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Madres e hijas: Queremos follarnos a tu madre.

en Amor filial

(Madres e hijas) Queremos follarnos a tu madre.

           

(Es lo que le dijeron a Rebeca su novio Rafa y el mejor amigo de éste)

                   Rebeca había dejado a su novio de toda la vida y había empezado a salir con Rafa, un chulo, un pijo, el típico líder de la pandilla,  el típico guaperas, el típico ligón, el típico fantasma que no daba un palo al agua. Siempre iba con ropa de marca, con el pelo engominado, alardeando de su posición social, era hijo de un rico empresario, y de su éxito con las chicas. Era alto y moreno, con el pelo negro y melena cuadrada de cabellos lisos que siempre llevaba engominada o con una coleta, ligeramente rellenito, pero vistoso por sus formas.

                   Rebeca siempre estuvo prendada de él, desde pequeña, había sido su amor platónico, por eso no le había importado enrollarse con él y ponerle los cuernos a su novio. Ahora salían formalmente desde que se morrearon en una discoteca y ella cortó con Rubén, su novio desde los catorce años. Ahora tenía dieciocho y vivía con su madre en una lujosa mansión, una mansión ubicada en una barriada de ricachones dotada con seguridad privada. Era una pija como su nuevo novio. Su padre falleció como consecuencia de una grave enfermedad y ellas habían heredado una auténtica fortuna. Vivían como reinas, a todo lujo, además eran pijas y caprichosas, glamurosas y divertidas. Su madre, Gloria, llevaba casi diez años viuda, y quería seguir así, sin ataduras, sin compromisos, sólo tenía rollos esporádicos con algún amigo soltero o cuando se iba sola de vacaciones. Se dedicaba a holgazanear, a tumbarse al sol en la piscina de su casa, a sus clases de yoga, a derrochar dinero, a fiestas con sus amigas, a una vida de lujos como viuda rica.

                   Madre e hija destacaban por sus físicos espectaculares y una elegancia exquisita, Gloria por su madurez y Rebeca por su juventud. Las dos eran altas y estilosas, con pieles muy bronceadas por el sol.  La madurez de Gloria se notaba en su cuerpo macizo, con un culo ancho y abombado y tetas gordas, tetas aperadas de pequeñas aureolas y pezones.  Poseía una larga melena rubia de cabellos ondulados, en contraste con su piel tostada, y ojos verdes oscuros. El cuerpo de Rebeca era más despampanante, más modélico, con un culito muy sabroso, estrecho y de nalgas duritas. Se había operado las tetas y las tenía muy redondas y duritas, voluminosas, erguidas en la zona de los pezones.  Era tan guapa como su madre, sólo que su melena era larga con rizos, negra teñida, un tono negro muy reluciente.

                 Rebeca había renunciado a todo con tal de salir con Rafa. Había dejado de lado a sus amigas y había cortado con Rubén diciéndole la verdad. Ahora salía con la pandilla de Rafa y de alguna manera, el carácter dominante y chulesco de su novio se imponía sobre el de ella. Todo iba bien, pero todo iba a cambiar para madre e hija, porque los amores platónicos a veces traen consigo consecuencias inesperadas difíciles de predecir. Y Rafa era un amor platónico.

     Rafa tenía un amigo que se llamaba Nando, un amigo de la infancia, siempre estaban juntos, pero a Rebeca no le caía muy bien. Apenas le dejaba intimidad con su novio, siempre estaba pegado a ellos como una lapa. No tenía novia y tenía la misma pinta chulesca que Rafa, repeinado con gomina o recogido con una coleta, ropa de marca, sólo que estaba más obeso, con barriga cervecera. Rebeca le soportaba por Rafa, porque sabía que eran buenos amigos, tenía que reírle las gracias y no se atrevía a quejarse de su constante presencia. Tenían pocos ratos a solas y para colmo, Rafa era una persona muy fogosa, que estaba siempre morreándola y toqueteándola hubiese quien hubiese delante. A veces pasaba apuros cuando la besaba con esa pasión delante de la gente.

     Una vez pasó mucho corte en una discoteca. Estaban los tres en un recodo de la barra, tomando unas copas. Rafa permanecía sentado en un taburete y Rebeca se hallaba a su lado, de pie, junto a Nando. De pronto, Rafa le arreó una palmada en el culo, por encima de la minifalda vaquera que llevaba.

-          Ummm, qué buena estás -. Rebeca se ruborizó y miró de reojo hacia Nando. Volvió a atizarle otra palmada -. Tiene un culo -. Le dijo a su amigo,  después la agarró de la mano y tiró de ella -. Ven aquí conmigo, bésame…

Ella se metió entre sus piernas rodeándole con los brazos, dándole la espalda a Nando, y comenzaron a morrearse con pasión. Rafa la rodeó por la cintura y comenzó a manosearle el culo por encima de la falda, pero poco a poco deslizó las palmas hacia los muslos de las piernas y ascendió hacia las nalgas arrastrando la falda hacia la cintura. Continuaban besándose. Le tenía la falda subida y el culito a la vista de Nando, con la tira del tanga metida dentro de la raja. Su novio le pellizcaba las nalgas con las yemas de los dedos.

-          Rózame… Rózame… - le pidió su novio en tono jadeante.

No se atrevió a negarse y contrajo las nalgas para rozar la delantera de las bragas por el bulto de su bragueta. Le tenía la falda subida hasta la cintura y le manoseaba todo el culo con las dos manos, un magreo ante los ojos de Nando. Ella le besaba, rodeándole por la cintura, tratando de rozar las bragas por su bulto, avergonzada de que el amigo les mirara.

-          Estoy muy caliente – le susurró Rafa -. Acompáñame al servicio. No puedo aguantarme.

-          Sí, mejor.

En cuanto salió de sus piernas, se bajó a toda prisa las faldas alisándoselas. Estaba muy ruborizada de que le hubiese visto el culo y no se atrevía a mirar a Nando. Rafa se levantó y la agarró de la mano.

-          Vamos al servicio, tío, estoy caliente como un perro -. Nando sonrió -. Te esperas, ¿no?

-          Yo es espero, no os preocupéis – contestó Nando buscando los ojos de Rebeca.

Se abrieron paso entre el gentío. Rafa tiraba de ella, como nervioso de que se le pasara el efecto de la excitación. La condujo hasta los servicios de caballeros e irrumpieron en la zona de urinarios comunes. No le importaba exhibirla. Había varios tíos meando que en cuanto la vieron volvieron la cabeza. Se podían imaginar que hacía una tía en un servicio de caballeros. La metió en un retrete individual, un habitáculo sólo con una taza. Todo el suelo estaba encharcado de meadas y el wáter estaba todo salpicado. Rafa se colocó ante la taza.

-          Hazme una paja, estoy que reviento.

Rebeca, abochornada, le bajó la bragueta, le metió la mano dentro y rebuscó dentro del slip hasta que pudo sacarle la verga, una verga larga y doradita. Ya la tenía muy dura. Se la empezó a sacudir a un ritmo aligerado, meneándosela en posición horizontal. Rafa respiraba por la boca con los ojos entornados, concentrado en las sacudidas que recibía su verga. Rebeca sólo le masturbaba, tratando de aligerar la marcha, aunque a veces disminuía la velocidad por el cansancio del brazo.

-          Dame fuerte, coño, que me corro…

Se la agitó muy velozmente, casi no veía su mano, hasta que Rafa frunció el entrecejo y al segundo la verga comenzó a salpicar leche hacia todos lados. Se relajó suspirando y Rebeca aminoró la marcha hasta cesar las sacudidas, aunque se la sostuvo en posición horizontal.

-          Joder, qué gusto…

-          ¿Ya?

-          Espera que me estoy meando. Sujétamela.

Le salió el chorro de pis. Ella se la sostenía y trataba de bajársela para apuntar hacia el interior de la taza, aunque a veces meaba por el borde y le salpicaba las piernas. Fue una meada larga, una meada donde tuvo que sujetársela. Cuando se cortó el chorro, ella misma se la sacudió y cortó un trozo de papel higiénico para limpiarle el capullo. Rafa se encargó de guardársela y cuando salieron del retrete, volvieron a bombardearla los tíos que meaban, incluso pudo distinguir alguna polla. Había pasado mucho corte, también cuando volvieron a la barra con Nando. Rafa la había hecho sentir como una cualquiera, pero estaba perdidamente enamorada de él y podía perdonárselo.

      Otra vez, fueron los tres a Pamplona a pasar unos días por los Sanfermines. Los dos primeros días ni se acostaron, estuvieron todo el día de juerga, comiendo y bebiendo, durmiendo en los parques a ratos, participando en los famosos encierros. Ciertamente, se lo estaban pasando en grande. Rafa seguía tan pasional, morreándola a cada instante, pero sin llegar a sobrepasarse delante de su amigo.

Al tercer día, ya no podían con el pellejo, necesitaban un descanso y Rafa sugirió la idea de dormir en una pensión. Pero todo estaba completo por las fiestas y lo único que encontraron fue una habitación doble en un motel de carretera. Debían compartirla con Nando, pero a Rafa no le importaba y ella tampoco quiso poner reparos.

Llegaron de madrugada. Rafa y Nando iban bastante achispados, se habían sobrepasado en exceso con el alcohol. Era una habitación cutre con dos camas estrechas separadas por una mesita de noche, con un pequeño cuarto de baño y un armario. Mientras ellos se hacían unos porros, Rebeca se metió en el lavabo a prepararse. Se quitó el vestido y se quedó con las braguitas blancas y el sujetador, después se lió una toalla para taparse y salió al cuarto. Se sintió cohibida al verles. Los dos estaban en slip, apurando el porro que compartían. Miró de reojo hacia el cuerpo seboso de Nando, un cuerpo con una barriga blandengue y peluda, con fofos pectorales y culo gordo, con un bulto voluminoso en la parte delantera. No pudo evitar el sonrojo de sus mejillas, pero trató de actuar de forma natural.

Se metió en su cama y una vez que se arropó con las sábanas, se deslió la toalla para dormir en bragas y sujetador. Permanecía tumbada de costado, mirando hacia ellos, arropada hasta el cuello. Poco a poco, le fue entrando sueño y empezaron a pesarle los párpados.  Al poco rato, sintió que Rafa entraba en la cama por el otro lado, metiéndose bajo las sábanas y pegándose a ella, pasándole un brazo por encima y estampándole besitos en las mejillas.

-          Te quiero, princesita -. Le susurró. Rebeca entreabrió los ojos y vio a Nando en la otra cama, despierto, tendido boca arriba. La luz tenue de la mesita permanecía encendida. Rafa empezó a refregarle los genitales por el culo, por encima de las bragas -. Estoy cachondo, nena – le susurró en la oreja.

-          Ahora no, Rafa, aquí no…

-          Éste no se entera -. Le dio un tirón a las bragas bajándoselas de golpe y volvió a pegarse a ella, esta vez tratando de meterle la verga entre las piernas -. Tú relájate, deja que te folle…

Le pegó la cara a la melena de rizo, sujetándose la verga para hurgar entre las piernas, hasta que logró sumergirla en el chocho despacio, pegando la pelvis a su culito. Rebeca apretó los dientes, con los ojos muy abiertos, mirando hacia la cama de Nando, que a veces ladeaba la cabeza hacia ellos. Su novio comenzó a removerse sobre su culo para follarla, provocando que su cuerpo se moviera con los empujones, provocando el rechinar de la cama. Apenas le sacaba la polla, tan sólo se contraía velozmente ahondando.

Rebeca procuraba contenerse con los dientes apretados, ruborizada de tener que estar mirando hacia la cama de Nando. A veces el amigo la miraba a los ojos. Rafa comenzó a desprender jadeos secos y a removerse con más energía, acariciándole las tetas con la mano derecha. Fruto de los violentos meneos, las sábanas comenzaron a deslizarse hacia abajo, descubriendo poco a poco su cuerpo. Nando ya miraba hacia ellos permanentemente y se pasaba la mano por encima del bulto del slip.

Con una expresión ruborosa, Rebeca trataba de tirar de las sábanas hacia arriba para continuar tapada, pero Rafa se movía tan intensamente que las sábanas quedaron medio entalladas entre los dos cuerpos, dejándole el coño a la vista de Nando y las bragas enrolladas a la altura de las rodillas. Trató de taparse tirando, pero sólo consiguió taparse la zona del vientre. Nando la miraba con los ojos desorbitados, embelesado en el coño, en la zona triangular de vello, en cómo la verga entraba y salía vertiginosamente. Rebeca, muerta de vergüenza, observó cómo se metía la mano dentro del slip para masturbarse mediante manoseos en su polla.

Rafa la follaba tan severamente que estaba a punto de caerla por el borde de la cama. Le sobaba las tetas por encima del sostén y le tenía las copas corridas hacia los lados, con los pezones a la vista, con ambos pechos meneándose como flanes ante los ojos de Nando, que se masturbaba con media polla fuera del slip, una polla gorda y venosa. El amigo de su novio estaba presenciando cómo se la follaba, le estaba viendo el coño y no lograba taparse. Consiguió sacar un brazo de debajo del cuerpo y taparse los pechos con el antebrazo, pero la otra mano la tenía atrapada bajo el brazo poderoso de su novio y no podía ni tirar de las sábanas ni taparse. Nando se la machacó fuertemente y se vertió la leche sobre la barriga. A Rafa se le salió la polla, pero al segundo soltó unos salpicones de leche sobre el coño, manchándole el vello de porciones viscosas.  En cuanto Rafa se separó volviéndose boca arriba para recuperar el aliento, Rebeca tiró de las sábanas tapándose todo el cuerpo. Se subió las bragas, tratando de evitar mirar hacia Nando, aunque pudo ver de pasada que se exprimía la verga apretándose el capullo. Extendió el brazo y apagó la luz de la mesita. Ya refugiada en la oscuridad, pensó en el rato tan bochornoso que había pasado, su novio follándola y Nando masturbándose en la otra cama. Rafa actuaba sin pudor, actuaba por impulsos, con toda naturalidad. Ella, que era más recatada, pasaba malos ratos cuando Rafa actuaba tan fogosamente. Acostumbrada al romanticismo de Rubén, a su melosa actitud, aquello la desbordaba.  La hacía sentirse como un objeto sexual, como una muñeca hinchable para sus desahogos.  Pero tampoco quería quejarse y dar la impresión de que era una estrecha, cuando empezó a salir con Rafa conocía su mentalidad progresista, que era un ligón y un mujeriego y que iba a costarle conquistar su corazón.

        Por la mañana, Rebeca ya estaba despierta cuando Rafa le pasó el brazo por encima y la acurrucó contra él besándola tras las orejas.

-          Buenos días, mi amor.

-          Buenos días…

Ella miraba hacia la cama donde dormía Nando. Roncaba tendido boca arriba. Su barriga peluda subía y bajaba al son de los ronquidos. Observaba el bulto hinchado del slip y sus robustas piernas y le venían a la cabeza sus movimientos al masturbarse.

-          ¿Qué haces mirando a ese cerdo asqueroso? – le susurró su novio al oído -. ¿Es que te gusta?

Volvió la cabeza hacia él.

-          ¿Estás tonto? Al revés, ayer nos estuvo mirando.

-          Bah, no pasa nada, mujer, el pobre pasa mucha hambre.

-          Ya, pero no sé, cielo, me da corte…

-          A mí me da pena… Es mi amigo…

-          Si a mí también, cielo, pero no sé…

Rafa le lamió la oreja.

-          ¿Por qué no me acompañas al servicio y me haces una pajita? Por las mañanas me sientan tan bien… ¿me haces ese favor?

-          Sí…

Se levantaron sin hacer ruido. Nando se removió sin llegar a despertarse, rascándose bajo los huevos ante la mirada de Rebeca. Ella iba con las braguitas blancas y el sostén. Irrumpieron en el baño y cerraron la puerta. Rafa se colocó ante la taza y Rebeca en su lado derecho, mirando hacia su costado. Ella se encargó de abrir la taza del wáter y bajarle la delantera del slip. Empuñó la verga y se la comenzó a machacar a un ritmo pausado. Rafa se concentraba relajado con los ojos entornados, mirando hacia el techo.

-          Ahhh… Así… Muy bien… Sigue… Sigue…

Le apretaba fuerte con la manita al sacudírsela, aligerando poco a poco la marcha. Pronto Rafa comenzó a soltar bufidos seguidos y ella dio un fuerte acelerón con potentes tirones, hasta que comenzó a derramar goterones de leche que caían en el interior de la taza, goterones que flotaban en el agua limpia del fondo. Le exprimió fuerte el capullo extrayendo los últimos resquicios.

-          ¿Vas a mear? – le preguntó ella.

-          Sí, sujétamela…

Le bajó la polla aún empalmada y al segundo despidió un chorro disperso de pis amarillento, un chorro que salpicó por el borde de la taza. Trató de guiarlo hacia el interior. El pis se mezclaba con el semen del fondo. En ese instante, Nando irrumpió en el lavabo y se quedó paralizado al ver cómo Rebeca le sostenía la polla mientras meaba. Natalia le miró por encima del hombro y sus mejillas se tornaron rojas. Rafa también volvió la cabeza hacia él, justo cuando el chorro perdía potencia.

-          ¿Qué pasa, tío? – le preguntó Rafa con toda naturalidad -. ¿Nunca te ha puesto una tía a mear?

Nando pasó dentro, con su bulto botándole, mientras que Rebeca, abochornada, le sacudía la verga y le subía el slip para tapar a su novio.

-          Nunca me ha puesto una tía a mear…

-          A tu amigo, que le dan estas neuras – sonrió Rebeca ruborizada.

Rafa le pasó el brazo por los hombros a Rebeca. Ella quería taparse las bragas con las manos, pero tampoco quería ser tan cortada. Menos mal que eran de satén y no se transparentaba nada.

-          ¿Por qué no le pones a mear, que vea lo bien que sienta cuando meas y una tía te sujetan la verga?

Rebeca desplegó una sonrisa nerviosa.

-          Ay, Rafa, que no, me da mucho corte…

-          Venga, mujer – la animó Nando -. Estamos entre amigos…

Su novio le atizó un cachete en el culo apartándose y cediéndole el sitio a su amigo.

-          Anda, ponle a mear, no seas tontona…

-          Hay que verse, las cosas que tenéis… - dijo ella.

Nando se colocó ante la taza y Rebeca se ocupó de bajarle la delantera del slip, enganchándola bajo los huevos, unos huevos bien gordos, duros y ásperos, con vello muy largo. Tenía la polla morcillona, a medio camino de la erección. Se la sujetó tímidamente con las yemas de sus deditos y se la bajó apuntando hacia el interior de la taza. Rebeca sonreía ruborizada. Su novio les miraba. La tenía blanda, aunque notó que se le iba endureciendo y aumentando de tamaño. Le tardaba en salir. Le sonreía como una tonta, a veces mirando hacia su novio.

-          Igual no tienes ganas – le dijo ella por romper el hielo.

-          Ya sale…

Salió un chorro débil que cayó en el borde. Rebeca le tiró de la polla para que cayera dentro. Poco a poco fue cogiendo potencia.  Le sostenía la verga con sus deditos, ya muy dura y erecta.

-          El cabrón se ha empalmado – dijo Rafa.

-          Joder, es que es un gusto – soltó Nando en tono jadeante.

El chorro fue convirtiéndose en un goteo.

-          Tiene un buen nabo el hijo puta, ¿eh, cariño? – la azuzó Rafa. Rebeca sonrió temblorosamente. Se la estaba sacudiendo -. ¿Quieres hacerle una paja? -. Rebeca volvió a mirarle, esta vez seriamente -.  El pobre no se come una rosca.

-          Hazme una pajita, anda, sé buena conmigo – le pidió Nando.

-          Pero, ¿cómo voy a masturbarle? – le preguntó a Rafa -. Estáis locos…

-          Hazle una paja al muchacho, mujer, sólo es una puta paja.

-          Venga, Rebequita, estoy cachondo como un perro- insistió Nando -. Mira lo dura que me la has puesto.

Rebeca le agarró la verga y se la empezó a machacar despacio, de manera acariciadora, deslizando la palma por el grueso tronco hasta el capullo. Los huevos duros se le movían al sacudirla y la barriga blandengue y peluda le vibraba. Nando la miraba apretando los dientes y ella trataba de concentrarse en masturbarle, aligerando poco a poco.

-          No se te ocurra tocarla, cabrón, o te doy una patada en los huevos – le dijo Rafa.

-          Tranquilo, me conformo con esto… Dame más fuerte… Ummm, qué gusto… Vamos, más fuerte…

Rebeca se esmeró en aligerar la marcha de las sacudidas. Ya le dolía el brazo de tanto agitarlo. Vio que empezaba a fruncir el entrecejo y que se retorcía de placer. Le rozaba el brazo con el sostén. Apretó y frenó de repente, cuando vio que salpicaba dispersamente goterones de leche, goterones que caían por el borde de la taza. Se la sacudió y se la soltó enseguida. Nando se subió el slip.

-          Gracias, guapita – le agradeció Nando.

-          Te habrás quedado a gusto, ¿no, cabrón? – le preguntó Rafa.

-          Qué bien pajea la jodida.

-          Estáis apañados los dos – les dijo ella abochornada, abochornada de haberle masturbado, de haberle puesto a mear, de estar en bragas y sujetador delante de él.

-          ¿Quieres probarlo? – le ofreció su novio señalándole la taza.

-          No, no, no, eso me da mucho asco, no seáis guarros.

-          Anda, pruébalo – la animó Nando.

-          Que no, que no, que no, que me niego…

-          Venga, coño, pruébalo – insistió su novio.

La sujetaron por los brazos y prácticamente la forzaron a arrodillarse ante la taza. La emanación del pis le invadió la nariz. Su novio se acuclilló a su lado y pasó el dedo índice por el borde atrapando una porción de leche espesa. Se lo ofreció y ella le lamió la yema, chasqueando la lengua y tragándoselo.  Su novio le ofrecía semen de otro hombre. Nando la miraba, de pie a un lado de la taza.

-          ¿Te gusta?

-          Ay, Rafa, me da mucho asco, no me hagas tragar esto… - le suplicó con una mueca de asco.

-          Venga, otro poquito -. Volvió a pasar el dedo, esta vez atrapó semen mezclado con gotas de pis -. Toma…

Volvió a lamerle el dedo, volviendo a chasquear la lengua antes de tragarse la porción.

-          Te gusta, ¿eh, cabrona? – Su novio le dio unas palmaditas en la mejilla -. ¿Quieres más? ¿Eh? ¿Quieres más? – Le empujó la cabeza hacia el borde de la taza -. Chupa…

Curvada hacia la taza, se sujetó la melena rizada con una mano para que no se le metiera el pelo dentro y con la lengua fuera comenzó a lamer todo el borde de la taza, degustando las gotas amarillentas de pis, de uno y de otro, y las gotas de leche de Nando. Su novio se incorporó. Lamía el borde de la taza como una perrita, mirándoles sumisamente, hasta que una arcada la obligó a vomitar babas dentro de la taza, babas que se mezclaron con el agua amarillenta del fondo.

Se incorporó, pasándose el dorso de la mano por los labios.

-          Ufff, ya está, ¿eh? – Se levantó -. Anda, saliros, que me voy a duchar…

-          Muy bien, princesita -. Rafa la besó en la mejilla -. Te esperamos fuera.

No quiso mirar a Nando, sabía lo que pensaba de ella, que era una guarra que se prestaba a cualquier exigencia de su novio. Cuando se quedó sola, trató de vomitar metiéndose los dedos, pero sólo consiguió escupir. Se lavó bien los dientes y la lengua y se dio una buena ducha. Cuando bajaron a desayunar,  los dos actuaban como si tal cosa, como si nada hubiera pasado. Ella se esforzó en aparentar cierta naturalidad, aunque se le notaba cohibida, sobre todo cuando Nando se dirigía a ella. No le gustaba para nada aquella confianza tan extrema, pero estaba tan enamorada de Rafa y tenía tanto miedo de incomodarle que prefería aguantar aquella deshonra.

         Un viernes de mucho calor, Gloria, la madre de Rebeca, invitó a Rafa a comer. Y Rafa se trajo a su amigo Nando. Rebeca se sentía incómoda con el amigo de su novio tras la bochornosa experiencia vivida con él en el baño de la pensión, su presencia la reprimía y se cohibía cada vez que le hablaba, o cuando la miraba con ojos sucios. Rafa no se había referido al suceso en ningún momento, para él había sido un favor a un amigo.

          Rebeca fue quien les recibió. Les dijo que si querían darse un chapuzón, podían cambiarse en el cuarto de invitados de la planta baja. Un cuarto de hora más tarde, se reencontraron en el salón. Rebeca llevaba un bikini azul marino, aunque para evitar el baboseo de Nando, se había liado un pareo de flores estampadas por el cuerpo. Se quedó asombrada al verles. Tanto uno como otro usaban bañadores tipo slip, bañadores que realzaban sus paquetes, el de Rafa de un amarillo chillón y el de Nando atigrado, pero los dos muy ajustados.

         Accedieron al recinto de la piscina desde el salón. Allí se encontraba su madre tomando el sol en una hamaca, con unas gafas de sol, haciendo top less para ponerse morena. Su madre no era para nada pudorosa y cuando les oyó no le importó levantarse con sus dos tetas gordas y blanditas balanceándose ante los perplejos ojos de los chicos. La bombardearon con la mirada. Las braguitas del bikini eran blancas y con una delantera triangular tan estrecha que los pelos del coño le sobresalían por la tira superior y por los laterales. Al saludarles con dos besos en las mejillas, llegó a rozarles con las tetas.

     Charlaron unos instantes y luego les ofreció una cerveza. Rebeca observaba cómo la miraban, cómo se tocaban de pasada sus paquetes, cómo se hacían gestos señalándola. Gloria además era una mujer muy simpática y divertida. Cuando les dio la espalda, parecía que iba desnuda, lleva un hilo de las braguitas metido por el culo ancho y abombado, un hilo tan fino que la raja del culo lo tapaba. Las tetas le bailaban alocadas en cada paso. Rebeca estaba violenta ante la ingenuidad de su madre y el acecho de los dos pájaros.  

    Intimaron mucho con ella acompañándola a todas partes, dándose un chapuzón, haciéndole ahogadillas, toqueteándola. Pudo comprobar cómo la fotografiaron con los móviles cuando su madre se tumbaba a tomar el sol y cómo cuchicheaban entre ellos. Después almorzaron en el porche, sentados en una mesa rectangular, cada uno a un lado. Su madre se encargaba de poner la mesa, con las tetas al aire, zarandeándose ante los ojos de los dos chicos. Sentada, no paraba de hablar, aplastando los pechos contra el canto de la mesa. Una de las veces que se levantó y se curvó hacia la nevera portátil exponiendo su culo en pompa, pudieron fijarse en el fino hilo metido en el fondo, un hilo que apenas tapaba el ano tiernito y arrugadito, con los pelos del chocho adornando la entrepierna.

Rafa se le acercó a la oreja y le susurró:

-          Tú madre está de muerte, tía, mira qué culo tiene.

Rebeca sonrió como una tonta agitando la cabeza. Terminaron la comida y Rebeca se encargó de quitar la mesa. Después ellos se metieron en el salón a tomarse una copa y ella acompañó a su madre a darse un baño. Nadaron juntas durante un rato. Estuvo por decirle que se pusiera el sujetador del bikini, pero no quería que pensara mal de su novio. Le conocía desde hacía poco tiempo y para Gloria había sido un disgusto muy grande que dejara a Rubén tras tantos años de novios. Tras el baño, Gloria se tumbó boca abajo en la hamaca para dormir un poco tomando el sol y Rebeca se secó bien con la toalla, después, con su bikini azul marino, se dirigió hacia el salón.

Los cómodos y amplios sofás estaban colocados en forma de L, con vistas al recinto de la piscina a través de una gran cristalera. Nada más entrar, les miró, cada uno estaba sentado en un sofá, pendiente de la hamaca donde su madre se tostaba. Al estar boca abajo, daba la sensación de que estaba desnuda, con las nalgas aplanadas, las tetas sobresaliéndole por los costados, con el hilo metido por el culo.

-          ¿Qué hacéis? – les preguntó.

Rafa se pasó la mano por encima del paquete.

-          Joder, tía, tu madre nos tiene enfermos…

-          Está de muerte – añadió Nando, tocándose también -. Mira qué culo tiene la hija de puta, y qué tetas tiene la condenada.

-          Sois unos salidos, ¿eh? Que estáis hablando de mi madre, ¿me oís?

-          Tiene un polvazo la muy cabrona – añadió Nando, mordiéndose el labio, alternando la mirada entre la hamaca de su madre y Rebeca.

-          ¿Se folla a muchos tíos? – le preguntó su novio.

-          Y yo qué sé, Rafa, tienes unas preguntas…

-          Tiene que follar como una diosa, la hija puta – subrayó Nando, que no paraba de pellizcarse el paquete.

-          ¿Podemos dejar de hablar de mi madre?

-          ¿Por qué no nos haces unas pajas, así, viéndole el culo a tu madre? Estamos calientes como perros.

-          Rafa, por favor…

-          Venga, Rebequita, anímate, mujer – se unió Nando -, tiene que ser un gustazo que te pajeen viéndole el culo a esa hija puta.

-          Pero, ¿cómo os voy a masturbar viéndole el culo a mi madre? ¿Sabéis en serio lo que me estáis pidiendo? ¿Y tú, Rafa? Estarás de broma, ¿no?

-          ¿Qué pasa, coño? Sólo es una puta paja – le explicó Rafa.

-          ¿Cómo puedes pedirme una cosa así, Rafa? – le preguntó ya en tono indignado, evitando la mirada de Nando.

-          Vale – gritó -. Ya está, tía, vete a tomar por culo, la puta zorra ésta…

-          Pero, Rafa…

-          Que te vayas a tomar por culo, so puta estrecha, que eres una puta estrecha…

-          No te pongas así, Rafa – trató de tranquilizarle -, es que…

-          Que me dejes, joder, que me joden las putas estrechas como tú.

-          Pero, Rafa…

-          ¡Que no me toques los cojones! – gritó indignado. Rebeca se ruborizó avergonzada, mirando de reojo hacia Nando -. Qué culpa tenemos nosotros si tu madre va enseñando el culo y las tetas como una puta asquerosa.

-          Es una jodida calientapollas – añadió Nando.

-          Nos os pongáis así – les dijo tratando de rebajar la tensión -, perdóname, Rafa, es que me da miedo que se despierte y nos vea, sólo es eso…

-          Ésa cabrona no se despierta, ¿no ves? Está tostándose el culo – Rebeca sonrió con tal de mitigar la irritación de su novio -. Nos tiene la polla que nos va a estallar, ¿eh, Nando?

-          La hija puta me tiene de los nervios. Se la metía en ese culo y se lo reventaba.

Rebeca le sonrió el comentario como una estúpida. El sonrojo de los pómulos le quemaba ante la comprometida situación. Miró hacia su novio, que no paraba de pasarse la palma por encima del paquete.

-          Anda, sé buena con nosotros, ¿por qué no te desnudas? – le pidió Rafa -. Anda, cariño, quítate las bragas…

Volvió a sonreír como una boba, sin capacidad de reacción para resistirse.

-          Voy a pagar yo el plato de que mi madre os haya calentado, ¿no?

-          Quítate las bragas – le ordenó Rafa.

-          Sí, vale.

Azorada por la indecente proposición de su novio, se bajó las braguitas azul marino hasta quitárselas, quedándose sólo con el sostén. Tenía el coño a la vista de Nando, una mancha triangular de vello, una mancha de pelillos muy recortados, con el clítoris sobresaliendo entre los labios vaginales. Se mantuvo de pie ante ellos, con los brazos en los costados, ruborizada, como si fuera una esclava que están exhibiendo para su compraventa.

-          Mira qué coño tiene, ¿te gusta, Nando?

-          Está tan buena como esa calientapollas de su madre. Ven aquí, bonita, siéntate conmigo, ven… -. Rebeca, angustiada, dio unos pasos hacia Nando hasta pararse entre sus piernas. Su novio quedaba a su espalda. El amigo se irguió y la rodeó con los brazos plantándole las manos en el culo, luego acercó la nariz al coño y aspiró profundamente, con la punta rozándole los pelillos -. Ummmm, cómo le huele el chocho… Ábretelo -. Rebeca guió sus manos a la entrepierna y se abrió el coño mostrando la carne rojiza del interior. De nuevo, Nando acercó la nariz, llegando a rozarla, aspirando hondamente -. Ummmm, cómo me gusta el olor de tu coño… - La agarró de la mano -. Ven, siéntate a mi lado.

-          No te pases, cabrón – le advirtió Rafa -, que es mi novia, hijo puta. Una paja y zumbando, ¿te enteras?

Nando se reclinó en el respaldo y se quitó el bañador, enseñando su polla gorda y erecta y sus huevos gordos y peludos. Separó las piernas. Rebeca se sentó a su lado derecho, erguida y ladeada hacia él, con las piernas juntas, como si así pudiera ocultar parte de su coñito.

-          Mastúrbame… Mastúrbame mientras le veo el culo a tu madre…

Casi con la mano temblando por los nervios, extendió el brazo derecho y le agarró la verga rodeándola con sus deditos huesudos. Se la empezó a machacar a un ritmo lento. Los huevos se le movían muy despacio al son del brazo. Le rozaba el denso vello con el canto de la mano. La barriga blandengue también se le movía. Nando permanecía atento a la cristalera, atento al culo de su madre. Miró hacia su novio y le sonrió temblorosamente. Rafa se dedicaba a mirar cómo le masturbaba.

-          Muéveme la polla con más arte, coño…

-          Sí, sí, perdona…

Aligeró la marcha provocando un brusco balanceo de sus tetas. La copa derecha del sostén se le corrió dejando un pezón a la vista. Ahora le movía la polla con energía, atizándole fuertes tirones, observando cómo se le movían los huevos.

-          Así… Sigue, cabrona… Ohhh, mira el culo de tu madre… -. Le dio una palmadita en la cara volviéndole la cabeza hacia la cristalera -. Mírale el culo, ¿te gusta el culo de esa puta? ¿Eh?

-          Sí…

-          Ahhh… Ahhh… Dame, que me corro… Así… Así… Tócame los huevos…

Fue tocarle los huevos con la palma y estrujárselos suavemente y la polla comenzó a escupir leche espesa sobre la barriga. Le dio varios tirones exprimiéndole el capullo a la vez, vertiendo las últimas porciones, formando un pequeño charco que inundaba el ombligo.

-          Gracias, tía, qué bien pajeas. Anda, chúpame la leche.

No puso ningún pero, se curvó hacia él, aplastando las tetas contra su costado, y le lamió la barriga por la zona peluda del ombligo, manchándose la lengua de nata viscosa, con la punta rozándole la barriga. Le lamía la barriga como una perrita. Le metió la punta dentro del ombligo para absorber los últimos resquicios y luego se incorporó chasqueando la lengua y limpiándose la boca con el dorso de la mano. Tenía una teta por fuera. Nando le miraba el coño entre las piernas juntas.

-          Ven acá, anda, ¿o no le piensas hacer una paja a tu novio?

-          Sí.

Se levantó hacia el otro sofá, ofreciéndole a Nando una visión de su culito. Rafa permanecía reclinado, con la parte delantera del bañador ya bajada, atento a la hamaca donde Gloria tomaba el sol. Cogió la polla de Rafa con la mano izquierda y se la empezó a machacar a un buen ritmo. Trataba de evitar la mirada de Nando y mantenía los ojos posados en el rostro de su novio.

-          Cómo me gustaría follarle el culo a tu madre… Y morderle las tetas… - jadeaba Rafa concentrado en el cuerpo de su suegra.

-          La hija de puta tiene que follar como una condenada – añadió Nando.

-          A ver si la grabas con el móvil meando o duchándose – le pidió su novio -, y luego nos las enseñas -. Ella sonrió -. Quiero comerme ese culo… Ohhh… Ohhh… Dame… Dame… Sí… Sí…

Dio un fuerte acelerón hasta que la verga derramó leche hacia los lados, entonces fue frenando poco a poco exprimiéndole el glande al mismo tiempo. Al soltarle la verga sobre la barriga, se vio toda la mano manchada. Iba a coger una servilleta de la mesita cuando su novio la interrumpió.

-          ¿El mío no lo pruebas? ¿Sólo el de Nando?

-          Vale, lo pruebo.

Se lamió la mano atrapando las porciones de leche y chasqueó la lengua antes de tragárselas. Luego colocó las manos sobre el regazo, con intención de taparse el coño. Seguía muy abochornada por el hecho de que su novio compartiera aquellas intimidades con su mejor amigo, que la obligara a pajearle, que la obligara a desnudarse delante de él. Los pómulos le quemaban por el sonrojo. Trató de romper el hielo para no parecer una estrecha.

-          Os habéis quedado a gusto, ¿no?

-          Lo siento, cariñito, es que tu madre con ese culo y esas putas tetas nos pone la verga al rojo vivo. Mírala – la señaló con el dedo -, mira la hija puta el polvazo que tiene.

-          Estáis salidos.

-          Debe de dar un gusto tremendo follarse a la muy hija de puta – comentó Nando.

-          ¿Podemos dejar ya a mi madre tranquila? – preguntó aún con los brazos cruzados sobre el regazo para taparse.

Nando se irguió.

-          ¿Por qué no nos llevas a mear? El otro día me gustó mucho…

-          Qué cabrón – soltó Rafa con una sonrisa -. No me jodas que te vas a acostumbrar a que mi novia te ponga a mear.

Rebeca sonreía como una tonta.

-          Me gusta cuando me la sujeta.

-          ¿Nos llevas a mear, amorcito? – la acechó Rafa -. El cabrón se ha acostumbrado a que le pongas a mear.

-          Ay, Rafa, ¿y si viene mi madre? De verdad, eso…

-          Esa cabrona ahora se está tostando el culo -. Rafa se incorporó poniéndose de pie y la sujetó del codo forzándola a levantarse -. Anda, llévanos a mear.

-          Cómo sois – añadió levantándose, con las piernas temblorosas.

Se colocó las blondas del sostén y mantuvo las manos sobre el coño para dejarlo oculto. Caminó delante de ellos en dirección al lavabo de la planta baja, ofreciéndoles el meneo de su sabroso culito. Se ganó dos o tres cachetes de su novio por el camino. Su novio la sumergía en sensaciones desagradables, ofreciéndola como si fuera una prostituta, como si él fuera su chulo. No tenía ese concepto de pareja, sabía que había sido muy mujeriego, pero no hasta ese punto. Y estaba tan prendada de él que no se atrevía a desvelarle sus perturbadoras sensaciones.

Primero se colocó Rafa ante la taza y ella a un lado, de espaldas a Nando, quien recreaba la vista en el culito. Le agarró la verga y se la bajó, sosteniéndosela mientras vertía un chorro disperso de pis, tan disperso que salpicó todo el borde. Luego se la sacudió y se la secó con un trozo de papel higiénico. Después le tocó el turno a Nando. Ella tuvo que encargarse de bajarle el bañador, sostenerle la polla y bajársela. Evitaba mirarle. Le tardaba en salir el pis. Ella se la agarraba con las yemitas de los dedos. Salió un chorro potente que primero cayó en el suelo, luego tuvo que guiarlo hacia el interior de la taza. Fue una meada larga. Como con Rafa, tuvo que limpiarle la verga con papel higiénico y subirle el bañador.

Habían dejado toda la taza salpicada. Arrancó varios trozos de papel higiénico y se acuclilló para limpiar y secar el borde, tratando de contener las náuseas y muecas de asco. Ellos la observaban. Con otros trozos, secó los charcos del suelo, impregnándose las manos de pis. Dejó todo limpio, tiró de la cadena y se incorporó.

-          Vamos a verle el culo a esa hija de puta – le dijo Rafa a Nando -. Seguro que ya estará moviendo las tetas.

-          Se me va a empinar otra vez.

-          ¿Vienes, cariñito?

-          Voy a lavarme las manos y ahora voy, ¿vale?

Cuando abandonaron el lavabo, Rebeca se miró las manos manchadas y se miró al espejo. Cómo estaba llegando tan lejos con las perversiones de su novio, que hasta se inspiraba en su propia madre, expresándole las ganas que tenía de tirársela, insultándola. Cómo podía amar a un chico que la compartía con su mejor amigo, obligándola a desnudarse y a masturbarle. Seguro que ya estaban fuera mirándole el culo a su madre. Había pasado del romanticismo de Rubén a sentirse una puta, a sentirse usada como una muñeca. Su imagen reflejada en el espejo le pareció patética. Debía encontrar el momento adecuado para hablar con Rafa, confesarle que le desagradaba mantener aquel contacto sexual con Nando, que le desagradaba que hablaran así de su madre. Quería un poquito de respeto por su parte.

         Pero Rebeca no encontraba el momento oportuno para hablar seriamente con Rafa, casi siempre estaba con Nando y en el único momento que tuvieron de intimidad, fue para echarle un polvo sin gestos de cariño ni de ternura, y para pedirle que grabara a su madre con el móvil cuando estuviera cambiándose, meando o duchándose. No se atrevió a incomodarle y le prometió que la grabaría en cuanto se diera la oportunidad.

       El sábado por la noche acudieron a una fiesta en el campo con todos los amigos de la pandilla, en total unas veinte personas.  Se celebraba en un chalet de la sierra. Había buen ambiente y mucha música y bebidas.  En verano solían celebrar ese tipo de fiestas, hasta altas horas de la madrugada, en lugar de meterse en una discoteca. Todo el mundo se lo estaba pasando en grande, incluida Rebeca, hablando y charlando animadamente con las amigas. Iba de blanco, despampanante, aunque informal con unos tejanos blancos ajustados que realzaban las curvitas de su culito, con tacones que acentuaban el contoneo, y una camisa también blanca muy escotada, anudada en el ombligo, exhibiendo su barriguita plana. Recibió muchos piropos de los amigos y las amigas, quizás que fuera la más guapa y la más buena de todas.

     Rafa estuvo muy cariñoso toda la noche, pero terminó emborrachándose muy pronto y al final tuvo que irse al coche a dormir un rato la mona. Ella se entretuvo bailando con las amigas, hasta que dos de los chicos la acompañaron hasta las mesas para servirle otra copa. Aquellos dos amigos de Rafa le caían muy bien, eran muy agradables y divertidos. Estaba riéndose a carcajadas tras un chiste que uno de ellos le había contado, cuando alguien la agarró del brazo y tiró de ella. Volvió la cabeza y vio a Nando.

-          ¡Nando! ¿Qué pasa? – Miró a los chicos -. Perdonad.

Nando tiró de ella apartándola unos metros de los dos amigos. Acercó la boca a su oído para susurrarle.

-          ¿Y Rafa?

-          En el coche, se ha pasado de la cuenta bebiendo, mira que se lo dije…

-          Quiero mear -. Rebeca empalideció mirándole -. ¿Por qué no me acompañas? Quiero que tú me la agarres.

Trató de sonreír, aunque la sonrisa le tembló por los nervios.

-          No, Nando, paso, de verdad, ahora no…

Pero Nando la empujó hacia la casa bruscamente sin soltarla del brazo. Casi pierde el equilibrio por los finos tacones, cediendo ante su fuerza, temerosa de que alguien les viera.

-          Venga, no seas zorra, aprovechando de que tu novio duerme para ligar con esos dos…

-          Pero qué dices, Nando, sólo estábamos hablando…

-          Tira…

La condujo sin soltarla hasta entrarla en la casa. La soltó cuando llegaron a la escalera y la dejó que ella fuera delante como una prostituta, moviéndole el culo con aquellos tejanos blancos ajustados. Irrumpieron en uno de los baños de la segunda planta y Nando se ocupó de cerrar la puerta con el cerrojillo.

-          Nando, estás equivocado…

-          Jodida zorra – La cogió por los brazos y la giró contra el espejo que estaba encima del lavabo, pegándole los labios al cristal, que se empañó con la respiración -. Eres tan guarra como tu madre…

-          Nando, de verdad…

Le azotó el culo con tres fuertes cachetes por encima del pantalón.

-          Guarra, debería contárselo a tu novio… Toma, hija puta…

Ella encogía el culito cada vez que recibía una palmada, empañando cada vez más el cristal. Dado los bruscos movimientos por los azotes, las tetas le bailaban bajo la camisa y una de ellas terminó por asomar en la ranura.

-          Nando, por favor, no te pongas así, sólo estábamos hablando…

Le bajó el pantalón a tirones sin quitar el botón de delante, arrastrando las bragas, dejándola con el culito al aire. Le asestó otra serie de azotes hasta enrojecerle la nalga.

-          ¡Eres una puta perra!

-          Nando, por favor, tranquilo…

-          Si no es por mí, ya te habrías tirado a esos dos, jodida guarra…

-          Por favor, Nando, tranquilo…

Le dio dos azotes más, dejándole todo el culo muy enrojecido, y volvió a sujetarla del brazo volviéndola bruscamente hacia él, ya con ambas tetas por fuera de la camisa y el coñito al aire al tener las bragas y los pantalones bajados en los muslos. Le dio unas palmaditas en la cara.

-          Ahora quiero mear y quiero que tú me la agarres, ¿entendido?

-          Sí, sí, no te preocupes…

-          Venga, joder, que me meo.

Se colocó ante la taza. Rebeca abrió la tapa dando unos pasos trabajosamente al tener los pantalones bajados. Le bajó la cremallera y metió la mano rebuscando dentro del slip. Le sacó la polla gorda, bastante hinchada y dura, y empuñándola, la bajó hacia la taza. Tuvo que esperar unos cuantos segundos hasta que empezó a mear dispersamente salpicando fuera. Era un chorro grueso que trataba de guiar hacia el agua del fondo. Mientras se la sostenía, él se relajaba con los ojos entornados. Ella le miraba y sentía asco, pero temía resistirse por lo que le pudiera contar a Rafa.

Trató de suavizar la situación cuando dejó de mear. Se la sacudió despacio.

-          Cómo has puesto todo – sonrió, aún sosteniéndole la verga con las yemas.

-          Límpialo con la lengua. Seguro que te gusta, ¿verdad? -. La sonrisa le tembló -. Anda, agáchate, quiero ver cómo lo limpias…

-          Me da un poco de asco, Nando…

-          Que va, mujer, seguro que te gusta -. Le atizó un cachetito en el culo -. Venga, jodida, agáchate…

Rebeca se arrodilló ante la taza y se curvó hacia delante. La emanación de gases de la meada le invadía la nariz. Comenzó a lamer los charquitos amarillentos repartidos por el borde, impregnándose la lengua del sabor avinagrado y caliente. Miraba sumisamente hacia él, con toda la lengua fuera, deslizándola por el borde. Nando comenzó a machacársela a una velocidad de espanto, hechizado con aquella postura de sumisión, viéndola lamer como una perrita, fijándose en su culito en pompa, enrojecido por los azotes.

-          Chupa, perra… Chupa… Ohhh… Ohhh…

No levantaba la lengua del borde y lamía cada salpicadura de pis amarillento. Le vino una arcada y vomitó babas dentro de la taza.

-          Sigue chupando, perra…

Continuó la lamiendo con la punta de la lengua y mirándole, hasta que recibió la lluvia de leche, multitud de gotitas que le cayeron por la cara y el pelo.

-          Cabrona, cómo me pones -. Rebeca recogió la lengua, aunque mantuvo la cara cerca del borde, envuelta en continuas muecas de asco, con unas ganas enormes por escupir -. Estás tan buena como la zorra de tu madre -. Se guardó la verga y se acuclilló a su lado, mirándola, viéndole los salpicones de leche resbalándole por la mejilla y diminutas porciones blancas atrapadas en los rizos del cabello. Le asestó una palmada en el culo y a continuación unas palmaditas en el coño, atizándole con las yemas entre las piernas -. ¿No quieres mear, cabrona?

-          No tengo ganas…

Nando cogió el vaso donde estaban los cepillos de dientes. Los vertió en el bidé y colocó el vaso bajo el coño, entre las dos piernas, metiéndolo por detrás.

-          Anda, mea, mea, cabrona…

Cerró los ojos para hacer fuerza y al instante salió un débil chorrito que caía dentro del vaso, pero se cortó enseguida. Nando se puso de pie con el vaso en la mano, empinó el codo y se bebió el pis de un trago, después lo tiró al bidé junto con los cepillos. Ella continuaba arrodillada ante él, con la cara casi pegada al borde de la taza.

-          Que no vuelva a verte ligando con tíos, ¿me has entendido, guarra?

-          Sí.

-          La próxima vez le contaré a Rafa lo calientapollas que eres…

-          No te preocupes, no lo volveré a hacer, de verdad.

-          Te espero abajo, habrá que llevarle a casa.

-          Sí, sí, ahora mismo voy.

La dejó allí arrodillada, medio desnuda, con toda la boca baboseada y escupiendo para deshacerse del sabor del pis. Tuvo que limpiarse el pelo cuidadosamente y enjuagarse la boca varias veces. Mirándose al espejo, entendió que era la puta de los dos, que la usaban para sus antojos sexuales, que el amor verdadero no existía, que se ahogaba lentamente en aquel patetismo cruel.

    Apenas podía hablar con chicos cuando salían en pandilla, ni podía permitirse saludar a ningún amigo, Nando estaba pendiente de ella, la agobiaba con su presencia, era como un perro guardián. No quiso contarle nada a Rafa de los abusos que había recibido por parte de su mejor amigo. La compartía con Nando y de nada iba a servir. Su novio no dejaba de presionarla para que grabara a su madre y al final cedió a las presiones y grabó unas cuantas escenas con la cámara del móvil, mientras meaba, al salir de la ducha, vistiéndose, untándose el cuerpo de crema y durmiendo. Sabía que no estaba bien, pero el talante de Rafa la dominaba y sentía cierto pánico a rechazar sus exigencias. Además, ahora que la había compartido con su mejor amigo, temía que cortara con ella y lo contara por ahí.

    Le telefoneó al mediodía y le dijo que la había grabado. Rafa se entusiasmó y dijo que la recogería después de comer. Se acicaló con una camiseta blanca de tirantes, ajustada, y unas minifaldas vaqueras. En plena siesta, con un calor de cuarenta grados, salió a la calle y se llevó la esperada sorpresa de que se su novio venía acompañado de Nando.  Iba montado en los asientos traseros del todoterreno y llevaba el torso desnudo, con un pantalón ajustado tipo ciclista.  Montó en el asiento del copiloto y cruzó las piernas antes de inclinarse para besar a Rafa.

-          Hola, Nando.

-          Hola, bonita. No sabes lo emocionados que nos tienes.

Sonrió como una tonta.

-          Vamos a un sitio tranquilo, quiero verla relajado – sugirió Rafa.

Condujo hasta una alameda en una carretera comarcal y aparcó a la sombra de unos eucaliptos.  Rebeca se fijaba por el espejo retrovisor en el cuerpo blandengue de Nando, en los sudores que le corrían desde el cuello. No le gustaba nada su presencia, le resultaba vomitiva, odiaba tener que compartir aquellas intimidades morbosas con alguien como él. Pero Rafa era de mente liberal y si quería seguir a su lado debía aceptarle.

Rafa le pidió el móvil para conectarlo a la mini pantalla de TV del salpicadero.  Enseguida se reprodujeron las primeras escenas, donde Gloria aparecía desnuda, recién salida de la ducha, secándose y embadurnándose de crema.

-          Ummm, qué polvo tiene la hija puta – murmuró Nando desde los asientos traseros, embelesado en la pantalla -. Mira qué culazo… Joder, cómo me pone – exclamó metiéndose la mano por dentro del pantalón elástico.

Rafa, igualmente embelesado, sin parpadeo, se bajó la parte delantera del chándal que llevaba y descubrió su polla ya erecta.

-          Ummm… Qué buena está tu madre, tía… Joder, mira cómo mea, la cabrona…. Hazme una paja, venga, hazme una puta paja viendo a tu madre…

-          ¿Aquí, Rafa? Me da corte…

-          Venga, coño, me va a estallar la verga…  Aquí no hay nadie, hazme una puta paja…

Con los pómulos enrojecidos, mirando de reojo hacia Nando, observando cómo se estrujaba el bulto, se inclinó hacia su novio y le agarró la verga con la mano derecha para sacudírsela sosegadamente. Rafa no apartaba los ojos de la pantalla.

-          ¿Has visto, tío? – le preguntó a Nando -. ¿Le has visto el culo? Qué polvo le echaba.

-          Me encantan esas putas maduras, cómo tiene que follar la cabrona, y encima viuda… Ummm, me tiene la polla a punto de reventar.

Rebeca no hablaba, sólo se dedicaba a masturbar a su novio meneándosela con lentitud.

-          Y duerme desnuda, la muy puta, ¿no?

-          Sí – contestó ella.

-          Tienes que enseñármela mientras duerme… Dame más fuerte… Así… Así…

Aceleró las vibraciones del brazo moviéndole la verga muy deprisa, hasta que chorreó semen en abundancia hacia los lados y algunos salpicones sobre la camiseta.  Le atizó tres sacudidas más para escurrirla y apartó la mano para limpiarse con un clínex. Después le pasó el pañuelo por el capullo y volvió a erguirse en el asiento.

-          ¿No le haces el favor a Nando? ¿Eh? Tu madre le tiene la polla muy dura -. Rebeca sonrió como una tonta, sin querer mirar hacia atrás -. Anda, hazle una pajilla al muchacho.

Siguiendo las exigencias de su novio, se apeó del coche y se montó en la parte trasera, a la derecha de Nando. Le miró con sonrisa estúpida. Nando se bajó el pantalón elástico hasta las rodillas, exhibiendo su polla gruesa y sus huevos gordos y peludos. Sudaba a borbotones por todo el cuerpo. La miró despreciativamente.

-          Cómo me gustaría follarme a la puta de tu madre… ¿Te gustaría que me la follara?

-          No sé – contestó encogiendo los hombros, temerosa de su temperamento.

Nando le atizó una palmadita en la cara.

-          Contesta, coño.

-          Sí.

Rafa se volvió para mirarles y se encendió un cigarrillo.

-          Bájate las bragas… Me gusta que las putas me masturben sin bragas…

Miró hacia su novio buscando su apoyo.

-          Este cabrón es duro, ¿eh? – sonrió dándole una calada.

-          Que te bajes las putas bragas, hostias, y agárrame la polla. Tócamela mientras veo el culo de tu madre.

Nerviosa por la embarazosa situación, atrapada en aquella lujuria impuesta por su novio, se subió la falda tejana hasta la cintura y elevó el culito del asiento para bajarse las braguitas negras hasta las rodillas, dejando expuesto su coño ante los ojos de los dos.  Se ladeó hacia él, percibiendo su olor a sudor, fijándose en las hileras que le corrían por la barriga, y extendió el brazo rodeando la polla gorda con su manita. Se la empezó a menear despacio. Nando se reclinó relajado, alternando la mirada entre la pantalla, donde Gloria dormía desnuda en la penumbra de la habitación, y la manita de su hija haciéndole una paja.

-          ¿Te gusta, cabrón? – le preguntó Rafa.

-          Me encanta cómo me toca la polla tu novia… Parece una putita, ¿verdad, guapa? Tócame los huevos -. Deslizó la palma por el tronco de la polla para amasarle los huevos con leves estrujones -. Ummm… Qué bien, cabrona… Mira tu madre, mira qué culo tiene la muy perra… Qué bien me tocas los huevos… Así… Así… ¿Por qué no me la chupas un poquito? Anda, dame ese gusto, a mi amigo Rafa no le importa, ¿verdad?

-          No te aproveches, cabrón…

Nando extendió el brazo derecho, la sujetó por la nuca y la forzó a curvarse sobre él para mamársela. Probó el sabor rancio de la polla, aplastó las tetitas contra su muslo, rozó la mejilla por su barriga sudorosa, elevando y bajando la cabeza para chupársela al mismo tiempo que le estrujaba los huevos con la palma. Rafa observaba plácidamente cómo su novia se la mamaba a su mejor amigo, observaba sus gestos de asco al comérsela entera.

Rebeca notó cómo Nando le acariciaba el culo con toda la mano abierta. Le asestó varias palmadas hasta enrojecerle la nalga.

-          Chupa, hija puta… Chupa mamona… Ahhh… Ahhhh…

Comenzó a contraer el culo para follarle la boca. Ahora Rebeca mantenía la cabeza quieta y la boca abierta para que la verga entrara y saliera rozándole la garganta con el capullo. A veces miraba de reojo hacia Rafa y éste le sonreía, como si disfrutara viéndola como una puta. Vertió gruesos hilos de babas sobre los huevos y al instante sintió los escupitajos de leche dentro de su boca, leche espesa que vomitaba en forma de babas blanquinosas a medida que se iba corriendo.

En cuanto Nando se relajó deteniendo los movimientos de la cadera, ella se irguió pasándose el dorso de la mano por los labios, con ganas de escupir, pero tragándose algunas porciones que le quedaban en la boca. Las escenas de su madre ya habían terminado.

-          Límpiame la verga, mira cómo me has puesto, joder… Me jode que las putas me manchen los huevos como babosas…

-          Perdona.

Sacó un clínex del bolso y se puso a limpiarle la verga de manera delicada, secándole bien los huevos y el capullo.  Luego él mismo se subió el pantalón. Abrió la puerta del coche y se subió las bragas al bajarse, alisándose posteriormente la falda. Volvió a montar al lado de Rafa, que en ese momento manipulaba los móviles para pasarse las pelis de Gloria.

-          Tenemos que verla dormida, verle ese culo al natural, tienes que hacerme ese favor, tengo que ver a esa puta durmiendo. ¿Nos harás ese favor?

-          Sí, sí, pero es peligroso.

-          Seguro que si se entera, la muy puta disfruta – añadió Nando.

Rafa arrancó el coche y la llevaron a casa. Luego se marcharon los dos, seguro que para reproducir una y otra vez los numerosos videos donde su madre aparecía desnuda. Les estaba siguiendo el juego sin quererlo, todo por un amor que creía sincero, pero estaba resultando extremadamente peligroso.

    Al día siguiente, en plena siesta, se presentaron los dos de imprevisto en su casa. Eran las cuatro de la tarde y hacía un calor horrible. Rebeca estaba tomando el sol en bikini y su madre dormía la siesta en su cuarto de la segunda planta. Lucía un bikini rojo chillón compuesto por un sujetador de copas triangulares y un tanga. Cuando abrió la puerta, lució una sonrisa de sorpresa. Su novio se abalanzó sobre ella para abrazarla y besarla y Nando la miró con excitación, permitiéndose el lujo de atizarle un cariñoso cachete en la nalga.

-          ¿Qué hacéis aquí tan temprano?

-          A verte, preciosa – le soltó Rafa pellizcándola en la barbilla -. Nos apetecía darnos un baño. Qué recibimiento, qué buena estás… Mira a Nando, se le cae la baba.

-          ¿Cómo sois?

-          Está preciosa… - añadió Nando.

-          Chssss, no habléis alto, mi madre está acostada.

-          Ummmmm, ¿podemos verla?

-          Ay, Rafa, es peligroso…

-          Venga, anímate, tenemos ganas de verle el culo a la puta de tu madre – apremió Nando.

Rafa la sujetó del brazo y la obligó a entrar. Nando se ocupó de cerrar la puerta tras de sí. A Rebeca le temblaban las piernas por la tensión del momento y por el riesgo que estaba corriendo, exponiendo a su madre sexualmente ante aquellos dos desvergonzados. Era incapaz de oponerse y mucho menos tras cometer el error de haber grabado a su madre y haberles mostrado las imágenes. Ahora se sentía amenazada. La pasión amorosa que siempre había sentido por Rafa se difuminaba por su comportamiento pervertido.

    Subieron silenciosamente por las escaleras hacia la segunda planta. Ella marchaba delante, meneándoles el culito, con la tira roja metida por la raja, con las carnes de las nalgas vibrándole con el ascenso. Les guió por el pasillo sigilosamente hasta la puerta del cuarto. Empujó despacio la puerta hasta que poco a poco fue descubriendo a su madre dormida desnuda encima de la cama.

La persiana estaba un poco subida, por lo que la claridad permitía una visión al detalle de su cuerpo. La cama se encontraba escasamente a un metro de la puerta. Mantenía una postura en posición fetal, acurrucada sobre sus rodillas, con las tetazas descansando sobre sus brazos cruzados y con el culo empinado de lado, mirando hacia la puerta. La habitación estaba fresquita por el aire acondicionado. Dada la posición, tenía el culo abierto, se le diferenciaba el ano, un orificio cerrado de esfínteres blancuzcos, con la raja del coño en la entrepierna salpicada de vello, una raja jugosa y rojiza.

Asombrados por la inmensidad del culo, Nando comenzó a refregarse el bulto de su bragueta con la palma abierta y Rafa comenzó a desabrocharse el pantalón nerviosamente, ambos boquiabierto por la escena que sucedía ante sus ojos.

Rafa se sacó la verga por la bragueta y se la comenzó a sacudir. Sin apartar la vista, Nando se conformaba con refregarse.

-          No hagáis ruido, por favor – les advirtió Rebeca con mirada temerosa.

-          Mira la puta qué culo tiene – jadeaba Rafa meneándosela -. Ummmm, me lo comía, me lo follaba, joder, tío…

-          Está bien buena, la cabrona – añadió Nando. Miró hacia Rebeca y extendió el brazo sujetándola de la muñeca -. Ven acá, hazme una paja viéndole el culo a tu madre.

Rafa ni se inmutó cuando su amigo agarró rudamente a su novia. Continuaba perplejo, masturbándose con el culazo de su suegra. Pegada al costado de Nando, se ocupó de bajarle la bragueta, meter la mano dentro para rebuscar dentro del slip y después sacarle el vergón y los huevos. Se la comenzó a menear despacio mientras él le acariciaba el culito con la palma basta de su mano derecha. Las tetitas se rozaban contra su camisa y un pezón asomó por el lado de la copa. Apestaba a sudor. Se mantenía pegado a la pared, atento al interior de la habitación, mientras ella se ocupaba de masturbarle.

Rafa se arrodilló con la polla fuera bajo el arco de la puerta y caminó a cuatro patas hasta el borde de la cama. Le bastaron un par de pasos para tener la cara junto al gran culo de su suegra. Rebeca se amedrentó ante el temor de que su madre les descubriera y redujo la agitación del brazo, pero se ganó un pellizco en el culito.

-          No pares, zorra… Mira cómo le huele el culo a tu madre… Ummmm, qué gusto…

Aceleró de nuevo las sacudidas, contemplando cómo su novio olisqueaba el culo de su madre mientras se metía la mano bajo el cuerpo para masturbarse al mismo tiempo. Deslizaba la nariz a lo largo de toda la raja, olisqueando con profundidad, centrándose en el coño, donde aspiraba recreándose con la emanación vaginal. Después olía su ano, cerrando los ojos para aspirar, centrándose en el olor, dándose aún más fuerte. El tórax de Gloria subía y bajaba por la placidez del sueño, sin enterarse de que su yerno estaba oliéndole el culo.

-          Agáchate y chúpamela – le pidió Nando -, estoy que reviento con ese puto culo… Ohhh… Ohhh…

-          Nando, aquí…

-          Venga, coño, dame una chupadita…

Temerosa de que la voz de Nando alertara a su madre, se acuclilló ante él, le agarró la polla por la base para colocarla en posición horizontal y se la empezó a mamar moviendo la cabeza de atrás hacia delante, hasta que el capullo le rozaba la garganta y los huevos le rozaban la barbilla. Nando le plantó una mano en la cabeza para empujarle la cabeza cuando se comía la polla, provocándole babas en la comisura de los labios, babas que le colgaban de la barbilla.

Oliéndole el culo a su madre, miró de reojo y vio que su novio evacuaba hacia el suelo mediante salpicones de leche muy líquida. Se centró en la mamada, hasta que unos segundos más tarde el cabrón de Nando le llenaba la boca de leche espesa mediante gruesos chorros, leche calentita que iba tragándose a medida que eyaculaba. Tras chupetearla, lamiéndole el glande con la lengua fuera para limpiársela, apartó la cabeza y se incorporó ajustándose la copa del sujetador. Su novio salía marcha atrás del cuarto andando a cuatro patas, hasta levantarse una vez en el pasillo. Vio los salpicones de leche bajo la cama, repartidos por un par de baldosas de gres.

-          Hija de puta, cómo me pone – susurró Rafa dándose unas caricias a la verga -. Qué polvazo tiene la cabrona -. Miró hacia Rebeca, de pie junto a Nando, que aún mantenía la verga fuera -. Le has hecho una mamada, cabrona.

Sonrió como una tontona.

-          Me lo ha pedido…

-          Qué putilla estás hecha – le dijo dándole unas palmaditas en la cara -. Está buena tu madre, ¿verdad?

-          Sí.

Se volvió de nuevo hacia el cuarto, admirando el culo de su suegra, refregándose la verga con suavidad. Nando acercó los labios a la oreja de Rebeca y le habló a modo de susurro.

-          ¿Por qué no me llevas a mear? Me gusta mear contigo…

Desesperada, Rebeca buscó la mirada de su novio. Rafa la miró por encima del hombro.

-          Id vosotros, no tengo ganas, prefiero hacerme otra paja con ese culazo.

Nando la agarró del brazo.

-          Vamos, guapa, ven conmigo, tu novio prefiere verle el culo a tu madre.

Como si fuera su prisionera, sujetándola por el codo, la condujo hasta el cuarto de baño. Arrastrada por la fuerza de Nando, miró por encima del hombro y comprobó cómo su novio volvía a sacudírsela perplejo con el culo de su madre. Se arrepentía de lo que estaba permitiendo, pero ya no había marcha atrás, se sentía amenazada, abordada por el temor de que mostraran los videos que ella misma había grabado de su madre desnuda, que contaran lo que estaba sucediendo esa tarde y de su relación con Nando.

Nada más entrar en el lavabo, Nando cerró la puerta tras de sí y comenzó a desabrocharse el pantalón con nerviosidad. Ella le miró amedrentada.

-          Desnúdate, quiero verte el coño – le ordenó bajándose los pantalones hasta los tobillos.

-          Nando, podíamos dejarlo, mi madre se puede despertar…

-          Esa puta duerme como una cabrona. Venga, bájate las putas bragas.

Se retiró el sostén y exhibió sus tetas redondas y duritas. Nando ya mostraba su polla erecta cuando ella se bajó las braguitas del bikini, quedándose completamente desnuda ante el amigo de su novio. La observó unos segundos acariciándose despacio todo el tronco de la verga, mordiéndose el labio para contenerse.

-          Tócate el coño -. Obediente, se plantó la manita derecha encima de la vagina y se la empezó a refregar a modo de caricia -. Así… Ummmm… Qué buena estás, hija puta… Ohhhh… Nando aceleraba la masturbación, pendiente al cuerpo de Rebeca, ambos de pie, uno frente al otro -. Mueve las tetas, muévelas, hija puta… -. Rebeca meneó el tórax para que sus tetas se balancearan, provocando acelerones en la polla al ver cómo se le movían -. Joder, qué bien las mueves… Me gusta…

Se acariciaba el coño y le movía las tetas mientras él se la sacudía, hasta que instantes más tarde la sujetó del brazo y bruscamente la volvió hacia el lavabo, obligándola a curvarse ligeramente contra el espejo, casi con las tetas dentro del lavabo. Empañó el cristal con la forzada respiración, observando su patética imagen reflejada.

-          Nando, qué vas a hacer… Aquí, no, por favor…

Pero sujetándose la polla, le metió el capullo en mitad de la raja del culo y le perforó el ano de un empujón seco. Rebeca apretó los dientes resoplando y abrió los ojos con las cejas arqueadas ante la extrema y dolorosa dilatación. La agarró fuertemente por la cintura y comenzó a follarle el culo con severas embestidas que provocaban un agitado baile de sus tetas dentro del lavabo. Respiraba con los dientes apretados cuando le hundía la polla. Sentía su asqueroso aliento en la nuca y el roce de su barriga blandengue por la espalda. Estuvo follándole el culo sin pausa durante al menos tres minutos, hasta que retiró la polla de repente, se dio un par de fuertes sacudidas apuntándola y le regó las nalgas de gotitas de leche, gotitas que resbalaron formando finas hileras hasta sus piernas.  

-          Joder, qué polvazo… - dijo suspirando y apartándose hacia la taza para abrir la tapa -. Ven acá, anda, ponme a mear.

Rebeca se giró hacia él, se detuvo ante su costado para agarrarle la verga, bajársela y apuntar hacia el interior de la taza. Le dolía el ano por el roce y la dilatación. Sentía el discurrir de la leche por sus nalgas. Se la sostuvo mientras duró la meada, procurando que el chorro cayera dentro para que no la obligara a lamer el borde. Era un cerdo. Cuando terminó, se la sacudió y le limpió el capullo con un trozo de papel higiénico, después se apartó de él, acosada por el temor a que le obligara a nuevas marranadas. Pero Nando se curvó para subirse los pantalones y ella se puso a lavarse las manos. Abandonó el lavabo sin decirle nada. Tenía ganas de llorar de rabia, por dejarse humillar de aquella manera. Cuánto echaba de menos a Rubén, ya no sentía nada por Rafa, sólo asco.

Cuando salió del baño, ya no estaban. Caminó hasta el cuarto de su madre. Aún dormía. Vio salpicones de leche en las baldosas, salpicones que tuvo que limpiar. Se quedó embelesada con el cuerpo de su madre, hasta que bajó al salón para tomarse un refresco. Recibió una llamada de Rafa. Volverían a visitarla esa noche. Por suerte, su madre saldría con la pandilla. Comenzó a meditar sobre la relación con Rafa. Debía cortar con él, finiquitar aquellos abusos, fulminar ese amor falso. Estaba sufriendo y se sentía atrapada.

        Gloria, la madre de Rebeca, salió esa noche de cena con la pandilla de amigas, pero regresó temprano a casa, esa noche sus amigas no tenían ganas de marcha. A ella le hubiese apetecido tomar una copa, incluso ligar con algún hombre, pero no se atrevía a salir sola. Llevaba mucho tiempo sin mantener relaciones sexuales y a veces necesitaba masturbarse para sofocar sus ganas. A pesar de que era una mujer maciza y guapa, a sus cuarenta y ocho años sólo le entraban hombres mayores o hombres casados, hombres que le quitaban las ganas de cama. Su última relación esporádica fue con un hombre casado al que sólo le interesaba echarle un polvo. El rollo de una noche. Tampoco le apetecía una relación seria o al menos no quería buscar a alguien con el que compartir su vida.

       Le apetecía llegar a casa, tumbarse desnuda en la cama y masturbarse con alguna de sus fantasías, pero al llegar vio el coche de Rafa aparcado en la puerta. Entró por la cochera y al subir a la primera planta vio que todo estaba en penumbra. Tampoco les vio bañarse, así es que se imaginó que estarían en el cuarto de Rebeca haciendo manitas. Se quitó los tacones para no hacer ruido, con la intención de encerrarse sin molestarles.

    Pero a medida que subía las escaleras, oyó susurros e identificó la voz de Nando. Frunció el entrecejo, parada en el rellano de la escalera, a mitad de camino. Tras unos instantes de silencio, comenzó una sucesión de gemidos por parte de su hija, gemidos alternados con jadeos secos de hombres. Asombrada, terminó de subir y se asomó al pasillo. Se quedó perpleja. Vio luz encendida en su habitación y sombras que se movían. Su hija gemía como una perra, como si la estuvieran follando con ganas.

    Se mantuvo alerta, nerviosa por la tensión del momento. Vio pasar de un lado a otro a Rafa. Estaba desnudo e iba fumando. Le vio de perfil. Vio su enorme polla gorda empinada y balanceándose con los pasos, así como sus huevos duros y gordos empujados por los muslos de las piernas. Se llevó la mano a la boca al verle. Volvió a pasar y esta vez se detuvo bajo el arco de la puerta, mirando hacia el interior, de espaldas a ella. Pudo apreciar su culo de nalgas redondas y carnosas, salpicadas de vello muy largo, con la raja igualmente velluda, así como su espalda corpulenta. Estaba bueno su yerno. Dado los incesantes gemidos de su hija, se imaginó que Nando se la estaba follando.

Confundida, aguardó mirando el culo de su yerno, hasta que éste volvió a desaparecer en la habitación. Decidió arriesgarse, necesitaba saber qué estaba sucediendo dentro. Si acaso la descubrían, adoptaría el papel de madre indignada. Soltó los tacones en la escalera y avanzó por el pasillo con la espalda pegada a la pared, hasta que se detuvo cerca de la puerta y pudo inclinar la cabeza y comprobar qué estaba sucediendo dentro.

Se quedó boquiabierta. Su hija tenía puesto su picardías de color rosa clarito, de fina gasa transparente, un picardías que solía ponerse en las noches de verano. Y lo más sorprendente, le habían puesto una peluca rubia con ondulaciones, como si estuvieran escenificando que era a ella a quien se follaban. Permanecía tumbada boca abajo con las bragas bajadas mientras Nando, encima de los muslos de sus piernas, echado ligeramente sobre el culito de su hija, le follaba el chocho aligeradamente. Rebeca gemía ante las agitadas embestidas, con la cabeza ladeada en la almohada y la boca muy abierta. La barriga blandengue de Nando descansaba y vibraba sobre la cintura de su hija. Contraía el culo peludo con nerviosidad y podía ver parte de la gruesa polla entrando y saliendo de la entrepierna vertiginosamente. Sudaba como un cerdo, podía ver cómo le goteaba el sudor del pecho sobre la espalda de Rebeca.  A Rafa le veía de espaldas, le veía el culo y los huevos colgándole entre las piernas, masturbándose a juzgar por los incesantes movimientos del brazo derecho. El muy cabrón disfrutaba observando cómo se follaban a su novia.

-          ¿Te gusta, guarra? ¿Te gusta cómo te folla? – le vociferó Rafa -. Jodida puta… Queremos follarnos a tu madre.

-          Así me follaría a tu madre, cabrona – jadeaba Nando sin parar.

Rafa se inclinó para alisarle el cabello sudoroso a Rebeca y en ese instante Gloria pudo verle el ano en el centro de la raja y los huevos gordos entre las piernas. Era un ano de un tono marrón oscuro, encogido, con muy poco vello. Volvió a erguirse. Nando se arrodillaba con las piernas de Rebeca bajo los huevos y se sacudía la verga recién salida de coño para regarle el culo de leche. También distinguió salpicones sobre la cara y los cabellos de su hija, señal de que Rafa también la salpicaba.

      En ese momento, Gloria retrocedió despacio hasta la escalera sin que la descubrieran. Bajó descalza con los zapatos en la mano. Bajó hasta la cochera. Se apoyó en el capó y se pasó el dorso de la mano por la frente para secarse el sudor, un sudor frío fruto de la enorme impresión que se había llevado. Estaba confusa. Su hija se hallaba inmersa en una relación liberal, se prestaba a ser objeto de las perversiones de aquellos dos chicos, incluso disfrazándose de su propia madre, de ella misma. Nunca se hubiera imaginado un comportamiento semejante. Las imágenes y los detalles se reproducían en su mente. El culo de su yerno, su verga empinada, a Nando follándosela, salpicándola de semen. Cerró los ojos y se metió la mano bajo la falda para apartarse las bragas a un lado y hurgarse en el coño. Se metió dos dedos, el índice y el corazón, para follarse con ellos vertiginosamente, así hasta cerrar las piernas y correrse sobre la mano. Suspiró. Había sido una emoción muy fuerte. Acababa de masturbarse tras observar cómo se follaban a su hija.

     Salió a la calle. Necesitaba aire fresco. Estaba muy cachonda, con el chocho muy caliente tras haber visto a su yerno desnudo y al amigo follándose a su hija. Paró un taxi y pidió que la llevaran a la zona de marcha. Una vez allí, fue caminando hasta un disco pub que conocía llamado El sueño Azul, un local selecto frecuentado por mujeres, principalmente mujeres divorciadas, solteronas y viudas como ellas que iban en busca de un ligue. Iba muy guapa con un trajecito corto de satén blanco, muy suelto, de finos tirantes y escote redondeado, dejando visible la ranura de sus grandes pechos, con zapatos de tacón negro, a juego con el collar y los pendientes. Había música de los sesenta y estaba bastante vacío por la hora, sólo un par de pandillas de mujeres que se divertían en la pista de baile y dos hombres juntos en la barra, dos hombres ya mayores. Le fastidió el poco ambiente. Había visitado el local con amigas en otras ocasiones con las amigas y había tonteado con hombres guapos y más jóvenes, incluso tenía amigos que había conocido en El sueño Azul. Decidió tomarse una copa antes de irse para serenar sus impulsos. Se acomodó en un taburete de la barra y pidió un coñac. Enseguida detectó cómo la miraban los dos viejos. Iban bien vestidos, ambos con trajes azules y corbatas. Uno era alto y delgado, con una melena canosa y un fino bigote y el otro más regordete y con una pronunciada calva en la coronilla, también con el cabello encanecido y un bigote mucho más peludo.

Gloria les retó con la mirada y les incitó de alguna manera, porque el más regordete se levantó y se acercó hasta ella acompañado de su amigo. Llamó la atención del camarero y pagó la copa de ella.

-          Cóbrate lo de esta señora tan guapísima.

-          Gracias.

-          Soy Joaquín y mi amigo es Vicente.

-          Gloria, encantada.

Se presentaron dándose unos besos en las mejillas y enseguida Joaquín y ella entablaron una conversación. Vicente, el más alto y delgado, parecía más tímido y se limitaba a escuchar. Gloria no paraba de tontear, mirando a los ojos del viejo con excitación, cruzando las piernas con glamour, inclinándose para que los pechos se le movieran tras la fina tela del vestido. Ella, una pija, estaba ligando con dos viejos carcamales que seguro rozaban los setenta años. Estaba realmente muy desesperada. Según contaron, eran de fuera y estaban de vacaciones en casa de sus hijos, sus esposas se habían quedado en casa y ellos habían salido a tomar una copa.

Tras charlar durante un rato y tomar unas copas, Joaquín pidió una botella de champán con tres copas.

-          ¿Te apetece que vayamos a un sitio más reservado? – le propuso.

-          Como queráis.

Joaquín le cedió el paso y fueron hasta unos reservados en un apartado del local. Se trataba de un pequeño habitáculo con unos sillones modulares en forma de L y una mesita redonda. Una vez dentro, Joaquín corrió la cortina para aislarse del resto del local. Una lámpara emitía una luz rojiza provocando una atmósfera lujuriosa. Había una máquina de preservativos. Vicente, el tímido, se sentó en un lado y Joaquín y Gloria se sentaron juntos en el otro ala de los modulares, con ella a la derecha de él. Enseguida cruzó las piernas exhibiendo sus despampanantes muslos. El viejo sirvió las copas de champán y le propuso un brindis.

-          Por lo guapa que eres.

-          Gracias.

Le miró las piernas con descaro y después desplazó la mirada hacia el escote.

-          Y por lo buena que estás.

-          Gracias, me vas a poner colorada.

El viejo le dio un sorbo a la copa y enseguida la dejó encima de la mesita. Al erguirse, le dio una palmadita en la rodilla.

-          Estás para comerte -. Desplazó la mano por el muslo arrastrando despacio la tela satinada del vestido. Gloria sostenía la copa y le miraba con excitación, permitiendo el tocamiento de aquella mano áspera. El otro se limitaba a observar -. Tienes un cuerpo que quita el sentido -. Le asestó una palmada en el muslo. Sus braguitas asomaron, unas braguitas negras con encajes -. Pones cachondo a cualquiera.

-          No me digas que te he puesto cachondo – le susurró ella con una sonrisa pícara, dejándose manosear el muslo.

El viejo continuó manoseándole el muslo con la mano izquierda y alzó el brazo derecho para pasárselo por los hombros y achucharla contra él. Se rozaron con los labios. Gloria notó el cosquilleo de su bigote y su aliento rancio. Comenzaron a morrearse. El viejo le acariciaba las piernas apretujándolas, dejándola con las bragas a la vista, incluso las finas tiras laterales quedaban a la vista del otro viejo. La dejó con el vestido subido en la cintura y pasó a sobarle las tetas por encima del vestido, sin cesar de morrearla intensamente. Ella comenzó a tocarle a él, primero las piernas por encima del pantalón, hasta que lentamente le plantó la palma encima del bulto para sobarle el paquete acariciadoramente.

-          ¿Por qué no te desnudas, bonita? Deja que te veamos ese cuerpazo que tienes.

Gloria se irguió y se levantó. Se colocó delante de Joaquín y de perfil a Vicente, que no paraba de tocarse por la bragueta. Parecía una vulgar striper, una vulgar prostituta. Se empujó los tirantes hacia los brazos y el vestido cayó a sus pies por sí solo, dejándola con sus dos enormes tetas a la vista de los dos viejos. Joaquín se había deshecho el nudo de la corbata y se había abierto la camisa exhibiendo sus pectorales fofos de pelos canosos y una barriga blanda. Comenzó a desabrocharse el cinturón.

-          Quítate las bragas.

Se deslizó con lentitud las braguitas descubriendo su chocho peludo y su culo gordo. Se irguió desnuda ante Joaquín, que se había bajado los pantalones hasta los tobillos. Gloria ladeó la cabeza hacia Vicente. Se estaba masturbando con la verga fuera de la bragueta, aunque no lograba vérsela al tenerla rodeada con la mano. Volvió la mirada sumisa hacia Joaquín. Éste se bajó el calzoncillo y mostró su polla, una polla tiesa pero fina y pequeña, bastante arrugada, rodeada de un denso vello canoso, con huevos redondos y duros también muy pequeños, como una pelota de golf.

-          Muy bien, putita, estás de muerte. ¿Quieres hacerme una mamadita?

-          Sí.

-          Vamos, putita, chúpamela.

Joaquín se relajó reclinándose. Gloria se arrodilló ante él, plantó las manitas en sus muslos raquíticos y se curvó comiéndose la pollita. Elevaba y bajaba el tórax mamándosela. Se la mantenía empinada sujetándola por la base con la mano derecha mientras utilizaba la izquierda para acariciarle el delgado y arrugado muslo de las piernas. Era como comerse una fina salchicha. El viejo permanecía extasiado, muy reclinado con las piernas separadas, los ojos desorbitados y la boca abierta, mirando hacia el techo, concentrado en las lamidas que recibía su pene. Gloria subía y bajaba la cabeza a un ritmo constante ensalivando todo el tronco. Dejó de mamarla para tomar aire y se mantuvo erguida entre sus piernas sacudiéndosela, mirándole a los ojos. El viejo la acarició bajo la barbilla.

-          ¿Te gusta mi polla, putita?

-          Sí…

-          ¿Quieres chuparme los cojones?

-          Sí…

-          Chúpamelos, venga… Ohhh…Ohhh…

Su barriga subía y bajaba por la excitada respiración. Gloria ladeó la cabeza curvándose de nuevo y acercó la boca para lamerle los huevos duros, pasándole la lengua por encima repetidas veces, como una perrita que lame un hueso, probando las asperezas de las estrías, pegándole los pelillos con la saliva. El viejo se la meneaba mientras le chupaba los huevos. Vicente, en el otro ala, se masturbaba embelesado con la escena, sin apenas moverse, sin apenas parpadear, fijándose en el cuerpazo macizo de Gloria, en su culo grande, en el baile de sus tetazas colgándole hacia abajo.

Se tiró un buen rato baboseándole los cojones mientras él se masturbaba, hasta que el viejo se reclinó aún más y elevó ambas piernas hacia arriba, con los pantalones y los calzoncillos enganchados en los tobillos. Gloria apartó la cabeza escupiendo unos pelillos. Las gotas de saliva resbalaban por los huevos.

-          ¿Por qué no me chupas el culo? – le pidió el viejo electrizado.

Gloria pensó en el culo de su yerno y quiso imaginar que aquel culo viejo y arrugado que tenía ante sus ojos era el de su yerno. Le abrió la raja con los pulgares, descubriendo un ano arrugado y blanco, rodeado de pelillos canosos muy largos que sobresalían por encima de la raja, frunció los labios y acercó la cara. El mal olor le invadió la nariz, pero aún así, primero le estampó unos besitos en el ano y después comenzó a lamérselo con la punta de la lengua. Fue invadida por gestos de asco, pero continuó acariciándole el culo con la lengua. Su frente y su nariz le aplastaban los huevos. El viejo, mirando al techo, hechizado por el cosquilleo, meneándose la verga, emitía jadeos temblorosos.

Vicente, el tímido, al comprobar el delirio de su amigo, se levantó repentinamente desabrochándose los pantalones. Gloria dejó de lamerle el culo a Joaquín para mirarle. Vio como se bajaba los pantalones a toda prisa y a continuación el calzoncillo, mostrando una pollita engurruñada, del tamaño de un dedo pulgar.

-          Chúpamelo a mí también – apremió curvándose hacia delante, hasta apoyar las manos en el respaldo del asiento, dejando el culo empinado.

Gloria se irguió y dio un paso lateral hacia Vicente. Permanecía arrodillada ante un culo huesudo y blanco, sin vello, con unos huevos lacios colgándole entre las piernas. Le venía un tufo desagradable. Joaquín se incorporó meneándose su pollita, dispuesto a contemplar el beso negro que le iban a hacer a su amigo. Plantó sus manitas delicadas en las nalgas huesudas y le abrió el culo para hundir la cara en la raja, sacar la lengua y lamerle el ano con la punta, volviéndose a imaginar que le chupaba el culo a su yerno. Sin dejar de mojarle, meditó sobre su patética situación. Una mujer de su status arrastrada por una lujuria bochornosa, una lujuria que la arrastraba hasta aquella desvergonzada escena, una escena donde le chupaba el culo a dos viejos de setenta y tanto años, todo fruto de una desesperación inaudita.

Apartó la cara del culo huesudo para tomar aire y chasquear la lengua. Miró hacia Joaquín y le sonrió.

-          ¿Quieres que te la meta? – le preguntó el viejo, sentado al lado de ellos, acariciándose.

-          Sí.

-          Saca un preservativo.

Gloria se levantó al tiempo que Vicente se daba la vuelta. Caminó de espaldas a ellos hacia la máquina, exhibiendo los contoneos de su gran culo y las vibraciones de sus nalgas. Bajó la palanca y sacó una goma. Al volverse los viejos la esperaban de pie. Ella misma se ocupó de colocarle el preservativo a Joaquín.

-          Súbete en el asiento.

Siguiendo sus instrucciones, se arrodilló encima del modular y se curvó hacia delante hasta apoyar la frente en el canto del respaldo, ofreciéndoles el culo a los viejos. Primero fue Joaquín. Le hurgó con la polla entre las piernas hasta hundírsela en el chocho. Gloria sintió una pequeña clavada, nada dolorosa, y cerró los ojos para poner la cara de Rafa, su yerno. El viejo le asestó una serie de débiles embestidas hasta frenar en seco al eyacular, tan sólo unos segundos más tarde. Joaquín se apartó a un lado. Vicente se colocó ante ella, la sujetó por las caderas y empezó a refregar la polla y los huevos por todo su culo, insertando el tronco en la raja, masturbándose, rozándola por las nalgas, hasta que brotaron unas pequeñas gotas blanquinosas. Entonces se apartó.

Gloria bajó del asiento. Los viejos la flanqueaban con las pollitas erectas. Joaquín le acarició la espalda y le estampó un beso en la mejilla, después le atizó unas palmaditas a las tetas.

-          Estás tan buena. Eres una cerdita, ¿verdad? – dijo achuchándole las mejillas.

-          Sí – sonrió ella como una tonta.

-          ¿Te ha gustado nuestros culos?

-          Sí.

-          ¿Te gusta lamer culos?

-          Buenos, los hombres me lo piden, a algunos les gusta.

-          ¿A ti te gusta? – insistía Joaquín manoseándole las tetas.

-          Sí, si me gusta.

-          ¿Te han meado alguna vez?

Gloria tragó saliva, mirando a uno y a otro, sin borrar su sonrisita.

-          No, la verdad es que no.

-          ¿Te gustaría probarlo? A mi amigo Vicente le encanta mear a las putas.

-          No sé – contestó ella encogiendo los hombros.

-          Ven -. La agarró de la mano y la acercó a la mesita redonda. Sacó la botella de champán del cubo de hielo -. Arrodíllate, bonita -. Algo temerosa por la experiencia, se arrodilló ante la mesa -. Ponte el cubo debajo.

Estiró el cuello y se colocó el cubo de hielo bajo la barbilla, con las tetas reposando sobre la superficie de la mesa. Los dos viejos se colocaron frente a ella agarrándose las pollas y encañonándola. Les miraba sumisamente sosteniendo el cubo.

-          Abre la boca – le ordenó Joaquín.

Abrió la boca todo lo que pudo y al instante dos fuertes chorros de pis le cayeron sobre la lengua llenándole la boca de golpe. Las muecas de asco se apoderaron enseguida de su rostro. Vomitaba sobre el cubo todo el caldo amarillento que le caía en la lengua, goteándole por la barbilla, con salpicaduras repartiéndose por toda su cara. Mantenía los ojos cerrados. A veces el pis le resbalaba hacia la garganta, aunque procuraba escupirlo. Poco a poco, los chorros se fueron cortando y pudo abrir los ojos. La meada le había dejado la cara empapada y los pelos de la frente mojados. Lanzó unos escupitajos al fondo del cubo, donde los cubitos de hielo flotaban en el caldo amarillento y caliente. Una arcada la hizo encogerse. Se irguió pasándose la mano por los labios y los dientes por la lengua, como tratando de desprenderse del sabor avinagrado. Aquello ya era el colmo de la perversión, permitir que dos viejos la mearan encima. Qué dirían las personas que la conocían si supieran de aquella entrega.

Joaquín se inclinó, cogió un cubito de hielo, un cubito amarillento, y se lo metió a ella en la boca. Gloria lo saboreó como si fuera un caramelo, aunque sin abandonar esas muecas de repulsa, hasta que volvió a escupirlo en el cubo.

-          ¿No te gusta?

-          Sí, pero es que…

-          Hija puta, qué guarra eres…

-          Bebe – le ordenó Vicente, el tímido, que ya estaba ajustándose los pantalones. Gloria le sonrió -. ¡Qué bebas como una puta perra! – le vociferó.

Algo acongojada por los modales, sacó la lengua y sorbió del cubo como si fuera una perrita mientras ellos terminaban de vestirse. Iba tragándoselo a media que sorbía, empujando los trozos de hielo con la punta de la lengua. Una arcada la obligó a vomitar babas dentro del cubo.

-          Jodida guarra -. Vicente se inclinó y le atizó un severo cachete en el culo, dejándole la mano marcada en la nalga -. Vámonos.

Los viejos salieron del habitáculo y la dejaron meada y arrodillada ante la mesa. Suspiró dando un bufido y mirándose, calibrando la patética situación. Comenzaron a centellear signos de arrepentimiento en su mente. Se había pasado, había perdido la cabeza hasta terminar en aquel patetismo. Le dio un buen trago a la botella de champán para deshacerse del mal sabor y se colocó los pelos húmedos, limpiándose el rostro con una servilleta. Se levantó y se puso las bragas. El olor del pis se extendía por todo el habitáculo. Las emanaciones del cubo de hielo resultaban muy fuertes. Vio el preservativo lleno de leche tirado en el suelo. Iba a colocarse el vestido cuando un hombre abrió de repente la cortina. Asustada, se encogió tratando de taparse las tetas con la tela del vestido blanco. El tipo, un tipo barbudo y barrigón, miró la estancia y frunció el entrecejo.

-          ¿Qué coño ha pasado aquí? ¿Y este puto olor?

-          Es que…

Se asomó al cubo de hielo y vio el preservativo en el suelo.

-          ¿Habéis meado? ¿Aquí? ¡La puta guarra!

-          Yo no…

-          Ven acá, guarra…

-          Yo lo limpio, no se preocupe…

La agarró del brazo y la zarandeó bruscamente. Sus dos tetazas sufrieron severos vaivenes meciéndose hacia los lados. Como si fuera una niña pequeña, comenzó a azotarla en el culo con la palma de la mano.

-          ¡Puta guarra, mira cómo has puesto esto!

-          Ahhh… No… Yo lo limpio…

Le atizó una serie de azotes que le enrojecieron ambas nalgas. Después la forzó a que se arrodillara y se colocó delante de ella. Gloria, asustada, sosteniendo el vestido, aguardaba mientras el tipo se bajaba la bragueta.

-          Puta zorra, te gusta mear, ¿no? Pues vas a ver cómo meo…

Se sacón un enorme vergón, la encañonó y al segundo un grueso chorro de pis se estrelló contra su cara, a la altura de la frente. Cerró los ojos y la boca y aguantó la meada. Le meó las tetas y el coño y le salpicó todo el pelo hasta humedecérselo. La dejó como recién salida de la ducha. Cuando abrió los ojos, se la estaba sacudiendo para guardársela.

-          Ahora vas a limpiar todo esto, zorra, ¿me has entendido?

-          Sí.

-          Puerca. Vete vistiendo, que ahora te traigo la puta fregona.

Trató de secarse el cuerpo como pudo con las servilletas de papel para poder ponerse el vestido, escurriéndose el cabello. Logró vestirse antes de que llegara el barbudo con el cubo de la fregona. Qué situación tan lamentable y tan sumamente patética.

-          Quiero todo como te lo encontraste.

-          No se preocupe.

-          Y no quiero verte más por aquí. Las guarras como tú me tocan los huevos, ¿entendido?

-          Sí, sí…

-          Pues mueve el puto culo.

Tuvo que fregar todo el habitáculo y enjuagar el cubo de hielo en los lavabos. Dejó todo impecable. Después el barbudo la dejó marchar. Fue caminando hasta su casa, envuelta en un hedor insoportable. Su yerno ya no tenía el coche aparcado en la puerta y su hija dormía en el sillón del salón, con la televisión puesta. Le echó una sábana por encima y subió a ducharse y enjuagarse una y otra vez la boca. El grado de perversión resultaba dramático, impropio para una mujer como ella. La escena donde su hija la follaban en presencia de su novio la habían cegado hasta los límites de la ninfomanía.

     Apenas pudo pegar ojo en toda la noche rememorando las escenas, pensando en el culo de su yerno, un culo sabroso que le gustaría besar y tocar. Comenzaron a forjarse fantasías lujuriosas en su mente, fantasías donde Rafa la follaba como a una puta, donde Rafa la trataba como la habían tratado los viejos y el dueño del local. Su hija era de mente liberal, al menos eso creía tras prestarse a escenificar a su propia madre. Gloria deseaba divertirse con ellos, aunque no sabía cómo incitarles para participar en ese círculo vicioso. Sentía vergüenza de sí misma y le atormentaba la idea de que su hija descubriera esos sentimientos lascivos. Se trataba de su propia hija. Su mente comenzó a dar vueltas a esa perversión nacida en su mente, la mente de una viuda con escasas relaciones sexuales, la mente de una viuda que acababa de ver a su hija follando con su novio y un amigo, la mente de una viuda sometida a las exigencias perversas de dos viejos verdes, la mente de una viuda humillada y vejada por el propietario de un disco pub.

       Su hija la despertó muy temprano para decirle que estaría toda la mañana fuera, que había quedado con una amiga y que no regresaría hasta la hora de comer. La notó un tanto afligida, como si ese comportamiento liberal con su novio fuese obligado, impuesto por una mente perversa como la de Rafa.

Pero el cuerpo desnudo de su yerno, sobre todo su culo ancho y carnoso, la habían impresionado hasta el punto de perder la cabeza. Debía contenerse, tratar de dejarlo como una experiencia más.

Eran las siete y media de la mañana y era incapaz de dormir. Se levantó y se preparó un café en la cocina. Su hija estaba duchándose en el cuarto de baño de abajo. Con la taza en la mano, se acercó hasta la puerta. Estaba entreabierta y la vio bajo la ducha enjabonándose todo el cuerpo. Observó su culito, el culito de su hija, y recordó la figura de Nando encima de ella metiéndole la polla por la entrepierna, recordó el cuerpo desnudo de Rafa al lado de la cama. Observando a su hija desnuda, se metió la mano por dentro del pantalón del pijama y comenzó a acariciarse el chocho, primero delicadamente y luego metiéndose los dedos, contemplando el cuerpo de su hija, imaginándose cómo se la follaban los dos chicos. Notó humedad en las manos tras sentir un gusto incontrolable y regresó a la cocina para serenarse.

Acababa de masturbarse viendo a su hija desnuda. Estaba enloqueciendo por culpa de una lujuria suicida. Al cabo de un rato, Rebeca se despidió de ella y abandonó la casa. Se quedó a solas, cautivada por las fantasías que rondaban por su mente. De pronto, sonó un móvil en el salón.

Al verlo sonar y vibrar sobre la mesita acristalada y rectangular que había junto al sofá, se dio cuenta de que era el móvil de Rafa. Lo cogió y atendió la llamada.

-          ¿Sí?

-          ¿Gloria?

-          ¿Rafa? ¿Eres tú?

-          Menos mal, Gloria, creí que había perdido el móvil. Me lo olvidé ayer ahí. ¿Te he despertado?

Gloria tragó saliva, tramando un plan a la desesperada.

-          Ay, sí, estaba acostada, me recogí muy tarde, estoy desecha.

-          Vaya, lo siento, he salido con la bicicleta e iba a pasar a recogerlo. Sé que Rebeca iba a comprar con una amiga. ¿Estarás en casa?

-          Sí, pesado, ven cuando quieras a por él.

-          Ok, me paso por ahí.

Nada más colgar, la emoción y los nervios aumentaron la libido de su cuerpo. Disponía de una oportunidad de estar a solas con él y no quería desaprovecharla. Se revolvió el cabello para dar la sensación de que dormía y se puso su picardías insinuante, el que tanto le gustaba a su yerno. Era color rosa clarito, de finos tirantes y escote redondeado, de una fina gasa donde se transparentaba todo a la perfección, y tan cortito que la base de puntilla se hallaba sólo unos centímetros por debajo de las ingles. Atrevidamente, no se puso bragas ni sostén, y se calzó con unos zuecos con medio tacón para darse un toque de erotismo. Y aguardó nerviosa la llegada de su yerno.

A veces se miraba al espejo para asegurarse de su estampa atrevida. Se le transparentaba todo. Parecía una puta barata con aquel picardías tan cortito e insinuante, el mismo que su hija llevaba puesto mientras la follaban. Sobre las nueve, sonó el timbre de la puerta. Se aseguró por la mirilla de que era él. Dejó que insistiera con el timbre, formaba parte del plan su papel de ingenua, hacerle creer que dormía. Por la mirilla le vio vestido con una camiseta de tirantes y un pantalón de ciclista. Sostenía el casco en la mano.

Al final, hizo resonar los zuecos en el suelo y abrió la puerta dejándole boquiabierto. Rafa vio sus tetazas tras la gasa, las aureolas y los pezones erguidos, dos tetazas que se movían levemente con el más mínimo movimiento. Bajó la vista y le vio el chocho, una destacada mancha negra triangular muy velluda, así como los macizos muslos de sus piernas, gruesos y lisos.

-          Buenos días, Rafa – le saludó ella bostezando, besándole en las mejillas, rozándole los pectorales con las tetas -. Parecía que soñaba cuando sonaba el timbre. Estoy muerta. Toma el móvil.

Se le iban los ojos tras las transparencias.

-          Gra… Gracias, Gloria, estaba preocupado, creí que lo había perdido…

Gloria se fijó que sudaba, se fijó en el paquete abultado del pantalón ajustado.

-          Pasa si quieres y te preparo un café.

-          ¿Me invitas a un café?

-          Claro, pasa…

Le condujo hacia la cocina marchando ella delante. Cómo contoneaba el culazo con los zuecos, cómo se le transparentaba la raja, cómo se le mecían las tetas con los pasos. Tenía la polla hinchada bajo el pantalón. La hija puta no tenía recato de ninguna clase. Le hablaba del restaurante donde había cenado con sus amigas.

En la cocina, Rafa tomó asiento en una silla mientras ella le preparaba el café. Parecía una puta con aquel camisón. Al levantar los brazos para coger la taza, el camisón se le subió casi hasta la cintura, dejándola con todo el culo al aire. Qué nalgas tan pulidas, cómo le vibraban. Luego tuvo que curvarse para conectar la cafetera, postura que aprovechó Rafa para verle el chocho, la raja bajo el culo, cubierta de pelillos que se extendían casi hasta el ano impoluto. Ummmm, hija de perra, no sabía si iba a poder contenerse, la muy cabrona se exhibía como una buena zorra, como incitándole.

Se sentó a su lado cruzando las piernas, con las tetas en reposo bajo la gasa, sin parar de hablar, sumida en la ingenuidad, encubriendo sus verdaderas intenciones, exponiéndose a la perversión de su yerno. Fruto de los nervios y sin parar de mirarla con descaro, se bebió el café de dos tragos.

-          Estás sudando – le dijo ella pasándole la mano por la frente -, ¿vienes con la bici?

-          Sí, salí muy temprano.

-          ¿Por qué no te das un baño en la piscina? A esta hora sienta muy bien. Allí en la hamaca tienes una toalla.

-          Sí, voy a darme un baño.

Rafa se levantó y se dirigió hacia el recinto de la piscina. Ella se entretuvo en la cocina para disimular. Le vio acercarse hacia la hamaca. Se quitó la camiseta de tirantes exhibiendo su tórax, con su barriguita ligeramente abombadita, durita. Después se bajó el pantalón de ciclista y pudo verle el culo, el culo de nalgas morenitas, con poco vello, con raja profunda, un culo que la había cautivado. Le vio los cojones colgándole entre las piernas, unos cojones duros del tamaño de una pelota de tenis. Y al colocarse de perfil, le vio su polla larga y doradita, erecta, empinada hacia la barriga, señal de que le había excitado.

Gloria se metió la mano bajo el camisón para removerse su coño húmedo mientras observaba a su yerno desnudo. Le vio bañarse. Le vio desnudo desde todos los frentes. Tras secarse, se lió una toallita en la cintura, una toallita a modo de minifalda, y se dirigió hacia la casa.

Nerviosa, corrió hacia el salón y se puso a rebuscar en unos cajones del mueble bar. Al irrumpir en el salón, la vio de espaldas y a través de las transparencias se fijo en el culazo. Tenía la porra hinchada bajo la toalla. Fue hasta el sofá y se tendió boca arriba a lo largo, con la cabeza apoyada en un cojín y los pies en alto, encima del reposabrazos del otro extremo. Gloria se volvió hacia él admirando su cuerpo masculino, su tórax y sus piernas morenitas, fijándose en la pequeña toalla que le cubría la zona de sus partes.

-          ¿Qué tal? ¿Te ha sentado bien?

Le miró el coño y las tetas con descaro.

-          Como un marqués. ¿Por qué no me sirves un vermú? Algo fresco. Ahora estoy en la gloria.

-          Vale.

Como una criada, exponiéndose a sus ojos por las transparencias del picardías rosita, le sirvió el vermú en una bandeja y la depositó en la mesita de cristal. Ella, atrevidamente, se sentó en el borde de la mesita, ante él, a la altura de su cintura, con las piernas cruzadas y las tetas reposando sobre el muslo. Gloria le miraba mientras él le daba unos sorbos al vermú.

-          Estás bien moreno – le soltó desplazando la mirada por todo su cuerpo.

-          Tú también estás muy morena. Tomas mucho el sol, ¿verdad?

-          Me encanta el sol.

-          Estás guapísima.

-          Muchas gracias. Hay que cuidarse.

-          Te cuidas, sólo hay que verte.

-          Soy muy coqueta, la verdad -. Gloria miró hacia sus pies, unos pies de dedos largos y huesudos -. Tienes unos pies muy bonitos. Me encantan los pies así tan largos.

-          ¿Te gustan los pies? – se sorprendió Rafa.

-          Son mi debilidad – le mintió sonriéndole -, sé que es raro, pero me fijo mucho en los pies de los hombres.

-          ¿En serio? ¿Y te gustan mis pies?

-          Tienes los pies como a mí me gustan. Yo creo que me lo pegó mi marido, le encantaba que le tocara los pies.

-          ¿Y a ti te gustaba tocárselos?

-          Sí, claro.

-          ¿Quieres darme un masaje?

-          Sí, sí, déjame que te dé un masaje, ya verás cómo te gusta.

-          Adelante.

Gloria bajó de la mesa arrodillándose ante el sofá y se giró levemente hacia las piernas de su yerno. Tenía el coño al rojo vivo. Extendió los brazos curvándose ligeramente hacia él. Las tetas se rozaron por sus muslos y rodillas. Le agarró un pie con cada mano y comenzó a masajearlos apretujándolos con las yemas de los dedos.

-          Ummm, qué gusto…

-          ¿A que sí? – le incitaba ella apretujándolos como esponjas, con los pezones rozando sus piernas -. A mi marido le encantaba.

-          Es una delicia, lo haces muy bien.

-          A veces me pedía que se los chupara.

-          ¿Por qué no me los chupas igual que a tu marido?

-          Me los como, ¿eh? Me encantan los pies…

-          Chúpamelos.

Tuvo que inclinarse más sobre sus piernas, aplastando las tetas contra sus muslos. Comenzó a lamerle el pie derecho, deslizando la lengua por el empeine y el tobillo, para después lamerle los dedos, llegándose a meter todos dentro de la boca para saborearlos. Rafa observaba cómo le lamía el pie, como una perrita hambrienta, observaba sus tetas aplastadas contra las piernas y el camisoncito se le había subido hasta la cintura dejándola con el culo a la vista. Distinguía los pelillos del chocho entre sus piernas y el ano tierno en mitad de la raja. Le entraron ganas de pellizcárselo y de morderlo.

Gloria se concentró el lamerle el dedo gordo como si fuera un diminuto pene. Lo saboreaba enrollándolo con la lengua. Rafa a veces se pasaba la mano por encima de la toalla para calmar su erección. Pasó a lamerle el otro pie con el mismo esmero, rozándole con las tetas, lamiéndole la planta y los dedos uno por uno, meneando ligeramente el culito a la vista.

-          Qué bien lo haces, cabrona – le dijo al ver cómo le mordisqueaba el dedo gordo con los dientes de manera suave.

Gloria elevó la cabeza hacia él, ahora volviéndole a masajear los pies baboseados.

-          No digas que no es un placer que te chupen y te masajeen los pies, ¿eh?

-          Qué cabrón tu marido. ¿Qué más te pedía?

-          Ufff, Emilio es que era muy raro para estas cosas – le mintió sin cesar el masaje, sin apartar las tetas de sus piernas, sin bajarse el camisón -. Había una cosa asquerosa que también me pedía.

-          ¿Qué?

-          Le gustaba que le chupara las axilas….

-          Jodido cabrón, ¿quieres lamer mis axilas?

-          ¿Quieres probarlo? No me importa.

Rafa levantó los brazos.

-          Chúpamelas, cabrona, lo haces muy bien…

Gloria se irguió dejándole de tocar los pies. Le había dejado todos los dedos impregnados de saliva. Dio un paso lateral hasta colocarse ante sus pectorales y dejó caer el culo sobre los talones. Ladeó la cabeza, sacó la lengua y comenzó a lamerle el manojo de vello de las axilas, deslizándola entera por encima, humedeciendo los pelillos hasta dejarlos pegados a la piel. Rafa cerraba los ojos concentrado en el roce de la lengua y la nariz. Su suegra lamiéndole la axila como una cerda.

Tras soltarle una serie de lengüetazos al manojo de vello de la axila, Gloria apartó la cara para mirarle.

-          ¿Te gusta?

Rafa la miró a los ojos mordiéndose el labio inferior.

-          ¿Sabes que me gusta?

-          ¿Qué?

-          Que me den un masaje en los huevos. A tu hija le encanta masajearme los huevos -. Se desató el nudo de la toalla y se la abrió hacia los lados exhibiendo su polla larga y doradita, reposando sobre los bajos de la barriga, y sus huevos duros y redondos como una pelota de tenis -. Anda, dame un masajito, tócame los huevos como tú sabes.

-          Bueno, venga, un poquito.

Volvió a erguirse, con las tetas rozando su costado, dando un paso lateral hacia su cintura. Acercó la mano derecha y la plantó encima de los huevos, notando su dureza y las asperezas de las estrías, y suavemente, comenzó amasarlos, a modo de caricia. Rafa la miraba electrizado.

-          ¿Le tocabas los huevos a tu marido?

-          Sí, a veces sí.

-          Ummmm, qué gusto, cabrona – Le asestó una palmada en el culo por encima del camisón -. Qué buenas estás, hija puta…

Sonrió como una tontona.

-          Tú también eres muy guapo, mi hija sabe elegir -. Volvió a darle otra palmada en el culo, esta vez más fuerte -. Au…

-          Qué culazo tienes, hija puta…

-          Gracias – le respondió sin cesar los leves achuchones a los cojones, provocando que la polla se zarandeara hacia los lados.

-          Bésame los huevos…

Se curvó sobre él aplastando las tetazas contra su costado y acercó la boca a los cojones con los labios fruncidos. Le estampó unos besitos consecutivos, deformando la piel dura, probando el sabor rancio de aquella piel áspera, luego se los mordisqueó tirándole de la piel con los labios y finalmente le dio unas lamidas con la lengua fuera.

-          ¿Están ricos, hija puta? – le preguntó cuando la vio apartar la cabeza para sobárselos de nuevo.

-          Sí, jajaja…

-          Hazme una paja, cabrona, me tienes que reviento…

Deslizó la palma derecha desde los huevos hacia el tronco de la polla, hasta que la agarró y se la levantó para comenzar a sacudírsela a un ritmo aligerado. Se mantenía erguida, con sus tetas balaceándose sobre la barriga de su yerno. Con la manita izquierda, comenzó a acariciarle los pectorales deslizando la palma por el vello del pecho.

-          ¿Te gusta así?

-          Ummmm, qué maravilla… Me gusta… Súbete el camisón, deja que te vea el culo…

Se subió el camisón hasta la cintura con la mano izquierda, sin dejar de masturbarle con la derecha, para permitir que le viera el culo, y enseguida le plantó de nuevo la manita izquierda sobre los pectorales. No paraba de menearle la polla. A veces paraba, le daba un pase a los huevos, y volvía a sacudírsela. Recibió otro guantazo en la nalga.

-          Ohhhh… Qué bien me tocas la polla, cabrona… Tócate el culo…

De nuevo, echó el brazo izquierdo hacia atrás y ella misma comenzó a sobarse el culo con la mano abierta. Quería comerse la polla, probarla. Detuvo los meneos, pero se la mantuvo erguida. Se echó más sobre él y comenzó a mamársela mordisqueándole el capullo y sorbiendo. Rafa, hechizado, contraía las nalgas para follarle la boca, llegando a percibir cómo le rozaba el paladar. Observaba cómo resbalaban las babas por la comisura de los labios, cómo arrastraba sus tetas por encima de la barriga.

-          Uffff… Cómo me tienes… Eres tan puta como tu hija… -. Le asestó un par de palmadas en el culo hasta enrojecerle la nalga. En ese momento, ella condujo su mano izquierda hasta el chocho para masajeárselo con la palma mientras se la mamaba y recibía azotes en el culo -. Te gusta mamar, ¿eh? Puta… Chúpala… Chúpala…

Con la manaza izquierda, la agarró de la melena para bajarle la cabeza y mantenerle los labios pegados a los huevos con la polla dentro, al mismo tiempo que no paraba de azotarle el culo. Cuando le subía la cabeza tirándole de los pelos, vomitaba babas sobre la polla, babas que tenía que lamer con la lengua fuera. Se lanzó a lamerle de nuevo los huevos, tirándole de ellos con los labios, para volver a babosear la polla por el tronco, sin dejar de masturbarse el coño, sin dejar de recibir azotes en el culo.

-          Cómetela toda, cabrona…

Mamándosela, notó que le metía la mano bajo el culo y unía sus dedos a los suyos para escarbar juntos en el coño. Derramaba flujos en abundancias. Apartó unos centímetros la cara de la polla con el ceño fruncido, como si quisiera beneficiarse de los estímulos del coño, y en ese momento recibió una rociada de leche espesa sobre el rostro, tres gruesos escupitajos que le cruzaron la cara.

Miró hacia Rafa. Respiraba con la boca muy abierta, suspirando por la culminación del placer. Ella se relamió los labios y se pasó los dedos por las mejillas para atrapar las porciones de leche. Su yerno le acariciaba las nalgas con más suavidad.

-          Te has corrido bien – le dijo ella -. Como se entere mi hija de esto.

-          Tu hija es tan puta como tú. Sois unas guarras.

-          ¿Te ha gustado?

-          Mucho.

Se irguió apartando las manos de su cuerpo.

-          Es que yo pierdo la cabeza enseguida – se excusó.

Rafa le achuchó las mejillas y le dio unas palmaditas.

-          Eres una cerdita, ¿verdad?

-          Sí.

-          Me gustaría follarte.

-          Rafa, no me hagas que pierda más la cabeza.

-          Súbete encima, cabrona, quiero follarte el coño…

-          Joder, Rafa.

Gloria se puso de pie y se elevó el picardías hasta el ombligo. Después se subió encima de su yerno, que permanecía en la misma postura, tumbado boca arriba en el sofá. Se montó encima de la polla, como si su yerno fuera la montura de un caballo, y ella misma la agarró para metérsela en el coño. Luego se asentó sobre ella, sintiendo su dureza muy adentro. Y comenzó a cabalgar como una loca, a saltar para clavársela, a removerse, con sus tetas balanceándose como locas tras la gasa. Rafa apretaba los dientes agarrándola por el culo para meneárselo. Los dos comenzaron a jadear. A veces ella se curvaba aplastando las tetas contra sus pectorales y se morreaban desesperadamente, para volver a incorporarse y cabalgar con la verga incrustada en su coño.

Rafa le azotaba las tetas con las palmas provocándole gemidos de dolor y a veces le soltaba palmadas en el culo.

-          No pares de moverte, ¡Puta! Muévete… grita, ¡Puta!

Gloria se esmeraba en remover el culo con la verga dentro y a emitir gemidos escandalosos. Le agarró el escote con ambas manos y le rasgó la gasa dejando sus tetazas libres, columpiándose violentamente con los movimientos del cuerpo. Recibió varios escupitajos sobre los pezones y más palmadas. Continuaba saltando sobre la verga, derramando cantidad de flujos vaginales, gimiendo como una perra. Rafa la agarró por las mejillas y le acercó la cara. Las tetas se aplastaron contra sus pectorales.

-          Eres una guarra -. Le lanzó un escupitajo dentro de la boca y dejó que se lo tragara -. Mueve el culo, puta, mueve el puto culo…

-          Sí… - dijo subiendo y bajando el culo más aceleradamente.

-          Ahhh… Sí… Así… Mueve el culo, no dejes de mover el culo… Wow…

Gloria notó cómo se corría, cómo le encharcaba el chocho mediante escupitajos de semen. Le soltó la cara para recuperar el aliento mediante constantes bufidos, la segunda corrida seguida había supuesto un gran esfuerzo físico, pero un gusto desbordante. Gloria se irguió y se apeó del cuerpo de su yerno. Vio el tronco de la polla impregnado de leche y notó cómo le brotaba del coño dilatado. Había tenido varios orgasmos. Las tetas se le salían por las rasgaduras. Permanecía de pie ante el sofá.

-          Cómo follas, cabrona. Menudo polvo hemos echado -. Le dio un sorbo al vermú incorporándose en el sofá -. ¿Te ha gustado?

-          He sentido mucho…

-          Me has dado una puta paliza a la polla, cabrona. ¿Sabes qué me apetece?

-          ¿Qué?

-          Que me lleves a mear -. Rafa se levantó y le atizó un cachete en el culo, después le achuchó las mejillas y la besó en los labios -. Ven conmigo, cerdita.

Gloria le acompañó al lavabo. Rafa iba completamente desnudo, con la verga algo más floja, y ella con el camisón echo tiras en la parte delantera, con las tetas columpiándose entre las tiras. Rafa se colocó ante la taza.

-          Agárrame la verga mientras meo. Nunca has puesto a mear a un hombre, ¿verdad?

-          No, la verdad.

-          ¿Ni al maricón de tu marido?

-          No.

-          Ponme a mear.

Se pegó a su costado y le agarró la verga con las yemas apuntando hacia la taza. Enseguida salió un chorro de pis, con multitud de gotitas cayendo sobre el borde. Trató de dirigir el chorro para que no meara fuera, pero era tan disperso que resultaba inevitable.

-          A la puta de tu hija le encanta agarrármela.

-          ¿Sí?

El chorro fue cortándose. Se la sacudió y se la soltó, luego arrancó un trozo de papel higiénico y limpió las gotitas amarillentas del borde, después tiró de la cadena y se irguió. Su yerno la rodeó con los brazos manoseándole el culo, con las tetas aplastadas contra sus pectorales, y la morreó intensamente.

-          Me gusta follarte.

-          A mí también me ha gustado – reconoció ella.

-          ¿Vamos a tu habitación y nos relajamos un poco?

-          Como tú quieras.

Salieron del baño y abrazados como dos amantes, él desnudo y ella con el camisón desgarrado, se dirigieron hacia las escaleras.

Irrumpieron en la habitación y Gloria se quedó desnuda sacándose el camisón por la cabeza. Fue hasta la cómoda y se colocó ante el espejo para cepillarse el cabello. Su yerno se pegó a ella rodeándola con los brazos, besuqueándola por el cuello, magreándole las tetas, encajándole el tronco de la verga en el culo. Apoyó la cabeza sobre su hombro dejándose manosear y babosear.

-          Cómo me pones, hija puta – le susurró al oído -, estaría follándote todo el día…

Ella echó los brazos hacia atrás para acariciarle el culo.

-          Me da reparo por mi hija…

-          Tu hija es tan puta como tú -. Le subió ambas tetas y le lanzó un par de escupitajos a los pezones. La espumilla de la saliva se repartía por las aureolas -. Chúpatelas, chúpate las tetas, guarra…

Sacó la lengua y bajó la cabeza lamiéndose sus propias tetas, meneando ligeramente el culo para sentir la dureza de la verga. Le atizó unas palmaditas en la cara y le metió unos dedos en la boca para que se los lamiera, pasándole las yemas por las encías y el paladar.

-          Vamos a la cama…

Fueron hasta la cama y Rafa fue el primero en tumbarse boca arriba. Ella se echó sobre su costado, con las tetas reposando sobre sus pectorales y el coño rozándole el muslo de la pierna. Comenzaron a morrearse a mordiscos, a babosear escupiéndose, hasta que ella se lanzó a besuquearle por el cuello, bajando lentamente hasta las tetillas de su pecho peludo. Las estuvo mordisqueando y lamiendo, hasta que fue deslizando los labios hasta su axila derecha para lamerle el manojo de vello.

-          Chúpame los pies… - le pidió su yerno.

Gloria se irguió y se metió arrodillada entre los muslos de su yerno, de espaldas a él. Se curvó hasta colocarse a cuatro patas y bajó la cabeza para comenzar a lamerle el dedo gordo del pie derecho. Rafa tenía ante sí el culazo de su suegra, con la raja abierta, donde podía diferenciar el jugoso ano y la húmeda raja del coño, de donde aún brotaba leche. Sentía cómo le rechupetaba los dedos de los pies. Sentía el roce de las tetas por las rodillas.

-          Mueve el culo… - Le asestó una severa palmada en la nalga más enrojecida -. Mueve el puto culo para mí, hija puta -. Comenzó a menear el culo en círculos al mismo tiempo que se comía medio pie. Rafa se meneaba despacio la verga observando cómo le meneaba el culo -. Tócatelo, tócatelo, cabrona, tócate ese culo gordo que tienes…

Chupándole los pies, echó ambos brazos hacia atrás para manosearse ella misma el culo, acariciándose las nalgas con las palmas, abriéndose y cerrándose la raja. Le mordisqueaba con los dientes levemente las yemas de los dedos de los pies y le lamía el empeine con la lengua fuera, sin dejar de manosearse ella misma su culo, sin dejar de menearlo para su yerno. Apartó la boca del pie para chasquear la lengua, la tenía seca de tanto lamer.

-          ¡Chupa, hija puta! ¡No dejes de chupar! – le gritó asestándole dos azotes en las nalgas - ¡Y no dejes de mover el puto culo!

Acató la orden y bajó de nuevo la cabeza hacia el otro pie lamiéndole los dedos, deslizando sus palmitas por sus propias nalgas. Él se la sacudía embelesado con los movimientos, hasta que se incorporó quedando sentado, con el culazo de su suegra rozándole el pecho. Le abrió bruscamente la raja con los pulgares y se lo empezó a lamer ansiosamente deslizando la lengua por encima del ano tierno, lanzándole escupitajos para después repartirlo por toda la raja. Ella tenía un pie dentro de la boca y se concentraba en las lamidas que recibía su ano.

-          Qué culo más rico tienes, hija puta, te lo voy a follar -. Se arrastró hacia atrás para arrodillarse y ella se irguió quedando a cuatro patas, mirando hacia los pies de la cama. Las tetazas le colgaban hacia abajo y se mecían levemente, y del ano le resbalaba un goterón de saliva hacia la raja del chocho -. ¿Te han follado el culo alguna vez?

Miró a su yerno por encima del hombro.

-          No.

-          Vas probarlo, cabrona. Bájalo un poco.

Posicionó la verga pegando el capullo en el ano y se la sostuvo mientras se la hundía analmente. Gloria cabeceó dolorida ante la extrema dilatación, notando el lento avance de la verga. Consiguió metérsela entera, después la sujetó por las caderas y comenzó a follarle el culo severamente.

   Rebeca había vuelto. Había visto la bicicleta de su novio en la entrada de la casa. Irrumpió sigilosamente y no encontró a nadie ni en el salón ni en la cocina, tampoco en el recinto de la piscina, aunque distinguió la ropa de Rafa tirada en una de las hamacas. Enseguida comenzó una sucesión de gemidos escandalosos. Eran de su madre. Chillaba como una perra malherida. Distinguió los jadeos secos de su novio. Procedían de la planta de arriba. Estaban follando, estaba plenamente segura.

Se quitó los zapatos, subió las escaleras y recorrió sin hacer ruido el pasillo hasta poder asomarse a la habitación. Les vio en la cama follando con la postura de los perros, su madre a cuatro patas y su novio tras ella metiéndosela por el culo. Podía distinguir la veloz entrada y salida de la verga y la extrema dilatación del ano.  Su madre gritaba con delirio, cabeceando, mirando al frente, al tiempo que su novio la embestía con rabia, sujetándola fuertemente por las caderas. Las tetazas de su madre bailaban como locas en  cada clavada. El cuerpo de Rafa cocía en sudor. Sus huevos chocaban contra el chocho de su madre. A veces le soltaba un azote en el culo, como si arreara un caballo. Vio sus nalgas enrojecidas. La agarró de la melena y le tiró de la cabeza hacia atrás, frenando con la polla encajada en el ano y echándose sobre su espalda para susurrarle al oído.

-          ¿Te gusta, perra? ¿Te gusta?

-          Sí… Sí… - gemía su madre con el ceño fruncido.

-          Así me follo a la puta de tu hija, zorra -. Reanudó las contracciones del culo para follarla -. Grita, cabrona, grita…

Su madre emitía chillos estridentes cada vez que le hundía la verga. Rafa volvió a erguirse sujetándola de nuevo por las caderas y frenó con la verga dentro. Cerró los ojos, como concentrado.

-          Mueve el culo, mueve el puto culo, haz que me corra…

Su madre comenzó a menear el culo con la verga dentro mientras él permanecía inmóvil, con los ojos entrecerrados y las manos reposando sobre la cintura de ella. Gloria le miraba por encima del hombro, ahora sin gemir, sólo emitía bufidos, tratando de mover el culo en círculos, como masturbándole con el ano, sintiendo la verga muy dentro de sí.

-          Así, cabrona, así… Sí… Sigue… Mueve el culo… Muévelo… Así… Ohhhh… Ohhhh…

Aún con la verga encajada en el ano, Rebeca distinguió cómo se formaban gorgoritas de semen y espumilla blanca fluyendo por la comisura circular del ano. El muy cabrón se estaba corriendo. Ella continuaba meneándole el culo. Vio que su madre se mordía el labio inferior, como queriendo contenerse, y al segundo vio que del chocho le caían gotas transparentes.

Rafa fue extrayendo la verga poco a poco. Tenía todo el tronco impregnado de nata. Nada más sacarla, brotó leche del ano, un pegote que se deslizó lentamente hacia el chocho. El continuo goteo del coño se hizo más continuo hasta que se convirtió en un fino hilo que empapaba las sábanas alrededor de sus rodillas. Rafa la miró asombrado.

-          Te estás meando, jodida guarra.

-          No puedo… No puedo… No puedo aguantarme – se excusaba ella.

El hilo de pis adquirió algo de potencia y salpicó la polla de Rafa, cortándose poco a poco hasta convertirse en un lento goteo. Dejó una mancha asimétrica de pis en las sábanas, una mancha amarillenta que abarcaba las rodillas de Rafa y las suyas. Rebeca no daba crédito a la escena.

-          Qué cabrona, te has meado.

-          Lo siento – dijo ella incorporándose.

-          Ven aquí, chúpamela un poquito.

Rafa asentó el culo sobre los talones y ella se giró arrodillada hacia él. Rafa le ofreció la verga empinándosela hacia ella y enseguida se curvó para lamérsela. Estaba calentita, recién salida de su culo, y rellena de semen por todo el tronco, con salpicaduras de su propio pis que le daban un sabor avinagrado. Le lamió la verga hasta dejársela limpia, pero notó que se desinflaba y se incorporó quedando arrodillada, frente a frente. Rafa la acarició bajo la barbilla.

-          ¿Te gusta mear cuando te están follando?

-          No he podido controlarme.

-          ¿Te han meado alguna vez?

-          No – mintió.

-          ¿Quieres probarlo?

-          No sé.

Le atizó una palmada en la cara.

-          A una guarra como tú seguro que le gusta, ¿verdad?

-          Sí – sonrió.

Rafa se puso de pie encima de la cama. Ella, arrodillada ante él sumisamente, levantó la mirada hacia su yerno. Le colocó la palma de la mano derecha bajo la barbilla para mantenerle la cabeza levantada y se sujetó la verga con la izquierda.

-          Abre la boca, guarra, quiero mearte.

Abrió la boca con la lengua fuera y al segundo un potente y fino chorro de pis salió disparado hacia su garganta. Desde el pasillo, Rebeca observaba atónita cómo su novio meaba a su madre. Le mantenía la cabeza levantada. La boca se le llenó enseguida hasta que el caldo, de un tono amarillo turbio, comenzó a resbalar como un torrente por su barbilla hasta mojarle las tetas y el vientre, hasta alcanzar su chocho con gruesas hileras que humedecían el vello. A veces cerraba la boca y tragaba, el chorro le salpicaba toda la cara, y volvía a abrirla hasta que se le volvía a llenar, tratando de vomitar todo lo que le caía, envuelta en arcadas y muecas de asco. Alrededor de los pies de Rafa se formó un charco. Cuando terminó de mearla, le aporreó la cara con la verga y se la zarandeó achuchándole las mejillas. Estaba empapada, con todas las tetas y el coño mojado.

-          ¿Te ha gustado?

-          Sí.

-          Mira cómo hemos puesto la cama.

-          Tendré que limpiarlo.

-          Yo voy a darme un baño. Me tienes la verga destrozada, cabrona.

En ese momento, Rebeca retrocedió sigilosamente, bajó las escaleras y consiguió salir de la casa sin que la oyeran.

    Fue a dar un paseo para reflexionar acerca de la situación que estaba viviendo. Su madre era una puta que se había dejado embaucar por el chulo de su novio. Ya no se conformaba con compartirla con Nando, ahora se follaba también a su madre. Jodida puta, jodida puta de mierda, tirándose a su novio. La muy zorra, le entraban ganas de agarrarla de los pelos.

  Cuando regresó a casa, después de comer, su madre tomaba el sol junto a la piscina. Rafa ya se había marchado.

-          Hola, hija. ¿Qué tal? Ha estado aquí Rafa, se le olvidó el móvil y vino a recogerlo.

-          Es verdad, se me olvidó decírtelo. Oye, mamá, esta noche voy a invitar a Rafa y a Nando a cenar, aquí en el porche. ¿Quieres acompañarnos y así preparas uno de tus platos?

-          ¿Qué? – se sorprendió nerviosa.

-          Te divertirás. Nando es muy gracioso. Así sales de la rutina. Anda, cena con nosotros.

-          Bueno, vale, puedo preparar mi plato de salmón.

-          Perfecto. Ponte guapa, ¿vale?

-          Vale.

Se metió en el salón, cogió el móvil y telefoneó a Nando.

-          Hola, Nando, soy Rebeca.

-          Hola, monada, qué sorpresa.

-          Era para ver si querías venir a cenar, mi madre va a preparar un plato delicioso a base de salmón ahumado.

-          ¿Estará tu madre?

-          Sí, claro, cenará con nosotros.

-          Ummm, me encanta el plan, me encanta oler a esa puta…

-          Como eres, bueno, te espero sobre las nueve.

-          Allí estaré, monada.

Nada más colgar, telefoneó a su novio.

-          ¿Rafa? Ya estoy en casa.

-          He estado ahí con tu madre, a recoger mi teléfono.

-          Lo sé, me lo ha dicho. Nos va a preparar una cena de muerte. He llamado a Nando. Venís, ¿no?

-          Sí, sabes lo que me gusta estar cerca de tu madre. Dile que se ponga guapa para mí.

-          ¿Para ti? Jajaja. Bueno, se lo diré. Os espero.

Y colgó, dejando cerrado su plan para que Nando emputeciera más a su madre, para que la humillara como la había humillado a ella. Quería verla como una puta arrastrada y quería que Rafa y Nando se encargaran de ello.

    Llegó la hora. Había anochecido. Gloria preparó la cena en el porche que daba acceso al recinto de la piscina. Hacía una noche espléndida y decoró la mesa con numerosas raciones y buen vino, también con música ambiente, todo para una velada excitante, algo tensa para Gloria tras haberse liado con su yerno. Las dos se pusieron muy guapas, muy glamurosas y elegantes, se esmeraron en vestirse para ellos. Rebeca lucía un pantaloncito muy corto y ajustado, de color rojo chillón que definía las curvas de su culito, con sandalias de tacón a juego con el pantalón, y para la parte de arriba un top blanco con escote drapeado y el ombligo a la vista. Su madre se colocó con un vestidito negro ajustado y muy corto para lucir los despampanantes muslos de sus piernas, de una tela negra muy brillante, con finos tirantes anudados en la nuca y un escote en V, dejando parte de la masa blanda de sus pechos a la vista. Para acentuar su erotismo, se recogió el pelo con un moño en la coronilla dejando su nuca al descubierto. Madre e hija estaban para comérselas.

A Rebeca le excitaba mirarla, estaba dispuesta a echarla a dos lobos como su novio y su amigo, imaginar que la iban a humillar hasta la saciedad. Llegaron juntos y se quedaron embobados al verlas tan guapas y elegantes y no se cansaron de piropearlas cuando se dieron los besos de rigor. Nando llevaba un pantalón de lino marrón y una camiseta de tirantes que definía su blandengue barriga y Rafa un pantalón verde y una camisa blanca.

Bebieron unas cervezas con unos aperitivos. Nando se esforzaba en intimar con Gloria contándole cosas graciosas. Rebeca les observaba al lado de Rafa. Éste acercó la boca a su oído a modo de susurro.

-          Mira el cabrón cómo roza a tu madre. ¿Te gustaría que se la follara?

-          Sí.

-          Hija de la gran puta, es un gusto follarle el culo -. Rebeca no dijo nada -. Tráeme una cerveza, anda, voy a ver a esa puta.

Mientras Rebeca iba a por la cerveza, Rafa se acercó hasta ellos. Nando la cogió por la barbilla cariñosamente y le zarandeó la cara.

-          Tienes una suegra guapísima…

Rafa le asestó un cachete en el culo por encima del vestido.

-          Está buena, ¿eh? Tiene un cuerpazo la muy cabrona…

-          Cómo sois – sonrió ella nerviosa -. Por qué no os sentáis a cenar, voy a terminar de poner la mesa.

A Gloria se la comían los nervios. Tanto Nando como su yerno, no paraban de toquetearla, de rozarla, de bombardearla con miradas excitantes. Entre ella y su hija les sirvieron la cena, ellos como dos marqueses y ellas, en su propia casa, como dos doncellas. En presencia de su hija, Rafa no paraba de atizarle cachetes en el culo, piropeándola, hasta provocarle el sonrojo en los pómulos. Rebeca asistía al acecho de manera impasible.

Después de la cena vinieron unos chupitos y unas copas. La velada se iba ambientando. Fruto de la tensión y los nervios, Gloria no paraba de beber. Nando la abrazaba, le achuchaba las mejillas, le pasaba la mano por las piernas. Rafa se levantó desabrochándose la camisa.

-          Yo voy a darme un baño. Estoy abochornado.

-          Yo también – saltó Nando.

Antes los ojos de madre e hija, los dos jóvenes se desnudaron hasta quedarse en calzoncillos, Rafa con un bóxer negro ajustado y Nando con un slip blanco. Gloria se fijó en su barriga blanda y peluda y en el bulto de la prenda. Se lanzaron a la piscina y estuvieron un rato chapoteando. Ellas les observaban junto al borde de la piscina con las copas de champán en la mano.

Al salir de la piscina con los calzoncillos mojados, a Nando se le transparentaba el tono marrón de la polla, así como el relieve del tronco y los pelillos que le sobresalían por los lados. Se secaron y regresaron a la zona del porche. Rebeca les sirvió otra copa. Gloria meneaba la cadera siguiendo el ritmo de la canción.

-          ¿Por qué no os quitáis la ropa? – sugirió Rafa -. Hace una temperatura estupenda -. Miró hacia su novia -. Quítate la ropa.

Con una sonrisa estúpida, Gloria miró hacia su hija. Vio cómo se desabotonaba el top y se lo retiraba exhibiendo sus tetas redondas de pezones erguidos y cómo acto seguido se bajaba el pantalón rojo, quedándose tan sólo con unas braguitas blancas de encaje.

-          Está buena tu hija, ¿eh? – le preguntó Nando a Gloria.

-          Sí, es muy guapa – sonrió nerviosa.

-          Parece una putita, la muy cabrona, ¿eh? Así, en bragas y tacones.

-          Cómo sois los hombres – le dijo ella dándole un cariñoso manotazo en el brazo.

-          ¿Y tú? Anda, quítate el vestido.

-          Ay, Nando, me da corte.

-          Venga, coño, si te hemos visto en bikini. Qué más da, ¿no? Estamos entre amigos…

-          Pero no es lo mismo, me da corte quedarme en bragas delante de vosotros…

-          Anda, sé buena, así pareces una putita como tu hija – apremió Nando con una maliciosa sonrisa.

-          Quítate el vestido, coño, que no pasa nada – le regañó Rafa, que en ese momento rodeaba a su novia con el brazo por la cintura y la apretujaba contra él.

-          Bueno, vale.

La observaron cuando se deshizo el nudo de la nuca y se descorrió la cremallera trasera. El vestido cayó a sus pies. Sus enormes tetas sufrieron un ligero vaivén chocando una contra la otra. Llevaba unas braguitas pequeñas negras con la delantera de muselina, donde se le transparentaba todo el chocho, incluso los pelillos le sobresalían por la tira superior. Nando se quedó embelesado de forma descarada. La parte trasera tendía a metérsele por la raja y le dejaba gran parte del culo a la vista.

-          Ummmm… Ahora pareces una putita como tu hija – le encajó Nando mirándole las tetas.

-          Ay, malo, que siento mucha vergüenza.

-          Si es que tienes unas tetas, cabrona…

Gloria se las miró.

-          Me gustaría tenerlas algo más pequeñas y redonditas, así como las de mi hija.

-          Están de muerte – le soltó su yerno, que aún permanecía abrazado a su novia, contemplando el acecho de su amigo.

-          Muévelas un poco – le pidió Nando embobado, de pie a su lado, con la copa en la mano. Gloria agitó el tórax y las dos tetazas se mecieron levemente -. Qué putas tetas tienes, cabrona.

-          Ay, déjame, no seas tonto…

-          Mueve las putas tetas, coño -. Volvió a menear el tórax para que se le columpiaran las tetas -. Hija puta, qué buena estás -. Miró hacia Rebeca al tiempo que Gloria, nerviosa, seguía meneando los pechos como si fueran dos grandes campanas -. ¿Te gustan las tetas de tu madre?

-          Sí – dijo ella.

-          Tócaselas, verás que blanditas las tiene la hija puta.

Rafa le atizó un cachete en el culo.

-          Anda, tócale las tetas a tu madre.

Trató de evitar su mirada y se acercó a ella por detrás. Aplastó los pechos contra su espalda y el coño contra su gran culo. La rodeó con los brazos por la cintura y elevó las manos para sobarle las tetas con sensualidad, de manera acariciadora, levantándoselas despacio y achuchándolas con las palmas, con la barbilla apoyada en su hombro, con las mejillas pegadas. Nando se mordía el labio para contenerse. Dio un paso hacia ella y abrazó a Gloria. Sus tetazas se aplastaron contra su blanda y peluda barriga.

-          Baila conmigo, cabrona.

Comenzaron a bailar pegados. Rebeca retrocedió junto a su novio y éste volvió a abrazarla. Las tetas de su madre permanecían apretujadas contra los pectorales de Nando. La manoseaba por la espalda, hasta que poco a poco sus manazas fueron resbalando hacia el gran culo. Se lanzó a morrearla al mismo tiempo que le magreaba todo el cuerpo.

-          Mastúrbame – le pidió Rafa a Rebeca -. Quiero ver a la puta de tu madre…

Rebeca le bajó la delantera del slip, rodeó la verga y se la empezó a sacudir despacio mientras contemplaban el lujurioso baile. A Gloria se le notaba nerviosa y angustiada, sobre todo por la presencia de su hija, por haberse enfrascado en una aventura como aquélla, habiéndose liado con su yerno y sirviendo de puta barata ante dos jóvenes que podían ser sus hijos. Notaba las manazas acariciándole el culo y cómo le metía la lengua gorda en la boca, cómo sus tetas se rozaban por aquellos pectorales fofos. Se vio afectada por impulsos de arrepentimiento. Aún podía enmendar aquella situación. Apartó la boca cuando intentó morrearla de nuevo e intentó quitarle las manos del culo.

-          ¿Qué pasa, cabrona?

-          Ufff, Nando, necesito beber algo, no me encuentro bien…

-          ¡Me calientas la puta polla y ahora me dejas colgado! – le gritó indignado.

-          Lo siento, no te pongas así, es que…

-          Puta asquerosa -. Le atizó una severa palmada en el culo y ella se llevó la mano a la nalga dolorida, con el ceño fruncido por el dolor -. ¿Te doy asco, hija puta?

-          No, Nando, no te pongas así…

-          Maldita zorra asquerosa…

La sujetó del brazo y se puso a azotarle el culo con la mano abierta, como si estuviera domando un caballo. Ella corría en círculos alrededor de él recibiendo severos azotes, igual que cuando la azotó el camarero.

-          ¡Eres una puta calientapollas!

-          Perdona, Nando… Ahhh… Ahhh

Rebeca había acelerado las sacudidas a la verga al ver cómo azotaba severamente a su madre.

-          ¡Guarra! – vociferó.

La sujetó por la nuca y la forzó a curvarse sobre la mesa, con las tetas y la mejilla derecha aplastadas contra la superficie. Le dio un tirón a las bragas hasta bajárselas a la altura de las rodillas y la dejó con el culo al aire. Tenía una nalga completamente enrojecida.

-          Nando, yo no quería…

-          Jodida zorra…

Le azotó la otra nalga. Ella emitía quejidos agudos cada vez que recibía una palmada. Los pelos del chocho le sobresalían de la entrepierna.

-          Ábrete el culo, hija puta – le exigió dejando de azotarla.

-          No, por favor, Nando, por favor….

-          ¡Que te abras el puto culo, zorra!

Echó los brazos hacia atrás y se abrió la raja del culo, exponiendo la rajita jugosa del chocho y su ano tiernecito, con las bragas bajadas en las rodillas. Rebeca continuaba masturbando a su novio a escasos metros de la mesa.

Nando se bajó de un lado el slip hasta liberar su gruesa polla y sus huevos. Se curvó para escupirle hasta cubrir el ano de saliva, y volvió a erguirse meneándose la verga.

-          Vas a saber lo que es bueno, cabrona...

-          ¡No!

Le pinchó el ano severamente, de un solo empujón le encajó toda la polla en el culo. Gloria chilló como una loca agitando la cabeza y elevándola de la mesa, tratando de abrirse más la raja del culo para suavizar la extrema dilatación anal. Y se puso a follarla bruscamente, haciendo que rechinara hasta la mesa por los fuertes empujones. Contraía las nalgas peludas aligeradamente para taladrarle el ano, jadeando secamente mientras ella gemía como una auténtica perra. Ella procuraba abrirse el culo todo lo que podía.

Sin parar de masturbarle, Rebeca y Rafa dieron unos pasos hacia la mesa hasta detenerse en el borde, a la altura de la cabeza de su madre. Gloria les miró con gestos de dolor, ya de nuevo con la mejilla apoyada en la superficie. Su cuerpo se arrastraba hacia delante y hacia atrás por los severos empujones, con las tetas a punto de reventar, sobresaliéndole por los costados. Nando le atizaba sin pausa en el culo, estrellando severamente la pelvis a sus nalgas blanditas.

Rafa comenzó a fruncir y desfruncir el entrecejo y Rebeca aceleró aún más los meneos apretujándole el glande para provocarle más gusto, hasta que una lluvia de leche espesa cayó sobre la cara de su madre, numerosas gotas se repartieron por toda su cara. Nando continuaba follándole el culo con la misma potencia y velocidad. Rebeca le sacudía la verga a su novio para escurrirla. Permanecía pegada a él, con las tetas pegadas a su costado, acariciándole suavemente el tronco de la polla. La miró a los ojos. Tenía una mota de leche en un párpado y otra en una ceja. Sin dejar de mirar a su madre, acercó los labios a la oreja de Rafa y le habló a modo de susurro.

-          ¿Quieres mear a esta guarra?

-          Sí… Quiero mear a esta puta…

Rebeca encañonó el rostro de su madre con la verga de su novio y al segundo comenzó a mearle la cara. Gloria tuvo que cerrar los ojos y sellar la boca ante la meada. Su hija de encargaba de dirigir el chorro hasta empaparle toda la cara y el cabello recogido. Le dejó la mejilla apoyada en un charco de pis. El cabello le chorreaba y numerosas hileras le corrían por el rostro.

Nando frenó en seco con los ojos entrecerrados, bufando, de puntillas, sujetándola por las caderas, con la verga encajada en el ano. Gloria podía sentir la corrida, podía sentir los abundantes escupitajos de leche que le llenaban el culo. Trató de relajarse, pero al segundo sintió un chorro en su interior, un chorro caliente e inagotable. Supo que el muy cabrón estaba meando dentro de su culo. Cerró los ojos con fuerza para soportar la terrible humillación, una humillación donde su hija era partícipe.

Rebeca dio unos pasos hacia Nando. Éste la miró.

-          ¿Quieres probar el culo de tu madre?

-          Sí, déjame probarlo.

Nando retrocedió sacando la verga de golpe. Gloria llevó sus brazos hacia delante para limpiarse la cara. Enseguida, Rebeca se arrodilló ante el culo gordo de su madre y le abrió la raja con los pulgares. Vio cómo le manaba un líquido amarillo claro mezclado con pegotes disuelto de semen. Resbalaba empapando el chocho, de donde comenzaba a gotear. Frunció los labios y los pegó al ano para sorber, tragándose todo lo que fluía del culo de su madre, una mezcla de semen, pis y sustancias anales. Era su venganza por haberle jodido la vida. Aquella mañana cuando salió, en realidad fue a ver a Rubén, su antiguo novio. Le había dicho que se había equivocado, que le amaba, que deseaba cortar con Rafa y volver con él. Y Rubén la había perdonado. Pero la puta de su madre se había tirado a su novio y le había jodido los planes. Tras sorber todo lo que fluyó del culo, comenzó a lamerle el ano desesperadamente pasándole la lengua por encima. A partir de aquellos momentos, su madre sería la puta de aquellos dos, en su propia casa, mientras ella se esforzaría en rehacer su vida con Rubén. Fin. Carmelo Negro.

Gracias.

Emails y messenger:  joulnegro@hotmail.com

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