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Intercambios con mi prima Vanesa 2

en Intercambios

Intercambios con su prima Vanesa II.

Para Elena la mirada de Paco supuso una ola de placer que la puso muy cachonda. Con su postura ante él, con el culo en pompa, se le había ofrecido, le había invitado a metérsela. Su marido estaba borracho como una cuba y sin sentido y ella estaba tan caliente que estaba dispuesta a todo, por mucho riesgo que supusiera mantener relaciones con el matrimonio. Bajó los escalones despacio, con sensualidad, dejando que sus tetas botaran y sus caderas se contonearan. Les vio en la cama, recostados contra el cabecero, con su prima Vanesa a la izquierda de su marido. Estaban liando un porro. Ambos cónyuges dirigieron sus miradas hacia ella. Paco seguía con su bañador ajustado y su paquete tensando la tela. Su prima aún estaba con sus tetas al aire y sus braguitas blancas de lunares. Elena se dirigió a la barra a servirse un champán.

  • ¿Queréis una copa?
  • Trae la botella – le ordenó Paco.

Les acercó la botella y se detuvo en el borde de la cama. La pareja le dio un largo trago y encendieron el porro. Elena, algo cohibida, retrocedió y se sentó en una silla mientras el matrimonio se morreaba. Vio que su prima acariciaba los pectorales velludos de su marido y la curvatura de su panza. Paco ladeó la cabeza hacia ella.

  • ¿Quieres una calada? -. Elena se encogió de hombros -. ¿Por qué no te sientas con nosotros?

Al ver que su prima le guiñaba un ojo, Elena se levantó y se acercó a la cama recostándose a la derecha de Paco. Éste extendió los brazos y los pasó por los hombros de las chicas, abrazándolas a las dos y acurrucándolas contra él. Elena notó el contacto con aquella piel masculina, basta y peluda, su teta izquierda se aplastó contra el costado grasiento de su amigo. Paco pudo sentir el roce del pezón y la blandura del pecho. Elena tenía el paquete a escasos centímetros y percibía cómo el pene iba engordando con los segundos.

  • Parecéis dos putitas a mi disposición -. Las dos primas rieron con la gracia. Vanesa le pasó el cigarro a Elena, ésta le dio una calada y acercó la boquilla a los labios de Paco para que aspirara -. Gracias, preciosa. ¿Estás bien?
  • Sí.
  • Pasadme la mano por la barriga, como si fueseis mis esclavas.

Tanto Elena como Vanesa deslizaron sus manitas por los pectorales y la panza de Paco. A veces sus dedos chocaban y las palmas iban juntas en círculos por la curvatura de la barriga. Elena notó que manchaba sus braguitas de flujos, con sólo tocarle. No tenía un cuerpo rey, pero sabía cómo calentar a una mujer, tenía un estilo que no tenía Arturo. Paco volvió la cabeza hacia su mujer y Vanesa se lanzó a su boca para morrearle. Elena, paseando su mano por los pectorales de su amigo, asistía envidiosa al morreo del matrimonio, que se mordisqueaban con las lenguas por fuera. Vanesa deslizó su palma hasta dejarla encima del slip, donde manoseó con suavidad todo el bulto. A Elena se le iban los ojos tras la mano de su prima. Paco apartó la cabeza de la boca de su mujer y la giró hacia Elena.

  • Tu prima va a ponerte muy caliente. La muy zorra no para de tocarme. ¿Quieres tocarme?

Elena le miró seria, aunque de su mirada se desprendía la lujuria. Vanesa le cogió la mano y la guió hasta los genitales de su marido. Elena percibió el relieve y la dureza de la gruesa verga. Deslizó la palma muy despacio por todo el bulto, con la mano de su prima encima, como si así la ayudara a tocar. De nuevo Paco volvió la cabeza hacia su esposa y reanudaron el morreo mientras ella se encargaba de endurecerle la polla con las suaves caricias por encima del slip. No se atrevía a meterla dentro, aunque estaba deseando. Al mover el brazo con lentitud, el pezón de su teta izquierda se restregaba por el torso velludo. Era la encargada de sobarle mientras ellos se besaban. Bastantes segundos más tarde, Paco volvió a mirarla retirando el brazo de sus hombros.

  • Sácame la polla y mastúrbame.

Fue una orden rotunda y enérgica. De nuevo Paco volvió la cara hacia los labios de su mujer y volvieron a fundirse en besos apasionados. Elena se echó hacia delante y le bajó la delantera del slip descubriendo una polla opulenta y mantecosa, con gruesas venas en todo el tronco y un glande carnoso y enrojecido. Los huevos reposaban sobre el colchón, duros y salpicados de vello muy largo. Rodeó la polla con su manita y comenzó a sacudírsela despacio. Ellos continuaban besándose. La mano de Vanesa resbaló por el muslo y la pasó a los huevos para sobárselos con leves estrujones. Las dos manos actuaban con lentitud. Paco separó la boca del rostro de su mujer para contemplar la actuación en su verga. Elena le miró a los ojos, como si esperara una nueva imposición, y en ese momento le achuchó las tetas con fuerza, obligándola a quejarse, las exprimió con bastante rabia, deformándolas. Elena no detuvo la masturbación y se la agitaba pausadamente. La sujetó por la nuca y rudamente le acercó la cabeza para babosearla en los labios. Elena no estaba acostumbrada a semejante brusquedad en el sexo y trató de corresponder la dureza de los besos con el mismo frenesí. Sus dos tetas blandas se aplastaron contra la barriga. Notó el sudor pegajoso en los pechos, un sudor que abrillantaba poco a poco el cuerpo de Paco. Mientras la morreaba y ella le masturbaba, su prima Vanesa se había echado sobre la barriga y procuraba atizarle con la lengua al glande cuando Elena tiraba con la mano hacia abajo, sin parar de sobarle los huevos con esmero. Dejaron de besarse, aunque sus miradas permanecieron enfrentadas.

  • Quiero besarte el culo – le pidió Paco -, y quiero que pruebes mi polla, ¿me has entendido, puta asquerosa? -. Elena mantuvo firme su mirada y él le asestó una pequeña bofetada en la mejilla -. ¿Me has entendido, zorra?
  • Sí.
  • Vamos, que no tenga que repetírtelo, chúpamela, y dame tu jodido culo.

Elena se volvió hacia sus genitales quedando a cuatro patas, con el culo en pompa hacia la cara de su amigo. Se inclinó aún más, como una perra que va a olisquear en la basura. Su boca se unió a la boca de su prima y juntas lamieron el glande y el tronco. Las dos lenguas rociaban de saliva toda la verga y a veces se detenían para besarse, con el glande en medio de los labios. Notó la mano de su prima acariciándole la espalda y a veces bajaba por el costado para magrearle las tetas. Ella hizo lo mismo. Quería tocarla, aquellas tetas duritas y picudas, aquella piel suave y bronceada. Eran tocamientos lésbicos inimaginables para Elena, pero que le proporcionaban un placer arrollador. A veces sus bocas, hambrientas de verga, peleaban nerviosas por chupársela, metiéndosela hasta la garganta. Cuando una lamía, la otra se encargaba de ensalivarle los huevos. Paco permanecía recostado en el cabecero mientras las dos mujeres le mamaban la verga. A cada lado disponía de un jugoso culito. Le bajó a tirones las bragas a su mujer y le asestó varios cachetes enrojeciéndole las nalgas.

  • Lo hacéis bien, chupad, malditas zorras, soís mías.

Luego dirigió sus ojos al culo de la prima. Lo tenía en pompa, con la raja bien abierta y la tira del tanga en el fondo. Lo observó durante bastantes segundos, hasta que alargó el brazo y con suma lentitud deslizó el tanga hasta la mitad del muslo. Acercó la nariz a la raja y olió su ano con una respiración profunda. Elena pudo percibir el aliento caliente. Era un ano tierno, con un agujerito cerrado que se contraía al menear la cadera. Qué buen culo, que buena estaba la hija de puta para follársela sin miramientos. A pocos centímetros estaba el chocho, bastante peludo, con el clítoris sobresaliendo de entre los labios vaginales. Se lo olió, con la misma profundidad, y después le estampó un beso en una de las nalgas. Las primas seguían succionando como descosidas sin parar de tocarse una a la otra. Con las dos manos le abrió el culo y acercó la lengua para lamer desde el chocho hasta la rabadilla. Dio varias pasadas con la lengua fuera. Elena meneó el tórax al sentir la humedad. Paco gimió encogiéndose. Su sangre estaba sobrecalentándose. Ahora su mujer se la sacudía velozmente en la boca de su prima. Al notarle los profundos jadeos, las dos chicas se volvieron hacia él y se echaron sobre su barriga para acercar los labios a su boca. Se besaban los tres a mordiscones, con las babas resbalando entre todos los labios. Paco había plantado una mano en cada culo y los sobaba mientras se morreaban entre sí. Vanesa se la sacudía con fuerza y Elena le apretujaba los huevos con rabia.

  • Córrete, cabrón – le espetó Vanesa sin parar de masturbarle -, córrete, hijo de puta.
  • Ahhh… Te la vas a beber, zorra… Ahhh

Las dos se volvieron hacia la polla en el momento que comenzaba a emitir leche caliente sobre la barriga, a modo de gruesos salpicones de semen amarillento y gelatinoso, mezclándose con las hileras de sudor que resbalaban por la grasienta piel. Elena nunca había probado el esperma y se lanzó a lamer los pegotes repartidos por la barriga, saboreando la leche y tragándose algunos resquicios, notando la amargura del sudor. Elena también se volvió para lamer algunas gotas atrapadas en el vello que rodeaba la polla y juntas se tragaron todos los restos de leche y limpiaron el glande con sus lenguas. Después se incorporaron y arrodilladas en el colchón se abrazaron y se besaron para intercambiar el sabor del semen. Paco asistía a la pasión de las dos primas, con sus tetitas aplastadas unas contra las otras, sus braguitas bajadas hacia medio muslo, sus chochos muy pegados y un beso que parecían dos enamoradas, sin parar de acariciarse las espaladas y los culos. Ante semejante escena lésbica, Paco se apeó de la cama en busca de un trago y un cigarrillo. Se relajó mirándolas. Se besaban con arrebato, con besos turbulentos, deseándose, como si necesitasen estar pegadas una a la otra. Estrujó el cigarrillo en el cenicero y apuró la copa, luego se acercó hasta el borde de la cama. Las separó sujetándolas por la cabeza y acercando sus caras contra su barriga.

  • Venid conmigo, jodidas putas…

Elena tenía la mejilla derecha apretujada contra la barriga sudorosa, a la altura del ombligo, y a escasos centímetros Vanesa la mejilla izquierda. Con sus manazas, Paco les revolvía el cabello y les acariciaba las mejillas libres. Ellas le tocaban las piernas y el culo, mirándose una a la otra en un estado de éxtasis. Vanesa tomó la iniciativa y bajó de la cama colocándose de pie junto a su marido, pegada a su costado, agarrándole la polla y sacudiéndosela deprisa.

  • Fóllatela, cabrón, quiero que te la folles.

Paco agarró a Elena por la barbilla.

  • Quítate las bragas -. Elena acató la orden y se sentó en la cama para quitarse el tanga del bikini. Su prima permanecía al lado de su marido masturbándole velozmente -. Date la vuelta, quiero tu culo.

Algo asustada por el violento proceder del matrimonio, aunque hechizada por el desenfreno lujurioso, les dio la espalda y se echó hacia delante apoyando los codos en el colchón, con la cabeza erguida y las rodillas en el borde de la cama, con el culo empinado hacia el matrimonio. Paco y Vanesa dedicaron unos segundos a contemplar aquel portentoso culo, con una raja abierta donde se diferenciaba el ano contraído y cerrado, así como su chocho de sabrosos labios vaginales. Elena aguardaba a que la penetraran, aunque no sabía por dónde. Deseaba desde hacía tiempo probar una penetración anal, la pollita de su marido no tenía la suficiente fuerza como para hacerlo.

  • ¿Te gusta el culo de mi prima, cabrón?
  • Huélelo.

Vanesa acercó la nariz al ano y lo olisqueó despidiendo su aliento contra él. Le dio un besito en las nalgas y volvió a incorporarse para agarrar la polla de su marido.

  • Métesela.

Ella misma se ocupó de dirigir la polla hasta el ano. Acopló el glande al agujero y Paco empujó dilatando el tierno orificio. Vanesa le abría el culo para que la polla avanzara. Elena sintió dolor ante el grave estiramiento de los esfínteres y percibió cómo el enorme grosor progresaba hacia sus intestinos.

  • Ahhhh… Me duele…. Por favor…

Paco empujó hasta meterla entera y se detuvo para que la prima chillara de dolor. El cuerpo de Elena se envolvió en sudor de repente y su precioso cabello blanco se le humedeció. Agarró las sábanas con fuerza. Su prima Vanesa le atizó un severo cachete en una de las nalgas.

  • Cállate, zorra. Vamos, fóllala fuerte.

Su marido comenzó a embestirla duramente extrayendo media polla y volviéndola a penetrar con fuerza, golpeándola en las nalgas con la pelvis y los bajos de la barriga. Elena gritaba dolorida, en una mezcla de indecente placer y dolor por el ensanchamiento que sufría su ano. Vanesa cogió el slip-bañador de su marido y lo metió en la boca de su prima para que lo mordiera cuando la punzaba. Ahora gemía sin parar con un sabor apestoso a orín. El matrimonio se morreaba apasionadamente mientras follaban a Elena. Paco la tenía sujeta por la cintura. Vanesa, pegada a su costado, sobaba el culo de su marido con la izquierda y la barriga con la derecha. Transcurrieron cerca de dos minutos hasta que dejaron de morrearse, sin parar de punzar el ano de Elena, más hecha al tamaño de la verga, acezando como una perra con los calzoncillos en la boca.

  • ¿Te gusta, mi amor?
  • Está buena tu prima, ¿verdad? -. Su esposa le metía los dedos bajo el culo para alcanzar los huevos -. Me quiero correr.

La verga se salió sin querer, pero enseguida la agarró Vanesa y le atizó varios lametones antes de volver a conducirla hasta el ano. Percibió cierto olor a heces, pero estaba muy rica. Elena gimió ante la nueva y severa punzada. Paco jadeó deteniéndose con la polla metida hasta el fondo, rellenando los intestinos con su semen caliente.

  • La leche es mía – le dijo su mujer -, córrete, córrete…

Aguantó medio minuto con la verga dentro para verter hasta la última gota. Elena aguardaba sudorosa, ya acostumbrada a la tremenda dilatación, aún con el slip en la boca y sujetando las sábanas con fuerza. En cuanto Paco extrajo la verga, Vanesa le taponó el ano con el pulgar para no dejar escapar el esperma. Se arrodilló ante el culo de su prima, frunció los labios y los acercó al ano. Destapó el orificio y pegó los labios para succionar toda la leche que brotaba, como si chupara por una pajita. Se tragó una buena porción de leche. Cuando retiró los labios, sólo fluyeron unas gotas transparentes mezcladas con sangre. Le había producido algunos desgarros. Vanesa le pasó la lengua y le dejó el ano limpio. Elena se sacó el slip y se dejó caer contra el colchón para recuperar el aliento. Sentía dolor en su agujero. Su prima Vanesa se echó a su lado y la besó en las mejillas acariciándole el cabello. Elena la miraba desfallecida por el esfuerzo.

  • Tranquila, mi vida, te has portado muy bien.

Acercó los labios a los de Elena y emprendieron un beso lleno de pasión. Paco, sofocado, las observaba desde la barra con un cigarrillo y una copa, los dos culitos uno junto al otro, besándose con delicadeza, como dos enamoradas. Sudando como un cerdo, se acercó a la cama y se tumbó recostándose contra el cabecero, sin soltar la copa ni el cigarro. Necesitaba unos momentos de relax, su verga estaba algo desfallecida. Vanesa se levantó en busca de un trago de champán y Elena dio media vuelta quedándose sentada en el borde de la cama.

  • ¿Cómo te lo estás pasando, Elenita? – le preguntó Paco.

La pregunta la escuchó su marido. Arturo acababa de levantarse de la cama al no ver a su mujer junto a él. Aún sufría síntomas de mareo, pero la voz de su amigo le alertó y le despejó. Sigilosamente, bajó los primeros escalones para asomarse sin ser visto. Vio a Vanesa desnuda junto a la barra sirviéndose una copa de champán. Tenía el coño completamente afeitado. Luego sus ojos se volvieron hacia la cama, donde su mujer, desnuda y sudorosa, permanecía sentada en el borde de la cama junto a Paco, con su grasiento cuerpo desnudo reclinado sobre el cabecero. Se fijó en su gruesa polla en reposo hacia la barriga y en los enormes huevos que le colgaban entre las piernas. Estaba claro que se había tirado a su mujer, que entre los tres habían montado un trío. Los celos le acosaron, pero su pollita fue hinchándose con la imagen de su mujer junto a aquel cerdo. Sintió la necesidad de tocarse. A pesar de la ola de envidia que asolaba una parte de su mente, comprendió que le excitaba verla con él. Escuchó lo que su mujer respondía.

  • Sí, muy bien, un poco fuerte para mí…
  • Y el maricón de tu marido dormido -. Le pasó el cigarro y la copa para que ella bebiera y fumara -. El no te folla como es debido, ¿verdad? -. Elena encogió los hombros -. Tú eres demasiado puta para un maricón como ése.
  • Como eres, Paco – le dijo atizándole un cariñoso manotazo en el pie.

Arturo se había metido la mano dentro del bóxer cuando vio que Vanesa se acercaba a la cama y se sentaba a la izquierda de su marido, también con la copa de champán en la mano. Ambos cónyuges se dieron un beso en presencia de Elena, que seguía sola, a expensas del matrimonio, con las piernas cruzadas en el borde de la cama y las tetas en reposo. Le llamaba la atención el coño afeitado de Vanesa y ahora más que la veía con las piernas algo separadas entre sí dejando la rajita abierta.

  • Queremos verte el culo, Elenita – le dijo Paco -. Porque no te pones delante nuestra para que lo veamos.
  • ¿No os cansáis? – sonrió Elena.
  • Venga, coño
  • Vale, vale…

La rudeza de Paco hacia su esposa hizo que se agarra la polla por dentro del bóxer para masturbarse. Era un cornudo y le excitaba serlo, él no estaba preparado para follarla como lo hacía su amigo. Obediente, Elena subió encima del colchón y caminó a cuatro patas dando la espalda al matrimonio, con el culo en pompa hacia ellos. Arturo, desde las alturas, pudo ver su raja y su chocho en los bajos, así como sus tetas balanceantes colgando hacia abajo.

  • Muévelo, zorra – le dijo su prima, que enseguida volvió la cabeza hacia su marido -. ¿Te gusta?
  • Está buena la muy cabrona.

Elena comenzó a menearlo para ellos. Ambos cónyuges permanecían atentos al movimiento en circular del culito, con su chocho peludo bien abierto y su ano malherido, con alguna gotita de sangre en los esfínteres. Vanesa se llevó la mano izquierda a su chocho afeitado y se clavó el dedo corazón para empezar a masturbarse con el culito de su prima. Con la derecha agarró la polla de su marido para sacudirla mansamente. Elena servía de espectáculo porno para el matrimonio, que asistía fascinado a los leves movimientos del culo. Paco aún bebía y fumaba mientras su esposa le pajeaba y la prima le movía el culo, aunque su polla iba enderezándose. Bajo el bóxer, la polla de Arturo estaba a punto de reventar con sólo ver a su esposa moviéndose de aquella manera.

  • Tócate, guarra – le espetó su prima.

Se quedó a tres patas, echo el brazo izquierdo hacia atrás y deslizó sus dedos por su culo y su chochito. Vanesa continuaba masturbándose a sí misma y masturbando a su marido. Arturo, en lo alto de la escalera, no quería tocarse para no correrse, ni participar en la orgía, sólo quería mirar, deseoso de que aquel cerdo se tirara a su mujer. Vanesa volvió a tomar la iniciativa. Se incorporó y caminó arrodillada hasta el culo de su prima. Le atizó severas palmadas en las nalgas que obligaron a Elena a contraer el culo y a emitir débiles quejidos. Le abrió la raja con ambas manos para ofrecerle a su marido una mejor visión del fondo.

  • Fóllate esta puta…

Apretando los dientes, Paco se levantó y se arrodilló tras el culo de Elenita. Su mujer se la sacudió velozmente, como preparándola para invadir el cuerpo de su prima. Ella misma se ocupó de acercar el glande al chocho, de rozarlo por la rajita y el vello, de golpear débilmente el clítoris. Paco no pudo aguantarse y contrajo el culo hundiendo la verga hasta el fondo. Elena gimió de placer como una perra y Paco se puso a follarla bruscamente embistiéndola con fuerza y velocidad, sujetándola por las caderas y acezando por el sofoco. Arturo contemplaba la postura, como dos perros, su mujer a cuatro patas y su amigo tras ella follándola de una forma bestial. Las tetas se balanceaban alocadas. Los gemidos se sucedían. Vanesa había metido la mano derecha debajo de ellos para sobar los huevos de su marido y la izquierda la utilizaba para frotarse el coño afeitado. A veces acercaba la boca a su marido para morrearle o la bajaba para babosear las nalgas de Elena. La espalda de Elena hervía en sudor y del cuerpo de Paco resbalaban gruesas hileras. Arturo diferenció que Vanesa se había clavado dos dedos a la vez en su propio coño. No paraba de sobar los huevos y el culo de su marido, como si con los manoseos acelerara el placer. Paco extendió el brazo derecho sin parar de embestirla y agarró los pelos de Elena obligándola a echar la cabeza hacia atrás, con los músculos del cuello muy tensos. En ese momento, Elena descubrió a su marido espiándoles, en ese momento acezaba y sudaba como una cerda, envuelta en un sudor brillante, con la boca y los ojos muy abiertos, como con falta de aire, como si la desbordante lujuria le impidiera respirar. Se miraron intensamente. Todo el cuerpo de Elena convulsionaba ante las duras clavadas de Paco en su chocho. Paco le soltó los pelos, pero ella continuó con los ojos fijos en lo alto de la escalera, donde su marido la observaba con una mirada extraña. Paco jadeó nervioso hundiendo sus dedos en las caderas de Elena, como tratando de sostener la inminente eyaculación. La verga continuaba perforando el coño con dureza. Dio marcha atrás y, en ese momento, Vanesa se ocupó de sacudirla con la misma ligereza, hasta que comenzó a regar de leche todo el chocho de su prima, a base de gruesos salpicones de semen muy viscoso. Elena y su marido continuaban mirándose mientras Paco se corría por todo su culo. Cayó hacia atrás derrotado, tumbado bocarriba, respirando con mucho trabajo, con las venas de la polla excesivamente hinchadas, como si fueran a reventar. Vanesa besó el culo de la prima, terriblemente manchado de leche por todos lados.

  • Espera que te limpie…

Cogió el slip-bañador de su marido, el mismo que Elena había tenido en la boca durante la penetración anal, y le secó las nalgas, luego se lo pasó por el chocho con fuerza para secarlo y le frotó la zona del ano para secar algunas gotitas desperdigadas. Arturo asistió perplejo a la limpieza.

  • ¿Ya? – preguntó Elena.
  • Ya está, cariño… - le dijo su prima.

Vanesa tiró el slip de su marido y enseguida se dejó caer al lado de él. Elenita se apeó de la cama y recogió sus braguitas del suelo. Miró hacia lo alto de la escalera, pero su marido había desaparecido.

  • Voy al baño – les dijo al matrimonio, que adormilado, volvían a morrearse a su costa.

En el baño, Elena se miró al espejo durante un largo rato. Debía enfrentarse a una situación comprometida con su marido, donde tal vez iba a costarle el matrimonio y un gran escándalo si el trío montado con su prima Vanesa llegaba a oído de sus hijos y compañeros de trabajo. Se lavó los dientes y la cara y se pasó una esponja por el coño y el culo. Luego se secó bien el sudor y abandonó el cuarto de baño envuelta en una toalla. Había sido una experiencia frenética y muy fuerte, pero los nervios la azotaban. Su prima y Paco ya estaban dormidos, ella echada sobre su regazo. Se fijó en su polla flácida, la misma que había taladrado su culo y su coño, la misma que había saboreado junto a las babas de su prima. Les apagó la luz. Subió las escaleras y encontró su esposo sentado en el borde de la cama, algo cabizbajo, aunque notó su pene hinchado tras la tela del bóxer. Enseguida levantó la mirada hacia ella, quien se mantuvo de pie cerca de él.

  • Tenías ganas de tirártelo, ¿eh, Elena?
  • Lo siento, Arturo, estaba borracha, se me fue la cabeza…

Arturo se incorporó y le levantó la cara sujetándola por la barbilla.

  • ¿Qué te ha hecho?
  • Hemos follado, sólo ha sido un polvo. Para mí no significa nada más, yo te quiero…
  • ¿Qué te ha hecho? – repitió desatándole el nudo de la toalla y dejándola desnuda.
  • Me ha follado por el culo.
  • ¿Te ha gustado?

Elena le tocó la zona del paquete percibiendo su hinchazón.

  • Sí.
  • Jodida puta.
  • Te ha gustado mirar como follo con él, ¿verdad? -. Metió la mano por dentro del bóxer y empezó a tocársela -. Te gusta mirarme.
  • Mastúrbame…

Se arrodilló ante él y le bajó el bóxer unos centímetros liberando su pollita. Nada que ver con el tamaño y el grosor de la de Paco, pero la rodeó con la mano y bastó con sacudírsela unos segundos para que le salpicara toda la cara de leche. Estaba demasiado caliente como para aguantar mucho. Con la cara manchada del esperma de su marido, Elena se incorporó y se dieron un tierno abrazo. Luego se tumbaron en la cama y se acurrucaron el uno junto al otro, desnudos, amándose, excitados por lo acontecido en el salón.

Fin segunda parte.

En la tercera parte, Elena vivirá otra jornada de lujuria junto a su prima y Paco con su marido por testigo.

Joul Negro. Gracias por vuestros comentarios.

joulnegro@hotmail.com

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