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Me entregué al amante de mi madre en Cala Morisca

en Hetero: Primera vez

ME ENTREGUÉ AL AMANTE DE MI MADRE EN EN CALA MORISCA

Bajé de mi casa cuando me llegó su mensaje al teléfono, tal como habíamos quedado. Ya en la calle, vi que abajo en el cruce estaba parado el coche de Nelson Altachua, el socio y amigo peruano de mi madre. Todos me dicen que soy muy guapa y me parezco mucho a ella cuando tenía mi edad.

Ayer Nelson me dijo que podríamos ir a dar una vuelta por el mar en su yate, aprovechando que empieza a hacer calor, el mar está muy tranquilo y mamá está toda la semana de viaje de trabajo a Madrid, haciendo un cursillo de perfeccionamiento. Me hizo mucha ilusión, yo sabía que nuestro amigo tiene un yate en un puerto cerca de Barcelona, pero nunca había estado en él, de hecho nunca había estado en ningún yate, de forma que no lo pensé y le dije enseguida que sí, muy contenta, aunque tendría que faltar al colegio, cosa que no me importa mucho, porque la Secundaria es muy aburrida, un auténtico rollo y los profesores sólo son amables con los que les siguen la corriente en todo. Quedé con él en que me avisaría cuando me viniese a buscar por la mañana. Fue después, por la noche, cuando me bañé en casa y me vi desnuda en el espejo del cuarto de baño, -es verdad que para mi edad estoy ya muy buena-, cuando me entró una cierta inquietud y muchas dudas. Me iba a ir sola con Nel, al que conozco desde pequeña, cuando, después de divorciarse mis padres, o tal vez antes, se convirtió en el amante de mamá, además de su socio, pero sin que sean novios fijos, mami dice que no quiere estar ligada nunca más a un hombre.

Hace tiempo que me he dado cuenta que, ahora que he crecido, Nelson me mira de una manera un poco extraña, no soy tonta aunque puede que a veces lo parezco un poco, por lo menos eso me dice la profe de Matemáticas del colegio cuando se da cuenta de que no entiendo nada de lo que dice. A papá le veo sólo una o dos veces al año, se fue a vivir a Buenos Aires donde se casó con una joven argentina y tienen ya tres hijos. Hace poco fue el aniversario del mayor, tiene ocho años, y le envié de regalo una camiseta del Barcelona con el nombre de Messi, aunque a mi no me gusta el fútbol para nada.

Dormí poco aquella noche, dudando si ir con Nelson al yate o no. Al final acabé bastante nerviosa, hasta que a las ocho de la mañana, como me había dicho, me envió un mensaje diciéndome que ya me esperaba en la calle con su coche. Y me despedí de Luisa, la asistenta de casa, bajé, como dije antes, y vi que él me estaba esperando cerca, en el cruce de mi calle con la Vía Augusta, donde había encontrado un pequeño espacio para estacionar en doble fila y aguardar a que yo bajase mientras no le multase o le obligase a marchar un policía municipal. Entonces dudé, dudé mucho, no sabía que hacer, me quedé parada, casi como paralizada… Y ya estaba a punto de volverme atrás e irme a clase al colegio olvidando al amigo de mi madre, cuando pensé que si no iba renunciaba a todo lo que podía divertirme con él. Respiré profundamente, me cargué de valor, miré adelante y me dirigí hacia el auto del hombre.

Nelson, al verme, salió sonriente, me besó en la mejilla, dejó mi bolsa en los asientos traseros del coche, me senté a su lado mientras él me puso el cinturón de seguridad rozándome las tetas con sus manos, y arrancó en dirección al puerto deportivo de Ginesta de Sitges, a unos veinte kilómetros en la costa sur de Barcelona, en el inicio de las montañas de Garraf. El viaje fue pesado, a aquella hora había mucha aglomeración de autos entrando y saliendo de la ciudad. Nelson estaba muy amable y agradable, aunque me inquietaba que no dejaba de sonreír de una manera extraña mientras me miraba, incluso en un momento, en la autopista, no sé si se equivocó, pero al cambiar de marchas dejó caer la mano en mi rodilla, donde la tuvo algunos segundos hasta que yo aparté el muslo hacia el otro lado.

Por fin, hacia las nueve de la mañana, después de un buen rato de circular a la aburrida velocidad de 80 km para no caer en las trampas de los numerosos radares de la zona, Nelson y yo llegamos en su auto alemán al paseo marítimo que lleva al puerto deportivo, situado junto a las costas de los acantilados de Garraf. Hacía sol y un buen día de final de primavera, con una temperatura bastante cálida para no ser aún el verano. Nelson pasó la barrera de entrada al puerto deportivo, y circuló muy lentamente hasta llegar al punto de atraque en el que tenía su embarcación. El embarcadero se veía completamente desierto, se notaba que no era aún la temporada de verano y además era día laborable, la gente estaba en sus trabajos en las ciudades. Al fondo se veían varias embarcaciones que estaban siendo reparadas fuera del agua en un muelle especial. El auto quedó estacionado delante del yate, recogimos las bolsas del maletero y Nelson lo cerró. Subimos por la escalerita de madera sacó una llave y abrió la puertecita que impedía el acceso a la embarcación. Me sujetó por la cintura y me hizo dar un pequeño salto a cubierta. Yo, no sé porqué, esperaba una especie de velero, pero era un yate de motor no muy grande.

En los camarotes había una habitación con una cama de matrimonio en uno de los extremos, una sala comedor con un sofá cama, una mesa, unas sillas, una cocina, la nevera, y un mueble con los aparatos de comunicación y navegación, un cuarto de baño y una pequeña salita interior con la lavadora y la despensa. De la sala comedor se podía acceder a una escalerita que daba a la cubierta de mando elevada sobre el nivel del mar. Me senté en una butaca de la sala, y el hombre se quedó de pie sonriendo mientras me miraba fijamente.

Nelson me dijo que íbamos a ir a la hermosa playita que hay en Cala Morisca entre los pequeños puertos de Garraf y Vallcarca y que era mejor que nos cambiásemos ya, como el día era fantástico, nos podíamos bañar cuando llegásemos a la cala. Apoyando la mano en mi hombro repitió que ya nos podíamos desnudar y ponernos cómodos. Yo me sentí parada, muy intranquila, intuía una amenaza inminente en el hecho de desnudarme ahora mismo delante de Nelson. Él lo notó, y se puso a reír. Se quitó rápidamente la camisa y los pantalones, y se quedó vestido con sólo un bañador de color negro, y una cadena de oro con una medalla inca en el pecho.

Se le veía grueso, con la barriga sobresaliendo del bañador y con un bulto considerable en el bajo vientre. Sentí que mi cara enrojecía al darme cuenta de que Nel parecía tener un pene y unos testículos muy grandes… Se cruzó de brazos, con cara burlona, esperando que yo me desnudase. Yo no sabía que hacer, estaba desconcertada y muy nerviosa, en realidad lo que me habría gustado en aquel momento tal vez era dejarlo correr todo y volverme a casa, pero hice lo único que me pareció lógico para no parecer una niña miedosa o imbécil. Me quité la camiseta, me bajé los tejanos, y me quedé desnuda, con sólo el sujetador y el tanga de mi bikini tapando partes mínimas de mis pechos y mi sexo. Estábamos al final de la primavera, y yo estaba muy blanca y mis ojos supongo que mostraban mi expectación. Él me dijo que bueno, que ahora navegaríamos hasta la playita a bañarnos. Me miré en el espejo del cuarto de baño y me peiné alisándome el cabello para estar bien guapa, en realidad soy muy presumida.

Subí a cubierta, en la que Nel maniobraba en el timón para apartarse del muelle y salir del puerto. Me dirigió, sonriendo, una mirada larga, me repasó de arriba abajo, aunque ya me había visto desnuda otras veces, en la piscina de su casa con mi madre, y noté que le gustaba mucho lo que estaba viendo. Noté una cosa muy curiosa, Nelson es todo lo contrario de un hombre guapo y atlético, pero sentí una rara sensación de atracción por su cuerpo, me lo imaginé tocándome y… ¡uf!, violándome… Pero no me desagradaba la idea… Tal vez era que yo había oído decir a mi mami que Nelson es un putero que cada día se acuesta con una chica diferente, y por ello me invadía una gran curiosidad hacia el grueso cuerpo de aquel hombre tan experto en acostarse con mujeres, me preguntaba que debían sentir las chicas cuando lo tenían encima. Me puse a su lado junto al timón del yate, y Nel me atrajo hacia él agarrándome por la cintura. Me estremecí cuando sentí su manaza en mi cadera, tan cerca de mis nalgas. Fuimos saliendo poco a poco del puerto, y cuando pusimos rumbo al oeste, cerca de la costa, me colocó al timón y él se puso detrás de mí, abrazándome por detrás mientras me rozaba el cuello con sus labios. Él me estaba hablando, pero yo, muy azorada, casi no atendía a las cosas bastante provocativas que el hombre me iba diciendo mientras pegaba por detrás su cuerpo al mío.

Pasamos junto al lindo puerto de Garraf, y enseguida llegamos a la altura de una pequeña playita llamada Cala Morisca, que se veía casi desierta, parecía que había alguna pareja tomando el sol. La mar estaba llana como un espejo, y las aguas muy limpias y cristalinas, hasta el punto que se veían peces arremolinarse junto al yate, mientras Nel les echaba unos trozos de pan seco que había en un saco en cubierta, que atrajeron también a algunas gaviotas. Paró el motor, echó el ancla, subimos a una pequeña barca de servicio que colgaba de un lado del yate, y recorrimos el centenar de metros que nos separaban de las arenas de Cala Morisca. Sacamos la barquita del agua y la dejamos en la orilla del mar. Nel extendió unas toallas en la arena seca. Sólo había en el otro lado de la playita dos parejas, una formada por un hombre negro muy fuerte de unos cuarenta años con la cabeza rapada que iba con una chica muy joven de aspecto nórdico o ruso, y otra formada por dos chicas morenas. Me sorprendió darme cuenta de que los cuatro estaban completamente desnudos, y supongo que Nel se apercibió de mi sorpresa, porque me dijo que Cala Morisca es una de las playas naturistas del sur de Barcelona en las que está autorizado que todo el que quiera vaya sin ropa desde hace muchísimos años. Entonces sonriendo, se acercó y me desabrochó el sujetador del bikini, que cayó al suelo. Se me quedó mirando con los ojos fijos en mis tetas, pero tampoco era la primera vez que me veía con los pechos desnudos, mamá y yo nos quitábamos el sujetador cuando tomábamos el sol en la piscina de la casa de Nelson. Eso sí, pensé que la parte de abajo, la braguita, no me la iba a quitar… Me arrodillé y me estiré en la toalla, cara arriba, para tomar el sol, y vi que él se estaba acabando de bajar el bañador y se quedaba completamente desnudo. Su barriga caía libre sobre el bajo vientre, donde había un grueso pene y un sexo cubierto de pelos. Era impresionante, le miré y tragué saliva porque me vino a la imaginación, como un flash, la escena de aquel cuerpo desnudo encima de mi allí mismo, en la arena de la playa, con aquello de su vientre entrando en el mío... Nelson se estiró en la toalla que había junto a la mía y se puso a tomar el sol igual que yo.

Pocos minutos después, sentí la mano de él acariciándome el brazo. Miré y se había girado hacia mi, estaba muy cerca, noté su aliento en mi cara. Le sostuve la mirada y él siguió con los ojos fijos en mi cuerpo mientras me hizo una pinza con los dedos en uno de mis pezones y empezó a apretarlo. No pude decir nada, le dejé hacer lo que quería, creo que me gustaba y me sentía muy atrevida al permitirle pellizcarme la teta. Le pasé la crema protectora que había traído en una bolsita y él abrió el tubo mientras me sonreía y se puso crema en la mano. Me la fue extendiendo poco a poco, suavemente, yo notaba como él disfrutaba acariciando mi piel… La cintura… La cara… El cuello… La frente… los pechos, primero una teta y después la otra… El vientre… La cara interna de los muslos… Las piernas… Pasó la lengua por mi cara y mis labios… Entonces sentí que Nelson bajaba las cintitas del tanga y deslizaba mi braguita por los muslos y las piernas hasta sacármelo del todo por los pies… Me quedé como paralizada… En el sexo me había salido un vello rubio, pero me lo había rasurado un día mi madre diciéndome que tengo que ser una chica moderna e ir a la moda, sin pelos en ninguna parte del cuerpo que no sea la cabeza… Temblé cuando noté que Nelson me estaba poniendo crema protectora solar en el sexo y aprovechaba para introducir un poco su dedo en mi vagina… Y lo peor – o lo mejor- es que me di cuenta de que aquello me estaba gustando mucho… Y pensé si era que el hombre me iba a violar allí mismo, en medio de la playa… Si en cualquier momento le iba a ver encima de mi, si se iba a colocar sobre mi cuerpo… Notaba que mi cara ardía, debía haber enrojecido por mis pensamientos…

Pero no. De pronto, él dejó de acariciarme, y me dijo con una voz excitada, que casi no se le entendía, que teníamos que volver al yate, que aprovecharíamos para recorrer otros puntos de la costa. Vi que se ponía en pie, se ponía el slip de espaldas a mi, y sin girarse se iba hacia el mar y se bañaba un par de minutos. Al salir se secó con la toalla. Yo imagino ahora que se había excitado mucho en la playa tocándome y mirándome, y tuvo miedo de llegar al final y no tener fuerza después para lo que había venido a hacer conmigo. Me coloqué la parte inferior del bikini, el tanga, e hice lo que dijo. No me bañé, en los pies noté que el agua estaba aún fría, y así dejé que la crema protectora continuara embadurnando todo mi cuerpo. Guardamos las toallas y la bolsa de playa en la barquita, y nos dirigimos de nuevo hacia el yate, que estaba anclado muy cerca. Yo era muy consciente de lo que seguramente me esperaba a bordo, me había dado cuenta de que el hombre estaba muy excitado, y notaba que yo también, que no dejaban de venirme imágenes eróticas con él violándome, aunque cueste de creer porque, como he dicho, Nel es todo lo contrario de un hombre seductor, es maduro, grueso y feo. Y usa una colonia muy intensa, que casi marea, pero que te hipnotiza y debe ser bastante cara.

Subimos de nuevo a borde del yate. Yo sabía que estaba muy excitante, desnuda, esbelta y proporcionada, con sólo con el tanga del bikini que apenas velaba mi sexo y dejaba mi culo al aire, mi cuerpo muy blanco aceitoso por la impregnación de la crema protectora que él me había extendido por toda la piel. Nelson me agarró de la mano, me volvió a tocar una teta y me pellizcó en una nalga. Me acerqué a la puerta del camarote principal, donde ya estaba él, en medio, sonriéndome de una manera que delataba lo que iba a pasar y que yo esperaba expectante. Se apartó para que me acercase a la puerta. Fui a abrirla y pasar, cuando él, a mi lado, de pronto, me agarró por la cintura y la cadera, me giró hacia él, y me apretó contra la puerta.

Como yo no esperaba eso, por lo menos no de esa manera, no lo imaginaba exactamente así, había sido tan suave y delicado hasta entonces, me tomó por sorpresa, y, sin poder evitarlo, noté su cara y sus labios aplastando los míos –era la primera vez que un hombre me besaba de esa manera- y su lengua luchando con mis dientes para introducirse en mi boca y unirse a la mía… Yo me resistí, y me solté, pero sabía que era inútil, que yo no deseaba en realidad escaparme… Se abalanzó sobre mí y me volvió a apretar contra la puerta, besándome y abrazándome con toda su fuerza. Sentí dentro de mi boca el gusto a cerveza y tabaco de la suya. Yo también le abracé, fue mi reacción natural, supongo que estaba deseando que él me violase de una vez, y me di cuenta de que el hombre me estaba bajando la braguita, el tanga, que acabó cayendo al suelo. Noté una cosa rara en mi vientre, y, con una especie de gemido, me aparté, retrocediendo hacia el único lugar que podía, la cama.

Entonces le vi… Vi el sexo, su pene en plan de guerra a muerte por primera vez… Nelson se había quitado el bañador, y estaba de nuevo completamente desnudo, como en la playita, pero ahora era diferente… Un pene enorme, con unos grandes testículos hinchados y cubiertos de pelo, estaba erecto, apuntando hacia mi… Me quedé paralizada sin saber que hacer, estaba a la vez excitada y aterrorizada… Cada vez me sentía más desconcertada… Nel se movió rápido y se lanzó sobre mi. Me asusté por primera vez, ya había llegado el momento que deseaba y temía. Intenté apartarme, separarme, pero no pude, o, mejor, no quise… Nelson era mucho más fuerte de lo que parecía y yo en realidad no iba a resistirme… Cogió mis dos tetas con sus manos, las apretó como si fuesen pelotitas de goma y me pellizcó con fuerza hasta que grité de dolor y de sorpresa… Pero los pezones se me pusieron muy duros y aumentaron su tamaño… Me agarró, me apretó con más fuerza contra su cuerpo, me volvió a besar, y, con un movimiento suave pero decidido, me arrojó encima de la cama. Y enseguida se lanzó sobre mí y me cubrió con su cuerpo. Noté todo su cuerpo encima del mío… Pesaba, casi me asfixiaba… Nel sudaba, jadeaba como un animal, parecía una extraña fiera furiosa, yo me sentía tan abandonada, tan débil, sabía lo que él me iba a hacer… Y yo no quería hacer nada por evitarlo… No podía moverme… Noté que su pene se paseaba por encima de mi vientre... Yo sabía que pronto querría metérmelo dentro del cuerpo…

Se apartó un poco y se arrodilló a la altura de mis piernas. Me separó los muslos, bajó la cabeza a mi vientre y empezó a lamer y besar mi sexo… Introducía la lengua en mi vagina, y yo pensaba que iba a explotar, que me moría de placer con aquellas caricias que me estaba haciendo… Así estuvo un buen rato, y después fue subiendo mientras substituía la lengua por sus dedos, con los que me acariciaba y pellizcaba el vientre y la cara interna de mis muslos. Al final ya me volvió a cubrir completamente, con su cadera y su culo entre mis muslos abiertos, su vientre y su pecho apretando los míos… Dios mío, no podía casi respirar, me ahogaba, sudaba, notaba que mi piel ardía, gemía…

El hombre me besaba en la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de los pechos - ¡Qué sensaciones de placer infinito sentía yo cuando lo hacía!-, todo aquello me enloquecía, me gustaba hasta el infinito, Nel sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien, se le notaba muy seguro. Sudaba, jadeaba, yo también me movía aunque su cuerpo pesaba cada vez más encima del mío… Su barriga aplastaba mi vientre… Y sentí, de pronto, que algo se metía en mi sexo, algo penetraba dentro de mí…. Algo empezaba a entrar en mi cuerpo… Tal vez eran los dedos del hombre de nuevo, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo y en mi culo, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, claro, su pene… Sí, Nelson había empezado por fin a penetrarme, tal como yo, con enorme curiosidad, deseaba y temía… Noté, asustada, que se abría paso, que estaba entrando, que era grande, caliente y duro, se estaba deslizando en mi vagina, cada vez más, estaba impresionada, paralizada, el momento que miles de veces me había imaginado sin saber cómo sería había llegado, Nelson me estaba violando, me abría. Avanzaba muy lentamente, milímetro a milímetro, con mucho cuidado, como si él quisiera que aquellos momentos fueran eternos… Me quedé paralizada, sin respirar, le miré a los ojos, a punto de reír y llorar, noté que ahora me llegaba el pánico, el miedo, sentí por primera vez que debía de huir, salir de allí, pero seguía sin poder ni querer moverme, estaba quieta, le dejaba hacer, no sé qué me pasaba, estaba inmovilizada, quería que él siguiese, que no parase…

Y, cuando de pronto, sin que pudiese pensar en nada más, sin poder reaccionar, sentí como un rayo o un relámpago, un pinchazo, un corte en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí. Dejé ir una especie de queja que se transformó en un gemido prolongado, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, volví a quejarme y gemir un poco, y noté como aquello seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo, y ahora me hacía más daño, era como si una lanza me estuviese cortando, dejé ir varios gritos de dolor que Nel silenció tapándome la boca con un beso inacabable mientras con la mano agarraba mi culo y lo apretaba contra su sexo, como ayudándose a meter su pene hasta lo más profundo de mi vientre, y más allá si fuese posible… Sí, Nelson ya me había roto por dentro y por fuera… Entonces se aprovechó a fondo, naturalmente, del momento en que me acababa de desvirgar, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pechos, me hizo todo aquello que le proporcionaba placer a él y a mi también, empezó a moverse arriba y abajo, yo notaba que su pene duro y caliente entraba y salía de mi sexo, una y otra vez, penetraba más profundamente y volvía a salir…

Y aunque todavía notaba un poquito de dolor cuando volvía a entrar hasta el final, me di cuenta de algo espantoso: a mi me gustaba sentir su pene dentro de mi vagina, era muy agradable y enervante notar el miembro de Nel agitarse dentro de mi vientre, sí, el dolor se mezclaba con algo muy excitante y placentero que me dejaba sin respiración, yo tenía todo el peso de su cuerpo encima del mío, zarandeándome con grandes espasmos, al moverse él se aplastaba contra mi, se meneaba y yo me estremecía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo gritaba, gemía, me ahogaba y reía, estaba como electrizada… Me apretó el brazo y me soltó. De pronto, sin darme cuenta, como en un sueño, me encontré pasando una mano por su espalda y apretando el culo de Nel contra mi vientre con la otra, al tiempo que lo besaba y seguía lloriqueando de placer y jadeando de asfixia, completamente enardecida mientras mis muslos abrazaban con gran fuerza su cadera. La verdad era que yo resplandecía torturada con el fulgor de mil estrellas que nacían en mi cuerpo, nunca me había sentido tan encendida y estimulada como ahora, sintiendo la verga del amante de mi madre revolverse dentro de mí…

Me enganché al hombre, que continuaba agitando su falo de manera cada vez más salvaje, respirábamos faltándonos aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre hasta sentir un tormento de mal y deleite cuando me la encajaba con violencia, me removí de todas las maneras, acompasando mis movimientos a los suyos. Era inesperado, sí, la gran revelación y sorpresa, aquello me gustaba hasta morir de placer mientras la verga del hombre no dejaba de hurgar dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo una y mil veces. Nelson jadeaba, me miraba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, el horror del gran placer, no puedo explicar bien con palabras lo que sentía…

Inesperadamente, de golpe, como un trueno, Nel dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, como si algo explotase dentro de él… Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a estremecerse encima de mí, de forma colérica, muy acelerado, parecía que él explotaba exasperado, sin aliento, su pene entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, me zarandeaba y aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos encima de mi, me sorprendía que mi placer crecía hasta el infinito, a pesar del dolor que a veces aún notaba… Me maltrataba y eso me excitaba hasta reventar, empezó a gemir más alto, a gritar y aullar, como si un lobo se ahogase en medio de mil torturas, y yo noté entonces, muy sorprendida porque mis amigas ya desvirgadas me habían dicho que prácticamente no te das cuenta cuando te entra el semen de los chicos, que cada vez que él pegaba un salto hacia adelante, clavándome su verga hasta el límite, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como si brotase de una fuente que inundaba el interior de mi vientre, me notaba húmeda, extraña…

Nelson estaba eyaculando dentro de mi, había llegado al orgasmo más salvaje de su vida, según me confesó después, y yo, no puedo casi ni explicarlo, clavé mis uñas en la espalda y el culo del hombre y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear sin oxígeno en los pulmones, me agité con tanta agonía como él, le besé, le mordí hasta hacerle gritar de dolor… Era como si ahora mil bestias salvajes resucitasen de un sueño de siglos dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, ahora era yo quien zarandeaba al hombre enloquecida, ya no me importaba reventar con tal de seguir en aquel cielo de placer infernal… No sé cuanto duró, medio minuto o un milenio, después empecé a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, al final no me movía, sabía que a lo mejor ya estaba muerta, Nelson continuaba encima de mi, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, a los dos nos costaba aún respirar, estábamos bañados en sudor, me ahogaba de verdad, necesitaba aire…

Le acaricié la cabeza, con la otra mano agarré su pene, todavía dentro de mí, y toqué un líquido caliente, denso y viscoso que salía de mi sexo y mojaba mi vientre y la sábana. Nelson estaba medio dormido, exhausto, pero no me molestaba, me gustaba sentir todo el peso de su cuerpo encima del mío… Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, sólo nuestra respiración recuperándose poco a poco… Pasó un tiempo, unos minutos, y lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, noté como su verga, ahora más pequeña y blanda salía de mi sexo… Se quedó pegado a mi, puso su mano en mi vientre y se dedicó a sorber, lamer y succionar el pezón que le quedaba más cerca de la boca y después el otro, yo me atreví a jugar con su pene, a palpar sus testículos… A él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor y el sudor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevé su mano a mi vagina, la dejé allí, me toqué allí y en los pechos…

Todo parecía irreal… Si no fuese porque de verdad estaba allí, en aquella litera, con el hombre desnudo durmiendo a mi lado, y con una especie de ardor o escozor en mi sexo, todo hubiese sido como una fantasía, como un sueño… Pero era real, bien real. Todo había ocurrido de verdad… Yo estaba desnuda, con Nel, el amante de mi madre, abrazado a mi cuerpo, me acababa de desvirgar… Estaba ahora algo mareada, muy cansada y agotada, pero al mismo tiempo me sentía fantástica… Era terrible, lo que me acababa de pasar me había entusiasmado, ahora sabía el auténtico significado de la palabra placer, volvía a atreverme a colocar mi mano en el pene de Nel y jugar con sus huevos… Y, finalmente, me dormí yo también…

No recuerdo nada más, sólo que Nelson me despertó y me dijo que ya era muy tarde… Había pasado una hora… El hombre estaba desnudo, igual que yo, y me miraba burlón, mientras lucía su barriga y su pene descansaba encima de sus peludos y ensortijados testículos… Se acercó, me besó en la boca, me agarró de la mano y salimos del camarote subiendo abrazados a cubierta, los dos completamente desnudos. Me hizo muchas fotos al sol, en todas las posiciones, yo sola o con él, utilizando el disparador automático de la máquina. Nelson me lamió la cara con su lengua mientras me pellizcaba el culo y me apretaba un pezón. Me dijo que yo tenía sabor a sal de mar, sudor y crema solar… Volvimos después a la cabina, era ya la hora de comer. En la nevera había bebidas y unas pizzas congeladas, que calentamos en el microondas del barco. Comí bastante, yo tenía mucha hambre y estaba algo desconcertada por todo lo que me había pasado aquel día. Bebí cerveza, estaba muy fría y le iba bien a las pizzas que estábamos devorando. Cuando acabamos, la comida y las birras me habían hecho reacción, y necesitaba dormir, tenía mucho sueño. Hablé por teléfono con la asistenta de mi madre y le dije que volvería tarde, que no se preocupase. Nel me trajo entonces un vasito con agua y una pastilla, un medicamento, en su pequeña funda. Lo miré sorprendida, y vi que era Levonorgestrel. Sonreí. Sabía perfectamente lo que era, nos lo habían explicado en el colegio unas doctoras que vinieron a hacernos una conferencia. La famosa píldora del día siguiente, de la que hablaban algunas compañeras con picardía. Nel es un hombre muy metódico, nunca corre riesgos innecesarios, según dice mamá. Me tomé el medicamento con el vasito de agua.

Nelson me agarró después por el brazo y me dijo que él también estaba cansado, que nos iría bien hacer una pequeña siesta. Asentí, y volvimos al camarote… Me fijé que en la sabana de la cama había una mancha húmeda, con algunos restos de sangre que perdí cuando me desvirgó, mezclada con el semen del hombre que se había escapado de mi sexo… Nelson se estiró en la cama, me di cuenta de que su pene volvía a estar duro y grueso, me colocó encima de él y su pene volvió a penetrar en mi cuerpo, ahora sin hacerme ningún daño, sino con una sensación muy excitante y un placer muy intenso que a cada momento me enloquecía más, hasta que de nuevo tanto él como yo llegamos a la exasperación del orgasmo más voluptuoso…

La tarde había avanzado cuando él me despertó sonriente y me dijo que me vistiese, que ya era hora de volver a Barcelona. Mientras yo dormía, Nelson había pilotado el barco de regreso al puerto y el yate estaba atracado en su punto de amarre. Fui al baño a ducharme y de nuevo me miré fijamente al espejo… Era yo, pero sabía que ya no era yo, que no era la niña que había salido de casa aquella mañana. Ya era otra. No sabía bien quien era yo ahora, pero intuía que había cambiado, y que me gustaba ser esta nueva Irene. Adivinaba que había sido sólo la primera vez que pasaba un día con Nelson, que habría muchas ocasiones más en las que el hombre penetraría en mi cuerpo todas las veces que quisiera, y también sabía que yo se lo iba a permitir, tampoco había sido nada desagradable, más bien todo lo contrario… Hasta, tal vez, pensé sonriendo, algún día podría casarme con Nelson… ¿Por qué no? Él está divorciado y libre, y a mi me encantaría viajar por todo el mundo como hace él, estoy harta de aguantar las aburridas clases del colegio y las tonterías de los profesores… A mi madre no sé si le haría mucha gracia, pero tampoco diría que no, es más, a mami le gustaría mucho poder salir a navegar con sus amigas en este yate cuando Nelson y yo estuviésemos de viaje… El que no sé es si él piensa casarse otra vez o tan sólo me considera una más de sus jóvenes amantes, un cromo de su colección como mi madre… Supongo que no, creo que yo represento algo más para Nel, tal como me mira y me acaricia…

Barcelona, Mayo de 2010

Nota de la Autora: Los queridos lectores y lectoras amantes de los paisajes, podéis ver fotografías, informaciones y algún video de YouTube sobre la Cala Morisca citada en este relato, escribiendo en el buscador del Google las palabras "Cala Morisca Garraf".

Besitos. Tatiana.

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Desvirgadas en Barcelona 5 y 6

Me desvirgó un Sátiro en un bello bosque

A Aina se la han llevado al Corral Negro

Consejos antiguos de la media luna

Alba de sexo adolescente en los Pirineos

A Aina la ha desvirgado Chingo

Ahmed y Abdullah desvirgan a Martita y Sara...

Telaraña para una adolescente

Desvirgadas en Barcelona 3 y 4

Desvirgadas en Barcelona 1 y 2