérfida y siniestra, casi me alarmó-, pero que bueno, el precio lo había fijado yo, de forma que sacó de su bolsillo una moneda de un euro y se la dio a mi madre, que continuó siguiendo la broma y me lo dio para que me la quedase yo. Entonces don Irving me dijo, con un tono extremadamente burlesco, que muy bien, que recordase que me había comprado y que yo era suya, que ya hablaríamos cuando fuese a trabajar a su supermercado, tal como habíamos quedado.

15 de Julio

Hoy ha sido un día muy especial. ¡Lo he hecho por primera vez! Claro, con don Irving Altachua, ¡cómo no! Me ha cogido bien cogida. De hecho, parece que lo haya soñado, no me lo puedo creer, si no fuese porque no se me va del pensamiento el momento en que el pene de don Irving se introducía lentamente en mi vientre, hasta que sentí aquel dolor… Aún estoy muy impresionada, y, cuando hace un rato cenaba en la cocina en la que trabaja mi madre y don Irving, el dueño del restaurante, pasaba y me miraba sonriendo enviándome disimuladamente besitos, no parecía verdad, era como si nada hubiese pasado apenas unas horas antes, como si todo hubiera sido un sueño o una fantasía de mi imaginación. Pero no.

Estoy cansada, tengo ganas de dormir y aún me duele el vientre,  voy a intentar explicarlo de la manera más corta posible. Por la mañana había ido a la playa de la Barceloneta con mi amiga Nuria. Vamos juntas a la misma clase del Instituto y al Taller de Baile. Nos encanta bailar a las dos.  Estaba el señor Altachua en la puerta del nuevo club de natación, con su amigo mulato don Humberto Chalquis, me ha dicho “Hola, guapa”, y me ha propuesto entrar con ellos a bañarnos y tomar el sol. No hemos podido decir que no, además nunca habíamos estado en el nuevo club por dentro.

Encontramos a gente conocida de don Irving y seguro que habrán hecho bromas de que voy con el señor Altachua, ya saben que mi madre trabaja en un restaurante suyo, y, con la fama que tiene, todo el mundo seguro que ha pensado que me está seduciendo para que me acueste con él. Aquí les gusta mucho murmurar e inventarse historias y hacer eso que se dice malmeter o “meter mierda”, como si todo fuese un novelón o un programa rosa de esos de la tele.  La Nuria y yo nos habíamos puesto dos bikinis muy cortitos, de cintitas, que habíamos elegido para hacer rabiar y excitar a los chicos del Instituto que encontrásemos en la playa. Nos sientan muy bien, las dos somos eso que se dice "esbeltas", o sea, altas y delgadas, pero con las formas muy bien marcadas. Una chica lesbi del Taller de Baile nos dijo hace poco que para nuestra edad estamos muy buenas.

A mí, don Irving Altachua siempre me ha parecido un tipo arrogante y un creído, siempre presume de estar forrado de dinero, y, el otro día parece que se hacía el chulo en el bar de pescadores diciendo que se había llevado a  Lorena, una chica muy guapa del barrio, a su casa, y se la había follado. Lorena también se hacía luego la misteriosa sonriendo cuando se lo han comentado,  no diciendo ni que sí ni que no. No me extrañaría, porque la Lore es la más puta del Instituto, se ha follado ya a la mitad de los chavales del equipo de futbol y además ahora está este verano de aprendiza en una peluquería de don Irving en la que trabaja su tía.

El Sr. Altachua llevaba un bañador muy pequeño, el slip negro que usa siempre en la playa, igual que el Sr. Chalquis, seguro que para hacerse los machotes delante de las mujeres, igual que nosotras nos habíamos puesto los mini bikinis para hacer sufrir a los chicos. Nuria se ha aparejado con don Humberto, el mulato cubano, porque el Sr. Altachua se ha venido conmigo en cuanto me ha visto, como si fuese lo más evidente del mundo que los dos habíamos de ir de pareja. Bueno, al fin y al cabo, pensé divertida, es mi dueño, me compró el otro día a mi mamá por un euro. Nuria y yo nos mirábamos maliciosas y burlonas al ver como los dos tíos se comportaban igual que los muchachos del Instituto cuando quieren intentar ligar con nosotras. Hemos estado un rato en la piscina del nuevo club y después hemos bajado a una zona algo más alejada ya en la playa, creo que el Sr. Irving estaba algo picado por las miradas irónicas que le hacían algunas señoras mayores que estaban en la piscina al verles claramente intentar ligar con dos adolescentes como nosotras. Me he dado cuenta de que los amigos de su edad le sonreían, y alguno le hacía un gesto obsceno con los dedos señalándonos a nosotras, a lo que él contestaba con una sonrisa o un guiño de ojo. A la Nuria y a mí nos divertía ver el juego de chavales que se llevaban los dos hombres intentando seducirnos.

La verdad es que, aparte de que sea un chulo y de su edad, tengo que reconocer que don Irving Altachua está tan bueno como don Humberto Chalquis, tiene el cuerpo delgado pero fuerte, muy moreno, y las nalgas le marcan un culo grande debajo del slip. Al Sr. Chalquis se le ven más los músculos, porque jugaba de futbolista y se le notan más los de las piernas. Siempre he oído que los negros son más fuertes. Lo hemos pasado muy bien en la playa bañándonos, tomando el sol, jugando en la arena, tirándonos las toallas, volviéndonos a bañar. Los dos hombres han querido ser educados y nos han comprado helados y refrescos. La Nuria y yo nos hemos mirado riéndonos de ellos, era verdad, se estaban comportando como unos jovencitos que se nos querían ligar. Lo bueno de esta playa que está delante del club es que todo el mundo va a la suya, a nadie le importa lo que hacen los demás, y hay muchos extranjeros, Barcelona está llena de gente de todos los países del mundo.  A esta zona de la playa de la Barceloneta  van muchos  hombres mayores del barrio a bañarse y hacer de mirones, porque hay muchas chicas prácticamente desnudas solas o con sus novios. Incluso hay algunas extranjeras desnudas del todo. En realidad, a esta zona, de nuestro barrio, sólo vienen las chavalas que han ligado y se quieren pegar el lote sin que las estén observando y cotilleando gente que las conozca. O sea, exactamente lo que, en aquellos momentos, en broma, estábamos haciendo nosotras con nuestros dos “galanes”.

Los dos hombres no dejaban de mirarnos, eso lo notábamos claramente la Nuria y yo riéndonos por lo bajo, y,  la idea ha sido de la Nuria, pero a mí me ha divertido también hacerlo, cuando hemos vuelto a poner las toallas en la arena para tomar el sol después de bañarnos, la Nuria y yo, para hacerles sufrir más a los dos viejitos, hemos hecho lo mismo que la mayoría de las chavalas que están en esta playa tomando el sol, nos hemos quitado la parte de arriba del bikini, y nuestras tetas han quedado al aire. La Nuria las tiene un poco más grandes que yo, las de las dos parecen montañitas rectas de carne, como peras acabadas en punta en los pezones. Era muy divertido ver como los dos tíos clavaban sus ojos en nuestros pechos, pero lo peor ha sido que me ha dado un ataque de risa cuando la Nuria me ha dicho en la oreja que me fijase en los bañadores de los dos "muchachitos", donde se veía como un bulto mucho más grande que antes.  Las dos nos reímos mucho al ver como se habían excitado, la polla se les había puesto eso que los hombres le dicen "dura", y ellos se inquietaron un poco porque no sabían de qué nos reíamos.

Nos pidieron que les pusiéramos crema en la espalda, para no quemarse, y la verdad es que noté que me gustaba mucho poner la crema en la espalda de don Irving Altachua, y luego extenderla, notando su piel caliente en mis dedos. Estuve un rato haciéndolo y era guay, como darle un masaje, iba pasando mis manos por su espalda, desde el cuello hasta donde empezaba el bañador -sí, tenía un culo grande, el Sr. Altachua-, mientras él cerraba los ojos y se hacía el dormido, como un crío pequeño, mientras la Nuria hacía lo mismo con el Sr. Chalquis, el cubano mulato. Ella lo hacía mejor que yo, dice que su madre le ha enseñado a dar masajes, que ya me explicará cómo se hace.

Me di cuenta de nuevo que me gustaba mucho tocar la espalda de don Irving, nunca había acariciado la espalda de un hombre.  Después me puse a tomar el sol, ellos estaban hablando, parecían muy divertidos y nos miraban con ojos brillantes, y yo casi me dormí, vuelta de espaldas al sol, cuando, al cabo de un rato, noté algo fresco en la espalda, giré un poco la cara, y vi que don Irving Altachua me estaba ahora poniendo crema en la espalda a mí, me dijo con voz bajita que me iba a quemar, y vi también que don Humberto Chalquis se la estaba poniendo a Nuria. Me gustó mucho sentir como el hombre me pasaba la mano por la espalda, desde la nuca a la cintura, y, aunque estaba medio dormida, me despejé rápidamente y noté que bajaba la mano hasta tocar la parte de mis nalgas que quedaba fuera del pequeño tanga del bikini. Noté también que el hombre llegó a tocarme, de refilón, mi teta desnuda que quedaba como aplastada contra la toalla, pero hice como si no me enterase, simulé que estaba somnolienta, prácticamente dormida, igual que la Nuria, aunque supongo que él sabía que yo me había dado cuenta de que me había tocado la teta, pero que no me daba por enterada.  Yo sentía una ola de calor recorrerme el cuerpo, me sorprendía notar cómo me gustaba que el casi desnudo don Irving me tocase.  Me parece que después los dos hombres se tumbaron también en las toallas a nuestro lado y supongo que medio se durmieron igual que nosotras.

Hacia mediodía hacía ya mucho calor, nos habíamos bañado otra vez y habíamos vuelto a jugar en el agua, y, entonces, Nuria dijo que fuésemos a su casa, ya sabíamos que hasta las once de la noche o más no volvía su madre, nos podíamos hacer unos bocatas para comer y luego podíamos bailar un rato, a Nuria le encanta bailar, igual que a mí, aunque al señor Chalquis parecía darle algo de vergüenza, y así les enseñaríamos a hacer bien los bailes más modernos, cosa que pareció entusiasmar a don Irving Altachua. Nuria nos dijo que ir a su casa era más chulo que ir a comer a un chiringuito de la playa, que estaban a esas horas llenos de chicos y chicas de nuestra edad y seguro que había gente del Instituto y comenzarían las bromas con nosotras y nuestros “novios” viejitos. El señor Chalquis pareció dudar y dijo que sería mejor ir a su casa o a un restaurante de don Irving, pero el señor Altachua, al que ya he dicho que encantaba la idea de la Nuria, habló con su amigo, le dijo algo a la oreja sonriéndole, y pareció convencerlo rápidamente, porque el señor Chalquis nos miró y se puso a reír. El señor Altachua nos miró a nosotras sonriendo y nos dijo que iríamos al apartamento que tenía muy cerca, en el mismo barrio de la playa, en la zona que fue la villa olímpica en los juegos del año 1992, que estaríamos más cómodos porque tenía también aire acondicionado y era amplio. Nuria y yo nos miramos y dijimos que de acuerdo. Decían que aquellos apartamentos eran muy bonitos y lujosos y nunca habíamos estado en ninguno, no habíamos entrado nunca en aquellos edificios tan cercanos a nuestra zona. Nos pusimos la parte de arriba del bikini y las camisetas, guardamos los pantaloncitos en las bolsas y subimos al auto de don Irving. Vimos que el hombre estaba hablando por su teléfono móvil desde fuera del coche.

Don Humberto hizo subir a Nuria detrás con él, yo subí delante y nos fuimos hacia el apartamento del señor Altachua. Nunca había subido tampoco en un coche como aquel, era muy cómodo y lujoso, y el climatizador daba un fresquito que nos aliviaba la piel caliente por el sol de la playa. Me di cuenta de que don Irving, cuando se paraba en los semáforos en rojo, no dejaba de girarse sin ningún disimulo, mirando mis muslos desnudos. La camiseta, sentada en el coche, me quedaba a la altura de la braguita del bikini. El coche llegó enseguida a una de las primeras casas del barrio marítimo olímpico, justo casi detrás de los dos rascacielos, y, por tanto, muy cerquita de la playa, pero lejos del núcleo del barrio en el que vivíamos y en el que tanto conocen a nuestros dos acompañantes. Don Irving tocó un botón en un pequeño mando, y se abrió la puerta del garaje.

Dentro había una garita con un vigilante, que se puso de pie y se mostró muy respetuoso con don Irving. Habló con él sin bajarse del coche, y sacó de su bolsita una llave muy moderna, nos dijo que era una especie de tarjeta electrónica. Don Irving paró el coche al fondo, junto a una puerta que ponía "Ascensor privado". Bajamos del coche. Los dos hombres nos tomaron las bolsas, mientras cuchicheaban entre ellos.  El ascensor era limpio y silencioso, pero no muy amplio, y los cuatro estábamos apretujados, con los cuerpos bastante juntos. Parecía que ellos, sonrientes, se querían aprovechar, porque se nos dejaban caer encima, y yo tenía la cara de don Irving muy cerca de la mía. Como íbamos a la segunda planta, el viaje acabó enseguida, y yo salí del ascensor notando todavía el aliento a tabaco y cerveza del señor Irving. Me extrañé de que no me desagradaba, me atraía ese olor cuando de pequeña me daba asco el humo del tabaco e incluso ahora nunca probaba alcohol, sólo alguna cerveza o algo de champán en los fiestas de aniversarios y Navidad.

Entramos en el piso. Era amplio, lujoso, bien decorado. Don Irving conectó enseguida el climatizador, y la temperatura asfixiante empezó enseguida a bajar. Unos cortinajes delicados impedían que entrase toda la luz solar, y no se notaba ningún ruido de la calle. Realmente, era como estar en otro mundo, aquello parecía muy lejos de nuestro barrio, aunque estábamos al lado, a quince minutos caminando… Nuria y yo decidimos que haríamos unos bocadillos, y ellos se empeñaron en montar una "discoteca" para bailar después de comer. El señor Irving nos dijo que no preparásemos nada, que había llamado por teléfono y nos estaban trayendo la comida. El señor Chalquis parecía muy divertido, dejándose ir a remolque de todo lo que decidía don Irving Altachua. El hombre dijo que el comedor era muy grande, tenía mucha luz, demasiado mobiliario y poco ambiente, así que eligió la habitación que tenía para invitados nos dijo, con dos camas, y que daba a un patio interior de la misma vivienda, para preparar lo que él llamaba la discoteca. Nos sentamos en los amplios sillones del comedor, esperando.

Enseguida nos dimos cuenta de un detalle curioso: la mayoría de los cuadros de la decoración eran o paisajes de un lugar montañoso llamado  algo así como Machu Pichu o de chicas jóvenes muy guapas desnudas corriendo en escenas de campo perseguidas por cazadores. Llamaron al videoportero, don Humberto contestó, y enseguida un chico subió unas cajas con la comida. La Nuria y yo miramos sin dejarnos ver, por si acaso nos conocía, y me pareció que era uno de los jóvenes camareros del restaurante de don Irving en el que trabaja mi madre. No nos dejaron entrar en la habitación, dijeron que sería como una sorpresa, y que preparásemos la comida que habían traído. Nos fuimos a la cocina, donde había una amplia mesa, y de las cajas sacamos una cazuela de mariscos y otra de ceviche acabada de hacer, platos, cubiertos, pan, y dos botellas de champán francés… Cuando acabamos de preparar la mesa de la cocina para comer esperamos otra vez, divertidas por ver de una vez la sorpresa que preparaban los dos hombres, aunque especialmente la idea parecía ser de don Irving Altachua.  Salimos al comedor para avisarles de que la comida estaba lista, pero la habitación "discoteca" estaba cerrada, se oía música dentro, aunque bajita, cómo para que no la oyéramos nosotras.

Llamamos a la puerta, y oímos la voz de don Irving gritándonos que no entráramos. Les dijimos que vinieran a comer, y el Sr. Humberto nos dijo, también a gritos, que nos fuéramos a la cocina a esperarles, que ya iban, pero que no nos quedásemos en la puerta de la "discoteca", como la llamó él. Nos volvimos, y la Nuria me comentó que era la primera vez en su vida que un tío la enviaba a la cocina, y que se lo perdonaba porque nos querían dar una sorpresa. Al cabo de un ratito, paró aquel sonido de fondo, como una música extraña que no conseguíamos identificar, se oyeron unos pasos, y ellos entraron en la cocina. Los dos nos miraban sonriendo maliciosamente, y el Sr. Altachua, nos dijo que la "discoteca" estaba cerrada, que no entrásemos. Les seguimos la corriente, y les dijimos que esperaríamos a que nos invitasen, y nos pusimos a hacer bromas mientras empezábamos a servir la mariscada y el ceviche.

Nosotras íbamos a beber unas colas heladas que habíamos encontrado en la nevera, pero el señor Irving dijo que nada de colas, que eran bebidas de bebés, que con la mariscada y el ceviche teníamos que beber champán, que era lo que iba bien, que dejásemos de ser tan niñas con las coca colas. Casi nos ofendió, y yo dije que ya sabíamos beber también vino, pero que prefería un refresco. El señor Irving me miró sonriendo y dijo que no era vino, que era champán francés de verdad, y que no quería ver más las colas. Las agarró y las guardó en la nevera.  Abrió una de las botellas de champán, y nos sirvió en unas copas largas que don Humberto acababa de sacar de un armario, y que nos comentó que eran mucho mejor que aquellos vasos de plástico que habían traído del restaurante. Don Irving dijo que iba a hacer un brindis, que levantásemos las copas, y que, por si no lo sabíamos, cuando se hacía un brindis había que beber toda la copa. Nuria y yo nos miramos, nos dijimos con la mirada que si se creía de verdad que todavía éramos unas niñas, y alzamos las copas, cuando, de pie, el señor Irving inició el brindis:

-Brindo por las dos nenas más guapas que han entrado en esta casa….

Sonreímos y empezamos a bebernos las copas. Entonces, don Irving soltó otra frase que no nos esperábamos:

 -¡Y por sus chochitos, sus conchitas, que es lo único que aún no les hemos visto a estas nenas y espero ver pronto!

Las dos nos atragantamos al oírle, nos dio un imprevisto ataque de risa mientras yo sentía una extraña excitación y cruzaba miradas con  Nuria, que también me sonreía con complicidad.

Yo dije:

-Hala, don Irving, ¡No se pase, no sea cerdo!

-No me paso, nena, y no nos tratéis de usted, llamadnos Humberto e Irving, ¡venga!

Yo me hice la chula, sin cortarme, mientras el champán me daba un extraño calor en el estómago.

-Pues vale, Irving, ¡no os paséis con nosotras, eh, que nos vamos a casa!

Y, dije algo que me vino sin pensar:

-Ya se sabe, cuando estás con viejitos, siempre se pasan… Nos tendremos que ir a casa, sois unos pervertidos…

Don Irving me miró con una sonrisa extraña y dijo:

-¡Qué va, nena, qué va, qué tú dices!... Primero hemos de comer y bailar, ¿sabes? Nada de iros hasta haber bailado… Se modo que  viejitos y pervertidos, ¿no? Es una buena idea, un buen nombre, Humberto y yo formaremos el grupo de los " viejitos pervertidos", y ¿vosotras qué? ¿Sois las "putitas baratas"?

Y dejó ir una extraña carcajada que secundó don Humberto.

Yo le hice una mueca de que no me había hecho gracia lo de “putitas baratas”, le enseñé el dedo mayor de la mano izquierda cerrando el puño, don Irving hizo lo mismo pero introduciendo el dedo en un círculo que había formado con los dedos pulgar e índice de la otra mano en un gesto muy claro que me hizo enrojecer por lo que significaba, y don Humberto cortó añadiendo con su acento cubano mientras reía:

-Vale, vale, no se me peleen ahorita, que se enfría la comida, ¿vamos a comer ya o me tengo que seguir muriendo de hambre?

Y los dos hombres empezaron a servir la mariscada y el ceviche y nos volvieron a llenar las copas. El champán estaba muy fresquito, y la Nuria y yo, que teníamos sed, volvimos a beber otra copa, aunque noté que al fondo había como los restos de un polvillo blanco, tal vez las copas no estaban bien lavadas, era un asco,   pero, bueno,  el champán helado pasaba como agua con la comida. La cazuela de mariscos estaba buenísima. Pulpitos, mejillones, sepias, langostinos, chocos, langosta, almejas, chipirones, gambas, berberechos, ostras, camarones,  era la mariscada más buena que había comido en la vida. Don Irving se había sentado a mi lado, él prefería el ceviche, y don Humberto al lado de la Nuria. Los dos explicaban muchas historias, incluso chistes verdes, que nos hacían sonreír desafiantes, y a veces el Sr. Irving me tomaba por la cintura e intentaba atraerme hacia su cuerpo, pero yo me soltaba con discreción y él me miraba irónico mientras chupaba las pinzas de la langosta mirándome con gestos provocativos con la lengua.

Don Humberto hacía más o menos lo mismo con Nuria, mientras seguíamos bebiendo y comiendo. Las botellas de champán y la mariscada se fueron acabando, yo estaba cada vez más flotante, al igual que Nuria, aquello nos gustaba, estábamos contentas, pero era ya como si un fuego extraño me recorriera el cuerpo, como si desease que el hombre me tocase,  y tal vez por eso no reaccioné cuando en un momento determinado él Sr. Irving me tomó y me giró la cabeza con brusquedad y me dio un beso rápido en los labios.  Me quedé quieta, sorprendida, y vi que don Humberto le hacía lo mismo a Nuria. Delante de mí me encontré ahora la cara de don Irving, que me ofrecía el cuerpo de un langostino que dijo que había pelado para mí. Dejé que me lo pusiera en la boca y me lo comí, sí, creo que estaba algo mareada, o más bien empezaba a estarlo mucho, pero todo aquello me gustaba, en realidad no me había hecho enfadar el besito que me había dado el hombre,  creo que empecé a desear que me diese más.

Terminamos ya de comer y los dos hombres no nos dejaron limpiar la cocina dijeron que lo haría más tarde el servicio (¿qué servicio?, no habíamos visto a nadie más en el apartamento). Pasamos al comedor, y nos dijeron que nos sentásemos, que ellos se iban a la habitación "discoteca", y que cuando nos avisasen, entrásemos e hiciésemos lo que nos dijesen.  Nosotras ya estábamos intrigadas ante tanto "misterio", nos reímos la una a la otra, y les obedecimos, sentándonos abrazadas en el butacón del comedor, la verdad es que  la cabeza nos daba vueltas a las dos, cada vez nos encontrábamos más locas y alegres. Al cabo de unos cinco minutos, después de oír unos pasos apresurados y unos ruidos, medio se entreabrió la puerta de la habitación "discoteca" y, de refilón, sin que le viésemos, oímos que el señor Chalquis nos decía que teníamos que entrar, cerrar la puerta y tomar asiento. Nos miramos las dos, nos encogimos de hombros, y fuimos hacia la "discoteca". Entramos y cerramos la puerta. Oscuridad. Los ojos se nos acostumbraron y vimos dos sillas iluminadas por un foco de luz amarilla. Nos sentamos. Una voz. Era la don Irving Altachua, pero con una entonación ronca y engolada, como si imitase al presentador de un teatro. Nos anunció lo que íbamos a ver:

-Señoras, señores, bellas señoritas Celia y Nuria, para ustedes, les presento el gran espectáculo ¡"El Gran Striptease de los viejitos pervertidos"!.

Y al decir lo de los viejitos pervertidos me miró y me guiñó un ojo. Nuria y yo estábamos sorprendidas, muy sorprendidas, porque aquello parecía un sueño, no parecía de verdad, y también nos notábamos con  enormes ganas de movernos y bailar, teníamos mucho calor a pesar del aire acondicionado, claro, pensé, la mariscada y el champán, sí, debía estar bastante bebida, demasiados tragos, seguro…

La voz del Sr. Altachua pide disculpas por las dificultades técnicas, dice que sólo tienen lo que encontraron en la casa, pero piensan que la gran discoteca que han montado en esta habitación nos gustará… Se apagan los focos, se encienden unas luces rojas que iluminan el ambiente dándole una sensación de malicia y peligro... Se empieza a oír una música sincopada que nos excita y hace temblar, Núria y yo la reconocemos enseguida, es una rumba que nos encanta, se llama “J. Balvin - 6 AM ft. Farruko”…    

De pronto salen a la zona iluminada por la luz roja los dos hombres, con unas sábanas a modo de  túnicas de árabes y unas toallas de turbantes. Y empiezan a bailar haciendo un striptease de tíos como el que a veces hemos visto en páginas porno de internet.  Las dos nos miramos y nos reímos, lo hacen muy bien, se mueven de una manera muy sexy, estamos muy sorprendidas, no nos esperábamos esto, pero nos gusta mirarles, parecen otros, parecen dos chicos de los que se dedican a esto, no podemos quitarles los ojos de encima, sentimos ganas de salir a bailar con ellos, pero nos paran con un gesto de la mano… Seguro que don Irving Altachua le ha enseñado antes al señor Chalquis cómo hacerlo, era la música que oíamos, porque el señor Chalquis es más callado y serio, le debe haber costado mucho lanzarse a bailar así delante de nosotras. El Sr. Altachua lo hace mejor, claro, muy convencido y hábil, pero el Sr. Chalquis también lo hace bien, al fin y al cabo es cubano y tiene ritmo, aunque se le nota como va mirando de reojo a don Irving Altachua para imitarle y seguir sus movimientos. El señor Humberto se ríe divertido, como con vergüenza, cuando mira hacia nosotras. Don Irving Altachua nos mira de otra manera, como si estuviese haciéndolo de verdad en una discoteca o un teatro, como si quisiera excitarnos con la mirada, nunca imaginé que fuera un hombre tan cachondo a su edad, realmente un pervertido.

La Nuria y yo nos tomamos de la mano y cantamos también las dos a coro  la letra de la canción.

Nuria me dice susurrando que después lo haremos nosotras, que lo hacemos mejor. Yo le digo que no con la cabeza, no tengo ganas de bailar de esta manera tan sexy, me da corte hacerlo delante de los dos hombres y, además, cada vez me noto más mareada, como flotando, y me están entrando ganas de reír, no sé por qué... Pero me susurra que no sea tonta, que ella, sola delante de un espejo en su habitación, ha bailado de esa manera muchas veces y hasta se ha hecho selfis, que yo haga como el señor Chalquis, que la mire y la vaya siguiendo. Y yo miro,  alucinada, lo que está pasando: los dos hombres se quitan poco a poco la toalla-turbante, después la sábana-túnica, los pantalones cortos, la camiseta, mientras nosotras nos dejamos llevar por la música batiendo palmas, acompañando el ritmo moviéndonos, hasta que se quedan sólo con los bañadores que llevaban en la playa esta mañana, y unos pañuelitos de seda que se han atado al cuello. Parece que se van a parar, la música anterior ha acabado pero empieza otra que identificamos como una canción de salsa llamada “Cuerpo a cuerpo”, la letra también la  sabemos y la cantamos siguiendo el ritmo: “Ayyy,  quédate... / hoy no vayas al colegio/ quiero seguir a tu lado amor,/chupar el néctar de tu flor/ Quiero meterme en tu pecho/ hacerte más mía/ Disfrutemos todo, hoy es nuestro día/ quiero meterme en tu lecho hacerte más mía/disfrutemos todo, hoy es nuestro día/ Disfrútame/ Cuerpo a cuerpo viviremos este momento tan bello/  del amor disfrutaremos enredados en el lecho/  Habitación a media luz solitos,  solo tú y yo/ ay! para hacerte el amor mmmm hasta que salga el sol/ Cuerpo a cuerpo viviremos este momento tan bello/  del amor disfrutaremos enredados en el lecho/ Te compraré un apartamento con su toda su decoración/ y que únicamente tenga una sola habitación, pa los dos/  Cuerpo a cuerpo viviremos este momento tan bello/  del amor disfrutaremos enredados en el lecho/ Aquiiiiiiiiiiii/  Cuerpo a cuerpo/ Alguien me está estremeciendo, enamorado/  Cuerpo a cuerpo/ Me queeema tu boca tu aliento mi linda nena/  Cuerpo a cuerpo/ Ay,, llévame, ay llévame contigo y por siempre/  Cuerpo a cuerpo/ De corazón te quiero, oye bombón/”

 

Pero entonces pensé que Nuria se había vuelto loca, porque empezó a gritar, dando palmadas, diciendo algo que recuerdo que he visto hace poco en un video porno de internet cuando gritaban como locas unas chicas viendo un striptease de tíos en una despedida de soltera:

-¡Todo!, ¡todo!, ¡lo queremos todo, lo queremos todo, todo!!…¡todo!!!…

Entonces los dos hombres nos miraron sonriendo, mientras la Nuria seguía chillando histérica, estaba mucho más borracha que yo.  Me di cuenta que debajo del bañador, había bultos muy grandes, como en la mañana en la playa cuando los dos hombres nos miraban casi desnudas del todo. Yo les sonreí, haciendo un gesto como que no tenía nada que ver con lo que gritaba Nuria, y don Irving Altachua miró al señor Chalquis, que le hizo un gesto con la cabeza como negándose a hacerlo. El Sr. Altachua le volvió a musitar algo, e hizo gestos como de ir a continuar bailando, llevándose las manos a la cintura. El señor Chalquis miró otra vez a don Irving Altachua, sonriendo como con vergüenza, y recuerdo que más o menos le dijo algo así como:

-¡Ay, carajo, deja de chingarme con esa vaina, pendejo,  todo no… Yo, con zorritas solo me desnudo en la cama…, cuando las voy a coger…

Pero el Sr. Altachua le hizo gestos de que siguiese, él ya estaba bailando, moviendo el vientre de forma obscena hacia adelante y hacia atrás al tiempo que él también cantaba y nos miraba a ver qué cara poníamos, la verdad era que al verlo así, don Irving Altachua estaba muy bueno, era como si no le hubiésemos conocido nunca como es de verdad hasta hoy.  Entonces, el señor Chalquis, burlándose de nosotras y como muerto de risa, nos miró como disculpándose, como que la culpa no era de él sino don Irving, e imitó todos los gestos que él iba haciendo, bajándose a poco a poco los dos el bañador, hasta que la Nuria y yo, primero a don Irving Altachua y luego al señor Chalquis les vimos el sexo, el pene, la polla como decían los chicos del barrio…  Eran como unas bananas muy grandes, hacia adelante y hacia arriba, más larga la de don Irving y más corta y gruesa la del señor Chalquis, los dos estaban eso que  llaman "empalmados" ¡Y a tope!. Las dos estábamos con la boca abierta, impresionadas, ante aquel espectáculo de los dos hombres con los enormes penes en el vientre, nunca habíamos visto nada como aquello, claro. Yo sentía mi cara arder, si hubiese luz normal se me vería la cara roja, seguro que estaba muy colorada, entre la mariscada, el champán, y ahora los dos hombres bailando desnudos y con la polla tiesa…

Debajo de los penes de los tíos se veían, en medio de pelos negros, las pelotas, los cojones o huevos, como decían ellos, los testículos de don Irving Altachua colgaban más hacia abajo y parecían enormes, y los del señor Chalquis estaban más arriba y eran como más anchos...Los dos tíos continuaron bailando con los bañadores en la mano, moviéndolos como una banderola, al tiempo que se movían de aquella manera hacia adelante y hacia atrás, como si estuvieran… Sí, claro, no nos engañábamos, la Nuria y yo nos lo dijimos en la oreja, se movían como si estuvieran follando, claro, como en las películas porno que habíamos visto en casa de la más puta de nuestra peña, la Lorena, con el señor Chalquis mirando siempre a don Irving Altachua para imitar lo que éste hacía. Y sus penes, rectos hacia adelante, yo diría que cada vez más grandes, oscilaban arriba y abajo cuando ellos movían sus vientres. Parecía un sueño, una excitante pesadilla ver así a los dos hombres, pero era real, bien real, estaba pasando… Cuando la música acabó, don Irving Altachua pegó como un rugido, y, tal como yo recordaba de haber visto en los videos de la Lorena que hacían los tíos de los stripteases, me lanzó el bañador.  Yo lo alcancé, al tiempo que el señor Chalquis también grito, más bien aulló,  y lanzó el suyo a la Nuria. Ella lo agarró, se lo pasó por la cara, como hacen las tías en los videos, e hizo que yo hiciera lo mismo.  Sí,  Nuria estaba muy bebida, como loca, había tomado mucho champán… Ahora me ha dicho que sospecha que tal vez ese día los dos hombres –yo creo que si pasó eso, fue don Irving, que siempre me había mirado de una manera provocadora y descarada-  nos habían puesto algo en la bebida, alguna pastillita de esas que se dice que algunos chicos utilizan en las discos, la verdad no sé, yo creo que perdimos la cabeza, nos volvimos como locas de golpe y nos dejamos llevar por ellos… Los dos tíos se quedaron quietos, no sabían cómo continuar, parecía que don Irving Altachua dudaba, y ahora empezó a sonar más música de salsa, una bastante conocida en las fiestas del barrio que puso don Irving y que también sabemos Nuria y yo, se llama “Devórame otra vez”.

La Nuria se puso en pie, me agarró de la mano y me dijo:

-Va, ahora, nosotras, ¿no?

Y empezó a bailar, suavemente, dejándose mecer y llevar por la música y cantando las dos la letra:

 

“He llenado tu tiempo vacío de aventuras más/  Y mi mente ha parido nostalgias por no verte ya / Y haciendo el amor te he nombrado sin quererlo yo/  Porque en todas busco la nostalgia de tu sexo amor/ Hasta en sueños he creído tenerte devorándome/  Y he mojado mis sábanas blancas recordándote/  Y en mi cama nadie es como tu/  No he podido encontrar la mujer/ Que dibuje mi cuerpo en cada rincón/  Sin que sobre un pedazo de piel ay ven/  Devórame otra vez, ven devórame otra vez/ Ven castígame con tus deseos más/ Que mi amor lo guarde para ti/  Ay ven devórame otra vez, ven devórame otra vez/ Que la boca me sabe a tu cuerpo/ Desesperan mis ganas por ti/ Hasta en sueños he creído tenerte devorándome/ Y he mojado mis sábanas blancas recordándote/ Y en mi cama nadie es como tu/ No he podido encontrar la mujer/ Que dibuje mi cuerpo en cada rincón/ Sin que sobre un pedazo de piel ay ven /Devórame otra vez, ven devórame otra vez/ Ven castígame con tus deseos mas/ Que mi amor lo guarde para ti/ Ay ven devórame otra vez, ven devórame otra vez/ Que la boca me sabe a tu cuerpo/ Desesperan mis ganas por ti/”

Yo primero estaba quieta, casi no me aguantaba en pie,  hasta que Nuria me llevó junto a ella tomándome del brazo y me hizo gestos de que bailase, y  empecé a imitar todos sus movimientos, mientras los dos hombres, desnudos y empalmados, pasaban a nuestro lado y se sentaban donde antes estábamos nosotras, ahora ellos eran los espectadores, y les hice un gesto cómo de circunstancias, como que lo hacía por seguir a Nuria… Y así, poco a poco, moviéndonos lentamente  con el ritmo de la música, nos fuimos las dos quitando la ropa, haciendo yo todo lo que iba haciendo ella, notando que en realidad me gustaba bailar de aquella manera, con aquella música, y me encantaba desnudarme delante de los dos tíos y  me excitaba ver cómo me miraban, como si fuesen tigres feroces que me iban a devorar.  

Y, lentamente, seguimos quitándonos la ropa, primero la camiseta, se la tiramos a los hombres, luego, poco a poco, lentamente la parte de arriba del bikini, desatando muy despacio las cintitas y sacándonosla lentamente, hasta que nuestras tetas quedaron rectas al aire.  Entonces oímos como los dos tíos dejaban ir una especie de aplauso que acompañaban con unos gritos, como un feroz rugido, porque ahora, como en la playa por la mañana, ya sólo llevábamos la braguita, la pequeña braguita del bikini, dos trocitos de tela, uno delante y otro detrás y unas cintitas para unirlos…. Y los dos hombres, primero, claro, don Irving Altachua y luego los dos juntos, empezaron a gritar, como antes  Nuria:

-Todo!…, Todo!…, Lo queremos tooodo!!!…. Tooooodo!… Toooodo!!!… Lo queremos toooodo!!!….

Nuria se llevó la mano a las cintitas de la braguita del bikini, yo la miré sin decidirme a seguirla también ahora, y el señor Irving empezó a gritar:

-Sí!!!! El chochito!!! Queremos ver ya la conchita de nuestras nenas!!!

Y los dos hombres gritaron a coro:

-Sí, ¡La conchita!, ¡¡¡El chochito!!! ¡¡¡¡ La vainita!!!!

Y yo ahora ya más nerviosa, y casi sin poder aguantarme de pie, continué imitando todo  lo que hacía Nuria.  Empezó, y yo también, a bajarse muy poquito a poco la braguita del bikini, siguiendo la música, primero por un lado, después el otro lado, dar media vuelta, bajarla por detrás, dejar desnudas las nalgas, dar media vuelta… bajar muy lentamente la parte de adelante, el sexo desnudo, la obertura, los  pelitos creciendo a su alrededor, levantar los brazos dejando caer la braguita a los pies, ya estábamos desnudas del todo… Oímos de nuevo un gran rugido, un gran aplauso de los dos tíos, un grito repetido, un aullido feroz, como si los dos se hubiesen vuelto locos o estuviesen borrachos:

-¡¡¡ Las conchitas, ya vemos las conchitas, buenos chochetes, superchochetes!!!!!!

Y yo notaba que la cara me ardía, no estaba a disgusto, no sentía nada de vergüenza, me lo estaba pasando bien a pesar del mareo, todo aquello era chulo porque no parecía verdad, parecía un sueño, era muy divertido, Nuria me sujetó porque estuve a punto de caerme… Nuria, igual que ellos antes, le tiró su braguita al señor Chalquis, que la tomó sonriente y se la llevó a la cara, y, claro, yo no tuve más remedio que tirarle la mía a don Irving Altachua, sentado junto al otro hombre en las sillas que quedaban en la penumbra de la luz roja de la habitación. El señor Irving la agarró, me sonrió y me envió unos besos con los dedos desde sus labios. Yo también le sonreí. Entonces se puso lentamente de pie, se colocó mi braguita en la cabeza, como un sombrero pirata, el señor Chalquis también se puso en pie e hizo lo mismo, mirando a la Nuria desnuda, mientras yo notaba los ojos don Irving Altachua recorrer mi cuerpo… Los dos hombres estaban delante nuestro, como expectantes, con los penes cada vez más enormes, los dos estaban como esperando algo, igual que yo, no sabía que íbamos a hacer ahora, suponía que vestirnos y bailar más, irnos a casa o, mejor, descansar y dormir algo, se me cerraban los ojos y me costaba mantener el equilibrio de pie…  

Vi entonces que el señor Irving se me acercaba y tiraba de mí, tomándome del brazo y como arrastrándome. Yo no entendía, pero me hizo un gesto de que no me preocupase y le siguiese. Noté que le había dado a un botón, y que ahora la música era muy dulce y suave. Me llevó hasta las camas, que estaban juntas, se dejó caer en una, y tiró de mí haciendo que yo me tumbase a su lado. Yo me dejaba llevar, no podía resistirme, había algo que me tenía hipnotizada, sin poder reaccionar.  Empezó a costarme respirar. Vi que encima de las camitas había un enorme cuadro, con un extraño templo en unas montañas, unas letras que decían " El Poder del Machu Pichu", y en el centro del cuadro había una especie de retrato de don Irving, vestido como lo hacen los nativos de América del Sur y con una extraña flauta en la mano. ¿Qué pretendía ahora el señor Irving? Me negaba a aceptarlo aunque me lo imaginaba, no era posible, no podía ser verdad… Vi que en la otra cama se acostaba la Nuria, y a su lado se encamaba con ella el señor Humberto…

Quedamos las dos en las camas, desnudas, mirando el techo, con sólo una luz roja dándole una tenue iluminación a aquella habitación o "discoteca" ya no sé lo que era. La música seguía sonando, todo era como un extraño sueño, parecía irreal… Ahora no había duda, estaba claro, no hacía falta pensarlo mucho, por muy mareada que estuviese yo sería tonta si no entendía que los dos tíos iban ponerse encima de nosotras en las camas, me di cuenta de que sí, estaban pensando en meternos los penes en nuestros "chochitos", como decían ellos, pero me di cuenta que no me importaba, que casi deseaba que lo hiciese ya don Irving, cuanto antes mejor, sentía un extraño e inesperado cosquilleo en mi sexo, mi cuerpo ardía, estaba como muy excitada pero al mismo tiempo me dormía, como si todo aquello no fuese verdad o no  me estuviese pasando a mí, veía como unos colores estallando en las rojas paredes…  No estaba muy segura de que aquello que estaba haciendo fuese correcto, aunque me enloquecía la idea de imaginar a don Irving colocarse encima de mí.  Yo sabía que algún día sería el primero que haría "aquello", pero intuía que era "ahora", así, tan de sorpresa… Y  no me parecía malo, nada malo… De todas maneras, la verdad es que no hice el más mínimo gesto de oponerme, estaba extrañamente paralizada, me quedé igual que Nuria en la otra cama que había junto a la mía, desnuda y quieta, deseando y temiendo que el hombre se decidiese de una vez a ponerse encima de mí y meterme aquello en el sexo… Me di cuenta de que don Irving se había puesto de pie, y la música dejó de sonar.

Ahora creo que oía cuchichear, tal vez era la voz don Irving Altachua murmurándole algo al señor Chalquis. Delante, al lado de la cama, se me dibujó el cuerpo desnudo don Irving Altachua, de pie a la altura de mi cara. Se le veía hasta la mitad de los muslos, iluminado sólo por la suave luz roja. Me fijé en su pene, ahora cerca de mí, tan recto, tieso y enorme como antes, y me hizo gracia ver que en la ingle, junto al sexo, llevaba un tatuaje que representaba una enorme ave de grandes garras. Uffff, me pareció que el ave volaba y me quería atrapar con las uñas, pero no, continuaba siendo sólo un tatuaje. Nuestros ojos se cruzaron, y él sonreía y me miraba con una especie de fuego en los ojos. Se inclinó sobre mí, hice un poco de espacio corriéndome hacia el centro y, a poco, don Irving Altachua estaba de nuevo acostado, de lado, junto a mí.  Nuestros cuerpos se tocaban, y pensé que su pene debía de estar muy cerca de mi cuerpo. Yo no podía moverme, seguía estando como paralizada, tenía ganas de reír y de llorar, me dormía y me sobresalté  cuando sentí que don Irving Altachua me agarraba una de mis tetas y la apretaba con la mano después de sorberme el pezón con sus labios mientras yo gemía de placer.

Casi sentí terror, era el primer hombre que tocaba mi cuerpo de verdad, fuera de los pellizcos en el culo de los chicos del Instituto. Supuse que el señor Chalquis estaría en la otra cama haciendo lo mismo con Nuria.  Don Irving me besó, aplastó sus labios en los míos, era la primera vez también que un hombre me besaba de esa manera, noté que me gustaba, sentí el gusto a tabaco y alcohol de su aliento dentro de mi boca pero me di cuenta de que no me daba asco como había pensado muchas veces que me pasaría si hombre mayor me besara, era agradable, le dejé que continuase haciéndolo, y luego apreté yo mis labios en los suyos, él notó que ahora yo le estaba besando a él, y supongo que interpretó que era algo así como mi autorización para que siguiese adelante con lo que quisiese hacer conmigo.

Entonces, mientras me besaba, sentí que me metía su lengua en mi boca… Me tomó por sorpresa, su lengua recorría ahora mis dientes y acariciaba mi lengua, hice un gesto para separar mi boca de la de él, pero don Irving me sujetó la cara con las manos e impidió que me moviese, su boca apretaba con furia mis labios, volví a abrir los dientes y permití que su lengua volviese a buscar la mía. Su saliva estaba dentro de mí, se mezclaba con la mía… Don Irving Altachua, al tiempo que me besaba, empezó ahora a acariciarme los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su mano caliente allí, casi me hacía cosquillas excitándome y luego sentí sus dedos paseando, ¡ay! por encima de mi sexo, jugando con los pelitos y casi metiendo en mi vagina alguno de sus dedos …  Yo estaba a la vez muy enfadada y contenta conmigo misma, aquello que me estaba haciendo don Irving me estaba gustando mucho, quería que siguiera… Nunca entenderé qué me pasó, por qué me sentí tan atrevida, por qué no me resistí… No sé, Nuria piensa que estábamos muy bebidas las dos, y, como dije antes,  que tal vez había algo más, no sé, puede ser, creo que nunca lo sabremos, Irving nunca me lo explicará, si hubo algo de eso… Ni yo se lo preguntaré tampoco… Ahora su cabeza estaba entre mis piernas, metió su lengua en mi sexo, lamiéndome la vagina y humedeciéndola con su saliva, yo me sentía a punto de desmayarme de excitación y placer, mi corazón iba a doscientos por hora, su boca, sus labios, sus dientes jugaban con mi clítoris, sus dedos lo pellizcaban y luego se paseaban por todo mi sexo… Poco a poco noté que se deslizaba encima de mí, sentí su peso en mi vientre, en mis pechos aplastando mis tetas, al tiempo que me separaba los muslos y se colocaba en medio.  Giré la cabeza un poco y vi a don Humberto mirar a don Irving Altachua desde la otra cama y colocarse sonriendo sobre  Nuria como él había hecho encima de mí.

Pensé que seguro que don Irving Altachua ya había hecho todo aquello antes muchas veces con otras chavalas del barrio como yo, seguro que era verdad lo que me habían dicho, que don Irving Altachua ya se lo "había hecho" hacía tiempo con la Lorena, la más garrula y puta de mi grupo…  El Sr. Altachua me besaba en la boca, el cuello, me lamía y apretaba las tetas, me chupaba y pellizcaba los pezones - ¡que placer me daba cuando lo hacía!-, todo aquello me gustaba mucho, parecía que el hombre sabía perfectamente lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien, se le notaba muy seguro, me gustaba mucho sentir su peso encima de mí, su vientre aplastado en el mío -allí notaba que estaba también el gran pene del Sr. Altachua, sentía su forma encima de mi pubis-, su pecho oprimiendo el mío…  Noté que sudaba, que yo también me movía aunque su cuerpo pesaba bastante encima del mío…

Y, entonces, sentí de pronto que algo se metía en mi sexo, algo se metía en mi vientre… Algo empezaba a entrar en mi cuerpo… Pensé que eran los dedos don Irving, como antes, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo, aquello que se metía, aquello que se metía, sí, claro, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, era, ¡sí!, ¡era aquel enorme pene que salía del vientre don Irving!… ¡Oh, noo, claro!, ¡Era su pene!  Sí, había empezado a penetrarme, noté, asustada, horrorizada, que se abría paso, que estaba entrando en mi sexo, que era algo enorme, muy caliente y duro que se estaba introduciendo en mi cuerpo, cada vez más, estaba impresionada, desconcertada, paralizada, si, el momento que miles de veces me había imaginado sin saber cómo sería había llegado, el hombre me la estaba metiendo, me estaba desvirgando, aquel gran pene estaba entrando, me abría, apretaba hacia adelante…  

Me quedé aún más paralizada, sin respirar, abrí los ojos, a punto de gritar, noté que me llegaba repentinamente el gran pánico, el miedo, como si despertase en medio de un sueño, que debía de huir, pero no podía moverme, estaba quieta, le dejaba hacer, no sé qué me pasaba, estaba como inmovilizada, tenía que escapar, pero no me movía… Era real, el pene de don Irving empezaba a estar dentro de mí, y, de pronto, sin que pudiese pensar en nada más, sin poder reaccionar, sentí un pinchazo en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí.  Dejé ir una especie de ¡aayyy!, que era entre un grito y un gemido de terror, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios. Nuria al oírme se dio cuenta de lo que me acababa de pasar según me explicó después, volví a quejarme y gemir un poco, y noté como el pene del hombre seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo de mi sexo,  me hacía daño, era como si una navaja me estuviese cortando y desgarrando por dentro, dejé ir varios gritos más altos que don Irving silenció tapándome la boca con una mano mientras con la otra agarraba mi culo y lo apretaba contra su sexo, como ayudándose él mismo a meter su pene hasta lo más profundo de mi vientre, y yo sentía dolor, me estaba haciendo daño…

Sí, el hombre acababa de meter todo su miembro, toda aquella gran banana, dentro de mí, me la había clavado hasta lo más hondo, me había roto aquello que las chicas perdemos la primera vez que hacemos sexo, el himen… Ahora, don Irving Altachua,  se aprovechó a fondo, naturalmente, del momento en que me acababa de desvirgar, me besó en la boca, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pechos, me hizo todo aquello que él había antes notado que me gustaba que hiciese, y empezó a moverse arriba y abajo, y yo notaba que su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir…  

Y aunque todavía notaba dolor cuando él volvía a meterla hasta el fondo de todo apretando como si me quisiera reventar, me di cuenta de algo espantoso: a mí me gustaba sentir su pene dentro de mi vagina, era como un picor muy agradable y excitante notar la polla del hombre moverse adelante y atrás dentro de mi vientre, especialmente cuando parecía llegar al fondo el dolor se mezclaba con un gran placer, era algo increíblemente agradable que me dejaba sin respiración, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, sudando, moviéndome a mí al moverse él ahora ya con gran violencia, como si se hubiese vuelto loco, como si ya no fuese un ser humano sino una fiera salvaje, se aplastaba contra mí, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo, y yo,… Estaba enloqueciendo de dolor y placer…

De pronto, sentí un gemido, como una queja, era la voz de Nuria, dejó ir un grito de dolor, seguido de unos chillidos impresionantes, y me di cuenta de que don Humberto, el mulato cubano,  ya se la había metido, en ese momento la acababa de desvirgar, tal vez le había hecho algo más de daño que a mí, porque Nuria se seguía quejando de dolor…  Iban más retrasados que nosotros, pensé que seguramente el señor Chalquis sí que se aprovechaba más a fondo del momento en que desvirgaba una jovencita, seguía a fondo el comentario que me había hecho antes don Irving, "… sin prisas gozas más…", y por eso había tardado más que él en metérmela a mi…  Don Irving Altachua conmigo no dudaba de lo que hacía, y el señor Chalquis iba descubriendo lo que don Irving le había dicho, hacerlo con nosotras, desvirgar unas putitas finas del barrio no era lo mismo que follarse a sus habituales fulanas caras, nosotras podíamos salir corriendo si se pasaban, a no ser que, como le había dicho guiñándole un ojo al cubano cuando comíamos la mariscada: " Yo sé cómo trataros, ¿eh, nenas que os lo estáis pasando bien?… "

Nuria volvió a gemir, giré un momento la cara, vi al Sr. Chalquis moviéndose encima de ella igual que don Irving Altachua lo estaba haciendo encima de mí, hacía lo mismo, metérsela y casi sacársela, metérsela más adentro y afuera otra vez, adentro y afuera, igual que el Sr. Altachua continuaba conmigo…  Seguro, sí, seguro que don Irving Altachua le había explicado como desvirgar chavalas sin que nos quejásemos ni rebelásemos huyendo aterrorizadas, y sin que nos sintiésemos violadas porque nadie nos forzaba a estar allí con ellos, habíamos ido con ellos porque habíamos querido… Y tal vez… El mismo extraño presentimiento que tuvimos Nuria y yo me vuelve al pensamiento con más fuerza, una y otra vez… Sí, tal vez… En la bebida… Pero nunca lo sabremos, claro… Ni tampoco me  importa mucho, la verdad…

El gemido de Nuria ahora era una especie de ronroneo como el de una gata…  Giré de nuevo la cabeza, y vi como la Nuria se abrazaba al cuerpo de don Humberto Chalquis, moviéndose igual que él, pasando una mano por su espalda y apretando el culo del hombre contra su vientre con la otra, al tiempo que lo besaba y seguía gimiendo y jadeando. Parecía que la Nuria se lo estaba pasando formidable, que ahora aquello ya le estaba gustando mucho, igual que a mi… Entonces yo hice lo mismo. La verdad era que molaba muchísimo, y que nunca me había notado tan excitada como aquella primera vez sintiendo el gran pene de don Irving bailar dentro de mi cuerpo… Sí, tenía que tranquilizarme y divertirme como estaba haciendo Nuria. Me abracé a don Irving Altachua, que continuaba moviendo su pene dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba jadeando como si le faltase aire, entonces le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre como había visto que hacía Nuria, casi hasta hacerme más daño que antes cuando él me la metía hasta lo más profundo, me moví arriba y abajo, arriba y abajo, adelante y atrás, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos, crucé mis muslos apretando su pelvis.  Era formidable, sí, superguay, el pene no dejaba de agitarse y sacudirse dentro de mí, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo, entrando y saliendo, don Irving Altachua se ahogaba y rugía, me miraba, cerraba los ojos, gruñía, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, me gustaba mucho, no puedo explicar bien con palabras lo que sentí en aquellos momentos de mi primer sexo con un hombre…

Inesperadamente, de súbito, como un relámpago, don Irving Altachua dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, un chillido de animal herido, un aullido estremecedor, como si algo explotase dentro de él… Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a saltar encima de mí de forma frenética, muy acelerado, a mí me gustaba mucho, parecía que él ya no podía respirar, su pene entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, él me movía y me aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos sobre mi cuerpo, pero cada vez me gustaba más… Me maltrataba, abusaba de mí,  pero era superguay,  don Irving  empezó a gemir y aullar aún más alto, gritando, como si se ahogase, y yo noté entonces, sorprendida, que cada vez que ahora él pegaba un salto hacia adelante, clavándomela hasta lo más hondo, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como si brotase de una fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba mojada, un líquido muy caliente se abría paso en el interior de mi cuerpo, una chica del cole que lo había hecho ya muchas veces nos había explicado que cuando te entraba el semen de un hombre no lo notabas, pero ahora yo sí lo estaba sintiendo moverse dentro de mí…  

Me di cuenta de que don Irving Altachua se estaba "corriendo" -como decían los chicos-, dentro de mí, que había llegado a eso que se llama "orgasmo", y yo, no puedo ni explicarlo, no puedo expresar  lo que sentí, clavé mis uñas en el cuerpo del hombre y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear, me moví tan rápidamente como él, le besé, le mordí, me llegó una explosión súbita de placer como nunca hubiese podido imaginar… Era como si mil animales rugiesen dentro de mí, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, que ahora era yo quien sacudía a don Irving al moverme y saltar yo, no sé cuánto duró… Hasta que me di cuenta de que estaba empezando a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, que yo casi ya no me movía, que don Irving  ya estaba quieto encima de mí, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, que a los dos nos costaba respirar, que estábamos bañados en la mezcla del sudor de los dos… Y él hombre se apartó de lado, aún con el pene dentro de mí, don Irving buscaba ponerse cómodo para descansar…

Yo le estaba acariciando la cabeza, me notaba mojada por dentro, el líquido caliente se movía en mi cuerpo, don Irving se fue quedando como dormido, como muerto, a mi lado, casi encima de mi cuerpo… Y, al lado, ahora me daba cuenta, se oía al señor Chalquis y a la Nuria gemir, gritar, jadear, moverse, movían la cama como nosotros antes, sí, ahora ellos también habían explotado como nosotros hacía unos momentos, el señor Chalquis se estaba corriendo dentro de la Nuria, parecía que a ella le estaba gustando tanto como a mí… Es imposible que más… Después todo fue quedando rápidamente en silencio, ya no había ruido… Eso sí, se oía nuestra respiración, aún jadeantes los cuatro, don Irving Altachua estaba medio dormido, yo volvía a notar que estaba muy mareada, la cabeza me daba vueltas, el mundo se me iba… Pasó un tiempo, tal vez un cuarto de hora, y le aparté un poco para poder respirar mejor, su pene ya blando y tranquilo había salido de mi sexo al movernos los dos…  El hombre se quedó pegado a mí, puso la mano en mi sexo y se dedicó a chuparme la teta que le quedaba más cerca de la boca, después la otra, entonces yo me atreví -¿por qué no? a- a tomar su pene con la mano, a palpar sus testículos…  A él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevé su mano a mi sexo y la dejé allí, me toqué, me toqué allí y en los pechos… Y ya no pude más, con la relajación volví a notar que las paredes y el techo de la habitación se me venían encima, y me quedé dormida.

Un tiempo después, no sé, una hora o así, noté a mi lado la vocecita de la Nuria, como para no despertar a los hombres -sí, el suyo, el señor Chalquis también estaba dormido-, y me dijo que fuese con ella, que nos teníamos que duchar… Yo no la acabé de entender y le dije que estaba bien así, que me dejase, que estaba durmiendo, que me daba vueltas la cabeza, no podía moverme, me dolía la vagina…  Entonces ella me dijo a la oreja que bueno, que allá yo, que si no me duchaba ya sabía lo que podía pasar…  La entendí, como una revelación súbita, sí, claro, estábamos las dos mojadas por dentro, teníamos dentro el semen que había salido del pene de los tíos, teníamos que lavarnos para no correr el riesgo de quedarnos preñadas… Me levanté sigilosamente, y apoyada en el brazo de Nuria, desnudas las dos, salimos de la habitación sin hacer ruido y nos fuimos hacia la ducha… Nuria me dijo que por si acaso la ducha no era suficiente, hablaría con su hermana, que trabaja en una farmacia, para que nos trajese a cada una de nosotras una pastilla de aquellas que hay para que no te quedes preñada si la tomas antes de un día después de haber follado.

Después, de nuevo en la habitación, nos miramos, nos dimos un besito y nos reímos y lloramos como locas.  Sí, las dos lo habíamos hecho por primera vez, y lo habíamos pasado muy bien, había sido tope guay, pero ahora nos hacía daño el vientre y sentíamos una gran vergüenza al ver los dos hombres que nos habían follado desnudos en la cama, con los penes que habían estado dentro de nosotras y los testículos colgando en medio de un bosque de pelos ensortijados… A ella también le había hecho mucho daño el cubano don Humberto cuando se la metió, pero después se divirtió y tuvo un gran orgasmo, igual que yo… Dijo que su cubano era tan dulce, tan cariñoso, que bien mirado, lo había hecho muy bien, el dolor que sintió cuando la desvirgó no era culpa suya… Yo, para no quedarme atrás le dije que el mío, el peruano don Irving, también lo hacía muy bien, que sabía cómo hacerlo con chavalas como nosotras… Aunque pienso que don Irving es más duro, creo que su conducta conmigo había sido más brutal que la del mulato cubano con mi amiga… En esto el hombre se despertó, se puso en pie, se acercó a mí, y me besó y abrazó, igual que yo a él.

Nuria se acercó a don Humberto, que la miraba, también despierto, desde la cama. Yo, de pronto, sentí ganas de vomitar y por indicación de don Irving Nuria me llevó de nuevo al baño, donde estuvimos un buen rato refrescándonos otra vez las dos. Poco después los dos hombres se habían vestido y estaban en el comedor fumando un habano cada uno, aún medio dormidos, con cara de satisfechos y mirando la tele.  Ya habían desmontado la habitación discoteca, era como si no hubiese pasado nada. Las camas estaban hechas, pero las abrimos y vimos en las sábanas unas manchas de sangre, de cuando los dos hombres nos desvirgaron. Estuvimos, ya vestidas, un ratito sentadas con ellos en el comedor, acariciándonos y dándonos besitos. El señor Chalquis dijo que era tarde, que tenía que volver a casa porque tenía que arreglar unos asuntos. Nos fuimos de nuevo en el coche de don Irving. Casi no hablábamos, tan solo ellos nos besaban y nos sonreían casi como burlándose un poco de nosotras. Al despedirnos quedamos en encontrarnos la mañana siguiente en la puerta del Club. No sé si primero iremos a la playa o sí querrán que volvamos a ir a su casa nada más llegar, la verdad es que ya tengo ganas y miedo de volver a hacerlo…  

La Nuria ha venido conmigo a casa, mi madre nos ha preguntado si lo habíamos pasado bien, le hemos dicho que sí, que mucho, y nos hemos reído mirándonos nerviosas, mami nos ha dicho que nos encontraba muy pálidas habiendo ido a la playa y ha añadido, al no entender nuestras risas, que estamos en la edad del pavo. Nos hemos mirado de nuevo y nos hemos vuelto a reír, mordiéndonos la lengua para no estallar en carcajadas histéricas. Luego, en mi habitación la Nuria me ha explicado todos los detalles de cómo se lo ha hecho el señor Chalquis y yo todos los detalles de cómo me lo ha hecho don Irving Altachua.

Nos quedaba una última sorpresa… Al sacar las cosas de las bolsas que habíamos llevado a la playa, encontramos dos sobres que no habíamos visto. En uno decía "Para Celia", y en el otro, con letra distinta, decía "Para Nuria". Los abrimos. Dentro de cada uno había diez billetes de 50 euros, quinientos euros para cada una, un auténtico tesoro para nosotras, y una nota, firmada por don Irving y don Humberto, que decía: "Para nuestras dulces y guapas amiguitas, en recuerdo de este día tan especial… ¡Sois las mejores follando! ¡Compraros cosas bien guapas!". Nuria y yo nos hemos mirado, algo desconcertadas, pero la Nuria se ha puesto a reír, se ha guardado el dinero, y ha dicho, mirándome.

- Qué guay, ¿No? ¡La de cosas que me voy a comprar!

Yo he sonreído, me he guardado también el dinero, y hemos hecho una lista de lo que nos íbamos a comprar para que nuestros dos amigos o, aún no me atrevo a decirlo, amantes,  nos viesen bien atractivas y guapas… Después le he dicho a Nuria:

-Somos pérfidas y malas, ¿No?

Nuria me ha contestado:

-¡Y unas putas también, nos han pagado por follar, ¿Verdad que sí?!…

Yo he añadido:

-Pero nos lo hemos ganado, tía, ¡Aún me duele la vagina de lo grande que tiene la polla  Irving! Y,  oye, quinientos euros, en todo caso no somos putitas baratas… -y me puse a reír…

-Igual que a mí, tía, parece que tenga un cuchillo cortándome por dentro… - comentó Nuria con un gesto de dolor tocándose el vientre.

Como aún estaba algo mareada y con ganas de vomitar,  le dicho a Nuria:

-Creo que aún estoy borracha… Todo me da vueltas si me muevo mucho… Hipssss!!!! –bromeé y le expliqué un chiste pervertido que me explicaron el otro día unos chicos calientes de mi calle:

 

“Iba un día lluvioso de este final de verano por la calle una muchacha muy guapa y sexy con unos pantaloncitos muy cortitos que ya casi dejaban verle el culo, cuando, de pronto, se acercó un desconocido muy fuerte con aspecto de gorila y le dijo: “¡Nena, qué buena que estás, te voy a comer el coño!” Ella le miró sorprendida y alterada, y le gritó “¡Pero qué dice usted, hombre…!”  Entonces el gorila  vio llegar por la calle un coche de  policía, tuvo miedo de que la chica le denunciase por acoso, y le dijo: “No he dicho nada malo, te he dicho que está llegando el otoño…” Y entonces la chavala le dijo: “Sí, hombre, ahorita no te me vuelvas atrás…””

Y las dos nos hemos vuelto a reír dejándonos caer abrazadas en mi cama…

Al anochecer, mi madre ha vuelto al restaurante a trabajar en la cocina para las cenas y yo he ido con ella. Me iba a volver a encontrar con don Irving, seguro…

Barcelona y Ciutadella de Menorca, 2004-2014

 

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