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Encuentros inmorales con su prima y su tía 3

en Dominación

Encuentros inmorales con su prima y su tía. III

Jesús regresó al hospital destrozado ante el descubrimiento de que su mujer estaba liada con su propio sobrino y además se comportaba como una auténtica cerda, ofreciéndose como su puta, un comportamiento insospechado hasta ese momento. Los celos iban a amargarle la existencia. No sabía qué pasaría con su vida, cómo reaccionaría ante ella, pero tenía claro que la escena se rememoraría en su cabeza para siempre haciéndole sentir un ser inferior. Quizás todo se debía a su dejadez, a su falta de cariño hacia ella, ciertamente debía reconocer que la tenía bastante abandonada y las relaciones sexuales resultaban escasas. Había estado muchas veces de putas y se había follado a más de una compañera, pero nunca imaginó que su esposa le pagaría con la misma moneda. Desconcentrado, suspendió la operación prevista y recibió una fuerte discusión de su jefe por su falta de profesionalidad. Se tiró toda la tarde en el despacho sumido en la desesperación, sin valor para enfrentarse a su esposa, para mirarla a los ojos.

Marta llegó de la universidad cerca del mediodía y almorzó con su madre. Después recibió la llamada de Pablo y se comportó con él de una manera más amable, aunque durante las clases no había dejado de pensar en la increíble morbosidad que le proporcionaba su primo. Se encerró en su cuarto y telefoneó a su amiga Paqui para que le comprara la píldora y se la acercara a casa. Un rato más tarde, su amiga se presentó con la pastilla y ella se la tomó a toda prisa, luego le contó a su amiga la verdad de lo sucedido en la discoteca y de que tenía un rollo sexual con su primo Lucas. Paqui se quedó impresionada, era una chica tímida que jamás había estado con un hombre y sólo se dedicaba a ver porno por Internet y a envidiar a todas sus amigas por lo bien que se lo pasaban con sus respectivos novios o echando polvos de una noche. Nadie se fijaba en ella. Era un poco gorda y de estatura media, el cabello solía llevarlo trenzado en una cola, poseía unas tetas gigantescas, muy redondas, y un culo muy abultado con forma de corazón. Las peripecias sexuales de su amiga Marta la sumieron en esa envidia lujuriosa.

No es muy guapo ni atlético como Pablo – le comentaba Marta -, pero es muy morboso, no sé si será porque es mi primo, pero me pone a cien.

Cómo te lo pasas, amiga…

¿Quieres que le diga que venga y así le conoces? – le propuso Marta.

Bueno, será morboso conocer a tu amante.

Fascinada, Marta telefoneó a Lucas y diez minutos más tarde se presentó en su cuarto. Le presentó a su amiga Paqui y ambos se saludaron con un beso en las mejillas, después le estampó un beso en los labios a su prima y le pasó un brazo por la cintura sin cortarse ante la presencia de la otra chica, como si su prima fuera su novia. Los tres se encontraban de pie, Paqui frente a la pareja de amantes, junto a la cama.

¿Ya te has tomado la pastilla? – le preguntó a su prima

Sí, Paqui me la ha traído.

Entonces, conoces nuestro rollo, ¿no?

Sí – contestó Paqui -. Marta me lo ha contado.

¿Y qué te parece?

No sé, yo, cosa vuestra, ¿no?…

Paqui es que nunca ha estado con ningún hombre ni ha tenido novio – le aclaró Marta.

¿Eres virgen? – se sorprendió Lucas.

La chica tragó saliva ante el apuro.

Sí.

¿Nunca has tocado a un hombre?

No.

¿Y tienes ganas?

No sé – contestó encogiendo los hombros.

Los primos se apoyaron contra el canto de la mesa, con sus miradas posadas en el cuerpo gordito de Paqui, quien permanecía inmóvil y seria ante los amantes. A Marta comenzó a excitarle el hecho de humillar a su amiga y su calentón la empujó a frotar con la palma abierta toda la zona de la bragueta. Lucas vestía con su pantalón de chándal y su camiseta de tirantes. Marta llevaba las mallas y la camiseta negra de estar por casa y Paqui había acudido ataviada con una camiseta ajustada de color rojo, escote redondeado y una falda larga en forma de tubo, color negro, muy suelta. En la camiseta quedaban señalados sus erguidos pezones, señal de que iba sin sostén, así como la inmensa redondez de sus pechos. Los ojos de Paqui se fueron hacia la mano de su amiga, que manoseaba en círculos aquellos contornos tan duros.

¿Quieres ver la polla de mi primo? – le preguntó Marta -. Tienes la oportunidad, nunca has visto ninguna al natural, y la suya es grande.

Paqui sonrió de manera insulsa, los nervios por un lado y el trastorno obsceno por otro aceleraron las palpitaciones de su corazón. Una cosa eran las fantasías y el porno en la tele, y otra aquella situación tan morbosa. Advirtió cierto arrebato en su cuerpo y un acaloramiento que le provocó unas gotas en sus sienes. No sabía qué actitud adoptar viendo aquella mano acariciando el impresionante bulto. Sólo mantuvo la sonrisa, sin ser capaz de lanzar una palabra.

¿Quieres verme la polla? – insistió ahora Lucas.

No sé, me da un poco de corte.

No pasa nada, mujer.

La misma Marta se ocupó de bajarle el chándal y el calzoncillo a la vez. Lucas levantó los pies para que se los quitara del todo y se quedó desnudo de cintura para abajo, con su verga empinada, una verga que inmediatamente su prima acarició con suavidad. Paqui se la miró, ya con cierto cosquilleo en la vagina al verse en aquella situación. Marta la miró a los ojos mientras le palpaba la verga.

Tócasela… - le pidió su amiga -, venga, anímate, hazle una paja.

Paqui dio un paso hacia ellos y extendió el brazo derecho rodeando aquella polla tan larga y tan dura. Muy despacio se la comenzó a sacudir, a hacerle una paja a un hombre por primera vez en su vida, a un hombre completamente desconocido, al primo de su mejor amiga. Sus tetazas se meneaban bajo la camiseta ante la vibración del brazo. Marta y Lucas se enrollaron en un beso apasionado mientras ella le masturbaba. Paqui se sintió como una puta ante la pareja de amantes, como la puta de ellos, como una mujer desesperada por una buena verga. Se la machacaba sujetándola por la mitad y agarrándola fuerte. Continuaban morreándose. Marta apartó un poco la cabeza para darle nuevas instrucciones.

Tócale los huevos también…

Y volvió a fundir los labios con los de su primo. Paqui le acarició los huevos con las yemas de la mano izquierda, procurando masturbarle con diligencia. Les miraba, cómo se mordisqueaban con pasión. La estaban emputeciendo, la estaban usando como un objeto sexual mientras baboseaban. De nuevo separaron sus caras para mirarla.

- ¿Por qué no se la chupas? Venga, chúpasela…

- Antes, deja que veamos tus tetas. Quítate la camiseta, putita – le ordenó Lucas.

Le soltó la verga para sacarse la camiseta roja por la cabeza. Se quedó desnuda de cintura para arriba, con sus grandiosas tetas viendo la luz. Eran grandes y redondas, con gruesos pezones blanquecinos. Ambos pechos se movían flácidos y se rozaban el uno con el otro. Volvió a cogerle la polla para sacudirla de nuevo, como si no quisiera desaprovechar ni un segundo. Ellos la miraban abrazados, observaban cómo las dos bolas blandas se mecían con el movimiento del brazo.

Chúpasela a mi primo, puta asquerosa – apremió Marta en el papel de mandona.

Algo asustada por la actitud de su amiga, se arrodilló sin soltar el pene y se metió la mitad en la boca para lamerlo sin soltarlo. Sus enormes tetazas rozaban las rodillas de Lucas. Se la sacudía con el glande apoyado en la lengua, con la boca abierta y mirando hacia ellos, una mirada sumisa de la que se burlaban con maliciosas sonrisas. Lamía como una inexperta, sin mover un músculo de la cara, ni la lengua, ni la cabeza, sólo les miraba. Recibió nuevas instrucciones de su amiga que tuvo que acatar.

Chúpale los huevos, cerda…

Ladeó la cabeza hacia abajo para chuparle los huevos lamiéndolos con toda la lengua fuera, como si fuera una perra lamiendo un hueso. Los tenía algo duros y ásperos. Marta cogió la polla de su primo para machacarla mientras su amiga, arrodillada ante ellos, se comía los cojones. Volvieron a fundirse en un beso, un beso que desprendía babas que goteaban en la cabeza de Paqui. Lucas, hechizado por la lujuria, no dejaba de bufar ante las sacudidas que recibía su verga y los lametones en los huevos. Dejó de apoyarse en la mesa, pero se mantuvo de pie. Entonces su prima Marta se arrodilló tras él y clavó la cara en la raja del culo para lamerle el ano como una descosida, asintiendo con la cabeza para arrastrar la lengua por encima del herrumbroso orificio. Lucas jadeaba electrizado. Tenía una chica arrodillada por delante lamiéndole los huevos y una por detrás lamiéndole el culo. Ahora se la sacudía él mismo y al abrir los ojos descubrió a su tía en el pasillo espiándoles. Sus miradas se enfrentaron. Pilar desprendía el gozo por los ojos, con la mano plantada en la bragueta del tejano ajustado que llevaba. Paqui se había pasado de los huevos a la verga y deslizaba la lengua por todo el tronco. Lucas se curvó hacia ella y le tiró de la falda hacia arriba dejándolas arrugadas en la cintura a modo de grueso cinturón negro. Llevaba unas bragas color crema que tapaban parte de su amplio culo. Lucas las agarró y tiró fuerte de ellas metiéndoselas por el culo a modo de tanga, presionándole el coño y el ano con la tela y asestándole fuertes palmadas en las nalgas, unas nalgas blandas y gordas que vibraban con cada azote. Los michelines tapaban las tiras laterales. Notaba que al estar inclinado hacia delante azotando el culo de Paqui, su prima le escupía en el ano al tener la raja más abierta y se lanzaba a lamerlo ansiosamente. Lucas se irguió de nuevo. Le devoraban como posesas la verga y el ano, lamían frenéticamente sin parar mientras Pilar asistía a la escena escondida en el pasillo. Lucas no sabía en qué concentrarse y pronto comenzó a sentir el previo cosquilleo de la eyaculación.

Venid conmigo, malditas putas… -. Las obligó a levantarse sujetándolas del brazo y las empujó hacia la cama -. Enrollaos como dos putas lesbianas, quiero correrme encima vuestra…

Ambas chicas se echaron de costado en la cama y se abrazaron para besarse. Marta iba vestida y las tetazas de Paqui se aplastaron contra la camiseta negra. Se manoseaban como dos enamoradas, se tocaban los culos y se enzarzaban en una pasión inaudita, meneándose una contra la otra, como queriendo juntar sus coños, cabeceando en la almohada. Lucas se curvó y le bajó las mallas a tirones hasta dejar a su prima con el culo al aire, para que refregara el chocho por la pierna de Paqui, y se la empezó a sacudir junto al borde de la cama, con la verga dirigida hacia sus cabezas. Pronto una dispersa lluvia de leche comenzó caer sobre sus caras, gotas que se repartieron por sus mejillas, por sus cabellos, por sus frentes y labios, pero ellas continuaron besuqueándose y manoseándose, lamiéndose las gotas de leche la una a la otra. Paqui le había levantado la camiseta y las tetas permanecían aplastadas unas contra las otras.

Lucas retrocedió desnudo, con la verga balanceándose, hasta salir de la habitación. Se detuvo detrás de su tía Pilar, que permanecía atenta a la escena lésbica de su hija. La abrazó pegando la polla al pantalón, apoyando la barbilla en su hombro, magreándole las tetas por encima del jersey blanco que llevaba.

¿Has visto lo puta que es tu hija? -. Pilar meneó la cabeza para sentir sus labios -. Es una bollera, mira cómo la toca -. Las manos de Lucas se deslizaron por el jersey en dirección a la zona de la bragueta -. ¿Te pone cachonda ver a tu hija como una lesbiana?

Sí… - jadeó.

Es mi puta, como tú, las dos sois mías…

Le bajó la bragueta del tejano y metió la mano derecha dentro colándola por el lateral de las bragas y agarrándole el chocho con fuerza, meneándose para rozar la polla por el culo de su tía. Marta se había ido echando encima de Paqui sin dejar de besarla, le había apartado la delantera de las bragas a un lado y le acariciaba un chocho gordo y depilado. Lucas masturbaba a su tía clavándole un dedo y rozaba la polla por la áspera tela del tejano. A Pilar se le volvían los ojos del placer. Había metido la mano izquierda bajo el jersey y le arrugaba las tetas dolorosamente.

Mira la puta lesbiana de tu hija, mira lo puta que es, es tan guarra como tú, dime si te gusta…

Sí, me gusta…

¿Te gustaría probar su coño?

Haré lo que me pidas…

Le agarraba el coño como si estrujara una esponja y se lo zarandeaba en círculos. Ella se removía muerta de gusto, con los ojos puestos en el meneo de culo de su hijita. En la cama, Marta le había clavado dos dedos en el coño y follaba a su amiga taladrándolo con fuerza. Paqui elevaba la cadera del colchón con los gemidos ahogados para no hacer ruido, un gozo doloroso que la volvía loca. Pronto las bragas se impregnaron de sangre y Paqui cerró las piernas con la mano de su amiga atrapada dentro de la vagina. Marta la besó.

Mira, le ha roto el coño, la ha desvirgado – le susurró Lucas a su tía sin cesar la masturbación.

Marta le atizó un par de clavadas más, Paqui separó las piernas y un chorro de orín empapó sus bragas escapando por los laterales e impregnando la mano de Marta y el colchón. Se había meado al desvirgarla. Aún así, Marta continuó besándola y acariciándole su chocho mojado.

Se ha meado, la pedazo de puta – le comentó Lucas en voz baja. Le metió dos dedos en el coño clavándoselos con rudeza, obligándola a fruncir el entrecejo y sujetarle la muñeca -. Quiero que tú también te mees, zorra de mierda…

Lucas estaba vertiendo una pequeña porción de leche sobre el tejano cuando sintió que su tía se meaba sobre su mano, notó el caldo caliente fluyendo del chocho y empapando los pantalones y las bragas. Pilar resopló dejando caer la cabeza sobre el hombro de su sobrino. Era su guarra, su puta, su vida ahora dependía de él y estaba dispuesta a someterse a cualquier locura, incluso hasta mearse encima, hasta contemplar una escena lésbica de su hija y excitarse con ello. Lucas retiró la mano de la bragueta y se la pasó por la cara impregnándola de orín. Luego le atizó una palmada en el culo y se alejó hacia el baño. Pilar cerró los ojos y suspiró. Estaba hecha un asco, se palpó el pantalón por detrás y se llenó los deditos de semen espeso. Luego se miró la delantera y se vio la mancha de la meada. Marta y Paqui continuaban enrolladas y revolcándose encima de la cama. Aturdida por la meada y el orgasmo, se retiró a su habitación. Necesitaba reflexionar y recapacitar.

Su marido llegó muy tarde, pasada la medianoche. Ella ya estaba acostada y le oyó echarse a su lado, sin tocarla, sin darle el beso que solía darle cada noche. A Jesús el asunto de su mujer le había pillado desprevenido, y aunque era consciente de que había sido un cabrón, nunca llegó a imaginarse que su mujer tuviera una aventura con su sobrino ni con nadie y que para colmo se ofreciera como una vulgar prostituta. No sabía cómo reaccionar, los celos y la rabia le hundían el alma y ni siquiera lograba concentrarse en el trabajo.

Qué tarde, ¿no? – le susurró su mujer sin volverse.

Ha habido varias urgencias – se excusó en tono serio.

¿Todo bien?

Sí, ¿y tú?

Bien. Hasta mañana.

Hasta mañana.

Excitada por el hecho de encornudar a su marido, de humillarle, al final Pilar logró dormirse, sin embargo su marido no pegó ojo en toda la noche.

Cuando el martes por la mañana Pilar abrió los ojos, eran casi las nueve de la mañana y ni se había percatado de que su marido ya se había marchado. Se asomó a la habitación de su hija y comprobó que tampoco estaba, tenía clases en la universidad a primera hora. Mientras tomaba café en la cocina, recibió una llamada de su marido para invitarla a desayunar en la cafetería del hospital, a las diez y media, para hablar con ella. Pilar no podía sospechar que su marido sabía lo de su aventura con Lucas, pero Jesús, después de mucho recapacitar, había decidido plantearle a su mujer el asunto, pasara lo que pasara. Lamentó la cita con el memo de su marido, le apetecía someterse a los caprichos de su sobrino, convertirse en su perra, en su deseo sexual. Se desnudó por completo en la habitación y se forró las piernas con unos pantys color blanco, con las ligas de encaje en mitad del muslo. Se calzó con unos tacones blancos y sin sostén ni bragas se puso una bata de seda por encima, abrochada, pero con el escote muy suelto, con el canalillo que separaba los pechos a la vista. Limpiaba la encimera de la cocina cuando oyó la cerradura de la puerta. Unos instantes más tarde miró por encima del hombro y le sonrió a su sobrino.

Buenos días, Lucas.

¿Cómo está mi tía preferida?

Bien.

Lucas llevaba el torso desnudo y sólo llevaba el pantalón del pijama donde se distinguía el vaivén de su pene, señal de que iba sin calzoncillo. Pilar volvió la mirada al frente y unos segundos más tarde notó que se pegaba a ella y que la besuqueaba por el cuello.

He venido para que me hagas una mamadita.

Cómo eres… Si es que me tengo que ir. Jesús me espera para desayunar…

Ese maricón puede esperar. Eres mi putita, ¿recuerdas?

Sí…

¿Te excitó ver a tu hija como una lesbiana?

Sí…

¿Te gustaría probar su coño?

Había empezado a magrearle las tetas por encima de la tela y ya percibía el cosquilleo del placer en su vagina.

Sí…

¿Te gusta que me la folle?

Sí…

Vamos a tu habitación, quiero estar en la cama donde te acuestas con ese maricón…

La agarró de la mano y la condujo hasta la habitación de matrimonio. Lucas se quitó en pantalón del pijama y ella se despojó de la bata de seda, quedándose sólo los pantys y los tacones. Se fijó en él, el su cuerpo blanco y velludo, en su culo encogido y granulado, era un macho y su cuerpo la ponía muy ardiente. La cama aún estaba desecha. Lucas subió encima del colchón y se sentó encima de la almohada, con la espalda apoyada en el cabecero y las piernas estiradas y separadas. Tenía la verga algo hinchada y los huevos reposaban sobre las sábanas. A Pilar le daba un poco de corte y se mantuvo de pie junto al borde, a la espera de una orden de su amo.

Vamos, tía, pónmela dura, a qué cojones esperas…

Pilar se arrodilló encima de la cama, a la altura de sus rodillas, y dejó caer su amplio culo sobre los talones, erguida, con las tetas en reposo. Primeramente le acarició los huevos de una pasada antes de agarrarle la polla por la parte alta, dejando el glande oculto por la palma. E hizo vibrar el brazo para sacudirla, iniciándose el balanceo de las tetas al mismo tiempo. La palma izquierda la apoyó en la base de la polla, encima de la zona velluda. Lucas frunció el entrecejo al notar cómo le apretaba el glande y cómo se la movía. Ella le miraba a los ojos con sumisión, como deseosa por ser sometida. Su mano comenzó a sacudir la verga velozmente, provocando que los huevos se movieran sobre las sábanas, provocándole ruidosos gemidos a su sobrino, que agitaba la cabeza sobre el cabecero. Cesó la masturbación de pronto y se curvó hacia él empinando el culo y metiéndose la polla entera en la boca, devorándola, atizándole fuerte lametones por todos lados, baboseándola como una hambrienta. Lucas, en medio de sus propios gemidos, miró hacia el espejo del armario y vio reflejado el culo de su tía, con la raja abierta y su ano salpicado de vello, también su chocho en la entrepierna y la forma de menearlo al mamar. A veces elevaba un poco la cabeza, se la sacudía, y volvía a bajar la cabeza para chuparla, aplastando las tetas contra su muslo. Le estaba dando una buena paliza a la polla de tanto lamerla. Estaba disfrutando como una loca. La dejó llena de saliva y sus labios se deslizaron hasta los huevos para mojarlos con toda la lengua fuera, mordisqueándolos afanosamente y dejándolos empapados de babas, para volver a la polla y babear sobre ella. Quería hacerle una mamada inolvidable. Sin parar de gemir, Lucas extendió el brazo y cogió de la mesilla un portafotos donde aparecía Jesús en un primer plano. Pilar levantó la cabeza al notar el movimiento, aunque no paró de machacarle el pene.

Quiero correrme encima de tu marido – le jadeó.

Pilar cogió el portafoto y sacudió la polla en horizontal colocándolo bajo la punta. Le daba tales tirones que Lucas llegaba a sentir algo de dolor. Soltó un alarido y una gruesa porción de leche espesa cayó sobre el cristal del portafotos, a la altura de la cara de Jesús. Un segundo salpicón se esparció a lo ancho y después pequeños salpicones inundaron todo el rectángulo, quedando la figura de su marido sumergida bajo el semen. Pilar se irguió volviéndose a sentar sobre sus talones con el portafotos en alto, sujetándolo con ambas manos. Lucas resoplaba palpándose la verga, aturdido por la corrida.

¿Quieres que me lo beba? – le preguntó ella -. Qué guarro, ¿no?

Chupa a tu marido, trágate mi leche, zorra

Miró el charquito de semen sobre el cristal y bajó la cabeza hacia él, sacando la lengua y deslizándola por el cristal, capturando las porciones gelatinosas y tragándoselas, así hasta que dejó el cristal reluciente.

Qué malo eres, sobrino. ¿Alguna cosa más?

Le encantaba ser sometida.

Quiero que orines encima de ese maricón.

¿Cómo? – preguntó sorprendida, con las cejas arqueadas -. ¿Estás loco?

Lucas se incorporó levemente y le atizó una pequeña bofetada en la mejilla.

¿Qué te he dicho, jodida puta?

Vale, tú mandas, como tu quieras…

Bajó de la cama y colocó el portafotos en el suelo. Luego se acuclilló encima, con sus ojos sumisos dirigidos hacia su amo. Frunció el ceño y al segundo comenzó a orinar sobre la foto de su marido. El chorro salía disperso hacia el cristal y el líquido se coló por las rendijas laterales hasta humedecer y manchar la fotografía. El marco quedó en medio del charco. Pilar volvió a incorporarse.

Eres una cerda – le dijo su sobrino dejándose caer para tumbarse boca arriba, para relajarse. Tenía la verga algo desinflada. Dio unos golpecitos en el colchón -. Ven, échate conmigo.

Su tía se echó a su lado, de costado, con las tetas en reposo sobre su barriga, y apoyó la mejilla en su regazo, pasando el brazo por encima de sus pectorales, con el chocho pegado a su muslo. Lucas le pasó el brazo por los hombros y la besó en el cabello.

Entre tú y tu hija me vais a romper la verga

Jajajaja, estamos locas, nos estás emputeciendo.

Pero te gusta…

Me excita mucho – reconoció.

Esta vez su sobrino le acarició el cabello de manera cariñosa y ella le sobó los huevos con suavidad. Miraba la verga flácida y necesitaba más. Se produjo un largo silencio, un silencio que ella dedicó a masajearle los huevos, hasta lograr ponerle la polla dura de nuevo.

Estás muy cachonda, tía.

Sí, aquí el único que se ha corrido has sido tú.

¿Te quieres correr?

Pilar elevó la cabeza de sus pectorales para mirarle.

Quiero follar contigo, Lucas, necesito que me folles, te lo suplico, no sé qué diablos me has hecho, pero me tienes enferma…

Eres puta, pero con ese maricón no puedes demostrarlo.

Por favor, Lucas, métemela, lo necesito… -. Ahora le palpó la polla deslizando la palma por todo el tronco -. He hecho lo que me has pedido, fóllame, por favor, Lucas… -. Le lamió las tetillas de los pectorales para incitarle y continuó con los labios por su cuello hasta volver a mirarle -. Fóllame, necesito que me la metas… No puedo aguantar…

¿Qué es tu marido?

Un maricón, un mariconazo de mierda.

¿Y tu hija?

Una puta como yo. Fóllame, Lucas, por favor…

Ella misma se ladeó hacia el lado quedando tumbada boca arriba con las piernas separadas y el coño a punto. Las tetas le cayeron hacia los lados. Le dio un empujón a su sobrino.

Vamos, cabrón, fóllame de una puta vez…

Zorra…

Lucas se echó encima de ella y meneó las caderas hasta clavarle la polla en el coño. La hundió hasta los huevos. Ella soltó un largo gemido clavando sus uñas en las nalgas de su sobrino. Él mantenía los labios pegados a su cuello.

Muévete, muévete de una vez… - le pedía ella meneando todo el cuerpo en las sábanas para sentirle mejor.

Comenzó a contraer el culo y a follarla. Pilar gemía enloquecida arrugándole las nalgas para contener el desbordante placer que recorría todo su cuerpo. Jesús había vuelto en su busca, sorprendido por haberle dejado colgado, y veía desde el pasillo cómo su sobrino se follaba a su mujer, cómo contraía las nalgas para destrozarle el chocho, cómo la besuqueaba por el cuello, cómo ella le manoseaba el culo para ayudarle. Se quedó boquiabierto por la actitud de su mujer. Vio su retrato en el suelo en medio de un charco amarillento, una señal evidente de que se habían meado encima con la única intención de humillarle. Ya no se conformaba con serle infiel, quería vengarse de él con la humillación más cruel. Lucas se detuvo con el culo contraído y unos segundos más tarde se echó a un lado para recuperar el aliento, respirando fatigosamente. Jesús vio a su mujer con las piernas abiertas y la raja del chocho dilatada, de donde enseguida comenzó a manar la leche, una leche blanquecina y espesa. Ella también respiraba con fatiga y elevó la cabeza de la almohada. Fue cuando descubrió a su marido asomado en la puerta. Nerviosa, miró hacia Lucas, pero permanecía con los ojos cerrados, y cuando volvió a mirar hacia la puerta, su marido ya no estaba. Cerró los ojos y volvió a dejar caer la cabeza. Iba a montarse un gran escándalo que podía llegara a oídos de su hermana y todo su entorno. No sabía qué actitud adoptar. Volvió a mirar a su sobrino y le dio la impresión de que dormía tras las dos eyaculaciones seguidas. No había oído la puerta, su marido seguía en la casa.

Jesús se hallaba deambulando por el hall del piso con las manos en la cabeza. Estaba muy nervioso, le temblaban las piernas y las manos y sabía que no iba a ser capaz de imponerse a la pareja de amantes. Sentía vergüenza y bochorno de tener que enfrentarse a su esposa, tener que mirarla a los ojos, se sentía como un cobarde. Oyó unos pasos y se ocultó en un recodo del pasillo. Vio a su sobrino desnudo, todo su cuerpo blanco y peludo, con la barriga botando en cada paso y la polla floja balanceándose como un látigo. Se encerró en el cuarto de baño y a los pocos segundos oyó la ducha. Trató de envalentonarse y avanzó por el pasillo en dirección a su dormitorio, donde su mujer acababa de consumir el adulterio. Las piernas le fallaban y unos profundos escalofríos le provocaron un sudor frío. La puerta estaba abierta. Su mujer se había echado una bata por encima y la llevaba desabrochada, por lo que toda su delantera quedaba a la vista. Vio su retrato encima de la cama, con el papel fotográfico mojado, y a su esposa acuclillada secando el charco de orín con una toalla. Iba vestida como una puta con aquellos tacones y aquellos pantys. Al verle, se incorporó con la toalla en la mano.

¡Jesús! Puedo explicarte…

Pero Jesús no atendió a explicaciones y se marchó a toda prisa de la casa dando un sonoro portazo. No quiso ir a trabajar, ni siquiera llamó para avisar de su ausencia y el móvil estuvo sonándole toda la tarde desde el hospital. Seguramente habrían suspendido varias operaciones por su culpa y le esperaba una buena bronca del director. Se limitó a beber y a beber hasta emborracharse, tratando de dilucidar lo sucedido, cómo su matrimonio había entrado a la deriva, llegando incluso a humillarle meando sobre su fotografía. Durmió apoyado en el volante del coche hasta que le despertó la luz de amanecer. Estaba hecho un asco, sin afeitar, despeinado, sin ducharse, sin batería en el móvil y desprendiendo olor a alcohol. Consultó la hora y comprobó que debería haber entrado a trabajar hacía una hora, por lo que sus jefes estarían que trinaban. Fue a tomarse un café, estaba hecho polvo física y psicológicamente. En torno a las diez de la mañana se armó de valor y decidió ir a casa y enfrentarse a su mujer, no podía seguir sumido en el papel de cobarde. Ya por las escaleras retornó el temblor de sus piernas y la taquicardia. Nada más abrir la puerta vio que todo estaba en penumbra, pero a medida que avanzó por el pasillo comenzó a oír los chillos de su mujer y los jadeos secos de su sobrino. A pesar de todo, a pesar de haberla descubierto, la muy puta no se cortaba y volvía a pillarla follando. Aún así recorrió el pasillo hasta comprobar que esa vez tenían la puerta cerrada. Vio unas bragas por el suelo. Pegó la oreja a la puerta y la oyó gritar. Gemía como loca, alternativamente con él. Le estaba dando fuerte, sólo había que escucharla. Abochornado y hundido, sintiéndose como una mierda, humillado, abandonó de nuevo la casa para deambular por la avenida. Pensó en quedarse en un hotel, comer un poco y darse una ducha, pero comprobó que apenas llevaba dinero en el bolsillo. La tarjeta no le funcionó en el cajero, se le informó de que no disponía de saldo suficiente. Agobiado, fue hasta el banco y allí se llevó una nueva sorpresa. El director le comunicó que su mujer había traspasado los 120.000 euros a una cuenta particular a nombre de ella. Le había dejado sin un euro para tomarse un café siquiera. Con su aspecto desagradable, se presentó en el hospital, donde su jefe, tras una severa reprimenda, le informó por escrito que quedaba suspendido de empleo y sueldo por un tiempo indefinido hasta que se estudiara su expediente disciplinario tras las continuas suspensiones de las operaciones quirúrgicas. Salió del hospital arruinado y sin trabajo, con su vida hecha trizas, encima de que su mujer le humillaba con su sobrino. Tras vagabundear toda la tarde, consiguió que desde un bar donde le conocían le dejaran llamar por teléfono y contactó con su hija Marta.

Marta, cariño, soy papá, necesito que me ayudes, ahora mismo tengo problemas con tu madre y…

¿Ayudarte? Eres un sinvergüenza, papá.

¿Qué?

Irte de putas y engañarla de esa manera. Voy a colgar, no me apetece hablar contigo.

¡Marta!

Pero su hija cortó la comunicación. La humillación ya se extendía hasta su propia hija. Estaba en la calle como cualquier otro vagabundo tras el brusco giro que había dado su vida. Apenas le quedaba gasolina en el coche ni dinero para llenar el depósito. Esa noche, sentando al volante, la pasó en vela menospreciándose por su mala suerte.

El jueves por la mañana la barba ya le cubría toda la cara, sus ojeras se habían pronunciado, el cabello se le notaba sucio y el hedor de su cuerpo se había acrecentado. No podía tomarse ni un café, ni iba a ser capaz de pedir un favor a nadie, sólo le quedaba arrastrarse ante su esposa para obtener un poco de ayuda. Eran las once cuando tuvo que acercarse a casa caminando. Iba rezando para no sorprenderla de nuevo, no deseaba enfrentarse a una nueva situación. Abrió la puerta y se encontró la misma penumbra, pero enseguida llegaron hasta sus oídos susurros y chasquidos. Avanzó nervioso y vio que la cama de su habitación estaba hecha, pero un resplandor provenía del cuarto de baño interior.

Vamos, guarra, muévete mejor, joder… - oyó a su sobrino.

Con mucho cuidado, dio unos pasos y se asomó a través de la rendija de la puerta. Y de nuevo otra escena dantesca se reflejó en sus ojos. Con la tapa abierta, Lucas permanecía sentado en la taza, desnudo, con sus robustas piernas estiradas y separadas. Su mujer también estaba desnuda, arrodillada entre sus piernas, sujetándole la polla erecta con las tetas y haciéndole una cubana. Movía el tórax para apretujar la verga y deslizar la masa blanda de sus pechos por todo el tallo duro, agarrándoselas ella misma por la base. A veces el glande le rozaba la barbilla. Su amplio culo también se movía con el tórax. Lucas le metía dos dedos de la mano derecha en la boca, dedos que ella lamía, le frotaba con las yemas bajo los labios, por las encías y la lengua, provocándole alguna que otra arcada. Lucas se relajó con los ojos entrecerrados y jadeando muy seguido. Ella se soltó las tetas para sacudirle la polla con más agilidad, erguida sobre él. Había retirado la mano de su boca y ahora sólo se miraban. Ella se masturbaba con la mano izquierda al mismo tiempo que se la machacaba, se rozaba el chocho con toda la mano abierta. De pronto, la polla comenzó a verter leche disuelta hacia los lados, derramándose sobre la mano de Pilar, pero ella continuó atizándole fuertes tirones a pesar de todo, golpeándole con el puño en el bajo vientre.

¡AHHHHH….! – jadeó Lucas desorbitadamente -. Para, puta, que no puedo más…

Pilar detuvo las sacudidas, pero mantuvo agarrada la polla y se quedó mirándola fijamente. Lucas frunció el entrecejo. Un chorro de orín a presión salió disparado contra el rostro de Pilar salpicando hacia todos lados, goteando sobre las tetas como un torrente. Abrió la boca para beberlo, como si bebiera de una fuente. El caldo le vertía por la barbilla al no poder tragarse todo el chorro. Jesús no podía dar crédito a la guarrada en la que se prestaba su mujer. La puso perdida tras la meada, con chorros más flojos que le empaparon el pelo y los pechos, dejando todo su cuerpo mojado y reluciente. Apoyó las manitas en los muslos de su primo e hizo fuerza para mear sobre el suelo. Jesús pudo ver el chorro disperso que caía de su chocho y formaba un charco alrededor de sus rodillas y de los pies de Lucas. El hedor a pis le entró por la nariz y fue cuando se retiró de aquella escena tan guarra. Ya en la calle, seguía perplejo por lo que acaba de ver. Igual la estaba humillando por alguna causa, pensó, pero ella parecía disfrutar con la vejación. De nuevo se le hizo de noche deambulando por la ciudad, sin comer, hecho una auténtica mierda. Le dolían todos los huesos y esa noche se acurrucó en los asientos traseros del coche, muerto de frío, con mucha hambre y sed, con su vida destrozada, sin valor para enfrentarse a una situación horrible. CONTINUARÁ. Joul Negro.

Opiniones y comentarios en todorelatos, Messenger o email joulnegro@hotmail.com.Gracias por el éxito.

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