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Me devoró el viejo tiburón

en Interracial

ME DEVORÓ EL VIEJO TIBURÓN

Mis sueños de adolescente acabaron aquella mañana en la que el viejo tiburón gitano me engañó y me desvirgó.

 

Bajé del tren en Apeadero de Playa, a unos 23 kilómetros al sur de Barcelona. Ya le había dicho a mi madre que iba a pasar el día con Rosarito, mi amiga gitana, a la casa que su abuelo, don Rómulo, tiene junto a la Playa.

Iba a ser un día divertido, íbamos a bañarnos en la playa y en la piscina de la casa, y tal vez hasta don Rómulo nos dejase subir a uno de sus caballos.

La primera sorpresa –de las muchas que iba a tener aquel día- fue que fuera de la estación del ferrocarril no estaba mi amiga, pero sí su abuelo, don Rómulo, un hombre mayor, de hecho un anciano.

Siempre había pensado que el viejo gitano me miraba de una manera que impresionaba. Incluso una vez, hacía una semana, le tuve que decir en su casa que no fuese malo, que no se pasase, porque en un momento en que mi amiga Rosarito había ido al lavabo, él me agarró por detrás en la cintura y me dio un gran pellizco en el culo, que me hizo gritar mientras él sonreía con fuego en los ojos. Yo me lo tomaba a broma, no me podía enfadar, porque mi mamá trabaja de cajera en un pequeño autoservicio que es propiedad de don Rómulo, y mi papá conduce un taxi que es de una empresa en la que don Rómulo es uno de los dueños.

Iba vestido con una camisa blanca abierta, mostrando unos collares de oro, unos tejanos con un cinturón adornado y unas botas de montar. Subió a su coche, un Mercedes que yo ya tenía visto, y me hizo gestos de que acercase.

Arrancó el coche. Me dijo que Rosarito había tenido que marchar a ver a su tía Francisca, que se había puesto enferma donde vivía, Mataró, y no vendría hasta la tarde, pero que ya que yo estaba allí, era una lástima perder el día, y ya me acompañaría él hasta que regresase mi amiga. Yo, insegura, le dije que no quería molestarle, que me dejase en la estación del tren para volver a Barcelona, y que ya vendría otro día.

Don Rómulo me miró y me sonrió de forma extraña. Me dijo que yo no molestaba, que no me preocupase, que sería un día muy divertido.

Paramos en una especie de bar-restaurante, donde parecían conocerle muy bien, porque le trataban con mucho respeto. Nos sentamos en una mesa, y al poco rato, teníamos delante un plato de costillas de cordero, otro de jamón serrano, otro de queso y uno de calamares a la romana. Y delante nuestro, dos enormes jarras de cerveza. Yo le dije que prefería una naranjada o agua, pero el insistió en que debía de beber ya cosas de mayor, y, yo que nunca bebía nada con alcohol, tuve que beberme aquella jarra de cerveza. No me gusta mucho, pero, bueno, por lo menos estaba fresca.

Poco después, entró en una especie de camping, en el que había un gran número de caravanas, algunas parecían ocupadas, la mayoría cerradas o abandonadas. El vigilante de la entrada le saludó con mucha educación y casi diría yo que con miedo. Me sorprendió que no hubiésemos ido a su casa, y se lo dije, pero me contestó que allí había hoy una reunión familiar, que me encontraría incómoda entre tanta gente, y que ya iríamos a la tarde cuando recogiésemos a mi amiga Rosarito en la estación.

En aquel camping, que recuerdo se llama "La Jirafa Amarilla", vi que había una piscina, con una serie de gente bañándose. Familias y parejas. El coche se paró junto a una caravana cerrada que había cerca de la zona de la piscina. Yo me sentía algo rara, como mareada, supongo que eran los efectos de la cerveza que había bebido y a la que no estaba acostumbrada.

Don Rómulo me miró de una manera que me inquietó. Sonrió y colocó una mano en mi cabeza. Yo llevaba el pelo recogido en la nuca con una cinta, y él sacó la cintita y dejó libre mis cabellos. Sentí sus dedos en mi cara, y me puse algo nerviosa.

Salimos del coche. Me agarró de la mano y me llevó hasta la caravana. Yo no sabía que hacer, todo aquello era algo raro, pero yo no quería ser maleducada con el abuelo de Rosarito. Y era siempre un hombre muy atento y educado conmigo, aparte de aquella mirada extraña que siempre le notaba.

Entramos.

Había una cama-litera de matrimonio en uno de los extremos, una especie de cocina en el otro, una nevera, un televisor con un video, un armario y un lavabo con taza de water.

Don Rómulo me dijo que íbamos a bañarnos en la piscina, que nos cambiásemos. Yo me sentí parada, nerviosa, sentía una amenaza en desnudarme ahora delante del viejo gitano. Él lo notó, y se puso a reír.

Se quitó la camisa, las botas y los tejanos, y se quedó sólo en un bañador del tipo slip o tanga, de color negro, y los collares en el pecho.

Se le veía delgado, se le marcaban los huesos, pero no enfermizo, el cuerpo cubierto por un abundante vello, ya blanco por la edad, y un bulto considerable en el bajo vientre. Sentí que mi cara enrojecía al darme cuenta de que el anciano parecía tener un pene y unos testículos muy grandes…

Se cruzó de brazos, con cara burlona, esperando que yo me desnudase.

Yo no sabía que hacer, estaba mareada, en realidad lo que me habría gustado hacer era acostarme en aquella cama y dormir un rato, o por lo menos cerrar los ojos y estar tranquila, pero hice lo único que me pareció lógico para no parecer una tonta miedosa o maleducada.

Me quité la camiseta y me bajé los tejanos, y quedé desnuda, con sólo el minisujetador y el tanga de mi bikini tapando partes mínimas de mis pechos y mi sexo.

Estábamos al inicio del verano, y yo estaba todavía muy blanca y mis ojos supongo que mostraban mi desconcierto.

El me dijo que bueno, que fuésemos a la piscina. Me acerqué a la puerta de la caravana, donde estaba él, en medio, sonriéndome de una manera que ya no me gustaba.

Se apartó para que me acercase a la puerta. Fui a abrirla, cuando él, a mi lado, de pronto, me agarró por la cintura y la cadera, me giró hacia él, y me apretó contra la puerta.

Como yo no esperaba eso, me tomó por sorpresa, y, sin poder evitarlo, noté su cara en la mía, sus bigotes en mi nariz, sus labios apretando los míos –era la primera vez que un hombre me besaba- y su lengua luchando con mis dientes para introducirse en mi boca y unirse a mía…

Yo grité…

Él me tapó la boca, y con un zarpazo de su otra mano, me quitó el sujetador del bikini. Se abalanzó sobre mí y me volvió a apretar contra la puerta, besándome y abrazándome con toda su fuerza.

Yo me resistía, y me di cuenta de que me estaba bajando la braguita, el tanga, que acabó cayendo al suelo. Noté una cosa rara en mi vientre, y, dando en grito, me aparté, retrocediendo hacia el único lugar que podía, la cama.

Entonces le vi…

Vi el horror, el horror por primera vez…

Don Rómulo se había quitado el slip, y estaba completamente desnudo…

Un pene enorme, con unos grandes testículos cubiertos de pelo blanco, estaba erecto, apuntando hacia mi…

Me quedé paralizada de terror… Quería gritar pero no me salía la voz… Y cada vez estaba más mareada…

El anciano se movió de un salto y se lanzó sobre mi.

Intenté apartarme, separarme, pero no pude… Don Rómulo era mucho más fuerte de lo que parecía… El anciano agarró mis dos pechos con sus manos y los apretó como si fuesen pelotitas de goma. Y me pellizcó con fuerza los pezones, grité de dolor y de sorpresa… Pero los pezoncitos se me pusieron muy duros y aumentaron su tamaño…

Me agarró, me apretó contra su cuerpo, me volvió a besar, y, con un movimiento muy violento, me arrojó encima de la cama de la caravana.

Y, saltando con gran agilidad, se lanzó sobre mí y me cubrió con su cuerpo. Noté todo su cuerpo encima del mío…

El anciano sudaba, jadeaba como un animal, parecía una extraña fiera furiosa, yo me sentía tan abandonada, tan débil, sabía lo que él me iba a hacer… No hacía nada por evitarlo… No podía resistirme, moverme…

Una especie de enorme serpiente serpenteaba por encima de mi vientre... Yo sabía que pronto querría meterse dentro de mi cuerpo…

No sé si lo soñé, pero por un momento me pareció ver que una especie de cámara de televisión que había encima de la nevera se había movido… Y recordé un objeto, como un mando de televisión, que el anciano tenía en la mano antes de soltarlo y abalanzarse sobre mí…

El anciano me besaba en la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de los pechos - ¡que sensación más rara sentía yo cuando lo hacía!-, todo aquello me alarmaba porque gustaba mucho, parecía que el anciano sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase bien, se le notaba muy seguro, a mi me gustaba y espantaba mucho sentir su peso encima de mi, su vientre aplastado en él, su pecho oprimiendo el mío…

Noté que sudaba, que yo también me movía aunque su cuerpo pesaba bastante encima del mío…

Y sentí, de golpe, que algo se metía en mi sexo, algo se metía en mi vientre…. Algo empezaba a entrar en mi cuerpo…

Pensé que eran los dedos del gitano, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo, aquello que se metía, aquello que se metía, sí, claro, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, era, ¡sí!, ¡era aquella enorme cosa que salía del vientre del anciano!… ¡Oh, sí, claro !, ¡Era su pene!

Sí, había empezado a meterme el pene…

Noté, asustada, horrorizada, que se abría paso, que estaba entrando en mi sexo, que era algo grande y muy caliente y duro que se estaba introduciendo en mi cuerpo, cada vez más, estaba impresionada, paralizada, si, el momento que miles de veces me había imaginado sin saber cómo sería había llegado, el viejo me la estaba metiendo, me estaba violando, aquella enorme salchicha se estaba metiendo, me abría, apretaba…

Me quedé paralizada, sin respirar, abrí los ojos, a punto de gritar, noté que me llegaba el pánico, el miedo, que debía de huir, pero no podía moverme, estaba quieta, le dejaba hacer, no sé qué me pasaba, estaba como inmovilizada…

Y, cuando me di cuenta de aquello, de que me la estaba metiendo, , de pronto, sin que pudiese pensar en nada, sin poder reaccionar, un pinchazo, un corte en mi vientre, como si una tijera me hubiera cortado algo, como si una aguja se hubiese clavado dentro de mí.

Dejé ir una especie un grito que se transformó en un gemido prolongado, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, volví a quejarme y gemir un poco, y noté como "aquella cosa" seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo de mi sexo, y me hacía daño, era como si una navaja me estuviese cortando por dentro, dejé ir varios gritos que el anciano silenció tapándome la boca con una mano mientras con la otra agarraba mi culo y lo apretaba contra su sexo, como ayudándose a meter su pene hasta lo más profundo de mi vientre, y yo sentía dolor…

.

Sí, era seguro, no había ninguna duda, don Rómulo acababa de meter toda su verga, toda aquella gran salchicha, dentro de mi, me la había clavado hasta lo más hondo, me había roto aquello que yo había leído que se rompe la primera vez que lo haces, el himen …

Ahora el viejo gitano que también se aprovechó a fondo, naturalmente, del momento en que me acababa de desvirgar, me besó en la boca, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pechos, me hizo todo aquello que le proporcionaba placer, y empezó a moverse arriba y abajo, y yo notaba que aquello, que parecía una trompa de elefante y que era su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir…

Y aunque todavía notaba dolor cuando volvía a meterla hasta el fondo, me di cuenta de algo espantoso: a mi me gustaba sentir su pene dentro de mi vagina, era como un picor muy agradable notar el pene del viejo gitano moverse adelante y atrás dentro de mi vientre, especialmente cuando parecía llegar al fondo, el dolor se mezclaba con algo muy agradable que me dejaba sin respiración, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, moviéndome a mi al moverse él, se aplastaba contra mi, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo, y yo, ….

Me apretó el brazo y me soltó. De pronto, sin darme cuenta, como en un sueño, me encontré pasando una mano por su espalda y apretando el culo del viejo contra mi vientre con la otra, al tiempo que lo besaba y seguía como gimiendo o jadeando.

La verdad era que aquello lucía muy bueno, y que nunca me había sentido tan excitada como sintiendo el pene del anciano moverse dentro de mi cuerpo…

Me abracé a don Rómulo, que continuaba moviendo su verga dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba como si le faltase aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre, casi hasta hacerme más daño cuando me la metía hasta lo más profundo, me moví arriba y abajo, arriba y abajo, adelante y atrás, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos.

Era inesperado, sí, sorprendentemente aquello me gustaba, la salchicha no dejaba de moverse dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo, entrando y saliendo, don Rómulo jadeaba, me miraba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, me gustaba mucho, no puede explica bien con palabras lo que sentía…

Inesperadamente, de golpe, como un relámpago, el viejo gitano dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, como si algo explotase dentro de él…

Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a moverse encima de mi frenéticamente, muy acelerado, a mi me gustaba mucho, parecía que él ya no podía respirar, su polla entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, él me movía y me aplastaba como si veinte caballos estuviesen galopando furiosos encima de mi, pero a mi cada vez me sorprendía que me gustaba más, a pesar del dolor…

Me maltrataba pero era excitante, y el anciano empezó a gemir más alto, casi a gritar, como si se ahogase, y yo noté entonces, sorprendida, que cada vez que ahora él pegaba el salto hacia adelante, clavándomela hasta lo más hondo, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como si brotase de una fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba mojada, un líquido muy caliente me mojaba el interior de mi cuerpo…

Me di cuenta de que don Rómulo se estaba "corriendo" -como decían los chicos-, dentro de mi, que había llegado a eso que los libros llaman "orgasmo", y que yo, y que yo, no puedo explicarlo, no puedo decir lo que sentí, clavé mis uñas en el cuerpo del anciano y también exploté, gemí, me quejé, me puse a jadear, me moví tan rápidamente como él, le besé, le mordí…

Era como si mil caballos explotasen dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, que ahora era yo quien movía al anciano al moverme yo,… hasta que me di cuenta de que estaba empezando a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, que casi yo ya no me movía, que don Rómulo ya estaba quieto encima de mi, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, que a los dos nos costaba respirar, que estábamos bañados en sudor…

Yo le estaba acariciando la cabeza, me notaba mojada por dentro, un líquido caliente se movía en mi cuerpo, él estaba como dormido, como muerto, encima de mi, pero no me molestaba, me gustaba sentir el peso de su cuerpo encima del mío…

Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, se oía nuestra respiración, el viejo gitano estaba medio dormido, yo casi también, … pasó un tiempo, tal vez un cuarto de hora, y lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, su peso me aplastaba, sentí como su salchicha salía de mi sexo al moverse de encima de mi…

Se quedó pegado a mi, puso su mano en mi sexo y se dedicó a chuparme el pecho que le quedaba más cerca de la boca, después el otro, yo me atreví -¿por qué no? a- a coger su pene con la mano, a palpar sus pelotas…

A él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevé su mano a mi sexo y la dejé allí, me toqué, me toqué allí y en los pechos…

Todo parecía irreal… Si no fuese porque de verdad estaba allí, en la aquella cama, con el anciano gitano desnudo durmiendo a mi lado, y con una especie de dolor o escozor en mi sexo, todo hubiese sido como una fantasía, como un sueño…

Pero todo era real, bien real. Todo había ocurrido de verdad… Yo estaba desnuda, con el anciano que me acababa de desvirgar abrazado a mi cuerpo…

Estaba mareada, dolorida, pero al mismo tiempo… Era terrible, notaba que lo que me acababa de pasar me había acabado gustando, que volvía a atreverme a colocar mi mano en el pene del viejo…

Me di cuenta de que encima de la nevera aquella cámara de video continuaba enfocando la cama en la que estábamos don Rómulo y yo… Tal vez el hombre se había grabado todo lo que había hecho conmigo…

Y me dormí…

No recuerdo nada más, sólo que el anciano me despertó y me dijo que ya era muy tarde…

Habían pasado tres horas… Yo había dormido tres horas…

El anciano estaba vestido y me miraba burlón…

Me dijo que me duchase en las instalaciones del camping y me vistiese, que Rosarito ya volvía de Mataró y teníamos que ir a la estación del ferrocarril a recogerla… Añadió que me esperaba en el bar y salió de la caravana…

Me miré al espejo…

Yo intuía que aquello había sido sólo la primera vez, que habría muchas más en las que el anciano penetraría en mi cuerpo…

Y esa intuición se ha cumplido ya plenamente…

Noviembre de 2006

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