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Intercambios con mi prima Vanesa 3

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Intercambios con su prima Vanesa III.

A las ocho de la mañana del domingo Arturo y Elena aún susurraban, acurrucados bajo las sábanas, acerca de la experiencia con el matrimonio.

- De verdad, cariño, sólo ha sido un intercambio con mi prima Vanesa, sólo quiero que lo veas de esa manera. Y me alegro de que goces mirándome.

- Me excita ver cómo lo hacéis – reconoció algo avergonzado.

- No pasa nada, mi amor, es un juego.

Elena le contó sus sensaciones durante la penetración anal, aún le dolía el ano, y sus tocamientos lésbicos con su prima. Mientras su esposa le narraba tales sensaciones, Arturo estuvo masturbándose ante ella, ante su sonrisa, como si estuvieran narrándole un relato erótico. Diez minutos después de las nueve bajaron al salón. Enseguida Arturo detectó las miradas de complicidad entre el matrimonio y su esposa, las sonrisitas y los susurros al oído. Él actuaba con naturalidad, como si no supiera nada, aunque con sólo estar al lado de Paco ya se excitaba, con sólo saber que se había tirado a su mujer. Nunca se imaginó que ser cornudo fuera tan excitante. Necesitaba nuevas escenas y propuso quedarse un día más, total estaban relajados y se lo estaban pasando bien. Por supuesto, tanto Paco como Vanesa aceptaron encantados, aunque al día siguiente tendrían que salir muy temprano por que Elena debía comenzar las clases en el instituto. Elena iba ataviada bastante decente, se había puesto un pijama de raso azul celeste compuesto por un pantalón y una camisa. Vanesa se había colocado un vestidito veraniego de color amarillo, corto, de muy finos tirantes y escote redondeado muy suelto. Ellos iban de chándal. Durante el desayuno, Arturo percibía cómo su amigo devoraba con la vista a su mujer, por su obsesa mirada se desprendían las ganas de volver a follársela. De nuevo, tenían que ir al pueblo a comprar comida y bebida y un rato más tarde las dos primas se quedaron a solas dentro de la casa. Elena estaba ante el fregadero secando unos platos cuando sintió a su prima abrazándola por detrás y besuqueándola por el cuello. Elena soltó la loza y echó la cabeza hacia atrás apoyando la nuca en su hombro, como si quisiera expresar su excitación al verse invadida. Notó los picudos pechos de su prima en la espalda y cómo sus manos ascendían bajo la camisa del pijama para abordar sus tetas con suavidad, a modo de caricias, aplastándolas ligeramente.

  • Estaba deseando tocarte – le confesó Vanesa -. ¿Te lo pasaste bien?
  • Sí… - contestó con una sonrisa.

Volvió la cara hacia su prima y ambas se besaron encendidamente, a modo de mordiscones con los labios. Mientras sus labios baboseaban, Vanesa fue desabrochándole la camisa y al hacerlo se la abrió liberando sus dos tetas blandas. Las sobó con la misma delicadeza. Elenita meneaba la cadera, como si pretendiera sentir el coño de su prima.

  • ¿Quieres masturbarme? – le preguntó Vanesa.
  • Sí…

Agarradas de la mano, como dos enamoradas, caminaron hacia el sofá. Vanesa fue la primera en sentarse, separó las piernas y aguardó a que Elenita se quitara la camisa. Con sus tetas balanceantes, se sentó a la derecha de su prima y enseguida se echó sobre ella para besarla. Vanesa se bajó los tirantes para sacarse sus pechos y todas las tetas chocaron unas contra las otras. Elena notaba como los pezones de Vanesa se clavaban en su masa blanda. Sin parar de babear, Elenita metió la mano bajo el vestido e introdujo sus dedos dentro de las bragas, zarandeándole suavemente el chocho pelado. Vanesa jadeó cabeceando en el respaldo. Tenía el vestido arrugado en la cintura y meneaba la cadera con intensidad, elevando el culo del asiento, notaba cómo las yemas hurgaban entre sus labios vaginales. Elena sólo la observaba y la masturbaba, aunque a veces acercaba tímidamente la boca a su teta y le atizaba un lametón. Vanesa emitía jadeos, como sofocada. Tras un minuto de auténtico frenesí, se levantó precipitadamente y se colocó de pie delante de su prima. Se subió el vestido y se bajó las bragas a toda prisa, con las piernas juntas, ofreciendo su culo.

  • Chúpame, chúpame… - apremió necesitada de más placer.

Elena se incorporó plantando las palmas en las nalgas firmes de su prima. Se fijó en su ano rojizo, de esfínteres muy señalados, y más abajo la rajita húmeda de su coñito, anegada de babilla transparente fruto de la tremenda cantidad de flujos.

  • Chupa, perra, chupa de una vez…

Acercó la boca a los bajos del culo y con la lengua fuera comenzó a lamerle el chocho, probando los flujos vaginales que brotaban de entre los labios, relamiendo su jugoso clítoris, con la nariz insertada en la raja, a la altura del ano, donde podía oler. Vanesa meneaba el culito ante el cosquilleo de la lengua. Mantenía sus manos en las rodillas para mantenerse inclinada y los ojos cerrados, concentrada para atrapar todo el gusto que le proporcionaba la lengua de su prima. Del sabor agridulce de la vagina pasó a lamer su ano, de sabor más áspero, procurando pasar la lengua por encima. Elena mantenía la cara incrustada en la raja sin para de chupar. Al menos se tiró cinco minutos sin parar de lamer, hasta que del coñito de Vanesa comenzó a gotear un líquido viscoso y transparente, acompañado de fuertes jadeos, señal de que se estaba corriendo en la boca de su prima. Medio asfixiada, Elena retiró la cabeza y las manos del culo de su prima y Vanesa se incorporó dando media vuelta, subiéndose las bragas y tapándose los pechos. Se inclinó, le cogió la cara y le dio un beso fuerte en los labios.

  • Qué bien lo haces, preciosa. Gracias, Elenita.

Volvió a besarla y Elena cogió la camisa del pijama para ponérsela.

  • ¿Nos damos un baño? – le propuso Vanesa -. Vamos a aprovechar el sol, ¿no?
  • Vale.

Cuando llegaron los chicos, las dos primas ya hacían top-less en el recinto de la piscina, Vanesa con sus braguitas blancas de lunares y Elenita con su tanguita rojo, Vanesa con sus tetitas picudas y duras y Elenita con sus tetitas blandas y aperadas. A Paco se le fueron los ojos tras la desnudez de las chicas, tumbadas en las toallas para acaparar los rayos de sol. Arturo detectó la obsesiva mirada de su amigo y tal gesto le provocó una erección. La infidelidad consentida de su mujer le estaba provocando graves trastornos, su cabeza, fugazmente, se había visto invadida por un lascivo sentimiento, poderoso e incontrolable. Sintió vergüenza de sí mismo, por sus hijos, amigos, compañeros, familiares, pero ver a Elena follando con Paco, ser humillado por uno de sus mejores amigos, resultaba tremendamente incitante. Él se mantuvo con el chándal, pero Paco salió de la casa con su bañador-slip negro de franjas anaranjadas. Enseguida se fijó en los claros contornos de su pene, medio hinchado, y en el abultamiento de los testículos. También en su panza, en el vello que la recubría, y en las robustas piernas. Se sintió un maricón a su lado.

  • ¡Qué buenas estás las dos! ¿eh, Arturo?
  • ¡Jo! Ni que lo digas – le dijo con tal de seguirle la corriente.
  • Tendríamos que montar una orgía, hombre, te lo tengo dicho.
  • Como eres, Paco, voy a cortar un poco de leña, anda…

Arturo deseaba allanarle el camino para propiciar un nuevo encuentro con su mujer. Cogió el hacha y se dirigió hacia la zona donde estaban los troncos. Intercambió una mirada de complicidad con su esposa. Elena se levantó y miró a Vanesa. Parecía adormilada tomando el sol. Miró hacia la terraza. Paco estaba liándose un porro y abriéndose una lata de cerveza. Se dirigió hacia él a paso lento, contoneando sus caderas por efecto de los zuecos, con su cabello a lo Marilyn al viento y sus tetas acunándose hacia los lados. Enseguida su amigo se volvió hacia ella para recibirla con una sonrisa.

  • Venía por una calada – le dijo ella.
  • ¿Qué puedo negarte yo, preciosa? – le dijo entregándole el porro y acercándose a su oído -. Qué bien te portaste anoche – le susurró en tono jadeante.
  • Me lo pasé muy bien.

Arturo, con el hacha en la mano, les veía sonreír y tontear. Paco volvió a coger el cigarrillo.

  • Necesito tocarte.
  • Pero, Paco, es que Arturo…
  • Vamos al cuarto de baño.

Entrelazaron los dedos y juntos se adentraron en la casa. Nervioso, soltó el hacha y se aseguró de que Vanesa continuaba adormilada en la hamaca. Corrió por el césped y se asomó por la puerta principal. Les vio meterse en el cuarto de baño y por suerte su esposa se ocupó de dejar la puerta entreabierta para que él pudiera mirar. Con sumo cuidado, caminó descalzó y se arrodilló tras una planta desde donde podía divisar todo lo que iba a ocurrir en el interior. En el lavabo, nada más entrar, Elena se giró hacia Paco y éste la abordó abrazándola y morreándola con ansia. Arturo vio las tetas de su mujer aplastadas contra la barriga sudorosa de su amigo. Ella le acariciaba la espalda y él había bajado las manos a las nalgas y le sobaba el culo rabiosamente, pellizcándola y arrugándole las carnes. Metió la mano bajo la tira que llevaba por el culo y le acarició con rudeza el chocho y el ano. Tras un largo rato de pasión, Paco se separó de ella para bajarse el bañador a toda prisa y exhibir su polla empinada.

  • Vas a chupármela… Quítate las bragas…

Mientras él se sentaba en la taza con la tapa hacia abajo y separaba sus robustas piernas para dejarle espacio, Elenita se bajó el tanga quedándose completamente desnuda. Tuvo tiempo de mirar por el espejo redondo de la pared y descubrir a su marido tras la planta.

  • Arrodíllate… - le ordenó.
  • Paco, es peligr…

No la dejó terminar, nada más arrodillarse entre sus piernas, se irguió y le cogió la cabeza con ambas manos morreándola de nuevo a mordiscos. Sus dos tetas chocaron contra la verga erguida. A veces, sin soltarle la cabeza, la separaba unos centímetros, la miraba y volvía a besarla sintiendo el golpecito de las tetas sobre su pene. La brusquedad con que trataba a su mujer aceleró la erección de Arturo y tuvo la necesidad de meterse la mano bajo el chándal para tocarse. Volvió a separarle la cabeza.

  • Siempre he sabido lo zorra que eras -. Elena notaba su aliento -. Me has calentado la polla tantas veces. Ahora me la vas a chupar…

La agarró de los pelos y le bajó la cabeza con brusquedad metiéndole su ancha polla hasta la garganta. Dada la amplitud, Elenita sintió que se le cortaba la respiración y su cara comenzó a sonrojarse. El glande le obstruía el paso del aire. Tenía los labios pegados al vello púbico, con la boca llena de aquella masa dura que le impedía respirar. La mantuvo así varios segundos. Tiró de su cabeza dejando su polla libre. Varias hileras de babas unían los labios de Elenita con la punta de la verga. Sufrió una arcada y derramó gran cantidad de saliva sobre sus tetas.

  • Chúpamela, maldita zorra.

Paco pareció relajarse y se reclinó contra la cisterna dejando que ella procediera. Por el espejo vio que su marido estaba masturbándose. Agarró la polla con las dos manos y acercó la boca chupándola pausadamente, bajando con sus labios por el tronco y ascendiendo hasta el glande. Levantaba y bajaba la cabeza con el mismo ritmo, con la manaza de Paco en su cabello para ayudarla con la mamada. El cabrón sudaba como un cerdo. Arturo distinguía las hileras de sudor por su barriga y sus sienes. Elena se la mamaba sin pausa. La veía de espaldas, viendo cómo movía el tórax, viendo su culito desnudo. Se la estuvo chupando durante bastante rato, hasta que la agarró de los pelos y le tiró de la cabeza hacia atrás, con las babas pendiendo de su barbilla y la polla impregnada de saliva.

  • Súbete, necesito follarte…

Obediente, Elenita se incorporó y abrió las piernas para subirse encima de él, clavándose la verga en el coño hasta el mismo fondo. Ella gimió y Paco rugió. Enseguida Elenita se echó sobre él abrazándole, con las tetitas rozando la curvatura de la barriga, con los labios rozando su frente y con las manitas en sus hombros. Paco le plantó las manos en el culo y empezó a subirlo y bajarlo machacando su polla con velocidad. Al tiempo, le chupaba las tetas que se balanceaban sobre su cara. Arturo podía diferenciar la veloz entrada y salida de la polla pinchando el chocho de su mujer. Vio flujos amarillentos resbalando por el tronco de la verga. Le movía el culo con rudeza para perforarla con ansia. Elenita gemía fuera de sí, abrigada por un placer absoluto, percibiendo cómo la gruesa verga la invadía. La estuvo follando durante bastante tiempo, hasta que dio una serie de acelerones y se detuvo en seco gimiendo con los ojos desorbitados. Elenita sintió cómo la llenaba. Sofocada, se dejó caer sobre él, estrujando las tetas contra los velludos pectorales. Paco aún le acariciaba el culo con la polla insertada dentro del chocho. Tras varios segundos, donde trataron de recuperar el aliento, ella se irguió aún con la verga clavada.

  • Joder, Paco, no te cansas, ¿eh?
  • Tú también follas como una puta. Anda, levanta y límpiame.

Elenita se levantó y dio un paso atrás. Arturo vio pegotes de semen colgando del coño de su mujer y la polla completamente impregnada de flema blanquinosa. El muy cabrón se había corrido dentro. Elena cortó un trozo de papel higiénico y con suma delicadeza sujetó la verga y la secó por todos lados. Luego recogió su tanga y se lo puso delante de él. Paco aún continuaba reventado por el polvo que acaba de echar.

  • Voy fuera, ¿vale? -. Le dijo a Paco, quien asintió desfallecido.

Cuando salió del lavabo, vio que su marido subía a la bohardilla. Se aseguró de que Paco no miraba y subió las escaleras tras él. Cuando irrumpió en la estancia, su marido la esperaba tras la puerta. La sujetó del brazo y la colocó contra la pared.

  • Mastúrbame – apremió nervioso.

Elenita sujetó la pollita de su marido con la mano derecha y comenzó a sacudírsela aligeradamente. Ambos permanecían de pie, ella apoyada de espaldas en la pared y Arturo frente a ella con el pantalón del chándal bajado hasta las rodillas. Elenita se metió la mano izquierda bajo las bragas para masturbarse con él. Ambos se inspiraban en la escena que acaba de suceder.

  • Te gusta verme follar con él, ¿verdad?
  • Sí… Ahhh… Dame fuerte…

Le apretó más la verga y segundos más tarde varios salpicones de esperma se estrellaron contra su vientre. Inmediatamente después se fundieron en un apasionado abrazo y en un beso de enamorados. Cuando bajaron un rato más tarde, Paco y Vanesa estaban dándose un chapuzón. Arturo se fijó en el bulto del bañador de su amigo, en los contornos de la inmensa polla que había follado minutos antes a su esposa. Volvió a ponérsele dura con sólo pensar en lo cornudo que era, lo maricón que era al lado de su amigo. Elenita se unió a ellos y él se acomodó en la terraza para contemplar los numerosos tocamientos que sufría su esposa por parte del matrimonio.

Llegó la noche. No habían parado de beber y fumar porros, incluido Arturo, enfermo por su repentina lujuria. Las chicas continuaban con sus eróticas maneras, con las tetas al aire y las braguitas de sus respectivos bikinis. Paco llevaba su bañador-slip negro y sólo Arturo vestía con un pantalón corto y una camiseta. Tras cenar en la terraza, se metieron en el salón, pusieron música merengue y se sirvieron unos cubatas. Arturo asistía impasible a la complicidad de los tres, aunque dio muestras de más soltura, sobre todo cuando Paco le propuso una partida de dados.

  • Quien gane baila con estas dos zorritas.

Las chicas rieron a carcajadas y Arturo trató de seguir la corriente. Asistir de espectador a un polvo sería fascinante. Trató de hacerse el borracho, no quería que sospecharan que él lo sabía todo.

  • ¿Y el otro? ¿Mira?
  • El otro mira.

Paco tiró los dados y sacó un trío de ases. Arturo sacó un póker, pero en ese momento Paco le daba un sorbo al whisky y cambió dos dados con la intención de perder. Quería que su amigo fuera el protagonista de la fiesta, que se follara a su mujer ante él, dejarle como un cornudo de mierda.

  • Lo siento, compadre, pero te toca mirar. Las zorritas son mías. Vamos, chicas, uniros a mí.

Arturo, como un tontaina, se reclinó en el sofá con el vaso en la mano, dispuesto a ser testigo de la humillación de la que su esposa iba a ser víctima. Con sólo pensar en la que se avecinaba, ya se le puso la pollita tiesa. En el centro del salón, las dos chicas se unieron al cuerpo seboso de Paco, una a cada lado, Elenita a su derecha y Vanesa a su izquierda. Se pasaron los brazos por las cinturas y empezaron a moverse al son de la música. Arturo pudo ver la teta izquierda de su esposa deformada contra el costado de Paco. También la tetita picuda de Vanesa rozaba los pectorales de su marido. Los tres reían y cantaban y Arturo procuraba seguirles la corriente con leves sonrisitas.

  • ¡Estas zorras son mías!

Volvió la cabeza hacia Vanesa y se morrearon intensamente. Mientras lo hacían, Elenita subió su manita derecha y le acarició la asquerosa barriga. Entre las caricias y los morreos, Elenita y Arturo se miraban. Paco ladeó la cabeza hacia Elena y Arturo asistió al baboseo entre su amigo y su esposa, besándose a mordiscones, con las lenguas fuera, mientras las finas manos de Elena y Vanesa se deslizaban con lujuria por la velluda barriga.

  • Quiero que tu marido vea lo puta que eres. Tócame…

La mano de Elena resbaló por la barriga hasta el bulto del slip, acompañada de la de su prima Vanesa, que asistía al morreo entre su esposo y su prima. Arturo asistía perplejo al tocamiento de las dos manitas, frotando con fuerza los contornos del pene y los testículos. Paco volvió ahora la cabeza hacia su esposa para besarla a ella. Elena, fija en los ojos de su esposo, arrastró la mano izquierda por la robusta espalda y la metió por dentro del bañador sobándole su culo velludo. Tanto Vanesa, abordada por los besos, como ella, metieron ante los ojos de Arturo las manos por dentro del slip magreándole el pene y los huevos. Arturo distinguía los nudillos bajo la tela moviéndose con rabia. Con tal intensidad le tocaban, que bajaron el slip unos cuantos centímetros. La mano de Elena restregaba la polla y la de Vanesa estrujaba los huevos. Ambas acariciaban el culo de Paco. Dejó de besar a su esposa y en ese momento las dos primas acercaron sus labios y comenzaron a besarse con las mejillas apoyadas en los pectorales velludos, sin dejar de manosear a la vez los huevos y la ancha polla. Paco miró a su amigo mientras las mujeres le tocaban. Le notó tenso, aunque apenas parpadeaba.

  • No vas a probar ninguna de las dos, maricón, son mías -. Las dos mujeres continuaban tocándole y chupándole las tetillas de los pectorales -. Voy a follármelas -. En ese momento, Arturo no pudo aguantarse y, algo acomplejado, se sacó su pollita y empezó a masturbarse ante la sonrisa de burla de su amigo -. Cabrón, no sabías que tu mujer era puta, ¿verdad? Venid conmigo.

Las agarró del brazo y las condujo a la cama. Las dos se subieron encima y se colocaron a cuatro patas, con las rodillas en el borde y los culos empinados hacia Paco, uno junto al otro. Les bajó las bragas a tirones y se puso a quitarse el bañador. Ambas primas se miraron y acercaron sus bocas para besarse mientras ofrecían sus traseros a la bestia. Arturo, abatido por el placer, se la sacudía bastante deprisa, impresionado por el beso lésbico que sucedía ante sus ojos. Vio los dos culitos juntos, el de su mujer más ancho y más blanco, con la raja más profunda y el chocho peludo, y el de Vanesa, más pequeño, más bronceado, con el coño afeitado donde se apreciaba su rajita brillante. Las cuatro tetas se columpiaban levemente, sobre todo las de su mujer, más grandes y más blandas. Paco, ya desnudo, con la polla terriblemente tiesa, se arrodilló tras el culo de Elena. Le abrió la raja con ambas manos y le olió el ano con una respiración profunda, varias veces, hasta que le atizó un lametón desde el coño hasta el ano. Dio un paso hacia el culo de su mujer, le abrió la raja con la misma rudeza y lo olisqueó antes de humedecerlo pasándole la lengua repetidas veces. Se levantó y se colocó frente al culo de Elena. La sujetó con fuerza por las caderas y acercó la polla al ano para hundirla despacio. Arturo se estaba corriendo en los pantalones cuando la verga avanzaba dilatando el ano de su mujer. Elena gemía locamente ante la dolorosa penetración.

  • Chilla, jodida perra, que te oiga ese maricón.

Le asestó varias clavadas secas, extrayendo media polla y hundiéndola hasta el fondo. La embistió varias veces más obligándola a gemir de dolor. Ya sudaba a borbotones. Arturo podía ver las hileras resbalando por todo el torso velludo de su amigo. La folló aligeradamente contrayendo el culo, provocándole severas embestidas y sonoros alaridos, hasta que le atizó un cachete y sacó la polla. Elena miró por encima del hombro a su marido, acezando como una perra malherida. Al pasarse al culo de Vanesa, Arturo diferenció el ano abierto de su mujer y la babilla transparente que brotaba del interior. Paco se la clavó a su esposa en el ano y se puso a follarla con extrema brusquedad, asestándole con fuerza en las nalgas y pinchándola severamente hasta el fondo. La había follado tantas veces analmente que la verga se deslizaba con facilidad y Vanesa emitía gemidos secos, más acostumbrada a la dilatación. Con la mano izquierda, acariciaba el culo de Elena.

  • Tú, zorra, chúpame el culo mientras follo con mi mujer…

Elena acató la orden. Bajó de la cama con el cuerpo envuelto en sudor. Miró a su esposo, Arturo permanecía con la polla lacia atento a la humillante escena. Se arrodilló detrás de Paco, plantó sus manitas en las velludas nalgas y esperó a que se detuviera. Al notarla, Paco paró con la polla dentro del ano de Vanesa y se echó hacia la espalda de su mujer para inclinarse ligeramente. Arturo comprobó cómo su mujer hundía la boca y la nariz en la velluda y asquerosa raja de su amigo para chuparle el culo. Elena movía la cabeza olisqueando entre el áspero vello, procurando lamerle el ano con la punta, con la nariz a la altura de la rabadilla. El sabor resultaba desagradable, el maloliente ano le proporcionó algunas arcadas y escupió saliva sobre la raja, pero continuó chupando. Arturo la veía de espaldas con la cara insertada en la raja de su amigo, quien permanecía inmóvil con la verga dentro del ano de su esposa. A veces agitaba la cabeza, como para alcanzar el ano con la lengua. Hastiada de lamer aquel hediondo orificio, bajó la cabeza un poco más y le atizó algunos lametones a los huevos, casi con la cabeza metida bajo las piernas. Paco comenzó a moverse de nuevo pinchando con severidad a su mujer. Regresaron los gemidos de Vanesa. Elenita apartó la cabeza ante los violentos movimientos del culo, pero se mantuvo arrodilladas volviendo la cabeza hacia Arturo.

  • Fóllame con tu coño, cabrona – le ordenó Paco.

Se puso de pie y se pegó a Paco abrazándole con fuerza, entrelazando los deditos sobre su barriga, aplastando sus tetitas sobre la sudorosa espalda y meneando la cadera ligeramente para rozar su chocho por el culo grasiento de su amigo. A Arturo se le enderezó la verga de nuevo ante la innovadora postura, como si su mujer estuviera follándose a su amigo. Paco sacó la polla del culo de su mujer y la bajó para clavársela en el coñito. La folló con la misma energía, provocando sus profundos gemidos, notando el vello púbico de Elenita por sus nalgas y los pezones clavados en su espalda. Aguantó cerca de un minuto. Luego la extrajo agarrándola por la base y se giró hacia Elena sacudiéndosela. Numerosos salpicones de leche viscosa y muy blanca bombardearon el chocho de Elena. Estuvo dándose hasta dejarla bien escurrida, después, con la respiración entrecortada, se acercó a la cama y se dejó caer boca arriba. Vanesa, aún a cuatro patas, dio unos pasos hacia el cabecero e igualmente se dejó caer al lado de Paco, rendida por el enorme polvo que acababa de echarle. Comenzaron a morrearse mientras Elena daba media vuelta y se dirigía hacia el sofá donde Arturo había comenzado a masturbarse ante la perturbadora escena. Cuando tuvo el chocho de su mujer a la altura de sus ojos, diferenció los pegotes gelatinosos de semen atrapados en el vello, así como algunas gotitas resbalando por la cara interior de sus piernas. Elenita se arrodilló ante él mostrando una sonrisa. Arturo no paraba de darse con contundencia en la polla.

  • ¿Estás bien? – le preguntó su mujer.
  • Sí….

Elena acercó la boca y se besaron. No le importó que acabara de chuparle el culo a Paco, que acabara de chuparle los huevos, no le importó el sabor áspero de su saliva y enseguida su pollita emitió dispersas gotitas de semen sobre las tetas de su mujer. Elena se levantó y miró por encima del hombro hacia la cama. Una gota de esperma le goteó del pezón. Arturo volvió a fijarse en los resquicios atrapados por el vello púbico. Estaba perdida de leche. Paco permanecía tumbado boca arriba con las piernas separadas, la polla empinada sobre el vientre y los huevos en reposo sobre el colchón. Su esposa, sentada sobre sus talones a la altura de la cabeza, permanecía inclinada sin parar de morrearle y acariciarle los pectorales.

  • Acércate, Elenita – le ordenó Paco -, chúpamela un rato, deja ese maricón.

No lo dudó, terminó de quitarse el tanga y se dirigió hacia la cama. Arturo la observó de espalda, caminando desnuda hacia la bestia. Arturo no era lo suficientemente hombre como para satisfacerla, no tenía agallas para imponerse, era un cornudo a merced de las órdenes de su amigo. Se sintió despreciado y deshonrado, pero tal sensación estimulaba su recién llegada lujuria, gozaba con ver a su mujer humillada ante aquel cerdo, vejado él mismo por su amigo. Elena subió en la cama y se arrodilló entre las piernas robustas de Paco. Le cogió la verga y comenzó a sacudírsela, erguida, mirando hacia ellos, con sus tetas columpiándose al son de las vibraciones del brazo. Poco a poco fue poniéndosela bien tiesa. Utilizaba la mano izquierda para acariciarle la piel áspera del muslo. Vanesa levantó la mirada hacia ella y dedicó unos segundos a observar cómo masturbaba a su esposo, cómo le meneaba la ancha polla.

  • Te gusta la polla de mi marido, ¿verdad, guarra? -. Elenita mantuvo la mirada sin parar de machacar la verga y su prima le atizó una bofetada volviéndole la cabeza -. Contesta, zorra.
  • Sí…
  • Muérdesela…

Arturo ya se la estaba sacudiendo de nuevo cuando vio cómo su mujer se curvaba y arañaba ligeramente con los dientes el glande, con la vista dirigida hacia la prima. Procuraba morderla con delicadeza, como si mordiera una salchicha, hasta que empezó a mamar, como una hambrienta, bajando deprisa los labios por el tronco hasta el vello púbico y subiendo hasta la punta. El matrimonio volvía a morrearse mientras ella se ocupaba de la mamada. Arturo se daba con fuerza al comprobar cómo su esposa le chupaba la verga a otro hombre. La saliva chorreaba hacia los huevos. Cuando oyó los primeros jadeos de Paco, volvió a erguirse, esta vez para machacársela con suma ligereza. Sintió su coño muy húmedo, le encantaba masturbar a su amigo. Tardaba en correrse a pesar de los gemidos. Ya comenzaba a entumecérsele el brazo de tantas sacudidas. El cuerpo grasiento hervía en sudor. Vanesa había echado su tórax sobre la cara de Paco para que le chupara las tetas. Arturo casi no veía la verga de su amigo ante la velocidad con la que Elena se la machacaba. De pronto, numerosas gotitas se desperdigaron por la barriga mezclándose con el brillante sudor. Vanesa acercó la cabeza y con la lengua fuera fue capturando la leche derramada. También Elena quería probarla y frunció sus labios sobre el glande para succionar los últimos resquicios. Se tragó un grueso chorro. Vanesa levantó la cara con todos los labios empapados y de nuevo se puso a morrear a su marido para que probara su propio semen. Elenita se relamió los labios, con el sabor de la leche condensada en la lengua. Aún sujetaba la verga de Paco cuando miró hacia Arturo. Continuaba masturbándose. Bajó de la cama y caminó hacia él, pero antes de llegar su marido volvía a eyacular sobre el suelo. Arturo se tapó la pollita y se levantó para recibir a su mujer, desnuda y manchada de la leche de otro hombre, pero aún así la abrazo y la besó largamente. Vieron que el matrimonio, acurrucado, parecía adormilarse. Agarrados de la mano, subieron a la bohardilla y se metieron en la cama. Fueron incapaces de conciliar el sueño. Sus vidas habían cambiado en un solo fin de semana. Habían sido humillados por sus mejores amigos. Arturo se había convertido en un cornudo, en un maricón incapaz de satisfacer sexualmente a su esposa y Elena entendió que ya era una sumisa de Paco, que se había convertido en su puta, como se había convertido en la puta de su prima. Salieron muy temprano por la mañana, mucho antes de que el matrimonio se despertara. Aparte de que Elena debía comenzar las clases en el instituto, a Arturo le abochornaba enfrentarse a su amigo tras lo sucedido la noche antes. Pero ya en el trabajo, las nuevas sensaciones continuaron acechándole. CONTINUARÁ.

Fin Tercera Parte.

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Joul Negro.

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La nueva vida liberal de su esposa

Favores de familia 2

Favores de familia 1

El secreto y las orgías (1)

Juegos peligrosos con su tío 2

Juegos peligrosos con su tío 1

Una cuñada muy puta (3)

Encuentros bixesuales con su marido

El sobrino (3)

Una cuñada muy puta (2)

Intercambios con mi prima Vanesa 4

El sobrino (2)

Una cuñada muy puta (1)

Intercambios con mi prima Vanesa 2

El sobrino (1)

El Favor (2)

El favor (1)

La doctora (3)

Intercambios con mi prima Vanesa 1

La doctora (2)

Asuntos Económicos (3)

Desesperación (3)

La doctora (1)

Desesperación (2)

Asuntos Económicos (2)

Un precio muy caro

Asuntos Económicos (1)

Desesperación (1)