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Encuentros inmorales con su prima y su tía 1

en Hetero: Infidelidad

Encuentros inmorales con su prima y su tía. I

El morbo a veces se encuentra inesperadamente y uno o una no sabe de qué manera reaccionará. ¿Cómo reaccionaría una madre si descubre a su hija masturbando a su primo, una hija con novio, aparentemente decente y enamorada? Puede escandalizarse o puede excitarse, las situaciones morbosas son traicioneras. A veces el morbo se busca. ¿Qué pasaría si tu novio un sábado por la noche se va a casa y te quedas a solas en una discoteca con tu primo y un amigo, sin parar de beber y fumar porros? Puedes contenerte o se te puede ir la cabeza y embaucarte en una experiencia sexual demoledora. Esta es la historia de Pilar y su hija Marta, dos mujeres víctimas de situaciones morbosas inesperadas y empujadas hacia encuentros inmorales.

Marta era una mujer maciza. Poseía un buen culo, ancho y nalgas abombaditas, no demasiado, ligeramente rellenita, de piel blanca, y tetas de gran holgura, de base ancha, blandas y pezones pequeños y blanquinosos, aunque con redondas y grandes aureolas. Vestía con estilo y elegancia, era una mujer coqueta a la que le gustaba llamar la atención. No es que fuera muy guapa, pero tenía un rostro carismático, de las que se imponen en la pareja, con media melena de cabellos negros y siempre algo revuelta, al estilo indie. Tenía veinte años y salía con Pablo, su novio, con el que llevaba saliendo desde los catorce y al que conocía desde que era una niña. Siempre se habían gustado. Ninguno de los dos había tenido relaciones con más personas y se habían mantenido fieles a la relación. A Pablo también le gustaba cuidarse y al menos dedicaba dos días en semana al deporte, bien yendo un par de horas al gimnasio o corriendo en las pistas de atletismo. Era un joven atractivo, sin embargo por su carácter cohibido daba la sensación de que era un chico acomplejado que se sentía inferior a los demás. Sus amigos sospecharon más de una vez que era gay, aunque poco a poco su relación con Marta se fue consolidando y tales sospechas se fueron difuminando. Vivían en un conocido barrio de Barcelona. Marta residía con sus padres en la tercera planta de un edificio y sus vecinos eran sus tíos, la hermana de su madre, su marido y su primo Lucas, de veinticinco años, con el que mantenía una estupenda relación. Pablo era un chico aplicado en los estudios y estudiaba ingeniería industrial, sin embargo Marta era poca amiga de los libros y vivía del cuento, como una niña de papá. Su padre, Jesús, era uno de los cirujanos más prestigiosos del país y su madre, Pilar, como ella, vivía bajo las alas de papá. Se había matriculado en Psicología, pero pasaba de hincar los codos y sabía que con el tiempo lo terminaría dejando.

Durante la semana apenas se veía con Pablo y tan sólo contactaban por teléfono varias veces al día. La familia de Pablo era más humilde y necesitaba becas para poder sacarse la carrera, así es que debía aplicarse al máximo para sacar los curso año por año. Normalmente, los viernes por la tarde quedaban para ir al cine o dar un paseo, por la noche se iban a casa de uno u otro y sólo el sábado es cuando salían de marcha hasta altas horas de la madrugada. El domingo solían comer en casa de los padres de Marta y terminaba el fin de semana y vuelta a empezar con la rutina. La relación sexual entre ambos podía considerarse de poco intensa por la falta de tiempo, espacio y el estrés que le producían los estudios a Pablo. Ninguno tenía coche, tampoco disponían de mucho dinero como para irse de hotel y sólo podían aprovechar las pocas ocasiones que se encontraban solos en alguna de las dos casas. A todas estas dificultades había que añadir los problemas de eyaculación precoz que sufría Pablo, por lo que el acto en sí escasamente llegaba a los cinco minutos. Marta no había tenido relaciones con ningún hombre aparte de su novio, pero por conversaciones con sus amigas sabía que aquello no era normal, que no disfrutaba lo suficiente cada vez que se liaban sexualmente y comenzó a sentirse una insatisfecha. Le daba corte plantearle el problema a su novio y fingía cada vez que él eyaculaba, dando por bueno el acto y a veces teniéndose que masturbar para correrse. Además, cuando Pablo eyaculaba, quedaba hecho una mierda, desganado, como si acabaran de darle una paliza, por lo que no existía ninguna otra posibilidad de reavivar el acto. Averiguó por Internet que realmente se trataba de un problema que se podía tratar, pero se abochornaba con sólo pensar el hecho de planteárselo. Por su falta de interés por los libros, pasaba demasiadas horas pegadas al ordenador, chateando, viendo porno y calentándose cada vez más, hasta que llegó al punto masturbarse dos o tres veces al día. Parecía desquiciada, aunque trataba de contenerse. Su única pretensión es que Pablo se volviera más pasional y superara su problema de eyaculación precoz. Lo demás sólo eran fantasías, como las que cualquier persona se forma en la cabeza.

Normalmente, cuando los sábados por la noche salían de marcha, lo hacían en pandilla con las amigas y los respectivos novios, aunque a veces, para poder volver más tarde de la hora estipulada por sus padres, regresaban a casa con su primo Lucas, que tenía coche y era unos años mayor, se entendía que más responsable. Sólo así su padre la dejaba estar hasta las seis o las siete de la mañana. Casi siempre a última hora coincidían con él en una discoteca llamada Thum y se citaban a una hora para volver a casa. Las Navidades estaban a la vuelta de la esquina y se acercaban los exámenes del primer trimestre, así es que aquel sábado de primeros de diciembre, Pablo salió a regañadientes, sin muchas ganas por lo que tenía que estudiar. Pero Marta logró convencerle para salir en plan tranqui, con la idea de regresar temprano. Primeramente anduvieron por algunos pubs tomando una copa hasta que en torno a la medianoche terminaron en Thum. Pronto Pablo dio síntomas de querer irse.

Se hace tarde, cielo, y quiero madrugar para aprovechar el domingo.

Pff, Pablo, es pronto y nos lo estamos pasando bien.

¿Por qué no le pides las llaves del coche a tu primo y me acercas a casa?

Pero es que entonces tendré que quedarme hasta que él se vaya.

Bueno, está la gente por aquí, y Lali y ésas se irán tarde.

Marta encontró a su primo Lucas en la barra tomando un cubalibre con un amigo. Ella iba radiante y muy sexy. Llevaba un vestido elástico con efecto metalizado, excesivamente corto, con tirantes anudados al cuello y espalda al descubierto, un vestido que definían con suma perfección las curvas de sus caderas, trasero y pechos. Llevaba pendientes de aros grandes, el cabello revuelto, bien maquillada y zapatos de tacón aguja color negro. Una tía explosiva ante los ojos de cualquiera. Su primo y su amigo precisaron de unos segundos para asumir aquella explosión de belleza, porque estaba para comérsela. Lucas se había masturbado en multitud de ocasiones pensando en su prima, oliendo sus bragas, espiándola, haciendo top less en la playa. Era de mediana estatura y algo gordito, de barriga fofa, más bien cervecera, piel blanca y peluda, de ojos saltones y con el cabello cortado al rape.

¿Qué haces, guapa?

Se dieron un beso en las mejillas.

¡Lucas!

Mira, Curro, esta modelo es mi prima Marta.

Ni que lo digas, amigo, es una monada.

Curro y Marta se saludaron con unos besitos en las mejillas. Curro tenía pinta de chuleta, con la barriga más abombada y dura, pero con melena repeinada a base de gomina y ataviado con ropa de marca.

¿Te vas a venir conmigo? – se interesó Lucas.

Sí, pero quería pedirte un favor, que me dejes las llaves del coche para llevar a Pablo a casa.

¿Ya se va?

Tiene mucho que estudiar.

Bueno, vale -. Se sacó las llaves del bolsillo y se las entregó a su prima -. Te espero aquí, ¿no?

Sí, vuelvo en un rato.

Marta se giró hasta perderse en la multitud. Embobados, ambos chicos la siguieron con la mirada, el fascinante contoneo de aquel culo anchito y macizo.

Cómo está la hija puta – exclamó Curró.

Está de muerte. A mí me pone malo.

¿No te la has tirado ninguna vez?

Ganas no me faltan… Y mi tía también está bien buena.

Continuaron hablando de ella, Lucas le narró la de veces que la había espiado y le describió cada detalle de su cuerpo.

Marta y Pablo abandonaron la discoteca y ella condujo hasta el domicilio de Pablo, bastante cerca de donde ella vivía. Paró el motor y ella se echó sobre él. Pablo le pasó un brazo por los hombros y comenzaron a morrearse en plan cariñoso.

Voy a echarte de menos estos días – le dijo él acariciándola.

Y yo. ¿Nos veremos el viernes?

Ya estoy deseando que llegue.

De nuevo, se aventuraron en un nuevo beso cargado de pasión, cargado de amor y dulzura. Sin embargo, la manita izquierda de Marta, una manita delicada de dedos huesudos, con las uñas pintadas de un azul celeste, se deslizó con suavidad por encima de la camisa hasta abordar la zona de los genitales. Pablo se contrajo al percibir el magreo. Le bajó la cremallera y le desabrochó el cinturón y el botón. Dejaron de besarse. Pablo se reclinó en el asiento y ella se ocupó de abrirle el pantalón y bajarle la delantera del bóxer que llevaba, descubriendo una pollita muy fina con el capullo envuelto por la piel. La rodeó con la izquierda y se la empezó a sacudir despacio. Pablo cerró los ojos concentrado, sin tocarla, dejándola actuar. Pronto soltó un resoplido, antes de los dos minutos, hasta que la pollita derramó semen hacia los lados impregnando la manita de Marta.

¿Ya? – le preguntó ella mirándose la mano manchada, con la tremenda necesidad de tocarse la vagina.

Ufff… Sí… Qué bien.

¿Te ha gustado?

Joder…

Marta se limpió la mano con un clínex mientras él volvía a taparse. Haberle hecho una paja a su novio la había puesto muy cachonda y notó que mojaba las bragas. De nuevo se besaron con la misma pasión y tras unas caricias por el cabello, Pablo se apeó del coche y se dirigió hacia el portal de su edificio. La dejó sola ante la noche, con muchas ganas de marcha y caliente como una perra en celo.

Regresó a la discoteca en torno a la una y comprobó que casi todas las amigas ya se habían marchado. Buscó a su primo Lucas y le encontró en la barra, en el mismo lugar de antes, charlando con su amigo Curro. Le entregó las llaves y le abrieron un hueco.

Es temprano, ¿no? Tómate una copa con nosotros.

Sí, vale – dijo sentándose en un taburete, cruzando las piernas y dejando todos sus muslos a la vista de los dos chicos.

¿Y cómo que se ha ido tan pronto tu novio? – le preguntó Curro.

Tiene los exámenes y muchísimo que estudiar – le excusó.

Qué memo, dejar a una chica tan guapa sola en una discoteca.

Marta sonrió.

Gracias por lo de guapa.

La noche fue avanzando y durante ese tiempo no pararon de alabarla y hacerla reír. Marta no paró de beber y pronto se le empezó a notar que estaba algo bebida. Le dieron de fumar un porro, y su primo no paraba de manosearla por la espalda y algunas veces dejaba caer la mano en el muslo. Ella se comportaba de manera dócil, dejándose caer sobre el hombro de él y dándole cariñosos manotazos a Curro. Luego bailó con cada uno de ellos, con los dos, de manera sexy, moviendo el esqueleto como una loca. Ya comenzó a menearles el culo, a aplastar sus tetas contra sus pectorales cuando bailaban pegados, a dejarse manosear por todos lados. Tanto Lucas como Curro se esforzaban en que no parara de beber y no paraban de liar porros para que no dejara de fumar.

Regresaron a la barra y ella volvió a sentarse en el taburete, porro en mano, flanqueada por los dos chicos. La embriaguez se reflejaba en su mirada. Su primo Lucas la agarró por la barbilla obligándola a mirarle.

Estás muy guapa, prima.

Y se inclinó morreándola unos instantes. Marta le correspondió con la lengua y tras el breve morreo se miraron intensamente, con seriedad y lujuria, como si auguraran que iban a enrollarse. Entonces Curró le metió la mano bajo la melena, sujetándola por la nuca y también obligándola a mirarle.

- No estás guapa, estás superguapa, estás para comerte.

Iba a sonreír, pero bruscamente le acercó la cabeza para besarla con la misma intensidad que lo había hecho Lucas. Mientras Curro la besaba, su primo le deslizaba las yemas de sus dedos por la espalda, a modo de caricias, y ella se dejaba manejar por aquellos dos hombres. Su vagina ardía de placer a sabiendas de que estaba adentrándose en un terreno delicado. Dejaron de besarse, aunque Curro mantuvo la mano en su nuca.

Ven, acércate, preciosa…

Marta bajó del taburete y se acercó a él. Curró la abrazó plantando las manos encima de su culo, por encima del vestido, ante los ojos de Lucas, que se limitaba a observar los magreos que recibía su primita. La besuqueó por el cuello. Notó sus tetas aplastadas contra él.

¿Notas lo cachondo que me has puesto? Tócame y verás…

Le plantó su manita derecha encima del bulto y advirtió la dureza y el tamaño del pene bajo la tela, un tamaño gigantesco en comparación con la de su novio. Acarició aquella dureza con suavidad.

La tienes dura – le dijo ella sonriendo.

Tú me la has puesto dura. ¿Qué has hecho con tu novio en el coche, pillina?

Quería que le hiciese una paja.

¿Y se la has hecho?

Sí.

¿No habéis follado?

No.

Puto marica. Una putita como tú necesita follar, ¿verdad? -. Marta sonrió, pero él le atizó una leve bofetada en la mejilla -. ¿verdad?

Sí – contestó sin dejar de manosearle la zona de la bragueta.

¿Te gustaría hacerme una paja? – le susurró al oído -. Seguro que mi polla te gusta más que la de ese mariquita.

Marta sacudió una sonrisa.

Es que mi novio… Anda, qué eres muy listo – le dijo dándole un pequeño manotazo y escapando de sus brazos.

Venga, no seas cabrona, te va a gustar…

Que te calles anda… Lucas, dile a tu amiguito que cierre la boca.

¿Os apetece subir? – propuso Lucas.

No es mala idea – contestó Curró.

Yo estoy a tu disposición, primo – añadió Marta.

Hablaron con un relaciones pública que merodeaba por la barra y reservaron una de las salas privadas que existían en la segunda planta destinadas para fiestas particulares. Luego el tipo les acompañó hasta una sala de unos veinte metros cuadrados equipada de manera confortable, con barra y minibar tipo hotel, donde uno podía servirse rellenando la hoja de gastos correspondiente. Disponía de un equipo de música, televisión, un sofá amplio de color rojo y dos sillones a juego, así como toallas, albornoces y una máquina de preservativos, todo dentro de un ambiente glamuroso. Curro se ocupó de poner música a bajo volumen mientras que Lucas se acomodó en el sillón que había frente al sofá.

Sírvenos una copa, prima – le pidió su primo.

Curro se sentó en el centro del sofá mientras ella se exhibía al servirles las copas. Después se sentó a la derecha de Curró y cruzó las piernas dejando a la vista sus imponentes muslos, con la base del vestido prácticamente a la altura de las inglés. El amigo de su prima sacó una bolsita de cocaína y distribuyó tres rayas en la pequeña mesita de cristal que había frente a ellos. Esnifó la primera y le ofreció el tubito a Marta para que probara.

Me voy a poner como una moto con tanto porro y ahora con esto – bromeó tomando el tubo.

Pruébalo – le ordenó Curro acariciándole el cabello.

Descruzó las piernas. Al hacerlo, su primo Lucas dispuso de un instante para verle las bragas, unas bragas con una pequeña delantera triangular de muselina donde se transparentaba su coñito. Juntó las rodillas. Tras el movimiento, el vestido se le había arrugado aún más en la cintura y prácticamente tenía las nalgas a la vista, de hecho, desde su posición veía la tira lateral de las bragas. Se inclinó hacia delante con el tubito en la nariz para esnifar la raya. Por el escote, Lucas vio sus tetas blanditas aplastadas contra la tela. El vestido era tan cortito y se le había subido tanto, que prácticamente estaba sentada sobre las bragas. Lucas se refregaba con descaro la zona de la bragueta. Su primita estaba descontrolada y se comportaba como una putita. Curro le acariciaba el pelo y la espalda mientras ella esnifaba.

Tómate la otra – le impuso su primo desde el sillón.

Va a ser mucho, ¿no?

Venga, cojones, que no pasa nada…

Vale, vale…

Esnifó la tercera raya y algunos granos quedaron dispersos por el cristal.

Apura, que eso vale una pasta – le dijo Curro.

Sacó la lengua y la arrastró por el cristal lamiendo los granos dispersos, acrecentando el calentón de los dos hombres al verla lamer el cristal. Se irguió de nuevo limpiándose los labios con el dorso de la mano.

Uff, estoy en una nube – dijo.

Aquí hace calor – señaló Curro quitándose el polo y mostrando su tórax, un tórax de piel tostada, con una barriga pronunciada y dura, salpicada de poco vello -. Tú, ¿no tienes calor?

Miró de reojo a su primo, quien se había desabrochado la camisa y se la había abierto hacia los lados para presentar su barriga fofa, de piel blanca y muy velluda.

Sí, tengo calor.

¿Por qué no te quitas el vestido?

Me da corte…

Estamos entre amigos, ¿no? Y él es tu primo. Seguro que ya te habrá visto las tetas en la playa -. Marta sacudió una sonrisa, con las mejillas enrojecidas -. Venga, anda, no seas tontona…

Se levantó y se tiró del vestido hacia arriba sacándoselo por la cabeza, quedándose sólo con las pequeñas braguitas de muselina, cuya delantera consistía en un trocito de tela triangular transparente, por donde se podían apreciar las formas de su chochito. Sus tetas se vaivenearon flojas ante los ojos de los dos, que no pusieron reparo en tocarse sus partes. Las braguitas tan sólo tapaban la raja de su culo y dejaban a la vista las dos nalgas macizas. Los tacones daban el toque sensual a su figura de piel blanquinosa. Volvió a sentarse y a cruzar las piernas, ligeramente vuelta hacia Curro.

Estás muy buena, lo sabes, ¿verdad?

Gracias.

Me gustan tus tetas.

Marta se las miró con ingenuidad sin apagar su sonrisa.

Me da vergüenza – reconoció a pesar del calentón que envolvía su vagina -. ¿Y vosotros? Yo en bragas y vosotros, ¿qué?

Mi prima lleva razón, Curro – añadió Lucas levantándose para desnudarse.

¿Por qué no me los quitas tú? – le retó Curro.

Sí, hombre.

Vamos, seguro que te pone cachonda…

Soltó una carcajada al ver que se reclinaba en el sofá. Marta se inclinó hacia él dejando que sus tetas se balancearan levemente. Primero le desabrochó el cinturón y el botón del pantalón. En ese momento, Lucas, sólo con el slip blanco, caminó hasta el sofá sentándose a la derecha de su prima, viéndola de espaldas actuar sobre el cuerpo de su amigo. Le pasó la yema de los dedos por la espalda y ella le miró por encima del hombro ofreciéndole una sonrisa, pero enseguida volvió la cabeza hacia el amigo. Le bajó la bragueta y le abrió el pantalón descubriendo un bóxer negro en donde se apreciaba el relieve de una polla gruesa, no muy larga, echada a un lado. Se inclinó aún más, hasta que las tetas las aplastó contra los muslos, para poder tirarle de los pantalones y dejarlos enrollados en sus tobillos. Volvió a erguirse, sin dejar de mirar hacia Curro, percibiendo las caricias de su primo en la espalda. Sus tetas blandas no paraban de moverse con cada gesto.

Entonces le has hecho una pajita a tu novio – comentó Curro.

Sí, lo que pasa es que se corre enseguida – confesó con la voz cargada de ingenuidad.

¡El puto marica! – exclamó Curro.

Me imaginaba que Pablo era un marica, pero no tanto – añadió su primo.

No sé que le pasa, pero no dura nada – les explicó.

¿Se la has chupado alguna vez? – le preguntó Curro.

No, que va, no te digo que se corre en cuanto lo toco.

A lo mejor es que le gustan los tíos, que es una puta maricona – continuó Curro.

No sé – contestó ella encogiendo los hombros, percibiendo los dedos de su primo muy cerca de su cintura.

¿Nunca has chupado una polla?

No.

Nos has puesto muy caliente, lo sabes, ¿verdad, putita? -. Sacudió una sonrisa, intercambiando también una mirada con su primo -. Tendrás que hacernos unas pajas, para bajar el calentón, ¿no? ¿Te gustaría hacerme una paja? Seguro que duro más que tu marica.

Como sois, ya están los supermachos – tonteó con ingenuidad.

Compruébalo. Venga, putita, ¿quieres hacerme una paja?

Ay, no sé, no está bien – contestó seria.

Vamos, putita, no te pongas tonta, sé que estás deseando tocarme la polla. Hazme una paja, venga, joder, putita, me va a reventar…

Curro alzó el culo del sofá para bajarse el bóxer hasta los tobillos. Marta se impresionó ante la envergadura de la verga, muy ancha, con venas muy señaladas y un glande muy voluminoso, muy dorada, como el resto de su piel. Los huevos eran gordos y blandos, con poco vello, de una piel muy rugosa. Se mordió el labio inferior cuando acercó su manita izquierda rodeándola, percibiendo su extrema dureza, las palpitaciones de las venas, la tersura de la piel. Curro soltó un bufido ante el tacto y separó las piernas, relajado y concentrado.

Muévela, putita, seguro que lo haces muy bien…

A un ritmo pausado, se la agitó con la izquierda. El glande rozaba la barriga. Ella alternaba la mirada entre los ojos de Curro y la verga que movía. Notó que su primo le metía los brazos bajo las axilas y sus manazas le abordaban las tetas para sobárselas con suavidad mientras ella se esforzaba en machacar bien aquella polla que ni su manita podía abarcar entera. Qué delicia, ni punto de comparación con la de su novio, cuánto estaba gozando haciéndole una paja a aquel desconocido mientras su primo le manoseaba las tetas. Notaba su respiración en la espalda y a veces la besuqueaba por el cuello y el cabello.

- Qué bien lo haces, putita…

Sonrió acelerando un poco.

¿Te gusta así?

Me encanta cómo me masturbas. ¿Te gusta mi polla?

Sí, me gusta mucho…

¿Más que la de tu marica?

Síii…

Por iniciativa propia, extendió el brazo derecho y al mismo tiempo que se la sacudía le sobó los huevos con destreza, achuchándolos con suavidad, acariciándolos con las yemas. Su primo le zarandeaba las tetas sujetándolas por los pezones mientras la besaba por la espalda. Notó que vertía flujos en las bragas, que la vagina sufría fuertes estímulos. Retiró la mano de los huevos y se la metió dentro de las bragas para menearse el chocho, no podía contenerse, quería tocárselo para aplacar la humedad que fluía. Curro sonrió al ver su desesperada lujuria, al ver los deditos actuando tras la tela transparente de las bragas. Notó que se mareaba, quizás por efecto del alcohol y las drogas. La mano la mantuvo dentro de las bragas, pero dejó de rozarse. La izquierda que sujetaba la verga frenó las sacudidas, aunque la mantuvo agarrada.

Sigue, coño, no seas puta… - protestó Curro.

¡Uff! – exclamó con los ojos cerrados, sudando, al mismo tiempo que su primo le daba golpecitos en los pechos para moverlos. Sacó la mano de las bragas para secarse con el dorso el sudor de la frente. La tira la dejó hacia la mitad del vello, dejándose medio coño a la vista. Sufría escalofríos y se mareaba -. No me encuentro muy bien, pfff, estoy mareada…

Retiró la mano de la polla para frotarse la cara y su cuerpo se tambaleó. Había bebido demasiado, todo mezclado con marihuana y cocaína, una dosis letal. Su primo retiró las manos de las tetas y se levantó del sofá. La punta de la polla le sobresalía por la tira superior del slip.

¿Estás bien, Marta?

Muy mareada…

La madre que la parió… - refunfuñó Curro.

Curro se levantó indignado con la verga empinada y entonces ella se dejó caer hacia atrás, con la cabeza apoyada en el reposabrazos y las manos en la cara. Sus blandas tetas tendieron a caerse hacia los costados. Curro le subió las piernas encima del sofá tendiéndola boca arriba y le bajó las bragas a tirones sin que ella hiciera nada por evitarlo, dejándoselas enrolladas unos centímetros por encima de las rodillas. Su chochito quedó expuesto a los ojos de los dos hombres. Curro se sacudió la polla observándola.

Está borracha – comentó Lucas.

Me la tengo que follar, yo no puedo aguantarme…

No sé, tío, me da cosa…

El amigo le levantó ambas piernas elevándole las nalgas del asiento. Ella cabeceaba sin saber bien qué le hacían. Se arrodillo ante ella manteniéndole las piernas en alto con la mano izquierda, dejando su coñito a tiro. Tenía la tela de las bragas tensa al tenerlas enganchadas. Se agarró la polla con la derecha y la acercó a la rajita contrayendo el culo para sumergirla en aquella jugosidad. Marta frunció el entrecejo al notar cómo le abrían el coño. Cerró los ojos y gimió ladeando la cara hacia su primo, quien se había bajado la delantera del slip y se machacaba el pene inspirado con la escena. Manteniéndole las piernas en alto y el culo elevado de los cojines, Curro comenzó a contraer el culo y a follarla con celeridad. La ancha verga entraba y salía del coñito con rudeza. Marta mantenía los ojos entrecerrados, la piel pálida, el ceño fruncido, soltando jadeos secos cuando la penetraba.

Dé…De…Deja…Me… - gimió alzando los brazos como para empujar a Curro.

¡Cállate, puta! Te voy a espabilar…

Agilizó los movimientos de la cadera para asestarle fuertes clavadas. Ahora le agarró las piernas por los tobillos y se irguió aún más para echar el culo hacia atrás y contraerlo con más fuerza. Las tetas se meneaban ante los severos pinchotazos. Marta gemía dolorida y sin fuerzas, sin apenas abrir los ojos, con todo su cuerpo tambaleándose de las fuertes embestidas. Curro ya resoplaba avivando la marcha. Frenó en seco apretándole los tobillos y encogiendo todo el cuerpo. Bufó agitando la cabeza y extrajo muy lentamente la polla apeándose del sillón. Marta dejó caer las piernas. De su chochito manaba abundante semen que discurría hacia la raja del culo con suma lentitud. Ella cerró los ojos y volvió la cabeza, como si no fuera consciente de lo que le hacían.

¿No vas a follarte a tu prima? Está buenísima…

Está bien jodida…

Así la espabilas, necesita que se la metan.

Vamos a darle la vuelta…

Entre los dos la tumbaron bocabajo en el sofá, con la cabeza apoyada en el reposabrazos. Ella ni se inmutaba. Curro terminó de quitarle las bragas y le separó las piernas abriéndole un hueco para que Lucas se arrodillara. Tenía el brazo derecho bajo el cuerpo y el izquierdo colgando por fuera del sofá, con la teta izquierda sobresaliendo por el costado. Tenía su macizo y ancho culo de nalgas abombadas y blancas expuesto ante su primo. Lucas se bajó el slip y subió en el sofá arrodillándose entre las piernas de su prima. Se agarró la verga y la condujo a la entrepierna, rebuscando con la punta por el vello vaginal, hasta que se echó sobre el culo hundiéndola en el coño. Marta elevó unos centímetros la cabeza con el ceño fruncido, dolorida por la nueva punzada en su vagina. Apenas lograba abrir los ojos y sólo vio la figura emborronada de Curro. Lucas pegó sus pectorales y la barriga a la espalda de su prima y comenzó a elevar el culo para follarla, asestándole fuerte en las nalgas con la pelvis, deslizando su polla hasta las profundidades del coño. Marta comenzó a acezar ante los meneos, al son de los jadeos de su primo. Lucas le golpeaba el culo con celeridad, vertiendo su respiración contra su espalda. Apretó el culo fuerte meneándose con la verga dentro e inundándolo con un masivo derramamiento de leche. Marta dejó caer de nuevo la cabeza contra el reposabrazos, aún respirando con dificultad. Lucas se incorporó con los ojos fijos en el culo de su prima y la cantidad de leche que le fluía del interior del coño. Le asestó una palmada en una de las nalgas.

¡Qué culo tiene! – le dijo a su amigo apeándose del sofá.

A ver cómo la despejamos…

Primeramente se vistieron ellos y apuraron las copas deleitándose con aquel cuerpecito que acababan de follarse. Curro se guardó las bragas en el bolsillo como trofeo al polvo con aquella monada. Después le pusieron con esfuerzo el vestido y trataron de despejarla lavándole la cara y palmeándole las mejillas. Apenas reaccionaba y entre los dos la sacaron de la discoteca y la acomodaron en el asiento del copiloto. Los dos amigos se despidieron hasta una próxima vez y Lucas montó al volante. La miro. Estaba echada sobre la ventanilla, completamente adormilada. Le tiró del vestido hacia la cintura y la dejó con el chocho al aire. Se lo palpó mediante palmaditas, impregnándose del semen repegado. Qué buena estaba. Le sobó las tetas por encima del vestido, sin que ella se inmutara. La manoseó bien antes de arrancar en dirección a casa.

Durante el trayecto no paró de sobarle los muslos y el coño. Marta ni se movió, dormía como un angelito. Sobre las cinco y media de la mañana, la bajó del coche, la cogió en brazos y la metió en el edificio. Ella se aferró a su cuello en el ascensor durmiendo sobre su hombro. No daba en sí. Lucas tenía llaves de la casa y abrió la puerta con sigilo para que sus tíos no descubrieran el estado en el que se encontraba su hija. Por suerte, todo estaba a oscuras. Cerró la puerta despacio y la llevó hasta su habitación. La echó sobre la cama, tendida boca arriba, muy cerca del borde, con las piernas juntas. Marta se removió y ladeó la cabeza hacia la pared, profundamente dormida. Lucas le tiró del vestido hacia la cintura arrugándoselo a la altura del ombligo, descubriendo su sabroso chochito. Se inclinó para acariciarlo con toda la palma, apretando fuerte, impregnándose de la espesa y pegajosa humedad. La mano izquierda la metió bajo el escote para sobarle aquellas tetas tan anchas y blanditas. Ella continuaba inmóvil. Volvió a incorporarse para desabrocharse el pantalón. No podía contenerse. Necesitaba correrse otra vez. Se bajó la delantera del slip dejando libre su polla y sus huevos. Se la agarró fuerte con la mano derecha y comenzó a machacársela con los ojos clavados en la figura de su prima.

Pilar, la madre de Marta, permanecía abrazada a su marido cuando el ruido de la puerta la despertó. No lograba conciliar el sueño hasta que la niña no llegaba y sólo se quedaba traspuesta. Había hecho el amor con su marido, aunque de mala gana, siempre estaba cansado y estresado y casi siempre le echaba un polvo rápido como para cumplir. Oyó pasos. Consultó la hora y comprobó que era tardísimo, casi las seis y media de la mañana. Se levantó con la intención de regañarla, aunque se hubiera venido con Lucas, pero no eran horas para llegar a casa. Iba descalza y a medida que se acercaba a la habitación oyó unos chasquidos muy continuos y una respiración acelerada. Se detuvo y dio unos pasos asomándose con cuidado, como para sorprenderla. Y quedó marcada para siempre, hechizada por la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Los chasquidos se debían a los tirones de verga de su sobrino Lucas, masturbándose con el cuerpo semidesnudo de su hija, borracha y dormida encima de la cama. No tuvo capacidad de reacción, sus músculos se paralizaron y su mirada iba del chocho de su hija a la tremenda polla de Lucas, larga, gruesa y con glande afilado, con huevos redondos y de un tono rosado, con vello negro y largo. Se la meneaba con nerviosidad a la vez que devoraba con la vista el cuerpecito de su niña. La morbosa e inesperada situación le produjo una sensación libidinosa que la obligó a agarrarse el chocho y manchar las bragas, una sensación eléctrica incontrolable a pesar de intentar escandalizarse con lo que estaba viendo. Qué polla más rica tenía su sobrino, era la primera vez en su vida que veía una distinta a la de su marido. Con el chocho muy mojado, se lo movió, envuelta en aquella sensación de gozo. Tampoco pasaba nada, nadie tenía por qué enterarse. Sabía que su marido en más de una ocasión había estado de putas y que se había tirado a alguna enfermera, pero ella lo había dejado pasar por no perder el alto nivel de vida que llevaba. La reacción lógica hubiese sido la indignación, pero los impulsos que se habían adueñado de su cuerpo resultaban indomables y no podía hacer nada por evitarlo. Ver a su hija humillada la estaba poniendo muy cachonda y mucho más aquella polla de su sobrino. Se miró el chocho, estaba corriéndose bien, no dejaban de manar flujos empapando sus bragas. Vio que su sobrino flexionaba las piernas y se la sacudía con más fuerza, hasta que gruesos salpicones de nata se repartieron por el chocho impregnando el vello y la diminuta rajita. Enseguida se guardó la verga y se ajustó el cinturón. En ese momento, Pilar retrocedió hasta ocultarse en la penumbra del pasillo. Aguardó escondida hasta que vio la figura de su sobrino abandonando la vivienda. Entonces regresó a la habitación de su hija y encendió la luz. Permanecía en la misma postura, con todo el coño salpicado de pegotes de semen. Tragó saliva, inquieta por esa ninfomanía tan fugaz en una mujer de cuarenta y seis años, madre de aquella chica y tía carnal del sobrino al que acababa de espiar. Se arrodilló ante la cama con los ojos fijos en las porciones de semen atrapadas en el vello del chocho. Aún mojaba las bragas. Su hija olía a alcohol, tenía una borrachera de escándalo. Respiraba con dificultad. Acercó la cara al coño y olfateó la leche. Jamás había probado el semen, ni siquiera el de su marido, muy pocas veces se la había chupado. Desquiciada por el morbo, sacó la lengua y lamió el chocho de su hija degustando el semen de su sobrino, probando la humedad del coño de su hija, tragándoselo y paladeándolo, le dio tres pasadas con toda la lengua fuera hasta humedecerle el vello. Luego se irguió. Acababa de chuparle el coño a su propia hija. Se lo secó con las sábanas y la arropó. Luego abandonó la habitación y se echó junto a su marido. Tenía las bragas muy mojadas y estaba muy excitada. Se metió un dedo en el chocho y se masturbó fantaseando con que su sobrino la follaba. Fue incapaz de dormir. Una situación morbosa e inesperada la había convertido en una ninfómana sin escrúpulos.

CONTINUARÁ. Joul Negro. Gracias por los comentarios.

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