miprimita.com

Marina y yo

en Interracial

MARINA Y YO

Tengo… Bueno, digamos que al vivir junto al mar y en el mar me mantengo en buena forma, estoy delgado pero fuerte, mi tórax luce un matiz muy tostado del sol diario de pescador, además del tono moreno de la piel que me viene de mi abuelo negro… De hecho se puede decir que soy mulato. .

Anochecía y resonaban en la lejanía los primeros compases de la orquesta que ensayaba para el baile de la fiesta del pueblo. La mar estaba llana como un espejo, la barca casi no se movía cuando regresamos de Cabo Arenal y llegamos a los amarres que hay en el puerto pesquero y deportivo de la población.

Mil imágenes y sensaciones en mi memoria mientras acariciaba la cintura de la muchacha, caminando por el puerto hacia las primeras casas del pueblo…

Marina había aceptado venir en mi barca a conocer una cala muy tranquila que le dije que le encantaría… Ella nunca había subido a ninguna barca, y tenía una mezcla de curiosidad y temor, lo mismo que sentía, supongo, por mi…

Habíamos tomado el sol en la arena y nos habíamos bañado en la desierta playita del Cabo, de difícil acceso por tierra, tan sólo unas escaleras que bajaban por el acantilado desde mi edificio de apartamentos…

Entramos en los apartamentos de Cabo Arenal y la llevé al que tengo en el último piso, con una vista espléndida sobre todo el paisaje de la costa. Marina aún tenía bikini puesto, apenas unas tiritas cubriendo las tetas y un tanga que justo le tapaba el sexo y la rajita del culo, pero sonreí al pensar que sería por poco tiempo. Me la imaginé ya desnuda encima de la cama…

Llegó un chico del vecino restaurante con mi encargo, una cazuela de langosta a la marinera y un par de botellas de vino blanco bien frescas. Fue una delicia ver a Marina disfrutar con la comida, le enseñé a abrir las langostas con las pinzas y cubiertos, y ella comía con pasión las blancas carnes del crustáceo mojándolas en aquella deliciosa salsa. Cuando ella chupaba con placer las patitas de la langosta que yo le había enseñado a abrir o sorbía la salsita que había en los mejillones y almejas que había en la cazuela, yo me imaginaba otra cosa, ya sabéis qué, y mi pene se ponía chulo e intentaba atravesar el bañador…

Acabamos de comer. Yo le dije que dejase todo como estaba, ya vendría el servicio a limpiarlo cuando hubiésemos marchado. Al ponernos de pie, vi que Marina se tambaleaba un poco y se agarraba a la silla para no caer, al tiempo que me sonreía con su cara enrojecida por la reacción de los alimentos. Yo también sonreí, la comida y el vinito blanco habían hecho un cierto efecto en los dos…

Me acerqué a Marina, la sujeté por su cintura, -oh!, cómo ardía su piel!-, le dije que ahora teníamos que hacer una siestecita para descansar y la llevé tranquilamente al dormitorio, poco a poco, hablándole bajito y deslizando mi mano de su cintura a la cadera y al muslo.

La habitación estaba en penumbra, pero la luz que entraba por las cortinas permitía ver perfectamente la cama de matrimonio que nos estaba esperando. La joven me miraba con una mezcla de nerviosismo y ansiedad que yo bien conocía en las muchachas que aún no habían probado las delicias del sexo compartido pero anhelaban descubrirlo. Pasé mis brazos por sus hombros y le besé el cuello. Noté que ella se estremecía. Mi piel morena y curtida, fruto del sol del mar, contrastaba con la inmensa blancura sonrosada de la muchacha. Sus ojos eran de color azul claro, sus largos cabellos rubios los llevaba recogidos con una cinta, su piel sabía a las gotas de sal del mar cuando pasaba mi lengua por su cuello… Y pasé mi lengua por su cara, la giré hacia mí, y probé sus labios… Ella me dejó hacer, cerró los ojos cuando yo apreté mis labios contra los suyos, deliciosos, jugosos, cálidos, con gusto y olor al helado de fresa que habíamos tomado de postres…

Lentamente, poco a poco, con la gran delicadeza que te dan los años y la experiencia en seducir muchachas, la deposité en la cama besándola y dándole pequeños mordiscos en el cuello como si yo fuera el conde Drácula, siempre he comprobado que estos mordisquitos son una de las cosas que más excita a las muchachas.

Y me desnudé por completo de pie delante de ella, acostada en la cama, viendo que sus ojos se desorbitaban de sorpresa o tal vez miedo al ver emerger mi pene en gran erección hacia arriba dominando mi vientre por encima de mis testículos recubiertos por ensortijados pelos canosos. Había llegado por fin el momento de encamarme con la joven.

Me senté en la cama, me estiré junto a ella, puse mi mano en la suya, acaricié su muslo y me giré de costado hacia la chica. Le quité suavemente a Marina el sujetador del bikini, acaricié sus pechos, pellizqué sus pezoncitos, los chupé como si fuera mi mamacita y yo su bebé, mientras ella me miraba, apretaba los labios, entornaba los ojos y gemía. Me incliné más hacia la joven, musitándole las más dulces palabras que me podía inspirar la magia del deseo y del sexo. Deposité mis labios en los de Marina, la besé e introduje mi lengua en su boca para jugar con la suya… Qué placer, que excitación, aquel jugoso dulzor a fresa en la boca al lamer la lengua de la chica. Era como estar tocando y poseyendo una joya de museo. Bueno, no, Marina es una joya, pero no de museo, claro, afortunadamente…

Después de unos momentos besando , lamiendo y acariciando la boca, la cara, el cuello, las tetas, y los brazos de la joven, fui poco a poco bajándole las cintitas de la braguita del bikini, el mini tanga, por sus muslos, las rodillas, los tobillos, hasta dejarla por fin completamente desnuda. Pasé mi mano por su sexo, y noté como ella volvía a gemir y se estremecía. Lo acaricié suavemente, introduciendo un poquito mis dedos hasta localizar y apretar con delicadeza su clítoris... La respiración de Marina se agitó... Me arrodillé junto a su cuerpo y empecé entonces a lamer su sexo, frotando mi lengua contra su pequeño y sonrosado clítoris y pasándola luego por la parte interior de su sexo… La joven gemía y su cuerpo ardía mientras temblaba y apretaba mi cabeza contra su vientre con sus manos… Mojé mis dedos en mi saliva y los introduje suavemente en el sexo de la chica, humedeciendo su interior para poder penetrar en ella más dulcemente.

Los gemidos fueron un poco más fuertes, y me miró con los labios abiertos esperando los míos. Separé sus encantadores muslos poco a poco, suavemente, y con naturalidad me coloqué en medio, y fui descendiendo hacia su cuerpo mientras la besaba y acariciaba. Marina ardía, me abrazaba y correspondía a mis caricias. Con la mano orienté la punta de mi pene y la coloqué en la entrada de la vagina de la adolescente. Marina cruzó sus muslos abrazando mi cadera y mis piernas. Pensé en mi abuelo materno, el antiguo pescador negro dominicano -curioso pensamiento mientras empezaba a follarme a Marina -, y en honor suyo, empujé hacia adelante y empecé a introducir mi pene, mi largo pene, en el cuerpo de la muchacha...

Mi verga se deslizó suavemente dentro de su vientre, Sin gran resistencia, noté que cedía un leve obstáculo, rompiendo aquella pequeña barrera que obstruía mi penetración... Sentí que el cuerpo de la joven se estremecía, se tensaba y dejó ir un grito seguido de unos gemidos al sentir el desgarro que mi pene acababa de provocar en su sexo… Ahorita Marina ya no era virgen, ya no tenía ningún himen que ofrecer, lo acababa de romper en aquel momento mi pene... ¡Ay, carajo, joder, la muchacha estaba buenísima en el momento de pasar a ser mujer de verdad! ¡Qué gusto me dio sentir su gritito al desvirgarla! Marina es una joven deliciosa, su piel suave, cálida, huele a flores, a ternura, a hogar dulce... Sus labios jugosos aplastados en los míos, su lengua frotándose con la mía... Mis manos apretándole el culo, presionándole los pechos, pellizcándole los pezones... Mi cadera moviéndose adelante y atrás, haciendo retroceder mi pene y volviendo a clavarlo cada vez más profundamente... Ella gemía de ansiedad, de gozo, me abrazaba, apretaba sus muslos contra mi cuerpo... ¡Qué locura de dioses de placer, que agonía de posesión y éxtasis...!

Y llegué al final, no pude esperar mucho, llegué a la culminación. Me estremecí, y moviéndome como un joven potro salvaje sentí los mil placeres de los dioses, gocé como pocas veces había gozado, al tiempo que notaba como borbotones de semen brotaban de mi cuerpo para inundar el interior del sexo de la muchacha. Y, supongo que por la violencia de mis movimientos, mis gritos, y al sentirse inundada, Marina pegó también de nuevo un grito, seguido de otros mezclados con gemidos, y una serie de convulsiones que me revelaron que la chica también había llegado a un supongo que inolvidable orgasmo.

Unos minutos después estábamos los dos estirados en la cama, abrazados de costado. Descansábamos, nos tocábamos, mientras nos dábamos besitos tiernos y nos lamíamos la cara mutuamente, como gatito y gatita ronroneando en la oscuridad. El mar nos ofrecía ahora una suave brisa que entraba por la ventana…

Mirando a su cara mientras nos vestíamos, mientras ella se volvía a poner el tanga del bikini, hice por fin la pregunta que me quemaba desde hacía rato, ya que me habían asaltado unas dudas:

-¿Estás bien, todo O.K.?

Marina me miró abriendo los ojos. Vi una especie de destello de niña traviesa en su mirada. Sonrió, me y no me contestó. Me giré hacia ella pellizcándole un pezón... Le dije:

-Tienes un cuerpo muy bonito… Eres muy guapa…

Marina se encogió de hombros y se volvió de espaldas . mucho...

La giré hacia mí, la besé de nuevo en los labios con más pasión que nunca, y Marina me miró a los ojos con un destello de picardía mientras yo pasaba mis dedos por sus labios.

En todo esto, mi pene se había erguido de nuevo pidiendo guerra. La agarré por la cintura, la desnudé de nuevo y me estiré en la cama. Ella se arrodilló encima de mi, sabía lo que íbamos a hacer, me sonrió, bajó su cuerpo y me abrazó besándome con toda su pasión. Le musité al oído, mordiéndole la oreja, mientras la penetraba:

-Te voy a follar como un tigre, nena...

Y deslicé de nuevo una y otra vez mi pene en el interior de su cuerpo, entrando y saliendo y ella correspondió enseguida a mis caricias apretando con fuerza su vientre contra el mío, ella encima de mí, mientras de nuevo se ponía a respirar con dificultad y gemía de placer y deseo...Le dije casi sin voz:

-Te quiero, putita…

Y los dos nos perdimos de nuevo en las profundidades del placer...

Mas de Tatiana19752

Anabel, la pinche novata, y el chef senegalés

La semilla del diablo: el ruso me ha desvirgado

Desvirgadas en barcelona, reedición 2004-2014

Crónicas lesbianas: mireia, mi joven amante

Alicia y Ana, sexo de verano con los jamaicanos.

Evy y yo: las delicias de las 3 sorpresas

Sandro y yo: desvirgada en Badalona - 1

Lidia desvirgada por Doc el Brujo en los pantanos

Me enamoré de una joven prostituta

Desvirgando a Alba, noche de bodas de mi bisabuelo

Don Salvador: Mireia y Evelyn, sexo en el faro

Bachata de Elisenda y el Elefante Negro

La Cámara del Diablo: Tatiana e Irina desvirgadas

Don Salvador y Ángela, sexo en la Casita Blanca

Don Salvador, el abuelo de Angela, me desvirgó

Desvirgué a Vicky en mi casa de Sitges

He desvirgado a Milena en una playa de Menorca

Tarik me desvirgó en su harén y fui su concubina

Me entregué al amante de mi madre en Cala Morisca

Fat John y sus putitas

CARNAVAL 2010: Ceremonia en la Cámara Roja

Desvirgué a Cristina, orgía en el club de Baba

Julia, el mexicano, Madrid

Romance limeño de lucia, sexo y reggae

Noemí y el chino Caballo de Hierro (Oriente-1)

Isabel, Isabel, tu suave piel me enloquece...

Sentencia de un tribunal

El joven Tiburón también devora sirenitas

Romance de mi desfloración

Me devoró el viejo tiburón

Desvirgada en el Aquelarre, contado por Annabel

A Adela le gustan las noches de lluvia en Roma

Sinfonía de Ariana, cebo para una adolescente

Susana de fuego

A Alina la devoro el negro Fat John

Alicia, seducida y desvirgada en el valle

13 de Julio de 2005

A Aina la cogen Dioses Andinos

A Aina la desvirgó... (El Secreto)

¡Mi gran sorpresa en La Casa!!

Ahmed y Martita, Sexo en El Serrallo (Ahmed-2)

DeB-7 Soy Celia y he desvirgado a Toni

Desvirgadas en Barcelona 5 y 6

Me desvirgó un Sátiro en un bello bosque

A Aina se la han llevado al Corral Negro

Consejos antiguos de la media luna

Alba de sexo adolescente en los Pirineos

A Aina la ha desvirgado Chingo

Ahmed y Abdullah desvirgan a Martita y Sara...

Telaraña para una adolescente

Desvirgadas en Barcelona 3 y 4

Desvirgadas en Barcelona 1 y 2