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Las putas de su primo 2 (Final)

en Dominación

Las putas de su primo II (Final).

Quique y Neus fueron a correr sobre las siete de la mañana. Durante el trayecto, apenas hablaron, Quique, después de haber sido follado y meado por su primo, se avergonzaba de sí mismo y le horrorizaba pensar en la posibilidad de que su novia se enterara. Ella mostró una actitud pasiva, como si todo hubiese formado parte de un juego. A las ocho menos cuarto se pasaron por casa de Quique para tomarse un refresco y unas tostadas. Él se encargó de preparar el desayuno y luego se sentaron a la mesa. Quique iba con un pantalón corto y una camiseta ajustada. Neus llevaba un pantalón corto de ciclista, negro, muy ajustado, y una camiseta de tirantes de color gris, muy cortita, dejando a la vista su delicado ombligo. Unas manchas de sudor se apreciaban en la zona de los pezones. Narciso ya se había marchado y Olga y Almudena aún permanecían en sus habitaciones. Unos minutos más tarde y para sorpresa de la pareja, Ismael irrumpió en la cocina. Llevaba un slip negro elástico y una camisa desabrochada para exhibir su peluda y blanca barriga. Quique se puso nervioso con su presencia y Neus volvió la cabeza hacia él ofreciéndole una sonrisa.

Buenos días, Ismael.

¿Cómo está la parejita?

Venimos de correr un poco – dijo Quique con su cara de bobo.

Pero su primo Ismael hizo caso omiso de su comentario y se dirigió hacia la silla donde estaba sentada su novia. Se detuvo a su lado y Neus levantó la cabeza hacia él de manera sumisa. Ismael la miró serio y le colocó la mano bajo la barbilla.

¿Cómo estás, putilla?

Bien.

Qué buena estás, jodida. Cómo me gustó follarte el culo -. Ella sonrió intentando volver la cara, pero él se la sujetó para que continuara mirándole -. Estás muy buena, cabrona.

Anda, déjame.

Neus le apartó el brazo de un manotazo y procuró continuar con la comida. Pero Ismael insistió volviéndola a sujetar de las mejillas y volviéndole la cara hacia él. Quique asistía impasible al acecho de su primo, sin atreverse a intervenir. Ismael se fijó en las manchas de sudor que había en la zona de los pechos.

Tienes las tetas mojadas. Ummmm, acabas de ponerme la polla dura.

Ya vale, Isma…

Volvió a apartarle la mano, pero esta vez Ismael la sujetó del brazo, obligándola a levantarse. Neus trató de defenderse agitando los brazos, pero le cogió las manos y se las inmovilizó a la espalda como si estuviera esposada, sujetando ambas con su manaza derecha. Neus le miró enrabietada, sin poder moverse. Quique cerró los ojos como un cobarde.

¿Qué pasa, putita? ¿Ya no te gusta mi polla?

Déjame, por favor, Isma, no es el momento.

Le metió su basta mano izquierda por debajo de la camiseta acariciándole las tetas con rudeza. Quique pudo ver el movimiento de los nudillos bajo la tela. Ella respiró por la boca ante el brusco manoseo. Le levantó la camiseta dejándole las tetitas al aire y le dio unas chupadas con la lengua fuera, saboreando el sudor que corría por ellas, saboreando sus erguidos pezones.

Quiero follarte el culo, putita.

Ahora no, Ismael – le suplicó ella.

Quique se levantó, aunque se mantuvo en su posición.

Déjala, Isma

¡Siéntate, maricón! – le gritó.

Abochornado y temeroso de que su madre o su hermana se despertaran, se dejó caer en la silla como un jodido cobarde. Ismael empujó a Neus hacia la mesa sin soltarle las manos, como si la llevara esposada, y la obligó a curvarse contra la superficie. Neus pegó la frente a la madera y sus tetas se aplastaron contra la superficie. Aún la mantenía maniatada.

Suéltame, cabrón – protestó ella.

Jodida zorra…

Ante su novio, le dio fuertes tirones a los pantalones de ciclista y después al pequeño tanguita, hasta desgarrarle una de las finas tiras laterales. La dejó con su precioso culito expuesto. A toda prisa, se bajó el slip y le atizó una fuerte palmada en el culo, una palmada que le enrojeció la piel blanca. Ella se quejó cabeceando

Puta -. Le soltó otra bofetada, esta vez en la entrepierna, alcanzo su chocho con la punta de los dedos. Neus contrajo las nalgas -. No vuelvas a negarme un polvo, ¿me has entendido? -. Y volvió a asestarle otro guantazo en la nalga.

Sí.

Ábrete el culo

Le soltó las manos y entonces ella apoyó la barbilla en la superficie, con los ojos hacia su novio, y echó los brazos hacia atrás para abrirse el culo. Ismael se agarró su enorme pollón, acercó la punta al ano y se lo fue clavando despacio hasta que sus grandes huevos chocaron con el chocho. Ella lanzó un jadeo intenso con la boca muy abierta y el ceño fruncido. Y empezó a follarla con ansia, asestándole fuertes golpes con la pelvis en las nalgas, dilatándole el ano severamente. Tras numerosas y duras embestidas, se echó sobre su espalda sin parar de contraerse para ahondar con la polla y le agarró la cabeza con las dos manos levantándosela de la superficie y dirigiéndola hacia su novio.

Esta puta es mía, maricón, ¿me estás oyendo? -. Quique tragó saliva asustado, petrificado ante la dura escena. Su primo agitó el brazo derecho y le propinó una hostia que le volvió la cabeza -. ¿Me has oído, mariquita?

Sí.

Le soltó la cabeza y aceleró las clavadas. La polla se deslizaba al interior del ano con extrema facilidad. Pero la sacó de repente y cogió a Neus de los hombros obligándola a levantarse.

Ven conmigo, quiero correrme en la cara de este marica.

Ismael se colocó ante su primo, quien permanecía sentado, con la cara a la altura de su cintura. La misma Neus se pegó al costado de Ismael, con el coñito refregándose por su muslo robusto y peludo, con sus tetas pegadas a su sudorosa piel, y le cogió la verga sacudiéndosela hacia la cara de su novio. Ismael ladeó la cabeza hacia ella y comenzaron a morrearse mientras le pajeaba, baboseando con las lenguas, deseándose. Y Quique mirando. Pronto Ismael comenzó a respirar aceleradamente y ella intensificó los tirones a la polla. Volvió a mirar hacia su sumiso. Ella le besaba por el cuello.

No quiero que te acerques a esta puta maricona, ¿me has oído, putita?

Sí – jadeó Neus.

Eres mías… Ahhhhhh….

Gruesos salpicones de semen amarillento se repartieron por la cara de Quique, incluso alguna porción le cayó dentro de la boca. Se mantuvo inmóvil ante la lluvia de leche, sin mover un músculo, viendo cómo su novia le escurría la polla a su primo con tirones más fuertes y secos. Almudena, ante los fuertes susurros, se había levantado y les espiaba a través de unas rendijas de la puerta. No salía de su asombro, no salía del pánico, aquello estaba convirtiéndose en una pesadilla.

Mira qué maricón está hecho… Le gusta verte conmigo. Díselo, vamos, putita, díselo…

Maricón – le insultó ella.

A Quique le tembló la barbilla, como si fuese a echarse a llorar. Su primo le apretujó las mejillas.

- Abre la boca, cabrón.

Obedeció, abrió la boca y entonces su novia apuntó con la polla para que un segundo más tarde su primo le meara dentro, un fuerte chorro a presión que le inundó el interior de la boca y le resbaló por la comisura de los labios goteándole desde la barbilla. Tuvo que tragarse mucho caldo, saborear bien aquella amargura y soportar las salpicaduras por toda su cara y su cabello. Le puso el rostro perdido. Almudena había regresado a su habitación escandalizada por la terrible escena que acababa de contemplar. Neus se subió el pantalón de ciclista e Ismael el slip. Quique se limpiaba el rostro con unas servilletas y escupía en el plato orín y saliva.

¿Nos damos un baño, princesa? – le propuso Ismael.

Vale.

Y les vio salir juntos, abrazados, como una pareja de novios. Vio el tanga desgarrado por el suelo.

Quique se encerró en la habitación tras una buena ducha y un buen enjuague de boca, ridiculizado y humillado por su primo, que incluso le había prohibido acercarse a su novia. Iba a costarle mirarla a la cara o dirigirse a ella después de las vejaciones, después de haber permitido que su primo se le meara encima, delante de ella. Se había convertido en su putita particular, como a él le gustaba llamarla. El juego se había tornado peligroso y podía salirle muy caro. Su madre, Almudena, también permanecía oculta en su cuarto, escandalizada por las escenas que había presenciado donde su sobrino humillaba vilmente a su hijo, incluso delante de su propia novia. Algo estaba pasando, algún secreto existía para que su sobrino chantajeara de esa forma tan horrible a su hijo y a su novia. Todo su mundo estaba a punto de derrumbarse por lo que estaba sucediendo. Ellos eran una familia feliz, sencilla, honesta, sin graves alteraciones emocionales, y de buenas a primeras todo saltaba por los aires. Era su deber contárselo a su marido, por muy duro que pareciera, por el comportamiento de su sobrino Ismael, se corría el peligro de que la homosexualidad de su hijo saliera a la luz, así como las vejaciones a las que estaba siendo sometido, y eso ni Narciso ni ella podrían soportarlo. Su marido era militar, pensar en que se convertiría en la comidilla del cuartel le hundiría psicológicamente. Ismael y Neus se dieron un baño en la piscina y luego ella se tumbó en una hamaca mientras él se secaba. Eran las nueve y media de la mañana.

Igual te has pasado bastante, Ismael – se atrevió ella -. Quique es buena gente y nosotros somos novios desde hace mucho tiempo. Y te aprecia, Ismael.

Qué va, mujer, tu novio es muy mariquita, anoche le eché un polvo y el muy cabrón disfrutó como una nena.

¿Te lo follaste?

Se lo pedí y no le importó.

¡Joder! – exclamó ella sorprendida.

¿Te pone cachonda que me folle a tu novio?

Me deja con la boca abierta…

¿Sabías que era tan maricón?

Bueno, un poco sí, pero no tanto.

Y a eso le añades que tú eres un poco putilla.

Lo reconozco, soy muy caliente, pero tú te pasas tres pueblos.

Ismael se puso la camisa sin llegar a abrochársela. Llevaba su bañador tipo slip color amarillo. Le acarició la mejilla.

Voy a tomar un café, princesa, luego te veo.

Vale.

Se dirigió hacia la casa y la dejó tomando el sol. Cuando iba a entrar en la cocina, vio que su prima Olga tenía abierta la puerta de la habitación y decidió acercarse a saludarla. Al asomarse se quedó prendado. Ella hacía la cama y al verle se incorporó hacia él. Estaba muy erótica con un camisón semitransparente, muy cortito, con volantes en la base, muy por encima de la mitad del muslo, con escote a pico y tirantes muy finos. Sus enormes tetazas, con sus aureolas y sus pezones, se transparentaban claramente bajo la gasa y se meneaban al más mínimo movimiento. También se apreciaba la gran mancha velluda de su chocho entre las piernas e Ismael reparó en cada detalle. Avanzó hacia ella de manera confiada. Olga se sonrojó tras haberla pillado de aquella manera.

Buenos días, prima.

Buenos días, Isma.

Qué guapa estás, ¿qué haces?

Se dieron un besito en los labios y la abrazó. Percibió cómo sus tetas se aplastaban contra su barriga. Olga, que estaba prendada por él, se dejó tocar. De nuevo se apartaron.

Nada, haciendo la cama.

Venga, termina, desayuno contigo.

Vale.

Se sentó en una mecedora y ella, muy sonrojada, se volvió hacia la cama. Era consciente de que su primo estaba aprovechándose de esa confianza y no se atrevía a decirle nada, por otra parte, era la primera vez que un chico se fijaba en ella. Se diferenciaba la raja de su culo, sus abombadas nalgas, las curvas de sus caderas y sus gruesos y tersos muslos. Al inclinarse para alisar las sábanas, el volante de la base ascendió unos centímetros, lo suficiente para dejarle medio culo a la vista. Ismael tuvo que palparse la polla para contenerse al ver su ano en mitad de la raja, su chocho peludo entre las piernas, con vello que se extendía hasta el ano. Almudena, de nuevo, era testigo del acecho de su sobrino. Desde el pasillo, observaba cómo se manoseaba sus partes por encima del bañador ante la visión del culo que le ofrecía su hija Olga. Y regresó a su habitación, no quería más horror. Olga hizo la cama exhibiéndose, con las mejillas coloradas por la vergüenza. Sus tetazas aperadas sufrían vaivenes con cada movimiento y el camisón se le subía cada vez que se inclinaba dejándola con medio culo al aire, con su chocho expuesto a los ojos de su primo. Se fijó en la erección bajo la tela del slip amarillo, era evidente que le había excitado con aquel camisón tan sugerente. Tras hacer la cama, se cepilló un poco el pelo y se puso unas bragas negras, delante de él, se las subió a prisa por sus piernas procurando no elevar mucho la base del camisón, y acto seguido se echó una fina bata de satén por encima que la dejó tapada. No podía andar por casa así delante de su primo y que su madre o su padre la vieran. Luego salieron juntos hacia la cocina y allí se encontraron con Neus, que con su bikini blanco, con sus braguitas tipo tanga, tomaba otro café. Ismael se sentó en medio de las dos. Quique las veía sonreír, flanqueándole, como dos putitas que pelotean a su chulo.

Almudena lleva un par de horas encerrada en su habitación, muy disgustada con lo que estaba pasando. Había recibido una llamada de su marido para decirle que iba a organizar una barbacoa en la piscina y que vendrían algunos amigos, oficiales del cuartel. Ella le había dicho que no se encontraba bien, pero él había insistido y le pidió que fuera a hacer unas compras. Se desnudó por completo. Eligió algo cómodo, unas mayas rojas y una camiseta blanca. Ambas prendas las tiró encima de la cama. Se puso un tanga de color rojo, muy pequeño, con la delantera muy ajustada, dobles tiras laterales y un fino cordón metido por la raja del culo. Se probó unas sandalias también rojas de medio tacón y así, con el tanguita y los tacones, con todo el aspecto de una prostituta, la sorprendió su sobrino abriendo la puerta precipitadamente. Se quedó helada al verle con su camisa abierta y su bañador ajustado. Sus dos tetas sufrieron un balanceo chocando una contra la otra y enseguida hizo un ademán de tapárselas. Se vio abordada por el pánico y un sonrojo se adueñó de su rostro.

¡Ismael!

Buenos días, tía.

¿Qué haces? Llama a la puerta, hombre, mira cómo me pillas…

Tranquila, mujer, no es la primera vez que te veo las tetas, ¿no? – le dijo avanzando hacia ella.

No, ya, pero es que, bueno, iba a vestirme…

Quiso desprender la confianza que siempre había existido entre ellos, una confianza maternal, como si nada estuviera pasando, y decidió actuar con naturalidad. Bajó los brazos y expuso sus voluminosas y erguidas tetas ante los ojos desorbitados de su sobrino. Ismael la devoró con la mirada. Qué buena estaba, que cuerpo tan maduro y macizo, con aquellas curvas y aquella piel. Vio que el vello vaginal le sobresalía por los laterales de la delantera del tanga y su polla volvió a sufrir una visible erección. Deseaba mucho a su tía, desde pequeño había fantaseado con ella, y la tenía casi desnuda ante él.

¿Puedes dejarme 50 euros? – le pidió él.

¿Eh? Sí, claro, espera – contestó nerviosa.

Se volvió hacia el armario, ahora exhibiendo su culo macizo, con la señal de las bragas en las nalgas, abrió la puerta y no le quedó más remedio que inclinarse para rebuscar en el bolso. Ismael pudo contemplar el fino hilo que llevaba metido por el culo, un hilo tan fino que apenas le tapaba bien el ano. Se incorporó enseguida y se volvió hacia él entregándole el billete, con la mano temblorosa y el sonrojo abordando sus mejillas.

Toma.

Gracias, tía, eres un sol.

La besó en la frente, le rozó las tetas con sus pectorales y se permitió el lujo de atizarle un cachete en el culo, un cachete que sonó y que la hizo contraerse. Y abandonó la habitación. Almudena suspiró acojonada. Le había tocado el culo groseramente, los pezones de sus tetas habían arañado su asquerosa barriga. Tuvo que sentarse para apaciguar los nervios. Su sobrino se estaba sobrepasando con creces. Tenía que hacer algo, debía compartir aquella horrible inquietud con su marido.

Acudieron los invitados de Narciso, compañeros del cuartel y algunos amigos. La barbacoa comenzó a animarse. Tanto Almudena como su hijo Quique estaban con su carácter rancio, fruto de la honda desazón que les avasallaba. Por orden de su primo, Neus apenas se separaba de Ismael, apenas le dirigía una mirada y junto con Olga parecían divertirse. Su madre presenciaba la humillación a la que estaba siendo sometido su hijo, dudó si hablar con él, pero no parecía el momento apropiado con tanta gente en la casa. Con un fuerte dolor de cabeza, Almudena se subió a su habitación, necesitaba silencio, necesitaba serenarse para poder reflexionar con claridad. Por su parte, Quique sufría ante la dominante posición de su primo, ante la actitud pasiva de su novia, el juego estaba llegando demasiado lejos. Sólo se dedicaba a servir a su padre y sus amigos mientras ellos se divertían. Tenía prohibido acercarse a ella y como un imbécil estaba acatando la imposición.

Ismael se bañaba y jugueteaba con su prima Olga y con Neus en la piscina. Las perseguía, las pillaba y les hacía una ahogadilla. Olga observaba algo asombrada cómo manoseaba por todos lados a la novia de su hermano y cómo el memo de su hermano permanecía impasible, sin oponerse. Jugueteando con ella, le quitó de un golpe el sostén del bikini y la dejó con las tetas al aire, luego la cogió en brazos, volviéndola a magrear, y la lanzó al agua. Después salió tras ella. Olga echó a correr hacia la zona poco profunda, notó que le tiraba del lazo del sostén y tiraba de la prenda destapando sus enormes tetazas, sus tetazas aperadas de pronunciadas aureolas y pezones. Ambos pechos mostraron sus flacidez con ligeros vaivenes. La dejó sólo con las braguitas verde botella del bikini.

Isma, estás loco, nos van a ver – le reprimió a su primo tapándose las tetas con un brazo -. Anda, devuélveme el sujetador…

Sujetaba también el de Neus, quien se acercaba hacia ellos con las tetas botando. El agua, en esa zona, les cubría por las rodillas.

Y ahora te voy a quitar las braguitas… - bromeó Isma.

No…

Olga echó a correr sonriendo, notó que le tiraba de la braga por la tira superior, dejando un hueco para que la raja de su culo viera la luz, pero notó un latigazo en la cintura cuando se la soltó. Se pegó a la pared de la piscina y elevó los brazos sobre el borde, dándoles la espalda a su primo y su cuñada, con las tetas aplastadas contra la pared. Al fondo, su padre y sus amigos habían formado unos corrillos y no se percataban de lo que sucedía en la piscina. De pronto, notó que su primo se pegaba a ella, que le aplastaba el bulto de los genitales contra el culo, que su barriga peluda y fofa se adhería a su espalda, que la rodeaba por la cintura entrelazando los dedos bajo sus tetas, que le olfateaba el cabello y le estampaba un besito en el cuello. Advirtió la palpitante dureza de su pene.

Dame el sostén, anda, díselo, Neus, nos van a ver y no sé lo que van a pensar.

¿Cómo está mi prima preferida?

Uy, estupenda, pero dame mi sostén…

Es que me gusta ver tus tetas – le susurró al oído.

No seas salido, primo, y aparta eso de mi trasero – le dijo refiriéndose a su pene.

Ismael se removió refregándolo.

¿No te gusta? A mí me gusta este culito que tienes – le arremetió sin parar de refregarse contra el culazo de su prima, todo en presencia de Neus, que observaba a un lado el acecho, con sus dos tetitas erguidas al aire.

Isma, está mi padre, esto…

Esta mañana estabas muy guapa con ese camisón – le jadeó al oído rozándola con los labios, subiendo sus manos por el vientre hasta acariciarle los dos grandiosos pechos -. Vi tu culito mientras hacías la cama. ¿Sabes qué tuve que hacer, prima?

¿Qué?

Una paja, pensando en este culo que tienes tan grande -. Le enganchó con los pulgares las tiras laterales de la braga y se la bajó unos cuantos centímetros por debajo de las ingles. Enseguida se bajó la parte delantera del bañador y encajó el tronco de la polla en el fondo de la raja -. Ummm, qué culo tienes, cabrona – le dijo volviéndole a magrear las tetas, deslizando su polla a lo largo de la raja, pajeándose con el culo de su prima -. ¿Te gusta lo que sientes en tu culo, prima?

Sí, pero – dijo meneando levemente el culo para sentirle -, nos puede ver mi padre, y Neus nos está viendo.

A esta putita la hemos puesto cachonda. Relájate, concéntrate en mi polla, quiero probar este culito…

Continuó encogiéndose para deslizar el pollón por la profunda raja sin cesar el manoseo por las blandas tetas. Olga, atrapada entre su primo y la pared, bajó el brazo izquierdo para tocarse el chocho, para rozárselo con las yemas, para aplacar el hormigueo que sentía. Miró de reojo a su cuñada. Estaba a unos metros. También se masturbaba, tenía una mano dentro de las bragas y la movía para zarandearse el coño mientras que con la otra se acariciaba las tetas. El vaso de la piscina les impedía ser descubiertos.

Me gusta tu culo, primita, ¿te gusta mi polla? – le preguntó al ver cómo se lo frotaba.

Sí…

Tenía ganas de follarte, primita…

Aquí no, Isma.

Pero Ismael flexionó las piernas y volvió a alzarlas clavándole la polla en el jugoso chocho, con la pelvis aplastando las nalgas de aquel grandioso culo. Aún se tocaba el chocho con la izquierda cuando se la clavó. Soltó un largo resoplido cerrando los ojos y abriendo la boca. Ismael comenzó a follarla removiéndose sobre su culo. Neus agitaba la mano con más ansia dentro de la braga al comprobar cómo Ismael contraía el culo para ahondar con la verga, sujetándola por las tetas, besuqueándola por el cuello. Desde el porche, Quique sólo veía sus cabezas, pero distinguía a su primo detrás de su hermana, removiéndose, sabía que se la estaba follando en presencia de Neus. Desde la ventana de su habitación, Almudena también asistía al espectáculo, un espectáculo que ya había temido desde que vio a su sobrino acechando a su hija. Tenía una visión lateral del vaso de la piscina. Veía el cuerpo peludo y grasiento de su sobrino pegado y encogiéndose contra el de su hija, contra su culo ancho, follándola en presencia de su nuera.

Qué chocho más rico tienes, cabrona – le jadeó al oído sin dejar de menearse sobre su culo -, ¿te gusta cómo te follo? -. Olga continuó resoplando con los ojos cerrados, con la mano encima del coño, notando la veloz entrada y salida de la polla. Su primo le asestó una palmada en la nalga -. ¿Qué si te gusta, cabrona?

Sí…

Hija puta, qué gusto follarte este chocho…

Aligeró la marcha jadeando sobre su nuca hasta que se detuvo, sacó la polla, se separó unos centímetros para sacudírsela y le regó todo el culo con gotitas de leche, gotitas que resbalaron en finas hileras por las nalgas de aquel gran culo. Olga acezaba para recuperar el aliento. Ismael miró hacia Neus, que aún se zarandeaba el coño con la mano dentro de la braga.

Acércate, putita, prueba este culito…

Neus obedeció y se colocó ante el gran culo de su cuñada, un culo salpicado de semen por todas sus nalgas. El mismo Ismael le bajó las bragas de un tirón y entonces se pegó a ella refregando el coño por aquel culo extenso y abombado, impregnándose de aquella leche, percibiendo la blandura de sus tetas al manosearlas, así hasta que de su chocho chorrearon flujos que gotearon en el agua. Cuando se apartó, tenía todo el vello vaginal con pegotes de semen. Ismael se subió el slip, le dio un besito a ambas y corrió lanzándose a la zona profunda de la piscina. Ellas dos se sonrieron mientras se colocaban las braguitas del bikini y se forraban las tetas con los sostenes.

No le digas nada a mi hermano, Neus, no sé qué me ha pasado.

Lo mismo te digo…

Es que mi primo es un salido. Siempre ha sido así.

Y nos hemos puesto caliente, no pasa nada.

Y abandonaron la piscina para dirigirse hacia la zona donde estaban todos. Quique ya se había retirado a su habitación. La pesadilla seguía su curso.

Ya había anochecido. Quique llevaba horas encerrado en su habitación oyendo el bullicio procedente del porche. No se había atrevido a salir por miedo a cruzarse con Neus o con su primo. Ahora se estaba tirando también a su hermana, la había convertido en una de sus putitas. Oyó ruido de vehículos, señal de que los invitados de su padre iban marchándose. Le temblaron las piernas, pero trató de armarse de valor y abandonó la habitación. Sin embargo, cuando estaba cerca del ventanal con vistas a la zona de la piscina, vio a su padre charlando con dos amigotes y un poco más lejos vio un grupo, un grupo que iba a suponer un nuevo chasco para él. Neus y su hermana charlaban animadamente con Ismael y su amigo Beni, el macarra colombiano, sentados en unas butacas y tomando copas, riéndose sin parar. Vio la cara de expectación de su novia, sentada entre los dos chicos, frente a su hermana Olga. Ambas en bikini, su novia exhibiendo su cuerpo despampanante y su hermana su cuerpo rellenito de exuberantes curvas. Las dos, algo bebidas a juzgar por sus expresiones, no paraban de tontear con los dos chicos, que se aprovechaban de semejante docilidad toqueteándolas por todos lados.

Atormentado, muerto de celos y de rabia, regresó de nuevo a su habitación. Media hora más tarde oyó los vehículos de los amigotes de su padre y también a su padre metiéndose en su habitación. Aún oía las risas del grupito de su mujer. Una hora después les oyó entrar en la casa. Entreabrió la puerta y les vio pasar en dirección al cuarto de su hermana. Iban tan animados, con las copas y una botella de whisky, ellas dos en bikini, como dos prostitutas, bastante afectadas por el alcohol, flanqueadas por su primo y el colombiano. Se encerraron en la habitación de Olga. Su novia ya pasaba completamente de él, ni siquiera había intentado buscarle, y se había encerrado con dos hombres. Se acercó y pegó la oreja a la puerta. Oía algunas risas, algunos susurros, algunos chasquidos, pero nada distinguible. De regreso a su habitación, se sentó en el borde de la cama con las manos en la cabeza. Los celos le mataban. Nunca imaginó que el juego llegara tan lejos y que fuera a sufrir tanto, que su novia le hubiera dejado al margen de aquella manera tan cruel, cuando desde siempre, habían compartido todas las fantasías y todas las iniciativas. Oyó que se abría la puerta de su hermana y volvió a asomarse. Vio salir al colombiano, completamente desnudo, yendo hacia el lavabo. Iba desnudo. Tenía la piel muy amulatada, sin apenas vello, de tórax corpulento y lleno de tatuajes, con una polla larguísima que superaba los veinte centímetros y con un capullo tipo sombrero. La tenía completamente erecta. Sus huevos eran pequeños y duros y poseía un culo musculoso y estrecho. Tenían montada una orgía. Distinguía sombras moviéndose desde su posición, murmullos y algún gemido ahogado. Cuando vio venir de nuevo a Beni con su polla tiesa, retrocedió y se fijó en que empujaba la puerta y no la cerraba del todo. Sus nervios se acrecentaron y poco a poco comenzó a entrar por sus oídos jadeos mezclados, gemidos de su novia y de su hermana y jadeos de su primo y de su amigo. Estaban follando, todos juntos, a escasos metros de su cuarto, con sus padres en casa. Se tapó los oídos, pero ni así, retumbaban en su cabeza. Avanzó a pasos cortos y se inclinó levemente descubriendo lo que allí estaba sucediendo, presenciando la orgía que nunca se le borraría de la cabeza. Los cuatro estaban encima de la cama, por parejas, completamente desnudos. A un lado, su hermana Olga permanecía tumbada bocabajo mientras su primo Ismael, encima y con el tórax elevado de la espalda de su hermana, le arremetía duras embestidas en las nalgas, bombeándole el chocho con su enorme polla. Veía cómo contraía el culo velozmente para follarla, veían gran parte de las tetas de su hermana sobresaliendo por los costados y la oía gemir de forma muy seguida con el ceño fruncido y la boca muy abierta. Al otro lado, el colombiano se follaba a su novia. Neus se encontraba boca arriba con las piernas elevadas hasta el punto de que las rodillas le rozaban los hombros y los muslos le aplastaban las tetas, mientras que el colombiano, arrodillado ante ella, le abría el culo con su larga polla, dejando caer al mismo tiempo saliva sobre la rajita de su coño y que esparcía con los pulgares de sus manos. Le daba fuerte, le hundía la verga hasta los mismos huevos, de una manera contundente y rápida, haciéndola casi chillar de placer. Los hombres se rozaban mientras las follaban. Ellas, con las cabezas ladeadas, se miraban a los ojos y se vertían los alientos, descompuestas de placer. Vio que su primo aceleraba las contracciones del culo pinchando el chocho de su hermana con fuerza, hasta que se incorporó sacudiéndose la verga, con las piernazas de Olga bajo sus huevos. Evacuó toda la leche repartiéndola por las nalgas de Olga, con gruesas hileras que resbalaban hacia el fondo de la raja. Tras escurrirse bien, se apeó de la cama. Beni extrajo de golpe la polla del culo de Neus y dio un paso lateral subiéndose encima de Olga, adoptando la misma posición que había tenido Ismael, hurgando en la entrepierna con la polla y contrayendo el culo para sumergirla en aquel jugoso coño. Y se puso a follarla con extrema dureza, atizándole fuertes golpes con la pelvis en las nalgas y echando el culo muy hacia atrás para embestirla y recorrer con su larga verga las profundidades del coño. Olga gemía como loca ante la nueva follada. Neus había bajado las piernas, con el ano abierto y enrojecido, y se acariciaba el chocho viendo cómo se follaban a su cuñada. A Beni no le importaba mancharse con el semen de Ismael, sólo quería que su verga destrozara aquel chocho tan grande. Duró poco y se corrió dentro, se mantuvo con el culo contraído bastantes segundos, derramando bastante leche en el coño de su hermana. Luego se la sacó y bajó de la cama. Entonces Ismael se curvó hacia su prima y la ayudó a levantarse.

Ven con nosotros, perrita -. Su hermana se dejaba hacer. Mostraba muecas de dolor en la cara ante las duras penetraciones que había sufrido. Neus sólo observaba masturbándose -. Arrodíllate – le ordenó su primo.

Olga se arrodilló a unos centímetros de la cama, postrada como una sumisa ante los dos, con sus dos tetazas sufriendo unos eróticos vaivenes.

Míranos, perrita – le pidió Beni.

Olga levantó la mirada hacia los chicos. Parecía algo asustada, como si augurara lo que iban a hacer con ella. Los dos hombres se agarraron las pollas y apuntaron hacia ella. Y se pusieron a mearla, dos chorros potentes comenzaron a empaparla, a humedecerle el cabello y las tetas, a llenarle la boca y a ponerla perdida por todos lados. Fue formándose un charco a su alrededor. Cerraba los ojos y apartaba la cabeza con los ojos cerrados, con un chorro sobre la frente y otro sobre las tetas. Fue una lluvia dorada bestial, parecía recién salida de la ducha. Su primo se inclinó y la agarró de los pelos.

¿Te ha gustado, perrita? – asintió -. Qué guarra eres…

Quique fue retrocediendo de nuevo hacia su habitación. Ahora su hermana era una nueva esclava de su primo, una nueva puta, como él mismo, sus vidas quedaban a su merced. Diez minutos más tarde vio salir a Beni y a Neus y al poco rato oyó el ruido de un coche. Seguro que el colombiano se había prestado a llevarla a casa y de paso echarle otro buen polvo. Qué celos, eran celos que le provocaban sudores y taquicardias. Vio la puerta entrecerrada y luz encendida en el cuarto de Olga. Se atrevió a asomarse. Ismael permanecía echando un cigarro tumbado en la cama mientras su hermana Olga, con una bata por encima, aún con el cabello humedecido por la meada, se ocupaba de limpiar con una fregona el charco de orín. Todo era culpa suya. Un rato más tarde oyó roncar a su primo y comprobó que la luz estaba apagada. Estaba acostado con su hermana. Quique no pudo dormir, los celos no dejaron de arremeterle el corazón.

Esa misma noche, Almudena decidió contarle la verdad a su marido cuando éste se metió en la cama. Le contó todo lo que Ismael estaba haciendo con sus hijos, que Quique era maricón y que Ismael se estaba follando a Olga y a Neus. Narciso se quedó atónito, sin habla, sin capacidad para reaccionar. Se quedó sin palabras con las que evaluar la información. Le vino a la cabeza las probables consecuencias si el escándalo viera la luz. Una persona normal como él y encontrarse ante una situación tan inédita. La mente puede reaccionar de maneras muy diversas e incontroladas.

Tienes que hablar con él, Almudena – le dijo tras superar la primera impresión -. Joder, hazle ver que yo no sé nada y que se vaya de esta casa antes de que yo me entere.

Está bien, cariño, lo haré por la mañana.

No me esperaba esto de Quique.

Igual les está chantajeando por algo…

Estuvieron conversando y conjeturando hasta el amanecer. No abrieron la puerta de la habitación hasta que vieron por la ventana que Quique salía a correr. Almudena se atavió con unos tejanos y una camisa y bastante nerviosa se dirigió hacia la habitación de su sobrino. Narciso la siguió, pero se quedó en el recodo que hacía el pasillo, con la intención de escuchar la reacción de Ismael. Almudena dio a la puerta y al instante irrumpió en el cuarto cerrando la puerta tras de sí. Entonces, Narciso se acercó sin hacer ruido, aunque se detuvo a solo unos metros.

Almudena se encontró a su sobrino de espaldas, vestido con tejanos y una camisa de color negro, como dispuesto a salir. Se volvió hacia ella, sorprendido, examinando con descaro todas sus curvas, aunque esa vez iba ataviada de manera informal y bastante decente.

Tía Almudena, buenos días, ¿qué quieres? Estás muy guapa.

Quiero hablar contigo, Ismael, de una cosa muy seria, de una cosa asquerosa que aún no puedo creerme.

¿Qué pasa?

Te vi – puso de cara de asco -, con mi hijo, no me esperaba eso de vosotros.

Ismael parecía tranquilo y bajó la mirada.

¿Qué viste?

No te hagas el tonto, Ismael, y mírame cuando te hablo. Si Narciso se entera de eso, no quiero pensarlo, y qué diría tu padre…

Yo no tengo la culpa de que tu hijo sea un puto maricón.

¿Qué? – se sorprendió -. Cállate, Ismael.

Aunque te duela, tía Almudena, es un marica.

Apártate de él, Ismael, quiero que te vayas de esta casa, que hables con tu padre y te inventes cualquier cosa, pero fuera de mi casa…

¿Qué coño estás diciendo? – preguntó alterado -. Tu hijo es una puta maricona y yo no tengo la culpa…

¡Cállate!

Ismael se acercó a ella y la agarró del brazo hablándole muy cerca de la cara.

¿Qué diría la gente si se entera que es un mariconazo, que me tiro a su novia? ¿Eh? No vuelvas a amenazarme, zorra…

Fuera de mi casa, Ismael.

¡Cállate, puta, o le contaré a todo el mundo lo maricón que es!

Narciso oía las voces y los insultos de Ismael hacia su esposa y permanecía impasible sin reaccionar. Era militar, pero en el fondo, poseía los mismos genes de su hijo, en el fondo, era un cobarde, en el fondo estaba gozando con el trato que recibía su mujer de manos de su propio sobrino. La verga se le había hinchado. Las situaciones morbosas causan reacciones inesperadas e insospechadas en mentes corrientes como la de Narciso. Es un imprevisto psicológico, un imprevisto que uno no sabe cómo afrontar, una sensación que resulta irremediable.

¡Fuera de mi habitación, puta! – le oyó gritar -. Si alguien se va de esta casa es tu hijo el maricón…

¡Suéltame!

Maldita zorra, fuera, te he dicho que te vayas a tomar por culo y si te sale del coño se lo cuentas al maricón de tu marido… Ya verás cómo se van a reír en el cuartel…

¡Ismael!

La hija puta, encima, fuera de aquí…

Narciso retrocedió aligeradamente hacia su dormitorio. Se miró el bulto del pantalón, tratando de calibrar la erección que sufría. Le excitaba el trato humillante que recibía su esposa, le excitaban los insultos, le excitaba la dureza de su sobrino. Se sentó en el borde de la cama, confuso por la mezcla de sensaciones. Almudena llegó lloriqueando, advirtiéndole de que la había amenazado con contarle a todo el mundo que su hijo Quique era un marica, que se tiraba a Neus y también a Olga, y que la había insultado llamándola puta. Narciso la abrazó para calmarla, con la actitud de un jodido cobarde, alisándole el cabello mientras ella lloraba en su regazo.

¿Qué hacemos, Almudena? Qué vergüenza como lo cuente…

No lo sé, no lo sé, qué disgusto más grande, Narciso, con lo felices que éramos… - lloriqueaba.

Joder, Ismael antes no era así…

Intentó no rozarla para que no se percatara de la erección. Oyeron un portazo y el ruido de un coche. Al momento, Olga abrió la puerta.

¿Pasa algo? – preguntó extrañada -, he oído voces…

No pasa nada, hija, déjanos solos, tu madre no se encuentra bien.

Quique llamó a su padre para decirle que pasaría la noche fuera, en casa de un amigo, pero la realidad era que necesitaba estar solo, pensar, reflexionar e intentar superar sus traumas. Se fue al piso que su padre tenía en Madrid con la intención de desahogar sus penas. No se atrevía a telefonear a Neus, sabía que su relación con ella se había pulverizado desde que la vio irse acompañada del colombiano, desde que se la imaginó follando con él a solas, desde que pudo comprobar su expresión lujuriosa mientras otros hombres la follaban, su expresión lujuriosa mientras su primo le humillaba meándole encima.

Por la tarde, Narciso y Almudena salieron a dar un paseo y a tomar algo en una terraza. Tenían los nervios a flor de piel, temerosos a la reacción y actitud que pudiera adoptar Ismael tras verter las amenazas e insultos hacia ella. Podían echarle de casa, podían hablar con el padre de Ismael y contarle todo lo sucedido, pero entonces el escándalo vería la luz y la vergüenza sería tremenda. No sabían como intervenir, Almudena estaba muy nerviosa y afectada por el trato de su sobrino, por el daño que le estaba causando a su familia, sin embargo Narciso estaba atrapado por unos fugaces arrebatos de lujuria, excitado por el hecho de que su mujer fuese humillada. Se avergonzaba de tales pensamientos, pero resultaban irremediables. Creyeron conveniente arreglar las cosas con él, hablarle con más tacto, pedirle como una especie de favor que se alejara de sus hijos. Regresaron sobre las diez de la noche. No había nadie en la casa. Temieron que Ismael se hubiera marchado y que fuera contando el secreto por ahí, pero comprobaron que todo su equipaje estaba en la habitación. Olga llegó, les saludó con un besito a cada uno y se fue directamente a la cama. Ellos, expectantes y preocupados, aguardaban en el salón con la televisión encendida. Le oyeron entrar cerca de la medianoche. Ambos cónyuges se miraron entre sí y trataron de aparentar que estaban relajados viendo un programa. Apareció Ismael con aspecto de ir algo bebido, llevaba la camisa mal abrochada, ojeras y apestando a alcohol. Recorrió el salón en dirección al pasillo, sin dirigirles ni una sola mirada. Llevaba una expresión taciturna. Almudena quiso sonreírle para apaciguar los ánimos, pero ni siquiera volvió la cabeza hacia ella, sólo apreció un gesto de desprecio. Narciso lo intentó irguiéndose en el sofá.

¡Coño, Isma, qué tarde! ¿De dónde vienes?

No le hizo ni puto caso y desapareció por el pasillo. Oyeron un portazo. Almudena, asustada, se mordió el labio inferior y se levantó precipitadamente hacia su dormitorio. Cuando Narciso llegó ella se estaba desnudando. Se despojó de las mayas y se quedó con el tanguita rojo que exhibió ante su sobrino, con la fina tira metida por el culo, las dobles tiras laterales y la estrecha delantera. Aún llevaba los zapatos de tacón del mismo color que las mayas, un rojo fuerte. Se quitó la camiseta y sus tetazas vieron la luz, sufrieron un vaivén que las hizo rozarse una con la otra. Narciso la miró y se le hinchó el pene al verla, al imaginársela como una prostituta. Ella se volvió hacia el espejo para cepillarse el cabello. Parecía que estaba desnuda al llevar la tira muy metida en la raja, parecía una prostituta al llevar aún puesto los tacones, al llevar las tetas al aire.

Tienes que hablar con él, mi amor – la incitó -. Ya has visto lo cabreado que está. Puede irse de la lengua.

Me da miedo, Narciso.

Trata de calmarle, eres su tía y le conoces.

¿Y si me insulta como ayer?

Tienes que intentarlo, mi amor…

Angustiada, se echó por encima una bata blanca de seda, corta, a la altura de las rodillas, y se la abrochó dejando muy abierto su escote, con gran parte del canalillo a la vista. Y salió de la habitación dispuesta a solventar el problema. Narciso la siguió, aunque se detuvo en la esquina del recodo. Dio unos golpecitos en la puerta y al segundo giró el pomo irrumpiendo en la habitación, procurando dejar un poco la puerta abierta, temerosa de que intentara agredirla. Quería que Narciso fuera testigo de la previsible discusión, por si tenía que intervenir. Su ingenuidad y pánico le impedían detectar la cobardía y excitación de su marido.

Sorprendió a su sobrino desnudo, sólo cubierto por una toalla liada a la cintura a modo de minifalda. Acababa de ducharse. Se giró asombrado hacia ella, con su barriga fofa y sus pectorales vibrando con el movimiento. La devoró con la mirada, desde los pies hasta la cabeza, fijándose en sus piernas, en el bulto de sus pechos, en su escote, en el tono rojizo del tanga que se transparentaba algo a través de la seda. Ella tragó saliva, reparó en sus gruesos muslos y en su grasienta barriga. Al comprobar cómo la miraba, se arrepintió de haberse presentado vestida de aquella manera.

Buenas noches, Ismael, quería…

¿Qué quieres, puta? – la interrumpió dando un paso hacia ella.

No te enfades, Ismael, es que estaba muy nerviosa.

Tu hijo es un marica y yo no tengo la culpa.

Lo sé, perdóname, ¿vale?

Su sobrino le levantó la barbilla con el dedo pulgar.

No vuelvas a amenazarme, ¿entiendes, puta?

Sí, lo siento, estaba nerviosa, perdóname, por favor… - suplicó pasando por alto el insulto.

Ismael abrió la mano y le acarició toda la mejilla hasta meterle los dedos por el cabello. Ella le miró sumisamente, con una amarga sonrisa en la boca, dejándose manosear la cara.

Cómo no voy a perdonarte con lo guapa que eres -. Con la mano izquierda le tiró del cordón de la bata y se la desabrochó. La prenda se abrió dejando sus tetas a la vista, con los pezones en la bastilla -. Eres muy guapa, tía Almudena -. Le metió las manos por los hombros y empujó la bata hasta quitársela. La prenda cayó al suelo dejándola sólo con el tanguita. La miró con los ojos hechizados por la lujuria. El vello vaginal le sobresalía por los lados del tanga. -. Qué buena estás, no sabes lo buena que estás…

Almudena mostró una sonrisa temblorosa.

Ismael, esto no…

Bésame…

Ismael…

La sujetó por la nuca y la acercó hacia él bruscamente para babosearla en la boca a mordiscones. Sus dos tetas acampanadas se aplastaron contra los velludos pectorales. Las manos de su sobrino bajaron rápidas por la espalda hasta que le abordaron el culo, pellizcando con rabia ambas nalgas, abriéndole rudamente la raja, deseoso de tocarla. No paraba de morrearla. Apestaba a alcohol y sudaba como un cerdo. Ella mantenía los brazos en los costados, con la lengua de su sobrino dentro de la boca mientras le sobaba el culo con rabia. Jadeaba al mismo tiempo que la besaba. Apartó la cabeza y retiró las manos del culo para desabrocharse el nudo de la toalla. Enseguida notó el roce de la verga por su vientre, aunque no quiso mirar. Ella aguardaba sin moverse, asustada. La sujetó de los hombros y con cierta brusquedad le dio la vuelta empujándola contra la pared. Sintió el frío en sus tetas cuando se deformaron, sintió el frío de la pintura en la mejilla, sintió cómo le bajaba el tanga a tirones y la dejaba con el culo al aire, sintió cómo se pegaba a ella, cómo sus pectorales y su barriga sudorosa los aplastaba contra la espalda, y cómo hurgaba con la verga por la entrepierna. Le costó metérsela, pero contrajo el culo, flexionó las piernas y se la hundió entera en el chocho. Ella jadeó profundamente rozando la mejilla por la pared, con los ojos desorbitados y la boca muy abierta. Su sobrino se removía sobre el culo sin apenas extraer la polla, sólo tratando de ahondarla, flexionaba ligeramente las piernas y las estiraba para clavarla. La besuqueaba por el cuello y deslizaba las manos por sus costados revolviéndole el cabello con ambas manos. Narciso podía verles a través de la puerta entreabierta, a un lado, ambos de pie, su mujer contra la pared y su sobrino pegado a ella removiéndose sobre su culo con nerviosismo, follándola con ganas, sin parar. Tenía el tanga bajado hasta las rodillas. Destacaba la piel suave y delicada de su mujer con el cuerpo velludo y blanco de su sobrino. Se sacó la polla y se puso a masturbarse en el pasillo viendo a su mujer follando con otro hombre. Él jadeaba intensamente y ella gemía con el ceño fruncido.

Siempre supe que en el fondo eras una zorra – le susurró su sobrino -, qué ganas tenía de follarte, cómo me gusta tu culo, puta, toma, toma…ahhh…ahhh…

Aceleró dándole fuerte, sin separarse del culo de su tía, aplastándole las nalgas, presionando todo su cuerpo contra la pared, baboseando sobre su nuca y cuello, revolviéndole el cabello. Almudena gemía secamente. Su marido se corría sobre su propia mano para no manchar el suelo. Ismael contrajo el culo ante un jadeo profundo, escupiendo leche en el interior del coño, una gran cantidad que la dejó llena. Se escurrió embistiéndola un par de veces más de manera seca, luego se apartó atizándole una palmada en el culo y recogiendo la toalla del suelo.

Qué polvo más rico, puta. Qué ganas tenía de echarte un polvo.

Aligeradamente, Almudena se subió el tanga, aunque la parte delantera se le empapó por la leche que fluía del interior, incluso una gota le resbaló por la cara interna del muslo. Vio a su sobrino cogiendo un cigarrillo. Se agachó y cogió la bata echándosela por encima. Ismael dio un paso hacia ella acariciándole de nuevo la cara con ambas manos.

Me encanta follarte, puta. Eres mías, ¿me has entendido, puta?

Sí.

Y se giró para dar unas caladas al cigarrillo. Fue cuando Almudena abandonó la habitación con el chocho empapado de leche y dolorido por la dilatación sufrida. Irrumpió en la habitación y encontró a su marido sentado en el borde de la cama, simulando que llevaba un rato esperando noticias.

- ¿Cómo ha ido? ¿Qué te ha dicho?

Almudena se abrochó la bata. Antes, Narciso pudo fijarse en la mancha delantera del tanga, una mancha de semen.

Me ha violado.

¿Qué? – simuló su indignación levantándose -. Jodido cabrón…

Voy a ducharme.

Y se encerró en el lavabo. Narciso volvió a sentarse. Se encontraba entre la espada y la pared. O continuaba inmerso en su perversión y cobardía o superaba su trauma lujurioso y salía en defensa de su mujer. No hizo nada, ella salió al rato y se tumbó en la cama. Y pasaron la noche cada uno mirando hacia un lado, sin intercambiar una sola mirada, sin un roce. Sus vidas dependían de su sobrino.

Ya entraba la claridad del amanecer cuando Narciso, que no había pegado ojo en toda la noche, se levantó de la cama. La miró, permanecía tumbada de costado mirando hacia otro lado. Temió por lo que pudiera pensar de él, temió que le refregara en cara que era un cobarde, su sobrino la había violado y él no había hecho nada, se había limitado a expresar su falsa indignación. Intentó enmendarlo a pesar de todo. La lujuria y el arrepentimiento se mezclaban en sus entrañas.

Podemos denunciarle… - le propuso con la voz afectada.

No podemos hacerlo, tú lo sabes – le respondió ella sin volverse.

Que pase lo que tenga que pasar, pero…

¡No!

Narciso cogió una toalla y se metió en el baño cerrando la puerta. Almudena cerró los ojos, pero unos segundos más tarde los abrió al oír el crujido de la puerta. Vio a su sobrino desnudo, sacudiéndose la verga, acercándose a ella como un ogro peludo. Almudena elevó el tórax asustada.

Ismael, ¿qué haces? Por favor…

Tengo que follarte, puta, no puedo aguantarme…

No, Ismael, por favor, mi marido está en el baño…

Será rápido…

No, Ismael…

Almudena trató de pararle agitando los brazos, pero él se los inmovilizó y la cogió en brazos dándole la vuelta, tumbándola bocabajo, con la mejilla hundida en la almohada y los brazos bajo el cuerpo. Le subió el camisón negro a tirones y luego le bajó unas bragas blancas deslizándola con rudezas por sus piernas, rasgándolas de un lado, hasta dejarla con el culo al aire. Se subió encima de ella, con los muslos de sus piernas rozándole los huevos, y se inclinó hacia el culo hurgando con la polla en la entrepierna. Así se la clavó, así comenzó a follarla haciéndola suspirar, dándole golpes en las nalgas al hundir la polla y haciéndolas vibrar. Narciso abrió la puerta y le descubrió follándosela vilmente. Le machacaba el chocho dándole golpes en el culo con la pelvis, con su fofa barriga rozando la espalda de su mujer. Ismael se detuvo ladeando la cabeza hacia Narciso, aún pegado al culo de su tía. Almudena también le miró, aunque acezando. Narciso permanecía paralizado bajo la puerta, sin capacidad de reacción.

¿Te gusta cómo me follo a esta perra? – le preguntó Ismael, pero Narciso no movió un músculo -. Te gusta, cabrón -. Reinició las embestidas asestándole más secamente -. Eres tan maricona como tu hijo…

Aceleró hasta extraer la polla y salpicarle el culo de leche muy viscosa. Y Narciso siguió sin hacer nada. Su mujer respiraba fatigada mirándole a los ojos, probablemente pensando en lo que su sobrino había dicho, que era un maricón.

Quique regresó a casa esa misma noche con la intención de contarle a sus padres la verdad de lo que estaba sucediendo. Necesitaba compartirlo con alguien, y qué mejor que con sus propios padres. Pero se encontró la casa a oscuras, sólo relucía el resplandor procedente del dormitorio de sus padres. Y de allí procedía también una multitud de gemidos y jadeos, de hombres y de mujer, jadeos que identificó enseguida. Asustado, caminó con las piernas temblorosas hasta que descubrió que estaba pasando. Su padre era una puta más de su primo. Se encontraba a cuatro patas encima de la cama, desnudo, mientras su primo se lo follaba por el culo. Al mismo tiempo, su hermana permanecía tendida debajo de los dos, con la cabeza alzada, comiéndose los huevos de Ismael. Su madre, arrodillada tras su sobrino, sentada sobre sus talones, pasaba le pasaba la lengua por el culo, la deslizaba por las nalgas blancas y velludas impregnándola de babas. Su novia Neus y toda su familia, incluido él, se habían convertido en las putas de su primo, y todo por llevar a cabo un juego morboso. Se largó de la casa, se fue a vivir al piso de Madrid. Ismael las dejó preñadas de tanto follarlas, de tanto llenarles el coño de leche, a su madre y a su hermana, y supo que Neus se prostituía en unos burdeles de lujo. El morbo, a veces, puede ser fulminante. FIN.

Mil gracias. Si queréis conversar, os espero en Messenger o en el email joulnegro@hotmail.com

Joul Negro.

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