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Cornudos Consentidos: Acampada Morbosa

en Dominación

Cornudos consentidos: Acampada morbosa.  

           

(La historia de cómo David se convirtió en un cornudo consentido en una acampada con sus amigos)

              Todo comenzó a raíz de una conversación en la cama, en los preámbulos del acto sexual. Clara y David estaban casados, ella tenía 30 años y él 27, ella era enfermera y él ingeniero. Vivían cómodamente en un barrio de Madrid y tenían en proyecto tener un par de hijos, aunque aún era pronto, aún querían disfrutar de los viajes y de las juergas. Se lo pasaban bien con los amigos, sin ninguna clase de ataduras.  Se conocieron unos años antes en una discoteca y tras tres años de noviazgo, David le propuso matrimonio. Todo fenomenal desde el primer día en que se miraron a los ojos. Se lo pasaban tan bien que no existía la típica rutina de pareja y en cuanto a sus relaciones sexuales tanto a uno como a otro le resultaban bastante amenas. Se divertían, estaban enamorados y eso era lo importante.

 

            Clara era una mujer maciza por su cuerpo despampanante, ligeramente rellenito, lo suficiente para poseer unas curvas muy acentuadas. Era de estatura media, más bien baja, y tenía un buen culo con glúteos duritos en forma de manzana donde de perfil mantenía una curva muy pronunciada, un culo ancho y voluminoso, pero perfecto en cuanto a sus curvas. Las tetas eran dos grandes peras, duritas, con base ligeramente erguida con pezones pequeños en medio de pequeñas aureolas. Tenía la piel lisa y tersa, bronceada de tomar tanto el sol, ojos marrones oscuros y una larga melena capeada con mechas en tonos cobres y dorados con efecto movimiento en el cabello, un efecto muy natural y favorecedor.

          David  también era un chico guapo, un poco más alto que su esposa, con una melena negra muy cuadrada de cabellos lisos, a juego con sus ojos y su piel broceada. Tenía un cuerpo atlético por sus horas de gimnasio y sus largas rutas con la bici de montaña, así es que de vez en cuando solía depilarse las piernas y el pecho para fardar de cuerpo perfecto.

 

        Aquella noche estaban excitados porque acababan de ver una película erótica. Se fueron a la cama y se desnudaron el uno al otro, luego se tiraron un rato besuqueándose y después se pusieron a recordar alguna de las escenas.

-          Ha tenido escenas muy fuertes, ¿eh? – le susurró David refiriéndose a la película.

-          Ha sido muy morbosa – añadió ella -. No ha sido un follar por follar como en las pornos, por lo menos ésta tenía argumento, un argumento que va excitando al espectador poco a poco.  Engancha y pone, vaya que si pone.

Aunque había total confianza en la pareja y empleaban todo tipo de jueguecitos para divertirse, David nunca se había atrevido a preguntarle nada comprometido, sin embargo aquella noche, producto de la extrema excitación de los dos, se aventuró con una pregunta ciertamente espinosa, una pregunta que de alguna manera sería el germen de todo lo que acontecería después.

-          ¿Qué es lo más morboso que has hecho en tu vida?

Clara sonrió y se tomó unos segundos para indagar en sus recuerdos.

-          Qué he hecho no, qué me ha pasado. Una vez, con mi ex, al principio, cuando empezamos a salir.

-          ¿Qué pasó?

-          ¿Y si te pones celoso?

-          Que no, tonta.

-          Pues lo típico, lo que habrás hecho tú con tus novias, que luego te las llevabas con el coche, ¿no?

-          Sí, claro, tú y yo también lo hemos hecho.

-          Pues eso, nos fuimos a un descampado donde solían ir las parejas y estábamos dentro, enrollados, en los asientos delanteros…

-          ¿Estabais follando? – la interrumpió David.

-          En ese momento no, menos mal, le estaba haciendo una paja -. David trató de dibujar la escena mentalmente, a su mujer agarrando la polla de otro hombre para masturbarle. Percibió una extraña sensación, como un estímulo placentero. Clara prosiguió -. Todo estaba muy oscuro, yo masturbándole y ¿sabes qué? Había un mirón.

-          ¿Dónde?

-          Fuera del coche, por mi lado. Nos dimos cuenta después de que mi ex eyaculó. Qué susto. Salió corriendo cuando le descubrimos. Imagina, un viejo verde mirando cómo le hacía una paja a mi novio.

-          ¿Vio cómo se la chupabas? – insistió David excitado con la narración.

-          Precisamente, ese día no hicimos esas cosas, sólo manitas.

-          ¿Estabas desnudas?

-          Me tenía la falda levantada por detrás, justo por donde estaba el mirón. Se pondría las botas el muy cerdo.

-          ¿Y te tocaba?

-          Me estaba tocando, claro. Oye, ¿no te estarás excitando?

-          Estaré no, estoy a mil por hora.

-          ¿Por el hecho de que me miraran o por el hecho de masturbar a mi novio?

-          Por las dos cosas – confesó acariciándose el pene.

-          ¡Serás gamberro! O sea, no te importaría verme con otro, un cornudo de esos consentido, ¿no?

-          Qué morbo, ¿no?

-          Pues yo de cornuda ni consentida ni no consentida, si me entero que te vas con otra simplemente te mato.

David se tendió con los brazos extendidos.

-          Anda, hazme una paja como ésas que le hacías a tu ex.

-          ¿Tan morboso te parece? Si lo sé, no te lo cuento.

-          Imagina que soy él, quiero ver cómo se le meneabas y cómo se la chupabas. Anda, venga, soy tu ex, qué te decía, hazme una paja, mi amor -. Clara le miraba alucinada -. ¿Qué quieres, cielo? Me he puesto caliente, más que con la peli, imaginarte cómo se la machacas a otro tío. Venga, hazle una paja a tu ex…

-          Como estás de tonto, David.

-          Soy tu ex, hazme una de esas pajas que le hacías a él. ¿Cómo tenía la polla?

-          Más grande que la tuya, ahora te jodes.

-          Pues imagínate que mi polla es la de tu ex, anda, estoy que reviento.

Clara se echó sobre él apoyando la cara en su hombro y extendió el brazo agarrándole la polla para empezar a sacudírsela despacio.

-          Te voy a hacer una paja, pero se la voy a hacer a mi marido.

-          Pues yo me imagino que soy tu ex -. David cerró los ojos -. Házmela como se la hacías a él.

Ella le miraba mientras aceleraba los meneos a la verga de su marido. David continuaba con los ojos cerrados, concentrado con alguna fantasía erótica basada en ella y su ex. Se la chupó un poco y después terminó de machacársela hasta que se corrió. David abrió los ojos resoplando cuando ella se la exprimía y ladeó la cabeza hacia ella para estamparle un beso en los labios.

-          ¿En qué has pensado mientras te masturbaba? – le preguntó ella.

-          En la paja que le hacías a tu ex.

-          ¿Tanto te excita?

-          Me ha excitado mucho.

-          ¿Te gustaría verme con otro? – se atrevió Clara al verle más relajado, aún acariciándole el pene manchado de esperma.

-          Uff, no sé, tía, los hombres somos todos unos putos pervertidos. Ha sido un calentón al contarme la anécdota con tu ex. ¿Follamos?

-          Sí -. Ella se subió encima de él y se ajustó la polla en el coño hasta meterse la punta, luego se dejó caer con una mueca de placer, sentándose sobre ella -. ¿Vas a pensar que me folla mi ex?

-          ¿Te gustaba cómo te follaba?

-          Follaba bien.

-          ¿Te daba por el culo?

-          Alguna vez – dijo ella removiéndose para sentir la verga.

-          ¿Te gustaba?

-          No mucho, la verdad, solía dolerme, pero a él le gustaba darme por culo. Entonces qué, ¿vas a imaginar que me folla mi ex?

-          ¿Quieres que lo imagine? – le retó David.

-          Si te resulta morboso, tú mismo.

-          Soy tu ex, ¿vale?

-          Vale.

La agarró por el culo y Clara cabalgó como una loca con la polla dentro, hasta que unos minutos más tarde eyaculó dentro del coño. Había sido una conversación subida de tono, fruto de la excitación descontrolada al haber visto una película muy morbosa, una conversación que debería haber quedado dentro del juego de pareja, pero que marcó de alguna manera la visión que David tenía del sexo.

 

      Para David las cosas habían cambiado tras la ardiente conversación con su mujer. Comenzó a imaginársela con otros hombres, haciéndole pajas o follando como una loca, teniéndose que masturbar para saciar las lujuriosas sensaciones que sentía. La conversación no se volvió a repetir y mantuvieron su línea habitual en cuanto a las relaciones sexuales, dentro de esa línea amena. A David le daba cierta vergüenza reabrir el tema por temor a su reacción,  a que pensara que era un pervertido y Clara actuaba con absoluta normalidad, como si la conversación nunca se hubiese producido.

 

      A veces se fijaba en cómo la miraban cuando paseaban por la calle y se excitaba cuando alguien le soltaba algún piropo, cuando algún hombre la rozaba sin querer, cuando la veía conversar con sus amigos, cuando alguno de ellos le decía lo buena que estaba. Iban mucho a Valencia a la playa y allí hacía top less, sin pudor de ninguna clase, delante de la pandilla o de la familia. A todos se le iban los ojos tras su buen culo y se quedaban embobados con sus enormes tetas erguidas. Los amigos de confianza no se cortaban en decirle lo buena que estaba, lo maciza que era.

     Pero su cortedad en ese tema le sumió en la prudencia.  No se atrevía a revelarle ni a ella ni a sus amigos de confianza sus espontáneos sentimientos.  También le daba miedo dar el paso si Clara aceptara sus indecentes proposiciones por temor al arrepentimiento y los celos. No sabía cómo actuaría en el momento de la verdad y prefirió reservar esas sensaciones únicamente para sus fantasías íntimas.

 

    Pero la situación iba a cambiar con motivo de una acampada.  Desde que empezaron su relación de novios, salían con dos pandillas, los amigos de él y los de ella, de barrios distintos. Alternativamente, salían unas veces con una pandilla y otras veces con otra. Los amigos y amigas de Clara eran más mayores, casi todos estaban en parejas, casados y con hijos, de hecho sólo ellos dos eran los únicos que aún no tenían hijos. Les invitaron a una acampada en la sierra, varios días al aire libre aprovechando el puente de Semana Santa, durmiendo en tiendas de campaña. Parecía un plan divertido y distinto, así es que aceptaron la propuesta. David se llevaba bien con los amigos de su mujer, les conocía desde que empezó a salir con Clara, pero invitó a un amigo de su pandilla, a Nacho, de veinticinco años, un chico que no tenía pareja, quizás porque tenía un físico bastante particular, muy pelirrojo, pero todos le querían por lo entrañable y divertido que era.

   Era soldado profesional y trabajaba y vivía en Toledo, así es que sólo venía a Madrid los fines de semana. Era uno de los mejores amigos de David, también al que todos mimaban, quizás por su simpatía y porque nunca había tenido relaciones con chicas. Su físico resultaba un tanto peculiar. Era muy flaco, alto, piel rosácea con un denso vello rojizo por brazos y piernas y el torso. Su cabeza era alargada, con el pelo corto y pelirrojo, con abundantes y señaladas pecas en las mejillas y ojos verdosos.

    Sus relaciones con las mujeres se limitaban a las veces que había ido de putas con los amigos. Se había encaprichado de muchas, pero todas le habían dado larga. A David se le ocurrió invitarle para no dejarle solo todo el puente porque el resto de los amigos de la pandilla se habían marchado con sus parejas. Por parte de Clara, no hubo objeción, se llevaba estupendamente con Nacho y tenía mucha confianza con él.

 

    A la acampada en la sierra fueron todos los amigos de la pandilla de Clara, dos matrimonios con los críos, ellos dos y Nacho como invitado de David. Pusieron un fondo en común para comprar las provisiones y se instalaron en una alameda rodeada de altos eucaliptos, tres tiendas de campañas ubicadas formando una media luna, de cara al río y muy cerca de la orilla, un sitio de sombras estupendo para acampar.  El grupo lo formaban Miguel y Adela con dos niños de tres y cinco años y Manolo y Ana con un hijo de cuatro. Cada matrimonio dormiría con los críos en las dos tiendas más grandes, mientras que David y Clara lo harían en una pequeña con forma de iglú. Nacho dijo que dormiría en los asientos del coche, pero inesperadamente y para sorpresa de David, Clara se opuso a que lo hiciera durante tantos días.

-          Tú duermes con nosotros, en esa tienda cabemos los tres.

A David se le hinchó el pene bajo el pantalón ante el ofrecimiento de su esposa, lucieron en su mente sus fantasías, simplemente por el hecho de que un hombre durmiera con ellos en la tienda.

-          Que no, mujer, si en el coche estoy de puta madre. Echo los asientos hacia delante…

-          Tú estás gilipollas – intervino David para no desbaratar la oportunidad -. Duermes en la tienda y ya está, coño. Si hacemos algo, miras para otro lado – bromeó.

-          Que sí, mete tus cosas, luego preparamos las mantas – añadió Clara.

-          Bueno, pero que de verdad no me importa dormir en el coche. No sería la primera vez.

-          No se hable más, duermes en la tienda – concluyó David.

Nacho metió su mochila en el iglú junto con las de sus amigos y entre todos se pusieron a preparar el terreno, a desplegar las mesas y las sillas, a hacer una hoguera, a preparar las neveras con las bebidas, a cocinar la comida de los críos.  David estaba realmente excitado de que Nacho durmiera con ellos, de que tuviera la oportunidad de rozarla, de tocarla, de mirarla. Era una emoción que le encendía los nervios.

 

      Ana y Adela, las amigas de Clara, eran muy feas y de físico poco apetecible. Tenían cuerpos escuchimizados con culos planos y tetas o bien pequeñas o como deformes, sin embargo Clara deslumbraba con su cuerpazo macizo, con su buen culo y sus tetas balanceantes, con su cuerpo tostadito por el sol y por su sensualidad a la hora de vestir.  Hacía un calor horrible y mientras ellos se tomaban unas cervezas y se ocupaban de los críos, las tres mujeres se cambiaron para tomar el sol.  Se tumbaron en unas hamacas cerca de la orilla. Clara lucía un bikini azul marino espectacular, compuesto por un sostén de blondas triangulares que sólo tapaban la base de sus pechos, con los erectos pezones señalados en la tela, y para la parte de abajo un culote que se le metía por el culo hacia la mitad de la raja, dando la eléctrica sensación de que llevaba parte del culo al aire. Enseguida, David detectó cómo la miraban, cómo se susurraban cosas al oído señalándola.  A Nacho también se le iba la vista tras el cuerpazo de su mujer.  David tenía la polla permanentemente erecta bajo el bañador.  Para colmo, mientras permanecía tumbada, se quitaba el sostén y hacía top less, exhibía sus preciosas tetas aperadas, duritas y voluminosas.  Les tenía alborotados. A veces, alguno rondaba cerca de su hamaca para examinar mejor sus pechos al aire libre y las curvas de su culo cuando se tumbaba boca abajo.  A veces se levantaba para darse un chapuzón y al correr las tetas le botaban, provocando el delirio en los ojos de los hombres.

Una de las veces, David se encontraba dentro de la tienda buscando una navaja en la mochila cuando oyó a hablar a Nacho y Miguel por fuera.

-          Qué polvo tiene la hija de puta – le dijo Miguel a Nacho - ¿Has visto las tetas que tiene?

-          Ufff, le reventaba ese culo a la muy cabrona…

Más tarde, David seguía dentro de la tienda, simulando que rebuscaba en la mochila, aunque en verdad les espiaba a través de una rendija lateral. Todo el grupo se encontraba en la orilla, pendiente de los críos que chapoteaban.  Ninguno de los tíos desaprovechaba la oportunidad cuando rondaba cerca de la hamaca. Uno de los niños llamó la atención de Clara y ella se levantó para sujetarle, con sus tetas vibrando con los movimientos. Tuvo que curvarse y al hacerlo expuso su culo ante los ojos de los tres, con la tela del culote metida en la raja y los pechos colgándole hacia abajo. Les dejó prendados.  Cuando soltó al niño estuvo charlando un rato con Manolo, con uno de los pezones casi rozando el brazo de su amigo.  Se turnaban para hablar con ella, para tenerla cerca, para rozarla si era posible. Y su mujer actuando con total ingenuidad.

David salió de la tienda con un botellín de cerveza y se acercó hacia ellos para disimular, cuando en verdad lo que deseaba era espiarles.  Adela y Ana chapoteaban en el agua con los críos  y Clara, que se había puesto el sostén, les observaba riéndose, con las manos en las caderas.  En ese momento, a modo de broma, entre Miguel y Nacho, inesperadamente, la cogieron entre los dos por las piernas, plantándole descaradamente las manos en el culo, manoseándola por los muslos, y la lanzaron al agua.  Clara se descojonaba de risa.  Nacho, que usaba bañador tipo slip, se lanzó al agua para hacerle una ahogadilla, volviéndola a manosear por todos lados, incluso apareció de debajo el agua con una copa del sostén corrida y el pezón a los ojos de todos.  Jugueteaba con su amigo en el agua, hasta la cogió en hombros, con el coño apretujado contra la nuca de Nacho.

Llevaba con el pene erecto desde que surgió la idea de que Nacho durmiera con ellos. Comieron todos juntos en una mesa plegable rectangular. Ellas estaban todas en bikini y los hombres en bañador, particularmente Nacho, con un bañador rojo chillón tipo slip, donde se apreciaba el bulto de sus genitales, exhibiendo su cuerpo raquítico de piel rosácea y vello cobrizo.  David procuró sentarse frente a su mujer. Clara quedó flanqueada por Manolo y Nacho, con las piernas peludas de los dos rozando los muslos lisos y bronceados de ella. Aunque llevaba el sostén del bikini, sus tetas no paraban de moverse, rozando la superficie de la mesa, rozándoles a ellos cuando se levantaba para alguna cosa, como cuando se inclinaba, que exponía todo su culo a los tres, con el culote metido por la raja.

 

       Tras la comida del mediodía, Manolo y Ana se llevaron a los críos de ruta por la alameda, Miguel se echó un rato a la siesta y Adela se puso a ver una telenovela en la televisión portátil que llevaban. David se metió en la tienda. Vio que su mujer se tumbaba en la hamaca y que se quitaba el sostén pata tomar el sol, tumbada boca arriba.  David y Nacho terminaron de quitar la mesa. Cada vez que podía, Nacho miraba hacia las tetas de su mujer.

-          Voy a mear e igual me doy un chapuzón – le dijo Nacho.

-          Espera, te acompaño, pero yo me echaré un rato a la siesta.

Fueron más allá de donde estaban aparcados los coches. David sacó su pene y miró de reojo hacia su amigo. Sacó una polla fina pero extremadamente larga, de una piel blanca, con capullo rosáceo, con una vena muy azulada recorriendo un lateral del tronco, rodeada en la base de vello pelirrojo muy denso y con unos huevos pequeños y duros, rojizos, de piel muy áspera, con profundas estrías. La tenía floja, se le doblaba hacia abajo, y estuvo viendo cómo meaba, cómo le salía el chorro de la punta, imaginándose a su mujer masturbando aquella polla tan larga. Se guardó su pene antes de que Nacho se percatara de su erección. Vio cómo se la sacudía zarandeándola hacia los lados salpicando las últimas gotas de pis y la enfundó bajo el bañador. Cómo le gustaría ver a su mujer masturbándole o haciéndole una mamada.

Regresaron a la zona de las tiendas. David se metió en el iglú y enseguida se arrodilló para mirar por la rejilla. Vio que Nacho se acercaba a la orilla. Se fijó en cómo le botaba el paquete con cada zancada. Al llegar a la altura de la hamaca de su mujer, se inclinó y aprovechándose de la confianza, le atizó una palmadita en el culo a Clara, en una de las nalgas.

-          Te vas a quemar, criatura, con tanto sol.

Clara elevó la cabeza, con las tetas sufriendo un ligero vaivén al levantar el torso.

-          Llevo protección. Pues tú tienes la espalda muy roja.

Le había tocado el culo. Ummm, David tenía el pene a punto de reventar. Se bajó el bañador y se empezó a masturbar viendo cómo hablaban, cómo Nacho le miraba las tetas y el culo.

-          Es que soy muy blanco, se me pega el sol enseguida.

-          ¿Te doy un poco de protección?

-          Vale.

-          Ven, siéntate – le ofreció ella.

Clara se apeó de la hamaca y Nacho se sentó en el borde, mirando hacia el río. Su esposa se arrodilló tras él, encima de la hamaca, se vertió crema en las palmas de las manos y se puso a embadurnarle la espalda. Ummmm, qué gusto. David se daba fuerte mirando cómo su mujer tocaba a otro hombre, despacio, a modo de caricias, expandiendo la crema. Podía ver la cara de satisfacción de Nacho ante el tacto de las manitas de Clara, finas y huesudas, con las uñitas pintadas de rojo. Clara se irguió un poco más para masajearle los hombros, para que las manitas resbalaran hacia sus pectorales salpicados de vello pelirrojo. Los pezones rozaron la espalda de Nacho, ambas tetas llegaron a aplastarse levemente contra la piel rosácea de su amigo. Vio cómo Nacho se rascaba la polla, seguramente empalmado por el roce de las tetas en su espalda. David eyaculó en ese momento sobre un clínex, electrizado con la escena donde su mujer tocaba a otro hombre, donde le rozaba con las tetas.

 

     A última hora de la tarde, Clara aún seguía con su erótico bikini, aunque con el sostén puesto. Adela y Ana le daban de comer a los críos y David echaba una partida de cartas con Manolo y Miguel. Vio que Nacho sacaba una mochila del coche para meterla en el iglú y entonces Clara salió a su encuentro.

-          Espera que te ayude y ya dejamos las colchonetas preparadas para esta noche.

-          Vale.

Fueron juntos hasta la tienda, con Clara marchando delante, meneándole el culito a Nacho. Ella se acuclilló para descorrer la cremallera y después se puso a cuatro patas para acceder al interior, con todo el culo en pompa ante Nacho. Desde su posición, David pudo distinguir la tela azul del culote metida en la raja del culo y algunos pelos del chocho sobresaliendo por los lados. Estaba escasamente a metro y medio de donde ellos estaban y Manolo y Miguel también volvieron la cabeza para deleitarse con aquella espléndida visión. Caminó a cuatro patas hasta meterse dentro y después lo hizo Nacho. Les vio en el interior de la tienda colocar las colchonetas y tender unas sábanas, rozándose uno contra el otro, charlando, con las tetas de Clara sufriendo ligeros vaivenes. David tuvo la necesidad de tocarse y bajó la mano para tratar de aplacar la dura erección. Cómo la miraban, cómo se excitaban.  Las situaciones morbosas se sucedían.

 

    Al caer la noche comenzó a refrescar y Clara se puso una camiseta blanca de manga corta bastante holgada, a modo de vestido, tapándole el culo, aunque se le notaba cómo se le movían las tetas bajo la tela al no llevar sostén, pero iba más tapada. Cenaron bajo la luz de la luna y después tomaron unas copas. Adela y Ana fueron las primeras en irse a dormir con los niños y más tarde Clara comenzó a bostezar.

-          ¿Nos vamos, cielo? Yo también estoy cansado – le propuso David.

-          Sí, sí, vamos – dijo levantándose -. Bueno chicos, estoy reventada, hasta mañana.

-          Hasta mañana, guapa – se despidieron.

Dejaron a los tres con los cubalibres, charlando de fútbol. Se metieron los dos en el iglú y a propósito, David se tendió boca arriba en un extremo de la colchoneta para dejar a su mujer en medio de los dos, para que cuando Nacho entrara se tumbara a su lado, para que pudiera tocarla y rozarla. Clara, muerta de sueño, se echó sobre él abrazándole, tumbada de costado, con la cara sobre su cuello. David le echó un brazo por los hombros y la apretujó contra él tras darle un beso de buenas noches. Aguardó hasta que supo que dormía, después, con la mano que tenía sobre su espalda, le tiró de la camiseta todo lo que pudo, hasta dejarle a la vista el culote del bikini. Les escuchaba hablar sobre ella y le excitaba un montón.

-          Es que está de muerte, la cabrona – decía Manolo -. Pfff, tiene unas putas tetas.

-          No me he hecho yo pajas pensando en su culo – comentaba Miguel.

-          Tiene un polvazo, la hija puta – añadía Nacho.

Se emborracharon bien los tres, se acostaron cerca del amanecer, cuando ya el sol asomaba en el horizonte. Serían las siete de la mañana. David había dado cabezadas a ratos, pendiente de la llegada de su amigo. Clara continuaba echada sobre él, durmiendo sobre su regazo. La luz de la mañana ya iluminaba bastante la estancia. Oyó pasos en hojas secas y oyó cómo se bajaba la corredera. En ese momento, David cerró los ojos para fingir que dormía abrazado a su mujer.

Al entrar, Nacho se encontró con el culo de Clara, de lado, con la tela metida en el fondo de la raja, con los pelos negros del chocho escapando por los lados. Se quedó parado en la entrada. Con los ojos entornados, a través de un pequeño espejo que Clara había colgado del techo, David contemplaba la reacción de su amigo.

A cuatro patas, Nacho acercó la cara y le olfateó el culo respirando profundamente, con la nariz muy cerca de la entrepierna, percibiendo la fragancia del coño.   Dedicó unos cuantos segundos a olerle el culo a su mujer, después se echó a su lado, mirando hacia ella, muy cerca de su espalda. A través del espejo, David comprobó cómo se bajaba la delantera del bañador y empuñaba la polla para sacudírsela  apuntando hacia el culo de su mujer, casi con la punta rozando las nalgas. Se masturbaba con frenesí, mirándole el culo, removiéndose como si estuviera imaginándose que se la follaba. Olía mucho a alcohol, el olor invadía la nariz de David. Le oía resoplar de placer. Oía los veloces tirones de verga. Cuando le oyó respirar más fuerte, vio que se colocaba boca arriba y le vio por el espejo salpicarse leche sobre la barriga. Se limpió con la palma de la mano, luego se subió el bañador y volvió a salir de la tienda.

David le oyó alejarse. Trató de retirar el brazo de los hombros de su mujer y en ese momento ella abrió los ojos.

-          Es muy pronto, cariño.

-          Déjame un momento, voy a pescar. Sigue durmiendo, es temprano todavía.

Clara se colocó boca arriba, con la camiseta subida hasta por encima del ombligo y las piernas ligeramente separadas, y David aprovechó intencionadamente para apartarle un poco la delantera del culote con el antebrazo, sin que ella se diera cuenta, dejándole medio coño a la vista.  Se aseguró de que dormía antes de abandonar la tienda.

Nacho permanecía acuclillado junto a la orilla lavándose las manos. Se levantó sacudiéndoselas y se giró hacia David, que en ese momento llegaba portando dos cañas de pescar.

-          Coño, David, qué temprano, yo todavía ni me he acostado.

-          Yo cuando entra el sol en la tienda, ya soy incapaz de dormir. Voy a sentarme un rato a ver si pica algo. Deberías dormir un poco.

-          Sí, yo me acuesto un rato.

David se puso a colocar las cañas y miró de reojo hacia el paquete de su amigo, examinando los contornos de su polla tumbada de lado, con una mancha redonda en la tela, un rastro de la paja que se había hecho viéndole el culo a su mujer.  Le miró mientras se dirigía hacia la tienda, fijándose igualmente en su culo huesudo.  Le deparaba otra sorpresa cuando entrara.

Así fue. Cuando Nacho se acuclilló y bajó la corredera, se encontró a su amiga Clara tumbada boca arriba, con la cabeza ladeada y la delantera del culote apartada a un lado, arrugada, lo que le permitía verle gran parte del chocho.  Dedicó unos segundos a examinarlo, ya con la polla poniéndosele dura otra vez. Se le veía la rajita y al tener las piernas separadas la tenía ligeramente abierta, donde se apreciaba la jugosidad rojiza del interior, con el clítoris, con pelillos de filamentos largos, y con un vello bien recortado formando un perfecto triángulo.  Qué chocho más rico. Sintió estímulos eléctricos por todo su cuerpo, azotado por una necesidad imperiosa de violarla allí mismo.

Se aseguró que dormía plácidamente y se curvó para olérselo, llegando a rozar la nariz por el vello.  Si acaso se despertaba,  le confesaría que se había excitado al verla así.  Tampoco estaba cometiendo un crimen. David ya le espiaba por la rendija de fuera, ya presenciaba cómo su amigo le olía el coño.  Nacho se apartó a un lado y arrodillado, se sentó sobre sus talones, bajándose la delantera del bañador para empezar a masturbarse por segunda vez, embobado con el coño.  Se corrió colocándose la mano bajo la polla, al cabo de los dos minutos. David regresó a la orilla para que no le descubriera.

Vio que salía de nuevo de la tienda, esta vez con una camiseta puesta, limpiándose las manos con una esponja. Enseguida, David cogió una caña para fingir que pescaba. Con un pitillo en la boca, fue acercándose hasta la orilla. David le miró por encima del hombro.

-          ¿Qué pasa? ¿No duermes? No vas a poder con el pellejo.  Todavía es temprano.

-          ¿Sabes por qué no puedo dormir?

-          ¿Por qué? – se extrañó David.

-          Te voy a decir la verdad porque eres mi amigo. Tu mujer tiene el bikini así como arrugado y se le ve toda la chocha.

-          ¿No jodas?

-          Ufff, me ha puesto malo, tío, tiene todo el coño que, joder, he tenido que salirme o no respondo de mis actos.

David le sonrió para aparentar naturalidad.

-          ¿No te habrás pajeado, no cabrón?

-          Viéndole el coño no hay quien duerma. Y encima luego sale y enseña las tetas. Joder, tío… -. David soltó unas carcajadas -. No te rías, compañero, llevo sin probarlo un montón de tiempo y he estado a punto de darle un bocado al coño. Lo tiene por fuera del puto bikini. Ves a taparla.

-          No pasa nada hombre, haberte pajeado, ella cuando duerme, duerme profundamente – le incitó David.

-          ¿No te hubiera importado que me hubiera masturbado viéndole el coño a tu mujer? – se sorprendió Nacho.

-          Tampoco es para tanto, está claro que necesitas un desahogo…

Ana y Adela salieron de las tiendas y lamentablemente para David, interrumpieron la conversación, una conversación acerca del coño de su mujer. Le había insinuado claramente que no le importaba que se excitara con ella, había dado un paso de gigante para llevar a la realidad sus frenéticas fantasías.

 

    Poco a poco, se fue levantando la gente. Clara fue la última. Apareció con la camiseta blanca, pero tras el desayuno se quedó en bikini para tomar el sol.  Se produjeron las mismas miradas y los mismos roces que el día anterior, con escenas morbosas que calentaban el pene de David, sobre todo cuando Nacho se le acercaba, cuando le susurraba cosas al oído, cuando bromeaba con ella, cuando la tocaba. Llegó a pedirle que le diera con crema protectora y otra vez las tetas de su mujer rozaron la espalda de su amigo, y esta vez ante los desorbitados ojos de Miguel y Manolo.

   Tras la comida, las mujeres decidieron hacer una ruta con los niños. Manolo se puso a pescar y Miguel se había quedado dormido en la tumbona. Se quedaron los dos solos a la mesa. Nacho le miró.

-          Yo voy a la tienda a echarme un rato a la siesta. No he dormido nada. ¿Vienes?

La posibilidad de estar a solas con él y reanudar la conversación caliente acerca de su mujer le puso muy cachondo.

-          Sí, no tengo mucho sueño, pero me apetece tumbarme.

Se levantaron y se dirigieron hacia el iglú. David entró primero y se tumbó en el centro de la colchoneta, después accedió Nacho, quien se ocupó de bajar la cremallera para dejar la tienda herméticamente cerrada. Llevaba el bañador rojo. Se tumbó a su lado, bocarriba, acariciándose los pectorales.

-          Ahora, macho, cuando entro aquí, me acuerdo del coño de tu mujer. Lo tengo metido en la cabeza, tío. Joder, tío, tengo la polla dura desde esta mañana.

David ladeó la cabeza hacia él sonriendo. La tienda era un horno. Nacho sudaba a borbotones, el sudor le corría por todo el cuerpo. Se fijó en el bulto de su slip, estaba claro que tenía la verga hinchada.

-          Conociendo lo necesitado que estás, seguro que te has hecho una paja.

-          No he podido evitarlo, tío, tu mujer está tan buena y ahí, con toda la chocha a la vista, no he podido contenerme. Menos mal que no se despertó, sino me hubiera pillado.

-          Qué cabrón.

-          No te importa, ¿no?

-          No, no me importa, tranquilo. Tú mismo, si sirve para desahogarte.

-          ¿Te excita que los tíos la miren? – le retó Nacho hablándole en voz baja, mirándole a los ojos, pasándose la palma de la mano por encima del bulto.

-          Sí – confesó con seriedad -. A veces me excita cuando alguien la mira o cuando habla con ella, hace tiempo que me pasa, incluso a veces me la imagino con otros y me masturbo.

Vio que se metía la mano dentro del slip para acariciarse.

-          ¿Te gustaría ver cómo se la follan?

-          Sí, me la he imaginado muchas veces.

-          Joder, tío, me he puesto cachondo – reconoció -. ¿Tienes por ahí unas bragas de tu mujer? Necesito hacerme otra paja.

-          Espera -. David se incorporó para abrir la mochila de su esposa. Rebuscó en el interior y sacó una de sus braguitas negras de encaje, las que había tenido puestas durante el viaje. Volvió a tumbarse y se las entregó -. Toma, esas bragas estás usadas.

Nada más cogerlas, Nacho se taponó la nariz oliéndolas.

-          Umm, cómo huele a su coño -. Bajó el brazo y se las metió dentro del slip, refregándose los genitales con ellas -. Esta mañana le olí el coño, y, ummmm, qué rico – jadeaba refregándose la polla con las bragas por dentro del slip -. Cómo me gustaría follármela -. Se deslizó el slip hasta las rodillas y se plantó las bragas encima de la verga, acariciándosela con ellas. David le observaba perplejo, con su pene muy erecto. El sudor cocía en la frente de su amigo -. Qué caliente estoy, tío, por qué no me refriegas tú con las bragas de tu mujer…

David tragó saliva. A él no le gustaban los hombres y no había contado con una petición semejante por parte de Nacho, pero con tal de mantener viva aquella morbosidad, estaba dispuesto a cualquier cosa. Jamás habría imaginado una escena homosexual.

-          ¿No va a ser esto un poco de mariconeo?

-          Venga, hombre, hazme ese favor, nadie se va a enterar…

Nacho subió los brazos y David se recostó de lado, mirando hacia él. Extendió el brazo derecho y cogió las bragas de su mujer, restregándola acariciadoramente por el tronco de la polla. El sudor le brillaba entre el vello cobrizo de su cuerpo. Notó la dureza, la vena azulada hinchada y el capullo reluciente. Nacho mantenía los ojos entornados, figurándose que quien le tocaba era Clara.

-          ¿Te gusta así? – le preguntó David.

-          Ummm… Sí… -. Nacho flexionó ambas piernas separándolas -. Dame por los huevos.

Comenzó a aplastarle levemente los huevos con las bragas, con movimientos circulares, mientras que Nacho había bajado el brazo para machacársela despacio. Tenía los huevos duros y notaba sus bolas por la fina tela de las bragas.

-          ¿Así? ¿Te gusta así?

Nacho elevó las piernas, elevando un poco la cadera de la colchoneta.

-          Límpiame el culo con las bragas de tu mujer.

Eso hizo, le limpió el culo con las bragas, se las pasó por todo el fondo de la raja como si fuera papel higiénico, desde la rabadilla hasta los huevos, impregnándolas de sudor y de la fragancia anal. Le dio varias pasadas, hasta que llegaba a los huevos y se los aplastaba con ellas. De nuevo, Nacho bajó las piernas extendiéndolas y ladeó la cabeza hacia él.

-          Póntelas, así me imagino que eres ella.

-          Joder, tío, me da corte, y ¿si viene alguien?

-          Ahora no vendrá nadie, anda, hazme ese favor.

Su amigo continuó acariciándose la verga con las bragas mientras él se bajaba el bañador y se quedaba desnudo. Tenía el pene erecto, más corto pero algo más ancho. Se las entregó y se puso las bragas de su mujer. Le quedaban muy apretadas y el pene le sobresalía por arriba. Se sintió como una maricona, pero estaba tan cachondo por el hecho de excitarle con su mujer que no le importaba ridiculizarse de aquella manera y someterse a sus pervertidas exigencias. Sus mejillas se ruborizaron al mirarle. Su cuerpo esquelético sudaba a borbotones por todos lados, hasta los huevos tenía mojados por las hileras de sudor. Dentro de la tienda, el calor resultaba horrible.

-          Clarita, puta, chúpamela…

David se echó sobre su vientre plano, con la axila a la altura del ombligo. Le cogió la polla con la mano derecha y se la levantó. La tenía dura como una piedra y con la piel bastante húmeda. Se la machacó un poco a velocidad lenta y después acercó la boca para sacar la lengua y lamerle el capullo. Trató de ponerse en el papel de su mujer y comenzó a comerse la verga, bajando y subiendo la cabeza, hasta que el capullo le taponaba la garganta, rozando con los labios el vello pelirrojo de la base. A la vez le estrujaba los huevos sudados, ligeramente con las yemas de la mano izquierda. Le oía respirar aceleradamente y notó cómo le acariciaba por encima de las bragas, seguramente imaginándose que se trataba del culo de su mujer.

-          Qué bien lo haces, Clarita – le decía -, qué puta eres… Sigue… Así… Ummm…

Le estaba haciendo una buena mamada. No paraba de subir y bajar la cabeza, de estrujarle los huevos.  Nacho ya respiraba entrecortadamente por la boca y encogía la barriga, muerto de placer. David notó cómo las venas de la polla palpitaban y dejó de mamarla. Apartó la cara y se la empezó a sacudir deprisa, hasta que frenó con la verga levantada y al instante derramó leche viscosa hacia los lados, leche que resbaló lenta por el tronco hasta mancharle la mano.  Le atizó dos fuerte tirones para escurrírsela y la depositó sobre su vientre, con el capullo impregnado y su mano manchada. Luego se irguió para coger un clínex y limpiarse.

-          ¿Por qué no me limpias?

-          Espera.

David le pasó el pañuelo por encima del capullo, secándolo, y después se quitó las bragas para ponerse su bañador. Nacho reposaba tras la mamada, aún con la verga tiesa. Dobló cuidadosamente las bragas y volvió a guardarlas en la mochila de Clara.

-          Gracias, tío, de verdad – le agradeció Nacho.

-          No le digas nada de esto a nadie – le advirtió David.

-          Tranquilo, hombre, somos amigos.  A ver si la convences y le echo un buen polvo, jajaja.

-          Ojalá, pero ya sabes cómo es Clara. Voy fuera, tío, no vaya a ser que venga alguien.

-          Intentaré dormir un poco.

-          Ok

Y abandonó la tienda tras consumar su primera experiencia homosexual, fruto de su progresiva perversión.

 

    Con Nacho como cómplice, todo resultaba más espectacular y morboso. Durante la tarde, varias veces le dijo el culo que tenía o mira sus tetas, trató de rozarla, de tocarla, de intimar con ella, de bromear, todo con mucho más descaro y ante los ojos de Miguel y Manolo, que babeaban ante la confianza de Nacho con Clara. David continuaba permanentemente excitado, se sentía como un cornudo, como el maricón que ofrecía a su esposa para que disfrutara de una buena polla. La cena fue muy animada y divertida, se bebió mucha cerveza y vino y después varias rondas de chupitos. Clara vestía la camiseta de manga corta, sin sostén debajo, y el culote del bikini. Las mujeres y los niños se fueron a acostar y ella se quedó con los hombres, bebiendo vodka, una copa tras otra, riéndose a carcajadas, poniéndose tonta, cada vez más achispada. David observaba sin apenas intervenir, simplemente mirando cómo se aprovechaban de su borrachera para manosearla cada vez que podían.

   Llegó un punto, sobre las tres de la madrugada, en que Clara ya no podía más, estaba demasiado embriagada como para ponerse en pie, tambaleándose en la silla, con los ojos entornados, sin fuerzas ni para sostener la copa.

-          Ésta ya no es capaz ni de mantenerse en pie – se burló Miguel dándole un empujoncito y comprobando que Clara apenas reaccionaba -. Llévatela, David, está borracha como una puta cuba.

-          Sí, voy a llevarla a acostar.

-          Échale un buen polvo, verás cómo se espabila, jajajaja – bromeó Manolo -. Hija puta, la que se ha cogido.

David trató de espabilarla dándole palmaditas en la cara, pero Clara ni abría los ojos.  Le excitaba que se burlaran de ella.

-          Cariño, vamos, venga…

-          Que no, tío, que la cabrona no da en sí – intervino Miguel.

Nacho se levantó.

-          Espera que te ayude, anda.

Su amigo la sujetó por las axilas y David por los muslos de las piernas, y entre los dos la llevaron hasta el iglú, borracha perdida. Manolo y Miguel también se levantaron y se fue cada uno a su tienda. Para poderla entrar, primero accedió Nacho y después, sujetándola por las axilas, la arrastró hacia el interior. Inconscientemente, Clara se recostó de lado, apoyando la mejilla en una de las palmas de la mano, de espaldas a Nacho. David entró y bajó la cremallera de la tienda encendiendo el farol. Ambos se encontraban arrodillados a la espalda de Clara. Nacho le pasó la mano por el culo, manoseándolo ligeramente.

-          Qué buena está la hija puta, qué culo, ¿me dejas que me haga una paja con ella?

-          ¿Y si se despierta?

-          La hija puta mira la borrachera que tiene. Y si se da cuenta se va a pensar que eres tú…

Se quitó el bañador a toda prisa quedándose desnudo, con su larga polla empinada. David se apartó a un lado para que pudiera tumbarse al lado de su mujer. Se recostó en paralelo a ella, de lado, y se pegó a su cuerpo, encajando el tronco de la polla en la raja del culo, por encima de la tela del culote que llevaba por dentro. Le metió un brazo bajo la camiseta y le magreó las tetas, achuchándolas nerviosamente, las dos a la vez con una sola mano. Las tenía duritas, con los pezones erguidos. Clara ni se inmutaba. Comenzó a menearse, a removerse sobre el culo, como si estuviera follándosela, masturbándose con el culo de su mujer, con la verga acoplada a la raja. David se bajó la delantera del bañador y se comenzó a masturbar. Miraba cómo la pelvis de su amigo se pegaba al culo de su mujer, cómo se removía sobre sus nalgas, cómo la olisqueaba sobre el cabello, cómo le sobaba las tetas bajo la camiseta.

-          Qué culo tiene… Qué buena está… Ummm… -. Miró hacia atrás por encima del hombro y le vio masturbarse -. ¿Te pone cachondo que me folle a esta puta?

-          Sí…

-          Pídemelo, pídeme que me la folle… - le exigía removiendo con presura la cadera sobre el culo de Clara.

-          Fóllate a mi mujer.

-          Sí… Ummm… Quiero follármela…

Ni los bruscos zarandeos y empujones que sufría su cuerpo lograban reanimarla. Nacho se apartó de ella y se irguió. Tenía la verga tiesa como un palo. Empujó el cuerpo hacia él hasta dejarla boca arriba. Clara dormía con la boca abierta y los brazos extendidos hacia arriba. Le subió la camiseta hasta las axilas y le agarró las tetas cada una con una mano, empuñándolas, con los pezones sobresaliéndole por arriba del puño. Se curvó y le atizó unas lamidas a cada pezón. Clara frunció el entrecejo emitiendo un débil quejido.

-          Quítale las bragas, quiero verle el coño.

Muy despacio, David se ocupó de bajarle el culote del bikini hasta sacárselo por los pies, dejándola con el coño expuesto. Enseguida y con movimientos nerviosos, Nacho se arrodilló entre sus muslos y le levantó las piernas apoyándose cada pie en un hombro, dejándola con el chocho muy abierto y la cadera algo elevada de la colchoneta.

-          Voy a follarme a esta zorra.

-          Se puede dar cuenta, Nacho – temió David entre la excitación y el temor.

-          Bésala, besa a esta puta.

Siguiendo sus órdenes, David se curvó hacia la cara de su mujer y comenzó a morrearla. Nacho se sujetaba la verga en horizontal y le acariciaba el chocho con el capullo, manoseándole las piernas desde los tobillos hasta las ingles. Ante tanto zarandeó, Clara entreabrió los ojos, respirando por la boca, y vio el rostro de su marido.

-          No… - dijo con voz decaída -. Ahora no… Estoy fatal…

David procuraba rozarle la cara con los labios para evitar que descubriera a Nacho.

-          Estoy caliente, amor, y me apetece hacerlo…

-          Maña… Mañana – dijo volviendo a cerrar los ojos.

-          Quiero hacerlo…

Sentado sobre los talones, con los pies de Clara sobre sus hombros, Nacho fue hundiendo poco a poco la polla en el chocho. Clara, con el ceño fruncido y la boca abierta, despidió un débil gemido. David le tapó los ojos con la palma de la mano, estampándole besitos en los labios.

Nacho comenzó a contraer el culo velozmente follándola, aferrado a los muslos de sus piernas, apretando los dientes para darle fuerte. David le tapaba los ojos, observaba cómo las tetas se le movían cómo flanes, cómo la verga de su amigo le perforaba el coño entrando y saliendo apresuradamente, cómo sus huevos duros botaban contra el chocho. Clara gemía cabeceando, con los ojos tapados, tratando de levantar los brazos. Sin desacelerar, Nacho se inclinó un poco hacia ella, agarrándola del culo, y apretó la marcha inyectándole la verga hasta el fondo de manera muy veloz. Las tetas se meneaban como locas por los bruscos empujones.

David vio que su amigo cerraba los ojos, que contraía el culo muy rápido, hasta que frenó en seco expulsando un jadeo seco, con la polla metida en el chocho. Se estaba corriendo dentro. Clara tomaba la píldora, pero hubiese deseado que la hubiese dejado preñada, hasta ese punto llegaba su grado de perversión.

Tras unos resoplidos, Nacho se irguió sacando la verga. Un hilo de leche unía la punta de la verga con el clítoris. David, al ver cómo le manaba el semen por la rajita y resbalaba hacia la raja del culo, se miró el pene y al segundo, sin tocarse, vertió porciones de leche, fruto de la profunda excitación que le había provocado su amigo al follarse a su mujer. Clara ladeó la cabeza adormilada. Nacho se apartó los pies de los hombros y salió de entre los muslos de Clara. Se puso el slip y se recostó. David pasó al otro lado de su mujer, dejándola en medio, y se subió el bañador.

-          Gracias, tío – le susurró Nacho -. Esta puta está tan borracha que no se ha dado ni cuenta. Qué pasada.

-          Voy a vestirla.

Cuando vio que Nacho cerraba los ojos, David le bajó la camiseta tapándole las tetas. Después le limpió el chocho con un clínex, aunque tuvo que secárselo bien dada la cantidad de leche viscosa que fluía del interior. La idea de que pudiera dejarla preñada volvía a excitarle. Le puso las bragas y la volvió hacia su lado. Luego se tumbó y trató de dormir, aunque la escena que acaba de vivir resultaría imborrable. Terminaba un segundo día de acampada apoteósico, donde había probado la experiencia homosexual y había sido testigo de cómo su mejor amigo se follaba a su mujer borracha.

 

         Clara fue la primera en despertarse. Bostezó profundamente y trató de desentumecerse estirando brazos y piernas. Tenía una paliza en el cuerpo, se la había cogido bien, pero al menos desde que bebía vodka la resaca resultaba más llevadera. David dormía a su lado y respiraba sosegadamente, pero a su espalda oyó los ronquidos de Nacho. Se colocó boca arriba e irguió un poco el tórax con la intención de levantarse. La claridad de la mañana ya irrumpía en el interior del iglú. Miró hacia Nacho y se sorprendió al verle. Roncaba, tendido boca arriba, con la cabeza ladeada hacia el otro lado. Se fijó en sus pectorales raquíticos, de diminutas tetillas, cubiertas de pelillos rojizos, y fue bajando con la mirada hacia su slip, donde se había metido involuntariamente parte de la mano derecha, lo que dejaba un hueco donde se distinguía su polla, flácida, doblada, blanquecina y de venas muy azuladas, parecía como una serpiente enrollada, rodeada del  denso vello cobrizo. Llegaba a ver parte de sus cojones, muy redondos y ásperos. Se quedó como embobada unos instantes, hasta que sintió que su marido se incorporaba y la besaba en el cabello.

-          Buenos días, princesa – le susurró -. ¿Cómo tienes el cuerpo?

-          Se me pondrá mejor con una aspirina. Ayer te aprovechaste de mí, no podía con mi alma y tú te pusiste caliente. Ya te vale.

-          ¿Qué mirabas?

-          Nada.

David le pellizcó cariñosamente en el costado.

-          ¿Nada, pillina? Le estabas viendo la polla…

-          No está mal dotado el chico – le soltó ella sonriendo -. Ya podías decirle que te preste un trozo.

-          ¿Te gusta?

-          No está mal, demasiado grande, ésa como te la meta, te llega hasta el estómago.

-          ¿Te excita mirarle?

-          Eres tú el que me excitas.

-          ¿Te gustaría hacerle una mamada? – le susurró al oído, hablándole muy bajo.

-          No quiero calentarme, no seas malo.

Para incitarla, David acercó su mano derecha y se la fue metiendo lentamente dentro del culote, abarcando su chocho con la palma para acariciárselo suavemente. Clara suspiró mordiéndose el labio, como para contener el placer, con los ojos posados en el hueco que le permitía ver la polla. David, pegado a ella, emocionado por la oportunidad que se le presentaba, le meneó el chocho metiéndole un dedo, notando cómo chorreaban flujos del interior.

-          Estás húmeda. ¿Estás cachonda?

-          Sí – suspiró meneando la cadera al sentir la agitación del dedo dentro de su coño.

-          ¿Sabes qué le vi hacer ayer? – le preguntó acariciándola por dentro del culote.

-          ¿Qué viste?

-          Vi cómo se masturbaba cuando tú dormías, anoche, cuando te traje a dormir.

-          Qué cabrón – susurró ella, apretándose la mano de su novio contra el chocho.

-          Mírasela, me excita cuando te mira…

Del coño fluyó gran cantidad de flujo vaginal que empapó la mano de David, en ese momento cesó los meneos del coño y retiró la mano del culote. Clara se irguió del todo, se hizo una coleta y se ajustó la camiseta.

-          Voy que me dé el aire, antes de que esto vaya a mayores y perdamos la cabeza.

Clara salió de la tienda y entonces David volvió a tumbarse, para sacarse la polla y masturbarse viendo la de su primo, imaginándose a su mujer mamándola. Acababa de dar el paso más importante, incitar a ella.

 

           La tensión sexual se respiraba en las miradas que intercambiaban su esposa y su mejor amigo. Esa mañana se puso otro bikini igual de erótico, un bikini que dejó con la boca abierta a los otros dos hombres y de alguna manera alertó a las dos mujeres,  que se sintieron en un segundo plano porque los ojos de todos ellos estaban pendientes de ella. Era un bikini rojo chillón, casi del mismo tono que el de Nacho, con copas redondas que tapaban justo las aureolas y los pezones, dejando casi todo el volumen de los pechos a la vista, y un tanguita de finas tiras laterales con un cordón trenzado metido por el culo, dando el efecto de que no llevaba nada, con una delantera triangular  que permitía la salida de los pelillos del chocho por los laterales y el borde de arriba.

         Adela y Ana estaban bastantes mosqueadas de cómo se exhibía, de su actitud calienta pollas con sus maridos, pero ninguna se atrevía a decirle nada.  La devoraban con los ojos, parecían alborotados y no desaprovechaban la más mínima ocasión para acercarse a ella, para rozarla, tocarla, bromear.  A David le hervía la excitación en la sangre y ya Miguel  no pudo aguantarse.

-          Joder, macho, cómo está tu mujer -. David sonrió. En ese momento, Clara ayudaba a Nacho a preparar la comida, los dos semidesnudos, rozándose -. Así de morenita y con ese culazo.

Manolo se acercó a ellos al oír la conversación.

-          ¿Te la follas mucho? – le preguntó.

-          No sé, lo normal – les respondió adoptando el papel de marido bobo.

-          Porque está para echarle un polvo en cada momento – le soltó Manolo.

 

      Más tarde, durante la comida, Clara se sentó entre los hombres, entre Nacho y Miguel, con las piernitas y muslos bronceados rozando las piernas peludas de ellos, permitiendo que la tocaran, que no pararan de bromear y tontear con ella, todo ante los celos de Adela y Ana, que presenciaban atónitas cómo sus maridos se prestaban al juego sensual de aquella calientapollas.  En cambio David, había eyaculado involuntariamente al ver cómo Miguel le pasaba el brazo por la cintura. No perdía la excitación.  Daba la sensación de que ya su esposa lo hacía intencionadamente y de que los demás se habían percatado del juego sexual de la pareja, de ahí los íntimos gestos de confianza con ella.  Aunque Miguel y Manolo se reprimían más ante el acecho de sus esposas, pero Nacho parecía tener el campo libre.  

      Para avivar la llama lujuriosa, David le contó a Nacho que Clara sabía que se había masturbado mientras ella dormía.

-          ¿Y cómo se lo ha tomado? – preguntó Nacho asombrado

-          Nada, se ha reído.

-          ¿Crees que se ha excitado?

-          Creo que sí. Esta mañana te ha mirado la polla y me ha reconocido que se había excitado.

-          Ummm, quiero follármela otra vez. ¿Le has dicho lo que pasó anoche?

-          No, eso no. Pero ya te digo, no se lo ha tomado mal.

-          ¿Te gustaría ver cómo me follo a tu mujer?

-          Sí, mucho.

 

      Durante la siesta, Adela y Ana se fueron de ruta, Manolo se quedó al cuidado de los críos, Miguel se quedó dormido en la tumbona y David fingió que iba a dormir la siesta, aunque en verdad se disponía a espiar el previsible acecho de su amigo Nacho.  Se metió en la tienda a mirar a través de la rejilla.

Vio a su mujer en la orilla. Hacía top less, de cara al sol, con el respaldo de la hamaca ligeramente inclinado.  Al cabo de los cinco minutos, se acercó Nacho ataviado simplemente con su slip rojo.  Le miró las tetas y la estrecha delantera del tanga, de donde sobresalían los pelos negros del chocho.  Clara se quitó las gafas.

-          ¿Qué haces?

-          ¿Me das con protección? Mira cómo tengo la espalda, con esta piel tan blanca.

-          Sí, espera -. Se apeó de la hamaca, con sus tetas moviéndose como gelatinas -.  Túmbate.

Nacho se tendió boca abajo en la hamaca, con los brazos por fuera. Clara se vertió crema en las palmas de las manos y se arrodilló ante la hamaca, a la altura de su cintura, y miró a su alrededor, como para asegurarse de que nadie les vigilaba, como si se avergonzase si alguien la viese.  David ya se estaba masturbando dentro de la tienda mientras les espiaba a través de la rejilla.

Antes de nada, Clara examinó su espalda de piel rosácea y pecosa y sus piernas delgadas cubiertas del vello cobrizo.  Para su sorpresa, Nacho echó los brazos hacia atrás y se metió el bañador por la raja a modo de tanga, mostrándole sus nalgas blancas y huesudas, con el vello pelirrojo de los huevos sobresaliendo por los lados. David distinguió cómo su mujer se mordía el labio para contener la ardiente sensación.

-          Dame por el culo también, haz el favor, que lo tengo muy blanco – le pidió Nacho.  Clara no dijo nada, la ardorosa excitación se lo impedía. Comenzó a masajearle por los hombros, despacio, deslizando las manos con lentitud. Había veces que sus pezones le rozaban la espalda. -. Ummmm… Qué gusto… Qué bien lo haces, guapa, qué relax.  Así me duermo, ¿eh?

Las manitas de uñas pintadas de rojo fueron resbalando por la espalda, pasaron con lentitud por la cintura y comenzó a masajearle el culo blanco, con una palma en cada nalga, acariciándoselas, notando sus huesos, fijándose en la tela del bañador metida por la raja, donde se le distinguían los pelos rojizos de los cojones.  Tras masajearle el culo, Clara levantó las manos para echarse más crema. Notó que mojaba el tanga por la morbosidad del momento.

-          ¿Te das la vuelta?

-          Claro.

Nacho dio media vuelta en la hamaca tendiéndose boca arriba. David ya se había corrido dentro de la tienda al presenciar cómo su esposa le había masajeado el culo a otro hombre.  Clara reparó en los contornos de la verga, echada un lado, bastante hinchada bajo la tela, así como en el bulto de los cojones y en el vello rojizo que sobresalía por los lados.  Empezó a masajearle por los hombros y el cuello, deslizando las manitas por sus pectorales planos, pasando por encima de sus diminutas tetillas. Se miraban a los ojos con profundidad. Había momentos en que las tetas le rozaban la barriga.  Le masajeaba por el vientre, con sus deditos muy cerca de la tira del slip, con la verga palpitándole bajo la tela.

-          Dame por las piernas – le exigió.

-          Sí – contestó con obediencia, dando un paso lateral con las rodillas -. Esta protección es muy alta, no creo que te quemes – dijo ella para rebajar la tensión sexual del ambiente.

Primeramente, le embadurnó la pierna izquierda, resbalando sus manitas hasta el pie, que se lo masajeó acariciadoramente. A pesar de eyacular, a David se le puso el pene duro otra vez al comprobar el nivel de sometimiento de su esposa, masajeándole el pie a otro hombre.

- Ohhh… - suspiraba Nacho mirándola -. Qué bien lo haces…  No sabes lo que me gusta, lo que me relaja.

Pasó al otro muslo y al hacerlo le rozó con las tetas el bulto del slip, llegó a aplastarlas ligeramente contra el relieve duro de la polla.  Fue masajeándole la pierna hacia abajo, repartiendo la crema, rozando las tetas a lo largo del otro muslo, hasta llegar a su pie, aplicándole otro relajante masaje. Clara vio que Miguel se incorporaba en la tumbona y que miraba fijamente hacia ellos, alucinado de verla tocándole los pies a Nacho. Ruborizada, se levantó sacudiéndose las manitas.

-          Bueno, ya está bien, ¿no? No te podrás quejar.  Menudo masaje te he dado por todo el cuerpo.

-          Me ha faltado una parte del cuerpo, ¿no? Jajaja.

-          Jaja, qué gracioso – sonrió mirándole el bulto de reojo.

-          Vamos conjuntados, los dos de rojo – le soltó Nacho, aún tumbado en la hamaca.

-          Sí, es verdad.

Nacho se incorporó sentándose.

-          Oye, ¿te puedo pedir un favor?

-          ¿Cuál?

La miró a los ojos.

-          No te pongas tan sexy para dormir.  No respondo de mis actos.

-          Jajajaja, ya me ha contado David. Anda, que ya te vale.

-          Estás muy buena y, entiéndelo, uno está muy necesitado. ¿Te molesta?

-          No, no, no pasa nada.

Adela y Ana regresaban del paseo y Manolo se acercaba hacia ellos con los críos.

-          Gracias por el masaje.

-          De nada.

Le dejó tumbado en la hamaca tras ponerse el sostén y se cruzó con sus amigas. Saludó a los críos y miró de reojo hacia Miguel, aún perplejo al haberla descubierto masajeándole los pies a Nacho.

Se metió en la tienda y cerró la cremallera  Su marido la esperaba arrodillado en mitad de la colchoneta.  Le miró a los ojos.

-          Qué caliente me ha puesto, David – dijo con tono desesperado.

-          Lo he visto, yo también.

-          Me ha excitado muchísimo – reconoció.

-          ¿Con lo feo que es?

-          Es por la situación, David – le dijo tocándose – La tiene así de grande.

No lo pudo remediar, se metió las dos manos en el tanga y comenzó a frotarse el chocho frenéticamente, arrodillada frente a su marido, con los ojos entornados, rememorando cada instante de los masajes, sobre todo cuando le estuvo masajeando su culo huesudo.  David la observaba anonadado, con la polla erecta de nuevo bajo el bañador, viendo cómo sus manitas se removían por dentro del tanga, abriéndose el chocho, metiéndose los dedos, así hasta que juntó las piernas y cesó los movimientos de las manos.  Su marido la cogió de la nuca y le acercó la cabeza besándola.

-          Cómo me gustaría verte follar con él – le susurró.

-          Pero puede ser peligroso, cariño – le advirtió ella -. Piénsalo…

-          ¿Te pone cachonda?

-          Mucho.

Y de nuevo, se fundieron en un apasionado abrazo.

 

     A media tarde, David se encontraba dentro de su tienda cuando escuchó una conversación entre los tres hombres, una conversación que volvió a ponerle la polla dura. Miguel hablaba a modo de susurro.

-          Joder, cabrón, qué suerte tienes, cuando he visto cómo te echaba crema, con las putas tetas al aire, tocándote los pies, no sabes cómo me he puesto.

-          Seguro que le estaba gustando a la cabrona – añadió Manolo -. Tiene pinta de golfa, esa tiene más hambre que la hostia.

-          Ésa es una buena puta – dijo Nacho -. Le gusta calentar pollas, pero como pueda me la tiro.

-          ¿Y David?

-          Yo creo que a ese maricón le da igual. Seguro que le gusta ver cómo le dan caña a su mujer.

Cuando les oyó alejarse, retiró las manos del pene para evitar otra eyaculación. Estaba tan caliente que apenas lograba contenerse.

 

      La noche se presentaba fresca. Aparecía un cielo estrellado y una luna llena. Habían cenado todos juntos y las mujeres y los niños ya se habían ido a la cama. Como en las dos noches anteriores, Clara se tomaba unas copas de vodka con los hombres, participando en sus conversaciones, cruzando miraditas de complicidad con Nacho.  Se había puesto la camiseta blanca de manga corta, holgada, a modo de vestido corto, aunque no le importaba subir los pies encima de la silla y mostrar las bragas del bikini o curvarse para exhibir el culo. Clara ya era consciente de que les tenía a todos cachondos. Llevaba ya tres copas y no paraba de reírse a carcajadas. David sólo observaba sin apenas intervenir. Estaba emocionado, había conseguido incitar tanto a uno como a otro y tal tensión ya se detectaba en sus miradas.

    A las dos de la madrugada aún continuaban bebiendo. Clara cada vez estaba más tontona y con la voz más achispada. David quería avivar la llama de la lujuria y no pretendía que terminara emborrachándose, así es que se levantó soltando su copa.

-          ¿Te vienes, cariño? Estoy muerto.

-          ¿Ya?

Enseguida intervino Miguel.

-          Quédate tú, bombón, deja que se vaya tu marido.

Pero Clara terminó por levantarse uniéndose a su marido.

-          Que no, que me voy, no quiero que me pase lo de ayer.

-          Anda, quédate con nosotros, que tu marido es un muermo – la animó Manolo.

-          No, de verdad, no quiero beber más.

Como muy bien había dicho Manolo, David actuaba en plan memo, motivado por su progresiva degradación sexual. Ahora que la animaban a quedarse, no le hubiera importado dejarla a expensas de todos ellos, pero ya era demasiado tarde para convencerla y podían darse cuenta de sus intenciones.

-          ¿No vas a darnos un besito de buenas noches? – le encajó Miguel desde su asiento.

-          Como sois – tonteó ella.

David iba retrocediendo hacia la tienda, presenciando cómo su esposa coqueteaba con aquellos babosos con ganas de devorarla. Primero se acercó a Miguel. Era un mastodonte alto y con una barriga exagerada, dura y redonda, aunque luego tenía las piernas finas, con barba de tres días y cabello rizado. Le besó en las mejillas con un “buenas noche” y pasó al asiento de Manolo. Era mucho más bajo y regordete por todos lados, con profundas entradas en el cabello. Le estampó dos besitos en las mejillas y al ir hacia Nacho se ganó un cachetito en el culo, por encima de la camiseta.

-          Hasta mañana, guapísima.

Antes de despedirse de Nacho, le miró a los ojos, una mirada que derrochó lascivia. Después se dirigió hacia la tienda junto a su marido.

 

    En cuanto entraron en el iglú, David se tendió en un lado con la intención de dejar a su mujer en medio de los dos. Ella se cepilló un poco el cabello, haciéndose una coleta.

-          ¿Por qué no te quitas la camiseta? – le propuso su marido.

-          No llevo sujetador.

-          Quiero que te mire, me pone cachondo cómo te mira.

-          Lo que tú quieras, yo hago lo que tú quieras.

Se sacó la camiseta por la cabeza y se quedó con las tetas al aire. Sólo el trozo triangular rojizo del tanguita en la zona vaginal tapaba algo de su cuerpo. Era como estar desnuda. Apagó el farol y la oscuridad invadió el interior del iglú. Se echó sobre él, tendida de lado, con la mejilla en el hombro de su marido, con un pecho apretujado contra su costado y el otro reposando sobre el pectoral, con la manita izquierda acariciándole los pelos del pecho. David ladeó la cabeza y se besaron. A los pocos minutos, oyeron cómo fuera empezaban a recoger y a despedirse. Ni David ni ella dijeron nada.

La corredera de la puerta fue bajando despacio y al instante apareció la figura de Nacho irrumpiendo en la tienda. Volvió a subir la corredera para dejarla herméticamente cerrada y alzó la mano para encender el farol del techo. La vio acurrucada contra su marido, como si estuviera desnuda, aunque distinguió la tira del tanga metida por el culo y la fina tira lateral, así como el pezón de una teta pegado a la tetilla de David. Clara le miró por encima del hombro. Sólo llevaba puesto su slip rojo. David tenía los ojos abiertos.

-          ¿Os molesto?

-          No te preocupes – le dijo ella volviendo a apoyar la cabeza sobre el hombro de su marido -. Cuesta coger el sueño.

Con el farol encendido, Nacho se tendió tras la espalda de ella, boca arriba, procurando rozarle el culo con la pierna peluda. Clara notaba el roce del vello, pero no se movía. Miraba hacia los ojos de su marido. Nacho flexionó la pierna derecha y le pegó la rodilla al culo, hacia la mitad de la raja. Clara se removió, pero sin evitar el contacto.

Para asegurarse de su disposición, movió un poco la rodilla, presionándola contra las nalgas. Clara volvió a removerse echando el culo un poco más hacia atrás, buscando el contacto. Su marido y ella se miraban a los ojos ante el acecho. David tenía la polla muy dura, ya sabía que se iba a tirar a su mujer. Decidido, Nacho se bajó el slip hasta quitárselo, se volvió hacia ella y se arrastró hasta pegarse a su cuerpo, encajando el tallo de la polla en la raja del culo, por encima de la tira del tanga, adhiriendo la pelvis a su gran culo y uniendo el raquítico torso a su delicada y bronceada espalda.

Clara percibió su aliento sobre los cabellos y la frescura de su cuerpo pegado a ella, así como la dureza de la verga acoplada en la raja del culo. Se meneó ligeramente para sentirle mejor, para demostrarle que lo deseaba. David se dedicaba a examinar el lujurioso rostro de su esposa. Vio cómo la mano de Nacho aparecía por el costado de su mujer y resbalaba por su fino vientre, acariciándolo con las yemas, para bajar lentamente hacia el tanga. Nacho se contraía para apretar más la verga contra el culo y ella le correspondía meneándoselo.

-          Bájate las bragas – le susurró en tono jadeante tras la oreja, acariciándola por el vientre con la mano izquierda.

Clara retiró la mano del pecho de su marido y, mirándole a los ojos, bajó el brazo para tirarse de la tira lateral del tanga, bajándoselo hasta la mitad del muslo. Acezando por la eléctrica excitación, Nacho se agarró la verga y le metió el capullo por los bajos del culo, hurgándole en el chocho, hasta que logró meterle el glande, después se contrajo y le asestó una clavada seca. Clara resopló sobre el rostro de su marido ante el severo pinchazo, sintiendo la barra muy dentro de sí, percibiendo su pelvis pegada a las nalgas y su cuerpo raquítico a la espalda, vertiéndole el aliento sobre los cabellos. Comenzó a follarla contrayendo el culo huesudo aligeradamente, extrayendo del chocho sólo un trozo de polla, sin separarse de las nalgas, acezándole por la nuca. Clara trataba de ahogar los irreprimibles gemidos mirando fijamente a los ojos de su marido con el ceño fruncido, sufriendo severos empujones que le apretaban aún más las tetas contra el costado de David. Sin parar de asestarle clavadas continuas, le echó un brazo por encima y le estrujó una teta con rudeza, manteniéndola empuñada mientras le daba caña. Clara notó que la besuqueaba tras la oreja, que le lamía por el cuello.

Nacho apretó clavándosela con potencia, empujándola cada vez más hacia el cuerpo de David, poniéndole cada vez más el culo en pompa para deslizar la polla por la entrepierna. Aún le mantenía la teta estrujada con fuerza.

-          ¿Te gusta, zorra? – le susurró mordisqueándole el lóbulo de la oreja -. Dime si te gusta.

-          Sí, me gusta – le respondió con la punta de la nariz rozando el rostro de su marido, con las tetas aplastada contra su pecho, casi montada encima de él.

-          Puerca -. Aceleró violentamente contrayendo el culo huesudo con rabia para profundizar en el coño -. Mírame.

Clara volvió la cabeza mirándole por encima del hombro. Nacho se detuvo con la verga dentro.

-          Pídemelo, puerca.

-          Fóllame.

-          Otra vez, que te oiga tu marido.

-          Fóllame, por favor.

David ya se había corrido dentro del bañador y soportaba el peso de su mujer sobre el pecho, viéndola con la cabeza ladeada hacia su follador, observando cómo las nalgas le vibraban por los severos empujones. Nacho volvía a follarla con potencia y le ofrecía la lengua.

-          Bésame, puerca, que tu marido vea lo puta que eres.

Le correspondió lengüeteando, enrollando las dos lenguas, morreándose mientras le atizaba le inyectaba la polla en el chocho. La mano que le agarraba la teta la deslizó hacia arriba y la agarró del cuello, avivando las embestidas, morreándola, gimiendo los dos sin poder reprimirlo ante los ojos de David, hasta que Clara notó los abundantes escupitajos de leche dentro de su coño. Entonces comenzó a desacelerar hasta pararse, con la verga encajada en el chocho, aún sujetándola del cuello y besuqueándola. Clara mantenía ligeramente el tórax elevado del cuerpo de su marido, mirando hacia atrás, con el vientre pegado en el muslo de David. Aún se besuqueaban, pero ya con sus cuerpos sudorosos en reposo.

En una pausa del morreo, Clara volvió la cabeza hacia su marido. Nacho la besaba por la espalda, aún con la pelvis adherida a su culo.

-          ¿Te gusta, maricón, el polvo que hemos echado? – le preguntó Nacho a David.

-          Sí – contestó.

-          ¿Te gusta ver cómo me follo a esta puerca?

-          Sí.

Acercó los labios a la oreja de Clara.

-          Seguro que ahora quieres chupármela, ¿verdad? ¿Quieres chupármela, puerca?

-          Sí – contestó Clara.

-          Vamos, chúpamela, que tu marido vea lo zorra que eres…

Le sacó la verga del coño al tenderse boca arriba, con las piernas separadas. Clara se apartó del cuerpo de su marido y se volvió hacia Nacho, dándole ahora la espalda a David. Se echó sobre su vientre, con la axila por encima del ombligo, le levantó la verga impregnada de semen y acercó la cabeza para empezar a mamársela, chupeteándola por el capullo, degustando las porciones viscosas de leche. La tenía calentita, recién salida del coño. Tras relamer la leche pegada por el tronco, se comió la polla, sorbiendo como si mamara un biberón, subiendo y bajando cabeza levemente, a veces rozando con los labios su vello pelirrojo.

Davis sólo miraba con la cabeza ladeada y la mano dentro del bañador, observando a su mujer echada sobre el cuerpo de otro hombre, haciéndole una mamada. Deslizaba los labios a lo largo de toda la polla y al llegar al capullo contraía las mejillas para sorber. Nacho miraba hacia arriba con los ojos entornados, jadeando secamente con la boca muy abierta. Bajó el brazo derecho y comenzó a acariciarle todo el culo mientras se la mamaba. Clara mantenía el tanga enrollado en la mitad de los muslos.

-          Ahhh… Ahhh… Qué bien lo haces, puerca… Así… Así… Muy bien… Ummm… Chúpamela, chúpamela…

Clara se afanaba en relamerle el capullo antes de bajar por el tallo y comerse toda la verga, manteniéndosela levantada. David vio cómo Nacho le abría la raja del culo y le perforaba el ano con el dedo corazón, hundiéndoselo hasta por debajo del nudillo para follarla. Su esposa contraía las nalgas ante las agitaciones del dedo. Ladeó la cabeza hacia David, bombeando el ano de Clara con el dedo al son de las lamidas en la polla.

-          Es una puta, mira cómo me la chupa. Dilo, quiero oírte decir lo puta que es tu mujer.

-          Mi mujer es una puta – obedeció David.

-          Esta puerca es mía -. Dijo dándole fuerte en el ano con el dedo -. Chupa, cabrona, no dejes de chupármela…

No paraba de mamársela, no había descansado ni un momento. El vientre de Nacho comenzó a contraerse y el dedo que le tenía metido en el culo lo mantuvo encajado, pero con la mano quieta, resoplando y cabeceando, hasta que Clara notó cómo le llenaba la boca de leche, gruesos escupitajos que procuraba irse tragando a medida que vertía, con el capullo entre los labios.

-          Ohhh… Ohhh… Joder… Para, joder… Ahhhh…

Clara apartó la cara y le zarandeó la verga salpicando gotitas hacia todos lados, luego la depositó sobre el vientre y le miró por encima del hombro.

-          ¿Te ha gustado? – le preguntó ella.

-          Eres una mamona. Ven, échate aquí conmigo.

Clara se echó sobre él morreándole, con las tetas rozando sus pectorales raquíticos, con una pierna encima de la de él para rozarle el coño por ella, dándole la espalda a su marido.  David se masturbaba de nuevo al ver a su mujer echada sobre él, contrayendo las nalgas para frotar el coño por la pierna peluda de Nacho, observando cómo se besaban, cómo él la acariciaba por la espalda. Nacho miró hacia David y le hizo un gesto a ella para que mirara también. Clara volvió la cabeza hacia su marido, con media sonrisa en la boca, viendo cómo se la machacaba.

-          Mira qué maricón, le gusta ver cómo te follan. Es un marica. Díselo.

A pesar de las vejaciones que profería su amigo, se sacudía nerviosamente la polla, mirando hacia los ojos de su mujer.

-          Marica – le dijo su esposa.

Nacho le sacó el dedo del culo y se lo ofreció a Clara para que lo chupara. Se lo lamió con la lengua por fuera, probando sus propias sustancias anales, relamiendo la yema con sensualidad. David volvía a eyacular sobre su barriga mirando cómo su esposa le chupaba el dedo recién salido del culo.

-          La puta maricona. Mira cómo se corre la hija puta. Dile lo maricón que es.

-          Eres un maricón – volvió a decirle Clara, que volvió la cabeza hacia Nacho y se curvó para morrearle, rozando las tetas por su tórax mientras él volvía a acariciarle el culo con la palma.

Ella reposó un ratito sobre el cuerpo de Nacho, echada de costado sobre él, acariciándole con las yemas su pecho pelirrojo, con la mejilla sobre su hombro. David les miraba, miraba lo relajados que estaban, miraba la mano de Nacho acariciándole el culo con suavidad, como recuperando las fuerzas, manteniéndole al margen. Su esposa se mantenía acurrucada contra él, como deseosa de un macho de verdad.

 

      Al cabo de un rato, Nacho le acarició la cara.

-          ¿Cómo estás, putita?

-          Bien, muy bien.

-          ¿Te ha gustado?

-          Sí.

-          ¿Te gusta que tu marido te mire mientras follas con otro?

-          Sí.

-          Es un mariconazo, ¿verdad?

-          Sí.

David escuchaba separado de sus cuerpos unos centímetros, algo ruborizado, sin atreverse a mirarles. Se volvía a excitar al pensar en la idea de que la dejara preñada, se volvía a excitar por el hecho de que le humillaran, de que le dieran de lado.

-          Tengo que ir a mear, ¿me acompañas? – le preguntó Nacho.

-          Sí, yo también tengo ganas.

Los dos se incorporaron a la vez, Nacho, con la polla floja desperezándose y Clara, con sus tetas balanceándose, preparándose una coleta, aún con las bragas bajadas. Miró hacia su marido mientras se colocaba el coletero. David llegó a distinguir cómo le fluía leche del chocho y manchaba la colchoneta.

-          ¿Estás bien?

-          Sí, sí, tranquila.

-          Voy a hacer pis y volvemos, ¿vale?

-          Sí, sí, tranquilos.

-          Vamos, Nacho.

Nacho fue el primero en salir y ella le siguió tras subirse el tanga rojo del bikini. David tenía el pene a punto de reventar. Se asomó y les vio caminar hacia donde estaban aparcados los coches, Nacho desnudo, con su verga flácida meciéndose como un péndulo y con un paquete de tabaco en la mano, y Clara con el tanga y sus tetas botando al caminar. El hecho de que le tacharan de mariquita acrecentaba su excitación.  Tenía que mirar. Salió de la tienda y les siguió ocultándose tras unos arbustos.

Nada más llegar detrás de los coches, Nacho se encendió un cigarrillo y Clara se bajó el tanga acuclillándose. La luna llena les iluminaba. Permanecía frente a ella, mirándola, dándole profundas caladas al cigarro.  Comenzó a salirle el pis del chocho de manera dispersa.

-          ¿Tú no meas? – le preguntó Clara mirándole sumisamente.

Nacho dio un paso hacia ella, con la cintura a la altura de su cabeza, con la verga casi rozándole el rostro.

-          ¿Sabes qué me gustaría? Mearme en tu boca. ¿Lo has probado?

-          No, nunca.

-          ¿Quieres que lo haga?

-          ¿Tú quieres hacerlo?

-          ¿Te atreves? Seguro que te gusta.

-          Sí.

-          Muy bien.

David observaba alucinado el comportamiento lujurioso de su mujer, prestándose a las perversiones duras de su amigo.  Continuaba acuclillada ante él, como una auténtica sumisa. Le colocó la palma de la mano derecha bajo la barbilla y le levantó la cara.

-          Abre bien la boca.

-          ¿Me lo tengo que tragar?

-          Sí, ¿algún problema?

-          No, no…

-          Muy bien.

Clara abrió la boca todo lo que pudo. Él se la mantenía levantada. Se llevó el cigarro a la boca y con la mano izquierda se sujetó la verga, apoyando el capullo en el labio inferior de Clara. Se miraron a los ojos. A los pocos segundos salió disparado un primer chorro potente que cortó enseguida, dejándole la lengua sumergida. Ante el fuerte sabor avinagrado, Clara frunció el entrecejo, cerró la boca y le costó tragárselo, después carraspeó y escupió aire, afectada por náuseas que le venían del estómago.

-          Muy bien, así me gusta – le dijo hablándole con el cigarro en la boca.

Comenzó a mear de nuevo hasta llenarle la boca. Esta vez el pis le rebosó por la comisura de los labios y resbaló por la barbilla hasta gotear sobre sus tetas, pero consiguió tragarse casi todo, respirando aceleradamente, como si le ayudara a superar el asco.  Volvió a mear, esta vez un chorro flojo que se convirtió en un goteo, pero esta vez, al retirarle la mano bajo la barbilla, escupió el trago hacia la tierra, carraspeando, pasándose los dientes por la lengua y el dorso de la mano por los labios. Sentía el caldo caliente en el estómago.

-          Uff, qué malo – exclamó levantándose, con las bragas bajadas, sacudiéndose las gotas de las tetas -. ¿Me das una calada?

-          Sí, toma, quítate el mal sabor.

Le entregó el cigarrillo y le dio varias caladas seguidas hasta apurarlo, volviendo a escupir de nuevo.  Se subió el tanga y Nacho la agarró de la coleta, zarandeándole la cabeza, dándole con la otra mano palmaditas a las tetas.

-          Me gustan las puercas como tú, dispuestas a todo, que disfruta que su marido la vea follar con otro.  Eres una puerca, ¿verdad?

-          Sí.

-          Me vas a chupar el culo, ¿verdad, puerca?

-          Sí.

-          Así me gusta. Tu marido es un maricón, ¿verdad? Quiero que lo digas.

-          Mi marido es un maricón.

-          Dime que me quieres chupar el culo.

-          Quiero chuparte el culo.

-          ¿Lo has hecho alguna vez?

-          No.

-          Ven conmigo… -. Agarrándola por la coleta, la acercó hasta el capó del coche -. Agáchate -. Clara obedeció y se acuclilló.  Nacho se colocó contra el coche y se curvó ligeramente hacia el capó -. Prueba mi culo, zorra.

Desde los arbustos, David observó cómo su mujer plantaba sus manitas en las nalgas huesudas y blancas de Nacho, le abría la raja y sacaba la lengua para acariciarle el ano con la punta.  Clara notaba el tufo pestilente, pero le lamía el orificio de manera acariciadora, con la barbilla y la nariz pegada a la raja.

-          Muy bien… Ummm… Así… - jadeaba sacudiéndosela.

Clara bajó la mano izquierda para frotarse el chocho con la palma mientras le lamía el culo, como si fuera incapaz de contener la calentura, dejándole abierta la raja sólo por un lado, pero con hueco suficiente para meter la lengua.  Necesitaba sofocarse la vagina. Estuvo acariciándole el ano con la lengua y masturbándose hasta que Nacho salpicó sobre el capó del coche.

-          Para, tía, me he corrido -. Clara apartó la cara del culo levantándose, pero aún meneándose el coño con la mano.  Nacho se giró hacia ella y comprobó su sofoco al masturbarse. -. Estás caliente como una jodida perra.  ¿Te pongo cachonda?

-          Sí – contestó cerrando las piernas, estrujándose la mano en la vagina, como si se estuviera corriendo, cesando los meneos.

-          Me has dejado disipado.  Me he corrido tres veces, tía.

-          Yo también – sonrió ella tratando de normalizar su respiración y subiéndose el tanga.

-          Voy a echar un cigarro, ¿quieres uno?

-          No, no, voy a la tienda, pobre David, ¿no?

-          No te preocupes, a ese marica le gusta mirar.

-          No, no, voy, fuma tranquilo.

Cuando Clara irrumpió en la tienda, David permanecía echado a un lado, despierto, esperándola. Se puso la camiseta blanca.

-          ¿Qué tal? – le preguntó él -. Habéis tardado.

-          Nada, hemos estado hablando un poco.  ¿Cómo te sientes?

-          Me excita mucho verte con él – reconoció David -. ¿Y tú?

-          Si a ti te gusta, a mí me gusta.

Y Clara le besó, después de haberle estado lamiendo el culo, después de haberse tragado su pis, después de haberle lamido la polla y tragarse su leche. Notó el mal sabor de su lengua, pero seguía excitado de que su mejor amigo la tratara como a una puta.  Clara se quedó dormida sobre su regazo. Pasados unos minutos oyó que entraba Nacho, pero fingió que dormía abrazado a su esposa. Su amigo se tumbó tras la espalda de Clara y al poco rato se oyeron sus ronquidos.  Culminaba el tercer día de acampada con sus deseos cumplidos.

 

     David fue el primero en despertarse ese cuarto y último día de acampada. Pasarían allí la última noche. Ladeó la cabeza y vio a su mujer al lado, tumbada boca abajo, dormida, aunque enseguida abrió los ojos y brindó con una sonrisa. Tenía la camiseta puesta y bajada tapándole medio culo.

-          Buenos días, cielo.

-          Buenos días.

En ese momento, Nacho se irguió desperezándose y giró la cabeza hacia ellos. Le atizó una palmada en el culo a Clara y se curvó hacia ella para estamparle un beso en la mejilla, ante los ojos de David, que sólo miraba con la cabeza ladeada.

-          ¿Cómo está mi putita? – Le subió la camiseta hasta la cintura y le sacó la tira del tanga de la raja del culo, tirando fuerte hasta romperla -. No sabes lo que me apetece follarte – le soltó pasándole la palma por las nalgas, ahora suavemente.

-          Eres insaciable – le dijo ella sin mirarle, con los ojos fijos en los de su marido, dejándose manosear el culo.

Nacho miró a David.

-          Salte, anda, déjanos solos, no vaya a despertarse alguien. Vigila. Venga, coño, tu mujer y yo nos entendemos bien.

Acatando sus instrucciones, David se irguió y caminó a cuatro patas hacia la puerta de la tienda. Nacho continuaba acariciándole las nalgas y ella permanecía relajada boca abajo, con la cara apoyada en la colchoneta y los brazos pegados a los costados. Bajó la cremallera y salió fuera. Luego volvió a cerrarla, dejándoles a solas. Rodeó la tienda para asomarse por la rejilla, ya con la polla tiesa bajo el bañador. Su mujer llevaba dos días sin tomar la píldora y había grandes riesgos de que la dejara preñada. Se metió la mano bajo el bañador, mirando a través de la rendija.

Nacho le terminó de quitar el tanga a tirones y se echó encima de ella, montándose en su culo como si fuera la montura de un caballo. Se agarró la verga y la bajó guiándola a los bajos del culo, luego se echó sobre su espalda, resoplando sobre su nuca, sumergiendo despacio la verga en el jugoso coño.  Clara cerró los ojos soltando un bufido mientras Nacho la besuqueaba por el cuello. Comenzó a elevar el culo y a contraerlo clavándosela, follándola aligeradamente, presionando todo el cuerpo de su esposa contra la colchoneta, vertiendo el aliento sobre su nuca.

David ya se estaba masturbando al ver a su amigo montado encima de su esposa, viendo cómo levantaba el culo y le asestaba fuertes embestidas. Le veía los huevos chocar contra el chocho y parte de la verga sumergiéndose. Miró a su alrededor. Se oían los jadeos dentro de la tienda y también los chasquidos, a su mujer respirando fatigosamente y a Nacho acezando. Se asomó de nuevo. Su mujer continuaba debajo y Nacho había acelerado violentamente las contracciones del culo. A Clara se le escapaba algún gemido.

David volvió a mirar a su alrededor por temor a que les descubrieran. Los jadeos se intensificaban y le desconcentraban la masturbación, temeroso de que Miguel y Manolo salieran de la tienda. Volvió a echarle un vistazo. Nacho le machacaba con la pelvis las nalgas del culo, embistiéndola violentamente, acezando sobre sus cabellos. Clara gemía de manera inevitable.

-          Ay… Ay… Ay… Ay…

Nacho frenó de golpe, con las nalgas contraídas, corriéndose dentro. David miró de nuevo hacia las tiendas. Los jadeos fueron apagándose. Retrocedió hasta la puerta y al cabo de un momento vio que se bajaba la cremallera. Apareció Nacho, con el slip rojo en la mano, irguiéndose al salir. David se fijó en su larga polla empinada, con todo el capullo impregnado de esperma. Resopló pasándose el slip por la frente para secarse el sudor.

-          Joder, tío, qué polvo acabo de echar… Ufff… Hija puta, cómo le gusta…

-          Vístete, tío, no vayan a salir.

-          Sí, sí – dijo tratando de recuperar el aliento.

Se puso el slip y se alejó hacia la orilla sacando un cigarrillo del paquete. David se acuclilló y abrió la puerta de la tienda para asomarse al interior.  Se encontró con el culo en pompa de Clara. Se encontraba a cuatro patas, rebuscando en su mochila. Se fijó en las porciones de semen atrapadas en el vello del coño y cómo le caían gotitas de la rajita. Clara se irguió y giró la cabeza para mirarle.

-          No para, ¿eh? Me ha roto el bikini y el azul lo tengo sucio. Creo que me he traído el negro.

-          ¿Te ha gustado? – le preguntó desde fuera.

-          Folla como un cabrón. Voy a ver si encuentro el bikini…

Y volvió a colocarse a cuatro patas y David volvió a fijarse en la rajita de la entrepierna, anegada de leche viscosa, con porciones empapando el vello.  

 

     Los demás se fueron levantando poco a poco y desayunaron todos juntos en la mesa rectangular. David observaba a su mujer, riendo, divirtiéndose, como si nada estuviera pasando en sus vidas. A veces, Nacho le susurraba cosas al oído pasándole el brazo por la cintura o cuando estaban a solas le soltaba una palmadita en el culo. David ya había llegado a un grado de perversión en el que ya no le apetecía hacer el amor con su mujer, ya no le apetecía tocarla, besarla, sólo le excitaba que fuera la puta de su amigo Nacho, que la poseyera, ser un cornudo consentido, que le dieran de lado. También Miguel y Manolo, animados por la docilidad de Clara, procuraban rozarla, intimar con ella, Miguel llegó a soltarle una palmadita en el culo para meterle prisa.

    Clara se había puesto un bikini menos sugerente que el rojo y el azul. Era negro, con copas que le tapaban todas las tetas y para la parte de abajo llevaba unas bragas normales, con lacitos a los lados, tapando gran parte de sus nalgas. Estaba menos erótica, pero igual de guapa, provocando la envidia de sus amigas.

    Iba a suceder un hecho inesperado. Durante la comida, llamaron a Adela por teléfono.  Adela trabajaba de manceba en una farmacia y le tocaba guardia ese sábado por la noche porque una compañera se había puesto enferma. Tenía que irse. A Miguel le sentó muy mal que le jodieran la acampada, pero ella le dijo que la llevara a la ciudad y regresara, que al fin y al cabo sólo se trataba de una noche y podían quedarle los niños a su madre.  Ana dijo que también se iba, su hijo tenía un poco de fiebre y era asmático, por lo que el polvillo del campo no le estaba sentando nada bien.  Tras discutirlo, al final los cuatro quedaron que ellos las llevarían a la ciudad y regresarían para desmontar las tiendas y recoger las cosas.

-          Hacemos el paripé y luego nos quedamos a dormir – le dijo Miguel a Manolo.

Almorzaron rápido todos juntos y tras la comida, Adela y Ana prepararon sus cosas y partieron con sus maridos hacia la ciudad. Se quedaron los tres solos en la acampada y por lo que David pudo oír, ellos pensaban volver, su mujer estaría en la acampada rodeada solo de hombres. La nueva situación le excitaba enormemente.

Eran las cuatro de la tarde y hacía un calor bochornoso. Ya se habían marchado. David se ocupaba de recoger la mesa y fregar los cubiertos. Clara permanecía cerca de la orilla, sentada en el borde de la hamaca, hojeando una revista, con las tetas al aire para broncearlas, únicamente con las bragas negras del bikini y unas zapatillas de esparto con un ligero tacón. Nacho, con su slip rojo, reposaba la comida recostado en una silla de playa.

Tras recoger, David les miró a los dos. Deseaba dejarles a solas, deseaba que su mujer perteneciera a Nacho, que fuera suya, que fuera su puta y él su chulo.

-          Voy a echarme a la siesta – le dijo a Nacho.

-          Ok.

Se metió en el iglú y cerró la cremallera encerrándose dentro. Enseguida, se irguió arrodillado para mirar por la rendija lateral, ya con el bañador bajado, acariciándose el pene.

Nacho se encendió un cigarrillo y se levantó de la silla. A paso lento, disfrutando de las caladas, se dirigió hacia orilla. David observaba cómo le botaba el paquete con las zancadas.  Se detuvo a la altura de Clara. Ella levantó la mirada hacia él.

-          Hace calor, ¿verdad? – le dijo Clara.

-          ¿Quieres una calada?

-          Vale

Le entregó el cigarrillo y ella terminó de apurarlo.

-          Tu marica se ha ido a dormir.

-          No le digas eso, pobrecillo.

-          Es un puto marica, no sabe follarte -. Clara sonrió soltando la revista -. Tú sabes que es una puta maricona. ¿O no?

-          Qué malo eres.

-          Dilo, me gusta oírte decir que tu marido es marica.

David ya se estaba masturbando frenéticamente ante la humillación.

-          Mi marido es un marica.

-          Me pones cachondo. Me apetece besarte. Ven conmigo.

Nacho le tendió la mano y la ayudó a levantarse. Le pasó un brazo por la cintura y ella a él, y como dos enamorados, se acercaron hasta el tronco grueso de un eucalipto.  Nacho se apoyó de espaldas en el tronco y comenzaron a morrearse, abrazados, manoseándose por todos lados.

David veía a su mujer de espaldas, su cuerpo rellenito y bronceado, de piel fina y lisa, en contraste con el cuerpo raquítico y pecoso  de Nacho, de piel rosácea. Las manos huesudas de Nacho se metían por dentro de las bragas y le sobaban el culo. Se besaban con mucha pasión, con los labios pegados, combatiendo con las lenguas. Ella le tenía la mano izquierda metida por detrás del slip, acariciándole también su culo flaco, y con la mano derecha le estrujaba el paquete a base de caricias.  David podía ver las tetas de su mujer aplastadas contra los pectorales rosáceos de su amigo.

Cómo se entregaba la muy puta a pesar de lo feo que era. Ella empezó a besarle por el cuello. Nacho sudaba como un cerdo, con hileras resbalándole por todo el cuerpo.  Fue deslizando los labios hasta lamerle las tetillas del pecho, las tetillas rodeadas de vello cobrizo, pasando de una a otra.

-          Cómo me pones, hija puta.

La excitación dominaba sus impulsos y la hechizaba. Sabía que su marido miraba desde la tienda. Quería comportarse como una auténtica cerda. Tras babear sobre sus tetillas, ella misma le levantó el brazo derecho para lamerle la axila peluda y sudada, pasando la lengua por encima del manojo de vello rojizo. Nacho jadeaba electrizado con la boca abierta y los ojos entornados.

-          Así me gusta, cerda… Ummm… Qué bien…

Le levantó el otro brazo y le dio dos pasadas con la lengua a la axila, luego fue acuclillándose poco a poco, pasándole la lengua por el vientre plano. Una vez acuclillada, le dio unos bocados al paquete, por encima de la tela del slip. Nacho bajó los brazos plantando ambas manos sobre sus cabellos.

-          Ay… Ay… Cabrona, qué buena eres… Uo… Uoooo…

David ya se había corrido ante la extrema entrega de su mujer, pero continuaba mirando.  Le bajó el slip hasta las rodillas y ladeó la cabeza para mordisquearle los huevos con los labios, tirándole de ellos, aplastándolos con los labios, pasándole la lengua.  Después le bajó la verga con la mano derecha, colocándola horizontalmente hacia la cara, para empezar a lamerle el capullo con la lengua fuera, mirándole sumisamente.  Tras mamarle la polla unos instantes, apartó la cara sacudiéndosela con lentitud, esparciendo por el tronco los rastros de saliva, sosteniendo esa mirada sumisa hacia sus ojos.

-          ¿Quieres mearme? – le preguntó ella meneándosela -. Sé que te gusta.

-          Sí, puerca, quiero mearte la puta cara.

Ella misma le bajó la verga. Cerró los ojos cuando el chorro amarillento se estrelló contra su frente y le resbaló por toda la cara, goteando incesantemente hacia sus tetas. Ella comenzó a relamerse los labios hasta que pudo guiar el chorro dentro de la boca. Las hileras amarillentas le caían por la cara hacia el torso. El cabello se le humedecía por las salpicaduras. El pis le rebosaba en la boca, dejándole los dientes inferiores y la lengua sumergidos en el caldo amarillento. Lo vomitaba hacia la barbilla, incapaz de tragarse tanta cantidad. Soportaba la meada mirándole, con el ceño fruncido, sosteniéndole la verga hacia su boca, a veces sacudiendo la cabeza.

David observó que mientras la meaba, ella se metía la mano izquierda por dentro del bikini para refregarse el coño, el coño que recibía las hileras amarillentas procedentes de sus tetas. También vio cómo se meaba en las bragas, cómo un chorrito fino le caía entre las piernas.

Cuando cesó la lluvia dorada, le chupó la polla por el tronco, como si no quisiera desperdiciar nada.  Su descontrolada lujuria la arrastraba a tomar la iniciativa.

-          Deja que te chupe el culo – le suplicó con toda la cara empapada -. Ayer me gustó mucho.

-          Suplícalo, puerca.

-          Por favor, quiero chuparte el culo.

-          Sí, puerca, me vas a chupar el puto culo.

Cuando Nacho se giraba hacia el tronco y se curvaba ligeramente, con los huevos colgándole entre las piernas, Clara ya se había metido la mano izquierda en las bragas meadas para masturbarse. Utilizó la derecha para abrirle la raja de un lado y hundió la cara para lamerle el ano.

David la observaba asentir continuamente con la raja hundida en el culo huesudo de su amigo, lamiéndole mientras se frotaba el coño.  No le veía ni los labios ni la nariz, lamiendo como una descosida. Hija de perra, disfrutaba humillándole, disfrutaba siendo su puta.

Se sacó la mano de las bragas y le abrió bien el culo con las dos manos. Sacó la lengua y trató de metérsela en el ano, escarbando con la punta. Él trataba de relajar el orificio para que le lamiera por dentro, acezando como un perro.  Tras dejarse lamer unos instantes, dio media vuelta y la sujetó del brazo para levantarla.

-          Ven, levanta, deja que te la meta.

La colocó contra el tronco del árbol, colocándole el culo en posición.  Clara se abrazó al tronco, ligeramente inclinada para mantener el trasero en pompa.  Le bajó el bikini de un tirón. Aún le corrían hileras de pis por los muslos. Se la clavó en el chocho, metiéndole la verga entre las piernas, y la embistió secamente tres o cuatro veces,  hasta frenar con el culo contraído, llenándola de leche.  Clara gimió como una perra, con gritos que retumbaron en toda la alameda.

Nacho la besó y se apartó de ella.

-          Tendré que darme un baño en el río – le dijo ella.

-          Venga, te acompaño.

Y David les vio juntos chapoteando y jugando, enjabonándose el uno al otro.

 

     El resto de la tarde fue tranquila. David estuvo pescando, Nacho adormilado en una hamaca y su mujer se tiró dos horas tomando el sol, completamente desnuda tras haberse meado en las bragas del bikini.  Apenas se dirigieron la palabra, David no quería hablar con ella, no quería tocarla, quería seguir en su papel de cornudo maricón y que ella fuera la puta de su amigo. Quería que su esposa fuera intocable para él.

    A media tarde, Clara entró en la tienda a vestirse y apareció vestida de blanco. Ya no le quedaban más bikinis y se puso un pantaloncito blanco corto de tela tejana y una camiseta de tirantes ajustada, con sandalias de esparto, con la melena repeinada en una coleta.  Nacho continuaba con su bañador rojo tipo slip y David se puso un pantalón largo de chándal y una camiseta de manga corta.  Nacho y ella conversaron tomando unas copas, él cubalibres de ron y ella copas de vodka.  También se ocuparon de asar unas chuletas para cuando llegaran los otros. David se dedicó a pescar durante todo el tiempo, al tanto de la complicidad entre los dos amantes consentidos.

    Ya había anochecido cuando llegaron Manolo y Miguel. Pensaban quedarse a dormir, ya desmontarían las tiendas por la mañana.  Enseguida piropearon a Clara por lo guapa que estaba, incluso Miguel se atrevió a darle dos besazos en las mejillas.

-          Qué buena está mi niña – le dijo.

-          Gracias.

-          Estás solita, rodeada de lobos.

-          Yo sé cuidarme.

-          Y si no te cuido yo, monada – le dijo pellizcándola en la mejilla.

Tanto Manolo como Miguel estaban vestidos, sólo Nacho permanecía sólo con el slip rojo.  Bebieron mucha cerveza durante la cena y después varias rondas de chupitos.  Clara se divertía rodeada por todos ellos,  acompañándoles en las rondas, poniéndose tonta, como una vulgar calientapollas, mientras que su marido se dedicaba a servirles, muy excitada de verla rodeada de hombres.  Manolo puso música y dieron comienzo las copas. A Clara le servían copas de vodka con naranja, copas bien cargadas, como si pretendieran emborracharla.  Ella no rechazaba ninguna, cada vez estaba más achispada, sin hacerle ni puto caso a su marido.

En un momento de la fiesta que tenían montada, Manolo se levantó quitándose la camisa.

-          Joder, qué puta calor hace.

Mostró su torso cuadrado con una panza blandengue muy cervecera, salpicada de vello en la zona de los pectorales, con la piel muy blanca. Entonces, Miguel también se levantó, sacándose la camiseta por la cabeza para enseñar su barriga exagerada, dura y redonda, cubierta de un vello denso en su piel morena.  Comenzó a desabrocharse el pantalón.

-          Venga, aquí todo el mundo en paños menores, que estamos entre amigos. – Se quitó el pantalón, quedándose con un slip negro elástico, donde se apreciaba un enorme paquete. Manolo también se quedó en calzoncillos, un calzoncillo tipo bóxer de color blanco. Todos menos David estaba en slip. Miguel miró a Clara -. ¿Y tú? ¿Tú qué?

-          ¿Yo? Sois todos hombres, a mí me da corte.

-          Qué coño corte, aquí todos iguales. Venga, quítate la camiseta.

-          Que no, Miguel, que me da vergüenza…

-          Quítate la puta camiseta, coño, aquí estamos hartos de verte las putas tetas.

Miguel se ocupó de quitarle la camiseta sacándosela por la cabeza sin que ella se resistiera, y todo ante los ojos impasibles de David, excitado de cómo la trataban.  La dejó con las tetas al aire, moviéndose ligeramente como dos péndulos de gelatina, siendo bombardeada por las miradas de aquellos babosos.  Sus mejillas se ruborizaron.

-          Qué malo sois.

-          Quítate el pantalón – la achuchó Miguel.

-          Pero es que llevo bragas, es un tanga… Tengo todos los bikinis sucios.

-          Qué más da, joder.  Mira -. Miguel le dio la espalda y se metió el slip negro por el culo, a modo de tanga. Tenía unas carnosas nalgas peludas de piel tostada -. ¿Qué te parece? Ya no eres la única.

Clara se descojonó de risa con la pinta que tenía, igual que Nacho y Manolo, que se destornillaban de la risa. Tanto Manolo como Nacho se manoseaban o se rascaban sus partes ante los ojos de ella.  David, sentado al lado de Nacho, sonreía como un bobo, observándoles.

-          Que no, Miguel, que vosotros sois hombres…

-          Venga, hostias, quítate el puto pantalón.  A tu marido no le importa que te quedes en bragas delante de nosotros, estamos entre amigos, ¿verdad, David?

-          Lo que ella quiera – dijo David con voz nerviosa.

-          ¿Ves? Bájate el pantalón.

-          Vale, vale, venga, todos iguales.

Clara se levantó y ante los ojos de todos se bajó el pantaloncito blanco.  Se quedaron pasmados al verle el tanga negro que llevaba, con una fina tira metida por el culo, lacitos laterales y una estrecha delantera triangular de muselina donde se le transparentaban todo los pelillos del coño.  Daba la sensación de que estaba desnuda.

-          Muy bien, estás muy sexy.

-          Gracias – le agradeció ruborizada.

-          Llena las copas – le ordenó Miguel, como si estuviera a su servicio.

David estaba excitado, aunque el rubor le impedía la erección. Estaba pasando mucha vergüenza. Su mujer se exhibió al servir las copas, contoneando su culito, con las nalgas vibrándoles y las tetas botando. Ellos se tocaban o se rascaban con descaro, atentos a las transparencias del tanga y a los movimientos del culo y los pechos. Parecía una puta.  Cuando pasó al lado de Manolo, éste se permitió el lujo de atizarle una sonora palmada en el culo.

-           ¡Qué buena estás, cabrona!

-          ¡Au! – se quejó ella llevándose la mano a la nalga afectada.

A Miguel fue el último en entregarle el cubalibre, aún permanecía de pie, con el slip metido por el culo. Ella sostenía su vaso, lleno hasta arriba de vodka con naranja.

-          ¿Te importa que saque a tu mujer a bailar, David? – le preguntó Miguel sin mirarle.

-          ¿Qué? -. Miró de reojo hacia Nacho -. Lo que ella quiera – dijo con voz temblorosa, como un tontainas.

-          Ven, bomboncito, tu marido quiere que bailes conmigo.

-          Vale – se ofreció ella, tremendamente excitada por ser el centro de atención de todos aquellos lobos con ganas de devorarla, excitada por haberse convertido en la puta de todos ellos.

Sonaba una canción lenta. David observó cómo se abrazaban para bailar pegados, como si estuvieran desnudos, el cuerpo peludo y grasiento de Miguel en contraste con el de su esposa. El muy cabrón sudaba como un cerdo y aún así las tetas de su mujer rozaban su pecho peludo, se aplastaban ligeramente por su piel grasienta. Tanto Nacho como Manolo no paraban de manosearse sus paquetes, atentos al erótico baile. Clara sentía su fregancia a macho, el cosquilleo del vello por las tetas, la grasa sudorosa de su barriga dura y las asperezas de sus manazas por la espalda. Se miraban a los ojos. Cada uno sostenía su vaso, lleno hasta arriba.  Por la pronunciada curvatura de su barriga, no podía sentir su paquete. Notó que le bajaba la mano por la cintura y le manoseaba suavemente una nalga.

-          ¿Te gusta cómo bailo, bomboncito?

-          Sí, pero no hace falta que me toques el culo para bailar – le atacó ella -. Mi marido nos está mirando.

-          A tú marido no le importa que bailes conmigo. Puedes tocarme tú a mí si quieres.

-          Tú culo es muy feo.

Y le asestó una palmadita en su nalga carnosa y peluda, impregnándose la palma de sudor. Las tetas continuaban rozándose por su pecho. Él procuraba pegarse más a ella para aplastárselas.

-          Bebe – apremió Miguel -, bébetelo entero.

-          ¿Y tú?

-          Yo también, nos lo vamos a beber de un trago. ¿Eres capaz?

-          Claro que soy capaz.

-          Cómo no te lo bebas de un trago te castigo – le susurró al oído.

-          ¿Qué piensas hacerme? – le retó ella.

-          Es un secreto.

-          ¿Y si me lo bebo de un trago?

-          Entonces tú mandas – le dijo él.

Dejaron de bailar y se apartaron unos centímetros el uno del otro. Miguel fue el primero en tragarse el cubalibre entero, de un solo trago. Luego empezó ella a beberse el vodka, pero tuvo que cortar cuando iba por la mitad. Demasiado fuerte.

-          Vaya, he perdido – sonrió -. Mucha tela para mí.

-          Tendré que castigarte -. Miró hacia David -. Amigo, voy a tener que castigar a tu mujer, ha perdido una apuesta y las apuestas se pagan, ¿verdad? -. David sólo sonrió como un imbécil, percatándose de que ya Manolo tenía una mano por dentro del bóxer marrón -. Díselo, David, dile a tu mujercita que tiene que pagar la apuesta.

David mantuvo silencio con una estúpida sonrisa dibujada en los labios, con la excitación difuminada por los nervios y la vergüenza. Nacho le atizó un manotazo en el hombro.

-          Díselo, coño, dile que castigue a esa cabrona.

-          Si ha perdido… - dijo débilmente.

Miguel se volvió de nuevo hacia Clara.

-          Tu marido quiere que te castigue.

-          No seas malo conmigo, ¿vale?

-          Métete las bragas por el coño.

-          ¿Eso me vas a pedir? No seas cabrón – le dijo sonriendo.

-          Que te metas las putas bragas por el coño – le regañó.

-          Vale, vale, tranquilo.

Ante los ojos de todos, se agarró las bragas y se las metió por la rajita del chocho, a modo de tanga, dejando el triángulo velludo partido en dos. Manolo, nervioso, se irguió en la silla refregándose por dentro del slip. Nacho miró a David.

-          Mira lo puta que es. ¿Te gusta, maricón? ¿Te gusta lo puta que es tu mujer?

David no se atrevió a mirarle. Estaba pasando mucha vergüenza, quería excitarse, pero los nervios le impedían la erección. Miguel la miró.

-          Muy bien, bomboncito, así me gusta, estás muy guapa.

-          Me siento ridícula – dijo mirándose – Qué vergüenza.

-          Llena las copas.

De nuevo, con el tanga metido por el coño, tuvo que exhibirse. Llenó primero la de Nacho, después la de Manolo, que recogió el vaso sin dejar de refregarse por dentro del slip, y por último llenó la copa de Miguel.

-          Sírvele a tu marido.

Le llenó un vaso y fue hasta él para entregárselo. Se echaron una mirada profunda, David reparó en su coño, con la tela metida en la rajita. Después terminó de llenarse ella su copa y regresó a donde estaba Miguel, como si Miguel fuera la voz cantante de la erótica juerga.

-          Muy bien, bomboncito. No ha estado mal el castigo, ¿no?

-          Hasta cuándo tengo que llevar las bragas así, es un poco incómodo, ¿sabes?

-          Hasta que a mí me salga de los cojones, ¿entendido?

-          Bueno, pero, ¿no vas a darme la oportunidad de una revancha? Para que pueda colocarme mis bragas.

-          ¿Y si pierdes otra vez?

-          No creo que pierda.

-          Adelante, bomboncito, procura no perder.

Miró a todos antes de empinar el codo y les sonrió arqueando las cejas. Después comenzó a beber, pero bajó el vaso cuando aún le quedaban dos dedos de vodka. Tuvo que carraspear y escupir ante la saturación de alcohol. Miró a Miguel, aguardando su reacción.

-          Perdóname, ¿no? Casi me lo he bebido todo…

Miguel la agarró del codo y le dio un rudo empujón hacia él, hasta que las tetas chocaron contra los velludos pectorales.

-          Me vas a hacer una mamada, bomboncito – Le dio unas palmaditas en la cara -. Que tu marido vea lo puta que eres. Ven acá cabrona -. Tiró de ella del codo hacia una de las tumbonas vacías. Luego la forzó a arrodillarse -. Arrodíllate, bomboncito -. Clara acató la orden y se arrodilló. Miguel se colocó delante de ella y se deslizó el slip hasta quitárselo, enseñando su gruesa polla, una polla de piel negruzca con glande redondo, rodeada de denso vello y huevos gordos y peludos. Se sentó en la tumbona y separó sus robustas piernas. La agarró de la nuca y le bajó bruscamente la cabeza -. Chupa, anda, chúpame la puta polla.

Se la empezó a mamar curvada entre sus piernas, subiendo y bajando la cabeza a un ritmo constante, sujetándosela con la mano derecha para mantenérsela levantada. Miguel se reclinó con los ojos entornados por el placer, con la copa en la mano dándole pequeños sorbitos.

David y los otros dos la observaban de espalda bajo la barriga de Miguel, subiendo y bajando el tórax, con el culito en pompa, donde se le apreciaba la tira del tanga metida en el fondo de la raja. Manolo observaba atónito, con ambas manos dentro del slip, y Nacho ya tenía la verga por fuera acariciándosela. David sólo miraba.

  Clara recorría el tronco grueso de la polla con sus labios hasta bajar al vello, hasta sentir el capullo en la garganta, con el olor a sudor invadiendo su nariz. Hizo una pausa para tomar aire, aunque sacudiéndosela, mirándole sumisamente. Su poderosa barriga subía y bajaba por la jadeante respiración. Su manita apenas abarcaba el grosor de la verga. Le empezó a acariciar los huevos con la otra mano acelerando los tirones de verga. Miguel frunció el ceño bufando como un toro y a los pocos segundos la verga comenzó a despedir salpicones de leche viscosa hacia la barriga. Ella le atizó varios tirones más, luego acercó la lengua a su barriga y lamió las porciones de semen, tragándoselas después. Se irguió, retirando la mano de la verga, aunque se mantuvo erguida entre sus piernas.

-          He pagado mi castigo.

-          Qué puta eres, bomboncito.

David vio que Manolo se levantaba precipitadamente hacia ellos. Llevaba la verga muy hinchada bajo el bóxer. La sujetó del brazo y la forzó bruscamente a levantarse.

-          Ven acá, perra.

La condujo sujetándola por el codo hasta la mesa rectangular, con sus tetas botándole, aún con el tanga metido en el coño. La agarró por la nuca y la estampó contra la superficie, aplastándole los pechos, dejándola curvada con el culo en pompa. Le dio una serie de tirones al tanga hasta desgarrarlo, dejándola completamente desnuda. Ella, con la mejilla pegada a la superficie, miraba hacia los ojos de su marido.

Manolo le clavó la verga entre las piernas tras bajarse la delantera del bóxer, perforándole secamente el chocho. Clara apretó los dientes resoplando entre ellos cuando comenzó a follarla, haciendo que todo su cuerpo se moviera por las duras embestidas que recibía.

David observaba el torso de Manolo brillar por el sudor, aferrado a las caderas de su mujer, sin emitir sonido alguno, sólo concentrado en darle fuerte. Vio que Miguel se levantaba, con la verga gruesa empinada, con la punta rozando los bajos de su barriga, acercándose a ellos. También Nacho se levantó para mirar, sólo él permaneció sentado, presenciando cómo tres hombres se follaban a su mujer.

Manolo se corrió dentro a juzgar por los meneos lentos sobre el culo de Clara, acezando con los ojos entornados, después se separó de ella. Luego le tocó el turno a Miguel, que trató de endurecerse mejor la verga sacudiéndosela sobre el culo, luego la penetró, le pinchó el chocho y la folló bien fuerte hasta correrse, hasta hacerla gritar y gemir de placer.

Y finalmente Nacho. Le folló el culo. Clara chilló como una perra malherida ante la dura penetración anal, sin alterar la postura, curvada sobre la mesa, mirando hacia su marido. Le llenó tanto el culo, que al hacer fuerza el ano escupió flemas de leche. Después Nacho la incorporó.

-          Arrodíllate.

Clara se arrodilló ante los tres hombres desnudos. Nacho cogió un recipiente ovalado de la mesa y se lo entregó a Clara. Ella lo sostuvo entre sus brazos, bajo los pechos, con los pezones dentro del recipiente. David asistía impasible al espectáculo. Nacho miró a Miguel.

-          ¿Quieres mear a esta perra? No sabes lo que le gusta a la hija puta.

-          Sí, quiero mearla.

Miguel se agarró su verga, apuntó hacia el cuerpo de Clara y al instante un fino chorro de pis le meó las tetas, con el caldo resbalando por ellas hasta caer en el recipiente acristalado. Después Clara desafió a Manolo, le abrió la boca y le sacó la lengua. Manolo la encañonó y el chorro se estrelló contra su frente, meándole toda la cara, hasta que fue guiándolo hasta el interior de su boca, de donde le vertía hacia el recipiente al ser incapaz de tragarlo. Completamente empapada y duchada, Clara giró la cabeza hacia Nacho, pero Nacho meó en el recipiente, hasta dejarlo medio lleno, un caldo caliente y muy amarillento, un cóctel de las tres meadas, con parte de las tetas sumergidas.

-          Bébetelo – le ordenó Nacho -. Bébetelo todo.

Eso hizo, empinó el recipiente y poco a poco, trago a trago, se bebió todo el combinado de pis, envuelta en náuseas y multitud de muecas de asco, pero apurando hasta la última gota, lamiendo después el fondo como una perra. Por último, mirándole a los tres con sumisión, se subió las tetas y se lamió los pezones que habían estado sumergidos.

Más tarde, ya en el iglú, sólo, tendido en la colchoneta, cobijado en la oscuridad de la noche, David la escuchaba gemir intensamente. Estuvo gimiendo durante horas, convertida en la perra de todos aquellos amigos. Follaron hasta la saciedad, hasta dejarla sin fuerzas. Luego cundió el silencio, pero su mujer no regresó a la tienda, durmió con ellos. Al día siguiente regresaban a casa, regresaban a su vida normal. Terminaba aquella acampada morbosa que había cambiado sus vidas. Quizás hasta la habían dejado preñada. Sabía ya lo que le deparaba a partir de aquel momento, lo que él llevaba buscando desde aquella conversación en la cama cuando ella le habló de su experiencia morbosa. Sabía que lo que le deparaba era ver a su mujer follar con otros hombres mientras él miraba. Fin. Carmelo Negro.

Gracias. Fue un placer escribir para vosotros.

   Emails: joulnegro@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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