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Historia de un maricón (Primera parte)

en Amor filial

Historia de un maricón (Primera parte)

           

(Llegué al punto de compartir a mi mujer la noche de nuestra boda, olerle el coño a mi hermana mientras él se masturbaba o mirar los ojos de mi madre mientras mi primo se la follaba.)

 

                   Me llamo Carlos y ésta es mi vida. Las pajas que le hice a mi primo Ismael me marcarían con el tiempo, sobre todo marcarían la relación con las mujeres de mi vida, como mi madre, mi hermana y mi mujer, porque terminé convirtiéndome en su esclavo sumiso, en su objeto para llevar a cabo sus fantasías. Llegué al punto de compartir a mi mujer la noche de nuestra boda, olerle el coño a mi hermana mientras él se masturbaba o mirar los ojos de mi madre mientras mi primo se la follaba. Me vi inmerso en un mundo de incesto y humillación. Hubiese sido un chico normal de no haber sido por una serie de circunstancias que me convirtieron en lo que soy hoy en día, un cornudo sumiso.

Mi vida comenzó a depender de mi primo Ismael cuando terminé en el instituto y me matriculé en la Universidad con el objetivo de estudiar Medicina, mi gran pasión desde muy jovencito. Tenía por entonces 18 años. Yo era un chico normal, sin inquietudes homosexuales, alegre, mi padre era farmacéutico y mi madre trabajaba como enfermera en un hospital. Mi hermana Sonia me llevaba seis años y era estudiante también de tercero de Medicina. Vivíamos en un pueblo pequeño de la costa gallega, en una bonita casa al lado de la playa. Aunque económicamente la familia estaba asentada, mi madre funcionaria y mi padre propietario de una farmacia, me tenían muy mimado y no me faltaba de nada, ni a mí ni a mi hermana Sonia.

Pero quería independizarme, había terminado el instituto y después del verano tendría que irme a vivir de alquiler a la ciudad para comenzar mis estudios de Medicina. Quería tener mis propios ahorros, aunque mis padres me pagarían la matrícula y la manutención. Le pedí a mi padre que a través de sus amistades, me buscara un trabajo para el verano, para ahorrar un dinerillo, pero no me hizo mucho caso, me recomendó que me dedicara a descansar, que había sacado muy buenas notas y que no me hacía falta trabajar, que no me faltaría de nada.

Me apunté a un gimnasio para matar el tiempo. Me gustaba el deporte, el surf y la bicicleta. Yo era un chico delgado, alto y musculoso, y muy coqueto. Me gustaba depilarme las piernas para la bici y el pecho para el surf. Casi todo el año tenía la piel muy bronceada por mis horas en la playa. Tenía una melena morena muy cuadradita de cabellos lisos y la verdad, era bastante ligón, aunque siempre fui muy cortado cuando las chicas me entraban.

Un día de primeros de julio, coincidí con mi primo Ismael en un bar de cañas. Ismael me llevaba doce años, acababa de cumplir los treinta, era alto y robusto, casi siempre llevaba su cabeza rapada y solía dejarse perilla. Le encantaba la cerveza, de ahí que su barriga pronunciada le afeara el cuerpo. Era un chico de un fuerte carácter. Por lo demás, era una buena persona y yo mantenía una buena relación con él. También era el sobrino mimado de mi madre porque mi tía Lola, la hermana de mi madre, había fallecido e Ismael era hijo único. Pasaba largas temporadas fuera de casa porque trabajaba como marinero en un barco de altura. Y fue él quien me propuso mi primer trabajo cuando yo le hablé de mis ganas de trabajar y ahorrar un dinerillo de cara a la universidad.

-          El patrón busca marineros para nuestra próxima salida. Vente, primo, serán veinte o veinticinco días y te pagarán dos o tres mil euros dependiendo de lo que cojamos. Te van a venir de puta madre para tus gastos.

-          Pero yo no tengo ni idea de cómo…

-          Por eso no te preocupes, coño, yo te enseño, además, tampoco hay que ir a la universidad para trabajar en un barco de pesca.

-          Por mí sí, Isma, voy a hablar con mi padre, a ver si cede.

-          Yo hablo con tu padre, verás cómo lo convenzo.

Logré convencer a mis padres aquella misma tarde para emprender mi aventura en un barco de pesca. A ellos les tranquilizaba la compañía de Ismael, le veían como mi hermano mayor, y también me vendría bien para valorar el dinero, el esfuerzo y el trabajo. Preparé una maleta con algunas mudas, metí unos libros y mi ordenador portátil, y partimos un domingo al amanecer rumbo a alta mar, donde previsiblemente pasaríamos cerca de un mes.  

       El total, contando con el patrón, íbamos ocho marineros, todos con edades comprendidas entre los treinta y los sesenta y cinco años. Yo era el más joven de todos con diferencia, el pipiolo de la tropa. Empezaron a apodarme el pijo. Mi forma de vestir, mi refinada educación y mi carácter coqueto, contrastaba con la estampa típica de aquellos marineros, casi todos gordos, brutos y con densas barbas. Se trataba de una vida bastante dura, había que trabajar a destajo y a cualquier hora, sólo nos podíamos duchar cada tres días, todo estaba milimétricamente calculado.

El primer día sólo navegamos hacia el punto exacto donde el barco comenzaría a faenar. Iba a pasar mi primera noche en alta mar. Compartía camarote con mi primo Ismael. Era un pequeño habitáculo dotado de una litera con camas estrechas, dos taquillas, una pequeña mesa de estudio plegable y un urinario de pared con un portarrollos de papel higiénico. Quedamos que yo dormiría en la cama de arriba.

Tras la cena, acompañé a Ismael al camarote para dormir. Cerramos la portezuela y encendió la pequeña lámpara que iluminaba tenuemente la estancia. Yo me dediqué a terminar de colgar la ropa en mi taquilla y él se desnudó, se quedó en slip. Luego se sentó en la cama, se encendió un pitillo y sacó una petaca llena de whisky. Nunca había tenido la oportunidad de verle desnudo, y aquella noche me impresionó su cuerpo seboso y peludo. Estaba fuerte. Era alto y robusto, con piernas gruesas y brazos tatuados. Impresionaba su barriga, dura y curvada, salpicada de vello, con anchas espaldas. Y me llamó la atención el enorme bulto genital, donde se apreciaban los contornos de un pene gigantesco. Los pelillos le sobresalían por la tira superior y por los lados, por donde se le podía ver parte de los huevos.

Me daba corte, pero empecé a desnudarme. Me había llevado un pijama, pero al ver que él dormiría en calzoncillo, me dio cosa vestirme como un pijo delante de él. Se levantó y se acercó al urinario. Me fijé en su culo, gordo y carnoso. La raja del culo le sobresalía por la tira superior al tener la tela tan tensada. Oí el chorro de pis. Cuando se dio la vuelta, yo ya estaba en bóxer, con mi cuerpo morenito y depiladito. El bulto le botaba con los pasos.

-          ¿Tienes sueño? – me preguntó bebiendo de la petaca.

-          No, no mucho.

Sacó de debajo del colchón unas revistas pornográficas.

-          Toma, primo, hazte una paja sí quieres, aquí hay que matar el tiempo de alguna manera, ¿entiendes? -. Cogí una de las revistas y él se quedó con otra. La hojeé con una sonrisa en la boca. Me daba corte masturbarme delante de él -. Háztela, muchacho, cómo vas a aguantar tanto tiempo sin mojarla. ¿Te da vergüenza?

-          No, pero es que…

-          Yo me la voy a hacer viendo a estas putas tías. Están riquísimas. No te importa que me haga una paja, ¿verdad?

-          No, no, tranquilo…

Me mantuve de pie con la revista porno en la mano mientras él entraba en la cama de abajo, con otra revista, y se tumbaba boca arriba con su cabezota rapada hundida en la almohada. Mantuvo la revista en alto con la mano izquierda y bajó la derecha. Se la metió dentro del calzoncillo y se sacó una verga enorme, muy gruesa en la base y picuda en la zona del capullo, de piel muy oscura, con venas señaladas alrededor del tronco, era un mazo de carne que ridiculizaría mi pene si lo mostraba. Asomaron parte de sus huevos gordos y duros, con abundante vello por su superficie áspera.

Se la empezó a machacar embelesado en una página de la revista que mantenía en alto. Al cabo de unos segundos, me miró. Vio que le observaba. Yo continuaba de pie ante las literas.

-          Tengo una buena polla, ¿eh? Con ésta le reviento el coño a cualquier puta de éstas…

-          Sí – sonreí.

-          A ver la tuya.

Ruborizado, me bajé la parte delantera del bóxer. Le mostré mi pene, fino y pequeño, aunque lo tenía erecto, pero parecía un enano comparado con el suyo. Yo estaba depilado y tenía unos huevitos pequeños y redondos.

-          Joder, primo, con eso no le haces a una tía de éstas ni cosquillas. Y encima, te depilas como una buena maricona. Estas putas lo que quieren es un buen macho, un buen nabo. Ven, siéntate… -. Dio unos golpecitos en el colchón para indicarme donde debía sentarme. Solté mi revista y me senté a la altura de su cintura, mirando hacia él, ya con mi bóxer subido -. Tócamela, ya verás.

Con las mejillas abrasándome por el rubor, con una erección bajo mi bóxer, quizás por el morbo de aquella atmósfera, acerqué mi mano izquierda y le agarré aquel enorme vergón. Era carne dura, como una porra de goma, noté sus venas palpitantes.

-          ¿Te gusta? ¿Eh? ¿Te gustaría tener una polla como la mía?

-          Joder, sí, qué grande, debe de dolerle a las tías – le dije manteniéndola rodeada con mi mano -. Las debes de asustar.

-          Ufff, qué gusto cuando te toca alguien – suspiró -. Qué suave tienes la mano, como la de una tía. ¿Por qué no me das un poquito? Hazme ese favor, primo… Entre los marineros, a veces, nos hacemos este tipo de favores, ¿me entiendes?

Se la levanté un poco y empecé a masturbarle machacándosela a un ritmo lento. Se relajó soltando bufidos, atento a la página, como si se imaginara que yo era la tía de la foto. Su barriga subía y bajaba nerviosamente producto de su excitación. Fruto de los tirones, se le salieron los huevos, que se movían al son de la polla. Aceleré un poco causándole un hondo jadeo, hasta el punto que soltó la revista para extender los brazos. Se la meneaba sin pausa. Al ver que entrecerraba los ojos, me metí la mano derecha dentro del bóxer para pellizcarme mi pene. Entonces me miró y vio que me masturbaba con la mano dentro de mi bóxer y que no paraba de meneársela a él.

-          Te he puesto cachondo, ¿eh, maricona?

-          Me da morbo – reconocí un tanto abochornado.

-          ¿Sabes en quién estoy pensando?

-          ¿En quién?

-          En tu madre. Cómo me gustaría follármela.

-          ¿En serio?

-          Ummmm, sí, y a la puta de tu hermana también. Ufff… Me voy a correr… Dame más fuerte, maricona – apremió cabeceando y entrecerrando los ojos.

Me corrí antes que él dentro del bóxer. Agilicé los tirones y al instante la polla comenzó a salpicar leche sobre la barriga peluda, salpicones gruesos y espesos. Cuando ví que dejaba de brotar semen, paré  y se la solté.

-          Trae algo para limpiarme. Te podías haber traído unas bragas de tu madre o de tu hermana.

-          Jajaja, no sabía que te excitaban.

-          Son unas putas.

Corté un trozo de papel higiénico y volví sentarle para limpiarle los salpicones de semen de la barriga. La polla se reblandecía.

-          Bueno, primo, gracias, y perdona, coño, es que en estos sitios…

-          No pasa nada, Isma.

Se subió el slip y trató de relajarse cerrando los ojos. Yo subí a mi cama de arriba y me tendí pensando en la experiencia que acababa de vivir. Fue la primera paja que le hice a mi primo. Y me había corrido con ello.

        Sonó el despertador muy temprano, a las cuatro y media de la madrugada. Había que empezar a faenar, ponerse manos a la obra. Bajé de la cama con la intención de ponerme el mono de trabajo. Mi primo Ismael ya estaba levantado y lo primero que hizo fue darle un trago a la petaca. Estaba en calzoncillos.

-          Ven, primo, acércate… - Me acerqué con él al urinario. Se colocó ante el recipiente y yo permanecí a su derecha. Se bajó la delantera del slip. Tenía el vergón hinchado -. Joder, tío, me he levantado cachondo, como ayer hablamos de ella, me he tirado toda la noche pensando en la puta de tu madre. Hazme una pajita, anda, para quitarme el calentón.

-          Sí, sí…

Acerqué la mano derecha y le cogí la polla dura. Se la bajé y se la empecé a machacar a un ritmo veloz, apuntando hacia el interior del urinario. Él bufaba con los ojos entrecerrados, cabeceando de placer.

-          Ufff… Qué bien lo haces, maricona… Qué buena está tu madre… No se me quita de la puta cabeza. Sigue… Sigue… Ummm…

Enseguida la verga se puso a salpicar leche por las paredes cóncavas del urinario. Yo le seguía tirando, aminorando las sacudidas, hasta casi frenar, pero a continuación le salió un potente chorro de pis amarillento y se la tuve que sujetar mientras meaba.

-          Ohhhh… Me imagino que eres la puta de tu madre… - me sonrió mientras meaba.

-          Entonces, ¿te gustaría follarte a mi madre?

-          Le rompía ese culo gordo esa zorra.

En cuanto terminó de mear, se la sacudí y se la solté. Luego tiré de la cadena. Tenía el dorso de la mano salpicado de pis y tuve que enjabonármelas bien en el servicio, donde me hice yo mi paja. Me estaba convirtiendo en su maricón, para sus desahogos, pero era algo que me excitaba. Luego nos vestimos y fuimos a cubierta a trabajar.

     Fue un día duro. Mi primo se acostumbró a que cada noche le hiciera una paja mientras hojeaba una de sus revistas pornos. Estaba obsesionado con mi madre y mi hermana y a veces hablaba de ellas como si fueran putas. Yo le seguía la corriente y me masturbaba mientras se la meneaba. Él sabía que me excitaba pajearle. Se conformaba con una paja, no me pedía mamadas ni cosas raras, sólo algunas mañanas, cuando se le antojaba que le hiciera una ante el urinario, después se la tenía que sujetar para que meara. Era su maricón, para sus alivios sexuales, y a mí me excitaba, incluso deseaba que me pidiera una mamada. Temía convertirme en homosexual, enfrentarme a mi entorno, con sólo pensarlo me moría de vergüenza. Me gustaban las mujeres, pero mi primo me arrastraba a un morbo especial.

    Unos días más tarde, terminamos de trabajar a la tres de la mañana. Llevábamos más de ocho horas seguidas currando. Ismael se quedó con los colegas en cubierta dando un trago y yo me fui al camarote. Me desvestí y me senté ante la mesa plegable para enredar un poco en el portátil. Al poco rato, llegó mi primo. Se quitó el pantalón y se sacó la camiseta. Llevaba un  slip blanco. Se puso a mear ante el urinario mientras yo tecleaba en el ordenador. Luego se acercó hasta mí.

-          ¿No tienes ahí fotos de tu madre o de tu hermana?

-          Sí.

-          ¿Por qué no me las enseñas?

-          Espera.

Le abrí una carpeta donde aparecían las dos en la playa. Era una sucesión de fotos en bikini. Le cedí la silla y me coloqué de pie a su derecha. Enseguida se bajó la delantera del slip, embelesado en la pantalla donde aparecían mi madre y mi hermana en bikini.

-          Mira la puta de tu madre qué buena está… Hazme una paja… -. Me incliné y se la agarré con la derecha para empezar a machacársela -. Qué pedazo de culo tiene la cabrona… Ummm… Y mira tu hermana, la hija puta, qué tetazas más ricas…

Le meneé bien la verga, acelerando poco a poco.

-          Me gustaría que te la follaras – le dije.

-          Sigue, maricona, que me voy a correr… Me voy a correr con la puta de tu madre, maricón… Ahhh… Ahhh…

Di un fuerte acelerón y frené los tirones de golpe. La polla comenzó a verter gruesas porciones de semen contra el suelo, hasta formar un charquito gelatinoso entre los pies de Ismael. Se la escurrí apretándole el glande.

-          Trae algo para mear…

-          Espera…

Era algo que le encantaba. Acerqué una botella de agua vacía de litro y medio. Volví a inclinarme y le cogí la polla con la izquierda. Traté de meterle el capullo dentro de la boca de la botella, pero no cabía. Comenzó a mear, atento a la pantalla. Con una mano le sujetaba la verga y con la otra mantenía la botella inclinada para que meara dentro. Casi llegó a llenarla entera. Aguanté unos segundos y después retiré la botella y le solté el vergón. El pis era de un amarillo claro.

-          Imagina una paja de mi madre, ¿eh?

-          Ufff, sería la hostia que pudiera pajearme. Y a tu hermana también…

Vertí el pis en el urinario y después nos acostamos. Mi primo me tenía enviciado, hasta el punto de que no me importaba de que tratara a mi madre y a mi hermana como putas. Ya a oscuras, en mi cama, me tuve que masturbar.

      Mi aventura en alta mar estaba llegando a su fin. Ya estábamos de regreso y nos tiraríamos todo el día navegando. Estaba prevista nuestra llegada a puerto al amanecer, por lo que pasaría mi última noche con mi primo en aquel camarote tan pequeño. Había vivido una experiencia insólita para mí, me había convertido en el mariquita de mi primo. Le había hecho infinidad de pajas, le había mostrado fotos de mi madre y de mi hermana, había permitido que las insultaras y le había puesto a mear casi cada mañana. Me sentía muy maricón, su maricón, aunque sentía miedo escénico para cuando tocara tierra firme, como si temiera que ahora me iban a empezar a gustar los hombres. Me imaginaba a mis amigos y a mis padres, me moría de vergüenza con sólo imaginarlo.

Aquella noche cerré el portátil justo cuando él entraba. Venía de la ducha, con una toalla liada en la cintura. Se deslió la toalla y se quedó desnudo. Tenía el pollón flácido, colgando hacia abajo. Se sentó en el borde de su cama, con las piernas separadas.

-          Ven acá, maricón, hazme una buena paja.

Yo sólo estaba con el bóxer. Me arrodillé entre sus robustas piernazas y le agarré la verga con la mano derecha. La tenía blanda y tuve que endurecérsela mediante caricias por el tronco. Poco a poco logré empinársela y se la comencé a cascar. Yo me mantenía erguido y él también, nuestros rostros permanecía cara a cara.

-          Te gusta pajearme, ¿eh, maricón?

-          Sí… - le dije zarandeándole bien la polla -. Me excita pensar que te follas a mi madre.

-          Jodida puta, la obligaría a olerme el culo. ¿Quieres olerme el culo, mariquita?

-          Sí… - le dije un tanto sorprendido.

Ismael se tendió hacia atrás y yo le solté la verga. Elevó las piernas hacia arriba, flexionadas, y se la agarró él mismo para masturbarse. Vi cómo sus huevos se movían por los fuertes tirones que se daba.

-          Vamos, marica, huéleme el culo como si fueras la zorra de tu madre…

Sólo le sobresalía un trozo de raja peluda. Me senté sobre los talones y me curvé hacia él acercando la cara. Enseguida me vino el olor pestilente, pero metí un poco la punta de la nariz en la raja y comencé a olisquearle el culo mientras él se masturbaba, con los huevos botando en mi frente. Me metí las dos manos en el bóxer para masturbarme mientras le olía el culo a mi primo. Era un  hedor desagradable que me secaba la garganta, pero aspiraba profundamente para que me oyera, con la cara pegada a su culo. No era el olor, era el gesto de verme sometido.  

-          ¡Huele, puta! – apremió dándose fuerte -. Ahhh… Ahhhh…

Los huevos dejaron de rozarme la frente, entonces supe que se había corrido. Hastiado del mal olor, con mi bóxer manchado por mi eyaculación, aparté la cabeza y erguí el tórax. Ismael se incorporó hasta quedar sentado. Tenía la verga hinchada y empinada y porciones de leche espesa alrededor del ombligo. Sonrió y medio una palmadita en la cara.

-          ¿Te ha gustado olerme el culo, maricón?

-          Sí – sonreí.

-          ¿Quieres probar mi leche? Mira cómo me he puesto.

-          Nunca la he probado.

-          Pruébala…

Arrodillado entre sus piernas, acerqué la cara, saqué la lengua y comencé a lamerle la barriga, atrapando las porciones gelatinosas de semen. Le aplastaba la verga con mis pectorales. Me las iba tragando a medida que las degustaba. Su polla me rozaba y volvía a excitarme.

-          Cómo me gustaría que fueras tu madre – decía mientras yo continuaba lamiéndole la barriga -. La muy cabrona me pone de los nervios cuando la veo en bragas. Ya sabes que no le da corte de nada.

Aparté la cara chasqueando la lengua después de haberle dejado limpia la barriga.

-          Me gustaría que te la follaras.

-          Ufff, es mi deseo.

-          También el mío.

-          Qué maricona estás hecha… - me dijo dándome unas palmaditas en la cara -. Con esa pollita que tienes, no te quedan más huevos que ser maricón -. Y se dejó caer hacia atrás.

Y mientras él se acostaba, fui al cuarto de baño a enjabonarme bien la cara y lavarme los dientes. Allí terminé de masturbarme otra vez. Luego pasé un rato mirándome al espejo. Terminaba aquella aventura y mira cómo regresaba, hecho un maricón, el maricón de mi primo Ismael. Por un lado me excitaba, pero por otro me causaba temor. No sabía qué iba a ser de mi vida a partir de aquel momento.

     Al volver del viaje, cuando pensé que vida se normalizaría, que se reactivaría mi gusto por las chicas, mi madre se convirtió en la obsesión de mi primo Ismael. Se llamaba Julia y el muy cabrón se aprovechaba de la confianza que se tenían, aparte de que mi madre era una mujer poco pudorosa y excesivamente confiada y abierta. Era bajita y un poco gorda, con tetas monstruosas y culo gordo, con una media melena de mechas, una mujer normal pero que a mi primo le causaba morbo por el hecho de ser su tía carnal.

Mi carácter cambió de manera radical. Ya no me apetecía ligar con chicas ni salir con la pandilla. Ahora dependía de sus exigencias, era su maricón y me sometía a todo lo que me pedía. Cada vez que se excitaba, yo tenía que satisfacerle. Le hacía pajas con las bragas de mi madre o con sus camisones. Muchas veces, incluso en algún bar, me pedía que se la sujetara para mear. También a veces le masturbaba cuando ella estaba en la piscina, en bikini, o cuando se duchaba tratábamos de espiarla, y a veces la veíamos en bragas. El cabrón trataba de intimar más con ella, rozándola, haciéndole bromas, diciéndole lo guapa que era, que era su tía favorita, hasta llegó a decirle que era una mujer muy morbosa.

          Una vez le vimos el coño, una vez que dejó la puerta del baño entreabierta y salía de la ducha. Estábamos en el pasillo, observándola. Mi primo se puso a refregarse la zona de la bragueta, electrizado con la visión. La veíamos de frente, secándose con la toalla. Le vimos todo el chocho, un chocho peludo que se extendía hasta las ingles, los michelines de su barriga y sus grandiosas tetas amelonadas, con aureolas oscuras y gruesos pezones, meneándose con los movimientos de los brazos. Tenía una piel blanquecina y pecosa. Ismael se sacó la verga por la bragueta y me pidió que le masturbase.

-          Mira la puta de tu madre… - me susurró.

Tras secarse, mi madre nos dio la espalda y se curvó para limpiarse los pies. Entonces le vimos su culo gordo de nalgas caídas. Al estar curvada, se le abrió la raja y le vimos el ano, un ano blanco y arrugado. Y más abajo la raja peluda del coño, con pelillos que se extendían por el fondo de la raja y con el clítoris sobresaliendo entre sus labios vaginales. Le aticé fuertes tirones a la verga. Ismael no apartaba los ojos del baño, ni parpadeaba. Mi madre se irguió y el culo se le cerró. Abrió la taza del wáter y se sentó a mear mirándose las uñas. Era cuando más fuerte se la estaba machacando a mi primo. Y entonces miró hacia nosotros, como intuitivamente.

-          ¡Hostias! – exclamamos apartándonos.

Ismael se guardó la verga y retrocedimos hasta mi habitación.

-          Creo que nos ha visto – le dije acojonado.

-          No sé, macho, hija puta… Cómo me ha puesto… Sigue… Me estoy aficionando a las mariconas, jeje…

Se sentó en la cama y seguí masturbándole con la verga por fuera de la bragueta.

-          ¿Y si nos dice algo, Isma? – temí -. ¿Y si le cuenta a mi padre que la estábamos espiando? Joder, tío, qué corte. Como me haya visto masturbándote, me muero, tío… Mi padre me echa de casa.

-          Que va, hombre, esa puta no dirá nada. Sigue… Sigue… Qué coño tiene la muy puta…

Y le masturbé hasta correrse. Yo casi estaba seguro que mi madre nos había visto, mi verdadero temor era si me había visto masturbándole. Me moría de vergüenza. Pero cuando la vi más tarde, no me insinuó nada, actuó con total normalidad, incluso bromeó con mi primo y mi hermana cuando se bañaron juntos en la piscina. Pero a mí me quedó ese temor.

     A mi hermana Sonia también la acosaba con tacto y varias veces le hice pajas observándola mientras dormía o tomaba el sol en la piscina. Era una chica esbelta de veinticuatro años, más alta que mi madre, también un poco rellenita, con culo ancho y respingón y tetas gordas, con el pelo corto teñido de un tono caoba. Se llevaba estupendamente con mi primo y él se aprovechaba. No le importaba pasearse en bragas delante de él o con sugerentes camisones, incluso alguna vez llegué a ver cómo le tocaba el culo al piropearla: “ qué prima más guapa tengo”. Y ella se reía como una tonta. Muchas veces, Sonia se sentaba en sus piernas o le echaba bronceador en la piscina. Había empezado a salir con Adolfo, un biólogo que acaba de terminar la carrera, un chico fenomenal que le encantaba a mis padres.

     Todo en mi vida se estaba desmadrando por unos impulsos homosexuales que me convertían en el desahogo de mi primo. Le había hecho incontables pajas, espiábamos a mi madre y a mi hermana, le permitía que se refiriera a ellas como putas, muchas veces le ponía a mear, yo era como su putita. Ya no me apetecía ni salir con mis amigos, que no paraban de llamarme, ni me fijaba en las tías buenas del pueblo. Incluso ya no me hacía ilusión que terminara el verano e iniciar mi nueva vida como estudiante universitario de Medicina.  

     Un sábado por la noche decidí salir con los colegas. Pero regresé temprano. Casi todos tenían novia y me sentía un colgado. Una chica intentó ligar conmigo, pero la rechacé, no me apetecía la compañía de nadie. Aquella noche mi primo dormía en casa y dormiría en mi habitación, en la otra cama, y estaba deseando llegar. Me apetecía mucho hacerle una paja, ver cómo se corría, limpiarle, ponerle a mear. Me pasé por el pub donde solía ir y le encontré jugando al billar con unos colegas. Me tomé una copa con ellos y eché unas partidas. Esa noche dormía en casa porque al día siguiente mis madres celebraban el aniversario de boda y quería que Ismael les ayudara en los preparativos.

Regresamos cerca de las cinco de la mañana. Nada más torcer hacia el pasillo que conducía hacia las habitaciones, oímos los gemidos de mi madre. Gemía como una perra tras la puerta de su habitación. Por la ranura de abajo escapaba un haz de luz. Nos paramos en seco en mitad de la penumbra. Ismael me miró sonriendo.

-          Tu padre se la está follando – me susurró -. Mira cómo grita la muy perra…

Yo permanecía a la escucha.

-          Ahhh… Ahhh… Ahhh… Dame, Camilo, dame… Dame… Ahhh… Ahhh… No pares…

-          Hija puta, cómo pide más…

Ismael, alucinado caminó hacia la puerta y pegó la oreja a la madera. Yo me acerqué despacio. Estábamos oyendo a mis padres follar. Se refregó la bragueta, pero no me pidió que le masturbase. Poco a poco, fueron cesando los gemidos. Les oíamos murmurar. Oímos a mi madre decirle a mi padre que iba a la cocina a beber agua. Entonces nos metimos en nuestra habitación, aunque sin encender la luz, con la puerta entreabierta para espiarla.

Se abrió la puerta del dormitorio y apareció mi madre. Iba en bragas y descalza. Tenía la melena revuelta y húmeda y estaba sudando, el sudor le hervía en su piel blanquecina. Las dos tetazas se columpiaban hacia los lados con las zancadas. Se le transparentaba todo el coño por la muselina de las bragas blancas y el vello le sobresalía por los lados y la tira superior. Eran unas braguitas muy pequeña. Ismael no paraba de tocarse. Pasó delante de nosotros y entonces la vimos por detrás, cómo le botaba el culo de nalgas flácidas, con las braguitas sólo tapando media raja. Enseguida torció en dirección a la cocina.

Ismael emitió un suspiro de placer.

-          Yo voy a la cocina, tío, como si acabara de llegar – me dijo desesperado.

-          Ten cuidado, Isma, no vayamos a liarla.

Salimos al pasillo, yo fui con cuidado hacia la habitación de ellos e Ismael la siguió sigilosamente. Me asomé al cuarto y vi a mi padre tendido en la cama, desnudo y dormido. Me fijé en su polla, floja, echada a un lado, con todo el tronco impregnado de porciones de semen. Me quedé unos segundos viéndole la polla y los huevos.

Después recorrí el pasillo y vi cómo Ismael se adentraba en la cocina para sorprender a mi madre. Ella permanecía con la puerta del frigorífico abierta colocando la botella de agua en la estantería lateral. La veía de espaldas. Podía verle la raja del culo por encima de las bragas y el sudor brillando en su espalda. Intuyó la presencia de alguien y se giró tapándose las tetas con el brazo izquierdo.

-          ¡Ismael! ¿Ahora llegas?

Ismael se acercó a ella. Le miró con descaro las bragas, donde se le transparentaba su coño, con el vello rebosando por todos lados.

-          Hace un ratito – le contestó mirándole la masa blanda de los pechos.  

-          ¿Y Carlos?

-          Ya está acostado.

Mi madre, sin retirar el brazo de la base de los pechos, cerró el frigorífico. Noté algo de bochorno en su mirada por estar medio desnuda delante de su sobrino. Ismael le pasó la mano por la melena a modo de caricias.

-          Estás sudando…

-          Sí – sonrió temblorosamente.

-          Has estado echando un polvito con tío Camilo, ¿eh? Te he oído gritar…

-          Sí, ya ves, no sabía que… Bueno, voy al baño.

Al pasar por su lado, mi primo Ismael le asestó una palmadita en el culo.

-          Anda, cabrona…

El muy cabrón se había atrevido a tocarle el culo y mi madre, avergonzada, no se lo había recriminado. La observó hasta que la vio desaparecer por el pasillo. La vi pasar hacia su cuarto, tapándose los pechos con el brazo, caminando aligeradamente.

Fui hasta la cocina y le pillé sentado en una silla masturbándose. Tenía abierto el pantalón y se había bajado la parte delantera del slip para cascársela. Al verme, fue frenando los tirones.

-          Sigue tú, maricona… No sabes cómo me ha puesto la puta de tu madre…

-          ¿Y si baja alguien, Isma?

-          Venga coño, deja que me corra pensando en esa puta…

Abrió las piernas para que pudiera arrodillarme. Le rodeé la verga con la mano derecha y se la empecé a machacar. Él, erguido en la silla, miraba hacia arriba con los ojos cerrados, soltando jadeos ahogados para no hacer ruido, concentrado en sus fantasías con mi madre. Alcé la mano izquierda y empecé a acariciarle los huevos, estrujándoselos suavemente, sintiendo su piel áspera y estriada, sintiendo su vello largo. Aquello le produjo un ramalazo de placer y soltó un bufido, pero se mantuvo con los ojos cerrados, concentrado. Qué gusto tocarle los huevos. Qué ganas tenía de mamársela.

-          ¿Quieres que te la chupe? – le pedí.

-          Sí, maricona, chúpamela un poquito, chúpamela como lo haría la puta de tu madre…

Sin dejar de acariciarle los huevos, acerqué la boca y comencé a comerme la polla subiendo y bajando la cabeza. No llegaba ni a la mitad cuando ya la notaba en la garganta. Qué rica estaba. Qué durita. Qué sabor. Le oí respirar más trabajosamente y unos segundos más tarde se corrió en mi boca. Derramaba leche de manera desbordante hasta el punto que rebosó por la comisura de mis labios. Me tragué lo que pude, el resto lo vomité en forma de babas. Se me quedó toda la boca viscosa. Le apreté el capullo, pero ya no salía nada. Le miré y le sonreí.

-          Te has corrido bien.

-          Cómo te gusta, maricona. Trae algo para mear.

Me levanté y fui hasta la encimera. Cogí una jarra vacía y volví a arrodillarme entre sus piernas. Sostuve la jarra por el asa con la mano derecha y le bajé la polla con la izquierda apuntando dentro. Enseguida salió el chorro de pis. Llenó la jarra hasta la mitad, después me levanté para verterla en el fregadero mientras él se subía el slip y se abrochaba los pantalones. No me dijo nada, se levantó y abandonó la cocina. Yo me metí en el baño y me hice una paja pensando en el sabor de su polla y de su leche, en lo blanditos que estaban sus huevos, en su olor a macho. Cuando llegué a la habitación, ya estaba dormido. Dormía desnudo boca abajo. Me tumbé en mi cama y allí me hice otra paja sin apartar la mirada del culo de mi primo.

      Yo estaba propiciando con mi comportamiento todo lo que estaba sucediendo con mi vida y lo que estaba sucediendo en torno a mi familia. De no haber sido por aquel viaje de trabajo en el barco, quizás nada de lo que cuento hubiera sucedido. O quizás sí, porque estaba rodeado de dos putas de cuidado. Al día siguiente se celebraba el aniversario de mis padres. Ismael y yo les ayudamos en todos los preparativos y al mediodía, tras una breve ceremonia, empezó la fiesta.

Acudieron infinidad de invitados, amigos de mis padres, familiares y compañeros de trabajo que abarrotaron todo el porche y el recinto de la piscina. Mi madre iba muy guapa con un traje de ocasión color crema. Mi primo la piropeó varias veces y la manoseó cada vez que quiso. Mi madre actuaba con naturalidad.

Yo estaba pendiente de todo y apenas hablaba con nadie. Me había vuelto más serio, más callado, menos divertido, me pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en mí mismo. Vi que el muy cabrón también se aprovechaba de mi hermana Sonia. Había acudido con su novio, con Adolfo, un chico también muy callado y tímido, pero buena gente. A mí me caía fenomenal, sobre todo porque compartíamos algunos hobbies. Pero Ismael no les dejaba a solas ni un momento y no paraba de bromear con mi hermana, de toquetearla, de sacarla a bailar para poder rozarla. Iba muy sexy con un pantaloncito corto de color rojo chillón, muy ajustado, con las curvas del culo muy acentuadas, y para la parte de arriba un top rojo con lentejuelas negras, con escote palabra de honor. Los tacones negros le otorgaban el toque sensual. Su culo redondeado, con aquel pantaloncito rojo ajustado, destacaba sobre todo los culos y más de uno le echaba un vistazo.

Una de las veces que iban a bailar, vi cómo le daba unas palmaditas en el culo para que aligerara la marcha y ella se reía como una tonta. A última hora de la tarde, todavía había mucha gente bebiendo y divirtiéndose. Apenas había intercambiado una palabra con mi primo, el muy cabrón sólo se dedicaba a magrear a mi madre y mi hermana, sobre todo con mi hermana, con quien no paraba de tontear. El pobre Adolfo estaba aburrido y me acerqué a charlar con él. Me caía bien, pero me excitaba que Adolfo sintiera celos de Ismael.

-          ¿No bailas?

-          Uff, yo es que el baile…

Sonia e Ismael bailaban en ese momento una canción lenta y lo hacían muy pegados. Mi primo le susurraba cosas al oído y Sonia se reía. Mi padre se unió a nosotros y saludó a Adolfo. Se pusieron a charlar. Vi que Ismael agarraba de la mano a mi hermana y se perdían entre los invitados. Les vi entrar en la casa. Miré a Adolfo. Continuaba hablando con mi padre.

Fui hasta la casa. No les veía por ningún lado y subí hacia las habitaciones. Enseguida vi luz encendida por la ranura de abajo del cuarto de mi hermana. La puerta estaba cerrada. Me acerqué sigilosamente y pegué la oreja. Les oí acezar, a los dos, estaban follando. La puta de mi hermana estaba follando con mi primo mientras el tontainas de su novio la esperaba abajo. Se me puso el pene a cien. Tenía que verlo. Agarré el pomo de la puerta y la empujé.

Les vi de perfil. Mi hermana contra la pared. Tenía el pantaloncito y las bragas rojas de encaje bajadas a la altura de las rodillas mientras mi primo, tras ella, se removía sobre su culo, follándola, aplastándole las nalgas con la pelvis. Le tenía las manos metidas bajo el top para acariciarle las tetas mientras la besuqueaba por el cuello. Le vi la barriga peluda aplastada contra su espalda. Mi hermana tenía los brazos echados hacia atrás para empujar el culo de mi primo. Acezaban como perros.

Mi hermana giró la cabeza al oír la puerta y me vio plantado bajo la puerta. Arqueó las cejas al verse sorprendida. Ismael también detuvo los meneos sobre el culo de mi hermana y me miró, aunque se mantuvo pegada a ella.

-          Cierra la puta puerta, coño, y vigila que no venga nadie…

Enseguida reinició las embestidas revolviéndose sobre el culo, con las manos escondidas bajo el top de mi hermana. Retrocedí mirando a mi hermana a los ojos, que volvía a acezar como una perra ante las clavadas que recibía su coño. Vi cómo apretaba con sus manitas el culo peludo de mi primo para que la follara. Cerré un poco la puerta, pero podía verles. La besuqueaba en la nuca y a mi hermana, con la frente apoyada en la pared, se le escapaba algún gemido agudo. Me metí la mano en la bragueta para tocarme la polla.

Ismael apretó el culo con rabia, como si quisiera ahondar, y lo mantuvo contraído mientras bufaba sobre la melena pelirroja de mi hermana.

-          Ohhh… Qué gusto follarte, prima… ¿Te ha gustado? – le preguntó sin separar la pelvis de su culo.

Mi hermana le acariciaba el culo también relajando la respiración.

-          Sí.

-          ¿Mejor que el maricón de tu novio?

-          Sí – respondía pasándole las manitas por las nalgas peludas, apretujada contra la pared, con la barriga de mi primo pegada a su espalda.

-          ¿Quieres acompañarme a mear?

Sonia asintió y entonces anduve hasta la habitación de mis padres para esconderme. Aguardé hasta que salieron. La llevaba agarrada de la mano y tiraba de ella. Llevaba la verga por fuera del slip, pude vérsela manchada de semen por todo el tronco, y mi hermana llevaba los pantalones y las bragas bajadas. Le costaba trabajo dar pasos. El pezón de la teta derecha asomaba por el escote del top. Le vi una porción de leche atrapada en el vello del coño.

Irrumpieron en el baño y se colocaron ante la taza, con mi hermana a la derecha. Mi primo se bajó un poco el pantalón. Veía los dos culos, uno junto al otro, uno peludo y basto y otro blanquecino y ancho, de nalgas tersas. Se pasaron el brazo por la cintura.

-          Agárramela, ponme a mear…

Mi hermana se la sostuvo y entre las piernas de Ismael vi caer el chorro disperso de pis. Mientras meaba, se morreaban a mordiscos. Ismael bajó la mano para sobarle el culo y ella hizo lo mismo, deslizó su manita por las nalgas carnosas y peludas. Se meaba por fuera de la taza dado el zarandeo de la verga. Dejó todo salpicado cuando terminó de mear. Se besaron.

-          Será mejor que bajes, voy a limpiar esto.

Se subieron los pantalones y mi primo se fue después de estamparle un besazo en la boca. Mi hermana se acuclilló con trozos de papel higiénico para limpiar los restos de la meada. Entonces fui para allá. Estaba limpiando el borde de la taza. Me miró avergonzada.

-          No digas nada, por favor. Sólo es sexo, no significada nada, quiero seguir con Adolfo…

-          Tranquila, Sonia, no te preocupes -. Me acuclillé al otro lado de la taza, corté un trozo de papel para ayudarla -. Baja si quieres, no vaya a sospechar Adolfo.

Allí nos encontrábamos los dos hermanos, limpiando los meados de mi primo Ismael.

-          Gracias, Carlos.

Mientras yo secaba las baldosas, ella se preparó un poco en el espejo y después me dejó allí acuclillado. Cuando bajé, pude darme cuenta de lo puta que era mi hermana. Se estaba besando con su novio después de haber follado con mi primo Ismael. Poco a poco los invitados se fueron marchando y al final nos quedamos los cinco recogiendo las cosas. Mis padres se fueron a la cama y cuando me quise dar cuenta mi hermana y mi primo habían desaparecido. Ya eran las tres de la mañana.

Me encargué de terminar de recoger, apagué todas las luces y subí a mi habitación. Estaba vacía. Salí al pasillo. Oía los ronquidos de mi padre. Anduve hasta la habitación de mi hermana. La luz escapaba bajo la puerta. Pegué la oreja y les oí acezar. Los cabrones estaban follando otra vez. Jodido Ismael, me había convertido en su maricón y a mi hermana en su putita. Giré el pomo despacio y abrí la puerta un poquito. Mi primo estaba encima de ella contrayendo el culo de forma incesante mientras ella, con las piernas abiertas, le acariciaba la espalda. Le vi los huevos entre las piernas estrellándose contra el chocho de mi hermana. Gemían ahogadamente para no hacer ruido. Sentí celos de mi hermana, deseé en aquel momento ser una mujer para que mi primo pudiera follarme así, con aquella energía con la que subía y bajaba el culo. Mi primo aligeró las subidas y bajadas y frenó con las nalgas contraídas. Al instante, vi cómo chorreaba semen hacia la rajita del culo de mi hermana. Entonces cerré la puerta y regresé a mi habitación. Me desvestí y me metí en la cama con la luz apagada.

Pero cinco minutos más tarde, irrumpió mi primo y encendió la luz al cerrar la puerta. Erguí el tórax. Iba completamente desnudo con la ropa en la mano. Estaba sudando, le veía los goterones resbalándole por la barriga. Llevaba el pollón empinado y reluciente, con restos de semen por el tronco. Le sonreí incorporándome y sentándome en el borde de mi cama.

-          Te estás tirando a mi hermana, ¿eh?

-          A la hija puta, cómo le gusta – comentó acercándose a mí -. Encima, con ese novio amariconado que tiene. Da gusto follarle el coño.

-          Ya te he visto…

-          ¿Quieres probarla, maricona? Está recién salida del coño de tu hermana.

-          Sí, quiero chupártela. Me he excitado al veros – le confesé.

-          Venga, maricona, dale…

Se colocó de pie ante mí. Apestaba a sudor. Se la sujeté por la base y acerqué la boca para mamársela. Sabía a semen y a chocho, estaba calentita y durita, también pegajosa. Estaba saboreando los restos vaginales del coño de mi hermana. Me sujetó por la nuca para obligarme a comerme la polla, para follarme la boca.

-          Chupa, maricona, chupa…

Se la lamía obligado por su manaza, que me empujaba la cabeza para follarme la boca. Las babas se me vertían por la comisura de los labios. Sentía su barriga sudorosa en mi frente. Bajé la mano izquierda y me la metí dentro del bóxer para masturbarme.

-          Qué maricona está hecha… Chupa, marica, chupa como la puta de tu hermana… Así… así, maricona… Ummm…

Al haber eyaculado ya dos veces, se la estuve mamando más de diez minutos sin parar, al mismo ritmo y de la misma manera, él con su mano en mi nuca para follarme la boca. Cuando me corrí dentro del bóxer, le acaricié los huevos para complementar la mamada. Me tragué dos pequeños salpicones de leche. Ya estaba hastiado de correrse. Aparté la boca y le miré sumisamente sin soltársela.

-          Ante vi cómo te ponía a mear.

-          Me encantan que las putas me agarren la polla cuando meo.

Le solté la verga floja y me limpié los labios con el dorso de la mano. Aquella noche dormí con el sabor a semen metido en la boca y me volví a masturbar en medio de la oscuridad, oyendo los ronquidos de mi primo, aunque luego me tuve que levantar a vomitar.

       Los días de verano iban transcurriendo y yo seguía inmerso en aquel ambiente de lujuria, encerrado en mi mundo, sin apenas salir para nada. A mi primo le veía menos, había empezado a trabajar de camarero en una cafetería y sólo iba alguna tardes a darse un chapuzón a la piscina y de paso a tontear con mi madre, a aprovecharse de su confianza en ausencia de mi padre, que se pasaba casi todo el día ocupado en la farmacia. Yo me masturbaba desde la ventana de mi habitación cuando mi madre le daba con la crema de sol, cuando le manoseaba la barriga y le rozaba con las tetas. Una vez, delante de mí, el cabrón le pidió que le diera un masaje en los hombros y ella le dio el masaje con las tetas aplastadas contra su espalda. Mi hermana seguía su relación con el bueno de Adolfo, pero sé que a veces follaba con mi primo, sobre todo los sábados cuando mi primo la traía a casa.

Una mañana salí a correr para despejarme un poco. Quedé con Adolfo, mi cuñado, otro aficionado al deporte como yo. Su compañía me excitaba al saber que era un cornudo, que mi primo se estaba follando a mi hermana, su novia, con la que ya empezaba a hacer planes de boda.  Mi hermana era una puta. Mis padres estaban trabajando y cuando salí de casa, ella se estaba levantando.

Regresé una hora y media después, en torno a las once de la mañana. Adolfo se fue para su casa. Vi el coche de mi primo aparcado en la puerta y al entrar en casa no oí nada. Subí a las habitaciones y comprobé que estaban encerrados en el baño. Oí la voz jadeante de Ismael.

-          Así, puta, lo haces muy bien… Ummm…

Se me encendió la lujuria rezagada, llevaba varios días sin verle, y abrí la puerta despacio. Al principio no se dieron cuenta de mi presencia. Mi primo estaba desnudo y estaba curvado hacia la cisterna de la taza con un pie encima del borde. La barriga le colgaba hacia abajo y se sacudía la verga muy despacio. Mi hermana Sonia permanecía arrodillada tras él chupándole el culo. Estaba en bragas, unas braguitas negras muy pequeñas y las tetas en reposo. Le pasaba la lengua por toda la raja del culo peludo, desde los huevos hasta la rabadilla, con la manita derecha plantada en una nalga y con la izquierda metida dentro de las bragas para masturbarse. Ismael me miró.

-          ¡Coño, Carlitos!

Mi hermana se levantó al verse sorprendida, tapándose las tetas con un brazo y las bragas con la palma de la otra mano, con las mejillas ruborizadas. Ismael se irguió bajando el pie y se giró para sentarse en la taza, con el enorme vergón completamente empinado.

-          Perdonadme, no sabía que estabais aquí…

-          Pasa, hombre, acércate, mariconcete -. Di unos pasos hacia ellos. Mi primo sentado en la taza con la verga empalmada, mi hermana a un lado y yo al otro -. ¿Sabías que tu hermano es un poco mariconcete?

-          No – dijo ella con media sonrisa, mirándome.

-          Chúpamela un poquito, maricona, sé que lo estás deseando y así tu hermana ve lo mariquita que estás hecha…

Me coloqué ante él y me arrodillé entre sus robustas piernazas, evitando mirar a mi hermana. Me senté sobre mis talones, mantuve las manos en mis muslos y me curvé hacia él para mamársela. Se la empecé a chupar subiendo y bajando la cabeza, mojándosela con mi lengua. Ismael le plantó una mano en el culo a mi hermana y la acercó hasta él.

-          Bésame, cabrona, bésame mientras tu hermano me la chupa…

Mi hermana se curvó para morrearle y manosearle con su manita por los pectorales peludos y por su barriga al tiempo que él le sobaba las tetas y le acariciaba el culo por encima de las bragas. Oía los besuqueos, los chasquidos de lengua, lograba ver la manita de mi hermana acariciándole en círculos toda la barriga. Así nos tiramos unos minutos, yo arrodillado haciéndole una mamada y ella de pie, curvada, morreándose con él y acariciándole la barriga.

Dejaron de besarse, aunque él le mantenía una mano en la cintura, y me observaron.

-          Mira qué maricona está hecha. Chúpamela con él… Vamos…

Sonia se arrodilló conmigo, al otro lado de su pierna derecha, y compartimos aquella polla gigantesca con las lenguas. Nos mirábamos al mamársela. Le baboseábamos el glande y el tronco y le acariciábamos los huevos. Ismael jadeaba relajado, sentado en la taza y reclinado, observando cómo los dos hermanos le chupábamos la polla. Nuestras lenguas se rozaban y compartíamos la saliva del glande. A veces ponía sus manazas sobre nuestras cabezas para obligarnos. Así hasta que su barriga comenzó a contraerse velozmente. Entonces dejamos de chupársela y se la sacudimos entre los dos, mi mano en la base y la de mi hermana por encima de la mía, más cerca del capullo, hasta que fluyó la leche hacia arriba manchando nuestras manos, salpicando el vello denso y oscuro que rodeaba la polla y parte de la barriga. Le mantuvimos la polla recta. Mi hermana le lamió la barriga y yo atrapé con los labios las porciones de semen atrapadas en el vello. Luego le pasé la punta por el capullo.

-          Joder, qué bien, cabrones.

-          No te podrás quejar, ¿no? – le dijo mi hermana incorporándose, mirándose la mano manchada.

Yo también me levanté y mi primo hizo lo mismo. Pero enseguida se giró hacia la taza.

-          Ponedme a mear…

Mi hermana se colocó a su izquierda y yo a su derecha. Él nos pasó los brazos por la cintura, como si fuéramos sus putitas. Yo me encargué de agarrarle la polla y bajársela hacia la taza y mi hermana le agarró los huevos. Se puso a mear salpicando orín amarillento hacia todos lados. Se morreó con mi hermana mientras meaba. Yo sólo les miraba y le sostenía la verga. Mi hermana le acariciaba los cojones. Cuando se cortó el chorro, se la sacudí y se la solté. Entonces dejaron de morrease y retiró los brazos de nuestras cinturas. Había dejado todo el borde de la taza salpicados de pequeños charquitos amarillentos.

-          Daos un beso – nos ordenó.

Y ante su rostro, mi hermana y yo nos besamos con pasión, con el sabor del semen metido en nuestras bocas. Besé a la puta de mi hermana, noté el roce de sus pezones, la blandura de sus tetas y la delicadeza de sus labios.

     Otra tarde, mi madre se encontraba con unas amigas en el recinto de la piscina y nosotros tres nos encontrábamos en el salón, donde había unas cristaleras desde donde podíamos verla. Acabábamos de comer, era por la siesta, y mi primo nos pidió que le hiciésemos una paja mientras él observaba a nuestra madre en bikini. En el sofá, con mi hermana erguida a su derecha y yo a su izquierda, le masturbábamos. Él permanecía reclinado, con el bañador bajado hasta las rodillas, atento a cómo mi madre movía el culo. Mi hermana le cascaba la polla lamiéndole por el cuello y yo le sobaba los huevos mediante suaves estrujones. Me hubiese gustado besuquearle como hacía mi hermana, pero no me atreví. Pero al instante, nos pidió que le lamiéramos el pecho sin parar de masturbarle y tocarle los cojones, y mi hermana y yo, como dos putitas, nos encargamos de mordisquearle las tetillas de los peludos pectorales, hasta que la verga derramó leche en abundancia y le pidió a mi hermana que se la limpiara con las bragas. Luego, como de costumbre, pidió algo para mear. Le acerqué un florero. Mi hermana le sujetó la verga hacia abajo y yo sostuve el florero hasta que lo dejó medio lleno mediante un chorro potente. A mi primo le encantaban las marranadas. No se conformaba con sólo follar. Una vez lo hablé con mi hermana y ella dijo que era un guarro, que no estaba muy orgullosa de lo que le estaba haciendo a Adolfo y que le gustaría cortar con Ismael, pero que no sabía cómo. Yo le dije que por mi parte podía estar tranquila, que no contaría nada a nadie, y traté de explicarle mis mariconadas, le narré cómo empezó todo y cómo me vi atrapado en aquella aureola de lujuria de la que no lograba escapar.

-          A mí me gustan las chicas, Sonia, no soy un marica, de verdad, pero Ismael ya sabes cómo es, me da cosa negarme ahora.

A veces, mientras mi hermana le pajeaba en el sofá y se morreaban a mordiscos jadeando, a mí me obligaba a estar todo el tiempo arrodillado entre sus piernas oliéndole el culo, aspirando su tufo pestilente. También me obligó a olerle el coño a mi hermana mientras él de pie, le follaba la boca. Le gustaba humillarnos. Mi hermana y yo éramos sus putitas.  Otra de las cosas que le satisfacía era abusar de mi hermana cuando Adolfo estaba en casa. Cuando lo veía charlando con mis padres, me pedía a mí que le entretuviera, se la llevaba al baño y le echaba un polvo, a veces se corría en su boca y después la obligaba a besar al pobre Adolfo.

     La humillación alcanzó su nivel extremo a finales del mes de Agosto. Me pasé por la cafetería y allí, tomando un refresco, me pidió un favor.

-          Verás, Carlitos, tengo un colega que se tira casi todo el año en la mar. Es un solterón. Y de vez en cuando, al muy cabrón, le gusta follarse a maricones jovencitos como tú, ¿me entiendes? Me ha dicho que quiere conocerte. Me gustaría que te portaras bien con él, el tío me ha hecho muchos favores y tiene enchufe en grandes buques, que tú sabes que es lo que me gustaría, embarcarme en uno de esos y ganar una pasta. Le he dicho a Sonia que nos acompañe, para que no te sientas cortado. He quedado con él en su piso. ¿Qué me dices? ¿Quieres venir?

-          S… Sí, bueno – dije alucinado.

-          ¿Estás depilado?

-          Sí.

-          Ponte guapo. Le gustan depiladitos.

Mi primo Ismael me estaba prostituyendo, me estaba prostituyendo como maricón, se estaba convirtiendo en mi chulo. Aquello me causo pánico, pero acepté su propuesta. Me puse guapo y me depilé bien a exigencias de mi primo y a las nueve de la noche nos presentamos los tres en el ático donde vivía el tipo. Mi hermana tuvo que engañar a su novio para acudir a la cita.

Se llamaba Vicente y tenía la estampa abrupta de un marinero. Bajo y regordete, con una barriga muy redonda, de unos sesenta y cinco años, con barba y melena canosa, un barba densa y larga. Nos invitó a pasar, era un apartamento pequeño. Le ofreció una copa a Ismael y nos ignoró a mi hermana y a mí. Luego me miró.

-          Está buena la maricona. Son tus primos, ¿no?

-          Sí, Carlitos y Sonia.

-          Espérame en aquella habitación de allí – me dijo -. Y vete cambiando. Ponte guapa, ahora voy.

Y les dejé a los tres en el salón. Cuando irrumpí en el cuarto, había un camastro estrecho y encima había un picardías transparente de color rosa y unos tacones. Tenía que vestirme de mujer para aquel tipo. Y lo hice. Qué pinta de mariquita tenía cuando me miré al espejo. El picardías me quedaba ridículo, pegado al cuerpo, se me transparentaba el pene y el culo y era tan cortito que los huevos se me veían por debajo.

Vicente irrumpió a los pocos minutos. Me volví hacia él como una putita, con las mejillas ruborizadas por la vergüenza. Comenzó a desabrocharse la camisa hasta exhibir su portentosa barriga redonda y dura salpicada de vello canoso.

-          Me ha dicho tu primo que eres un buen maricón. Estás muy guapa -. Se bajó los pantalones y se quedó tan sólo con un slip blanco ajustado y un bulto enorme. Dio unos pasos hacia mí con su panza botándole -. Ven aquí conmigo…

Ambos de pie ante el borde de la cama, nos abrazamos y me empezó a besuquear por el cuello. Percibía el cosquilleo de su barba basta y enseguida se puso a sobarme el culito por encima del picardías. Mi mano izquierda la deslizaba por su espalda robusta y sebosa y con la derecha comencé a estrujarle el bulto del slip, hasta que poco a poco le metí la mano para tocarle. Notaba una polla corta, pero gorda, y unos huevos blandos. Él no paraba de manosearme el culo.

-          ¿Por qué no me la chupas? – me pidió.

Me postré ante él y me ocupé de bajarle el slip hasta descubrir su polla erecta, gruesa y corta, con el glande por debajo del capullo. Se la bajé hacia mi cara y se la empecé a mamar. Me sujetaba la cabeza con las dos manos. Le pasaba la mano izquierda por el muslo de la pierna mientras se la lamía. A veces le miraba y le veía jadear con los ojos entrecerrados. Me lancé a lamerle un poco los cojones, sujetándolos por la base con la palma de la mano derecha. Volví a deslizar mi lengua por el tronco de su polla. Entonces me apartó la cara colocándome su mano bajo la barbilla.

-          ¿Quieres chuparme el culo, marica?

-          Sí.

-          Muy bien.

Se tendió boca abajo en la cama con las piernas separadas y los cojones en la entrepierna descansando sobre el colchón. La barriga le sobresalía por los costados. Yo estaba de pie ante el borde de la cama y sólo tuve que curvarme, colocar mis manos en sus muslos y acercar la cara para mamarle el culo. Primero le estuve pasando la lengua a lo largo de toda la raja, después se la abrí con los pulgares y le lamí el ano pasándole la lengua por encima, percibiendo el hediondo aroma y el gusto pestilente. A veces escupía los pelillos. Le estuve besando los huevos y le acaricié las nalgas, luego me erguí para que se levantara.

-          Ven, súbete, colócate así… - Me subí encima de la cama a cuatro patas, mirando hacia los pies -. Agacha la cabeza y ábrete el culo.

Apoyé la mejilla en las sábanas y eché los brazos hacia atrás para subirme el picardías y ofrecerle mi culo abierto.

-          ¿Así?

Me pasó un dedo por el ojete.

-          Estás seco, maricón. Espera…

Aguardé con el culo abierto, en aquella postura sumisa. Le vi rebuscar en unos cajones. Entonces vi a mi hermana y a Ismael en el pasillo, asomados, ella le estaba haciendo una paja. Y yo esperando en aquella postura tan humillante. El tipo volvió a colocarse detrás de mí y me roció el ano con aceite. Después dio comienzo mi primera penetración anal. Me hundió la polla poco a poco, me dilató dolorosamente el ano, pero yo me agarré a las sábanas y apreté los dientes para no gemir. Y así me dio por culo, follándome despacio mientras yo miraba a mi hermana y soportaba el dolor. A veces se echaba sobre mi espalda y me abofeteaba la cara.

-          ¿Te gusta, marica?

-          Sí…

-          Te voy a reventar el culo, maricón.

Me llenó de leche tras varios minutos de severos empujones. Noté una corrida abundante dentro de mi culo. De hecho, cuando me sacó la polla fluyó como un manantial hacia mis huevos. Me besó el culo y después fue a relajarse con un cigarro. Mi hermana había sido testigo de cómo me follaba un desconocido mientras pajeaba a mi primo Ismael.

Me provocó desgarros anales y me tuvo varios días que apenas podía dar un paso. Ni siquiera, con los nervios, le exigí el uso del preservativo a un tipo que se follaba a maricones. Mi hermana me dijo que debía tener cuidado, que Ismael estaba un poco loco y que debía negarme a ciertas exigencias.

-          Nos está prostituyendo, Carlos, esto ya no es divertido, esto empieza a resultar peligroso. Tenemos que hablar con él y cortar con esto. Nos van a pillar, Carlos… ¿Quieres que todo el mundo te señale como el marica que se follaba su primo? Yo quiero a Adolfo, sé que cometí un error, que me he pasado tres pueblos, tengo que cortar, Carlos.  

Pero mi hermana Sonia no se atrevía a cortar sus arranques de lujuria y mi primo Ismael se la follaba cada vez que le apetecía, sobre todo cuando Adolfo estaba presente en la casa, es cuando más cachondo se ponía.

      El verano transcurría. Las relaciones sexuales con mi primo habían disminuido considerablemente, prefería follarse a mi hermana a mariconear conmigo. A veces, si estábamos los dos solos, le hacía una paja viendo una película porno o mirándole el culo a mi madre cuando se bañaba en la piscina, pero no me propuso más citas con desconocidos ni volví a compartir momentos embarazosos con mi hermana. Sólo les oía follar cuando alguna noche dormía en casa. Pero no lo compartían conmigo.

     A finales de septiembre, mi padre se marchó una semana a Nueva York invitado por un laboratorio farmacéutico para que colaborara en una conferencia. Mi hermana se pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca preparando las asignaturas pendientes y yo aquel día me trasladé a la ciudad para ir buscando un piso de estudiante. Al final decidí que lo mejor para los estudios era una residencia universitaria y formalicé aquella mañana la solicitud.

Así es que regresé temprano a casa, con ganas de darme un buen chapuzón. Era un día de mucho calor y eso que no eran ni las once de la mañana. Vi el coche de mi primo aparcado en la puerta. Quizás le tocaba turno de tarde y le apetecía darse un baño en la piscina. Llevaba días sin verle y su sola presencia me excitaba, me causaba un morbo especial. Seguro que me pediría que le pusiera una peli porno para que le hiciera una paja y se la mamara. Tenía ganas de comerme su polla, de mirar su cara de satisfacción mientras se la cascaba, tenía ganas de olerle el culo, de sujetársela para mear, de volver a ser su putita. Últimamente pasaba de mí y se desahogaba echándole un polvo a mi hermana Sonia.

Pero no había nadie en la planta baja cuando entré en casa ni tampoco por el recinto de la piscina. Sabía que mi hermana no estaba en casa, Adolfo la había recogido muy temprano para ayudarla a estudiar en la biblioteca. Me extrañó aquel silencio y aquella soledad, hasta que un murmullo procedente de la planta de arriba me alertó.

Subí muy despacio y al torcer hacia la zona de las habitaciones, vi la puerta del dormitorio de mis padres abierta. De allí escapaban los jadeos de Ismael y los gemidos de mi madre. Chillaba dolorosamente, con gritos estridentes.

-          ¡Ahhhhhh!  ¡Ahhhhhh!

-          ¿Te gusta, perra? Maldita perra, mueve el puto culo gordo que tienes…

Me quedé magnetizado. El hijo puta lo había conseguido. Se estaba follando a mi madre. Mi madre era otra puta igual que mi hermana, igual que yo, a la que no le importaba tirarse a su sobrino. Se me puso la verga dura a medida que me acercaba. Continuaba tratándola bruscamente. Sonaron dos fuertes azotes.

-          ¡Ábrete el puto culo, cerda! Así, cerdita, no te muevas…

Me incliné ligeramente para asomarme. Las persianas estaban subidas y la luz del sol iluminaba toda la estancia. Cuando me asomé, mi madre permanecía arrodillada en el centro de la cama, desnuda, curvada hacia delante, lamiendo una fotografía de mi padre que había sobre la almohada. Tenía los brazos echados hacia atrás para abrirse la raja del culo. Sudaba como una perra. Su cuerpo le hervía en sudor y tenía el cabello humedecido. Sus tetas gigantescas reposaban sobre el colchón. Tras ella, de pie y desnudo, Ismael se inclinaba para escupirle en el culo. Los salivazos le sumergían el ano y resbalaban con lentitud hacia el coño.  Tenía la raja del coño abierta, una raja muy jugosa y velluda, enrojecida de haberla penetrado.

-          Qué culo tienes, cerdita – jadeó mi primo sacudiéndosela, dejándole el culo rociado de saliva – Chupa al maricón de tu marido, no dejes de chuparlo…

Mi madre lamía el rostro de mi padre como una perrita, manteniéndose el culo abierto, con todo el coño chorreando saliva ante tanto escupitajo. Ismael flexionó las piernas bajándose la polla y se la metió en el ano perforándolo mediante empujones. Mi madre volvía a chillar cabeceando. Ismael estiraba y flexionaba las piernas para follarle el culo.

Jadeando sobre la foto de mi padre, mi madre me miró a los ojos. Sus pupilas parecieron desorbitarse al verme allí plantado. Ismael le seguía pinchando el ano bruscamente de pie tras ella, flexionando las piernas sin pausa, con las manazas apoyadas en su cintura para apoyarse.

-          ¡Hijo! – exclamó con el ceño fruncido y gesto de dolor, pero sin apartar las manos de su culo  -. Hijo… Hijo… - apoyó la mejilla sobre la fotografía de mi padre. El sudor le hervía en la frente. Continuaba gimiendo como una perrita malherida.

Ismael frenó con las piernas flexionadas y el pollón encajado en el ano de mi madre. Miró hacia mí y después extendió el brazo derecho y le levantó a mi madre la cabeza de la almohada tirándole de los pelos.

-          Deja que mire, cerda, deja que tu hijo vea lo puta que eres… -. Y reanudó los severos pinchados en el ano estirando y flexionando las piernas. Y mi madre volvía a gemir mirándome con ojos desorbitados -. Toma, cerda… Te voy a reventar el culo…

Aceleró bruscamente hasta detenerse con la verga encajada. Ismael emitió jadeos alocados ante la eyaculación mientras mi madre exhalaba fatigosamente. Yo me corrí dentro del bóxer sin ni siquiera llegar a tocarme. Sólo presenciar que mi primo la trataba como una zorra hizo que la excitación me hirviera en la mente. Mi primo se irguió sacándole la verga y la dejó con el ano dilatado. Mi madre mantuvo la postura con el ceño fruncido, tratando de recuperarse del dolor. Sus nalgas relucían por el sudor y seguía goteándole saliva del chocho. Mi madre se tiró un pedo y salpicó diminutas gotas de leche sobre las paredes del culo. Un segundo pedo hizo que fluyera un pegote espeso que resbaló hacia el coño. Ismael se apeaba de la cama en busca de un cigarro.

Me dio corte seguir mirando y fui hasta mi cuarto. A los cinco minutos mi madre abrió la puerta repentinamente. Se abrochaba el albornoz en ese momento. Pude verle el chocho peludo y las monstruosas tetas que le llegaban hasta el ombligo. El sudor le chorreaba del cabello y le hervía en la frente. Y apestaba, su mal olor invadió mi nariz. Yo estaba sentado en el borde de la cama y ella se arrodilló ante mí. Me cogió las manos.

-          Lo siento, hijo, siento mucho que hayas tenido que ver esto. Tu padre y yo no estamos pasando una buena racha y bueno, Ismael ha sido muy bueno conmigo, me ha dado compañía y una cosa ha conducido a la otra. Yo no quiero hacerle daño a tu padre…

-          No pasa nada, mamá, te entiendo, nadie se va a enterar de esto.

-          De veras que lo siento, Carlos.

La voz de mi primo retumbó en el pasillo.

-          Vamos, cerda, me tienes abandonado.

Mi madre me sonrió temblorosamente.

-          Ismael es así de bruto. Nunca ha estado con ninguna mujer, esto es como un favor, ¿sabes? Tú no te preocupes, hijo, las cosas entre tu padre y yo se van a arreglar. Ismael sólo me ha dado un poco de compañía. No estoy pasando un buen momento. No es nada serio, de verdad. Hemos hecho el amor y ya está, lo que pasa es que es un marrano y no he podido pararle los pies. Estate tranquilo, ¿vale?

Asentí y me dio un beso, luego salió de la habitación. Oí un portazo y un minuto más tarde los gemidos de mi madre volvieron a sonar en el pasillo. La muy cerda volvía a follar con mi primo sabiendo que yo estaba presente en casa. Ahora mi madre también era la puta de mi primo, como mi hermana y como yo. Y como Sonia y yo, tendría que someterse a sus marranadas.

     Y así fue. Les pillé un par de veces más. Aprovechaban la ausencia de mi padre, sobre todo por las mañanas. Una de las veces, se hallaban en el baño. Mi madre, desnuda y abierta de piernas, permanecía sentada en la taza. Con una mano se hurgaba en el chocho y con la otra se sobaba ella misma las tetas amelonadas. Miraba sumisamente a mi primo Ismael, que se encontraba de pie ante ella cascándosela.

-          Así, cerda, tócate… Mueve el chocho… Mueve el chocho, cerdita…

Mi madre meneaba la cadera masturbándose al tiempo que se clavaba los dedos en la masa blanda de las tetas. Mi primo le atizó una pequeña bofetada y le achuchó las mejillas.

-          Eres una jodida cerda. Ábrete el coño, puta…

Se lo abrió con las dos manos, se separó los labios vaginales mostrando el tono rojizo del interior. Mi primo se la empezó a cascar muy deprisa embelesado. Yo le veía de espalda, le veía su culo carnoso y peludo, le veía el sudor resbalar por su espalda y el incesante movimiento del brazo. Y a mi madre mirándole sumisamente con el coño abierto, esperando a que se corriera. Vi cómo le caían salpicones de semen en el coño, algunos sobre el vello denso y otros entre los labios vaginales. Fue cuando mi madre empezó a refregárselo con las yemas de los dedos, a esparcirse el semen como si fuera una pomada, masturbándose con la leche de mi primo, acentuando su mirada sumisa. Era una auténtica guarra. Mientras mi primo se pasó al lavabo para refrescarse la cara, ella continuó en la taza retorciéndose de placer, frotándose el coño con las palmas de las manos, enjabonándoselo de leche.

     La segunda vez que les vi también fue en el baño. Mi primo, desnudo ante la taza, cascándosela, con los ojos entornados mientras mi madre, desnuda, acuclillada tras él, le olía el culo, algo que le fascinaba a mi primo como gesto de dominación. Permanecía jadeando desesperada sobre el culo de mi primo, con la nariz metida en la raja, mientras se agitaba el coño velozmente con la mano derecha y le acariciaba el muslo peludo de la pierna con la izquierda. Veía cómo se meneaba su chocho blando y peludo, al estar acuclillada, las nalgas casi rozaban las baldosas del suelo, y la oía aspirar para deleitarse con aquel olor.

-          Así, cerda, no dejes de olerme el culo… Ummm… Ummmm….

La tapa del wáter estaba cerrada y allí descargó Ismael, vertió gruesas y espesas porciones de semen que mi madre se lanzó a lamer como una perrita hambrienta. Mi primo la observaba acariciándose la verga, satisfecho de verla sometida. Deslizaba la lengua por la tapa para tragarse todo el semen vertido, sin dejar de zarandearse el coño con la mano, como insatisfecha.

        Les oía follar alguna mañana que simulé mi ausencia, pero no volví a verles, se encerraban en la habitación de mi madre y se hartaban de follar. Ella no volvió a referirme el tema, aunque a veces se avergonzaba cuando la miraba a los ojos. Con mi padre estaba bien, yo no notaba nada raro, tenía gestos de cariño hacia él y follaban de vez en cuando, aunque la muy puta esa mañana a lo mejor se había tirado a mi primo.

Ismael pasaba de mí, ya apenas nos veíamos, y también pasaba de mi hermana Sonia, sólo le apetecía follarse a mi madre, tratarla como a una cerda. El verano llegó a su fin y yo estaba a punto de embarcarme en mi aventura universitaria. Un día, mi primo Ismael se presentó en casa para despedirse de todos nosotros. Fue una sorpresa que nos dejó helados. Estrechó la mano de mi padre y saludó a mi madre y a mi hermana como si nada pasara entre ellos. A mí me deseó suerte. Había conseguido trabajo en un buque donde iba a ganar una pasta y donde le garantizaban un contrato por cinco años. Se iba a conocer el mundo. De nuevo, con su marcha, nuestra vidas volvían a dar un giro brusco, esta vez para normalizarse. Se iba la bestia que nos dominaba. Pensé que era lo mejor para mi familia, que desapareciera de nuestras vidas y con él su humillante forma de tratarnos, una humillación en la que nos vimos atrapados.

Fin de la Primera Parte. CONTINUARÁ.

Carmelo Negro. Emails y Messenger: joulnegro@hotmail.com

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