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Los secretos de la familia Martínez

en Orgías

Mientras mi tío Javier encendía un cigarrillo, yo me dedicaba a mirar los culos de las bailarinas que se movían por allí. No podía de parar de mirar aquellos traseros perfectos, dones de la naturaleza, redondos y respingones. Es la primera vez que entro en aquel local, pero hago lo posible para que no se note. No puedo evitar observar lo que hay a mi alrededor. Me fijo en un hombre que moja ligeramente con cerveza los pezones de una bailarina vestida con un conjunto verde. Más allá, a lo lejos, hay otro señor, gordo y calvo, que tiene a una chica sentada en sus rodillas. Apenas aparenta tener 20 años. Mientras ella lo abraza por el cuello y le pasa la mano por la camisa él le mete mano por debajo del tanga y le toca los labios vaginales con descaro.

-Aquí no está bien visto que te quedes embobado mirando lo que hacen los demás, chaval.

Me habla Antonio. Es el tío más putero que he conocido nunca, aunque, claro está, tampoco he conocido a muchos. Poniendo su brazo en el respaldo del sofá rojo de cuero en el que estamos sentados los cuatro, prosigue con sus consejos.

-Aquí puedes follarte a quien quieras, que nadie te va a decir nada. Eso sí, ojito con mirar mal a alguien. Si ves algo que no te gusta, mira para otro lado. Ni voz ni voto, tú a otra cosa.

Miro detrás de mí, como si pasase olímpicamente de sus consejos. En lo alto de las escaleras hay un tipo de casi dos metros con los brazos cruzados vigilando la puerta. Ante la imponente figura bebo un poco más de ron.

-Espero no tener que avisar a tu madre por haberte meado en los pantalones.

Ahora quien me habla es Ronald, el amigo belga de mi tío. Ese pecoso pelirrojo de ojos azules se apuntaría a un bombardeo si hiciese falta. Es un buen tipo, pero se le cruzan los cables cuando se le pone de por medio lo que él llama un ‘chochete inquieto’.

Veo como una camarera se acerca y le dice algo a la oreja a mi tío, mientras intenta señalar a un lugar haciendo esfuerzos por no dejar caer la bandeja que lleva entre manos. Esa falda tan corta que lleva apenas llega a cubrirle nada a la mínima que se inclina. Cuando se incorpora de nuevo, recibe una cachetada en el culo. Al pasar veo la cara que pone, acordándose de la madre de alguien. Al fin y al cabo, pensé, también debía haber simples camareras trabajando en ese club.

A un leve movimiento de cabeza de mi tío se levantan los tres y se disponen a irse. Me indica con la mano que le siga. En el corto trayecto me quedo mirando como una chica y un tipejo juntan sus lenguas y juegan morbosamente.

-Vamos chaval, que hoy te gradúas- me dice Antonio mientras me pone la mano en el hombro.

Entro el último a una estancia pintada de amarillo. En esa habitación los únicos objetos que hay son la lámpara del techo y una cama grande con sábanas blancas. De pie, hay una chica vestida con una camiseta rosa de rejilla y un tanga del mismo estilo. Saluda a los tres y se me queda mirando cuando entro yo. Su cara podría ser de decepción o incredibilidad, pero en vez de eso la expresión de su rostro muestra una alegría morbosa por tener a alguien nuevo allí dentro. Yo la miro de arriba abajo. Es delgada y los zapatos blancos de tacón hacen que parezca más alta de lo que en realidad es. Aunque no es fea, podría pasar como una mujer del montón. Tiene un pecho medio y algo caído, aunque esa caída no es muy acentuada. Todo su cabello liso le cae hasta los hombros, sin dejar que  un solo pelo le pase por la frente.

Antonio la besa en la boca, y acto seguido Ronald le pone las manos en el culo, maravillado con ese tanga rosa de rejilla y semitransparente. Él le magrea el culo, mientras mi tío le besa los pezones a través de la camiseta. Ella tiene una expresión algo viciosa en la cara, puedo ver que no le preocupa que aquellos tres hombres la toquen.

Le levantan la camiseta y dejan sus pechos al aire. Mi tío sigue mordiéndolos, mientras Antonio, sin dejar de besarla, le pone la mano en la vagina y la mueve duramente. Ella desabrocha hábilmente el cinturón de sus pantalones, pero no se los baja, ni tan solo se molesta en desabrochar el botón que sujeta ese empalme evidente.

Me doy cuenta del espectáculo que estoy viendo, y el primer acto reflejo es quitarme la camisa y bajarme los pantalones rápidamente. Tras quitármelo todo, me quedo únicamente en ropa interior. En ese momento hasta la moqueta del suelo me hace cosquillas en los pies por lo que estoy viendo. Ronald y Antonio dejan de palpar a la mujer para desnudarse también. Mientras que el primero lo hace más lentamente intentando dejar su ropa acomodada incluso, Antonio expulsa su camisa y su corbata de sí, quedándose con los pantalones y los zapatos. No puede esperar a seguir besuqueando a aquella chica, y ahora ella desabrocha finalmente el pantalón, sacando el enorme pene y sacudiéndolo un par de veces. Él le agarra la cabeza fuertemente y la invita a chuparle el miembro. Obligada a inclinarse para poder continuar con la felación, posa sus manos en la cintura del hombre.

Observo lo profundo que parece tragar ese enorme pene. Desconozco la exactitud de sus centímetros, pero sí puedo comprobar con mis propios ojos como aquella mujer se la mete hasta el fondo en la boca. Con los ojos abiertos, se saca el pene de la boca al notar que Ronald sigue obsesionado con su culo y la pasión con que se lo toca. Extasiado por ese tanga, lo aparta dejando al descubierto ese ano y pasándole la mano por el coño desde detrás.

Con la excitación me doy cuenta de que mi tío está desnudo también. Las únicas prendas de ropa que se mantienen son los pantalones de Antonio, a la altura de sus tobillos, su calzado y la ropa que viste aquella mujer. Decido despojarme de mi ropa interior. Ella se da cuenta de que hay dos hombres más a su vista, más uno en la parte trasera, que tienen también su pene al aire.

Me acerco a ella, decidido a que pruebe la mía después de haber visto lo que era capaz de hacer. Veo como sonríe al mirarnos. Con una mano para cada uno, toca levemente la masculinidad de mi tío y la mía propia. Se decide por la mía, y se la mete en la boca mientras me mira a los ojos. Noto como se me moja con su saliva y el leve líquido que he dejado soltar. Le acaricio la oreja y el pelo unos segundos, hasta que cambia de dueño y se la chupa a otro.

Se incorpora de nuevo. Tiene delante de ella a un tipo de casi metro noventa como es Antonio, rubio y grande, con ganas de dejarla muerta a base de darle. La besa otra vez, y esta se inclina de nuevo para chupársela. Parece que le gustan grandes. Él está encantado de que siga eligiendo la suya. Ronald, que no ha parado de tocarla por detrás, se gana el derecho a ser el primero que propiamente se la meta dentro. Con el tanga apartado se la mete despacio desde atrás, incluso lo hace con delicadeza. Veo como entra y sale despacio, escondiéndose y dejando ser vista de nuevo, ocultándose con sus nalgas y siendo hallada de nuevo. Ahora posa sus manos en la cintura de ella. Poco a poco se la va metiendo más profundamente y con un ritmo más acelerado, a lo que ella responde dejando de chupar y soltando un par de gemidos cortos y placenteros.

Viéndolo todo, me masturbo lentamente, disfrutando de ver porno en directo.

-Si no te gusta darle sin protección tengo algún condón guardado.

Absorto, me doy cuenta de que mi tío está a mi lado igualmente empalmado.

-Creo que lo puedo hacer sin protección.

Él da un gesto afirmativo para señalarme de que he elegido la respuesta correcta. Luego me señala con la cabeza la mujer a la cual se están cepillando delante de nosotros. Veo sus finas manos apoyadas en la cadera de Antonio. Ahora no hace falta que el trabajo lo haga yo, ella puede masturbarme. Me acercó a ella y la tocó, a lo que ella decide dejar lo que está haciendo y empieza a tocarme y masturbarme mientras Ronald sigue enterrándosela en la vagina, agarrándose a sus pechos y poniendo como base un dedo en cada pezón. Sin dejar de moverse ambos por las embestidas, se incorpora para disfrutar de Ronald, echando sus brazos hacia atrás. Mi tío, volviendo a su lugar de origen, empieza a jugar con su cuello, mordisqueándolo suavemente. Ella cierra los ojos de vez en cuando mientras gime sordamente.

Ahora es Javier, mi tío, quien recibe la felación de ella, como acción de gracias por haber estado cuidando de su cuello mientras se la metían. Por primera vez desde que comenzó a metérsela, Ronald para sus movimientos para bajarle más el tanga y seguir dándole rítmicamente. Desde donde estoy puedo ver como le cae el pelo, revuelto y desordenado, y es cuando me fijo en el pelo tan precioso y cuidado que tiene aquella mujer.

Mientras cambia de nuevo a mi pene, se produce otro cambio que ella nota. Ronald saca parte de él para dejarle el camino a Antonio. Inclinada, nota como el pene mayor de entre los cuatro le entra por la vagina. Sin contemplación alguna, le agarra las nalgas para moverlos a ambos, clavándole unas embestidas mucho mayores que las de su compañero. Yo hago que ella pare con el sexo oral para quitarle del todo la camiseta rosa y dejarla únicamente en tanga y tacones. Mientras se la están tirando y agarrada a la pierna de mi tío como si le fuese la vida en ello, ya que es su punto de apoyo, va turnando entre los tres para repartir a partes iguales y masturbar a quien no pueda disfrutar de esa garganta profunda.

Antonio, siendo la viva imagen de la excitación, se emociona y se folla a la pobre chica con ataques demasiado fuertes, que hacen que ella choque un par de veces con la barriga de Ronald antes de dejar las felaciones y mirar a Antonio con cierto rencor y hasta con un resto de odio. Yo lo miro también, pero él sigue dándole fuerte hasta que se da cuenta de lo que está haciendo. Su respuesta no se hace esperar. Alarga la mano y le clava una palmada en la nalga derecha que poco a poco le deja el culo rojo a la chica. No actúo, pero me prometo a mí mismo que si le vuelve a pegar de esa manera detendré la juerga.

Javier, en un intento por calmar los ánimos, se acerca empalmado a la chica inclinada dispuesto a metérsela para seguir el ejemplo anterior de Ronald. Justo antes de hacer nada, tan solo pasando la punta por la vagina, me ve de pie, siendo ocasionalmente masturbado por aquella mujer. Se lo piensa tan solo dos segundos y decide hacerme su ya particular gesto con la cabeza. Con una mirada algo paterna le pone la mano a ella en la espalda. Me acerco yo a su vagina hasta quedarme al lado de mi tío.

-¿Sin condón?

Le sonrío pero no le contesto. Con mi pene brotado señalo la punta hacia aquel coño. La agarro de la cintura al ver que se mueve demasiado, pero logro controlar su postura con tan solo un leve agarrón de sus caderas. Mi pene entra y sale de su vagina, emergido como nunca, sintiendo cada contacto, y muriendo de placer cada vez que el glande llegaba a lo máximo dentro de ella, desnudo totalmente y sin protección, sintiendo calor en todo el cuerpo y siendo sensible al más leve contacto. Tenía la sensación de que ella estaba ardiendo, y sentir como la tocaba y me estremecía por cada movimiento me producía el placer más grande que hubiese tenido nunca.

Agradecí que ella se sacara otra vez, como hizo con Ronald, lo que tenía en la boca para soltar un leve gemido. Yo gemía y gemía mucho más de lo que lo habían hecho mis dos predecesores, me sentía mucho más cerca del paraíso de lo que aparentaban estar ellos. Mientras daba un segundo gemido se giró rápidamente y me miró un fugaz segundo a los ojos. Su expresión, aunque breve, hablaba por sí sola. No esperaba que fuese yo quien se la estuviese metiendo, pero le gustaba.

Temiendo lo excitado que estaba, le saqué inmediatamente el pene de dentro. Lo había hecho sin protección, pero no quería arriesgarme a terminar dentro, ni a terminar rápido. Me tomé la libertad de intentar incorporarla para quitarle el tanga rosa. Se lo bajé por esas piernas morenas y le di un beso en el muslo. Me miró de nuevo. No se extrañaba cuando la magreaban pero me miraba por un beso. Se quitó los zapatos de tacón y se puso de rodillas sobre la moqueta.

Fue la primera vez que se me ocurrió pensar que aquella postura anterior le podría haber destrozado la espalda. Nos pusimos los cuatro a su alrededor. Aunque hubiese querido parar no tenía salida; pero ella no quería. Había algo en su cara que expresaba no disgustarle aquella situación. Mientras variaba de miembro en miembro, utilizaba sus manos como podía para masturbar a otros dos. Siempre que hacía una felación nos seguía mirando a los ojos por alguna razón, pero cuando lo hacía con Antonio cerraba los ojos y simplemente se la tragaba. Él seguía cogiéndole la cabeza con brusquedad.

No pude evitar observar como mis compañeros empezaban a tener el pene lleno de babas y líquido e inmediatamente busqué la fuente de aquello. Aquella mujer tenía la boca sucia y, de hecho, era la primera vez en todo el rato que la había tenido así a mi parecer. Aprovechando que quise limpiarla con su camiseta rosa, se levantó y se puso por primera vez en la cama, siendo llevada por cuatro brazos como si fuese un ángel dirigido a su nube.

Se puso a cuatro patas y pude ver perfectamente como tenía sus partes más íntimas. Mi pensamiento comparó aquello con las pocas chicas con las que había estado. Me pareció que sus labios eran algo más gruesos, aunque podría ser impresión mía al ver que llevaba aquella parte depilada.

Cuando Antonio se agachó para hacerle un beso negro, decidí pasar a la parte delantera, justo para ver como, quizá por primera vez, ella se estremecía de placer con aquel animal. Javier y yo nos fuimos turnando para que aquella mujer siguiese con las felaciones. Mientras estaba conmigo y chupándome únicamente la zona del glande, cerré los ojos. Sentir como se empleaba en pasar la lengua y me limpiaba literalmente era demasiado para mí. Paró en el momento adecuado y sin utilizar las manos pasó su lengua por la blanda y marcadísima uretra que yo tenía. Con ese detalle expulsé una gota y me retiré rápidamente. Había aguantado bien el ritmo a pesar de las ganas que tenía de haberlo expulsado todo en un primer momento, pero quería seguir con ella y por eso intenté tranquilizarme. No evité mojarme, pero sí terminar.

Mientras mantenía la calma, sin embargo, no pude evitar ver como Ronald seguía empleado metiendo aquello por la vagina, proclamándose rey absoluto en esa zona. Desde el primer momento había sido él el que se había ocupado en hacerla sentir bien allí, y ella parecía encantada de que fuese así. Aunque pensé que conmigo también había disfrutado, imaginé que posiblemente el placer que había sentido yo era mayor que el de ella. Se desató con aquello y empezó a gritar más alto a tiempo para que Antonio le metiese dos dedos por detrás. Intentando cumplir la misión, tuve que girarme para no excitarme, pero seguía oyendo sus gemidos del claro placer intenso.

Me giré, no sé cuanto tiempo después, cuando sentí una mano en mi hombro. Vi a la chica a cuatro patas mientras besaba a Ronald, dándole las gracias por lo que acababa de hacer. Aquel era un beso muy intenso, e incluso el belga le puso una mano en su mejilla intentado demostrarle cariño.

-Ella quiere que seas el primero-me dijo Javier.

Me acerqué por detrás observando como tenía delante a esa mujer, en esa postura tan sugerente.

-Ya te he hecho el trabajo sucio- me dijo Antonio entre risas.

Viendo como le había abierto y lubricado el ano, pensé que no costaría tanto metérsela, y tampoco lo había hecho nunca, así que se lo metí suavemente por detrás y la cogí de nuevo por las caderas. Intenté hacerlo poco a poco, pero eso era mucho mejor de lo que hubiese imaginado nunca. Aunque hubiese querido hacerlo a toda prisa dudo que hubiese podido, demasiado placer intenso para aguantar tanto rato.

Me oprimían tanto sus nalgas que parecía que me bajase la piel cada vez que la metía profunda, lo más que podía, y volvía a sacarla un poco para notar ese cosquilleo en todo el cuerpo del miembro. Metiendo y sacando volvía a gemir como nunca, mi miembro viril yacía dentro de ella y estaba oprimido por esas dos nalgas que incluso se contraían y cerraban.

Paré, y noté como aquella mujer seguía haciendo felaciones mientras seguía contrayendo su culo, apretándome ligeramente el pene, atrapándolo en sus redes y volviéndolo a soltar. Debía tener un talento natural para poder hacer aquellas dos cosas a la vez. Empezaron a temblarme ligeramente las piernas.

Aquello no podía soportarlo mucho más y decidí retirarme, dejando mi lugar a Ronald, que iba a cumplir la tarea igual de bien, tanto por delante como por detrás. Vi como le daba suavemente por el orificio trasero mientras ella abría la boca y soltaba un jadeo sordo seguido de unos sollozos mientras decía unos ‘sí, sí’ más sinceros que los de antes.

Ahora nadie quería su boca, los cuatro queríamos probar aquel culo que tenía. Cuando Javier se la metió, le puso las manos levemente en la espalda, mientras el pelo de ella le caía todo a un lado. Cuando le tocó a Antonio poner aquel grueso pene, no tuvo miramientos y se lo clavó entero aprovechando que los anteriores le habíamos allanado suficientemente el camino. Empezó a darle sus particulares embestidas, mientras ella gritaba en la línea fina que va del placer al dolor. Entre dientes oí como le decía algo, una frase que contenía la palabra ‘puta’.

Dudé si pararlo o no. Me era difícil deducir la expresión de aquella mujer o si le gustaba o no, pero para mí estaba claro que de seguir así, aquel pene iba a romperla. Cuando empezó a gritar más alto, Antonio le tapó la boca con la mano y siguió, haciendo caso omiso de algo que no fuese su propio placer.

Cuando me acerqué, decidido a pararlo, me miró y se apartó de ese culo, entendiendo erróneamente que quería volver a probar con el sexo anal. Ese gesto, sin embargo, posibilitó que fuéramos rotando de uno en uno para probar ese delicioso culo abierto. Ronald fue el único que decidió metérsela por la vagina un par de veces, dándole una tregua.

Quise aprovechar la situación para que ella pudiese continuar con mi felación, ya que seguía deseando su boca. No me hizo reparos y la siguió chupando mientras aquellos tres hombres metían y sacaban sus penes de su recto.

Noté como perdió fuerza haciendo esa mamada  y quise besarla en la boca. Cuando lo hice, buscó mi lengua para enredarla en la suya, mientras ponía unos morros apasionados y dulces. Me vino a la mente la frase de ‘las putas no besan’ y pensé que debía llevar a esa mujer a hacerlo y a hacer una cosa así. Quizá no todas fuesen iguales, o puede que esa mujer no se considerase una prostituta. Cuando noté que dejó de moverse ligeramente, separé mis labios de los suyos, escuchando un ‘gracias’ amable y sincero.

Estirándose ahora en la cama, al lado de aquella mujer, Ronald se tocó ligeramente el miembro mientras la miraba.

-¿Quieres venir preciosa?

Ella se puso encima de él, mientras se metía suavemente aquel pene por delante. Me pareció observar como su boca jugaba con sus pezones. Viendo el ano al descubierto, Javier envió su miembro hacia aquel agujero y principió su arremetida contra aquel culo. No tardó nada en apoderarse Antonio de su boca, aprovechando que la pobre chica perdía sus fuerzas por momentos y parecía frágil a esos movimientos.

Ronald apenas se movía debajo, aprovechaba para estremecerse lentamente y sentir en todo su esplendor la parsimonia y gracia del movimiento. Los tres hombres gemían ahora, sin reprimir el placer que aquella mujer les producía.

Sin decirle nada a Javier, éste se apartó y me dejó la vía libre para seguir experimentando. Volvía a tener el culo a mi disposición, así que volví a metérsela. Noté como ya no se movía tanto, ahora si que era patente la falta de fuerza en la pobre hembra.

Oía gemidos de fondo, pero me concentraba en el ruido que resonaba en mis orejas por encima de cualquiera, aquel ‘plaf’ que sonaba cada vez que movía el pene hacia dentro. Cuatro hombres habiendo dado ofensivas para entrar en aquel trasero tenían que haberlo mojado por fuerza. Noté la excitación en mi piel al verla y sentir lo que le estaban haciendo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y por un momento pasé del calor al frío en una décima de segundo, para sentir después ambas sensaciones a la vez. Apenas pude contenerme y salir disparado hacia atrás para dejar mi semen sobre la moqueta roja.

Una de las últimas cosas que observé fue como Ronald la cogía por la cintura, sin dejarla caer, y la levantaba ligeramente para cambiarla de postura…

Después de que la profesora de Filosofía repartiera los grupos, Lourdes se me acercó y me dijo:

-Hemos tenido suerte, nos ha tocado el capítulo más fácil de Stuart Mill.

Aquella era una chica tímida pero simpática. Nunca hablaba con ella, pero a decir verdad ella tenía afinidad con poca gente. Propuso su casa como lugar de encuentro para comenzar el trabajo, así que antes de que me pudiese dar cuenta estábamos sentados en la mesa divagando sobre la Libertad. Cuando sonó la puerta principal, casi me obligó a levantarme para que conociese a sus padres.

-Ven, ven, que así los conocerás.

Me quedé petrificado al reparar en la mujer que entraba por la puerta. Sin saberlo, me había tirado a la madre de Lourdes Martínez. ¿Cómo fue eso posible?

...

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