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Sandro y yo: desvirgada en Badalona - 1

en Hetero: Primera vez

Sandro y Marina: desvirgada en Badalona - 1

GataColorada, fiel amiga, aquí tienes de nuevo aquel relato....

Finalmente bailamos una música lenta, apretados el uno contra el otro, y yo noté claramente que Sandro, un chico del último curso del instituto, apretaba mi culo contra su vientre, en el que había algo duro y voluminoso presionando mi sexo. Era evidente que Sandro se había excitado mucho tocándome  y abrazándome al son de la música, y su mirada era extraña, con un brillo especial. Por eso no me extrañó cuando me dijo que saliésemos a tomar un poco el fresco en la playa cercana. Recuperamos nuestras bolsas y salimos de la disco Szero, una de las que está de moda junto a la playa este año en Can Ribó, y nos dirigimos caminando hacia la playa. Pasamos la vía del tren de la costa por el puente del torrente de Vallmajor y llegamos a la orilla del mar, tranquilo como una balsa, la luz de las estrellas dando un aspecto mágico al paisaje y la ciudad dormida detrás. Mar adentro, no muy lejos, se veía el resplandor de las barcas de pescadores faenando. Y las de un gran crucero  alejándose en dirección tal vez a Italia.

Sandro y yo dejamos atrás la playa del Cristal y paseamos hacia el norte,  buscando un lugar desierto y nos sentamos finalmente en un claro de arena solitario camino del bar Oasis, entre el mar y las vallas de la vía del tren. Había algunos grupitos hablando y riendo en la zona del bar, que tiene un  túnel para pasar la vía del tren,  y también observé a dos chicas que parecían dormir abrazadas y desnudas del todo cerca de donde estábamos nosotros. Las luces verdes y violetas del Oasis añadían un toque irreal y cálido al lugar. Me puse de pie, me quité la camiseta y el short, me quedé en mi bikini negro de tanga abajo y un casi inexistente sujetador arriba. Me di cuenta de que, claro, Sandro me miraba fijamente.

-Eres delgadita pero  estás muy buena, nena, eres muy guapa, así desnuda mucho más que vestida en el instituto, ¿sabes? – me dijo el chico

Sonreí y me volví a sentar en la gruesa arena al lado de Sandro. Pasaron un par de minutos sin que hablásemos, y al final Sandro pasó el brazo por mis hombros y me empujó hacia atrás, hacia la arena… Nos tumbamos, nos agarramos de la mano y miramos juntos el universo, limpio de cualquier sombra de nube. Había estrellas que se movían en el cielo, a saber dónde irían aquellos aviones, o lo que fuesen…  Nosotros dos continuábamos estirados en la arena de la pequeña playita, protegidos por unas rocas cercanas, aunque otras parejas de chicos y chicas que habían ido llegando después que nosotros ya habían ido desapareciendo de nuestra vista. Todos debían haber buscado su rinconcito. En la playa, las rocas o el sendero oscuro junto a la vía del tren de la costa … Estábamos relativamente solos en la oscuridad…

Sandro me quitó el sujetador del bikini casi sin darme cuenta, muy lentamente, y me estremecí la primera vez que el chico acarició mis pechos, con toda suavidad y mimándome a pesar de que es muy bruto y bestia jugando a futbol, aunque conmigo siempre ha sido así, muy buen amigo, amable y cariñoso… Su mano en mi piel… Me daba besitos en la cara, rozaba sus labios con los míos y yo los apartaba, me acariciaba los cabellos… Empezó a apretarme los pezones… Y, de pronto, temblé al sentir que aquello que tantas veces había imaginado y simulado en mis fantasías eróticas que hacía con el chico con fama  de ser uno de los más folladores del instituto, empezaba a ocurrir en la realidad…

Sí, noté que lentamente, muy poco a poco, centímetro a centímetro, Sandro empezó a bajarme la braguita del bikini, el tanga que apenas tapaba una pequeña parte de mi sexo…  La fue deslizando hacia abajo, acariciándome los muslos por dentro mientras lo hacía… Sus manos se pasearon por mi sexo…  De nuevo por el interior de mis muslos… Noté que mi cuerpo ardía… Colocó mi braguita al lado de mi cara… Y poco después colocó otra cosa… Sí, era su bañador, él estaba ya también completamente desnudo a mi lado, acariciándome…

Pensé en aquello que debía haber en su vientre, aquello tantas veces me había imaginado cómo podía ser y que seguro que iba a entrar dentro de mi cuerpo tal como había soñado tantas veces,  cuando  me tocaba con los dedos y me los introducía un poquito, en la soledad de la noche en mi habitación o en el agua caliente de la bañera de mi casa, desde el día en la fiesta de Carnaval del instituto, hace unos meses, cuando Sandro, que desde el inicio de curso no dejaba de mirarme en el patio y en los pasillos cuando entrábamos y salíamos de las clases, me sacó a bailar y me apretó contra su cuerpo, susurrándome en la oreja que cuando llegase el verano me desvirgaría en la playa. Yo cuando le oí me aparté espantada, imaginad, mi primer año en el instituto y un guapo, fuerte y popular chico del último curso, jugador del equipo de futbol del cole,  diciendo que en el verano me iba a follar… Él se quedó sonriendo mientras me miraba haciéndome unos gestos obscenos con la lengua. Aquella noche, claro, no pude dormir, y cuando la semana siguiente Sandro vino a hablar conmigo en el patio del instituto, hice como si aquello no hubiese pasado, y él no volvió a repetirlo, pero siempre me miraba como si yo fuese la merienda o cena que pensase devorar algún día, tal como me había anunciado. Lo peor era que a mi no me molestaba su mirada, y no dejaba de tocarme por las noches en mi cama pensando en él,  en cómo sería desnudo, y como sería aquello… Ya sabéis, su pene, que los chicos que lo ven en las duchas después de hacer deporte dicen que es uno de los más grandes de todo el instituto…

Mis amigas me decían con unas risitas y miradas entre ellas como si ya supiesen que él iba a por mi que Sandro no es más que un violador disimulado, que luego se dedica a presumir de las chavalas que ha desvirgado del primer curso de secundaria, como yo, las putitas novatas, dice él,  y que ya de entrada ya te desnuda y viola mirándote, pero yo no creo que eso sea tan exagerado, conmigo es muy dulce, me encuentro muy bien a su lado, aparte de aquella frase de Carnaval cuando bailé con él, nunca volvió a pasarse conmigo. Y seguro que aquella noche ya había bebido demasiado y por eso me dijo que cuando llegase el verano me iba a desvirgar. Y me da pena que le critiquen tanto, creo que es un buen tío aunque algunas pijas le tienen manía y le critican porque saca malas notas y ha repetido curso. A veces lo vemos por la ciudad paseando en moto con una chica bastante mayor que él que trabaja de bailarina de striptease en un club de Barcelona y tiene un cuerpo sensacional. Incluso dicen que ella le paga todos sus gastos, cosa que no me extrañaría nada pero que no creo que le importe a nadie.

Sandro y yo apretamos las manos… Bajó su cuerpo y se colocó a mi lado, siguió mirándome con aquellos ojos tan diferentes a los míos, tan oscuros… Me acariciaba, tocaba todas las partes de mi cuerpo con gran delicadeza y suavidad…  Poco a poco nuestros cuerpos se fueron aproximando, hasta quedar juntos… Noté su sudor en mi piel… Sus gruesos labios estaban a punto de tocar la carne rosada de los míos… Mi corazón se aceleraba por momentos, una de sus manos apretaba sin violencia mis tetas, pellizcaba mis pezoncitos, jugaba con mi cara… Gemí un poco, era placer, no dolor…

Fue entonces cuando sus labios se unieron de pronto con fuerza a los míos, el mundo se fundió en mi cabeza, fue como si viese una tonalidad mágica de mil colores, y creció fuerte y valiente aquel sentimiento que me unía a Sandro desde la primera vez que estuve sola con él, hacía dos semanas, el primer día que mis padres me dejaron ir de marcha el sábado por la noche con las otras chicas del instituto, me lo encontré en la discoteca Carpa, vino a bailar conmigo y luego me llevó a a varios de los locales más guerreros y con marcha que había al otro lado de la calle, el Bachata,  el Szero, que me encanta por el ambiente que crean sus luces iridiscentes azules y violetas iluminando el escenario de los dj’s, y otros más que están por las calles de aquella zona conocida como polígono de Can Ribó… En todos conocían y saludaban a Sandro, y muchas chicas le daban besos en la boca mientras me miraban con curiosidad sonriendo de forma burlona.

Sí, no puedo acabar de describir el perturbador deseo de ser abrazada por Sandro cuando me miraba de aquella manera… Que me hacía pensar enseguida en terribles cosas prohibidas… La manera en que se comía un hot-dog mirándome insinuante saboreando la salchicha con la lengua y apretándola con los dedos, sonriente y burlón,  en la frankfurtería Xampanyet, casi delante de la Carpa… Yo me sentía muy atraída por él, no conseguía explicármelo, nunca me había imaginado sola de marcha con un guapo chico con fama de ser el más follador del instituto,  siempre de pequeña había visto a la gente como él como unos seres repulsivos pero así es, una se hace mayor y siente cosas nuevas y sorprendentes…

Aquel primer beso que me dio en la oscuridad de la playa debió de ser el más dulce y suave de los que nunca él había dado, yo le correspondí nerviosa pasando mis manos por su cara y su espalda… Entonces Sandro bajó su cabeza y exploró con sus labios mi cuerpo mientras yo le besaba y acariciaba su cabeza y toda su piel… De nuevo me besó, y noté como su lengua abría mis dientes y se introducía en mi boca… La noche avanzaba junto al mar sin que nos diésemos cuenta, estábamos en la arena acariciándonos encima de una toalla que él llevaba en su bolsa, desnudos, sin separarnos, los dos queríamos estar juntos… De vez en cuando, detrás nuestro, pasaba con gran estrépito un tren por la vía.

Las estrellas brillaban en el cielo y nos daban nos daban la luz perfecta para vernos las caras y los cuerpos en la complicidad de la semipenumbra… Yo sentía como me llenaba de amor, o de deseo intenso de abrazarle y besarle, no sé, poco importa, a cada instante que pasaba me sentía  más excitada con sus manos explorando mi cuerpo…  Si, el amor, o el sexo, aún no sé la diferencia, me había atrapado… Decidí abandonarme, jugar con él… La inquietud me invadía y me hacía temblar… Sandro parecía no tener ninguna prisa en hacerme aquello que yo temía y al mismo tiempo esperaba nerviosa… Él gozaba de aquellos momentos, me trataba con delicadeza y serenidad, mientras crecía en mí el sentimiento de felicidad y confianza en lo que él hacía, luchando con la angustia de saber lo que me esperaba… Tiernamente seguía acariciando mi cuerpo adolescente, cada una de mis partes, muy lentamente, diciéndome que me quería, con una voz apasionada, entre beso y beso, sonrisa y sonrisa, caricia y caricia, con la tranquilidad de la soledad inmensa del mar que había a pocos metros de nuestros pies. Empezó a lamerme los muslos y a introducir la lengua en mi sexo, y yo me desesperé de excitación y no pude evitar empezar a gemir mientras acariciaba su cabeza escondida en mi vientre.

Poco a poco, finalmente, después de un tiempo que se me hizo eterno de caricias y besos, el chico me giró con delicadeza hasta que quedé de espaldas en la arena, y me di cuenta de que se colocaba encima de mi cuerpo mientras separaba suavemente mis muslos… Le ayudé instintivamente, sin darme cuenta, abriendo bien las piernas y doblando las rodillas de forma que apretaba con mis muslos su cadera y casi también su culo…  Noté su estómago y su tórax potentes encima de mi cuerpo delgado, sus pechos apretando los míos, y aquella sensación de ser medio aplastada, aumentó al máximo mi excitación y mi deseo por él, de manera que le abracé y le besé, notando como él introducía su lengua en mi boca y yo sentía su aliento a cerveza dentro de mí…

Sandro separó aún más mis muslos para colocarse mejor, y noté que con una de sus manos estaba colocando su pene en la entrada de mi sexo… Hice lo que nunca habría creído ni esperado de mi misma… Sin pensarlo, sin decidirlo conscientemente, bajé yo también una de mis manos, agarré la suya, la aparté del pene, y llevé su pene hacia el interior de mi sexo… Increíblemente me atreví a hacer lo que tantas veces había soñado que haría mientras me tocaba en las noches de excitación en mi habitación pensando que estaba en la cama con él. Sí, ya se que todos me tienen por una nena delgadita y atractiva que saca muy buenas notas pero bastante tonta y tímida con los chicos, pero lo hice, tomé el pene de Sandro con mi mano y lo dirigí  a mi vientre. Era la primera vez que tocaba el pene de un chico… Era duro, ancho, caliente, muy grande, me excitó más pensar que aquello estaba a punto de meterse en mi cuerpo… Lo noté ya un poco dentro de mí, a punto para avanzar…

Sandro gimió y gruñó, agarró con una mano mi cabeza, besándome con una fuerza ahora ya más brutal y descontrolada, mientras pasaba la otra por mi culo, levantándome y apretándome contra su cuerpo, crucé mis muslos con fuerza en los suyos, pasé uno de mis brazos por su espalda y otro por sus nalgas, presionando su culo aún más contra mí, y en un instante rápido como un rayo, el chico gritó y dio una sacudida a su cuerpo hacia delante,  noté un pinchazo en mi sexo, una sensación de que algo se desgarraba, grité de dolor, él me tapó la boca con un beso muy fuerte y me di cuenta de que, después de romperme el himen y desvirgarme como me había anunciado meses atrás, su pene se introducía por completo de forma rápida en mi vagina.

Me hizo  daño al penetrar profundamente, pero de nuevo con la mano comprobé que tenía ya todo su pene dentro de mi cuerpo, lo que encontraba era su pubis, el pene lo tenía dentro de mi, era increíble, aquello tan grande estaba todo ya en mi vientre…  La dilatación de mi vagina para que entrase por primera vez todo el miembro de Sandro  me provocó una sensación nueva, como de desgarro continuado, como si algo estuviese invadiendo y abriendo mi vientre una y otra vez, pero era mucho menos doloroso de lo que a veces yo me había imaginado o me temía por lo que decían algunas amigas del instituto que se lo habían pasado realmente mal la primera vez que lo habían hecho con un chico. No era para tanto. O tal vez él no había  sido demasiado bestia conmigo, había pasado mucho rato acariciándome, lamiéndome y mimándome,  antes de desvirgarme, no sé.

Sandro sudaba y gemía, me besaba, mordía y lamía, al tiempo que se movía, adelante y atrás, y su pene iba también oscilando dentro de mi sexo, cada vez más rápida e intensamente, mientras sacudía mi cuerpo de arriba abajo, cada vez con más violencia, como si se transformase en un ser que yo desconocía…  Ya no era un chico amable y dulce, ahora Sandro era como otra persona, un animal copulando descontrolado en mi cuerpo, como un perro, pero a mi me gustaba, no notaba su peso aplastante, me sentía inundada por su sudor que se mezclaba con el mío, no me creía maltratada, sino que me agradaba, me gustaba hasta la exasperación, y deseaba que aquello continuase, que no acabase nunca…  Yo también le abrazaba, le besaba, pellizcaba su culo, introducía mi lengua en su boca… Y me asfixiaba debajo de su cuerpo, me costaba respirar, aplastaba mi vientre y mis tetas, me ahogaba con sus besos y su lengua recorría el interior de mi boca buscando la mía…  Pero yo quería que aquel momento fuese infinito, era de verdad aquello que  tantas veces había imaginado por las noches en mi cama tocándome el sexo con mis dedos…

Y, uffffff, la explosión…

Sandro se puso a gritar y jadear, sacudiendo mi cuerpo como si fuese un peluche,  casi sacándome el pene y volviéndome a penetrar tan profundamente y con tanta violencia que yo habría gritado también de dolor si no estuviese haciéndolo ya de placer, un placer increíble, extraordinario, brutal, agónico, que sobrepasaba con mucho la más deliciosa de las veces que yo me había proporcionado placer con mis dedos en la soledad de mi habitación con la almohada haciendo de chico… Y  los últimos meses la almohada tenía precisamente en mi imaginación la forma de Sandro, que yo me imaginaba completamente desnudo después de quitarse la ropa de futbolista y añadía para dar forma imaginaria a su cuerpo un gran almohadón adicional que tomaba del sofá del comedor de casa… Muchas veces estuve tentada de utilizar algo para simular su pene, pero me detuvo el hecho de que era absurdo que me desvirgase a mi misma, como le había pasado a Nuri, una de las chicas de la clase, que nos explicó en secreto que se pasó jugando con un plátano introduciéndolo cada vez un poquito más en su sexo hasta notó un desgarro y vio sin saber si reír o llorar que el plátano estaba lleno de sangre, se había  desvirgado a sí misma. 

Pero ahora no era una almohada y un almohadón los que me violaban, ahora eran el auténtico cuerpo de Sandro y su pene bien real los que estaban follándome y penetrando una y otra vez hasta lo más profundo de mi vientre.…  Sentí un placer que me llevaba a la exasperación, a la asfixia, me ahogaba, mientras el chico seguía gritando y creo que hasta aullando como un lobo, y yo sentía como mi sexo, mi vagina, se estaba inundando con la cascada de semen que brotaba incontenible del pene que estaba dentro de mi vientre…

Sandro se fue calmando al fin, mientras yo notaba que el semen se había extendido incluso por fuera de la vagina, el líquido caliente me mojaba el vientre y los muslos…  Y poco después él lo recogía con la mano y lo pasaba por mi cara, me mojaba hasta los ojos, y luego lo lamía con sus labios mientras quedaba en reposo a mi lado…  Y yo no sentía asco ni dolor, me gustaba todo, le abrazaba y besaba… Y probé los restos de semen que él depositó dentro de mi boca… No me daban ganas de vomitar, mi sorpresa fue que me gustaba hacerlo… Un olor que siempre buscaré… Y un gusto salado y denso…

Me ahogaba… No podía respirar… Calor, sudor y semen…

Sandro, que parecía no darse cuenta de que me aplastaba, había ido volviendo a ser un humano… La bestia feroz ya se había apaciguado, ya había devorado a su presa, yo…  Su pene, antes enorme, había ido quedando fláccido, en descanso… Y acabó de separarlo de mi cuerpo y se colocó de lado, abrazándome, con los cuerpos muy juntos y musitándome palabras que no acababa de entender…  Me fundí en un abrazo con él, las caras unidas, los muslos y las piernas entrelazados… Nunca en la vida me he sentido tan bien como en aquel momento, aunque notaba  dolor en el sexo…  El himen roto, o la vagina resentida de la dilatación provocada por primera vez por el pene de mi deseado violador…

Estuvimos así, unidos, abrazados un largo rato… Oí las voces de grupos de chicos y chicas que paseaban por la playa buscando, como nosotros, un lugar tranquilo, mientras ya no había el ruido de trenes, habían pasado los últimos de la noche en dirección a Mataró. Afortunadamente, al ver una pareja que evidentemente estaba follando, se apartaban y no pasaban a nuestro lado para no molestarnos. Era tarde, tenía que volver a casa. Me puse en pie y volví a notar dolor en la vagina. Más semen de Sandro salió de mi sexo y se deslizó hacia abajo por mis muslos, me di cuenta de que estaba mezclado con manchas rojas de sangre. Pero no me fui a limpiar con agua a la orilla del mar, porque seguían pasando algunos grupitos de chicos y chicas tal vez con el mismo objetivo de encontrar un lugar tranquilo para hacer lo mismo que nosotros,  y alguien podía verme desnuda caminando y tal vez reconocerme, qué horror, si viesen que acababa de tener sexo con Sandro, al cabo de dos días lo sabría todo el instituto...  Abrió su bolsa y me dio una cápsula verde y me dijo que me la tomase, que evitaría que pudiese yo tener problemas por lo que habíamos hecho, y que ya debía imaginar yo a qué se refería. Me dijo que siempre lleva unas pastillitas de esas para las chicas, porque odia follar con gomita, dice que no es lo mismo que a piel libre, pero que no quiere empezar a ver Badalona llenarse de nenas con bebés parecidos a él…

Nos vestimos, me puse la braguita, la camiseta y los shorts, y cuando vi que Sandro quería ahora pasar por el túnel del bar Oasis, le dije que no, que había gente y me podía reconocer gente del instituto. Sandro sonrió, me dijo que lo entendía, me besó, me agarró por la cintura desnuda y nos dirigimos de nuevo al puente del torrente de Vallmajor. Había algunas parejas tumbadas o sentadas en la playa, pero yo giraba la cara hacia el mar y la oscuridad favorecía, espero, que nadie me pudiese reconocer, aunque a Sandro sí, a él le reconocían enseguida y hubo algunas voces que le saludaron de lejos y le preguntaron si se lo había pasado bien con la nena que llevaba agarrada. Afortunadamente nadie se acercó a hablar con nosotros en la orilla del mar.

Esperamos a no ver a nadie cerca  para volver a cruzar el puente del torrente. En la zona de Can Ribó sí se veían muchos chicos y chicas entrando y saliendo de los bares y discotecas. Sandro me dijo que me acompañaba a casa y empezamos a caminar hacia el centro de Badalona por una ruta secundaria paralela a los bloques de viviendas Sant Jordi, ya que  por la carretera principal seguro que nos habríamos encontrado a gente del instituto caminando hacia Can Ribó, y yo no quería que el lunes todas mis compañeras murmurasen que yo había estado con Sandro en la playa por la noche.

Horas más tarde, en mi cama, en casa, con todo en normalidad y silencio, no conseguía dormirme… Me bañé hasta notarme bien limpia, tomé un analgésico por las molestias que sentía en la vagina, y me acosté… Pero todo lo que había pasado aquella noche no dejaba de venirme a la cabeza, como una película repetida… Al amanecer, me abracé a la almohada pensando que era Sandro…  Se oían los fuertes ronquidos de mi padre en la habitación de al lado… 

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