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Una viuda prostituida por su hijo

en Amor filial

 

Una viuda prostituida por su hijo.

           

(Esta es la historia hasta el momento justo en que una mujer corriente, viuda y madre, se convierte en la puta de su propio hijo, de su cuñado y del novio de su sobrina)

Adela y su hijo Derek regresaban a España tras veinte años como emigrantes en Alemania. Era hora de volver. Las cosas no les iban bien en Hamburgo, al norte de Alemania, la empresa donde trabajaba Adela había quebrado y la habían puesto de patitas en la calle sin un euro de indemnización. Estaba viuda, su marido hacía ya diez años que había muerto. Tenía cuarenta y dos años y no había vuelto a rehacer su vida con ningún otro hombre, ni siquiera había mantenido relaciones sexuales en todo ese tiempo de soledad, sólo se había dedicado a trabajar para sacar a su hijo adelante. Se conservaba bien, aunque estaba algo rellenita. Destacaba su voluminosa melena a lo afro, de un tono rojizo, y sus grandiosas tetas, unas tetas aperadas de base muy ancha y lacia que le colgaban como dos campanas. Tenía una cara guapa de tez blanca con pecas y ojos azules, con la cara muy redondita de facciones pequeñas. Era de mediana estatura y solía vestir con ropa muy normal, principalmente faldas y vestidos un poco anticuados. Llevaba años sin salir de fiesta, prácticamente sin amigas. Su hijo Derek tenía veinte años y le gustaba la informática, pero había tenido que dejarlo para ponerse a trabajar como camarero. Tenía las características de un alemán del norte, alto, rubio, corpulento, piel muy blanca, ojos azules como su madre, sin vello en el cuerpo, y con un carácter agrio heredado de su padre. Tras discutirlo entre ambos durante mucho tiempo, regresaban a España en busca de una vida mejor. En España le esperaba la familia. Su hermana Lydia se había ofrecido para alojarles en casa el tiempo que hiciera falta. Podrían trabajar con Andrés, su marido, en la inmobiliaria que dirigía y poco a poco ahorrar hasta que pudieran independizarse. Iba a ser un cambio de vida brusco después de tantos años, sobre todo para el joven Derek, alemán de nacimiento, pero necesario tras un destino que se les había ido rompiendo con el paso de los años.

Su hermana Lydia era una mujer muy dispuesta y hospitalaria. Tenía treinta y cinco años y estaba casada con Andrés, de cuarenta. Tenían una hija de dieciocho años porque Lydia se quedó embarazada con sólo 17. Se llamaba Olga, estudiaba un módulo de secretariado y salía con un chico que se llamaba Álvaro, de veinticuatro, estudiante de medicina. Lydia trabajaba como pasante para un abogado que estaba a punto de jubilarse. Era una mujer imponente y coqueta, quizás por su elegancia, por su altura, por su melena rubia y larga de pelo recto, por su tez tostadita gracias a sus horas de sol, por sus pechos turgentes y duros, muy redonditos, y por sus ojos azules igual que su hermana Adela. Era una mujer simpática y sobre todo serena, cuya lucha principal era el carácter avinagrado de su marido, un tipo irritable y bastante dictatorial, que expresaba los sentimientos de una manera ácida. Tuvieron que casarse forzosamente cuando ella se quedó embarazada, un desliz que le costó mucho sufrimiento interior porque en realidad no se casó enamorada de él. Pero le soportaba y con el tiempo aprendió a quererle, a pesar de que sabía que era muy mujeriego y que de vez en cuando se corría juergas con sus amigos y que terminaban en algún club de alterne. Pero no podía quejarse. Vivían bien y desahogados económicamente. Su hija Olga se le parecía mucho física y personalmente. Era una pija igual de presumida, más vanidosa que su madre, porque sabía que era guapa y que gustaba, quizás por eso tenía un novio tan pijo como Álvaro, hijo de un importante neurocirujano de la ciudad. Era alta y delgada, culito pequeño, tetas del tamaño de una mano con forma de U, piel tostada y una larga melena de pelo lacio y brillante de color rojo y marrón. Iba a producirse un reencuentro entre las dos hermanas tras años separadas, tras años sin verse. Por las dos partes todo era normal y corriente, sin grandes altibajos, inmersas en la rutina propia de dos familias, Adela como viuda con un hijo y Lydia como esposa y madre. Dos historias comunes sin intrigas y grandes emociones, dos historias no aptas para plasmarlas en un relato, pero iba a producirse una novedad y esa novedad era el reencuentro de las dos hermanas. Y a veces las novedades en el destino de las personas traen consigo consecuencias insólitas y sorprendentes.

Su hermana Lydia vivía en una casa unifamiliar en una barriada pudiente a las afueras de la ciudad, una casa unifamiliar de tres plantas contando con el sótano. En la planta del medio se encontraba el salón, la cocina, un baño y el patio que les servía de solarium y en la segunda planta se hallaban las tres habitaciones, cada una dotada con un baño. Fue un reencuentro muy efusivo y emocionante entre las dos hermanas. Llegaron un domingo por la mañana en un autobús procedente de Berlín. Daba la casualidad de que Andrés se encontraba de viaje por motivos de trabajo y no pudieron verle. Derek conoció a su prima Olga, a la que no veía desde que eran unos niños, y también a su novio Álvaro, un pijo con aires chulescos, el típico bien vestido y bien peinado, un sabelotodo y un fantasma que caía mal con sólo conocerle. Derek apenas había tenido relaciones con chicas y se quedó prendado de su prima Olga, tan guapa, tan elegante, tan imponente, parecía una muñeca con aquel cabello brillante de un tono rojo. También a Olga le impresionó su primo, un chico alto y rubio, fornido, de piernas robustas. Ambos se cortaron al conocerse y se lanzaron más de una mirada. Tras la primera impresión, se habían gustado, pero eran primos y ella tenía novio. Su tía Lydia, con sus treinta y cinco años, también tenía un cuerpazo imponente. Para Derek suponía una extraña novedad vivir bajo el mismo techo con dos mujeres tan guapas. Estaba acostumbrado a la monótona vida con su madre. Lydia les mostró la habitación donde debían instalarse, una habitación amplia ubicada en mitad del pasillo de la segunda planta. Constaba de una cama de matrimonio muy ancha, situada bajo un enorme ventanal, con una mesita de noche a cada lado. Todo el suelo estaba alfombrado, había una cómoda y dos armarios independientes, y en un lateral se encontraba el baño, todo un lujo para ellos. Allí, asentando el equipaje, en presencia de Olga y del chulo de su novio, vino el primer comentario de Lydia que despertó una tenue sensación en la mente del joven Derek, una sensación que hasta el momento jamás había percibido, una sensación que despertó en sus entrañas cierto recelo.

-                          Ésta era nuestra antigua habitación de matrimonio y por eso sólo hay una cama, pero bueno, qué más da, ¿no? Dormís juntos, sois madre e hijo.

Derek pensó en esa circunstancia espontánea por un momento, en el hecho de tener que dormir con su madre, de compartir la cama con ella. Un rato más tarde, tomando una cerveza, Álvaro, el novio de su prima, avivó con otro comentario esa novedad y lo hizo delante de su prima Olga.

-                          A ver qué vas a hacer con tu madre esta noche, cabroncete.

Sólo sonrió, como si el comentario fuese una broma. Lydia y Adela pasaron el resto de la tarde hablando de sus vidas. Lydia le dijo que era feliz, aunque su marido tenía un carácter muy fuerte y que en el fondo nunca había estado enamorada de él, pero ella le había sido fiel y le respetaba sobre todo por su hija. Trabajaba para un abogado muy baboso, un viejo verde que estaba con un pie en la jubilación, pero pagaba bien y para sustentar el alto nivel de vida que llevaban debía aguantar sus groserías, unas groserías que en verdad nunca habían pasado a mayores. Sólo se trataba de miraditas y algún que otro roce intencionado, nada escandaloso como para denunciarle por acoso sexual. Además, ya llevaba diez años trabajando para él y sabía torearle. Eran sus dos principales problemas, el taciturno temperamento de su marido, con sus juergas esporádicas en los clubes de alterne, y el continuo baboseo de su jefe. También le dijo que tenía épocas de depresiones y que cuando se sentía deprimida solía beber. Adela le habló de su vida aburrida desde que falleció su marido, siempre trabajando, dedicada íntegramente a su hijo y al trabajo, con oportunidades perdidas por haber rehecho su vida con otro hombre. Derek salió a tomar algo con su prima y su novio y tuvo que soportar las bravuconadas y fantasmadas de Álvaro. De vez en cuando, su prima y él se miraban a los ojos. Derek pensó en esas miradas. Le gustaba mucho, quizás estaba enamorándose de ella, de una manera fugaz, en cuanto la conoció esa misma mañana. El baboso de su novio la morreaba y la manoseaba cada vez que podía, dejándole a él como un pasmarote, un colgado que tenía que mirar para otro lado. Bajo la excusa de que estaba cansado del viaje, terminó yéndose dando un paseo, tratando de calibrar el sentido de ese sentimiento que le abrasaba cuando su prima y él se miraban. Estaba sintiendo algo muy especial por ella. Nunca había estado enamorado, sólo había tenido algunos rollos, y ya iba a ser mala suerte prendarse de una chica que era su prima y que tenía novio.

     Encontró a su madre y a su tía acomodadas en el sofá, cada una en un sillón, hablando de sus cosas. Su madre vestía con ropa informal, una falda de cuadros y una blusa blanca, pero su tía lucía una bata de seda blanca muy brillante, cortita, dejando expuestos los muslos de sus piernas, una tela muy fina pegada a su cuerpo, que realzaba las curvaturas de sus pechos y los encantos de su culo. La llevaba muy bien abrochada y un escote en V, con parte de la masa blanda de las tetas sobresaliéndole por los bordes del escote. Estaba muy buena. Se despidió de ellas con un beso a cada una en las mejillas y subió a su habitación. Se desvistió y se dio una ducha, después se tendió en la cama con la luz encendida, incorporado, con la espalda apoyada en el cabecero, dispuesto para fulminar la novela de suspense que se estaba leyendo. Hacía calor y sólo tenía puesto un calzoncillo tipo bóxer, de color marrón, ajustado, destacando el bulto de sus genitales. Su piel era blanca con tonos rosados, con un tórax fornido, sin vello, y unas piernas atléticas igual de lisas. Al cabo de un rato irrumpió su madre cerrando la puerta tras de sí.

-                          ¿Todavía estás despierto?

-                          No voy a durar mucho, mami, pero es que me quedan veinte páginas y estoy en lo mejor.

Fingiendo que leía, la vio que se colocaba frente al espejo. Los comentarios, unos simples comentarios, habían alertado su instinto. Se quitó los broches laterales de la falda y la prenda cayó por sí sola hasta los tobillos. Se quedó asombrado. Llevaba un tanga. Tenía un culo grande y muy redondo, de nalgas muy abombadas, blancas con algunos granitos rojos, y blanditas, meneándose con los movimientos. Llevaba la tira de un tanga marrón metida por la raja y apenas se le veía, dando la sensación de que tenía el culo al aire. La verga se le comenzó a hinchar bajo el bóxer y bajó el libro para ocultar la erección. Su madre tuvo que dar un paso lateral y curvarse para recoger la falda del suelo y al hacerlo se le abrió la raja del culo. Era una tira tan fina, metida en el fondo de la raja, que ni siquiera llegaba a tapar del todo el ano, un orificio contraído de un tono rosado que sobresalía por ambos lados de la tira, pudo apreciar hasta sus esfínteres arrugados. En la entrepierna distinguió los pelillos del chocho sobresaliéndole por los lados del tanga, unos pelillos que se extendían casi hasta el ano. Tuvo que palparse la zona genital para contenerse. Volvió a incorporarse cerrándosele la raja con la tira dentro. Poco a poco fue desabrochándose la blusa hasta quitársela. Vio su espalda, blanca y lisa, algo rellenita, y al volverse para entrar en el baño, la vio de perfil, vio sus gigantescas tetas balanceándose como las ubres de una vaca, dos campanas blandas con aureolas enormes y oscuras y con pezones largos y turgentes, con zonas pecosas en partes de las zonas esponjosas. No tenía pudor en desnudarse, al fin y al cabo se trataba de su hijo. Entró en el baño y empujó la puerta, pero no se llegó a cerrar del todo. Derek estaba empalmado y se pasó las manos varias veces. Oyó el grifo del lavabo. Sigilosamente, apagó la luz y soltó el libro en la mesita. Se levantó y caminó despacio hasta poder asomarse. La vio de espaldas, ligeramente inclinada hacia el lavabo, lavándose la cara. Volvió a fijarse en su exorbitante culo de nalgas flácidas. La tira no llegaba a taparle el ano y eso redoblaba la dureza de su verga, así como los pelillos que asomaban en su entrepierna. Tenía las tetas aplastadas contra el canto del lavabo. No pudo resistirse, se bajó la delantera del bóxer y se la empezó a menear despacio cobijado en la penumbra. Su madre se secó la cara y fue hasta la taza. Se bajó el tanga hasta las rodillas, exponiendo su culo al natural, y se giró para sentarse. Entonces vio su chocho, una mata de vello triangular que le abarcaba hasta las ingles, una mata de vello pelirroja, densa que le ocultaba hasta la vulva. Sus gigantescas tetas reposaban casi rozándole los muslos de sus gruesas y tersas piernas, con pecas por todos lados. Derek continuaba meneándose la verga, cada vez más deprisa. Vio cómo le caía el chorro de pis del chocho. Al terminar, se pasó al bidé y abrió el grifo. Comenzó a refrescarse el coño salpicándoselo primero de agua y luego frotándoselo con la palma de la mano. Tras varios refregones, se pasó una toalla para secarse y se puso de pie subiéndose el tanga al mismo tiempo. La delantera del tanga marrón era tan estrecha que no llegaba a tapar la mata de vello rojiza y los pelos le sobresalían por los lados. Las tetazas le colgaban meneándose ligeramente. Temeroso a que le descubriera, se guardó la verga y retrocedió a la cama hasta tumbarse, fingiendo que dormía. A los pocos minutos su madre salió del baño ataviada con un camisón de color azul celeste, cortito, con volante en la base, anudado al cuello, con escote en U abierta y con transparencias. Con la luz apagada se dirigió hacia el otro lado de la cama y se tumbó de costado mirando hacia el otro lado. Derek aguardó un rato mirándola y cuando creyó que dormía le subió muy despacio el camisón hasta la cintura. Viéndole el culo a su madre, con la tira hundida en la raja, se bajó el bóxer y se masturbó sin apenas parpadear, se masturbó hasta derramar leche sobre las sábanas. Tuvo que limpiar luego la mancha con el bóxer.

       Se sentía algo angustiado por lo que estaba sintiendo. Acababa de masturbarse con el culo de su madre. Con el bóxer puesto, salió al pasillo a echar un cigarro. Ya no tenía sueño. Su madre dormía plácidamente. Al salir y encender el pitillo, se percató que la puerta de la habitación donde dormía su tía estaba abierta. Dio unos pasos hasta poder asomarse. La luz anaranjada de las farolas iluminaba parte de la estancia. Dormía boca abajo con las manos bajo la almohada y la cabeza encima, ladeada hacia el otro lado, con la melena rubia echada a un lado, luciendo un camisón blanco de satén, cortito, tan reluciente como la bata que llevaba antes. Lo tenía subido hasta la cintura y tenía el culo a la vista. Dormía sin bragas. Era un culo ancho con forma de corazón, de nalgas ligeramente abombaditas, de piel doradita y lisa, sin asperezas. Tenía la raja cerrada al tener las piernas juntas, con un pie encima del otro. Qué buena estaba la hija de puta, la verga se le empezaba a inflar otra vez, y eso que acababa de hacerse una paja. Veía una de sus tetas aplastada contra el colchón, con parte de la masa blanda sobresaliéndole por el lateral del camisón, como si fuera a reventar. Dio unas caladas observándola, dejando que la verga se fuese hinchando poco a poco. Qué gusto sería follarle ese culo. Cuando más embelesado estaba con el culo de su tía, oyó la puerta de la calle y unos susurros. Apagó el cigarrillo en una maceta y se dirigió descalzo, cobijado en la penumbra de la noche, hacia las escaleras. Fue bajando los escalones muy despacio para no hacer ruido y al llegar al primer descansillo se detuvo pegándose de espaldas a la pared. Junto a la puerta de entrada, vio a su prima y a su novio enrollados, morreándose intensamente entre un macetero y el mueble del recibidor. Refugiados en la oscuridad, Olga se mantenía de espaldas a la pared mientras su novio la manoseaba y la besaba. Le elevaba la falda por los costados para sobarle los muslos de las piernas. A él le veía de espaldas y de ella sólo veía sus brazos acariciando la espalda de su novio por encima del polo. Vio que Álvaro le subía el vestido hasta la cintura y que sin dejar de morrearla se desabrochaba el cinturón y se abría los pantalones hacia los lados. Apenas podía ver nada, sólo las dos figuras removiéndose, sólo la piel de las piernas de su prima, que destacaban en la oscuridad. Llegaba a oír los chasquidos de saliva. Álvaro se bajó un poco los pantalones y el slip dejando medio culo al descubierto. Y Derek vio como se contraía y cómo su prima se colgaba de su cuello despidiendo un gemido ahogado. Les oía susurrar, sin llegar a entender lo que decían. Álvaro comenzó a menearse nerviosamente sobre ella contrayendo el culo y Olga a gemir de manera jadeante para no hacer ruido. Se la estaba follando. Su prima tenía separadas las piernas para que le pinchara el coño con más facilidad. Derek se bajó la delantera del bóxer para machacarse la polla con la escena, pegadito a la pared para que no le descubrieran. Álvaro la manoseaba por los costados sin cesar los meneos de cadera. Ella resbaló las palmas de las manos por la espalda hasta que entraron en contacto con el culo de su novio, apretándolo más contra ella, como para ayudarle a empujar. Acezaba como una perra. Vio que su prima apoyaba la barbilla en el hombro de su novio, exhalando hacia la oscuridad. Oyó un jadeo seco de Álvaro, como si se corriera, meneándose ahora secamente. Derek se atizó fuerte eyaculando sobre el suelo. Volvió a ladear la cabeza hacia ellos. Permanecían quietos, aunque continuaban abrazados. Creyó que su prima miraba hacia su posición, como si le hubiese descubierto. Se puso algo nervioso, avergonzado de que le pudiera pillar espiándola. Esparció el semen con la planta del pie subiéndose el bóxer y volvió a mirar para asegurarse. Olga continuaba detrás de su novio y estaba subiéndose las bragas, mirando hacia donde él se encontraba. Retrocedió despacio subiendo los escalones y logró meterse en su habitación. Se tendió al lado de su madre, que continuaba en la misma postura, y trató de dormir un poco a pesar de la enorme agitación de sus entrañas. Se había hecho dos pajas seguidas observando a miembros de su familia, entre ellos a su propia madre. Se sentía un tanto avergonzado por el carácter inmoral de la situación y le abochornaba el hecho de que su prima le hubiese pillado espiándola mientras follaba con su novio.

 

       Derek durmió a ratos. En su mente se había desatado una tempestad de fantasías que le intranquilizaban. Era un chico joven, con reducidas relaciones sexuales, de hecho con las chicas con las que había estado sólo había mantenido manoseos y roces, sin llegar nunca a consumar. Casi siempre se había satisfacido gracias a las pelis porno y a las páginas de Internet. Ya entraba algo de luz del amanecer por el ventanal que se encontraba encima del cabecero. Miró hacia su madre. Yacía boca arriba, con la cabeza ladeada en la almohada hacia el otro lado y las piernas estiradas y separadas. Se le había subido el camisón hasta el ombligo, dejando su vientre rellenito a la vista y tenía las tetazas caídas hacia los lados. La tira del hombro derecho se le había corrido hacia el brazo y la carne blanda de la teta se desbordaba por el lateral del camisón, con el pezón por fuera, en mitad de una aureola de un tono pardo. Irguió el tórax y se fijó en la delantera del tanga. Ummmm, de tanto moverse la tenía toda arrugada y metida por el chocho, con todo el vello rojizo sobresaliéndole por los lados. El rabo se le hinchó en segundos. Las tiras laterales se le hundían en las carnes del costado. Se bajó la delantera del bóxer y empezó a masturbarse mirándola de arriba abajo. Acercó la cara y le olió el chocho, llegó a rozar la punta de la nariz por los pelillos que escapaban por los bordes. Tenía la tela metida en la raja a modo de tanga. Tenía una vulva carnosa. Se atizó fuertes tirones mientras le olía el coño a su madre. Se arrodilló ante ella para verla mejor, machacándosela muy deprisa. Volvió a olerle el coño, esta vez rozando la lengua por la punta de los pelillos, muy ligeramente. Se irguió de nuevo, dándose muy fuerte. Le miró las inmensas tetas lacias caídas hacia los lados, con la derecha sobresaliéndole por el lateral del camisón. Paró la masturbación y acercó el capullo al pezón, rozándolo ligeramente, dejándole una mota de la babilla que fluía de la polla en la punta del pezón. Quizás por el ligero tocamiento, su madre se removió sin recobrar el sentido y se giró hacia el otro lado, dándole la espalda, adoptando una postura en posición fetal, con el culo empinado hacia él. Volvió a tirarse fuerte de la polla al verle el culo. Se curvó para asomarse en la raja. Tenía la tira del tanga muy ladeada dejando el ano rosado al descubierto, contraído, impoluto, casi alcanzado por el vello rojizo procedente del chocho. Le olió el culo sin parar de masturbarse. Sacó la lengua como si fuera a lamerlo, llegando a palpar con la lengua las paredes de la raja, pero se irguió enseguida al sentir un gusto muy grande concentrado en el tronco de la polla. Trató de contener la corrida deteniendo los meneos, pero un primer salpicón de tres gotitas alcanzó el culo de su madre, justamente en la nalga que estaba por encima de la raja. El resto de la corrida consiguió vertérsela en la palma de la mano. Se fijó en el culo de su madre. Eran tres gotas espesas, una detrás de otra. Una de ellas resbaló formando una fina hilera hasta perderse en la raja del culo. Si la limpiaba, podía despertarla, era mejor arriesgarse a dejar las tres manchitas, seguramente cuando se levantara, el mismo camisón, al bajarse, borraría el rastro. Fue a lavarse las manos y se miró al espejo. Qué caliente le ponía su madre, hasta el punto que le había salpicado el culo de esperma. Lógicamente, ella actuaba de manera natural como su hijo que era, sin pudor, de manera ingenua, sin sospechar de los sucios pensamientos de su hijo. Se puso una camisa por encima sin llegar a abrochársela y al entreabrir la puerta vio venir a su tía por el pasillo. Joder, de nuevo se plantó la mano en la bragueta. Venía con la bata de seda blanca, desabrochada, abierta hacia los lados. Las tetas eran como globos voluminosos, muy redondas, con grandes aureolar claras y diminutos pezones, meciéndose con las zancadas. Vio su coño, un pequeño triángulo de vello negro bien recortado y los muslos relucientes y doraditos de sus piernas. La vio pasar delante de él en dirección a la escalera, con su melena rubia y larga echada sobre un hombro. Vio que iba abrochándose la bata a medida que descendía. Se puso el pantalón de un pijama corto y salió al pasillo. La puerta de la habitación de su prima permanecía cerrada, una lástima, seguramente dormía sin bragas como su madre. Bajó a la cocina y su tía se sorprendió al verle. Ya tenía la bata bien abrochada.

-                          ¿Ya estás levantado, tan temprano?

-                          Yo hasta que me acostumbre, me va a costar. Estoy deseando que llegue tío Andrés para empezar en la inmobiliaria.

-                          Pues yo me voy ya mismo, entro a las nueve. ¿Quieres un café?

Se tomó un café con su tía sentados a la mesa, uno junto al otro, conversando sobre diversos temas, sobre todo del trabajo que desarrollaba Lydia en el despacho del abogado. Ella actuaba con naturalidad. A veces cruzaba las piernas y la batita se le abría dejando su reluciente muslo expuesto a los viciosos ojos de su sobrino. También el escote en forma de V le permitía una visión del canalillo que separaba sus tetas y parte de su masa esponjosa. Qué buena estaba, le tenía la polla muy dura y más sabiendo que no llevaba nada debajo. Cuando terminaron el café, ella se marchó a vestirse. Estuvo tentado a seguirla y espiarla, pero se abstuvo para no correr riesgos y fue al patio a fumarse un cigarro.

 

     Cuando su tía se marchó, se dio una ducha y se vistió con un bañador y una camiseta de tirantes. Media hora más tarde se levantó su madre, ataviada con un vestido veraniego de flores, y cerca de las once se levantó su prima, ya vestida, con unos tejanos negros ajustados y una camiseta estampada, con tacones que realzaban su culo y que le otorgaban glamour al contonearlo. Ambos primos se saludaron con unos besos en las mejillas. Derek se sentía cortado por el temor a que le hubiese pillado. Su madre les preparó el desayuno en la cocina y tras conversar un rato, Olga le dijo si quería acompañarla hasta la inmobiliaria para recoger unos papeles urgentes que debía entregar en notaría. Mientras tanto, Adela les dijo que se ocuparía de limpiar la casa. Fueron paseando despacio. La oficina no quedaba lejos. Olga contraatacó inesperadamente.

-                          Oye, pillín, no sabía que fueses un mirón.

Derek se ruborizó evitando su mirada.

-                          Lo siento, prima, me quedé clavado, no era mi intención. Iba a beber agua, os vi allí liados y me dio corte que me oyerais. Pero de verdad que no era mi intención – se disculpó poniendo expresión de sinceridad.

-                          Tranquilo, no pasa nada, es que mi novio es así de morboso, le gusta correr riesgos – sonrió.

-                          Pero no vi nada, ¿eh? De verdad, estaba muy oscuro.

-                          Tranquilo, sólo que me dio un poco de corte que nos vieras ahí, enrollados.  

-                          ¿Lleváis mucho tiempo saliendo?

-                          No, no mucho, su padre y mi padre son muy amigos y mi novio va mucho de monterías con ellos. Mi padre me lo presentó, creo que me lo metió por los ojos. Soy joven, no quería meterme en una relación seria. Si cortara con él, a mi padre le daba un disgusto enorme. Es muy amigo de las amistades influyentes y su padre es un tío influyente.

-                          No te veo muy enamorada de él.

-                          Psss, no sé que decirte, a veces estoy con él por mi padre, ¿sabes?

-                          Pero estás hipotecando tu vida.

-                          Lo sé, pero bueno, de momento no me atrevo a dar el paso. Va por rachas.

Recogieron los papeles en la inmobiliaria y los entregaron en la notaría. Hicieron otros recados por los bancos, intimando, charlando animadamente, y se tomaron un café en una terraza, hablando un poco de sus vidas. Sobre las doce regresaron a casa. Olga le dijo a su tía que por qué no tomaba el sol con ella, que estaba muy blanca por el clima de Alemania y que le vendría bien un poco de sol. Su madre le dijo que no tenía bikini, pero Olga se ofreció a prestarle uno. Derek se encontraba en el salón navegando por Internet con el portátil cuando las escuchó bajar. Su prima lucía un bikini azul marino, con un tanga cuya tira metida por el culo formaba una gruesa trenza que le dejaba las nalgas de su culito redondito muy separadas entre sí y un sostén que tapaba toda la base de sus tetas con forma de U. Y a su madre le había prestado un bikini naranja que le quedaba pequeño. Llevaba unas braguitas muy ceñidas a las carnes, con las tiras laterales muy apretadas, la parte trasera sólo tapaba la raja y dejaba sus grandiosas nalgas a la vista, temblorosas con los movimientos de su cuerpo, y la delantera era tan estrecha que parte de los pelillos rojizos de la vagina le sobresalía por los lados. Cada una se tumbó en una hamaca a tomar el sol, boca arriba, charlando entre ellas, su madre con su cuerpo macizo y rellenito, de piel blanquecina y pecosa, con su melena afro, y su prima con su cuerpo escultural de tetas turgentes, piel doradita y vientre liso, con un culito redondito que quitaba el sentido y con una coleta en su melena rojiza. Alrededor de la una y media llegó Álvaro. Estrechó la mano de Derek y fue hacia el patio para saludar a las chicas. Pudo ver cómo se fijaba en el cuerpo macizo de su madre. Unos minutos más tarde regresó al salón y le dijo a Derek si quería una cerveza. Fueron juntos hasta la cocina, cuyo ventanal daba al patio. Cada uno con un botellín en la mano, de pie junto al ventanal, mirando hacia las mujeres, Álvaro le dio una palmada en el hombro.

-                          ¿Cuántos años tiene tu madre?

-                          42.

-                          Está buena, se conserva bien la cabrona, está sexy con ese pelo a lo afro y esa piel tan blanca, ¿eh? Tiene unas buenas tetas. Joder.  – Le dio un codazo y Derek le sonrió siguiéndole la corriente -. Y así viudita, ¿eh? Qué morbo da la cabrona, ¿eh?.

-                          Anda, no seas salido.

-                          Seguro que anoche te harías alguna pajilla, allí, dormida a tu lado. ¿Duerme sin bragas?

-                          No, con bragas.

-                          ¿La viste en bragas?

-                          Claro.

-                          Joder, tío, te pondrías cachondo, con ese cuerpazo y esas tetas tan grandes.

-                          Estás muy enfermo, chaval.

-                          Mi suegra, bueno, tu tía, duerme sin bragas, a veces me quedo a dormir y me hago buenas pajas. ¿Le has visto el coño a tu madre?

-                          Bueno, alguna vez sí.

-                          ¿Y no te has puesto cachondo?

-                          No, no sé, es mi madre, tampoco le he prestado atención.

-                          Tiene un buen polvo, ¿eh? ¿Le has visto el culo?

-                          También.

-                          Me gustaría follarme alguna así como tu madre, madurita, y viuda, ummmm, qué gusto debe de dar metérsela por ese culo tan grande. ¿No la has visto follar?

-                          No.

-                          ¿Cuánto tiempo lleva sin echar un polvo?

-                          Pues desde que murió mi padre.

-                          Tiene que tener ganas la cabrona. Yo le quitaba esas ganas.

-                          Estás muy pervertido. Anda, ¿quieres otra cerveza?

-                          Y hacerse una paja con esas tetas. Imagina, tu madre, viuda y puta. Ummm. Joder, no me hagas mucho caso, tengo una mente muy calenturienta, perdóname. Digo muchas gilipolleces. Sí, abre la cerveza.

Cuando se disponía a abrir el frigorífico, vio que Álvaro se dirigía hacia el patio. Se acuclilló junto a la hamaca de su novia y le susurró algo al oído. Al instante, su prima se levantó para acompañarle. Derek les vio pasar cuando cruzaban el salón. Tiraba de ella agarrándola de la mano. Ambos primos intercambiaron una mirada. Subieron por las escaleras hacia la segunda planta. Derek le dio unos sorbos a la cerveza y un par de minutos más tarde se atrevió a seguirles. Subió los escalones muy despacio y se asomó al pasillo. Todas las puertas estaban cerradas. Se quitó las chanclas y caminó hasta la habitación de su prima. Pegó la oreja a la puerta y oyó los gemidos al otro lado. Acezaba como una perra. A él ni se le oía jadear. Le había puesto tan caliente hablándole de su madre que su prima estaba pagando los platos rotos.

-                          ¡Te gusta, jodida puta! – rugía Álvaro tras la puerta -. Me gusta tu culo grande, zorra, seguro que tu marido no te follaba como yo… Toma, puta viuda, toma…

El muy cabrón escenificaba con su prima su fantasías por follarse a su madre. No había podido resistirse. Lograba oír los golpeteos de las carnes. Su prima cada vez jadeaba con más intensidad hasta que poco a poco los gemidos fueron apagándose.

-                          Esa puta viuda de tu tía, cómo me pone la cabrona – volvió a decir Álvaro -. Seguro que tu primo está harto de hacerse pajas con su culo.

Cuando les oyó deambular por la habitación en medio de susurros, Derek retrocedió y bajó al salón, fingiendo que trabajaba en el portátil. Bajaron al poco rato, su prima venía arreglándose el pelo y a él se le distinguía una mancha en la zona de la bragueta. Su tía Lydia telefoneó para decir que no podría ir a comer, que tenía mucho jaleo en el despacho. En torno a las tres, se sentaron a la mesa de la cocina. Adela se encargaba de ir poniendo la mesa, de ir de un lado a otro. Derek se fijó en cómo a Álvaro se le iban los ojos. El culo de su madre botaba al moverse con los zuecos que calzaba y cuando se inclinaba la braguita tendía a metérsele por el culo. El muy cabrón no lo podía evitar. A veces ella se colocaba de pie a su lado para servirle la comida y él se fijaba en la delantera estrecha de las braguitas, con los pelos pelirrojos del chocho escapando por las gomas laterales y superior, con parte de la tela hundida en la raja carnosa. Las tetas descomunales también sufrían ligeros vaivenes, a veces, cuando se sentaba, rozando la superficie de la mesa o aplastadas contra el canto, con los gruesos pezones señalados en el trozo de tela anaranjada que los tapaba. Cuando terminaron de comer, Derek les dijo que él se ocupaba de quitar la mesa y que después iba a echarse un rato a la siesta. Las dos chicas se instalaron de nuevo en las hamacas a tomar el sol mientras el salido de Álvaro deambulaba por el patio fumando, sin dejar de mirar a su madre. Entre ambas hamacas había una mesita redonda con un parasol. Cuando dejó la cocina lista, bajó un poco la persiana y se mantuvo alerta apoyado en la encimera, pendiente de lo que sucedía en el patio. Álvaro no dejaba de rascarse los huevos, devorando a su madre con los ojos. Llevaba unos pantalones cortos de lino color caqui y se había quitado la camisa, exhibiendo sus pectorales velludos, su ligera barriguita y sus brazos tatuados. Vio que su prima se levantaba y se arrodillaba ante la hamaca de su madre, susurrándole algo. Al instante, se vertió crema protectora en las palmas de las manos y comenzó a embadurnarle la espalda. Su madre se mantenía relajada boca abajo. Poco a poco fue descendiendo hasta masajearle el culo con suaves caricias, esparciendo la crema por las abombadas nalgas. Mientras se lo masajeaba, miraba a su novio, quien había comenzado a frotarse el bulto del pantalón. Su madre continuaba relajada, medio adormilada. Intencionadamente, Olga le dejó un lado de las braguitas anaranjadas metido en la raja del culo. Álvaro, ante los pies de Adela, no apartaba la vista, distinguiendo los pelos del chocho en la entrepierna. Olga se levantó dejando de masajearla y se colocó al lado de su novio. Ambos la miraban con lujuria, a veces señalando hacia el culo con el dedo. Transcurrió un ratito, daba la sensación de que su madre se había quedado dormida. Vio que su prima se inclinaba hacia su novio y le desabrochaba el botón del pantalón. Le bajó la bragueta y se lo abrió hacia los lados, descubriendo un slip negro. Le metió la mano dentro, rebuscando, hasta que le sacó su polla erecta, dejándole los huevos dentro. Era una polla de piel muy oscura, no muy larga, pero gruesa, con un glande muy redondo. Se la comenzó a menear despacio, a darle suaves tirones mientras permanecían embelesados con el cuerpo de su madre. Mientras se la meneaba con la mano derecha, se metió la manita izquierda dentro de las braguitas azules del bikini para acariciarse su coñito. Derek podía ver el movimiento de los nudillos tras la tela. Los cabrones se estaban masturbando a costa de su madre. También se metió la mano dentro del bañador para tocarse, muy excitado con el hecho de que su prima y su novio se masturbaran viéndole el culo a su madre dormida. Poco a poco, Olga fue acelerando las sacudidas a la polla, empuñándola por el capullo, sin dejar de hurgarse en el coño con la mano dentro de la braga. Derek vio que Álvaro fruncía y desfruncía el ceño, embelesado en el cuerpo tendido de su madre, resoplando, al mismo tiempo que ella aceleraba aún más los tirones. Poco después, la polla comenzó a salpicar leche, chorros desperdigados que fueron regando el culo de su madre mediante pequeñas gotas que se repartieron por sus nalgas, manchándole incluso la braguita anaranjada. Qué cabrón, se había corrido y su madre ni se estaba enterando. Pudo distinguir numerosos pegotes blancos en varios puntos de las nalgas, pegotes espesos, semitransparentes, con alguna hilera fina resbalándole por el muslo de la pierna. Derek se corrió en el bañador al presenciar cómo habían salpicado el culo de su madre. Olga le exprimía el capullo para escurrirla mientras se morreaban, calientes como perros. Ya se había sacado la mano de las braguitas. Se susurraron algo al oído y al instante, su prima acercó de la mesa una jarra de cristal de unos dos litros de capacidad, una jarra que había estado llena de agua. Sujetándola por el asa, la colocó debajo de la verga de su novio, bajándosela para que apuntara al interior. Álvaro se puso a mear dentro de la jarra. Olga le sostenía la polla con una mano y la jarra con la otra mientras su novio meaba. Llenó dos dedos de un caldo verdoso claro. Después de sacudírsela, colocó la jarra en el suelo y se bajó un poco las bragas. Derek pudo ver su chocho, un matojo triangular de vello negro muy rizado. Se acuclilló encima de la jarra y se puso a mear dentro, llenando otros dos dedos más y dejando la jarra llena por la mitad. El líquido se tornó más oscuro. Se incorporó subiéndose las bragas y ella misma se ocupó de verter dentro de la jarra refresco de naranja con gas, llenándola hasta arriba, convirtiendo el tono verdoso en un tono anaranjado oscuro. Le echó unos cubitos de hielo y le lanzaron unos escupitajos, primero Álvaro y después ella. Derek asistía asombrado a la marranada de  la pareja. Eran unos cerdos, jamás se habría esperado que su prima se prestara a semejante cosa. Su madre dormía plácidamente en la hamaca con el culo salpicado. Le dieron vuelta con una cuchara, mezclando bien todos los ingredientes, formando un cóctel letal y morboso. Derek tenía de nuevo la polla dura ante aquella novedad lujuriosa donde su madre servía de objeto sexual. Abrió un poco la ventana de corredera por si podía oírles. Olga se arrodilló de nuevo ante la hamaca de su madre con el bote de crema solar en la mano y la removió para despertarla.

-                          Tía Adela, tienes la piel muy colorada, te has quedado dormida, espera que te eche otro poco de protección.

Su madre levantó la cabeza, adormilada.

-                          Si es que estoy tan blanca.

Primeramente le vertió unas gotas de crema en la espalda y se la embadurnó hasta que se la tragó la piel y después, ante los ojos de su novio, mirándole, le masajeó el culo esparciendo las gotas, untándolo con la leche de su novio, llegando a mancharle los pelillos del coño que le sobresalían de la entrepierna, dejándole las nalgas pringosas de semen, sin que llegara a percatarse. Su madre se incorporó sentándose en el borde, colocándose la melena afro.

-                          Uff, he soñado y todo.

Álvaro le sirvió en un vaso el cóctel de pis.

-                          Toma, prueba esto fresquito, refresco de naranja con ponche.

-                          Gracias, hijo.

Le entregó el vaso y se lo tragó entero, degustando y pidiéndole que se lo llenara de nuevo. Fueron dos vasos los que se tragó. Después Álvaro le ofreció uno a Olga y ésta también se lo trago. Derek no daba crédito a lo que veían sus ojos. Entre su madre y su prima se habían bebido más de media jarra. Abrió la persiana y llamó la atención de todos. Salió al patio como si no hubiese visto nada, fingiendo que acababa de levantarse, fijándose más de cerca en el culo de su madre, untado de semen.  

 

     Para Derek había sido una experiencia muy fuerte lo que habían hecho con su madre. Le había producido tanta excitación que tenía la polla dura desde entonces. Tenía todo el culo pegajoso al llevarlo impregnado de semen, aunque después se dio una ducha y apareció con su vestido de estar por casa. Su prima y su novio se marcharon y él rechazó irse con ellos bajo la excusa de que tenía que buscar unas cosas por Internet. Las imágenes del patio no se le borraban de la cabeza. A última hora de la tarde llegó su tía Lydia. También se colocó un vestidito cómodo de estar por casa y las dos hermanas se acomodaron en el porche del patio a chismear de sus cosas. Derek salió al patio a fumar un pitillo. Ya había anochecido.

-                          Hijo, por que no nos traes un refresco, hace mucho calor – le pidió su madre.

-                          Vale, ahora mismo.

Fue hasta la cocina y bajó una jarra de cristal igual a la usada por su prima y su novio. Se aseguró por el ventanal de que las dos hermanas continuaban hablando. Se bajó la parte delantera del bañador y metió dentro la polla, poniéndose a mear, un líquido verdoso que llenó la jarra dos centímetros. Como hizo su prima, lanzó varios escupitajos y después la terminó de llenar de refresco de naranja. Cinco minutos más tarde su tía y su madre se bebieron media jarra. Más tarde cenaron los tres en el porche y antes de las once Derek dijo que se iba a su habitación. Se desnudó, se quedó sólo con un bóxer blanco ajustado y se sentó sobre el cabecero a leer un rato, tratando de despejarse, tratando de alejar esos pensamientos contaminados que Álvaro le había inducido.

     Cuando un rato más tarde entró su madre, fingió que leía, con el libro encima de sus genitales para ocultar la erección que le crecía con solo verla. Se colocó ante el espejo de la cómoda y se sacó el vestido por la cabeza. Llevaba un tanga blanco de finas tiras laterales y con la tira trasera metida por el culo, aunque al inclinarse vio que era más gruesa y le tapaba todo el fondo. Abrió un cajón y se metió el camisón celeste, cortito y transparente, y se metió en el baño. Seguro que iba a lavarse el chocho, pero no quiso arriesgarse y se contuvo. Justo en el momento en que salía del baño, irrumpió de repente su tío Andrés. Andrés era bajo y regordete, con una melena cuadrada ya canosa, así como su barbilla, con ojos saltones y labios gruesos. Se quedó estupefacto al verla vestida con el camisón. A través de la gasa, se le transparentaban las dos tetazas, apretujadas contra la tela, con los pezones recostados en mitad de las aureolas, meneándose levemente. Se le transparentaba su ombligo en mitad del vientre rellenito y las bragas, con una delantera de muselina donde se entreveía la sombra triangular del chocho.

-                          ¡Andrés, qué sorpresa! – exclamó ruborizada, sin saber cómo reaccionar ante su inesperada presencia.

-                          Cómo está mi cuñada favorita – se abrazaron, aplastando las tetas contra sus pectorales -. Acabo de llegar. Joder, estás espléndida -. Le dijo manoseándole la espalda.

-                          Gracias, ¿y tú?

-                          Bien, mucho trabajo – se dirigió hacia la cama -. Cómo has crecido, sobrino.

Sin levantarse, Derek le estrechó la mano, manteniendo el libro encima del bóxer para no exhibir su erección. Enseguida se volvió hacia ella, acechándola con la mirada.

-                          Gracias, Andrés, por acogernos en casa y por el trabajo. A ver si somos capaces de salir adelante.

-                          Que sí, mujer, yo me alegro de que estéis conmigo. Que bien te conservas – le soltó pellizcándole en la mejilla como si fuera una niña buena, mirándole las tetas con descaro.

-                          Gracias.

-                          Bueno, mañana os veo.

Volvió a besarla en las mejillas y le acarició los hombros con las yemas de los dedos, luego salió de la habitación y Adela se ocupó de cerrar la puerta. Derek la vio respirar aliviada. Había sufrido un momento embarazoso. Sabía que su tío era un mujeriego que estaba harto de follar con putas. Cuando rodeaba la cama para echarse en el otro lado, comenzaron a oírse voces procedentes de la habitación de su hermana, como si Lydia y Andrés tuvieran una fuerte discusión.

-                          ¡Jodida puta, te dije que me preparas la documentación!

Derek y su madre se miraron. Entró en la cama y adoptó la misma posición que su hijo, sentada a su lado, con la espalda apoyada en el cabecero y con las tetas en reposo tras la gasa, ambos atentos a las voces.

-                          ¡Has estado tocándote el coño todo el tiempo mientras que me rompo los cuernos! – vociferó.

De nuevo volvieron a mirarse.

-                          Qué bestia es – susurró Adela en voz baja -. No sé cómo mi hermana le aguanta.

-                          Tiene mala uva, sí – añadió Derek, soltando el libro en la mesita, sin importarle que su madre se fijara en su erección.

Lydia replicaba el vocerío de su marido de manera suplicante.

-                          ¡Que te calles, zorra! Ahora vas a saber lo que es bueno, hija puta.

Adela arqueó las cejas tapándose la boca con la palma de la mano.

-                          A ver si le va a hacer algo…

Tras unos instantes de silencio, comenzó a oírse una sucesión de gemidos secos, gemidos de Lydia, como si acezara, a veces acompañados de rugidos de su marido. Adela, perpleja, ladeó de nuevo la cabeza hacia su hijo.

-                          Se la está follando – le dijo Derek mirándola con deseo.

-                          Vaya manera de hacerle el amor, qué bestia.

Se mantuvieron en silencio pendientes de la sucesión de gemidos de Lydia. Resollaba como una perra. Andrés emitía jadeos secos y a veces profería algún insulto.

-                          ¿Te gusta, guarra?

Derek miró a su madre y ella a él.

-                          ¿Hace mucho que no estás con un hombre? – le preguntó su hijo.

-                          Desde que murió tu padre.

-                          ¿Y no te han entrado ganas de tener sexo en todos estos años?

-                          Bueno, el trabajo me ha mantenido la mente en blanco, tú lo sabes.

Lydia continuaba gimiendo. Derek recorría con la mirada todo su cuerpo, sus tetazas apretujadas contra la gasa y sus bragas blancas.

-                          ¿Y no te has masturbado? – se atrevió a preguntarle, mirándola a los ojos.

-                          No, nunca lo he hecho, seguro que tú sí, los hombres sois de otra manera.

-                          Yo me masturbo muchas veces. ¿No te entran ganas de tocarte?

-                          No lo he pensado – contestó algo ruborizada,

Los gemidos escandalosos de Lydia continuaban retumbando, cada vez de manera más seguida, mezclados con los rugidos de Andrés. Daba la impresión de que le estaba dando mucha caña.

-                          ¿Te estás excitando al oír a tu hermana? – la acechó su hijo.

-                          Un poco sí, hace tanto tiempo… - le respondió en voz baja, con el tono cargado de complicidad.

-                          ¿Quieres que te masturbe?

-                          ¿No te importa, hijo? Hace tiempo que no me siento tan excitada como ahora.

-                          Quiero tocarte – le jadeó.

-                          Sí, tócame, por favor.

Los gemidos de Lydia iban apagándose cuando Derek le plantó una mano encima de la rodilla y comenzó a deslizarla lentamente hacia el muslo, arrastrando a la vez la tela del camisón. Se recostó de lado, mirando hacia su madre. Adela continuaba reclinada en el cabecero, con la cabeza ladeada hacia su hijo. Al llegar a la ingle, le metió la mano dentro del tanga, refregándole el chocho con la palma, percibiendo su humedad, sus carnosos labios, llegando a palpar parte de la rajita del culo con la yema del dedo. Adela jadeó entrecerrando los ojos, expulsando el aliento hacia el rostro de su hijo. Le meneó el coño en círculos con las yemas de los dedos, tensando la muselina del tanga. Qué blandito y jugosito. Ella meneaba la cadera soltando jadeos ahogados, con la boca muy abierta y el ceño fruncido. Se vertían los alientos, con los labios muy cerca.

-                          Hijo, qué gusto, cuánto tiempo…

-                          ¿Te gusta?

-                          Ummmm, mucho.

Le sacó la mano del tanga, le sujetó la tira lateral y se lo bajó mediante tirones hasta dejárselo enganchado a la altura de las rodillas. De nuevo, le agarró el chocho empuñando la mano, provocándole un gemido más agudo por la presión de los dedos. Se lo meneó suavemente, después le clavó el dedo índice, agitándolo en el interior, provocando su delirio. Se rozaron con los labios. No dejaba de menear la cadera y poco a poco iba recostándose boca arriba, hasta que quedó tendida, con las piernas separadas. Derek se arrodilló ante ella para masturbarla mejor. Con la derecha, le follaba el chocho con el dedo, metiéndolo y sacándolo deprisa, apretando el puño fuerte cuando ahondaba. La mano izquierda la plantó encima de su frente, como para inmovilizarle la cabeza, y se curvó hacia su cuerpo para comerse sus tetazas por encima de la gasa, mordisqueándolas a bocados, probando la blandura de sus carnes y la dureza de sus pezones. Adela resoplaba mirando hacia el techo, con la cabeza inmovilizada, sintiendo cómo le perforaba el coño y cómo le mordía las tetas con los labios, a veces tirándole de los pezones, baboseándole la gasa. Siendo masturbada por su propio hijo, extendió el brazo derecho y lo metió entre sus piernas acariciándole los bajos del calzoncillo, tocándole los cojones por encima de la tela, acariciándole los contornos de la polla. Parecía una barra de hierro por su dureza. Le metió la mano por debajo del bóxer, magreándole las pelotas, unas pelotas duras y arrugadas, muy redondas, sin vello. Continuaba follándole el chocho cada vez más premiosamente. Le retiró la mano izquierda de la frente para subirle el camisón hasta las axilas, para así poder lamerle las tetas. Adela pasó de los huevos a la polla, agarrándosela por la base y tratando de sacudírsela dentro del mismo bóxer. Le zarandeaba las tetas observando cómo se le movían, como si fueran tartas gigantes de gelatina. Ella no cesaba de menear la cadera, cada vez más desesperadamente, a veces elevándola del colchón, envuelta en un gozo insoportable. Su manita continuaba actuando dentro del calzoncillo. De nuevo le achuchó los huevos, avanzando hasta tocarle el culo. Adela se contrajo con la boca muy abierta y las cejas arqueadas, derramando cantidad de flujos viscosos sobre la mano de su hijo. En ese momento, Derek se irguió. Ya no podía más. Se bajó la delantera del bóxer y se la empezó a sacudir él mismo de una manera desesperada, con tirones muy veloces, arrodillado ante la cabeza de su madre, que aguardaba con el rostro cerca de sus huevos. Tenía una polla robusta, de un tono rosado, en contraste con su cuerpo blanco y fornido, sin una pizca de vello por ningún lado. Bajo sus dos manitas para acariciarse el coño, mirando sumisamente hacia su hijo, con el camisón subido hasta las axilas y los pechos sufriendo leves vaivenes. Sin dejar de machacársela, Derek bajó la polla hacia la boca de su madre, apoyando el capullo en la comisura derecha de los labios, con los huevos pegados a la mejilla. Y al segundo comenzó a verter leche dentro de su boca, gruesos pegotes de leche condensada que le caían sobre la lengua. Le dejó la boca pastosa, llena de leche. Le pasó el capullo por los dientes superiores y por las encías y después por el labio inferior. Ella aún se acariciaba el coño despacio. Derek, agotado por la tremenda excitación, se sentó sobre sus talones apartando la polla de su cara. Vio cómo se tragaba todo, volviendo a abrir la boca para resoplar.

-                          Qué caliente me he puesto hijo.

-                          Y yo, mamá.

-                          Quién iba a pensar que me iba a desahogar contigo. He sentido mucho, hijo.

Derek se curvó y le estampó un besito en los labios. Después bajó de la cama y se dirigió hacia el servicio. Seguía empalmado, había sido fascinante masturbar a su madre y después correrse en su boca. Abrió la tapa y echó una meada, después salió del baño. Adela estaba de pie al otro lado. Se había quitado el tanga y estaba pasándose un clínex por el chocho para limpiarse. Derek se tendió en su lado, boca arriba y su madre entró de nuevo en la cama arrodillada.

-                          Gracias, hijo, hacía mucho que no sentía tanto.

-                          A mí también me ha gustado, mamá.

-                          ¿Quieres que te dé yo a ti ahora? – le propuso.

-                          Sí, hazme una paja, aún estoy muy caliente.

Adela pasó a arrodillarse entre las piernas de su hijo. Ella misma se ocupó de quitarle el bóxer deslizándoselo hasta sacárselo por los pies. Después le separó las piernas para abrirse más hueco. Llevaba el camisón puesto, aunque sin bragas, transparentándose las tetas y el chocho. Le agarró la polla con la derecha y se la comenzó a sacudir, acariciándole los huevos con la izquierda, sentada sobre sus talones, mirándole sumisamente. Derek se relajó mirando hacia el techo, sin apenas resoplar, con los brazos extendidos hacia los lados. Al estar curvada, a veces la punta de la verga le golpeaba las tetas, provocándole un severo vaivén. Se la machacaba despacio y de manera acariciante. Ya reinaba el silencio en la casa, sólo interrumpido por los ronquidos de Andrés.

-                          Parezco una prostituta, ¿verdad? – sonrió su madre sin cesar la masturbación.

-                          Sí, pareces una puta.

Le atizó unos veloces tirones y se curvó para chupársela, baboseándole el glande y comiéndosela entera. Le lamió los huevos con la lengua fuera y volvió a erguirse para continuar meneándosela. Derek continuaba relajado e inmóvil con los ojos entrecerrados, rememorando las escenas del patio. Notaba que a veces hacía una pausa para chupársela, sacudiéndosela dentro de la boca, para después reanudar la marcha, sin dejar de sobarle los huevos, clavándose la punta en las tetas, por encima de la gasa. Ya había pasado un buen rato. A Adela le dolía el brazo de tanto agitársela y cambió de mano, empuñándola con la izquierda y acariciándole el muslo de la pierna con la derecha. Chupaba y masturbaba de manera intermitente, procurando acelerar las sacudidas, dejándole el pene muy baboseado. El vientre de Derek comenzó a contraerse y comenzó a resoplar de manera más acelerada. Volvió a agarrarle la polla con la derecha para acelerar los tirones, sobándole los huevos al mismo tiempo, y al instante fluyó la leche derramándose hacia los lados, hacia la mano que empuñaba la verga. Fue aminorando la marcha hasta detener las agitaciones, exprimiéndole el capullo y acariciándole todo el tronco.

-                          Has echado menos que antes – se curvó y le pasó la lengua por el glande, probando algunos resquicios -. ¿Te ha gustado?

-                          Sí…

Derek tenía las imágenes del patio reproduciéndose en su cabeza. Apretó los dientes. Aún su madre le sujetaba la polla cuando un potente chorro de pis salió disparado hacia su cuello. Adela, asustada, con el chorro estrellándose bajo su barbilla y salpicando hacia el interior del escote, trató de apartar la polla, envuelta en una mueca de asco, pero llegó a mearle las tetas, dejándole la prenda empapada y la gasa adherida a la piel.

-                          ¡Hijo! – exclamó tratando de dominar el chorro, con toda la cara llena de salpicaduras -. ¿Qué haces?

El chorro fue cortándose poco a poco. Toda la delantera del camisón chorreaba, con la gasa pegada a las tetas y el chocho. Numerosas hileras amarillentas le resbalaban por el cuello mientras se pasaba el dorso de la mano izquierda por la cara para secarse las salpicaduras. Soltó la verga y se apeó de la cama por los pies, mirándose la rociada de pis, con los brazos extendidos, asombrada por la tremenda meada que la había pillado desprevenida. El camisón goteaba en el suelo de manera incesante formando pequeños charquitos en la moqueta. Las sábanas apenas habían llegado a mancharse. Derek se había mojado los huevos y parte del vello. Aún le fluía pis de la punta. Un olor enorme se apoderaba de la atmósfera.

-                          Mira cómo me has puesto, me has meado…

Derek elevó el tórax.

-                          Lo siento, mamá, no he podido controlarme, estaba sintiendo mucho y de repente me han entrado muchas ganas. De verdad que lo siento.

Trató de despegarse el camisón de la piel, envuelta en muecas de asco y alguna arcada.

-                          Bueno, no pasa nada, madre mía, cómo me he puesto, qué asco. Espera que te limpie.

Sacó un clínex del paquete y le secó la polla y los huevos, a continuación se quitó trabajosamente el camisón por la cabeza, quedándose desnuda. Derek vio que entraba en el baño, con sus tetas y su vientre mojados. Sus nalgas grandes oscilaban con los pasos. Escurrió el camisón en el lavabo, llegando a llenar unos centímetros de pis, y se curvó para escupir, aún afectada por las náuseas, pudiéndole ver los pelos del coño bajo el culo. Tuvo que meter la mano en el orín para quitar el tapón y después abrió el grifo para enjuagar el lavabo. Se giró hacia su hijo.

-                          Voy a ducharme, ¿vale? Y a perfumar todo esto.

-                          Vale, yo voy a la cocina a beber agua.

Y empujó la puerta sin que se llegara a cerrar.  Derek se puso el bóxer y salió al pasillo. Se encendió un cigarrillo y se apoyó en la barandilla. Hasta sus oídos llegaban los ronquidos de su tío, el verdadero inspirador para que se hubiera liado incestuosamente con su madre. Aquella casa le había infundido en la mente una lujuria incontrolable. Oyó ruidos en la planta baja y vio un resplandor procedente de la cocina. Seguramente se trataba de su prima y el pervertido de su novio. Decidió husmear. Oía la ducha en su cuarto. Apagó el cigarrillo en una maceta y bajó las escaleras, cobijado en la penumbra, caminando descalzo para no hacer ruido. Al llegar al salón, torció en dirección a la cocina y se detuvo tras una columna, con un plano general de lo que sucedía dentro. Álvaro se encontraba de pie junto a la mesa rectangular de madera, con los pantalones bajados hasta los tobillos, mirando hacia arriba con los ojos entrecerrados, concentrado, machacándose su polla gorda velozmente con la mano derecha. Se daba tan fuerte que desde la columna lograba oír los tirones. Su prima Olga, ataviada con un vestidito negro ajustado, se hallaba arrodillada ante él, aferrada a los muslos peludos de su novio, con la cabeza ladeada y la lengua fuera, lamiéndole los huevos con la punta. Le pasaba la punta por las pelotas, de un lado a otro, sin parar ni un segundo, ensalivándolos despacio. El cabrón tenía unos huevos voluminosos y flácidos salpicados de vello. Transcurrieron bastantes segundos en esa postura, él machacándosela y ella acariciándole las pelotas con la punta de la lengua. Derek aún no tenía la verga tiesa del todo tras dos eyaculaciones seguidas con su madre. Álvaro comenzó a expulsar jadeos secos, acelerando aún más las sacudidas a la verga. Entonces Olga apartó la cabeza de los huevos, erguida, y bajó de la mesa un vaso de cristal. Aguardaba sujetándolo con las dos manos. Álvaro bufó mirándola, bajando la verga hasta meter el capullo dentro del vaso, y un instante después comenzó a escupir leche, gruesos pegotes viscosos de un tono grisáceo, dejando todo el fondo del vaso cubierto. Se la escurrió bien apretándose el capullo, derramando unas últimas porciones. Ella le miraba sumisamente con el vaso en la mano. El capullo continuaba dentro. Derek ya tenía la verga hinchada cuando vio que comenzaba a orinar dentro del vaso. Poco a poco se fue llenado de un caldo muy amarillento, con el semen flotando en numerosas partículas. El chorro se cortó repentinamente y apartó la verga del vaso. Casi rebosaba por los bordes. Su prima continuaba arrodillada ante él, sujetando el vaso con ambas manos.

          -   Hoy no me apetece, Álvaro – le suplicó ella.

          -   Bébetelo, coño

Acercó los labios y empinó el vaso para beberse el cóctel de orín y semen. Dejó el vaso vacío de un solo trago. Se vio afectada por unas arcadas y carraspeó envuelta en muecas de asco, pero de nuevo alzó las manos con el vaso en medio. Álvaro introdujo la verga de nuevo y volvió a llenarlo. Tuvo que tragarse todo otra vez, ésta vez en tres veces, sacudiendo la cabeza al dejarlo vacío por el empacho, afectada por una expresión de repugnancia. Volvió a mear dentro del vaso, aunque sólo llenó un par de centímetros, cantidad que tuvo que beberse. La vio escupir en el suelo, con espasmos como si fuera a vomitar. Su novio la sujetó bajo la barbilla y le levantó la mirada.

-                          Muy bien, amor, no sabes lo que me gusta que seas tan guarra -. La soltó para subirse los pantalones -. Me voy ya, es tarde. Mañana te llamó.

La dejó en la cocina arrodillada, lanzando al suelo los últimos escupitajos. Derek vio que Álvaro se marchaba y ella pasaba unas servilletas por el suelo para limpiar las baldosas. Luego se levantó y se metió en el baño. Derek la siguió y abrió la puerta de repente. La encontró arrodillada ante la taza, metiéndose los dedos y vomitando parte del caldo amarillento. Tenía el vestido algo subido, hasta la mitad del culo, y se le veían unas bragas negras de encaje tapando su culito pequeño y redondito. Volvió la cabeza hacia él, carraspeando y escupiendo, pasándose el dorso de la mano por los labios, con los ojos rojos.

-                          Menos mal que no eras un mirón. Seguro que bajabas a beber agua, ¿verdad?

-                          Lo siento, te he oído. ¿Estás bien?

-                          Sí, estoy bien. ¿Qué has visto?

-                          Cómo te obligaba a beberte su pis.

-                          ¿Y te has puesto cachondo?

-                          No, ¿vale? ¿Y a ti te gusta?

-                          No me gusta – respondió bajándose el vestido y alisándoselo -, pero a mi novio le gustan esas cosas. Es un cerdo.

-                          No tienes por qué hacerlo – la aconsejó.

-                          Ya lo sé, pero ya te lo dije, es el novio ideal para mí según mi padre. Ahora no puedo dejarle.

-                          Es un cabrón pervertido. Vi lo que hizo con mi madre en el patio.

-                          Lo siento, Derek, de verdad que yo no quería, pero me obligó. A veces me obliga a espiar a mi madre, a tirarle fotos cuando está desnuda… Perdóname, Derek, por favor…

-                          Tranquila, no pasa nada, tú no tienes la culpa. Pero deberías pasar de ese cerdo, tu padre no tiene que imponerte a nadie.

-                          Lo sé, pero no es el momento, conozco a mi padre.

-                          Será mejor que nos vayamos a la cama.

-                          Sí, y gracias, primo.

En la planta de arriba, justo cuando los primos se encontraban en el baño de abajo, Andrés se despertó al oír una ducha. Consultó la hora y vio que era de madrugada. Su mujer yacía dormida a su lado después de haberle dado por culo. Trató de recuperar el sueño, pero la ducha le impedía concentrarse.

-                          Me cago en la puta – susurró.

Se apeó de la cama y se puso por encima un batín rojo brillante abrochándoselo ligeramente. Al salir al pasillo, vio que la puerta de al lado estaba abierta y con la luz encendida. Se asomó y vio la cama vacía. Vio el tanga blanco tirado por el suelo. Oía a alguien en el baño. Pegó la espalda a la pared del pasillo, con la cabeza ladeada hacia la habitación para espiar. Al instante vio salir a su cuñada del baño, desnuda, con una toalla liada a la cabeza. La vio de espaldas, se fijó en su culo gordo y redondo, en sus nalgas blancas y flácidas botando con los pasos. Se dirigió hacia el otro lado de la cama. Andrés se sacó la verga de entre los faldones del batín y se la empezó a machacar despacio, extasiado por el cuerpo relleno y macizo de su cuñada. Adela se curvó para abrir el tercer cajón de la mesita de noche y al hacerlo se le abrió la raja del culo, revelando su ano rosado en el fondo y el chocho pelirrojo entre las piernas, con una carnosa raja de donde sobresalía un abultado clítoris. Comenzó a atizarse tirones más potentes. Adela volvió a incorporarse cerrando el culo, pero se volvió mostrando ahora toda su delantera, su chocho peludo de tono rojizo y sus tetazas tambaleantes que le llegaban casi hasta el ombligo, así como su vientre holgado. Andrés se la sacudía velozmente. Adela comenzó a untarse brazos y piernas de crema hidratante, de manera acariciadora, embadurnándose sus tetas blandas con delicadeza, sin percatarse de que era víctima de los viciosos ojos de su cuñado.

Derek y su prima Olga subían por las escaleras en penumbra, él con el bóxer y ella ataviada con el vestido negro. Cuando iban a torcer hacia el pasillo, frenaron en seco al ver a Andrés masturbándose mientras miraba lo que sucedía dentro de la habitación. Olga vio cómo su padre se sacudía el nabo aligeradamente, un nabo venoso, muy ancho, que sobresalía de entre los faldones del batín. También unos huevos gordos y peludos, muy arrugados, se zarandeaban al son de los tirones. Se quedó perpleja, embelesada en la barra de su padre.

-                          Mira, Derek, está espiando a tu madre.

-                          Qué cabrón, ¿no?

-                          Qué vergüenza, mi padre… Qué vas a pensar de nosotros.

-                          Tranquila, mi madre duerme desnuda, es normal que se haya excitado…

Andrés se la sacudía velozmente sin dejar de mirar hacia la habitación. Su cuñada continuaba embadurnándose todo el cuerpo de crema hidratante.

-                          ¿Te pone cachondo que mi padre espíe a tu madre? – le susurró su prima al oído, pasándole ligeramente la mano por encima del bóxer, percibiendo su media erección bajo la tela.

-                          Es un poco morboso, ¿no?

Su prima se pegó a su costado, mirándole.

-                          ¿Quieres que te masturbe? Pero no le digas nada a mi novio, ¿vale?

-                          Tranquila.

Le metió la mano dentro del bóxer y le sacó la verga ya tiesa por encima de la tira superior, machacándosela vivamente, sin sacarle los cojones. Notaba sus tetas aplastadas contra el costado. Se rozaron con los labios. La rodeó por la cintura con el brazo derecho. Tenía mal aliento. Al final, comenzaron a morrearse mientras le meneaba la verga. Su boca tenía un sabor agrio, fruto de haberse tragado el pis de su novio, después de haber estado lamiéndole los huevos, pero le correspondió enrollando las lenguas. Tras un intenso morreo, miraron de nuevo hacia el pasillo, sin cesar la masturbación. Andrés comenzó a expulsar salpicones de leche al suelo hasta que la verga dejó de verter, después se la metió erecta entre los faldones del batín y empujó la puerta accediendo dentro de la habitación.

Al verle aparecer, Adela, de pie en el otro lado de la cama, se sobresaltó arqueando las cejas y se contrajo tapándose las tetas con el antebrazo izquierdo y el chocho con la palma de la mano derecha.

-                          ¡Andrés!

-                          ¡Me has despertado, cojones! – exclamó malhumorado -. Duchándote a estas putas horas, me cago en la hostia.

-                          Lo siento, no era mi intención – se disculpó ruborizada, tratando de taparse sus partes, fijándose cómo le colgaban los cojones entre los faldones del batín y distinguiendo parte de la base de su verga empinada hacia arriba.

Las tetas le sobresalían por encima y debajo del antebrazo y sólo podía taparse los pezones. Tampoco la mano derecha llegaba a ocultar el vello del chocho, escapando los pelillos por los cantos.

-                          ¿Dónde coño está tu hijo?

-                          Está abajo tomando algo.

-                          A dormirse ya, hostias.

-                          Sí, sí, ahora mismo.

Tapada, dio unos pasos y se acuclilló recogiendo el tanga. Agobiada por la presencia de su cuñado, sin ser capaz de reprimir su actitud, tuvo que apartar los brazos de su cuerpo para poder ponerse a toda prisa el tanga. Las tetazas le colgaron con sus gruesos pezones sufriendo serios vaivenes, chocando una contra la otra. Al deslizarse el tanga por las piernas, Andrés dispuso de varios segundos para verle el coño pelirrojo. En cuanto se puso el tanga, cruzó los brazos para taparse los pechos, se sentó en la cama de espaldas y se tendió de lado echándose por encima las sábanas. Andrés le apagó la luz y regresó a su habitación cerrando la puerta tras de si. Olga colocó la polla de su primo en horizontal, agitándosela con la mano izquierda, y colocó la palma de la derecha debajo. Al ser la tercera eyaculación, la polla sólo derramó dos pegotes de semen en la palma. Olga le guardó la polla y le miró con la mano hacia arriba y encogida para que no se le vertiera la leche.

-                          Gracias, prima.

-                          No digas nada, ¿vale?

-                          No, voy dentro, no vaya a salir tu padre.

-                          Hasta mañana.

Se dieron un besito en los labios y Derek se encaminó hacia su habitación. Tenía un mal sabor de boca, en realidad, al besarla, había probado el pis de su novio y también la esencia de sus pelotas. La miró antes de entrar y después se encerró en su cuarto. Olga olió el semen de la palma, después se bajó las bragas con la mano libre y se acuclilló en el pasillo para limpiar con ellas los salpicones de su padre. Con las bragas manchadas con el semen de su propio padre, Olga se metió en su habitación.

Adela se incorporó y se dio la vuelta al ver a su hijo tenderse de costado, mirando hacia el otro lado.

-                          Hijo, cómo has tardado tanto, no sabes qué vergüenza he pasado.

-                          ¿Por qué?

-                          Ha estado aquí tu tío y me ha echado una bronca por hacer ruido. Tenemos que tener cuidado. Casi nos pilla. He pasado una vergüenza.

-                          Tendremos cuidado, mamá. Buenas noches.

-                          Buenas noches, hijo.

Su madre se pegó a él abrazándole. Sus dos tetazas se comprimieron contra la espalda y notó su pelvis pegada al culo, con su brazo por encima, cosquilleándole las nalgas con los pelillos del chocho. Notó dos besitos en la espalda, y así, como si fueran amantes, madre e hijo, procuraron dormir.

 

      Cuando Derek abrió los ojos sobre las siete de la mañana, yacía tendido de costado, mirando hacia su madre. Ella también estaba despierta, con su cuerpo mirando hacia él, con las tetas y el vientre reposando sobre el colchón y el tanga apretujado entre los muslos de las piernas.

-                          Buenos días, hijo, hoy tenemos que ir a trabajar. Iba a despertarte.

-                          Buenos días, mamá.

Ella estiró el cuello para estamparle un besito en los labios.

-                          Anoche me gustó mucho masturbarme contigo – reconoció ella -. Igual piensas que soy, no sé, como una puta, pero me siento muy sola, hijo, no he tenido relaciones sexuales desde que murió tu padre, le he sido fiel siempre, hasta después muerto.

-                          Tranquila, mamá, a mí también me gustó mucho.

-                          Sentí mucho, muchísimo.

-                          Yo también.

Extendió la mano y le acarició con las yemas todo el brazo.

-                          ¿Quieres que nos rocemos? – le propuso ella -. Estoy excitada, ¿y tú?

-                          Sí.

-                          Nos rozamos un poco, ¿vale? Pero no me mees encima, ¿eh? – sonrió.

Adela se volvió hasta quedar boca arriba encima de la cama, con las tetazas lacias hacia los costados. Mientras su hijo se incorporaba, se quitó el tanga y separó las piernas. Derek se quitó el bóxer y se colocó de rodillas entre los muslos de su madre. Tenía la verga a medio camino de la erección. Adela elevó las piernas y se deslizó hacia él, pegando las nalgas del culo a los muslos de las piernas de su hijo, con el chocho pegado a la base de la polla. Y deseosa, comenzó a menear la cadera, refregando el chocho por la polla, masturbándole con ella, impregnándola de babas vaginales. Inmóvil, sentado sobre sus talones, Derek le acariciaba los muslos por la parte exterior, observando cómo elevaba la cadera para refregarle el chocho, endureciéndosela en cada segundo, con sus tetas moviéndose como flanes. Le embadurnaba la polla de un líquido viscoso y transparente que fluía del chocho.

-                          Ay qué gusto, hijo – jadeaba tratando de llegar con el coño a la punta de la verga -. Muévete.

Derek trató de acompañarla apretando el tronco de la verga entre los labios vaginales. Adela cabeceaba con los ojos entrecerrados, envuelta en continuos suspiros. Tras varios meneos conjuntos, Derek le subió aún más las piernas elevándole la cadera del colchón y pegándole los muslos a las tetas. Tenía el chocho abierto y húmedo, con el ano contraído a unos centímetros de la rajita. Adela aguardaba con el ceño fruncido. Se agarró la polla colocándosela en horizontal y le hundió el capullo en el chocho, sólo el capullo, agitándose la polla para que le vibrara en el interior.

-                          Ay, hijo…. Ay… Ay, qué gusto… Ay….

Se movía la polla con el capullo hundido en la raja. Manaba mucho líquido viscoso de entre los labios. Se estaba corriendo. Suspiraba y suspiraba como una perrita. Le sacó la polla del chocho y la bajó hasta rozarle el ano con la punta. Ella le miró con expresión de placer. Sujetándosela, empujó comenzando a dilatarle el ano con el capullo. Adela arrugó el entrecejo despidiendo una sucesión de bufidos y bajó ambas manos para acariciarse el chocho. Las tetas permanecían aplastadas por sus propios muslos. Consiguió hundirle sólo el capullo y entonces comenzó a contraer las nalgas para follarle el ano sólo con la punta. Lo tenía muy seco y no era capaz de hundirla más, la verga se doblaba. Para no hacer ruido, ella resoplaba masturbándose con ambas manos mientras su hijo le follaba el culo con el capullo encajado. Con las manos apoyadas en los muslos de las piernas de su madre, para mantenérselas elevadas, aceleró los empujones y frenó con el culo contraído y la punta metida en el ano. Comenzó a evacuar leche de manera intermitente. Adela subió los brazos hacia la cabeza al notar cómo vertía. Derek retiró el capullo y el ano se contrajo, pero al segundo manó una gota de leche.

-                          ¿Te ha dolido? – le preguntó a su madre.

-                          No, sólo un poco. He sentido mucho.

-                          Espera que te limpie.

Derek cogió un clínex de la mesita y le limpió el culo y el chocho a su madre, después se apeó de la cama. Ella bajó las piernas y se incorporó quedando sentada.

-                          Voy a ducharme – le dijo su hijo.

-                          Sí, tendremos que estar listo para cuando se despierte la bestia de tu tío. Con la mala uva que tiene, cualquiera llega tarde.

 

      Adela y Derek salieron los primeros de la casa y desayunaron juntos en una cafetería cercana. Cuando fueron a la oficina de la inmobiliaria, Andrés y su hija ya se encontraban allí. Olga, en verano, solía ayudar a su padre en muchas gestiones. A Adela, Andrés le asignó uno de los despachos y le encomendó varias tareas urgentes. Derek ocupó un escritorio junto a su prima Olga en el hall. Ambos primos observaban cómo Andrés devoraba con la mirada a su cuñada. Adela lucía una falda corta ajustada de ejecutivo, gris con rayas blancas, llevaba medias negras y zapatos de tacón. Para la parte de arriba, llevaba una chaqueta a juego y una blusa blanca. Hubo mucho trasiego de clientes durante las primeras horas de la mañana. Adela atendía algunos, Andrés a los más importantes y Olga trataba de poner al día a su primo.

-                          ¿Has visto cómo la mira? – le preguntó su prima.

-                          Sí, sé que le gustaría tirársela.

-                          Anoche nos calentamos por lo mismo. Imagino lo que pensarás de mí, ¿no? Que soy, no sé, muy, ¿guarra?

-                          No, bueno, pillamos a tu padre in fraganti. Nos calentamos los dos.

-                          Mi padre es otro cerdo igual que mi novio.

-                          ¿Ha abusado de ti? – le preguntó Derek

-                          No, pero seguro que ha estado tentado a hacerlo. A veces me mira.

-                          ¿Y te excita?

-                          No, por favor, me parece asqueroso, pero qué quieres que haga.

Andrés salió de su despacho e irrumpió en el de Adela. Cerró la puerta tras de sí, aunque sin llegar a encajarla del todo. Los dos primos se miraron. Enseguida oyeron el vocerío de su padre.

-                          ¿Me has terminado los putos informes?

-                          Aún no, Andrés, es que han llamado… - trató de disculparse Adela.

-                          ¡Me cago en la puta! – vociferó Andrés -. Tengo que salir de viaje y los quiero terminados enseguida, así es que mueve el puto coño, joder.

-                          Sí, sí, Andrés, ahora mismo redacto el último.

Por la ranura, vieron que Andrés se inclinaba hacia la mesa y le apretujaba severamente las mejillas.

-                          ¡Que muevas el coño, hostias! ¿Me has entendido? O os largáis a la puta calle. Quiero personas diligentes.

-                          Sí.

-                          Me cago en la hostia.

Salió de nuevo y volvió a entrar en su despacho. Derek vio a su madre tecleando afanosamente en el ordenador. No era normal, pero tenía la polla dura al ver a su madre comportándose sumisamente ante su cuñado. La dominación le producía un gustillo en la punta de la verga. De nuevo, compartió una mirada con su prima.

-                          Cómo la trata, ¿eh? Qué bestia. Con mi madre hace lo mismo.

-                          Sí, es un salvaje.

-                          Pues mi novio está cortado por el mismo patrón. A los tíos os gusta ser dominantes. Seguro que te excita que mi padre la trate así.

-                          Yo no soy como tu novio.

-                          Ya lo sé, perdona, sé que tú eres diferente.

Andrés salió de nuevo del despacho e irrumpió otra vez groseramente en el de su madre. Adela se levantó acojonada y le entregó una carpeta.

-                          Así me gusta, que muevas el culo como es debido.

Salió y le pidió a su hija que le acercara al aeropuerto, que tenía un viaje pendiente y que probablemente dormiría fuera de casa. Cuando salieron de la oficina, era casi la una y media del mediodía. Faltaba media hora para cerrar, pero Derek se levantó y colgó el cartel de cerrado. Entró en el despacho de su madre. Se encontraba de pie colocando unos expedientes en unas estanterías, de espaldas a él. Le miró por encima del hombro y le sonrió, pero enseguida volvió la mirada al frente.

-                          ¿Has visto la bronca que me ha echado tu tío? No sé cómo mi hermana le soporta, jodido cabrón.

Derek se pegó a ella, apretando los genitales contra su enorme culo.  La rodeó con sus brazos abordándole las tetas por encima de la blusa, jadeándole tras la oreja. Adela cerró los ojos acompañando con sus manitas las manos de su hijo al sobarle las tetas, echando el trasero hacia atrás para sentirle, ladeando la cara para que sus labios la besaran por la mejilla.

-                          Hijo, ummmm, puede venir alguien…

-                          He cerrado la puerta, quiero tocarte – le jadeó baboseando por su cuello.

-                          Y yo a ti, me pones tan caliente, ummmm…

Le abrió la blusa de golpe desabotonando todos los corchetes a la vez y le bajó el sostén para amasarle las tetas. Ella meneaba la cadera para rozarse con el bulto. Las manos de su hijo pasaron a los costados para subirle la falda hasta la cintura, después se deslizaron hasta meterse a la vez dentro de las bragas. Adela jadeó al sentir cómo le escarbaba. Le introdujo los dos dedos índice a la vez tirándole del chocho hacia arriba, con la tela de las bragas tensadas por los nudillos de las manos. Adela se retorcía de placer. Su hijo la besuqueaba por todos lados, hurgándole en el chocho con dos dedos. Comenzó a chorrear flujos, a mojar el coño, provocando que los dedos resbalaran más adentro.

-                          Ay, hijo, qué gusto más grande… Ay… Ay…

Le follaba el chocho con los dos dedos juntos mientras ella apretaba el culo contra el bulto para sentirle la dureza. Derek hundía la cara en la melena sin dejar de profundizar con los dedos, rozándose por el amplio culo. Tras intensos meneos, con el chocho de su madre muy mojado, Derek retiró las manos y se separó un poco. La agarró de la mano y tiró de ella conduciéndola hasta el sillón que estaba tras la mesa.

-                          Ven, mamá, quiero que me la chupes…

-                          Sí, hijo, lo que tú quieras…

-                          Bájate las bragas, quiero que me la chupes con las bragas bajadas…

-                          Sí.

Mientras Derek se desabrochaba el pantalón, su madre se bajó las bragas hasta las rodillas y se arrodilló a esperar como una sumisa a que él se desvistiera. Se bajó el pantalón hasta los tobillos y a continuación el bóxer, liberando su polla rojiza, ya muy tiesa e hinchada. Después se sentó en el sillón, separó las piernas y su madre se lanzó a mamársela. Se la sujetó por la base con la derecha para mantenerla empinada, y empezó a bajar y subir la cabeza, deslizando los labios desde el capullo hasta el vello, a un ritmo constante, sin descanso. Utilizaba la manita izquierda para acariciarle el muslo de la pierna. Se mantenía erguida, con las tetas colgando hacia abajo, meneando el culo al mamar. Derek se relajó plantándole ambas manos en la melena afro para evitar que levantara la cabeza de la polla. Su madre no descansaba, mamaba como una perrita, comiéndose la verga hasta notarla en la garganta. Pronto Derek comenzó a contraerse y a gemir. Adela aceleró la mamada. Su hijo emitió un jadeo seco y le apretó la cabeza hacia abajo con la polla metida en la boca. Adela se mantuvo inmóvil, con el capullo taponándole la garganta, y enseguida notó el derramamiento de leche, un derramamiento a chorros que fue llenándole la boca, apareciendo algunas gotas entre la polla y la comisura de los labios. Cuando su hijo le retiró las manos de la cabeza, la elevó, aunque vertió babas blanquinosas que no había podido tragarse. Varios hilos de semen le colgaban de los labios y tenía la lengua blanca. Trató de tragarse lo que pudo y se pasó el dorso de la mano por la boca. Después le limpió la polla pasándole la palma de la mano. Se levantó y dio unos pasos hacia la mesa para rebuscar en su bolso. Derek, sentado, también se disponía a vestirse.

-                          Hijo, cómo nos calentamos – le dijo pasándose un clínex por el chocho para después subirse las bragas y bajarse la falda -. Me das mucho gusto, pero tenemos que tener cuidado, imagina que alguien se entera que tú yo hacemos estas cosas. No lo quiero ni pensar.

-                          Lo sé, mamá, no te preocupes, tendremos cuidado.

Derek la miró mientras ella terminaba de colocarse la melena. Era su madre y acababa de hacerle una mamada, como si fuera una puta. Ella pensaba que únicamente estaba esa relación con su hijo, ignoraba que su hijo y su sobrina compartían intimidades y que el novio de su sobrina se masturbaba a su costa, que incluso le habían embadurnado el culo con su leche. Ignoraba la lujuria que se cocía entre las paredes de la casa de su hermana Lydia.

-                          ¿Nos vamos a casa, hijo? Por suerte la bestia está de viaje.

-                          Sí, mamá, vamos a comer.

 

     Al llegar a casa, su hermana Lydia ya había vuelto del trabajo y tomaba el sol junto a su hija Olga en el solarium, bajo la atenta mirada de Álvaro, que deambulaba alrededor de las hamacas devorando a su suegra con sus sucios ojos. Llevaba un bañador tipo slip de color negro con franjas anaranjadas laterales, donde se le notaba el volumen de sus genitales, así como la ligera curvatura de su barriga dura. Olga llevaba su bikini azul marino. Cuando ellos llegaron, Lydia se puso un pareo para taparse y le pidió a su hermana Adela que la ayudara a preparar la comida. Mientras tanto, Olga continuó tomando el sol y Álvaro se acercó hasta el porche, donde Derek se había acomodado. Le ofreció una cerveza. Miró hacia el interior de la cocina, donde las dos hermanas merodeaban de un lado para otro. Adela aún llevaba la falda tipo ejecutivo y la blusa blanca.

-                          Está buena tu tía, ¿eh?

-                          Sí, está buena.

-                          A mí me pone muy cachondo. Me encantan las maduritas. ¿Tu madre hoy no toma el sol?

-                          No creo, no es muy de sol. Es más de siesta, hoy dormirá la siesta.

-                          Ayer me puso muy cachondo con ese bikini que le dejó Olga – reconoció -. Ese culo tan grande que tiene me vuelve loco. Me hice una paja pensando en tu madre, espero que no te moleste.

-                          Tú mismo – sonrió Derek.

-                          ¿A ti no te pone cachondo?

-                          Pfff, es mi madre, tío.

-                          Cómo me gustaría verle el culo. ¿Anoche le viste el culo?

-                          Sí, duerme desnuda.

-                          ¡No me jodas! Ummmm, tío, me gustaría verle el culo.

-                          Pues asómate, otra cosa no puedo hacer – le incitó Derek.

Lydia asomó la cabeza por el ventanal para que fueran entrando y sentándose a la mesa. Los cinco comieron charlando animadamente, Derek y su prima en un lado, Álvaro y Adela en otro y Lydia presidiendo la mesa. A Derek le ponía cachondo el acecho de Álvaro, cómo miraba a su madre, cómo trataba de rozarla a la más mínima ocasión. Olga también se percató de las intenciones de su novio y a veces intercambiaba una mirada con su primo. Lydia les dijo que esa tarde libraba y que se iría a jugar a las cartas con sus amigas. Le dijo a su hermana si quería acompañarla, pero Adela declinó la oferta. Le dijo que estaba rendida. Olga advirtió a su madre para que no bebiera, solía emborracharse cada vez que iba a las partidas, y su hermana Adela se unión a la advertencia aconsejándola sobre los nocivos efectos del alcohol. Tras la comida, Lydia se vistió y salió volando. Olga volvió a tumbarse a tomar el sol y Derek acompañó a su madre a la habitación. Álvaro vagaba por el patio sin saber qué hacer, probablemente envuelto en sus sucios pensamientos.

En el cuarto, Derek se metió en el baño a lavarse las manos y la cara mientras su madre se desvestía. No paraba de repetir que estaba muy cansada y que necesitaba una siesta de un par de horas. Ella le trataba como si fueran amantes, estampándole besitos en los labios y acariciándole. Cuando salió del baño, ya estaba tumbada en la cama, completamente desnuda. Su cuerpo relleno y blanco yacía de costado, mirando hacia la pared, con la pierna derecha estirada y la izquierda flexionada, con la rodilla hacia delante. La habitación se encontraba ligeramente en penumbra, aunque a través de las tiras de la persiana entraban rayos de luz que iluminaban el lecho. Derek salió al pasillo y dejó a conciencia la puerta abierta. Sabía que dormía plácidamente, su madre era de sueño fácil y profundo.

Bajó al salón y se tumbó en el sofá. Álvaro se encontraba viendo la televisión en uno de los sillones, sin parar de rascarse los huevos, y Olga se encontraba en el otro sillón, hojeando una revista. Derek cerró los ojos, fingiendo que dormía, y Álvaro tardó unos segundos en levantarse y acuclillarse ante su novia para susurrarle al oído. Pudo oír lo que le decía.

-                          ¿Quieres verle el culo a tu tía? Duerme desnuda.

-                          Pero, Álvaro, es peligroso.

-                          Acompáñame.

Con los ojos entrecerrados, Derek vio que la pareja subía las escaleras para acechar sigilosamente a su madre. Iban descalzos, él en bañador y ella en bikini. Derek se incorporó en cuanto pudo para seguirles, ubicándose oculto en el último rellano de acceso al pasillo de la segunda planta. Caminaron a paso lento, llevándose la grata sorpresa de que la puerta estaba abierta de par en par. Se detuvieron bajo el arco de la puerta. Álvaro se quedó boquiabierto al verla, de espaldas, su cuerpo blanco y holgado, con su inmenso culo empinado, con dos nalgas flácidas que parecían balones de baloncesto, con la raja abierta al tener la pierna derecha flexionada hacia delante. Se mordió el labio metiéndose toda la mano dentro del bañador.

-                          Mira qué culo tiene la hija puta, ummmm, madre mía…

Ladeó la cabeza y distinguió en el fondo su ano rosado y contraído, así como la fisura del chocho, rodeada de una mata de vello pelirrojo. Los pelillos del coño se extendían casi hasta el ano. Desde su posición, Derek vio que Álvaro daba un paso hacia el interior y que su prima, nerviosa, trataba de evitarlo sujetándole del brazo.

-                          Álvaro, se va a despertar… Estás loco, ven…

Pero Álvaro, empujado por una eléctrica excitación, se arrodilló ante la cama. Por su relajada respiración, daba la sensación de que Adela dormía profundamente. Acercó la cara y le olió el culo, aspirando con profundidad, con una mano dentro del bañador. Se fijó bien en su ano cerradito y arrugado. Después le olió el chocho, aspirando varias veces. No paraba de refregarse. Su novia aguardaba nerviosa tras él, mirando hacia atrás, temerosa de que su tía se despertara, observando cómo su novio le olía el culo. Levantó las manos y recorrió sus curvas con las palmas muy cerca, abarcando todo su volumen, sin llegar a tocarla, fascinado de tenerlo ante sí. Olga le empujó apremiándole a levantarse, pero su electrizante gozo resultaba imparable. Le estampó un besito ligero, con un mínimo roce, en el centro de la nalga de arriba. Adela ni se inmutó. Olga le sujetó por las axilas para obligarle a levantarse.

-                          Por favor, Álvaro, vámonos…

Álvaro se levantó, pero se bajó la delantera del bañador y se agarró la polla, colocándola en posición horizontal. Flexionó ambas piernas y rozó el capullo sutilmente por la nalga, dejándole un fino rastro de babilla transparente en el breve recorrido, de hecho una diminuta gota resbaló hacia la raja del culo formando una delgada hilera. En ese momento, Adela se removió, recostándose boca abajo, ahora con el culo cerrado y las nalgas aplanadas, con los pelos del chocho en la entrepierna. Una de sus tetas le sobresalía por el costado, como si fuese a reventar. Álvaro y Olga se habían quedado paralizados. Le cogió el tanga blanco colgado de una silla y retrocedieron hacia la puerta. Derek les vio salir marcha atrás. Su prima ladeó la cabeza hacia su posición y se miraron a los ojos. Ella arqueó las cejas, sonrojada por haber sido descubierta, participando activamente en la perversión de su novio. Álvaro la agarró del brazo y tiró de ella conduciéndola hacia el cuarto contiguo al de su madre. Una vez que les vio entrar dentro, avanzó por el pasillo. Vio a su madre tumbada boca abajo, con el culo cerrado. Pudo apreciar una fina hilera transparente señalada desde lo alto de la nalga hasta perderse en la raja del culo. Salió de nuevo al pasillo y dio unos pasos hacia la habitación de su prima. La puerta estaba abierta un poco, lo suficiente como para mirar. Álvaro reproducía la escena de su madre dormida. Su prima Olga yacía en la cama tumbada de costado, de espaldas, con la misma postura de su madre, con las bragas del bikini bajadas hasta las rodillas. Derek vio su culo redondito y pequeño, de nalgas doraditas y de piel tersa y lisa, con una raja de poca profundidad. Llegó a ver su diminuto orificio anal, arrugadito y del mismo tono de piel, muy broceadito. También se distinguía parte de su almejita, con apenas vello en la entrepierna, por lo que se distinguía parte de su vulva. Se mantenía con el tórax ligeramente inclinado, mirando hacia su novio por encima del hombro. Álvaro se encontraba de pie junto a la cama, con la parte delantera del bañador bajado, sacudiéndose la polla con el tanga de Adela, apuntando hacia ella, justo lo que hubiera querido hacer con su madre. Se la machacaba velozmente. Derek oía la sucesión ininterrumpida de tirones.

-                          Cómo me gustaría correrme en el culo de esa puta – jadeaba atizándose con desesperación-. Y encima viuda… Ummm… Hija puta, cómo me pone…

Olga descubrió a su primo asomado tras la puerta y de nuevo sus miradas se enfrentaron. Ella aguardaba con el culo al aire a que su novio se corriera, simulando para él que era su tía Adela. Derek presenció cómo una lluvia de leche viscosa le caía sobre el culito, numerosas gotas que resbalaron hacia la raja del culo formando hileras blancas de todos los tamaños, anegándole el ano y la almejita de nata viscosa, una corrida espectacular. Mientras su novio se corría sobre ella, Olga buscaba los ojos de su primo. Derek se apartó de la puerta y retrocedió hasta su cuarto. Se metió dentro y cerró la puerta. Su madre yacía boca abajo, con el extenso culo cerrado, con las nalgas lacias aplanadas, como caídas hacia los lados. Los pelos del chocho emergían de la entrepierna. Se sacó la polla y comenzó a machacársela, imitando al novio de su prima, embelesado en el culo de su madre, con la verga encañonándolo. Ambas tetas las mantenía aplastadas contra el colchón. Aceleró atizándose violentos tirones y al segundo comenzó a rociar el culo de leche, cuatro gruesos pegotes de nata viscosa que se repartieron por ambas nalgas, con uno pequeño que fue a caer en mitad de la raja del culo. Adela se removió entreabriendo los ojos y elevó la cabeza de la almohada. Sonrió al ver a su hijo, que en ese momento se sentaba a su lado, a la altura de su cadera, ya con la verga guardada.

-                          ¿Hijo? ¿Qué haces ahí sentado?

Derek le acarició la espalda con las yemas de los dedos, hasta que la mano se adentró en su extenso culo y le esparció el semen con la palma, embadurnándole toda la piel.

-                          Me he hecho una paja con tu culo.

Adela se miró por encima del hombro y volvió a sonreír.

-                          Me lo has manchado, me lo noto pegajoso.

-                          Espera que te limpie -. Cogió de la mesita un clínex y se lo pasó primero por la raja del culo y después por las nalgas, tratando de secarle las manchas -. Me entraban ganas de follarte, mamá.

-                          Podemos comprar preservativos – sugirió ella -. Así no corremos riesgos, ¿no?

-                          Sí, mamá, estoy deseando follarte.

Su madre se incorporó para abrazarle, aplastando las tetazas contra su tórax, rozándose con los labios hasta que se fundieron en un beso apasionado.

 

        Derek navegaba por Internet en su portátil, acomodado en uno de los sillones del salón, y su madre planchaba la ropa en la cocina cuando bajó la pareja. Ya iban vestidos. Su prima llevaba unas minifaldas vaqueras, una camiseta blanca de tirantes ajustaditas y sandalias de tacón. Dijeron que iban a salir y que volverían tarde, que iban al cumpleaños de una amiga. De que se marcharon, Derek fue a la farmacia para comprar una caja de preservativos. Pasaron toda la tarde los dos solos, Derek mirando cosas en Internet y Adela realizando labores del hogar, quitándole trabajo doméstico a su hermana. Cenaron unas pizzas en el porche y sobre las diez de la noche apagaron todas las luces de la planta baja y subieron a la habitación. Derek sacó la bolsa de la farmacia.

-                          He comprado preservativos.

-                          ¿Quieres hacerlo?

Su hijo se acercó a ella, la rodeó por la cintura con un brazo y le colocó otra mano tras la cabeza. Acercó la cara y se fundieron en un morreo intenso, como si fueran dos amantes apasionados.

-                          Quiero follarte – le jadeó su hijo.

-                          Sí, te deseo, vamos a desnudarnos.

Comenzaron a desvestirse junto a la cama, uno frente al otro, mirándose y deseándose. Derek fue el primero en quedarse desnudo. Se sentó en el borde de la cama, acariciándose la verga erecta y empinada. Se colocó la goma forrándose la verga hasta la base. Adela se retiró el sostén de los pechos y se bajó el tanga. Acto seguido, se volvió hacia su hijo y arqueó las piernas para poder sentarse encima de él. Derek se colocó la verga en vertical y cuando la punta rozó el chocho, ella se dejó caer, clavándosela entera, aplastándole los huevos con las nalgas, asentándose sobre los muslos de su hijo. Sus erguidos y largos pezones acariciaban los pectorales de Derek. Pegó la frente a la de su hijo, expulsándose mutuamente los alientos, y enganchó las manos tras su cabeza.

-                          Fóllame – dijo meneándose con la polla encajada -, fóllame, hijo, necesito que me folles.

Derek la agarró por el culo y comenzó a follarla, subiéndoselo y bajándoselo, deslizando el chocho a lo largo de la polla. Adela se puso a gemir enseguida contra el rostro de su hijo, sintiendo cómo la perforaba, cómo la verga avanzaba en su interior. Derek le tenía los dedos clavados en las nalgas para moverle el culo, para elevarlo y bajarlo, para follarle bien el chocho. Las tetazas saltaban alocadas sobre sus pectorales. A veces trataba de lamerlas y a veces atrapaba un pezón con los labios. Ella gemía como una perra, cabeceando y gimiendo sin pausa, saltando sobre la verga. Su hijo a veces le asestaba palmadas en el culo, palmadas que le dejaba señaladas en su piel blanca. Derek notaba el roce de los pelillos del coño por su bajo vientre y la jugosidad con la que se hundía su verga. Aceleró los meneos al culo de su madre, acompañándola en los gemidos, hasta que se detuvo apretándole fuerte el culo con las manos, con la verga hundida hasta el fondo, notando cómo se corría. Adela le abrazó y buscó sus labios para besarle, aplanando las tetas contra él.

-                          Qué bien, hijo. Ohhhh…. Ha sido fabuloso, hijo.

-                          Me ha encantado follarte.

Ella se apeó de las piernas de su hijo sentándose a su lado, suspirando por el aluvión de placer. Derek se quitó el preservativo y lo alzó para comprobar la cantidad eyaculada. Estaba un poco por debajo de la mitad.

-                          Te has corrido bien, ¿eh?

-                          ¿Quieres probarlo? Mete la lengua.

-                          ¿Ahí? – se sorprendió.

-                          Mete la lengua.

Adela sacó la lengua todo lo que pudo. Derek abrió la goma y la alzó hacia su boca. Le encajó la goma en la punta y Adela la agitó dentro del saquito y embadurnándosela de restos de esperma. Su hijo volcó la goma y ella aguardó con la lengua fuera hasta que le vertió todo el semen, después cerró la boca y se lo tragó todo.

-                          ¿Está rico? – le preguntó su hijo.

-                          Uy, no, está horrible, somos unos guarros, ¿eh? – sonrió.

-                          Me estoy meando, mamá, y como me mueva exploto…

Adela se levantó asustada.

-                          No, hijo, no, no hagas lo de ayer, venga, levántate…

-                          No puedo moverme. Trae esa botella.

Su madre acercó una botella de plástico de un litro, con dos dedos de agua. La destapó a toda prisa y se arrodilló entre las piernas de su hijo. Le sujetó la verga con la mano izquierda y se la bajó, sosteniendo la botella con la derecha. Le metió medio capullo dentro y Derek comenzó a mear dentro de la botella mientras su madre se la sostenía. La fue llenando poco a poco de un líquido verdoso, hasta que el chorro se cortó cuando estaba a punto de rebosar.

-                          Uff, hijo, sí que tenías ganas – exclamó levantándose con cuidado de no verter ni una gota -. ¿Dónde está el tapón?

-                          ¿No quieres probar un poco?

-                          ¿Esto? ¿Tu orín? Estás loco, hijo. Me muero de asco, no seas guarro.

-                          Pruébalo.

-                          Que no, Derek, que eso es una asquerosidad, ya me has hecho meter la lengua en el condón…

-                          ¡Que lo pruebes, hostias! – vociferó su hijo.

-                          Vale, vale, no te pongas así, probaré un poquito si te excita -. Empinó la botella y probó un sorbo, sorbo que escupió enseguida al suelo, afectada por una mueca de asco que la hizo temblar -. Ay, hijo, no, esto es horrible…

-                          Más, y trágatelo, quiero ver cómo te lo bebes…

Algo nerviosa por la inesperada indignación de su hijo, empinó la botella y tuvo que afrontar las arcadas que le venían del estomago al tragarse tres buenos sorbos. Escupió de nuevo pasándose el dorso de la mano por los labios, agitando la cabeza para superar la sensación de repugnancia.

-                          He bebido bastante…

-                          Perdona, mamá, perdóname, es que lo vi en una película y me…

-                          No pasa nada, hijo, lo que pasa es que me da mucho asco. Voy a verter la botella y a enjuagarme la boca…

Derek la miró cuando se metía en el baño. Oyó cómo vertía la botella en la taza. Le excitaba humillarla, le excitaba que la humillaran, como hacían Álvaro y su tío Andrés. Su mente había cambiado desde que llegó a aquella casa, desde que su tía Lydia y Álvaro le hicieron aquellos comentarios superficiales acerca de su madre, desde que la vio desnudarse ante sus ojos.

 

      Serían las dos de la mañana cuando Álvaro y Olga llegaban a casa. Vieron el coche de Lydia mal aparcado, subido en el acerado, con el morro pegado al tronco de un árbol y a ella dormida sobre el volante.

-                          Joder, mi madre borracha otra vez.

Se acercaron y abrieron la puerta del conductor. Enseguida, el olor a alcohol les penetró por la nariz. Su hija la removió, pero apenas daba en sí, por mucho que quería, no lograba ni abrir los ojos. Los párpados se le caían irremediablemente.

-                          Mamá, despierta, mira cómo estás…

-                          Hija puta, está borracha como una cuba.

-                          ¿Qué hacemos, Álvaro? No puede ni moverse.

-                          Habrá que llevarla dentro. No la vamos a dejar aquí.

Lydia llevaba un vestido muy veraniego, blanco de lunares negros, muy suelto y cortito, con tirantes anudados a la nuca y un escote en U. Calzaba unas sandalias a juego de tacón grueso. Llevaba su melena rubia alborotada y el rimel corrido. Álvaro la cogió en brazos mientras Olga cerraba el coche y abría la puerta. Todo estaba en penumbra y en silencio dentro de la casa.

-                          Llévala al baño a ver si vomita, sólo me faltaba que vomitara en la cama y me tuviera que poner a limpiar su mierda a estas horas.

La cabeza le colgaba por fuera de los brazos de Álvaro, completamente anestesiada por la tremenda borrachera. Irrumpieron en el baño, Olga encendió la luz y Álvaro la colocó de pie frente a la taza. Tenía que sujetarla, se tambaleaba hacia los lados sin abrir los ojos.

-                          Arrodíllate, mamá -. Su hija tuvo que obligarla sujetándola de la cabeza -. Si papá te ve así te mata… Tienes que vomitar, ¿me oyes?

Continuaba sin recuperar la consciencia. Olga abrió la tapa y sujetándola por la nuca la forzó a curvarse metiéndole la cabeza dentro de la taza.

-                          Vomita, joder, o vas a manchar toda la cama -. Olga le metió dos dedos en la boca rozándole la garganta con las yemas. Lydia carraspeó escupiendo gruesas babas -. Tienes que vomitar, mamá…

Álvaro se arrodilló detrás de su suegra y le arrastró el vestido hasta la cintura, descubriendo unas braguitas blancas de satén. Admiró su culo abombadito con forma de corazón. Tenía las bragas remetidas en la entrepierna. Olga le miró.

-                          No es momento, Álvaro, no seas cabrón, mira cómo está.

-                          Esta cabrona ahora no se entera de nada…

-                          Álvaro, estate quieto, joder…

Pero Álvaro le bajó las bragas unos centímetros por debajo de las ingles y le abrió el culo con ambas manos. Lydia continuaba carraspeando con la cabeza metida en la taza mientras su hija se la sostenía agarrándola de los pelos. Álvaro acercó la cara y le pasó la punta de la lengua por el ano rojizo, tratando de abrirle más la raja para verle bien el coño entre las piernas, una almeja depilada y carnosa, salvo por un pequeño triángulo de vello recortado en el bajo vientre.

-                          Ummm, qué culo más rico – jadeó volviendo a lengüetear en el ano.

-                          Álvaro, por favor, no te aproveches – le regañó dándole un manotazo en el hombro -. Se puede dar cuenta, ¿sabes?

-                          Esta hija puta no puede con la que lleva encima…

Álvaro apartó la cara manteniéndole el culo abierto y al segundo manó pis del chocho, brotó hacia los lados resbalándole por la cara interna de los muslos y goteando en las bragas.

-                          Se está meando la cabrona.

-                          Joder, Álvaro, quita, anda.

Álvaro se puso de pie viendo cómo chorreaba el chocho, con un incesante goteo hacia las bragas. Se pasó la mano por la bragueta, con la polla hinchada al verla con el culo al aire, meándose. Se había hecho muchas pajas espiándola e imaginándosela, y ahora la tenía tan cerca. Olga arrascó un trozo de papel higiénico y le limpió el culo y el chocho, a continuación le subió las bragas y le bajó el vestido. En ese momento, Álvaro tiró de la cadena, salpicándole toda la cara de agua a su suegra.

-                          ¿Qué haces, Álvaro? – dijo incorporando a su madre para pasarle la toalla por el rostro.

-                          Deja que se espabile…

-                          Cógela, vamos a llevarla a su cuarto.

Derek permanecía abrazado a su madre, como si fueran amantes enamorados, cuando un ruido y un murmullo le despertaron. Su madre dormía acurrucada. Se levantó en penumbra y entreabrió la puerta. Vio pasar a Álvaro con su tía Lydia en brazos, borracha, y a su prima tras ellos. Les vio entrar en la habitación y por suerte dejaron la puerta abierta, sin encender la luz, iluminándose con el resplandor procedente del pasillo, que alumbraba gran parte de la cama. Decidió arriesgarse, seguro que conociendo a Álvaro, sería testigo de una experiencia emocionante. Pegó la espalda a la pared y fue dando pasos lateralmente hasta que pudo asomarse.

Álvaro depositó el cuerpo inconsciente de su suegra sobre la cama, tendida boca arriba, y nada más hacerlo, le arrastró el vestido hasta la cintura descubriendo sus muslos y la delantera de sus bragas blancas de satén. Le pasó la yema del dedo índice por encima de la tela sedosa.

-                          Déjala, Álvaro, que te conozco – le advirtió su novia tratando de apartarlo.

-                          Deja que le vea el culo, no va enterarse, deja que le vea el culo a tu madre…

-                          Sólo un momento, Álvaro, esto es peligroso…

El mismo Álvaro se ocupó de darle la vuelta y colocarla boca abajo, con la cara ladeada y los ojos entornados. Le bajó las bragas agarrándolas por las tiras laterales y las deslizó hasta las rodillas, dejándola con el culo al aire. Le sobó las nalgas con las palmas, de manera acariciadora, y le abrió la raja para olerle el culo pegando la punta de la nariz a su ano. Se irguió enseguida para comenzar a desabrocharse el pantalón a la desesperada.

-                          ¿Qué vas a hacer, Álvaro? – temió Olga.

-                          Voy a masturbarme con el culo de esta zorra.

-                          Álvaro, no, es peligroso…

-                          Cállate, coño.

Se desvistió de cintura para abajo a toda prisa. Tenía la verga ancha muy hinchada y tiesa, balanceándose hacia los lados como un péndulo. Se arrodilló encima de la cama, con los muslos de su tía bajo sus huevos. Se asentó sobre ellos, aplastándolos, y le abrió el culo, inclinándose hacia delante y encajando el tronco de la polla a lo largo de la raja. Enseguida comenzó a contraer las nalgas para masturbarse con el culo de su suegra. Olga asistía impasible de pie junto a ellos. Su madre ni se inmutaba. Se levantó el vestido y se lo sujetó con la mano izquierda, para meterse la mano derecha dentro de las bragas y acariciarse el coño, observando la verga de su novio encajada en la raja del culo de su madre. Olga miró hacia la puerta y descubrió a su primo asomado, con una mano dentro del bóxer, calmándose la verga con suaves tirones. Se sonrieron. Los dos estaban masturbándose mientras Álvaro se deleitaba con el culo de Lydia. A veces la polla se salía de la raja y le rozaba todo el culo con los huevos.

-                          Qué buena está… Ummm… Cómo me gustaría follármela... -. Vio la mano de su novia removiéndose dentro de las bragas -. ¿te gustaría que me la follara?

-                          Sí… - jadeó ella, mirando de reojo hacia su primo.

Álvaro volvió a girar a su suegra para colocarla boca arriba entre sus piernas. Lydia permanecía atontada, con la cabeza ladeada y los ojos entornados, con las bragas enganchadas en las rodillas. Le pasó la palma por encima del coño y terminó de subirle el vestido hasta las axilas, bajándole de golpe las copas del sostén y meneándole las dos tetas a la vez. Se apartó a un lado, terminó de quitarle las bragas y le separó las piernas, abriéndole bien el chocho. Después se arrodillo entre sus muslos, se agarró la verga y acercó el capullo a la raja del chocho, acariciándosela con la punta.

-                          Ohh… Qué gusto… Quiero follarme esta zorra…

Olga se dio fuerte en el coño, observando cómo su novio acariciaba el chocho de su madre con la punta de la verga y cómo su primo se atizaba fuertes tirones con la mano dentro del bóxer.

-                          An… Andrés… - balbuceó Lydia cabeceando -. Déjame… Ahora…No…

Al ver que reaccionaba mínimamente, su hija le puso la almohada encima de la cara y miró hacia su novio. Ella misma extendió el brazo izquierdo, le agarró la verga y continuó rozándola por el chocho de su madre, con la derecha metida dentro de las bragas, sin parar de acariciarse.

-                          Quiero follarme a esta perra – jadeó Álvaro observando como su novia le movía la polla para rozarla por la rajita.

-                          Sí, fóllatela – le animó mirando a los ojos de su primo.

Álvaro se inclinó ligeramente hundiendo la polla despacio en el chocho, con el tórax elevado del cuerpo de su suegra y con los brazos estirados a ambos lados del cuerpo. Ante la dilatación y el lento avance, los brazos de Lydia se movieron sin rumbo, agitando la cabeza bajo la almohada. Se la metió hasta los huevos, se mantuvo inmóvil unos segundos, y comenzó a follarla despacio. Derek veía cómo contraía las nalgas peludas para clavársela y ahondar. Lydia mascullaba de manera ininteligible bajo la almohada. Sus blandas tetas se meneaban como gelatinas en cada empujón que sufría su cuerpo. Olga mantuvo la mano derecha dentro de las bragas, pero la izquierda la deslizó por la espalda de su novio hasta manosearle el culo, sobándoselo con la palma, un culo que no paraba de contraerse para hundirla en el chocho de Lydia. Mirando a su primo, le acariciaba el fondo de la raja con los dedos y la metía por entre las piernas para agarrarle los huevos. Álvaro tomó una marcha más ligera, contrayendo las nalgas sin parar. Olga se arrodilló detrás de él y acercó la cara estampándole besitos por el culo peludo mientras se follaba a su madre, mirando a su primo de reojo, que no paraba de manosearse dentro del bóxer. Álvaro jadeó ahogadamente disminuyendo los empujones, corriéndose dentro del chocho. Olga se puso de pie cuando le vio frenar. Vio cómo extraía la polla impregnada y cómo al segundo manaba semen por la rajita del coño.

-                          Uff… Qué polvo… - exclamó él apartándose y bajando de la cama, recogiendo sus prendas del suelo -. Colócala un poco, te espero en la cama.

-                          Sí, vete, que como la quedes embarazada…

Olga le colocó las bragas y trató de limpiarle el chocho con ellas. Luego le bajó el vestido, volviéndola de lado y echándole unas sábanas por encima. Lydia se acurrucó sin inmutarse del polvo que le habían echado. Salió al pasillo y se asomó a su cuarto. Su novio se había tendido desnudo en la cama y emitía débiles ronquidos. Su primo salió de su habitación. Llevaba el bóxer y se le notaban los contornos de su polla tiesa. Se acercaron mirándose a los ojos y terminaron abrazándose y morreándose, manoseándose por todos lados. En medio de los morreos, Derek fue empujándola hasta que la espalda de su prima chocó contra la pared. Ella le bajó la delantera del bóxer sacándole la polla y él le subió el vestido bajándole la delantera de las bragas, sin parar de besarse con pasión. Ella misma se colocó la polla y su primo contrajo las nalgas follándole el coñito. Los dos se gimieron a la cara. Los dos se retorcieron follando, ella manoseándole la espalda y el trasero por encima del bóxer y él los costados, metiéndole la mano por el escote para achucharle las tetas.

-                          ¿Te gustaría que se follara a tu madre? – le preguntó ella.

-                          Sí…

La embistió secamente y estaban tan calientes que en la cuarta sacudida vertió abundante semen en el coño de su prima. Ella cerró los ojos al sentir cómo circulaba la leche, cómo derramaba con la verga incrustada en su coñito. Se miraron a los ojos, sin separarse, vertiéndose los alientos mutuamente.

-                          Me gusta compartir esto contigo, Derek.

-                          Y a mí contigo.

Se besaron de nuevo y ella le dio un empujoncito para que retrocediera y le sacara la verga. Se miraban a los ojos en la penumbra, con la punta de la verga rozando los pelos del coño. Olga cerró los ojos al sentir cómo le meaba el chocho, cómo un potente chorro le empapaba las bragas y le bañaba el coño, formando un charco alrededor de sus pies. El chorro se cortó repentinamente, aunque Derek se sostuvo la polla en horizontal. Lentamente, Olga fue acuclillándose ante él. Abrió la boca y Derek le acercó la polla, apoyando el capullo en su labio inferior. Y comenzó a mear, con un chorro más flojo, llenándole la boca poco a poco. El caldillo se le vertía por la comisura de los labios y le goteaba sobre el vestido. En cuanto cesó la meada, se tragó lo que tenía en la boca y volvió a levantarse, con el vestido empapado y la cara salpicada. Derek, alucinado por la lujuria que vivía en aquella casa, se encendió un cigarrillo y se lo fumó tranquilamente apoyado en la barandilla mientras ella iba por la fregona para limpiar el charco del pasillo. Cuando la vio entrar en el baño para ducharse, apagó el pitillo en el macetero y se metió en la habitación para dormir abrazado a su madre.

 

      Derek se despertó sobre las siete de la mañana, cuando le sonó el despertador. Tenían que ir a trabajar, su tío Andrés llegaría esa mañana. Apenas había dormido, con la mente envuelta en múltiples fantasías. Su madre, desnuda, yacía tumbada de costado, de espaldas a él, en posición fetal, con su culo amplio empinado hacia atrás. Se removió bostezando, muerta de sueño, preguntando entre dientes si ya era la hora. Derek estaba desperezándose cuando oyó toser a Álvaro en el pasillo. Seguro que estaba fumándose un cigarro. Se bajó el bóxer y se lo quitó, a continuación sacó un preservativo de la caja y se arrodilló ante el cuerpo maduro de su madre, que continuaba tumbada mirando hacia el otro lado. Dudó un momento. Estaba a punto de propiciar una situación comprometida para ella. Sabía que Álvaro se encontraba al otro lado de la puerta porque le escuchaba carraspear. Podía empeorar las cosas, de alguna manera él estaba siendo el principal instigador de toda aquella lujuria, compinchado con su prima, induciendo a Álvaro y a su tío Andrés al hablarle de su madre, al permitirles que la vieran desnuda. Se curvó hacia ella y comenzó a besarla por el culo, estampándole besitos en sus flácidas nalgas. Adela se removió y terminó por volverse boca arriba, con una sonrisa en la boca, con sus tetazas cayéndose lacias hacia los costados.

-                          Eres insaciable, hijo, ¿tienes ganas?

-                          Sí, ¿y tú?

-                          Sí -. Le miró mientras se forraba la verga con el preservativo -. Ven, hijo, ven conmigo.

Abrió los brazos y Derek se le echó encima, besándola delicadamente, aplastándole las tetas con el pecho, y removiéndose hasta hundirle la polla en el jugoso y húmedo coño. Adela separó las piernas y le rodeó con los brazos plantando las manitas en las nalgas de su hijo para ayudarle a empujar. Derek comenzó a subir y bajar el culo para follarla, tratando de jadear ruidosamente, con la cara hundida por encima de su hombro. Adela gemía abrazada a él, mirando hacia el techo, concentrada en cómo la polla de su hijo recorría sus entrañas. Con las manos acompañaba los movimientos de su culo. A veces se morreaban, pero Derek procuraba jadear en alto. Fuera, en el pasillo, Álvaro se alertó tras los intensos jadeos procedentes del otro lado de la puerta y pegó la oreja a la madera. Diferenció claramente los gemidos de Adela, mezclados con jadeos secos de su hijo y con el rechinar de la cama. Se quedó atónito, como si no terminara de creérselo. Dentro de la habitación, Derek aceleró las clavadas hasta frenar en seco con el culo contraído, corriéndose en el preservativo, con la verga incrustada en el coño de su madre. Ella respiró aliviada acariciándole el culo con las manitas y él la rozó con los labios, aún sin perder la excitación tras la corrida, pues era probable que Álvaro se hubiese percatado de todo. El morbo le superaba. Estaba corriendo un riesgo muy grande haciéndole saber a un salvaje, como era el novio de su prima, que follaba con su madre. Derek se incorporó y se quitó la goma dejándola caer al suelo, luego se apeó de la cama y se lió una toalla a la cintura.

-                          Voy abajo, ¿vale? Voy preparando el café.

-                          Estupendo, hijo, yo me voy a ir vistiendo.

Abrió la puerta y salió al pasillo cerrando tras de sí, como para aparentar naturalidad. Estaba vacío y ahora dudaba si su plan había surtido efecto. No sabía cómo podría reaccionar Álvaro si les había escuchado, aunque podía imaginárselo. Caminó hasta que pudo ocultarse en el primer rellano de la escalera y allí aguardó impaciente. Como había previsto, Álvaro apareció al minuto. Llevaba sus pantalones cortos de lino blanco e iba con el torso desnudo. Se acercó a la puerta y sujetó el pomo. Se quedó pensativo unos segundos, pero después irrumpió precipitadamente. Cuando oyó el portazo, Derek salió de su escondite y caminó despacio hasta la puerta, dispuesto a escuchar.

Adela se encontraba al otro lado de la cama. Acababa de ponerse un tanga de color crema muy ajustadito, con las tiras laterales hundidas en las carnes y aún tenía sus tetazas balanceantes al descubierto. Al verle entrar, se tapó las tetas con el antebrazo izquierdo y las bragas con la palma de la mano derecha, encogiendo todo su cuerpo.

-                          ¡Álvaro! ¿Qué haces? Me estaba vistiendo -. Álvaro dio unos pasos hacia ella, pisando con la zapatilla el condón lleno de leche -. Sal por favor.

La sujetó por la barbilla y le levantó la mirada bruscamente. Ella continuaba resguardando sus tetas con el brazo, tapando sólo la zona de los pezones, con la mano derecha plantada encima del tanga.

-                          Zorra, sé que te estás follando a tu hijo…

-                          Álvaro – gimió de manera suplicante -, no digas nada, por favor…

Le pasó la mano por encima de la melena afro, alisándole los rizos suavemente.

-                          Tranquila, guarra, conmigo puedes estar tranquila. Tú y yo nos vamos a divertir, ¿verdad?

-                          Álvaro…

La sujetó del brazo y la arrastró hasta la cómoda. Ella trataba de seguir tapándose sus partes íntimas. La sujetó por la nuca y la forzó a curvarse sobre la superficie, prensando sus dos tetazas, cuya masa blanca y esponjosa emergió por los costados. Le bajó el tanga a tirones hasta la mitad de los muslos y la dejó con el culo al aire. Adela, sobresaltada, mantenía la cabeza erguida, mirando al frente, aferrada a los cantos de la cómoda. Álvaro, descompuesto por una excitación eléctrica, se arrodilló abriéndole el culo con ambas manos y pegando la cara para lamérselo, con la lengua fuera, deslizándola desde el coño hasta pasar por encima del ano, largas y profundas lamidas que le mojaron todo el fondo de la raja. Después se incorporó desabrochándose aligeradamente el pantalón mientras ella aguardaba inmóvil, con gotitas de saliva resbalando por sus piernas o por el fondo de la raja. Le había bañado el chocho y el ano en saliva. Dejó caer los pantalones y se bajó la delantera del slip sacudiéndose la verga.

-                          Ábrete el culo, zorra. Cuántas ganas tenía de follártelo…

Acató la orden y echó los brazos hacia atrás abriéndose la raja todo lo que pudo. Con la verga en horizontal, acercó la punta al ano y comenzó a empujar trabajosamente, dilatándoselo, avanzando con dificultad. Ella se quejaba frunciendo el ceño, separándose las nalgas todo lo que podía. Logró embutir la polla en el ano, hasta pegar la pelvis a sus nalgas flácidas y los huevos al chocho, con la barriga rozándole la cintura. La agarró por la cabeza y la obligó a erguirse, para abrazarla y achucharle las tetas blandas con rudeza.

-                          Te gusta, zorra, ¿así te follas a tu hijo?

Comenzó a menearse nerviosamente sobre el culo, tratando de profundizar con la verga, a veces extrayendo un par de centímetros para clavarla secamente. Al mismo tiempo le pellizcaba las tetas con rabia, levantándoselas y zarandeándolas, lamiéndola tras las orejas. Adela soltaba jadeos de dolor mirando al frente, con la boca muy abierta y las cejas arqueadas, percibiendo cómo le abría el culo con el continuo avance y retroceso. Derek escuchaba los gemidos de su madre al otro lado de la puerta. Álvaro apretó la marcha, asestándole fuerte en el culo, hasta que soltó unos rugidos, retorciéndose, sujetándola por las caderas. Adela notó el vertido, notó cómo la leche discurría dentro de su culo. El balanceo de sus tetas fue cesando a medida que Álvaro aminoraba las embestidas. Resopló en su nuca y se apartó extrayendo la polla despacio. Sin volverse, Adela se irguió para subirse el tanga, aunque la leche brotaba por los lados de la tira que llevaba metida por el culo. Cuando se volvió, él estaba abrochándose los pantalones. Se tapó las tetas de nuevo con las palmas de las manos. Extendió el brazo y le acarició la cara.

-                          ¿Te ha gustado, zorra?

-                          No digas nada, por favor, te lo ruego…

-                          Tranquila, mujer, tú y yo nos entendemos, ¿verdad? Vas a ser mi putita, ¿verdad? – le preguntó achuchándole las mejillas -. ¿Verdad?

-                          Sí.

-                          Así me gusta.

Se inclinó y le estampó un beso en la frente, después salió de la habitación.

 

       Un rato más tarde desayunó con su hijo en la cocina. Derek le dijo que la notaba seria y preocupada. Sabía que se la había follado y él había sido el inductor de aquella situación tan embarazosa para ella. Su madre acercó la silla y le habló en voz baja, con la mirada inquieta.

-                          Álvaro ha entrado en la habitación, hijo, nos ha oído, sabe que tú y yo…

-                          Joder, mierda.

-                          Me ha violado – confesó con las manos temblorosas.

-                          ¿Qué?

-                          Me ha obligado, me ha amenazado.

-                          ¿Qué te ha hecho?

-                          Me la ha metido por atrás y se ha corrido. No sé si contárselo a mi hermana y denunciarle…

-                          No, mamá, me moriría de vergüenza si lo nuestro sale a la luz. Hazlo por mí, por favor…

-                          Lo sé, hijo, lo sé, pero qué hacemos… Va a seguir abusando de mí, dice que soy su puta.

-                          Trata de hablar con él, trata de hacerlo entrar en razón, di que nosotros no hacemos nada, que está equivocado. No sé, di que te estabas masturbando.

-                          Está loco, hijo, sé que está loco.

-                          Tranquila – la calmó abrazándola -. Verás como todo sale bien.

Fueron hasta la oficina paseando y hablando del tema, tratando de superar el temor. Ellos se encargaron de abrir. Un cuarto de hora más tarde llegó Olga, quien ocupó su escritorio al lado de su primo y a la hora y media llegó Andrés. Saludó a su hija y estrechó la mano de Derek, acto seguido se metió en el despacho de su madre. Adela lucía un fino vestidito de hilo blanco, cortito y ajustado, que realzaba su trasero voluminoso y el relieve de sus pechos, con escote en U abierta, calzando zapatos blancos de tacón. Apenas la saludó y Adela se levantó acongojada.

-                          Enséñame los informes que te mandé, cojones -. Ella le pasó una carpeta y la hojeó echándole un vistazo -. ¿Qué mierda es ésta?

-                          Es que no sabía cómo hacerlo, yo de ordenadores…

-                          ¡Eres una puerca! – le gritó tirando la carpeta por los aires -. Ya puedes mover el puto coño y preparar esto como es debido…

-                          Sí, sí, Andrés, no te preocupe, dame diez minutos…

Salió echa una fiera y se metió en su despacho cerrando la puerta de un portazo. Derek vio a su madre afanándose en preparar la documentación y enseguida miró hacia su prima.

-                          Te pone cachondo que la trate así, ¿verdad? Como si fuera su puta…

-                          Sí, me pone cachondo. ¿Y a ti?

-                          Me gusta que mi padre la trate así…

Entraron unos clientes y tuvieron que cortar la caliente conversación. Transcurrió otro par de horas. Adela salió de su despacho con los nuevos informes en la carpeta e intercambió una mirada con su hijo antes de dar unos golpecitos en la puerta del despacho de su cuñado.

-                          ¡Pasa! – le gritó desde dentro.

Adela irrumpió cerrando la puerta tras de sí, aunque rebotó en la cerradura y quedó entreabierta. Le entregó los informes y Andrés abrió la carpeta para hojearlos.

-                          Ya está, Andrés, creo que es así como tú los querías, ¿no?

-                          Ya era hora, me cago en la puta – exclamó rodeando la mesa, con la carpeta en la mano -. Eres una perra, todo el puto día tocándote el coño.

Se plantó ante ella, tirando la carpeta encima de la mesa. Ella le miró acobardada, con las mejillas enrojecidas.

-                          Lo siento, Andrés, estaba descolocada.

La miró de los pies a la cabeza, ella pudo detectar su mirada sucia.

-                          Estás buena, hija puta.

Adela sonrió amargamente.

-                          Gracias, Andrés.

-                          ¿Y duermes así, con el puto culo al aire delante de tu hijo?

-                          Yo… Es que… Me acababa de duchar…

Dio un paso hacia ella y le acarició las tetas suavemente por encima del vestido, apretándoselas levemente.

-                          Es joven, seguro que le pones la polla dura cuando te ve estas tetas, ¿verdad? -. Adela desplegó una sonrisa temblorosa, permitiendo que le manoseara las tetas por encima del vestido -. A mí me la pusiste muy dura, ¿sabes, cuñada? -. Adela le miró seria, percibiendo su aliento sobre el rostro. Alzó el otro brazo y deslizó las manos de manera acariciante por sus costados, para elevarle el vestido de hilo blanco lentamente, hasta descubrir su tanga color crema, con la delantera semitransparente, donde se apreciaban los pelillos del chocho apretujados contra la gasa -. No sabes cómo me pones, cuñada, estás tan buena. Parecías una putita. Siéntate.

Obedeció a su cuñado y se sentó en la silla, erguida, con el vestido subido en la cintura y el tanga a la vista. De pie ante ella, comenzó a desabrocharse el pantalón. Olga había cerrado la puerta de la calle y junto con su primo presenciaban la escena desde fuera. Ella estaba detrás de él, pegada a su cuerpo, rodeándole con sus bracitos y masajeándole los genitales por encima del pantalón.

-                          Andrés, esto…

Andrés hizo caso omiso a su súplica, se abrió el pantalón hacia los lados mostrando un slip blanco, con la delantera sucia por manchas amarillentas y con la tela muy tensada. Se curvó hacia delante y le bajó de un tirón el escote y el sostén a la vez, liberando sus dos tetas. Después le apartó la delantera del tanga a un lado y le dejó su chocho pelirrojo a la vista. Enseguida se irguió para bajarse la parte delantera del slip y comenzar a sacudirse la polla muy cerca de su rostro, a veces rozándole las tetas con la punta. Ella le miraba sumisamente con las manos sobre el regazo. Acezaba al masturbarse velozmente, alternando la vista entre el coño y los pechos.

-                          Jodida perra, me pones muy cachondo…

Diminutas salpicaduras de babilla le caían sobre la cara. Andrés flexionó un poco las piernas y le agarró las tetas encajando la polla entre ellas. Se las achuchó para contraer el culo y masturbarse con ellas, con el glande golpeando la barbilla de Adela. Ella continuaba mirándole con su expresión sumisa, notando el deslizamiento de la polla entre sus tetas, notando el pinchazo del capullo en su barbilla. Fuera, Olga, con la cara pegada a la espalda de su primo, le había sacado la verga y se la sacudía con una mano y le acariciaba los huevos con la otra, mientras él permanecía embelesado en la sumisión de su madre.

-                          Chúpamela un poco -. Le ofreció la polla y le empujó la cabeza para que se la lamiera -. Mastúrbate.

Le follaba la boca sin que ella moviera la cabeza, metiéndosela entera, hasta pegarle los huevos a la barbilla. Las babas le chorreaban por la comisura de sus labios y le goteaban en las tetas. Al mismo tiempo, ella se acariciaba el chocho con la mano derecha, con las yemas de los dedos, de manera muy suave. Olga le atizó fuerte a su primo y al segundo salpicó semen sobre el suelo, aunque continuó acariciándosela, pegando el coño a su culo y removiéndose sobre él.

-                          Mira qué puta es tu madre – le susurró la oído.

Andrés le sujetaba la cabeza con ambas manos mientras se la metía por la boca, provocándole continuos vómitos de babas que poco a poco fueron impregnando sus tetas de gruesos salivazos. Le sacó la verga de repente y la sujetó del brazo.

-                          Levanta -. Adela se levantó -. Ponte aquí.

La colocó de espaldas a la mesa, con el culo apoyado en el canto. Sosteniéndose la polla, la guió hasta el chocho, pegándose a ella, comprimiéndole las tetas con su panza y sus pectorales, rodeándola con los brazos y penetrándola de un golpe seco. Adela gimió frunciendo el ceño. La embestía y se paraba con el culo contraído, follándola de pie contra la mesa, con la braga apartada a un lado. Bastaron tres acometidas para que Adela notara cómo le anegaba el chocho de leche. Se apartó de ella satisfecho, con la verga impregnada de semen por todo el tronco. Se subió el slip y se abrochó los pantalones, sin dejar de mirarla, observando cómo le manaba leche del chocho.

-                          Colócate y lárgate, tengo que hacer unas llamadas. Y ni una puta palabra de esto a nadie, ¿me has entendido?

-                          Sí.

Se colocó la delantera del tanga y se bajó el vestido, después se forró las tetas con el sostén y se subió el escote alisándose toda la delantera. Abandonó el despacho aligeradamente. Su hijo la miró y ella le sonrió con cierta amargura, pero se acomodó ante su escritorio, fingiendo que no había pasado nada. Después Derek compartió con su prima otra mirada de lujuria.

 

         No fue nadie a comer a casa, sólo Derek y su madre. Adela, sin saber que su hijo estaba al corriente de todo, prefirió no contarle nada acerca del polvo que le había echado su cuñado. De buenas a primeras, la habían follado tres hombres, incluido su hijo, después de tantos años de fidelidad. Preparó unas tortillas y almorzaron los dos en el porche, después Derek se tendió en el sofá del sillón con la intención de dormir un poco. Desde su llegada a aquella casa, habían sido pocas las horas de sueño. Adela se desvistió y se puso el bikini anaranjado de su sobrina para tomar un rato el sol y así emplear el tiempo de relax para reflexionar acerca de lo que le estaba pasando. Álvaro, el novio de su sobrina, había descubierto la relación sexual con su hijo y la chantajeaba y con su cuñado no había sabido resistirse. Se tendió en la hamaca del solárium y a los cinco minutos sonó el timbre. Derek abrió los ojos, pero enseguida volvió a cerrarlos para fingir que dormía. Vio pasar a su madre en dirección a la puerta, con el bikini puesto y unos zuecos de tacón que provocaban un fuerte vaivén en su culo y en sus pechos. Adela estaba convencida de que iba a ser su hermana, pero al abrir la puerta se encontró con Álvaro. Se quedó enmudecida al verle, con las mejillas ruborizadas.

-                          ¿Qué tal, Adela?

-                          ¡Álvaro! Pasa. Tenemos que hablar.

-                          Claro que tenemos que hablar, puta.

-                          Álvaro, por favor. Tomemos un café y hablamos, ¿de acuerdo?

Le dejó pasar y le condujo hasta la cocina, marchando ella delante, exhibiendo los contoneos de su gran culo. Derek, fingiendo que dormía, les vio pasar con su madre en primera posición. Se adentraron en la cocina. Adela se dirigió hacia la encimera y encendió la cafetera, pero mientras se calentaba, se volvió hacia él.

-                          Álvaro, estás equivocado… Mi hijo y yo no…

-                          Quítate las bragas.

-                          ¡Álvaro!

Álvaro extendió el brazo derecho y le tiró fuerte de la tira lateral, bajándoselas de un lado.

-                          ¡Que te bajes las putas bragas!

-                          Vale, tranquilo, mi hijo está en el salón, no te pongas así.

Se deslizó las braguitas del bikini hasta quitárselas, mostrando su chocho peludo y pelirrojo. Las tiró encima de la mesa. Derek podía oír desde el sofá las imposiciones de Álvaro.

-                          No es lo que tú crees, Álvaro, estás equivocado…

-                          Deja que te vea las putas tetas.

Echó los brazos hacia atrás y se desabrochó el sostén, retirándoselo y quedándose desnuda, salvo por los zuecos de tacón. Sus pechos se movían levemente.

-                          Álvaro, por favor.

-                          Vamos a tu habitación.

-                          Por favor, te lo ruego.

-                          Muévete, zorra.

Temerosa, se dirigió desnuda hacia la salida de la cocina. Derek entreabrió los ojos y les vio pasar, a su madre desnuda y al novio de su prima tras ella, como si fuera su chulo, dispuesto a emputecerla, embelesado en los meneos de su culo por efecto de los tacones de los zuecos. Adela marchaba delante subiendo las escaleras y Álvaro detrás, con los ojos clavados en el enorme culo, con los pelos del chocho sobresaliendo entre las piernas y la rajita rozándose al subir. En cuanto torcieron por el recodo de la escalera, Derek se levantó para espiarles.

Irrumpieron en el cuarto y no cerraron la puerta. Adela, desnuda y nerviosa, se giró ante Álvaro, tapándose los pechos con el antebrazo y el chocho con la palma de la mano. Se sentía como una esclava ante aquel chico joven. Ya se había despojado del polo y estaba desabrochándose los pantalones.

-                          Álvaro – Se quitó el pantalón y comenzó a bajarse el slip descubriendo su polla erecta -. Mi hijo y yo no hemos hecho nada, te estás equivocando, yo solo…

Ya desnudo, la agarró de los pelos cortándole la frase y la empujó hacia el lavabo. Encendió la luz. Adela se quejaba por el tirón en su melena afro, con sus tetazas bailando alocadamente por sus bruscos movimientos, aún con una palma plantada en su chocho para taparse. La forzó a curvarse sobre el lavabo y le soltó los pelos. Adela mantuvo la postura, curvada, con la cara mirando hacia el fondo. Álvaro puso el tapón y colocó la verga por encima del borde, apuntando hacia el interior. El tronco duro le rozaba la mejilla. Comenzó a orinar, con un chorro flojo que fue aumentando progresivamente de potencia. Cientos de gotitas le caían en la cara a modo de diminutas salpicaduras, pero no se atrevía a retirar la cabeza. El lavabo iba llenándose de un caldo verdoso claro. El olor le invadía la nariz. Le meó la cara, apuntándola directamente por la zona de la sien, salpicándole la melena y cayéndole un torrente por la mejilla. Sentía arcadas, pero aguantaba con la cabeza dentro del lavabo. El chorro fue cortándose hasta que se la sacudió salpicándola. La agarró de los pelos.

-                          Eres una guarra que se folla a su propio hijo -. Le hundió la cara en el orín, manteniéndosela sumergida un par de segundos -. ¿Te gusta, guarra? Bebe, cabrona -. Le acercó la cara sumergiéndole la nariz y tímidamente Adela sacó la lengua bebiendo como una perrita -. Así me gusta, hija puta.

La cara le chorreaba. Derek, desde la habitación, observaba a su madre beber con la lengua fuera, sujeta por los pelos, curvada hacia el lavabo. Tuvo que sorber durante unos cuantos segundos a pesar de las arcadas y las muecas de asco, hasta que la incorporó tirándole de los pelos. Álvaro se comportaba duramente con ella. Agarrándola, con toda la cara empapada, con las tetas llenas de salpicaduras, Álvaro la sacó del baño. Derek les esperaba fuera. Álvaro frenó en seco, sorprendido por la inesperada presencia de Derek, aunque mantuvo a Adela agarrada de los pelos, como si la llevara presa. Derek y su madre se miraron a los ojos. Tenía toda la cara mojada, con multitud de gotitas verdosas repartidas por las tetas. Ya no se tapaba, mantenía los brazos pegados a los costados, dejándose dominar por el joven novio de su sobrina. Transcurrieron unos segundos de tensión, de incómodo silencio, hasta que Álvaro descifró las lascivas sensaciones de Derek.

-                          ¿No te gustaría mearte encima de esta guarra? – le retó Álvaro, que aguardó unos segundos a esperas de su reacción – Arrodíllate, puta.

Diligentemente, Adela se arrodilló al lado de Álvaro. Miró sumisamente a su hijo cuando éste dio un paso hacia ella. Álvaro le tiró de la cabeza hacia atrás, tensándole los músculos del cuello. Adela frunció el entrecejo, abriendo la boca y mirando al techo. Álvaro la soltó, pero ella mantuvo la cabeza echada hacia atrás. Al instante sintió un chorro por sus tetas, ascendiendo lentamente por su cuello hasta que con una trayectoria curva le empezó a caer dentro de la boca. Provenía de la polla de su hijo. Trataba de vomitarlo a medida que le iba cayendo, con torrentes verdosos cayéndoles por la barbilla en dirección a su tórax. Notó el roce de la polla de Álvaro por la mejilla, acercándosela a la comisura de los labios, hasta que se puso a mear. Dos gruesos chorros le llenaban la boca. Le rebosaba por todos lados, empapándole todo el cuerpo, con los dientes y la lengua sumergidos. Trataba de taponar la garganta juntando el paladar y la lengua. Los chorros fueron cortándose poco a poco. Mantuvo la cabeza echada hacia atrás, mirando hacia el techo, llena de orín amarillento. De reojo vio que Álvaro se sacudía la verga velozmente apuntándola. También su hijo la encañonaba masturbándose a la desesperada. Comenzaron a caerle salpicones de semen por la cara, procedentes de la polla de Álvaro, y al segundo le cayeron gruesas porciones en la boca, porciones que flotaron en el caldo amarillento. Les miró a los dos, después cerró la boca y se tragó todo. Al abrirla de nuevo, una arcada la obligó a curvarse a cuatro patas sobre el suelo, vomitando babas amarillentas, carraspeando envuelta en severas muecas de repugnancia, con las babas uniendo su boca y las baldosas. Le goteaba pis de sus tetas, del vientre y sentía el chocho empapado. Trató de relajarse respirando por la boca, lanzando escupitajos contra el suelo, tratando de desahcerse del fuerte sabor avinagrado, observando a su alrededor los pies de su hijo y del novio de su sobrina. Álvaro le atizó unas pataditas en el culo con la planta del pie y después recogió sus prendas abandonando la habitación. Adela, ya más recuperada, se incorporó sentándose sobre sus talones, con todo el cuerpo empapado, con el rostro salpicado de esperma, arrodillada en mitad de un charco de pis. Su hijo permanecía de pie ante ella, guardándose la verga en ese momento.

-                          Nos tiene pillados, mamá. Lo siento. Será mejor que limpies todo esto.

Adela, tratando de limpiarse el rostro con el dorso de las manos, asintió, mirándose el cuerpo, mirando el charco donde se encontraba arrodillada, notando cómo le chorreaba la melena, con un sabor horrible en la boca, sintiéndose muy guarra. Su hijo pasó por su lado hacia el baño.

-                          Voy a ducharme.

Cerró la puerta tras de sí encerrándose dentro. Con mucho cuidado de no resbalar, se levantó apartándose del charco, volviendo a escupir, afectada por muecas de asco. Sacó una toalla del armario y se fue secando el cuerpo, primero la cara, las tetas, el vientre y el chocho. Necesitaba lavarse, limpiar y ventilar la habitación. Tiró la toalla mojada al suelo y cogió otra liándosela alrededor del cuerpo, tipo top, como si fuera un vestidito muy cortito, y salió al pasillo para ir en busca de la fregona. Pero se detuvo en seco al encontrarse a Álvaro apurando un cigarrillo, desnudo, con los zapatos y los calcetines puestos, aún con la verga empinada. Se miraron a los ojos durante unos instantes. Después él dio un paso hacia ella, la sujetó por la cintura y la giró colocándola contra la barandilla. Ella miraba hacia el vacío, hacia el salón, notando cómo le subía la toalla y la dejaba con el culo al aire. Después notó cómo le hurgaba con la polla por los bajos del culo y cómo se la hundía en el chocho. Notó sus manazas sujetándola por la cintura. Le asestó una clavada seca. Ella emitió un bufido. Otra más, ahondando bien con la polla. Adela apretó los dientes. Y un tercer empujón, aplastándole el culo con la pelvis, empujón que provocó un abundante derramamiento de leche dentro de su coño. Ella cerró los ojos percibiendo cómo se corría, sintiendo cómo le acariciaba las tetas por encima de la toalla, sintiendo su aliento en la nuca.

-                          Qué puta eres. Cómo me gusta follarte.

La besó en el cuello y dio un paso atrás extrayendo la verga del chocho. Adela, sin volverse, se bajó la toalla tapándose y giró caminando hacia el cuarto de su hermana, con el chocho calentito por la nueva follada.

 

            Esa noche, Olga y Álvaro no acudieron por casa. Cenaron los cuatro en el porche, Derek y su madre y Lydia y Andrés. Lydia estaba hecha polvo por su borrachera de la noche antes y nada más terminar de cenar se tumbó en la hamaca adormilándose con la brisa nocturna. Derek se tendió en el sofá para ver un rato la tele y su madre se ocupó de quitar la mesa. Estaba lavando los platos cuando vio que su tío Andrés se acercaba a ella y le susurraba algo al oído. Al instante, su madre cerró el grifo, se limpió las manos y marchó delante de su cuñado en dirección a las escaleras. Al pasar por el salón miró de reojo hacia su hijo. Fue una mirada intensa y profunda. Una mirada que cambiaba sus vidas. Se entregaba como una puta. Desaparecieron de su vista. Derek se levantó y dio unos pasos hacia el primer escalón. Habían transcurrido unos cinco minutos desde que habían subido. Su tía dormía en la hamaca. Agudizó el oído y la escuchó gemir en la lejanía. Se la estaba follando, se la follaba a su antojo, cada vez que le daba la gana, como hacía él, como hacía Álvaro. Se había convertido en la puta de todos ellos, ella, su madre, una viuda fiel. Él se había encargado de prostituirla, su propio hijo. Ese día daba comienzo un nuevo punto de partida para su madre. Culminaba una vida cargada de fidelidad y honestidad. Por una serie de circunstancias, entre las que se encontraba la instigación de su propio hijo, una instigación promovida por un simple comentario cuando llegaron a la casa de Lydia, Adela, viuda fiel y madre, se convertía en la puta de su propio hijo, en la puta de su cuñado y en la puta del novio de su sobrina. Derek sabía que a su madre le deparaba mucha lujuria. Daba comienzo para todos los miembros de la casa, una vida desenfrenada. FIN. Carmelo Negro.

Gracias por vuestros comentarios. Estoy en Facebook y Messenger. Mi email: joulnegro@hotmail.com**

 

 

 

 

 

 

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