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Desesperación (2)

en Hetero: Infidelidad

Desesperación II

Parte II

Había transcurrido un mes y medio desde la última experiencia sexual de Noelia en el bar Cielo con un desconocido. Tuvo malos momentos, tentaciones de volver, pero entendió que los riesgos eran elevados. De hecho, tuvo que tomarse la píldora del día después por si la había dejado embarazada y se sometió a unos análisis de sangre para asegurarse de que no había contraído ninguna enfermedad de transmisión sexual. Había sido todo producto de su desquiciamiento, no tomar controles en un lugar como Cielo. Se masturbó en numerosas ocasiones rememorando cada momento en los servicios del bar con el tal Pedro, el sabor de su polla, de su leche, la forma en cómo la había follado. Se sentía trastornada y desesperada en medio de aquella soledad, cada vez con más angustia. Se pasaba horas y horas ante Internet, chateando o masturbándose. Comenzó a tomar ansiolíticos y se enganchó a la cocaína por recomendación de su amiga Rosa. Le había dicho que la relajaría en los momentos de más ansiedad. A Rosa se la proporcionaba su marido, Diego, un abogado igual de estresado, y Rosa le pasaba algunas dosis. Cada día esnifaba un par de rayas y parecía sentirse mucho mejor.

Martín, tras regresar de uno de sus viajes, contrató a jornada completa a un joven rumano llamado Sergei para que se ocupara de todas las labores de bricolaje, como el mantenimiento de la piscina y los jardines. Además, tras la última oleada de robos en la zona, Martín se marcharía más tranquilo porque el muchacho le serviría de vigilante. Por menos de mil quinientos euros, trabajaría de lunes a sábados, libraría los domingos y pernoctaría en la caseta de la piscina, donde Martín ordenó instalar un cuarto de invitados. A Noelia le pareció una buena idea, su presencia la haría sentirse segura. Las dos sirvientas dominicanas continuarían dando un par de horas por las mañanas durante toda la semana, para que su esposa continuara siendo una gran señora de la alta sociedad. Un lunes por la mañana, antes de partir hacia Egipto para participar en unas conferencias, se lo presentó a su mujer. Ella bajó ataviada con unos tejanos y una camiseta. Para mantener las distancias, le tendió la mano y el muchacho se la estrechó con timidez. Su hermosura y elegancia imponían y además se trataba de la señora de la casa. Noelia no le pareció un chico atractivo, pero tener un hombre en la casa le produjo diversas fantasías. Era muy flaco, casi raquítico, alto, con la cabeza cuadrada y facciones caucásicas, completamente rapado y con mucha nariz.

Acompañó a Martín al aeropuerto y regresó a la casa en torno al mediodía. Las sirvientas ya se habían marchado. En el salón existía un enorme ventanal que daba a la zona de la piscina. Vio a Sergei por el borde recogiendo las hojas del agua. Llevaba una camiseta blanca de tirantes y el pantalón de un chándal. Estaba sudando por el bochorno. A pesar de su extrema delgadez, sus brazos y pectorales eran musculosos. Un ardor de Noelia recorrió su cuerpo con sólo pensar que estaba a solas con un hombre. Podía diferenciar el bulto de sus genitales. Resultaba fascinante poder observarle. Fue aligeradamente a su cuarto, contiguo al salón, desde donde se divisaba igualmente la piscina. Se desnudó deprisa para ponerse un bikini muy erótico, de un rojo muy fuerte, compuesto por un sujetador de copas triangulares anudado al cuello y a la espalda y un tanguita diminuto de finas tiras laterales, con una tira más gruesa tapando la raja de su culo. Se calzó con unos zuecos, cogió una revista y se puso unas gafas. Se miró al espejo. Demasiado sexy para presentarse ante un chico desconocido. Pero se aventuró sin dudar. Salió al sendero que conducía al recinto de la piscina ante los desbordados ojos de Sergei, que enseguida soltó la red para mirarla. Caminaba con estilo, contoneando las caderas, y sus tetas botaban con cada paso. Llegó a la zona de las hamacas y para tender la toalla dio media vuelta. Entonces el rumano se fijó en su culo de nalgas carnosas y blandas, de un color rosado, pero deliciosas. Algo nervioso, se acercó a ella a paso lento, sin perder detalle. Noelia se volvió al oírle. Aún sudaba y el bulto en el chándal parecía más pronunciado.

  • Buenos días, señora.
  • Hola, Sergei – le contestó amablemente -. Hace calor, ¿verdad?
  • Sí, mucho.

Sergei, impresionado, era incapaz de apartar la vista de aquella mujer. Sus preciosas tetas sobresalían por debajo de las copas del sostén y por los laterales y en la delantera del tanga se apreciaba la forma de la rajita del chocho, con parte de la tela metida por dentro.

  • ¿Quieres darte un baño?
  • No, gracias, señora.
  • Pues tómate algo, estás sudando, ¿quieres un poco de sangría? -. El muchacho se encogió de hombros -. Venga, un vasito.

Noelia se volvió hacia la mesita donde estaba la jarra de sangría. Los ojos se Sergei se clavaron en su trasero. Para servirla, debía inclinarse y exhibir su culito ante el chico. Se curvó ligeramente empinándolo. Sergei diferenció la tira del tanga a lo largo de toda la rabadilla. Al erguirse, la tira volvió a quedar oculta entre las nalgas desnudas. Se volvió hacia él y le entregó el vaso.

  • ¿De verdad no quieres darte un baño?
  • No, gracias, señora.
  • Pues yo voy a tirarme. ¿Puedes llamarme dentro de media hora para comer? Es posible que me quede dormida tomando el sol, siempre me pasa.
  • No se preocupe, señora.

Ante sus ojos, se lanzó de cabeza a la piscina. Sergei la observó llegar al otro extremo y después se dirigió hacia los jardines en busca de unas herramientas, fascinado por la soltura de su jefa. Noelia sabía que podía follárselo, pero debía actuar con tacto, debía contenerse antes de cometer una locura. Salió de la piscina y se tumbó en la hamaca boca arriba. Se ajustó la delantera del tanga echándosela a un lado y dejando visible parte de su vello vaginal. También se abrió más una de las copas, descubriendo una zona de la aureola que rodeaba el pezón. Y se hizo la dormida. Sergei se acercó despacio media hora después y se detuvo junto a la hamaca. Fumaba un cigarrillo. Se fijó en la delantera del tanga, ligeramente apartada a un lado. Estaba viendo parte del chocho. Su porra se fue hinchando. También se fijó en la teta, donde se apreciaba parte de la aureola. Terminó de fumarse el cigarrillo para gozar de aquel cuerpo antes de llamarla.

  • Señora, me dijo que la llamara.

Noelia se incorporó.

  • Gracias. ¿has comido?
  • Sí, un bocadillo.
  • Bueno, Sergei.

Se levantó de la hamaca y se dirigió hacia el sendero exhibiéndose ante el chico, que no le quitó ojo de encima hasta que se adentró en la cocina. Fue incapaz de comer y se metió en el cuarto de baño. Estaba sofocada de placer. Estaba comportándose como una puta. Su abstinencia sexual comenzaba a convertirse en una sensación de ninfomanía. No podía precipitarse. Se dio una ducha y se envolvió en una toalla. Cuando salió al pasillo vio a Sergei en el césped sentado en la barandilla del recinto, echando un cigarro. Decidida, volvió a ponerse el mismo bikini y salió fuera.

  • Hola, Sergei.

El chico bajó de la barandilla y tiró el cigarrillo, preocupado de que le hubieran pillado.

  • ¿Tienes un cigarro? -. Asintió y sacó el paquete. Parecía nervioso de tenerla tan cerca de aquella manera. Le dio fuego – Gracias. ¿Necesitas algo?
  • No, señora, voy a, voy a… Terminar el jardín.
  • Descansa si quieres, no corre prisa.
  • No, mejor lo termino.

Y se alejó de ella. Noelia entró en la casa y se fue a su habitación. Se metió un par de rayas para serenarse. Cuando un rato más tarde salió hacia el salón, vio luz encendida en la caseta de la piscina. Aguantó un par de horas, pero el muchacho no volvió a salir.

Por la mañana se despertó temprano, antes de las ocho. Oyó el motosierra y se asomó desde el balcón de su cuarto. Sergei cortaba el césped del recinto. Llevaba la misma camiseta de tirantes y el mismo pantalón del chándal. De nuevo le abordaron las fantasías y se frotó el chocho observándole. Cada vez estaba más trastornada, abordada por una lascivia incontenible, peor que la que le condujo al bar Cielo a follar con un desconocido. Precisó de otra raya de coca para apaciguar sus impulsos. Su propio marido, poco consciente de sus necesidades sexuales, le había metido un hombre en casa, un chico de diecinueve años. Tramó otra situación para insinuarse con cierto tacto. Se atavió con un camisón negro de satén, de finos tirantes y escote pronunciado en forma de U, con llamativas aberturas laterales hasta la cintura y excesivamente corto, sólo unos centímetros por debajo de las ingles. Y no se puso bragas. Bajó sigilosamente. Había terminado de cortar el césped y descansaba apoyado en la barandilla. Decidida, salió al hall del patio. Sergei, sorprendido, se volvió hacia ella, impresionado de verla con aquel camisón tan excitante.

  • Buenos días, Sergei.
  • Buenos días, señora -. Se sacó el paquete -. ¿Quiere un cigarrillo?
  • Vale.

Ambos fumaron juntos en el hall. Ella reparaba en su paquete y él en las formas de su cuerpo, con aquel camisón tan ajustado y corto y aquel escote tan amplio. Noelia le formuló unas preguntas acerca de su familia y su país y poco a poco fueron tomando confianza. Después le invitó a desayunar en la cocina y el chico aceptó. Cada vez se sentía más cómodo con la señora. Se sentó a la mesa mientras ella preparaba el café y las tostadas. Las aberturas laterales tendían a abrirse cada vez que se movían y el chico dedujo que no llevaba bragas. Cuando se inclinaba para servir los cubiertos, lograba verle las tetas balanceándose bajo el escote, unas tetas grandes con base ancha. Parecía no importarle que la mirara. Estaba tan buena y allí estaba, a su servicio, en vez de al contrario. Cuando saltaron las tostadas, Noelia abrió las portezuelas bajo la encimera, como buscando algún objeto. Sabía que estaba a punto de mostrar sus encantos ante otro desconocido, pero todo era producto de su evidente sequía sexual. Cogió el tostador y se inclinó para guardarlo. Sergei observaba tras ella. La vio curvarse empinando el trasero. La tela del camisón subió unos cuantos centímetros descubriendo todo su coño en la entrepierna y gran parte de la raja de su culo. Se quedó boquiabierto. Pudo distinguir la rajita del chocho y el vello que la recubría, así como la abertura de su culo. Sólo fueron unos instantes, pero suficientes para que su verga se hinchara en pocos segundos. Desayunaron conversando sin parar. Luego ella, con tal de exhibirse, se ocupó de quitar la mesa mientras él se fumaba un cigarro. Le encantaba ser el centro de sus miradas. Un rato más tarde, el chico salió fuera y ella se marchó a su habitación ante de avivar más la llama. Allí se masturbó, con sólo saber que le había mostrado su vagina. También Sergei se masturbó en la caseta con las imágenes que le había ofrecido la señora. Al mediodía se dio un baño en la piscina con el mismo bikini insinuante y le invitó a darse un chapuzón, aunque el chico declinó la oferta. Pero sí se tomó unas cervezas con ella mientras tomaba el sol y se deleitó de sus encantos. Más tarde le invitó a comer en la cocina y preparó la comida ante sus ojos, en bikini. Las carnes de sus nalgas temblaban ante las atentas miradas de Sergei. Con la tira tan metida por la raja, parecía llevar el culo al aire. Sus tetas se vaiveneaban, incluso a veces las copas del sostén se movían y dejaban visible la aureola de sus pezones. También el vello de su chocho escapaba por los laterales del tanga. Noelia comprobó que a veces se tocaba sus partes, un rascón o un leve estrujamiento, como para calmarse. La señora parecía la criada, a su disposición. Incluso le pedía que le trajera una cerveza y ella se levantaba sin rechistar. Le entraban ganas de follársela, tenía la polla demasiado caliente, pero debía ser paciente. Apenas había hecho nada en toda la mañana. Tras una copa después de comer, Sergei se levantó.

  • Tendré que hacer algo o cuando vuelva su marido me despedirá.
  • Yo voy a echarme una siesta.

Salió en dirección al recinto de la piscina. Vio que cogía una carretilla y una azada para cortar la hierba. Noelia estaba muy excitada por haberse exhibido ante él como para abandonar el juego. Volvió a cambiarse y se colocó el camisón negro de satén. Regresó al salón. Sabía que la descubriría desde el patio. Encendió el televisor, sirvió media copa para simular que había estado bebiendo y se tumbó de costado sobre el sofá, mirando hacia el respaldo. Se subió el camisón hasta la cintura, dejando al aire libre su culo. No llevaba bragas. Y fingió que dormía.

Media hora más tarde, Sergei soltó la azada para echar un cigarro. Giró la cabeza hacia el ventanal y la vio tumbada, con el culo al aire. No lo dudó, corrió por el sendero y se adentró en la cocina. A paso lento, caminó hasta la puerta del salón. Noelia oyó sus pasos y sabía que acechaba. Se acercó muy despacio hasta el sofá procurando no despertarla y se detuvo a su lado. Electrizado por la imagen, se metió la mano bajo el chándal para tocarse la porra. Tenía todo el culo al descubierto. Acercó la cabeza para fijarse mejor. Ella pudo sentir su aliento. Distinguió su ano en el fondo de la raja, un orificio sonrosado y arrugado. Más abajo, entre ambas piernas, se hipnotizó con su chocho, con la rajita salpicada de vello y donde se apreciaba el clítoris. Sintió que se corría en el calzoncillo. Ella oía su respiración acelerada. Se removió y entonces fue cuando notó la mano del chico encima de su culo.

  • ¿Señora? -. Continuó removiéndose. Sergei retiró la mano y entonces ella se incorporó precipitadamente sentándose en el borde, simulando un bostezo -. Señora, perdone que la moleste.

Al sentarse, la base del camisón quedaba casi en las ingles y su chocho casi al desnudo, de hecho Sergei podía ver la forma triangular del vello.

  • No pasa nada, llevo un buen rato dormida.
  • Quería pedirle un adelanto, señora, necesito un poco de dinero.
  • No hay problema. ¿Cuánto quieres?
  • Tres mil euros.

Era una barbaridad, pero con tal de mantener aquel juego morboso le daría lo que le pidiera. Estaba demasiado cachonda como para desaprovechar la ocasión. Se levantó y se acercó al mueble. De una pequeña caja fuerte sacó seis billetes de quinientos y se los entregó a Sergei. Los nervios la avasallaban. Después abrió el cajón de otro mueble y sacó un pequeño mantel enrollado con una cajita. Lo desenrolló y de la cajita extrajo una bolsita con coca y una tarjeta de crédito desgastada. El rumano permanecía embelesado. Vació el polvillo blanco en la superficie acristalada. Vio que preparaba una raya en la superficie de la mesa. Antes de esnifar miró hacia él.

  • Por favor, no le digas nada a mi marido.
  • No se preocupe.

Noelia se inclinó para esnifar. Sergei vio sus tetas colgando bajo el escote. Se metió la raya por uno de los orificios de la nariz y se incorporó enseguida para respirar profundamente. Su cuerpo necesitaba más. Estaba demasiado enganchada. Tampoco quería llamar a su amiga, durante esa semana le había pedido varias dosis. Su cuerpo se envolvió en sudor repentinamente. Se le humedeció el pelo y se le secó la garganta. Precisaba de otra dosis. Quería follarse a aquel muchacho, era el momento oportuno, pero sufría una crisis de ansiedad y era incapaz de concentrarse. Ni siquiera se había dado cuenta de que se le había bajado un tirante por el hombro y que una de sus tetas asomaba por encima del escote, con el pezón empitonado a la vista del rumano. Volvió a inclinarse y lamió el cristal de la mesa en busca de restos de coca. Sergei contemplaba fascinado. Al incorporarse, la teta ya le colgaba perfectamente por fuera, pero seguía sin percatarse. En ese momento su mente sólo pensaba en más cocaína.

  • Tengo que salir.

Y echó a andar aligeradamente hacia su habitación. Sergei se acomodó en el sofá y encendió la televisión. Diez minutos más tarde la vio salir precipitadamente de la casa. Iba con ropa informal, unos vaqueros y una camisa. Sabía que iba en busca de más drogas que inhalar.

Noelia llegó a las diez y media. Ya había anochecido por completo. Estaba más calmada, aunque le había costado conseguir unos gramos. Su amiga Rosa también estaba bastante enganchada y su marido la controlaba, pero había conseguido robarle unas dosis. Todas las estancias de la casa permanecían en silencio y con las luces apagadas, temió que Sergei hubiera salido, pero vio las farolas de la piscina encendidas. Entre la penumbra, se acercó al ventanal y le vio tumbado en una de las hamacas, echando un cigarro. Sólo llevaba un slip negro elástico y podía diferenciar su bulto. Corrió hacia su habitación y se desnudó a toda prisa. Luego se puso unas medias blancas con anchas ligas de encaje sobre los muslos y un liguero con tiras delanteras y traseras sujetas a un tanga blanco de tul, con la delantera completamente transparente y un fino hilo metido por la raja del culo. Para los pechos se colocó un sostén muy sugerente, compuesto por pequeñas copas triangulares que sólo tapaban la zona de los pezones. Luego se echó por encima un kimono de gasa con volante fruncido en un pronunciado escote que le llegaba casi hasta la cintura y se lo anudó muy suavemente. Para complementar su atuendo sensual, se calzó con unos zapatos blancos de tacón. Subió la persiana que daba a la terraza procurando hacer el máximo ruido para llamar su atención y salió fuera con un cigarrillo encendido entre sus dedos. Le vio levantarse de la hamaca y dirigirse hacia la terraza. Se fijó en cómo la inflamación del slip botaba con cada zancada. Al tenerle a sólo un par de metros, distinguió la silueta del pene. El rumano también se quedó embrujado al verla. Al dar unos pasos se le abría el kimono y permitía descubrir todas sus piernas y el liguero que llevaba enganchado a las sugerentes medias. También una zona de sus pechos asomaba por el amplio escote.

  • Hola, señora, buenas noches -. Se detuvo a su altura. Noelia le dio una calada al cigarro, nerviosa de tenerle tan cerca -. Estaba preocupado. ¿Se encuentra mejor?
  • Sí, perdona que me fuera así, es que necesitaba mi dosis. No le digas nada a mi marido, ¿vale?

El chico alzó el brazo derecho y le acarició la mejilla.

  • No se preocupe, señora, no le diré nada. ¿Le importa que me haya dado un baño?
  • No, por favor.

Cuando las caricias iban a extenderse hacia sus cabellos, sonó el móvil. Fastidiada por la inoportuna llamada, tiró el cigarrillo y dio la vuelta para dirigirse hacia la cómoda de la habitación. El rumano la siguió a poca distancia, fijándose en cómo contoneaba el culito gracias a los tacones. Noelia, dándole la espalda, descolgó y se puso a charlar con su marido. Por el espejo vio que el rumano se tendía encima de la cama con toda la confianza del mundo, con la espalda apoyada en el cabecero. Vio que se encendía un cigarrillo y se rascaba en sus partes. Enredando con la cinta mientras hablaba con su marido, quitó el nudo y el kimono se abrió. Se despidió con un beso y soltó el móvil. Se volvió decidida. Sergei pudo ver entonces la delantera del tanga, donde se transparentaba con claridad todo su chocho, con los pelillos del vello apretujados contra la gasa. También se hicieron visibles las copas triangulares del sostén.

  • ¿Por qué no me pones una copa? – le pidió el chico.
  • Claro.

Como una sumisa a su disposición, sirvió un whisky solo con hielo y se lo acercó a la cama. Ya le tuteaba. Empezaba a perderle el respeto. Sergei le dio un trago sin dejar de mirarla. Ella aguardaba de pie como una tonta.

  • Quítate la bata, estarás más cómoda.

Noelia sonrió despojándose del kimono. Sus tetas aperadas sobresalían por todos lados, sólo los pezones permanecían ocultos bajo las diminutas blondas. Se giró para colgarlo en la percha. Las carnes de sus nalgas vibraban con las zancadas. Parecía que llevaba el culo al aire, la tira del tanga ni siquiera se veía. Notó flujos en su vagina. Llegaba el momento cumbre, sabía que iba a follar con el rumano. Volvió a darse la vuelta y se acercó unos pasos, como una niña buena.

  • Dame un masaje en los pies – le ordenó el chico.

Rodeó la cama y entró de rodillas por el otro extremo. Vio su enorme paquete, la silueta de una inmensa verga. Por uno de los laterales del slip escapaba el vello y parte de un testículo. Sus piernas eran raquíticas y sus costillas esqueléticas, tenía la piel muy blanca, pero verle en aquella posición acrecentó el brote de flujo vaginal. Le cogió el pie derecho con sus manitas de uñas pintadas, un pie largo y con dedos huesudos, y comenzó a masajearlo muy despacio. Sergei bebía sorbos sin apartar la vista de la señora.

  • ¿Te gusta? – le preguntó ella.
  • Chúpalo.

Con docilidad, alzó el pie hasta su boca, la abrió y se metió todos los dedos dentro para chuparlos. Unas hileras de saliva se vertieron por la comisura de sus labios goteando sobre sus pechos. Le sujetaba el pie con ambas manos, por el tobillo, con la boca muy abierta, notaba las uñas en su paladar y las yemas en su lengua, notaba las asperezas y el sabor seco de la piel. Notó una arcada y derramó más saliva por las comisuras, pero siguió chupando. Sergei levantó la pierna izquierda y condujo el pie hacia la teta derecha, desplazando la blonda hacia arriba y liberando el pezón. Comenzó a masajearle la teta con la planta del pie. Noelia sacó el otro pie de su boca y sacó la lengua para lamerle entre los dedos y el talón. El pie izquierdo fue bajando por el vientre liso, pasó por encima del tanga y se detuvo bajo su entrepierna. Notó el dedo gordo apartando la tela a un lado y escarbando en su chocho. Cerró los ojos para suspirar. Soltó el pie derecho y Sergei bajó la pierna, dejándola con solo una teta al aire. Noelia se dejó caer despacio, clavándose el dedo gordo en el coño. Empezó a menearse para masturbarse con el pie, desprendiendo gran cantidad de flujo. Suspiraba cuando él lo zarandeaba dentro de su vagina. Se miraban a los ojos. Vio que él se bajaba el slip unos cuantos centímetros por debajo de los testículos y descubría una polla delgada pero tremendamente larga, quizás más de veinte centímetros, con el glande muy blanco y afilado. Sus testículos eran pequeños y duros, salpicados de vello muy largo. No pudo resistirlo, anduvo unos pasitos entre sus raquíticas piernas, se curvó hacia delante empinando su culito y se lanzó a comerse los huevos. Se los lamió con desesperación, abriendo bien la boca y ensalivándolos a mordiscones. Mientras se los chupaba, Sergei se sacudía la polla y le apartaba el sedoso cabello a un lado para no perderse el espectáculo. Poco a poco, los labios de Noelia fueron deslizándose por el tronco de la verga para mamarla. Él se la sujetaba para mantenerla recta y ella se la metía entera, hasta notar el glande en la garganta y escupir babas sobre ella. Mientras se la chupeteaba, le acariciaba los muslos de las piernas con sus manitas.

  • Dame con las tetas – le ordenó el rumano.

Deseosa, se irguió y retiró el sostén de sus pechos. Tenía los labios brillantes por la saliva. Se echó sobre él, se agarró las tetas y atrapó la enorme polla, que sobresalía entre ambas rozándole la barbilla. Ella se mantenía inmóvil mirándole a los ojos y él se contraía para deslizar la verga entre la masa esponjosa de los pechos. Estuvo masturbándole con las tetas un par de minutos.

  • Quítate las bragas.

Acataba todas las órdenes con diligencia. Se apeó de la cama para quitársela, a toda prisa, exhibiendo su coñito bien depilado. Se quedó desnuda, salvo por las medias blancas y los tacones. Sergei se echó a un lado, con la verga mojada y endurecida. Impaciente, Noelia se tendió boca arriba y Sergei se echó encima de ella besándola. Notó las tetas aplastadas contra él. Noelia separó las piernas y plantó sus manitas en el culo raquítico del rumano.

- Fóllame, fóllame … - le pidió nerviosa, ya fuera de sí.

Sergei se sujetó la porra y hurgó por los labios vaginales con la punta hasta que se la clavó secamente toda entera. Noelia gimió como una perra clavando las uñas en las huesudas nalgas del chico. El rumano comenzó a moverse deprisa taladrando su coñito con extrema velocidad. Noelia jadeaba a gritos, con los ojos desorbitados y la boca muy abierta. Notaba la enorme longitud de la polla irrumpiendo en su coño a una velocidad de espanto. Percibía cómo vertía gran cantidad de flujo vaginal. El rumano la besuqueaba por el cuello y le acariciaba los costados, sin parar de embestirla salvajemente. Pronto comenzó a gemir igual que ella. Aceleró aún más las penetraciones hasta que se retiró de repente quedando arrodillado entre las piernas de la señora. Enardecido por el desbordante placer, se agarró la verga para sacudírsela. Ella, fatigada por los gemidos, levantó la cabeza para mirar. Apuntó al chocho abierto y mojado y en pocos segundos lo roció de gruesas salpicaduras de leche que embadurnaron todo el vello y labios vaginales, con pegotes que bombardearon su clítoris. Lo dejó empapado de semen. La corrida había sido impresionante. Varias hileras le corrían por las ingles. Sofocado, bajó de la cama para echarse una copa y encenderse un cigarrillo. Noelia le observó de espalda, su culo raquítico y su estrecha espalda. Le había echado un buen polvo. El rumano regresó con la copa y se sentó en el borde de la cama, al lado de ella. La polla iba debilitándose. Le colgaban babillas de semen de la punta. Le acarició las tetas y las mejillas. Ella le sonrió. El rumano se tragó todo el whisky, soltó la copa en la mesita de noche y se tumbó a su lado. Necesitaban recuperarse de un polvo como el que habían echado.

Final Segunda Parte.

En la tercera parte, Noelia se verá obligada a follar con el rumano delante de un desconocido. Y su marido regresa a casa sin previo aviso.

Joul Negro.

joulnegro@hotmail.com

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