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Encuentros inmorales con su prima y su tía 2

en Hetero: Infidelidad

Encuentros inmorales con su prima y su tía. II

El domingo por la mañana iba a ser un día tenso para madre e hija por las situaciones vividas unas horas antes. Pilar apenas logró conciliar el sueño y a las siete de la mañana ya se estaba tomando un café reflexionando acerca de esa súbita ninfomanía que se había apoderado de su mente. Había lamido del coño de su hija borracha la leche eyaculada por su sobrino, una experiencia que debería guardársela sólo para ella, porque sería extremadamente vergonzoso si su gesto veía la luz. La sexualidad con su marido no pasaba su mejor momento desde que le nombraron jefe de cirugía, sin embargo sí que se tomaba la licencia de irse de putas cada vez que se le antojaba o tener alguna aventura con alguna compañera. Y lo sabía a ciencia cierta. Olía su ropa, había descubierto restos de carmín, mensajes, pero ella prefería soportar esas idas de Jesús y no perder el alto tren de vida que le proporcionaba el sueldo de su marido. A pesar de todo, le amaba, era así de tonta, en cambio ahora la figura de su sobrino masturbándose con su hija la habían sumido en una atracción lujuriosa de difícil escapatoria. Había mojado las bragas varias veces recordando la verga y el morbo, aquel cuerpo tan macho y sabroso. Se acercó a la habitación de su hija y se asomó. Había alterado la postura, pero se le veía todo el chocho y mantenía el vestido arrugado en el ombligo. Seguro que Lucas, aprovechando que estaba borracha, se la había tirado y ella ni se había dado cuenta. Regresó a la cocina y merodeó nerviosa, con la sangre caliente, con la lascivia hirviendo dentro de su cabeza. Se tomó otro café y se sentó en una silla. Precisaba de otra masturbación, necesitaba aplacar esa impudicia. Poco a poco se fue elevando el camisón, no llevaba bragas, hasta que descubrió su inmenso chocho, un chocho de raja abierta y viscosa, con una zona velluda que se extendía por todo el bajo vientre. Como su hija, era una mujer de carnes macizas, rellenita, con gruesos muslos, voluminosas tetas con forma de melón, muy abiertas hacia los lados, de aureolas grandes y pezones pequeños, todo dentro de una piel blanquecina y tersa. Tenía una cara guapa, con ojos azules, nariz afilada y labios gruesos, con una melena corta donde destacaba el flequillo y la nuca al rape. Se lo rozó con la yema de los dedos y comprobó lo húmeda que se encontraba. Vio un plátano reluciente en el frutero que había encima de la encimera y tragó saliva al pensar en lo que le apetecía hacer. Trago saliva al extender el brazo y alcanzar la fruta. Lo sujetó como si sujetara un pene y fingió que masturbaba a su sobrino deslizando la palma a lo largo de toda la curvatura. Después acercó la punta más gruesa hasta su coño, se rozó la rajita, y poco a poco se fue metiendo el plátano hasta la mitad. La raja se dilató. Cerró los ojos para imaginarse una escena con Lucas, para imaginarse que aquel plátano era su polla. Y empezó a follarse ella misma, entrando y sacando el plátano del chocho con cierta ligereza, hasta que unos segundos más tarde derramó flujos espesos y pegajosos. Lo sacó enseguida y se lo llevó a la boca mordiéndolo con rabia, hundiendo los dientes en la cáscara, saboreando el líquido vaginal, saboreando aquel placer inaudito. Tiró el plátano al cubo de basura. Estaba desquiciada y estaba haciendo cosas inmorales, impropias para una madre de cuarenta y seis años, felizmente casada y bien mirada, pero atrapada por unos sentimientos incontrolables. Se dio una ducha de agua fría y volvió a recostarse junto a su marido, trató de dormir un poco, se encontraba algo más calmada, pero sólo consiguió rememorar la escena de su sobrino eyaculando sobre el coño de su hija.

Marta se despertó cerca de la una con un terrible dolor de cabeza y ganas de vomitar. Aún tenía el vestido, no llevaba bragas ni las encontraba por la habitación, y se notó el vello del chocho bastante pegajoso. Recordaba las escenas de la noche pasada a intervalos, como escenas difuminadas, recordaba haberle hecho una paja al amigo de su primo, haberse comportado como una puta, y recordaba la sensación de que la habían follado. Su vagina se estimuló ante los recuerdos borrosos. Había sido una pena la borrachera, porque hubiera vivido una experiencia sexual inolvidable. Temerosa de que pudiera quedar embarazada, llamó a su amiga Paqui para que le consiguiera la píldora del día después. Para pedirle semejante favor, tuvo que revelarle el secreto, con todo lujo de detalles, al menos todos aquellos que recordaba, dejando a su amiga realmente impresionada por su salido comportamiento. Luego se duchó y se atavió con unas mayas negras ajustadas, sin braguitas, y una camiseta negra igual de ajustada, cortada a la altura del ombligo, con escote redondeado y adornada de motivos heavys en la delantera. Más tarde recibió la llamada de su novio, el memo que la había empujado inconscientemente a perder la cabeza. En pocos segundos comprendió el motivo por el que muchas parejas cortaban de buenas a primeras o muchos matrimonios se rompían, y todo se debía a la rutinaria relación sexual entre los cónyuges, una relación sin nada innovador, sin nada divertido.

Te lo pasarías bien, porque dice tu madre que has llegado casi cuando estaba amaneciendo – le reprochó Pablo.

¿Qué querías que hiciera? – le preguntó en tono despectivo -. Hasta que no se vino mi primo.

¿Los dos solos?

Y no sé quién más, no me acuerdo del nombre, un amigo de mi primo.

¿Y todo el rato allí en Thum? – preguntó con cierta entonación celosa.

Allí, bebiendo, tengo un dolor de cabeza. Te dejo. Tengo hambre…

Te llamo…

Marta cortó la comunicación. No le apetecía hablar con él, su mente navegaba hacia la lujuria. Encontró a sus padres en la cocina, a su madre preparando la comida y a su padre leyendo el periódico y tomando un vaso de vino. Les dio un beso a cada uno y soportó los reproches de su padre por haber llegado tan tarde, pero hizo oídos sordos y se acomodó en el sillón. Su madre apenas le dirigió la palabra y la miró de manera extraña, era bastante probable que la hubiera pillado borracha, sin bragas y con el vestido subido, hasta era bastante probable que la hubiera visto en brazos de Lucas, su primo, semidesnuda ante él. Un rato más tarde se presentó Lucas, ataviado con el pantalón de un chándal azul marino y una camiseta blanca de tirantes. Lucas tenía llaves de la casa y entraba cada vez que le daba la gana. Pilar asistió a la miradita que se echaron los dos primos y sus ojos se clavaron en su paquete, en el bulto que sobresalía por la zona de la bragueta. No pudo evitarlo y se tiró bastantes segundos admirándolo.

Buenos días a todos.

¿Cómo trajiste tan tarde a la niña, coño, Lucas? – se quejó Jesús.

Es que, tío, estaba con unos amigos…

Está bien, anda. Quédate a comer si quieres.

Vale, he venido para hacer unas cosas en el ordenador de Marta. ¿Lo vas a necesitar?

No, no, para nada, luego te ayudo…

Pilar comprobó la complicidad que había entre los dos y se vio abordada por los celos, su hija estaba liada con él, casi estaba segura, estaba encornudando al pobre de Pablo, se estaba tirando a Lucas, sin lugar a duda, y tal hecho la llenaba de envidia. Almorzaron hablando de cosas insulsas y tras el postre, los primos se dirigieron hacia la habitación. Jesús dijo que se iba a echar la siesta y Pilar, muerta de envidia, se quedó en la cocina quitando la mesa.

Marta marchaba delante de su primo contoneándole el culito definido por aquellas mallas ajustadas. Su habitación se hallaba en otra ala del piso. Cerró la puerta del pasillo para aislarse y cuando irrumpieron en la habitación se volvió hacia su primo.

No cierres la puerta, para oír si viene mi madre, que tú y yo tenemos que hablar.

Vale, de acuerdo.

Lucas se dirigió hacia la cama y se sentó en el borde. Ella se mantuvo de pie, apoyada sobre la mesa del ordenador.

¿Cómo estás? – le preguntó Lucas.

Hecha polvo, como te puedes imaginar. Me la pillé bien. Perdí hasta mis bragas.

No las perdiste, se las llevó mi amigo.

Qué pervertido, ¿no?

Marta arrastró una silla y se sentó frente a su primo.

Le estabas haciendo una paja cuando te mareaste…

Ya lo sé – sonrió -. Se nos fue la cabeza, ¿no?

Nos dejaste a medias.

Ambos se miraron serios, luego ella bajó la mirada.

¿Me follasteis?

Sí, y ni te enteraste.

Me lo suponía, he tenido que avisar a una amiga para que me consiga la píldora ésa del día después. Sólo faltaba que alguno me hubieseis dejado embarazada.

Estabas muy cachonda…

Sí – reconoció con las mejillas algo sonrojadas.

¿Te pongo cachonda? – se atrevió Lucas

Su prima desplegó una sonrisa.

Es que como mi novio es tan aburrido… - se excusó -. Se corre enseguida y todo eso…

¿Te pongo cachonda? – insistió Lucas.

Sí…

¿Qué quieres hacer?

Se tomó unos segundos para contestar la delicada pregunta, envuelta en esa atracción lujuriosa que desprendía su primo. Se mordió el labio inferior para contenerse y tragó saliva en busca de una pizca de serenidad.

¿Quieres que te haga una paja?

¿Quieres tocarme la polla? – contraatacó su primo -. Contesta, putita…

Sí.

Lucas se levantó y se bajó el pantalón del chándal. Marta tenía a escasos centímetros de su cara el tremendo bulto que tensaba la tela del slip blanco. Levantó la mirada hacia él, con expresión suplicante y sumisa.

Vamos, puta, es toda tuya…

Extendió el brazo derecho y plantó la palma encima del bulto, acariciándolo con mucha lentitud, percibiendo el relieve de la verga endurecida y la blandura de los huevos. Seguía mirándole a los ojos sin dejar de acariciarle. Lucas resopló ante la suavidad de los manoseos. Notó que con la manita izquierda le acariciaba el muslo de la pierna. Metió la mano por el lateral del slip y frotó con la palma parte del tronco y una zona de los huevos. El glande asomó por la tira superior. Marta bajó la mirada y vio cómo se movían los nudillos de sus manos bajo la tela y el jugoso glande pegado a la barriga. La izquierda la seguía deslizando por su muslo robusto y velludo. Tras unos manoseos por dentro del calzoncillo, se ocupó de bajárselos con ambas manos hasta enrollarlos a la altura de las rodillas, dejando libre su gigantesca polla, larga, de piel nevada, de glande afilado, y huevos fláccidos. La agarró por la mitad del tronco y se la empezó a sacudir, con la punta muy cerca de su rostro. Con la izquierda le agarró los huevos para sobarlos al mismo tiempo de la paja y le ofreció una mirada viciosa.

¿Te gusta así?

Lo haces muy bien, zorra. ¿Te gusta más que la de tu marica?

Sí…

¿La tiene pequeña?

Mucho más.

Bajó de nuevo la mirada para apretar más la polla y machacarla con más contundencia. Los huevos se los manoseaba a modo de achuchones. Lucas desprendía continuos bufidos de placer ante la paja que le hacía su prima. Marta se vio invadida por el repentino ardor en la vagina. Le soltó los huevos y se metió la mano izquierda en las mallas para zarandearse el coño. No pudo resistirse. Lucas veía cómo se masturbaba al son de los tirones que le daba a la verga con la derecha. Por el hueco entre su vientre y la tira de las mallas, podía ver la ágil actuación de la mano sobre la zona velluda, rozándose, apretándose, hundiendo los dedos en la rajita.

Puta guarra, estás más caliente que una jodida perra…

Joder, primo, estoy muy caliente….

Miraba fijamente cómo le meneaba la polla y a la vez trataba de concentrarse en los estímulos que le proporcionaba al chocho rozándoselo con los dedos de la otra mano. Qué verga más rica, cuánto placer pajear a su primo, encornudar a su novio, qué dura y qué grande, tenía ganas de probarla.

En la cocina, Pilar trataba de buscar un poco de serenidad, pero no lo conseguía. Oyó los ronquidos constantes de su marido. Igual estaba equivocada, igual su hija se emborrachó hasta perder la conciencia y Lucas se había aprovechado quitándole las bragas y masturbándose sobre ella. Igual se trataba de una invasión de malos pensamientos. Soltó el trapo con el que limpiaba y anduvo hasta la puerta del pasillo. No oyó nada y decidió arriesgarse. Giró el pomo muy despacio y nada más empujar la puerta vio un resplandor al fondo, señal de que su hija había dejado la puerta abierta. Descalza, caminó sin hacer ruido hasta que pudo asomarse. Y descubrió a su hija haciéndole una paja a su primo. Permanecía sentada en una silla con la mano dentro de las mallas, masturbándose, mientras que con la derecha sacudía la enorme polla de Lucas, de pie frente a ella. Abordada por los tentáculos del morbo, se tocó las tetas y acto seguido deslizó la mano derecha por su vientre hasta plantarla encima de sus bragas, donde con suavidad comenzó a rozarse los labios vaginales por encima de la tela.

Marta se esforzaba en sacudirle la polla con agilidad, sin apenas desacelerar. Estaba disfrutando como una loca. La enloquecía sintiéndose usada de aquella manera, sintiéndose usada como si fuera su putita, como le gustaba llamarla. Observaba cómo le bailaban los huevos al compás de los tirones. La punta desprendía minúsculas gotas de babilla que se repartían por su rostro.

¿Te gusta así?

Tu marica ya se habría corrido, ¿verdad, putita?

Sí, seguro.

¿Quieres chuparla?

Marta le miró desacelerando la masturbación, tirándole fuerte de la piel hacia abajo, como para afilar más el glande.

Sí, me apetece chuparla…

Vamos, puta, chúpamela…

Pilar, desde fuera, fue testigo de cómo su hija se la empezaba a mamar. Mordió el glande con los labios a modo de puro para atizarle con la lengua por toda la piel lisa mientras se la agitaba. Se sacó la izquierda de las mallas para acariciarle los muslos de las piernas y a veces los huevos. Cuánto estaba gozando mamándole la verga a su primo, tan grande, tan dura, tan suculenta. Su lengua no paraba de saborear el glande, pero quería probarla toda y dejó de sacudirla para chupar todo el palote, deslizando la lengua por todo el tronco, metiéndosela entera hasta pegar los labios contra el vello rizado. Su primo se inclinó y le subió la camiseta hasta las axilas liberando sus dos tetas blandas. Se inició el vaivén de ambas ante los movimientos del torso. A veces chocaban contras las piernas de su primo. No paraba de chupetearle la verga por todos lados, hasta que se lanzó a mamarle los huevos con toda la boca abierta, aplastándolos con la lengua e impregnándolos de saliva. Lucas le plantó las manos en la cabeza para ayudarla. Mamaba como una descosida, se comía los huevos con hambre, y deslizaba la mano izquierda por debajo de la camiseta para acariciarle toda la barriga, como si nunca hubiera tocado un hombre de verdad. Marta apartó la boca de los huevos y levantó la mirada hacia él sin dejar de machacársela. Algunas babas le colgaban de los labios. Lucas la sujetó por las mejillas y se inclinó para besarla. Apartó los labios tras el intenso beso, ella mantuvo la boca abierta y le lanzó un escupitajo en la lengua, escupitajo que ella se tragó. Se miraron con intensidad. Le mantenía apretujada las mejillas.

¿Te gusta mi polla, putita?

Sí, me encanta.

¿Les has chupado el culo a tu marica?

No.

¿Quieres chuparme el culo?

Sí…

Chúpame el culo…

Lucas se incorporó y se dio media vuelta dejando su culo blanco y encogido a la altura de la cara de su prima. Marta plantó las palmas en las nalgas granuladas y peludas y hundió la cara en la raja velluda, esparciendo su lengua por encima del ano, olisqueando como una perra en la basura mientras él se la machacaba inclinado ligeramente hacia delante, percibiendo el estimulante y fresco cosquilleo de la lengua. Marta metió la manita derecha entre las robustas piernas para estrujarle los huevos, dejando la izquierda para magrearle el culo. Su madre, desde el pasillo, se miró las bragas empapadas y se las apartó a un lado comprobando cómo le caían numerosas gotas del chocho. Estaba como eyaculando, se trataba de un líquido viscoso y transparente. Se formaban pequeños charquitos en el suelo. Volvió a taparse y se retiró para ir al lavabo, dejó a su hija al amparo de su primo, dejó a su hija lamiendo el culo a un hombre.

Lucas comenzó a jadear y se incorporó girándose hacia su prima. Apuntó con la polla hacia la cara y ella abrió la boca. Un chorro fino de color blanco salió disparado hacia la garganta anegando toda la boca. Fue brutal el derramamiento de leche, una leche amarga y caliente que Marta fue tragándose a medida que eyaculaba. Sólo un par de finas hileras resbalaron por su barbilla y le gotearon en las tetas. Lucas soltó un resoplido soltándose la verga y vio que ella se rozaba con ambas manos la zona vaginal, por encima de las mallas.

Sigues con ganas, ¿verdad, putita? Tu marica no te da lo que mereces…

Necesito masturbarme, ¿me quieres masturbar? Lo necesito…

Levanta…

La sujetó del brazo obligándola a levantarse y la giró hacia la silla. Ella se curvó apoyando los antebrazos en el canto del respaldo. Lucas se arrodilló ante su trasero empinado y le bajó las mallas, descubriendo su ancho culo blanco y su raja abierta, con un ano reluciente y de esfínteres arrugados, con el vello del chocho decorando su entrepierna. Le olió el culo, pegó la nariz al ano y lo olió con profundidad. Le lamió las nalgas y alzó la mano derecha para clavarle el dedo índice en el ano, lo hundió hasta por debajo del nudillo. Ella jadeó ante el taladrante dolor contrayendo las nalgas fuertemente. Era la primera vez que sufría una penetración anal.

Tócate el chocho – le ordenó su primo.

Bajo la manita derecha para masturbarse mientras su primo la follaba analmente con el dedo, sacándolo hasta la uña y clavándolo de golpe, obligándola a gemir por la extraña combinación de placer y dolor, notando los labios de su primo por las nalgas. Le estuvo abriendo el culo con el dedo un par de minutos y después Lucas se irguió acercándole el dedo para que lo chupara, para que probara las sustancias procedentes de su ano. Lamió el dedo con ansia, aumentaba su excitación comportarse como una cerda y lo chupaba como si fuera una pequeña pollita. Retiró la mano del chocho y la echó hacia la cintura de su primo.

Pégate a mí, necesito sentirte… - le suplicó ella.

Lucas incrustó la polla algo blanda en la raja del culo, pegando la pelvis a las nalgas. Ella se irguió hasta que el vello de los pectorales se le pegó a la espalda y vio que sus robustos brazos la rodeaban para deformarle las tetas con rudos achuchones. Ella no paraba de menar el culo para sentir la polla.

Muévete, quiero sentirte… - le pedía desesperada a su primo, sin parar de gemir, con los brazos echado hacia atrás para obligarle a moverse.

Puta guarra…

Lucas comenzó a menearse también para encajar mejor la verga en la raja del culo. Ambos se meneaban de pie junto a la silla. La besuqueaba por el cuello sin cesar de magrearle las tetas. La mano derecha la deslizó por su vientre hasta agarrarle el chochito, lo apretujó con fuerza obligándola a poner los pies de punta. Lucas notó que chorreaba flujos sin cesar, que le empapaba la mano. Su verga se endurecía en el fondo de la raja y trataba de arrastrarla para masturbarse.

¿Te gustaría que me follase a tu marica? – le susurró.

Sí…

Finalmente la verga escupió unas pequeñas porciones de semen viscoso y ambos dejaron de menearse, resoplando, como fatigados ante el desbordamiento de placer. Lucas se separó de ella para subirse el slip y el chándal y Marta se volvió tapándose las tetas y subiéndose las mallas.

Uff, cómo me has puesto – reconoció ella -. Estamos locos…

Lucas se sentó en el borde de la cama.

Estás muy buena, prima. No sé cómo puedes estar con ese puto maricón.

¿Te lo follarías?

Me pone humillar a los maricas.

Cómo eres – Se sentó a su lado -. No se lo digas a nadie, ¿vale?

Tranquila.

¿Nos hacemos un porro? Me he quedado un poco, no sé, nerviosa después de este calentón, necesitaría relajarme.

No me queda más. Si quieres llamo a Curro y vamos a comprarle algo. ¿Te parece?

Vale.

Voy a casa. Luego te aviso.

Lucas se levantó y abandonó la habitación. Pilar, desde el salón, le oyó salir. Aunque algo más calmada, aún hervía en su sangre la lujuria tras la escena donde había descubierto a su hija masturbando a su primo. Necesitaba sofocar aquella ninfomanía tan irresistible y su cabeza no paraba de dar vueltas para idear un plan y mantener relaciones con él.

A las nueve en punto, Lucas se pasó a recoger a su prima. Ambos seguían con los mismos atuendos. Pablo había insistido mucho al teléfono y ella le había dado largas, le había dejado preocupado por su despectiva actitud. Pilar, sentada en el salón junto a su marido, les vio salir y de nuevo se vio ahogada en un mar de celos. Cuando bajaron a la puerta de la calle, ya había anochecido y hacía bastante frío, sin nadie por la calle. Sólo las farolas alumbraban el barrio. Aguardaron unos minutos en el portal hasta que vieron aparecer el coche de Curro. Aparcó a la entrada de un oscuro callejón por donde no transitaba casi nadie y los primos se dirigieron hacia el vehículo. Lucas le indicó que se montara delante con su amigo y él montó en la parte trasera. Ambos amigos se saludaron con un manotazo y Marta se abochornó al verle de nuevo.

- ¿Cómo estás, guapa? – la besó en las mejillas examinándola de arriba abajo.

Curro encendió la luz interior del coche.

Bien, ¿y tú?

También bien -. Se giró y con Lucas intercambió marihuana por dinero, luego le ofreció a ella una calada del porro que fumaba -. El otro día nos dejaste colgados, nos calentaste la polla y se te fue la cabeza.

Lo siento, fue inevitable – se disculpó ella -. Pero tampoco tuvisteis reparos en echarme un polvo, cabrones.

¿Y tu marica?

Estudiando en casa, supongo.

Tendrás que terminar lo que empezaste conmigo, ¿no? -. Marta sonrió como una tonta y él la sujetó por los pelos y tiró de su cabeza hacia atrás -. ¿No, puta?

Sí…

La soltó para comenzar a desabrocharse el cinturón y la bragueta. Lucas observaba desde los asientos de atrás. Ella parecía asustada ante la rudeza de Curro, pero se excitaba con aquella manera de emputecerla. Gozaba siendo usada como una muñeca por dos hombres.

Sácate esas putas tetas que tienes -. Le ordenó.

¿Aquí?

Vamos, putita, quiero verte las tetas, y quiero que las muevas y te las toques para mí…

Dócilmente, se subió la camiseta hasta las axilas exhibiendo sus dos tetas de base ancha y piel nevada, grandes aureolas, y comenzó a manoseárselas con las palmas y a menear el tórax para producir el erótico vaivén. Lucas ya se estaba masturbando y Curro se bajó los pantalones quedándose sólo con un bóxer cuya tela advertía de la hinchazón de la verga gorda. Apuró el porro contemplando cómo su puta se tocaba las tetas y las movía para él.

Chúpatelas…

Se las cogió por la base y subió las masas esponjosas hacia su barbilla, bajando la cabeza y lamiéndose los pezones, deslizando la lengua en círculos alrededor de ellos. Mientras lo hacía, Curro se apartó el bóxer a un lado dejando al descubierto su verga hinchada y tiesa y sus huevos gordos. Alargó el brazo derecho, la sujetó por la nuca y la obligó a echarse sobre él para mamársela. Curro se relajó reclinándose en el asiento, notó el roce de las tetas por el muslo de la pierna y los labios resbalando desde el glande hasta la base del tronco, hasta rozarle el vello. Subía y bajaba la cabeza al mismo ritmo, un ritmo acompasado que le permitía ensalivarla entera y saborear la babilla que fluía de la punta. Curro soltaba algún gemido, le plantó la mano izquierda encima de la cabeza y extendió el otro brazo para meterle la mano derecha por debajo de las mallas y sobarle el culo. La notó húmeda cuando los dedos se sumergieron en la raja y le restregaron el chocho. Marta meneó el culito al sentir los dedos y procuró apretar bien los labios para mojarle bien la verga. Le sobaba todo el culo con la mano abierta, por dentro de las mallas, recreándose con las yemas algunas veces en el clítoris. Poco a poco, le fue metiendo un dedo en el culo, el dedo corazón, hasta el fondo, y follándola analmente con el dedo ella aceleró la mamada dejando caer la boca hasta el vello y rozando la punta con la garganta. Mojó las bragas a chorros, pero Curro ya gemía electrizado y no hizo ningún comentario al respecto. Sólo le follaba el culo hundiendo el dedo hasta por debajo del nudillo. Marta sintió salpicaduras en su espalda, señal de que su primo se corría sobre ella. Ahora Curro se contraía nervioso follándola por la boca y atizándole con más potencias las clavadas del dedo en el culo, hasta que le inundó la boca de una crema muy pastosa que era incapaz de tragarse, como una gelatina que se adhería a su paladar. Tuvo que escupir algunas porciones sobre la polla y tragarse algo de leche junto con la saliva. Aguardó hasta que Curro le sacó el dedo del culo y retiró la mano de dentro de las mallas, luego se incorporó, aún con las tetas mojadas de su propia saliva.

Qué bien la chupas para no tener experiencia, cabrona. ¿Te ha gustado?

Sí – dijo bajándose la camiseta.

Límpiame la verga, anda, putita, tengo que irme…

Antes se bajó la camiseta. Le había hecho una buena mamada y había empapado la tela de las mallas al tragarse la leche. Cogió un clínex y se lo pasó por la verga para secársela. Luego él mismo se colocó el bóxer y los pantalones.

Diez minutos más tarde, los dos primos se encontraban en el rellano de la escalera. Lucas le atizó una palmada en el culo y un beso en la frente. Tras el gesto, se abrió la puerta y apareció Pilar.

¿Ya venís?

Sí, me llevó a casa de una amiga – mintió Marta.

Oye, Lucas, ¿puedes pasarte mañana por la mañana? Quiero que me expliques unas cosas del ordenador.

Vale, vendré temprano.

Y se despidieron. Marta entró con su madre en casa. Pilar ya había elaborado un plan para incitar a su sobrino y sabía que no dormiría en toda la noche ante la expectación de la aventura. Iba a correr un gran riesgo, pero la ninfomanía la empujaba al peligro. No podía remediarlo.

El lunes por la mañana, Jesús se levantó antes de las seis de la mañana porque iba a tener un día ajetreado en el hospital y antes de las siete se fue de casa. Pilar estaba a la expectativa. A las siete y media se levantó su hija, la oyó ducharse y desayunar y antes de las ocho se marchó a la facultad. Sabía que no regresaría hasta el mediodía. Pilar se levantó nerviosa y conectó su portátil. Luego rebuscó en el cajón donde su marido guardaba algunas películas pornos que se había descargado de Internet y pasó cuatro pelis a su ordenador, creando una carpeta en el escritorio con un gran icono titulado "Películas X". Despejó el escritorio de otros iconos para que la carpeta llamara la atención por su nombre. Luego lo apagó y lo guardó en su maletín. Estaba nerviosa y expectante ante lo que se avecinaba, era consciente de que todo su mundo peligraba por esa enfermiza obsesión por su sobrino desde que le vio desnudo ante su hija. Se tomó un café para atenuar los nervios. Después se vistió de una manera erótica, sin bragas, se vistió con un irresistible camisón sexy color blanco, muy cortito, formado por un top de finos tirantes y vertiginoso escote en V y un faldón en tejido liso semitransparente, con la base hacia la mitad de los muslos. Se miró al espejo. Parecía una auténtica puta. Sus grandes tetas sobresalían por ambos lados de las copas y por el faldón de gasa se transparentaba el gran triángulo velludo de su chocho, así como la raja de su culo. Y se echó en la cama a esperar la llegada del morbo. Era ella quien iba a buscarlo.

Esperó casi una hora hasta que oyó la cerradura. Su sobrino tenía llaves y entraba cada vez que le venía en ganas, pero esa vez le había citado. Adoptó la posición que quería a toda prisa, de espaldas a la puerta, dormida en posición fetal, con el camisón subido hasta la cintura para así dejar su culo al aire. Oyó la voz de su sobrino llamándola desde la otra punta de la casa.

¡Tía! ¡Tía Pilar!

Lucas no oía ruido ninguno e imaginó que su tía aún dormía. Sabía que solía levantarse tarde. Vivía como una diosa. Se dirigió a su dormitorio y desde lejos vio que la puerta estaba abierta, pero se detuvo de repente cuando la vio de espaldas, en posición fetal, con su inmenso culo a la vista y las bragas por el suelo. Menuda sorpresa. La verga se le hinchó en segundos. Era un culo extenso de grandes nalgas abombadas, con la señal de las bragas y con la raja muy abierta, de hecho se distinguía con claridad el gran orificio del ano con pronunciados esfínteres y un suculento chocho peludo entre las piernas, con vello suelto que se extendía por las profundidades de la raja. Lucas llevaba una camiseta de tirantes y el pantalón de un pijama. No paraba de frotarse la zona de la bragueta. Sacó su móvil y le lanzó unas cuantas fotografías al culo de su tía. Qué posición más erótica para clavarle la polla directamente en aquel ano jugoso. Un auténtico manjar. Qué ganas de correrse encima de aquel culo. Con sigilo, dio unos pasos hacia el borde de la cama para verle más de cerca. Ladeó el tórax y se inclinó para asomarse. Entre el vello se apreciaba la raja del chocho y el clítoris, un vello que se extendía hasta el ano. Dormía plácidamente. Se curvó acercando la cara y le olió el culo. Pilar pudo percibir cómo aspiraba el aire. También le olió el chocho, incluso creyó que la había rozado con la nariz. Estuvo olfateándole el culo un buen rato, hasta que le oyó salir de la habitación. Le había incitado. Estaba completamente segura. Oyó unos golpes en la puerta.

Tía Pilar, soy Lucas, habíamos quedado…

Ella se removió un poco haciéndose la adormilada, pero mantuvo el cuerpo en posición fetal con el culo al aire y abierto.

Ya voy – le dijo sin mirarle -. Prepara un café, ¿vale?

Vale.

Le oyó caminar hacia la cocina y entonces bajó de la cama. Volvió a mirarse en el espejo para cepillarse el cabello y ajustarse el camisón. Sin bragas y con aquella prenda tan sexy iba a parecer su putita, la putita de su sobrino, pero se envalentonó y fue en busca de un encuentro inmoral.

Lucas había hecho dos tazas de café y la esperaba sentado en el sofá, con la bandeja encima de la mesita de madera. Sus ojos se desorbitaron al ver aparecer a su tía en aquel estado. Por el faldón se le transparentaba toda la sombra oscura del chocho, no llevaba bragas, también sus gruesos y relucientes muslos y el vaivén de las tetas, que parecían salirse por las flojas copas del top. Para colmo se inclinó hacia él para darle los buenos días con dos besos, permitiendo que por el escote se deleitara con el movimiento de aquellos melones blanditos. Pilar se fijó en el abultamiento en la zona de la bragueta, estaba segura de que había conseguido empalmarle.

Voy por el portátil.

Bien…

La vio contonear aquel culo gordo tras la gasa al dirigirse al armario donde guardaba el ordenador. Al inclinarse, el faldón se elevó unos centímetros permitiéndole una nueva visión de los bajos de sus nalgas y de todo el coño. Su tía era una mujer madura con un polvazo, no sabía si iba a poder resistirse. Con el portátil en la mano, se dirigió de nuevo hacia el sofá y se sentó a su derecha, muy junta, cruzando las piernas y exponiéndose ante él. Al curvarse hacia la mesa para abrir y conectar el ordenador, la electricidad lujuriosa invadió las entrañas de Lucas al ver el meneo de las tetas con el movimiento de los brazos, incluso al erguirse para aguardar que arrancara parte de la aureola de una de las tetas quedó por fuera de la copa.

Es que quería retocar una fotografía, ponerla en blanco y negro, me han dicho que es fácil pero no doy con la tecla.

Es fácil – repitió él sin dejar de examinarla con descaro.

¿Con el photoshop?

Con el photoshop.

Mira, ya ha arrancado Windows – señaló ella.

Al mirar, Lucas se encontró con el incono titulado Películas X y lo señaló con el ratón abriéndolo.

¿Y esto? – preguntó sorprendido, descubriendo varios videos descargados.

Qué vergüenza – se sonrojó -. Unas pelis pornos que me pasó una amiga.

¿Puedo grabarme alguna en mi pendrive?

Sí, claro.

¿Cuál me recomiendas?

Nerviosa, encogió los hombros, con las manos en el regazo.

No sé, no las he visto enteras.

¿Las ves con el tío Jesús?

No, a él no le gustan estas cosas…

¿Es muy aburrido para el sexo?

Bueno, un poco sí.

A ver si va a ser marica – sonrió.

Sí, hombre, qué malos sois los hombres.

¿Con una mujer tan guapa como tú y qué está tan buena?

Pilar le dio un cariñoso manotazo.

Bueno, bueno, que voy camino de los cincuenta…

En serio, tía Pilar, estás muy buena. A muchas jovencitas les gustaría tener el cuerpo que tú tienes.

¡Qué exagerado!

Lo digo en serio. Antes, cuando estabas acostada, te vi el culo, y no sabes las ganas que me entraron de… Se me puso tiesa, ¿sabes?

Cómo eres… Puse el reloj a las ocho, pero me quedé dormida.

¿Y las bragas?

Me gusta dormir suelta, sin ropa interior, me resulta más cómodo.

Lucas extendió el brazo derecho y le acarició la mejilla con la yema de los dedos. Su tía mostraba excesiva docilidad y él debía aliviar el calentón, a cuenta del riesgo que corría.

Eres una mujer muy guapa.

No es para tanto – tonteó.

Y tienes un cuerpo que está para comérselo.

Me vas a poner colorada.

Me gustan mucho tus tetas -. Ella se las miró ingenuamente -. Me encantan.

Son muy grandes, ¿no?

Son preciosas. ¿Por qué no me las enseñas?

Uff, no sé, Lucas, me da corte…

Vamos, no seas tontona.

Bueno, pero no le digas a nadie que te he enseñado las tetas, ¿vale? Prométemelo…

Tranquila, será nuestro secreto.

Pilar se abrió el escote hacia los lados liberando sus dos tetazas, que levemente, chocaron entre sí. Tenía los pezones erguidos y oscurecidos entre tanta masa blanca. A Lucas se le abrieron los ojos ante la exhibición y con nerviosidad se reclinó en sofá metiéndose la mano izquierda por dentro del pijama. Pilar observó cómo se movía la mano bajo la tela restregándola por los genitales. La mano derecha la pasó por encima de una de ellas palpando la blandura de la carne.

Deja que te las toque – le dijo acariciándolas por la base, todo con un tono jadeante.

Bueno…

Uff, tía, me has puesto muy caliente desde que antes te vi el culo. ¿Estás cachonda?

Un poquito, pero es que…

Hazme una paja, tía Pilar, necesito relajarme un poco…

Pero, ¿y sí…?

Nadie se va a enterar, sólo por esta vez.

Se bajó el pantalón del pijama hasta quitárselo y se quedó desnudo de cintura para abajo. La polla larga se balanceó hacia los lados rozando su velluda y fofa barriga. Sus huevos rosados permanecían atrapados entre las dos robustas piernas. Ella le miró la polla con seriedad. Estaba deseando gozar de aquel enorme pollón. Lucas se la sacudió un par de veces con la izquierda y luego se inclinó hacia ella para quitarle el camisón.

Quítate esto, estarás mejor, quiero verte… -. La ayudó a sacarse el camisón por la cabeza y la dejó completamente desnuda, aún con las piernas cruzadas. Luego se reclinó sobre el respaldo y ella se mantuvo erguida mirando hacia él, con sus tetazas en reposo -. Vamos, dame, necesito que me toques…

Aquel cuerpo gordito y macizo era sólo para él. Su tía extendió el brazo derecho y le rodeó la verga primeramente acariciándole el tronco desde la base hasta el glande, después, muy despacio, se la empezó a sacudir haciendo que sus huevos se movieran al son de los tirones. Lucas lanzó un largo jadeo al sentir la mano de su tía. Le miraba las tetas, moviéndose levemente con el brazo, y la mancha triangular del coño entre las piernas.

Tienes un buen pene – le comentó ella.

¿Te gusta más que el de tu marido?

Sí, ya estoy harta de verlo…

¿Por qué no me la chupas? Chúpame la polla, anda, sé un poco putita conmigo…

¿Quieres que te la chupe?

Vamos, zorrita, chúpamela…

La sujetó por la nuca y la obligó a echarse sobre él, a meterse toda la polla en la boca, hasta que el afilado glande le taponó la garganta. Las dos tetazas blandas se aplastaron contra el muslo velludo y robusto y el culo se elevó del asiento, permitiendo que su sobrino extendiera el brazo para acariciárselo, deslizando la palma por sus amplias nalgas. Con la izquierda la ayudaba a subir y bajar la cabeza.

Qué bien mamas, tía, no sabía que fueras tan mamona y tan puta…

Ella se esmeraba en ensalivarla bien dejando la lengua aplastada contra el tronco y subiendo y bajando la cabeza a un ritmo uniforme. Notó que una yema le merodeaba por el ano hasta que poco a poco le fue hundiendo el dedo en el culo, el dedo corazón, entero, agitándolo una vez dentro y hurgándole, provocándole un placer desbordante que la obligaba a contraer las nalgas y a verter flujos por su coño. Tuvo que tocárselo y masturbarse mientras mamaba y la follaba con el dedo por el culo.

Jesús, su marido, lo veía todo desde el pasillo. Habían suspendido la primera operación y había decidido pasarse por casa para dormir un rato y se había encontrado con tan dantesca escena. Su mujer poniéndole los cuernos con su sobrino, enrollados como dos amantes. Todo su mundo se desmoronó en segundos. Veía sus labios deslizarse desde el glande hasta el vello, a lo largo de aquella polla dura y tiesa. Veía cómo ella se zarandeaba el chocho, sus tetas aplastadas contra el muslo de Lucas, y cómo le clavaba un dedo en el culo mientras mamaba, una clavada vertiginosa que la hacía gemir. Lucas comenzó a jadear nervioso y entonces ella elevó el tórax hacia su cara, sujetándole la polla para machacarla a un ritmo veloz, una polla impregnada de babas y con las venas palpitando. Sus miradas se encontraron, sus labios se rozaron, sus alientos chocaron, los pezones de sus tetas acariciaron aquella barriga fofa y peluda. Él continuaba hurgándole en el culo.

Me voy a correr, zorra – le dijo él jadeando como un perro.

Me gusta ser tu puta… Me has puesto muy caliente…

Quiero que seas mía.

Quiero ser tuya. Haré lo que me pidas, hazme tuya, hazme tu puta…

Retiró la mano de su culo. Ella continuaba masturbándose. La sujetó por la nuca y le acercó la cabeza para morrearla con intensidad. En medio del baboseo de labios, la polla comenzó a salpicar leche espesa sobre la barriga, una enorme cantidad de semen, goterones que quedaron atrapados en la áspera y velluda piel blanca de la barriga. Ella cesó de sacudirla, aún se besaban, pero mantuvo la mano por la zona acariciándole los huevos y la verga. La mano que sujetaba el coño también paró de moverse, aunque la mantuvo en su sitio. Fue cuando Jesús abandonó la casa destrozado, después de que su mujer le hiciera una mamada a su sobrino y se ofreciera para ser su puta. Su esplendorosa vida daba un giro de 180 grados desde ese momento. Era incapaz de augurar su destino. Todo había cambiado. CONTINUARÁ. Joul Negro.

Agradezco vuestros comentarios.

Si queréis charlar o comentar algo, en el email joulnegro@hotmail.com o en Messenger.

Prometo publicar pronto la tercera parte. Gracias por el éxito.

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